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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELAMINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA LA DEFENSA
UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL POLITÉCNICA DE LA FUERZA ARMADA
NÚCLEO CARACAS
Hombre, Sociedad y Evolución
Caracas, 03 de Noviembre de 2010
Luis Andreani / C.I.:14.351.987
1
Introducción
Algunos autores dicen que el hombre “es un animal capaz de comprender”, otros afirman de
él que se trata de un ser “capaz de crear”; para Friedrich Nietzsche (1844-1900) “el hombre
es una enfermedad del hombre”; Sartre dice que se trata de “una pasión inútil”; mientras
Marx (1818-1883) plantea que el hombre es ante todo el conjunto de sus relaciones sociales
"... la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo; es, en su realidad, el
conjunto de sus relaciones sociales". M. Keilbacker define que "el hombre en su totalidad,
debe ser considerado como un ser dotado de vida biológica, psíquica y espiritual, es decir,
una triplicidad de aspectos observados jerárquicamente” pero dicha tripartición no es nueva,
ésta aparece ya claramente en Aristóteles y en su subdivisión del alma vegetativa, sensitiva
y racional.
Blas Pascal (1623-1662) describe al hombre como un ser frágil, "el hombre no es más
que un junco, el más débil de la naturaleza, pero un junco pensante que sabe que va a
morir”. Otros autores indican que el hombre es un proceso, y precisamente el proceso de sus
actos. Si profundizamos más en el campo filosófico encontraremos conceptos tales como:
“…El hombre es un ser contingente, que es pero podría no haber sido y su existencia es un
don, algo recibido gratuitamente, tiene el ser pero no es el ser”.
La concepción newtoniana del hombre es esencialmente estática y, en su forma extrema,
es una doctrina ambientalista. Concibe al hombre en esencia como nada, inicialmente como
una tabula rasa in qua nihil scriptum est, plasmada, posteriormente, por fuerzas externas a sí
misma. Los darwinianos, igualmente, "descubrieron" que la conducta humana también
podría estar movida desde adentro.
En la concepción judeo-cristiana, el hombre es un ser “creado por Dios a su imagen y
semejanza” y distinto a todos los demás seres creados. Los griegos por su parte definieron a
el hombre como un “animal racional” o “político” y los latinos tomaron esa definición dada por
el griego Aristóteles del Lógos (zoon lógon ejon : palabra, razón, espíritu) y la tradujeron
como animal dotado de razón ("animal rationale"). Este concepto menciona los dos polos en
torno a los cuales gira el problema del hombre. Un polo constituye la animalidad: el hombre
pertenece a la naturaleza animal, es un cuerpo, un ser vivo y sensible con todas las
propiedades que le corresponden por ser una especie animal. De acuerdo con su animalidad
es una criatura "que tiene que devolver al planeta (un mero punto en el universo) la materia
de que fue hecho después de haber sido provisto (no se sabe cómo) por un corto tiempo, de
2
fuerza vital" (Kant en Crítica de la Razón Pura). El otro polo lo constituye la
trascendentalidad. Aquí nos tropezamos con la subjetividad, con el cogito de Descartes, con
el yo que condiciona trascendentalmente todo lo objetivo, todo lo empírico, que está en una
diferencia trascendental frente a todo y que, a su vez, no es nada objetivo ni empírico, "ni
una parte del mundo" (Wittgenstein).
Desde otra perspectiva, las corrientes materialistas conciben al hombre como una
realidad material producto de un proceso evolutivo de la naturaleza afirmando que el hombre
no es sino materia, materia complejamente organizada en vida y en un nivel vital
complejísimo. El materialismo es monista: afirma la existencia de una sola realidad: la
materia.
El diccionario básico castellano define al hombre como “… un ser racional perteneciente
al género humano, caracterizado por su inteligencia y lenguaje articulado” mientras que la
Wikipedia lo describe como “… cada individuo de la especie Homo Sapiens, sin distinguir si
es masculino o femenino”
Así, pudiéramos continuar conceptualizando al hombre desde sus innumerables aristas
pero ya son muchas y variadas las opiniones que nos llevan a concluir que no parece haber
una respuesta clara a esta gran pregunta.
Sin embargo, en el presente trabajo trataremos de definirlo desde el punto de vista social,
como individuo que pertenece a una sociedad organizada por conceptos ideológicos
determinados, que ha evolucionado sustentándose en distintos modelos de producción a
través de la historia.
3
¿Qué es el Hombre?
El hombre es un animal social, que no pre-supone necesariamente la existencia de un
instinto social congénito; pero es indudable que el hombre, como otros animales, tiene
ciertas características biológicas que le imponen la necesidad de vivir en sociedad, al
principio como paciente desvalido donde su supervivencia es imposible sin la ayuda de los
agentes del grupo al que entra a formar parte y, después, cuando puede valerse por sí
mismo, por las ventajas de la cooperación al que inconscientemente se acostumbra. De este
modo se engendran y desarrollan paulatinamente los hábitos de convivencia que han
convertido al hombre en “el ser social” por antonomasia.
Sin embargo, la realidad es que una comprensión cabal de la concepción social de la
realidad humana no será posible sino a través de una concepción más amplia. Darwin nos
ayudara indirectamente situando la cuestión en el ámbito más general de la evolución de la
vida en la naturaleza. Hay dos ideas fundamentales de la teoría de la evolución que nos
ayudan a comprender mejor el papel social: por una parte, la idea de equilibrio ser vivo-
naturaleza, que supone un equilibrio ecológico, una adaptación al medio; por otra parte, la
idea de que el proceso de evolución se ha producido en virtud de una dinámica de
constantes adaptaciones y des-adaptaciones.
En consecuencia, el hombre puede ser considerado como fruto de un doble proceso de
evolución biológica y de evolución social. La adopción de una posición erguida corrió pareja
a un mayor desarrollo de las capacidades manipuladoras y hacedoras de las manos dando
lugar a su vez, al empleo de útiles cada vez más idóneos para la obtención de alimentos y
especialmente para la caza.
Los homínidos pudieron hacerse fuertes a partir de su debilidad física originaria y
pudieron vivir fundamentalmente por su carácter social. Agrupándose, fueron capaces de
desplegar formas cada vez más complejas y perfectas de organización social y sobre todo
fueron desarrollando y trasmitiendo una cultura, es decir, unos conocimientos formas y
técnicas de hacer las cosas, costumbres y hábitos sociales, sistemas de comunicación y
creencias que eran enseñadas y aprendidas desde los primeros años de vida, de generación
en generación.
Hobbes, se opone a las afirmaciones anteriores, afirmando que el hombre no es social
por naturaleza, y que la sociedad no es la respuesta a una tendencia natural sino a una
determinación artificial, basada en pactos, convenciones y alianzas. El hombre es víctima de
su propio egoísmo, de su irrestricta ambición de poder, enfrentando a los demás individuos
4
de su especie. De modo similar opina Rousseau: la organización social, no deriva de una
tendencia natural que impulsa a los individuos a asociarse entre sí, sino que el hombre al
analizar su situación, busca soluciones en las alianzas para vivir con una mayor seguridad.
En cualquier caso, ya para nuestras sociedades, todo hombre es persona, o sea sujeto
de derechos y obligaciones, sin distinciones de género, raza o color, destinado a vivir en
comunidad, constituyendo, en pareja, el núcleo básico familiar donde se comparten roles en
el mantenimiento y supervivencia del grupo que ha conformado.
Orígenes del Hombre
Para unos, los aspectos científicos y religiosos no son excluyentes, dado que afirmar que
el ser humano tiene un origen divino no equivale a afirmar que no existan aspectos
biológicos, argumentando que la biología es una ciencia y, como tal, no pretende discernir
sobre aspectos metafísicos. En cambio, para otros, ambas perspectivas son antagónicas o
mutuamente excluyentes
Lo cierto, es que podemos identificar dos grandes corrientes que desarrollaron sus
propias teorías en cuanto al surgimiento del hombre, la estática, la de la creación divina y la
dinámica, que se fundamenta en procesos evolutivos en el hombre.
Teológica Espiritual:
El origen de las teologías espirituales se desprende desde el origen mismo del hombre,
en la prehistoria, con las primeras organizaciones sociales conocidas.
Fundamentalmente, estas teorías responsabilizan a uno o varios “Superhombres” de la
creación del hombre y el universo.
Como ser consciente y razonante, el hombre ha sentido siempre la necesidad de
encontrar respuesta a sus preguntas y aclarar sus dudas. ¿Quién soy? ¿De dónde vengo?,
son dos ejemplos donde, aun hoy en día, resultan complejas sus respuestas.
Imaginemos entonces aquellas organizaciones sociales primitivas, que, con una
evolución y un desarrollo en sus inicios, se vieron en la necesidad de responder a sus
interrogantes.
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Uno o varios superhombres o “Seres Divinos”, sobrenaturales, con conciencia de ser y
con poderes absolutos sobre el todo, terminaron siendo la gran respuesta inicial a todo
aquello que escapó al poder de comprensión del hombre.
El politeísmo constituye un fenómeno religioso perfectamente tipificado que aparece bajo
una notable pluralidad de formas, dotado de unos rasgos peculiares y ligados a
determinadas situaciones históricas. De forma resumida puede ser definido como una forma
de religión en la que la realidad superior al hombre y que determina su aparición es dotada
de los rasgos de la divinidad y representada en una pluralidad de figuras.
Podemos observar que las formas más claras de politeísmo aparecen en las culturas de
la India de la época védica, en el Japón anterior al influjo del budismo, en la cultura irania
anterior a Zaratustra, en las grandes culturas de Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma; en
los pueblos germanos; en algunas culturas meso y suramericanas anteriores a la conquista y
en algunas otras culturas de África occidental y de Polinesia
Avanzando la sociedad, la tendencia se inclina hacia el Monoteísmo, que es la creencia
en la existencia de un solo Dios. El término proviene de dos palabras griegas: μόνος que
significa "solo" y θεός que significa "dios".
La evolución social intrínsecamente llevó a una evolución teológica la cual se orientó al
monoteísmo. Este proceso en su desarrollo y expansión fue absorbiendo muchas de las
religiones politeístas existentes, como es el caso del judeo-cristianismo (33 d.C.).
Observamos el ejemplo del Imperio Romano que data aproximadamente de 5.000 a.C, el
cual, en sus inicios, fue completamente politeístas, pero que ya para finales del periodo
Romano (395 d.C.), luego de la división del imperio y terminadas las persecuciones contra
los cristianos, Constantino institucionalizaría el cristianismo (monoteísta), al hacerlo religión
oficial del Imperio.
Actualmente encontramos que las cinco principales teorías teológicas son monoteísta: el
judaísmo, el cristianismo, el islamismo, el budismo y el hinduismo.
En cualquier caso, su razón de ser es la misma: dar respuesta sobre la creación del
hombre a través del método “divino”.
Como ejemplo, podemos resumir la teoría judeo-cristiana sobre el origen del hombre de
la siguiente manera: “El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios en un lapso de 7
días”. Su constancia quedó en la Biblia, específicamente en el Génesis.
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En el 1er día Dios creó el Cielo y la Tierra. La Tierra estaba vacía y las Tinieblas cubrían
la superficie del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Dijo Dios sea hecha
la Luz y la Luz quedó hecha y dividió la Luz de las Tinieblas. A la luz llamó Día y a las
tinieblas Noche. En el 2do día creó el Firmamento y separó las aguas que estaban debajo
del Firmamento de aquellas que estaban sobre el Firmamento. Al Firmamento lo llamó Dios
Cielo. En el 3er día creó la Tierra y las Plantas con frutos y semillas. En el 4to día creó una
lumbrera mayor para que presidiera el día y una lumbrera menor para presidir a la noche y
así creó el Sol y la Luna e hizo a las Estrellas. En el 5to día creó los Animales Acuáticos. En
el 6to día creó Animales silvestres y domésticos. Y dijo Dios “hagamos al Hombre” creándolo
a imagen y semejanza suya. En el 7mo día descansó”
Evolucionismo:
Como mencionamos, desde la antigüedad el modo de originarse la vida y la aparición de
la gran variedad de organismos conocidos, constituyó un misterio que, en menor o mayor
medida, despertó curiosidad del hombre. Sin embargo, las supersticiones, los prejuicios, los
dogmas religiosos y las teorías que se aventuraban debido a la imposibilidad de probarlas
con el nivel de conocimiento de aquellas épocas, hicieron que la cuestión quedara justificada
sobre las bases teológicas.
Aun así, las primeras concepciones cosmogónicas fueron, en buena parte, función del
medio ambiente en que se desarrollaron. No es extraño, pues, que los dos núcleos culturales
que primero entraron en la fase histórica (el egipcio y el sumerio-babilonio) dieran origen a
ideas cosmogónicas divergentes. En la cultura egipcia predominó la idea de "continuidad" en
su visión del mundo: los fenómenos naturales (crecida del Nilo y cosechas, por ejemplo) se
suceden sin interrupciones bruscas, en una serie continua. Por el contrario, en las culturas
del valle del Tigris y del Éufrates, sometidos con cierta frecuencia a grandes cataclismos, se
generalizó la idea de discontinuidad, la creencia en una creación con interrupciones bruscas,
en lugar de un lento y continuo fluir de los acontecimientos naturales.
Los filósofos griegos fueron los primeros en buscar una explicación natural al origen
del mundo frente a las antiguas narraciones míticas. Las concepciones cosmogónicas de los
filósofos de la escuela jónica (400 a.C.) son las que más se acercan, dentro de la filosofía
griega, al evolucionismo. Todas ellas reflejan una imagen de evolución natural y continua del
mundo, aunque el "elemento primordial" varíe en cada autor: el agua, para Tales de Mileto,
el aire para Anaxímenes, o el fuego para Anaximandro. Heráclito de Efeso, por su parte,
afirmaba que toda existencia está en continuo cambio. En Anaximandro se encuentran los
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primeros atisbos de ideas de evolución referida a los seres vivos: según él, los primeros
animales habrían aparecido en el agua para pasar luego a tierra firme y se mostraba
partidario de que el hombre había nacido de una criatura diferente.
Por otra parte, la idea de inmutabilidad de las especies defendida por Platón y
Aristóteles coincidía con la visión del Antiguo Testamento y fue aceptada por el cristianismo
durante siglos. Durante ese tiempo se consideró a los fósiles como restos de organismos
desaparecidos y enterrados por el Diluvio Universal. Aristóteles dedujo que la naturaleza
progresa desde los seres más sencillos hasta los más complejos; aunque no hay que
entender estas afirmaciones en estricto sentido filogenético, sino más bien formal. Al mismo
tiempo, consideraba que algunos animales podían surgir de la materia no viva por
generación espontánea.
La absorción de la cultura helénica por Roma produjo un cambio radical en la
manera de enfocar el conocimiento científico. La desinteresada afición a la ciencia de los
griegos fue sustituida por el utilitarismo romano, y la ciencia vino a convertirse en mera
técnica, el verdadero conocimiento científico permaneció estacionario. De esta manera la
ciencia fue languideciendo a lo largo de muchos siglos.
En la Edad Media, con el poder que logra el cristianismo, las ideas cosmogónicas
contenidas en la Biblia pasan del pueblo hebreo a tener una amplitud universal. La
interpretación literal del relato bíblico de la creación, unido a las ideas platónicas y
aristotélicas adaptadas al dogma cristiano, llevó a la creencia en la fijeza o inmutabilidad
(fijismo) de las especies animales y vegetales, la cual perdurará mucho tiempo en el orbe
cristiano. No obstante, algunos padres de la Iglesia, entre los que destaca San Agustín (353
d.C.-430 d.C.), sostuvieron opiniones que pueden interpretarse en favor de que hubo una
cierta evolución cósmica antes de la creación del hombre -hipótesis de la creación "en
potencia"-.
Más recientemente y luego de un largo proceso evolutivo del hombre, la sociedad y la
ciencia, nuevas teorías surgen sobre el origen del hombre, teorías apoyadas en las nuevas
formas de razonar y que configurarán el pensamiento o método científico, dan al hombre un
origen que es consecuencia de un complejo proceso de adaptación, supervivencia y
desarrollo evolutivo, que nace desde los inicios mismos del planeta y el primer
microorganismo monocelular.
Una primera aportación científica sobre el tema es el trabajo de Oparin (1924), El origen
de la vida sobre la Tierra, donde el bioquímico y biólogo ruso propone una explicación,
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vigente aún hoy, de la manera natural en que de la materia inorgánica surgieron las
primeras formas pre-biológicas y, posteriormente el resto de los seres vivos. Un segundo
aspecto que contradice la generación espontánea de la vida tiene una respuesta
convincente desde mediados del siglo XIX.
Esto es así, gracias a Pasteur y fundamentalmente a Darwin quienes realizaron
experimentos al respecto. Este último, naturalista británico, realizó una obra de vital
trascendencia (1859): El origen de las especies. La cual tiene por objetivo aportar una
explicación científica sobre la evolución o denominada “descendencia con modificación”
(término utilizado para explicar estos fenómenos).
Sin lugar a dudas que existieron importantes antecedentes del tema, aunque siempre se
manifiesta el honor de haber realizado esta teoría de manera científica e inexorable, a
Charles Darwin. No muy lejos, fue su abuelo –Erasmo Darwin- quien aportó las primeras
muestras de interés científico por estos temas. No obstante, quien fue precursor de una
corriente de pensamiento sobre el estudio de la evolución de los seres vivos, es Jean
Baptiste de Monet, caballero de Lamarck (1.744 d.C.-1.829 d.C.).
Su tesis fundamental es la transmisión de los caracteres adquiridos como origen de la
evolución (es decir, que las características que un individuo adquiere en su interacción con el
medio se transmiten después a su descendencia); denominada este principio como
Lamarckismo. La causa de las modificaciones de dichos caracteres se encuentra en el uso o
no de los diversos órganos, tesis que se resume en la siguiente frase: «La función crea el
órgano». Lamarck resume sus ideas en Filosofía zoológica (1809), el primer trabajo científico
donde se expone de manera clara y razonada una teoría sobre la evolución. Así, por
ejemplo, los lamarckistas explicaban la aparición del cuello largo en las jirafas como un
proceso paulatino de adaptación de un animal a ir comiendo hojas situadas cada vez más
altas. Lo que supondría que sus hijos heredarían un cuello más largo aún.
En lo que respecta al científico británico, Charles Darwin, viajando a bordo del Beagle,
durante largos años (1831- 1836) recogió datos botánicos, zoológicos y geológicos que le
permitieron establecer un conjunto de hipótesis que cuestionaban las ideas precedentes
sobre la generación espontánea de la vida.
La diversidad observada durante esos veinte años siguientes se intentó explicar de
manera coherente mediante la formulación de los datos obtenidos. Una de las etapas que
más influyó en el fue su paso por las islas Galápagos, donde encontró 14 aves, subespecies
distintas de pinzones, que se diferencian únicamente en la forma del pico. Es decir, que cada
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una de ellas, estaba adaptada a un tipo de alimentación debido al hábitat diferente en que
vivían en las diversas islas.
En 1858, Darwin se vio obligado a presentar, apresuradamente, sus trabajos, cuando
recibió el manuscrito de un joven naturalista, Alfred Russel Wallace (1823/1913), que había
llegado de manera independiente a las mismas conclusiones que él, es decir, a la idea de la
evolución por medio de la selección natural.
La obra de Malthus sobre el crecimiento de la población, fue la base que habría tomado
para sus estudios, tanto Darwin como Wallace. La misma establece que este factor
(crecimiento de la población) tiende a ser muy elevado, mientras la disponibilidad de
alimento y espacio son limitados y se mantendrán constantes, de aquí surge esta
proposición de la idea de competencia. Ambos científicos de acuerdo a esta base
argumental sustentan sus teorías estableciendo dos aspectos relevantes, dando por sentado
que los seres vivos pueden presentar clones.
Justamente la noción de competencia establecida anteriormente por Malthus y finalmente
esta última idea, es lo que los lleva a establecer que estas variaciones pueden ser
ventajosas o no en el marco de dicha competencia. Entonces la conquista por los recursos
necesarios para el mantenimiento de la vida, dará como resultado una lucha que
determinará una selección natural la cual favorecerá a los individuos más capaces con
variaciones ventajosas y eliminará a los menos eficaces. Pese a ello, no todo es compartido
por ambos, ya que existe un punto discordante entre ellos. Y es que esta idea de Darwin de
selección natural expresada en su obra El origen del hombre (1871), nunca fue compartida
por Wallace. Al respeto, Darwin argumenta que algunos caracteres son preservados sólo
porque permiten a los machos mayor eficacia en relación con las hembras.
Pero cabe decir, que ciento cincuenta años después, hay quienes aún lo veneran y
quienes lo deploran, pero El Origen de las especies sigue aún ejerciendo una influencia
extraordinaria.
A finales del siglo XIX, el llamado neodarvinismo primitivo, que se basa en el principio de
la selección natural como base de la evolución, encuentra en el biólogo alemán A.
Weismann uno de sus principales exponentes. Esta hipótesis admite que las variaciones
sobre las que actúa la selección se transmiten según las teorías de la herencia enunciadas
por Mendel, elemento que no pudo ser resuelto Darwin, pues en su época aún no se
conocían las ideas del religioso austríaco.
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Durante el siglo XX, desde 1930 a 1950, se desarrolla la teoría neodarwinista moderna o
teoría sintética, denominada así porque surge a partir de la fusión de tres disciplinas
diferentes: la genética, la sistemática y la paleontología. La creación de esta corriente viene
marcada por la aparición de tres obras. La primera, relativa a los aspectos genéticos de la
herencia, es Genetics and the origin of species (1937). Su autor, T. H. Dobzhansky, plantea
que las variaciones genéticas implicadas en la evolución son esencialmente mínimas y
heredables, de acuerdo con las teorías de Mendel.
El cambio que se introduce, y que coincide posteriormente con las aportaciones de otras
disciplinas científicas, es la consideración de los seres vivos no como formas aisladas, sino
como partícipes de una población. Esto implica entender los cambios como frecuencia
génica de los alelos que determinan un carácter concreto. Si esta frecuencia es muy alta en
lo que se refiere a la población, esto puede suponer la creación de una nueva especie.
Más adelante, E. Mayr desarrollará en sus obras Systematics and the origin of the
species (1942) y Animal species evolution (1963) dos conceptos muy importantes: por un
lado, el concepto biológico de especie; por otra parte, Mayr plantea que la variación
geográfica y las condiciones ambientales pueden llevar a la formación de nuevas especies.
De este modo, se pueden originar dos especies distintas como consecuencia del aislamiento
geográfico, o lo que es lo mismo, dando lugar, cuando intentamos el cruzamiento de dos
individuos de cada una de estas poblaciones, a un descendiente no fértil. Atendiendo a las
condiciones ambientales, en consonancia con las ideas de Dobzhansky., la selección
actuaría conservando los alelos mejor adaptados a estas condiciones y eliminando los
menos adaptados. En 1944 el paleontólogo G. G. Simpson publica la tercera obra clave para
poder comprender esta corriente de pensamiento: en Tempo and mode in evolution donde
establece la unión entre la paleontología y la genética de poblaciones.
Durante la segunda mitad del siglo XX se han planteado dos tendencias fundamentales,
la denominada innovadora y el darvinismo conservador. La primera de ellas, cuyo máximo
exponente es M. Kimura, propone una teoría llamada neutralista, que resta importancia al
papel de la selección natural en la evolución, dejando paso al azar. Por su parte, el
neodarvinismo conservador, representado por E. O. Wilson, R. Dawkins y R. L Trivers,
queda sustentada en el concepto de «gen egoísta»; según esta hipótesis, todo ocurre en la
evolución como si cada gen tuviera por finalidad propagarse en la población. Por tanto, la
competición no se produce entre individuos, sino entre los aletos rivales. Así, los animales y
las plantas serían simplemente estrategias de supervivencia para los genes.
11
Materialismo Histórico:
La evolución del hombre desde todo punto de vista, ha empujado el desarrollo de su
sociedad, del sistema social al que pertenece. Su organización política, sus instituciones y
sus sistemas de producción han presentado grandes trasformaciones, sobre las que
diversas corrientes ideológicas intentan explicar los fundamentos de este proceso evolutivo.
Una de estas corrientes es precisamente la aplicación del Materialismo Dialéctico a la
historia, en lo que se llama “Materialismo Histórico”, marco teórico creado por Karl Marx,
donde se que afirman que todos los hechos sociales se pueden explicar a través de él, pero
la historia no ocurre jamás desligada de la realidad social. Es aplicado originalmente por él y
por Friedrich Engels para analizar científicamente la historia humana; su base es la dialéctica
hegeliana que consiste en que cada manifestación del Espíritu engendra su propia
contradicción, que implica una negación de lo afirmado. La manifestación del espíritu es la
tesis, esta tesis tiene una contradicción y entonces se produce una antítesis, ahora bien,
tanto la tesis como la antítesis se perfeccionan en una síntesis en la que queda absorbido lo
afirmado (t) y lo negado (a) convirtiéndose en una nueva afirmación o tesis que inicia un
nuevo procesos anterior, hasta llegar a la idea absoluta que es el máximo en perfección. En
su filosofía de la historia, Hegel parte de los pueblos orientales que se desenvuelven
dialécticamente hasta llegar al Estado Ideal.
Es así como, frente a las concepciones de la historia que hacen depender de las ideas la
realidad práctica, material, del ser humano, (o de los ideales políticos, filosóficos o religiosos,
de los "grandes protagonistas de la historia"), el materialismo histórico se propone explicar la
historia desde la producción práctica de la existencia, invirtiendo la relación, tradicional en la
época de Marx, entre la existencia real y la idea que los seres humanos se hacen de su
existencia, (o los ideales que conciben en torno a su realización). La historia no es, para
Marx, ni una colección de hechos, como parecían concebirla los empiristas, ni una sucesión
de categorías, como la concebían los idealistas; tampoco el resultado de la acción aislada de
los considerados "personajes históricos". La historia es el resultado del modo en que los
seres humanos organizan la producción social de su existencia. "Toda la concepción
histórica, hasta ahora, ha hecho caso omiso de esta base real de la historia, o la ha
considerado simplemente como algo accesorio, que nada tiene que ver con el desarrollo
histórico. Esto hace que la historia deba escribirse siempre con arreglo a una pauta situada
fuera de ella; la producción real de la vida se revela como algo protohistórico, mientras que
la historicidad se manifiesta como algo separado de la vida usual, como algo extra y
supraterrenal
12
La sociedad y su historia, al ser concebidas como el resultado de la actividad productiva,
práctica, del ser humano, encuentran en tal actividad un elemento objetivo, material,
mensurable, del que se pueden extraer leyes tan objetivas como las que puede aspirar a
formular cualquier otra ciencia. Resulta significativo, a este respecto, que la actividad
intelectual de Marx, después de este hallazgo, que constituye una de sus mayores
aportaciones, se haya centrado en el análisis de la actividad productiva del ser humano.
La concepción materialista de la historia la resume Marx, con estas palabras, en un breve
párrafo de la "Contribución a la crítica de la economía política":
"En la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones
determinadas, necesarias e independientes de su voluntad, en relaciones de producción que
corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
El conjunto de estas relaciones constituye la estructura económica de la sociedad, o sea, la
base real sobre la cual se alza una superestructura jurídica y política y a la cual
corresponden formas determinadas de la conciencia social. En general, el modo de
producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida. No
es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el
que determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo las fuerzas
productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existente o, por usar la equivalente expresión jurídica, con las relaciones de
propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo
que eran las fuerzas productivas, esas relaciones se convierten en trabas de las mismas.
Empieza entonces una época de revolución social."
Hasta entonces se había creído que la forma en que se organizaba la producción
dependía exclusivamente de la voluntad de los seres humanos, al igual que las formas de
organización social y política y, por supuesto, de la conciencia. Marx afirma lo contrario: las
relaciones de producción son independientes de la voluntad de los seres humanos, y el
modo en que los seres humanos producen la vida material "condiciona el proceso social,
político y espiritual de la vida".
Para garantizar su supervivencia, el ser humano ha de conseguir los medios de
subsistencia mediante el trabajo, mediante una actividad productiva. Pero el ser humano
tiene una existencia social, por lo que su actividad productiva no constituye un acto aislado,
sino un acto social, por el que entra en relación con otros seres humanos. Ahora bien, estas
relaciones se caracterizan no sólo son por ser necesarias para producir los medios de
subsistencia, sino también por ser independientes de la voluntad de quienes entran en
13
relación, estando determinadas por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas
materiales: la actividad humana (o fuerza de trabajo) y los medios de trabajo (utensilios,
herramientas, máquinas, etc.). Las relaciones que se establecen en este proceso son
llamadas por Marx relaciones de producción, y constituyen la estructura económica de la
sociedad, la base sobre la que se asientan los elementos jurídicos y políticos, así como las
formas de la conciencia social.
El conjunto de los elementos relacionados con la producción, así como los elementos
socio-políticos e ideológicos, es decir, el conjunto de los elementos que forman parte de una
sociedad, en un momento determinado de su desarrollo histórico, constituyen una
determinada formación social, una totalidad social concreta, históricamente determinada.
A cada formación social le corresponderá un determinado modo de producir socialmente
los bienes necesarios para la existencia, un determinado modo de producción, es decir, una
determinada estructura productiva, compuesta por el conjunto de los elementos relacionados
con la producción material de la existencia, que constituyen la base sobre la que se asientan,
y de la que derivan, el conjunto de elementos jurídico-políticos e ideológicos, que forman la
superestructura de dicha formación social. El concepto de modo de producción se refiere,
pues, siguiendo a Marta Harnecker, (en "Los conceptos elementales del materialismo
histórico"), "a la totalidad social global, es decir, tanto a la estructura económica como a los
otros niveles de la totalidad social: jurídico-político e ideológico".
El modo de producción es el resultado de la síntesis de tres elementos estructurales: la
estructura económica, la superestructura jurídico-política y la superestructura ideológica. En
el modo de producción podemos distinguir, pues, una estructura con dos elementos
constitutivos: las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre los que se da un
mutuo condicionamiento; y una superestructura en la que se pueden distinguir dos niveles: la
superestructura jurídico-política, constituida por los instrumentos de control sociales y
políticos correspondientes a las relaciones sociales de producción; y la superestructura
ideológica, por la que se justifica el orden establecido mediante una falsa conciencia que
enmascara la verdadera realidad. Ambas superestructuras están condicionadas por la
estructura económica de la sociedad.
Medios de Producción
Como observamos en la corriente del Materialismo Histórico, la modificación en el
esquema de los medios de producción, llevan consigo necesariamente cambios en la
estructura social y política, pues de ella depende.
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De esta manera es evidente como los modos de producción, en el tránsito de un
complejo proceso evolutivo, del que no escaparon, se han convertido en el motor de cambio,
de las estructuras sociales, más importante en la historia.
Estos principales modos de producción son:
Primario: se entiende, en la teoría marxista, como una etapa del desarrollo de las
formaciones económico-sociales, caracterizadas por el bajo nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas, la propiedad colectiva de los medios de producción (la tierra y las
herramientas rudimentarias) y la distribución igualitaria de los productos. Es el primero de los
modos de producción que Marx definió como estadios de la evolución de la historia
económica.
Las primeras agrupaciones humanas surgen de la necesidad afectiva de mantener la
cercanía familiar, proporcionarse seguridad y colaboración en las actividades de obtener
alimentos por medio de la caza, pesca y recolección de productos vegetales. Son
agrupaciones nómadas de supervivencia, que están errantes en busca de alimentación. Con
la aparición de la agricultura se comienzan a establecer dando origen a los primeros
asentamientos. Los primeros seres humanos estaban organizados en grupos, dedicados a
la caza, pesca y recolección. La actividad productiva humana se basaba en la cooperación
simple. Para Marx, este tipo de asociación cooperativa era una necesidad inexorable debido
al desamparo en que se encontraba el individuo aislado en la naturaleza. El hombre primitivo
no concebía la posibilidad de la propiedad privada de la tierra y de los demás medios de
producción; sólo algunos instrumentos y bienes les pertenecían en propiedad personal.
La producción estaba directamente determinada por las necesidades colectivas, y entre
el acto sustancial de la creación y lo creado no había ninguna mediación social y, por tanto,
ninguna ruptura epistemológica. Su desarrollo no creaba excedente alguno después de
cubrir las necesidades más perentorias, por lo tanto, era imposible la acumulación de bienes.
Las fuerzas productivas era insuficiente para que el trabajo excedentario de unas personas
liberara a otras personas de la necesidad de trabajar, también era imposible la explotación.
Al ser una sociedad basada en el autoconsumo, todas sus relaciones sociales eran
comunitarias, y al no ser una sociedad dividida en clases sociales no era necesario ninguna
clase de Estado para su regulación.
Esclavista: El modo de producción esclavista es propio de un nivel de desarrollo de las
fuerzas productivas netamente preindustrial. El capital es escaso, no habiendo incentivos
15
para la inversión aunque se amasen inmensas fortunas (se acumulan objetos de lujo,
propiedades inmuebles y esclavos, no interesando los bienes de producción como
maquinaria); las técnicas son muy rudimentarias y tradicionales, no habiendo incentivo para
mejorar aunque pueda haber un espectacular desarrollo intelectual precientífico (la filosofía
clásica). Tierra y trabajo son las fuerzas productivas fundamentales.
En el modo de producción esclavista, la fuerza de trabajo está sometida a esclavitud, es
decir: no es propiedad de los trabajadores que por tanto no tienen que ser retribuidos. La
reproducción de la fuerza de trabajo queda así como responsabilidad del propietario del
esclavo, que por su propio interés alimenta e incluso incentiva a la reproducción biológica de
sus esclavos. En el modo de producción esclavista, las relaciones sociales están basadas en
la propiedad y el derecho, que convierten a unas personas en libres y otras en esclavas. El
interés en la mejora de la producción corresponde únicamente al propietario, pues el esclavo
no se beneficia ni se perjudica directamente por una mejor o peor cosecha.
Feudal: Posteriormente, y a raíz de la caída del sistema esclavista, los esclavos
adquirieron su libertad y comenzaron a trabajar los terrenos, surgiendo así los campesinos o
siervos que se agruparon en torno a un señor feudal, que les brindaba protección a cambio
de su trabajo. Cada señor feudal poseía grande cantidades de terreno.
La economía tenía carácter natural en lo fundamental y básico, es decir los productos del
trabajo se destinaban mayoritariamente al consumo personal y no al cambio mientras una
parte de la producción era destinada exclusivamente al señor feudal.
Así, se da el desarrollo de tres clases sociales: los campesinos o siervos, los señores
feudales o terrateniente y la monarquía o reyes. Surge la iglesia como un factor económico
dominante, y, convertida en protectora de la estructura social, culmina como gran
terrateniente feudal. En su doctrina basada en la indulgencia (aseguraban el cielo para
aquellos que dieran jugosas limosnas) la iglesia le entregaba a los terratenientes cierto
documento que expresaba que los pecados eran perdonados a cambio de cierta cantidad de
tierra, de esta manera la iglesia se enriqueció cada vez más llegando al mismo nivel social
de los terratenientes.
Lenin, al caracterizar el modo feudal de producción, destaca los siguientes rasgos
fundamentales: 1) El dominio de la economía natural por el terrateniente o señor feudal, 2)
La concesión de medios de producción y de tierra al productor directo ocasionando la fijación
obligante del campesino a la tierra, 3) La dependencia personal del campesino respecto al
terrateniente (coerción extraeconómica), 4) Un nivel extraordinariamente bajo y rutinario de
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la técnica. 5) La propiedad sobre la tierra constituye la base para exigir y obtener trabajo o
productos no remunerados. 6) El trabajo adicional no remunerado del productor directo
(campesino o siervo) o el producto obtenido mediante dicho trabajo y del que se apropian los
dueños de la tierra por medio de la coerción extraeconómica genera la llamada renta feudal
del suelo.
La producción artesanal y el comercio se concentraron en las ciudades y se asociaron
bajo la forma de gremios de artesanos y corporaciones de mercaderes. Todo esto trajo como
consecuencia que a lo largo de toda la época feudal se generara una lucha de clases entre
explotadores y explotados, lucha que se reflejó, en particular, en las sublevaciones
campesinas: la de Wat Tyler en Inglaterra (1381), la Jacquerie en Francia (1358), la guerra
campesina en Alemania (1524-1525), las guerras acaudilladas por I. Bolotnikov (1606-1607),
S. Razin (1670-1671) y E. Pugachov (1773-1775) en Rusia, entre otras.
El desarrollo de las fuerzas productivas en las entrañas del feudalismo constituyó la base
material de la formación de las relaciones capitalistas y su consolidación. El proceso de la
acumulación originaria del capital aceleró la preparación de las condiciones materiales para
que vencieran las relaciones capitalistas de producción. El modo feudal se suprimió como
resultado de las revoluciones burguesas, que le asestaron un golpe demoledor.
En consecuencia, en esta etapa se generaron dos fenómenos económicos: La Burguesía
y El Mercantilismo. Estos son de necesaria referencia para entender el proceso histórico de
cambio, ya que se encuentran ubicados en la etapa Feudal y su transición al capitalismo
(Ver Anexos)
Capitalista: Las grandes travesías y expediciones de los siglos XV y XVI reforzaron las
tendencias del intercambio y fomentaron el comercio, ya que se creó un enorme circuito
comercial que abarcó a casi todo el globo terrestre. Además el descubrimiento del Nuevo
Mundo y la entrada en Europa de enormes cantidades de metales preciosos provenientes de
aquellas tierras produjeron un trastocamiento de las relaciones feudales puesto que el orden
económico resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que predominaba lo
comercial o mercantil, es decir, cuyo objetivo principal consistía en intercambiar bienes.
La primera Revolución Industrial tuvo lugar en el Reino Unido a finales del siglo XVIII y
supuso una profunda transformación en la economía y sociedad británicas. Los cambios más
inmediatos se produjeron en los procesos de producción: en el qué, cómo y dónde se
producían. El trabajo se trasladó de la fabricación de productos primarios a la de bienes
manufacturados y servicios.
17
En parte, el crecimiento de la productividad se produjo por la aplicación sistemática de
nuevos conocimientos tecnológicos a partir del uso masivo de la máquina a vapor, la mayor
explotación de la mano de obra asalariada y gracias a una mayor experiencia productiva,
que también favoreció la creación de grandes empresas en unas áreas geográficas
reducidas.
Los individuos propietarios de los medios de producción en los que invertían capital
propio se denominaron empresarios o capitalistas o lo que es lo mismo, la burguesía
industrial, que no era otra que la heredera de aquella que había iniciado el proceso de
disgregación del Sistema Feudal, mientras tanto, aquellos expulsados del campo en virtud
del proceso de cercamiento pasaron a desempeñarse como mano de obra para la industria a
cambio del pago de un salario, provocando así, un importante cambio en la especialización
de la mano de obra de las nuevas Fuerzas Productivas y la aparición de otra nueva clase
social denominada clase obrera o proletario.
Posteriormente, para fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, y acompañado de
incendios de fábricas y la destrucción de máquinas, surgieron las primeras luchas de obreros
y las primeras organizaciones de trabajadores llamadas Trade Unions o sea los sindicatos.
Esto generó el surgimiento de distintos tipos de capitalismo como son:
a) el primitivo que no abarca a toda la sociedad sino casos aislados en lo que están
presente los elementos principales de toda empresa capitalista;
b) el capitalismo mercantilista que surge en la edad media hasta el final del siglo XVIII,
c) el capitalismo intacto que es producto de la revolución industrial y
d) el capitalismo contemporáneo que predica los siguientes elementos: Libre competencia
y juicio personal de la eficiencia, Libertad de contrato e igualdad de oportunidades,
comercialización y transferibilidad de toda propiedad, La certeza de la operación de la
sanción legal.
La nueva relación de trabajo entre el capitalista y el proletariado donde el primero es
dueño de los grandes capitales y de los medios de producción y el segundo que, al no contar
con eso, tiene que vender su fuerza de trabajo generando un enriquecimiento del capitalista
y un empobrecimiento de la mano trabajadora o proletariado, va a dar inicio a la formación
del modo de producción socialista el cual se basa en la doctrina marxista.
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Conclusiones
Definir un concepto de Hombre, hoy en día, aún resulta una tarea compleja y que
depende fundamentalmente del contexto en que se desee estudiar. Esto nos trae como
conclusión la intrínseca relación que mantiene con su entorno y que lo define.
Sus orígenes, aunque en total oposición, acuerdan en algo, en que el hombre no vino
sólo, hace sociedad y convive en comunidad. Su acelerada y exponencial evolución, es
causa de ella. Evolución que resulta interesante, que se desarrolla en equilibrio entre el
sujeto, el verbo y el predicado, que resulta cíclica al ser mutuamente dependientes.
Entonces, ¿El Hombre define a la sociedad? O ¿La sociedad define al Hombre?
Sus modos de producción son una muestra de ellos, pues han definido al hombre según
la realidad histórica del momento. Como consecuencia, sus sociedades se han adaptado al
nuevo hombre, y estas a su vez, han debido modificar sus medios de producción para
atender las necesidades crecientes de la sociedad.
19
Anexos
La Burguesía
Originalmente, el término burguesía calificaba tan sólo a los habitantes de las ciudades
(burgos) de la plena Edad Media, derivando más tarde hasta englobar a una clase social
caracterizada por su actividad económica no agrícola. Para los marxistas, esta clase social
era la dominante en el modo de producción capitalista, poseedora de los medios de
producción, gracias a lo cual podía acumular las plusvalías generadas por el trabajo
asalariado de los proletarios. En otra vertiente, la teoría sociológica contempla a la burguesía
como la clase social que, animada de un espíritu nuevo, donde priman el individualismo, el
esfuerzo personal, la innovación y el afán de lucro, transforma el mundo feudal en el que
nace, hasta lograr la plena implantación del capitalismo y el estado liberal.
Estos burgueses se especializan en actividades artesanas y mercantiles, que pronto les
proporcionan una fuerza económica suficiente para presionar sobre los señores feudales, de
los que obtuvieron libertades jurídicas, autonomía administrativa y protección para sus
actividades. Sin embargo, no consiguieron distinguirse jurídicamente de la mayoría
campesina de la población y el esquema social feudal, basado en la división en tres órdenes
o estamentos (nobles, eclesiásticos y trabajadores o estado llano) se mantuvo inalterado.
Esto no impidió que dentro del mismo grupo burgués se produjera una creciente
estratificación, sobre todo a partir del siglo XIII, diferenciándose las oligarquías de «grandes
comerciantes y banqueros» que normalmente controlaban los gobiernos municipales, del
«común», integrado por artesanos, sirvientes y pequeños comerciantes.
Esta oligarquía burguesa se asimila progresivamente a la nobleza terrateniente, cuyo estilo
de vida copia y cuyo estatus social codicia. Desde fines de la Edad Media y durante toda la
Edad Moderna, muchas familias burguesas entroncan con la nobleza o acceden a esa
condición mediante la compra de cargos o tierras vinculadas a títulos, convirtiéndose en
rentistas y asumiendo los valores conservadores de la clase noble.
De todas formas, los burgueses no ennoblecidos siguieron perteneciendo al estado llano y
normalmente eran ellos los que acaparaban su representación en las Cortes y otras
instituciones representativas de origen medieval.
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La expansión mercantil europea desarrollada a partir del siglo XVI, con el descubrimiento y
colonización de nuevos y vastos territorios ultramarinos y la apertura de nuevos mercados,
proporcionó unas inmensas posibilidades de enriquecimiento a la burguesía. Pero el
mantenimiento de las estructuras tradicionales le impedía un papel social y político acorde
con su poder económico
Todas esas estructuras económicas y sociales anticuadas encontraban su mar expresión en
el imperante sistema político de las monarquías absolutistas. La burguesía utilizaba, en su
beneficio el descontento de gran parte del estado llano, el estamento no privilegiado, que
incluía desde los más pobres jornaleros hasta los banqueros o comerciantes más ricos. La
serie de revoluciones iniciada en Inglaterra (1642-48 y 1688) Norteamérica (1773-83) y
Francia (1789), y extendida durante el siglo XIX al resto de Europa, significó la abolición del
Antiguo Régimen Feudal y la instauración del estado general burgués, la sociedad de clases
y el capitalismo industrial.
Esta transformación social, económica y política sirvió especialmente a los intereses de la
gran burguesía capitalista, convertida en clase dominante. En efecto, la revolución industrial
iniciada en la segunda mitad del siglo XVIII en Inglaterra había dado lugar al desarrollo de un
nuevo sector económico. Los capitales acumulados por el comercio fueron invertidos en las
nuevas fábricas, donde se empleaba a la mano de obra que una transformación agraria
orientada al mercado había dejado sin tierras y sin trabajo. Esta nueva economía industrial,
cuyos medios de producción están en manos de la burguesía capitalista se transforma en el
motor del desarrollo de los estados occidentales.
Se produce entonces la clara separación entre la burguesía y las clases trabajadoras, que no
tienen acceso a los bienes de producción ni al reparto de la riqueza generada por su trabajo.
La recompensa que obtiene el proletariado por haber apoyado las revoluciones burguesas
es el pago de un salario injusto por su trabajo y privados de voz en los mecanismos
económicos y políticos.
A partir de ese momento, la antigua burguesía revolucionaria se convierte en una clase
conservadora. Se premian los valores del orden, se defiende a ultranza la propiedad privada
y se intenta restringir el acceso de las clases populares al poder político. De vez en cuando,
la presión popular en los movimientos revolucionarios (Babeuf en 1797, las revoluciones de
1848, la Comuna de París de 1871) y corrientes como el socialismo intentan despertar la
conciencia de clase del proletariado y organizarlo para luchar por mejorar su posición.
21
Ante esto, la burguesía responde con concesiones que intentan integrar a las clases
populares en el sistema, instaurando el sufragio universal, extendiendo su ideología
mediante la educación nacional, y creando el mito según el cual, en una sociedad de clases
«abierta», cualquier individuo es capaz, por mérito esfuerzo, de mejorar su condición. En el
siglo XX, la evolución económica y social de los países más desarrollados ha dominado la
aparición de una amplia clase media o pequeña burguesía, que no está definida tanto por la
propiedad de los medios de producción como por su formación cultural y técnica, que le
permite desempeñar los puestos intermedios de la administración pública y empresarial. Por
otro lado, se ha producido también una elevación del nivel de vida y formación de las clases
trabajadoras, cuyos miembros más cualificados se confunden con los estratos inferiores de
la clase media («aburguesamiento» de la clase obrera).
Al mismo tiempo, la difusión de unos hábitos culturales y de consumo homogéneos por parte
de los medios de comunicación ha propiciado aparición de una «sociedad de masas» o de
consumidores, que pretende desdibujar las fronteras entre clases.
El Mercantilismo
El mercantilismo es un conjunto de ideas económicas que considera que la prosperidad de
una nación-estado depende del capital que pueda tener. El capital, que está representado
por los metales preciosos que el estado tiene en su poder, se incrementa sobre todo
mediante una balanza comercial positiva con otras naciones (o, lo que es lo mismo, que las
exportaciones sean superiores a las importaciones). El mercantilismo sugiere que el
gobierno dirigente de una nación debería buscar la consecución de esos objetivos mediante
una política proteccionista sobre su economía, favoreciendo la exportación y
desfavoreciendo la importación, sobre todo mediante la imposición de aranceles.
Los pensadores mercantilistas preconizan el desarrollo económico por medio del
enriquecimiento de las naciones gracias al comercio exterior, lo que permite encontrar salida
a los excedentes de la producción. El Estado adquiere un papel primordial en el desarrollo
de la riqueza nacional, al adoptar políticas proteccionistas, y en particular estableciendo
barreras arancelarias y medidas de apoyo a la exportación.
El mercantilismo como tal no es una corriente de pensamiento. Marca el final de la
preeminencia de la ideología económica del cristianismo (la crematística), inspirada en
Aristóteles y Platón, que rechazaba la acumulación de riquezas y los préstamos con interés
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(vinculados al pecado de usura). Esta nueva corriente económica surge en una época en la
que los reyes desean poseer el máximo de oro posible. Las teorías mercantilistas buscan
ese objetivo y desarrollan una problemática basada en el enriquecimiento. Esta corriente se
basa en un sistema de análisis de los flujos económicos muy simplificado en el que, por
ejemplo, no se tiene en cuenta el papel que desempeña el sistema social.
Fue la teoría predominante a lo largo de toda la Edad Moderna (desde el siglo XVI hasta el
XVIII). El mercantilismo llevó a los primeros casos de intervención y significativo control
gubernativo sobre la economía, y fue en este periodo en el que se fue estableciendo gran
parte del sistema capitalista moderno. Internacionalmente, el mercantilismo sirvió
indirectamente para impulsar muchas de las guerras europeas del periodo, y sirvió como
causa y fundamento del imperialismo europeo, dado que las grandes potencias de Europa
luchaban por el control de los mercados disponibles en el mundo.
El mercantilismo es, por tanto, una doctrina o política económica que aparece en un periodo
intervencionista y describe un credo económico que prevaleció en la época del nacimiento
del capitalismo, antes de la Revolución industrial.
Derivado de la expansión militar europea y del incipiente desarrollo manufacturero, como
complemento de la producción clásica de la agricultura, el mercantilismo incrementó
notablemente el comercio internacional. Los mercantilistas fueron los primeros en identificar
la importancia monetaria y política de éste.
El mercantilismo se desarrolló en una época en la que la economía europea estaba en
transición del feudalismo al capitalismo. Las monarquías feudales medievales estaban
siendo reemplazadas por las nuevas naciones-estado centralizadas, en forma de
monarquías absolutas o parlamentarias. Los cambios tecnológicos en la navegación y el
crecimiento de los núcleos urbanos también contribuyeron decisivamente al rápido
incremento del comercio internacional. El mercantilismo se enfocaba en cómo este comercio
podía ayudar mejor a los estados.
Uno de los elementos en los que los mercantilistas estaban de acuerdo era la necesaria
opresión económica de los trabajadores. Los asalariados y los granjeros debían vivir en los
"márgenes de subsistencia". El objetivo era maximizar la producción, sin ningún tipo de
atención sobre el consumo. El hecho de que las clases más bajas tuvieran más dinero,
tiempo libre, o educación se veía como un problema que degeneraría en pocas ganas de
trabajar, dañando la economía del país. Se persiguen a los vagabundos y hacen obligatorio
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el trabajo. El ministro Colbert hará trabajar a niños con seis años en las manufacturas de
Estado.
El mercantilismo contribuyó al desarrollo del imperialismo, ya que todas las naciones que
podían hacerlo trataban de apoderarse de territorios para hacerse con materias primas. A lo
largo de este periodo, el poder de las naciones europeas se extendió por todo el planeta. A
expensas de la economía interior, esta expansión creó monopolios, como las británicas
Compañía de las Indias o la Compañía de la Bahía de Hudson; la francesa Compañía de las
Indias Orientales y la española Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728).
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