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En alguna parte del mundo había una niña como tú, a la que también le pasaban las mismas cosas que a ti. Se llamaba Clementina. Un día, como cualquiera, sus papás la despertaron y le dijeron que por un tiempo no iba a ir a clases y que todos se quedarían en la casa. Clementina estaba confundida. ¿Por qué no iba a ir a clases si era lunes? ¿por cuánto tiempo no iba a ir al colegio? ¿sus compañeras iban a ir? ¡Ella quería ir a clases y ver a sus amigas!

En alguna parte del mundo había una niña como tú, …...En alguna parte del mundo había una niña como tú, a la que también le pasaban las mismas cosas que a ti. Se llamaba Clementina

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Page 1: En alguna parte del mundo había una niña como tú, …...En alguna parte del mundo había una niña como tú, a la que también le pasaban las mismas cosas que a ti. Se llamaba Clementina

En alguna parte del mundo había una niña como tú, a la que también le pasaban las mismas cosas que a ti. Se llamaba Clementina.

Un día, como cualquiera, sus papás la despertaron y le dijeron que por un tiempo no iba a ir a clases y que todos se quedarían en la casa.

Clementina estaba confundida. ¿Por qué no iba a ir a clases si era lunes? ¿por cuánto tiempo no iba a ir al colegio? ¿sus compañeras iban a ir?

¡Ella quería ir a clases y ver a sus amigas!

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Sus papás no sabían todas las respuestas a sus preguntas, pero le

explicaron que había un virus, que es algo muy

chiquitito y que no se ve, que anda viajando por el

mundo y que le gusta ir a visitar a muchas personas.

El problema es que cuando las visita, las personas

se enferman, se resfrían y se sienten mal.

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Sus papás también le contaron que este virus, aunque es chiquitito y no se ve, le podría hacer muy mal a sus abuelos y a otras personas mayores. Por eso, para cuidarse y cuidar a los demás, iban a tener que quedarse en la casa por un tiempo.

Ahora entendía un poco más, pero la verdad es que todo era bastante raro.

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Clementina pensó que esto podía ser muy entretenido. Iba

a poder estar todo el día con sus papás en la casa, ¡y jugar!

Pero al poco tiempo se dio cuenta que nada de esto era

como imaginó. Sus papás estaban muy ocupados. Trabajaban igual que

en la oficina, pero ahora lo hacían desde la casa. Y cuando no estaban

trabajando, tenían que cocinar, limpiar y hacer muchas otras cosas, y no

tenían tiempo para jugar.

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Y a veces, cuando sus padres hablaban con otras personas por computador, ¡no se podía hacer ni un ruido en la casa!

Cada día Clementina amanecía más enojada. Esto NO es lo que se había imaginado, estaba muy aburrida.

Así que fue a conversar con sus papás.

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-Esto es muy injusto, les dijo. No puedo ir a la plaza a jugar con mis amigas, ni al colegio,

ni jugar con ustedes porque están ocupados. ¡Estoy muy enojada, con ustedes y con

todos en realidad!

-¡No quiero seguir en la casa, quiero ir al colegio y hacer las mismas cosas que antes!, exclamó muy enojada.

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Sus papás la abrazaron, lo que le ayudó a tranquilizarse y le recordaron que no estaban en la casa porque querían, sino para cuidarse y cuidar a los demás, y que eso era lo más importante.

Además, por más enojada y aburrida que estuviera, nada iba cambiar. Esto seguiría así por un tiempo, y era mejor buscar el lado positivo a esta situación. Después, iba a poder volver a hacer todas las cosas que le gustaban.

- Pero ¿qué cosa positiva puede tener todo esto? ¡Es muy aburrido!.

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Sus papás le contestaron: - Podemos estar todos juntos en la casa y cuidarnos. Tienes más tiempo libre para hacer cosas que antes no podías. Puedes cocinar, pintar, dibujar, bailar, cantar y ¡muchas cosas más!

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-También tienes tiempo para pensar en todas las cosas nuevas

que te gustaría hacer.

-mmm, pensó Clementina. Quizás mis papás tienen razón, y pueda

aprovechar este tiempo.

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Sus papás también le dijeron que comprendían que estuviera enojada.

Hubiese sido bueno poder jugar todo el día, pero tenían cosas que hacer para que la casa y el trabajo siguieran funcionando lo mejor posible.

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Y es que, aunque ellos también quisieran jugar, no podían hacer

todas las cosas al mismo tiempo. Así como ella, solo tenían dos

brazos y pies.

-Menos mal, pensó Clementina. No le hubiese gustado tener

unos papás con muchos brazos y piernas, ¡parecerían más

monstruos que papás!

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Por: María José Camiruaga I.Psicóloga Infantil · [email protected]

Ilustraciones: @manka_kasha · Diseño: Ximena Sahli

CLEMENTINA Y EL CORONAVIRUS