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El papel social de la empresa: algunos ejemplos de la práctica de la sociedad civil (*) Antonia SAENZ DE MIERA D e nuestro empeño por clarifi- car lo que creemos que debe apuntalar el desarrollo de la sociedad necesaria”, tal vez se pueda deducir algunos ejemplos concretos sobre las posibles acciones de la sociedad civil. Creemos que es nece- sano hacer una referencia a algunos campos de las relaciones sociales. La clave de cualquier argumentación, que implique una vía de solución a los pro- blemas, partirá de unos equilibrios dis- tintos a los actuales; en definitiva, de unas nuevas relaciones entre la socie- dad y el Estado. Y cuando se trata de hablar de límites o de ausencia de límites, la mejor forma de hacerse entender es situándose en las realida- des concretas, inmediatas y compro- bables. Trataremos a continuación, aun- que sea sucintamente, de precisar las formas en que se traduce la necesi- dad de “más sociedad” en algunos campos de la vida social, siempre en la perspectiva de esa ‘sociedad nece- sana”, que estamos tratando de explo- rar y de alumbrar. Los cambios opera- dos en los países con un Estado de Bienestar avanzado han obligado al replanteamiento, desde distintas posi- ciones ideológicas, de las propuestas o soluciones ‘tradicionales”, en vista de los nuevos requerimientos econó- micos y sociales de la sociedad actual, en permanente evolución y con cambiantes horizontes en sus exigen- cias renovadas. Por ejemplo, en el campo de las relaciones laborales, se empieza a poner en duda la actitud intervencio- nista del Estado, con tintes absolutis- tas hasta ahora, en detrimento de la deseable autonomía de las partes, es decir de empresarios y sindicatos obreros. La regulación de las relaciones laborales ocupa un espacio muy importante en el esquema global del Estado de Bienestar. El gran problema social que surge con la revolución industrial era el de las relaciones entre Cuadernos de Traba#, Socia/n’ 4-5(1991-1992) Págs. 227a 240 51. Universidad Complutense. Madrid 199.3 227

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El papel social de la empresa: algunosejemplos de la práctica de la sociedadcivil (*)

Antonia SAENZ DE MIERA

D e nuestro empeño por clarifi-car lo que creemos que debeapuntalar el desarrollo de la

sociedad necesaria”, tal vez se puedadeducir algunos ejemplos concretossobre las posibles acciones de lasociedad civil. Creemos que es nece-sano hacer una referencia a algunoscampos de las relaciones sociales. Laclave de cualquier argumentación, queimplique una vía de solución a los pro-blemas, partirá de unos equilibrios dis-tintos a los actuales; en definitiva, deunas nuevas relaciones entre la socie-dad y el Estado. Y cuando se trata dehablar de límites o de ausencia delímites, la mejor forma de hacerseentender es situándose en las realida-des concretas, inmediatas y compro-bables.

Trataremos a continuación, aun-que sea sucintamente, de precisar lasformas en que se traduce la necesi-dad de “más sociedad” en algunoscampos de la vida social, siempre enla perspectiva de esa ‘sociedad nece-

sana”, que estamos tratando de explo-rar y de alumbrar. Los cambios opera-dos en los países con un Estado deBienestar avanzado han obligado alreplanteamiento, desde distintas posi-ciones ideológicas, de las propuestaso soluciones ‘tradicionales”, en vistade los nuevos requerimientos econó-micos y sociales de la sociedadactual, en permanente evolución y concambiantes horizontes en sus exigen-cias renovadas.

Por ejemplo, en el campo de lasrelaciones laborales, se empieza aponer en duda la actitud intervencio-nista del Estado, con tintes absolutis-tas hasta ahora, en detrimento de ladeseable autonomía de las partes, esdecir de empresarios y sindicatosobreros.

La regulación de las relacioneslaborales ocupa un espacio muyimportante en el esquema global delEstado de Bienestar. El gran problemasocial que surge con la revoluciónindustrial era el de las relaciones entre

Cuadernos de Traba#, Socia/n’ 4-5(1991-1992) Págs. 227a 24051. Universidad Complutense. Madrid 199.3

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los patronos y los obreros asalariados.No había normas ni precedentes. Elobjetivo del “sistema de relacioneslaborales” es establecer unas reglasdel juego que permitan la negociaciónentre los trabajadores, organizados ensindicatos, y los empresarios, a travésde las asociaciones patronales. Deesta forma el conflicto social se inte-gra sin traumas en el desarrollo de lasrelaciones industriales más amplias,pero igualmente directas. Este es unhecho de capital importancia puestoque, sin poner en cuestión la globali-dad del sistema, se facilita su evolu-ción con la participación de sus agen-tes inmediatos. Los cambios socialesa través del conflicto y la negociaciónse producen conforme a esas reglasde juego, aceptadas por empresariosy sindicatos. El Estado intervienecomo árbitro, participa como fiel de labalanza, pero son las partes quienesdeciden. En la teoría del esquemaesbozado, la intervención del Estadoes muy limitada, pues la regulaciónlaboral a través de la negociacióncolectiva debe ser fruto de la decisio-nes autónomas de los interlocutoressociales, los cuales forman parte delconcepto de sociedad civil que esta-mos considerando <~).

Sin embargo la realidad de loshechos no se ha ajustado siempre a laliteralidad de este esquema. Sobretodo en aquellos países en que los lla-mados sindicatos de clase, de inspira-ción marxista, no aceptaban el siste-ma capitalista aunque se veían obliga-dos a utilizarlo en su estrategia. Elobjetivo sindical en estos casos no selimitaba a la consecución de avances

sociales en la empresa, inslituciónqueno se aceptaba en su versión capita-lista, sino en cambiar el sistema en sutotalidad y avanzar en la transforma-ción de la sociedad, camino del socia-lismo. Nos estamos refiriendo a unlargo proceso, casi secular, en el quese van produciendo mutaciones en larealidad social y en las estrategias sin-dicales. La aceptación del pactosocialdemócrata por la fuerzas socia-les significaba, implícita o expresa-mente, la renuncia a la ruptura revolu-cionaria, la acomodación a la realidadvigente. La llegada al poder de lospartidos de izquierda (con los que lossindicatos mayoritarios sintonizabanpolítica y socialmente), por la vía elec-toral, se convirtió en el objetivo priori-tario de la estrategia sindical, hacia elque convergían implícita o explícita-mente sus otras acriones.

Este proceso de cambios políti-cos y sociales se puso en evidenciade forma dramática en la crisis socialde Mayo del 68 en Francia <2), Los sin-dicatos obreros que, durante las huel-gas generalizadas del BR, tuvieron alalcance de la mano las opciones revo-lucionarias que aún figuraban en suideología, actuaron en la prácticacomo si esas opciones no existieran,aceptando el sistema. Este hechorevelaba un decisivo cambio de actitu-des. Por otro lado, se puso de mani-fiesto la impotencia de la izquierdapara llevar a cabo, ni siquiera paraintentarlo, un cambio radical en el sis-tema económico y social, cuyas basessustanciales se respetaron en todomomento y cuyas reglas del juegonunca se pusieron en duda. A partir

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de entonces la izquierda, en su mayo-ría, acepta y sigue la vía reformistacomo el medio más eficaz para lamejora de la condición obrera dentrodel sistema. A partir del 68 el movi-miento obrero se centraría sobre todoen reinvidicaciones específicamentelaborales, y sus discursos estaríanmarcados por el pragmatismo. Erauna muestra del funcionamiento delsistema de relaciones laborales comoparte sustantiva del pacto socialdemó-crata.

Quedaba todavía por ver la acti-tud de los partidos de izquierda cuan-do llegasen al poder. En este sentidoson bien conocidas las experienciasde los partidos socialistas en Españay Francia. Alain Touraine dice, refirién-dose a esta cuestión, que ‘las cuestio-nes de política nacional, con las quese enfrenta inexcusablemente elpoder constituido, exigen enfoquesintegradores de las distintas tenden-cias y superadores por ello de los pro-blemas categoniales que son los pro-pios de la lucha sindical” <a>.

Así lo entendieron los gobiernossocialistas en el ejercicio de sus res-ponsabilidades nacionales, y ello haocasionado algunas situaciones con-flictivas con las centrales obreras. Nilos gobiernos de izquierda podíancontar ya con el apoyo incondicionalde los sindicatos para Sus proyectospolíticos y sociales, ni los sindicatosobreros se sentían beneficiados porsu relación con los partidos políticosde izquierdas.

Hay que resaltar la gran novedadde la situación que acabamos de des-cribir. Por una parte, si no totalmente

superada, si quedaba relegada a unsegundo plano la separación entre loeconómico y lo social, como cuestióndominante de la doctrina y de la praxissocial. Vistas las limitaciones de lasexperiencias de la izquierda en elpoder, iban a ser las diferencias entrelos planteamientos políticos y los enfo-ques propiamente sociales los quedefinirían los términos de la estrategiasindical. Pero además, el escepticis-mo y la desconfianza del movimientoobrero hacia las soluciones exclusiva-mente políticas de los problemassociales se generaliza, y alcanza tam-bién a los medios de acción macro-económicos y a las políticas socialesde carácter global. Si Mayo del 68había descartado las soluciones revo-lucionarias, las alternativas políticasde izquierda se ven obligadas a volverla vista hacia las soluciones parcialesy concretas que, principalmente, sepueden logran en el nivel de la empre-sa, institución que se convierte así enel centro del sistema de relacioneslaborales y en un agente privilegiadode la política social.

La aceptación de la empresacomo institución económica y sociales una consecuencia del reconoci-miento de que el poder no reside úni-camente en la cúspide, en el Estado,sino que se encuentra repartido entodo el cuerpo social, Se pone en telade juicio la idea de que el Estadopuede hacerlo todo, reglamentarlotodo, solucionarlo todo. Con el Presu-puesto de los gastos generales delEstado en la mano se pretendíagarantizar el desarrollo industrial y lacreación de empleos y, a través de la

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legislación laboral, regular y controlarel conjunto de la relaciones sociales.Pero las experiencias de la últimosveinte años han demostrado que talespretensiones no respondían a la reali-dad, Como confesaba Michel Rocard‘el dominio del aparato del Estado nobasta para lograr un cambio global dela sociedad” (4)~ Este mayoritario reco-nocimiento del papel de la empresa hainfluido de forma notable en el proce-so de desestatalización de las relacio-nes laborales. El Estado tiende a des-cargarse de responsabilidades y decompetencias que le desbordan, y que

- no contribuyen ya a la mejora del sis-tema industrial. La empresa va a teneruna autonomía creciente para definirsu propia organización (política desalarios, despidos, horarios...) y paraestablecer los términos de sus relacio-nes con los sindicatos.

Las nuevas circunstancias impo-nen la necesidad de que el progresosocial, en el campo laboral, sea elresultado de decisiones paritarias,negociadas entre patronos y sindica-tos, y no producto de la acción inevita-ble del Estado. Ya no se puede seguirconcibiendo a la sociedad como en unestado de permanente minoría deedad, como incapaz de resolver susconflictos de forma pacífica, si es quecreemos en la evolución social, en lahistoria. Las sociedades actuales delmundo occidental se parecen muypoco a las de principios de siglo, oincluso a las de los años siguientes ala Segunda Guerra Mundial. Comoobserva Víctor Pérez Diaz, la socie-dad civil actual “incluso en el área eri-zada de las relaciones económicas,

muestra hoy una capacidad conside-rabIo de integración y de creación defocos de comunidad y solidaridad, Nonecesita dosis masivas de estatalidadpara conseguir esta integración” (5),

Pero es evidente que la mayorautonomía para la empresa, en elterreno sindical y organizacional, noagota las posibilidades de su funciónsocial. La empresa actual, en el desa-rrollo de su responsabilidad social,está en condiciones de colaborar acti-va y eficazmente en un buen númerode tareas sociales que, hasta hacebien poco, eran patrimonio casi exclu-sivo de la Administración, en losesquemas estatistas que prevalecie-ron en los origenes del Estado social-demócrata-

En la concepción clásica de lapolítica social, la que expresaron losautores alemanes de comienzo desiglo, sólo cabía la acción social delpropio Estado, de tal forma que ladenominación de “política social” sereservaba para la que realizaba la pro-pia Administración <6), La políticasocial que, de una forma u otra hanrealizado siempre las empresas, eratachada de ‘paternalismo” cuando noobservada con recelo, en las concep-ciones sociales y políticas imperantes,hasta tiempos recientes, en Europa.

Actualmente las cosas se ven deforma distinta; tanto por parte delEstado, mucho más permeable aaceptar la contribución de la empresaen el campo social, como de los pro-pios empresarios, cada vez más cons-cientes de sus responsabilidades anteel conjunto de la sociedad en asuntosque sobrepasan su función exclusiva-

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mente económica. El llamado Balan-ce Social de la Empren refleja, enúltimo término, el final de una largatradición de desconfianza y de recelohacia la labor de la empresa comoagente social, algo en lo que, curiosa-mente, han coincidido liberales radica-les y estatalistas a ultranza. Hoy día,sin embargo, la política social de laempresa se valora y se reconoce enlos campos más diversos, desde elmecenazgo cultural, al que nos referi-remos más adelante, hasta en la edu-cación, sin olvidar la acción social pro-piamente dicha.

El papel de la empresa en la polí-tica educativa, en lo que se refiere alos problemas de la universidad y alas relaciones de la formación con elempleo, merece especial atención.Los cambios que se han producido endichas áreas respecto a la participa-ción de la empresa en las tareas edu-cativas son muy significativos, pero noson los únicos. En el debate enseñan-za pública-enseñanza privada se hanproducido también nuevos enfoques ynuevas actitudes.

En este sentido, las “guerrasescolares” de 1983 en Francia puedenservirnos como un ejemplo, singular-mente ilustrativo, de los términos enlos que se plantea actualmente dichodebate. Lo que esencialmente revela-ba la querella escolar en Francia, y lascircunstancias que la acompañaron,era el desfase ideológico entre la ver-sión más radical de la estrategia delgobierno socialista al llegar al poder yel estado de opinión dominante en elpaís sobre la cuestión educativa. Lo

que se debatía era si la aceptación delprincipio de igualdad de oportunidadesimplicaba o no el acuerdo con la pro-puesta de que la mejor o la únicaforma de llevar a la práctica dichoprincipio fuese la creación de un servi-cio público unificado y laico, comoenseñaba la doctrina socialista másexigente y, hasta entonces, más acep-tada,

Las novedades más importantesque incidían en los problemas escola-res de la ‘guerra escolar” del 83 eranla necesidad de eficacia social de laenseñanza, la crítica a los defectos dela enseñanza pública y el respeto a lalibertad individual, a la hora de elegireducación y enseñanza. Estas tresnovedades se podían resumir en laidea de que la negación del Estadocomo único agente educador, por asídecirlo, no alteraba por si misma elprincipio de igualdad de oportunidadeseducativas. Precisamente se vivía conintensidad, en un asunto muy concre-to, una idea que ya hemos expresado:no se trataba de poner en tela de jui-cio unos objetivos sociales aceptadosy valiosos, sino el hecho de que fueseel Estado el único agente que pudieray tuviera que resolverlos <7)•

La sociedad francesa, como ocu-rre en todas las sociedades industria-les avanzadas, demandaba mayor efi-cacia del sistema escolar. Se empeza-ba a criticar la calidad de la enseñan-za pública, y se percibía un deseo cre-ciente, por parte de los padres, depoder elegir el tipo de educación, deacuerdo con sus convicciones omanera de ver la vida, más adecuadapara sus hijos dentro de una amplia

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oferta. Pero la competencia internacio-nal y la evolución de los valores de lasociedad exigían no sólo la ampliaciónde la oferta educativa, sino su perfec-cbnamiento y apertura a las necesida-des sociales. Una de las más impor-tantes, o al menos la que empezaba apreocupar con mayor intensidad, erala relación entre la educación y elempleo, debido a las crecientes difi-cultades de inserción profesional delos jóvenes en las empresas, cada vezmás exigentes y especiaiizadas.Secomprobó entonces que las viejaspolémicas entre enseñanza estatal yenseñanza privada interesabanmenos a los usuarios del sistemaescolar que la aceptación de nuevasreglas de juego que fomentaran laparticipación de la sociedad en la polí-tica educativa. No se cuestionaba elprincipio de igualdad educativa, sino elmonopolio del Estado en la política deenseñanza. En la España, ‘diferente”,el problema ofrecía característicasespeciales.

Otro campo en el que se reflejancon gravedad y sensibilidad algunosde los problemas del Estado de Bie-nestar en el que durante años hemosvivido, es en el de la política de lasalud.

La acción del Estado siemprenos resultará insuficiente. Por esoexiste una unanimidad en el convenci-miento de que la política sanitaria esinviable sin la colaboración de lasociedad que concrete, matice yresuelva la intrincada maraña de lasconexiones personales, económicas ymédicas de cada caso, y sus implica-

ciones en las decisiones de la políticaglobal. Con frecuencia se olvida undato esencial: en este campo de lasalud la solidaridad de todos es aúnmás necesaria que en otras áreas delcomportamiento social. En el contextodel Estado de Bienestar, como tantasveces hemos repetido, se ha extendi-do la creencia de que es el Estado ysólo el Estado, es el que debe ocupar-se de la solución de estos problemas.Pero las insuficiencias crecientes de laacción social del Estado, más percep-tibIes en el área de la salud que enotros campos sociales, abren caminoa la idea de que es imprescindible laacción de la sociedad, si queremosmantener el mismo nivel de prestacio-nes sociales que hasta ahora el Esta-do, mal o bien, intenta cubrir y que,cada vez de un modo más evidente,no puede seguir haciendo con la pron-titud y la eficacia necesarias.

Porque únicamente la solidari-dad, nacida desde dentro de la propiasociedad, puede aliviar la situación yreorientar la solución de todas lascuestiones implicadas en este proble-ma. Una solidaridad individual connosotros mismos nos induce a noderrochar nuestra salud, y cargar alEstado la responsabilidad de atender-nos y de devolvernos a la normalidadsaludable. Una solidaridad familiar nosobliga a paliar los efectos de la enfer-medad y a compadecer, en el estrictosentido etimológico de la palabra, losmales de nuestros allegados. Y unasolidaridad institucional, como la quepueden llevar a cabo las Fundacionesy otras instituciones sociales (que con-templan la ayuda a los enfermos, los

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minusválidos, a los ancianos y la preo-cupación por llevar adelante unaamplia política de investigacionescientíficas encaminadas a resolver losmuchos misterios médicos pendien-tes) pueden servías abiertas para unaacción continuada y generosa de largoalcance, que cubra las insuficienciasde la acción estatal.

Pero las solidaridades múltiples,que el sistema necesita, se puedenresumir en una solidaridad con el sis-tema de asistencia sanitaria, aquejadode múltiples carencias y, posiblemen-te, de múltiples errores, pero quesigue funcionando a pesar de todo ycontinúa tratando de alcanzar susobjetivos. Esta solidaridad nos lleva aintentar entender el sistema por dentroy a comprender las extraordinariasdificultades con las que se encuentra,sin someterlo todo a una crítica irres-ponsable y total.

Porque aunque el Estado de Bie-nestar se haya visto desbordado porsus responsabilidades, y las circuns-tancias que le dieron vida y vigenciahayan cambiado mucho, siguen vigen-tes sus objetivos, especialmente en unárea tan trascendental para el bienes-tar de los ciudadanos como es la de lasalud. Los avances que se han logra-do para generar la asistencia sanitariaal conjunto de la población son real-mente impresionantes y deben consi-derarse irreversibles. Pero las expec-tativas creadas desbordan las posibili-dades económicas y organizativas. sino surgen más focos de solidaridadindividual, familiar y social dispuestosa compartir las responsabilidades delEstado. En este campo, aún más que

en otros, se reflejan los efectos per-versos de una acción estatal que essin duda necesaria, pero que induce aldecaimiento de las responsabilidadesindividuales y sociales. La “sociedadnecesaria” es, en el área de la salud,más necesaria que nunca y dondemás se puede traducir la solidaridad.

Finalmente en un ámbito tanamplio e impreciso como es lecultura, la intervención del Estado escada vez más dificil de delimitar yvalorar.

El Estado no puede ni debe serquien establezca los criterios de loque es cultura y lo que no lo es, quese traduciría en lo que debe ser prote-gido y lo que no. Pero en el mundoactual, ¿existen criterios culturalesautorizados y reconocidos por unaamplia mayoría? ¿Quién decide lo quees cultura? Contestar a estas pregun-tas nos llevaría muy lejos, pero nodeben ser ignoradas. También debe-ríamos tener presente que ciertasmanifestaciones culturales no serianposibles sin las subvenciones delEstado, y así siempre nos preguntare-mos: ¿hasta dónde ha de llegar elEstado?

Nadie discute, en realidad, laimportancia del papel activo de lasociedad en el desarrollo cultural. Por-que la cultura precisa espontaneidad,flexibilidad y libertad. La sociedad civiles culturalmente plural y elige, entre loque le dan y lo que ella crea, unaamplia oferta que el Estado rígido ypoco permeable a la realidad social esincapaz de ofrecer. Los diferentesenfoques que de ella surgen serian,

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de otra parte, suficientes para evitarcualquier orientación cultural impues-ta, o cualquier intromisión política enel proceso de la cultura. La Sociedadcivil tiene también su espacio en elterreno cultural.

Y también lo tiene en las cuestio-nes de Medio Ambiente, en las quecada vez es más evidente que lasactuaciones del Estado o de organis-mos supranacionales son insuficien-tes. No es posible proteger y mejorarnuestro entorno urbano o natural sin lamovilización de amplios sectores de lapoblación. Porque es un asunto de lamáxima importancia, que nos concier-ne a todos, son importantes todas lasiniciativas individuales o colectivasque traten de encontrar un equilibrioentre el desarrollo material del serhumano y su relación armónica o, tal ycomo van las cosas, lo menos dañinaposible con el entorno. Sin la partici-pación ciudadana, el Estado se nosmuestra incapaz de reconocer losmúltiples y complejos problemas que,más grandes o más pequeños, apare-cen en todos los rincones del planeta.Porque los organismos del Estadonecesitan ser agitados por la sociedadpara actuar sobre los problemas delmedio ambiente.

Lo mismo sucede con el desa-rrolla tecnológico y la investigacióncientífica y técnica que forman la basede las sociedades industriales avanza-das.

Es evidente, y aún más en unpaís como España, con un atrasosecular en la investigación científica ytécnica, que el Estado tiene que jugar

un papel decisivo para provocar unamutación profunda en la cultura tecno-lógica y científica. Pero es tambiéncierto que el Estado puede hacer muypoco para conseguir realidades efica-ces en este campo, si no consiguemovilizar a la sociedad en su conjunto,y muy particularmente al empresaria-do.

En un documentado estudio so-bre el desarrollo tecnológico español,su estado actual y su futuro, se hacehincapié en la idea de que el progresocientífico y tecnológico ha de ir acom-pañado por un cambio social y culturalde igual envergadura: ‘un proceso tanprofundo sólo puede desarrollarsepositivamente, dinámicamente, en unasociedad que lo asume, que lo incluyeen su nueva idiosincrasia, sin miedo aperder su identidad histórica” <8)

La implicación de la sociedaddebe significar la asunción real delprofundo cambio que las nuevas tec-nologías representan en la forma deproducir, de consumir y, en definitiva,de vivir de los ciudadanos. Pero seprecisa igualmente una estrecha arti-culación entre las instituciones públi-cas y las privadas, para lograr unincremento real de la capacidad cientí-fica del país que repercuta en el desa-rrollo económico y en el bienestargeneral. Lo cual supone, fundamental-mente, la implicación de las empresasy la creación de un tejido industrialproductor de nuevas tecnologías. ElInforme citado es muy claro a esterespecto: “Si bien es cierto que se pre-cisa una acción decidida del Estado(para logar el desarrollo tecnológico),también lo es que el Estado tendrá

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que ser capaz de superar su propiarutina burocrática.., para incidir en losmecanismos económicos y socialespromotores de la innovación, en elfuncionamiento y desarrollo de lasempresas... en el uso social de lastecnologías.., pero debe aduar sobreesos procesos, sin destruir su propiodinamismo, sin absorberlos, sin trans-formarlos en dependencias paraadmi-nistrativas” <~)•

Es decir, se necesita la genuinaparticipación de la sociedad, con suspropios mecanismos, para completar ymejorar la acción del Estado, pues elvoluntarismo estatal podría hacerpoco para la creación del tejido tecno-lógico industrial sin la colaboración delempresariado, decidido éste a asumirsus propios riesgos y sus propias res-ponsabilidades en el desarrollo cientí-fico y tecnológico del país. Por esto, lainnovación tecnológica y científica estambién, en gran medida, patrimonio yresponsabilidad de la propia sociedadcivil (lo)

Tal vez la característica másimportante, la que define de una formamás significativa a ¡a sociedad civil, essu enorme variedad, las múltiplesposibilidades de actuación de los innu-merables adores que la conforman, lariqueza, creatividad e innovación quepueden surgir de sus iniciativas siern-pre plurales y dispersas. Volvemos arecordar la metáfora de Victor PérezDíaz, cuando habla de una pleamarimpulsada por las pasiones y los inte-reses de miles de grupos, que serenuevan continuamente, incesante-mente, porque expresa muy gráfica-mente lo que queremos decir. Habla-

mos de los intereses y las pasiones, yde todo tipo de motivaciones, difícilesde discernir, a veces contradictorias,que mueven a los individuos a actuaren la vida social. Porque ¿hay algunaacción individual que no transcienda,de una forma o de otra, la esfera pro-piamente individual?

El individuo es, en sí mismo, elprincipal agente de la sociedad civil y,al mismo tiempo, lo es como soporte ydestinatario de las acciones del Esta-do. Y el individuo actúa interesada-mente, en beneficio puramente perso-nal, en favor de su familia, o de sucomunidad, etc. Pero también puedehacerlo desinteresadamente, en bene-ficio del otro, del necesitado, sin existirninguna condición previa. Así podría-mos hablar de distintas formas de soli-daridades: la familiar, la de la comuni-dad más cercana, la de grupos, la dela nación, incluso. Y de la solidaridadhumana, sin más adjetivos.

Un ejemplo de las distintas for-mas que tienen los individuos deentender la solidaridad lo podemosencontrar en el voluntariado, es decir,en las acciones realizadas sin buscarrecompensa económica, por razonesmuy diversas, razones personales,porque piensan que su trabajo puedecontribuir a un fin que es consideradovalioso, etc. Hoy día el voluntariadoestá adquiriendo una gran importanciaen países como el nuestro, poco acos-tumbrado a llevar a la práctica las vir-tudes públicas.

En otro nivel nos encontramoscon las Organizaciones Voluntarias,como una forma de voluntariado orga-nizado, en el que estarían las llama-

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das ONO, que están funcionandoespecialmente en acciones solidariashacia paises con graves problemas depobreza. Y estamos elevando el nivelhasta la solidaridad internacional.Muchas de estas organizaciones noconocen fronteras a la hora de prestarsu ayuda, por eso son especialmenteimportantes, dadas las limitacionespolíticas y la inoperancia de los Esta-dos en estos temas. A veces las ONOtienen forma de Fundación y otras no,pero las fronteras entre ambas institu-ciones son muy difusas.

Las Fundaciones y el Mecenaz-go, dos formas de acción que nacende la propia sociedad sin ningún inte-rés lucrativo, han de contemplarsecomo vías ‘privadas” de acción social.Y centramos nuestra atención enestas instituciones porque son, quizás,las formas más conocidas en la actua-lidad que tiene la sociedad paraencauzar sus impulsos no estricta-mente económicos. Pero además, elMecenazgo y las Fundaciones repre-sentan dos formas de actuación de lasociedad que nos interesa destacar.La primera, el Mecenazgo, más ligadaa la sociedad como mercado y lasegunda, las Fundaciones, más cerca-nas a la sociedad en su vertientesocial, esto es, de solidaridad. Ambasinstituciones forman parte de la socie-dad civil. Provienen de iniciativas yrealizaciones al margen de la maqui-nana del Estado o el poder político y,de alguna forma, navegan en elmismo barco. Esto podría explicar,probablemente, el hecho de que confrecuencia aparezcan confundidas yque para mucha gente, incluso desde

la perspectiva de algunos enfoquespolíticos, sean más o menos la mismacosa. Sin embargo, no es así.

El Mecenazgo viene a constituirun conjunto de iniciativas de carácterfundamentalmente empresarial, quese desarrollan básicamente en elcampo de la cultura. Porque cuandohablamos de Mecenazgo nos situa-mos en el ámbito de la llamada res-ponsabilidad social de la empresa,una vez que, como hemos visto, seacepta el papel de la empresa en lasociedad y su posible función social. Yaunque para la empresa el principalobjetivo y la principal función se desa-rrolla en el campo económico, noagota en él todas sus capacidades,porque puede actuar en otras muchasáreas sociales y, entre ellas, la cultu-ral. Pero aún dentro del Mecenazgopodemos encontrar algunas variantes:el mecenazgo propiamente dicho, queestá dirigido sobre todo a mejorar laimagen de la empresa, entendida éstaen su globalidad, es decir, como agen-te económico y social; el patrocinio yla ‘esponsorización”, más relaciona-dos con la promoción de una marca oun producto comercial. En uno y otrocaso la empresa, a través del mece-nazgo, trata de fortalecer su posiciónen el libre mercado, realizando activi-dades de interés general, aceptadas yreconocidas por la sociedad.

Porque el papel que cumplan lasempresas en esta dirección puede lle-gar a ser muy importante para colmarciertas carencias culturales, o para daralgún tipo de respuesta a demandassociales que el Estado, cargado yacon excesivas responsabilidades, no

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puede satisfacer con eficacia. Unejemplo bien reciente lo encontramosen la promoción que ha tenido eldeporte español con motivo de lasOlimpíadas que se han celebrado enBarcelona. La Olimpiada de Barcelonaera un enorme reto para el deporteespañol, y para dar respuesta a estereto se constituyó una asociación sinfin de lucro, ADO 92, cuya finalidadera conseguir financiación de lasempresas para la preparación de losparticipantes españoles. Por primeravez entraban en el deporte españolpatrocinadores privados, y gracias aello ha sido posible la financiación deunos planes específicos de prepara-ción olímpica.

Las Fundaciones, aunque com-partan algunos de los aspectos cultu-rales y sociales que se derivan delmecenazgo, son por su propia natura-leza diferentes. Existen numerosostrabajos que estudian a las Fundacio-nes como instituciones sociales, quese preocupan por sus problemas jurí-dicos, por su historia, por las activida-des que realizan <~. Las Fundacionesse proponen objetivos permanentes ytienen su propia personalidad jurídica,ligada indisolublemente a sus fines.Pero lo que nos interesa poner derelieve aquí es que las Fundaciones.por decirlo de alguna forma, no estáncodificadas por los principios del mer-cado, sino, como ya hemos dicho, porel impulso social, solidario, altruistaque también habita en la propia socie-dad. Porque, desde nuestro punto devista, sería un error muy grave tratarde identificar a la sociedad por loscomportamientos o las actitudes que

genera el mercado. La sociedad esalgo más que el mercado, aunqueéste sea un elemento importante desu entramado. Es imprescindible rom-per con esta simplista y torpe identifi-cación, si es que aspiramos a proyec-tar el nuevo papel que reclamamospara la sociedad en el campo social. Ypor ello no podemos aceptar las teorí-as neoliberales de corte radical, quepretenden oponer las virtudes tauma-túrgicas del mercado a la rigidezsecante del Estado. Los hombres quecomponen esta sociedad no sólo fun-cionan por intereses egoístas. Entre larealidad y el deseo, entre el impulsogeneroso y altruista y el interés egoís-ta, nos movemos los hombres. Escomprensible que tendamos a simplifi-car en uno o en otro sentido, pero larealidad nos dice otra cosa.

Las Fundaciones, como vemos,no tienen mucho futuro en sistemasautoritarios en los que el Estadoocupa todo el espacio, pero tampocotendrían mucha razón de ser en socie-dades que sólo entendieran las reglasdel mercado. En las circunstanciasactuales, cuando se empiezan a reco-nocer las limitaciones del Estado ensu acción social y la incapacidad,podríamos decir técnica, de la Admi-nistración para actuar con flexibilidady eficacia ante las múltiples exigenciassociales y culturales del mundo actual,las Fundaciones están llamadas ajugar un papel muy significativo enesa sociedad necesaria” emergente ydeseable que estamos contemplando.Pero sería un error pensar que elEstado de Bienestar no ha dejadohuellas indelebles. La “cuestión social”

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de nuestros días no es la de épocaspasadas, han cambiado los problemasy también han evolucionado losmodos de actuación y los enfoquessociales. En alguna ocasión he mante-nido que el Estado de Bienestar hamarcado un hito en la larga historiadel mundo fundacional, y que habríaque hablar de estas instituciones“antes y después del Estado de 6ie-nestar” (12)

Este es el sentido que se puedeatribuir a la evolución de las Fundacio-nes españolas en los últimos años; losobjetivos, los campos de actuación,las preocupaciones del mundo funda-cional se han ido adaptando fielmentea los cambios que se han operado enla propia sociedad española.

En un estudio realizado por elCentro de Fundaciones se observacon claridad este hecho. El trabajo sehace sobre 1.547 Fundaciones y laprimera conclusión que se extrae, porser lo más evidente, es que éstas cre-cen entre los años 1975 y 1991, deuna forma espectacular. Las Funda-ciones se consolidan como una institu-ción abierta a todo tipo de inquietudesy que, además, no pueden considerar-se como patrimonio de ninguna ideapolítica. Siguiendo los datos del estu-dio, se podría establecer una relaciónde proporcionalidad entre Fundacio-nes y Democracia. Porque la explo-sión fundacional en España coincidecon la instauración de un régimendemocrático y ello parece no ser frutode la casualidad. Las Fundacioneshan ampliado notablemente sus objeti-vos. La asistencia social sigue siendoel área que más ocupa. Si sumamos

las Fundaciones de beneficencia a lasde asistencia social se llega a casi el50% del total. Esto es debido al pesode las Fundaciones más antiguas.Porque en los últimos años esa ten-dencia se ha invertido. La asistenciaha dejado de ser, en los últimos quin-ce años, la preocupación prioritaria delas Fundaciones. El desarrollo delEstado de Bienestar tiene mucho quever con este cambio. Si nos centra-mos exclusivamente en el último peri-odo, entre 1975 y 1991, observaremoscon claridad lo que acabamos dedecir: 285 Fundaciones de cultura <el67%); 202 Fundaciones de investiga-ción (el 76%); 192 Fundaciones deeducación (el 47%); 142 Fundacionesde asistencia social (el 30%). Las Fun-daciones han crecido más en aquellasáreas que tienen una estrecha vincu-ación con el cambio social operadoen la sociedad española: Relacionesinternacionales, 37 Fundaciones (el90%); Investigación, 202 (el 76%); cul-tura, 285 <el 67%); Desarrollo comuni-tario, 95 Fundaciones <el 63%).

Como vemos, las Fundacionesespañolas no son cuerpos ajenos a larealidad social. Son institucionesvariadas, flexibles y operativas y cum-plen una importante labor social y cul-tural que, aunque frente a la accióndel Estado pudiera parecer muypequeña, tiene el valor de estar muycerca de las expectativas y demandassociales y de encontrarse, por ello, enlas mejores condiciones para satisfa-cerlas con rapidez y eficacia. El Mece-nazgo, por su parte, ha mostrado enlos últimos años una indudable utilidadpara encauzar con eficacia las iniciati-

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vas empresariales en beneficio de lasociedad.

Por ello, ambas institucionesdeberían ser alentadas por el Estado,si es que de verdad se quiere unasociedad libre y participativa, esa“sociedad necesaria” que tanto invo-camos y que se hace evidente en laacción institucional de las Fundacio-nes y el Mecenazgo.

En este sentido es muy importan-te la nueva ‘Ley de Mecenazgo” parael desarrollo futuro de las Fundacio-nes y del Mecenazgo en nuestro país.Las nuevas disposiciones legales pue-den ser, o bien el estímulo o bien elfreno de unas iniciativas sociales quegozan de general aceptación por suprobada eficacia. Nos encontramos,por todo ello, ante una ocasión impor-tante para demostrar, de forma feha-ciente, si se tiene la voluntad políticade dejar paso, en un terreno limitadopero simbólicamente muy significativo,a la sociedad necesaria. Ojalá que nosea, una vez más, una ocasión perdi-da.

Lógicamente no se agota la acti-vidad social en los campos aquí des-critos. Sin embargo si creemos queson las zonas más sensibles de lasociedad actual. En todo caso lo quepretendíamos era mostrar la línea deevolución de los ámbitos más signifi-cativos de la vida social. Que la‘sociedad necesaria” no es una ima-gen fuera del tiempo y del espacio,sino algo nace de la propia sociedad,que vive conf lictivamente en las ideasy en los debates del mundo actual.

Galbraith (13) ha venido a confir-mar las ideas que aquí se exponen,

que coinciden con su diagnóstico de larealidad social de los países desarro-lIados de nuestro tiempo, y propugnatambién el equilibrio en la colabora-ción entre la Sociedad y el Estadopara salir adelante, en un punto deconvergencia entre el “exceso” deSociedad de la tradición americana, yel “exceso” de Estado de la tradicióneuropea. Pero, sobre todo, lo que meimporta señalar es que junto a laslacras sociales de la sociedad satisfe-cha, que él denuncia con experimen-tada dialéctica profesoral, su descrip-ción de los comportamientos sociales<cuando, hasta cierto punto, es lasociedad americana el modelo másseguido por los paises europeos) notiene nada que ver con la conductasocial, de la que hemos citado algu-nos ejemplos, basada fundamental-mente en el sentimiento y en la prácti-ca de la solidaridad, como imprescin-dible obligación de la sociedad civil, sise quiere reconstruir el maltrecho teji-do social y asegurar su supervivencia.

NOTAS(1) ADAM, G. - REYNAUD, .10. Conflictos de

trabajÉ~ y cambie sociaL Madrid, Ibérico Euro-pea de Ediciones, 1979.

(2) SAENZ DE MIERA, Antonio, La crisis soda!en mayo del 68 en Francia, Madrid, IbéricoEuropea de Ediciones, 1976.

(3> SAENZ DE MIERA, Antonio, Mayo del 88,20años antes, Madrid, Tecnos, 1988. pág. 212,donde cito a Alain TOURAINE, La renova-cid,, política de Francia, en E! País, 24 deabril de 1988.

(4) ROCARD, Michel, A Péprevre des la/ls. Tex-les po//tiques 1975-1979, Paris, Seulí. 1986,págs. 9-lO, citado en mi segundo libro sobremayo del 68. pÁg. 184.

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(5) PEREZ DIAZ. Victor, El retorno de la socie-dad c/v/L Respuestas sociales a la trans/ciónpolítica económica y los cambios ciflturalesde España 1975-1985, Madrid, instituto deEstudios Económicos, 1987, pág 41.

(6) RODRíGUEZ, Federico, Introducción a laPolítica Social, Madrid, Civitas y FundaciónUniversidad-Empresa, 1979.

(7) op. cit., La cris/s social en Mayo68..., págs.52-64.

(8) Nuevas Tecnologías, Madtid, Alianza Edito-rial, 1986, vol, 2, pág. 928.

(9) Ibid., pág. 846.<10) RADA, Juan, La empresa y el cambio tecno-

lógico. Bilbao-Madrid. Fundación BBv.1991.

(11) DEL CAMPO ARBULO. José Antonio, Régi-men jurídico de las Fundaciones: constitu-cional, CMI, Administrativo, Fiscal, Autonó-mico, Local y Canónico. Madrid, Centro deFundaciones, 1988 (4”); SITUACiON,1989/4, (Revista de economía editada por elmv) - Fundaciones-, Presente y futuro de lasFundaciones, (Curso dirigido y coordinadopor Rafael de Lorenzo García y Miguel AngelCabra de Luna), Madrid. Editorial Civitas yFundación ONCE, 1990; Las Fundaciones yla Sociedad civil, (Curso dirigido y coordina-do por Rafael de Lorenzo García y Miguel

Angel Cabra de Luna), Madrid, Editorial Clvi-tas y Fundación ONCE, 1992; Hacia unanueva Ley de Fundaciones, (Seminario cele-brado en la UiMP de Santander), Santander,Ed. Fundación Botín, 1992; PINAR MANAS,José Luis, Régimen jurídico de las Funda-ciones. Jurisprudencia del Tribunal Constitu-cional y del Tribunal Supremo, Madrid, Minis-teno de Asuntos Sociales, 1992; y PIÑARMANAS, José Luis, Propuesta para una futu-ra y posible Ley de Fundaciones, RevistaEspañola de Derecho Administrativo, n” 72,1991, págs. 491-514.

(12) SAENZ DE MIERA, Antonio, Las Fundacio-nes españolas en el contexto social de nues-1ro tiempo, Cuenta y razón n” 24.1986.

(13) GALBRAITH, John Kenneth, La cultura de lasatisfacción. Los impuestos ¿para qué?¿Ouiénes son los beneficiarios?, Barcelona,Ariel, 1992.

Las ideas que expone el autor en este artícu-lo forman parte de una obra más amplia delmismo: “La sociedad necesaria”, Madrid, Ed.Centro de Estudios Ramón Areces, 1992.

AntonioSAENZ DE MIERAPresidente del centrode FundacionesDirector de la Fundación Un&ersidad-C,rpresa

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