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IBAGUÉ, MAYO 16 DE 2010 FA CE CULTURA AL DÍA Ensayo A un joven novelista Mario Vargas Llosa Entrevista Sobre la existencia de Dios Leovigildo Bernal Cine Siete bellezas Luis Rozo TAS

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IBAGUÉ, MAYO 16 DE 2010

FACECULTURA AL DÍAEnsayoA un joven novelistaMario Vargas Llosa

EntrevistaSobre la existencia de DiosLeovigildo Bernal

CineSiete bellezasLuis Rozo

TAS

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FACETAS IBAGUÉ, MAYO 16 DE 2010

Palabra del díaPalinodia

SMario Vargas Llosa*

ólo quien entra en lite-ratura como se entra en religión, dispuesto a dedicar a esa vocación

su tiempo, su energía, su es-fuerzo, está en condiciones de llegar a ser verdaderamente un escritor y escribir una obra que lo trascienda. No hay novelistas precoces. Todos los grandes, los admi-rables novelistas, fueron, al principio, escribidores apren-dices cuyo talento se fue ges-tando a base de constancia y convicción. La literatura es lo mejor que se ha inventado para defen-derse contra el infortunio. En toda fi cción, aun en la de la imaginación más libé-rrima, es posible rastrear un punto de partida, una semilla íntima, visceralmente ligado a una suma de vivencias de quien la fraguó. Me atrevo a sostener que no hay excepcio-nes a esta regla y que, por lo tanto, la invención química-mente pura no existe en el do-minio literario. La fi cción es, por defi nición, una impostura, una realidad que no es y sin embargo fi n-ge serlo, y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad, una creación cuyo poder de persuasión depende exclusivamente del empleo efi caz de unas técnicas de ilu-

sionismo y prestidigitación semejantes a las de los magos de los circos o teatros. En esto consiste la auten-ticidad o sinceridad del nove-lista: en aceptar sus propios demonios y en servirlos a la medida de sus fuerzas. El novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos o temas de una manera racio-nal, porque piensa que de este

modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico y lo más proba-ble es que, por ello, sea tam-bién un mal novelista (aun-que alcance el éxito: las listas de bestsellers están llenas de muy malos novelistas). La mala novela que carece de poder de persuasión, o lo tiene muy débil, no nos con-vence de la verdad de la men-tira que nos cuenta. La historia que cuenta una novela puede ser incoherente,

pero el lenguaje que la plas-ma debe ser coherente para que aquella incoherencia fi nja exitosamente ser genuina y vivir. La sinceridad o insinceridad no es, en literatura, un asunto ético sino estético. La literatura es puro arti-fi cio, pero la gran literatura consigue disimularlo y la me-diocre lo delata. Para contar por escrito una

historia, todo novelista inven-ta a un narrador, su represen-tante o plenipotenciario en la fi cción, él mismo una fi cción, pues, como los otros persona-jes a los que va a contar, está hecho de palabras y sólo vive por y para esa novela. El de las novelas es un tiem-po construido a partir del tiempo psicológico, no del cro-nológico, un tiempo subjetivo al que la artesanía del nove-lista da apariencia de objeti-vidad, consiguiendo de este modo que su novela tome dis-tancia y diferencie del mundo real. Lo importante es saber que en toda novela hay un punto de vista espacial, otro tempo-ral y otro de nivel de realidad, y que, aunque muchas veces no sea muy notorio, los tres son esencialmente autóno-mos, diferentes uno de otro, y que de la manera como ellos se armonizan y combinan resul-ta aquella coherencia interna que es el poder de persuasión de una novela. Si un novelista, a la hora de contar una historia, no se impone ciertos límites (es de-cir, si no se resigna a esconder ciertos datos), la historia que cuenta no tendría principio ni fi n.

*Escritor peruano. Texto suministrado.

Consejos a un joven novelista

Se llama así la retractación pública de algo que se había afirmado anterior-mente. En tiempos de la Inquisición se decía de aquellos que se arrepentían de alguna herejía que ‘cantaban la palino-dia’, esto es, que se desdecían y negaban lo que habían afirmado antes. También se llaman palinodia los es-critos y obras literarias cuyos autores se retractan de una opinión o de un punto de vista que sostuvieron en algún traba-jo publicado antes. El primer ejemplo histórico de palino-

dia como subgénero literario correspon-de al poeta griego Estesícoro, que vivió entre los siglos VII y VI a. de C. Este-sícoro afirmó en un poema que la úni-ca culpable de la guerra de Troya había sido Helena, la mujer de Menelao, pero fue obligado a escribir una palinodia para congraciarse con los espartanos, que la veneraban. La palabra se formó a partir del griego palin (otra vez) y oidé (canción, poema). Oidé también está en otras palabras de nuestra lengua, como oda y tragedia.

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El cuentoAtlas

Poesía Adriana Díaz EncisoEscritora mexicana

Margeris Campo Peñaloza*

No más de cinco minutos le había lle-vado coronar los ocho mil ochocientos cuarenta y ocho metros de nieve perpe-tua del Himalaya y ahora, sentado sobre una roca blanca que dominaba el resto del mundo a su alrededor, sintió que una profunda tristeza se apoderaba de él. Había abandonado todo lo que siempre le era tan familiar y ahora en la cumbre del elevado monte meditaba en la mejor manera de recuperar lo perdido, pero sin perder altura. Con la primera llovizna llegó la noche que duró apenas ochenta y ocho minutos. Amaneció entonces desvelado y preso de un extraño desasosiego. No había tiem-po que perder, recorrió entonces con su mirada insomne la vastedad de la tierra toda, desde la cabeza congelada del Polo Norte hasta las uñas de la Patagonia, deteniéndose de pronto en el ombligo Ecuatorial del mundo. Alargó entonces su mano, la derecha, recogiendo entre sus dedos las ruinas de Machu Picchu y los vestigios secretos de las pirámides de Egipto, como quien desbarata un pesebre navideño; con la otra mano, la izquier-da, arrancó todas las siembras de café arábigo de su América evocada, entre la verdura infinita de los guamos y los plátanos reverdecidos; luego de una as-

piración profunda que le hizo recordar de pronto las inhalaciones infantiles de sus primeros resfriados, se metió en su nariz y pulmones los vientos azufrados y las densas fumarolas de todos los volcanes de la línea de fuego centroamericana y en su nariz se levantaron los andes entre cóndores y nubes; le bastó apenas des-pués una leve inclinación de su cabeza para beberse de un largo y contenido sor-bo las cataratas del Niágara; se humede-ció el pelo con el Mississippi y luego, en el hueco de su mano, la derecha, recogió el Amazonas, embravecido y color melco-cha para guardarlo plateado de pirañas en el bolsillo trasero de su pantalón. Estornudaba sobre la plaza Garibal-di y los mariachis pensaban en el adve-nimiento segundo del diluvio universal, cuando sonó un par de veces la estri-dencia del timbre en la puerta de la sala tres. Se restregó los ojos para reconocer los anaqueles silenciosos de la biblioteca y otra vez el último timbre que anuncia-ba el final de la jornada. Abandonó el libro de Geografía. Afuera el aguacero arreciaba como en alguna de las cumbres infinitas y heladas del Hi-malaya.

*Estudiante Economía Universidad del Tolima. http://mariposaerrante.

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La noche

La nocherompe la piel delgada queme envuelve.

Es mi desnudezentonces absoluta.

Si me tocas no voy a abrir los ojos.No voy a abrir jamás los labiospor no dejar que escape el besopor no dejar que la noche se dilu-ya.

Guardo tus manos dentro de mi cuerpo.Guardo una caricia oscura de cada noche que seha abiertosobre mi vientre abiertosobre esta inevitablemente abierta desnudez.

Bebo los nombres

los silencios que me tocancuando el tacto hace a la noche.

Guardo tus dedos en mis venascomo guardo ortigas de otro aleteo nocturno,como guardo retratos en la lengua.Recojo celosa cada astilla de tu cuerpo.todos los caracoles de mis mareas soñadas.Me construyo dentro todo lo que se rompetodo lo que dejascuando cierras persianas en mi rostropara ser otra palabra de memoria.

Guardo todos los vocablospara la vista ajena que me mira sin recuerdopara que me crea el cristal si digo que soy yola misma desnuda de la nocheque agota el amor en su boca.

Obras de la artista colombiano Jaime López Correa.

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“Yo fui incrédulo e inclu-so ateo porque esa fue la formación intelectual que yo mismo me di, sin enten-derlo entonces ni proponér-melo, dado que era todavía un niño cuando empecé con ese cuento”, de esta manera Leovigildo Bernal empieza a explicar el título de su últi-ma obra, El origen de Dios. Aunque, hasta el momen-to, el título de la obra y su afi rmación parezcan contra-dictorias en cualquier senti-do, Bernal continúa con la historia del por qué llegó a semejante cambio y a estas

dos posiciones opuestas. Si bien es hijo de una tradi-cional familia tolimense, en Chaparral el autor lidiaba desde muy joven con la for-mación católica que recibió tanto en su hogar materno como en los colegios en los que adelantó sus estudios de primaria y bachillerato. “Estaba dedicado a leer y estudiar obras ateas, el primer libro que leí comple-to fue uno de los tres tomos del Diccionario Filosófi co de Voltaire, que es uno de los ateos más serios y famosos de toda la historia de la hu-manidad”, agregó Bernal, mientras continúa con su relato. De ahí pasó a Marx, En-gels y Lenin e incuso llegó a leer obras teístas como las “Confesiones” de San Agus-tín, pero no le llamaron la atención como él mismo lo comenta; es así como dedicó gran parte de su vida a culti-var el Materialismo Dialéc-tico e Histórico. Bernal se desempeñó como rector de la Universidad del Tolima hasta 1974, año en el que por petición de su mujer

“La existencia“La existencia de Dios” de Dios”

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viajó por pura recreación a San Agustín, no sin antes re-visar minuciosamente todos los libros y reseñas que pudo encontrar sobre el parque arqueológico. “En ese entonces estaba ob-sesionado con la teoría de la evolución de Darwin, así que de primer golpe estos mono-litos sólo me parecieron una

representación de los dio-ses en los que los indígenas creían”, comentó Bernal. Pero con una revisión más cercana Bernal encontró una relación inconfundible entre la teoría darwinista y las es-tatuas de San Agustín, pues las fi guras antropomorfas del parque, que dejan ver sus dentaduras, tienen colmillos

o caninos muy prominentes, situación a la que Darwin hace referencia explicando el tema de la dentadura actual de los humanos. Darwin entiende que las largas raíces de los caninos son vestigios de la existencia de dientes ancestrales mu-cho más largos y prominen-tes, cuestión que no se aplica para el resto de los dientes. “De esa misma manera terminé dándome cuenta de que varias de las estatuas de San Agustín son suscep-tibles de ser interpretadas como indicativas del origen anatómico y evolutivo de las orejas del hombre, pues se concluye que estas orejas son rudimentos de crestas ancestrales”, aseguró el ex rector de la Universidad del Tolima. Después de este hallazgo, Leovigildo quiso atribuirse el descubrimiento que para

Darwin fue esquivo, el de la evolución de las orejas y su aparición en la especie hu-mana y en otras, pero pensó dos veces y comprendió que el verdadero descubrimiento lo hicieron hace más de 500 años los escultores de las piedras que están alojadas en San Agustín. Posteriormente encontró esta misma coincidencia en las imágenes descritas por Dante Allighieri en la Divina Comedia, así que los interro-gantes se abismaron y em-pezó a buscar afi rmaciones de los textos antiguos y que luego aparecían como descu-brimientos de la ciencia mo-derna. “Por ejemplo, la ciencia afi rma que el hombre y los animales se originaron en la evolución que partió de la materia inorgánica, eso mis-mo se afi rma en el Génesis bíblico, que los animales y el hombre fueron hechos del polvo del suelo; resulta evi-dente que el polvo del suelo es materia inorgánica, o si orgánica, originada en aque-lla”, agregó el escritor. Todas estas inquietudes y coincidencias llevaron a Ber-nal a inquietarse sobre la existencia o no de Dios, pues esta ha sido una discusión constante entre aquellos que parecen contradecirse pero que en el fondo no lo hacen, como ya lo había demostrado con los casos anteriores. Aún así señala que la ma-yoría de los científi cos desco-nocen el origen de la materia y el orden que reina en el

Universo, pues no han en-contrado explicación a ello y en palabras del mismo Vol-taire “el mundo me descon-trola, pues no puedo enten-der, cómo ese reloj funciona sin relojero haber”. De esta manera, el fi ló-sofo duda no sólo del conoci-miento propio sobre el orden de las cosas, sino también de esa necesidad de encontrar un ordenador, que para Ber-nal sería alguna especie de dios. “Cuando Albert Einstein expuso y demostró científi ca-mente que la materia se ori-gina en la energía, aquellos científi cos ateos volvieron a proclamar la muerte de Dios. Dios no existe, dijeron, sino la energía, de ésta se forma la materia, o sea que toda la materia es cierto estado de la energía original”, agregó Bernal. Bernal entiende a su vez que este hecho generó inclu-so una incertidumbre mayor que al comienzo no fue perci-bida y es la del origen de la energía que había generado el Universo, incluso mencio-na que el propio Einstein lo que buscaba era conocer en qué forma Dios creó todo esto. Teorías y hechos de la hu-manidad como los anteriores hacen parte del gran entra-mado de ideas que forman esa teoría sobre el origen de Dios, pues da cuenta de las difi cultades que enfrentan y enfrentaron los científi cos y de la dialéctica que se gene-ra entre fe y razón.

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Willian GeovanyRodríguez Gutiérrez*

El libro ¿Dónde está la franja amari-lla?, que inicialmente se llamó Colom-

bia, el Proyecto Nacional y la Franja Amarilla, y que contó con el apoyo

de la Editorial Norma, fue conce-bido en 1997 por el escritor toli-

mense William Ospina, y dado a conocer en 1999 en la pri-mera edición de septiembre en la ciudad de Bogotá, D.C. En sus setenta y seis pági-nas se revelan, a manera de ensayo, más los des-aciertos que los aciertos de un país que la cruenta historia ha olvidado. Por eso, el autor de este libro tiene a bien hacer un inventario de hechos y cau-

sas con el fi n de recuperar la memoria, y más allá de

eso pretende que nosotros, los colombianos, recapacitemos y

nos redimamos a partir de cier-tas vicisitudes que no nos han de-

jado crecer. Sin ese repensarnos, la imagen de nuestro país seguirá enlo-dada como hasta ahora ha sucedido, salpicada de “violencia, caos, corrup-ción, inseguridad, cobardía, miseria y por la desdicha de millones de seres humanos”. (Ospina, 1999: 34). Hechos que han llevado al autor a generar conciencia social a través

de su crítica, puesto que en éste país, según él, “nosotros hemos sido incons-cientes de sus riquezas” (Ospina, 1999: 20) y cuando las reconocemos las me-nospreciamos. Además, este libro es de vital importancia porque nos con-duce a reconocer que nosotros caímos en los errores más frecuentes en el país: avergonzarnos de nuestro terri-torio, dejar que otros pisoteen nues-tros derechos y, como si fuera poco, no hemos hecho nada por hacer que se engrandezca, tal vez porque muchos de nosotros no nos identifi camos con él. “Así ningún país podrá construir jamás un orden social justo y equili-brado si no es capaz de reconocerse a sí mismo y de diseñar su proyecto eco-nómico, político y cultural a partir de esa conciencia de sus posibilidades y sus limitaciones” (Ospina, 1999: 56) Pese a todo, y como lo señala el mis-mo autor, “Colombia siguió postrada en la veneración de modelos cultura-les, ilustres, siguió sintiéndose una provincia marginal de la historia, siguió discriminando a sus indios y a sus negros, avergonzándose de su complejidad racial, de su geografía, de su naturaleza” (Ospina, 1999: 15). Y si eso ha pasado es porque hemos vendido a nuestro país ante las gran-

des potencias mundiales sin medir las consecuencias; lo anterior ha llevado a que se origine en él una mayor des-integración en sus comunidades, a un atraso en todos los campos de acción frente a otros países y a un caos total, todo por pensar en los intereses perso-nales y no en los intereses de nuestro propio pueblo que ha visto cómo sus sueños e ilusiones se han estancado. Por tal razón, William Ospina afi r-ma: “Lo que vivimos es el desencade-namiento de numerosos problemas re-presados que nuestra sociedad nunca afrontó con valentía y con sensatez; y la historia no permite que las injus-ticias desaparezcan por el hecho de que no las resolvamos” (Ospina, 1999: 13). Finalmente, siguiendo de cerca las ideas del autor, es necesario que no-sotros nos reconozcamos, pensemos en nuestro país, hagamos refl exiones y propongamos reformas que contri-buyan a consolidar en un proyecto democrático, económico y cultural porque, de lo contrario, seguiremos siendo indiferentes con nuestra pro-pia Patria.

*Licenciatura en Lengua Castellana. UT.

¿Dónde está la franja amarilla?

Jesús Alberto Sepúlveda Grimaldo*

Una araña gigante antediluvia-na y laboriosa, concebida en la vas-tedad de la soledad infi nita teje el universo naciente de los hombres, para luego, quizá amodorrada por el esfuerzo de los siglos, dormir entre las manos entreabiertas de unos seres recién creados, que de pronto son gusanos que se mudan en insectos para tejer en sus cuer-pos el molde irreversible de todos los hombres. Así soñó y construyó palabra a palabra en un amasijo de tierra, fuego, aire y agua el poeta Ebroul Triana el paisaje infi nito del mundo y la aventura del hombre en su más reciente poemario “Ofren-das”. Dos pedazos de universo cincela-dos con un punzón sobre la piel de la piedra milenaria o con el canto de los sueños en la epidermis ina-bordable de las almas, ocupan la brevedad del libro como un suspiro inacabable habitante en las caver-

nas donde sólo es posible la luz de las antorchas. PETROGLIFOS, la primera par-te del lírico concierto lo ocupa un fantástico bestiario que nos deja oír las voces del caballo desbocado, las serpientes perezosas, los venados rojos, el jaguar que pernocta en to-dos los acechos o el mítico bisonte que nos trae a la memoria olvida-diza las cuevas de Altamira. Todo un coro armonioso que de pronto se mezcla en esa “... danza de colo-res y fuego” donde “los hombres y los animales, se conjugan...”. Y en ese encuentro entonces, el canto y la danza ancestral de la sangre manchando la fi losa humanidad del hacha; la máscara angustiada pintada con achiotes amarillos, rojos, sepias, ocres o naranjas, al unísono perplejo de los petroglifos inventando el primigenio lenguaje de los hombres, el eterno vocablo de la bestia. FRAGMENTOS, tocando los lin-deros de la muerte, pero sin llegar nunca del todo a su dolorido territo-

rio, la segunda parte del poemario, donde el hombre parece desplazar el resto de la creación para toparse cara a cara con sus dioses, para que el poeta confi ese corazón adentro: “He inventado un dios para mí/ He construido un altar para refl e-jarme en él”. Esa misma divinidad que por igual habita en los troncos y montañas o en la perfección manual de una vasija de barro. Y el hom-bre fragmentado entonces entre esquirlas de sombras, pedazos de angustia o restos de despojos como una pregunta para la infi nitud de las respuestas, para reinventarse recogiendo la cosecha de sus partes extraviadas y reconocerse luego en el espejo de algún río el laberinto insobornable de su rostro. OFRENDAS, el sacrifi cio perfec-to y la palabra. La huella que ha dejado el hombre tras de su propia huella.

*Escritor colombiano. http://fascinacionvagabunda.

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Otra creación del mundo en los poemas de Ebroul Triana

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PLuís Rozo*

ascualino siete bellezas es un título irónico tanto para refe-rirse a cierto cretinismo de los

italianos esparcido entre la población gracias a las actitudes histriónicas del ducce Benito Mussolini encumbrado en el poder con sus gestos elocuentes del mentón echado hacia delante y sus brazos en jarras, acompañado de un balanceo que insinuaba el poder arbi-trario ejercido sobre los borregos, como para burlarse de esa especie de mafi a que acompaña al espíritu de cuerpo a las familias leales a sí mismas como a sus mentiras. Son muy evidentes las relaciones que la directora hace en los planos donde vemos la foto del Duc-ce y también el rostro de Pascualino gestualizando similarmente. De esta manera sencilla encontramos una re-ferencia histórico social precisa para que el texto cinematográfi co nos diga en qué modelos se perfi laban social-mente las actitudes de los italianos comunes y corrientes, esos que se ate-morizaban ante los crímenes cometi-dos luego de que la torpeza los había impulsado a cometerlos. Pero, ciertamente, la película está haciendo referencia a un lema que cada vez se olvida más: la dignidad debe ser lo último que se pierde. Esta idea un tanto incomoda para estos italianos fantoches, muy poco modé-licos o evocadores de los grandes de coraje como Giordano Bruno, y perdó-nese la comparación tan abrupta, es la que fundamenta todo el fi lm como un texto preocupante, no sólo para los fascistas italianos de aquel momento donde tales cretinos se habían toma-do el poder, sino para la impostación de tantos contemporáneos que hoy sufren del mismo mal, y todavía aun mas dadas las afugias que acosan a la mayoría de los pobladores del plane-ta. Entre más precariedad de recursos se tenga, al parecer, se está dispuesto a vender el alma al diablo, pero muy persistentemente a optar por el tra-je del camaleónico personaje, que se adapta a las circunstancias más hu-millantes para sobrevivir. Pascualino utiliza estrategias torpes haciéndose el de la vista gorda, supuestamente convencido de que los otros no se per-catan de sus poco lúcidas trapacerías. Parte del hecho de subestimar a los otros creyéndolos estúpidos o tarados, hipotéticamente incapaces para com-prender su movimientos mentirosos y medianos. Si algún sentido tiene la

palabra mediocre, es en este tipo de personajes tan abundantes hoy día, donde mejor se encarna la esencia de un tal comportamiento, que hace daño igual o peor precisamente al intérprete de tan calamitoso papel. Lo peor de todo, asume la actitud de no tener plena conciencia de los hilos que teje, para caer en el terreno que le permite cierta tranquilidad de espíritu y cierto conformismo de estó-mago repleto y satisfecho: el cinismo. En este punto podemos decir que el fi lme da un retrato pertinente y ade-cuado de este estado mental que ha retratado la novela, la poesía incluso, y también la pintura si vemos cuadros de un Otto Dix o de un Munch, por ejemplo. Muy difícilmente un texto sociológico pueda referirlo, y desde la etnografía, tal vez la metodología de una descripción densa nos la pueda

proporcionar. El arte en muchas oca-siones es más complejo y potente para darnos a conocer las precariedades de que estamos a veces constituidos los humanos. Y este es un conocimien-to del más puro sentido pertinente, para proporcionarnos cuadros que no sean encubridores tras una amable o bella sonrisa, de los más prosaicos y ordinarios modos de ser personales. Porque Pascualino siete bellezas está desmitifi cando la personalidad de los cretinos, aquellos que subesti-man a los demás creyendo que siem-pre sus actos van a estar al encu-bierto de sus actividades escondidas o dichas a sotto voce, pues en el es-pacio público no es posible exhibirlas impúdicamente como se lo asume en lo privado. Precisamente es gracias al encubrimiento que da el campo de concentración donde el poder reduce

a la indefensión más absoluta a los prisioneros, donde Pascualino es ca-paz de asumir su degradación a los lí-mites de no importarle rebajarse a la expresión mínima del sometimiento, aceptando incluso matar a su propio amigo, para satisfacer su pulsión de vivir, aspecto en el cual, el prisionero anarquista, propone una actitud don-de efectivamente no se pueda perder la dignidad ni en los últimos momen-tos de la existencia. Y si le tratan de imponer la humillación, enfrentar la muerte como una salida preferente a la ser tratado como una basura, cuando es muy claro que se es ante todo persona y sujeto de respeto. El prisionero anarquista, interpretado por Fernando Rey, prefi ere lanzarse al pozo séptico lleno de excrementos y ser ametrallado, a seguir soportan-do la degradación a la que lo someten los nazis con su arbitrariedad y hu-millaciones. Esta es otra enunciación que el texto fílmico de la Wertmuller formula de una manera explícita y directa. La estructura narrativa parte desde la precariedad de la huida desertan-do del Ejército italiano, para fugarse a la Unión Soviética, no se sabe por qué de esta elección, para irse a los recuerdos de Pascualino en su Roma natal, hombre de la casa con sus siete hermanas, un pasado donde el héroe exhibe sus fantocherías y su falso coraje, avanzando en la línea de un presente, el de la caída como prisio-neros de los alemanes, y el de la vida sometida del campo de concentración, para terminar luego de la fi nalización de la guerra en un presente aparen-temente promisorio, en el que la feli-cidad pasa por refugiarse en el olvido aceptando casarse y tener hijos con la niña de sus ojos, quien fruto de la li-beración norteamericana ha caído en lo que más aborrecía y denigraba de sus hermanas, el de ser putas. Y no es por la vía de darse cuenta de que a veces existen putas más decentes y honestas que las señoras más de-centes y encopetadas, sino porque al decadente Pascualino siete bellezas no le queda otra alternativa para se-guir llevando la vida a cuestas con su pasado ignominioso que tragarse la bazofi a que algún día hipócritamente desechó. En Pascualino, tan proclive a la indignidad, no es difícil que siga repitiendo su estupidez si se trata de la necesidad de seguir sobreviviendo.

*Cinemateca del Tolima

Pascualino siete bellezas

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LIBROSLIBROSTítulo: Quién le cubre la esplada

Autor: Keith FerrazziEditorial: Norma

El planteamiento de Quién le cubre la espalda. Construya relaciones profundas y de confi anza que lo lleven al éxito es tan concreto como revo-lucionario: el camino real hacia el éxito en el tra-bajo y en la vida es a través de la creación de un círculo de relaciones personales de largo alcance. Pero el autor habla realmente de relaciones pro-fundas, muy cercanas con un par de individuos que ofrezcan estímulo y aliento permanentes, retroalimentación y apoyo. Para Keith Ferrazzi, autor del libro, esta es la clave del éxito en los negocios. Y al detalle explica cómo alcanzar ese nivel en las relaciones interpersonales.

CINE

Colprensa La Junta Directiva del Festival Internacional de Cine de Cartage-na, FICCI, aceptó la renuncia pre-

sentada por su director Ricardo Vélez Pareja. “Mis razones son personales, pero seguiré vinculado como miembro de la Junta Directiva”, dijo Vélez Pare-ja, a El Universal, y subrayó un balance positivo del Festival que celebró este año medio siglo de historia. Vélez Pareja explicó que requiere de tiempo para continuar con su ejercicio profesional como aboga-do y catedrático de la Universidad de Cartagena, en la que ha estado vinculado en los últimos 35 años, además en la escritura de nuevos libros de fi cción. Ricardo Vélez Pareja es doctor en derecho y cien-cias políticas y docente de la Universidad de Car-tagena, especializado en Derecho Público en la Universidad Externado de Colombia. Cinéfi lo. Participó como actor en la película de Gillo Pontecor-vo, ‘La Quemada’ con Marlon Brando. Presidente fundador de la Casa de Amistad y Cultura de los Pueblos, durante 10 años fue Vicepresi-dente del Festival Internacional de Cine de Cartagena; miembro fundador y Presidente de la Fundación Patrimonio Cul-tural de Cartagena, miem-bro de la Asociación de Escritores de Bolívar, miembro de la Academia de Historia de Cartagena, y colum-nista de El Universal y otros me-dios nacionales.

Festicine busca director

DIRECTOR: Antonio Melo Salazar JEFE DE REDACCIÓN: Martha Myriam Páez Morales

COORDINADOR: Benhur Sánchez Suárez, Redacción cultural EL NUEVO DÍA

PERIODISTA: Nazly Johanna Pita EDITOR: Billy Edison Zúñiga Valencia

DISEÑO: Ingrid Johanna Bustos ILUSTRACIONES: Obras de la artista

colombiano Jaime López Correa FOTOS: suministradas, Internet/ EL NUEVO DÍA. Carrera 6 No. 12-09 Tels. 2770050 - 2610966 Ibagué - Tolima

- Colombia Apartado Aéreo 5476908-K www.elnuevodia.com.co

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa del Grupo Editorial

Aguasclaras S.A.. ISSN: 021545-8.

Título: Animales domésticosAutor: Antonio García Ángel

Editorial: Norma

Animales domésticos narra la historia de un profesor tontamente encaprichado con su alumna; dos amantes cuya rela-ción se desmorona cuando empiezan a contar las veces que han hecho el amor; un hombre insignifi cante que conoce a dos lisérgicas diosas; un pobre diablo vestido de Papá Noel a quien la casuali-dad le regala la reivindicación perfecta; una niña testigo de los proverbiales erro-res de sus parientes; dos hermanos que comparten un fatal secreto; una criada latina en una mansión en Key Biscayne, encerrada como un hermoso pez en un fl orero de vidrio.

MÚSICA