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Fabiola

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“Fabiola”, 1947. Firma: Masshen G 47.Óleo sobre lienzo, 40’3 x 29’8 x 0’95 cm. Procedencia desconocida.

La que fue canonizada como Santa Fabiola, vivió en Roma en los primeros años del cristianismo. Procedía de familia noble y estuvo casada, después se divorció y, presionada por su familia, se une por segunda vez en matrimonio. Tras la muerte de su esposo, Fabiola acude a la basílica de San Juan de Letrán de Roma vestida con tela de saco y cubierta de cenizas, y realiza públicamente un acto de penitencia por los pecados cometidos. Fue perdonada por el Papa, hecho tras el que dedicó el resto de su vida y de su gran riqueza a ayudar a pobres y enfermos, para los que fundó un hospital en la capital italiana. Fabiola, canonizada en 537, es la patrona de las mujeres casadas, maltratadas y divorciadas, así como de las enfermeras.

La primera cara que el visitante descubre en Fabiola es la materna, retratada en edad fértil, representando así, incluso en las imágenes más infantiles, una figura de generosidad y sufrimiento que abandona cualquier connotación melodramática. Fabiola se presenta como una mujer joven y “santa”, más allá de su realidad personal, con dos matrimonios problemáticos y su posterior acto penitente. El paño rojo que recubre su cabeza representa la humildad y la caridad. El flequillo, presentado en dos capas, indica su pudor, en la medida en que la pintura describe el gesto de cubrirse. El retrato de perfil se

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asocia con las descripciones de la Virgen o de las santas, y también es sinónimo de virtud.

La historia de Fabiola es muy ilustrativa. Una rica patricia romana, cristiana, perteneciente a la gens Fabia, fue casada muy joven con un hombre mayor, disoluto y adúltero. Fabiola se divorció según la ley romana y volvió a casarse mientras el primer marido vivía aún. Siendo una cristiana notable fué censurada desde el púlpito por San Jerónimo. Cuando su segundo marido murió vistió ropas de penitente y se humilló en el pórtico de la basílica de Letrán, lo que conmovió a los fieles. El papa San Sírico la dispensó y volvió a comulgar. Dedicó su fortuna a la caridad y a establecer un hospital en Roma, donde se supone que cuidó personalmente a los pacientes y se incorporó a un círculo de mujeres piadosas alrededor de San Jerónimo. Cuando éste se trasladó a Jerusalem lo visitó e intentó dedicar su vida a la oración y a la contemplación, a las devociones solitarias. Se incorporó a un convento, en Belén, dirigido por Santa Paula; no es claro por qué lo abandonó. Decía San Jerónimo que la idea de soledad de Fabiola se comparaba a la de vivir en una taberna colmada de viandantes. Su retorno a Roma coincidió con la huída de San Jerónimo a Jafa por su conflicto con el obispo Juan de Jerusalem, respecto de las enseñanzas de Orígenes. También, por ese entonces, los hunos hacían incursiones en las provincias orientales del Imperio. Ya en Roma proveyó los fondos para fundar un nuevo hospital en Ostia junto con San Pammachio (¿Pamacio?), yerno de Santa Paula que había enviudado y tomado los hábitos. Fabiola murió en 399 y su funeral fue un acontecimiento en Roma.