Federico Falco - Cuento de Navidad

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  • 7/27/2019 Federico Falco - Cuento de Navidad

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    Cuento de navidad

    Federico Falco

    I

    Las de los veinticinco de diciembre suelen ser noches de calor. Usualmente alfinal de la tarde el to Abel comienza a preparar el cordero. Saca el plstico negro conque lo han trado, muerto, cuereado, sangrado, desde el campo. Lo abre por el vientre, loaplana. Quedan las costillas relucientes y rosadas al aire. Se secan, en el aire, brillan.Acumula la primera pila de lea en el asador y prende el fuego. Mientras tanto la nonnaviaja desde la cocina a la parrilla. Atraviesa la galera. Usted quin es?, pregunta cadavez. Usted qu hace ac?, pregunta cada vez. Fuera, fuera, porcachn, grita.

    La nonna est enferma.

    En su casa festejaremos Navidad.

    Es una mujer pequea y gruesa. Con el tiempo y la vejez, su cara se hadeformado, corrindose la piel: siempre el ceo fue adusto. En una foto que se conservade su luna de miel, es joven y sonre. Maciza pero joven. Fue en mil novecientos treintay siete. Durante una semana durmieron juntos, en un hotel de las sierras, por primeravez. Ambos la vista fija en el techo. Callados. Una de las tardes de esa semana de viajede bodas, se hicieron sacar la fotografa en la que ella apenas pasa un brazo por sobrelos hombros de su reciente marido y que es la fotografa que se conserva. Estn

    apoyados en una pirca. Detrs hay una agave gigante y un arbolito que parece deciruelas. Ella era maciza pero joven. Dicen que rea todo el tiempo, igual a como taMary, su hija, re ahora todo el tiempo. Yo nunca la vi rer: cuando nac, ella ya eravieja.

    Ta Isabel tiene una foto de la nonna en un portarretrato, en el comedor de sucasa. Estn ellas dos: ta Isabel y su mam -mi abuela-abrazadas. Sin embargo, la nonnano est cmoda. Apenas si ha accedido a esa foto. Quiere que todo termine, que no lamolesten. Ta Isabel sonre diciendo nada pasa. Es una fotografa de hace algunos aos:la nonna tiene el pelo gris y revuelto, como si recin se levantara de la cama. Aplastado

    a los costados y levantado en el centro. La foto ha sido tomada en alguna ocasinespecial: un aniversario, una fiesta, una navidad.

    En los ltimos tiempos ella ya no se dejaba peinar.

    Algn da le voy a pedir a mi ta Isabel que me regale una copia de esa foto. Oque me la preste para hacer una fotocopia color. Como est ah, as la recuerdo a minonna Margarita.

    II

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    Mi ta Isabel es la hermana de mi ta Mary. Ellas son las dos nicas hijas de lanonna. Despus estn el to Nstor y mi pap. El to Abel es el marido de la ta Mary.

    El to Abel asa el cordero. A veces es lechn en lugar de cordero. A veces lo asael to Nstor. Mi primo Lucas siempre fue el encargado de ayudar a hacer esas cosas: le

    gusta. Mi primo Mauricio tambin ayuda.

    De todas maneras la nonna no reconoca a ninguno. A todos nos echaba.

    Cuando le explicbamos quines ramos, qu hacamos ah, por qu leestbamos trastocando la casa, comenzaba a llorar y peda disculpas. Tena siempre un

    pauelito en la mano. Lo guardaba, apretado en un bollo, en la manga de su campera. Serestregaba la cara de una manera muy particular, como queriendo arrancarse unasuciedad de aos.

    El nonno Jos, mientras vivi, controlaba la coccin del cordero sentado en unbanco de piedra, debajo de la acacia, frente a la galera. La acacia tena hojas pequeas:en otoo amarilleaban y caan de a miles, todos los das. Se barra constantemente, perolas baldosas del patio siempre estaban cubiertas de hojas amarillas, pequeas. Norecuerdo mucho del nonno Jos. Cosas aisladas. Una vez, en una de estas tardes de

    preparativos, sentado en el banco de piedra, debajo de la acacia, lade su cuerpo haciaun costado y se tir un pedo. Nadie dijo nada. Slo mi hermano, que era el ms chico, seri sin disimulo.

    Pelaba ajos, sentado en la punta de la mesa, adentro, en la cocina, mi nonno

    Jos. As tambin lo recuerdo. Los dedos frgiles, las uas largas y amarillas seincrustan en la cscara venosa y blanca de los dientes de ajo, que cruje y cae, el ajolibre. Eso debe haber sido en invierno: estara preparando la bagna cauda. O tal vez eranlos ajos para el chimichurri del cordero que comeramos esa navidad. Tal vez era veranoy llova, o haba refrescado de pronto, y eso fue lo que lo oblig a dejar su banco de

    piedra, debajo de la acacia, y recluirse en el comedor, sentarse en la punta de la mesa.

    Mi nonno Jos no contaba historias.

    No era un abuelo que dijera: Yo recuerdo, en el ao treinta y tres, cuatro

    hombres, uno se llamaba Juan But y los otros Julin y Pedro Lpez y otro de quien elnombre nunca se supo, llegaron en un auto con las luces apagadas al campo dondeentonces vivamos y mataron a los tiros a mis dos hermanos, y encerraron a mishermanas en una pieza y arrastraron a mi madre por el piso, tomndola del rodete, porsobre el cuerpo de sus hijos, mis hermanos, muertos, pidiendo revelara dnde estaba eldinero.

    No, mi abuelo no lo contaba y podra haberlo hecho, porque todo era cierto. lescap corriendo por la tierra arada, atravesando una quinta a oscuras, con una bala enla boca.

    No hablaba de eso y de ninguna otra cosa, y cuando hablaba era en piamonts.

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    Yo no hablo piamonts.

    De su muerte slo recuerdo imgenes parciales, lugares, algunos gestos, la ropaque me haban puesto para el entierro. Tambin recuerdo a mi prima Vernica llorando.

    Mi nonna nunca memoriz la muerte de su esposo, nunca se acostumbr a sufalta. En la mitad de la maana, o cuando anocheca, o cuando estaba sentada en eltapial, notaba la ausencia y caminaba hasta donde nosotros vivamos -una casa linderacon la suya- para preguntar si Jos no haba vuelto del campo.

    - No, nonna, Jos muri -le respondamos y ella se quedaba llorando bajito,limpindose la cara con su pauelo, apenas sentada en una esquina de la silla.

    - Cundo? -preguntaba.

    - Hace tres aos, en octubre.

    Qu voy a hacer yo ahora, deca.

    Eso pasaba cinco o seis veces por da.

    Despus que el nonno Falco muri, alguien cort la acacia. El sol comenz apegar de lleno sobre la galera. Ya no haba hojitas amarillas y pequeas, las baldosasdel patio estaban siempre limpias. Se decoloraban al sol

    III

    Hay otra fotografa. Cumplan cincuenta aos de casados. Durmieron unasemana en un hotel de las sierras, en una misma cama, uno junto a otro, sin tocarse. lno pensaba en eso, pero, en la oscuridad, los rostros de Juan But y Julin y Pedro Lpezvolvan a aparecer. Y Margarita, joven y maciza, esperaba quieta. Cuando pasaron tresaos de noches as, l se ech sobre ella. Decidi que iba a olvidar. Que hacerlo eranecesario. Ahora haban pasado cincuenta aos de aquellas siete noches primeras. Sonsus bodas de oro, los rodea su familia: dos hijos, dos hijas, nueve nietos. En la mesa, latorta del festejo: de hojaldre, con la cubierta hecha de franjas alternas de azcar

    impalpable y cacao. Son las tortas que hacan en la panadera de Smutt. Lleg envueltaen un papel blanco, con dos tiras de cartn cruzadas sobre ella, en un endeble intento deproteccin.

    Una vez que enterr a sus hermanos muertos, l solo ha debido atender todo. Suspadres se mudaron al pueblo y ya nunca ms pisaron la tierra de la cual eranpropietarios. l volvi e hizo un pozo detrs de la casa y a ese pozo llev todas las ropasensangrentadas y las quem, removindolas con una horquilla. A nadie pidi ayuda. Un

    boyero miraba desde lejos, sin embargo l no lo llam. Hizo todo solo. Cambi resespor baados y por monte y puso su firma en escrituras, y tuvo un tambo, y todos los

    aos aada ms tierra a la propia. Ahora slo quiere su banco de piedra.

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    Al cordero lo asan a dos brasas. Arriba de la parrilla va un chapn, apoyado encuatro ladrillos, sobre el que se acomodan ms carbones, algunos troncos encendidos.Si, con mis primos, nos acercamos al asador, mi to Abel, mi to Nstor, levantan lachapa y nos muestran la carne en coccin.

    Al lado del asador hay un frasco con chimichurri. De tanto en tanto esparcen lasalsa sobre el cordero. El chimichurri est hecho con perejil, ajo, aj picante, especias,

    pimienta, sal. l ha pelado los ajos, ha picado el perejil, ha aplastado los granos negrosde pimienta con el canto de la hoja del cuchillo.

    Cuando se clava un cuchillo profundo en la carne, en la paleta, por ejemplo, y yano sale jugo rojo, es porque el cordero est cocido.

    Uno de los hermanos de mi nonno haba quedado vivo, en el pasillo, tirado. Losasaltantes lo remataron con un cuchillito de desangrar pollos, en el pasillo, tirado.

    IV

    Mi ta Mary regala a cada uno de sus sobrinos, para sus respectivos cumpleaos,una torta de coco. Hace aos.

    Dicen que mi nonna Margarita haca ravioles exquisitos. Cuando yo la conoc yano recordaba cmo hacerlos. A veces, si la mujer hosca que la cuidaba escapaba a fumarun cigarrito, ella, libre del control, fritaba papas y cebollas en una sartn negra. Hacauna fricass.

    Siempre haba olor a aceite quemado y a comida recalentada en su cocina.

    Desde que el nonno muri, a ella la sentaban en la punta de la mesa.

    - Cundo nos vas a hacer los ravioles, nonna? -pregunt alguien.

    Y ella asinti en silencio. Ya los iba a hacer. Despus preguntaba qu hacamostodos ah, cundo nos bamos a ir, quines ramos. Al llegar a los postres, el berrincheera tal que haba que levantarse y abandonar todo.

    Viva sola en esa casa grande. No permita que nadie la acompaara, o nosoportaba a nadie. A pesar de eso, una seora siempre se quedaba a dormir. Ella,entonces, esconda cosas. Guardaba. Todo el tiempo pensaba que esa seora, hosca ycon olor a tabaco, le robara.

    Paquetes de dulce de membrillo en el cajn de las medias.

    Medallitas de lata en la alacena.

    Cartas viejas, un diploma, en el botiqun del bao.

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    Trapos. Remiendos. Trapitos. Por todos lados. Como una pjara que adorna elnido.

    Perda todo el tiempo la llave del lavadero, o la de su propia casa. Le atbamosla llave al pauelo que esconda en la manga.

    Una maana entr a su casa sin hacer ruido. Llam. Nonna? Nonna? Noresponda. Camin por el pasillo hasta los dormitorios. Estaba acostada en su cama,tapada, boca arriba. Me acerqu muy despacio: todava lata.

    VCuando muri vaciaron la casa. Amontonaron todos los muebles en el living,

    cerrados bajo llave. Otros se los llevaron. El banco de piedra del nonno Jos fue a pararal campo de mi to Nstor. Algunas ventanas quedaron abiertas, para que el airecirculara. En las paredes se podan ver las marcas de los cuadros, las estanteras quehaban estado colgadas. Quedaban los clavos.

    El viento llen la casa de tierra. Caminar descalzo por los pisos frescos era pisarel polvo.

    Una parienta me acerc un recorte de diario. El eplogo de un drama es elttulo.

    Abajo dice: He aqu a los tristemente clebres personajes autores del brbaro

    asalto a la chacra de Pedro Falco que el 19 de Enero ltimo conmovi a todo el pas.

    Hay una fotografa de tres hombres sentados en un banco, contra la pared. Deizquierda a derecha, Juan But, Julin Lpez y Pedro Lpez.

    Los tres fueron a la crcel. Uno muri all. La fotografa es tan vieja que suscaras ya no se distinguen.

    La casa se llama La Isabel. Est escrito en bajorrelieve en el frente, sobre lapuerta principal. Tal vez le hayan puesto ese nombre en honor al nacimiento de mi ta

    Isabel. En la galera el viento arremolinaba las hojas secas. Al lado de la entrada, entrela puerta y la casilla del gas, haba un gomero gigante. Los yuyos crecan hasta los dosmetros en el patio. El gallinero abandonado. Muchos de esos yuyos eran plantas delechuga amarga, el nico cultivo de esa quinta en las ltimas pocas. Haban crecidoguachas, hijas de plantas guachas tambin. Altas varas con flores azules, lavanda.Margaritas azules: la flor de la lechuga salvaje.

    A los nenes que iban a sacar mandarinas de las dos plantas del jardn delantero, ala hora de la siesta, la nonna los corra gritando: fra, fra, fuin de un fuin, fuinazzn.Los corra con un palo, ejerca sus dominios. Ahora las mandarinas se pudren en los

    rboles. Ya han advertido que, en realidad, la planta slo da de las amargas.

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    Y en esa casa slo quedaron, de ella, algunos trapitos, retazos manoseados,pelusa en el fondo de los cajones. El papel de diario manchado cubriendo los estantes

    VIEntonces brindbamos. Entonces nos besbamos. Entonces alguna ta nospellizcaba los cachetes. Entonces salamos a tirar cohetes, o a ver cmo mis primostiraban cohetes. Entonces corramos y jugbamos al ring raje. Entonces pelebamos.Entonces volvamos llorando. Entonces nos odibamos y ya no queramos volver a esasfiestas y mirbamos televisin y leamos Mi planta de naranja lima y hacamos losdeberes. Entonces llegaba la nonna Margarita y preguntaba por Jos. Jos est ac?,

    preguntaba. Entonces le decamos que se haba muerto, que estaba en el cementerio, quese dejara de joder. El nonno se muri, est en el cementerio, dejte de joder, ledecamos. Entonces ella nos confunda y nos llamaba por el nombre que haban tenido

    sus primos, o sus hermanos, o sus padres. Juan, nos llamaba, o Lorenzo, o Alfonso, nosllamaba.

    Entonces mi nonna era una nia pequea que lloraba, perdida

    Ta Mary me cont esto: Mi pap nunca hablaba de lo que haba pasado. De esono se hablaba en mi casa. Pero cuando llegaban los diecinueve de enero, l nosencerraba a todos en el dormitorio del fondo, a rezar el rosario. Peda por los hermanosy porque nunca tuviramos que pasar por lo que l haba pasado.

    Los misterios dolorosos. Un padrenuestro, diez avemaras y otro padrenuestro.As, cinco veces. Al final un credo, un dios te salve reina y madre, tres avemaras ms yotro padrenuestro. Rezaba el rosario y -delante de sus hijos, dos varones y dos mujeresque tenan su apellido- mi nonno Jos lloraba como si fuera un beb. Mi ta Mary me locont.

    Entonces mi nonno era un nio pequeo que lloraba, perdido.

    Entonces alzamos las copas y decimos: feliz Navidad.