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I ¿Qué nos ha pasado? Pocas veces en los últimos tiempos se ha manifestado de forma tan rotunda la dimensión “espectral” de un movimiento político como con ocasión del 15M. Tan pronto apareció el fantasma, los medios no tardaron en mostrar su perplejidad y dar testimonio en cómodas categorías de aquello que estaba ocurriendo. Pero cuanto más se resistía el incipiente “movimiento” a utilizar las viejas consignas, más incertidumbre y ansiedad se generaban en el campo social normalizado. En lo concerniente a los grandes medios de comunicación, el 15M no ha tenido, como norma, quien le escuche adecuadamente. La cobertura del acontecimiento (y no sólo en los medios de derechas) ha puesto de manifiesto en qué medida cualquier mensaje crítico queda banalizado y desactivado por falsos clichés y esquemas preconcebidos. Sintomática ha sido la reacción histérica de algunos grupos de presión que, 1 Bajo la forma de “materiales”, presento con toda modestia estas impresiones teóricas y personales, subrayo, muy tentativas, solo con ánimo de contribuir a la discusión o a la construcción provisional de una cartografía del campo de fuerzas del 15M; es decir, sin ningún ánimo expositivo, científico o sistemático. Necesitamos tiempo para comprender qué ha pasado, qué está pasando, y, aunque es imperativo escuchar este latido, cuidarlo y acompañarlo –esa atención a la “cólera de los hechos” de la que hablaba Foucault, nada me parece más perjudicial que el intento apresurado de dar lecciones o perorar sobre un acontecimiento que está aún tan “caliente”. ISBN: 1885-477X YOUKALI, 12 página 13 15 - M DAR CUERPO AL ESPECTRO. Materiales sobre el 15M como campo de fuerzas por Germán Cano 1 “Cuando impera la represión más feroz gusta hablar de cosas grandes y nobles. Es entonces cuando se necesita valor para hablar de las cosas pequeñas y vulgares, como la alimentación y la vivienda de los obreros. Por doquier aparece la consigna: ‘No hay pasión más noble que el amor al sacrificio’ […]. Escribir la verdad es luchar contra la mentira, pero la verdad no debe ser algo general, elevado y ambiguo, pues son estas las brechas por donde se desliza la mentira. El mentiroso se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles. No se necesita un gran valor para deplorar en general la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad, ni para anunciar con estruendo el triunfo del espíritu en países donde éste es todavía concebible. Muchos se creen apuntados por cañones cuando solamente gemelos de teatro se orientan hacia ellos. […]. Pero si la verdad se presenta bajo una forma seca, en cifras y en hechos, y exige ser confirmada, ya no sabrán qué hacer. Tal verdad no les exalta. Del hombre veraz sólo tienen la apariencia. Su gran desgracia es que no conocen la verdad”. Bertolt Brecht, “Las cinco dificultades para decir la verdad”

DAR CUERPO AL ESPECTRO. 15 - Youkali, revista crítica de

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I

¿Qué nos ha pasado? Pocas veces en los últimos tiem‐pos se ha manifestado de forma tan rotunda la di‐mensión “espectral” de un movimiento político comocon ocasión del 15‐M. Tan pronto apareció el fantas‐ma, los medios no tardaron en mostrar su perplejidady dar testimonio en cómodas categorías de aquelloque estaba ocurriendo. Pero cuanto más se resistía elincipiente “movimiento” a utilizar las viejas consig‐nas, más incertidumbre y ansiedad se generaban en elcampo social normalizado.

En lo concerniente a los grandes medios de comu‐nicación, el 15‐M no ha tenido, como norma, quien leescuche adecuadamente. La cobertura del aconteci‐miento (y no sólo en los medios de derechas) ha pues‐to de manifiesto en qué medida cualquier mensaje crí‐tico queda banalizado y desactivado por falsos clichésy esquemas preconcebidos. Sintomática ha sido la re‐acción histérica de algunos grupos de presión que,

1 Bajo la forma de “materiales”, presento con toda modestia estas impresiones teóricas y personales, subrayo, muy tentativas, solo conánimo de contribuir a la discusión o a la construcción provisional de una cartografía del campo de fuerzas del 15‐M; es decir, sin nin‐gún ánimo expositivo, científico o sistemático. Necesitamos tiempo para comprender qué ha pasado, qué está pasando, y, aunque esimperativo escuchar este latido, cuidarlo y acompañarlo –esa atención a la “cólera de los hechos” de la que hablaba Foucault‐, nadame parece más perjudicial que el intento apresurado de dar lecciones o perorar sobre un acontecimiento que está aún tan “caliente”. IS

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Materiales sobre el 15‐M como campo de fuerzas

por Germán Cano1

“Cuando impera la represión más feroz gusta hablar de cosas grandes y nobles. Es entoncescuando se necesita valor para hablar de las cosas pequeñas y vulgares, como la alimentacióny la vivienda de los obreros. Por doquier aparece la consigna: ‘No hay pasión más noble queel amor al sacrificio’ […].

Escribir la verdad es luchar contra la mentira, pero la verdad no debe ser algo general,elevado y ambiguo, pues son estas las brechas por donde se desliza la mentira. El mentiro‐so se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocacióna las cosas prácticas, reales, tangibles. No se necesita un gran valor para deplorar en generalla maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad, ni para anunciar con estruendo el triun‐fo del espíritu en países donde éste es todavía concebible. Muchos se creen apuntados porcañones cuando solamente gemelos de teatro se orientan hacia ellos. […]. Pero si la verdadse presenta bajo una forma seca, en cifras y en hechos, y exige ser confirmada, ya no sabránqué hacer. Tal verdad no les exalta. Del hombre veraz sólo tienen la apariencia. Su gran des‐gracia es que no conocen la verdad”.

Bertolt Brecht, “Las cinco dificultades para decir la verdad”

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ante la falta de definición del movimiento, no tarda‐ron sintomáticamente en proyectar sus miedos y an‐gustias más profundos (“Tercera República”, “chus‐ma juvenil”, “rebelión de esclavos adocenados”, “po‐pulismo demagógico”, “resentimiento de masas”).Desde este ángulo resulta interesante analizar la listade espectros del 15‐M como proyección de diferentesimaginarios sociales. A través de ellos, muchas coor‐denadas ideológicas hasta ahora “durmientes” que‐daban retratadas con una claridad hasta ahora insos‐pechada. Asimismo, la cobertura informativa de lasprimeras semanas puso de manifiesto hasta qué pun‐to el carácter espectral del 15‐M sirvió como un cata‐lizador catártico capaz de desnudar y llevar a la su‐perficie las opciones legitimatorias que permanecíanlatentes.

Irónicamente, en estas tentativas de suturar esaherida difusa abierta por el 15‐M, muchas cosas sehan aclarado indirectamente a través de las reaccio‐nes provocadas. Entre otras cosas, el paisaje pos‐15‐M, es cuando menos, políticamente distinto: con áni‐mo polémico de simplificar, da la impresión de queen un futuro no muy lejano puede recortar de formainquietante el campo de juego en, básicamente, tresgrandes bloques: una democracia liberal formal insti‐tucional, denominada por algunos “sistémica”, enparte sustentada por la indiferencia y apatía de la ma‐yoría; una derecha xenófoba y nostálgica de las viejasidentidades –previsiblemente, por causa de la crisiseconómica, cada vez más radicalizada en el plano po‐pular cuando el PP busque “centrarse” y permaneceren el poder en busca de las clases medias–; y una iz‐quierda muy fragmentada y debilitada, consciente delas promesas incumplidas de la democracia y de lapaulatina desintegración del espacio público, condi‐ción necesaria de una ciudadanía politizada.

En esta constelación de fuerzas, en un contexto decrisis económica acentuada, el 15‐M no sólo ha repre‐sentado de entrada, lo que no es poco, la opción con‐trapuesta a la, siempre deficitaria, servidumbre vo‐luntaria del miedo y del repliegue individualista a loíntimo: la de la construcción a tientas, experimental,de una práctica política. “Más allá de las consignas(‘lo llaman democracia y no lo es’, ‘que no nos repre‐sentan’), cargadas de sentidos necesariamente polisé‐micos, la práctica del 15M y sus ‘instituciones’ (lasasambleas, siempre abiertas y horizontales y la exi‐gencia autoimpuesta de la búsqueda del consenso,

sin prisas, sin más urgencia que el análisis común y ladecisión compartida) inauguran un nuevo modo deentender la política y, también, un nuevo modo de po‐nerla en práctica: sin que las diferencias y el conflictopuedan ser ‘resueltas’ por ‘los que saben’; sin caer enla tentación de la representación ni siquiera como ele‐mento organizativo”2. Desde este desafío, el 15‐M,como laboratorio de acciones y reacciones privilegia‐do, también ha discriminado diferentes actitudes in‐telectuales ante el presente, sirviendo de piedra de to‐que y midiendo el compromiso de las teorías sobre lasituación social. En este sentido, el balance, aunqueprevisible, no ha podido ser peor: hoy un gran sectorintelectual que se define como “izquierda” sigue ensus torres de marfil, melancólicamente blindado antelos puntos de fuga y los vectores de fuerza de su ac‐tualidad.

II

“Para los marxistas está plenamente establecido des‐de el punto de vista teórico […] que el pequeño pro‐pietario, el pequeño patrón (tipo social que en mu‐chos países europeos está muy difundido y tiene ca‐rácter de masas), que sufre bajo el capitalismo unapresión continua y muy a menudo un empeoramien‐to increíblemente brusco y rápido de sus condicionesde existencia y la ruina, cae con facilidad en el ultra‐rrevolucionarismo, pero es incapaz de manifestar se‐renidad, espíritu de organización, disciplina y firme‐za. El pequeño‐burgués ‘enfurecido’ por los horroresdel capitalismo es, como el anarquismo, un fenómenosocial propio de todos los países capitalistas. Son deldominio público la inconstancia de estas veleidadesrevolucionarias, su esterilidad y la facilidad con quese transforman rápidamente en sumisión, en apatía,en fantasías, incluso en un entusiasmo ‘furioso’ por talo cual corriente burguesa ‘de moda’”3.

Como es conocido, a inicios del siglo veinte, trasescribir ¿Qué hacer?, un panfleto sobre la revolución ysu principal instrumento, el partido de cuadros polí‐ticos profesionales surgidos del medio intelectualdestinados a dirigir a la clase obrera hacia la toma delpoder, Lenin redactó en 1920 otro opúsculo para ra‐diografiar, con bisturí de cirujano, uno de sus posiblestrastornos de atención: “El izquierdismo, la enferme‐dad infantil del comunismo”. Es también sabido có‐mo, recogiendo esta argumentación, en el 68, los her‐

2 Juan Pedro García del Campo, “Para pensar el 15‐M. Contra la gestión de la suplencia: El 15‐M y la política” (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=136110).

3 Lenin, V. I., “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo”, cit. En Negri, T., La fábrica de la estrategia. 33 lecciones sobre Lenin,Madrid, Akal, 2004, p. 264. IS

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manos Cohn‐Bendit, esgrimieron positivamente lapatología diagnosticada contra los comunistas france‐ses: El comunismo, la enfermedad senil del izquierdismo.

¿Encarna el 15‐M ese entusiasmo “furioso” bur‐gués diagnosticado por Lenin como una mera patolo‐gía izquierdista? ¿Constituye –salvando, por supues‐to, las indiscutibles distancias– ese ejemplo de indisci‐plina y de falta de entrenamiento que para los comu‐nistas franceses representaba el 68? Hemos escuchadoesto mismo en los últimos meses: el 15‐M necesita me‐jorar, no progresa adecuadamente. Sin embargo, aunqueeste debate sobre su mayoría o minoría de edad polí‐tica, su supuesta madurez o infantilismo, ha vuelto aser recurrente durante estos meses, ¿hasta qué puntose pierde en él justamente lo más importante: el aná‐lisis del movimiento, una autoclarificación más concre‐ta de su valor y sentido? En este punto es donde a ve‐

ces se tiene la sensación de que una excesiva cargamelancólica respecto a los viejos ideales perdidos im‐pide a antiguos izquierdistas acercarse de forma em‐pática o, si acaso, más desprejuiciada a su actuali‐dad4.

Sea como fuere, el 15‐M nos plantea interesantespreguntas sobre la posibilidad de un movimiento5emancipador. ¿Qué espacio político ha emergido aquíen el caso de hacerlo? ¿Debemos entender el movi‐miento como una actualización de un potencial, porasí decirlo, latente, un producto endógeno de los anta‐gonismos de nuestra sociedad en crisis o hemos másbien de comprenderlo como una oposición puramen‐te exógena, desde afuera, una experiencia que perfilaun antagonismo en cierta medida puro entre el podery las masas populares, entre un pueblo totalmente ge‐latinoso en su protesta y un poder estatal excesivo?¿Cabe cifrar la novedad del movimiento en una reali‐zación (inmanente) del potencial de lo viejo o en unaseparación radical de lo viejo? ¿Debe la política cen‐trarse en la concentración de las contradicciones econó‐micas existentes o en suturar el desfase que existe dehecho entre el ser social empírico y el político? Vamosa tratar de dar una respuesta provisional a estos inte‐rrogantes planteando los límites de las interpretacio‐nes exógenas y endógenas.

III

A tenor de la lucha semántica que se libró por inter‐pretar el acontecimiento a través de determinadas for‐mas hegemónicas neoliberales, se entiende el esfuer‐zo de muchos medios por rearticularlo exclusivamenteen términos de indignación para que así fuera compa‐tible con las relaciones de poder existentes (ejemplo:neutralizando en un segundo momento el filo políti‐co mostrando que esa indignación moral no era exclu‐siva del movimiento, sino de sus presuntos damnifi‐cados inmediatos: comerciantes, policías o políticos).

4 Me parece aquí útil volver al concepto “melancolía de izquierdas”, acuñado por Walter Benjamin durante la crisis de Weimar, en suoportuna actualización por Wendy Brown: “But left melancholy is Benjamin’s unambivalent epithet for the revolutionary hack whois, finally, attached more to a particular political analysis or ideal—even to the failure of that ideal—than to seizing possibilities forradical change in the present. In Benjamin’s enigmatic insistence on the political value of a dialectical historical grasp of ‘the time ofthe Now’, left melancholy represents not only a refusal to come to terms with the particular character of the present, that is, a fail‐ure to understand history in terms other than ‘empty time’ or ‘progress’. It signifies, as well, a certain narcissism with regard to one’spast political attachments and identity that exceeds any contemporary investment in political mobilization, alliance, or transforma‐tion” (“Resisting Left Melancholy”, en Boundary 2 26. 3, 1999, 19‐27).

5 Para plantear una discusión acerca de la idea de movimiento, es inevitable acudir a la reflexión de Marx: “Para nosotros, el comunis‐mo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimien‐to real que anula y supera el estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmenteexistente” (Marx, K., y Engels, F., La ideología alemana, Pueblos Unidos, Buenos Aires, 1975, p. 37). En un plano de discusión más es‐pecializado, puede ser útil confrontar esta posición con esta intervención “impolítica” de Agamben (http://www.egs.edu/faculty/ ‐gior gio‐agamben/articles/movimiento/), quien, haciendo apología de la espectralidad derrideana y desdeñando toda realización dela potencia, todo pasaje al acto, sostiene que “el movimiento deviene el concepto político decisivo cuando el concepto democráticodel pueblo, como cuerpo político, está en decadencia […] la democracia termina cuando el movimiento emerge”. IS

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De este modo, también se aplicaba un cordón sanita‐rio: toda protesta de desobediencia civil legítima noarticulada bajo las buenas formas “democráticas” de‐venía inmediata e intrínsecamente totalitaria, violen‐ta, objeto de criminalización.

Ajenas por principio a escuchar la negatividad delpresente (abogando por un presente naturalizado),estas formas hegemónicas renunciaron de entrada,dada su interpretación de la presunta irracionalidad ymaterialidad informe del movimiento, a pensar suposible tensión política. Es llamativo cómo el 15‐Mdesde el principio se convirtió en un campo de fuer‐zas en el que el significante “indignación” se convir‐tió en objeto de lucha: era preciso monopolizar susentido. Un mantra recorrió el espacio mediático losprimeros días de protesta: la indignación ha salido ala calle. De repente, una palabra parecía haber tenidosuerte a la hora de aglutinar todo los malestares, to‐das las frustraciones. Todos coincidían: la gente estáindignada.

Y lo estaban, ciertamente. Pero, ¿por qué el éxitode la palabra? Una hipótesis: vista desde la apoteosisneoliberal de los últimos años, toda negatividad ha‐bía estado bajo sospecha. En el marco de una situa‐ción en la que toda expresión del malestar estaba ‐ysigue estando‐ mal vista, en donde había que tragar‐se la frustración cotidiana o interpretarla como culpaindividual, se había perdido todo horizonte de des‐compresión colectivo. Si la palabra “indignación” sir‐vió como el mínimo común afectivo capaz de actuarcomo provisional cemento del movimiento 15‐M fueporque, en un primer momento, brindaba una articu‐lación simple y afectiva de algo que había sido escon‐dido durante demasiado tiempo, como se comentaráluego, bajo la alfombra de esa ideología autoafirmati‐va y emotivamente blindada llamada el “empresariode sí”.

Aunque es cierto que la inicial simplificación deldiscurso6 actuó como cemento y mínimo común de‐nominador, también lo es que, una vez dado este pa‐so, el movimiento empezó a cobrar un espesor y unaarticulación institucional más complejos. En estesentido también la sencillez del mensaje y la dimen‐sión emocional, desgraciadamente descuidados porotras organizaciones de izquierda, fueron decisivospara aglutinar voluntades y configurar un espaciocolectivo.

De ahí que, en este campo de fuerzas, la palabra“indignación”, aun cuando canalizara y sirviera co‐

mo encadenamiento de un malestar común en unprincipio, fuera también objeto de neutralización po‐lítica por parte de determinados sectores mediáticos.Sin embargo, como ya se ha sugerido, no deberíamostampoco despreciar una palabra, no precisamente va‐lorada, salvo contadas y valiosas excepciones como latradición aristotélica, por la historia filosófica. Para re‐sumir este descrédito filosófico, por ejemplo, se sueleutilizar –y no sin razones‐ la frase de Nietzsche en Elcrepúsculo de los ídolos “Nadie miente tanto como el in‐dignado”. Sin embargo, también cabe matizar queaquí éste se refiere a una indignación puramente mo‐ral que solo interioriza su malestar para justamenteevitar todo paso o ejercicio en el ámbito la praxis. Enesta línea, siguiendo el hilo conductor del resenti‐miento, Wendy Brown en su obra States of Injury7 hatratado de explicar cómo el hecho de aferrarse a la he‐rida provocada por una determinada ofensa subjetiva–y, por tanto, a un determinado modo de entender laindignación de forma victimista y apolítica–, constitu‐ye una reacción interna al marco estructural del dis‐curso liberal y, de este modo, un modo de desarticu‐lar la práctica social o emancipadora en juego.

En todo caso, a pesar de estos primeros intentosde apoderarse del sentido de la categoría, sería tal vezinteresante abordar críticamente si la expresión “in‐dignado” ha adquirido cada vez más un sentido pa‐recido al de “proletario”. Lo decimos al menos en lalectura no sociológica que J. Rancière realiza del caso

6 En este momento Democracia Real Ya tuvo cierto protagonismo, aunque también posibilitado por la labor previa de muchas accionescívicas, vecinales y políticas anteriores en toda España.

7 Cfr. States of Injury. Power and freedom in late Modernity, Princeton, Princeton UP, 1995. ISBN

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de Blanqui; a saber, como una subjetivación “drama‐túrgica” no victimista ni limitada al pathos, como unsignificante que excede su dimensión semántica literaly expone una cierta subjetivación por “distorsión”.“La subjetivación ‘proletaria’ define, como sobreim‐presión en relación con la multitud de los trabajado‐res, un sujeto de la distorsión. La subjetividad no es niel trabajo ni la miseria, sino la mera cuenta de los in‐contados, la diferencia entre la distribución desiguali‐taria de los cuerpos sociales y la igualdad de los seresparlantes. Es también por eso que la distorsión queexpone el nombre de proletario no se identifica deninguna forma con la figura históricamente fechadade la ‘víctima universal’ y con su pathos específico”8.

Sea como fuere, la interpretación despolitizada delacontecimiento fue justamente la que más se esgrimióentre las filas conservadoras cuando en términos co‐yunturales cifraron la indignación popular en un“comprensible” gesto individual de resistencia frenteal poder excesivo del Estado socialista y las mediacio‐nes políticas. Lo que quisiera sobre todo subrayar escómo, bajo esta lectura, el escenario del 15‐M queda‐ba de antemano reducido a una confrontación queoponía sin matices la indignación quejumbrosa deunas masas, presuntamente informes y ajenas a la po‐lítica, y la forma excesiva del Estado, para ciertos sec‐tores demasiado intervencionista9.

Esta moralización del acontecimiento, intensifica‐da por los medios, tiene precedentes no muy lejanos.No olvidemos la función que esta idea de pueblo co‐mo “plebe” tuvo en la lucha hermenéutica por el sig‐nificado de Mayo del 68 por parte de los llamados“Nuevos Filósofos” (Glucksmann, Bernard‐HenriLévy). Es conocido cómo, bajo el efecto de las derro‐tas y el desencanto, algunos participantes sesentayo‐chistas desilusionados emprendieron el camino in‐verso, a saber, el del populismo maoísta al sufrido di‐sidente silencioso y resistente al Poder. Bajo la mediá‐tica etiqueta de los “Nuevos Filósofos”, estos intelec‐tuales llevaron a cabo una lectura revisionista triun‐fante desde la década de los setenta bajo la que elacontecimiento de Mayo se vio caricaturizado –desdeuna rejilla marcadamente naturalista– como una me‐ra revuelta juvenil que, en el fondo, sólo dejaba el ca‐

mino expedito al nuevo individualismo hedonista yconsumista.

El nuevo énfasis ético en la indignación que se haproyectado desde ciertos ámbitos sobre el 15‐M pue‐de así conectarse con la neutralización del discurso po‐lítico del 68 que ha tenido lugar en las últimas déca‐das10. Bajo la imagen de esta “plebe” indignada, apa‐recen, por una parte, las instituciones esclerosadas, elEstado, los partidos políticos; por otro, esa “gente dela calle” humilde, sin poder, simple e “inteligente‐mente” apolítica. Un conflicto, en pocas palabras, en‐tre la facción del poder y la del no‐poder. Un mundoen el que no reinan ya clases ni desajustes estructura‐les, sino polaridades éticas absolutas: poder y resis‐tencia, Estado y sociedad civil, bien y mal.

Bajo este registro, el concepto patético de “indig‐nados” sirvió también en un primer momento paragarantizar un discurso mediático sin fricciones con larealidad y así silenciar, hablando en su nombre, losdiscursos de la gente de carne y hueso que aprendía aorganizarse, con muchos contratiempos, bajo estruc‐turas políticas propias. En realidad, cuanto más ha‐blaban los medios, más se silenciaba y moralizaba elacontecimiento y, por tanto, menos análisis empíricosobre el terreno se realizaba. Los oportunistas aboga‐dos mediáticos podían así hablar de un “pueblo” tan‐to más “indignado” –éste es el matiz decisivo– cuantomás idealizado, cuanto más pasivo y políticamenteimpotente, cuanto más reducido a una simple “queja”naturalizada, más privado de discurso y menos nece‐sitado de explicaciones teóricas respecto a su situa‐ción. En el contexto previo a las elecciones autonómi‐cas y municipales, este escenario “melodramático”,estaba así servido.

Esta visión exógena describe una oposición tajan‐te y pura entre pueblo y poder, el Amo y el Esclavo,masas y Estado. Pero eliminar la tensión política eneste punto significa caer en el melodrama de la “leydel corazón”, el antagonismo entre buenos y malos;reducir el complejo campo de fuerzas y la fuerza es‐cénica de la política a la grosera oposición entre la ge‐nerosidad mítica de la plebe y un sistema opresivomonolítico, la maldad intrínsecamente fascistoide delpoder y el deseo popular de esquivar el sometimien‐

8 Rancière, J., El desacuerdo, Buenos Aires, Nueva Visión, 2007, p. 55.9 En este contexto, y dado que en algunos medios estos nuevos aires reivindicativos se enfocaban interesadamente en los términos de

una libertad negativa, del decisionismo o de una valiente actitud disidente (recordemos las manifestaciones a favor de la libertad deobjeción fomentadas por la derecha en los últimos tiempos), puede entenderse que el presidente del Círculo de Empresarios, ClaudioBoada, no sorprendido por las manifestaciones “juveniles” (sic) ante el “descontento” por la crisis, aprovechara la ocasión para cri‐ticar a los políticos, dado que “no siempre” defienden los intereses de los ciudadanos. “No me sorprende que haya manifestacionesde descontento ante la actual situación”, aseguró, para después recordar que el Círculo de Empresarios se ha “quejado de forma di‐ferente” (cursiva mía, G. C.). Ahora bien, “somos el Círculo de Empresarios y no vamos a la Puerta del Sol”, concluyó.

10 Cfr. Cano, G., Adoquines bajo la playa. Escenografías biopolíticas del 68, Buenos Aires, Grama, 2011. ISBN

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to. Althusser llamaba la atención sobre esta estructu‐ra melodramática, siguiendo al Marx crítico de lasobras de Eugene Sue: “Uno [el intelectual] se hace‘uno más del pueblo’ poniéndose coquetamente porencima de sus métodos; por ello es esencial jugar a ser(no ser) el pueblo que uno pretende forzosamenteque sea el pueblo, el pueblo del mito popular, el pue‐blo con un saborcillo a melodrama”11.

Bajo esta óptica, la interpretación moralizante del15‐M, ¿no ha tratado de silenciar mediante el estruen‐do mediático los múltiples discursos populares acti‐vos que se han desplegado en las plazas? Signi fi ca ‐tivamente, este diagnóstico de la indignación no solofue realizado desde las filas conservadoras. En la me‐dida en que el 15‐M no se presentaba explícitamentedentro de los parámetros categoriales de la lucha declases, sus acciones “indignadas” también fueron ob‐jeto de crítica desde las filas de la izquierda.

En este contexto habría que preguntarse lo si‐guiente: ¿emergen los posibles brotes emancipatorios,en una situación de crisis, automáticamente de un es‐

cenario de necesidad o acompañados de un proceso deconstrucción y articulación políticos? Bajo una expec‐tativa contraria a la de un proceso hegemónico ensentido gramsciano, puede entenderse la impacienciade algunos sectores respecto al movimiento: si la al‐ternativa a lo existente se plantea como una situaciónde espera a que las leyes del desarrollo capitalista con‐centren y simplifiquen el escenario social antagónico,creando objetiva y necesariamente las condiciones pa‐ra una desaparición del desajuste entre ‘masas’ y “cla‐ses’ y, por tanto, más allá de esto, una coincidencia ar‐mónica entre vanguardia y pueblo, el 15‐M ha de ver‐se necesariamente, en efecto, como una “distracción”,cuando no un serio obstáculo revolucionario12.

Volviendo al concepto de “plebe”, sin embargo,esta lectura interesada del campo de fuerzas políticocomo una pura y simple oposición entre el poder y un“pueblo” reducido a pura afectividad y desprovistode cualquier subjetividad política no sólo subestima‐ba de antemano el esfuerzo analítico de estudiar laposible novedad emergente y comprender el escena‐rio social que la producía, sino que se limitaba a iden‐tificar el acontecimiento como un simple reflejo reacti‐vo13 por parte de individuos decepcionados por ununiverso de valores, el liberal, en el que en el fondo se‐guían creyendo firmemente (desde aquí cabe com‐prender tal vez la acusación de “mastuerzos” por par‐te de Fernando Savater14).

¿Pero es justo reducir el 15‐M a un movimiento re‐activo de consumidores estafados, eso es, de “indigna‐dos” de clase media, incapaces de politizarse de for‐ma activa, tal y como insisten algunas interpretacio‐nes procedentes tanto de la izquierda como de la de‐recha? En el ilustrativo estudio La crisis que viene delObservatorio Metropolitano15, se analiza el decisivoefecto ilusorio que la vivienda en propiedad ha teni‐do en la autoimagen de “clase media” que la sociedad

11 El ‘Piccolo’, Bertolazzi y Brecht”, en La revolución teórica de Marx, México, Siglo XXI, 2004 , p. 114.12 Me parece representativa de ello la posición del PCPE, cuyo comunicado respecto al movimiento “[…] lo que venía a decir es que

el 15M no es el movimiento de respuesta de la clase obrera a la crisis capitalista, y que no había que confundirse. Eso lo hicimos deuna manera contundente porque el movimiento, por diversas razones, se prestaba a confusión, y corría el riesgo de distraer energí‐as que había que colocar en otro lugar. La cuestión es que hoy seguimos esperando esa respuesta de la clase obrera, y el PCPE tra‐baja con todas sus fuerzas para conseguirlo. […] Esa posición distrae la cuestión de fondo y viene a constituirse en un aval de laConstitución de 1978, cuando –no hay que olvidarlo‐ ese texto fue resultado de la derrota de la clase obrera en la llamada ‘transiciónpolítica’” (http://www.forocomunista.com/t13963‐el‐15m‐no‐es‐el‐movimiento‐de‐respuesta‐de‐la‐clase‐obrera‐a‐la‐crisis‐capital‐ista).

13 Como “Izquierda reactiva” calificó Fernando Vallespín el 15‐M en un texto (El País, 8‐7‐2011) realmente muy significativo para es‐tudiar los tópicos con los que la “izquierda” madura y gestora del ámbito de lo posible se acercó al movimiento. Por otro lado, aun‐que no es mi intención desarrollar aquí este punto, podría ser interesante discutir la concepción que del sujeto reactivo tiene Badiouen contraposición al “sujeto oscuro” y al “fiel”.

14 Cfr. para una de las cumbres del “tontímetro” intelectual, cfr. este artículo del actual Ministro J. I. Wert: http://www.elpais.com/arti‐culo/opinion/Descifrando/indignacion/elpepiopi/20110630elpepiopi_11/Tes

15 Cfr. La crisis que viene. Algunas notas para afrontar esta década, Madrid, Traficantes de sueños, Madrid, 2010.ISBN

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española ha cultivado en las últimas décadas.Ciertamente, con la crisis no solo se ha pinchado laburbuja ilusoria de esta “sociedad de propietarios”que servía de consenso tácito mayoritario para esta‐blecer la línea roja entre las clases medias y el resto dela población –un consenso, dicho sea de paso, cuestio‐nado por distintas asociaciones como, por ejemplo,“V” de vivienda‐, sino que ha terminado de dar fin de‐finitivamente a este sueño. Dicho esto, no parece jus‐to identificar sin más el 15‐M con un movimiento depropietarios o inversores en el sueño liberal desenga‐ñados por su bancarrota o el pinchazo de su burbujade clase media. Es más, en realidad cabe preguntar siesta rápida identificación, que no quiere “contaminar‐se” con las clases medias precarizadas, no busca en elfondo recuperar el clásico escenario político de los“dos mundos” –decisivo, por ejemplo, en el paisaje dela crisis de Weimar– y eliminar la posibilidad de cons‐truir puentes hegemónicos entre estos grupos de an‐tiguos propietarios en declive y la cultura política dela izquierda. Es cierto que no es posible construir me‐diaciones a cualquier precio, pero renunciar a esta ta‐rea pedagógica –el gran error de la socialdemocraciaalemana en Weimar–, solo puede allanar el camino alfascismo populista. ¿No podría decirse que el 15 M haabierto de tal forma la fisura de nuestro presente quesólo estarán a su altura los que dejen de encapsularsede forma narcisista en sus “mundos” y tracen peda‐gógica y políticamente puentes?

IV

Abandonemos la perspectiva exógena. En la medidaen que el 15‐M plantea el problema central de la con‐formación de la nueva subjetividad trabajadora entiempos neoliberales, un capítulo imprescindible parasu comprensión tiene que hacer referencia, aunquesea aquí de forma muy grosera, al planteamiento deNegri y Hardt, desde cuya óptica no es difícil ver elmovimiento como una encarnación en cierto sentidotriunfante de su multitud biopolítica. Uno de los pro‐blemas de esta interpretación esperanzada y optimis‐ta, interesada por el protagonismo de las nuevas tec‐nologías y su rendimiento cognitivo16, consiste enque en esta situación alcanzada de “autoidentifica‐ción del trabajo consigo mismo” no se termina de dis‐criminar en qué sentido la extensión del trabajo inma‐terial es, por un lado, susceptible de reapropiaciónpor la dinámica capitalista y, por otro, puede ser neu‐tralizada políticamente, toda vez que el nuevo prole‐tariado, dividido, segmentado y precarizado, pareceen principio más debilitado en sus energías críticasque el antiguo proletariado fordista.

Parece evidente que las transformaciones técnicasacontecidas en el mercado de trabajo han provocadomutaciones profundas en la composición política dela clase trabajadora y modificado los hábitos de resis‐tencia y movilización. No es difícil aventurar que elnuevo paisaje que ha emergido con el 15‐M tiene quever con todas estas nuevas dinámicas objetivas y sub‐jetivas. Sin embargo, ¿hasta qué punto el diagnósticode Hardt y Negri logra aprehender lo que está en lizaen este complejo campo de fuerzas? ¿Se deja acaso es‐capar el momento genuinamente político‐hegemóni‐co? Como escribe Mario Domínguez, la apuesta teóri‐ca que Negri realiza es un peligroso “salto mortal” deno pocas consecuencias17. Su posición supone, enprimer lugar, una redefinición completa del proyectode la “autonomía”, toda vez que pasa “de entender laautonomía como anhelo de liberación (respecto delcapital y respecto de cualquier tipo de mediación ja‐cobina de las vanguardias) a entenderla como afirma‐ción fáctica del carácter fundante del proletariado”18.Desde este diagnóstico de cuño realista, el proletaria‐

16 Como es sabido, la red del movimiento y su carácter viral, dinámico, descentrado, horizontal, como de “enjambre”, tiene en la pla‐taforma N‐1 del 15‐M uno de sus espacios más significativos. Es conocido cómo Deleuze y Guattari construyen su modelo rizomá‐tico en oposición a toda estructura arborescente: “Lo múltiple hay que hacerlo, pero no añadiendo constantemente una dimensión su‐perior, sino, al contrario, de la forma más simple a fuerza de sobriedad, al nivel de las dimensiones de que se dispone, siempre n‐1(sólo así, sustrayéndolo, lo Uno forma parte de lo múltiple). Sustraer lo único de la multiplicidad a constituir: escribir a n‐1. Este ti‐po de sistema podría denominarse rizoma” (Mil mesetas, Valencia, Pre‐Textos, 2002, p. 22).

17 Domínguez, M., “Trabajo material e inmaterial. Polémicas y conceptos inestables. Marco teórico y estado de la cuestión”, en Youkali,nº 5, p. 22 (http://www.youkali.net/index5.htm).

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do entendido como sujeto de la historia se define “co‐mo entidad primordial, como la nueva natura natu‐rans frente a la que el capital es puro momento reacti‐vo, simple parásito del que habría que librarse”19.

Por último, en esta lectura de la inmanencia habríaque introducir una caución histórica. “Habría que te‐ner cuidado –señala Mario Domínguez– cuando, sinmás explicaciones, se dice que hoy el obrero social esel sujeto revolucionario por el que circula el flujo delGeneral Intellect que modula afectos e inmaterializa losciclos (re)productivos. Hay que tener cuidado porquecualquiera podría pensar que al comunismo ‘sólo’ lefalta la materialización política, algo así como tomar elpoder o ganar unas elecciones: que el mundo ‘ya ha’cambiado y que sólo hay que cambiar el gobierno”20.

En esta coyuntura, puede plantearse, sin ningúnánimo de profetismo, si el protagonismo político del15‐M debe resistir a ambas tentaciones; si ha de esca‐par de la decisión de decidir entre autodefinirse comoun sepulturero inmanente a las contradicciones de lalógica capitalista o como una masa informe por prin‐cipio indiferente a pautas organizacionales de cual‐quier tipo y proclive a enamorarse de sí misma. Noparece que la energía ciudadana del 15‐M haya emer‐gido espontánea, naturalmente de la crisis y la impo‐tencia del capital, sino de un ejercicio de empodera‐miento colectivo. “Las reformas sociales –solía decirMarx– nunca se logran por la debilidad de los fuertes,sino que siempre son el resultado de la fuerza de losdébiles”21. En este angosto espacio, el reto pasa porcómo dar cuerpo al movimiento como un hecho ma‐terial de masa sin sectas o vanguardias; cómo, partien‐do de esta horizontalidad descentrada, reacia a estruc‐turarse en los marcos de poder tradicionales, construiruna opción capaz de construir un espacio político‐cul‐tural y democrático con fuerza suficiente para contra‐rrestar los violentos embates del shock neoliberal.

Como pueden dar a entender estas aproximacio‐nes, uno de los puntos de interés del 15‐M radica en

que vuelve a poner sobre el tapete, entre otros proble‐mas, no sólo el ya clásico debate entre el programa iz‐quierdista “infantil” y el “maduro”, sino también elpropio futuro de un horizonte hegemónico de iz‐quierda, un punto al que solo aludiré sucintamente.La cuestión de si el 15‐M constituye un movimientosocial orientado a la hegemonía o pos‐hegemónico es,en efecto, objeto de interés porque, entre otras posi‐bles conexiones, nos retrotrae a la discusión actual so‐bre los límites del concepto de multitud o la necesi‐dad política de conformar un “pueblo” a través de ca‐denas equivalenciales susceptibles de articular las de‐mandas.

Para E. Laclau y Ch. Mouffe22, distintas luchas,grupos o demandas entran en una relación de “equi‐valencia” cuando expresan su propia particularidad—por mejores salarios, igualdad de género, el dere‐cho de asilo, etc.— y al mismo tiempo manifiestan deforma contrahegemónica un suplemento excesivometafórico o significado común como lo sería el anhe‐lo de una democracia más real o la impugnación deuna clase política oligárquica. De este modo, esta teo‐ría de la hegemonía construye la equivalencia a partirde un significado suplementario compartido –“porejemplo, 15‐M”– que pasa por alto pero no tiende acancelar la singularidad de cada elemento que entraen la relación. Esta articulación contrastaría, sin em‐bargo, con la idea de una multitud autopoiética en‐tendida como una agrupación de singularidades y“unidas” en una relación de variación continua, de,como escribe Paolo Virno, “muchos en tanto que mu‐chos”23.

V

La democracia –escribe Cicerón en Sobre la República–es “locura y libertinaje pestífero”. Conocido es el in‐memorial desprecio elitista hacia las clases trabajado‐ras subalternas, compulsivamente necesitadas de adu‐

19 Íbid. p. 22.20 Íbid. p. 24.21 Cit. en García Linera, A., La potencia plebeya, Acción colectiva e identidades indígenas, obreras y populares en Bolivia, Siglo del Hombre

Editores, 2009, p. 8722 Cfr. Hegemonía y estructura socialista, Buenos Aires, FCE, 2008; Laclau, L., La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2010.23 A pesar de las diferencias sobre las que podría arrojar luz una perspectiva sociológica adecuada, sería interesante realizar un análi‐

sis comparativo entre el 15‐M y las movilizaciones argentinas que tuvieron lugar en diciembre de 2001 bajo el gobierno del presi‐dente Fernando de la Rúa. Espoleado por la crisis económica, medidas como el “corralito y la insensibilidad del gobierno hacia lamiseria de parte de la población, el malestar, articulado bajo el eslogan que se vayan todos, que no quede uno solo, sacó espontáneamen‐te a la calle a sectores sociológicamente muy distintos ‐gente desempleada y muy pobre de la periferia urbana bonaerense, clasesmedias indignadas o, mejor dicho, enfurecidas por la falta de expectativas tras una década de políticas económicas neoliberales,asambleas vecinales, piqueteros, peronistas de movimiento sindical y partidos ideológicos de la izquierda extraparlamentaria‐, uni‐dos en un primer momento no por un proyecto compartido susceptible de conformar una cadena de equivalencia entre las demandasindividuales, sino más bien por su rechazo –en una clara visibilización del antagonismo‐ a la clase política profesional.IS

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lación demagógica, incapaces para la enkrateia24. Loque destaca aquí es cómo este desprecio de los privi‐legiados, que busca definirse a sí mismo desde elprincipio en oposición a una naturaleza esencial infe‐rior –la de la muchedumbre animal– no quiere com‐prender que esta necesidad no es tan necesaria, que es‐ta dependencia es efecto de relaciones de poder contin‐gentes, sociales. Por ello necesita interpretar todo in‐tento por parte del pueblo de sacudirse su condena ala animalidad natural, esto es, de subjetivarse política‐mente, como un movimiento epiléptico, casi volcánico.Bajo las etiquetas naturales asociadas al 15‐M, ¿no seha puesto de manifiesto de nuevo este desprecio, defuerte contenido ideológico, hacia demandas legíti‐mamente democráticas? ¿No resulta sintomático asíque estos intentos de subjetivación política hayan sidosistemáticamente silenciados bajo clichés o imágenesnaturalistas?25 ¿Puede la simple necesidad explicar larevuelta social?

En un magnífico trabajo sobre los “motines desubsistencia” en la Inglaterra del siglo XVIII rescritoen 197126, E. P. Thompson introduce la noción de“economía moral” para cuestionar el uso habitual dela categoría de “motín”, un concepto que, según él,“oculta más de lo que muestra”, al “no considerar alpueblo como agente histórico”. Thompson no trata deeliminar la existencia de condicionantes materiales,pero considera que, en ausencia de una aproximaciónmás matizada, las acciones se analizan como “ocasio‐nales, espasmódicas, interrupciones compulsivas másque autoconscientes o autoactivadas, simples respues‐tas a estímulos económicos” o como “rebeliones del es‐tomago”.

¿No plantea la reivindicación de dignidad del 15‐M, difuminada en su versión más moral, este cuestio‐namiento de la interpretación epiléptica, espasmódi‐ca, compulsiva? ¿No se movilizan aquí “nociones co‐munes”, de una vida digna? Subestimado como “unarevuelta, un ruido de cuerpos irritados”27, el 15‐M hasido condenado a la minoría de edad desde el princi‐pio y a ser un fenómeno epiléptico, una respuesta pu‐ramente emocional, como ha destacado, ejerciendo deparacaidista teórico del acontecimiento, ZygmuntBauman, sin conocimiento. ¿Es legítimo identificar el

15‐M como un gesto populista, exasperado ante lacomplejidad estructural del mundo, reacio a saber yque, en última instancia, “siempre está sostenido porla frustrada exasperación de la gente común, por elgrito de ‘yo no sé lo que pasa, ¡pero ya he tenido bas‐tante! ¡No puedo más, esto debe parar!’”?28.

Como ha puesto de relieve J. Rancière en su análi‐sis histórico de las huelgas obreras, no pocas veces elmomento emancipador y la construcción de su esce‐nario político han de combatir también la reduccióncaricaturizada de la protesta como mero grito animalo ruido. “Las huelgas de esos tiempos deben su es‐tructura discursiva singular a la exasperación de esaparadoja: se empeñan en mostrar que los obreros ha‐cen la huelga indudablemente en cuanto seres parlan‐tes, que el acto que los hace interrumpir juntos el tra‐bajo no es un ruido, una reacción violenta a una situa‐ción penosa, sino que expresa un logos, el cual no esúnicamente el estado de una relación de fuerzas sinoque constituye una demostración de su derecho, unamanifestación de lo justo que puede ser comprendidapor la otra parte”29.

No hace falta acudir al canto del “cuerpo eléctri‐co” de Walt Whitman para saber que la democraciatambién suele habitar en entornos sucios, altamentecontagiosos, susceptibles de alojar la promiscuidadde la carne, sus temblores y sudores, espacios dondelas burbujas inmunitarias y los cordones sanitarios seresquebrajan. El olor y sabor de la gente de las calleses cosa conocida. Sabemos también lo desagradableque siempre ha resultado “la chusma” ‐así nos llamanellos cuando se indignan‐ a la gente de bien, esos con‐tribuyentes y clientes que nunca cuestionan la asigna‐ción natural de los lugares que nos son asignados ‐“cada uno en su casa y Dios en la de todos”. Pero esrevelador que muchos de los hombres y mujeres ase‐ados y “de orden” que votaron cínicamente el 22‐M yel 20‐N a muchos de sus líderes tapándose la nariz semostraran tan exquisitos respecto a la presunta “insa‐lubridad” de sus plazas públicas ocupadas.

La “repugnancia” que han sentido muchos honra‐dos ciudadanos, políticos y comerciantes ante el es‐pectáculo “hediondo” y “gitano” de estas “jaimas”30no sólo recuerda a esa “moral del pedo” de la que ha‐

24 Cfr. Andrés de Francisco, Ciudadanía y democracia. Un enfoque republicano, Madrid, La Catarata, 2007, pp. 124 y ss.25 Entender el 15‐M al margen de cualquier estructura organizativa y por utilizar la reciente definición de Amador Fernández Savater

como un nuevo “clima social” (http://blogs.publico.es/fueradelugar/1438/%C2%BFcomo‐se‐organiza‐un‐clima), ¿no significa recaeren esta misma lógica?

26 Costumbres en común, Barcelona, Crítica, 1995, pp. 213 y ss.27 Rancière, J., El desacuerdo, op. cit., p. 72.28 En defensa de las causas perdidas, Madrid, Akal, 2011, p. 290.29 El desacuerdo, op. cit., p. 72.30 Cfr., entre otras noticias, el ABC del 26 de mayo de 2011: “Puerta del Sol, punto de riesgo”. IS

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blaba Sánchez Ferlosio –la egocéntrica complacenciacon el aroma de nuestros propios vientos anales y laaversión hacia los que soplan desde el culo ajeno‐, si‐no que pone de manifiesto algo más importante: có‐mo el valor “salud pública” aparece como la última ydefinitiva ideología despolitizadora de nuestro tiem‐po. En este sentido, sólo desde la mala fe puedeEsperanza Aguirre recusar las reivindicaciones del15‐M a favor de una democracia “real” como un mo‐do redundante y autoritario de adjetivar la democra‐cia de verdad, la que no necesita ninguna modifica‐ción, puesto que ya existiría en su plenitud, según ella,en la práctica normal de todos los días.

Las sintomáticas declaraciones de su secretario ge‐neral, Francisco Granados, comparando la situaciónde Sol con un “asentamiento chabolista”, ¿no supo‐nen ya una adjetivación impositiva sobre la democra‐cia real, la adjetivación técnico‐sanitaria y excepcionalde una reivindicación democrática genuina? En estepunto, la impactante escena en la Plaza de Catalunyade los camiones de limpieza irrumpiendo como van‐guardia de los mossos antidisturbios sintetizó a la per‐fección la cara oscura de nuestro régimen biopolítico:en una sociedad donde la discusión política se neutra‐liza administrativa y espectacularmente o “blanquea”sus tensiones de forma aséptica bajo etiquetas morali‐zantes, la represión termina alcanzando incuestiona‐ble carta de legitimidad como asunto sanitario. Una“sana” caricatura humorística se repitió estos días enlos medios: la del sucio perroflauta de fiesta entre car‐tones. Esta recurrente imagen retrata probablementemejor a los enemigos del movimiento 15‐M que susdiscursos más reaccionarios. La oportuna identifica‐ción que se realizó en el 15‐M catalán del ConsellerFelix Puig con “Don Limpio” (Mr. Proper” para losde más edad) recorta el inquietante horizonte de lospeligros futuros.

VI

“‘¡A la puta calle!’, nos dijeron. Y eso hicimos”. Aun ‐que este soberbio chiste del maestro El Roto condensacomo pocos lo ocurrido estos días, quizá sea necesa‐rio plantear alguna reflexión más sobre el tipo de es‐pacio público que aquí, de repente, se visibilizó.Porque, más que “tomar la calle”, da la impresión deque la calle, las plazas –el espacio público, en suma–

nos “desarmaron” a nosotros. No se puede dejar dever Sol como un laboratorio de desmovilización co‐lectiva en el que determinados blindajes subjetivosquedaron por un tiempo entre paréntesis.

En este experimento, de gran “intensidad” afecti‐va, “contracción” y “localización”31, los habitualesre celos respecto a la alteridad, pero también las obli‐gaciones y deberes de la vida cotidiana empezaron aaparecer a muchos como insustanciales. Posiblemen ‐te, por ello, si hay algo del todo incomprensible paralos detractores del 15‐M es el fenómeno de la alegríapública. Quien acostumbra a concebir lo político co‐mo un asunto de sacrificio individual o desinterés (unasunto de “servicio”, dicen algunos políticos con ca‐risma), no logran entender que pueda existir un com‐promiso con lo común desde el goce singular, un go‐ce festivo responsable y, ¿por qué no?, también disci‐plinado, que nada tiene que ver con esa otra forma deproductividad que es la obsesión autista por la felici‐dad del consumo o el rendimiento del “capital huma‐no”. La extraordinaria infraestructura de la que se do‐tó en escaso tiempo la Acampada Sol hasta construiruna pequeña microciudad, ¿no ponía de relieve quetrabajar aquí era también un placer?

Llegados aquí, demos un rodeo. En un interesan‐te comentario sobre las comunidades obreras france‐sas en los Manuscritos, Marx observa cómo los mediosde asociación colectivos orientados a un objetivo pue‐den convertirse ellos mismos en un fin. “Cuando losobreros comunistas se asocian, su finalidad es inicial‐mente la doctrina, la propaganda, etc. Pero al mismotiempo adquieren con ello una nueva necesidad, lanecesidad de la sociedad, y lo que parecía medio seha convertido en un fin. Se puede contemplar este

31 Badiou define una “verdad política” como “el producto organizado de un acontecimiento popular masivo en el cual la intensifi‐cación, la contracción y la localización sustituyen a un objeto identitario, y a los nombres separadores que lo acompañan, por unapresentación real de la potencia genérica de lo múltiple” (http://blogs.publico.es/fueradelugar/636/alain‐badiou‐y‐el‐15‐m‐una‐mod‐ificacion‐brutal‐de‐la‐relacion‐entre‐lo‐posible‐y‐lo‐imposible). Tal vez una de las causas que impidieron a muchos acampados aban‐donar Sol residiera en esta intensidad emocional. Ahora bien, resulta muy problemático trazar una línea radical entre dos mundosde experiencia. ¿Entender la plaza como un espacio extraordinario al margen de la “gris cotidianidad” no significa empezar a per‐der lo ganado en la plaza? ¿Conservar la plaza a toda costa no era un modo de introducir en el movimiento una vanguardia y pri‐vilegiar un tipo de compromiso, juvenil, sacrificado a tiempo completo, en detrimento de otras posibilidades y conexiones políticas?IS

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movimiento práctico en sus más brillantes resultadoscuando se ven reunidos a los obreros socialistas fran‐ceses. No necesitan ya medios de unión o pretextos dereunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La so‐ciedad, la asociación, la charla, que a su vez tienen lasociedad como fin, les basta”32.

Rescatando a la llamada “bestia horizontal” de labasura de la patologización social ‐la barbarie popu‐lar‐, y dotándola de un sentido emancipatorio, Marxhace mucho más que dotar de dignidad a ese tejidosocial construido de afectos, solidaridad y mutua de‐pendencia; se opone a la “economía social” impuestapor el mundo capitalista del “dulce comercio”. En es‐te mundo impulsado por el afán de lucro no hay es‐pacio ni tiempo para la formación de sociabilidad.

Puede ser interesante acudir aquí a la sugerentereconstrucción que realiza Michael Hardt de la con‐fiada posición jeffersoniana respecto al potencial de‐mocrático popular en un hipotético debate con la po‐sición, digamos, más “realista” de Lenin. La preguntaa la que se trataría de dar respuesta sería esta: ¿es ca‐paz la masa de transformarse espontánea o inmedia‐tamente en virtud del acontecimiento liberador o, da‐da su dominación y sujeción anteriores, necesita serguiada a causa de su tendencia inercial a la servidum‐bre voluntaria? Según Hardt, la posición de Lenin tra‐ta de desmarcarse tanto de los socialdemócratas, quedan por hecho de que las masas no están preparadaspara la democracia y nunca lo estarán, como de losanarquistas, quienes, en el extremo opuesto, asumenque las masas ya son competentes de hecho y que elúnico impedimento radica en la estructura represivade la clase dominante. Consciente de que la naturale‐za humana hasta la fecha sólo ha conocido la servi‐dumbre y, por ello, “debe rehacerse por completo”,así como sensible a “los vestigios de lo viejo en lo nue‐vo”, Lenin no tiene más remedio que realizar una di‐visión radical entre medios y fines, el “gobierno tran‐sicional” y los “objetivos revolucionarios”, la “masainerte” y el “cuerpo revolucionario”. Allí donde esta‐ba la masa sometida, debe advenir por tanto unatransformación, pero –y este es el punto– desde arriba,desde fuera del pueblo, por ejemplo, desde los cuadroscompetentes de un partido33. Frente a esta opción he‐gemónica por encima del campo social, Hardt recu‐

perará a Jefferson: “aunque (éste) también reconoceque las masas tal como existen en ese momento debenser transformadas, concibe el proceso que conduce a lademocracia a través de algo parecido a una educacióndemocrática”34.

No es complicado adivinar por qué, pese a sus di‐ficultades, este modelo antropológico optimista deautotransformación resulta interesante para evaluarlos supuestos procesos pedagógicos relacionados conel 15‐M, dinámicas en las que se observan cambiossubjetivos muy interesantes. Por otro lado, hay quesubrayar, como insiste Hardt, que el “modeloJefferson” no se identifica con el anarquista criticadopor Lenin: aquí el pueblo se transforma, en efecto, pe‐ro se transforma, por así decirlo, endógenamente através de un experimentalismo con cada vez mayorcapacidad de institucionalización, mas no desde me‐canismos exógenos.

En ocasiones, en suma, como comentaba Marx nosolo en el texto citado, sino acerca de la Comuna deParís, el medio ya es un fin, la asociación para conse‐guir un objetivo nos “enseña” que los pasos para con‐seguirlo ya son algo extremadamente importante. De

32 Marx, K. Manuscritos económico‐filosóficos, Madrid, Alianza, 1973, p. 165. En la línea de este materialismo social y sensualista de laIlustración francesa, en carta a Feuerbach del 11‐8‐1844 Marx destaca cómo “[…] la irreligiosidad del hombre que se siente comohombre […] ha descendido hasta el proletariado francés. Tendría usted que haber vivido una de las asambleas de los ouvriers fran‐ceses para poder creer en la frescura virginal, en la nobleza que se desprende de estos hombres agotados por el trabajo [..] en todocaso […] la historia prepara entre estos ‘bárbaros’ de nuestra civilizada sociedad los elementos para la emancipación del hombre”(en Schmidt, A., Feuerbach o la sensualidad emnacipada, Madrid, Taurus, 1975, pp. 127‐128)

33 Desde aquí, creo, puede entenderse la insatisfacción –y la falta de matices‐ del leninista Slavoj Zizek respecto a los “indignados” del15‐M. Cfr. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=134886.

34 op. cit., p. 22. Las cursiva son mías [G. C.] ISBN

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ahí que, en el 15‐M, la búsqueda de mayor igualdad ylibertad nos ha descubierto un valor desacreditado in‐cluso por cierta tradición izquierdista (también apre‐ciada por la anarquista, todo sea dicho): el valor de lafraternidad. Improvisando a tientas el guión (el finprescrito) y abandonando el que hasta ahora solo senos dictaba, se descubre el placer de escribir relatosen común. Y esta experiencia subjetiva de comunidadpolítica es tan potente que tal vez sirva a partir deahora para comprender qué gregario era uno en suaislamiento confortable.

Dicho esto, y valorando positivamente la confian‐za en el pueblo aquí depositada, ¿bastaría este mode‐lo de aprendizaje de competencias democráticas ensituaciones de democracia efectiva para eliminar lastentaciones hacia la servidumbre voluntaria?¿Bastaría este modelo para contrarrestar con garantí‐as la avalancha neoliberal que se nos viene encima?Dejemos las preguntas abiertas.

Volviendo al asunto de la fraternidad, no pareceexagerado pensar esta disposición y generosidad pú‐blicas, ejemplificada en las experiencias de espacio ytiempo en las asambleas, en los términos de una vir‐tud erótica genuinamente ciudadana. Si, como ha se‐ñalado T. Domènech, el verdadero problema filosófi‐co‐político que se le planteó a la fraternidad republi‐cana en 1792 –y en cuya solución fracasaron los revo‐lucionarios– era si era posible “una fraternidad vir‐tuosa, no fundada en un ágape filosóficamente proble‐mático, y en cualquier caso, terrenalmente impracti‐cable, ni en una no menos amorfa y problemática dis‐posición humana natural hacia la sociabilidad, sinoen la amistad erótica entre los hombres”35, ¿no evi‐dencia el 15‐M algunos rasgos de esta virtud frater‐nal, provista de fuerza ética motivacional propia?Esta disposición afectiva endógena no forzada exógena‐mente por ningún representante o vanguardia conve‐nientemente autorizados debería ser objeto de unanálisis detallado en el ámbito psicoanalítico porcuanto además puede arrojar luz sobre las dinámicasde grupo existentes en las asambleas y reuniones.

No deberíamos olvidar –y me limito meramente a

señalar la cuestión– cómo este escenario virtuoso defraternidad erótica contrasta con las dinámicas de in‐teriorización pastoral de la militancia tradicional oprofesional, donde la obsesiva búsqueda de un yoideal ensimisma al sujeto y le anestesia de cualquierposible experiencia somático‐política. ¿No provoca ladesertización del espacio virtuoso de la palabra públi‐ca y su consecuente atomización el factor patológico‐social que termina produciendo construcciones pas‐torales en el sentido foucaultiano o demandas de unFührer, como deducía Adorno de la utilización de lapropaganda fascista36? Así parecía pensarlo muchoantes, por ejemplo, Jefferson: “Ahí donde cada hom‐bre tome parte en la dirección de su república de dis‐trito, o de algunas de las de nivel superior, y sientaque es partícipe del gobierno de las cosas no solamen‐te un día de elecciones al año, sino cada día; cuandono haya ni un hombre en el Estado que no sea unmiembro de sus consejos, mayores o menores, antesse dejará arrancar el corazón del cuerpo que dejarsearrebatar el poder por un César o un Bonaparte”37.

Esta dimensión autoformativa del 15‐M comocampo de entrenamiento democrático y de gestoscorporales no inmunitarios ha sido justo la dimensiónincomprendida por las actitudes vanguardistas o lastradicionalmente despreciativas de la naturaleza pasi‐va de las masas, posiciones elitistas que, tachando elacontecimiento bajo los fetiches conceptuales de la“fiesta”, el “populismo” o la “rabia juvenil”, han per‐dido una oportunidad inmejorable de dar forma a eseimpulso político que tanto añoraban poco tiempo an‐tes de la emergencia del movimiento y de paso cues‐tionar el perímetro de su ombligo intelectual. Otrosteóricos, cómodamente instalados en sus prejuiciosacadémicos y reacios a toda curiosidad empírica porlo que estaba ocurriendo en calles y plazas, no duda‐ron ni un segundo en diagnosticar cínicamente elacontecimiento como un acto espasmódico o de servi‐dumbre voluntaria posibilitado por las nuevas tecno‐logías38.

Lo difícil era quizá tener la confianza antropológi‐ca para observar que el 15‐M se constituía como un la‐

35 Domènech, T., “… y fraternidad”, en Isegoría, nº 7, 1993, p. 63.36 El líder, desde el punto de vista psicoanalítico de Adorno, cumpliría esta función exógena. En lenguaje frankfurtiano se diría que son

justo los individuos heridos en su narcisismo, que fracasan en su subjetivación ideal y se agotan en la dinámica ascética imposible delneoliberalismo –y que, por tanto, no acceden a un buen cuidado de sí‐, los que reclaman un sentido al menos narcisista de su frustra‐ción (sacrificio masoquista). El pastor, como advertía Nietzsche, dota de sentido al dolor, pero al precio de infectar la herida psíquica.

37 Hardt, M., “Introducción. Thomas Jefferson o la transición de la democracia”, en Thomas Jefferson. La declaración de la independencia,Madrid, Akal, 2007, p. 24.

38 Ha sido llamativa la proliferación discursiva en nombre del acontecimiento y la sordera ante las manifestaciones en las que el 15‐Mhabla de sí mismo. Quizá confundido por la descripción jovial del asamblearismo que los presenta en un anuncio televisivo una co‐nocida marca de móviles, Antonio Valdecantos da su visión del acontecimiento: “En gran medida, se trata de una protesta por lamala prestación de los servicios que se tenían contratados, y así se exigirá una solución como quien pide el libro de reclamacionespara demandar más eficiencia. El ciudadano advierte una violación de su derecho a no variar de hábitos de consumo, y reaccionaIS

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boratorio de subjetivación política en el que la con‐quista de medios democráticos redundaba en unatransformación y en un proceso de autoeducaciónque prescindía de las lecciones de la vanguardia teó‐rica. Asimismo, en la medida en que se trata de unmovimiento desde abajo, en el que la lucha misma en‐seña ‐y que no aspira a tomar el poder, sino a crear es‐pacios de poder‐, las prácticas del 15‐M tienen un cier‐to aire “luxemburguista”. No, desde luego, por la po‐sible influencia directa de estas estrategias, sino por‐que en el movimiento no parece que ninguna con‐ciencia, programa o ideario precedan a la acción. Larelación entre las ideas y las formas de acción políticaes coyuntural y dependiente de la situación. En esteambiente de igualdad se rechaza cualquier profesio‐nalización, delegación, representación política o justi‐ficación de jerarquías.

Este proceso de aprendizaje orientado a los me‐dios, evidentemente, prioriza una política somáticaconcreta, una cierta corporalidad situada respecto altiempo presente39 con potencial para denunciar lasfalsedades e hipocresías que a nivel formal bloqueanen el plano empírico una práctica democrática más re‐al. Me atrevo a sugerir que las posibles enseñanzas aextraer de la lectura foucaultiana acerca de la “mili‐tancia” cínica en su última fase intelectual pueden ra‐dicar en este punto: una cierta urgencia –“¡Demo cra ‐cia Real, ya!”– por cuestionar los desniveles existentesentre la autoimagen institucional y la situación con‐creta, pero sin recaer –esto es decisivo– en ningún vo‐luntarismo bélico o decisionismo aristocratizantes.Las múltiples expresiones de sentido del humor y lafalta de gravedad desenfadada del 15‐M son elocuen‐tes de esta actitud que con buen criterio se ha desmar‐cado de la petulancia viril y el heroísmo masoquistade cierta militancia tradicional40.

VII

Probablemente, a la luz de este diagnóstico, que in‐tenta entender el movimiento no como un grito des‐nudo o una simple respuesta reactiva –en sus vertien‐tes de derecha e izquierda–, sino más bien como unproceso de subjetivación de pulso colectivo (¿acaso decuño republicano?), tenga sentido afirmar que el 15‐M ha puesto de manifiesto básicamente el fracaso dela nueva interpelación neoliberal, las fisuras del im‐pulso movilizador de la libertad negativa.

A diferencia de los frágiles horizontes de experien‐cia de los que cuida el 15‐M, el nuevo espíritu o, me‐jor dicho, cuerpo, del capitalismo presume sin comple‐jos de ser vigoréxico. ¿Motivos? Básicamente, esta en‐tronización del fitness competitivo como valor indis‐cutible se ajusta como un guante a la fabricación delnuevo homo oeconomicus. Pero éste, a diferencia delempresario moralmente autocontenido en el trabajoque describía Max Weber, es hoy, como muestraRichard Sennett41, un competidor corroído por la in‐

de la manera en que había sido adiestrado: utilizando sus redes sociales y sacando todo el partido posible del Internet y del teléfo‐no móvil (‘mi teléfono es un arma’, decía un indignado estos días de atrás). El acampado es un usuario modelo de las nuevas tecno‐logías, y el aumento de la indignación será un factor de recuperación económica si se sabe canalizar con inteligencia: ‘Indignaos ymarcad’ podría ser un eslogan perfecto en la temporada próxima para cualquier compañía de telecomunicaciones” (http://www.el‐pais.com/articulo/opinion/subdito/adulado/elpepuopi/20110621elpepiopi_12/Tes.)

39 La propuesta de “fenomenologización” de la crítica propuesta por Negri y Hardt (cfr. Commonwealth, Madrid, Akal, 2011) al hilo delKant menor de Was ist Aufklärung? también podría ser utilizada en este sentido materialista.

40 ¿Imagen idílica? En absoluto. En las plazas hay y hubo tensiones, fricciones, a veces emerge una atmósfera trágica. Por otra parte,los malos hábitos adquiridos durante mucho tiempo (machismo, prepotencia, narcisismo, intolerancia) también tienden a reprodu‐cirse inercialmente. De ahí que no haya peor espectáculo para un “alma bella” que una asamblea. Sin embargo, lo interesante de to‐do este aprendizaje, este campo de entrenamiento de valores comunes, por así decirlo, es su situación de encrucijada entre las de‐mandas individuales y las políticas. No ha sido raro en este sentido comprobar cómo activistas izquierdistas curtidos ideológica‐mente han renunciado a enquistarse en sus posiciones a la hora de buscar consensos. ¿Se anudará el eslabón individual del males‐tar con el resto de los eslabones para conformar algún tipo de cadena común hegemónica? ¿Y qué tipo de cuerpo colectivo alumbra‐rá esta experiencia en ese caso cuando la represión de las fuerzas policiales se intensifique una vez el PP en el poder?

41 “Enrico tenía una idea algo fatalista y anticuada de la gente que nace en el seno de una clase con unas condiciones de vida determi‐nadas y hacen todo lo que pueden dentro de esos límites. A él le ocurrieron cosas que estaban más allá de su control —como el des‐pido— y tuvo que hacerles frente. Como puede dejar claro este ejemplo de sparring que he citado, el sentido de responsabilidad de IS

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definición gimnástica de la flexibilidad y desnortadopor la levedad de su presente. Si el modelo del fitnesslubrica la maquinaria capitalista es sencillamente por‐que esta interpelación subjetiva encaja dentro de losmoldes de la libertad negativa: el individuo que en‐trena su condición de liberado en esta distinguida es‐tilización no puede ser más que un individuo despo‐litizado, desligado de cualquier común y que, portanto, en su ímpetu movilizador naturaliza su tras‐fondo estructural capitalista.

En razón de su atención a los espacios comunes ya las condiciones materiales y no simplemente forma‐les de la existencia digna –en este punto la sensibili‐dad del movimiento hacia fenómenos como los des‐ahucios y, concretamente, de la PAH es fundamental–,el 15‐M representa una oposición al tipo de subjetivi‐dad activamente fomentado por la gobernanza neoli‐beral. Esta tiene un claro objetivo: transformar al indi‐viduo socialmente dependiente de estos espacios –y,por tanto, posible “perdedor” en el juego competiti‐vo‐, e inserto en el tejido institucional, en el deportista,ese emprendedor nato, “liberalizado”, ganador encuanto amante del riesgo y único responsable de suinversión formativa y “capital humano”. Desde estascoordenadas se entiende que el nuevo fitness neolibe‐ral no busque tanto interpelar al parado como al des‐empleado poco motivado, un ser perezoso a la horade devenir empresario de sí mismo y maximizarcompetitivamente su marca personal. Para este neoli‐beralismo, parafraseando el famoso eslogan deMargaret Thatcher, “no existe eso que se llama la so‐ciedad, sino solo deportistas”. Allí donde existía elciudadano necesitado de cuidados, para el neolibera‐lismo debe advenir una voluntad de hierro42.

Oponiéndose a hacer de la necesidad de la flexibi‐lidad, virtud (siempre individual), el 15‐M ha denun‐ciado las maniobras neoliberales que buscan desnu‐dar hasta el esqueleto ese mínimo marco antropológi‐co comunitario humano, bloqueando toda experien‐

cia política y anestesiando formas comunes de sensi‐bilidad. Aquí solo se conforma un individuo tan in‐mune al lazo social fraternal como necesitado de pla‐cebos terapéuticos que aplaquen su sentimiento deprecariedad y mitiguen sus inevitables fracasos a lahora de autorresponsabilizarse. Ante este telón defondo, resultaría muy interesante estudiar en qué me‐dida y bajo qué prácticas el 15‐M trata de responder aeste gobierno liberal sofisticado no solo en cuanto a sumodelo de subjetivación, sino por su activa promo‐ción de la distinción individual frente a la sempiterna“masa”. Sobre todo cuando, como cabe recordar, esteneoliberalismo no solo se apoya en estas prácticas“atléticas” para formar competidores aptos, sino queademás aprovecha, en un segundo movimiento per‐verso, toda crisis de expectativas como “una oportu‐nidad para cultivar el ethos empresarial, movilizar lasenergías de la sociedad, crecer interiormente, poten‐ciar la responsabilidad de los individuos, abrir nue‐vos mercados y posibilidades para la creación de ri‐queza y la multiplicación de los estilos de vida perso‐nalizados”43.

Ciertamente, aunque es aventurado realizar afir‐maciones tajantes al respecto, no parece que el 15‐M

Rico es, por decirlo de alguna manera, más absoluto. Él quiere llamar la atención sobre su férrea disposición a que se le considereresponsable, sobre ese aspecto del carácter, más que sobre un particular curso de los acontecimientos. La flexibilidad lo ha empuja‐do a afirmar que la auténtica fuerza de voluntad es la esencia de su ética. Asumir la responsabilidad por los hechos que escapan anuestro control puede parecerse a una vieja amiga, la culpa, si bien esto no caracterizaría correctamente a Rico, al menos según mepareció a mí. […] Rico se concentra en su pura determinación de resistir: no perderá el rumbo. Quiere resistir, y en especial a la áci‐da erosión de esas cualidades del carácter, como la lealtad, el compromiso, los objetivos y la resolución, cualidades que, por natura‐leza, son ‘a largo plazo’. Rico afirma los valores intemporales que caracterizan a la persona que él es, para siempre y de una mane‐ra permanente y esencial. Su voluntad se ha vuelto estática; está atrapado en la mera afirmación de los valores” (Sennett, R., La co‐rrosión del carácter, Barcelona, Anagrama, 1998, pp. 28‐29).

42 Sobre los motivos de la renuencia neoliberal a un sentimiento social y compartido de “dependencia” de vulnerabilidad aporta al‐gunas indicaciones valiosas el análisis de Judith Butler en Dar cuenta de sí mismo (Amorrortu, Buenos Aires, 2010). Desde una ópticamaterialista cercana al psicoanálisis lacaniano, Terry Eagleton también da posibles claves de esta idea del cuerpo dependiente comoespacio de resistencia. Cfr. Dulce violencia, Madrid, Trotta, 2011, pp. 358 y ss.

43 Francisco Vázquez, “‘Empresarios de nosotros mismos’. Biopolítica, mercado y soberanía en la gubernamentalidad neoliberal”, enLa administración de la vida (J. Ugarte, ed.), Barcelona, Anthropos, 2005, p. 97. IS

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sea un movimiento orientado a buscar, en el contextosocial de la crisis, este tipo de subjetivación por distin‐ción, una práctica que, a causa de su acento autista,determina el sentido común objetivo de nuestro tiem‐po, reproduciendo “la teoría de dos mundos” bajo laclave de ganadores y perdedores. Este “modo de do‐minación […] –como escribe L. Boltanski– no sólodeshace colectivos existentes portadores de críticas;además, pone trabas a la formación, en el seno de losdominados, de colectivos nuevos, particularmente in‐tentando suscitar expectativas cuya realización, con‐forme a un ideal meritocrático, dependería únicamen‐te de las posibilidades dadas a los individuos de ex‐plotar los filones de capacidades que duermen en símismos: ‘si se quiere, se puede’. Pero como, incluso si sequiere, se ve con bastante rapidez que no se puedemucho, entonces es preciso que cada cual se vuelvacontra los demás, habitualmente los más cercanos: ca‐da cual ‘podría’ si los demás (los compañeros de cla‐se, los de la oficina, los colegas del taller, o de laUniversidad, etc.) no le lastraran con el peso de suspropias ‘incapacidades’. Lo que se ha llamado desdehace treinta años, ‘el ascenso del individualismo’ –elúltimo gran relato en el que la filosofía social parecehaberse dignado creer tiene aparentemente que vercon estos nuevos efectos de dominación […]”44.

Este rasgo popular y material del 15‐M, estigmati‐zado por sus detractores bajo el intelectualmente pe‐rezoso término de “populista”, pone el dedo en lasheridas neoliberales. Es más, en la medida en que el15‐M intenta desplegar lo que podríamos denominarun tanto difusamente “gramáticas del malestar”,alumbrando formas para la balbuciente frustración

personal, ayudando a compartir y gestionar en el es‐pacio público la honda insatisfacción popular, no po‐cas veces replegada psicológicamente sobre sí misma,¿no ha neutralizado parcialmente el movimiento laenorme producción de resentimiento que terminaproduciendo la gubernamentalidad neoliberal?

VIII

Preguntándose por qué el proverbio latino Senatoresboni viri senatus mala bestia se había convertido en unlugar común, Gramsci señala que este cliché despec‐tivo de la masa arraiga cuando se considera que “unamuchedumbre de personas dominadas por los intere‐ses inmediatos o víctimas de la pasión producida porlas impresiones del momento acríticamente transmi‐tidas de boca en boca se unifica en torno a la decisióncolectiva peor, la que corresponde a los más bajos ins‐tintos bestiales”45. La observación –prosigue Grams ‐ci– es acertada y realista, pero solo cuando se refiere alas muchedumbres casuales, reunidas como “un gen‐tío bajo techado durante un aguacero”, es decir com‐puestas por hombres no atados por vínculos de res‐ponsabilidad para con otros hombres o “respecto deuna realidad económica concreta cuya disgregaciónredundara en un desastre para los individuos”. En es‐tas “muchedumbres”, subraya, en efecto, no sólo nose supera el individualismo, sino que éste “se exaspe‐ra por la certidumbre de la impunidad y de la irres‐ponsabilidad”46.

Ahora bien, no todas las acciones populares si‐guen este esquema: “también es observación comúnque una asamblea ‘bien ordenada’ de individuos agi‐tados e indisciplinados se unifica en torno a decisio‐nes colectivas superiores a la media individual; la can‐tidad se hace en estos casos cualidad”. Gramsci consi‐dera que de no ser así, no serían posibles institucio‐nes, por ejemplo, como el ejército ni esos “sacrificiosinauditos que saben realizar grupos humanos biendisciplinados en ocasiones determinadas, cuando susentido de responsabilidad social se despierta lúcida‐mente por la percepción inmediata del peligro co‐mún, y el porvenir se presenta como más importanteque el presente”47. Siguiendo este ejemplo, cabríaafirmar que el error ha consistido en interpretar uni‐lateralmente el abierto campo de fuerza político sur‐gido en el 15‐M como “un gentío bajo techado duran‐te un aguacero”: una simple forma puramente reacti‐

44 Boltanski, L, “¿Un individualismo sin libertad?” (http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=3063)45 Gramsci, A., Antología, Siglo XXI, Madrid, 1970, pp. 281 y ss.46 Íbid.47 Íbid. IS

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va, afectiva o moral sin atender al material utópicosusceptible de politizarse.

Siguiendo a Étienne Balibar, Slavoj Žižek comentaque cualquier universalidad que pretenda ser hege‐mónica debe incorporar al menos dos componentes es‐pecíficos: un “contenido popular” genuino y la “de‐formación” que del mismo producen las relacionesde dominación y explotación existentes. En este senti‐do, no puede negarse que la “indignación” respondíadesde el principio a un contenido real susceptible deser formado de modos muy diversos. Como mantieneŽižek, la ideología fascista tiende a “deformar” la ne‐gatividad utópica popular y su anhelo de solidaridadsocial con el propósito de legitimar y preservar las re‐laciones sociales ya existentes de dominación y explo‐tación. “Sin embargo, para poder alcanzar ese objeti‐vo, debe incorporar en su discurso ese anhelo popu‐lar auténtico. La hegemonía ideológica, por consi‐guiente, no es tanto el que un contenido particularvenga a colmar el vacío del universal, como que la for‐ma misma de la universalidad ideológica recoja elconflicto entre (al menos) dos contenidos particulares:el ‘popular’, que expresa los anhelos íntimos de lamayoría dominada, y el específico, que expresa los in‐tereses de las fuerzas dominantes”48.

Me interesa este diagnóstico porque, de un modomuy afín a las reflexiones sobre este punto de FredricJameson y Ernst Bloch, señala la necesidad teórica deapreciar el contenido utópico presente en cualquierideología. Hacer el esfuerzo de discriminar el granoutópico en la paja discursiva es justo lo que ha brilla‐do por su ausencia en muchos análisis del 15‐M.Creo que desde aquí también se entiende la urgenciapor pensar de otro modo el momento “populista”,

desdeñado sistemáticamente por parte de cierta iz‐quierda. Si hay que participar del esfuerzo de articu‐lar y dar forma al contenido utópico es porque, dadasu ambivalencia, este se encuentra abierto y puedeser neutralizado por las relaciones de dominación.En este plano, siguiendo los análisis de Ernst Blochen la época de Weimar, considero un error dejar enmanos del populismo fascista toda cólera populistacontra el presente. Parte de la izquierda no entiendeque no debe dejarse la gestión de la indignación enmanos del enemigo. ¿No es justo este trabajo el queestá haciendo el 15‐M?

En este sentido parece muy pertinente compren‐der el 15‐M como un muro de contención o un “cor‐tafuegos” para las posibles regresiones fascistas incu‐badas dentro del horizonte de expectativas neolibe‐rales incumplidas. A este respecto tal vez baste unacomparación con fenómenos de indignación colecti‐va como el Tea‐party norteamericano para apreciarhasta qué punto las líneas de fuerza del 15‐M desple‐garon desde el principio una orientación política que,si bien no estaba definida, se resistió a codificar entérminos tan simples el antagonismo como una opo‐sición pura entre el sencillo “hombre de la calle” y laselites políticas49.

Es de lamentar, sin embargo, que se acusara des‐de algunos ámbitos sindicales o formaciones de iz‐quierda al 15‐M de no cuajar rápidamente como mo‐vimiento político organizado cuando ellos mismosrenunciaron desde hace tiempo a acercarse a estas de‐mandas concretas, despachadas perezosamente mu‐chas veces como “populistas”, y a hacer pedagogíapolítica en virtud de sus alicortos intereses estratégi‐cos50. Significativamente, y salvando las distancias,este es un problema que en la República de Weimarya habían detectado sismólogos del momento históri‐co como Brecht, Benjamin, Kracauer o E. Bloch. Esteúltimo, por ejemplo, insistía en la necesidad de quelos partidos de izquierda trataran de dar forma polí‐tica a la frustración para no dejar camino expedito alpopulismo fascista. En pocas palabras, la indignaciónera demasiado importante para dejársela al enemigo.Una vez que se abandonó esta tarea por la hegemo‐nía, como escribe Franz Neumann, “[...] el alemánmedio no veía ni podía ver que los intermediarios ju‐

48 En defensa de la intolerancia, Madrid, Sequitur, 2007, p. 19.49 Resulta extraordinariamente iluminador a estos efectos comparar el 15‐M con el diagnóstico que del movimiento conservador nor‐

teamericano realiza Thomas Frank en ¿Qué pasa con Kansas? Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de Estados Unidos,Madrid, Acuarela, 2008.

50 En tanto que movimiento no espasmódico, una de las posibles opciones del 15‐M podría pasar, por decirlo en terminología grams‐ciana, por desplegar una “guerra de posiciones” contrahegemónica de la ideología neoliberal; es decir, ubicada en la dimensión so‐brestructural de la sociedad civil, intentando conquistar en la medida de la posible una posición capaz de levantar puentes entre lasnumerosas estructuras populares y democráticas emergentes, asociaciones de vecinos, sindicatos minoritarios u otros marcos des‐centralizados de deliberación, decisión y acción.IS

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díos eran, en realidad, meros intermediarios, repre‐sentantes de un poder impersonal y anónimo, quedictaba sus actividades económicas. El reconocimien‐to de que los intermediarios actuaban como represen‐tantes del capitalismo financiero e industrial no‐judíohabría llevado a los pequeños agricultores, comer‐ciantes al por menor y artesanos al campo socialista,paso que no podían dar sin abandonar sus propiastradiciones. [Pero] Además el programa socialista notomaba en cuenta los intereses de esos grupos [...]”51.

La cita de Neumann muestra cómo el resentimien‐to hacia el poder de la clase política puede también al‐bergar una negatividad autorreferencial y parasitariarespecto a estructuras ya dadas. Del mismo modo queel antisemitismo fue un tipo de colérica indignaciónque terminó legitimando las relaciones de poder exis‐tentes y propiciando la alianza entre Hitler y la granindustria alemana, quien solo se satisface expresandosu odio a la clase política “no ve ni puede ver” que suobjeto de desprecio le ciega para penetrar en el marcorealmente importante. Esta falta de cartografía políti‐ca no sólo sirve para neutralizar toda explicación po‐lítica, sino para desplegar cómodos mecanismos pa‐ranoicos52.

No abogando por el “cuanto peor, mejor”, sinopor visibilizar el entorno de lo común paulatinamen‐te desolado por unas prácticas neoliberales tanto másenvalentonadas cuanto más responsables de la crisis,el 15‐M no solo ha abierto una gran fisura en el hori‐zonte hegemónico del capitalismo actual, sino que, le‐jos de fomentar el señoritismo del precarizado heridoen sus antiguos privilegios y el culto a los líderes, seha instalado en esta desertización y fragilización de losocial con el propósito de cuidar y colonizar en térmi‐nos materiales el espacio público opacado. Haciendopedagogía política. Frente al incesante desnudamien‐to neoliberal que extrae fuerza viva de trabajo al pre‐cio de desgarrar el tejido social, el 15‐M ha tratado deempoderar y revestir los cuerpos, llamando la aten‐ción sobre los espacios públicos secuestrados.

Dicho de otro modo: caricaturizaríamos el 15‐M silo definiéramos simplemente como una reacción enmasa frente al malestar producido por un horizontede demandas o expectativas individuales no cumpli‐

das y no acertáramos a ver en él un cierto “suplemen‐to” político desde el que se denuncian como ficcioneslas posibles soluciones neoliberales de la crisis con lasque los mismos pirómanos tratan ahora de legitimar‐se como bomberos.

Entender el 15‐M como una reacción puramenteinterior a la crisis y descuidar el análisis acerca de loscambios subjetivos en liza significa pasar por alto có‐mo el 15‐M por activa y por pasiva ha denunciado lasfalsas soluciones presentadas por la hegemonía neoli‐beral. Soluciones, por decirlo en los términos deNaomi Klein, que solo tratan de aprovecharse delshock que estas mismas fuerzas han desencadenadopara terminar de desmantelar todo tejido social. Deahí que lo que está en juego en este malestar sea unnuevo proceso de subjetivación más orientado a lafraternidad y un cambio del modelo de aprendizajepolítico, dos dinámicas emergentes opuestas al mode‐lo individualista neoliberal del “empresario de unomismo”.

IX

Mucho queda por hacer, pues, para seguir dandocuerpo político a lo que empezó siendo un espectro.Como escribe J. L. Moreno Pestaña: “El movimientodel 15‐M puede, es su virtud, ampliar las formas departicipación política si reactiva e inventa nuevos di‐

51 Neumann, F., Behemoth, FCE, México, 1976, pp. 149‐50.52 “Las teorías de la conspiración legitiman el orden establecido al criticar sus perversiones explicables en términos de intenciones sub‐

jetivas, pero dejando libre de toda crítica sus estructuras. […] La idea de una gran conspiración omnipotente es, en conclusión, unarepresentación generadora de tristeza y de impotencia, pues hace que nos contemplemos como una nada frente a un poder omní‐modo; por el contrario, la consideración del poder como relación hace posible modificar la relación, actuar sobre ella mediantenuevas combinaciones de la potencia de los individuos, nuevas formas de hegemonía que liquidan la fama de omnipotencia de lossupuestos ‘amos del mundo’, sean estos los representantes políticos ‘legítimos’ o las oscuras fuerzas de una conjura. Sólo una con‐cepción relacional del poder como la de Maquiavelo, o Marx aleja y disipa los fantasmas tristes del poder absoluto capaz de dar sen‐tido a toda la realidad social y a toda la historia humana. Sólo un poder entendido como relación da cabida a la política” (JohannesMaurus, “Bilderberg y otras tramas ocultas: la teoría de la conspiración como apología del capitalismo”, en:http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/06/bilderberg‐y‐otr). IS

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seños institucionales, si insiste en las condiciones ma‐teriales y sociales de la participación o, por el contra‐rio, puede degradarse inadvertidamente en un críticaelitista de la política, con argumentos herrumbrososque combatieron la democracia desde sus comien‐zos”53.

¿Qué hacer? Entre otros retos, a pesar de las críti‐cas a los banqueros, el paro y al sistema económico engeneral, es preciso articular una mayor reflexión so‐bre el valor estructural del trabajo y su dinámica ex‐plotadora, así como generar espacios y encuentroscon otras asociaciones o colectivos. En este sentido,debe analizarse la falta de asistencia de los inmigran‐tes a las asambleas y las causas de la desafección de laclase obrera más sindicada54. A veces parece como silas importantes, pese a todo, nuevas dinámicas acti‐vas de subjetivación que están teniendo lugar dejaran

poco a poco en un segundo plano nuestro papel co‐mo “objetos” dentro la maquinaria abstracta del siste‐ma económico‐laboral. En este sentido, ¿hasta quépunto la inicial resistencia de algunos sectores impor‐tantes del movimiento a utilizar la palabra “política”–secuestrada y prostituida, en efecto, por la mezquinalógica administrativa de los grandes partidos– no fuesíntoma inercial de un cierto estoicismo individualis‐ta? ¿El acto reflejo de un gesto afectivamente más in‐teresado en cambiar mi “yo” y mis relaciones próxi‐mas antes que en modificar colectivamente el espacioinstitucional y el medio social que me rodea?

En un contexto como el español, muy debilitado encuanto sociedad civil, observar lo ocurrido con el 15‐Mha sido sencillamente emocionante. Para seguir avan‐zando, ha llegado, sin embargo, la hora de recopilar yanalizar en detalle todas estas experiencias apasiona‐das de aprendizaje político en el espacio público y deplantear sus déficits, pero resultará difícil olvidar el cli‐ma de intensidad afectiva y de autoexigencia a la horade tomar la palabra que, desbordándonos, no ha deja‐do de transformarnos desde entonces:

“Si no aspiramos a dotarnos de una línea política con‐creta es porque sabemos que en nuestra heterogenei‐dad toma pie una fuerza descomunal. No ofrecemosrecetas porque nos hemos emancipado de esa con‐cepción de la política que la reduce a la gestión de lasvidas y de las cosas. Queremos, en definitiva, consti‐tuir cuerpos libres. Cuerpos libres son cuerpos políti‐cos, cuerpos que se emancipan de la experiencia decomprar en un centro comercial como algo que, pre‐suntamente, los hace libres porque allí pueden ejerci‐tar su capacidad para elegir entre muy variados pro‐ductos; cuerpos libres que no pueden soportar la ex‐periencia de ser desahuciados sin llegar a la conclu‐sión de que, en ese preciso momento, no sólo sonmermadas sus condiciones materiales, sino tambiénsus libertades más básicas”55.

53 “El ágora griega y el 15‐M”, en http://www.lavozdigital.es/cadiz/prensa/20110708/opinion/agora‐griega‐20110708.html54 Según K. Ross (Mayo del 68 y sus vidas posteriores, Madrid, Acuarela, 2008), el “desplazamiento físico” que tuvo lugar en mayo del 68

generó un “desplazamiento mental e identitario” al ampliar la acción política más allá de sus tableros habituales, rompiendo con laslógicas e inercias que impedían una interacción entre personas y colectivos pertenecientes a sectores sociales diferentes. Así, porejemplo, obreros y estudiantes tuvieron que hacer un esfuerzo de traducción, propiciando la emergencia de nuevas formas de con‐cebir el lazo social.

Por otro lado, ¿cómo explicar la paradoja de que un gran porcentaje de la población española –en torno al 80%– simpatice con el 15‐My, tras las últimas elecciones del 20‐N, haya votado mayoritariamente al partido menos afín al movimiento? ¿Esquizofrenia, cinismoo miedo? ¿No muestra este hecho hasta qué punto el campo de fuerzas político está más abierto de lo que parece? ¿Miedo a la po‐litización concreta en una situación poco proclive a experimentos? ¿Qué lección ha de extraerse de estos datos para el 15‐M?

55 “¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad?”, documento del Grupo de Análisis Madrid, integrado desde el principio enAcampadaSol y movimientos 15‐M, utilizado en el Debate del Pueblo paralelo al Debate del Estado de la Nación que tuvo lugar el30‐6‐2011.IS

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