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TRANSFORMACIONES SOCIALES. CRECIMIENTO DEMOGRAFICO. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD DE CLASES. GENESIS Y DESARROLLO DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA. Por Andrés Ramírez y David Yépez.

Expo historia

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TRANSFORMACIONES SOCIALES. CRECIMIENTO

DEMOGRAFICO. DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA

SOCIEDAD DE CLASES. GENESIS Y DESARROLLO DEL

MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA.

Por Andrés Ramírez y David Yépez.

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El siglo XIX supuso el paso de una sociedad basada en el privilegio jurídico, heredera del Antiguo Régimen, a otra en la que la jerarquía social se organizaba en torno a la riqueza y la propiedad. En España, los grandes cambios sociales y demográficos tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo, y de forma muy especial en el último tercio, aunque muchos de esos cambios no maduraron hasta el siglo XX. El paso de una sociedad de clases supuso que gran parte de la población sufrió el despojo de la tierra o la explotación en la fábrica o el taller. Las clases populares, aun que ya de forma temprana mostraron su descontento con protestas sociales, adquirieron conciencia de su situación a partir de 1868, por la penetración del internacionalismo proletario, el socialismo marxista y el anarquismo. En el contexto de una población centrada en la riqueza, la cultura y las pautas sociales se mostraron proclives a satisfacer la demanda de las burguesías que podían pagar la moda y el arte, mientras la mayoría de la población era completamente ajena a estos aspectos.

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En general en Europa se produjo un fuerte aumento demográfico durante el siglo XIX, La población española pasó de tener 10,5 millones de habitantes en 1797 a 18,5 en 1900, es decir, en un siglo creció un 80%. Aun así debe hablarse de crecimiento moderado en comparación con otros países, debido sobre todo a la elevada mortalidad, la cual se mantuvo por encima de la media europea, ya que en 1900 era aún del 27% mientras que en los países más desarrollados rondaba el 18%. Esta elevada mortalidad general daba lugar a una reducida esperanza de vida con menos de 30 años a mediados del siglo y 35 hacia 1900. Esta elevada mortalidad se explica por un conjunto de factores que se engloban bajo el término “atraso económico y social”:

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Pésimas condiciones sanitarias agravadas por el aislamiento y la escases de médicos con la formación y medios adecuados.

Pervivencia de las crisis alimentarias, (las hambrunas), de las que hubo 12 durante el siglo.

La elevada mortalidad infantil debido a la ausencia de vacunas y al impacto demoledor de enfermedades contagiosas como la tosferina, la viruela, el sarampión, el tifus y la tuberculosis.

Las epidemias, que azotaron a la población española del siglo XIX en oleadas como las de la fiebre amarilla o el cólera, de las que hubo cuatro episodios, enfermedades todas ellas relacionadas con la higiene y la ingesta de alimentos contaminados. A estas enfermedades se sumaron las enfermedades endémicas. Para las cuales apenas había remedios, pues se desconocían las vías de transmisión: tuberculosis, difteria, escarlatina y viruela.

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La tasa de crecimiento vegetativo era muy baja en términos relativos: solo del 8% en 1900, cuando en otros países europeos oscilaba por el 14%. Todo ello definía un modelo demográfico típico del Antiguo Régimen que solo empezó a cambiar en el último tercio del siglo, especialmente tras la epidemia de cólera de 1885.

Las primeras estadísticas sobre emigrantes datan de 1882, año en que se creó un departamento que precedía al Instituto Español de Emigración. En ese año y 1889 emigraron al extranjero un millón de españoles, a razón de una media de 61.000 por año, el ritmo se acelero en las primeras dos décadas del siglo XX, el siglo de la gran emigración española. Las leyes migratorias cambiaron durante el siglo XIX. Estuvo prohibido emigrar hasta 1853, año en que se autorizo a canarios y a peninsulares marchar a América

También hubo emigraciones políticas, hoy llamadas exilios, que afectaron a más de 20.000 personas, hubo exilios de liberales, carlistas y republicanos.

El éxodo rural se acelero en la segunda mitad del siglo XIX, los campesinos abandonaron sus pueblos, donde el nivel de vida era miserable, y se trasladaron a localidades mayores, fundamentalmente del litoral mediterráneo.

Este éxodo potencio la urbanización, pues en 1900 solo Madrid y Barcelona tenían más de 500.000 habitantes, cuando en Europa había más de 25 ciudades con esa población o más.

A pesar del éxodo rural, tan solo el 9% de la población podía considerarse plenamente urbana, España era pues un país rural a excepción de Cataluña.

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En el siglo XIX la sociedad estamental dio paso a una sociedad de clases, en la que la jerarquía social se organizaba en torno a la riqueza. En la cima de esta estructura social estaban las clases altas, una alianza entre la vieja nobleza y la nueva burguesía enriquecida, que monopolizaron el poder político, económico y los cargos públicos. Por debajo había unas escasas clases medias y una gran masa con reducido poder económico.

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Las clases altas formadas en parte por la vieja aristocracia que aun que perdieron su hegemonía, siguieron teniendo gran poder e influencia durante todo el siglo y pasaron de ser 1300 familias a principios del siglo XIX a un número muy inferior a lo largo del siglo. La vieja nobleza salió bien parada de la revolución liberal, pues la mayor parte mantuvo su patrimonio o lo engrandeció con la compra de bienes desamortizados.

A la vieja nobleza se le sumo una nueva nobleza titulada, que vino a formar la nueva elite cortesana desde el reinado de Isabel II, estrechamente vinculada a la burguesía de los negocios. De 1875 a 1931 se concedieron más de 800 nuevos títulos, la mayor parte a terratenientes, profesionales liberales, militares, políticos, financieros e industriales, convirtiendo a la nobleza española en la de más fácil acceso de Europa.

las burguesías se dedicaban a los negocios, a ganar dinero, y se definían por el espíritu de empresa o negociante, además de poseer grandes patrimonios. En esta clase social se incluían los banqueros, industriales, comerciantes importantes, grandes terratenientes y altos cargos del estado, la mayoría vivía en Madrid o Barcelona y tendían a imitar a la aristocracia. En función de sus actividades podemos dividir a la burguesía en cuatro grupos:

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Burguesía dedicada al comercio: se desarrolla ya en la primera mitad del siglo XIX, sobre todo desde 1827, tras la pérdida del imperio colonial. Además de los antiguos comerciantes de Barcelona, valencia, Cádiz, Santander, Sevilla, Alicante o Bilbao, se forman grupos ligados al comercio de cereales o empresas importadoras en Madrid y otras ciudades del interior.

 La burguesía industrial: surgió hacia los años 40 en la ciudad de Barcelona, con rasgos que la identifican: el liberalismo conservador y la defensa del proteccionismo, así como una peculiar visión del liberalismo económico que no incluía la libertad de comercio. En 1860 había en la provincia de Barcelona 2500 fabricantes. El resto de industriales residían en Málaga, Cádiz, Jerez, Alcoy, Valencia, Madrid y Asturias.

 La burguesía financiera: se dedicaba a las inversiones especulativas, como la construcción ferroviaria, el comercio de esclavos, la bolsa o la propiedad inmobiliaria. Desde 1850, la mayoría de esta burguesía la integraban inversores en bolsa, constructores del ferrocarril y obras públicas que eran también especuladores de terrenos en los ensanches de las grandes ciudades.

 La burguesía agraria: estaba formada por labradores ricos, beneficiados por la desamortización, dentro de la cal hay una escala de grandes y medianos propietarios. En general, poseían gran cantidad de tierras, jornaleros y braseros para trabajar las tierras. Nutrían el grupo de los caciques desde el reinado de Isabel II. Carecían de espíritu de empresa, de mentalidad capitalista y, por tanto, de mentalidad burguesa. Sus beneficios se invertían en lujo, ahorro o préstamos a alto interés, para convertirse en una aristocracia rural cuya base era la riqueza y el monopolio de los cargos municipales.

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Las clases medias tuvieron poco peso demográfico en el siglo XIX y en esa época se les llamaba clases productivas. La frontera social de este grupo era imprecisa, abarcaba una gran variedad entre la aristocracia por arriba y el pueblo por abajo. El proletariado lo veía como clase explotadora asimilada a la burguesía, mientras era despreciado por las clases altas.

Había una clase media rural y otra urbana: la clase media rural estaba formada por labradores propietarios medianos, no terratenientes, mientras que la clase media urbana, más numerosa e influyente, la integraban comerciantes, dueños de talleres, funcionarios, profesionales liberales, profesores, periodistas, clero o rentistas y constituyeron un grupo muy influyente del país durante el siglo XIX por que formaban la administración local como estatal y en gran medida controlaban los servicios básicos y la actividad productiva. Fue un grupo con gran compromiso político, su papel fue esencial en la construcción del estado liberal y en la evolución política y económica.

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Las clases populares constituían el resto de la población, la que no formaba parte de las clases altas ni medias. En el discurso político del siglo XIX hacía referencia a quienes trabajaban y excluía a los marginados por razones variadas, culturales o económicas. Estas clases populares estaban formadas por campesinado, clases bajas urbanas y marginados.

El campesinado formaba la mayor parte de la población durante el siglo XIX y vivía en el medio rural en tareas vinculadas al campo, dos de cada tres personas vivían en el campo.

El prototipo mayoritario del campesino era el jornalero, sobre todo en el sur. Los jornaleros no trabajaban parte del año, por el rito de las tareas agrícolas, lo que producía un paro estacional. A estas circunstancias se añadían la necesidad de trabajar toda la familia, los bajos ingresos, los horarios de sol a sol y las condiciones de vida penosas.

Las clases bajas urbanas eran escasas en la España del siglo XIX (el 32,5% en 1900), su papel era fundamental en la organización social. La mayor parte de estos grupos sociales se dedicaban al sector servicios (comercio, tareas domesticas o transporte), pero también sobrevivió un importante número de artesanos en los talleres (carpinteros, herreros, zapateros, etc.). Éstos y los inmigrantes procedentes del medio rural se proletarizaron durante el siglo XIX, como sucedió en Barcelona y su entorno, donde los obreros de las fábricas eran antiguos artesanos o campesinos venidos del medio rural.

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Los marginados en la España del siglo XIX conformaban un variado mosaico cuyo elemento común era que no formaban parte del sistema productivo; vivían pues, de la caridad o quedaban a su suerte y delinquían o mendigaban. La iglesia atendió a esos sectores sociales mediante la caridad, la alimentación y la limosna. El Estado los utiliza en trabajos de obras públicas o como soldados. Los municipios o particulares les atendían a través de la beneficencia en edificios habilitados a tal fin.

Otra categoría la formaban los vagos, vagabundos o maleantes, inadaptados sociales que se confundían a veces con enfermos y alcohólicos, sobre todo en el medio rural del sur de España y barrios marginales de las grandes ciudades. En este grupo se incluía al grupo gitano, considerado por las autoridades como asociados con la delincuencia, lo que llevó a su persecución y exclusión social.

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Las primeras acciones colectivas de los trabajadores fue la destrucción de fábricas y máquinas a lo que llamamos ludismo en el primer tercio del s. XIX.

. En 1840 se creó en Barcelona la Asociación Mutua de Tejedores que llegó a tener 15.000 miembros.

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En 1843 aparecen las asociaciones obreras que fueron disueltas e ilegalizadas hasta que en 1854 reaparecieron, ese mismo año apareció la Unión de Clases que agrupaba a todos los obreros textiles y que reclamó contratos colectivos y derecho de asociación.

En 1868 la AIT dirigió una proclama a los obreros españoles para darles a conocer la organización y animarlos a adherirse.

En 1870 en Barcelona fundan la Federación Regional Española de la Internacional muy influida por el anarquismo.

La ruptura entre marxistas y bakuninistas en la AIT tendrá repercusiones en la Federación Regional Española:

En 1872 triunfan las tesis anarquistas, como consecuencia el grupo madrileño encabezado por Pablo Iglesias fue expulsado.

Con la Restauración vuelve la represión. Dentro del sector anarquista en la década de 1880 se acentuaron las discrepancias entre anarcosindicalistas. La represión favoreció la segunda postura y la aparición de acciones violentas de carácter individual: “propaganda por el hecho”.

En el lapso de tiempo entre 1896-97, el gobierno de Cánovas respondió con una dura e indiscriminada represión: “procesos de Montjuïc”.

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En cuanto a la corriente marxista, la Nueva Federación Madrileña se transformó en 1879 en el PSOE.

En 1888 con la legalización de los sindicatos se fundó en Barcelona la UGT.

En 1910 se creó en Barcelona la CNT que en 1920 tenía 714.028 afiliados, el triple que la UGT.

En 1921 un grupo de socialistas del PSOE funda el PCE que defiende el modelo revolucionario de Lenin en Rusia.

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El liberalismo económico es la doctrina económica desarrollada durante la Ilustración, formulada de forma completa en primer lugar por Adam Smith y David Ricardo, que reclama la mínima interferencia del Estado en la economía. La libertad económica o la libre empresa conduciría a una sociedad más igualitaria y al aumento indefinido de la prosperidad, así como a la decadencia de una nación. El orden espontaneo sería generado por la mano invisible que conduce a los individuos que sigan su egoísmo particular. Habitualmente se resume en la expresión francesa laissez faire, laissez passer (dejad hacer, dejad pasar).

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El proteccionismo es el desarrollo de una política económica en la que, para proteger los productos del propio país, se imponen limitaciones a la entrada de similares o iguales productos extranjeros mediante la imposición de aranceles e impuestos a la importación que encarezcan el producto de tal suerte que no sea rentable.

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El crecimiento vegetativo o natural de la población es la diferencia entre el número de nacidos y el número de fallecidos en un lugar durante un año, expresado normalmente en tantos por 100.

Es positivo cuando el número de nacidos supera al de fallecidos; es negativo cuando las muertes superan a los nacimientos.

                                                 Nº de nacidos- Nº de defuncionesCrecimiento vegetativo =  ------------------------------------------------ x 100                                                              Nº de habitantes