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ESCRITORAS FRANCO-RUSAS 2: IRÈNE
NÉMIROVSKY. EL VINO DE LA SOLEDAD
(Proc.: Javlangar, mod.: JAGF)
ÍNDICE DEL DOCUMENTO
I. LA NARRATIVA DE IRÈNE NÉMIROVSKY .............................................................................................. 2
1. PRIMERAS OBRAS NARRATIVAS..................................................................................................................... 2 Un niño prodigio, La enemiga y El malentendido (1926-1930) ........................................................... 2
2. EL ÉXITO. UNA NOVELA Y UNA NOUVELLE CON FONDO JUDÍO ............................................................................. 3 David Golder (1929) ............................................................................................................................ 3 El baile (1930) ..................................................................................................................................... 4
3. DOS NOVELAS RUSAS ................................................................................................................................. 5 Nieve en otoño (Las moscas del otoño, 1931)..................................................................................... 5 El caso Kurílov (1933) .......................................................................................................................... 5
4. NOVELAS DE ASUNTO FRANCÉS (CON UN INTERMEDIO AUTOBIOGRÁFICO) ............................................................ 6 El peón en el tablero (1934) ................................................................................................................ 6 Películas habladas (Films parlés, 1934) .............................................................................................. 6 El vino de la soledad (1935) ................................................................................................................ 7 Jezabel (1936) ..................................................................................................................................... 7 La presa (1938) ................................................................................................................................... 7 Dos (1939) ........................................................................................................................................... 7
5. DOS NOVELAS Y UN RELATO SOBRE LA MARGINACIÓN Y EL EXILIO ........................................................................ 8 «Fraternidad» (1937) .......................................................................................................................... 8 El maestro de almas (Las escalas de Levante, 1939) .......................................................................... 8 Los perros y los lobos (1940) ............................................................................................................... 8
6. DOS NOVELAS PÓSTUMAS SOBRE EL AMOR A LA TIERRA. .................................................................................... 9 Los bienes de este mundo (1941) ........................................................................................................ 9 Fogatas (Los fuegos del otoño, 1942) ............................................................................................... 10
7. LA RESURRECCIÓN. .................................................................................................................................. 11 Suite francesa (2004) ........................................................................................................................ 11 El ardor de la sangre (2007) .............................................................................................................. 12
II. LA ESCRITURA EN LENGUA FRANCESA. EL ESLAVISMO ..................................................................... 12
8. ¿UNA ESCRITORA FRANCESA, RUSA, JUDÍA...?............................................................................................... 12
III. LA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD BURGUESA ......................................................................................... 14
IV. LAS RELACIONES MADRE-HIJA ........................................................................................................ 15
V. BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................................. 15
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I. LA NARRATIVA DE IRÈNE NÉMIROVSKY
(Para conocer la vida de Irène Némirovsky, véase
http://es.wikipedia.org/wiki/Ir%C3%A8ne_N%C3%A9mirovsky y el prólogo de Myriam Anissimov a Suite
Francesa, en http://es.scribd.com/doc/125910962/PROLOGOS-Y-EPILOGOS-A-OBRAS-DE-IRENE-
NEMIROVSKY)
La obra de Némirovsky está marcada por los temas de la emigración, el oprobio del
dinero y las finanzas, la infancia rusa, el odio a la madre y el judaísmo. Es una obra muy
ligada a su biografía, pero que, por la claridad del estilo, la estructura diáfana, clásica de sus
narraciones, por su elegancia y frescura, puede ser leída sin tener en cuenta a aquélla. El
conjunto lo componen una veintena de títulos publicados entre 1927 y 2007, cuatro de ellos a
título póstumo.
1. Primeras obras narrativas
Sus primeras novelas, publicadas en revistas y con seudónimo, pasaron desapercibidas
hasta la publicación de David Golder en 1929. En ellas aparecen ya los temas fundamentales de
su obra posterior.
Un niño prodigio, La enemiga y El malentendido (1926-1930)
Némirovsky empezó muy pronto a publicar, hacia 1920, en diferentes revistas; en Les
Oeuvres Libres publicó Un niño prodigio (1927), La enemiga (1928) y El malentendido
(1926, reeditado en 1930).
Un niño prodigio tiene aroma de cuento oriental, aunque se trata de una historia
moralizante con desenlace pesimista, y posee algunas de las características propias de la
autora: condición, teatralidad y una nada desdeñable estructura narrativa; además, algunos
temas reaparecerán en novelas posteriores: la descripción de un miserable barrio judío en la
zona portuaria de una ciudad meridional rusa o el diálogo imposible entre las clases sociales.
La narración cuenta la trágica historia de Ismaël Baruch, un niño judío nacido en un
cuchitril de Odessa. Sus dotes de poeta precoz e ingenuo seducen a un aristócrata, que lo
recoge del arroyo y lo lleva a un palacio para distraer la ociosidad de su amante. Mimado, el
niño vive extasiado a los pies de la princesa, que ve en él una especie de mono sabio.
Llegado a adolescente al término de una prolongada crisis, pierde las gracias que lo
habían adornado en la infancia y tiene en muy poco los cantos y poemas que otrora le valieron
su fortuna. Busca la inspiración en la lectura, pero la cultura no hace de él un genio; por el
contrario, destruye su originalidad y espontaneidad. Entonces, la princesa lo abandona como un
objeto inútil y a Ismaël no le queda otro remedio que regresar a su mundo de origen: el
barrio judío de Odessa, con sus zaquizamís y sus tugurios. Sin embargo, nadie reconoce a
Ismaël en aquel joven establecido. Rechazado por los suyos, ya no tiene un lugar en ese mundo
y corre a arrojarse a las aguas estancadas del puerto.
La enemiga es una áspera caricatura de su loca vida juvenil, y primera muestra del
enfrentamiento madre-hija.
En El malentendido (1926), novela que pasó inadvertida, Irène Némirovsky escribió
una novela de la Belle-Époque en el París de posguerra, en la que obligaba a su héroe, un
«parisino de raza» a la manera de Bourget, a la humillación del salario. Fue una de las primeras
apariciones del «nuevo pobre» en la novela francesa.
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2. El éxito. Una novela y una nouvelle con fondo judío
David Golder (1929)
En 1929, el editor Bernard Grasset recibió por correo un manuscrito titulado David
Golder. Entusiasmado tras su lectura, de inmediato decidió publicarlo, pero el autor, tal vez
temiendo un fracaso, no había incluido ni su nombre ni su dirección, tan sólo un apartado de
correos. Así pues, Grasset publicó un breve anuncio en los periódicos invitando al misterioso
escritor a que se diera a conocer.
Cuando pocos días después Iréne Némirovsky se presentó ante él, al editor le costó
creer que aquella joven de aspecto alegre y llano que residía en Francia desde hacía sólo diez
años fuese la autora de aquel libro brillante, cruel, audaz y que, sobre todo, traslucía un perfecto
dominio narrativo. Era la clase de obra que un escritor logra en su madurez. Admirándola ya,
pero aún dudoso, la interrogó largo rato para asegurarse de que no se trataba del testaferro de un
escritor que deseaba permanecer en la sombra.
Cuando se publicó, la novela David Golder fue unánimemente aplaudida por la crítica,
hasta el punto de que Iréne Némirovsky se convirtió en una celebridad, adulada por escritores
tan dispares como Joseph Kessel, que era judío, y Robert Brasillach, monárquico de extrema
derecha y antisemita. Este último alabó la pureza de la prosa de aquella recién llegada a las
letras francesas. No obstante, Némirovsky no permitió que su triunfal debut literario se le
subiera a la cabeza. Incluso le sorprendió que se dispensara tanta atención a David Golder, que
calificaba sin falsa modestia de «novelita».
Es, ante todo, un retrato despiadado del mundo de la banca, de las finanzas, de los
poderosos especuladores de la Bolsa, de un universo reducido donde los negocios y el dinero
priman sobre cualquier sentimiento. Ni la enfermedad, ni la muerte ni el suicidio de las
víctimas son capaces de detener la máquina infernal del capitalismo; es una pintura
dolorosamente femenina de unas mujeres capaces de vender caro su papel pasivo, de adorno,
de prostitutas camufladas (amantes, esposas, madres) al lado de aquellos hombres que
fabrican dinero. Némirovsky las presenta como víctimas de sí mismas, pero también verdugos
inclementes; en realidad, hombres y mujeres forman parte del mismo entorno corrompido: el
banquero imperturbable a quien no le importa provocar el suicidio del socio arruinado, la
esposa o la hija que, de la adulación al chantaje, se sirven de cualquier arma para exprimir
hasta el pellejo a los hombres, el coro de gigolós que giran a su sombra...
La quiebra anímica se insinúa cuando David Golder siente la enfermedad y la muerte
cercanas. Entonces intuye la inanidad de su existencia opulenta, de la que busca consuelo en la
memoria (el recuerdo de su pasado emprendedor) o el cariño negado de mujer e hija, que
resulta no ser suya. Pero lo que hace genial y peculiar este retrato de la burguesía financiera del
cambio de siglo es el hecho de que su protagonista, antes de morir, lleve a cabo un esfuerzo
titánico por recuperar una vez más su imperio económico y legárselo así a una hija que no lo
merece, pero a la que siempre ha adorado.
Sorprende la madurez del estilo de la joven autora; los capítulos son breves, y cada
uno hace avanzar la narración de con eficacia contundente; los diálogos, de naturaleza teatral,
destapan el alma de los personajes con enorme agudeza. Sus modelos son Chéjov,
Maupassant, Turguéniev.
El éxito fulgurante de la obra hizo que fuera llevada al cine al año siguiente, pero
también generó, y sigue generando, un amplio debate sobre el posible antisemitismo, de
“judío que se odia a sí mismo”, de Némirovsky.
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David Golder, novela comenzada en Biarritz en 1925 y concluida en 1929, narra la
epopeya de Golder, magnate judío de las finanzas internacionales, originario de Rusia: su
ascensión, esplendor y caída tras el crac espectacular de su banco. Gloria, su esposa que
empieza a envejecer, notoriamente infiel y que lleva un tren de vida fastuoso, exige cada vez
más dinero para mantener a su amante. Arruinado y vencido, el viejo Golder, otrora el terror de
la Bolsa, vuelve a ser el pequeño judío de sus días de juventud en Odessa. De pronto, llevado
del amor por su ingrata y frívola hija, decide reconstruir su fortuna. Tras haber jugado
victoriosamente su última baza, muere de agotamiento mientras balbucea unas palabras en yidis
a bordo de un buque de carga durante una formidable tempestad. Un inmigrante judío,
embarcado como él en Simferopol con destino a Europa, con la esperanza de una vida mejor,
recoge su postrer suspiro. Golder muere, por así decirlo, entre los suyos.
Para su primera incursión en la novela, Némirovsky se inspiró en su entorno familiar.
David Golder es un financiero y especulador con un especial interés en el petróleo ruso.
Habiendo comenzado su carrera comprando chatarra en Rusia, llega a lo más alto
supervisando cuadrillas del ferrocarril en California. Ahora, en 1926, es dueño de un
apartamento en París y una villa en Biarritz. Él está envejeciendo, tiene un problema del
corazón, y le gustaría comenzar a retirarse. Detrás de él, sin embargo, hay dos mujeres: una
esposa que lo desprecia y hace alarde de su infidelidad, y una hija con gustos caros por los
coches y los hombres. Cuando tiene su primer ataque al corazón, su esposa soborna al médico
para decirle que no es grave; cuando las oscilaciones en el mercado producen su quiebra, su
hija utiliza artimañas para conseguir que dé su última batalla.
David Golder es una novela de personajes típicos y emociones extravagantes, con una
pesada deuda con El tío Goriot de Balzac (y con La muerte de Iván Ilich, de Tolstoi). Golder
mismo es un estereotipo sin escrúpulos. Su mujer está obsesionada con su aspecto, su hija está
tan encerrada en su ronda de placeres que apenas ve a sus padres como seres humanos. Pero
estos materiales crudos sufren algún desarrollo y modulación. Entre la esposa de Golder y su
amante de muchos años, un parásito aristócrata que bien puede ser el padre natural de la
hija de Golder, hay momentos de casi doméstico afecto. Y, bajo las características del titán
financiero que aplasta a todos, vamos a ver el miedo a la muerte del hombre mortal, convertido
en un niño en su shtetl (en yidis, pequeña ciudad y, en general, ciudad habitada por judíos en
Europa oriental).
Hay caricatura antisemita en David Golder, especialmente en la descripción física de
los personajes, y también en el mundo cosmopolita en el que habitan. En una entrevista
concedida en 1935, Némirovsky reconoció que si Hitler hubiera estado en el poder cuando
estaba escribiendo el libro, lo habría atenuado. Sin embargo, teniendo en cuenta su simpatía por
los que están solos y sin amor, y que Golder lucha en tres frentes con competidores despiadados
y depredadores, con sus mujeres, y con un cuerpo enfermo, es difícil ver el libro como obra
antisemita, sino como una obra de su época. Si se trata de un retrato antisemita, es también un
retrato del horror potencial de la vida de cualquier inmigrante, inadaptado y expulsado.
El baile (1930)
M. y Mme Alfred Kampf, pequeñoburgueses arribistas que han hecho una fortuna en
el mercado de valores, deciden ocupar un lugar en la sociedad parisina. Planean un baile, sin
escatimar gastos, para lo cual elaborarán una lista de 200 invitados. En su hija amada
Antoinette recae la tarea de enviar las invitaciones. Pero Antoinette, llena de resentimiento
contra su madre por negarse a dejar que aparezca en el baile, en secreto rompe las invitaciones.
La gran noche llega y los invitados no vienen. Con placer, Antoinette ve cómo sus padres
quedan humillados delante de los criados. En la última escena, la hija pretende consolar a su
madre que llora, mientras que interiormente se deleita en su victoria.
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La hostil pareja de madre e hija se repite con frecuencia en la ficción de Némirovsky
(La enemiga, El vino de la soledad, Jezabel), en la que vemos madres decididas a reprimir a
toda costa a hijas que, naciendo a la feminidad, amenazan con ensombrecerlas y sustituirlas. La
fuerza de la novela reside en el retrato de la relación entre Antoinette y su madre.
Némirovsky, cuyas relaciones con su madre eran tensas, en repetidas ocasiones crea mujeres
de mediana edad monstruosamente egoístas como madres, mujeres que rabian por la muerte de
su belleza, a la que ven como una retribución material que merecen y su única esperanza en la
vida (Gloria Golder es otro personaje del mismo tipo).
3. Dos novelas rusas
Nieve en otoño (Las moscas del otoño, 1931)
Nieve en otoño (1931, Las moscas del otoño en el original francés) narra los últimos
años de Tatiana, fiel niñera de los Karin, una familia adinerada rusa obligada a abandonar su
patrimonio durante la Guerra Civil y que emigra a Francia. A medida que pasa el tiempo, es
Tatiana quien aparece como la principal víctima de la revolución en lugar de los Karin, que
han logrado sacar de contrabando una fortuna considerable y se han adaptado a la vida en el
extranjero con bastante facilidad. Tatiana, por el contrario, incapaz de dar sentido a su vida en
Francia, anhela la finca donde se crió y las nieves de Rusia. Cada vez más descuidada por los
Karin, con la mente errante, deja el apartamento una mañana de niebla y se ahoga, o se suicida,
en el Sena.
Nieve en otoño apareció un año después de El baile, en 1931, pero es la versión
definitiva de un cuento publicado en 1924, "La Niania", un discreto homenaje a su abuela,
Rosa Margoulis, que había huido justo desde la URSS a Francia. Esto representa un cambio
en Némirovsky, ya que aborda el viaje de los emigrados rusos a Francia desde un ángulo
diferente, y también en su elección de una criada como protagonista. La historia se centra en
Tatiana Ivanovna, la niñera de la familia, que ha estado con la familia Karin durante
cincuenta y un años. La ruptura que produce la pérdida de un hijo de la familia, la huida de la
familia a Kiev y, finalmente, a Francia, donde se les obliga a empezar de nuevo con nada, es
doloroso para Tatiana Ivanovna, principalmente por la pérdida de la historia; depositaria de la
tradición familiar y encargada de las pertenencias de la familia, ella lleva el recuerdo de los
contenidos de cada armario, de cada mueble, cada incidente de la infancia en la finca perdida de
los Karin. Pero la supervivencia de los Karin en Francia requiere una ruptura definitiva con su
pasado, y el papel de Tatiana Ivanovna se vuelve dolorosamente obsoleto.
Esta nouvelle tiene una deuda general con Chéjov y una deuda específica con Un
corazón sencillo de Flaubert, además de una fuerte relación con la biografía de Némirovsky.
El caso Kurílov (1933)
El caso Kurílov toma la forma de un libro de memorias escrito por un miembro de una
célula terrorista, hablando de cómo, poco antes de la fracasada revolución de 1905, se infiltró
entre el personal del Conde Kurílov, ministro de educación del zar, con el objeto de llevar a
cabo un asesinato espectacular. Haciéndose pasar por un médico suizo, se convierte en el
observador íntimo de la lucha de Kurílov con el cáncer de hígado y con los rivales políticos
que están utilizando su matrimonio con una mujer de pasado dudoso para diseñar su caída.
Lentamente, el aspirante a asesino comienza a apreciar las mejores cualidades de su
víctima: su estoicismo, su negativa a distanciarse de la mujer que ama. Cuando llegue el
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momento de lanzar la bomba, no puede hacerlo: una compañera tiene que tomar el relevo.
Arrestado y condenado a muerte, se escapa a través de la frontera, volviendo más tarde a
disfrutar de una carrera en la policía secreta, antes de ser purgado y exiliado a Francia, donde
escribe su libro de memorias.
Influida por el Joseph Conrad de Bajo la mirada de Occidente, El caso Kurílov es la
novela más abiertamente política de Némirovsky. El argumento central puede ser inverosímil,
pero la humanización gradual de un asesino educado en los círculos revolucionarios está
magistralmente hecha: Némirovsky se permite todo el espacio que necesita para seguir su
evolución moral errática. Kurílov emerge como algo parecido a un héroe, un hombre complejo,
grave, si no incorruptible, conmovedoramente vano, dedicado al servicio de un soberano a
quien personalmente desprecia. Como dice Jonathan Weiss, es "una reflexión sobre la
corrupción moral de toda política e ideología".
4. Novelas de asunto francés (con un intermedio
autobiográfico)
El peón en el tablero (1934)
Es la primera novela de Némirovsky que se aleja del fondo autobiográfico. Retrato sin
concesiones de un hombre “condenado a vivir”, El peón en el tablero es, en el conjunto de la
obra de Némirovsky, una novela aparte, relacionada con El fuego fatuo, de Drieu la Rochelle,
y con otras novelas que muestran las desilusiones de quienes estuvieron en el frente y creyeron
que todo cambiaría en el mundo de entreguerras. Casado, padre de un hijo, a Christophe
Bohun le corroe el spleen, el tedio, el mal de vivir. Ni su trabajo, ni su mujer, ni su hijo, ni su
padre anciano encuentran perdón a sus ojos; por encima de todo, detesta su vida rutinaria, su
falta de envergadura. Su único placer, con el vago recuerdo de una mujer amada en otro tiempo,
es el sentimiento de libertad que le procura su coche. Cuando, arruinado, es obligado a
renunciar a él, toma conciencia de repente de esta “pena profunda e incomprensible” que le
ahoga desde hace tanto tiempo.
Con el trasfondo de la crisis económica de la Francia de los años treinta, Irène
Némirovsky expresa lúcidamente la desesperación de un hombre cuyo paisaje interior se
confunde con el sombrío cuadro de la época, en una novela cruel que no ha perdido su fuerza.
Novela de la crisis económica, no tuvo éxito a pesar de su ambición: ilustrar, hasta la náusea,
el «mezquino mal del siglo» de la condición salarial. Retrato conductista del «hombre de
1933», la novela pretende inspirarse en Babbitt de Sinclair Lewis (1922).
Películas habladas (Films parlés, 1934)
El tremendo éxito de David Golder inspiró a Julien Duvivier una de las primeras
películas habladas, y El baile fue igualmente adaptado a la pantalla por Wilhelm Thiele.
Fascinada por el cine, Irène Némirovsky estaba convencida de que en el cine se jugaba el
futuro de la novela. De 1930 à 1932, se consagra casi exclusivamente a la escritura de guiones,
«porque pienso siempre en imágenes». De las siete tentativas que datan de este periodo, llenas
de procedimientos cinematográficos – flashbacks, travellings, fundidos –, ninguna será
llevada a la pantalla. Cuatro aparecerán con el título Películas habladas. Más que una estética
nueva, premonitoria del nouveau roman, es la constatación de un fracaso, pero no una
experiencia perdida: la estructura de El vino de la soledad deberá mucho a la técnica del
montaje, sin hablar del simultaneismo de Suite francesa.
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El vino de la soledad (1935)
Publicada en 1935 pero escrito probablemente antes, El vino de la soledad es un estudio
de las relaciones madre-hija en que Némirovsky dibuja libremente la historia de su propia
vida. Hélène Karol es una talentosa y precoz adolescente. Su padre es un especulador de
guerra que vende armamento obsoleto para el gobierno ruso. Su madre, Bella, es una mujer
hermosa pero depravada. Antagónica a su hija, Bella hace todo lo que puede para socavarla y
humillarla (una repetición de El baile). Para vengarse, Hélène se dispone a quitarle el actual
amante a su madre. Al hacerlo así, ella se adentra en un territorio moral más y más oscuro.
Preocupada por su transformación, Hélène lo rechaza.
El vino de soledad es sobre todo una denuncia de una madre que arroja a su hija al
papel de rival sexual, lo que le priva de su infancia y la precipita demasiado pronto en un
mundo de pasiones adultas.
Némirovsky regresa a los asuntos autobiográficos con esta novela, novela de
aprendizaje (bildungsroman) a la manera del Wilhelm Meister, de Goethe, en la que
reencuentra el ardor de El baile y de David Golder, sin la distancia irónica. Novela de la
realización personal, de la exorcización de su demonios personales, es también la novela de la
madurez literaria.
Jezabel (1936)
Jezabel es un ataque aún más espeluznante a la figura de la madre. Es la historia de una
mujer de la alta sociedad de una cierta edad, obsesionada con su imagen pública, que no
acepta el transcurrir de los años y el lento desaparecer de su belleza, que deja que su hija de
diecinueve años muera en el parto para no convertirse en abuela; años más tarde, el nieto
rechazado regresará a chantajearla. La obra comienza en la sala de un tribunal, en el que la
protagonista, Gladys Eisenach, debe responder por el asesinato de un joven, que se supone su
amante, y que resulta ser su nieto; la inquisición del caso servirá para conocer la historia de
esta mujer, que supera matrimonios, el luto de la muerte de la hija, pero que no puede aceptar
el drama mayor de envejecer. El título de la obra proviene de un personajes de Atalía, de
Racine.
La presa (1938)
La novela describe la trayectoria de un hombre, Jean-Luc Daguerne, nuevo Julien Sorel
(protagonista de Lo rojo y lo negro de Stendhal) de los años 30, que quiere llegar a toda costa a
lo más alto de la sociedad. La presa es la novela de un mundo que desaparece; este relato íntimo
y cruel retrata la ascensión y la caída de un joven de origen modesto que, traicionado por la
mujer amada, tras haber vivido una pasión pura por la heredera de una dinastía de banqueros,
decide tomar su revancha. Aunque la presa del título pudiera parecer a primera vista que es la
hija del banquero, o las víctimas de sus manipulaciones políticas, Némirovsky quiere hacernos
entender claramente que la presa verdadera, fracasado en política y en amor, es el predador
mismo.
Dos (1939)
La historia abarca los años 1920-1933. Antoine Carmontel y Marianne Segré se
encuentran la noche de Pascua de 1920 y se enamoran. La relación es vivida, sin embargo, de
manera diferente por cada uno de ellos: si Antoine la vive sin mucha decisión (mientras está
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con Marianne, de cuando en cuando, se encuentra también con la más madura Nicole),
Marianne se entrega a ella. Sintiéndose maltratada, la chica comienza a perder las esperanzas y
lentamente parece olvidarlo, hasta que Solange, su amiga común, para olvidar a Dominique, el
hombre por el que se atormenta, queda embarazada de Gilbert, el hermano de Antoine: el niño
nace muerto, y la chica, que después se casará con Gilbert, sufrirá el golpe por los siguientes
diez años, hasta la muerte. Después del grave incidente, Marianne y Antoine se encuentran y
deciden casarse. El suyo será un matrimonio fecundo, del que nacerán tres niños, pero sin
amor. En consecuencia, los dos se adentran por los caminos del adulterio. Marianne comienza
una relación con Dominique, exnovio de su amiga Solange, ahora casado y padre. Antoine
(que entretanto ha creado una empresa) comienza a frecuentar a Evelyne, hermana menor de
Marianne: cuando la relación entre los dos llega al límite, la chica se suicida tomando una
dosis letal de barbitúricos. Antoine sufrirá el golpe y Marianne, aun no amándolo, dejará a su
amante para cuidarlo. Los dos continuarán viviendo uno al lado de la otra, sin amor, pero
invulnerables por tantos años de convivencia.
5. Dos novelas y un relato sobre la marginación y el exilio
«Fraternidad» (1937)
Tras la llegada de Hitler al poder, Irène Némirovsky no intentó reproducir la «peligrosa
aventura» de David Golder. Crítica con el antisemitismo nazi, sin embargo la sospecha la
vuelve a atrapar: en 1936, uno de sus cuentos, «Fraternidad», es rechazado por la Revue des
Deux Mondes por «antisemitismo»; en este cuento pretendía simplemente relacionar los judíos
de antigua implantación en Francia con los inmigrados de fecha reciente (y el rechazo de los
primeros a los segundos); son los años en que busca la naturalización en Francia, e incluso se
convierte al catolicismo, quizás por el rechazo social a la inmigración judeo-rusa. En
«Fraternidad» quiere demostrar «la necesidad torturante de ser respetado para aquel que ha
sido despreciado y expulsado», pero también «la imposibilidad de asimilación» judía, que
considera indudable. Y conscientemente ha querido esquematizar el gran miedo de los
israelitas franceses ante el aflujo de refugiados de Europa oriental.
El maestro de almas (Las escalas de Levante, 1939)
En las obras anteriores, Némirovsky ha cambiado el decorado para que sus obras
parezcan «hechas a la francesa»; consciente de esta hipocresía, esta nueva novela será la
demostración. Vemos a un médico extranjero, levantino, el doctor Darío Asfar, idealista pero
atenazado por el hambre propio y de su familia, y rechazado por Francia y los franceses, que
acaba realizando prácticas fraudulentas y enriqueciéndose a costa de los nuevos ricos. La
expresión «odio de sí mismo» define perfectamente la negación que anima a este condenado,
corroído por el «deseo desesperado de cambiar de apariencia, de condición y de alma», de
manera que esta novela es una transposición del mito de Fausto en la inmigración. En realidad,
no es más que uno de los avatares némirovskianos del delincuente cínico, producto de la
hipócrita sociedad francesa. La cantidad de estereotipos que se lanzan sobre este «sucio
extranjero» materializa el clima xenófobo de los años de crisis, que pocas novelas han
mostrado de manera tan lúcida.
Los perros y los lobos (1940)
Publicada en el momento de la invasión alemana, Los perros y los lobos es la última
obra de Némirovsky que se interroga sobre lo que llama «el eterno fondo judío». Al igual que
la desconfianza xenófoba ha convertido a Asfar en un charlatán a pesar de sí mismo, son las
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persecuciones antisemitas aquí las que transforman a Ben Sinner, judío ucraniano, en un
predador cínico. Es el tipo consumado del inmigrante que renuncia a salir honestamente de la
miseria, sin esperar nada de la melindrosa burguesía francesa. Su primo Harry, engañado por la
ilusión que da el dinero de ser bienvenido en los salones parisinos, será atrapado igualmente
por la maldición antisemita. A pesar de su matrimonio con la hija de un banquero francés,
se le sigue recordando que pertenece a la «chusma judía». Esta novela es el tributo que ofrece
Némirovsky a su parte judía, apoyándose en sus recuerdos del pogromo de 1905, del cual
escapó. Y ella se proyecta en el personaje de Ada, una artista obsesionada por el atavismo
judío como el niño Ismael Baruch, de Un niño prodigio.
La construcción de sí misma como una novelista francesa era sólo la mitad del proyecto
vital de Némirovsky. Cuando buscaba su naturalización francesa, intentó también ahondar en
su pasado judío y ruso. Publicada en 1940, justo antes de que las restricciones a autores
judíos entraran en vigor, Los perros y los lobos tiene como heroína a Ada Stiller, una niña
judía que crece en Ucrania pero se traslada a París, donde vive de la pintura de escenas que ha
dejado atrás, escenas demasiado "dostoievskianas" para el gusto francés.
En el corazón de Los perros y los lobos está la cuestión de la asimilación. Ada se debate
entre dos hombres: Harry, el hijo de una adinerada familia judía rusa, casada con una francesa,
pero místicamente unido a Ada, y Ben, un bribón del shtetl como Ada, que ella cree que hereda
una cepa de la "locura" que los distingue de lo "cartesiano" francés. ¿A qué lado se inclina su
corazón: al lado de los perros, mansos y asimilados al igual que Harry, o al de los lobos como
Ben?
La voz interior que le dirá qué futuro elegir, como perro o lobo, será la voz del amor,
pero no la de sus antepasados, la misma voz escuchada por el agonizante David Golder. Se le
advierte que la gente como Harry, atrapado entre dos razas, judíos y franceses, no tienen
futuro (del mismo modo, en un momento culminante en la Suite Française, Lucile sentirá
"movimientos secretos de [la] sangre" que le dicen que no puede pertenecer a un alemán.). A
pesar de sí mismo, Harry debe estar de acuerdo: su ser asimilado es una máscara, pero que no
puede deshacerse de él sin que se rompa su carne.
6. Dos novelas póstumas sobre el amor a la tierra.
Los bienes de este mundo (1941)
Entre 1939-1942, Irène Némirovsky estaba tratando de establecerse como autora
francesa sin ambigüedades (o sea, como autora asimilada) y esa intencionalidad se nota en
obras suyas de esos años, como Los bienes de este mundo (publicada por entregas en 1941 y en
volumen póstumamente, en 1947) y Fogatas (en francés, Los fuegos del otoño).
Los bienes de este mundo rastrea la suerte de una familia de fabricantes de papel en los
años anteriores y posteriores a la Primera Guerra Mundial, y Fogatas-Los fuegos del otoño
tiene en su centro una mujer que enfrenta un marido caprichoso en el París de los años de
entreguerras. En ambos casos, el ambiente es impecablemente francés: ningún extranjero,
ningún judío.
Ambas novelas ofrecen un diagnóstico de la situación francesa. Culpan del declive de
Francia, que culminó con la derrota de 1940, a la corrupción política, la moral laxa y la
imitación servil de las prácticas comerciales estadounidenses. Sugieren que la decadencia se
produjo cuando los militares que regresaban a casa desde las trincheras de 1919, en lugar de
entregarse a reconstruir la nación, fueron deslumbrados con el sexo fácil y las riquezas
especulativas. Las virtudes que los libros avalaban en aquellos años eran muy similares a las
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promovidas por el gobierno de Vichy: el patriotismo, la fidelidad, el trabajo duro, la
piedad…
Como obras de arte estas dos novelas son débiles; parte del objetivo de Némirovsky al
escribirlas era mostrar lo bien que encajaba en la tradición de la novela de sagas familiares,
ejemplificada por Roger Martin du Gard y Georges Duhamel. Sus puntos fuertes son otros, y
revelan cuánto sabía Némirovsky de la intimidad de las vidas normales pequeño-burguesas
parisinas: sus arreglos domésticos, sus diversiones, sus economías pequeñas y sus
extravagancias y, sobre todo, su satisfacción con el plácido bonheur de sus vidas. En el relato
de los efectos de fuerzas más amplias sobre los destinos individuales, éstas, las más "francesas"
de las novelas de Némirovksy tienden a ser más diligentemente naturalistas. Ambas novelas se
extienden cronológicamente en el presente de la Segunda Guerra Mundial y por lo tanto en el
territorio de la tardía Suite francesa.
Fogatas (Los fuegos del otoño, 1942)
Némirovsky escribió Fogatas-Los fuegos del otoño en 1942 (la obra no se publicó
hasta 1957), a poco de consumarse la derrota francesa a manos de la Alemania de Hitler, y
antes de iniciar la redacción de Suite francesa. Sus personajes representan lo que fuera la
pequeña burguesía de la Francia del período 1912-1941. El primer capítulo nos introduce al
conocimiento de cada uno de ellos, captados en el curso de actividades cotidianas: una cena
dominical que reúne a los Brun y los Jacquelain (entre los que están, en edad adolescente,
quienes acabarán por hacer de protagonistas: la pareja Thérèse Brun y Bernard Jacquelain);
la apacible sobremesa, a la que se incorpora el ambicioso Raymond Détang, amigo del primo
de Thérèse; y el posterior paseo de todos ellos por los Campos Elíseos, añadidas las Humbert,
madre e hija, amigas de los Brun. Tenemos, pues, a protagonistas y comparsas de la novela. Sus
vivencias no diferirán mucho de las de la gente de su tiempo, zarandeados todos ellos por las
calamidades y vicisitudes del momento. Thérèse contraerá matrimonio con su primo; el primo
y marido fallecerá en la Gran Guerra. Bernard conquistará el amor de la joven viuda y será su
segundo marido, y luego el amante de la bella Rénee Détang, de soltera Humbert.
El grueso de la novela se concentra en la historia del matrimonio de Thérèse y
Bernard. Es la historia de un hombre al que la guerra de 1914, a la que partió inflamado de
ardor patriótico, ha vuelto un cínico vividor, un arribista que hace fortuna por medios
dudosos; y de una mujer honesta y sencilla, confinada a la vida doméstica y dolida por la
infidelidad y la progresiva corrupción de su marido. Bernard interviene en especulaciones
financieras de alto vuelo y en turbios negocios, como la compra en los EE.UU. de partes de
avión para la aviación francesa –operación de la que obtiene una suculenta tajada. Las piezas no
encajan del todo, y qué importa; lo decisivo es enriquecerse y ‘vivir bien’. Su propio hijo,
aviador, sufrirá las consecuencias1. Pero antes sobrevienen la bancarrota, el abandono de la
amante y la movilización, pues ya ha estallado una nueva guerra con Alemania. Y esta guerra
lo cambiará todo…
El relato es convencional, en la forma y en el fondo, no lo es más que la vida misma.
Fogatas tiene el vigor y la sobriedad del mejor realismo narrativo, y en sus condensadas
páginas late vívidamente el pulso de la sociedad francesa de entreguerras. Es el fresco en
miniatura de una sociedad en crisis que, como sabemos, fue incapaz de soportar la arremetida
de un enemigo más cohesionado y mejor. Su autora no posa de clarividente, puesto que escribe
una vez consumado el desastre. Es una narradora de talento que, sin discursos ni moralinas, con
sutileza de artista, plasma un lúcido retrato de época, tal como había hecho en sus obras
anteriores y como haría luego en su magnífica aunque inacabada Suite francesa.
1 En este punto, la trama es muy semejante a la de Todos eran mis hijos (1947), de Arthur Miller.
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7. La resurrección.
Suite francesa (2004)
Suite francesa es el título de una novela planeada por Irène Némirovsky en los últimos
años de su vida, inspirándose en Guerra y paz, de Tolstoi. La autora nunca llegó a terminar la
novela: en 1942, habiendo terminado únicamente las dos primeras partes de la serie,
Némirovsky fue arrestada por su origen judío y fue deportada a Pithiviers y más tarde a
Auschwitz, donde murió. El cuaderno que contenía el manuscrito de la obra fue conservado
por sus hijas, pero permaneció inédito hasta 2004.
Suite française, hasta donde su autora llegó a completarla, fue escrita en una letra
minúscula en un único cuaderno. Es probablemente una de las obras literarias más tempranas
en retratar la Segunda Guerra Mundial, ya que prácticamente fue redactada durante el mismo
periodo que retrata. El cuaderno con las anotaciones de Némirovsky fue conservado por su hija
mayor, quien sin embargo no lo leyó durante casi cincuenta años, pensando que se trataría de
un diario demasiado duro o doloroso para ser leído, y mucho menos publicado. Sin embargo, en
los años 1990, antes de donar las posesiones de su madre a un archivo, se decidió a examinar
el cuaderno, y fue entonces cuando descubrió que contenía una novela.
La primera edición francesa de la obra se publicó en 2004. Suite française ganó el
Premio Renaudot de ese año convirtiéndose así en la primera obra póstuma en ganarlo. La
novela se traduciría posteriormente a una considerable cantidad de idiomas distintos.
La novela o conjunto de novelas pretendía retratar la vida en Francia durante la invasión
y ocupación alemana, desde junio de 1940, mes en que el ejército nazi derrotó rápidamente a
los defensores franceses. La primera de las novelas, Tempête en juin (Tempestad en junio)
retrata la huida de los ciudadanos de París en las horas y días inmediatamente anteriores y
posteriores a la invasión alemana. La segunda, Dolce, muestra la vida en un pequeño pueblo de
provincias al este de la capital, Bussy, en los primeros meses de la ocupación. La relación entre
ambas partes o novelas es muy tenue, de manera que pueden considerarse casi como obras
independientes, unidas solo por la época histórica que retratan.
La tercera novela, Captivité ("Cautividad"), de la que Némirovsky llegó a escribir un
esquema argumental, habría mostrado los intentos de organizar una resistencia, y habría
mostrado a algunos de los personajes de Tempête en juin y Dolce en prisión o en peligro de
muerte por esta causa. Poco se puede decir de la cuarta y quinta partes de la serie, de las que
sólo se conservan sus títulos provisonales: Batailles ("Batallas") y La Paix ("Paz").
Como de costumbre, empieza por redactar notas sobre el trabajo en curso y las
reflexiones que le inspira la situación en Francia. Elabora la lista de sus personajes, los
principales y los secundarios, comprueba que los haya utilizado a todos correctamente. Sueña
con un libro de mil páginas compuesto como una sinfonía, pero en cinco partes, en función de
los ritmos y las tonalidades. Toma como modelo la Quinta Sinfonía de Beethoven.
El 12 de junio de 1942, pocos días antes de su arresto, duda de que logre acabar la gran
obra emprendida. Ha tenido el presentimiento de que le queda poco tiempo de vida. No
obstante, continúa redactando sus notas, paralelamente a la escritura del libro. Titula esas
observaciones lúcidas y cínicas Notas sobre la situación de Francia. Demuestran que Iréne
Némirovsky no se hace ninguna ilusión sobre la actitud de la masa inerte, «aborrecible», de los
franceses con respecto a la derrota y el colaboracionismo, ni sobre su propio destino.
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Estigmatiza el miedo, la cobardía, la aceptación de la humillación, de la persecución y
las masacres. Está sola. En los medios literarios y editoriales, raros son los que no han optado
por el colaboracionismo. Todos los días acude al encuentro del cartero, pero no hay correo para
ella. No trata de escapar de su destino huyendo, por ejemplo, a Suiza, que acoge con parsimonia
a judíos procedentes de Francia, sobre todo a mujeres y niños.
Es una obra violenta, un fresco extraordinariamente lúcido, un sobrecogedor retrato de
Francia y los franceses en aquella encrucijada: rutas del éxodo; pueblos invadidos por mujeres
y niños agotados, hambrientos, luchando por la posibilidad de dormir en una simple silla en el
pasillo de una posada rural; coches cargados de muebles y enseres, atascados sin gasolina en
medio del camino; grandes burgueses asqueados por el populacho y tratando de salvar sus
chucherías; prostitutas de lujo despachadas por sus amantes, que tenían prisa por abandonar
París con su familia; un cura conduciendo hacia un refugio a unos huérfanos que, liberados de
sus inhibiciones, acabarán por asesinarlo; un soldado alemán alojado en una casa burguesa y
seduciendo a una mujer joven ante la mirada de su suegra. En este cuadro desconsolador, sólo
una pareja modesta, cuyo hijo ha resultado herido en los primeros combates, conserva su
dignidad. Entre los soldados vencidos que se arrastran por las carreteras, en el caos de los
convoyes militares que llevan a los heridos a los hospitales, intentarán en vano encontrar su
pista.
El ardor de la sangre (2007)
Escrita en 1942, rescatada de entre los papeles póstumos y publicada tras el éxito de
Suite francesa, es la última novela completa que escribió Némirovsky. En un pueblecito del
centro de Francia, a comienzo de los años treinta, un anciano recuerda. Después de haber
viajado mucho en su juventud, Silvio se mantiene aparte, observando la comedia humana del
campo, el curso tranquilo de las vidas campesinas bruscamente sacudido por la muerte y las
pasiones amorosas. Ante él, François y Hélène cuenta su primer y fugitivo encuentro, el
matrimonio de Hélène con un viejo y rico propietario, su viudez, su espera, su noviazgo.
Cuando su hija Colette se casa con Jean Dorin, la vía de una felicidad tranquila parece
estar marcada. Pero, algunos meses más tarde, sucede el drama. El ahogamiento de Jean
destruye la falsa quietud del medio provincial. Uno tras otros, los pesados secretos que unen a
su pesar a los protagonistas de esta intriga van a resurgir en el relato de Silvio, hasta la última
revelación. Situado en el mismo pueblo donde Némirovsky vivió sus últimos años, este drama
familiar narrado como una investigación policial cuenta la tempestad de pulsiones en una
sociedad cerrada y asfixiante.
II. LA ESCRITURA EN LENGUA FRANCESA. EL
ESLAVISMO
8. ¿Una escritora francesa, rusa, judía...?
El caso de Némirovsky es especial; ella misma sintió toda su vida el deseo de ser
francesa (no una joven rusa que escribía en francés), incluso de tener un nombre puramente
francés; sus lecturas iniciales fueron francesas, su cultura también, antes que rusa. Pero el
conjunto de sus experiencias (la vida cotidiana en la Rusia pre-revolucionaria, los pogromos,
la revolución, el exilio...) eran absolutamente rusas y judías. Por lo tanto, en el curso de su
carrera se alternarán la escritora “exótica” de temas rusos y judíos, y la autora francesa de
pura sangre. Después de sus primeros libros, como escritora francesa iba a componer libros
sobre las "verdaderas" familias francesas, escritos con una sensibilidad irreprochablemente
francesa, libros sin nada de extranjero en ellos, especialmente a partir de 1940, cuando las
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leyes prohibieron publicar a los escritores judíos. Para evitar ser etiquetada como una rusa que
escribió en francés, mantendría su distancia de la sociedad rusa emigrada. Para evitar ser
echada como una judía, escribiría caricaturas tópicas de los judíos. Por otro lado, a diferencia
de otros escritores contemporáneos nacidos en Rusia, como Nathalie Sarraute (nacida
Cherniak) y Henri Troyat (nacido Tarasov), Némirovsky no cambió su apellido y sólo
adaptó su nombre al francés (Irina-Irène) (aunque en sus comienzos y bajo el dominio nazi
publicó con seudónimo).
A pesar de que ella se consideraba una escritora francesa, y gran parte de su trabajo,
tanto formal como temáticamente, es enfáticamente francesa, Némirovsky también sigue siendo
una escritora profundamente rusa, que aprovecha los ejemplos de Tolstoi y Dostoievski. Ella
sigue siendo, como mujer y como escritora, una contradicción que abrazó sus contradicciones.
F. Scott Fitzgerald dijo que "la prueba de una inteligencia de primera clase es la capacidad de
tener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo y aún conservar la capacidad de
funcionar." Toda la vida de Némirovsky y su producción literaria giraron alrededor de la
dualidad de la realidad, o multiplicidad, y constituyen una limitación verdadera, y en su propio
caso, trágicamente condenada contra la soledad y la imposibilidad.
Irène Némirovsky no renegaba de la cultura judía de Europa Oriental, en cuyo seno
habían vivido sus abuelos y sus padres, aun cuando se hubieran apartado de ella una vez labrada
su fortuna. No obstante, a sus ojos, el manejo del dinero y la acumulación de bienes que éste
conlleva estaban mancillados de oprobio, aunque su vida de soltera y de adulta fue la de una
gran burguesa.
Al describir la ascensión social de los judíos, hace suyos todos los prejuicios
antisemitas y les atribuye los estereotipos en boga por entonces. De su pluma surgen retratos
de judíos perfilados en los términos más crueles y peyorativos, a los que contempla con una
especie de horror fascinado, si bien reconoce que comparte con ellos un destino común. A
este respecto, los trágicos acontecimientos venideros acabarían dándole la razón.
En un balanceo vertiginoso, al principio adopta la idea de que los judíos pertenecerían a
la «raza judía», una raza inferior y de signos distintivos fácilmente reconocibles, pese a que
resulta imposible hablar de razas humanas en el sentido que se daba al término en los años
treinta, luego generalizado en la Alemania nazi. Veamos algunos rasgos específicos otorgados
a los judíos en su obra, ciertas elecciones léxicas utilizadas para caracterizarlos, para conformar
un grupo humano a partir de peculiaridades comunes: cabello crespo, nariz ganchuda, mano
fofa, dedos afilados, tez morena, amarillenta o aceitunada, ojos juntos, negros y húmedos,
cuerpo enclenque, vello espeso y negro, mejillas lívidas, dientes irregulares, narinas inquietas, a
lo cual cabe añadir el afán de lucro, la pugnacidad, la histeria, la habilidad atávica para «vender
y adquirir baratijas, traficar con divisas, dedicarse a viajante de comercio, a corredor de encajes
falsos o de munición de contrabando...».
Lacerando con palabras una y otra vez a esa «chusma judía», escribe en Los perros y
los lobos:
«Como todos los judíos, él se sentía más vivamente, más dolorosamente escandalizado que un
cristiano por defectos específicamente judíos. Y esa energía tenaz, esa necesidad casi salvaje de obtener lo que se deseaba, ese desprecio ciego de lo que otro pueda pensar, todo eso se almacenaba en su mente bajo una única etiqueta: "insolencia judía".»
Paradójicamente, concluye la novela con una especie de ternura y de fidelidad
desesperada:
«Esos son los míos; ésa es mi familia.» Y de pronto, en un nuevo vuelco de perspectiva, hablando en
nombre de los judíos escribe: «¡Ah, cómo odio vuestros melindres de europeos! Lo que denomináis éxito, victoria, amor, odio, ¡yo lo llamo dinero! ¡Se trata de otra palabra para designar las mismas cosas!»
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Por otra parte, Némirovsky lo ignoraba todo sobre la espiritualidad judía, la riqueza,
la diversidad de la cultura judía de Europa Oriental. En una entrevista concedida el 5 de julio
de 1935, se proclamaba orgullosa de ser judía, y a aquellos que veían en ella a una enemiga de
su pueblo les respondía que en David Golder había descrito no «a los israelitas franceses
establecidos en su país desde hace generaciones y en quienes, en efecto, la cuestión de la raza
no interviene, sino a muchos judíos cosmopolitas para quienes el amor al dinero ha pasado a
ocupar el lugar de cualquier otro sentimiento».
III. LA CRÍTICA DE LA SOCIEDAD BURGUESA
La obra de Irène Némirovsky presenta pocas novedades formales, pues su modelo es el
del realismo y naturalismo decimonónico (Balzac, Stendhal, Flaubert, Maupassant,
Tolstoi, Dostoievsky, Chéjov...). Y como sus modelos, el objetivo fundamental de la autora es
presentar una imagen de la sociedad para realizar una crítica social, en ocasiones feroz.
-El cosmopolita mundo del dinero: Conocedora de los ambientes de las altas finanzas y
la alta sociedad (su padre fue un rico banquero), Némirovsky critica la deshumanización del
mundo de los negocios, el ansia ferviente de dinero, la vacuidad de las vidas entregadas al
juego y al lujo. Son los cabezas de familia (David Golder, Boris Karol, el viejo Bohun en El
peón sobre el tablero) quienes se entregan a la codicia que los convierte en meras máquinas de
dinero, al afán de conseguir más empresas, vacaciones en la costa vasca, amantes...
descuidando a sus familias, pisoteando a sus socios, engañando a los gobiernos... Al final,
pierden todo cuando llega la crisis, hasta a sus seres próximos; sólo el viejo Golder, antes de
morir, tras una terrible lucha por recuperar sus riquezas para su supuesta hija, recuperará al niño
que fue al oír una vieja canción yidis.
-Las relaciones familiares: La mayoría de las novelas de Némirovsky muestran
familias, judías apátridas, rusas o francesas, y en todas ellas encontramos que algo no
funciona, que no hay elementos de cohesión. La crítica a la institución familiar, con padres
que sólo se ocupan del dinero y la alta sociedad (David Golder, El vino de la soledad, El
baile), con madres preocupadas exclusivamente por su belleza y sus amantes (David Golder,
El vino de la soledad, Jezabel), con hijas independientes anhelantes de amor materno (El
baile, El vino de la soledad), con mujeres que llegan a dejar morir o matar a sus descendientes
para ocultar su vejez (Jezabel), con matrimonios que no se aman pero que consiguen una
convivencia pacífica (Dos), con padres que por avaricia y arribismo provocan la muerte del hijo
(Fogatas), aparece en la mayoría de las novelas de Némirovsky; sólo en las últimas novelas
(Los bienes de este mundo y Fogatas) un tenue amor conyugal otorga a las familias una débil
posibilidad de salvación.
-La crítica sociopolítica: Aunque sólo escribió una obra de tema político (El caso
Kurílov), Némirovsky habla constantemente de política en un sentido amplio: los Karin (Nieve
en otoño) y los Karol (El vino de la soledad) tienen que huir de Rusia tras la Revolución; los
judíos (Los perros y los lobos) y levantinos (Asfar en El maestro de almas) de sus obras se
ven rechazados en la sociedad francesa por su origen; los arribistas como Bernard
Jacquelain (Fogatas) reciben su castigo; la sociedad de entreguerras no ofrece nada a los
antiguos combatientes (Christophe Bohun en El peón sobre el tablero, o el propio
Jacquelain en Fogatas); en Suite francesa, el amor no puede surgir entre una francesa y un
alemán debido a que pertenecen a países enemigos... Pero Némirovsky no ofrece respuesta a
esos problemas sociopolíticos; en sus últimas novelas, tras la caída de Francia, parece ponerse
al lado de los partidarios del régimen colaboracionista de Vichy por el conformismo de sus
personajes con el lema pétainista “Patria, familia, trabajo”(los Hardelot de Los bienes de
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este mundo, o el final de Fogatas). Es Suite francesa la obra que inicia un giro en su obra, que
no llegará a culminar por su muerte en Auschwitz.
IV. LAS RELACIONES MADRE-HIJA
Iréne, confiada a los buenos cuidados de su aya, recibió las enseñanzas de excelentes
preceptores. Como sus padres sentían escaso interés por su hogar, fue una niña extremadamente
desdichada y solitaria. Su padre, a quien adoraba y admiraba, pasaba la mayor parte del tiempo
ocupado en sus negocios, de viaje o jugándose fortunas en el casino. Su madre, que se hacía
llamar Fanny (de nombre hebreo Faïga), la había traído al mundo con el mero propósito de
complacer a su acaudalado esposo. Sin embargo, vivió el nacimiento de su hija como una
primera señal del declive de su feminidad, y la abandonó a los cuidados de su nodriza. Fanny
Némirovsky (Odessa, 1887-París, 1989) experimentaba una especie de aversión hacia su hija,
que jamás recibió de ella el menor gesto de amor. Se pasaba las horas frente al espejo
acechando la aparición de arrugas, maquillándose, recibiendo masajes, y el resto del tiempo
fuera de casa, en busca de aventuras extraconyugales. Muy envanecida de su belleza, veía con
horror cómo sus rasgos se marchitaban y la convertían en una mujer que pronto tendría que
recurrir a gigolós. No obstante, para demostrarse que todavía era joven se negó a ver en Iréne,
ya adolescente, otra cosa que una niña, y durante mucho tiempo la obligó a vestirse y peinarse
como una pequeña colegiala.
Irène, abandonada a su suerte durante las vacaciones de su aya, se refugió en la lectura,
empezó a escribir y resistió la desesperación desarrollando a su vez un odio feroz contra su
madre. Esta violencia, las relaciones contra natura entre madre e hija, ocupa un lugar capital
en su obra. Así, en El vino de la soledad se lee:
«En su corazón alimentaba un extraño odio hacia su madre que parecía crecer con ella...» «Jamás decía "mamá" articulando claramente las dos sílabas, que pasaban con dificultad entre sus
labios apretados; pronunciaba "má", una especie de gruñido apresurado que arrancaba de su corazón con esfuerzo y con un sordo y melancólico dolorcillo.»
«El rostro de su madre, crispado de furor, se aproximó al suyo; vio centellear los aborrecidos ojos,
dilatados por la cólera y el recelo...» «"La venganza es mía", dijo el Señor. ¡Ah, pues qué se le va a hacer, no soy una santa, no puedo
perdonárselo! ¡Aguarda, aguarda un poco y verás! ¡Te haré llorar como tú me hiciste llorar a mí!... ¡Espera y verás, mujer!»
Dicha venganza se vio cumplida con la publicación de El baile, Jezabel y El vino de la
soledad. En estas novelas nos encontraremos con el enfrentamiento feroz madre e hija; en El
baile es la hija, Antoinette quien actúa de manera cruel contra una madre que la margina y
no quiere que intervenga en su fiesta; en Jezabel es la madre la que, temerosa de la edad,
intenta impedir que su hija se case y, cuando ésta queda viuda y embarazada, le niega su
apoyo y, al morir en el parto, abandona a su nieto. Y en El vino de la soledad, el
enfrentamiento es tal que Hélène, consciente de los engaños de su madre, le roba el amante.
Como sucede en general en la obra némirovskiana, las relaciones familiares se basan en la
crueldad, el desprecio, el abandono y la humillación; ya en David Golder, el núcleo familiar
del protagonista sólo está unido por el dinero, pues el afecto está ausente siempre.
V. BIBLIOGRAFÍA
ANISSIMOV, Myriam, “Prólogo” a Irène Némirovsky, Suite francesa, Barcelona,
Salamandra, 2005.
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COETZEE, J. M, “Irène Némirovsky: The Dogs & the Wolves”, The New York Review of
Books, 20-11-2008.
MESSUD, Claire, “Introduction” to Irène Némirovsky, David Golder, The ball, Snow in
autumn, The Couriloff affair, London, Everyman’s Library, 2008, pp. IX-XIX.
NADOTTI, Maria, “Introduzione” a Irène Némirovsky, Il vino della solitudine, Roma,
Newton-Compton, 2012.
PHILIPONNAT, Olivier, “Irène Némirovsky ou les identités meurtries”, http://salon-
litteraire.com/fr/irene-nemirovsky/content/1811981-irene-nemirovsky-ou-les-identites-
meurtries.
HISLIBRIS, http://www.hislibris.com/fogatas-irene-nemirovsky/comment-page-1/