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EL INGENIERO Le han dicho que no tiene otro tema de conversación que no sean los muertos. Para él, es casi un cumplido. En su labor de devolverle una identidad a aquellos que están desaparecidos lidia con las dos partes: víctimas y familiares. En este país, uno de los más violentos de la región, pocos saben que Israel Ticas es el único criminólogo especialista en la recuperación de cadáveres. Ha aprendido a hablar el lenguaje de la muerte y a contar las historias que encierran las fosas. Este relato dibuja cómo es la cotidianidad de este experto de la antropología forense, una profesión poco conocida pero que todo país, y sobre todo este, necesita para alcanzar justicia. Una crónica de Rossy Tejada FOTOGRAFÍAS DE ÓSCAR LEIVA Y ARCHIVO 13 DE DICIEMBRE DE 2009 Séptimo{Sentido} 6 QUE DESCIFRA LA MUERTE 13 DE DICIEMBRE DE 2009 Séptimo{Sentido} 7

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Una crónica de Rossy Tejada FOTOGRAFÍAS DE ÓSCAR LEIVA Y ARCHIVO Séptimo{S en t i do } 6 S é p t i m o { S en t i do } 7 13 DE DICIEMBRE DE 2009 13 DE DICIEMBRE DE 2009

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EL INGENIERO

Le han dicho que no tiene otro tema de conversación que no sean los muertos.Para él, es casi un cumplido. En su labor de devolverle una identidad a aquellosque están desaparecidos lidia con las dos partes: víctimas y familiares. Eneste país, uno de los más violentos de la región, pocos saben que Israel

Ticas es el único criminólogo especialista en la recuperación de cadáveres. Haaprendido a hablar el lenguaje de la muerte y a contar las historias que encierranlas fosas. Este relato dibuja cómo es la cotidianidad de este experto de la

antropología forense, una profesión poco conocida pero que todo país, ysobre todo este, necesita para alcanzar justicia.

Una crónica de Rossy Tejada FOTOGRAFÍAS DE ÓSCAR LEIVA Y ARCHIVO

13 DE DICIEMBRE DE 2009Séptimo{S en t i do }6

QUE DESCIFRALA MUERTE

13 DE DICIEMBRE DE 2009S é p t i m o { S en t i do } 7

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México y Costa Rica. Pero sobre todo, ase-gura, nadie se le compara en lo que hace. Élempezó a investigar por su cuenta. Dice quecomo él, hay antropólogos forenses que sehan ido a capacitar a Argentina o a Españaporque en este país noexiste una carrera paraeso. Por eso todos son empíricos.

Eso lo sabe bien la misma institución parala que trabaja. La fiscal Guadalupe Echeve-rría, jefapara la zona nortedel país dela Uni-dadAntihomicidios delaFiscalía, sesincera:“En cuanto a personal humano sí hay defi-ciencia. Actualmente se capacita a los auxi-liares fiscales, quienes están presentes en laescena, pero el único que conoce las técnicasde excavación y procesa el cadáver para de-jarlo intacto es el ingeniero Ticas. Solo él”.

Es por eso que en esta oficina nada discre-ta,en aquelmapa siemprehabrá másbande-ritas rojas que verdes.

Es viernes, el primer día de excavación enAteos. La fosa tiene dos metros de profundi-dad. El esquema está diseñado para dejar loscadáveres dentro de un bloque de tierra enalto relieve, algo así como un capullo, que

dependiendo de la ubicación del cuerpopuede ser cúbico, ovalado o rectangular. Elcriminólogo acuña un término elegante paraeste procedimiento: una excavación en tresdimensiones, una que le permite moversealrededor y tomar fotografías desde cual-quier ángulo. Ticas calculaque los cadáveresestán a unos 50 centímetros de profundidad.

En toda excavación, Ticas se vale de laayuda de un grupo de lugareños para abrir latierra. Y aunque la mayoría, si no todos, sededica a tareas agrícolas, hoy manejarán lapiocha y el azadón para un objetivo diferen-te. Ticas los guía para asegurarse de que en eltranscursodelafaena noexcavenmásalládedonde él indique. “Ahí no se paren, por fa-vor”, interrumpe por ratos.

Una vez la fosa adquiere profundidad, elcriminólogo marca un perímetro con sogasamarillas. Hay un sol inclemente, se acerca elmediodía. Detrás de las sogas están los agen-tes del laboratorio científico de la Policía,detrás deellos seve a losfamiliares delos de-

saparecidos y detrás de los familiares estánlos curiosos, muchos de ellos sentados entrelos cañales compartiendo pan, gaseosa ytortillas para el almuerzo.

Aparece una señora de piel curtida y faldaroja. Es la mamá de Juan. Le pregunta a Ticassipuedeacercarsemás paraversitienesuer-te y reconoce a su hijo. Él le dice que deberáesperar, que todavía no comienza a desente-rrar los cuerpos.

—¿Está segura de que su hijo está muer-to? –le pregunto a la mujer.

—No me queda duda. Él está muerto, yaquí tiene que estar.

Alrededor se oyen más voces que van lle-gando.Es gentequeesperaque loscadáveresque se desenterrarán hoy sean los de un pa-riente desaparecido. Madres, padres, tíos,hermanos... todos han perdido a alguien.

Mientras Ticas trabaja, los agentes del la-boratorio de la PNC se distraen oyendo mú-sica en un celular. Uno de ellos está sentadosobre una caja de herramientas y los otrosdos se quedan cerca de un pastizal para pro-tegerse –sin éxito–del sol inclemente.

“Billie Jean”, de Michael Jackson, suenaen el altavoz del teléfono. Los agentes con-versan y ríen. Por unos momentos, se abs-

traen de lo que a unos metros ocurre.Ticas, enfundado en su traje blanco de

bioseguridad, botas de plástico, guantes ygorro quirúrgico, chapotea en una especie depantano. De pronto, el agua proveniente deun nacimiento hace más difícil las cosas. Latierra, que en estos casos se espera suelta, seha vuelto resbalosa. La recuperación de loscadáveres puede demorar más de lo previstoy Ticas no quiere dejar nada a medias, por loque suspende la jornada por hoy.

Para él, la rigurosidad para el manejo deevidencias es clave. Por eso, para muchos,verlo trabajar es un verdadero reto a la pa-ciencia. El criminólogo sigue una regla in-quebrantable: no dejar expuesto ningún res-to humano durante la noche.

La excavación se reanudará al día si-guiente. Ticas lo anuncia al resto de profe-sionales que lo acompañan, así como a losfamiliares de los desaparecidos. El papá deuno de ellos no se resigna. Las explicacionesde los fiscales no lo convencen. Tenía la es-peranza de llevarse hoy mismo los restos desu hijo Óscar. Afuera, en la cama del desven-cijadopickupse veunataúdcelestepolvoso,de los más baratos que una funeraria puedeofrecer. Esta tarde regresará vacío hasta un

cantón de Sonsonate, de donde es originarialafamilia. Lajornada terminaen esteterrenode milpas. Son las 2:30 de la tarde.

Por momentos, muy pocos, la plática sedesvía hacia temas ajenos a su profesión.Dice que, por seguridad, de su situación fa-miliar no habla con los periodistas, ni connadie. Sin embargo, rompe su propia regla yrevela piezas del rompecabezas de su vida.Ticas es, sobre todo, un hombre solitario.

Mientras con un clic pasa revista a las de-cenas de archivos que guarda en su compu-tadora, cuenta que hace varios años estuvocasado. Pero que aquello no funcionó.“Quien esté conmigo deberá entenderme. Aveces estoy y muchas otras veces no estoy,así es esto. Y cuando estoy, no puedo desco-nectarme deltrabajo diario, yla genteme di-ce que siempre paso hablando de muertos.”

Por eso, dice, es hombre de pocos amigos.

Acto seguido, extiende una mano y enseñasu agenda. En ella ha pegado fotografías decada trabajo realizado. Una de ellas es la delhallazgo de una joven llamada Paty, a me-diados de este año. Ticas recuerda que el ca-dáver estaba amarrado y doblado haciaatrás. En el terreno halló una cosmetiqueraaún con varios labiales dentro. Dice que a ve-ces anota en su agenda este tipo de cosas, loque más le impacta, para exorcizar un día di-fícil. “Mi agenda es mi amiga”, dice, y ríe.

Siempre ríe.

El criminólogo admite que tiene deforma-ciones profesionales.La másnotoria: suelefijarse demasiado en la cabeza de las perso-nas, las vivas. “No me doy cuenta. Si estáncerca, me dan ganas de tocar ciertos puntos ynombrar los huesos de la cabeza que conozcobien... Este es el occipital, el frontal, los ma-xilares superiores...”.

Otrohábito queha acuñado,dice, esque-darse a dormir en la oficina. Dice que cadavez lo hace más seguido. “Muchas veces medoy cuenta de que la gente con la que trabajopiensa: ‘¿Qué estás haciendo?¿Por qué no te

Cuidadoso. Mira las calaveras como si viera elrostro de un conocido. Cuando no anda afuera,Ticas se siente completo en su oficina.

Diminuto. Esta maqueta guarda un lugarespecial en la oficina y memoria del criminólogo. Élla hizo, es el pozo macabro de Tonacatepeque.

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vas a dormir a la casa?’o‘¡Estás loco!’.”Cuesta creerle. Y como prueba, Ticas se

levanta y abre una gaveta. Saca algunas fru-tas. Caminahacia la puertay extiendeun so-fá descolorido para demostrar que no sirvesolo para sentarse. Es también cama. Luegoabre una especie de clóset donde guarda ropalimpia, otro saco, herramientas y un par debotas extra para las excavaciones. A medidaque enseña sus pertenencias, Ticas hablacon seriedad: “Al contrario, yo les digo quepara qué irme a la casa, aquí tengo todo lo quenecesito. Trabajo tranquilo, salgo a comprarcomida, ni siento el paso de las horas”.

Un de sus logros, dice, es haber intercam-biado conocimientos con miembros delEquipo Argentino de Antropología Forense,gente que comenzó bajo la guía del texanoClyde Snow, considerado hoy el más reco-nocido antropólogo forense en el mundo yquien llegó a Argentina en la década de losochenta para exhumar fosas comunes devíctimas de la dictadura militar argentina.Algo parecido a lo que una parte del equipoque él capacitó vino a hacer a El Salvador en1992, al participar de la exhumación de ca-dáveres de la masacre del Mozote.

Ticas admira en silencio a Snow, aunque

no hable mucho de ello. Este personaje fueprecursor de la antropología forense entiempos en los que no existía la identifica-ción de restos óseos por medio de tecnologíaADN. El mismo que le dijo a sus antropólogosargentinos y a todos sus compañeros de tra-bajo en el campo: “Hay que excavar de día yllorar de noche”.

Mientras, el criminólogo salvadoreñohace una pausa en la plática y da vueltas en suoficina. Busca algo. De entre un reguero depapeles desempolva una carpeta llena de fo-tografías y documentos.

No hay caso que no recuerde o del que notenga algo que contar. Saca un reporte decinco hojas engrapadas. En la carátula puedeleerse: Mujer, Opico. “Esta es Paty”, dice sintitubear el criminalista. En la portada deldocumento se puede leer: Julio 2009. Mujerde 19 años, nueve meses enterrada. Cuerpomomificado; signos de violación, lesiones dearma blanca en la cabeza. Paty –la de la cos-m e t i q u e ra – es una de las 11 mujeres que Ti-cas ha desenterrado este año.

Debajo de las fotografías hay una mesaangosta. Sobre esta, una maqueta perpetúa aun Ticas en miniatura enfundado en un trajeamarillo durante uno de los trabajos que has-ta la fecha más tiempo le ha requerido: el ha-llazgo de 10 osamentas en el pozo macabrode Tonacatepeque, a mediados de este año.La hizo él mismo. Sobre la mesa tambiénhay, claro, huesos.

En el trabajo, no hay muchas situacionesque logren traspasar la coraza emocionaldel criminólogo. Pero si algo lo hace titubeares cuando le toca desenterrar restos de ni-ños. “Eso da sentimiento, aun con los añosde experiencia. Encontrar pequeños cuer-pos doblados o amarrados, los zapatitos, al-gún juguete... Los niños son mi punto débil,da rabia, impotencia.”

Ticas se conmueve y sigue excavando.

Es sábado, segundo día de excavación.Hace unos minutos el criminólogo descu-brió una rótula amarillenta y empantanada.Después, un cráneo y restos de cabello. Deaquí en adelante, Ticas trabajará solo. Susmovimientos son precisos y seguros. Rocía

desodorante ambiental para minimizar elconcierto de moscas. Vuelve a lo suyo: comoescultor, desmorona el terrón con pacienciahasta descubrir los dos cuerpos. Los limpiacon brochas. Un hedor ácido se eleva desde elfondo. Ahí están, comomarionetas, uno en-cima del otro en dirección contraria. No haypalabras para describir la estampa.

Ver el cuerpo desnudo e irreconocible desu hijo resulta demasiado para la mamá deJuan. La mujer se quiebra y se aleja del lugar.Es su compañero de vida quien se queda has-ta el final para identificar el cadáver.

La mujer dice que su hijo tenía un tatuajeen el pecho, pero es difícil detectarlo porquelas heridas del machete con el que lo mataronocultan cualquier rastro. Es otro detalle elque le da la certeza de que está frente al cadá-ver de su hijo: una pulsera verde limón en lamuñeca derecha. Un regalo de familia.

El cuerpo que está debajo, el de Óscar,también es identificado por su padre. Unacamiseta deportiva con el logo del Real Ma-drid es la señal. Aparece otro familiar y dice

sin dudas: “Sí, él es. Igual de rollizo y alto”.Alaexcavaciónen Ateostambiénhanlle-

gado los “m u e r t e ros ”, empleados de fune-rarias que han estado junto a los familiareshablándoles al oído desde antes de que Ticasdescubriera los restos.

Son las 3 de la tarde. Dentro de unos mi-nutos los forenses de Medicina Legal se en-cargarán de levantar los cadáveres. Pese aque las familias los han identificado, se lespracticará el examen de ADN. Solo entoncesTicas sale de la fosa y se quita la mascarilla.Se aleja por un momento de la excavación yrespira hondo. Carga al hombro con piochasy palas. Su labor aquí ha terminado.

Pragmático como es usual, Ticas ha acu-ñado una filosofía propia del trabajo que ha-ce: “Hay gente que califica mi trabajo de pe-ligroso, yo solo digo que es como el de un mé-dico, que no le importa si se trata del asesinoo lavíctima, solo importasalvar unavida. Enmi caso, lo único que me interesa es desente-rrar el cuerpo de un desaparecido y entregár-selo a una madre”.

Cuatro días han pasado desde que finalizóel trabajo. Son más de las 6 de la tarde de unmiércoles de noviembre. El edificio de la Fis-calía hace horas quedó vacío; las luces están

apagadas. Pero no todos se han ido, el crimi-nólogo permanece relajado en su oficina.

Soncasilas 7delanochey suFordRunnerazul es el único vehículo estacionado en elparqueo de la Fiscalía. Está al fondo, en la pe-numbra.Ticassaldráa comprarlacena.Abrela puerta delantera y de inmediato se discul-pa. Con prisa, echa mano del mismo deso-dorante ambiental que lleva consigo para ca-da excavación. La brisa de la noche que secuela por las ventanillas refresca.

Lo que sus mismos colegas de trabajo ase-guran es cierto: la camioneta del criminólo-go huele a muerto.

Aún no lo sabe, pero pronto se encontraráinmerso en una nueva excavación. El hallaz-go de osamentas de víctimas de masacresdurante el conflicto armado lo mantendrárefundido por una semana en un municipiodel interior del país desenterrando historias.Pero esta noche, cuando regrese, descansa-rá. Será una de esas veces en las que, aunquese apaguen las luces alrededor, la oficina delcriminólogo nunca quedará sola.

“Muchas veces me doy cuenta de que la gente con la que trabajopiensa: ‘¿Por qué no te vas a dormir a la casa?’ o ‘¡Estás loco!’.”

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