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Esquema de la evolución económica: En este ensa¬yo analiza el proceso socio-económico peruano par¬tiendo de la economía colonial a la que percibe como una compulsiva escisión histórica que tuerce antinaturalmente la espontánea y fecunda economía incaica. El incario desarrolló una economía socialista, el trabajo colectivo tenía un carácter agrario, con fines sociales en su realización. La economía feudal implantada por los conquistadores resulta ajena al devenir histó¬rico de estos pueblos, iniciándose una dualidad entre lo oficial impuesto y lo natural indígena negado. La colo¬nia utilizó el trabajo colectivo como trabajo forzado en las minas, descuidando el agro y las obras de carácter público. El esquema virreinal sofrena las inquietudes co¬merciales de las colonias; la independencia surge como una respuesta a las necesidades del desarrollo capitalista de la civilización occidental. La República no logra arti¬cular la escisión producida por la conquista. La depen¬dencia con el capital extranjero no cede ni siquiera ante la aparición de nuevos rubros de riquezas naturales; por el contrario, con ello se ahonda el carácter centralista, costeño y dependiente de la economía peruana. II El problema del indio: «Todas las tesis sobre el pro¬blema indígena, que ignoran o eluden a éste como pro¬blema económico- social, son otros tantos estériles ejer¬cicios teóricos, —y a veces sólo verbales—, condenados a un absoluto descrédito. No las salva a algunas su buena fe. Prácticamente, todas no han servido sino para ocul¬tar o desfigurar la realidad del problema». Mariátegui concibe el problema del indio no como un asunto racial, administrativo, jurídico, educativo o eclesiástico, sino como un problema sustancialmente eco¬nómico cuyo origen está en el injusto régimen de propiedad de la tierra, en el gamonalismo; mientras subsista esta forma de propiedad todo intento por solucionar el problema del indio quedará disuelto en el estéril denuncia lírica o en la prédica oportunista e inconsciente. Termi¬nar con el gamonalismo, con la feudalidad, significa de¬volver más que tierras; significará para la raza desposeí¬da su rendición histórica, la recuperación de su esencialidad moral y su auténtica integración a la vida nacional. «La solución del problema del indio tiene que ser una

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Esquema de la evolucin econmica: En este ensayo analiza el proceso socio-econmico peruano partiendo de la economa colonial a la que percibe como una compulsiva escisin histrica que tuerce antinaturalmente la espontnea y fecunda economa incaica. El incario desarroll una economa socialista, el trabajo colectivo tena un carcter agrario, con fines sociales en su realizacin. La economa feudal implantada por los conquistadores resulta ajena al devenir histrico de estos pueblos, inicindose una dualidad entre lo oficial impuesto y lo natural indgena negado. La colonia utiliz el trabajo colectivo como trabajo forzado en las minas, descuidando el agro y las obras de carcter pblico. El esquema virreinal sofrena las inquietudes comerciales de las colonias; la independencia surge como una respuesta a las necesidades del desarrollo capitalista de la civilizacin occidental. La Repblica no logra articular la escisin producida por la conquista. La dependencia con el capital extranjero no cede ni siquiera ante la aparicin de nuevos rubros de riquezas naturales; por el contrario, con ello se ahonda el carcter centralista, costeo y dependiente de la economa peruana.IIEl problema del indio: Todas las tesis sobre el problema indgena, que ignoran o eluden a ste como problema econmico-social, son otros tantos estriles ejercicios tericos, y a veces slo verbales, condenados a un absoluto descrdito. No las salva a algunas su buena fe. Prcticamente, todas no han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema. Maritegui concibe el problema del indio no como un asunto racial, administrativo, jurdico, educativo o eclesistico, sino como un problema sustancialmente econmico cuyo origen est en el injusto rgimen de propiedad de la tierra, en el gamonalismo; mientras subsista esta forma de propiedad todo intento por solucionar el problema del indio quedar disuelto en el estril denuncia lrica o en la prdica oportunista e inconsciente. Terminar con el gamonalismo, con la feudalidad, significa devolver ms que tierras; significar para la raza desposeda su rendicin histrica, la recuperacin de su esencialidad moral y su autntica integracin a la vida nacional. La solucin del problema del indio tiene que ser una solucin social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunin de los congresos indgenas un hecho histrico. Los congresos indgenas, desvirtuados en los ltimos aos por el burocratismo, no representaban todava un programa; pero sus primeras reuniones sealaron una ruta comunicando a los indios de diversas regiones. A los indios les falta vinculacin nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. IIIEl problema de la tierra: Maritegui estudia la cuestin agraria unida ineludiblemente a la del indio, reivindicando el derecho de ste a la tierra, para lo cual era necesario sacarlo del estado de servidumbre que supona el feudalismo de los gamonales. Luego, muestra cmo el colonialismo que destruy y aniquil la economa incaica de tipo "comunista", no supo reemplazarla ms que con el feudalismo. Qu le pas a la comunidad agraria del ayllu? A pesar de las leyes escritas, de las Leyes de Indias, la comunidad indgena fue despojada por el feudalismo, cuyas expresiones eran el latifundio y la servidumbre. Mientras que Europa, por el siglo XVIII, tomaba otro rumbo al fortalecerse y ascender al poder la clase que desplaz y liquid el feudalismo: la burguesa (la revolucin francesa fue una revolucin burguesa). Pero revolucin de la independencia hispano-americana encontr al Per retrasado en la formacin de su burguesa... Si bien se abolieron las mitas, se dej en pie la aristocracia terrateniente, la que si bien ya no conservaba sus privilegios de principio, conservaba sus posiciones de hecho. Segua siendo en el Per la clase dominante. Esta clase, apoyada por el militarismo gobernante, retard el surgimiento de una vigorosa burguesa urbana. Y recin se intent una reorganizacin gradual de este problema cuando se promulg el Cdigo Civil (1852), que favoreci la formacin de las pequeas propiedades, en desmedro de los grandes dominios seoriales y de la comunidad indgena, al mismo tiempo. No obstante, la pequea propiedad no prosper, y por el contrario el latifundio se consolid y extendi, siendo la nica perjudicada la comunidad indgena, la misma que, pese a todo, logr sobrevivir. El latifundio de la costa difera del latifundio serrano; el costeo evolucion hacia modos y tcnicas capitalistas, en tanto que el de la sierra conserv ntegramente su carcter feudal, resistiendo a la transformacin industrial y capitalista; an as no logr destruir la comunidad indgena. El latifundio costeo cada vez ms ligado al capital extranjero prefiri desplazar los tradicionales cultivos alimenticios por el cultivo de algodn de exportacin, generando un crculo vicioso de importacin de alimentos y exportacin de materias primas. Indistintamente del tipo de latifundismo, ste impeda el desarrollo del capitalismo nacional, ya que los terratenientes obraban como intermediarios o agentes del capitalismo extranjero; como una barrera para la inmigracin blanca; se oponan a la renovacin de mtodos, cultivos, etc.; era incapaz de atender la salubridad rural; particularmente en la sierra el feudalismo agrario se mostraba del todo inepto como creador de riqueza y de progreso. En una palabra, agrega Maritegui, que el gamonal como factor econmico, est, pues, completamente descalificado. Como a Maritegui ms le importaba seguir (y proyectar para el Per futuro) la "comunidad agraria indgena", estudia el destino de sta bajo el rgimen republicano. A pesar de la absorcin feudalista, la comunidad ha subsistido por el espritu del indio: a pesar de las leyes de cien aos de rgimen republicano, no se ha tornado individualista.IVEl proceso de la instruccin pblica: Lo analiza estrechamente ligado al econmico-social, como no poda ser de otro modo. Reconoce y analiza las tres influencias en la educacin peruana: la espaola, la francesa y la norteamericana, estas dos ltimas injertadas en la primera. La educacin en la colonia tuvo un sentido aristocrtico y un concepto eclesistico y literario de la enseanza, en otras palabras, una educacin elitista y escolstica. El desprecio por el trabajo, por las actividades productivas fue alentado por los claustros universitarios incluso luego de producida la independencia. La Repblica, que hered las estructuras coloniales, busc luego el modelo de la reforma francesa, ya en las postrimeras del siglo XIX. Hasta que la reforma de la segunda enseanza de 1902, empez a reflejar la influencia creciente del modelo anglosajn: sera el primer paso para adoptar el sistema norteamericano, coherente con el embrionario desarrollo capitalista del pas. Preconizador del modelo yanqui fue el Dr. Manuel Vicente Villarn, cuyas prdicas triunfaron con la reforma educativa de 1920, por ley orgnica de enseanza dada ese ao, pero como no era posible, segn Maritegui democratizar la enseanza de un pas, sin democratizar su economa, y sin democratizar, por ende, su superestructura poltica la reforma del 20 devino en fracaso. La reforma universitaria merece tambin la atencin de Maritegui. Hasta el Per alcanzaron los movimientos reformistas que se iniciaron en Crdoba, en el ao 1918, producto de la recia marejada post-blica, aunque en ese pas, en un principio, la ideologa del movimiento estudiantil careci de homogeneidad y autonoma. Los estudiantes de Amrica, queran sacudir el medioevalismo tambin de sus casas de estudio. Sus reclamos se basan en la necesidad de que los estudiantes intervengan en el gobierno de las universidades y el funcionamiento de ctedras libres, al lado de las oficiales, ctedras de limpios y nuevos conocimientos. En una palabra, queran que la Universidad dejara de ser un rgano de casta, cesara ese divorcio entre su funcin y la realidad nacional y tomara el verdadero rumbo que le era asignado. Con relacin a este problema, Maritegui nos hace un extenso estudio sobre la reforma en el Per y la reaccin en su contra, las ideologas que intervinieron en esta pugna: los conceptos civilistas burgueses de Villarn, el aristocratismo idealista de Deustua, etc. Para Maritegui, el problema de la enseanza no puede ser bien comprendido en nuestro tiempo dice si no es considerado como un problema econmico y como un problema social. El error de muchos reformadores ha estado en su mtodo abstractamente idealista, en su doctrina exclusivamente pedaggica. No se puede desconocer la ingerencia del factor econmico en la estructuracin de planes y programas de enseanza, en todos los tiempos.VEl factor religioso: La religin incaica fue un cdigo moral antes que un conjunto de abstracciones metafsicas. Su iglesia (por llamarla de algn modo) fue una institucin social y poltica, cuyo culto estaba subordinado a los intereses sociales y polticos del imperio; la iglesia era el estado mismo. Es lo que se llama Teocracia. Producida la conquista, se impuso el culto catlico ms que la prdica del evangelio, de modo que el culto pagano de la religin incaica subsisti bajo el culto catlico, fenmeno al que se conoce como sincretismo religioso. El rol de la iglesia catlica durante el virreinato fue de aval del estado feudal y semifeudal instituido. Si bien es cierto que hubo choques entre el poder civil y el eclesistico, stos no tuvieron ningn fondo doctrinal, sino que fueron meras querellas domsticas. Con el advenimiento de la Repblica no hubo cambio en tal sentido. La revolucin de la Independencia, del mismo modo que no toc los privilegios feudales, tampoco lo hizo con los eclesisticos. El radicalismo gonzalez-pradista surgido a fines del siglo XIX constituy la primera agitacin anticlerical surgida en el Per, pero careci de eficacia por no haber aportado un programa econmico-social. De acuerdo a la tesis socialista, las formas eclesisticas y doctrinas religiosas son peculiares e inherentes al rgimen econmico-social que las sostiene y produce, y por tanto, su preocupacin es cambiar sta y no aquellas.VIRegionalismo y centralismo: Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los dems. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser ms que una expresin vaga de un malestar y un descontento. En realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias), mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organizacin poltica del Per es y sigue siendo su centralismo. Pero entiende Maritegui que toda descentralizacin que no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestin indgena, no merece ya ni siquiera ser discutida, porque, advierte, no es este problema meramente poltico, ni desde este solo punto de vista ella alcanzara para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es difcil definir y demarcar en el Per regiones existentes histricamente como tales. No obstante Maritegui estudia las tres regiones fsicas: la Costa, la Sierra y la Montaa (que no significan regiones en cuanto a la realidad social y econmica), afirmndonos que la Montaa carece an de significacin socio-econmica; en cambio, la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo. Las formas de descentralizacin ensayadas en la historia de la Repblica, han adolecido del vicio original de representar una concepcin y un diseo absolutamente centralistas, dice Maritegui, y como la descentralizacin a que aspira el regionalismo, no es legislativa sino administrativa, el problema ha permanecido en pie. Qu opina Maritegui sobre la descentralizacin? Primero, clarificar el propio concepto del regionalismo, para evitar el gamonalismo regional. Luego una definitiva opcin entre el gamonal o el indio: no existe un tercer camino. Porque, lo ms cierto es que ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca como una satisfaccin del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una reforma buena y justa. Tambin estudia el problema de la capital, concerniente a todas las capitales de Amrica, y sostiene que la suerte de Lima est subordinada a los grandes cambios polticos, como ensea la historia de Europa y la propia Amrica.VIIEl proceso de la literatura: En ste su ltimo ensayo, Maritegui renuncia a ser un crtico imparcial: Declaro sin escrpulo, que traigo a la exgesis literaria todas mis pasiones e ideas polticas .... Desde su punto de vista analiza la literatura de la Colonia, de irrenunciable filiacin espaola, en espritu y sentimientos, y este colonialismo mental supervive al Virreinato, dando como resultado una literatura mediocre por falta de races propias, no habiendo podido eludir la suerte que le impona su origen. Explica las razones socio-econmicas por qu ha subsistido ese colonialismo literario, y agrega: el literato peruano no ha sabido casi nunca sentirse vinculado al Pueblo. Aunque destaca en Garcilaso, ms Inca que conquistador, el primer destello de "peruanidad", y rescata a Ricardo Palma y a sus Tradiciones de las pretensiones del colonialismo, pues estas Tradiciones tienen poltica y socialmente una filiacin democrtica. Hay que esperar hasta la llegada de Gonzlez Prada para ver anunciada la posibilidad de una autntica literatura peruana. Gonzlez Prada significa la ruptura con el virreinato; uno de los ltimos reductos del colonialismo intelectual es la universidad, de all emerge la generacin futurista. En tales circunstancias el Movimiento Colnida, encabezado por Valdelomar, surge como una insurreccin, como una actitud antiacadmica reclamando sinceridad y naturalismo, esa sinceridad que no se encuentra en los versos de Jos Santos Chocano por su excesiva egolatra pero que si aparece en los ensoados versos de Jos Mara Eguren. Son tambin analizados por Maritegui: Mariano Melgar, Magda Portal (a quien llam la primera poetisa del Per), Alberto Guilln, Alberto Hidalgo y Csar Vallejo de quien dice es el poeta de una estirpe, de una raza, creador absoluto, nostlgico pero no retrospectivo. No aora el imperio como el pasadismo perricholesco aora el virreinato. Su nostalgia es una propuesta sentimental o una protesta metafsica. Nostalgia de exilio; nostalgia de ausencia. Y, finalmente, analiza las corrientes de su actualidad, en especial la indigenista, que llena una funcin histrica en la sociologa peruana en evolucin y cuyo ms amplio sentido lo lleva a consubstanciarse con la reivindicacin de lo autctono, que, no obstante, no paraliza los otros elementos vitales de la literatura peruana. Y es literatura "indigenista" y no "indgena" aclara Maritegui porque an no puede dar una versin verista del indio, sino que tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia nima. Es todava una literatura de mestizos ... Maritegui confa en la suerte del mestizaje, el que debe ser analizado como cuestin sociolgica, no tnica.

I.

Esquema de la evolucin enconmica

I. LA ECONOMA COLONIAL

En el plano de la economa se percibe mejor que en ningn otro hasta qu punto la Conquista escinde la historia del Per. La Conquista aparece en este terreno, ms netamente que en cualquiera otro, como una solucin de continuidad. Hasta la Conquista se desenvolvi en el Per una economa que brotaba espontnea y libremente del suelo y la gente peruanos. En el Imperio de los Inkas, agrupacin de comunas agrcolas y sedentarias, lo ms interesante era la economa. Todos los testimonios histricos coinciden en la asercin de que el pueblo inkaico laborioso, disciplinado, pantesta y sencillo viva con bienestar material. Las subsistencias abundaban; la poblacin creca.

El Imperio ignor radicalmente el problema de Malthus. La organizacin colectivista, regida por los Inkas, haba enervado en los indios el impulso individual; pero haba desarrollado extraordinariamente en ellos, en provecho de este rgimen econmico, el hbito de una humilde y religiosa obediencia a su deber social. Los Inkas sacaban toda la utilidad social posible de esta virtud de su pueblo, valorizaban el vasto territorio del Imperio construyendo caminos, canales, etc., lo extendan sometiendo a su autoridad tribus vecinas. El trabajo colectivo, el esfuerzo comn, se empleaban fructuosamente en fines sociales.

Los conquistadores espaoles destruyeron, sin poder naturalmente reemplazarla, esta formidable mquina de produccin. La sociedad indgena, la economa inkaica, se descompusieron y anonadaron completamente al golpe de la conquista. Rotos los vnculos de su unidad, la nacin se disolvi en comunidades dispersas. El trabajo indgena ces de funcionar de un modo solidario y orgnico. Los conquistadores no se ocuparon casi sino de distribuirse y disputarse el pinge botn de guerra. Despojaron los templos y los palacios de los tesoros que guardaban; se repartieron las tierras y los hombres, sin preguntarse siquiera por su porvenir como fuerzas y medios de produccin.

El Virreinato seala el comienzo del difcil y complejo proceso de formacin de una nueva economa. En este perodo, Espaa se esforz por dar una organizacin poltica y econmica a su inmensa colonia. Los espaoles empezaron a cultivar el suelo y a explotar las minas de oro y plata. Sobre las ruinas y los residuos de una economa socialista, echaron las bases de una economa feudal.

Pero no envi Espaa al Per, como del resto no envi tampoco a sus otras posesiones, una densa masa colonizadora. La debilidad del imperio espaol residi precisamente en su carcter y estructura de empresa militar y eclesistica ms que poltica y econmica. En las colonias espaolas no desembarcaron como en las costas de Nueva Inglaterra grandes bandadas depioneers. A la Amrica Espaola no vinieron casi sino virreyes, cortesanos, aventureros, clrigos, doctores y soldados. No se form, por esto, en el Per una verdadera fuerza de colonizacin. La poblacin de Lima estaba compuesta por una pequea corte, una burocracia, algunos conventos, inquisidores, mercaderes, criados y esclavos(1). Elpioneerespaol careca, adems, de aptitud para crear ncleos de trabajo. En lugar de la utilizacin del indio, pareca perseguir su exterminio. Y los colonizadores no se bastaban a s mismos para crear una economa slida y orgnica. La organizacin colonial fallaba por la base. Le faltaba cimiento demogrfico. Los espaoles y los mestizos eran demasiado pocos para explotar, en vasta escala, las riquezas del territorio. Y, como para el trabajo de las haciendas de la costa se recurri a la importacin de esclavos negros, a los elementos y caractersticas de una sociedad feudal se mezclaron elementos y caractersticas de una sociedad esclavista.

Slo los jesuitas, con su orgnico positivismo, mostraron acaso, en el Per como en otras tierras de Amrica, aptitud de creacin econmica. Los latifundios que les fueron asignados prosperaron. Los vestigios de su organizacin restan como una huella duradera. Quien recuerde el vasto experimento de los jesuitas en el Paraguay, donde tan hbilmente aprovecharon y explotaron la tendencia natural de los indgenas al comunismo, no puede sorprenderse absolutamente de que esta congregacin de hijos de San Iigo de Loyola, como los llama Unamuno, fuese capaz de crear en el suelo peruano los centros de trabajo y produccin que los nobles, doctores y clrigos, entregados en Lima a una vida muelle y sensual, no se ocuparon nunca de formar.

Los colonizadores se preocuparon casi nicamente de la explotacin del oro y la plata peruanos. Me he referido ms de una vez a la inclinacin de los espaoles a instalarse en la tierra baja. Y a la mezcla de respeto y de desconfianza que les inspiraron siempre los Andes, de los cuales no llegaron jams a sentirse realmente seores. Ahora bien. Se debe, sin duda, al trabajo de las minas la formacin de las poblaciones criollas de la sierra. Sin la codicia de los metales encerrados en las entraas de los Andes, la conquista de la sierra hubiese sido mucho ms incompleta.

Estas fueron las bases histricas de la nueva economa peruana. De la economa colonial -colonial desde sus races- cuyo proceso no ha terminado todava. Examinemos ahora los lineamientos de una segunda etapa. La etapa en que una economa feudal deviene, poco a poco, economa burguesa. Pero sin cesar de ser, en el cuadro del mundo, una economa colonial.

II. LAS BASES ECONMICAS DE LA REPBLICA

Como la primera, la segunda etapa de esta economa arranca de un hecho poltico y militar. La primera etapa nace de la Conquista. La segunda etapa se inicia con la Independencia. Pero, mientras la Conquista engendra totalmente el proceso de la formacin de nuestra economa colonial, la Independencia aparece determinada y dominada por ese proceso.

He tenido ya -desde mi primer esfuerzo marxista por fundamentar en el estudio del hecho econmico la historia peruana- ocasin de ocuparme en esta faz de la revolucin de la Independencia, sosteniendo la siguiente tesis: "Las ideas de la revolucin francesa y de la constitucin norteamericana encontraron un clima favorable a su difusin en Sudamrica, a causa de que en Sudamrica exista ya aunque fuese embrionariamente, una burguesa que, a causa de sus necesidades e intereses econmicos, poda y deba contagiarse del humor revolucionario de la burguesa europea. La Independencia de Hispanoamrica no se habra realizado, ciertamente, si no hubiese contado con una generacin heroica, sensible a la emocin de su poca, con capacidad y voluntad para actuar en estos pueblos una verdadera revolucin. La Independencia, bajo este aspecto, se presenta como una empresa romntica. Pero esto no contradice la tesis de la trama econmica de la revolucin emancipadora. Los conductores, los caudillos, los idelogos de esta revolucin no fueron anteriores ni superiores a las premisas y razones econmicas de este acontecimiento. El hecho intelectual y sentimental no fue anterior al hecho econmico".

La poltica de Espaa obstaculizaba y contrariaba totalmente el desenvolvimiento econmico de las colonias al no permitirles traficar con ninguna otra nacin y reservarse como metrpoli, acaparndolo exclusivamente, el derecho de todo comercio y empresa en sus dominios.

El impulso natural de las fuerzas productoras de las colonias pugnaba por romper este lazo. La naciente economa de las embrionarias formaciones nacionales de Amrica necesitaba imperiosamente, para conseguir su desarrollo, desvincularse de la rgida autoridad y emanciparse de la medioeval mentalidad del rey de Espaa. El hombre de estudio de nuestra poca no puede dejar de ver aqu el ms dominante factor histrico de la revolucin de la independencia sudamericana, inspirada y movida, de modo demasiado evidente, por los intereses de la poblacin criolla y aun de la espaola, mucho ms que por los intereses de la poblacin indgena.

Enfocada sobre el plano de la historia mundial, la independencia sudamericana se presenta decidida por las necesidades del desarrollo de la civilizacin occidental o, mejor dicho, capitalista. El ritmo del fenmeno capitalista tuvo en la elaboracin de la independencia una funcin menos aparente y ostensible, pero sin duda mucho ms decisiva y profunda que el eco de la filosofa y la literatura de los enciclopedistas. El Imperio Britnico, destinado a representar tan genuina y trascendentalmente los intereses de la civilizacin capitalista, estaba entonces en formacin. En Inglaterra, sede del liberalismo y el protestantismo, la industria y la mquina preparaban el porvenir del capitalismo, esto es del fenmeno material del cual aquellos dos fenmenos, poltico el uno, religioso el otro, aparecen en la historia como la levadura espiritual y filosfica. Por esto le toc a Inglaterra con esa clara conciencia de su destino y su misin histricas a que debe su hegemona en la civilizacin capitalista, jugar un papel primario en la independencia de Sudamrica. Y, por esto, mientras el primer ministro de Francia, de la nacin que algunos aos antes les haba dado el ejemplo de su gran revolucin, se negaba a reconocer a estas jvenes repblicas sudamericanas que podan enviarle "junto con sus productos sus ideas revolucionarias"(2), Mr. Canning, traductor y ejecutor fiel del inters de Inglaterra, consagraba con ese reconocimiento el derecho de estos pueblos a separarse de Espaa y, anexamente, a organizarse republicana y democrticamente. A Mr. Canning, de otro lado, se haban adelantado prcticamente los banqueros de Londres que, con sus prstamos no por usurarios menos oportunos y eficaces, haban financiado la fundacin de las nuevas repblicas.

El Imperio espaol tramontaba por no reposar sino sobre bases militares y polticas y, sobre todo, por representar una economa superada. Espaa no poda abastecer abundantemente a sus colonias sino de eclesisticos, doctores y nobles. Sus colonias sentan apetencia de cosas ms prcticas y necesidad de instrumentos ms nuevos. Y, en consecuencia, se volvan hacia Inglaterra, cuyos industriales y cuyos banqueros, colonizadores de nuevo tipo, queran a su turno enseorearse en estos mercados, cumpliendo su funcin de agentes de un imperio que surga como creacin de una economa manufacturera y librecambista.

El inters econmico de las colonias de Espaa y el inters econmico del Occidente capitalista se correspondan absolutamente, aunque de esto, como ocurre frecuentemente en la historia, no se diesen exacta cuenta los protagonistas histricos de una ni otra parte.

Apenas estas naciones fueron independientes, guiadas por el mismo impulso natural que las haba conducido a la revolucin de la Independencia, buscaron en el trfico con el capital y la industria de Occidente los elementos y las relaciones que el incremento de su economa requera. Al Occidente capitalista empezaron a enviar los productos de su suelo y su subsuelo. Y del Occidente capitalista empezaron a recibir tejidos, mquinas y mil productos industriales. Se estableci as un contacto continuo y creciente entre la Amrica del Sur y la civilizacin occidental. Los pases ms favorecidos por este trfico fueron, naturalmente, a causa de su mayor proximidad a Europa, los pases situados sobre el Atlntico. La Argentina y el Brasil, sobre todo, atrajeron a su territorio capitales e inmigrantes europeos en gran cantidad. Fuertes y homogneos aluviones occidentales aceleraron en estos pases la transformacin de la economa y la cultura que adquirieron gradualmente la funcin y la estructura de la economa y la cultura europeas. La democracia burguesa y liberal pudo ah echar races seguras, mientras en el resto de la Amrica del Sur se lo impeda la subsistencia de tenaces y extensos residuos de feudalidad.

En este perodo, el proceso histrico general del Per entra en una etapa de diferenciacin y desvinculacin del proceso histrico de otros pueblos de Sudamrica. Por su geografa, unos estaban destinados a marchar ms de prisa que otros. La independencia los haba mancomunado en una empresa comn para separarlos ms tarde en empresas individuales. El Per se encontraba a una enorme distancia de Europa. Los barcos europeos, para arribar a sus puertos, deban aventurarse en un viaje largusimo. Por su posicin geogrfica, el Per resultaba ms vecino y ms cercano al Oriente. Y el comercio entre el Per y Asia comenz como era lgico a tornarse considerable. La costa peruana recibi aquellos famosos contingentes de inmigrantes chinos destinados a sustituir en las haciendas a los esclavos negros, importados por el Virreinato, cuya manumisin fue tambin en cierto modo una consecuencia del trabajo de transformacin de una economa feudal en economa ms o menos burguesa. Pero el trfico con Asia, no poda concurrir eficazmente a la formacin de la nueva economa peruana. El Per emergido de la Conquista, afirmado en la Independencia, haba menester de las mquinas, de los mtodos y de las ideas de los europeos, de los occidentales.

III. EL PERODO DEL GUANO Y DEL SALITRE

El captulo de la evolucin de la economa peruana que se abre con el descubrimiento de la riqueza del guano y del salitre y se cierra con su prdida, explica totalmente una serie de fenmenos polticos de nuestro proceso histrico que una concepcin anecdtica y retrica ms bien que romntica de la historia peruana se ha complacido tan superficialmente en desfigurar y contrahacer. Pero este rpido esquema de interpretacin no se propone ilustrar ni enfocar esos fenmenos sino fijar o definir algunos rasgos sustantivos de la formacin de nuestra economa para percibir mejor su carcter de economa colonial. Consideremos slo el hecho econmico.

Empecemos por constatar que al guano y al salitre, sustancias humildes y groseras, les toc jugar en la gesta de la Repblica un rol que haba parecido reservado al oro y a la plata en tiempos ms caballerescos y menos positivistas. Espaa nos quera y nos guardaba como pas productor de metales preciosos. Inglaterra nos prefiri como pas productor de guano y salitre. Pero este diferente gesto no acusaba, por supuesto, un mvil diverso. Lo que cambiaba no era el mvil; era la poca. El oro del Per perda su poder de atraccin en una poca en que, en Amrica, la vara del pioneer descubra el oro de California. En cambio el guano y el salitre que para anteriores civilizaciones hubieran carecido de valor pero que para una civilizacin industrial adquiran un precio extraordinario constituan una reserva casi exclusivamente nuestra. El industrialismo europeo u occidental fenmeno en pleno desarrollo necesitaba abastecerse de estas materias en el lejano litoral del sur del Pacfico. A la explotacin de los dos productos no se opona, de otro lado, como a la de otros productos peruanos, el estado rudimentario y primitivo de los transportes terrestres. Mientras que para extraer de las entraas de los Andes el oro, la plata, el cobre, el carbn, se tena que salvar speras montaas y enormes distancias, el salitre y el guano yacan en la costa casi al alcance de los barcos que venan a buscarlos.

La fcil explotacin de este recurso natural domin todas las otras manifestaciones de la vida econmica del pas. El guano y el salitre ocuparon un puesto desmesurado en la economa peruana. Sus rendimientos se convirtieron en la principal renta fiscal. El pas se sinti rico. El Estado us sin medida de su crdito. Vivi en el derroche, hipotecando su porvenir a la finanza inglesa.

Esta es a grandes rasgos toda la historia del guano y del salitre para el observador que se siente puramente economista. Lo dems, a primera vista, pertenece al historiador. Pero, en este caso, como en todos, el hecho econmico es mucho ms complejo y trascendental de lo que parece.

El guano y el salitre, ante todo, cumplieron la funcin de crear un activo trfico con el mundo occidental en un perodo en que el Per, mal situado geogrficamente, no dispona de grandes medios de atraer a su suelo las corrientes colonizadoras y civilizadoras que fecundaban ya otros pases de la Amrica indo-ibera. Este trfico coloc nuestra economa bajo el control del capital britnico al cual, a consecuencia de las deudas contradas con la garanta de ambos productos, debamos entregar ms tarde la administracin de los ferrocarriles, esto es, de los resortes mismos de la explotacin de nuestros recursos.

Las utilidades del guano y del salitre crearon en el Per, donde la propiedad haba conservado hasta entonces un carcter aristocrtico y feudal, los primeros elementos slidos de capital comercial y bancario. Losprofiteursdirectos e indirectos de las riquezas del litoral empezaron a constituir una clase capitalista. Se form en el Per una burguesa, confundida y enlazada en su origen y su estructura con la aristocracia, formada principalmente por los sucesores de los encomenderos y terratenientes de la colonia, pero obligada por su funcin a adoptar los principios fundamentales de la economa y la poltica liberales. Con este fenmeno al cual me refiero en varios pasajes de los estudios que componen este libro, se relacionan las siguientes constataciones: "En los primeros tiempos de la Independencia, la lucha de facciones y jefes militares aparece como una consecuencia de la falta de una burguesa orgnica. En el Per, la revolucin hallaba menos definidos, ms retrasados que en otros pueblos hispanoamericanos, los elementos de un orden liberal burgus. Para que este orden funcionase ms o menos embrionariamente tena que constituirse una clase capitalista vigorosa. Mientras esta clase se organizaba, el poder estaba a merced de los caudillos militares. El gobierno de Castilla marc la etapa de solidificacin de una clase capitalista. Las concesiones del Estado y los beneficios del guano y del salitre crearon un capitalismo y una burguesa. Y esta clase, que se organiz luego en el 'civilismo', se movi muy pronto a la conquista total del poder".

Otra faz de este captulo de la historia econmica de la Repblica es la afirmacin de la nueva economa como economa prevalentemente costea. La bsqueda del oro y de la plata oblig a los espaoles contra su tendencia a instalarse en la costa, a mantener y ensanchar en la sierra sus puestos avanzados. La mineraactividad fundamental del rgimen econmico implantado por Espaa en el territorio sobre el cual prosper antes una sociedad genuina y tpicamente agraria, exigi que se estableciesen en la sierra las bases de la Colonia. El guano y el salitre vinieron a rectificar esta situacin. Fortalecieron el poder de la costa. Estimularon la sedimentacin del Per nuevo en la tierra baja. Y acentuaron el dualismo y el conflicto que hasta ahora constituyen nuestro mayor problema histrico.

Este captulo del guano y del salitre no se deja, por consiguiente, aislar del desenvolvimiento posterior de nuestra economa. Estn ah las races y los factores del captulo que ha seguido. La guerra del Pacfico, consecuencia del guano y del salitre, no cancel las otras consecuencias del descubrimiento y la explotacin de estos recursos, cuya prdida nos revel trgicamente el peligro de una prosperidad econmica apoyada o cimentada casi exclusivamente sobre la posesin de una riqueza natural, expuesta a la codicia y al asalto de un imperialismo extranjero o a la decadencia de sus aplicaciones por efecto de las continuas mutaciones producidas en el campo industrial por los inventos de la ciencia. Caillaux nos habla con evidente actualidad capitalista, de la inestabilidad econmica e industrial que engendra el progreso cientfico(3).

En el perodo dominado y caracterizado por el comercio del guano y del salitre, el proceso de la transformacin de nuestra economa, de feudal en burguesa, recibi su primera enrgica propulsin. Es, a mi juicio, indiscutible que, si en vez de una mediocre metamorfosis de la antigua clase dominante, se hubiese operado el advenimiento de una clase de savia ylannuevos, ese proceso habra avanzado ms orgnica y seguramente. La historia de nuestra posguerra lo demuestra. La derrota que caus, con la prdida de los territorios del salitre, un largo colapso de las fuerzas productoras no trajo como una compensacin, siquiera en este orden de cosas, una liquidacin del pasado.

IV. CARCTER DE NUESTRA ECONOMA ACTUAL

El ltimo captulo de la evolucin de la economa peruana es el de nuestra posguerra. Este captulo empieza con un perodo de casi absoluto colapso de las fuerzas productoras.

La derrota no slo signific para la economa nacional la prdida de sus principales fuentes: el salitre y el guano. Signific, adems, la paralizacin de las fuerzas productoras nacientes, la depresin general de la produccin y del comercio, la depreciacin de la moneda nacional, la ruina del crdito exterior. Desangrada, mutilada, la nacin sufra una terrible anemia.

El poder volvi a caer, como despus de la Independencia, en manos de los jefes militares, espiritual y orgnicamente inadecuados para dirigir un trabajo de reconstruccin econmica. Pero, muy pronto, la capa capitalista formada en los tiempos del guano y del salitre, reasumi su funcin y regres a su puesto. De suerte que la poltica de reorganizacin de la economa del pas se acomod totalmente a sus intereses de clase. La solucin que se dio al problema monetario, por ejemplo, correspondi tpicamente a un criterio de latifundistas o propietarios, indiferentes no slo al inters del proletariado sino tambin al de la pequea y media burguesa, nicas capas sociales a las cuales poda damnificar la sbita anulacin del billete.

Esta medida y el contrato Grace fueron, sin duda, los actos ms sustantivos y ms caractersticos de una liquidacin de las consecuencias econmicas de la guerra, inspirada por los intereses y los conceptos de la plutocracia terrateniente.

El contrato Grace, que ratific el predominio britnico en el Per, entregando los ferrocarriles del Estado a los banqueros ingleses que hasta entonces haban financiado la Repblica y sus derroches, dio al mercado financiero de Londres las prendas y las garantas necesarias para nuevas inversiones en negocios peruanos. En la restauracin del crdito del Estado no se obtuvieron los resultados inmediatos. Pero inversiones prudentes y seguras empezaron de nuevo a atraer al capital britnico. La economa peruana, mediante el reconocimiento prctico de su condicin de economa colonial, consigui alguna ayuda para su convalecencia. La terminacin del ferrocarril a La Oroya abri al trnsito y al trfico industriales del departamento de Junn, permitiendo la explotacin en vasta escala de su riqueza minera.

La poltica econmica de Pirola se ajust plenamente a los mismos intereses. El caudillo demcrata, que durante tanto tiempo agitara estruendosamente a las masas contra la plutocracia, se esmer en hacer una administracin "civilista". Su mtodo tributario, su sistema fiscal, disipan todos los equvocos que pueden crear su fraseario y su metafsica. Lo que confirma el principio de que en el plano econmico se percibe siempre con ms claridad que en el poltico el sentido y el contorno de la poltica, de sus hombres y de sus hechos.

Las faces fundamentales de este captulo en que nuestra economa, convaleciente de la crisis postblica, se organiza lentamente sobre bases menos pinges, pero ms slidas que las del guano y del salitre, pueden ser concretadas esquemticamente en los siguientes hechos:

1- La aparicin de la industria moderna. El establecimiento de fbricas, usinas, transportes, etc. que transforman, sobre todo, la vida de la costa. La formacin de un proletariado industrial con creciente y natural tendencia a adoptar un ideario clasista, que siega una de las antiguas fuentes del proselitismo caudillista y cambia los trminos de la lucha poltica.

2- La funcin del capital financiero. El surgimiento de bancos nacionales que financian diversas empresas industriales y comerciales, pero que se mueven dentro de un mbito estrecho, enfeudados a los intereses del capital extranjero y de la gran propiedad agraria; y el establecimiento de sucursales de bancos extranjeros que sirven los intereses de la finanza norteamericana e inglesa.

3- El acortamiento de las distancias y el aumento del trfico entre el Per y Estados Unidos y Europa. A consecuencia de la apertura del Canal de Panam, que mejora notablemente nuestra posicin geogrfica, se acelera el proceso de incorporacin del Per en la civilizacin occidental.

4- La gradual superacin del poder britnico por el poder norteamericano. El Canal de Panam, ms que a Europa, parece haber aproximado el Per a los Estados Unidos. La participacin del capital norteamericano en la explotacin del cobre y del petrleo peruanos, que se convierten en dos de nuestros mayores productos, proporciona una ancha y durable base al creciente predominio yanqui. La exportacin a Inglaterra que en 1898 constitua el 56.7% de la exportacin total, en 1923 no llegaba sino al 33.2%. En el mismo perodo la exportacin a los Estados Unidos suba del 9.5 al 39.7%. Y este movimiento se acentuaba ms an en la importacin, pues mientras la de Estados Unidos en dicho perodo de veinticinco aos pasaba del 10.0 al 38.9%, la de la Gran Bretaa bajaba del 44.7 al 19.6%(4).

5- El desenvolvimiento de una clase capitalista, dentro de la cual cesa de prevalecer como antes la antigua aristocracia. La propiedad agraria conserva su potencia; pero declina la de los apellidos virreinales. Se constata el robustecimiento de la burguesa.

6- La ilusin del caucho. En los aos de su apogeo el pas cree haber encontrado El Dorado en la montaa, que adquiere temporalmente un valor extraordinario en la economa y, sobre todo, en la imaginacin del pas. Afluyen a la montaa muchos individuos de "la fuerte raza de los aventureros". Con la baja del caucho, tramonta esta ilusin bastante tropical en su origen y en sus caractersticas(5).

7- Las sobreutilidades del perodo europeo. El alza de los productos peruanos causa un rpido crecimiento de la fortuna privada nacional. Se opera un reforzamiento de la hegemona de la costa en la economa peruana.

8- La poltica de los emprstitos. El restablecimiento del crdito peruano en el extranjero ha conducido nuevamente al Estado a recurrir a los prstamos para la ejecucin de su programa de obras pblicas(6). Tambin en esta funcin, Norteamrica ha reemplazado a la Gran Bretaa. Pletrico de oro, el mercado de Nueva York es el que ofrece las mejores condiciones. Los banqueros yanquis estudian directamente las posibilidades de colocacin de capital en prstamos a los Estados latinoamericanos. Y cuidan, por supuesto, de que sean invertidos con beneficio para la industria y el comercio norteamericanos.

Me parece que estos son los principales aspectos de la evolucin econmica del Per en el perodo que comienza con nuestra posguerra. No cabe en esta serie de sumarios apuntes un examen prolijo de las anteriores comprobaciones o proposiciones. Me he propuesto solamente la definicin esquemtica de algunos rasgos esenciales de la formacin y el desarrollo de la economa peruana.

Apuntar una constatacin final: la de que en el Per actual coexisten elementos de tres economas diferentes. Bajo el rgimen de economa feudal nacido de la Conquista subsisten en la sierra algunos residuos vivos todava de la economa comunista indgena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una economa burguesa que, por lo menos en su desarrollo mental, da la impresin de una economa retardada.

V. ECONOMA AGRARIA Y LATIFUNDISMO FEUDAL

El Per, mantiene, no obstante el incremento de la minera, su carcter de pas agrcola. El cultivo de la tierra ocupa a la gran mayora de la poblacin nacional. El indio, que representa las cuatro quintas partes de sta, es tradicional y habitualmente agricultor. Desde 1925, a consecuencia del descenso de los precios del azcar y el algodn y de la disminucin de las cosechas, las exportaciones de la minera han sobrepasado largamente a las de la agricultura. La exportacin de petrleo y sus derivados, en rpido ascenso, influye poderosamente en este suceso (De Lp. 1'387,778 en 1916 se ha elevado a Lp. 7'421,128 en 1926). Pero la produccin agropecuaria no est representada sino en una parte por los productos exportados: algodn, azcar y derivados, lanas, cueros, gomas. La agricultura y ganadera nacionales proveen al consumo nacional, mientras los productos mineros son casi ntegramente exportados. Las importaciones de sustancias alimenticias y bebidas alcanzaron en 1925 a Lp. 4'148,311. El ms grueso rengln de estas importaciones, corresponde al trigo, que se produce en el pas en cantidad muy insuficiente an. No existe estadstica completa de la produccin y el consumo nacionales. Calculando un consumo diario de 50 centavos de sol por habitante en productos agrcolas y pecuarios del pas se obtendr un total de ms de Lp. 84'000,000 sobre la poblacin de 4'609,999 que arroja el cmputo de 1896. Si se supone una poblacin de 5'000,000 de habitantes, el valor del consumo nacional sube a Lp. 91'250,000. Estas cifras atribuyen una enorme primaca a la produccin agropecuaria en la economa del pas.

La minera, de otra parte, ocupa a un nmero reducido an de trabajadores. Conforme al Extracto Estadstico, en 1926 trabajaban en esta industria 28,592 obreros. La industria manufacturera emplea tambin un contingente modesto de brazos(7). Slo las haciendas de caa de azcar ocupaban en 1926 en sus faenas de campo 22,367 hombres y 1,173 mujeres. Las haciendas de algodn de la costa, en la campaa de 1922-23, la ltima a que alcanza la estadstica publicada, se sirvieron de 40,557 braceros; y las haciendas de arroz, en la campaa 1924p;25, de 11,332.

La mayor parte de los productos agrcolas y ganaderos que se consumen en el pas proceden de los valles y planicies de la Sierra. En las haciendas de la costa, los cultivos alimenticios estn por debajo del mnimum obligatorio que seala una ley expedida en el perodo en que el alza del algodn y el azcar incit a los terratenientes a suprimir casi totalmente aquellos cultivos, con grave efecto en el encarecimiento de las subsistencias.

La clase terrateniente no ha logrado transformarse en una burguesa capitalista, patrona de la economa nacional(8). La minera, el comercio, los transportes, se encuentran en manos del capital extranjero. Los latifundistas se han contentado con servir de intermediarios a ste, en la produccin de algodn y azcar. Este sistema econmico, ha mantenido en la agricultura, una organizacin semifeudal que constituye el ms pesado lastre del desarrollo del pas.

La supervivencia de la feudalidad en la Costa, se traduce en la languidez y pobreza de su vida urbana. El nmero de burgos y ciudades de la Costa, es insignificante. Y la aldea propiamente dicha, no existe casi sino en los pocos retazos de tierra donde la campia enciende todava la alegra de sus parcelas en medio del agro feudalizado.

En Europa, la aldea desciende del feudo disuelto(9). En la costa peruana la aldea no existe casi, porque el feudo, ms o menos intacto, subsiste todava. La hacienda con su casa ms o menos clsica, la ranchera generalmente miserable, y el ingenio y suscolcas, es el tipo dominante de agrupacin rural. Todos los puntos de un itinerario estn sealados por nombres de haciendas. La ausencia de la aldea, la rareza del burgo, prolonga el desierto dentro del valle, en la tierra cultivada y productiva.

Las ciudades, conforme a una ley de geografa econmica, se forman regularmente en los valles, en el punto donde se entrecruzan sus caminos. En la costa peruana, valles ricos y extensos, que ocupan un lugar conspicuo en la estadstica de la produccin nacional, no han dado vida hasta ahora a una ciudad. Apenas si en sus cruceros o sus estaciones, medra a veces un burgo, un pueblo estagnado, paldico, macilento, sin salud rural y sin traje urbano. Y, en algunos casos, como en el del valle de Chicama, el latifundio ha empezado a sofocar a la ciudad. La negociacin capitalista se torna ms hostil a los fueros de la ciudad que el castillo o el dominio feudal. Le disputa su comercio, la despoja de su funcin.

Dentro de la feudalidad europea los elementos de crecimiento, los factores de vida del burgo, eran, a pesar de la economa rural, mucho mayores que dentro de la semifeudalidad criolla. El campo necesitaba de los servicios del burgo, por clausurado que se mantuviese. Dispona, sobre todo, de un remanente de productos de la tierra que tena que ofrecerle. Mientras tanto, la hacienda costea produce algodn o caa para mercados lejanos. Asegurado el transporte de estos productos, su comunicacin con la vecindad no le interesa sino secundariamente. El cultivo de frutos alimenticios, cuando no ha sido totalmente extinguido por el cultivo del algodn o la caa, tiene por objeto abastecer al consumo de la hacienda. El burgo, en muchos valles, no recibe nada del campo ni posee nada en el campo. Vive, por esto, en la miseria, de uno que otro oficio urbano, de los hombres que suministra al trabajo de las haciendas, de su fatiga triste de estacin por donde pasan anualmente muchos miles de toneladas de frutos de la tierra. Una porcin de campia, con sus hombres libres, con su comunidad hacendosa, es un raro oasis en una sucesin de feudos deformados, con mquinas y rieles, sin los timbres de la tradicin seorial.

La hacienda, en gran nmero de casos, cierra completamente sus puertas a todo comercio con el exterior: los "tambos" tienen la exclusiva del aprovisionamiento de su poblacin. Esta prctica que, por una parte, acusa el hbito de tratar al pen como una cosa y no como una persona, por otra parte impide que los pueblos tengan la funcin que garantizara su subsistencia y desarrollo, dentro de la economa rural de los valles. La hacienda, acaparando con la tierra y las industrias anexas, el comercio y los transportes, priva de medios de vida al burgo, lo condena a una existencia srdida y exigua.

Las industrias y el comercio de las ciudades estn sujetos a un contralor, reglamentos, contribuciones municipales. La vida y los servicios comunales se alimentan de su actividad. El latifundio, en tanto, escapa a estas reglas y tasas. Puede hacer a la industria y comercio urbanos una competencia desleal. Est en actitud de arruinarlos.

El argumento favorito de los abogados de la gran propiedad es el de la imposibilidad de crear, sin ella, grandes centros de produccin. La agricultura moderna -se arguye- requiere costosas maquinarias, ingentes inversiones, administracin experta. La pequea propiedad no se concilia con estas necesidades. Las exportaciones de azcar y algodn establecen el equilibrio de nuestra balanza comercial.

Mas los cultivos, los "ingenios" y las exportaciones de que se enorgullecen los latifundistas, estn muy lejos de constituir su propia obra. La produccin de algodn y azcar ha prosperado al impulso de crditos obtenidos con este objeto, sobre la base de tierras apropiadas y mano de obra barata. La organizacin financiera de estos cultivos, cuyo desarrollo y cuyas utilidades estn regidas por el mercado mundial, no es un resultado de la previsin ni la cooperacin de los latifundistas. La gran propiedad no ha hecho sino adaptarse al impulso que le ha venido de fuera. El capitalismo extranjero, en su perenne bsqueda de tierras, brazos y mercados, ha financiado y dirigido el trabajo de los propietarios, prestndoles dinero con la garanta de sus productos y de sus tierras. Ya muchas propiedades cargadas de hipotecas han empezado a pasar a la administracin directa de las firmas exportadoras.

La experiencia ms vasta y tpica de la capacidad de los terratenientes del pas, nos la ofrece el departarnento de La Libertad. Las grandes haciendas de sus valles se encontraban en manos de su aristocracia latifundista. El balance de largos aos de desarrollo capitalista se resume en los hechos notorios: la concentracin de la industria azucarera de la regin en dos grandes centrales, la de Cartavio y la de Casa Grande, extranjeras ambas: la absorcin de las negociaciones nacionales por estas dos empresas, particularmente por la segunda; el acaparamiento del propio comercio de importacin por esta misma empresa; la decadencia comercial de la ciudad de Trujillo y la liquidacin de la mayor parte de sus firmas importadoras(10).

Los sistemas provinciales, los hbitos feudales de los antiguos grandes propietarios de La Libertad no han podido resistir a la expansin de las empresas capitalistas extranjeras. Estas no deben su xito exclusivamente a sus capitales: lo deben tambin a su tcnica, a sus mtodos, a su disciplina. Lo deben a su voluntad de potencia. Lo deben, en general, a todo aquello que ha faltado a los propietarios locales, algunos de los cuales habran podido hacer lo mismo que la empresa alemana ha hecho, si hubiesen tenido condiciones de capitanes de industria.

Pesan sobre el propietario criollo la herencia y educacin espaolas, que le impiden percibir y entender netamente todo lo que distingue al capitalismo de la feudalidad. Los elementos morales, polticos, psicolgicos del capitalismo no parecen haber encontrado aqu su clima(11). El capitalista, o mejor el propietario criollo, tiene el concepto de la renta antes que el de la produccin. El sentimiento de aventura, el mpetu de creacin, el poder organizador, que caracterizan al capitalista autntico, son entre nosotros casi desconocidos.

La concentracin capitalista ha estado precedida por una etapa de libre concurrencia. La gran propiedad moderna no surge, por consiguiente, de la gran propiedad feudal, como los terratenientes criollos se imaginan probablemente. Todo lo contrario, para que la gran propiedad moderna surgiese, fue necesario el fraccionamiento, la disolucin de la gran propiedad feudal. El capitalismo es un fenmeno urbano: tiene el espritu del burgo industrial, manufacturero, mercantil. Por esto, uno de sus primeros actos fue la liberacin de la tierra, la destruccin del feudo. El desarrollo de la ciudad necesitaba nutrirse de la actividad libre del campesino.

En el Per, contra el sentido de la emancipacin republicana, se ha encargado al espritu del feudo anttesis y negacin del espritu del burgo la creacin de una economa capitalista.

II.El problema del indio

SU NUEVO PLANTEAMIENTO

Todas las tesis sobre el problema indgena, que ignoran o eluden a ste como problema econmico-social, son otros tantos estriles ejercicios teorticos -y a veces slo verbales-, condenados a un absoluto descrdito. No las salva a algunas su buena fe. Prcticamente, todas no han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema. La crtica socialista lo descubre y escla-rece, porque busca sus causas en la economa del pas y no en su mecanismo administrativo, jurdico o eclesistico, ni en su dualidad o pluralidad de razas, ni en sus condiciones culturales y morales. La cuestin indgena arranca de nuestra economa. Tiene sus races en el rgimen de propiedad de la tierra. Cualquier intento de resolverla con medidas de administracin o polica, con mtodos de enseanza o con obras de vialidad, constituye un trabajo superficial o adjetivo, mientras subsista la feudalidad de los "gamonales"(1).

El "gamonalismo" invalida inevitablemente toda ley u ordenanza de proteccin indgena. El hacendado, el latifundista, es un seor feudal. Contra su autoridad, sufragada por el ambiente y el hbito, es impotente la ley escrita. El trabajo gratuito est prohibido por la ley y, sin embargo, el trabajo gratuito, y aun el trabajo forzado, sobreviven en el latifundio. El juez, el subprefecto, el comisario, el maestro, el recaudador, estn enfeudados a la gran propiedad. La ley no puede prevalecer contra los gamonales. El funcionario que se obsti-nase en imponerla, sera abandonado y sacrificado por el poder central, cerca del cual son siempre omnipotentes las influencias del gamonalismo, que actan directamente o a travs del parlamento, por una y otra va con la misma eficacia.

El nuevo examen del problema indgena, por esto, se preocupa mucho menos de los lineamientos de una legislacin tutelar que de las consecuencias del rgimen de propiedad agraria. El estudio del Dr. Jos A. Encinas (Contribucin a una legislacin tutelar indgena) inicia en 1918 esta tendencia, que de entonces a hoy no ha cesado de acentuarse(2). Pero, por el carcter mismo de su trabajo, el Dr. Encinas no poda formular en l un programa econmico-social. Sus proposiciones, dirigidas a la tutela de la propiedad indgena, tenan que limitarse a este objetivo jurdico. Esbozando las bases delHome Steadindgena, el Dr. Encinas recomienda la distribucin de tierras del Estado y de la Iglesia. No menciona absolutamente la expropiacin de los gamonales latifundistas. Pero su tesis se distingue por una reiterada acusacin de los efectos del latifundismo, que sale inapelablemente condenado de esta requisitoria(3), que en cierto modo preludia la actual crtica econmico-social de la cuestin del indio.

Esta crtica repudia y descalifica las diversas tesis que consideran la cuestin con uno u otro de los siguientes criterios unilaterales y exclusivos: administrativo, jurdico, tnico, moral, educacional, eclesistico.

La derrota ms antigua y evidente es, sin duda, la de los que reducen la proteccin de los indgenas a un asunto de ordinaria administracin. Desde los tiempos de la legislacin colonial espaola, las ordenanzas sabias y prolijas, elaboradas despus de concienzudas encuestas, se revelan totalmente infructuosas. La fecundidad de la Repblica, desde las jornadas de la Independencia, en decretos, leyes y providencias encaminadas a amparar a los indios contra la exaccin y el abuso, no es de las menos considerables. El gamonal de hoy, como el "encomendero" de ayer, tiene sin embargo muy poco que temer de la teora administrativa. Sabe que la prctica es distinta.

El carcter individualista de la legislacin de la Repblica ha favorecido, incuestionablemente, la absorcin de la propiedad indgena por el latifundismo. La situacin del indio, a este respecto, estaba contemplada con mayor realismo por la legislacin espaola. Pero la reforma jurdica no tiene ms valor prctico que la reforma administrativa, frente a un feudalismo intacto en su estructura econmica. La apropiacin de la mayor parte de la propiedad comunal e individual indgena est ya cumplida. La experiencia de todos los pases que han salido de su evo feudal, nos demuestra, por otra parte, que sin la disolucin del feudo no ha podido funcionar, en ninguna parte, un derecho liberal.

La suposicin de que el problema indgena es un problema tnico, se nutre del ms envejecido repertorio de ideas imperialistas. El concepto de las razas inferiores sirvi al Occidente blanco para su obra de expansin y conquista. Esperar la emancipacin indgena de un activo cruzamiento de la raza aborigen con inmigrantes blancos es una ingenuidad antisociolgica, concebible slo en la mente rudimentaria de un importador de carneros merinos. Los pueblos asiticos, a los cuales no es inferior en un pice el pueblo indio, han asimilado admirablemente la cultura occidental, en lo que tiene de ms dinmico y creador, sin transfusiones de sangre europea. La degeneracin del indio peruano es una barata invencin de los leguleyos de la mesa feudal.

La tendencia a considerar el problema indgena como un problema moral, encarna una concepcin liberal, humanitaria, ochocentista, iluminista, que en el orden poltico de Occidente anima y motiva las "ligas de los Derechos del Hombre". Las conferencias y sociedades antiesclavistas, que en Europa han denunciado ms o menos infructuosamente los crmenes de los colonizadores, nacen de esta tendencia, que ha confiado siempre con exceso en sus llamamientos al sentido moral de la civilizacin. Gonzlez Prada no se encontraba exento de su esperanza cuando escriba que la "condicin del indgena puede mejorar de dos maneras: o el corazn de los opresores se conduele al extremo de reco-nocer el derecho de los oprimidos, o el nimo de los oprimidos adquiere la virilidad suficiente para escarmentar a los opresores"(4). La Asociacin Pro-Indgena (1909-1917) represent, ante todo, la misma esperanza, aunque su verdadera eficacia estuviera en los fines concretos e inmediatos de defensa del indio que le asignaron sus directores, orientacin que debe mucho, seguramente, al idealismo prctico, caractersticamente sajn, de Dora Mayer(5). El experimento est ampliamente cumplido, en el Per y en el mundo. La prdica humanitaria no ha detenido ni embarazado en Europa el imperialismo ni ha bonificado sus mtodos. La lucha contra el imperialismo, no confa ya sino en la solidaridad y en la fuerza de los movimientos de emancipacin de las masas coloniales. Este concepto preside en la Europa contempornea una accin antiimperialista, a la cual se adhieren espritus liberales como Albert Einstein y Romain Rolland, y que por tanto no puede ser considerada de exclusivo carcter socialista.

En el terreno de la razn y la moral, se situaba hace siglos, con mayor energa, o al menos mayor autoridad, la accin religiosa. Esta cruzada no obtuvo, sin embargo, sino leyes y providencias muy sabiamente inspiradas. La suerte de los indios no vari sustancialmente. Gonzlez Prada, que como sabemos no consideraba estas cosas con criterio propia o sectariamente socialista, busca la explicacin de este fracaso en la entraa econmica de la cuestin: "No poda suceder de otro modo: oficialmente se ordenaba la explotacin del vencido y se peda humanidad y justicia a los ejecutores de la explotacin; se pretenda que humanamente se cometiera iniquidades o equitativamente se consumaran injusticias. Para extirpar los abusos, habra sido necesario abolir los repartimientos y las mitas, en dos palabras, cambiar todo el rgimen Colonial. Sin las faenas del indio americano se habran vaciado las arcas del tesoro espaol"(6). Ms evidentes posibilidades de xito que la prdica liberal tena, con todo, la prdica religiosa. sta apelaba al exaltado y operante catolicismo espaol mientras aqulla intentaba hacerse escuchar del exiguo y formal liberalismo criollo.

Pero hoy la esperanza en una solucin eclesistica es indiscutiblemente la ms rezagada y antihistrica de todas. Quienes la representan no se preocupan siquiera, como sus distantes -tan distantes!- maestros, de obtener una nueva declaracin de los derechos del indio, con adecuadas autoridades y ordenanzas, sino de encargar al misionero la funcin de mediar entre el indio y el gamonal(7). La obra que la Iglesia no pudo realizar en un orden medioeval, cuando su capacidad espiritual e intelectual poda medirse por frailes como el padre de Las Casas, con qu elementos contara para prosperar ahora? Las misiones adventistas, bajo este aspecto, han ganado la delantera al clero catlico, cuyos claustros convocan cada da menor suma de vocaciones de evangelizacin.

El concepto de que el problema del indio es un problema de educacin, no aparece sufragado ni aun por un criterio estricta y autnomamente pedaggico. La pedagoga tiene hoy ms en cuenta que nunca los factores sociales y econmicos. El pedagogo moderno sabe perfectamente que la educacin no es una mera cuestin de escuela y mtodos didcticos. El medio econmico social condiciona inexorablemente la labor del maestro. El gamonalismo es funda-mentalmente adverso a la educacin del indio: su subsistencia tiene en el mantenimiento de la ignorancia del indio el mismo inters que en el cultivo de su alcoholismo(8).La escuela moderna -en el supuesto de que, dentro de las circunstancias vigentes, fuera posible multiplicarla en proporcin a la poblacin escolar campesina- es incompatible con el latifundio feudal. La mecnica de la servidumbre, anulara totalmente la accin de la escuela, si esta misma, por un milagro inconcebible dentro de la realidad social, consiguiera conservar, en la atmsfera del feudo, su pura misin pedaggica. La ms eficiente y grandiosa enseanza normal no podra operar estos milagros. La escuela y el maestro estn irremisiblemente condenados a desnaturalizarse bajo la presin del ambiente feudal, inconciliable con la ms elemental concepcin progresista o evolucio-nista de las cosas. Cuando se comprende a medias esta verdad, se descubre la frmula salvadora en los internados indgenas. Mas la insuficiencia clamorosa de esta frmula se muestra en toda su evidencia, apenas se reflexiona en el insignificante porcentaje de la poblacin escolar indgena que resulta posible alojar en estas escuelas.

La solucin pedaggica, propugnada por muchos con perfecta buena fe, est ya hasta oficialmente descartada. Los educacionistas son, repito, los que menos pueden pensar en independizarla de la realidad econmico-social. No existe, pues, en la actualidad, sino como una sugestin vaga e informe, de la que ningn cuerpo y ninguna doctrina se hace responsable.

El nuevo planteamiento consiste en buscar el problema indgena en el problema de la tierra.

SUMARIA REVISION HISTORICA*

La poblacin del Imperio Inkaico, conforme a clculos prudentes, no era menor de diez millones. Hay quienes la hacen subir a doce y aun a quince millones. La Conquista fue, ante todo, una tremenda carnicera. Los conquistadores espaoles, por su escaso nmero, no podan imponer su dominio sino aterrorizando a la poblacin indgena, en la cual produjeron una impresin supersticiosa las armas y los caballos de los invasores, mirados como seres sobrenaturales. La organizacin poltica y econmica de la Colonia, que sigui a la Conquista, no puso trmino al exterminio de la raza indgena. El Virreinato estableci un rgimen de brutal explotacin. La codicia de los metales preciosos, orient la actividad econmica espaola hacia la explotacin de las minas que, bajo los inkas, haban sido trabajadas en muy modesta escala, en razn de no tener el oro y la plata sino aplicaciones ornamentales y de ignorar los indios, que componan un pueblo esencialmente agrcola, el empleo del hierro. Establecieron los espaoles, para la explotacin de las minas y los "obrajes", un sistema abrumador de trabajos forzados y gratuitos, que diezm la poblacin aborigen. Esta no qued as reducida slo a un estado de servidumbre -como habra acontecido si los espaoles se hubiesen limitado a la explotacin de las tierras conservando el carcter agrario del pas- sino, en gran parte, a un estado de esclavitud. No faltaron voces humanitarias y civilizadoras que asumieron ante el Rey de Espaa la defensa de los indios.EI padre de Las Casas sobresali eficazmente en esta defensa. Las Leyes de Indias se inspiraron en propsitos de proteccin de los indios, reconociendo su organizacin tpica en "comunidades". Pero, prcticamente, los indios continuaron a merced de una feudalidad despiadada que destruy la sociedad y la economa inkaicas, sin sustituirlas con un orden capaz de organizar progresivamente la produccin. La tendencia de los espaoles a establecerse en la Costa ahuyent de esta regin a los aborgenes a tal punto que se careca de brazos para el trabajo. El Virreinato quiso resolver este problema mediante la importacin de esclavos negros, gente que resulto adecuada al clima y las fatigas de los valles o llanos clidos de la Costa, e inaparente, en cambio, para el trabajo de las minas, situadas en la Sierra fra. El esclavo negro reforz la dominacin espaola que a pesar de la despoblacin indgena, se habra sentido de otro modo demogrficamente demasiado dbil frente al indio, aunque sometido, hostil y enemigo. El negro fue dedicado al servicio domstico y a los oficios. El blanco se mezcl fcilmente con el negro, produciendo este mestizaje uno de los tipos de poblacin costea con caractersticas de mayor adhesin a lo espaol y mayor resistencia a lo indgena.

La Revolucin de la Independencia no constituy, como se sabe, un movimiento indgena. La promovieron y usufructuaron los criollos y aun los espaoles de las colonias. Pero aprovech el apoyo de la masa indgena. Y, adems, algunos indios ilustrados como Pumacahua, tuvieron en su gestacin parte importante. El programa liberal de la Revolucin comprenda lgicamente la redencin del indio, consecuencia automtica de la aplicacin de sus postulados igualitarios. Y, as, entre los primeros actos de la Repblica, se contaron varias leyes y decretos favorables a los indios. Se orden el reparto de tierras, la abolicin de los trabajos gratuitos, etc.; pero no representando la revolucin en el Per el advenimiento de una nueva clase dirigente, todas estas disposiciones quedaron slo escritas, faltas de gobernantes capaces de actuarlas. La aristocracia latifundista de la Colonia, duea del poder, conserv intactos sus derechos feudales sobre la tierra y, por consiguiente, sobre el indio. Todas las disposiciones aparentemente enderezadas a protegerlo, no han podido nada contra la feudalidad subsistente hasta hoy.

El Virreinato aparece menos culpable que la Repblica. Al Virreinato le corresponde, originalmente, toda la responsabilidad de la miseria y la depresin de los indios. Pero, en ese tiempo inquisitorial, una gran voz cristiana, la de fray Bartolom de Las Casas, defendi vibrantemente a los indios contra los mtodos brutales de los colonizadores. No ha habido en la Repblica un defensor tan eficaz y tan porfiado de la raza aborigen.

Mientras el Virreinato era un rgimen medioeval y extranjero, la Repblica es formalmente un rgimen peruano y liberal. Tiene, por consiguiente, la Repblica deberes que no tena el Virreinato. A la Repblica le tocaba elevar la condicin del indio. Y contrariando este deber, la Repblica ha pauperizado al indio, ha agravado su depresin y ha exasperado su miseria. La Repblica ha significado para los indios la ascensin de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemticamente de sus tierras. En una raza de costumbre y de alma agrarias, como la raza indgena, este despojo ha constituido una causa de disolucin material y moral. La tierra ha sido siempre toda la alegra del indio. El indio ha desposado la tierra. Siente que "la vida viene de la tierra" y vuelve a la tierra. Por ende, el indio puede ser indiferente a todo, menos a la posesin de la tierra que sus manos y su aliento labran y fecundan religiosamente. La feudalidad criolla se ha comportado, a este respecto, ms vida y ms duramente que la feudalidad espaola. En general, en el encomendero espaol haba frecuentemente algunos hbitos nobles de seoro. El encomendero criollo tiene todos los defectos del plebeyo y ninguna de las virtudes del hidalgo. La servidumbre del indio, en suma, no ha disminuido bajo la Repblica. Todas las revueltas, todas las tempestades del indio, han sido ahogadas en sangre. A las reivindicaciones desesperadas del indio les ha sido dada siempre una respuesta marcial. El silencio de la puna ha guardado luego el trgico secreto de estas respuestas. La Repblica ha restaurado, en fin, bajo el ttulo de conscripcin vial, el rgimen de las mitas.

La Repblica, adems, es responsable de haber aletargado y debilitado las energas de la raza. La causa de la redencin del indio se convirti bajo la Repblica, en una especulacin demaggica de algunos caudillos. Los partidos criollos la inscribieron en su programa. Disminuyeron as en los indios la voluntad de luchar por sus reivindicaciones.

En la Sierra, la regin habitada principalmente por los indios, subsiste apenas modificada en sus lineamientos, la ms brbara y omnipotente feudalidad. El dominio de la tierra coloca en manos de los gamonales, la suerte de la raza indgena, cada en un grado extremo de depresin y de ignorancia. Adems de la agricultura, trabajada muy primitivamente, la Sierra peruana presenta otra actividad econmica: la minera, casi totalmente en manos de dos grandes empresas norteamericanas. En las minas rige el salariado; pero la paga es nfima, la defensa de la vida del obrero casi nula, la ley de accidentes de trabajo burlada. El sistema del "enganche", que por medio de anticipos falaces esclaviza al obrero, coloca a los indios a merced de estas empresas capitalistas. Es tanta la miseria a que los condena la feudalidad agraria, que los indios encuentran preferible, con todo, la suerte que les ofrecen las minas.

La propagacin en el Per de las ideas socialistas ha trado como consecuencia un fuerte movimiento de reivindicacin indgena. La nueva generacin peruana siente y sabe que el progreso del Per ser ficticio, o por lo menos no ser peruano, mientras no constituya la obra y no signifique el bienestar de la masa peruana que en sus cuatro quintas partes es indgena y campesina. Este mismo movimiento se manifiesta en el arte y en la literatura nacionales en los cuales se nota una creciente revalorizacin de las formas y asuntos autctonos, antes depreciados por el predominio de un espritu y una mentalidad coloniales espaolas. La literatura indigenista parece destinada a cumplir la misma funcin que la literatura "mujikista" en el perodo pre-revolucionario ruso. Los propios indios empiezan a dar seales de una nueva conciencia. Crece da a da la articulacin entre los diversos ncleos indgenas antes incomunicados por las enormes distancias. Inici esta vinculacin, la reunin peridica de congresos indgenas, patrocinada por el Gobierno, pero como el carcter de sus reivindicaciones se hizo pronto revolucionario, fue desnaturalizada luego con la exclusin de los elementos avanzados y la leva de representaciones apcrifas. La corriente indigenista presiona ya la accin oficial. Por primera vez el Gobierno se ha visto obligado a aceptar y proclamar puntos de vista indigenistas, dictando algunas medidas que no tocan los intereses del gamonalismo y que resultan por esto ineficaces. Por primera vez tambin el problema indgena, escamoteado antes por la retrica de las clases dirigentes, es planteado en sus trminos sociales y econmicos, identificndosele ante todo con el problema de la tierra. Cada da se impone, con ms evidencia, la conviccin de que este problema no puede encontrar su solucin en una frmula humanitaria. No puede ser la consecuencia de un movimiento filantrpico. Los patronatos de caciques y de rbulas son una befa. Las ligas del tipo de la extinguida Asociacin Pro-Indgena son una voz que clama en el desierto. La Asociacin Pro-Indgena no lleg en su tiempo a convertirse en un movimiento. Su accin se redujo gradualmente a la accin generosa, abnegada, nobilsima, personal de Pedro S. Zulen y Dora Mayer. Como experimento, el de la Asociacin Pro-Indgena sirvi para contrastar, para medir, la insensibilidad moral de una generacin y de una poca.

La solucin del problema del indio tiene que ser una solucin social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en la reunin de los congresos indgenas un hecho histrico. Los congresos indgenas, desvirtuados en los ltimos aos por el burocratismo, no representaban todava un programa; pero sus primeras reuniones sealaron una ruta comunicando a los indios de las diversas regiones. A los indios les falta vinculacin nacional. Sus protestas han sido siempre regionales. Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. Un pueblo de cuatro millones de hombres, consciente de su nmero, no desespera nunca de su porvenir. Los mismos cuatro millones de hombres, mientras no sean sino una masa inorgnica, una muchedumbre dispersa, son incapaces de decidir su rumbo histrico.

III.El problema de la tierra

EL PROBLEMA AGRARIO Y EL PROBLEMA DEL INDIO

Quienes desde puntos de vista socialistas estudiamos y definimos el problema del indio, empezamos por declarar absolutamente superados los puntos de vista humanitarios o filantrpicos, en que, como una prolongacin de la apostlica batalla del padre de Las Casas, se apoyaba la antigua campaa pro-indgena. Nuestro primer esfuerzo tiende a establecer su carcter de problema fundamentalmente econmico. Insurgimos primeramente, contra la tendencia instintiva y defensiva del criollo o "misti", a reducirlo a un problema exclusivamente administrativo, pedaggico, tnico o moral, para escapar a toda costa del plano de la economa. Por esto, el ms absurdo de los reproches que se nos pueden dirigir es el de lirismo o literaturismo. Colocando en primer plano el problema econmico-social, asumimos la actitud menos lrica y menos literaria posible. No nos contentamos con reivindicar el derecho del indio a la educacin, a la cultura, al progreso, al amor y al cielo. Comenzamos por reivindicar, categricamente, su derecho a la tierra. Esta reivindicacin perfectamente materialista, debera bastar para que no se nos confundiese con los herederos o repetidores del verbo evanglico del gran fraile espaol, a quien, de otra parte, tanto materialismo no nos impide admirar y estimar fervorosamente.

Y este problema de la tierra -cuya solidaridad con el problema del indio es demasiado evidente-, tampoco nos avenimos a atenuarlo o adelgazarlo oportunistamente. Todo lo contrario. Por mi parte, yo trato de plantearlo en trminos absolutamente inequvocos y netos.

El problema agrario se presenta, ante todo, como el problema de la liquidacin de la feudalidad en el Per. Esta liquidacin deba haber sido realizada ya por el rgimen demo-burgus formalmente establecido por la revolucin de la independencia. Pero en el Per no hemos tenido en cien aos de repblica, una verdadera clase burguesa, una verdadera clase capitalista. La antigua clase feudal camuflada o disfrazada de burguesa republicana ha conservado sus posiciones. La poltica de desamortizacin de la propiedad agraria iniciada por la revolucin de la Independencia como una consecuencia lgica de su ideologa, no condujo al desenvolvimiento de la pequea propiedad. La vieja clase terrateniente no haba perdido su predominio. La supervivencia de un rgimen de latifundistas produjo, en la prctica, el mantenimiento del latifundio. Sabido es que la desamortizacin atac ms bien a la comunidad. Y el hecho es que durante un siglo de repblica, la gran propiedad agraria se ha reforzado y engrandecido a despecho del liberalismo terico de nuestra Constitucin y de las necesidades prcticas del desarrollo de nuestra economa capitalista.

Las expresiones de la feudalidad sobreviviente son dos: latifundio y servidumbre. Expresiones solidarias y consustanciales, cuyo anlisis nos conduce a la conclusin de que no se puede liquidar la servidumbre, que pesa sobre la raza indgena, sin liquidar el latifundio.

Planteado as el problema agrario del Per, no se presta a deformaciones equvocas. Aparece en toda su magnitud de problema econmico-social y por tanto poltico del dominio de los hombres que actan en este plano de hechos e ideas. Y resulta vano todo empeo de convertirlo, por ejemplo, en un problema tcnico-agrcola del dominio de los agrnomos.

Nadie ignora que la solucin liberal de este problema sera, conforme a la ideologa individualista, el fraccionamiento de los latifundios para crear la pequea propiedad. Es tan desmesurado el desconocimiento, que se constata a cada paso, entre nosotros, de los principios elementales del socialismo, que no ser nunca obvio ni ocioso insistir en que esta frmula fraccionamiento de los latifundios en favor de la pequea propiedad no es utopista, ni hertica, ni revolucionaria, ni bolchevique, ni vanguardista, sino ortodoxa, constitucional, democrtica, capitalista y burguesa. Y que tiene su origen en el ideario liberal en que se inspiran los Estatutos constitucionales de todos los Estados demo-burgueses. Y que en los pases de la Europa Central y Oriental donde la crisis blica trajo por tierra las ltimas murallas de la feudalidad, con el consenso del capitalismo de Occidente que desde entonces opone precisamente a Rusia este bloque de pases anti-bolcheviques, en Checoslovaquia, Rumania, Polonia, Bulgaria, etc., se ha sancionado leyes agrarias que limitan, en principio, la propiedad de la tierra, al mximum de 500 hectreas.

Congruentemente con mi posicin ideolgica, yo pienso que la hora de ensayar en el Per el mtodo liberal, la frmula individualista, ha pasado ya. Dejando aparte las razones doctrinales, considero fundamentalmente este factor incontestable y concreto que da un carcter peculiar a nuestro problema agrario: la supervivencia de la comunidad y de elementos de socialismo prctico en la agricultura y la vida indgenas.

Pero quienes se mantienen dentro de la doctrina demo-liberal si buscan de veras una solucin al problema del indio, que redima a ste, ante todo, de su servidumbre, pueden dirigir la mirada a la experiencia checa o rumana, dado que la mexicana, por su inspiracin y su proceso, les parece un ejemplo peligroso. Para ellos es an tiempo de propugnar la frmula liberal. Si lo hicieran, lograran, al menos, que en el debate del problema agrario provocado por la nueva generacin, no estuviese del todo ausente el pensamiento liberal, que, segn la historia escrita, rige la vida del Per desde la fundacin de la Repblica.

COLONIALISMO= FEUDALISMO

El problema de la tierra esclarece la actitud vanguardista o socialista, ante las supervivencias del Virreinato. El "perricholismo" literario no nos interesa sino como signo o reflejo del colonialismo econmico. La herencia colonial que queremos liquidar no es, fundamentalmente, la de "tapadas" y celosas, sino la del rgimen econmico feudal, cuyas expresiones son el gamonalismo, el latifundio y la servidumbre. La literatura colonialista evocacin nostlgica del Virreinato y de sus fastos , no es para m sino el mediocre producto de un espritu engendrado y alimentado por ese rgimen. El Virreinato no sobrevive en el "perricholismo" de algunos trovadores y algunos cronistas. Sobrevive en el feudalismo, en el cual se asienta, sin imponerle todava su ley, un capitalismo larvado e incipiente. No renegamos, propiamente, la herencia espaola; renegamos la herencia feudal.

Espaa nos trajo el Medioevo: inquisicin, feudalidad, etc. Nos trajo luego, la Contrarreforma: espritu reaccionario, mtodo jesutico, casuismo escolstico. De la mayor parte de estas cosas, nos hemos ido liberando, penosamente, mediante la asimilacin de la cultura occidental, obtenida a veces a travs de la propia Espaa. Pero de su cimiento econmico, arraigado en los intereses de una clase cuya hegemona no cancel la revolucin de la independencia, no nos hemos liberado todava. Los raigones de la feudalidad estn intactos. Su subsistencia es responsable, por ejemplo, del retardamiento de nuestro desarrollo capitalista.

El rgimen de propiedad de la tierra determina el rgimen poltico y administrativo de toda nacin. El problema agrario que la Repblica no ha podido hasta ahora resolver domina todos los problemas de la nuestra. Sobre una economa semifeudal no pueden prosperar ni funcionar instituciones democrticas y liberales.

En lo que concierne al problema indgena, la subordinacin al problema de la tierra resulta ms absoluta an, por razones especiales. La raza indgena es una raza de agricultores. El pueblo inkaico era un pueblo de campesinos, dedicados ordinariamente a la agricultura y el pastoreo. Las industrias, las artes, tenan un carcter domstico y rural. En el Per de los Inkas era ms cierto que en pueblo alguno el principio de que "la vida viene de la tierra". Los trabajos pblicos, las obras colectivas ms admirables del Tawantinsuyo, tuvieron un objeto militar, religioso o agrcola. Los canales de irrigacin de la sierra y de la costa, los andenes y terrazas de cultivo de los Andes, quedan como los mejores testimonios del grado de organizacin econmica alcanzado por el Per inkaico. Su civilizacin se caracterizaba, en todos sus rasgos dominantes, como una civilizacin agraria. "La tierra escribe Valcrcel estudiando la vida econmica del Tawantinsuyo en la tradicin regncola, es la madre comn: de sus entraas no slo salen los frutos alimenticios, sino el hombre mismo. La tierra depara todos los bienes. El culto de la Mama Pacha es par de la heliolatra, y como el sol no es de nadie en particular, tampoco el planeta lo es. Hermanados los dos conceptos en la ideologa aborigen, naci el agrarismo, que es propiedad comunitaria de los campos y religin universal del astro del da"(l).

Al comunismo inkaico que no puede ser negado ni disminuido por haberse desenvuelto bajo el rgimen autocrtico de los Inkas, se le designa por esto como comunismo agrario. Los caracteres fundamentales de la economa inkaica segn Csar Ugarte, que define en general los rasgos de nuestro proceso con suma ponderacin, eran los siguientes: "Propiedad colectiva de la tierra cultivable por el 'ayllu' o conjunto de familias emparentadas, aunque dividida en lotes individuales intransferibles; propiedad colectiva de las aguas, tierras de pasto y bosques por la marca o tribu, o sea la federacin de ayllus establecidos alrededor de una misma aldea; cooperacin comn en el trabajo; apropiacin individual de las cosechas y frutos"(2).

La destruccin de esta economa -y por ende de la cultura que se nutra de su savia- es una de las responsabilidades menos discutibles del coloniaje, no por haber constituido la destruccin de las formas autctonas, sino por no haber trado consigo su sustitucin por formas superiores. El rgimen colonial desorganiz y aniquil la economa agraria inkaica, sin reemplazarla por una economa de mayores rendimientos. Bajo una aristocracia indgena, los nativos componan una nacin de diez millones de hombres, con un Estado eficiente y orgnico cuya accin arribaba a todos los mbitos de su soberana; bajo una aristocracia extranjera, los nativos se redujeron a una dispersa y anrquica masa de un milln de hombres, cados en la servidumbre y el "felahsmo".

El dato demogrfico es, a este respecto, el ms fehaciente y decisivo. Contra todos los reproches que en el nombre de conceptos liberales, esto es modernos, de libertad y justicia se puedan hacer al rgimen inkaico, est el hecho histrico positivo, material de que aseguraba la subsistencia y el crecimiento de una poblacin que, cuando arribaron al Per los conquistadores, ascenda a diez millones y que, en tres siglos de dominio espaol, descendi a un milln. Este hecho condena al coloniaje y no desde los puntos de vista abstractos o tericos o morales o como quiera calificrseles de la justicia, sino desde los puntos de vista prcticos, concretos y materiales de la utilidad.

El coloniaje, impotente para organizar en el Per al menos una economa feudal, injert en sta elementos de economa esclavista.

LA POLTICA DELCOLONIAJE: DESPOBLACINY ESCLAVITUD

Que el rgimen colonial espaol resultara incapaz de organizar en el Per una economa de puro tipo feudal se explica claramente. No es posible organizar una economa sin claro entendimiento y segura estimacin, si no de sus principios, al menos de sus necesidades. Una economa indgena, orgnica, nativa, se forma sola. Ella misma determina espontneamente sus instituciones. Pero una economa colonial se establece sobre bases en parte artificiales y extranjeras, subordinada al inters del colonizador. Su desarrollo regular depende de la aptitud de ste para adaptarse a las condiciones ambientales o para transformarlas.

El colonizador espaol careca radicalmente de esta aptitud. Tena una idea, un poco fantstica, del valor econmico de los tesoros de la naturaleza, pero no tena casi idea alguna del valor econmico del hombre.

La prctica de exterminio de la poblacin indgena y de destruccin de sus instituciones -en contraste muchas veces con las leyes y providencias de la metrpoli- empobreca y desangraba al fabuloso pas ganado por los conquistadores para el Rey de Espaa, en una medida que stos no eran capaces de percibir y apreciar. Formulando un principio de la economa de su poca, un estadista sudamericano del siglo XIX deba decir ms tarde, impresionado por el espectculo de un continente semidesierto: "Gobernar es poblar". El colonizador espaol, infinitamente lejano de este criterio, implant en el Per un rgimen de despoblacin.

La persecucin y esclavizamiento de los indios deshaca velozmente un capital subestimado en grado inverosmil por los colonizadores: el capital humano. Los espaoles se encontraron cada da ms necesitados de brazos para la explotacin y aprovechamiento de las riquezas conquistadas. Recurrieron entonces al sistema ms antisocial y primitivo de colonizacin: el de la importacin de esclavos. El colonizador renunciaba as, de otro lado, a la empresa para la cual antes se sinti apto el conquistador: la de asimilar al indio. La raza negra trada por l le tena que servir, entre otras cosas, para reducir el desequilibrio demogrfico entre el blanco y el indio.

La codicia de los metales preciosos -absolutamente lgica en un siglo en que tierras tan distantes casi no podan mandar a Europa otros productos-, empuj a los espaoles a ocuparse preferentemente en la minera. Su inters pugnaba por convertir en un pueblo minero al que, bajo sus inkas y desde sus ms remotos orgenes, haba sido un pueblo fundamentalmente agrario. De este hecho naci la necesidad de imponer al indio la dura ley de la esclavitud. El trabajo del agro, dentro de un rgimen naturalmente feudal, hubiera hecho del indio un siervo vinculndolo a la tierra. El trabajo de las minas y las ciudades, deba hacer de l un esclavo. Los espaoles establecieron, con el sistema de las mitas, el trabajo forzado, arrancando al indio de su suelo y de sus costumbres.

La importacin de esclavos negros que abasteci de braceros y domsticos a la poblacin espaola de la costa, donde se encontraba la sede y corte del Virreinato, contribuy a que Espaa no advirtiera su error econmico y poltico. El esclavismo se arraig en el rgimen, vicindolo y enfermndolo.

El profesor Javier Prado, desde puntos de vista que no son naturalmente los mos, arrib en su estudio sobre el estado social del Per del coloniaje a conclusiones que contemplan precisamente un aspecto de este fracaso de la empresa colonizadora: "Los negros -dice- considerados como mercanca comercial, e importados a la Amrica, como mquinas humanas de trabajo, deban regar la tierra con el sudor de su frente; pero sin fecundarla, sin dejar frutos provechosos. Es la liquidacin constante siempre igual que hace la civilizacin en la historia de los pueblos: el esclavo es improductivo en el trabajo como lo fue en el Imperio Romano y como lo ha sido en el Per; y es en el organismo social un cncer que va corrompiendo los sentimientos y los ideales nacionales. De esta suerte ha desaparecido el esclavo en el Per, sin dejar los campos cultivados; y despus de haberse vengado de la raza blanca, mezclando su sangre con la de sta, y rebajando en ese contubernio el criterio moral e intelectual, de los que fueron al principio sus crueles amos, y ms tarde sus padrinos, sus compaeros y sus hermanos"(3).

La responsabilidad de que se puede acusar hoy al coloniaje, no es la de haber trado una raza inferior -ste era el reproche esencial de los socilogos de hace medio siglo-, sino la de haber trado con los esclavos, la esclavitud, destinada a fracasar como medi