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Versión castellana de: ENRIQUE IRAZOQUI 1135 Clasií HD 5^H ACA Matriz ISBN Fecha 9 - Feg -¿¿45 DE INVESTIGACIÓN 01igopolJLoJ^ OTE progreso técnico CA PAOLO SYLOS LABINI CBNTRO DE ESTUDIOS INTERDI SCI PLIN ARIOS E, N E P. ACATLAN mmm RMUNMI %mm\ BE mm I». llciifiru y SIP Jen lítíltifw, ido. di Mi!. ediciones oikos-tau APARTADO S347 - BARCELONA VILASSAR D E M A R - BARCELONA - ESPAÑA

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Versión castellana de:

E N R I Q U E I R A Z O Q U I

1135 Clasií H D 5^H

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Matriz

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V I L A S S A R D E M A R - B A R C E L O N A - ESPAÑA

46 O L I G O P O L I O Y PROGRESO T É C N I C O

Andrews t ra ta q —que l lama «costing margin»— de mar-nera insatisfactoria. Sustancialmente no va más allá de la afirmación, ya expresada por H i t c h y H a l l (cfr. antes, § 4 ) , de que el porcentaje está «determinado por la competen­cia» — n o solamente por la competencia de los rivales ya operantes, sino también de los potenciales—. 2 4 (Naturalmen­te la competencia a que alude Andrews es bien d is t inta de la «perfecta» o «pura» de los teóricos del análisis marginal . )

Harrod , por su parte, ha elaborado un esquema teórico en que intenta , ingeniosamente, conciliar (no de la manera genérica y f ormal de H i t c h y H a l l , sino de modo orgánico) la teoría marginalística con los resultados de las indagacio­nes empíricas.- r ' Pero, aunque se tiene que apreciar la ele­gancia de su análisis, no se puede decir que resuelva el pro­blema del n ive l de q y por lo tanto del precio. De manera no diversa de la de H i t c h y de H a l l y de Andrews, formula , pero en r igor no demuestra, que «si (el empresario) aumenta el precio en una medida notablemente superior al coste directo más el coste indirecto, hace vulnerable su mercado». «Es verdad que por un breve período podrá gozar de un bene­ficio más elevado»; pero en el período largo el mercado se verá invadido por nuevos productores y él obtendrá u n pro­vecho menor y no mayor que antes. Esto — a d v i e r t e — equi­vale a decir que «la curva de demanda a largo plazo es menos inclinada, respecto al eje de las abcisas, que la de a corto plazo».

Bain , que ha publicado las contribuciones más signif ica­t ivas sobre el problema del ol igopol io , 2 6 pone justamente de relieve la necesidad de estudiar las condiciones de la entrada de nuevas empresas. Efectivamente, para asumir u n número dado e inalterable de empresas, nos vemos inducidos necesa­riamente a a t r i b u i r un relieve excesivo a la curva de de­manda, o bien a volver a las curvas que representan hipoté­ticas reacciones psicológicas. Para abrirnos camino a una explicación adecuada del precio de equil ibrio , y por lo tanto del n ive l del margen q, tenemos que abandonar esta fórmula. Nuestro análisis, como el de Bain , destacará lo más posible las condiciones de entrada de nuevas, empresas.

24 P. W . S. A N D R E W S , Manufacturing Business cit. , pp. 153 y siguientes. 25 R. F. H A R R O D . Economic Essays cit.. pp. 161 y siguientes. Vs Antes que su obra Barriers to New Competition (recordada en mi prólogo). Joe

S. Bain ha publicado diversos artículos sobre nuestro problema, entre ellos: A Note on Pricing in Monopoly and Oligopoly («American Economic Reviews, marzo de 1949), Conditions of Entry and the Emergence of Monopoly (en Monopoly, Competition, and Their Regulation, a cargo de E. H , C H A M B E R L I N . Macmillan, Londres 1954) y Economies of Scale, Concentration, and the Condition of. Entry in Twenty Manufacturing Industries («American Economic Reviews, marzo de 1954),

C A P Í T U L O SEGUNDO

L A D E T E R M I N A C I O N D E L PRECIO

1. Lineas esenciales de la solución propuesta. — La h i ­pótesis de la curva de demanda en ángulo considera el precio y la producción de cada empresa oligopolística como datos; por consiguiente asume como dada la propia estructura de la industr ia , o sea el reparto de la producción entre las dis­t intas empresas.

¿Pero cómo se llega a ese precio y a esa estructura? Este es el problema que hay que resolver. Éste, en el lenguaje co­múnmente aceptado, es un problema de largo plazo, en el sentido de que, al resolverlo, hay que a d m i t i r no sólo la po­sibi l idad de una variación de las inversiones de empresas ya existentes, sino también la que otras empresas realicen; o sea que hay que a d m i t i r la posibil idad de una variación de la propia estructura de la industr ia . Una vez que se ha resuelto este problema y por tanto una vez que se ha exp l i ­cado cómo se llega a la determinación de q para cada em­presa, q, en el corto plazo, se convierte en un dato que le sirve a cada empresa de guía para modif icar el precio en el caso de que varíe el coste directo.

Estas son las líneas esenciales de la solución que in tenta ­remos elaborar.

Empecemos por el problema de largo plazo, que es el problema fundamental ; ref iramos este problema a una i n ­dustr ia altamente concentrada, con una o pocas grandes em­presas y algunas o muchas medias y pequeñas empresas, o sea a una situación de «oligopolio relativamente concen­trado».

Para s impli f icar consideremos un solo producto y en una primera etapa hagamos completa abstracción de la di feren­ciación de los productos y por tanto de las preferencias de los consumidores por ciertas empresas.

48 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

Debemos d i s t ingu ir entre demanda y elasticidad de la demanda de la industr ia y demanda y elasticidad de la de­manda de cada empresa oligopolistica. 1 (Si se hace abstrac­ción de la diferenciación de los productos, no subsiste una curva de demanda de cada empresa d is t inta de la curva de demanda de la i n d u s t r i a ) . Se puede decir que sólo la deman­da de la industr ia refleja los gastos y por tantos las posibles reacciones de los consumidores. La otra curva de demanda refleja en cambio, mezcladas, las reacciones de los consumi­dores y las de los rivales de la empresa considerada (rivales ya operantes y rivales potenciales). En una curva de deman­da espúrea, una curva «imaginada», como la han llamado Kaldor y Sweezy.

Consideremos la curva de demanda a largo plazo para toda la industr ia . Alguien que se proponga entrar en u n cier­to mercado no sólo debe considerar la extensión absoluta de este mercado en ese momento, sino que debe plantearse t a m ­bién de algún modo, aunque sea inexacto y aproximat ivo , la capacidad que tiene ese mercado de absorber cantidades ad i ­cionales de mercancías (a) a precios menores, si el mercado es estacionario o (b) al mismo precio, si el mercado tiende a expansionarse o (c) a precios menores, si el mercado t i e n ­de a expansionarse pero el que piensa entrar quiere acelerar su r i t m o de expansión. Formalmente, en el caso (a) el pro ­blema está relacionado con la forma de una curva dada de demanda y con los movimientos a lo largo de t a l curva; en el caso (b) el problema está relacionado con los traslados (y eventualmente con los cambios en la forma) de la curva de demanda, en dependencia respecto de los aumentos del bene­ficio de los consumidores; el caso (c) es una combinación de los dos primeros. En el caso (a) el instrumento analítico a usar es el de la elasticidad de la demanda respecto al precio, en el caso (b ) , la elasticidad de la demanda respecto al beneficio. Para s impli f icar limitémonos a considerar el caso (a ) .

E n f i n , debemos tender a indiv idual izar elementos obje­t ivos que, en la realidad, puedan servir de base a la deter­minación del precio. De lo contrario nos arriesgamos a per­manecer en el mundo fantástico de las «curvas de reacción» y de las «variaciones conjeturales» — u n mundo en el que

1 Cfr. E. H . C H A M B E R L I N , The Theory ol Monopolistic Competition. 5.« ed., Harvard University * Press, Cambridge 1947. pp. 90 y sigtlientea; M . A . C O P E L A N D . The Theory of Monopolistic Competition, en cjournal of Political Economy* 1934 n ° 4 p. 531.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 49

todo es posible y nada necesario. Y nos arriesgamos 8 pro ­poner explicaciones que, si bien formalmente válidas, pue­den ser de escasa o de nula u t i l i d a d para el estudioso que se ciña al análisis concreto de industr ias particulares, per­petuando el h iato , siempre gravísimo, entre esquemas teóri­cos del oligopolio y real idad i n d u s t r i a l moderna; explicacio­nes que se mueven en círculos viciosos y que ofrecen sus puntos flacos a la sut i l pul la de R. A . Gordon :

Refugiarse en interpretaciones subjetivas de las funciones del coste y del beneficio no es, desde luego, una solución. L a s teorías fundadas en tales interpretaciones no dicen otra cosa que esto: que los hombres de negocios hacen lo que hacen porque lo h a c e n . 2

Como aparecerá claro, el dato objet ivo fundamental , má­ximamente relevante en el caso del «oligopolio concentrado», es el dato técnico.

Detengámonos a examinarlo .

2. Las discontinuidades determinadas por la tecnolo­gía. — Generalmente, en los análisis teóricos, también en los que se refieren al oligopolio, es introduc ida , de manera explí­cita o implícita, la hipótesis de la sus t i tu ib i l idad cont inua de los factores productivos.

Los propios economistas que f o rmulan esta hipótesis es­tán dispuestos a a d m i t i r que no ref le ja las condiciones rea­les; pero supongamos que los errores que de ella se puedan derivar no per judiquen los resultados del análisis. Ellos, por tanto , usan las curvas de indi ferencia del productor — i s o -cuantas— igual que las curvas de indiferencia del consumi­dor. Ahora se t r a t a de ver si esta hipótesis es admisible a l t r a t a r el problema del ol igopolio.

A propósito de ello recordamos ante todo la advertencia que nos hizo el economista que más ha contr ibuido a d i f u n ­d i r el uso de las curvas de indiferencia, V i l f redo Pareto . 3

L o s problemas que tienen por objeto cantidades que varían en grados infinitesimales son mucho más fáciles de tratar que los problemas en los que las cantidades tienen variaciones finitas. E s útil, por tanto, siempre que sea posible, sustituir éstos por aquéllos...

» Short-Period Price Determination, en ^American Economic Review*. Iunio de 1948 p 287.

3 Manual* dl economla politico, Soc. ed. l ibraria, Mi lan 1906. cap. I l l , § 65, p. 169. La cursiva no esta1 en el tenno.

4

50 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

¿Se puede hacer esto en el caso del oligopolio, y p a r t i c u ­larmente en el caso del oligopolio resultante del proceso de concentración ?

No , considerándolo como u n pr inc ip io no se puede hacer: el aspecto característico del proceso de concentración radica precisamente en esto, en que ello crea discontinuidades de las que no se puede prescindir. Sólo las más grandes empresas pueden aplicar ciertos métodos — n o solamente métodos téc­nicos, sino también métodos organizat ivos—, sólo ellas pue­den gozar de ciertas microeconomías. Y de las empresas menores a las mayores no se pasa gradualmente; hay saltos, que se vuelven mayores a medida que avanza la concen­tración.

Estas discontinuidades tecnológicas aparecen ahora, a los ojos de muchos economistas, t a n importantes que exigen la elaboración de instrumentos analíticos especiales para i n t r o ­ducirlos en la teoría, para explicar sus consecuencias eco­nómicas. La l lamada «programación lineal» constituye u n ejemplo notable de tales desarrollos. La hipótesis de las dis­continuidades en las relaciones entre los factores produc t i ­vos está en la base de recientísimos análisis, que, entre otras cosas in tentan explicar con ellas la existencia de la desocu­pación estructural en las economías atrasadas, 4

Esta hipótesis ha sido en cambio poco desarrollada en relación con la teoría de las formas de mercado y par t i cu lar ­mente del oligopolio. Alusiones se encuentran por todas par­tes; pero el autor sólo sabe de tres estudiosos que le hayan atr ibu ido en sus análisis la importanc ia que t iene : dos eco­nomistas : Bregl ia 5 y Kaldor 6 y u n histor iador de la econo­mía: Levy . 7

E l t i p o de discont inuidad que aquí interesa es inc is iva­mente descrito por Rosenstein Rodan en u n reciente ensayo: 8

Probablemente la hipótesis de coeficientes rígidamente fijos será rea­lista sólo para algunas industrias. L o mismo se puede aplicar a la varia­bilidad continua de los coeficientes, que es casi seguro un caso excepcio-

4 R. S. E C K A U S , The Factor Proportions Problem in Underdeveloped Areas, en «American Economic Reviewa. 1955. n.° 4.

8 Cenni di teoria della politica economica, en «Giornale degli economisti», 1934, reim­preso en Temi di economia e vita sociale, Gluffrè, Milán 1942, pp. 349-52.

6 Market Imperfections and Excess Capacity c lt . . pp. 42-43. 1 Monopoly and Competition c it . . pp. 299-302; The New Industrial System cit.,

pp. 156-58. 8 Rapporti fra fattori produttivi nell'economia Italiana, en «L'industria», 1954. n.° 4.

pp. 463-70.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 5 1

nal. L a hipótesis más adhérente a la realidad para la mayor parte de la industria parece ser la de una limitada y discontinua variabilidad de los coeficientes. Supongamos, por tanto, que para un gran número de indus­trias los factores de la producción puedan ser combinados en tres propor­ciones alternativas, que den lugar a tres puntos distintos en la curva de los isocuantos:

a) alta intensidad de capital empleado (por ejemplo: telar automá­tico), correspondiente a elevadísima productividad del trabajo;

b) intensidad " n o r m a l " en el empleo de capital (por ejemplo: telar corriente); normalmente, a alta productividad de trabajo;

c) bajísima intensidad de capital empleado (por ejemplo: telar a mano), correspondiente a una productividad de trabajo muy baja.

3. Criterios y fórmulas. — Para afrontar el problema del precio de equi l ibr io a largo plazo en condiciones de o l igo­polio adoptaremos u n cr i ter io parecido al del prt'x crié par hasard de Walras y part iremos de una determinada estruc­tura de la industr ia y de u n determinado precio y nos pre ­guntaremos si esta estructura y este precio están en e q u i l i ­br io , o sea si pueden permanecer inmutables . E n caso de que no, trataremos de ver cuáles son la estructura y el precio de equi l ibr io .

Por «estructura» de la indus t r ia entendemos:

1) la extensión absoluta del mercado, o sea el vo lumen de las ventas a u n cierto precio;

2) la capacidad de absorción del mercado, o sea la elas­ticidad de la demanda respecto a las variaciones de precio;

3) la distribución del volumen de las ventas entre em­presas de diversos tipos.

Respectó al pr imer punto , se verá que la extensión abso­luta del mercado condiciona la estructura de la industr ia , en la posición de equ i l ibr io : este aspecto ha sido erróneamente ignorado en los análisis teóricos del oligopolio.

Respecto al segundo punto , usaremos una noción p a r t i c u ­lar de elasticidad, que l lamamos «elasticidad empírica» 9 y que, a diferencia de la elasticidad in f in i t e s ima l pero análoga­mente a la elasticidad f i n i t a , permite variaciones incluso grandes del precio y de la cantidad. La consideración de tales variaciones, como se desprenderá del esquema que i n t e n t a ­remos elaborar, hace necesaria la hipótesis de las discon­tinuidades determinadas por la tecnología.

• Esta expresión me ha sido sugerida por el profesor Siro Lombardini .

5 2 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

L a fórmula, bien conocida, de la elasticidad i n f i n i t e s i ­mal es:

P

x 7] =

dp

dx

Son concebibles varias nociones de elasticidad f i n i t a . Una de ellas nos es dada por la relación entre los tantos por cien­to de variación de la cantidad y del precio. Otra es la de la elasticidad de arco. 1 0 Las fórmulas de la elasticidad f i n i t a t i e ­nen la ventaja de acercarse más a la realidad, en cuanto que consideran precisamente variaciones f in i tas . S in embargo presentan para nosotros el inconveniente de considerar sólo las variaciones relativas del precio y de la cantidad, dejando de lado la m a g n i t u d y las variaciones del ingreso t o t a l . Ahora bien, la confrontación en que el hombre de negocios está i n ­mediatamente interesado cuando se quiere plantear las posi­bles o probables consecuencias de una variación (no i n f i n i t e ­s imal) del precio, o de la cantidad, es la confrontación entre dos beneficios totales, correspondientes a las dos dist intas parejas de precios y de cantidades. La manera más sencilla de expresar esta confrontación es precisamente la de consi­derar la relación entre los dos beneficios totales. ¿Cuál será el numerador y cuál el denominador de esta relación?

Se sabe que en el caso de elasticidad i n f i n i t e s i m a l igual a uno el beneficio t o t a l no varía al var iar el precio (o la can­t idad ) ; en el caso de elasticidad in f in i t e s ima l menor que uno, el beneficio to ta l aumenta si el precio aumenta, disminuye si el precio d isminuye; lo contrario ocurre en el caso de elas­t i c idad in f in i t es imal mayor que uno. Para obtener resultados análogos debemos considerar al numerador de nuestra rela­ción el producto t o t a l derivado del producto de precio me­nor ( p j y cantidad mayor ( x 2 ) , y al denominador el bene­ficio derivado del producto de precio mayor (p 2 ) y cantidad menor ( x , ) . Llamemos c a la «elasticidad empírica» de la demanda:

P i tfj e = .

p 2 x t

10 Cfr . R. G . D . A L L E N . The Concepts Arc Elasticity of Demand, en «Review of Economic Studies*, iunio de 1934, pp. 226-29.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 53

Aquí nos referiremos a esta noción de elasticidad, la cual —que quede bien c laro— es radicalmente d i s t in ta de la no ­ción tradic ional . La única característica común estriba en la dirección de las variaciones del beneficio, según que la e last i ­cidad sea igual a la unidad o bien menor o mayor que la unidad .

Respecto al tercer punto (existencia de empresas de d i ­versos t ipos ) , adoptemos la hipótesis de Rosenstein Rodan y supongamos que cada grupo de empresas use u n solo mé­todo organizativo y combine los factores productivos de una sola manera.

Puesto que consideramos el problema bajo el aspecto del largo plazo, admitamos que. pueden surgir nuevas empresas y que las existentes puedan ampliarse; pero, para no com­plicar demasiado el esquema, supongamos que cada empre­sa se expansione creando nuevas instalaciones exactamente iguales a las que están ya funcionando. 1 1 O sea que cada g r u ­po de empresas representa una sola tecnología. A cada tec­nología le corresponde una instalación de una determinada a m p l i t u d , con la que se puede producir una cantidad no su­perior a u n cierto límite; la cantidad producida puede var ia r , pero no más allá del límite señalado precisamente por la tecnología.

Habiendo adoptado la hipótesis de que existe u n número determinado de tecnologías, excluyamos la hipótesis de i n n o ­vaciones; si una empresa nueva quiere entrar debe adoptar una de las tecnologías ya aplicadas, que permitirá producir una cantidad no superior a u n cierto límite máximo. Hasta ese límite el coste directo es considerado constante, o sea igual al coste marg ina l , y el coste t o t a l medio decreciente.

Se supone que cuanto mayor es la máxima cantidad pro -ducible de cada empresa, tanto mayores el coste f i j o , t o t a l y u n i t a r i o , y tanto menor es el coste directo u n i t a r i o . Las em­presas mayores son también las más eficientes, en el sentido de que producen a u n coste u n i t a r i o t o t a l menor; el mayor coste f i j o u n i t a r i o es más que compensado por u n menor coste d irecto . 1 2 Nos referimos pues a una situación de ol igo-polio concentrado y, precisamente, al caso del oligopolio con

t i O sea que se supone operante a la llamada «ley de armonía». E. S C H N E I D E R . Theorie der Produktion, 1934. traducción italiana e introducción de F. di Fcnizio. Casa ed. Ambrosiana, Milán 1942, cap. I I ( 8.

t * La fórmula de un número finito de tecnologías —cada una de las cuales es adop­tada por un determinado grupo de empresas— excluye, en rigor, la posibilidad de trazar una curva de oferta de largo periodo: en, lugar de una curva tal tenemos una sene finita de puntos que corresponden a los mínimos costes totales para cada tipo de tecnología.

54 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

concentración relativa; el caso del oligopolio con concentra­ción absoluta es más simple y puede ser analizado según las mismas líneas del caso más complejo.

Empresas de diversas dimensiones tendrán diverso poder para i n f l u i r en los precios. Se puede suponer que sólo las grandes empresas puedan f i j a r el precio y que las otras se l i m i t e n a ajustar sus ofertas de manera que el precio se m a n ­tenga estable. Es éste el caso al que nos referimos general­mente cuando Hablamos de «price leadership». 1 3 Pero parece más realista suponer que las empresas menores, aun no p u -diendo f i j a r directamente el precio, pueden i n f l u i r en él de manera indirecta , variando sus cantidades. Si se t r a t a de empresas m u y pequeñas, n inguna de ellas podrá hacer que el precio varíe en una medida sensible, como en el caso de la competencia; pero, si su número varía el precio cambiará sensiblemente, a pesar de lo exiguo del producto ofrecido por cada una de las pequeñas empresas.

Supongamos, pues, que sólo las empresas mayores pue­dan f i j a r directamente el precio; sobre éste las otras empre­sas sólo pueden i n f l u i r por medio de variaciones en la can­t i d a d que producen. Lo que significa que si el precio f i jado por las grandes empresas no es u n precio de equi l ibr io no dura , precisamente debido a la acción de las pequeñas em­presas; ese precio sólo dura si es u n precio de equi l ibr io . Pero, t a l como aparecerá claro en el siguiente análisis, el poder que t ienen las grandes empresas para regular directa­mente el precio tiene sin embargo efectos notables; si es usado in f luye en las propias características del equi l ibr io que se forma en el mercado oligopolístico.

Supongamos f inalmente que nuevas empresas puedan ser inducidas a entrar ( y las que ya funcionan a quedarse) sólo si a largo plazo calculan obtener y poco a poco obtengan u n beneficio por lo menos igual a u n cierto mínimo.

4. Tasa de beneficio, precio de exclusión, precio de eli­minación. — Consideremos la tasa del beneficio respecto al coste

px — k — vx [ 1 ] « =

k + vx

13 CIr . C. B R E S C I A N 1 - T U R R O N I . Cono di economia política, eh. , voi . I I , parle V . cap. I I .

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 55

Dado una tasa de beneficio mínimo, sm, y conociendo el coste f i j o , el coste directo y la cantidad producida por una empresa determinada, el precio correspondiente, para aquella empresa, a aquél la tasa mínima de beneficio será:.

Pni x = sm k + s m vx -f- vx + k o sea

k [ 2 ] p m = (— + v) (1 + S m ) .

x Si la empresa o las empresas que están en condiciones de

f i j a r el precio pretenden impedir la entrada de nuevas em­presas de un determinado tipo deben montener el precio a un nivel inferior al que les asegura a esas empresas la tasa de beneficio mínimo: el «precio de exclusión» pc es menor que p m .

Si las empresas que están en condiciones de f i j a r el pre­cio pretenden eliminar a empresas que ya funcionan, deben fijar el precio a un nivel inferior al coste directo de las em­presas a las que pretenden e l iminar . Una empresa puede so­brev iv i r durante u n período no breve —digamos durante u n período med io— si el precio desciende a u n n ive l que no con­sienta la recuperación de los costes f i jos ; pero no puede se­guir en la brecha más que durante u n período re lat ivamente breve si el precio desciende por debajo del coste directo, que exige desembolsos monetarios a intervalos precisamente bre­ves. E l «precio de eliminación» a corto plazo es por tanto in fer ior al coste directo de esas empresas (p e < v). A largo plazo, u n precio menor que p m , para cada categoría de em­presas, determinará el gradual abandono del mercado por parte de estas empresas. E l precio de eliminación a largo plazo coincide con el precio de exclusión.

Veremos, por tanto , en qué condiciones les conviene a las empresas dominantes (price leaders) aceptar la coexistencia y en qué otras condiciones les conviene hacer la guerra a las otras empresas con el f i n de e l iminarlas . S in embargo, para evitar complicaciones innecesarias, supondremos que en el segundo caso las empresas dominantes t ienen más en cuenta el precio de eliminación a corto plazo que el de largo plazo (al que sólo usarán como «precio de exclusión») . Sólo cuan­do examinemos las consecuencias de las variaciones de cantidad, que in f luyen en el precio de manera indirecta , con­sideraremos la posibi l idad de que en el período largo sean e l i ­minadas ciertas empresas cuando el precio descienda por de­bajo del n ive l p m .

5 6 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

5. Equilibrio a largo plazo en el oligopolio concentra­do. — Ahora tenemos los elementos esenciales para i n d i v i ­dualizar el equi l ibr io a largo plazo en condiciones de o l i ­gopolio caracterizado por una elevada concentración de las empresas.

E l problema se presenta part icularmente complejo, no sólo a causa del gran número de hipótesis y de fórmulas i n ­troducidas, sino también porque se debe tener en cuenta reacciones alternativas de adaptación. Por tanto , u n t r a t a ­miento del problema mediante símbolos sería como mínimo difícil (por lo menos para el autor ) y quizá no valdría la pena el esfuerzo. Una elaboración numérica, según la opinión del autor, no sacrifica en absoluto el r igor y puede presentar las ventajas de la sencillez y la c laridad.

Sea la estructura criée par hasard de la industr ia la s i ­guiente :

Producción de Producción Empresas cada empresa del grupo

A) 20 pequeñas 100 2000 B) 2 medias 1000 2000 C ) 1 grande 8000 8000

12000 ("extensión

del mercado")

Sea el precio in i c ia l equivalente a 20 y la elasticidad de la demanda equivalente a la unidad (el valor de las ven­tas no varía al var iar el prec io ) . Las tecnologías existentes — y por tanto los tipos de empresas— serán tres, con crecien­te «intensidad» de capital f i j o ; los costes relativos, depen­dientes de las tecnologías, y los beneficios relativos (por unidad producida y en porcentaje respecto al coste to ta l ) serán los resultantes del cuadro siguiente. La cantidad máxi­ma producible por cada t ipo de empresa será la resultante de la pr imera columna. Observemos que, mientras hay una can­t idad máxima, no hay, desde el punto de vista tecnológico, una cantidad mínima: la cantidad efectivamente producida es determinada por la conveniencia del empresario, o sea por el importe del beneficio; y la cantidad efectiva puede ser establemente in fer ior a la máxima, o sea la existencia de capacidad inut i l i zada es compatible con una situación de equi­l ib r i o . E l hecho estriba en que cuanto más lejos de la cantidad

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58 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

máxima está el empresario, o sea cuanto menor es el grado de rendimiento de las instalaciones, tanto mayor es el coste f i j o

fc fc u n i t a r i o , — : la disminución de x provoca el aumento de —

x x y la disminución del beneficio u n i t a r i o ; pero el empresario puede considerar conveniente producir una cantidad menor que la máxima si, teniendo en cuenta el precio y el número de las unidades que puede vender, obtiene en una t a l s i tua­ción u n beneficio t o t a l mayor que el que obtendría produ­ciendo y vendiendo la cantidad máxima. E n este sentido, una producción efectiva menor que la máxima puede ser una producción de equi l ibr io . (Lo que significa que es posible, pero no necesario, que haya «capacidad inutilizada»).

L a tasa de beneficio mínimo será equivalente al 5 por ciento. 1 4

No hay obstáculos para la entrada de nuevas empresas aparte de los implícitos en las hipótesis y fórmulas estable­cidas.

Ahora debemos preguntarnos si la situación planteada es una situación de equi l ibr io , y, en caso de respuesta nega­t i v a , debemos t r a t a r de indiv idual izar una t a l situación.

— Los precios correspondientes a la tasa de beneficio mí­nima, en la hipótesis de que este beneficio sea equivalente al 5 por ciento, son los siguientes (los cálculos han sido realiza­dos basándose en la fórmula [ 2 ] indicada en el preceden­te § 4) :

Pm A) e. pequeñas 19,4 B) e. medias 18,9 C ) e. grandes 17,8

— E l precio «de exclusión-» (p c ) re lat ivo a cada empresa es el inmediatamente in fer ior a cada uno de los niveles i n ­dicados en el cuadro anterior .

i * Conviene observar que la noción de tasa mínima del beneficio es útil para com­prender la debatida cuestión de la maximización del beneficio. Varios economistas (entre ellos Hall y Hitch) han negado que las empresas tiendan a que el beneficio sea'máximo, en el sentido indicado por el análisis marginal; según ellos prevalecen otras consideraciones. Si se piensa, sin embargo, se ve que estas otras consideraciones consistirían en que las empresas no tienden a que el beneficio sea máximo a corto plazo, sino a largo plazo. Volveremos sobre este asunto. Anotemos de momento que no parece que haya sido puesto en evidencia un l imite ; importante y bien definido; a la maximización del beneficio; a cono o largo plazo el limite es proporcionado precisamente por la tasa mínima del beneficio. Para aclarar esto supóngase que una empresa adquiera todos los factores productivos con fondos procedentes de un préstamo y que deba pagar un interés equivalente al 5 por ciento; y supóngase que a esta empresa se le presente la posibilidad de realizar o una inversión adicional de 100, que pueda dar un beneficio de 6. o bien una inversión adicional de 200. que pueda dar un beneficio de 8. El importe absoluto del beneficio es mayor en este segundo caso pero la tasa del beneficio es aquí del 4 por ciento, mientras que en el primer caso es del 6 por ciento. El nivel del interés (5 por ciento) le Impone a la empresa realizar sólo inversiones que puedan dar por lo menos el 5 por ciento; por tanto no realizará la segunda inversión.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 59

— E l precio «de eliminación» (p c ) es el inmediatamente in fer ior a l coste directo de cada empresa.

— Las ventas totales según distintos precios, en la hipó­tesis de una elasticidad «empírica» de la demanda igua l a uno, son las siguientes:

Precio X unidades vendidas = valor de las ventas.

12,0 20.000 13,3 18.000 18,8 12.770 lAcnnr, 19,2 12.500 19,5 12.300 20,0 12.000

I . Consideremos en pr i mer lugar las variaciones de can­tidad.

1) U n a nueva gran empresa no puede entrar: el v o l u ­men global de las ventas ascendería a 20.000 unidades y el precio bajaría a 12,0 que no sólo es in fer ior a l precio que puede asegurar el beneficio mínimo (17,8) sino que incluso es in fer ior a l propio coste directo (14) de este t ipo de em­presas.

2) N i siquiera una nueva empresa media puede e n t r a r : las ventas ascenderían a 13.000 unidades, el precio bajaría a 18,4, que es in fer ior a p m para este t i p o de empresas (18,9) .

3) E n cambio pueden entrar otras empresas pequeñas, hasta tres. Con la entrada de tres empresas de este t ipo las ventas ascienden a 12.300 y el precio baja a 19,5, que es su­perior a l precio correspondiente al mínimo beneficio (19,4) .

Dadas estas premisas, no es admisible una restricción de la producción respecto al vo lumen i n i c i a l para obtener u n aumento del precio. E n este caso podrían entrar no sólo nue­vas empresas pequeñas, sino también nuevas empresas me­dias e incluso grandes.

Por tanto , el precio 20 no es u n precio de equi l ibr io . Provisionalmente podemos considerar 19,5 como precio de equi l ibr io .

LT. Consideremos ahora la variación de precios. Según una de las fórmulas, estas variaciones sólo pueden ser rea­lizadas por la gran empresa.

60 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

Aumentos de precio, respecto al n ive l in i c ia l de 20, no son convenientes. 1 5 La gran empresa debería res t r ing i r la pro­ducción y haciendo eso animaría a otras empresas a entrar ; su acción no sólo sería inútil sino per judic ia l . (La decisión de realizar u n t a l aumento sólo sería conveniente si existie­sen obstáculos d ist intos de los implícitos en las hipótesis aquí planteadas; por ejemplo, obstáculos debidos a leyes, que además prohibiesen a otras empresas, pequeñas y grandes, la entrada en ese mercado) .

Estamos obligados por tanto a considerar la conveniencia, para la empresa mayor, de adoptar una política de precios agresiva, para e l iminar a) a las empresas pequeñas o bien b) a las empresas medias y pequeñas, y expansionarse en el «espacio económico» dejado l ibre por ellas creando una nue­va instalación igual en todo a lo que ya está en funciona­miento .

1) Para e l iminar a las empresas pequeñas, la gran em­presa debe f i j a r el precio a u n n ive l in fer ior al coste directo de esas empresas: 17,4. Este precio comporta inmediata­mente u n menor beneficio para la gran empresa, o sea un «lucro cesante», que constituye el «coste de la lucha» y es tanto mayor cuanto más se prorroga el período en el que el precio debe ser mantenido al n ive l 17,4

Pero el espacio económico que deja l ibre la eliminación de las empresas pequeñas equivale a 2.000 unidades; es de­masiado reducido. Con una nueva gran instalación la pro ­ducción aumentaría a 18.000 unidades y el precio bajaría a 13,3, n ive l in fer ior tanto a p m como a v de la gran empresa. La política agresiva hacia las empresas pequeñas no es ven­tajosa.

2) Si la gran empresa quiere e l iminar a todas las otras empresas, pequeñas y medias, debe mantener el precio, d u ­rante u n cierto t iempo, al n ive l de 15,9, in fer ior a l coste directo de las empresas medias y, a fortiori, al de las empre­sas pequeñas; por tanto puede elevar el precio al n ive l 18,8, n ive l de exclusión para las empresas medias y, a fortiori, para las pequeñas.

E n este caso el «coste de la lucha» es mucho mayor que en el caso precedente. No se trata sólo de un lucro cesante,

»5 Se ha realizado la hipótesis de que la elasticidad de la demanda sea igual a uno pero a la gran empresa no le convendría elevar el precio ni siquiera si la demanda fuese muy rígida.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 6 1

sino de u n perjuic io emergente, porque ei n ive l de 15,9, aun siendo superior al coste directo de la gran empresa, es in fe ­r i o r a su coste u n i t a r i o t o t a l .

La desaparición de las empresas pequeñas y medias deja u n «hueco» de 4.000 unidades,

¿Le puede convenir a la gran empresa crear una nueva gran instalación, idéntica en todo a la que está ya funcio­nando?

Veamos. A l precio de 18,8 pueden venderse 12.770 unidades de

mercancía. Si la empresa operase con dos instalaciones t e n ­dría que producir una cantidad in fer ior a la correspondiente a la capacidad máxima; podría producir 6.385 unidades, en vez de 8.000, con cada instalación. Pero a este n ive l de pro ­ducción el coste f i j o por unidad aumenta : de 3 pasa a 3,75. E l beneficio u n i t a r i o pasa de 2,5 (19,5-17) a 1,04 (18,8-17,6); el beneficio t o t a l de cada instalación es equivalente a 6.640 (1,04 X 6.385) y el beneficio t o t a l de las dos instalaciones se eleva por tanto a 13.280. Pero este nuevo beneficio t o t a l es in fer ior al beneficio obtenido precedentemente con una sola instalación al precio de 19,5 (20.000).

Tampoco una política agresiva erga omnes le conviene por tanto a la gran empresa.

Hasta ahora, pues, hemos encontrado un solo precio de equi l ibr io , 19,5, para el cual la estructura de la industr ia es la siguiente:

Empresas Producción

23 pequeñas 2.300 2 medias 2.000 1 grande 8.000

12.300

Este resultado depende naturalmente de la estructura in ic ia l y de las dist intas hipótesis, entre las que f igura una cierta extensión absoluta del mercado. Esta extensión abso­luta del mercado, a la que generalmente se le presta escasa atención, es uno de los elementos que determinan el equi l ibr io f ina l .

Para aclarar esta afirmación consideremos una situación en la que valgan todas las supuestas y las hipótesis plantea-

G2 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

das antes, excepto una; sea la extensión in i c ia l del mercado equivalente al doble de la del caso precedente. Por tanto la estructura de la industr ia será inicialmente la siguiente:

Empresas Producción 40 pequeñas 4.000

4 medias 4.000 2 grandes 16.000

24.000

El precio al que se vende esta cantidad es, como en el caso precedente, 20. Supuesta igual a uno la elasticidad de la demanda, se tienen las siguientes parejas precio-cantidad:

18,8 X 25.530 ) 19.2 X 25.000 ( 19.3 X 24.000 > = 480.000 19.4 X 24.700 1 20 X 24.000 ;

I ' . Variaciones de cantidad.

1) Una nueva gran empresa no puede entrar porque el precio bajaría por debajo del precio de exclusión re lat ivo a las grandes empresas (17,7) .

2) Una nueva empresa media en este caso puede entrar: el volumen de las ventas asciende a 25.000 unidades y el pre­cio baja a 19,2, que es superior al precio de exclusión relat ivo a las empresas medias (18,8) . El precio de 19,2, sin embargo, es in fer ior al 'precio de exclusión re lat ivo a las empresas pe­queñas (19,3). Por tanto , no sólo no pueden entrar nuevas empresas pequeñas, sino que a largo plazo las existentes abandonarán gradualmente el mercado. El «espacio» deja­do l ibre paulatinamente por las pequeñas empresas puede ser ocupado por nuevas empresas medias y precisamente por otras cuatro empresas de esta categoría. La nueva estructu­ra de la industr ia es la siguiente:

Empresas Producción 0 pequeñas —

4 + 1 + 4 = 9 medias 9.000 2 grandes 16.000

25.000

E l precio puede permanecer al nivel 19,2; es u n precio de equi l ibr io .

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 63

3) Con el precio in i c ia l de 20, a l que le corresponde u n volumen de ventas equivalente a 24.000, pueden entrar nue­vas empresas pequeñas y precisamente siete nuevas empresas pequeñas. E l vo lumen de las ventas asciende a 24.700 y el precio baja en forma estable a 19,4. Otras empresas peque­ñas no pueden entrar , en cuyo caso el precio desciende por debajo del n ive l de exclusión re lat ivo a estas empresas. ¿Podría entrar en este momento una nueva empresa media? N o : la producción ascendería a 25.700 y el precio bajaría a 18,7, es in fer ior al n ive l de exclusión re lat ivo a las empre­sas medias.

Por tanto , si las empresas pequeñas son las primeras en entrar, la producción y el precio de equi l ibr io son, respectiva­mente, 24.700 y 19,4. La estructura de la indus t r ia es la s i ­guiente :

Empresas Producción

47 pequeñas 4.700 4 medias 4.000 2 grandes 16.000

24.700

I I ' . Variaciones de precio.

1 ) Los aumentos de precio realizados por las grandes empresas se descartan también en este caso, como en el caso I I .

Las disminuciones de precio pueden realizarse por las grandes empresas para e l iminar a las otras empresas. Se debe suponer que las dos empresas actúan de común acuer­do para alcanzar este objet ivo .

2 ) Si las grandes empresas pretenden e l iminar a las pequeñas deben mantener el precio en una pr imera etapa al n ive l de 17,4 y después, permanentemente, al n ive l de 19,3. A este precio pueden ser vendidas 24.800 unidades de mer­cancía, de las cuales 4.000 son suministradas por las cuatro empresas medias, que aún siguen en el mercado; las otras 4.800 unidades pueden ser suministradas por una nueva gran instalación, construida con este f i n por las dos grandes em­presas. Pero la capacidad de cada una de estas empresas es de 8.000 unidades. Las dos empresas, que disponen ahora de tres grandes instalaciones, pueden repartirse en partes igua-

64 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

les la c a n t i d a d vendible sin aprovechar plenamente la capa­cidad product iva de las factorías: 16.000 + 4.800 = 20.800 : 3 = 6.934. Produciendo esta cantidad y vendiendo al precio de 19,3 cada una de las tres instalaciones obtiene u n bene­ficio de 12.825; en conjunto , las dos grandes empresas obtie­nen u n beneficio de 12.825 X 3 = 38.475. Este beneficio es a l g o superior tanto al beneficio global obtenido por las dos empresas trabajando sólo con dos instalaciones en la s i tua­ción de equi l ibr io F l al precio de 19,2 (17.600 X 2 = 35.200) , como al beneficio global obtenido por ellas en la situación de equi l ibr io F 2 al precio de 19,4 (19.200 X 2 = 38.400). Pero la diferencia es poca relat ivamente y, con toda probabi l idad, no compensa el «coste de la lucha» (lucro cesante en el pe­ríodo en que las dos grandes empresas deben mantener los precios al n ive l 17 ,4 ) .

Es por tanto m u y improbable que a las grandes empresas se les plantee la conveniencia de l levar a cabo una política agresiva para con las pequeñas empresas.

3) Para e l iminar a todas las otras empresas, pequeñas y medias, el precio debe ser mantenido, durante u n cierto t iempo, al n ive l de 15,9 ( infer ior al coste directo de las em­presas medias) . A continuación puede ser elevado al n ive l de 18,8 «(nivel de exclusión respecto a las medias y — a for­tiori— respecto a las pequeñas empresas). A este n ive l el mercado absorbe 25.530 unidades. Hay espacio suficiente para tres grandes instalaciones (una de las cuales sería po­seída conjuntamente por las dos empresas, como en el caso precedente). Me jor dicho, tres grandes instalaciones pueden producir 24.000 unidades; a esta cantidad le corresponde u n precio de 20; y u n t a l precio permite el reingreso de empre­s a s medias o pequeñas.

a) Sólo puede volver a entrar una empresa media. La cantidad asciende a 25.000 y el precio baja al n ive l de 19,2, en el que puede seguir. Este precio de equi l ibr io es igual al precio de equi l ibr io del precedente caso F l ; pero la estruc­t u r a de la indus t r ia es d i s t i n t a :

Empresas Producción

0 pequeñas — 1 media 1.000 2 grandes (tres instalaciones) 24.000

25.000

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 65

b) Al ternat ivamente pueden entrar 7 empresas peque­ñas; la producción asciende a 24.700; y el precio baja a 19,4, donde puede quedarse. Este es el mismo precio de equi l ibr io del caso F 2 ; pero de nuevo la estructura de la industr ia es d i s t i n t a :

Empresas Producción

7 pequeñas 700 0 medias — 2 grandes (tres instalaciones) 24.000

24.700

Sin embargo tenemos que ver aún si en una de las dos nuevas alternativas situaciones de equi l ibr io que pueden ser alcanzadas después de la lucha, las grandes empresas se be­nefician más o menos, respecto a una de las dos situaciones de equi l ibr io ( F l y F 2 ) , que pueden ser alcanzadas s in lucha y por tanto sin sostener el coste re la t ivo .

En la situación F l (precio 19,2) cada una de las grandes empresas tiene u n beneficio de 17.600; en conjunto las dos empresas obtienen u n beneficio de 35.200.

E n la situación F 2 (precio 19,4) cada una de las grandes empresas obtiene u n beneficio de 19.200; en conjunto las dos empresas obtienen u n beneficio de 38.400.

En cada una de las dos alternativas posiciones de equi ­l ibr i o , alcanzables mediante la lucha, el beneficio global de las grandes empresas, que disponen de tres en vez de dos instalaciones (y que, según la hipótesis, operan de común acuerdo), es el t r i p l e y no el doble del beneficio obtenido por cada una de las grandes empresas, o sea:

IF3-a (precio 19 ,2 ) : 17.600 X 3 = 52.800. IF3 -5 (precio 19 ,4 ) : 19.200 x 3 = 57.600.

E l beneficio global obtenible sosteniendo la lucha es por tanto netamente mayor que el obtenible sin la lucha. Ésta será llevada a cabo si el coste de la lucha (dependiente, como se ha dicho, del período durante el cual las grandes empre­sas deben mantener el precio por debajo del n ive l «de e l i ­minación») aparece menor que el valor capital de los bene­ficios esperados. Es probable que esto ocurra, y sea como fuere es mucho más probable que en el caso LT-1.

5

66 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

Por tanto , en igualdad de todas las condiciones, una ma­yor extensión absoluta del mercado conduce a diferentes situaciones de equi l ibr io y hace más probable la aplicación de una política agresiva por parte de las grandes empresas, de una política encaminada a la eliminación de las empre­sas pequeñas y medias., Por consiguiente, cuanto mayor es la extensión del mercado, mayor tiende a ser la dimensión media de las empresas y menor tiende a ser el precio de equi l ibr io .

6. Observaciones sobre el precedente esquema analítico. Hemos visto que los precios de equi l ibr io son múltiples: son precios de equi l ibr io en el sentido de que, una vez que se ha establecido uno de estos precios, n inguno de los oligopolistas está interesado en in t roduc i r cambios. S in embargo, esto no signif ica que el problema del oligopolio sea indeterminado, en el sentido que se da generalmente a esta expresión. Sig­n i f i ca que son admisibles diversas situaciones de equi l ibr io , perfectamente determinadas, según las particulares hipóte­sis adoptadas. Se puede decir que el problema es p lur ideter -minado; pero esta especificación no debe ser entendida en sentido instantáneo (o estático). Como se ha advertido en el curso de la argumentación, el precio depende de la fórmu­la referente a la i n i c i a t i v a de las variaciones; si la in i c ia t iva parte de ciertas empresas el precio alcanza el equi l ibr io a u n cierto n ive l ; si parte de otras empresas lo alcanza a otro n ive l ; y las variaciones, una vez han tenido lugar, son irre­versibles, en cuanto que consisten esencialmente en var ia ­ciones de las instalaciones. Una vez que ha tenido lugar una variación no es posible volver atrás por el mismo camino. Una vez que ha sido alcanzada una cierta situación de equi­l i b r i o , las otras situaciones de equi l ibr io son inalcanzables.

E n estos aspectos, el esquema aquí trazado tiene por tanto en cuenta, de manera formal o abstracta, la «historia prece­dente».

Aunque no haya una sola situación de equi l ibr io es po­sible indicar la tendencia general del precio: tiende a jijarse a un nivel inmediatamente superior al precio «de exclusión» de las empresas relativamente menos eficientes, que a las em­presas mayores y más eficientes les conviene que vivan.

Los elementos que determinan el precio son:

a ) la extensión absoluta del mercado b) la elasticidad de la demanda c) las diversas tecnologías

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 67

d) los precios de los factores variables y de las má­quinas, que intervienen, j u n t o con las tecnologías, en la determinación del coste medio t o t a l de las empresas.

7. Oligopolio y competencia. — Hemos tenido ocasión de observar (pág. 60) que a las empresas mayores no les con­viene elevar el precio ni siquiera si la demanda es rígida: esto induciría a las nuevas empresas a entrar , o a las empre­sas existentes a crear nuevas instalaciones. 1 8 E n otras pala­bras, la demanda puede ser rígida incluso para precios inme­diatamente superiores al de equilibrio. Esto no es admisible en el caso del monopolio p u r o . 1 7 E l hecho es que en el ol igo­polio la preocupación de las empresas mayares, que contro­lan el precio, consiste en la exclusión de nuevas empresas; en este sentido tiene toda la razón Andrews, quien insiste mucho en la idea de que los hombres de negocios, aun estando generalmente en condiciones de f i j a r el precio — l o que no podrían hacer en una situación de competencia—, t ienen una zona de decisión m u y reducida, precisamente porque temen la expansión de otras empresas que operan en el m i s ­mo sector, o la invasión de empresas nuevas o, lo que es más, de empresas que operan en otros sectores de la producción; o sea que son las reacciones de los rivales, efectivos o poten­ciales, mucho más que las de los consumidores, las que i n f l u ­yen en la conducta de los hombres de negocios.

¿Entonces —debemos preguntarnos— en qué di f iere de la competencia la situación oligopolística que hemos exami ­nado? ¿En qué consiste el poder de mercado de las grandes empresas oligopolísticas? ¿Cuáles son las consecuencias de este poder de mercado?

Veremos que una respuesta verdaderamente satisfactoria no puede sev dado, en velación con la situación de eQuilibvio

W Si las empresas que pueden modificar el precio no lo elevan, aun siendo la elasti­cidad de la demanda menor que uno, no maximUan el beneficio en el sentido indicado por

p el análisis marginal. Este tipo de análisis nos da la fórmula p m m, en la cual es fácil

77 ver que. suponiendo 17 ^ I . e l equilibrio es imposible. Sin embargo, esto significa sim­plemente que una tal fórmula, elaborada para el caso del monopolio puro, es inaplicable al caso del oligopolio.

17 En la práctica el caso de una demanda rígida para precios superiores a l de equi­librio es, con toda probabilidad, muy frecuente. A este respecto es interesante l a observa­ción de Marshall. según el cual con el tiempo las demandas tienden a volverse rígidas. de manera irreversible, respecto a los aumentos de precio: Principios, apéndice H . (El fenómeno a que alude Marshall no es sino el aspecto «micro-económico» puesto en evidencia por Modigliani, en relación con la propensión al consumo de una comunidad, en su bien conocida función del consumo: F. M O D I G L I A N I . Fluctuations In the Saving-lnco-me Rano, parte V del volumen X I de l a serie «Stud.es in Income and Wcalth», editada por el National Bu rea u of Economic Research. 1949).

68 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

no puede ser dada en el terreno de la llamada estática; sólo puede ser dada después de haber estudiado las variaciones de los costes y de los precios, o sea en relación con la «diná­mica».

De momento sólo podemos observar:

1) que una situación de competencia perfecta, en las condiciones consideradas, es estructuralmente imposible;

2) que el beneficio de las empresas medias y grandes es netamente superior al mínimo y que t a l alto beneficio es ineliminable. Una nueva gran empresa, que quisiera entrar para obtener t a l beneficio, no sólo no alcanzaría el obje­t i v o , sino que causaría pérdidas a todas las empresas. La alternat iva a u n precio que asegura un alto beneficio a las empresas mayores no es u n precio igual al coste, sino una situación caótica.

Es correcto a f i rmar que los beneficios, superiores al mí­n imo, que reciben las empresas mayores tienen u n carácter diferencial . Ahora bien, tales beneficios pueden admitirse también en el caso de competencia. Pero hay una diferencia sustancial entre los dos tipos de beneficio: los de competen­cia son debidos a «disensiones» y son transitor ios ; los oligo-polistas son debidos, en cambio, a características estructu­rales y son permanentes. Se puede hablar de beneficios de «monopolio parcial» o «seccional», obtenido por las empre­sas grandes y medias respecto a las pequeñas. Se puede de­cir también que los mayores beneficios están relacionados con una «mayor eficiencia» de esas empresas. Pero es nece­sario añadir inmediatamente que se trata de una mayor efi­ciencia fundada establemente en diversas tecnologías, no en la «habilidad» de los hombres de negocios que las dirigen.18

En este momento es necesario una observación sobre el carácter y sobre el realismo de las diversas concepciones de la competencia, part icularmente de la concepción neoclásica y de la clásica.

La competencia perfecta de los economistas neoclásicos en realidad no ha existido nunca. La hipótesis estática y la aplicación, en el cuadro de t a l hipótesis, del análisis marginal han inducido a los economistas neoclásicos a a t r i b u i r a la competencia características (en part i cu lar : perfecta homoge-

18 En todo caso la habilidad la han tenido los hombres que han hecho que esas em­presas alcanzasen las dimensiones que han alcanzado: muy a menudo, en el caso de grandes empresas ya consolidadas, para rendir homenaje a esa habilidad hay que visitar el cementerio.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 69

neidad de los productos, curva de demanda hor izontal res­pecto a cada empresa) que l i m i t a n el realismo de t a l con­cepción en cualquier época.

M u y d is t inta es la concepción de los economistas clásicos, especialmente de Ricardo. E n esta concepción u n elemento especial de la competencia es la fac i l idad de la entrada. Si la entrada es fácil, ningún fabricante puede elevar los precios n i puede, excepto por u n período l imi tado , obtener u n bene­ficio mayor del n o r m a l . 1 9 La concepción clásica (sobre la cual volveremos) se refiere a condiciones que se pueden con­siderar «dinámicas». Para los clásicos la competencia no es tanto una situación cuanto u n proceso. Para diversos aná­lisis específicos el rigor de la concepción clásica es menor que el de la concepción neoclásica; pero es mucho mayor su rea­l ismo.

Para d i s t ingu i r las dos concepciones de la competencia, l lamaremos a lá pr imera competencia de los neoclásicos, o competencia perfecta, y a la segunda competencia de los clásicos, o simplemente, competencia.

8. E l oligopolio diferenciado. — E n el análisis prece­dente se ha supuesto, entre otras cosas, que los consumidores no tienen preferencia por los productos de cada una de las empresas.- 0 Así han sido excluidas las imperfecciones del mercado que, según la opinión de muchos economistas, son las fuentes principales del «grado de monopolio». Esto ha sido hecho precisamente para resaltar que un cierto grado de monopolio 21 está en el interior de la propia estructura técnica de las industrias concentradas, independientemente de las preferencias y de la ignorancia de los consumidores y de la inseguridad de los fabricantes . 2 2 E n cambio, son pre ­cisamente éstos los elementos que caracterizan al ol igopolio diferenciado; el elemento pr inc ipa l es la preferencia de cier­tos consumidores por los productos de determinadas empre­sas, productos que son, o les parecen, diferentes de los de las otras empresas.

18 Una concepción análoga a la de los clásicos es desarrollada por Alberto Breglia (Reddito sociale. Edizioni dell'Ateneo. Roma 1951): sostiene que las condiciones de la entrada de nuevas empresas deben constituir el objeto fundamental de las formas de mercado.

20 Es decir, se ha supuesto que la curva de demanda referida a cada una de las empre­sas es horizontal, o sea (una vez más) que el «grado de monopolio» en el sentido de Rothschild es cero (The Degree ot Monopoiy en «Economica», febrero 1942. pp. 24-39).

21 El significado preciso de esta expresión será discutido en el capítulo I V . 22 A fortiori. ese grado de monopolio es independiente de la protección aduanera, de

leyes defectuosas, o de otros elementos «artificiales».

70 O L I G O P O L I O Y PROGRESO T É C N I C O

E l oligopolio diferenciado se encuentra en muchas indus­tr ias que producen bienes de consumo y en muchísimas act i ­vidades comerciales. S in embargo, en u n plano concreto se observa en seguida que en varias actividades comerciales la discontinuidad de los métodos organizativos puede determi­nar situaciones parecidas a la examinada antes. N i se ha dicho que los «saltos» deban ser aquí menores que en la i n ­dustr ia . Entre la tienda que abastece a los habitantes de u n barr io y la gran organización de establecimientos en cadena hay un salto aún mayor que el que existe entre una fund i ­ción de dimensiones relativamente modestas y el gran com­plejo que produce hierro y acero.

Pero la a f in idad entre los dos tipos de oligopolio se ma­nif iesta en u n aspecto más interesante.

E n el oligopolio concentrado hay barreras, creadas por la técnica, que operan hacia el exterior, o sea hacia rivales po­tenciales.

E n el oligopolio diferenciado el problema parece d is t into , en cuanto que las barreras, que se deben precisamente a la diferenciación de los productos, operan en el in ter i or del grupo de empresas. ¿Hay barreras hacia el exterior?

Las barreras hacia el exterior son determinadas en el oligopolio concentrado conjuntamente por la tecnología y por la a m p l i t u d de la salida. Ahora bien, barreras parecidas existen también en el oligopolio diferenciado: dependen de los gastos de venta necesarios para conseguir una clientela adecuada.23

Estos gastos de venta «de instalación» son asimilables a costes f i jos ; ai pr inc ip io , en muchos mercados, es necesario sostener gastos suficientemente grandes, no sólo para que se conozca el producto o los productos y para atraerse la con­fianza de los clientes potenciales, sino también para consti­t u i r una organización para las ventas capaz de competir con las de las empresas ya existentes. Estos gastos, además, de­ben ser prolongados durante u n período largo, e incluso muy largo, en el cual el valor de las ventas puede ser incluso i n ­ferior al conjunto de los costes. 2 4

Cuanto mayores sean los gastos de venta «de instalación», más amplia podrá ser la clientela; pero, naturalmente, las

« Cfr. P. SRAFFA, op. e l i . , p. 603 í< Cfr. P. W . S A N D R E W S , op. CU., cap. V . n.° 5.

L A D E T E R M I N A C I Ó N D E L P R E C I O 7 1

relaciones entre estos gastos y la a m p l i t u d de la clientela no son nada simples y sería absurdo quererlas representar por medio de una curva. E l obstáculo que hace difícil la en­trada de nuevas empresas y crea una situación oligopolista para todo el grupo no proviene tanto de la d i f i cu l tad de pro ­curarse los fondos para los gastos de venta «de instala­ción», cuanto de la d i f i cu l tad de procurarse clientes en u n número t a l que permi ta no sólo la recuperación de los costes corrientes de producción, sino también, poco a poco, la de los gastos de instalación. La discont inuidad que hace necesario asegurarse una salida lo suficientemente ampl ia depende, además de los costes f i jos técnicos, del coste f i j o de instalación; depende de que los gastos de venta, aunque i n i -cialmente son realizados en pequeñas dosis, en la práctica no t ienen ninguna u t i l i d a d en relación con el f i n propuesto.

Por tanto , también en oligopolio existen barreras hacia el exterior ; dependen de las barreras hacia el in ter i o r , o sea, de las diversas «clientelas» las cuales crean discontinuidades semejantes, en cuanto a los efectos, a las discontinuidades tecnológicas. Para «producir» una cierta clientela, los rivales potenciales deben sostener u n coste no divis ible en pequeñas dosis; y este coste no es considerado aisladamente, está re la­cionado con la a m p l i t u d prevista de la clientela. E l hecho de que una t a l previsión no pueda ser más que extremadamente insegura aumenta los obstáculos a la entrada de rivales potenciales.

Las imperfecciones del mercado que caracterizan el ol igo­polio diferenciado han sido excluidas del análisis del ol igopo­l io concentrado, para resaltar los efectos de las d i s cont inu i ­dades tecnológicas. Pero en la real idad esas imperfecciones se pueden superponer sobre estos efectos, aumentando el grado de monopol io . 2 5

La propia diferenciación de los productos comporta a menudo tecnologías diversas; por otra parte , la diversidad de las tecnologías a su vez comporta a menudo productos seme­jantes de cualidades diferentes. También por razones tecnoló-

25 Se encuentran típicamente en condiciones de oligopolio concentrado muchas i m ­portantes industrias productoras de bienes instrumentales, como hierro y acero, materias primas Químicas, electricidad, petróleo, cemento (cfr. anteriormente, p. 28 nota 3). N u ­merosas industrias productoras de bienes de consumo no duraderos, como los tejidos, los neumáticos, conservas, licores y bebidas, cigarrillos, se encuentran típicamente en condicio­nes de oligopolio diferenciado. En cambio el oligopolio «mixto» (concentración con dife­renciación) es típico de diversas industrias productoras de bienes de consumo duraderos, como los automóviles, las máquinas de escribir, las neveras, los aparatos de radio y televisión. Condiciones de competencia o de casi competencia pueden observarse en indus­trias que producen bienes de consumo no duraderos y en actividades subsidiarias y saté­lites (cfr. p. 17), aunque la concentración sea baja y la diferenciación de los productos poco pronunciada.

7 2 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

gicas, por tanto , los dos tipos de oligopolio se superponen en la práctica. 2 6 Y puesto que hemos reconocido la validez de los problemas (no necesariamente de las soluciones) exami­nados por los estudiosos de la competencia imperfecta — p r o ­blemas que tienen como objeto principalmente la diferencia­ción de los productos y la inseguridad—, podemos concluir que el análisis aquí planteado no está en contraposición con el elaborado por estos estudiosos, sino que es, respecto a él, complementario.

Hay, f inalmente, otra categoría de barreras que operan externamente o internamente y que se conectan con barre­ras tecnológicas. Son las creadas por las patentes y por pro­cedimientos técnicos particulares, que requieren dirigentes y obreros especializados, cuyo número es l imi tado y no puede aumentarse en breve t iempo. También aquí, los efectos de tales barreras se superponen sobre los de las barreras depen­dientes de las tecnologías y de las imperfecciones del mer­cado.

Sin embargo, las barreras principales son las propia­mente tecnológicas y las que dependen de los gastos de venta «de instalación»: éstas operan conjuntamente, aunque sean, en cada mercado, diferentemente combinadas. Sus efec­tos restrict ivos respecto a la entrada de nuevas empresas en de f in i t iva consisten en el hecho de que, al imponer a los r i ­vales potenciales inversiones y dimensiones relativamente amplias, hacen surgir , para éstos, la necesidad de poder con­tar desde el pr inc ip io con u n volumen de ventas re lat iva ­mente grande. E n último análisis, la barrera está en la ex­tensión del mercado.

20 Le debo esta observación —que permitiría desarrollos bastante interesantes— al profesor Siro Lombardini. Deseo expresar aquí mi más viso agradecimiento a Lombardini por las críticas y las sugerencias que me ha hecho después de haber leído la ed I d i i n pro­visional de este ensayo (impresa en Julio de 1956) y que me han permitido mejorarlo, en algunos puntos de manera sustancial (especialmente en la parte I . cap. I I . § 3. cap. I l i § I , cap. I V , 5 2, y en la parte I I , cap. I I § 3).

C A P Í T U L O T E R C E R O

V A R I A C I O N E S D E L O S C O S T E S Y D E L O S P R E C I O S

1. E l fundamento racional del principio del coste total. ¿Existe una contradicción entre el análisis precedente y el pr inc ipio del coste total? ¿Cuál es el fundamento racional de t a l principio?

Si ningún dato var iara en el t iempo, el procedimiento se­guido por los empresarios para f i j a r el precio perdería toda función — a d m i t i d o que or ig inariamente tuv iera una, el pre­cio tendería a permanecer lo que es y muy pronto los oligo-polistas la encontrarían absurda— la operación de f i j a r u n precio que es lo que es y que además, si se considera válido el análisis precedente, en efecto está ya «fijado» por fuerzas que sólo en parte, indiv idualmente , aquéllos controlan.

La operación cesa de ser absurda si se supone que los da­tos varían.

Veámoslo mejor. Si varían los elementos de coste, el pre­cio debe cambiar. Si no hubiera un cr i ter io simple y umver ­salmente aplicable para llegar al nuevo precio de equi l ibr io , a un precio aceptable, en la nueva situación, por todas las em­presas, el estamento de toda la industr ia (o de todo el grupo de empresas) se rompería y se generaría una situación caó­tica, de la que se saldría únicamente a través de graves d i ­ficultades y pérdidas: esto sucedería necesariamente, no habiendo en el oligopolio las posibilidades de adaptación continuas que, en cambio, existen en condiciones de con­currencia.

Si , por tanto , varía el coste, ¿en qué medida debe ser variado el precio?

El nuevo precio debe reproducir una situación de equi­l i b r i o : es decir, una situación aceptable para todas las em-

74 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

presas sin que atraiga a nuevas empresas en aquel mercado. A l nuevo precio, los beneficios deben ser iguales (o casi igua­les) a los que se habían establecido en la precedente situación de equi l ibr io .

yeamos si para llegar al nuevo precio se puede aplicar la fórmula

p = v + qv

o sea, más precisamente p = v + q'v + q"v

o bien fe

q'v = — y q"v = g1. x

A corto plazo el coste f i j o , fe, está poco sujeto a var ia ­ciones: pueden cambiar los sueldos de los técnicos y de los dirigentes, no las cuotas de amortización (salvo que no cambien en medida sensible los precios de las máquinas) : fe

— , por tanto , varía si varía la cantidad producida, x. Gene-x

raímente, a paridad de métodos técnicos y de cantidad pro ­ducida, a corto plazo cambia el coste directo, v, a l cambiar los precios de los factores variables.

Veamos, por tanto , qué ayuda puede dar la fórmula del coste to ta l cuando varía el coste directo.

Consideremos en pr imer lugar el caso más sencillo: el de u n mercado que se encuentre en condiciones de oligopolio diferenciado, en el que las empresas tengan cuotas de mer­cado casi iguales y usen técnicas iguales o muy similares; y supongamos que la curva de demanda se desplace acompa­ñando a las variaciones del precio y quedando igual en la forma.

Si v aumenta y el precio se aumenta en la medida del fe

coeficiente q, el nuevo margen qv — a d m i t i e n d o que — que-x

de constante— comporta un beneficio u n i t a r i o mayor que antes y, por tanto , u n beneficio mayor que el de equi l ibr io .

i Cfr. parte I . cap. 1. § 2.

V A R I A C I O N E S D E LOS C O S T E S Y D E LOS P R E C I O S 75

Viceversa, si v d isminuye y el precio se reduce en la medida del coeficiente q, el nuevo margen comporta u n beneficio menor que el de equi l ibr io . Por consiguiente, admit iendo

fe siempre que — no varíe, la fórmula p = v + Qv debe ser

x correcta. Más precisamente, si v aumenta, el coeficiente q debe ser reducido; si d isminuye, q debe aumentarse: esto permitirá reproducir el beneficio que se había establecido en la precedente situación de equi l ibr io .

L a sencilla fórmula p = v + qv, por tanto , no puede a p l i ­carse automáticamente. Para llegar al precio que asegura el mismo beneficio es preciso usar la o t ra fórmula, menos s i m ­ple, que ha sido propuesta por el cálculo del beneficio mí­n i m o : *

p=Gr+7 ( i + s ) .

También esta fórmula expresa el pr inc ip io del coste t o t a l , pero en modo u n tanto di ferente; d ist inguiremos los dos c r i ­terios del coste t o ta l , el pr imero , expresado por la fórmula p =z v + qv, y el segundo, expresado por la fórmula ind i ca ­da más arr iba .

E n las fórmulas simpli f icadoras que se han propuesto, el segundo cr i ter io permite calcular con mayor precisión el nuevo precio de equi l ibr io . S in embargo, si las variaciones de v son m u y pequeñas el p r i mer cr i ter io , más sencillo, puede ser aplicado casi automáticamente.

Cuando se considera el caso del oligopolio concentrado, en que las empresas usan técnicas diferentes, el problema se complica. Si varía el coste directo por cambios en los pre­cios de los factores variables, tanto el p r i mer cr i ter io como el segundo, más preciso, dan lugar a precios diferentes, sien­do diferentes los costes uni tar ios de las varias empresas; pero el nuevo precio debe ser único.

La d i f i cu l tad se supera si se mantiene la fórmula, ya he­cha antes, según la cual el precio deben f i j a r l o las empresas

2 Cfr . pág. 54. Se ha de tener presente esta fórmula al discutir la política, seguida por diferentes grandes sociedades, de fijar el precio basándose en un determinado objetivo de rendimiento de las inversiones (target return pricing). Cfr. A. D . H . K A P L A N . I . B. D I R L A M , R. F. I . A N Z 1 L L O T T I . Pricing in Big Business • A Case Approach. The Brookings Institution, Washington 1958, I.« pane. 2.° cap.

7 6 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O TÉCNICO

mayores, usando el pr imero o el segundo cr i ter io ; el nuevo precio reproducirá (aproximadamente o precisamente) aquel beneficio que en la precedente situación de equi l ibr io era obtenido por las empresas mayores. Pero el nuevo precio podrá ser más o menos beneficioso para las empresas meno­res. Si es más provechoso, nuevas empresas pequeñas y me­dias pueden ser inducidas a entrar, provocando una flexión del precio hasta el n ive l de exclusión relat ivo a este t ipo de empresas; o bien las grandes empresas, al darse cuenta de esto, en seguida puede reducir un tanto el precio, calculado en base al segundo cr i ter io . De todos modos, cada una de las grandes empresas se preocupa sobre todo de las reaccio­nes de las empresas de dimensiones similares (tan grandes o de importancia inmediatamente i n f e r i o r ) . Cada gran empre­sa, por norma, tiende a evitar los peligros de una invasión por parte de otras grandes empresas, o de u n conflicto con empresas semejantes. U n precio que reproduzca el beneficio ya considerado aceptable, en la situación precedente por las varias grandes empresas, evita estos peligros. Subordinada­mente, las empresas que regulan los precios se preocupan de las empresas menores.

Por tanto , si cambian los precios de los factores var ia ­bles, cambian los costes directos de todas las empresas. En el oligopolio diferenciado, en el que las empresas aplican técnicas iguales o similares, para calcular el nuevo precio de equi l ibr io t oman por base el pr imer cr i ter io y usan el segun­do cr i ter io como eventual correctivo. En el oligopolio concen­trado, n i el segundo cr i ter io , más preciso que el pr imero , puede bastar; las empresas dominantes, que f i j a n el precio —price leaders-—, deben también tener en cuenta las var ia ­ciones que surgen en los márgenes de beneficio de las em­presas menores e in t roduc i r , si lo consideran necesario, una u l ter i o r «corrección».

E n el oligopolio diferenciado, en el que las empresas t i e ­nen costes y cuotas de mercado similares, no hay price lea­ders. Pero cuando las variaciones de los costes son re lat iva ­mente pequeñas, no hay necesidad de price leaders; las diver­sas empresas, calculando cada una por su cuenta el nuevo precio, llegan, en la práctica, al mismo resultado. En este caso, que es el caso más sencillo, la función que tiene el pr inc ip io del coste tota l aparece claramente; éste realiza una función de guía, en cuanto permite a las empresas o l i -gopolísticas conseguir con p r o n t i t u d y sin sacudidas el nue­vo equi l ibr io .

V A R I A C I O N E S D E L O S C O S T E S Y D E LOS P R E C I O S 77

E n general, en los casos en que las variaciones de los costes directos son relat ivamente pequeñas, el pr imer c r i t e ­r i o constituye una suficiente aproximación para el cálculo del nuevo precio de equi l ibr io . Los casos de variaciones re ­lat ivamente pequeñas son frecuentes; y las empresas t i e n ­den a usar el pr imer cr i ter io también por las ventajas de la sencillez y de la general y rápida aplicación. Si las var iac io ­nes de los costes directos son m u y notables, o si varían los otros datos fundamentales (extensión del mercado, elastic i ­dad de la demanda, tecnología, precio de los factores f i j o s ) , n inguno de los dos criterios podrá tener aplicación automá­t ica . De esto nos ocuparemos en los párrafos siguientes.

Podemos resumir los puntos fundamentales en los tér­minos siguientes.

E l análisis desarrollado en el capítulo precedente puede explicar como se forma el equi l ibr io én condiciones de o l i ­gopolio. Una vez que se ha determinado una cierta situación de equi l ibr io , cada empresa calcula el porcentaje del coste directo que debe precisamente añadir a este coste para l l e ­gar al precio. Y usa este porcentaje como base (salvo los eventuales correctivos) para modi f i car el precio en el caso de que varíen los elementos de coste. Es aquí — e n las v a ­riaciones de los costes— donde aparece el fundamento r a ­cional del cr i ter io empírico seguido por los hombres de ne­gocios.

2. Variaciones de los elementos que determinan el equi­librio: a) variaciones en la extensión del mercado y b) en la elasticidad de la demanda. — H a n sido consideradas algunas consecuencias de las variaciones de los costes relacionadas a todas las empresas. A h o r a debemos examinar de modo orgánico las consecuencias sobre el equi l ibr io de variaciones que intervienen en los diversos elementos que determinan el equi l ibr io , o sea: a) la extensión absoluta del mercado; b ) su capacidad de absorción (elasticidad de la demanda) ; c) la tecnología, y d ) los precios de los factores productivos.

Empecemos considerando las consecuencias de las v a r i a ­ciones del pr imer elemento.

a) Variaciones en la extensión del mercado. Son las variaciones que t ienen lugar en el vo lumen de las mercan­cías vendidas independientemente de las variaciones de pre­cio. Pueden también considerarse como el resultado del des­plazamiento a derecha (o a izquierda) de la curva de demanda cuya forma se supone inalterada.

7 8 O L I G O P O L I O Y PROGRESO T É C N I C O

Estas variaciones t ienen, en concreto, gran importancia . En una economía que se desarrolla se puede observar fre­cuentemente que la demanda de muchos bienes muestra u n porcentaje de incremento sin que, en pr imera instancia, varíe el precio; el incremento depende del aumento de la renta ind iv idua l media. E n el caso de que el precio disminuya, el incremento de la demanda se vuelve proporcionalmente ma­yor, al menos en los períodos en que la disminución del pre­cio despliega sus efectos.

¿De qué manera se altera el equi l ibr io del mercado o l i -gopólico?

La ampliación del espacio económico puede provocar: 1) la entrada de nuevas empresas, 2) la entrada de grandes empresas ya operantes en otros mercados y 3) la expansión de las empresas ya existentes, que construyen nuevos esta­blecimientos.

L a entrada de grandes empresas ya operantes en otros ramos es relat ivamente más fácil que la entrada de empre­sas nuevas, especialmente porque las primeras ya disponen de amplios capitales (en pr imer lugar a través de la auto-financiación) , de técnicos y de una organización para las ventas. 3 E l obstáculo pr inc ipa l para el ingreso de tales em­presas lo constituye la extensión del mercado: si éste se am­plía aquel obstáculo, se reduce, o llega a caer. Pero frente a una ampliación, en parte efectiva y en parte prevista, del mercado, las grandes empresas ya existentes, para impedir la entrada de otras grandes empresas, ya operantes en otras ramas, y de pequeñas empresas nuevas, pueden considerar conveniente reducir el precio y construir nuevos estableci­mientos que en pr inc ip io no producen a pleno r i t m o pero que podrán ser aprovechados plenamente con la progresiva am­pliación del mercado. Además, puede suceder que las gran­des empresas ya existentes no consideren conveniente a p l i ­car una cierta tecnología hasta que el mercado no haya conseguido una cierta dimensión. La expansión progresiva del mercado puede, en u n cierto momento, hacer surgir la conveniencia de t a l tecnología, aunque sus nuevas insta­laciones no puedan explotarse totalmente desde el p r i n ­cipio. Por tanto , frente a una ampliación del mercado, las empresas ya existentes aumentan su capacidad product iva y, poco a poco, también la producción. Pero si la ampliación

t * f f r ; ?• H ' H I N ^ - Effectiveness of tEntryt by Already Established Firms, «Quarterly Journal of Economics*, febrero 1957. pp. 132-50. «viuarieny

V A R I A C I O N E S D E L O S C O S T E S

- - iQ-^S^s^ensipre-^ mente más alto que el coste de las empresa^tfeyere?,- si ^5r»* \̂ \!»̂ nen lugar estas condiciones, las grandes emprttsas oej|rírkvt^s^ en otras ramas serán inducidas a entrar err^s^l^iner^aaO,^v.» aunque su ingreso comporte, después d f c ^Wj i i j l ^ ' i n a s ^ f e menos violentos, u n precio de equi l ibr io másyi>aJo. Las em­presas menores, que producen a costos re lat ivamente eleva­dos, son eliminadas, o van abandonando paulat inamente el mercado. E n general, por tanto , la ampliación del mercado tiende a aumentar la dimensión media de las empresas y a hacer d i s m i n u i r el precio (cfr. p. 6 5 ) .

S in embargo, cuando el mercado es ya ampl io y es re la­t ivamente bajo el porcentaje de incremento de la demanda y no se ven en perspectiva, como en los casos anter iormente considerados, economías para explotar ; cuando, en una pa­labra, la industr ia que se considera madura y está re la ­t ivamente estabilizada, las empresas mayores no considera­rán conveniente n i reducir los precios (la ampliación del es­pacio económico es lenta y la amenaza de la invasión de nuevas empresas o de empresas ya operantes en otros mer ­cados no es grave) n i aumentarlos (porque esto, a corto plazo, reduciría la demanda y probablemente, a la larga, el porcentaje de su incremento ) . Consideran conveniente mantener los precios constantes y aumentar la capacidad product iva — p a r a i n v e r t i r — en proporción al aumento de demanda. Por tanto , éstas i n t e n t a n mantener constantes sus cuotas de mercado, después de haber conseguido u n acuerdo, tácito o determinado. 4 (Observamos inc identalmen-te que en las ramas en que esto sucede el resultado es que la relación capital -renta tiende a permanecer constante) .

b ) Variaciones en la elasticidad de la demanda. Su­pongamos que, al precio existente, la elasticidad de la de-

* Scrfa interésame hacer un análisis de éstas y de otras situaciones de equilibrio re­sultantes de una ampliación del espado económico a medida que se aplica el tratado del Mercado Comün Europeo. En un análisis de este tipo, conviene quirá distinguir dos fases: una primera fase, en la que en muchas ramas el espacio económico crece rápidamente por la progresiva reducción de las tarifas; y una segunda fase, que probablemente se efectuará después de que las barreras de protección sean eliminadas en el interior de la Comunidad Europea. Durante la primera fase, existente todavía, son probables las luchas con la absorción de las empresas menores por parte de las mayores y los acue r J " cialcs entre las grandes empresas para la conquista de una cuota lo más eleva J

del mercado europeo; durante la segunda fase, son más probables los acuerdo: entre las empresas mayores para consolidar la relativa división de las cuotas <J

Mientras que en la primero fase se efectuarla, en los mercados considerados p< un incremento relativamente rápido de la produedón acompañado de una ;

petencia (oligopolista) de precios y de calidad (cfr. § 3), la segunda fase se por precios relativamente constantes y por una tasa menor de incremento ducción.

ESCu^U NACIOHAL Of

80 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

manda respecto a los aumentos de precio crezca. E n este caso no sucede nada de par t i cu lar : el equi l ibr io permanece i n ­mutado.

Si , por el contrario , crece la elasticidad de la demanda respecto a las disminuciones de precio, y crece en medida adecuada, pueden entrar nuevas empresas; se crean situacio­nes similares a las indicadas en el punto precedente. Cuanto más elevada es la elasticidad de la demanda y más grandes son las «economías de escala» de que gozan las empresas mayores, mayor será el aumento de la dimensión media de las empresas en el nuevo equi l ibr io y menor el nuevo precio de equi l ibr io .

Es necesario observar que, en concreto, el aumento de la elasticidad de la demanda debe constar de indicios bien visibles y debe aparecer notable. Una gran incert idumbre sobre la medida de la elasticidad de la demanda comporta­rá como consecuencia la cristalización del equi l ibr io existen­te. Por esto, una variación en la estructura de la industr ia y en el precio del equi l ibr io será mucho más probablemente la consecuencia de una tendencia del mercado a la ampl ia ­ción, independientemente de variaciones de precio, que de una problemática variación en la elasticidad de la demanda. E l hecho estriba en que la pr imera tendencia se realiza en algo tangible y mensurable: el porcentaje de i n c r e m e n t o del volumen de las ventas. Este porcentaje, si permanece r e l a t i ­vamente constante durante u n período no breve, permite extrapolaciones arriesgadas, es verdad, pero no t a n proble­máticas como el cálculo de variaciones en la elasticidad de la demanda, que presenta dificultades que pueden resultar prác­ticamente insuperables.

3. c) Cambios en la tecnología. — Consideremos ahora las variaciones en los costes dependientes de cambios tecno­lógicos. Las innovaciones tecnológicas reducen los costes re ­duciendo los coeficientes de producción. Ahora bien, como ha observado Schumpeter,* la mayor parte de las innovacio­nes — y ciertamente las más impor tantes— comportan la construcción de nuevas instalaciones o de nueva maquinar ia . Por norma los cambios en los coeficientes de los factores variables, dependen de los cambios en el llamado capital fijo.

Si la nueva instalación, o la nueva maquinaria , es acce­sible a todas las empresas, cualesquiera que sean sus d imen-

5 Business Cycles cit . , vol . I . p. 93.

V A R I A C I O N E S D E LOS C O S T E S Y D E LOS P R E C I O S 81

siones, entonces, también a corto plazo, ío reducción de los costes es general y el precio de equi l ibr io tendrá que d i sminu i r (según el pr imer cr i ter io del coste t o t a l , eventual -mente corregido por el segundo c r i t e r i o ) . Pero si la nueva instalación es accesible únicamente a las empresas mayores no se obtiene este resultado; el precio queda inalterado y la reducción de los costes permanece circunscrita a estas em­presas, que gozan de un beneficio aún mayor que antes. Estas empresas podrán calcular u n nuevo porcentaje, ma­yor que el precedente; la nueva q les servirá para var iar el precio en caso de variaciones generales de los costes. E l pre­cio de equi l ibr io podrá var iar únicamente si la nueva tecno­logía marca la conveniencia a las mayores empresas ya exis­tentes, o a nuevas empresas, de luchar contra otras para el iminarlas y ocupar el espacio económico. Esto puede suce­der, pero sólo en el caso de que se trate de innovaciones que permitan una reducción muy notable de los costes; de o tro modo, el coste de la lucha actuará como obstáculo y el equi ­l i b r i o or ig inar io no será roto . Las empresas más grandes se contentarán con gozar de los mayores beneficios que podrán obtener, al precio existente, después de la reducción de los costes.

Hay, por tanto , algunas innovaciones que por su misma naturaleza sólo son accesibles a determinados tipos de em­presas y part icularmente a las empresas más grandes. Hay , entre éstas, muchos métodos de «producción en masa», cuya aplicación es posible sólo si las empresas t ienen dimensio­nes m u y amplias. Pero las empresas pueden usar medios especiales — n o necesariamente conexos con las d i s cont inu i ­dades tecnológicas— para hacer inaccesibles, o menos acce­sibles a los rivales, determinadas innovaciones y, por tanto , para no tener que compart i r con éstos los beneficios que derivan de aquellas innovaciones. Las patentes que protegen nuevos métodos productivos y las marcas de fábrica, que impiden la imitación de determinadas características cua l i ­tat ivas de los productos, constituyen los ejemplos más obvios de tales medios.

S in embargo, es necesario observar que la protección que ofrecen estos medios es precaria. Normalmente , la patente confiere u n monopolio de determinado método de produc­ción, no de una producción; este monopolio bajo el aspecto jurídico dura relat ivamente mucho, pero bajo el aspecto económico dura relat ivamente poco. E l hecho es que las otras empresas se esfuerzan por adoptar métodos similares; si nc

82 O L I G O P O L I O Y PROGRESO T É C N I C O

encuentran el obstáculo objetivo dado por la discontinuidad tecnológica y si no se trata de innovaciones francamente revolucionarias, puede tener éxito en sus esfuerzos. Sin em­bargo, si esto sucede es después de u n cierto período, d u ­rante el cual las empresas que han actuado antes con los nuevos métodos gozan de u n beneficio extraordinario .

Observaciones análogas valen también para cambios de cualidad de los productos. 0 También aquí las empresas se esfuerzan en diferenciar sus productos para gozar de rentas extraordinarias que, en cada período, t ienen algunos carac­teres de rentas de monopolio. Pero, de nuevo, si no hay obs­táculos objetivos, debidos a las discontinuidades tecnológicas, no existe razón para pensar que a la larga las empresas r i ­vales no puedan cumplir , con éxito, imitaciones; estas rentas de monopolio, singularmente consideradas, t ienden a desa­parecer. Más exactamente; la renta extraordinar ia singular debida a cada «calidad» específica de producto es caduca, por las reacciones de los rivales, que a su vez introducen nuevas calidades de productos; pero el f lu jo completo de las rentas extraordinarias de este t ipo podrán perpetuarse (entre oscilaciones), si las empresas siguen introduciendo nuevas calidades de productos.

Ya que las modificaciones de calidad no encuentran ne­cesariamente obstáculo en las discontinuidades tecnológicas, y ya que las reacciones de los rivales respecto a modi f i ca­ciones de calidad son necesariamente más lentas que las que siguen a reducciones de precios, es de presumir que «la com­petencia en la calidad» sea part icularmente intensa en las condiciones de oligopolio (se entiende: oligopolio diferencia­do ) , y d isminuya la concurrencia verdadera, la concurrencia de los precios.

E n el sector de los bienes de consumo la competencia en la calidad se al imenta ampliamente por las campañas publ ic i tar ias que «valorizan» o acentúan las características y las diferencias cualitativas de u n producto respecto a los demás. En el sector de los bienes de inversión, en cambio, la competencia en la calidad se desarrolla en amplia medida, independientemente de la publicidad. Esta competencia y la diferenciación de los productos han tenido siempre rele­vancia en la que es, quizás, la industr ia pr inc ipa l del sector de los bienes de inversión, la industr ia mecánica, por la mis -

• Tener en cuenta las diferencias de calidad significa considerar el caso que hemos llamado de «oligopolio diferenciado». (Cfr. A . H E N D E R S O N . The Theory o1 Duopoly d i . ) .

V A R I A C I O N E S D E LOS C O S T E S Y D E LOS P R E C I O S 83

ma naturaleza de las máquinas. La cuestión de la «calidad» de las máquinas, como se verá, se torna part icularmente re ­levante en el período moderno, a causa de la creciente i m ­portancia de las «inversiones de sustitución».

En el t iempo, la competencia en la calidad se desarrolla a través de continuos o casi continuos cambios cual itat ivos , también éstos determinados por el «progreso técnico». De donde el progreso técnico, además de la creación de bienes nuevos y de la reducción de los coeficientes para cada u n i ­dad de u n producto dado, da lugar a mejoras de calidad de la unidad de producto también con coeficientes inalterados. Estas mejoras de calidad son m u y problemáticas en el caso de los bienes de consumo; éstos son juzgados subjetivamente por parte de los consumidores (que, además, están sugestio­nados por las campañas pub l i c i tar ias ) ; en el sector de los bienes de inversión, en cambio, t ienen u n significado re la­t ivamente más preciso: éstos aumentan la eficiencia produc­t i v a de cada unidad, de cada «máquina». 7

4. d) Variaciones en los precios de los factores pro­ductivos. — Si los costes disminuyen por una disminución de los precios de los factores productivos, todas las empresas podrán gozar de ello y el precio tendrá que d i sminu i r . Pero se debe d is t inguir entre factores f i jos y factores variables.

E n el pr imer caso, hay que ver si los precios de todas las instalaciones y de todas las máquinas disminuyen. Porque si únicamente disminuyen los precios de las instalaciones y de las máquinas empleadas sólo por las empresas mayores, la reducción de los costes quedará circunscrita y el precio no cambiará. Además, las disminuciones de los precios de las instalaciones y de las máquinas in f luyen sobre los costes de las empresas no inmediatamente, sino con retraso, a medida que las viejas máquinas se van sustituyendo por las nuevas. Aunque la reducción de los costes sea general, por tanto , pasará t iempo antes de que el precio d isminuya.

Por el contrario , disminuciones en los precios de los factores variables tienen rápidamente efecto sobre los costes. Estas disminuciones generalmente conciernen a los precios de los factores usados por las empresas de todas las d imen-

* Si bien la noción de «cambios en la eficiencia productiva» sea susceptible de mayor precisión que la noción de «cambios en la calidad de los bienes de consumo», esta, bajo el aspecto conceptual, presenta graves dificultades, que luego aparecen en la. teoría del ca­pital . Entre los rarísimos estudios empíricos sobre la cuestión, recordemos el de H . STAEHLE, Technology. Utilisation and Productivity, en «Bulletin de l 'Institut International de Statistique». 28.» sesión del Instituto, tomo X X X T V . 4.« entrega.

8 4 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

siones: éstos se concretan en disminuciones generales en los costes y, por tanto , conducen a disminuciones en los precios. (OBservaciones análogas valen en los casos de aumentos en los precios de los factores variables) .

Como se ha visto, es precisamente en el caso, en concreto muy frecuente, de cambios en los precios de les factores va­riables que el pr inc ip io del coste to ta l es relevante. Las em­presas lo u t i l i z a n para encontrar rápidamente el nuevo pre­cio de equi l ibr io , evitando los sobresaltos y las batallas de precios que de otro modo tendrían que afrontar .

No obstante, como ya se ha advertido, el pr inc ip io del coste to ta l se aplica sin d i f i cu l tad y casi mecánicamente en el caso de cambios relat ivamente pequeños en los precios de los factores variables. Debemos ahora ver si éste es aplica­ble, y en qué medida, en el caso de cambios notables en los precios de los factores variables. Estos cambios t ienen lugar, part icularmente , en la última fase de la prosperidad, en la inflación y en la fase in i c ia l (la más aguda) de una de-

r presión. Dejemos el caso de la inflación que, para nuestro proble­

ma, tiene consecuencias similares a las de la alta prosperidad y consideremos los otros dos casos.

5 . Variaciones de los costes directos y de los precios en la prosperidad. — En la fase ascendente del ciclo económi­co las demandas t ienden a crecer aunque no cambien los precios, aun en el caso de que aumenten; las curvas de demanda tienden a desplazarse a la derecha. Esto, como se ha dicho (>¡ 2-a) , permite entrar a nuevas empresas o cons­t r u i r nuevos establecimientos a las empresas ya existentes. U n aumento de los precios en proporción al aumento en los precios de los factores variables no hace d i s m i n u i r las ven­tas. S in embargo, t a l aumento podrá reducir el porcentaje de incremento de las ventas. Esto no representa u n daño emergente, sino u n lucro cesante para las empresas ya ope­rantes; mas precisamente, representa la pérdida de u n proba­ble aumento de «clientela», que después podría permanecer. Para evitar , o al menos reducir esta pérdida, las empresas t ienen dos caminos, a seguir.

• 1) Si t ienen un «poder de mercado», no sólo en la oferta de sus productos, sino también en la demanda de los facto­res productivos, y part icularmente de los factores variables (trabajo y materias p r i m a s ) , éstas tenderán a utilizarlo para

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contrarrestar aumentos en los precios de tales factores. Esta situación no 2s en absoluto rara ; al menos respecto al t r a ­bajo, se puede decir que es muy frecuente. Las empresas más grandes, que tienen el mayor poder de mercado respec­to a los productos, t ienen también el mayor poder de mer­cado respecto al t rabajo ; éstas son wage leaders, además de price leade~s.H También por este mot ivo , en el período de alta prosperidad (y en el de inflación), los conflictos en el mer­cado de trabajo son más frecuentes.

2) Si , a pesar de su poder de mercado en la demanda de los factores variables, las empresas no consiguen impedir aumentos en los precios de estos factores, pueden creer con­veniente contener el aumento de los precios de los productos, aumentándolos en proporción in fer ior a los precios de los factores variables. Pueden ser inducidas a ello para hacer más difícil el ingreso de nuevas empresas que, como se ha dicho (§ 2-c) , la ampliación del mercado permite .

Si a estas observaciones se añade la otra , hecha anter ior ­mente (en el £ I ) , de que teniendo en cuenta la re lat iva

k constancia, a corto plazo, de — , el nuevo precio de equ i l i -

x br io aumenta en menor proporción que los costes directos, se llega a la conclusión de que durante la prosperidad el margen proporcional q t iende a reducirse.

Esta tendencia podrá desaparecer, y hasta sustituirse por la tendencia opuesta, en la última fase de la prosperidad, cuando la escasez general de los factores productivos hace difícil la creación de nuevos establecimientos y de nuevas empresas y cuando los turnos extraordinarios de t raba jo aumenten los costes directos en muchas empresas. E n estas condiciones, a los hombres de negocios les convendrá «segar la paja mientras haga sol» (según la expresión anglosajona) , aumentando el precio en proporción y hasta más que en pro ­porción a los precios de los factores variables; al margen q puede aumentar.

En todo caso, cuando aumentan los precios de los fac­tores variables, las empresas oligopolísticas, especialmente las que regulan los precios, elevan los precios de los pro­ductos. Es importante señalar que en muchos casos estas empresas, si hubieran lenido en cuenta únicame^*t las pro­bables reacciones de los consumidores (o sea, la elasticidad

» C l r . I " . W . S. A N D R F W S . op cu. , car V I 3

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de la demanda) , habrían podido elevar los precios de los productos antes que el aumento en los precios de los facto­res ya que, como hemos visto , hay motivos para creer que la elasticidad de la demanda a menudo es menor que uno al precio de mercado. Una subida de precio habría deter­minado, por tanto , u n aumento de las entradas de las em­presas. 9 Esta situación, inadmisible en el caso del monopo­l io , es perfectamente posible en el oligopolio (cfr. pp. 6 0 y 6 7 , notas ) . Las empresas mayores no elevaban los precios antes de que se produjera el aumento en los precios de los factores ya que temían no tanto las reacciones de los con­sumidores como las de los rivales, efectivos o potenciales. E l aumento en los precios de los factores variables hace aumentar los costes de todas las empresas (aunque no nece­sariamente en las mismas proporciones) ; después de aquel aumento, las empresas mayores pueden elevar los precios de los productos s in temer las reacciones de los rivales o la invasión del mercado por parte de nuevas empresas.

T a l estado de cosas —especialmente el hecho de que el precio de equi l ibr io sea compatible con una elasticidad de la demanda menor que u n o — explica porque, durante una prosperidad y hasta durante una flexión, las empresas m a ­yores puedan fácilmente t rans fer i r sobre los consumidores, a través de aumentos de precios, los aumentos de salarios que no consiguen evitar . E n u n pr imer examen, ambos a u ­mentos, en los salarios y en los precios, parecen depender del poder de mercado de los sindicatos obreros (el cual es tanto mayor cuanto más alto es el grado de concentración en cada i n d u s t r i a ) . U n análisis más profundo muestra que estos aumentos dependen también, y quizá más, del poder de mer­cado del que gozan las grandes empresas en la venta de sus productos. Sería vano buscar «al culpable»; en último aná­l is is , la «responsabilidad» de los aumentos de precios está en la estructura de la industr ia moderna. 1 0

9 Cfr. las «ganancias monopolistas no liquidadas» de Galbraith: Market Structure and StabiUzaüon Policy, en rxReview of Económica and Statistics», mayo 1957. spec. pp. 128-29.

10 Muchos economistas siguen razonando como si únicamente en el mercado del trabajo existieran condiciones no concurrenciales. en contraste con los mercados de los productos en los que salvo en casos excepcionales, prevalecen condiciones de concurrencia. Frente al fenómeno de la rápida, a veces inmediata, transferencia sobre los consumidores a través de aumentos de precios, de aumentos de salarios, estos estudiosos no creen necesario poner en duda su punto de vista; en concurrencia, asi es como razonan, aumentos de salarios concernientes a enteros ramos de produección, provocan aumentos de precios porque com­portan aumentos generales de los costes. Tal razonamiento olvida el hecho de que en concurrencia los precios no pueden ser modificados por parte de productores por separado y, por tanto, los aumentos de salarios comportarían reducciones en Jos beneficios, a pre­cios inalterados. Los precios se elevarían sólo en el caso de que los aumentos de salarios fueran tan elevados como para anular los beneficios en muchas empresas; en este caso.

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6. Variaciones de los costes directos y de los precios en la depresión. E n la depresión — y part icularmente en la p r i ­mera fase— las demandas cesan de aumentar; por el contra­r i o , se reducen; las curvas de demanda se desplazan a la izquierda.

¿Se t o r n a n más elásticas o más rígidas estas curvas res­pecto a disminuciones de precios?

Sobre t a l cuestión se ha debatido mucho t iempo y no parece que se haya conseguido u n acuerdo. 1 1 Harrod , por ejemplo, sostiene que las demandas, durante la depresión, son más elásticas, porque, según su vivaz descripción,

con una renta que crece (en la prosperidad) un hombre puede abando­narse, casi sin percatarse, a costumbres caras. U n a contracción de la renta lo vuelve a conducir a la realidad. Se resiste a abandonar costumbres a las que ya se había acostumbrado e inmediatamente empieza a esforzarse para afrontar la adversidad con el mínimo sacrificio. Aquella misma fuerza de la costumbre, que en tiempos prósperos tiende a hacer de él un comprador " imperfecto" , lo hace más prudente cuando se trata de economizar... (Por tanto), después de haber iniciado la caída, las deman­das se vuelven repentinamente más elásticas.1 2

Otros, entre ellos Ga lbra i th 1 3 y Schumpeter ," sostienen exactamente lo contrario .

A l que escribe le parece que la argumentación de H a r r o d puede ser válida para la demanda re la t iva a cada empresa en part i cu lar o para la demanda en especial (cfr. cap. H , § 1 ) , la cual depende de cuales imperfecciones de mercado han sido estudiadas por los teóricos de la competencia monopo­l ista y que constituyen u n elemento esencial del oligopolio diferenciado. Pero las cosas son diferentes en cuanto a la demanda re lat iva a la industr ia , o demanda general, que se nota inmediatamente en el caso del oligopolio concentrado.

un cierto número de empresas quebrarían y la producción se reducirfa, provocando de este modo, el aumento de precios. Pero no hay señal de tal proceso de ajuste —necesa­riamente largo y caracterizado por numerosos fracasos— en los periodos durante los que tiene lugar la transferencia sobre los consumidores de los aumentos de salarios de los que se trata en el texto.

11 Cfr. R. RUGGELS. The Nature of Price Flexibility and the Determinant, of Relative Price Chantes In the Economy, en Business Concentration and Price Policy, National Bureau of Economic Research, 1955, pp. 460-62.

l i R. F. H A R R O D , Imperfect Competition and the Trade Cycle en «Review of Economic Statistics)). 1936. n.° 2, p. 87.

13 I . K . G A L B R A I T H , Monopoly Power and Price Rltldliles, en «Quarterly Journal of Economics)), mayo 1936.

14 Véase la nota siguiente.

8 8 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

Ante todo, para muchos bienes duraderos de consumo es válida la observación de Schumpeter:

Personas que en una depresión se preocupan de su futuro, difícilmente comprarán un nuevo coche, aún en el caso de que el precio se reduzca un 25 % , especialmente si la compra puede ser fácilmente aplazada y si la reducción hace surgir la espera de ulteriores reducciones. 1 5

En cuanto a los bienes instrumentales, duraderos y no duraderos, se debe observar que éstos son demandados con­juntamente ; desde el punto de vista de las empresas que los ut i l i zan , los varios grupos de bienes instrumentales consti­tuyen bienes complementarios del lado de la demanda. I m ­porta poco, a las empresas que u t i l i z a n estos bienes, que el precio de uno solo de ellos disminuya, sobre todo en una situación de incert idumbre, como es la de una depresión. Éstas podrán ser estimuladas a aumentar su demanda si los precios de todos aquellos bienes, o al menos los precios de los bienes más importantes, d isminuyen o disminuyen en medida sensible. E n otras palabras, las demandas de los va­rios grupos de bienes instrumentales resultarán elásticas respecto a disminuciones de precio si los precios de todos o de los principales bienes disminuyen contemporáneamen­te;™ pero la demanda de cada uno de estos bienes resulta relativamente rígida en una depresión, en la que la incer­t idumbre y los riesgos aumentan. 1 7

Por tanto , durante una depresión, las demandas especia­les t ienden a ser más elásticas en los mercados en que pre­valece el oligopolio diferenciado, mientras que las demandas generales tienden a ser más rígidas en muchos importantes mercados, que se encuentran frecuentemente en condiciones de oligopolio concentrado.

La política de precios que conviene seguir a los produc­tores dif iere según las características de la demanda y la forma de mercado.

a) Empecemos considerando el oligopolio diferenciado. Para cada oligopolista es directamente notable la demanda singular especial; la demanda general sólo es notable por vía indirecta .

15 Capitalism. Soclalism, and Democracy, Harpcr. Nueva York, p. 95, I I . (Estas ob­servaciones de Schumpeter son similares a las de Galbraith. art. c it . ) . Cfr. también- Business Cyeles cit. . p. 539.

10 Cfr. W . A D A M S , The Síeel Indusiry. en The Siructure oí American Industry cit pp. 175-77; S, NELSON, W . G. K.EIM. E. MASON, Price Behavior and Business Folíeles'. Temporary National Economic Committce, monografía n.° 1. 1940, p. 51.

11 Un aumento de la incertidumbre sobre las posibles variaciones de la demanda res­pecto a disminuciones de precios conduce a resultados similares a los que se efectúan cuando la demanda aparece ciertamente rígida a las empresas interesadas.

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Si, al menos para algunos oligopolistas, la demanda es­pecial se torna notablemente más elástica, cada uno de ellos puede encontrar conveniente, para qu i tar clientes a los otros, luchar contra los rivales y reducir los precios aún más que en proporción a los costes directos; el margen porcentual q disminuye.

Esto puede conducir a la eliminación del beneficio neto y hasta a la recuperación fa l l ida de los costes constantes. No obstante, los costes constantes a corto plazo pueden no ser cubiertos; si no lo son, el precio tiende a igualar el coste directo. Sólo si baja de este n ive l (que antes hemos l lamado «nivel de eliminación») la empresa singular suspende la producción.

E n sustancia tenemos la situación examinada por M a r -shall , que pensaba que en esta situación no sólo desaparecen los beneficios, sino que los costes f i jos pueden ser cubiertos únicamente a través de una acción concorde de los produc­tores, los cuales castigan con una condena mora l al que «es­tropea el mercado por ser demasiado solícito en aceptar u n precio que cubra poco más que el coste variable de sus bie­nes y tenga escasa cuenta de sus gastos generales». 1 8

Si los oligopolistas consiguieran u n verdadero acuerdo, éstos, aunque encontraran conveniente reducir el precio, n u n ­ca lo reducirían hasta el punto de «cubrir poco más del coste variable», o sea, anulando, o casi, el margen q; por el con­t r a r i o , encontrándose frente a una demanda general más rígida respecto a disminuciones de precio, les parecería con­veniente mantener inalterado el precio y, de todos modos,

18 Principios, libro V . cap. V , §. 6. Es fácil ver que la situación descrita por Marshall. aunque sea compatible con un régimen de oligopolio, no es compatible ni con la compe­tencia «perfecta» (la competencia de los neoclásicos) n i . en rigor, con la competencia de los Clásicos. En concurrencia, el precio se determina independientemente de la acción de cada productor por separado; esto coincide con el coste (directo) marginal de cada em­presa y no provoca la ruina de ninguno, porque en condiciones normales el coste (directo) marginal coincide con el coste unitario medio, o lo supera (si la dimensión es. respecti­vamente, igual o mayor que la óptima); todos los costes —costes fijos o medios— resultan cubiertos y, además, se obtiene un beneficio. Sí el precio desciende más abajo del mínimo coste unitario medio, ninguna empresa puede hacer nada; no hay condena moral que pueda impedirlo (tal caída no es en absoluto poco frecuente en agricultura, por ejemplo).

Las observaciones de Marshall, sin embargo, no están fuera de lugar, sino que son muy realistas; pero éstas se refieren a una situación de oligopolio, no de competencia. Ésto ha sido señalado incidentalmente también por Stcindl y por Wolfe (J . S T E I N D L ; Small and Big Business c it . . p. 2. nota: 1 . N . W O L F E . The Problem oí Olígopoly cu., p. 181). Tiene razón Sraffa cuando afirma que la teoría de Marshall sobre la empresa, en cuanto explique la formación del precio en condiciones de competencia, sufre de una diferencia in ­curable entre coherencia formal y realismo. Pero una vez reconocido este punto, se trata de saber a qué formas de mercados se refiere la coherencia formal de esta teoría. Quizás una buena parte de ella pueda ser salvada, o al menos usada, para la elaboración de una teoría del oligopolio; precisamente, de una teoría del «oligopolio diferenciado». Oucda. naturalmente la incompatibilidad entre la teoría de Marshall de la empresa y las teorías del mismo Marshall. concernientes. Por ejemplo, a ¡as remuneraciones de los factores produc­tivos bajo el aspecto formal, estas teorías presuponen necesariamente la competencia.

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reducir lo menos que el coste directo. Pero si los oligopolistas son varios —como sucede a menudo en el oligopolio d i feren­ciado-— es difícil conseguir u n verdadero acuerdo; en este caso la regla más sencilla, que todas las empresas pueden seguir inmediatamente, es la de aplicar el p r im er cr i ter io del coste t o t a l (o sea, reducir el precio en proporción al coste directo manteniendo inalterado el margen q), aunque esto signif ique una menor cobertura de los costes f i jos un i tar ios y u n menor beneficio u n i t a r i o . 1 9 La «condena moral» de Marsha l l , se ha observado, impl i ca una acción tácitamente concorde de los empresarios; durante una depresión, la ac­ción concorde es precisamente la indicada: el margen q no varía.

b ) E n contraste con el caso del oligopolio diferenciado está el del monopolio: el caso de u n productor que no deba temer rivales (tanto efectivos como potenciales) y que ofrez­ca u n bien para el que no existan equivalentes directos.

S i la demanda general (la única que aquí es relevante) se t o rna más rígida no sólo respecto a disminuciones, sino también respecto a aumentos de precio, para el productor monopolista será conveniente hacer algo más que mantener inalterado el precio : le conviene aumentarlo. E n efecto, la contracción de la producción conduce a u n aumento del efec-

( k \ t i v o coste constante u n i t a r i o I — I ; si está en condiciones de hacerlo, al monopolista le conviene aumentar el precio para evitar las pérdidas o la reducción del beneficio que el

fe aumento de — comporta. E l margen q aumenta sensible-

x mente.

c) E n el oligopolio concentrado, en el que hayan una o pocas empresas capaces de regular el precio, el margen q no queda inalterado, como en el caso del oligopolio diferenciado, sino que aumenta; s in embargo, aumenta menos que en el monopolio. Las empresas dominantes t ienen u n poder de mercado mayor del que gozan cada una de las empresas que operan en condiciones de oligopolio diferenciado y pueden reducir el precio en proporción menor que el coste directo; pero no t ienen u n poder de mercado t a n grande como para mantener inalterado el precio; el margen q puede aumentar

i » Cfr. anteriormente. 9 I .

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sólo de modo l i m i t a d o . E n efecto, si este margen fuera no ­tablemente superior a l prevalente en otras industr ias , sur­giría una fuerte tentación por parte de las empresas operan­tes en otras industr ias — p a r t i c u l a r m e n t e , las grandes em­presas dotadas de amplios medios f inanc ieros— de i n v a d i r el mercado que, aún con pérdidas, promete ser beneficioso. Además, una diferencia demasiado grande entre precio y coste podría provocar una irrupción t a n notable de pequeñas empresas que conduciría inevitablemente a una flexión del precio. E l nuevo precio, por tanto , debe también reduc ir siempre al mínimo las tentaciones de empresas externas de invad i r aquel mercado, o las tentaciones de los rivales de romper la discipl ina de grupo, sea ésta sancionada o no por u n acuerdo. Para decirlo brevemente, el nuevo precio debe tender siempre a ser el determinado por los datos f u n ­damentales de los que depende el equi l ibr io en el o l igopol io (cap. I I , § 6 ) ; y la diferencia entre precio y coste directo no puede ¡¡dejarse demasiado de la diferencia n o r m a l .

No obstante, en los mercados en que la concentración es muy elevada y los obstáculos (part icularmente los técnicos) son notables para la entrada de nuevas empresas, en los pe­ríodos de depresión moderada se puede presentar una s i t u a ­ción semejante a aquélla, c itada anter iormente , del mono­polio ; con una demanda rígida respecto a los aumentos de precio, la concentración de las ventas y el consiguiente aumento del coste t o t a l medio de terminan la conveniencia de aumentar el precio; el margen q aumenta . 2 0

Se ha dicho que en el ol igopolio diferenciado, si las de­mandas especiales son notablemente más elásticas, puede ser conveniente para algunas empresas i n i c i a r una bata l la de precios; ésta es precisamente la a l ternat iva a la apl ica­ción concorde del pr inc ip i o del coste t o t a l . E n este caso, el margen q t iende a d i s m i n u i r y, en el límite, a desaparecer.

20 Este fenómeno aparentemente muy raro (¡la «ley de la demanda y de la oferta» parece invenida!) en algunos casos empieza ya a perfilarse en el periodo comprendido entre las dos guerras. Después de la segunda guerra mundial , casos de este género son más frecuentes —en la reciente flexión de la economía americana de 1957-58 son tan fre­cuentes que atraen la atención de muchos economistas que discuten la paradoja de una «flexión con inflación». Hay que advertir, sin embargo, que durante ta flexión, además del proceso indicado en el presente párrafo, ha tenido también lugar el indicado en la última parte del { 6. A pesar de la flexión, que fue moderada, aumentaron los salario: en muchos ramos, provocando un aumento de los costes variables. Cfr. I . K . G A L B R A I T H , Market Slructure and Slabllization Policy d t . . y J . M . BLA1R Adminislered Prlces: A Phenomenon In Search oí a Theory, en «American Economic Review» mayo 1959, pp. 431-50 (spec. pp. 435-38).

(Salvo leves modiflcadones, ya habla hablado de las observadones dudas en el texto, en la edidón de 1956 de este l ibro. La conduda de los precios en los mercados o l i ­gopolistas durante la flexión de 1957-58 creo que ha confirmado el fundamento).

92 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

Las batallas de precios también pueden tener lugar en los mercados en que prevalece el oligopolio concentrado; en este caso, por razones evidentes, aún serán más desastrosas. Las probabilidades de que durante una depresión surja la conve­niencia de una guerra de precios, ya bajas en el caso del o l i ­gopolio diferenciado, son aún más bajas en el caso del oligo­polio concentrado.

Dejando a u n lado la hipótesis de una guerra de precios, se puede, por tanto , concluir que en el oligopolio diferencia­do el margen q tiende a quedar inalterado durante una de­presión; en el monopolio y en el oligopolio concentrado, por el contrario , aquel margen tiende a aumentar, pero en el segundo caso a las empresas que están en condiciones de regular el precio les conviene contener el aumento de aquel margen dentro de límites restringidos; el aumento de q es relat ivamente pequeño.

Hasta ahora hemos supuesto que los datos de que de­pende el equi l ibr io en el oligopolio sean independientes de la acción de las empresas por separado. ¿Esta suposición es admisible para cualquier caso?

7. Los grandes empresas y los precios de los factores variables. — La respuesta, en lo que concierne part i cu lar ­mente a los costes directos es negativa.

Como se ha visto (§ 5 ) , normalmente las grandes em­presas tienen capacidad de i n f l u i r no sólo en los precios de los productos acabados, sino también sobre los de los facto­res productivos, part icularmente sobre los precios de los factores variables. A u n cuando esto pueda parecer paradó­j ico, a los más grandes oligopolistas, que tienen un poder oligopolista en el mercado de los factores variables, les con­viene sostener los precios de estos factores. En efecto, si el margen q no varía (y esto, como hemos visto , es completa­mente cierto en el oligopolio diferenciado y casi verdadero en el caso del oligopolio concentrado), el precio podrá soste­nerse en la medida en que se sostengan los precios de los factores variables.

U n ejemplo numérico podrá disipar las dudas. Si es 100 el vo lumen normal de las ventas, 200 el coste f i j o , 10 el coste directo y si q es igual a 32 por ciento, el precio es 13,2. Su­pongamos que con la d e ^ . j i ó n , las ventas d isminuyan de

V A R I A C I O N E S D E L O S C O S T E S Y D E LOS P R E C I O S 93

100 unidades a 50. E n correspondencia con diferentes n ive ­les del coste directo, supuesto constante q, el precio y el be­neficio t o t a l (o la pérdida) serán los siguientes:

fe k X k — — V p = v + qv G P

*„ X + — 100 200 2 2 10 13,2 120

50 200 2 4 10 13,2 40 50 200 2 4 9 11,9 55 50 200 2 4 8 10,6 70

Está claro que cuando menos d i sminuyan el coste direc­to y el precio, tanto mayor es la ganancia neta, o menor la pérdida.

E n este ejemplo hemos supuesto constante el margen q, o sea, hemos supuesto que la empresa que determina el pre­cio aplique el pr imer cr i ter io del coste t o t a l .

Resultados l igeramente diferentes se t ienen si se supone que la empresa adopte el segundo cr i ter io , más preciso. Con este cr i ter io , no se considera constante q, pero el porcentaje del beneficio s (siempre refiriéndose al vo lumen normal de las ventas) . Si s = 10 por ciento, el precio y el beneficio (o la pérdida) t o t a l serán los siguientes:

fe fe (k \ x k — — v p = ( — + « I ( I + Í) G P

100 200 2 2 10 13,2 120 50 200 2 4 10 13,2 40 50 200 2 4 9 12,1 45 50 200 2 4 8 11,0 50

También aquí, cuanto menor es la disminución del coste directo, menor es la pérdida.

La argumentación es válida (I ) si la demanda, durante la depresión, se torna m u y rígida; ( I I ) si los oligopolistas t ienen u n poder oligopolista en el mercado de los factores variables; y (TU) si éstos no se alejan demasiado del p r i n c i ­pio del coste t o t a l (primero o segundo c r i t e r i o ) .

La hipótesis ( I ) se realiza en muchos casos importantes durante la pr imera fase de una depresión; las hipótesis ( I I ) y (LTI) pueden cumplirse razonablemente en mercados que presentan una concentración notable y que además no están trastornados por la depresión.

94 O L I G O P O L I O Y P R O G R E S O T É C N I C O

Por tanto , para las empresas oligopolistas es convenien­te, para las que estén en condiciones de hacerlo, sostener los precios de los factores variables, esencialmente de las m a ­terias primas y del t raba jo . 2 1

Respecto a las materias pr imas, el modo ideal de contro­lar los precios es el de controlar la producción, o sea, el mé­todo que hizo posible la integración ver t i ca l .

Para la empresa integrada, el precio de la mater ia p r i m a resulta u n precio puramente contable; pero, para las otras empresas, es u n precio efectivo. Durante la depresión, las empresas integradas, sosteniendo aquel precio, pueden soste­ner el precio del producto acabado; éstas llegan a gozar de una enorme ventaja respecto a las empresas no integradas. (También en condiciones normales la ventaja es grande; si las diversas empresas siguen el pr inc ip io del coste t o t a l , las empresas integradas llegan a tener u n dominio completo so­bre el precio; éstas controlan, en efecto, una de las bases, el precio de la mater ia p r i m a . )

E n lo concerniente al t raba jo , la conveniencia de sostener el precio durante una depresión podrá concretarse en una ac t i tud pasiva respecto a los sindicatos obreros, dejando que los salarios permanezcan inalterados. S in embargo, esto es válido sobre todo para las empresas no integradas; las em­presas integradas, para sostener el precio del producto aca­bado, t ienen la posibi l idad (mucho más cómoda porque no comporta desembolsos efectivos de dinero) de sostener el «precio» de las materias pr imas (una reducción de los sala­rios puede resultar conveniente si llega a ser aguda la nece­sidad de fondos líquidos).

E n general, el poder oligopolista en el mercado de los fac­tores variables sirve para reforzar grandemente el mismo poder oligopolista en el mercado de los productos.

Durante una depresión, por tanto , las empresas dominan­tes de los mercados oligopolistas concentrados t ienen dos caminos para salvar lo salvable de los beneficios o para reducir al mínimo las pérdidas: aumentar el margen q, re ­gulando el precio del producto de modo que d isminuya me-

21 Fn el caso de las Industrias en que el movimiento de fondos (turn-over) está notablemente desfasado, en el sentido de que las entradas están separadas por laníos intervalos, mientras los gastos para la compra de los factores productivos variables están separados por intervalos breves, la conveniencia para los oligopolistas de sostener los precios de los factores variables puede llegar a reducirse, y hasta a anularse, por la veníala que éstos pueden conseguir reduciendo los precios y. por Unto , reduciendo la necesidad de fondos líquidos que. durante los largos intervalos entre las entradas podrfan obliaar a recurrir a préstamos bancarlos.

V A R I A C I O N E S D E LOS C O S T E S Y D E LOS P R E C I O S 95

nos que el coste directo, o bien sostener los precios de los factores variables. Si están en condiciones de regular estos precios, las empresas dominantes preferirán seguir el segun­do camino; part icularmente , preferirán sostener el precio de las materias primas. Siguiendo este camino, no encontra­rán las l imitaciones que encontrarían siguiendo el pr imero y de las que se ha hablado en el párrafo precedente. 2 2 Por con­siguiente, el sostenimiento del precio de las materias pr imas puede reemplazar, dentro de ciertos límites, el aumento del margen q; este margen puede d i s m i n u i r durante una depre­sión, también en mercados oligopolistas m u y concentrados.

2» U n ejemplo claro de cuanto se ha dicho lo encontramos en el proceso que íiguer. los precios y los costes en la industria americana del hierro y del acero durante la gran depresión; esta industria es, de manera característica, una industria oligopolista muy con­centrada y en la que las mayores empresas controlan también la producción de las mate­rias primas fundamentales (minerales de hierro » carbón de coque).

Tsiang escribe, como conclusión a un examen particularizado de esta industria durante el periodo 1923-37 (The Varialions oí Real Wages and Profil Margins in relation lo the Trade Cycle, Pitman, Londres 1947):

«...En contraste con la línea de los márgenes de beneficio en las industrias de manu-facturas consideradas en conjunto... los márgenes brutos de beneficio aquí muestran una clara correlación directa con el nivel de la producción» (p. 111).

«...La aparente estabilidad de los precios del hietTo bruto y del a c e r o . . . parece ser principalmente el resultado de la estabilidad del coste directo de producción» (pp . 116-17). (Tsiang llama «margen bruto de beneficio» a lo que Kalccki llama «grado de monopolio»: esto, como veremos, puede traducirse fácilmente en términos de a. El margen bruto de beneficio y <7 varían en el mismo sentido).

Según los datos citados por Ruggles. del 1929 al 1931 el e s t e directo medio en la industria de hierro y de acero disminuyó sólo un 5 % y el «precio» (valor medio) de los productos únicamente el 8 % (la flexión del Indice de los precios al mayor, en aquellos mismos años, fue del 24 %) (R. RUGGLES. o p „ cu. , p. 483; cfr. también pp. 477-78).

N i Tsiang ni Ruggle» intentan dar una verdadera y propia explicación de estos hechos.