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Revista Doble Vínculo Nº 0
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Epígrafe y descuadre: Apuntes de la discusión sobre peronismo en la sociología
política argentina1
Alejandro Fielbaum S.
ABSTRACT
Tras exponer y reflexionar sobre el rol de G.Germani en la fundación -contra el
peronismo- del campo de la sociología de pretensión científica en Argentina y
su consolidación universitaria, se procede a una lectura de su teoría del
peronismo basada en la insistencia existente, desde sus primeros textos, en la
desde consideraciones de sus primeros textos sobre la necesidad de la
regulación del tiempo y la sincronización de sus diversas esferas y grupos para
el éxito de la evolución social. Luego se revisa la crítica que la ha realizado
E.Laclau desde cierta consideración de la temporalidad del populismo y la
cuestión de la promesa en la política, pensada a partir de la noción
benjaminiana de tiempo-ahora que permite considerar el populismo como
intemporalidad que exacerba el presente como momento que se busca
interrumpir en virtud de la incompletad, logrando cohabitar infinita espera y
radical urgencia. Se finaliza desde lo allí desarrollado releyendo la noción
1 Ensayo realizado para el curso Sociología Política, dictado por los profesores Eduardo Valenzuela y
Beltrán Undurraga durante el Primer Semestre del 2007 en el Instituto de Sociología de la Pontificia
Universidad Católica. Valga aclarar que la consideración del presente escrito -desde el título- como
Apuntes, no refiere a escasez de rigor o profundidad, sino a las necesarias limitaciones de espacio
impuestas por el presente formato, lo que nos impedirá extendernos profundamente en la
consideración de otros cuantos escritos de sociólogos argentinos (particularmente, de Di Tella y
Portantiero), y, por tanto, mucho menos de otros autores latinoamericanos (Ianni, Moscoso).
Asimismo, por la ausencia de mención a textos importantes en el debate, los que no hemos podido
hallar en Chile. Referimos particularmente a los textos compilados por Horacio González en Historia
crítica de la sociología argentina (Colihue, Buenos Aires, 2006), además de Nuestros años sesentas. La
formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina. 1956-1966, de Oscar Terán (Punto Sur,
Buenos Aires, 1990) e Intelectuales y poder en la década del setenta, de Silvia Sigal (Punto Sur, Buenos
Aires, 1990). Valgan desde el comienzo tales excusas.
Parte de este ensayo -en particular, una síntesis de las partes VI, VII y VIII fue presentada en el
Congreso de la California Sociological Association, llevado a cabo en Berkeley, durante Octubre del
2007.
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postdictatorial chilena de Transición, desde la especificidad temporal del
populismo que se ha buscado mostrar a través del ensayo.
(”Pero de hecho, y de acuerdo con el fenómeno general de la asincronía, muy rara vez habrá
simultaneidad“
Gino Germani[1]
Las operaciones textuales que pudiese (o no) realizar un epígrafe resultan, necesariamente,
singulares. Pues acaso no podamos considerar inscripción[2] cuya imposibilidad de traslado
sea mayor -cuyo intento de repetición resulte más grotesco. En efecto, desde sus efectos, el
epígrafe abre de forma otra, acaso deformando, un distinto espacio de inscripción; permite
un nuevo texto rigiéndolo desde la retirada, gobernando desde una distinta ley a la explícita
linealidad, inaugurada por su precipitación que descuadra las seguridades del reparto
tradicional de la escritura. Introduce la disputa en el texto de un nuevo reparto de lo
sensible al abrir lo que vendrá como una zona inestable, desde el injerto relocado de otro
texto, o bien como dedicatoria. Ambos casos, huelga decirlo, en necesaria remisión a otro, al
convocarlo antes de comenzar el texto -o donarle lo que vendrá. Cualquier aprendiz de la
sospecha comprenderá que ambas cuestiones no se dejan distinguir tan fácilmente; Que
ambas sintomatizan la imposibilidad del texto de constituirse como autonomía, pues “un
epígrafe podría tener una relación de afinidad o de amistad, de contradicción o de conflicto con
un corpus; pero en cualquier caso nunca dejaría de tener una relación con él“[3].
El epígrafe, por tanto, no pareciera poder cifrarse sino desde la urgencia, cuya intromisión
desbarata la linealidad del tiempo, la continuidad del espacio. Por fulminante, el epígrafe no
alcanza a localizarse. Ni anticipa totalmente el texto, ni deja hacerlo; Mucho menos, indica
dónde hallar sus referencias: “Hay cierta indecidibilidad en esto del epígrafe. Como si el
epígrafe no tuviera un lugar específico, un topos propio o apropiado, un domicilio fijo donde
ser hallado o buscado. Ni adentro ni afuera. Adentro y afuera. ¿Cómo decidir su lugar?“[4] El
epígrafe, entonces, se introduce intempestivamente con cierto dejo de diacronía que impide
la simultaneidad, como acontecimiento que imposibilita el saber sobre el cual montar una
decisión esperable desde el orden actual de la cuestión. Si título, autor y contenido suelen
organizarse como institución desde nociones de originales -todas aquellas solidarias entre sí,
garantizadas por “un conjunto de leyes que tienen todas ellas una historia, a pesar de que el
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discurso que las justifica pretende a menuda arraigarlas en leyes naturales[5]-, el epígrafe
desobra desde el comienzo cualquier posibilidad de dicho orden introduciendo la
excepcionalidad como lo fundante en el texto -entre la distribución gráfica de tales
elementos. ¿Cómo saber, predecir, prescribir, que acaecerá tras un epígrafe? Sólo a retrasos
podemos rodear tal instante previo al momento que el texto guarda para su argumento,
sagaz en colarse con: “un rigor de otra clase. No tiene ante sí, no cree tenerlo, un Infinito. No
da la sensación de producirse para el tiempo, sino para el momento“[6]. Saber de la excepción
y excepción del saber. Operaciones posibilitadas por la urgencia sobre las que urge, desde
nuestros estados de excepción, saber.)
________________________________________________________________________________
“Llegada tarde al banquete de la civilización europea, América vive saltando etapas,
apresurando el paso y corriendo de una forma en otra, sin haber dado tiempo a que madure del
todo la forma precedente. A veces, el salto es osado y la nueva forma tiene el aire de un
alimento retirado del fuego antes de alcanzar su plena cocción”
Alfonso Reyes[8]
“…utopía última de una política sociologizada, convertida en su contrario: calmo fin de la
política donde los dos sentidos del “fin”, el telos que se cumple y el gesto que se suprime, van a
coincidir exactamente“
Jacques Rancière[9]
“Ahora bien, la justicia, por muy impresentable que sea, no espera…una decisión justa es
necesaria siempre inmediatamente, en seguida, lo más rápido posible. La decisión no puede
procurarse una información infinita y un saber sin límite acerca de las condiciones, las reglas y
los imperativos hipotéticos que podrían justificarla. E incluso si se dispusiera de todo esto,
incluso de todo el tiempo y los saberes necesarios al respecto, el momento de la decisión en
cuanto tal, lo que debe ser justo, debe ser siempre un momento finito, de urgencia y
precipitación“
Jacques Derrida[10]
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“En la familia grande que es la Patria también los pedidos que se presentan al Presidente, que
es el padre común, son infinitos. Comprobamos esto ya cuando Perón era presidente electo: las
esperanzas del pueblo se concretaban en peticiones de lo más variadas“
(Eva Perón)[11]
Concédase una tesis: La de Perón como epígrafe de Argentina. Tras el descuadre que
acarrea, intentos de recuadrar, habitar desde tal descuadre, o incluso descuadrarlo. Al
menos, desde tímidas -y no tanto- donacciones. Habrá que pensar qué tan curioso sea lo
siguiente: Los principales textos sobre el peronismo son inaugurados por dedicatorias[12].
I
“…deseo presentar un panorama sintético de la situación argentina, mostrando simple y
objetivamente el reverso de una medalla de simulación, falsedad y calumnia….“[13]
Entonces, la disputa por la verdad sobre el peronismo pareciera erigirse como el epígrafe del
campo[14] sociológico en el mismo país. Sólo tras su ocaso aparecen las tomas de posición
explicativas que disgregarán un extraño bloqueo de resistencia a un régimen rechazado por
la mayoría de los intelectuales -un régimen que se erige discursivamente contra todo
privilegio, entre aquello el privilegio del intelectual. Contra Perón se unen liberales y
socialistas. Los relatos sociológicos sobre el ya caído régimen sintomatizarán la fractura de
previas alianzas que supieron mantenerse firmes por la existencia de un enemigo en común,
cuya caída abre el debate intelectual[15] y desvincula la alianza estratégica que lo combatió
desde la reflexión[16]. La disputa sobre el peronismo continúa décadas después, en efecto,
regenerándose[17]. No obstante, a la reflexión sociológica sobre el peronismo parece haberse
añadido, reciente y suplementariamente, la reflexión sobre dicha reflexión. Releyendo
cuestiones aparecidas en dicha problemática, aparentemente secundaria en torno al
peronismo, intentaremos reflexionar sobre algunas de las características más importantes en
el mismo fenómeno.
La extraña fragua de la izquierda liberal genera un extraño campo intelectual que no se
erigirá como crítica de la modernización o la antimodernización, desmitificación de la
economía o la metafísica ni dardo dirigido directamente contra algún discurso o disciplina,
sino más bien contra las distintas prácticas asociadas al peronismo. A diferencia de la
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mayoría de las obsesiones de la investigación latinoamericana, el peronismo aparece como
objeto discursivo en la discusión refinada después de ser nombrado en las calles. Extraña y
revertida episteme[18] que torna a los intelectuales refinadores y críticos antes que
productores de conceptos, desde la obligación política de pensar y combatir aquel oscilante
apelativo, la cual se mantendrá incluso tras los discursos que se separen del ensayo en un
campo dentro del cual surge la sociología Resulta difícil compartir la tesis de Touraine de
que la sociología se erige en Argentina contra el liberalismo[19]. Más bien, pareciera surgir
desde la voluntad de verdad más refinada dentro de la alianza entre izquierdistas y liberales
en la que se halla, de acuerdo a Torcuato di Tella, la figura de Gino Germani[20]
II
“No utilizaremos ni el poder, ni la fuerza, ni la violencia, mientras la persuasión pueda abrir
completamente nuestro camino“[21]
Pese al discurso anti-intelectualista sobre el que se erigen las distintas experiencias
populistas[22], parte de la astucia burocrática de Perón[23] es la de asegurar los distintos
espacios de enunciación -y bien supo que aquellos excedían su balcón. Particularmente, en
una sociedad en la cual textos e intelectuales poseen una figuración pública bastante mayor
que en el resto de Latinoamérica. De forma tal que también los espacios intelectuales
replican aquel tono contrario al iluminismo que el peronismo comparte con otros
populismos[24]. Sin interés de exagerar idealistamente la importancia de la discusión
académica en el régimen peronista, es importante indicar la hegemonía de la intelectualidad
católica en el desarrollo universitario de las Ciencias Sociales durante su mandato[25], con el
descrédito de la sociología científica[26] como parte importante de régimen discursivo.
Perón considera, en efecto, que el peronismo es propio de hombres de acción, pero que tras
un primer momento requiere intelectuales para afianzarse posteriormente, comprendiendo
así la necesidad de intelectuales orgánicos en la estabilización del régimen[27]: “Así como no
podemos concebir un hombre sin alma, es inconcebible un pueblo sin doctrina“[28]. Tras
asegurar el orden de los cuerpos, por tanto, no deja de ser fundamental instalar
estratégicamente los discursos produzcan nuevas sensaciones en los mismos.
Parte de la peronización de la educación[29] atañe, directamente, a la Universidad. El
peronismo luchara contra el liberalismo, imperante en la institución como desde la herencia
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de antiguas reformas[30]. Pareciera que en la época se discuten más las políticas
universitarias antes que alguna otra temática intelectual en la institución. Dicho de otra
forma, se discuten objetos y tonos de discusión: La misión de la Universidad misma, antes
que discusiones dentro de la misma. Temáticas y disciplinas son fortalecidas o vedadas
dentro de una Universidad que Perón intentará configurar al servicio de la nación desde la
crítica al carácter antipopular del saber tradicional, representado en las distintas nociones
abstractas de verdad en la Universidad cuya crisis orgánica[31] intenta reparar resituando su
saber al servicio de las necesidades de la nación . En pocos campos el ya mencionado e
inédito vínculo socialista-liberal parece haberse dado de forma más compacta, acaso porque
sus intereses resultaban bastante similares y simples: Mantener la autonomía del campo
universitario[32]. Claro está, lo último no remite a la necesidad de la pureza del saber. Tras
dichos discursos se hallan intereses intelectuales subordinados por un campo en el cual una
restitución de su -siempre relativa- autonomía significaba un retroceso del peronismo. La
oposición no sólo intenta resguardar la posibilidad de la discusión académica por
coyunturas de necesidad laboral, sino mucho más para poder mantener un espacio de
instalación de temas y discursos que cuestionen al régimen peronista. Tras la caída del
último la reestructuración de la UBA se vive, literalmente, como una cruzada[33].
III
“Pero quiero que sepáis que cuando el calor oficial se necesite para dar impulso a la labor
universitaria ¡prometo, como que hay Dios, que allí encontraréis siempre al General Perón“[34]
Tras la caída de Perón, testimonia un actor privilegiado de la escena antes descrita, la
enseñanza e investigación sociológica se consolida en la UBA[35], tomando como urgente y
central problemática aquella que refiere al reciente régimen caído. La consolidación de la
disciplina incluye, además de la creación de la carrera a cargo de Germani, la intensificación
de las publicaciones de investigación y traducción que se había iniciado años atrás desde la
dirección de figuras expulsadas de la Universidad durante el peronismo[36]. Si el
nacionalismo combatió la sociología[37] -de acuerdo a otro testimonio- su caída alienta su
regreso. Pero desde la urgencia de pensar la realidad nacional legada desde la crisis de los
valores académicos[38], herencia del peronismo ineludible para la Universidad que se
moderniza[39] y -parte importante de aquello, tarea de las ciencias sociales- piensa la
modernización, sus destinos y posibilidades. La invención universitaria de la investigación
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sociológica lleva inscrita claras prioridades. Bien vale ac| recordar que “la jerarquía de los
dominios y objetos orienta las inversiones intelectuales por mediación de las estructuras de las
posibilidades (medios) de beneficio material y simbólico que ella contribuye a definir“[40]. El
debate sobre el peronismo es fundamental en dicha tarea; Tanto por sus moralejas cuanto
para alejar eventuales retornos. Tras ello, se tratará de pensar las posibilidades una nueva
realidad nacional por venir tras una nueva política, uno de los términos que, durante los 60,
“más que palabra: fueron argumentos, condiciones de legitimidad y, también, botines. Es decir,
nociones cuyo significado, uso y autoridad estuvo permanentemente en disputa[41]“. Por
tanto, objeto de inseguridad ontológica. Por construir desde una performatividad que los
discursos sociológicos buscan dirigir y no sólo que realidad que tales busquen describir, en
la confusa zona acaecida tras lo desastroso de sus últimas encarnaciones. Bien señala
Neigburg que “explicar el peronismo se transformó en sinónimo de explicar la Argentina“[42],
y que dichas explicaciones se acompañan tanto de autolegitimación científica como de
proyectos de nación. “La sociología científica se legitimó consagrando a la suya como la
explicación sociológica del peronismo“[43], y aquello desde el carácter proyectivo que los
nuevos regímenes de saber buscan instalar en la sociedad
Las principales líneas de investigación en la sociología argentina -particularmente, tres
áreas: modernización y desarrollo económico, política y estratificación y movilidad
social.[44]- apuntan a rodear desde las distintas aristas el fenómeno peronista, y con ello
explicar el país. De acuerdo a Germani, recién tras la caída de Perón, estudiantes e
intelectuales antiperonistas iban a descubrir su verdadero significado[45]. No obstante, la
posición desde la cual observan dista de la neutral tribuna que busca la distancia crítica. Y
no sólo por el ya mencionado carácter interesado del nuevo saber sociológico; Pies las
distintas intervenciones en el debate en cuestión trastoca tanto a lo estudiado cuanto a los
propios investigadores. Bien señala Halperín que interpretar al peronismo ha desgarrado
identidades[46], pues los modelos sociológicos y políticos legados desde las distintas
conceptualizaciones europeas y norteamericanas parecen añadir confusión: El caso
argentino se presenta como de una desviación paradójica[47] para Germani -O’Donnell lo
llamará un caso anómalo[48]. Los antiguos marcos explicativos no parecen productivos a
Germani para desarrollar el debate sobre totalitarismo y populismo que emplazará[49]. No
sólo resultará necesario interrumpir los escasos desarrollos ensayísticos anteriores, sino
también la recepción ingenua de teorías metropolitanas con escaso asidero teórico o
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correlato empírico para comprender la realidad loca(l). Germani funda la sociología
argentina de pretensiones científicas interviniendo desde aquella doble escisión.
IV
“Cuando un pueblo se aproxima a un momento grave, sus cerebros de primera fila se
preguntan si el ánimo estará debidamente preparado para las horas que se avecinan[50]
Recién tras la caída de Perón, Germani se sumerge por completo en la reflexión sociológica -
abandonando definitivamente ciertas incursiones en la psicología social[51]- cuyos
principales lineamientos intentará delimitar asegurándose que los nuevos contratados en la
recientemente abierta carrera en la UBA hayan sido antiperonistas[52]. A la certera idea de
que el peronismo resultó la obsesión intelectual de Germani[53], habría que añadir que
combatirlo desde un punto de vista institucional y teórico fue su necesidad. O bien, que
Germani resultó necesario para la reconfiguración de dicho campo como crisol de la
explicación antiperonista del peronismo -y viceversa. Di Tella señala, en efecto, que posee
un necesario caudillaje[54]. Este se monta desde la fe en la posibilidad de combatir, con la
sociología, la posibilidad de retornos de su traumática experiencia con de Mussolini como
comedia y Perón como tragedia, en lo que remite al futuro de la sociedad argentina[55]. Se
tratará, por tanto, de explicar tensiones subyacentes en la sociedad que han permitido la
erección de este síntoma cuya aparición no resulta un mero valor de superficie de pronta
superación, pues asume qué este interpela la institucionalidad establecida desde cuestiones
estructurales. De forma tal que su necesario final puede tardar en acaecer más tiempo que el
deseado si las mismas tensiones que lo erigen no se solucionan. Dicho de otra forma, para
Germani el peronismo no responde a estupideces ni contingencias, sino a un tramado de
cuestiones sociales constituyentes de una realidad cuyas desordenadas condiciones
establecen, con particular precisión, a un líder que toma su fuerza, precisamente, de dicho
crisol.
Germani parte desde la tradición sociológica que concibe cierta crisis en la sociedad
occidental. Si bien toma de Parsons su fundamental arsenal teórico, su lectura de la
actualidad -la lectura de su actualidad- surge desde una perspectiva sumamente distinta. La
introducción de las masas en la política y de la anomia en la normatividad social le parecen
procesos desregulados que requieren corregirse para mantener los logros de las sociedades
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occidentales. El problema no se sitúa en dicho ingreso en la esfera política, sino que su
intempestividad descuadra sus tiempos, límites y pasos. Será necesario repensar tanto aquel
proceso, como la forma de regular el devenir de nuevos actores necesarios para la estabilidad
de la democracia que la nueva realidad exige, pero que amenazan con destruirla dado lo
irregular de su inclusión. Para ello, necesaria, la sociología. Como saber de esta crisis que
puede diagnosticar efectivamente. Lo que resulta un aporte fundamental entre las
confusiones generadas por la misma crisis que sólo aumentan un declive que debe
interpretarse correctamente en un polémico espacio, para luego refrenarlo: “Hay una crisis
de nuestro tiempo. Una crisis total que se extiende a todos los aspectos de la vida, en el orden
personal y en el colectivo. Muy poco habría que añadir a esta rotunda afirmación un lugar
común que ya nadie discute. La discrepancia empieza en cuanto se trata de asignarle un
significado“.[56]
V
“Preclaros cerebros han intentado advertir al mundo del peligro que supone que el hecho no
haya tenido un prólogo ni una preparación; de que no se haya adaptado previamente el espíritu
humano a lo que habría de sobrevenir“[57]
La explicación del peronismo realizada por Germani es tan clásica que ningún estudio sobre
el tema puede prescindir de ella[58]. Desarrollaremos un escueto resumen de la cuestión
que reúne sus investigaciones desde antes de el clásico Política y Sociedad en una época en
transición hasta sus últimos trabajos realizados en Estados Unidos e Italia. Desde sus
primeros textos, Germani recalca la necesidad de la sincronización de las distintas etapas del
desarrollo para que el cuerpo en cuestión resulte fortalecido, antes que debilitado por
conflictivo y disperso, tras este tr|nsito: “El desarrollo de la sociedad, como el desarrollo del
individuo, debe ser armónico; si la velocidad de transformación en ciertos sectores es mayor
que en la de otros, se produce un desequilibrio que inevitablemente conducirá a la
desintegración del organismo“[59]. Las distintas mutaciones requieren de su ajustado tiempo
y sincronización. Más aún si el cambio se da de forma veloz e imprevista dentro de la misma
generación, lo que posibilita incongruencias entre los roles en lo que respecta a grupos o,
incluso, en la misma persona. Retrasos o urgencias pueden descuadrar la evolución societal,
cuyos desajustes se vivirán como desgarramientos en el cuerpo social, tras los cual las
desviaciones respecto de la normalidad pueden tornarse progresivamente peligrosas. Por
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ejemplo, un grupo mal ubicado puede cambiar las naturalezas y roles de la participación,
transformándola en movilización, entendida como exceso para quienes monopolizaban tales
posiciones. Esto puede generar alianzas múltiples, incluso incoherentes, tanto por lo difuso
de su ideología como por la cohabitación de intereses opuestos en el seno del mismo
movimiento -huelga decir que el peronismo es un claro ejemplo de esto. Las distintas
descoordinaciones no sólo atentan a la generación de expectativas racional de un
determinado espacio social, sino mucho más en las personas que cohabitan ambos campos.
El verdadero progreso sólo aparece cuando determinada área avanza sin perjudicar a la
totalidad social por el desorden que introduce entre las distintas áreas y sus coordinaciones.
Desde dicho marco, Germani pensará el desarrollo latinoamericano -y la particularidad
trasandina. La realidad latinoamericana estaría atravesada por un arribo tardío a la
modernización iniciada en zonas europeas y norteamericanas. Retraso que genera un
descuadre entre áreas y procesos, desde una ausencia de linealidad en el progreso de las
distintas áreas sociales. La central problemática por la condiciones e (im)posibilidades del
desarrollo en el continente que replica, desde el caso argentino, la pregunta central en la
época de la sociología latinoamericana parte por el diagnóstico del carácter discontinuo de
los distintos procesos de modernización. Esto generaría la existencia de demandas por
inclusión en ciertos espacios sociales aún inmaduros para dar cabida a individuos que, en
otros espacios, poseen una experiencia más avanzada. En Latinoamérica hay distintas
velocidades[60], y Argentina resulta un claro ejemplo caso al respecto. Un ejemplo,
fundamental para comprender la base social del peronismo, es la existencia de una fuerte
sindicalización previa a la industrialización. Otro claro caso son las altas tasas de
inmigración a la ciudad -más elevadas incluso que en Europa- lo que generaría una
sobreurbanización, o urbanización anormal[61]. La ciudad no puede integrar normalmente
la multitud de inmigrantes que la sobrepasan, proliferando espacios de cohabitación
marginales ante la precipitada necesidad que no puede esperar las soluciones de las distintas
políticas de integración -destruyendo así la posibilidad del plan regulador ante la constante
interpelación desde la urgencia-; Análogamente, el sistema político ve sobrepasado su
régimen representacional por la irrupción de las mismas masas, ávidas de formas de
participación y espacios de solución que la temporalidad del régimen político instituido no
puede ofrecerles.. “Nuestra época es esencialmente una época de transición“[62], señala
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Germani, mas las tensiones en el paso de una sociedad tradicional a una sociedad moderna
generan efectos que descolocan aún más dicho, necesario, tránsito.
VI
“El contenido de los conceptos Nación, sociedad y voluntad nacional no era antes lo que es en
la actualidad. Era una fuerza pasiva; era el sujeto silencioso y anónimo de veinte siglos de
dolorosa evolución. Cuando este sujeto silencioso y anónimo surge como una masa, las ideas
viejas se vuelven aleatorias, la organización política tradicional tambalea.“[63]
El peronismo resulta, para Germani, la expresión política del hecho de que “en un lapso
brevísimo para la vida de una nación, y también para las generaciones de esa época, la vieja
sociedad criolla y arcaica fue sustituida por una sociedad moderna y cosmopolita“[64]. Los ya
mencionados deslices han generado una gran masa disponible de jóvenes inmigrantes
marginados que no lograrían integrarse a los espacios tradicionales de representación
sindical y política, los que se movilizarían desde la interpelación del líder nacionalista
brindándole la base social a su proyecto. Un acierto en la interpretación de Germani es la de
rechazar las explicaciones de carácter meramente asistencial, que concebían la adhesión de
las masas populares al peronismo como una venta de su libertad a cambio de beneficios
materiales, señalando que la experiencia de participación para estos grupos puede ser más
importante que una mejora material[65]. No obstante, Germani considera que el peronismo
va en definitiva contra los intereses de dichos grupos, y que de hecho cae por no poder
representar bien tales intereses, pues aquello iría contra su naturaleza. En efecto, considera
que lo más racional para estas nuevas masas hubiese sido integrarse de acuerdo a los cauces
racionales, antes que irrumpir en el espacio político desbordándolo. Germani, entonces,
asume que tales grupos operan con una forma distinta de racionalidad en lugar de explicar
su conducta desde el mero cálculo utilitario, mas considera que dicha lógica resulta inferior,
un residuo de la sociedad tradicional que la evolución superará prontamente. Y, en efecto,
su propuesta será la inclusión de dichos grupos en organismos que pudiesen realmente
epresentar los intereses de dichos grupos desde las pacificadas posibilidades otorgada por la
democracia. Germani continúa pensando desde la representación, tanto en lo que respecto a
lo político (tales grupos debieron haberse integrado a la democracia representativa, pero
desde un partido que realmente los representara, en lugar de privilegiar la movilización y
otras formas de participación) y lo académico (el investigador conoce, además de la verdad
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de tales grupos, qué es lo mejor para sus integrantes). Considera el fenómeno del peronismo
dentro de la continuidad de la historia argentina, asumiendo su singularidad como una
cuestión disruptora[66], pero que en el futuro podrá reintegrarse como un desliz dentro del
progreso modernizador, si se siguen las pautas y lecciones que éste implica
Ahora bien, es interesante retomar desde otra arista la afirmación de De Ípola de que
Germani posee una sensibilidad sociológica que le permite superar ciertas intermitencias de
su marco teórico, pero que de extenderse las consecuencias de tales conceptos
rigurosamente, su teoría resulta insatisfactoria.[67] Para Germani, el cambio es un aspecto
normal en cualquier sociedad.[68], y la asincronía se comprende como incongruencia
respecto de aquel ante cualquier modelo[69]. La cuestión, por tanto, no refiere a la
búsqueda del tránsito más ordenado hacia la sociedad moderna, sino a la forma de
administrar los distintos descuadres de la asincronía, necesaria por la imposibilidad de
imitar el modelo europeo. Lo fundante no resulta entonces el proceso al cual imitar, sino la
imposibilidad de dicha imitación. El intento de cerrar de forma progresiva y asintótica dicha
cesura, suprimir desajustes, será su decisión Si nunca hay total sincronía en la copia y la
modernidad es el total de orden de expectativas entre distintas esferas sociales de igual
desarrollo evolutivo, la sociedad moderna es un tipo ideal siempre por venir en América
Latina. Nuestra modernidad no podría ser más que una promesa, cierta tentativa de
acercamiento. La cuestión sería cómo, desde dónde, y hacia dónde acercarse -qué promesa
afirmar. Germani opta por leer la singularidad del proceso latinoamericano, mas optando
por la decisión de intentar asemejarse al europeo, la promesa del desarrollo que quizás no
llegue a ser moderno pero deje de ser tradicional. Ahora bien, no sólo esto último resulta
problemático -aquello ameritaría otro desarrollo, por no decir varios- sino también la lectura
de Germani de dicha singularidad. Ya Di Tella han reprochado el desconsiderar la
particularidad de la referencia al carisma del líder[70], Portantiero y Munis lo dudoso de su
lectura de la radical separación en intereses y actitudes entre los jóvenes obreros
inmigrantes y los antiguos obreros que lideraban el movimiento sindical previo al
peronismo[71], Halperín la atribución política que atribuye a los nuevos obreros[72] y Torre
la desconsideración de la peculiaridad del bloque hegemónico en las ecuaciones que realiza
entre velocidad y desajuste no consideran las características. Nos interesa añadir aquí otra
cuestión[73], que bien podría suplementar algo de aquellos cuestionamientos. Si bien al
asumir la importancia vivencial de las formas de participación Germani avanza en una
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interpretación más global del fenómeno, no parece considerar totalmente la experiencia
concreta de la movilización populista de las sociedades latinoamericanas. Es sintomático, en
efecto, que al presentar los modelos de modernización refiera constantemente al proceso de
laicización, mas luego no comente el desarrollo de dicha variable en el continente. En un
texto que ni siquiera publica en vida, señala al pasar la caída de Perón, se piden soluciones
milagrosas, por la persistente memoria de milagros pasados[74]. Algo de ello habrá que
repensar sobre la cuestión del populismo.
VII
“La marcha fatigosa y rápida de la evolución social como de la económica han trastornado los
habituales paisajes de la conciencia“[75]
Parte de la, acaso fundante, dificultad para pensar el populismo con el rigor necesario puede
pensarse desde la preponderancia por parte de los distintos teóricos en lo que refiere al tipo
de liderazgo, movimiento o proceso considerado populista, por sobre la pregunta por la
forma en que las bases de apoyo, han experimentado tales registros[76]. De ahí que ante un
nuevo caso que perturbe el modelo, se requiera rearmar la descripción de tales
características con la constante amenaza de la disolución del antiguo concepto que siempre
retorna[77]. Al punto que Canovan ha señalado que definir dicho término es una tarea
imposible[78]. Más complejo aún el concepto del populismo resulta en Latinoamérica, cuyas
experiencias escapan a las tradicionales descripciones europeas y norteamericanas al
respecto[79]. Mas junto a dicha inquietud epistemológica se da la reiteración de un
fenómeno que el saber ilustrado sólo puede predicar peyorativamente[80], resguardándose
de asumir como una posibilidad política real una lógica que amenaza con derrumbar la
tranquilidad de las distintas categorías y modelos de explicación de la acción política,
confirmando la imposibilidad del despliegue de la modernización deseada y de pensar dicha
persistente experiencia como simple infancia o inmadurez. El populismo molesta al
racionalismo como concepto y como caso. Retomando a Rancière, si el pensamiento de la
política intenta terminar con lo político, en tanto aquello resulta un “objeto escandaloso…
(ya) que se trata de la actividad que tiene como racionalidad propia la racionalidad del
desacuerdo“[81], el populismo duplicaría lo político desde lo comunitario hacia lo
académico. Pues su necesario desacuerdo en lo social por un nuevo reparto de lo sensible
acaecido desde la irrupción de nuevos grupos en el espacio político que así disloca, genera
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además irreconciliables disensos en lo sociológico/politológico -aún cuando se concuerda en
los casos que refieren al concepto. El conflicto entre intelectuales y populismo, en efecto, no
requiere de un presente populista para continuar. El peronismo interpretó bien dicha
posibilidad política al erigir como uno de sus estandartes el grito de el rechazo a lo letrado
en beneficio de la comida. Habría que repensar sociológicamente aquel mutuo desprecio,
desde la particularidad de esta inédita intensificación de la tensión entre los intelectuales y
las masas movilizadas. Parte de dicho antagonismo puede releerse desde una distinta
experiencia del tiempo que impide consenso alguno. Mientras el trabajo intelectual requiere
de la pausa y la distancia, el populismo busca saciar las necesidades lo antes posible, clama
desde la inmediatez que anula concepción cualquier del largo plazo. Perón, decía una
reiterada propaganda, vence al tiempo. Pues no hay tregua posible entre lentas verdades y
apresuradas justicias, allí donde se considera que se juega la nación de por medio.
Nos interesa, en lo que viene, recurrir a ciertas ideas de Walter Benjamin, en tanto pensador
de la relación entre tiempo y experiencia cuya dimensión irreductiblemente política parece
haberse desconsiderado por sus comentaristas[82], a excepción de lo que refiere a su
pensamiento como testimonio -cierta, notable, noción de tarea. Si “la historia es objeto de
una construcción cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un
tiempo pleno, «tiempo - ahora”[83], lo que caracterizaría al populismo sería la exacerbación
de esta última característica, la experiencia del presente como momento crucial en la
configuración del futuro de la comunidad. Guy Hermet, en efecto, ha señalado que lo propio
del populismo sería la mantención con el tiempo de una relación de simultaneidad[84]. No
obstante, nos interesa añadir a aquello el carácter de destiempo de dicha temporalidad. El
populismo exacerba el presente como momento que se busca interrumpir en virtud de la
incompletud del mismo, de su imposibilidad de bastarse a sí mismo para obtener lo deseado,
de forma tal que siempre requiere apelar a otro momento histórico -ya sea la creación de la
futura justicia, la referencia a las antiguas generaciones[85]. Generalmente, a ambos -Perón
señalaba que los únicos privilegiados en su gobierno eran los niños, y su himno señala que
materializa el sueño de San Martín. La inmediatez del populismo no anula la promesa como
forma privilegiada de la enunciación política sustituyéndola con la concretización. Por el
contrario, dado que la promesa se mantiene en velo, aumenta su urgencia requiriendo del
líder como certeza de que la petición llega y se considera, que la inmediatez será lo más
inmediata posible. Beatriz Sarlo ha recalcado, en efecto, que Eva Perón siempre enuncia
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48
desde la urgencia, señala que siempre resta mucho por hacer[86]. Esta particular relación
con el tiempo llega a ser políticamente tan importante en ciertos momentos que logra unir
facciones antagónicas ideológicamente, mas concordantes en dicha cuestión: La urgencia
como plazo. Los populistas, en tanto latecomers[87], buscarían interrumpir el tiempo que ha
llevado a dicha situación de urgencia -aquella resulta su promesa primaria. Y si el tiempo-
ahora es lo propio de la concepción mesiánica[88], es porque algo de aquello hay en el líder
populista[89], su hablar desde la promesa, la atribución a su figura y su facilidad de volver.
El populismo se establece en ese tiempo disjunto de la esperanza, que logra cohabitar la
total urgencia y la situación de espera. Al punto que la ausencia refuerza sus liderazgos, y su
nombre reúne esperanzas antagónicas. Bien lo refleja el testimonio de un obrero ante la
vuelta de Perón: “Era la vuelta de la felicidad, el final de tanta amargura“[90] Esta
temporalidad permite pensar la necesidad señalada por Halperín de Perón de mantener a la
sociedad argentina está en permanente provisionalidad e indefinición[91], de mantener el
tiempo abierto ante la interrupción que no puede realizar a cabalidad, que siempre está
decidiéndose y, por ende, justifica la constante invocación a la completa donación por la
causa. Y si el populismo se da también en tiempos normales en Latinoamérica[92], es
porque la diferencia entre estado de excepción y estado de norma nunca resulta tan clara en
el continente: “La tradición de los oprimidos nos demuestra que la regla es el estado de
excepción en el que vivimos“[93] , si partimos precisamente de dicha experiencia antes que de
definiciones constitucionales. Y si busca un desarrollo continuo[94], este no puede pensarse
como planificación desde las pautas europeas o norteamericanas. Más bien, su debilidad
política es la dificultad de institucionalizar un discurso basado en el quiebre.[95]
Interrumpir discursivamente el antiguo tiempo parece ser más alcanzable que desarrollar
materialmente la nueva época. No es casual, por tanto, que las experiencias populistas
suelan ser cortas e intensas. La habitación populista en dicha zona excepcional del tiempo
ha sido, incluso, parte de los adjetivos con que se ha descrito el caso en cuestión. Así, el
mismo Halperín señala que Perón arriba tras una época con ecos de apocalipsis[96], y di
Tella que el populismo es turbulento[97]. Y acaso desde lo último podamos desarrollar un
diálogo con la más lúcida crítica a la explicación de Germani.
VIII
Revista Doble Vínculo Nº 0
49
“Señores: La comunidad nacional como fenómeno de masas aparece en las postrimerías de la
democracia liberal. Ha desbordado los límites del ágora política ocupada por unas minorías
incapaces de comprender la novedad de los cambios sociales de nuestros días“[98]
La experiencia del peronismo resulta importante para comprender el trabajo de Ernesto
Laclau -uno de los autores fundamentales del así denominado, sin total claridad,
postmarxismo (y, muy probablemente, el latinoamericano más leído en Europa en los
últimos quince años). No sólo porque le exige traducir militantemente desde la singularidad
histórica las derivas teóricas del marxismo que Argentina pronto conoció, brindándole
ejemplo e inspiración hasta la actualidad: “Por eso cuando hoy leo De la Gramatología, S/Z o
los Escritos de Lacan, los ejemplos que se me vienen siempre a la mente no son textos
filosóficos o literarios; son los de una discusión en un sindicato argentino, la de un choque de
slogans opuestos, o la de un debate en un Congreso de un Partido… Para mí son esos años de
lucha política en la Argentina de los años 60 los que vuelven siempre a mi mente como punto
de comparación y referencia política[99]. Sino porque desde sus primeros textos cuestiona las
nociones heredadas en ciencias sociales sobre populismo, lo que lo obligará a reconsiderar el
populismo desde categorías que desarrollará posteriormente en sus libros de tono más
teórico, antes de retornar al tema del populismo en su último libro[100]. Las complejas
articulaciones entre deseo, lenguaje y sociedad -las que fundan la posibilidad de la reflexión
postmarxista- aparecen con particularidad claridad en las reflexiones de Laclau al respecto.
Ciertamente, resumir en este limitado espacio su compleja elaboración teórica de Laclau
respecto del fenómeno populista resulta imposible, dada la extensión en calidad y cantidad
de dicha reflexión. No obstante, urge para nuestro análisis revisar su crítica a la explicación
de Germani, que inaugura el argumento en cuestión.
Según Laclau, ante la lectura funcionalista el populismo resulta “un fenómeno aberrante
resultante de la asincronía en los procesos de tránsito de una sociedad tradicional a una
sociedad industrial“[101], una articulación de lógicas residuales que se cuelan retrasadas en
teleología del progreso -retrasándolo otro poco. La objeción de Laclau refiere a la ligazón
entre populismo y cierta etapa de desarrollo, puesto que desde la teoría funcionalista, el
populismo no puede dar antes ni después de la transición, como bien señala Moscoso[102].
El populismo resulta el resultado de cierto inacabamiento, necesariamente pasajero dentro
de un desarrollo continuo, pues “para esta concepción el populismo no es definido nunca en sí
mismo, sino en contraposición a un paradigma“[103]. Por el contrario, para Laclau el
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populismo no surgirá como carencia de desarrollo, sino desde la articulación de tales
carencias en ciertos grupos de la sociedad. Resultaría interesante, por cierto, reconsiderar el
vago concepto de demanda del que parte la explicación del populismo que otorga Laclau,
acaso contraponerlo a la contingente experiencia de lo considerado necesario, desde la
exacerbación desde el sentimiento de urgencia, cuyas paciencias o impaciencias podrían
acelerar o retrasar el fenómeno populista. Carecemos de espacio para ello, precisamente por
la urgencia de volver a la crítica contra Germani, cuya reflexión ya no sólo sería sostenible
desde la necesaria inestabilidad del paso, sino también de las fases desde la que inicia y
acaba la modernización. La teleología de Germani, considera Laclau, no se sostiene
teóricamente, ya que los conceptos de sociedad tradicional e industrial se montan sobre
añadiduras de estructuras que deben analizarse como una serie discontinua, y ya no como
momentos necesariamente reunidos en uno u otro polo. Concebir un punto de inicio de
estructuras todas tradicionales resulta tan ingenuo como imaginar aquel en el que todas
serán, sincrónicamente, modernas. Germani naturaliza pasos contingentes, buscando así
planificar los tiempos -abolir las urgencias desde otra política para la misma urgencia que la
del populismo: La de alterar el presente. Su deseada linealidad se sostiene sino en actos de
fe que la tornan más próxima de lo que quisiese a cierto carácter escatológico, mas cuya
línea central sea la borradura de su propio tono, la promesa de un orden sin promesas, de un
futuro que se juega en el presente donde la espera sin urgencia y la participación sin
movilización resultan la fragua política.
IX
“Hay otras épocas en que, calladamente, los países se organizan sobre sólidos cimientos. Se las
puede llamar épocas de transición, porque siempre señalan la decadencia de una era y el
comienzo de otra. Pero no es esa su mayor importancia, sino que en realidad, en tales
momentos, se extraen conclusiones y recapitulan los resultados de los hechos precedentes
para poder aplicar unos y otros al porvenir. El entusiasmo cede su puesto a la serena reflexión,
porque es necesario abstraer y clasificar para poder organizar y constituir.“[104]
Parece interesante reconsiderar desde lo anterior los actuales procesos políticos chilenos,
cuyas reflexiones se sitúan bajo la reciente dictadura como epígrafe. Lo propio de la
transición parece haber sido la reafirmación de la clausura de promesa alguna más allá de lo
mismo y sus modernizaciones. Y acaso la necesaria imposibilidad de renunciar al apelativo
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de Transición es la de continuar con la imposibilidad de la discontinuidad, con la eterna
transición hacia un porvenir lejano que ya no parece poder prometerse, en la hegemonía de
narrativas de fines de la historia que, la cual “no significa obviamente que ya nada m|s pueda
suceder. Significa que todo lo que pueda suceder aún podría ser administrado, y todavía más
(éste sería el postulado administrativo por excelencia), que de antemano es administrable
[105]. La transición, por tanto, resulta esa etapa de eterno tránsito sin otra alternativa que
situarse dentro de fáctica axiomática, de actuar dentro de la temporalidad establecida por el
calendario político de lo regular: “Así, la transicionalidad de la Transición resitúa a esta una y
otra vez sobre su mismo eje de articulación y dominio. Con variaciones que posibilitan la
permanencia de esta articulación y de este dominio, la Transición se repite con vocación de
infinitud“[106]. La alegría de la Concertación sería la mantener el espacio del diálogo abierto
mientras ninguna promesa de excepcionalidad se enuncie, mientras todas las apelaciones al
cambio no descuadren dicho marco. Al final de la Transición no se hallaría sino ella misma,
exacerbada. Sólo así puede autodenominarse como etapa de tránsito y, simultáneamente,
eludir desde dicho nombre toda turbulencia. Porque tanto la etapa final como la forma de
acceder a ella, incluyendo sus divergencias, resultan anticipables. Extraño futuro anterior,
sin pasado ni exterior. Así, la transición chilena no puede ofrecer sino la más moderna de las
imágenes de felicidad: La de ir nadando con la corriente[107].
Los actuales consensos tecnoeconómicos se basan en la clausura discursiva, montada desde
el más político de los sentidos: El común. Desde el cual se afirma y reafirma el hecho de que
“el realismo pretende ser la sana actitud del espíritu que se atiene a las realidades observables…
El sistema consensual absorbió la necesidad histórica y objetiva de poco tiempo atrás,
reducida a la porción congruente de lo “único posible que autoriza la circunstancia… la
monótona reiteración de la imposibilidad de lo imposible“[108]. A diferencia de la transición
descrita por Germani, todo descuadre se reuniría con la totalidad, pues ya no habría
porvenir ante el cual acelerar la marcha, sino un eterno tránsito que temería sus propias
disjunciones. Lo propio del presente resultaría -en contraposición al entusiasmo
kantiano[109]- el aburrimiento producido por una época cuyo nombre genera recelo ya que
“lo usamos -no inocentemente- para referir a un estado de cosas respecto del cual, sabemos, no
transita ni está en vías de ello; estado de cosas del que presentimos no sufrirá traslación
alguna, o que ya transitó definitivamente, y que a partir de éste, su último tránsito, nunca más
transitará, amenazándonos con su estadía definitiva”[110]. Es sabido que, si pudiésemos
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hablar de disciplinas y ya no sólo de intelectuales orgánicos, la sociología habría sido en
Chile la primera al servicio de la Transición. Particularmente ha pensado y pauteado sus
tiempos y ajustes. No hay posibilidad de predecir si aquella relación podrá descuadrarse.
Mas la posibilidad no sólo se halla latente, sino que parece estar aún en disputa: Particular
importancia posee al respecto la posibilidad del diálogo con otras reflexiones (partiendo por
P.Marchant) que, desde su carácter directriz de la Transición, ha consolidado a subalternizar
en la pregunta por el futuro y el desarrollo -y las formas discursivas de acercarse a aquello. Si
la sociología política puede indagar más allá de los temas tradicionales de la ciencia política
-desde conductas electorales hasta ordenamientos partidistas, pasando por formas de
representación y modernizaciones estatales-, es porque puede considerar la política más allá
de su lugar instituido: Considerar las prácticas concretas de sus proliferaciones y retiros,
posibilitadas por su ausencia de fundamento. En nuestro presente, lo que circula es la
imposibilidad de salir del mismo. Y es que acaso lo propio del texto que sigue nuestro
epígrafe es el de continuar eternamente sin descuadre alguno. Sólo desde la articulación de
nuevas urgencias desde una nueva repartición de lo sensible, podría pensarse la posibilidad
de un nuevo epígrafe, un distinto texto que ya no habite el futuro -el cual “puede siempre
reproducir el presente, anunciarse o presentarse como un presento futuro en la forma
modificada del presente“[111]-, sino, lo contrario y más allá de aquello, ante el, inanticipable,
por-venir.
X
“Ya no es posible mantener la estructuración del Estado en una rotación entre conservadores y
liberales. Ya no es posible limitar la función pública a la mera misión del Estado-gendarme. No
basta ya con administrar: es imprescindible comprender y actuar. Es menester unir; es preciso
crear“[112]
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[1] Germani, Gino, La movilidad social y sus conflictos, en Sociología de la Modernización:
estudios teóricos, metodológicos y aplicados a América Latina, Paidós, Buenos Aires, 1969
página 67
[2] La RAE no sólo recuerda que la palabra proviene del concepto de inscripción en griego,
sino que además uno de sus significados es el de inscribir en piedra o metal. Dicho de otra
forma, abrir la posibilidad de marcar una textura que se resistía a tales marcas.
[3] Trujillo, Iván, Pensar la pérdida. Doce epígrafes para Nelly Richard, en
http://elmostrador.cl/c_cultura/TrujNelly.html
[4] Trujillo, Op. Cit.
[5] Derrida, Jacques, Ante la Ley, en La filosofía como institución, Granica, Barcelona, 1984,
página 98
[6] Perón, Juan Domingo, Una comunidad organizada, en La comunidad organizada y otros
discursos académicos, Macacha Guemes Editora, Buenos Aires, 1982, página 51
[8] Reyes, Alfonso, Notas sobre la inteligencia americana, en Zea, Leopoldo (Presentador),
Ideas en Torno a Latinoamérica. Tomo I, UNAM, México D.F., 1986, página 242
[9] Rancière, Jacques, El desacuerdo. Política y filosofía, Nueva Visión, Buenos Aires, 1996,
página 99
Podrá seguirse parte del debate en cuestión, si así desea, desde Rancière como la siguiente:
La necesidad liberal de ajustar, ante la imposibilidad de la archipolítica, cierta parapolítica
capaz de controlar los excesos de, cualquier, metapolítica
[10] Derrida, Jacques, Del derecho a la justicia, en Fuerza de ley. El “fundamento místico de la
autoridad“, Tecnos, Madrid, p|ginas 60-61 (traducción levemente modificada)
[11] Perón, Eva, La razón de mi vida, Editora Volver, Buenos Aires, 1988, página 67
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[12] Los textos de Germani, Laclau, Di Tella, Portantiero u O’Donnell, que pronto
mencionaremos, parten con aquello. Parte de la historia de la sociología en Latinoamérica
queda por escribirse, desde allí.
[13] Perón, Juan Domingo, La Fuerza es el Derecho de las Bestias, Edición Digital de
peronvencealtiempo.com.ar
[14] Tomamos el concepto de Pierre Bourdieu, aunque sin su fe en los poderes
desmitificadores de la reflexión, ni iluminantes de la sociología, en lo que refiere a la
particularidad del campo sociológico.
[15] Blanco, Alejandro, Razón y modernidad: Gino Germani y la sociología en la Argentina,
Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2006, página 190
[16] Terán, Oscar, En busca de la ideología argentrna, Catálogos, Buenos Aires, 1986 página
214
[17] Jelin, Elizabeth, Don’t cry for me Argentina, or The Globalization of Peronism, en
Contemporary Sociology, Vol. 26, No. 3., Mayo, 1997, página 203
[18] Tomamos el concepto del texto de Michel Foucault Las palabras y las cosas: una
arqueología de las ciencias humanas (Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2002)
[19] Touraine, Alan, Unidad y diversidad de la sociología, en Touraine, Alan (et al), Ciencias
Sociales: ideología y realidad nacional, Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1970, página
21
[20] Di Tella, Torcuato, Gino Germani (1911-1979). In memoriam, en Desarrollo Económico,
Vol. 19, No. 74, página 276
[21] Perón, Juan Domingo, El justicialismo y la doctrina socialcristiana, en La comunidad…
página 47
[22] Wiles, Peter, A syndrome, not a doctrine. Some elementary thesis on populism , en
Gellner, Ernest & Ionescu, Ghita, Populismo: its meaning and nactional characteristics, Mac
Millan, 1969, páginas 117-120
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[23] Horowitz, Joel, Populism and its legacies in Argentina, en Conniff, Michael, Populism in
Latin America, Univeristy of Alabama Press, Alabama, 1999, página 29
[24] Es importante recordar que los modelos clásicos de populismo se dan en zonas rurales,
en los cuales la cuestión universitaria queda, por decir lo menos, pospuesta -sino eliminada.
Como se ha dicho hasta el cansancio, los populismos latinoamericanos resultan una
experiencia fundamentalmente urbana, lo que torna en disputa instituciones republicanas
ajenas a la representación rural, tales como la literatura y la Universidad.
[25] Blanco, Op. Cit., página 63
[26] Blanco, Op. Cit., página 189
[27] Ocupamos dicho concepto en el sentido gramsciano de la palabra: Como productores
de significantes legitimados y legitimantes, al servicio de la configuración y consolidación un
bloque histórico, dentro de la lucha por la hegemonía discursiva en un determinado
momento histórico.
[28] Perón, La Fuerza…
[29] Blanksten, George, The peronization of education, en Knopf, Alfred, Why Peron came to
power: the background to peronism in Argentina, Nueva York, 1968
[30] Pronko, Marcela, La Universidad en el Parlamento Peronista: Reflexiones en torno a la ley
13.031, en Cucuzza, Héctor (Director), Estudios de historia de la educación durante el primer
peronismo: (1943-1955), Los Libros del Riel, Buenos Aires, 1997, página 157
[31] No sorprenderá que sinceremos que nueva, necesariamente, utilizamos el concepto
desde Gramsci. Acaso habría que dudar si dicho autor resulta tan estudiado en Argentina
por la importancia política de los intelectuales -comparativamente mucho más alta que en el
resto de Latinoamérica- o viceversa. Lamentablemente, carecemos del espacio para
reflexionar en la importancia de la lectura de dicho autor en ciertos análisis del peronismo
que mencionaremos -particularmente, Portantiero y Laclau.
[32] Terán, Op. Cit., página 217
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[33] Calvo, Valeria & Zubieta, Elena, Universidad nueva y sociología “científica“, en Biaggini,
Hugo & Roig, Arturo, El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Tomo 2, Biblos,
Buenos Aires, 2004, página 546
[34] Perón, Juan Domingo, Discurso pronunciado con motivo del otorgamiento del título de
Doctor “Honoris Causa” por las Universidades Argentinas por su obra a favor de la Cultura
Nacional“, en La comunidad organizada… página 188
[35] Carri, Roberto, Pensamiento nacional y sociología antinacional, en Touraine, Op. Cit.,
página 160
[36] Blanco, Op. Cit., página 64-74, 100-103,
[37] Delich, Sociopopulismo, sociología y dependencia, en Touraine, Op. Cit., página 203
Valga aclarar que los textos de Delich y Carri resultan interesantes, como se ha dicho, como
testimonios de actores cuyas vivencias parecen replicar desde sus experiencias el momento
que se vive en la UBA. No compartimos, por el contrario, el tono de su texto, sus premisas o
conclusiones.
[38] Terán, Op. Cit., página 216
[39] Blanco, Op. Cit., página 187
[40] Bourdieu, Pierre, Método científico y jerarquía social de los objetos, en Intelectuales,
política y poder, EUDEBA, Buenos Aires, 1999, página 148
[41] Giunta, Andrea, Vanguardia, internacionalismo y política: arte argentino en los años
sesenta, Paidós, Buenos Aires, 2001, página 27
[42] Neiburg, Federico, Ciencias sociales y mitologías nacionales: La constitución de la
sociología en la Argentina y la invención del peronismo, en Desarrollo Económico, Vol. 34,
No. 136, 1995, página 534
[43] Neiburg, Federico, Op. Cit., página 542
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[44] Di Tella, Torcuato, La sociología en la Argentina en una perspectiva de veinte años, en
Desarrollo Económico, Volumen 20, Nª 19, 1980, página 299
[45] Germani, Gino, El peronismo, en Después de Germani, página 84
[46] Citado en Terán, Op. Cit., página 228
[47] Germani, Gino, Authoritarianism, fascism and nacional populism, Transaction Books,
Nueva Jersey, 1978, página 29
[48] O’Donell, Guillermo, Modernización y autoritarismo, Paidós, Buenos Aires, 1972, página
23
[49] Blanco, Op. Cit., página 47
[50] Perón, Juan Domingo, Una comunidad organizada, en La comunidad … página 60
[51] Germani, Alejandra, Carrera académica y principales etapas en el pensamiento de Gino
Germani. Un estudio basado en fuentes inéditas de su archivo personal, en Después de
Germani, página 132
[52] En Biaggini-Roig, Op. Cit., página 548
[53] Blanco, Op. Cit., página 250
[54] Di Tella, Torcuato, La sociología argentina en una perspectiva de veinte años, en
Desarrollo Económico, Volumen 20, nª79, 1980, página 310
[55] Horowitz, Irvin, Modernización, antimodernización y estructura social. Reconsiderando a
Gino Germani en el contexto actual, en Después de Germani, 1992
[56] Germani, Gino, La integración de las masas a la vida política y el totalitarismo, en
Política y sociedad en una época en transición: de la sociedad tradicional a la sociedad de
masas, Paidós, Buenos Aires, 1968, página 310
[57] Perón, Juan Domingo, Una comunidad organizada, en La comunidad organizada y otros
discursos académicos, Macacha Guemes Editora, Buenos Aires, 1982, página 49
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[58] Miguens, José Enrique, The Presidential Elections of 1973, en Miguens, José Enrique &
Turner, Frederick, Juan Perón and the reshaping of Argentina, University of Pittsburgh Press,
Pittsburgh, 1983, página 152
Lamentablemente, sin embargo, pareciera que todas han prescindido la consideración del
poco casual desdén del sociólogo por la enseñanza de Borges. Lamentablemente, carecemos
de espacio para desarrollar un análisis que podría ser, suplementariamente, muy fructífero
desde la discusión que plantearemos. Intentamos, por tanto, vanamente contentarnos con lo
narrado por Piglia
“En 1958 0 1959 Gino Germini lo cita a Borges, que era Porfesor de Literatura Inglesa en la
Facultad de Filosofía y Letras, y Germani lo convoca a su despacho…y le anuncia que le van a
rebajar el sueldo a la mitad. Vea, Borges, le dice, la verdad esas cosas que usted enseña (”these
German and English things, según la versión de Woodall (biógrafo de Borges cuya
investigación es aquí mencionada por Piglia)) no tienen ningún interés para nosotros y el
modo en que usted enseña francamente no es el que queremos impulsar“
Piglia, Ricardo, Borges como crìítico, en Crítica y ficción, Anagrama, Anagrama, 2001, página
167
[59] Germani, Gino, Anomia y desintegración social, en Estudios de sociología y psicología
social, Paidós, Buenos Aires, 1966, 162
[60] Germani, El impacto de la movilidad social sobre el consenso y la aceptación del orden
social, en Sociología de la modernización, página 84
[61] Germani, El proceso de urbanización en los países avanzados y en los países en desarrollo,
en Íbid, página173
[62] Germani, Análisis de la transición, en Política y sociedad…, página 89
[63] Perón, Juan Domingo, Discurso ante la Asamblea Constituyente el 27 de Enero de 1949
[64] Germani, Gino, El peronismo,… p|gina 81
[65] Germani, La movilidad social…página 76
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[66] De Ípola, Emilio, Ruptura y continuidad. Claves parciales para un balance de las
interpretaciones del peronismo, en Desarrollo Económico, Vol. 29, No. 115, 1989, página 340
[67] De Ípola, Emlio, Populismo e ideología (A propósito de Ernesto Laclau: Política e
ideología en teoría marxista), en Revista Mexicana de Sociología, Volumen 41 nª3, México
D.F., 1979, página 929
[68] Germani, Análisis de la transición…, p|gina 89
[69] Íbid, página 134
[70] Di Tella, Torcuato, Sociología de los procesos políticos, Universitaria, Buenos Aires, 1988,
página 370.
[71] Murmis, Miguel & Portantiero, Juan Carlos, Estudios sobre los orígenes del peronismo,
Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 1984 REVISAR
[72] Halperín, Tulio, Algunas observaciones sobre Germani, el surgimiento del peronismo y
lo migrantes internos, en Desarrollo Económico, Vol. 14, No. 56, 1975
[73] Claro está, no intentamos acá (por limitaciones de espacio, capacidad e información)
desarrollar algo así como una teoría general del populismo, sino simplemente considerar
cierta temática, escasamente considerada, que nos parece importante dentro de la cuestión
pero que no explica por sí solo el asunto -ni está cerca de hacerlo.
[74] Germani, El peronismo…, página 84
[75] Perón, Juan Domingo, Una comunidad… página 51
[76] Con esto no pensamos en empirismos ingenuos de buscar “a la gente misma”, ajena a
los discursos, procesos o instituciones, sino simplemente de considerar cómo tales
globalidades son codificadas y apropiadas desde los grupos en cuyo nombre el populismo se
ha desplegado.
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[77] Burbano de la Lara, Felipe, A modo de introducción: El impertinente populismo, en
Burbano de Lara, Felipe (Editor), El fantasma del populismo: una aproximación a un tema
(siempre) actual, Nueva Sociedad, Caracas, 1998, página 9
En efecto, gracias a Nietzsche -releído desde Deleuze- sabemos que todo lo que retorna, lo
hace como diferencia. Doble dificultad de pensar, entonces el populismo: Por la
multiplicidad de sus retornos, y porque, ante el saber modernizador, es lo que no debiera
retornar, lo que siempre debiera darse como última vez.
Deleuze, Gilles, Nietzsche y la filosofía, Anagrama, Barcelona, 1986
[78] Canovan Margaret, Populism, Harcourt Brace Jovanovich, Nueva York, 1981, página 351
[79] Quattrocchi-Woisson, Diana, Les populismes latino-américains { l’épreuve des modèles
d’interprétation européens, en Vingtième Siècle. Revue d’histoire, No. 56, 1997, p|gina 162
[80] A modo de ejemplo, de un investigador joven, famoso y proveniente del más
modernizador y enemigo del populismo de los saberes:
Navia, Patricio, Partidos políticos como antídoto contra el populismo en América Latina, en
Revista de Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chiile, Volumen XXIII , Nº 1,
Santiago, 2003
[81] Rancière, Op. Cit., página 11
[82] Referimos acá no sólo a Para una crítica de la violencia (Iluminaciones IV, Taurus,
Barcelona, 1989), el texto en el cual benjamín zanja la relación de su pensamiento con temas
más políticos, sino a la cuestión de la excepcionalidad que atraviesa las distintas reflexiones
benjaminianas -desde el lenguaje hasta el barroco, pasando por la traducción, el silencio o el
fascismo-, la turbulencia que conlleva y la necesidad, estrictamente política, de tomar
partido en ella. Particularmente ciertos, conspicuos, comentaristas argentinos de Benjamin
(Sarlo, Panesi) han pasado por alto estas bajezas.
[83] Benjamin, Walter, La dialéctica en suspenso: fragmentos sobre historia, LOM, Santiago,
2000
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61
[84] Hermet, Guy, El populismo como concepto, en Revista de Ciencia Política, Volumen
XXIII, n°1, 2003, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, página 11
[85] Aquí no sólo resulta particularmente lúcida la catorceava tesis del texto benjaminiano
que citamos, sino particularmente Marx al comienzo de El dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte (Ariel, Barcelona, 1968). Lo interesante del texto es que, además de trazar el
comienzo del desdén socialista por el populismo considerado como montaje que distorsiona
de intereses reales, sino además para considerar la las tensiones del posterior marxismo
entre las corrientes historicistas y las escatológicas cómo problemática sobre la articulación
entre tiempo y promesa, la cuestión sobre qué tiempo prometer: Con ello, la intromisión del
marxismo en el terreno de la promesa populista -acaso del populismo por excelencia: La
promesa de dar el tiempo.
[86] Sarlo, Beatriz, La pasión y la excepción, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2003
[87] Fuhle, Hans Jurgen, Populismo en América Latina, en Revista de Ciencia Política,
Volumen IX, n°1, 1987, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, página 100
[88] Benjamín, Op. Cit.
[89] Eva Perón, defensora del amor como cosa exagerada (La razón de mi vida, Editora
Volver, Buenos Aires, 1988, p|gina 64) ha escrito, en efecto, sobre Perón: “Pero el que se sabe
hijo de un Destino o de la Providencia o de una fuerza desconocida pero de origen superior a su
vida y a su naturaleza, tiene que sentirse responsable de la misión que le ha sido encomendada
(Op. Cit., página 67)
[90] Citado en James, Daniel, Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora
argentina (1946-1976), Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 2006, página 128
[91] Halperín, Tulio, La larga agonía de la Argentina peronista, Ariel, Buenos Aires, 1994,
página 26
[92] Knight, Alan, Populismo y neopopulismo en América Latina, especialmente en México, en
Revolución, democracia y populismo en América Latina, Centro de Estudios del Bicentenario,
Santiago, 2005, página 244
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62
[93] Benjamín, Op. Cit.
[94] Touraine, Alan, Actores sociales y sistemas políticos en América Latina, PREALC,
Santiago, 1987, página 65
[95] En efecto, los procesos populistas de mayor alcance han debido saber moderar el
discurso y, al mismo tiempo, replicar su radicalidad de cuando en cuando. Bien comprendió,
en efecto, aquella tensión Perón:
“El gobernante es elegido para hacer la felicidad de su pueblo y labrar la grandeza de la Nación
. Dos objetivos antagónicos en el tiempo. Muchos obsesionados por la grandeza y apresurados
por alcanzarla llegan a imponer sacrificios sobrehumanos a su pueblo. Otros preocupados por
la felicidad del pueblo olvidan la grandeza. El verdadero arte consiste precisamente en hacer
todo a su tiempo y armoniosamente, estableciendo una perfecta relación de esfuerzo para
engrandecer al país sin imponer a la comunidad sacrificios inútiles”
Perón, La fuerza…, página 2
[96] Halperin, Op. Cit., página 19
[97] Di Tella, Torcuato, Populismo y reforma en América Latina, en Véliz, Claudio (Editor),
Obstáculos para la transformación de América Latina, Fondo de Cultura Económica, México
D.F., 1969, página 51
[98] Perón, Juan Domingo, Discurso ante la Asamblea Constituyente el 27 de Enero de 1949
[99] Laclau, Ernesto, Teoría, democracia y socialismo, en Nuevas reflexiones sobre la
revolución en nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires, 2000, página 210. A modo de
suplemento:
“Todo lo que he intentado pensar teóricamente más tarde -la dispersión de las posiciones de
sujeto, la recomposición hegemónica de las identidades fragmentarias, la restitución de las
identidades sociales a través de imaginarios políticos -todo esto es algo que aprendí en esos
años de activismo político.
En La construcción de una nueva izquierda, en Íbid, página 190
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[100] Laclau, Ernesto, La razón populista, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005.
En dicho libro se halla la formulación más clara y extensa del populismo en un Laclau cuyos
conceptos ya han sido madurados tras el encuentro con Mouffe.
[101] Laclau, Ernesto, Hacia una teoría del populismo, en Laclau, Ernesto, Política e ideología
en teoría marxista, Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1986, página 170
[102] Moscoso, Carlos, El populismo en América Latina, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1990, página 88
[103] Laclau, Op. Cit., página 179
[104] Perón, Juan Domingo, Discurso ante la Asamblea Constituyente el 27 de Enero de 1949
[105] Oyarzún, Pablo, Cuatro señas sobre experiencia, historia y facticidad, A manera de
introducción , en Benjamin, Op. Cit., página 39
[106] Trujillo, Op. Cit.
[107] Benjamin, Op. Cit
[108] Rancière, Op. Cit., página 164
[109] Lo que se extiende también a las distintas prácticas políticas. Todo lo contrario a
Perón, quien indicaba la necesidad de gobernar con entusiasmo.
Perón, Juan Domingo, Perón expone su doctrina, Subsecretaría de informaciones de la
Presidencia de la Nación, Buenos Aires, 194?, página 122
[110] Thayer, Willy, La crisis no moderna de la universidad Moderna : (epílogo del Conflicto de
las Facultades), Cuarto Propio, Santiago, 1996, página 169
[111] Derrida, El derecho…, página 63
[112] Perón, Juan Domingo, Discurso ante la Asamblea Constituyente el 27 de Enero de 1949
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Discursos
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