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8/20/2019 Escuchando a San Nicolás
1/1
Por Joaquín Llorca
Especial para GACETA
e
n mucha curiosidad
por acercarnos al
en-
torno desde su am-
biente sonoro, un
grupo de investiga
dores de
la
Univer
sidad Icesi nos dedicamos durante
más de dos años a escuchar el Barrio
San Nicolás de Cali buscando in -
dicios de su identidad encarnada en
su paisaje sonoro.
Fue así que descubrimos que los
habitantes de San Nicolás escucha
ron por primera vez, seguramente
con mucha claridad, las campanas
de
su
iglesia en el siglo
xvn
y pos-
teriormente, en 1910, atendieron la
campanillaque anunciaba el paso del
tranvía por la carrera
8.
Para ese
entonces carretillas
de
caballos, y
alguno que otro automóvil, se oían
pasar por las terrosas calles del ba -
rrio. Como
la
imagen sonora
s
evo
cadora podríamos, en un ejerciciode
memoria creativa, escuchar con
imaginación la vida del barrio re-
sonando agitada, tal cual nos re-
cuerdan algunos decretos y acuerdos
municipales archivados, donde que-
daron consignadas quejas
por
las
apariciones de estridentes au tomó
viles con bulliciosos jóvenes que
perturbaban a los vecinos.
Es
evidente queen aquel entoncesse
podía escuchar con mayor claridad
cada sonido, pues el paisaje sonoro
estaba limpio del actual fondo con
formado por las frecuencias
graves
de
motores, de
aires
acondicionados, re-
frigeradores, transformadores eléctri
cos y cientos de televisores que mur-
muran por todos lados.
De
algunos
de
los eventos y lugares
del pasado queda alguna fotografía,
algún folio escrito, algún relato que
historiadores h
an
recogido. Sin
em-
bargo, a diferencia de nuestra me ·
moría, todos esos documentos son
mudos, imágenes inanimadas e in -
móviles.
De
la pila de Loses en la
calle
15,
donde los habitantes
ob -
tenían agua, o de los conciertos
do-
minicales
en
la retreta del parque
no
se guarda sonoridad alguna, quizá
solo el recuerdo de algún vecino
sobreviviente.
En 1894, Manuel Carvajal Valencia
1851-1912),
junto a dos socios, com-
pró una imprenta en Palrníra y la
instaló en su casa del barrio San
Nicolás. Quién diría
qu
e ese acon
tecimiento tendría repercusión más
de un siglo después, cuando alre
dedor de 500 empresas de la
in
-
Es
cuchando
aSan
Nicolás
>>C
iudad
¿Es posibl e reconocer un lug r por sus sonidos? Una
investigación realizada por la Universidad
lcesi
reveló
el
paisaje
sonoro de uno de nues
os más
t
r
dicionales bar rio
s:
San Nic
ol
ás.
»
Esta investigación liderada
por
lcesi,
fue
apoyada
por
Colciencias. Los interesados pueden encontr rinformación
completa en www.cartofonias.org
dustria gráfica, según nuestro censo,
se reparten en poco más de 30
man-
zanas,
ejecutando con
su
rítrníco
golpeteo la banda sonora
de
l lugar.
A pesar de la llegada de la tec
no ogia digital (más silenciosa), nue-
vas y viejas máquinas trabajan
dí
a-
riamente conformando
un
paisaje
sonoro que sobrevive entre tiendas
de parlantes y vendedores callejeros
de música quienes dejan clara su
presencia a través del volumen. Los
sonidos de la industria gráfica se
concentran entre las carreras
3ª
y
5ª
y entre las calles 16 y 21. Desde las
8:00 a.m. hasta las 6:oo p.m. las
imprentas, troqueladoras y corta
doras de papelse oyen desde
la
acera,
pues la mayoría
de
los locales son
pequeños y abiertos al público.
Nos sumergimos a escuchar el
ba -
rrio pensando que algún día tal
sin-
fonía industrial será acallada por las
nuevas máquinas digitales y que co-
mo
todos los paisajes sonoros se
transformará
jun
to a la sociedad que
los produce .Afortunadamente, y
gracias a las técnicas
de
grabación
existentes, los sonidos
de
l San
Ni -
colás actual pueden quedar regis
trados, no lo en nuestra memoria,
sino
en
soportes que permitirán
su
difusión y escu
cha
mucho tiempo
después, en nuestro caso, en
una
páginaweb.
Además de escuchar y discernir los
sonidos más significativos que nos
ofrecía el barrio, analizamos las
di -
námicas de cambio y có
mo
el sonido
se manifestaba en estos momentos.
Antes
de
l inicio
de
la jornada laboral
el barrio es tranquilo, luego las cam-
panas de la iglesia y las numerosas
persianas metálicas de los locales,
que se oyen subir sincopadamente,
son el silbato que anuncia el
co-
mienzo. Después de las 6:oo p.m.
vuelve la calma, al menos en el sen-
tido sonoro,
pu
es el silencio, como
una ley
de
la naturaleza, también es
signo de alerta, sobre todo en al
gunos sectores de la ciudad.
Pero ¿qué piensan los moradores
de San Nicolás sobre los sonidos de
su entorno? Hablar sobre el sonido
es complejo, pues escuchamos des-
prevenidamente todo el tiempo y
procesamos esta información en
re -
lación a
la
utilidad que representa,
por eso hacer una escucha
cons-
dente es un ejercicio que requiere
esfuerzo. Sin embargo, al preguntar
adecuadamente, nos damos cue
nta
que
so
n conscientes
de
ese paisaje
sonoro que habitan. Recuerdan que
hace muchos años la presencia del
hospital San Juan de Dios era más
evidente por su sonido, hoy en día el
tráfico y las otras actividades co
merciales lo
han
borrado del paisaje,
salvo la aparición
de
sirenas
de
am-
bulancias esporádicamente. Thm
bién
de
scubrimos que a eso de las
7
de la mañana, los numerosos ca
rritos, empujados por los vendedores
de
café y desayuno, salen
de
sus
garajes para desfilar. Sus ruedas son
otra señal sonora del inicio del día.
Curiosamente, y en contra de la idea
pintoresca que sugiereeste sonido, el
pregón de las vendedoras de agua
cate y frutas, que periódicamente
pasan por las calles,
no
agrada a todo
el mundo.
Las
jornadas
de
escucha sistemá
tica realizadas por el equipo inves-
tigador arrojaron datos interesantes
sobre la composición del paisaje so -
noro del barrio.
El
ritmo de las
má -
quinas
de
imprenta revela
un
oficio
marcado por la percusión metálica y
la presión del aire que cambia
su
tono al
migrar
de lo tipográfico a lo
digital, pasando por la litografía. Las
persianas
metálicas
rozan
·los rieles
de un
solo golpe anunciando
el
inicio
de la jornada.
Las
carretillas me -
tálicas, con el sonido de sus
ruedas
sobre el pavimento rústico, trans
portan las resmas de papel y
las
tintas que vieneny vanpor las calles.
Ellas
se complementan con las
ca -
rretas de vendedores ambulantes o
recicladores que recorren también
las calles constantemente. Por úl -
timo la música, sie
mpr
e presente
en
nuestra cultura urbana,
se
maní-
fiesta en los cafés y bares repartidos
por las calles para proporcionar el
ocio al sector,
una
característica del
centro de la ciudad. Cada
uno de
estos cinco objetos (imprentas,
persianas, música, carretillas y ca -
rretas), algunos en peligro de ex-
tinción, son expresión de
una
so -
ciedad y de
un
territorio, pues el
sonido expresa lo que somos.
15
o
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