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ENSAYO SOBRE SIGNIFICACIÓN DE LA MANO EN EL ARTE PREHISTÓRICO Y REFERENCIA A LAS DEL ABRIGO DE CLARILLO EN QUESADA (JAÉN) Por Antonio Beltrán Universidad de Zaragoza Resumen En la Sierra de Quesada nueve manos pintadas en rojo, dispuestas en tres filas simétricas, derechas e izquierdas, plantean el valor de estos símbo- los en la Edad del Bronce. ANTECEDENTE E S bien conocido el interés del conjunto de arte rupestre de la Sierra de Quesada por la extensión hasta este territorio de figuras levantinas en el abrigo del Encajeto que hacen más convincente su existencia en la zona almeriense de Vélez, especialmente en el Estrecho de Santonje, y por varie- dad formal extraordinaria en las de épocas posteriores sin que sea necesario insistir ahora sobre el tema. Pero sí en las pinturas rojas de manos natura- listas y estilizadas, pintadas y no impresas, positivas o negativas según la práctica de las semejantes paleolíticas localizadas en un covacho llamado de Clarillo (1) por el diminutivo del nombre de su duscubridor, en Quesa- (1) S oria L erma , Manuel; L ópez P ayer , Manuel G.; V allejo L aso , Manuel, y P eña J iménez , Juan: Arte rupestre y hallazgos arqueológicos en Quesada (Jaén), Jaén, 1987. So - ria L erma , Miguel, y L ópez P ayer , Manuel Gabriel: «El núcleo de Quesada. Sus aportacio- nes al conocimiento del arte rupestre postpaleolítico», / Jornadas Históricas del Alto Guadalquivir. Ponencias. La Prehistoria, Quesada, 1992, pág. 53. L ópez P ayer , M. G., y Soria L erma , M.: «Importantes descubrimientos de pinturas rupestres en la sierra de Quesa- da (Jaén)», Guad-el-Kebir, 1992, con noticia sobre las manos del abrigo de Clarillo y otra del descubrimiento del de los Ochillos. El nombre del descubridor es Claro Antonio Jódar Moya, y a el ya conocido Manuel Vallejo debo la localización de las fotografías que han permitido la redacción de este ensayo.

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ENSAYO SOBRE SIGNIFICACIÓN DE LA MANO EN EL ARTE PREHISTÓRICO Y REFERENCIA A LAS DEL

ABRIGO DE CLARILLO EN QUESADA (JAÉN)

Por Antonio Beltrán Universidad de Zaragoza

Resumen

En la Sierra de Quesada nueve manos pintadas en rojo, dispuestas en tres filas simétricas, derechas e izquierdas, plantean el valor de estos símbo­los en la Edad del Bronce.

ANTECEDENTE

ES bien conocido el interés del conjunto de arte rupestre de la Sierra de Quesada por la extensión hasta este territorio de figuras levantinas en

el abrigo del Encajeto que hacen más convincente su existencia en la zona almeriense de Vélez, especialmente en el Estrecho de Santonje, y por varie­dad formal extraordinaria en las de épocas posteriores sin que sea necesario insistir ahora sobre el tema. Pero sí en las pinturas rojas de manos natura­listas y estilizadas, pintadas y no impresas, positivas o negativas según la práctica de las semejantes paleolíticas localizadas en un covacho llamado de Clarillo (1) por el diminutivo del nombre de su duscubridor, en Quesa-

(1) So r ia L e r m a , Manuel; L ó p e z P a y e r , Manuel G.; V a l l e jo L a s o , Manuel, y P e ñ a J im é n e z , Juan: A rte rupestre y hallazgos arqueológicos en Quesada (Jaén), Jaén, 1987. So ­r ia L e r m a , Miguel, y L ó p e z P a y e r , Manuel Gabriel: «El núcleo de Quesada. Sus aportacio­nes al conocimiento del arte rupestre postpaleolítico», / Jornadas Históricas del A lto Guadalquivir. Ponencias. La Prehistoria, Quesada, 1992, pág. 53. L ó p e z P a y e r , M. G., y So r ia L e r m a , M.: «Importantes descubrimientos de pinturas rupestres en la sierra de Quesa­da (Jaén)», Guad-el-Kebir, 1992, con noticia sobre las manos del abrigo de Clarillo y otra del descubrimiento del de los Ochillos. El nombre del descubridor es Claro Antonio Jódar Moya, y a el ya conocido Manuel Vallejo debo la localización de las fotografías que han permitido la redacción de este ensayo.

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da, que plantea muchos problemas, sobre todo si se tiene en cuenta que co­rresponde a un conjunto que debe datarse en la Edad del Bronce y que escapa de las habituales interpretaciones de las manos como tema escogido por el arte prehistórico. Por esta razón parece útil disertar sobre el valor efectivo de la mano en las conductas humanas y acerca de la concesión de la catego­ría de símbolo y de la expresión gráfica de ideas posiblemente muy com­plicadas.

EL VALOR SIMBÓLICO DE LA MANO

Muchos prehistoriadores otorgan a la liberación de la mano respecto de las funciones locomotoras el valor de estímulo fundamental para el de­sarrollo de la mente humana. A partir de un momento dado el mantenerse erguido y el andar sin necesidad de ayudar al cuerpo, aunque fuera esporá­dicamente, con los brazos y las manos para avanzar con cierta verticalidad, producirá una especialización de las extremidades y permitirá ejercer deter­minadas conductas físicas que acabarán influyendo en los planteamientos intelectuales. Se trazará así el modelo del «homo faber» capaz de fabricar sus propios instrumentos para remediar sus carencias físicas y añadir reme­dios artificiales a las «unguas dentesque» de que hablaba Tito Lucrecio Ca­ro, permitiendo el establecimiento de un vínculo especial cerebro-mano para el desarrollo de programas organizados de actuación sobre la materia y de relación con el mundo exterior. Y, como consecuencia, la mano alcanzará un valor simbólico que, iniciado con el «homo erectus», hace algo más un millón de años, llegará a nuestros tiempos, sin solución de continuidad. Se­rá la mano del fabricante de artefactos, del aludido «homo faber» según denominación que se puso de moda efímeramente hace algunos años, pero también la del pintor, grabador o modelador, es decir, el instrumento para conseguir la expresión gráfica de las ideas.

La mano se presentará como un símbolo de muy complejas manifesta­ciones humanas. Será característica de un tipo de animales superiores el po­see una mano con el dedo pulgar oponible a los otros y con la facultad de aprehender, pero también de apoyar y asir y manejar (2). Resulta aleccio-

(2) Sobre este tema, un sugestivo estudio en G o n z á l e z G o n z á l e z , Manuel: Reflexio­nes y meditaciones sobre las manos desde la atalaya de un cirujano. Lección inaugural del Curso Académico 1994-1995, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1994, 36 págs. En este discurso se alude largamente a la aparición de la mano como tema de la paremiología, locuciones po-

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nador el comparar la mano del hombre «pre-sapiens» y la del moderno que podemos hacer partir precisamente del Paleolítico Superior, del «Homo sa­piens sapiens» o de Cromagnon como sujeto activo de la expresión gráfica sistemática de las ideas por primera vez tras de millones de años de Historia de la Humanidad. O dicho de otra manera, asistimos al nacimiento de lo que solemos llamar convencionalmente «arte rupestre».

Las distintas operaciones y sus marcas gráficas que tienen a la mano como sujeto nos conducirán desde la simple huella casual (la mano infantil del talud de la sala de los bisontes modelados del Tuc d’Audoubert) a la deliberada que muy pocas veces será resultado de una presión accidental o de una conducta caprichosa, apoyándose habitualmente en un principio cultural que expresará el poder de aprehensión o asimiento, el apoderamiento o asentamiento físico o mental de un individuo sobre seres o cosas colocan­do la mano sobre ellos, la llamada de atención o presión moral para obligar a la detención o parada, o la intervención en el proceso de influencias inte­lectuales, rituales, mágicas o de otra índole, como, por ejemplo, la cura­ción por imposición de manos.

No sabemos el valor de las raíces prehistóricas en el sentido que otor­gan a la mano las culturas históricas cuando la toman como la forma gráfi­ca de los egipcios como pilar indicando soporte o fuerza y el jeroglífico que le otorga diversas significaciones, aunque todas en relación con la acción, la entrega o el trabajo en forma muy semejante a lo que ocurre en diversas culturas de la América precolombina.

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LA MANO EN ROMA

Las ceremonias rituales o jurídicas que aluden al papel de la mano y que conocemos en las culturas tribales o en las históricas avanzadas, como se plasman en el derecho romano, son numerosas; pueden servir de ejem­plo la «dextrarum iunctio» de las «iustae nuptiae», la «manus» designando el poder del emperador o del «pater familias» hasta el punto de que aparece como símbolo del poder en algunas insignias militares y como amuleto. La posesión, en Roma, con la fórmula de sujetar con la mano la cosa poseída o, en todas las culturas, la imposición de las manos en ceremonias rituales que pueden ir desde los dos individuos uniendo sus manos sobre un caballo en el carro votivo de bronce del Museo de Guimaráes a la de consagración de los misterios cristianos o la inutilización de la posible acción mantenien­do las manos de los interlocutores unidas lo que, a la larga, se convertirá

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en saludo o muestra de amistad y que, en cierto modo, equivaldrá al «¡arri­ba las manos!» para inmovilizarlas y garantizar que no se recurrirá mediante ellas al uso de las armas. El valor de las manos apalmadas como señal de unión o amistad alcanzará difusión como símbolo entre las sociedades avan­zadas. Así, las monedas romanas de los Triunviros simbolizarán la concor­dia con dos manos estrechándose y cuando se funde en Hispania la Colonia de Ilici (Elche) será éste el tipo que pregone los propósitos fundacionales. En un anillito de escaso diámetro (se diría que correspondiente a manos fe­meninas) procedente de las recientes excavaciones del castillo de Albarracín (Teruel), justamente en un torreón donde permanecerían retenes o cuerpos de guardia, figura como tema decorativo un pequeño corazón sujeto por dos manos, casi como tenantes; se trata de una pieza del siglo xviii que per­petúa viejos significados.

MANO DERECHA Y MANO IZQUIERDA

No obstante, sobre las teorías generales relativas a las manos y la pre- valencia de la derecha no faltan las contradicciones incluso en las culturas que creemos conocer bien, pero que dejan muchas cosas por explicar. Por ejemplo, Roma se apoyará en el poder de la derecha sobre la izquierda con síntesis de bien y mal, día y noche, varón y hembra, luz y oscuridad, sol y luna, pero solamente después de que la cultura griega se imponga a la pri­mitiva itálica. Así hallaremos que determinados augurios tomarán la izquier­da como lugar prevalente y el propio Cicerón dudará en el otorgamiento de virtudes o defectos a los lados derecho e izquierdo de la persona. Un excelente artículo de Francisco Marco (3) expone estas cuestiones y nos aho­rra insistir en el tema Importa más que exponer la célebre systoichia de los Pitagóricos recogida por Aristóteles (4) mostrando las diez oposiciones esen­ciales, el plantearse si tal oposición derecha-izquierda se atisbaba ya en el paleolítico superior y reflejaban las manos pintadas en las cuevas.

Las raíces prehistóricas intervienen en una especial vinculación de la mano con muy complicados planteamientos que se han conservado en bue-

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(3) M a r c o , F.: «Topografía cualitativa en la magia romana: izquierda y derecha como elementos de determinación simbólica», Memorias de Historia Antigua, Universidad de Ovie­do, VII, 1986.

(4) Tal oposición es limitado, ilimitado; impar, par; uno, múltiple; derecha, izquierda; masculino, femenino; descanso, movimiento; recto, curvo; luz, oscuridad; bueno, malo; cua­drado, oblongo. En realidad a tales principios se sujetan las interpretaciones de los signos agu­dos como masculinos y los redondos como femeninos, en el arte prehistórico.

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na parte de las culturas tribales, planteándose problemas tan apasionantes como el ambidextrismo de los primitivos, la especialización de la mano de­recha como agente principal auxiliado por la izquierda, la relación de aqué­lla con la protección del corazón y sus vinculaciones con la idea de la muerte. Puede servir de ejemplo el ensayo de Robert Hertz sobre el tema (5). La oposición derecha-izquierda va desde el término único en las lenguas indo­europeas para la derecha a la enorme variedad de palabras para la izquier­da calificada de torcida y arbitraria huyendo de sus denominaciones en una especie de aversión que pasará a la conversación común, siniestra y hasta prohibición frente a la destreza atribuida a la derecha, extendida a la recti­tud intelectual, integridad, felicidad y belleza. Para los maoríes la derecha es el lado sagrado, sede de los poderes buenos y creadores y la izquierda el lado profano, que no posee virtud alguna, sino ciertos poderes turbios y sospechosos, y los Indios de América del Norte definen el yo a través de la mano derecha y el no yo o los otros por la izquierda. Y Plinio el natura­lista asegurará: «Vires dextra parte maiores sunt» y, como dice F. Marco resumiendo las citas de los autores romanos, la derecha es la mano benéfi­ca, es el espacio de la fuerza, la creencia de que la mano derecha constituye la expresión óptima de la fuerza o el de vigor guerrero se plasma en la prác­tica, común a muy diversos pueblos, de cortar la diestra al prisionero o al vencido en el campo de batalla, práctica que ofrece versiones iconográficas de interés, como la representación de diestras cortadas en escenas de carác­ter bélico y contexto funerario en el ámbito ibérico aragonés, es el caso de la estela grabada de Binéfar (Huesca) o de otra de El Palao de Alcañiz (Te­ruel). Sería la expresión gráfica de la uirtus, el testimonio de la fides y la paz. La mano derecha será la adecuada para realizar las ofrendas sostener la pátera. Y los cristianos convertirán en demoníacos los ritos normales, pero ejecutados con la mano izquierda.

Se podrían añadir más ejemplos, pero lo que interesa es conocer las razones por las que el lado sagrado se sitúa a la derecha y el profano a la izquierda. Sin embargo tal asociación o la preeminencia de la derecha dis-

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(5) H e r t z , Robert: La muerte y la mano derecha, Madrid, 1990, especialmente cap. III: «Los caracteres de la derecha y de la izquierda», pág. 112. En realidad las explicaciones filosó­ficas de las ideas de las culturas indoeuropeas y clásicas y las anécdotas que acompañan a las culturas primitivas o tribales pueden resultar peligrosas en su aplicación a los datos objetivos del paleolítico superior. Es evidente que la formación de los «ciclos» de la escuela de Viena y de las elaboraciones del P. Schmidt quedaban afectados por lo convencional de separar ras­gos aislados de cada cultura para unirlas, descuidando con frecuencia los demás, con lo que la artificialidad de las bellas y sugerentes conclusiones las dejaba en cuarentena.

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tan de ser la norma en todas las culturas. En el extremo Oriente, concreta­mente, sucede todo lo contrario, lo mismo en China que en Japón. La izquierda es el lado favorable, representa al cielo y lo masculino (yang) mien­tras que la derecha se relaciona con la tierra y lo femenino. Lo noble y lo sabio se relaciona, pues, con la izquierda (6).

El planteamiento general indicado se hace derivar por algunos de la orientación rehgiosa y del culto solar, es decir el mirar hacia Oriente como fuente de vida a través del sol, la iluminación del lado derecho del cuerpo mientras el izquierdo queda en la sombra. Ahora bien, la vocación destró- gira del Sol no es característica sino del hemisferio boreal, siendo sinistró- gina en el austral. Lo que resulta indudable es que originalmente la mano izquierda y el lado izquierdo del cuerpo no poseen menos aptitudes que el derecho y que las ventajas fisiológicas que pueden atribuirse a la mano de­recha son, en cualquier caso, inapreciables. Hay que llegar a la jetínclusión, por encima de las innumerables discusiones filosóficas sobreéí tema, de que la diferenciación es resultado de una operación cultural que, en cualquier caso, ya estaba vigente en el Paleolítico superior cuando las manos apare­cen como tema del arte parietal.

Con lo antedicho, y mucho que podría añadirse, se comprenderá que la explicación de la significación concreta que se puede otorgar a las manos que se representan en las pinturas prehistóricas o de cualquier otro tiempo es muy diversa y no obedece en lo fundamental a diferenciación por razón del tiempo, sino culturales. Los misterios que rodean la consideración de la mano pueden llegar hasta la quiromancia y la adivinación del porvenir y las condiciones del sujeto a través de las rayas de su mano. La curación de enfermos por imposición de ellas sobre las partes enfermas o sobre los brazos o cabeza de los afectados no solamente se encuentra en los prodigios atribuidos a Jesucristo, sino que la hallamos en todo tiempo y lugar y aun en nuestros días para transmitir sosiego, apaciguamiento y hasta curación.

Las prácticas sanatorias, el rito de mutilación de dedos o de transmi­sión de conceptos por medio de señales mediante posiciones predetermina­das de ellos, podrá ocasionar el lenguaje de las manos y la creación de medios convencionales para accionar y acompañar la palabra con el gesto o la ac­tuación mímica.

La cuestión general relativa a la utilización preferente de la mano dere-

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(6) C h e v a l ie r , J., y G h e e r b r a n t , A.: Diccionario de los símbolos, Barcelona, 1986, págs. 408-409.

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cha con la izquierda como auxiliar o por el contrario, el ambidextrismo o a la prevalencia de la izquierda sobre la derecha que hemos planteado pue­de encontrar apoyos en muy diversos sentidos en los ejemplos de manos en el arte prehistórico o tribal. Se estimará normal por las culturas históri­cas que el brazo y la mano derechos, así como en realidad todo el cuerpo en la mitad de este lado, asuman la actuación principal y se menosprecie el lado izquierdo al que se otorgará un valor convencional hasta el punto de que, como hemos dicho, al hábil y activo se le llamará «diestro» que actúa con la derecha y será «siniestro», sinónimo de maldad o deficencia, quien use la izquierda; pero ya no está tan claro que la explicación se apoye en la disimihtud de las dos partes del cuerpo humano por la situación del corazón en el lado izquierdo y la posición pasiva y protegida de este lado o en innumerables razones, todas con las mismas posibilidades de apoyo o de refutación de un hecho innegable. Lo que ocurre es que al analizar los casos concretos los estímulos para representar la mano de un lado u otro del cuerpo pueden reflejar una situación de hecho sin permitirnos averiguar su origen; por ejemplo el predominio de manos izquierdas podría resultar de su papel pasivo frente al activo de la derecha; pero la cuestión que vuel­ve a plantearse es el porqué de esta situación y las razones que la han pro­ducido.

Podríamos multiplicar las referencia en «lo popular», como el «tener buena mano» como índice de alabanza de habilidades, «tener manos» res­pecto de las mujeres, etc., y aludir a la utilización de manos presentando la palma como sustitutivo de la señal «stop» como hemos comprobado en instalaciones con acceso prohibido del puerto de Cartagena o en carteles de propaganda en los que se quiere mostrar el rechazo de cualquier actividad.

LA MANO EN EL ARTE RUPESTRE

Aunque en nuestros tiempos las representaciones de manos han podi­do perder su significado primitivo y si bien éste puede ser múltiple y resul­tar de muy complejas causas, no cabe duda que la mano permite la plasmación simbólica de planteamientos intelectuales que pueden llegar a complicaciones como las citadas mutilaciones o replegados, la agrupación de manos infantiles pintadas en la cueva de Porto Badisco (Otranto, Italia) o de adultos en el Cañadón de las Manos, en Chubut (Argentina), la espe- cialización de cuevas conservando obsesivamente manos mutiladas como Cargas en Aventignan, Tibirán y Heri Cosquer (Francia) y Maltravieso (Cá-

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ceres) o Santián (Cantabria) en España u otras situaciones, como el aisla­miento de una de Trois Fréres (Ariége) o la de El Castillo de Puente Viesgo impiden acudir a una explicación única para conocer el significado de las manos en el arte prehistórico. Otra cosa, completamente distinta, pueden significar las manos positivas rojas de los monumentos arquitectónicos ma­yas o las de Fátima en el mundo musulmán que toma frecuentemente la mano como amuleto y que aún protege a vehículos y personas en los países maho­metanos de nuestros días. O también puede responder su significado a una vieja raíz común e idéntica para todas sus derivaciones.

En realidad en las cuevas pintadas paleolíticas, dejando las improntas fortuitas, podemos encontrar las representaciones de manos con las más di­versas características; fortuitas pueden ser las improntas de pies y manos de la cueva de Fontanet, en el Ariége, asociadas a las pisadas de un zorro joven, siendo dudosas las de otras cuevas. La diversidad citada aparece tanto en las técnicas (positivas, negativas), como en los colores y su presentación solamente hasta la muñeca o añadiendo ésta y parte del brazo, estilizacio­nes reñidas con cualquier idea realista como las de Santián, asociación con animales a su alrededor y sobre ellos, agrupación de manos, aisladas, iz­quierdas prevalentemente, o derechas; de formas fantásticas como la de Le Portel quizá pintada sobre la sombra proyectada por una mano interpuesta entre una antorcha y la pared. Las de Quesada son pintadas tres de ellas naturalistas, pero con interpretaciones ideales de los dedos y de la base de la palma, los rasgos de color rojo intenso y otras estilizadas, más pequeñas, próximas a la forma de la citada de Le Portel. Algunas manos muestran, rarísimamente, superposición sobre ellas de puntos o trazos, como en la cueva de Henri Cosquer. Sin duda el significado de estas manos no puede ser úni­co, aunque todas las explicaciones se funden con el valor de la mano como medio de actuación física o moral, tal como hemos visto más arriba. Y des­de un punto de vista científico es posible que lo más correcto sea proceder analíticamente al examen de las características de la mano en cada cueva decorada antes de establecer teorías generales que resultan peligrosas por lo sintéticas.

En este breve artículo es imposible establecer ni siquiera una relación de las diferentes situaciones en que encontramos las manos en las paredes de las cuevas, pero podemos aportar ejemplos, casos que permiten una ex­plicación lógica indiscutible o la repetición de circunstancias que pueden presentar un número determinado de explicaciones y con algunas conside­raciones generales que pueden servir de base para una exposición teórica sobre la mano en territorios poblados por «primitivos» o culturas tribales.

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Una de las cuestiones que no podemos acometer es la de su datación, tanto en el Paleolítico del Mundo Antiguo como en Australia desde el Pleis- toceno hasta el arte aborigen actual, en Indonesia o América o en el Sahara en una fase reciente de la Prehistoria. En Australia hay manos positivas fe­chadas hacia el 20.000 BP, pero otras son posteriores a la llegada de los europeos y algunas corresponden a las pinturas actuales. No hay fecha se­gura para las manos de la isla de Sulawesi en las Célebes o en la cueva de Undjung Pandang, en Indonesia. En el impresionante conjunto de la «Cueva de las Manos pintadas» en Patagonia hay manos negativas y positivas que se han datado en 8.000 a 9.000 a.C. (7). En el Sahara hay manos negativas, pero sobre todo positivas y dibujos, tanto en el Tassili como en Acacus, suponiéndoseles una datación neolítica. Tampoco hay fecha segura para las manos pintadas de las construcciones próximas a Chichen Itzá en el Yuca­tán. En las cuevas paleolíticas hay manos positivas en Bedeihac, Combel, Pech Merle, Arcy sur Cure, Altamira, Pindal y la Fuente del Salín; además de las de la Cueva Bayol y la Baume-Latrone a las que se daban fechas del Gravetiense final o el Soluirense, la misma de la cueva PagHci.

En cambio son abundantes las manos negativas; más de 230 en Cargas y Tibiran, y en número menor en otras catorce cuevas francesas; 64 manos negativas hay en la cueva del Castillo, 13 en la Fuente del Salín y 24 en Mal- travieso. Muy raras son las manos pintadas que no reproducen las natura­les, sino que las interpretan, como en el lado derecho del techo del gran salón de Altamira o en más casos en épocas posteriores, lo que conviene a la época de las manos de Clarillo.

TÉCNICAS Y DIFERENCIACIONES EN LA REALIZACIÓN DE LAS MANOS PREHISTÓRICAS

Las manos se representan en forma «positiva», es decir, imprimiendo la mano embadurnada de color sobre la pared, sistema que puede parango­narse al usado en las pinturas mediante pinceles (por ejemplo, las manos violetas o la roja de la zona derecha del gran salón de Altamira) o vaUéndo- se de otros medios (palos, espátulas, plumas, los propios dedos) y acudien­do a las formas que las representan, o «negativa» dejando la mano sobre la pared y bordeándola mediante «lápices», pinceles u otros medios de im-

(7) L a sv a l lé e , D.: «Cultures Préhistoriques de Méso-Amerique et d’Amerique du Sud», La Préhistoire d ’un Continent a l ’autre, París, 1986.

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pregnación o, simplemente, soplando el pigmento disuelto en un líquido con la boca directamente o mediante un canuto, sobre una y otra, levantando la mano después y dejando la huella vacía perfilada por el color que ha lle­gado hasta la pared. En Le Portel, como se ha dicho, supusimos que una especie de mano con evidentes «membranas interdigitales» resultaba de ha­ber situado la mano entre una antorcha y la pared pintando en rojo sobre la sombra, tal como pudimos comprobar prácticamente. Y en la sierra de Quesada las manos tienen unas características especiales derivadas proba­blemente de la avanzada época a que corresponden, por lo que se separan de las conocidas del Paleolítico. En la cueva Sima de Cieza nos ha pareci­do, a través de las fotografías, haber interpretado una mano de color rosa­do sobre un signo rojo de pequeño tamaño y aspecto semejante a las figuras llamadas por Mauro S. Hernández «macro-esquemáticasi, aunque hay que oponer todas las reservas al resultar este signo absolutamente anómalo. Los colegas que han trabajado en la localidad no comparten nuestra opinión y hemos de reconocer que no hemos visto directamente la pintura.

Hay que subrayar que las «manos positivas» o «pintadas» son excep­cionales cuantitativamente frente a las negativas, pero también que no pue­de establecerse un principio estadístico de clasificación, como tampoco a la hora de asignar un papel especial en cada yacimiento a las izquierdas o derechas, partiendo de la citada actividad de la mano derecha y pasividad de la izquierda.

Muchas consideraciones generales relacionadas con las expuestas al prin­cipio de este artículo pueden deducirse de que las pinturas sean fruto de la acción de manos derechas o izquiedas para tratar de resolver el problema del posible ambidextrismo de los primitivos o la especialización por prejui­cios y convencionalismos de la mano y la parte derecha del cuerpo. En el arte paleolítico encontramos muchas variaciones según las diferentes cue­vas donde las manos fueron pintadas, y en Europa aparecen de ordinario solamente las manos y las muñecas, sin el antebrazo, salvo las manos de la cueva cántabra de Fuente del Salín y de la marsellesa de Cosquer y las estilizaciones que llegan a extremos fantásticos de Santián, acompañadas de pies. En cambio, en Australia y en los continentes fuera de Europa lo habitual es que las manos figuren como remates del brazo, formando uni­dad con él, sin perjuicio de que haya muchos ejemplos de la mano sola y se añaden los más diversos colores, y especialmente el blanco, el amarillo, añadidos al rojo y negro que monopolizan las manos pintadas europeas. Es decir, la mano tiene aquí sin duda otra interpretación y lo mismo hay

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ALGUNOS EJEMPLOS PALEOLÍTICOS

De un modo sintético con todos los peligros que tienen las simplifica­ciones, podríamos presentar las siguientes explicaciones del significado de las manos de cuevas europeas que podrían aplicarse a las de otros continen­tes si aceptamos que estamos ante una idea «elemental» como la calificaría Bastían al establecer una escapatoria para las opciones de la difusión y la convergencia en orden a las implantaciones culturales.

Manos de posesión de animales o del espacio, cuando aparecen sobre ellos y parecen fijarlos individualmente a voluntad de los pintores y de los estímulos que éstos representan; podía ser el caso del gran panel de la Cue­va de El Castillo con indicaciones concretas sobre bisontes.

Cerco y acorralamienío de presas cuyo ejemplo más expresivo está en Pech Mérle de Cabrerets, donde dos caballos, visiblemente espantados y re­frenando su marcha, adosados por los cuartos traseros, están rodeados por manos que acordonan todo el espacio, manifestándose encerrados o captu­rados.

Llamada de atención o ademán de detención en ocasiones delimitando un espacio de la cueva, marcando un punto de referencia, indicando una prohibición de paso o una restricción a la marcha, como encontramos en muchos ejemplos; así, en Les Trois Fréres, donde una mano corona un es­trecho pasadizo en el eje superior, o en El Castillo, donde una mano aisla­da se interpone entre las galerías superiores y la inferior o en Fuente del Trucho, donde las manos de la visera de la cueva, prácticamente con las pinturas al aire libre, separan el exterior del fondo donde se encuentran los caballos, tal vez con la bóveda estrellada del cielo entre el exterior y los ani­males y manos pintados.

Conjuntos misteriosos de las manos relacionadas entre s í sin que sea­mos capaces de explicar los ritmos y significaciones; así, el conjunto de ma­nos infantiles del fondo de la cueva de Porto Badisco, cuya entrada se obturó a principios del Eneolítico, o La Fuente del Salín, con excepcionales manos muy antiguas, anteriores al 25.000 BP y sus brazos, sin olvidar Santián, don­de las manos se convierten en signos, se estilizan, se añaden pies y se dotan de muñecas y brazos.

Manos mutiladas (8), de Cargas y Tibiran en Francia y Maltravieso,

(8) Aparte de las referencias en las obras generales o en las monografías sobre cada uno de los yacimientos citados. Sa h l y , A.: Les mains mutiles dans l ’artpréhistorique, Túnez, 1966.

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en Cáceres. Se han puesto en relación con ritos funerarios de distintos pue­blos primitivos, especialmente africanos, en una ceremonia de sacrificio par­cial sustitutivo del total de las esposas o allegados en las tumbas y el enterramiento de los esposos o jefes. Podrían interpretarse como exvotos propiciatorios o de acción de gracias y entrar dentro de los ritos de plega­rias, ofrendas y sacrificios correspondientes a todas las prácticas religiosas. Hay que advertir que las manos de Maltravieso son sensiblemente distintas a las de las dos cuevas francesas citadas y que la mutilación es excepcional.

La teoría de sacrificio parcial de las personas a través de la mutilación de dedos que ha gozado de gran favor y que tiene todos los inconvenientes deducidas de la Etnografía comparada, ha sido contradicha por el Dr. Sably, en su tesis doctoral defendida en la Universidad de Toulouse, sobre la cue­va de Cargas, para él un santuario donde se curaría la artrosis deformante con pérdida de articulaciones, fundándose en argumentos médicos y en el hallazgo de las impresiones de muñones de huesos en diversos lugares de la cueva, aparte de la repetición de estas manos, algunas en hornacinas, fun­damentalmente izquierdas e incluso una de ellas de un niño de corta edad, cuya manita mantenida a la fuerza mientras que practicaba el rito. El argu­mento negativo, apoyado en que resulta raro que para la curación de tal enfermedad no se preparase más cueva que la de Cargas o a lo sumo la de Tibirán con escaso número de manos, invalidaría también cualquier otra propuesta, teniendo que aceptar la excepcionalidad de estas representacio­nes mutiladas.

En cambio, A. Leroi-Courhan compara estas manos con señales reali­zaos a distancia y en silencio por los cazadores de las praderas de Norte­américa, plegándolos en forma distinta para mandar los avisos a los compañeros de caza. Un sistema semejante manejan los Arunta del territo­rio norte de Australia. Jean Clottes, con su gran autoridad, duda de las in­terpretaciones relativas a mutilaciones, mientras que Claude Barriere subraya las dificultades para considerar que se trata de señas de cazadores y dedos replegados.

Es extraño que si se trata de una artimaña de caza no aparezcan esos medios de expresión en más cuevas donde no existen tales mutilaciones. Y,

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V e r b r u g g e , a . R .: Le symbole de la main dans la Préhistoire, París, 1969, y Corpus o f the H andfigurations in prim itive Australia, Compiégne, 1970. M o u r e R o m a n il l o , J. A.; G o n ­z á l e z M o r a l e s , M. R ., y G o n z á l e z Sá in z , C.: «Las pinturas paleolíticas de la Cueva de la Fuente del Salín (Muñorrodero, Cantabria)», Ars Praehistorica, I I I - IV , 1984, pág. 13. B e l - TRÁN, A.: Origen y significación del arte prehistórico, Zaragoza, 1989, pág. 52.

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evidentemente, en Maltravieso las características de las manos, mutiladas también, son completamente distintas a lo conocido en el resto de las pintu­ras paleolíticas. La excepcionalidad de las mutilaciones hace difícil aceptar la explicación del pliegue de los dedos como un lenguaje no sonoro que ha­bría que aceptar como una práctica general que sólo se expresaría plástica­mente en cuatro cuevas (9).

Por otra parte, es raro que si estamos frente a amputaciones rituales o patológicas no se haya encontrado ningún esqueleto del paleolítico supe­rior con estas mutilaciones, aparte de las discusiones técnicas sobre las en­fermedades que se alegan como causa de tales mutilaciones.

El único conjunto de manos suficientemente estudiado es el de Car­gas, donde hubo más de las 250 manos que actualmente se conservan, ne­gativas, negras (las más numerosas) o rojas y excepcionahnente ocres, además de una en blanco a las que hay que añadir algunas impresiones sobre el ba­rro. De su observación se deduce que es imposible que se soplase el color sobre la mano con los dedos replegados, tal como Sahly y Barriére han com­probado. Las mutilaciones corresponden a cualquier dedo de la mano sal­vo el pulgar, y las amputaciones o deformaciones pueden deberse a gangrena consiguiente a helarse los dedos o a enfermedades como las de Raynaud o Ainhum, siendo inviable la lepra y muy difíciles de admitir los ritos de mutilación. Barriére piensa que las manos corresponden a un escaso núme­ro de individuos, a lo sumo una docena de hombres, mujeres o niños y que la práctica de soplar pintura líquida sobre ellas, apoyadas en la pared, se repitió cuantas veces fue conveniente. Nada puede deducirse de la indife­rente presencia de manos derechas o izquierdas y de la faha de no importa qué dedos, salvo el pulgar, mientras que en Maltravieso es siempre el meñi­que el que falta. Las nueve manos negativas de Tibiran pueden incluirse, en cuanto a planteamientos, con las de Cargas. El Dr. Tardos ha negado que las mutilaciones pueden provenir de tales enfermedadeso (10).

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(9) A lm a g r o Ba s c h , Martín; Las pinturas rupestres de la cueva de Maltravieso en Cá- ceres, Madrid, 1969. Ba r r ie r e , C .: «A propos des mains de Cargas», Bulletin de la Societé Preéhistorique Frangaise, 74,8, 1977, pág. 226, y L ’un parietal de la grotte de Cargas, Ox­ford, 1976, y Toulouse, 1976. Sa h l y , A.: Leprobtém e des mains motiles dans l ’artpréhisto- rique, Túnez, 1969; «La plus petite main préhistorique du domiane franco-hispanique, considerations sur les empreintes des mains d’enfants á Cargas», Travaux del’Institut d ’art Préhistorique, IV, Toulouse, 1961, pág. 169; C l o t , André: «Guotte de Tibirn», sn L ’art des cavernes. Atlus des grottes ornées paléolithiques frangaises, París, 1984, pág. 536.

(10) T a r d o s , R.: «Problemas posés par les mains mutilées de la grotte de Cargas», Ar- chéloge et medicine, Jeans les Pint, 1987, pág. 211.

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En la cueva de Henri Cosquer las manos, una de antigüedad que al­canza los 38.000 años, bastante toscas y de formas diferentes, presentan yux­taposiciones de trazos o de puntos que las separan de todas las demás que conocemos, aunque distamos mucho de podernos explicar la significación de esta singularidad (11). A reserva de los constantes descubrimientos que se producen en esta casi inaccesible cueva con la galería de entrada invadi­da por el mar y el acceso a unos 40 metros de profundidad, podemos afir­mar que en las localizadas en 1982, 26, predominan las manos negras izquierdas, 16 sobre las rojas, de las que 3 son derechas, siendo el resto in­determinado. Hay que anotar en este raro conjunto que en 6 casos se repre­sentan muñecas y antebrazos, como en Sahn; en 15 casos hay mutilaciones de dedos, apareciendo 3 manos enteras. Y vuelve a producirse la posibiU- dad de repetición de manos de los mismos individuos como en Gargas. Las dataciones hasta ahora conocidas repiten fechas anteriores al 18.000 BP.

Otro grupo de manos muy singular es el de Santián, cerca de Arce (Can­tabria), con un friso de quince signos rojos en dos filas, brazos humanos terminados con una mano y en un caso un pie. Los brazos se presentan en muy diferentes grados de estilización y la mano más realista tiene el pulgar mutilado, lo que no aparece en ninguna de las otras cuevas donde estas amputaciones se representan. Breuil no aceptó que las simplificaciones pu­dieran representar brazos y las calificó de mazas comparándolas con «tecti- formes» o signos de otras cuevas (12).

No corresponde a este artículo analizar las representaciones de manos en las diferentes cuevas paleolíticas, aunque debe señalarse que aparecen en la cueva de El Castillo en color amarillento en las fases más antiguas y, concretamente, en el muro del santuario superior donde se superponen figuras de todas las épocas representadas en la cueva. Breuil ya anotó 44 manos rojas negativas sin ninguna mutilación por agrupaciones diversas entre sí y con animales, especialmente con bisonte, con predominio de las manos izquierdas (13). Tampoco podemos valorar otros muchos casos como el de

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(11) Be l t r á n , a .; C l o t t e s , J.; C o u r t in , J., y C o s q u e r , H.: La cueva Cosquer (Cabo Morgiou, Marsella, Francia) y su arte rupestre, Zaragoza, 1992; C l o t t e s , J., y C o u r t in , J.: La Grotte Cosquer. Peintures et Gravores de la Cáveme engloutie, París, 1994, cap. 4. Les traces digitaux et les mains, pág. 59.

(12) A l c a l d e d e l R ío , H.; B r e u il , H ., y S ie r r a , L.: Les cavernes de la régíon cama- brique, Monaco, 1912.

(13) B r e u il , H.; 440 siécles d ’art parrétal. Les cavernes de l ’age du renne, Montlgnac, 1974, pág. 360.

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las manos positivas de color violeta de Altamira y la agrupación de manos infantiles de Porto Badisco, singulares por su cronología con un término ante quem proporcionado por el cierre de la cueva en el Eneolítico.

En los cinco continentes aparecen representaciones de manos, a veces en gran número, y con características singulares, como ocurre en Australia, con enorme variedad en el extenso continente, y en Patagonia, con datas muy antiguas que rebasan el 20.000. Pero si siempre resulta peligroso el «mé­todo comparativo» por puras semejanzas en las cuestiones relativas a las manos prehistóricas, los peligros de cometer errores siguiendo este sistema aumentan, pues nos hallamos ante una de las «ideas elementales» más cla­ras de cuantas pueden producirse en las expresiones humanas y los signifi­cados pueden ser muy diferentes en la misma época y mucho más en las muy separadas en el tiempo.

Ninguna de estas explicaciones puede aplicarse con carácter absoluto a todos los ejemplos y mucho menos al de Quesada. Pensamos que la ac­ción de la mano y su representación siempre comporta una idea de posesión y aprehensión o al menos de presencia, con frecuencia de curación y de trans­misión de propiedades propias a otra persona y, por consiguiente, que las pinturas significan un acto ritual que puede proponerse muy diversos fines y que se entraña en los hábitos intelectuales de los pueblos cazadores y re­colectores.

En alguna ocasión cualquiera de las interpretaciones que hemos enun­ciado resulta inviable y se puede pensar en una extensísima gama de ellas sujetas a la más inverosímil fantasía; es el caso de las dos manos izquierdas naturahstas, grabadas, de Luine (Boario Termc, Valcamónica, Itala) que están asociadas a un falo flanqueado por los testículos, naturalista también, que parece referirse a una idea de fecundidad activa, correspondiendo a una fase muy reciente de los grabados alpinos que podría datarse en la Edad del Hierro (14).

LAS MANOS DE LA CUEVA DE CLARILLO EN LA SIERRA DE QUESADA

Conocimos una mano de este yacimiento a través de una fotografía fa­cilitada por López Payer, y su interpretación nos suscitó algunas dudas, por

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(14) A n a t i , Emmanuel: Luine, collina sacra. Capo di Ponte, 1982, pág. 176, fig. 216.

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C O N J U N T O

Las manos de Clarillo.

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tratarse de interpretaciones de un pintor de la Edad del Bronce que dejó un conjunto en una pared de muy difícil acceso con un propósito delibera­do que no podemos reconstruir. No se aplica en este caso la técnica de yux­taposición de una mano sobre la pared rocosa y soplado de pintura líquida sobre ella ni siquiera de perfilado de los espacios exteriores o interdigitales ni el embadurnar la mano de color y disponerla sobre el panel rocoso. A reserva de un estudio más completo, podemos sugerir que se trata de una realización en época que las demás pinturas del abrigo llevan a la Edad del Bronce. No cabe duda que podían ser definitorias las dedadas y trazos que se aproximarían al conjunto del Forau del Cocho en Estadilla, donde algu­nos animales seminaturalistas están rodeados por conjuntos de dedadas y puntos rítmicamente dispuestos (15).

En las IV Jornadas Históricas del Alto Guadalquivir, el Dr. Luis Fron­tera Carreras, de la Facultad de Medicina de Sevilla, con su reconocida com­petencia, expuso: «El significado de las manos impresas de la Cueva de Clarillo (Quesada)», manejando las fotografías y datos que se le propor­cionaron con indicación de que las manos fueran impresas y, por tanto, su­puso reflejaban las características antropológicas del sujeto que las imprimió. El estudio debe traspolarse a la idea que el pintor tenía de las manos que representaba y, por consiguiente, es de total utilidad.

Las manos de Clarillo deben estudiarse a fondo, pero con los medios a nuestro alcance, y a título de hipótesis de trabajo, hemos de señalar que aparecen formando parte de un complejísimo conjunto en el que trazos y dedadas de color intenso semejante al de las manos, pero más fuerte, se su­perponen a manchas del mismo color, pero de otro matiz mucho más tenue una de las cuales se roza por el dedo anular de la mano 1, con lo que pode­mos definir la existencia de dos momentos en la pintura sin poder especifi­car, ni por asomo, la separación cronológica entre ambos. Tales trazos se disponen en la parte superior de las dos manos que aparecen juntas en el lado superior izquierdo del panel y representan, sin duda, dedadas o pintu­ras en tal forma que vendrían a completar el papel de las manos y que fue­ron añadidas en un momento posterior a la primera fase de las pinturas.

En el panel se advierten las dos manos derechas pintadas juntas y otra separada de ellas (ni negativas ni positivas o impresas) según denota el lim­pio recorte de la base de la palma, los trazos reforzados del dedo índice de

(15) B e l t r á n , a .: El arte rupestre aragonés. Aportaciones de las pinturas prehistóri­cas de Albalate del Arzobispo y Estadilla, Zaragoza, 1989, pág. 135.

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la mano número 1 y la superficie continua de la pintura en las tres de la fila superior del conjunto, muy distintas a las huellas que las manos emba­durnadas dejan sobre las paredes y de las que conocemos ejemplos entre los aborígenes australianos de nuestros tiempos. Aun puede añadirse que la mano 1 parece haber sido corregida y después de haber pintado el dedo índice fue abandonado y se agruparon los cuatro dejando el primer trazo fuera, lo que explicaría el refuerzo que se practicó en la pintura definitiva, precisamente en el dedo índice. Los dedos se presentan con dimensiones des­cendentes en forma contraria a la realidad, es decir, el índice más largo que el corazón y éste un poco más que el anular (del que sobresale un punto de color en la parte exterior derecha) y mucho más que el índice en forma correcta. A pesar de las anomalías citadas, esta mano, como la 2 y la 3, son evidentemente realistas y ligeramente distintas; la 1, con dedos muy largos en proporción con la palma, más corta la 2 y tosca y pesada la 3.

Junto a la mano 1, a la derecha del espectador, está la 2, con el color ligeramente más débil, pero no por cambio del pigmento o matiz, sino por la cantidad de pintura, lo que nos confirma en que la 1 fue corregida y «re­pasada» tal como hemos notado en el dedo índice y en el anular. Es, igual­mente, derecha y ambas con el pulgar muy separado y los otros cuatro dedos (cinco en realidad en la 1) juntos y repitiéndose el mayor tamaño del índice respecto de los otros.

Ambas manos se hallan muy juntas, miden entre 12 y 15 cm. de altura, y se presentan visiblemente separadas de la 3, con la que se alinean en la parte superior de este conjunto. Es también derecha, menos definida en la separación de los dedos entre sí. Sin duda las tres manos forman una hilera de manos derechas, bajo las cuales se advierte una doble fila de tres manos no realistas, en este caso izquierdas, peor conservadas, con los dedos sepa­rados y tocándose las de las dos hileras, si bien su conservación ofrece algu­nas dudas al interpretar el número de dedos y su implantación.

Lo que no cabe la menor duda es que estamos ante un panel que debe datarse en la Edad del Bronce a juzgar por estilizaciones de animales o de trazos con numerosas líneas que parten de una horizontal hacia abajo que corresponden a tal época. Que se trata de manos pintadas, derechas arriba y realistas e izquierdas debajo e interpretadas con gran Ubertad. Y, sin du­da, que habrán de ser estudiadas exhaustivamente para tratar de deducir de este impresionante conjunto las consecuencias históricas que expliquen esta anomalía, única en lo que conocemos, en el arte parietal español. Un conjunto que puede relacionarse con él, el de Porto Badisco, en Otranto,

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en una cueva que se cerró a principios del Eneolítico, agrupándose sin nin­gún orden en dos de los corredores finales, con manos pintadas en gran nú­mero, sin aparente orden y con numerosos problemas que no son del caso, pero que muestran que en épocas cronológicas no muy separadas se ha po­dido producir el mismo fenómeno en un frontón rocoso de Quesada y en una cueva intermedia del sur de Italia (16).

DIGRESIÓN SOBRE LOS PIES IMPRESOS O PINTADOS

Una significación semejante pueden tener las representaciones de pies, aunque aparezcan en formas distintas. En primer lugar las huellas derivan de los pasos y el andar y lo mismo podemos aludir a las pisadas de Laetoh, con más de un millón de años de antigüedad que a las del reseau Clastres de Niaux, donde evidencian el paso de dos adultos y unos niños por aque­llas profundas galerías. Pero al mismo tiempo, y en otro lugar de la cueva, hay un pie marcado cuidadosamente, por alguien que caminaba difícilmen­te por una repisa ayudándose con un palo y que lo marcó con sumo cuida­do en el barro, de forma muy distinta a los pies que hallamos al final de este mismo corredor. Y en un caso análogo encontramos en Fontanet, cue­va abierta en el mismo macizo montañoso que la de Niaux. En el Tuc d’Audoubert los pies de adolescentes alrededor de los bisontes modelados en arcilla reflejan un baile ritual, seguramente apoyando los pies solamente en los alones. Y encontramos estihzaciones de pies mezcladas con las de ma­nos en Santián (Cantabria) y en Australia e infinitos ejemplos de pies pa­reados o individuales en los grabados escandinavos, alpinos o gallegos. Otro carácter debe tener la huella casual de la cueva de la Basua en Toirano, sin que podamos profundizar en el tema en este lugar.

La diversidad de interpretaciones puede ser semejante a la que provo­can las manos, aunque la acción del remate de las extremidades superiores e inferiores sea muy distinta. La significación debe ser muy distinta según los casos, pero de cualquier forma nada ha de tener que ver con la de las manos. Los pies pueden marcar una dirección, como hallamos en la propa­ganda que en el suelo se hizo del lupanar de Efeso, y variar su sentido según que aparezca un solo pie o ambos y que reflejen la anatomía del pie o un calzado. Será difícil establecer la voluntariedad de la huella y se discutirá

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(16) G r a z io s i , Paolo: Le pinture preistoriche dellagrotta di Porto Badisco, Florencia, 1980, lám. 14, corredor 1 y 82, corredor 2.

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como ocurre en el ejemplo de Toirano. En la cueva de las Monedas hay pies que corresponden a quienes exploraron la cueva en tiempo de los Re­yes Católicos y perdieron una bolsa con sus menguados haberes que dio nom­bre moderno a la cueva.

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