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Reflexiones sobre un devenir poético: entre lo político y lo literario Por Arturo Borra Alzira, octubre de 2008 I Poetizar en las condiciones del presente es una práctica imposible y necesaria a la vez. «Impo- sible» –en su sentido psicoanalítico- porque implica una brecha insalvable entre la búsqueda esté- tica y aquello que finalmente se encuentra: paisajes de la desolación, extensión de una máquina devastadora que arrasa cotidianamente cientos de miles de vidas, tanto en las formas más visibles de la guerra o el genocidio, como en sus for- mas menos perceptibles pero no menos rea- les: la producción de un ejército de parados y explotados, el saqueo silencioso de las mayo- rías sociales y el abatimiento de minorías (sexuales, raciales, étnicas, etarias, religio- sas) en un sentido más o menos literal. En ese contexto de industrialización de la muerte y fabricación extendida de miseria, ¿cómo seguir poetizando? O más radicalmente, ¿con qué legitimidad seguir haciéndolo? Aún cuando evitemos las trampas de una funda- mentación a priori, considero que la renun- cia a lo poético sería tanto peor: nos privaría de un recurso central para cimentar un dis- positivo de producción de crítica, de discur- sos que contribuyan a crear las condiciones políticas, sociales y culturales de una rebelión social deseable 1 . YOUKALI, 6 página 153 Elementos de producción crítica ISSN: 1885-477X www.tierradenadieediciones.com www.youkali.net elementos de producción crítica vindicación y homenaje ANTONIO MARTÍNEZ I FERRER Una obra, un poeta y un tiempo con memoria 1.- Desde luego, en dicho dispositivo crítico también participan otros discursos sociales, incluyendo cierta producción teórica de las ciencias sociales y de la filosofía. Arturo Borra, Antonio Gamoneda, Laura Giordani y Antonio Martínez

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Reflexiones sobre un devenir poético: entrelo político y lo literario

Por Arturo Borra

Alzira, octubre de 2008

I

Poetizar en las condiciones del presente es una práctica imposible y necesaria a la vez. «Im po -sible» –en su sentido psicoanalítico- porque implica una brecha insalvable entre la búsqueda esté-tica y aquello que finalmente se encuentra: paisajes de la desolación, extensión de una máquinadevastadora que arrasa cotidianamente cientos de miles de vidas, tanto en las formas más visibles

de la guerra o el genocidio, como en sus for-mas menos perceptibles pero no menos rea-les: la producción de un ejército de parados yexplotados, el saqueo silencioso de las mayo-rías sociales y el abatimiento de minorías(sexuales, raciales, étnicas, etarias, religio-sas) en un sentido más o menos literal. En esecontexto de industrialización de la muerte yfabricación extendida de miseria, ¿cómoseguir poetizando? O más radicalmente, ¿conqué legitimidad seguir haciéndolo? Aúncuando evitemos las trampas de una funda-mentación a priori, considero que la renun-cia a lo poético sería tanto peor: nos privaríade un recurso central para cimentar un dis-positivo de producción de crítica, de discur-sos que contribuyan a crear las condicionespolíticas, sociales y culturales de una rebeliónsocial deseable1.

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ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.com

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elementos de producción crítica

vindicación y homenaje

ANTONIO MARTÍNEZ I FERRERUna obra, un poeta y un tiempo con memoria

1.- Desde luego, en dicho dispositivo crítico también participan otros discursos sociales, incluyendo cierta producción teórica de lasciencias sociales y de la filosofía.

Arturo Borra, Antonio Gamoneda,Laura Giordani y Antonio Martínez

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«Necesaria», a su vez, en la medida misma en que esa práctica poética se auto-implique en la trans-formación de las condiciones del presente que la hacen “imposible”. Sin embargo, esa necesidad segui-rá siendo abstracta en la medida misma en que el discurso poético se refugie en castillos de marfil oen posiciones individualistas que sustraen la creación estética de los procesos sociales que son su con-dición de (im)posibilidad. Dicho de otro modo: la poesía no es “imposible” en el sentido de que nopueda ser creada en el contexto actual, ni tampoco es “necesaria” en el sentido de que responda a algu-na finalidad instrumental o trascendental. Antes bien, la conjugación de imposibilidad y necesidadobedece a algo más concreto: toda escritura que responda a un proyecto estético crítico encontrará enel presente algo incongruente que activa la añoranza de un porvenir distinto. Entre su deseo de cam-biar el mundo y el hallazgo decepcionante de no hacerlo se alzará una distancia estructural que, obje-tivamente, ninguna poética puede suprimir por sí sola. Con todo, tampoco renunciará a radicalizar susapuestas persiguiendo aquello que le es negado: activar un proceso de cambio histórico-social –pro-ceso que, ciertamente, puede acompañar y apuntalar-.

Para decirlo de una vez: por más restringidas que sean sus posibilidades, esas apuestas son, desdenuestro horizonte de sentido, políticamente necesarias. No se trata de proclamar derrotas intem-porales (que conducen a argumentos de resignación) ni de proclamar necesidades trascendenta-les (que ocultan la contingencia de nuestro deseo colectivo de subvertir un mundo social e histó-rico marcado por la proliferación de injusticias). Antes bien, una vez más, se trata de inscribir losdiscursos poéticos en campos político-culturales más vastos que participan en la producción ytransformación del presente.

Lo dicho, pues, vale para la poética de nuestro amigo Antonio Martínez. Constituye uno de suspresupuestos fundamentales. En términos globales, la poética militante de Antonio Martínez es lacontinuación de la lucha política por otros medios, sin por ello suprimir la diferencia específicaque marca una distancia con respecto a la inmediatez de aquella, por más borrosa que sea la fron-tera en ciertos pasajes poéticos donde irrumpe la dificultad objetiva de elaborar el horror percibi-do. Desde esta dimensión de análisis, incompleta y parcial por definición, es pertinente poner enconexión, de forma sumaria, su producción poética con algunos fragmentos biográficos. Marcadopor la ausencia paterna temprana (su padre fue fusilado por miembros del régimen franquista),toda la infancia de Antonio estará atravesada por esa pérdida, lanzada su familia a sobrevivir enun tiempo de duelo (histórico y personal) y de importantes restricciones económicas. Y aunquenos cuidemos de convertir toda poética en autobiográfica, no es difícil reconocer las huellas de esaorfandad en poemarios donde la infancia retorna como experiencia sufriente. El caso de Corre,corre niño de arena (dedicado a los niños de arena de Irak como metáfora de una infancia sininfancia que no puede más que correr, procurando fugarse del crimen convertido en ley) es el másevidente pero no el único. También irrumpe de forma solapada en El rumor del patio o El gritodel oasis (especialmente en la sección “Tiovivo”), por mencionar algunos ejemplos. Incluso enAngustia el espectro de las víctimas se convierte en un manifiesto donde, entre otras figuras de ladesigualdad y violencia de género, irrumpe la infancia como desamparo antes que como refugio.

Por lo demás, lanzado desde temprano a la militancia partidaria y sindical, A. Martínez padecióno sólo las experiencias de la clandestinidad y el exilio sino también la forzada fractura familiar,la omnipresencia del miedo y la sombra del dolor de los suyos. A esas hebras habría todavía quearticular su labor como trabajador de las artes gráficas, espacio en el que pudo poner un rostromaterial a aquella opresión que sus versos cuestionan. En ese sentido, la poesía de Antonio seconstituye como una segunda militancia, quizás nacida de un cierto desencanto partidario. Así losugieren algunos versos de Cicatrices: “Mejor cerrar la boca/ y hablar hacia dentro”. Y por si que-daran dudas, luego de aludir al “náufrago de la ilusión”, señala: “Detrás del patio/ encontré/ unpensamiento de hojas otoñales/ con palabras húmedas/ archivando viejas historias”.

Sin embargo, la poética de Antonio no es declinación, sino invitación a rearmarse con las vocesdispersas. Por eso afirma un tiempo de rebelión contra un orden sacrificial, en el que cabe una

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protesta rabiosa ante unas efectivas estructuras de poder que además de sostener las desigualda-des del presente, avanzan en un holocausto que es destrucción de los otros y aniquilación del pla-neta. No se trata de una pura constatación. En El Grito del oasis, nos recuerda: “Acantilados dehielo, están atados al vendaval”. El movimiento sacude la estasis de lo actual. Hasta lo gélidopuede ser revertido por el viento. Por eso su cuestionamiento no se conforma con mostrar elespanto: lanza un desafío a la configuración clasista de la sociedad, en particular, a los amos delmundo que, atrapados en su propio goce, desconocen radicalmente el sufrimiento generalizadoque provocan. En efecto: “El dolor es una multitud”.

II

¿Cómo pueden esos amos gobernar el mundo, pese a su inmensa destructividad? ¿Cómo es posi-ble que el capitalismo mundializado, a pesar de encontrar algunas resistencias sociales significa-tivas no encuentre un límite exterior,un desafío radical que exceda las res-puestas de desesperación, dichas enun lenguaje de violencia? AntonioMartínez hace algunos señalamientosoportunos. El capitalismo como “siste-ma-mundo” instala la idea –reforzadaen diversas prácticas sociales- de quelas democracias parlamentarias, con-jugadas a las economías de libre mer-cado, son incuestionables, esto es, elmejor de los mundos posibles2. A esecredo neoconservador, que presumeser culminación de la historia, AntonioMartínez toma co mo blanco –para dis-parar con versos a tanta máquina indi-ferente.

Pero no habría hegemonía alguna sidi chos procesos fueran puramente ex -ternos a los sujetos que los encarnan. Más que la tesis de una eterna «naturaleza humana», habríaque reafirmar las raíces históricas y sociales de las subjetividades que sostienen este sistema. Laspistas de su constitución hay que buscarlas en un proceso de subjetivación que genera de formasimultánea un consumismo esclavizante y conformista y, como contracara, una expansión de pri-vaciones drásticas. El consumo desenfrenado e insostenible se convierte en verbo de acción (“To -dos al fin/ con código de barras” ironiza en Esquirlas en el aliento) mientras la carencia se haceinminencia de muerte. Y por si la lógica consensual fuera insuficiente, también están las “factorí-as del terror” que se tejen por doquier, en la extensión de la lógica de la guerra como continuaciónde la política por otros medios (y lo inverso, como advirtió M. Foucault también resulta válido: lapolítica como continuación de la guerra). Así pues, se articulan en la institución efectiva de lasociedad la guerra imperial que arrasa todo lo que le pone freno, el «fascismo de mercado» -comoseñaló hace décadas el economista Paul Samuelson- en su alianza con un estado policializado ymilitarizado y la predominancia cultural de un sujeto voraz y predador que monta su bienestarsobre las espaldas de los otros, sea bajo la forma de la explotación, sea bajo una relación de indi-ferencia práctica ante el malestar ilimitado.

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2.- De ahí los entusiastas anuncios de la inteligencia neoconservadora –tan repetidos desde los 60 como desmentidos en la prácticahistórica- del “fin de la historia” y del “fin de las ideologías”.

Fachada trasera Norte

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La poética de A. Martínez, sin embargo, no constituye una apuesta programática y ni siquieraparte de la convicción de que mediante ese camino pueda afrontarse con eficacia una lucha polí-tica más vasta y radical, a pesar del deseo de movilizar sin confundir y, con ello, “de sembrar futu-ro”. Lo suyo es algo más inmediato y apremiante: “escribo/ para poder respirar” afirma enHuellas. Porque tanto en política como en poesía, lo central remite al pulso de la respiración, ensuma, a los anhelos que están en juego en la (re)invención del mundo. Por eso el poeta trabajacomo si los ver sos pudieran convertirse en martillos. Poetizar sería un trabajo de albañilería:puede contribuir a derrumbar los muros blancos de un sistema que tritura por múltiples medios.

En este contexto, escribir no es, primariamente, embellecer, aunque nada dispense de la ley de lasformas. Es búsqueda activa de una verdad que no preexiste a la escritura, que es producto de untrabajo que no se conforma con reproducir el testimonio del daño sino que incita a explorar en laposibilidad de otras realidades –que irradian, ahora sí, cierta belleza de lo utópico, de lo que apa-rece como “imposible” y “necesario” a la vez-. Pero el futuro no es certeza sino incertidumbre:“¿Nos vestirán/ con harapos de olvido?” –pregunta en Contraventanas. En otro poemario, nosdice Antonio: “los náufragos gritan, pero las tablas salvadoras/ son huidizas”. Es esa utopía de unamorada distinta -una morada en donde la comunidad humana no esté fracturada por un “horizon-te de alambradas”- lo que subyace a esta elaboración, aunque toda promesa de reconciliación sea,más que una solución, el nombre de una problemática política. No sugiero con ello que la poéticade Antonio Martínez sea utópica. Tantea por momentos: “no se sabe/ si detrás/ del murmullo/está muerta la sombra// la quimera no se parece/ a nada”, indica en Arrugas en la voz, como sieste actor-testigo, casi exhausto, sólo tuviera fuerzas para recordar la incongruencia. Y si bien enAquellos lugares (su último poemario al momento de escribir estas reflexiones) parece augurar

algún paso en esa dirección -a través de lacelebración de la amistad y del encuentro-,el poeta nos advierte acerca de su carenciade certezas al respecto. Vuelve la afonía:“hay un poesía sin voz/ de andar por casa/que se esconde en los rincones// desde allí/espera/ que amanezca la sangre”. La per-plejidad ante las ruinas regresa y la pregun-ta por el otro –incluso el otro sí mismo,convertido en extranjero- reaparece. Asípues, ese no-lugar deseable parece másbien insinuado en su decir (como la posibi-lidad a la que conduciría la negación con-creta de la formación social presente), peronunca pronunciado, no tanto porque nopueda ser dicho, sino quizá porque es lo quelate como aquello que está todavía pordecir: un mundo porvenir sobre el quesobrevuela la persistencia de la añoranza yla memoria del espanto.

III

El prolífico discurso poético de Antonio Martínez está marcado por una economía aforística. Suspasajes más relevantes y fulgurantes acaso estén ligados a lo que nace en esa región oscura dondeel sentido, escapando al control del concepto, desborda todo atrincheramiento doctrinal, para darlugar a lo que desconocemos. Si es verdad que siempre escribimos el mismo libro, habría queseñalar que Antonio no escatima en capitulaciones: en pocos años, el autor ha alumbrado nume-rosos títulos, muchos de los cuales reinciden en la crítica de la actualidad, desde su inicial Rumor

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del patio hasta Aquellos lugares. Cada poemario constituye un eslabón de una cadena que retor-na al trauma de lo real –y lo real, en este contexto, está en la división humana, en el poder devas-tador de las fronteras y los imperios, en suma, en el rechazo a nuestra vulnerabilidad constituti-va. El retorno mismo es síntoma de aquello que no logra una inscripción simbólica plena. De ahí,también, la diseminación poética en la que la mano de Antonio “rebusca entre los vacíos” (Elvuelo oscuronoche) voces clandestinas más allá de lo políticamente correcto. Y si bien el autor norenuncia a la totalización –y ese persistir está cargado de riesgos, como casi todo aquello que valela pena-, su escritura se caracteriza más bien por un procedimiento metonímico, al modo impre-sionista que produce un efecto global a pesar de la economía de la técnica compositiva. Lo queaquí resulta relevante es que su poética se mueve a partir de fogonazos, ráfagas de imágenes queno operan por descripciones sistemáticas, sino más bien por sucesión –a veces lúdica- de saltos eincluso por aproximación a detalles que adquieren creciente significación a medida que nosvamos acercando: los niños y la arena, la angustia esa que acompaña el testimonio de la destruc-ción y el deseo en su promesa de libertad, los rumores lejanos de infancia y la irrevocabilidad dela pérdida3, las cicatrices del sentido y las máquinas de guerra, la enfermedad que da concienciade la vida... y la referencia a lo más íntimo, a las figuras del miedo y del olvido, de la soledad y delamor (que, en este caso, lleva el nombre de Antoñita).

Que a ese proceder lo denominemos “realismo crítico” es secundario, porque los lectores podránhallar otras matrices estéticas, donde hay alternancia entre un crudo documentalismo y una cier-ta pervivencia lírica que interroga la lógica del etiquetado. En última instancia, la condición impu-ra del poeta no es obstáculo para insistir en un posicionamiento ideológico que no duda en asu-mir abiertamente la condición política de lo poético. Si la poesía vale por su contenido de verdaden el mundo de las formas, como antaño señalara T. Adorno con respecto a toda obra artística,habría que decir que Antonio Martínez procura evocar algunas de esas verdades que hieren dehumanidad. La verdad del llanto agujerea su escritura: “siento en la sangre/ heridas/ olvidadas/detrás de las caricias” dice en un bello pasaje de Voces de pez.

Si algo hallamos en esta constelación estéticaes la imposibilidad misma de separar lo per-sonal y lo político (aunque lo auto-biográficoaparezca en registros plurales como el de lamilitancia clandestina, la rememoración desus vivencias de infancia, el murmullo deli-rante de una enfermedad4, el recuerdo de unhogar materno perdido, la huella del amor olas esquirlas de la infamia cotidiana). Elpoeta-militante clama por un mundo donde laaniquilación no sea la última palabra. Dejo aotros lectores la tarea de evaluar -en términosestéticos, éticos y políticos- cuán lejos llegaeste trabajo de trepanación del presente. Encualquier caso, son esos resquicios abiertoslos que nos invitan -justo allí donde el capita-lismo se detiene- a repensar la alteridad e,incluso, a hacerla otra vez pensable. Sobreesas huellas de lo ausente, probablemente,hallaremos una escritura que reactive undeseo que puede devenir revolucionario.

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3.- Al respecto, Temblor en las raíces, puede leerse como un sismógrafo de la vida familiar de Antonio. 4.- Este murmullo estructura Efectos secundarios.

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