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4 Gabriela Benza

Gabriela Benza132.248.170.14/publicaciones/CID/C04.pdf · 2018. 7. 26. · Benza, Gabriela, autor. El estudio de las clases medias desde una perspectiva centrada en las desigualdades

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  • 4

    Gabriela Benza

  • EL ESTUDIO DE LAS CLASES MEDIAS DESDE UNA PERSPECTIVA

    CENTRADA EN LAS DESIGUALDADES EN OPORTUNIDADES DE VIDA

  • Cuadernos de Investigación en Desarrollo

    2018

  • EL ESTUDIO DE LAS CLASES MEDIAS DESDE UNA PERSPECTI VA CENTRADA

    EN LAS DESIGUALDADES EN OPORTUNIDADES DE VIDA

    Gabriela Benza

    Universidad nacional aUtónoma de méxico2018

  • Benza, Gabriela, autor.El estudio de las clases medias desde una perspectiva

    centrada en las desigualdades en oportunidades de vida / Gabriela Benza. — Primera edición

    117 páginas. — (Cuadernos de Investigación en Desarrollo)

    ISBN de la colección: 978-607-30-0445-9ISBN de la obra: 978-607-30-0611-8

    1. Clase media — México—. 2. Clases sociales — México—Congresos. I. Título. II. Serie

    Primera edición: 1 de junio de 2018D.R. © 2018 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICOCiudad Universitaria, Delegación Coyoacán, 04510, Cd.Mx.

    Coordinación de Humanidadeswww. humanidades.unam.mx

    Programa Universitario de Estudios del DesarrolloPlanta baja del edificio Unidad de Posgrado,costado sur de la Torre II HumanidadesCiudad Universitaria, Cd.Mx.delegación Coyoacán, c.p. 04510www.pued.unam.mx

    ISBN de la colección: 978-607-30-0445-9ISBN de la obra: 978-607-30-0611-8

    Esta edición y sus características son propiedad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

    Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita de su legítimo titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México

  • ÍNDICE

    EL ESTUDIO DE LAS CLASES MEDIAS DESDE UNA PERSPECTIVA CENTRADA EN LAS DESIGUALDADES EN OPORTUNIDADES DE VIDA

    INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………6

    LAS CLASES MEDIAS EN LOS ESTUDIOS SOCIOLÓGICOSSOBRE ESTRUCTURA DE CLASES………………………………………….10

    La preocupación por las “nuevas” clases mediasa mediados del siglo XX…………………………………………………10La mirada hacia las clases medias “superiores”: debatesen torno al concepto de clase de servicios………………………….29

    CLASES MEDIAS Y NIVELACIÓN DE LAS CONDICIONESMATERIALES DE VIDA……………………………………………………….45

    LOS ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS SOBRE LA MOVILIDAD INTERGENERACIONAL……………………………………………………….63

    La movilidad como un imperativo funcionaldel desarrollo capitalista……………………………………………….66El estudio de la movilidad desde una perspectiva de clases…….73

    REVALORIZACIÓN DE LA PERSPECTIVA DE CLASES PARAEL ESTUDIO DE LAS DESIGUALDADES EN OPORTUNIDADESDE VIDA……………………………………………………………………….87

    Críticas a los supuestos de los estudios sobre estructurade clases……………………………………………………………………87Aportes para el estudio de las desigualdades enoportunidades de vida desde un enfoque centradoen la estructura de clases……………………………………………….93Clasificación de posiciones laborales en clases… … … … … … …104

    BIBLIOGRAFÍA………….………………………………………………………112

  • 6

    EL ESTUDIO DE LAS CLASES MEDIAS DESDE UNA

    PERSPECTIVA CENTRADA EN LAS DESIGUALDADES EN

    OPORTUNIDADES DE VIDA

    Gabriela Benza

    introdUcción

    Pocos conceptos han recibido tanta atención en las ciencias

    sociales como el de clases. Presente en la obra de muchos de

    los principales referentes teóricos del área —Marx, Weber,

    Parsons y, más recientemente, Bourdieu y Giddens—, la

    reflexión en torno a las clases ha atravesado problemáticas

    centrales del pensamiento social —los vínculos entre

    estructura y acción, el papel de factores económicos,

    políticos y culturales en la explicación de los fenómenos

    sociales; el orden y el conflicto social—. Pero el concepto

    de clases es también altamente polisémico y controversial:

    coexisten muy diversas definiciones —basta decir que ya a

    principios del siglo xx Sorokin (1928) encontró más de 30

    acepciones diferentes—, y en la historia de la sociología

    abundan debates no sólo sobre cuál de esas definiciones

    es la “correcta”, sino incluso acerca de la existencia misma

    de las clases en distintos contextos sociales e históricos.

    Esta diversidad y contraposición de perspectivas es, sin

    embargo, mayor cuando de lo que se trata es de caracterizar

    a las clases medias. En efecto, tradicionalmente los científicos

    sociales han encontrado dificultades para caracterizar a

    quienes ocupan un lugar intermedio en la estructura social.

    Por un lado, la profusión de concepciones dicotómicas sobre

  • 7

    la estructura de clases en la teoría social ha impedido otorgar

    un carácter distintivo a las clases medias: es frecuente

    que aparezcan subsumidas en alguna de las dos clases

    consideradas fundamentales o, en su defecto, que sean

    definidas en forma negativa, como una categoría residual

    y sin peso específico propio. Por otro lado, la amplitud y la

    heterogeneidad de las posiciones intermedias en la sociedad

    obstaculizan la identificación de sus límites y la definición de

    criterios que permitan visualizarlas como parte de una clase

    unitaria. Así, mientras los contornos de las clases medias

    han sido siempre objeto de debate, en la teoría social se

    encuentran perspectivas que conciben a este sector como

    una sola clase junto a otras que prefieren utilizar el plural

    clases medias en vista de su heterogeneidad.

    Las distintas conceptuaciones sobre las clases medias

    coexisten a su vez con distintas apreciaciones acerca de

    su papel en la sociedad. Las perspectivas que asignan una

    carga valorativa positiva a este sector son especialmente

    numerosas. Por una parte, el desarrollo de clases medias

    extensas ha sido asociado a mayores niveles de igualdad

    social —en tanto su desarrollo podría ser acompañado por

    un aumento de la homogeneidad social y una reducción de

    la polarización—, así como a efectos positivos en términos

    de crecimiento económico e, incluso, de estabilidad política.

    No obstante, otras visiones son menos optimistas. Así, por

    ejemplo, desde ciertas perspectivas las clases medias se

    caracterizarían, en el plano político, por la preponderancia

    de orientaciones conservadoras y por ser frecuentemente

    instrumentalizadas por parte de las clases dominantes;

    también por poseer rasgos individualistas que las vuelve

    poco propensas hacia la solidaridad social.

  • 8

    Ante la diversidad de roles asignados a las clases

    medias resulta comprensible que parte importante de los

    estudios acerca de este sector social hayan girado en torno a

    inquietudes sobre sus dimensiones y sobre sus semejanzas

    con otros grupos sociales: la existencia de clases medias

    amplias y “saludables”, y, aún más, de sociedades de clase

    media; el achicamiento o la desaparición de este sector social;

    la polarización y la subsunción de partes de este grupo en

    la clase trabajadora o en las clases superiores, constituyen

    preocupaciones recurrentes en la investigación.

    En este trabajo proponemos una mirada conceptual para

    estudiar a las clases medias que recupera la perspectiva

    de las investigaciones sociológicas sobre estructura de

    clases, donde aquéllas son definidas a partir de posiciones

    en la esfera laboral. Argumentamos que esa perspectiva

    es particularmente relevante si el estudio de las clases

    se origina en una preocupación por las desigualdades en

    oportunidades materiales de vida, y esto al menos por dos

    motivos. En primer lugar, debido a la mirada relacional que

    le es inherente —que implica evaluar la situación de un

    grupo social no sólo en términos absolutos sino también

    en términos relativos a otros—, aspecto imprescindible

    para cualquier estudio preocupado por la desigualdad. En

    segundo lugar, debido a su foco en el mercado laboral, en

    tanto la inserción en ese ámbito sigue siendo el principal

    medio a través del cual la gran mayoría de la población

    accede, en forma directa o indirecta, al bienestar material.

    Para dar cuenta de la relación entre clases y oportunidades

    de vida nos centramos en dos dimensiones: las diversas

    retribuciones que se obtienen en forma directa por la inserción

    en una posición de clase determinada, que aquí definimos

  • 9

    como la situación de mercado de las clases —recuperando la

    propuesta de Lockwood—, y las oportunidades de movilidad

    intergeneracional, es decir, el grado y las formas en que los

    destinos de clase de los individuos están condicionados por

    sus orígenes sociales.

    El documento está organizado como sigue. En la primera

    sección examinamos la manera en que han sido definidas

    las clases medias desde las diferentes perspectivas teóricas

    que subyacen a los estudios sobre estructura de clases. Esta

    revisión tiene como propósito dar cuenta del marco más

    amplio de debates en el que se inserta el enfoque teórico

    que recuperamos en este documento, así como brindar

    elementos para la identificación y caracterización de los

    grupos ocupacionales que pueden considerarse como parte

    de las clases medias. En la segunda sección nos detenemos en

    diversas miradas teóricas y evidencias empíricas acerca de la

    cambiante relación entre clases y niveles de vida. En la tercera,

    presentamos los estudios sobre movilidad intergeneracional,

    precisando los abordajes que han dominado este campo de

    estudios, así como los principales hallazgos a los que se

    ha arribado. Finalmente, en la última sección planteamos

    nuestra posición respecto de las discusiones presentadas en

    secciones anteriores y precisamos el enfoque que proponemos

    para estudiar a las clases medias.1

    1 La revisión que presentamos en las primeras secciones de este trabajo está centrada en la producción académica realizada en los países europeos y en Estados Unidos, donde la tradición de estudios sobre estructura de clases ha tenido un mayor desarrollo y continuidad en el tiempo. Para una revisión de estudios sobre la temática realizados en América Latina y, especialmente, en Argentina, puede consultarse Benza (2012).

  • 10

    las clases medias en los estUdios sociológicos

    sobre estrUctUra de clases

    La preocupación por las “nuevas” clases medias

    a mediados del siglo xx

    En el marco del capitalismo de posguerra las clases medias se

    convirtieron en un objeto privilegiado del análisis sociológico,

    en particular en los países desarrollados. La abundante

    producción académica sobre este sector social de aquellos

    años buscó dar cuenta de la rápida expansión que venían

    registrando los llamados trabajadores de “cuello blanco”, es

    decir, quienes ejercían tareas no manuales de tipo comercial,

    administrativo y profesional. Este aumento se vinculó en

    parte a la creciente complejidad de las empresas del sector

    industrial, con nuevas formas organizativas que demandaban

    un mayor número de puestos administrativos y gerenciales

    —al tiempo que la mecanización de la producción se traducía

    en una caída en el número de obreros industriales, es decir,

    de los llamados trabajadores de “cuello azul”—. Sin embargo,

    la expansión de las ocupaciones de cuello blanco respondió

    sobre todo al vertiginoso incremento del empleo terciario

    en los sectores privado y público, en este último caso como

    resultado de las nuevas funciones asumidas por el Estado

    en el marco de los llamados estados de bienestar. Así, las

    estructuras ocupacionales de los países desarrollados fueron

    mutando, adquiriendo un perfil en el que predominaban

    las ocupaciones no manuales de servicios (Berting, 1998;

    Marger, 2008).

  • 11

    Los nuevos grupos ocupacionales fueron descritos como

    parte de una “nueva” clase media que contrastaba con la

    “antigua” clase media o pequeña burguesía: mientras esta

    última basaba su posición en el trabajo autónomo y en el

    capital económico, los trabajadores de cuello blanco eran

    empleados asalariados en actividades que dependían en

    gran medida de la educación y de la inserción en jerarquías

    burocráticas. Se trataba, en este sentido, de grupos con

    perfiles muy diferentes. Desde mediados del siglo xx el

    debate sociológico en torno a las clases medias se centró

    fundamentalmente en caracterizar las particularidades de los

    trabajadores de cuello blanco, en tanto la pequeña burguesía

    fue objeto de menor atención y de mayores consensos acerca

    de sus rasgos distintivos (Lockwood, 1995).

    El examen de las clases medias en las décadas que

    siguieron a la posguerra fue realizado predominantemente

    en el marco de los estudios sociológicos denominados de

    análisis de la estructura de clases. Como menciona Crompton

    (1993) esta línea de estudios empíricos, que adquiere un

    gran impulso en este periodo, se distingue por dos rasgos:

    en primer lugar, por postular la posibilidad de separar

    analíticamente el examen de la estructura y la acción de

    clases y, en segundo lugar, por tomar como base para el

    análisis de la estructura de clases las diferentes formas

    de inserción de los individuos en la esfera laboral.2 Pero

    más allá de compartir estos puntos de partida, los trabajos

    adoptaron distintas perspectivas teóricas para definir a los

    sectores medios, retomando y reinterpretando los escritos

    de autores clásicos de la sociología.

    2 Más adelante volveremos sobre los supuestos de estos estudios.

  • 12

    Una de las perspectivas que adquirió mayor influencia

    durante estos años fue la vinculada a los estudios

    funcionalistas sobre la estratificación social. Bajo esta línea

    se engloban diversos trabajos que fueron desarrollados

    principalmente en la academia estadounidense, como los

    de Treiman (1970) y Blau y Duncan (1967). Además de

    representar la orientación dominante en la producción sobre

    clases sociales en Estados Unidos, la perspectiva ejerció una

    importante ascendencia en los estudios latinoamericanos

    llevados a cabo en el periodo.

    Si bien con diversos matices, los trabajos que siguieron

    esta perspectiva se caracterizaron por ofrecer una visión

    optimista del incremento de la “nueva” clase media,

    interpretándolo como parte de un proceso de modernización

    y progreso social. El argumento central en este sentido es

    que la lógica inherente a la evolución de las sociedades

    industriales —regidas por un gran dinamismo tecnológico

    y por la centralidad de la administración burocrática—

    llevaría a una continua y rápida “elevación” de la estructura

    social, debido a la creciente expansión de los empleos que

    requieren de personal técnica y profesionalmente calificado.

    El aumento de las ocupaciones de clase media se unía a

    otro proceso que también era concebido como inherente a

    las sociedades modernas (sobre el que volveremos en una

    siguiente sección): la elevación de los niveles de movilidad

    entre distintas clases sociales. La tesis principal de esta

    perspectiva es que la conjunción de esos dos procesos

    llevaría a la pérdida de relevancia de las clases sociales y a

    la configuración de sociedades de clase media.

    Tras estos argumentos se encuentran claras

    preocupaciones de orden político vinculadas con la estabilidad

  • 13

    social en las democracias occidentales. Como mencionan

    Erikson y Goldthorpe (1992), la perspectiva funcionalista

    se enfrentaba en forma más o menos explícita a los

    augurios postulados desde la teoría marxista respecto de

    la evolución de las sociedades capitalistas. En este sentido,

    lejos de llevar a la agudización del conflicto de clases y

    a la superación revolucionaria del orden social vigente,

    el desarrollo capitalista conduciría —como resultado del

    progreso económico y de la consecuente expansión de

    las clases medias— a una disolución de las diferencias de

    clase, removiendo las causas que podrían conducir a la

    conflictividad social.

    El énfasis en el orden social presente en los estudios

    desarrollados desde esta perspectiva también se refleja en

    la manera de concebir la estructura social. Los diferentes

    sectores sociales no se piensan como grupos antagónicos, por

    lo que a menudo se los denomina como estratos y no como

    clases. La estructura social aparece frecuentemente como una

    jerarquía continua, donde las posiciones sociales representan

    diferencias de grado principalmente en el prestigio o estatus

    ocupacional. En esta postura es importante la influencia

    de los escritos de Parsons sobre la estratificación social,

    y en especial el trabajo de Davis y Moore (de inspiración

    parsoniana) acerca del carácter necesario e inevitable de

    la estratificación en las sociedades modernas. Desde esta

    mirada se considera que la jerarquía de posiciones sociales

    sería el reflejo de pautas valorativas que son compartidas

    socialmente. Los aspectos en torno a los cuales tendría lugar

    la valoración que origina las distintas posiciones sociales son

    variados, pero en las sociedades modernas serían centrales

    los diferentes roles ocupacionales, que se estimarían

  • 14

    socialmente de acuerdo con su importancia funcional para

    la reproducción del sistema social. La importancia funcional

    de las posiciones ocupacionales se reflejaría en diferencias

    de jerarquía y retribuciones, que actuarían como un sistema

    no sólo de recompensas sino también de incentivos, para

    garantizar que aquellos individuos más “talentosos” ocupen

    las posiciones más importantes (Parsons, 1974; Davis &

    Moore, 1974). En este marco, los estudios realizados desde

    esta perspectiva identificaron a los sectores medios con

    el conjunto de las posiciones no manuales, cuyo estatus

    superior era asociado, precisamente, a la importancia social

    atribuida a las tareas involucradas.

    Además de la funcionalista, hubo otras perspectivas

    teóricas que también ejercieron una influencia importante

    en los estudios de estructura de clases que se llevaron a

    cabo durante la posguerra. Estas perspectivas comprenden

    distintos trabajos inspirados en el pensamiento marxista y

    weberiano, es decir, realizados en el marco de las llamadas

    teorías del conflicto (Crompton, 1993; Lenski, 1974). Aunque

    desde miradas muy diferentes, estos trabajos enfatizaron

    el papel de las relaciones de poder y las diferencias de

    recursos en la constitución de las clases, prestando mayor

    atención a los clivajes y conflictos entre grupos. Por estos

    mismos motivos, en ellos fue frecuente el rechazo explícito

    a la perspectiva funcionalista debido a su énfasis excesivo

    en las cuestiones de la integración y el orden.

    Entre los estudios realizados en el marco de las teorías

    del conflicto, aquellos de inspiración marxista encontraron

    serias dificultades para dar cuenta del crecimiento de las

    ocupaciones no manuales. Esto se debió fundamentalmente

    a los postulados presentes en el pensamiento de Marx

  • 15

    acerca de las clases, pero también a los aspectos de dicho

    pensamiento que fueron privilegiados por sus seguidores.

    Como es sabido, el modelo simplificado de Marx sobre

    las clases es de tipo dicotómico, donde la propiedad de los

    medios de producción y las relaciones de explotación definen

    las dos clases fundamentales de la sociedad capitalista,

    la burguesía y el proletariado. En este marco, los sectores

    intermedios aparecen en su obra en referencia a dos procesos

    distintos. Las alusiones más frecuentes se vinculan a un grupo

    en transición en términos históricos: la pequeña burguesía,

    destinada al declive de su importancia social y numérica

    debido a las dificultades que encontraría para sobrevivir bajo

    las condiciones económicas y tecnológicas del capitalismo

    avanzado. En este sentido, la imposibilidad de realizar una

    acumulación ampliada por la reducida magnitud de sus

    capitales se impondría como un límite para su supervivencia.

    La disminución o desaparición de los pequeños propietarios

    llevaría a una tendencia hacia la polarización de la sociedad en

    sus dos clases fundamentales, la que se vería acentuada por

    la actuación de otras dos tendencias. En primer lugar, por el

    incremento de la polarización económica entre la burguesía

    y el proletariado, como resultado de la mayor concentración

    de la riqueza en la burguesía y de la pauperización relativa

    de la clase obrera. En segundo lugar, por la tendencia

    hacia la homogenización de la clase obrera, producto de la

    descalificación de la fuerza de trabajo a la que llevaría el

    desarrollo tecnológico y la mecanización.

    Sin embargo, junto con la tesis de la polarización de la

    estructura social en dos clases fundamentales en la obra

    de Marx, también aparecen referencias a la expansión de

    grupos intermedios como resultado del propio desarrollo

  • 16

    del capitalismo.3 Por un lado, el carácter antagonista de

    la producción capitalista llevaría a la expansión de las

    actividades de control bajo la forma de un incremento en

    el número de puestos gerenciales y de supervisión. Por otro

    lado, la lógica del sistema capitalista avanzado, en particular

    la necesidad de asegurar una efectiva circulación del capital,

    conduciría al incremento de las funciones de oficina y de

    los empleados que realizan trabajo “improductivo”, por

    ejemplo, los servidores públicos.

    La posibilidad o no de compatibilizar la tesis de la

    polarización social de Marx con sus argumentos referidos al

    incremento de sectores intermedios como parte de la propia

    lógica del desarrollo capitalista ha sido objeto de intensos

    debates teóricos.4 Lo que es importante señalar es que

    entre quienes posteriormente retomaron su pensamiento

    —en particular durante el periodo de florecimiento de los

    estudios sobre la estructura de clases en la posguerra—

    predominaron las visiones que enfatizaron la tesis de la

    polarización. Por estos motivos, el pensamiento marxista

    de posguerra estuvo dominado por intentos por demostrar

    cómo los nuevos grupos sociales en expansión podían ser

    subsumidos o asociados a alguna de las dos categorías de

    clase fundamentales.

    En esta línea se inscribe el trabajo de Braverman (1974)

    acerca de la creciente proletarización en las sociedades

    3 Véanse, por ejemplo, los desarrollos que Marx realiza sobre este punto en el tomo ii de Teorías de la plusvalía.

    4 Como es sabido, Marx no llegó a concluir la sección de El capital en donde iba a desarrollar una teoría específica sobre las clases sociales, lo que puede contribuir a explicar por qué en su obra este punto no queda completamente saldado.

  • 17

    capitalistas. Braverman sostiene que el desarrollo de

    la producción en masas traería consigo una progresiva

    simplificación de las tareas laborales. El proceso de

    trabajo tendería a dividirse de manera sistemática en una

    multiplicidad de tareas elementales, las que requerirían de

    una supervisión cercana y serían desprovistas de elementos

    intelectuales. La descalificación de las tareas, a su vez, actuaría

    como un mecanismo para abaratar la fuerza de trabajo, lo

    que conduciría a la reducción de los niveles salariales. En

    este proceso no sólo se verían involucrados los trabajadores

    obreros, sino también los no manuales de bajo nivel. En

    este sentido, para Braverman este último grupo debería ser

    considerado como parte de la clase trabajadora, en tanto

    comparte con ella un conjunto de características importantes

    (la rutinización, la supervisión cercana y los bajos niveles

    de ingresos). Así, oponiéndose a la tesis funcionalista de

    una sociedad donde las clases medias son cada vez más

    numerosas, Braverman va a argumentar que tras el aparente

    incremento de estos grupos se esconde, en realidad, un

    proceso de creciente proletarización.

    Un enfoque similar está presente en la obra de Carchedi

    (1977) y en los trabajos tempranos de Wright (1978). En

    estos casos, los nuevos sectores intermedios emergentes

    son catalogados o como parte del proletariado —igual que

    en Braverman— o como sectores situados en posiciones

    contradictorias entre las dos clases fundamentales de la

    sociedad capitalista. Al primer grupo corresponden los

    trabajadores no manuales de bajo nivel, mientras al segundo,

    un conjunto de trabajadores que ejercerían prácticas en la

    esfera productiva que son propias tanto de los capitalistas

    como del proletariado. Dentro de estos últimos se ubican, por

  • 18

    ejemplo, los directivos y supervisores, quienes compartirían

    con el proletariado el no poseer los medios de producción

    y con los capitalistas el desarrollar tareas de supervisión

    y vigilancia del trabajo —en Carchedi—, o el tener control

    sobre los medios de producción físicos, sobre el poder

    laboral y sobre la inversión —en Wright—. Se trata, en este

    sentido, de un grupo que es funcional a los intereses de

    la clase superior. De este modo, aunque desde enfoques

    diferentes, estos autores coinciden con Braverman en tener

    una visión sobre los sectores medios que está atada a una

    perspectiva binaria de la estructura de clases. Ya sea que

    se les considere como parte de la clase trabajadora o como

    grupos que ocupan una posición ambigua en la estructura

    social, en ambos casos se trata de enfoques que les niegan

    una entidad propia como clase.

    La caracterización de la “nueva” clase media fue algo

    menos problemática para los investigadores que siguieron la

    tradición weberiana, debido a la mayor flexibilidad inherente

    a su definición de clase. En tanto el enfoque teórico que

    proponemos en este documento recoge elementos de esta

    tradición, conviene que nos detengamos en forma algo más

    extensa en ella.

    Recordemos que para Weber la situación de clase designa

    a agregados de individuos con una situación de mercado

    común en función de los bienes y capacidades que poseen.

    En otras palabras, designa una forma de diferenciación

    social que refleja relaciones de poder en la esfera mercantil,

    y más precisamente, el poder de disposición y valorización

    de diferentes recursos en dicha esfera. Un aspecto central

    de las situaciones de clase es que establecen diferencias

    en las llamadas oportunidades de vida, que Weber define

  • 19

    como “El conjunto de probabilidades típicas: i) De provisión

    de bienes. ii) De posición externa. iii) De destino personal”

    (Weber, 1969).

    Entre los recursos que constituyen los componentes

    causales de esas oportunidades de vida diferenciales se

    encuentra la propiedad, que da lugar a clases propietarias

    positiva y negativamente privilegiadas (propietarios y

    no propietarios). Pero si en este aspecto pareciera haber

    semejanzas con Marx, esta similitud es sólo aparente en

    la medida en que para Weber la propiedad no involucra

    relaciones de explotación, adopta diferentes formas

    (medios de producción pero también viviendas, dinero,

    etc.) y, lo que es más importante para nosotros, constituye

    sólo uno de los posibles recursos que definen a las clases.

    En este sentido, para Weber las posiciones de clase de

    los que carecen de propiedad se diferencian en función

    de los tipos y grados de “calificaciones negociables en el

    mercado” que poseen. De este modo, a diferencia de Marx,

    Weber resalta las distintas situaciones de clase que pueden

    registrarse entre los no propietarios, en tanto quienes

    poseen calificaciones valorizables en el mercado están en

    una situación marcadamente diferente que quienes sólo

    tienen para ofrecer su pura fuerza de trabajo. Como puede

    deducirse, esta distinción será central para la posterior

    caracterización de las “nuevas” clases medias por parte de

    quienes seguirán el pensamiento weberiano.

    Ahora bien, para Weber las clases constituyen sólo una

    de las fuentes posibles de diferenciación social. Del mismo

    modo que las clases, los llamados grupos de estatus son otra

    forma de diferenciación que también se construye a partir

  • 20

    de la distribución de poder en la sociedad.5 Los grupos de

    estatus están asociados a la distribución del honor o del

    prestigio; se trata de grupos con estilos de vida o pautas

    de consumo particulares, reconocidos como propios. Los

    miembros de las clases y los grupos de estatus pueden

    solaparse, pero ninguna de estas dimensiones es reducible

    a la otra —en tanto se basan en criterios de agrupamiento

    diferentes—. Un punto importante es que aunque ambos

    tipos de agrupamiento pueden constituir una base para la

    acción colectiva, esto es más probable que ocurra en relación

    con los grupos de estatus (Breen, 2005). Así, distanciándose

    de las visiones más deterministas presentes en la obra de

    Marx, Weber deniega la inevitabilidad de la conciencia y la

    acción de clases; la situación de clase representa una base

    posible de formación de conciencia y acción común, pero esta

    relación no es necesaria y depende de factores contingentes.6

    En suma, los aspectos centrales de la concepción

    weberiana sobre las clases son los siguientes. En primer

    lugar, las clases se definen en el ámbito del mercado; en

    otras palabras, las situaciones de clase equivalen a grupos

    de individuos con una misma posición en el mercado en

    función de su poder de disposición de recursos. En segundo

    lugar, se trata de una concepción pluralista de las clases

    (Giddens, 1989): los recursos que pueden ser valorizados

    en el mercado son de diversa índole, lo que da lugar a la

    posibilidad de una multiplicidad de clases. En tercer lugar,

    5 Una tercera categoría social vinculada con la distribución del poder en la teoría weberiana son los partidos.

    6 En forma similar, Weber no otorga a las relaciones entre las clases un papel determinante en la explicación del cambio social, tal como lo hace el materialismo histórico marxista.

  • 21

    las clases constituyen solamente una de las fuentes posibles

    de diferenciación social, y la posibilidad de que de ellas

    emerja la conciencia de una identidad mutua de intereses

    o la organización y la acción colectiva sólo es contingente.

    Por último, la importancia central de las clases radica en

    su asociación con determinadas oportunidades de vida. En

    relación con este punto, además, conviene introducir dos

    precisiones (Solís, 2010). Por un lado, Weber reconocía que

    los factores que influyen sobre el acceso a las oportunidades

    de vida son diversos y no únicamente aquellos vinculados

    con la clase, incluyendo la pertenencia a grupos de estatus,

    otras características individuales como el sexo o la edad,

    e inclusive el mismo azar. Así, las oportunidades de vida

    tienen para Weber una causalidad múltiple, y aquellas que

    se derivan de la clase son únicamente las que dependen

    del tipo y grado de control que se tiene sobre recursos que

    son valorizados en el mercado. Por otro lado, es importante

    notar el enfoque probabilístico presente en el pensamiento

    de Weber, en tanto las clases no determinan necesariamente

    el logro de ciertas oportunidades de vida sino sólo una

    “probabilidad típica” de alcanzarlas.

    Si bien la multiplicidad de clases que se deriva de la

    perspectiva weberiana otorga mayores posibilidades para

    pensar a los nuevos grupos que han surgido históricamente

    con las transformaciones del sistema capitalista, esta misma

    multiplicidad introduce dificultades para el análisis. En tanto

    la escala de bienes y capacidades que los individuos poseen y

    valorizan en el mercado es extremadamente amplia, el número

    de situaciones de clase resultante es indefinido y extenso

    (Crompton, 1993). Esta pluralidad empírica es resuelta por

    Weber a través del concepto de clase social. Para Weber una

  • 22

    clase social está formada por un conjunto de situaciones

    de clase entre las cuales la movilidad tanto individual como

    intergeneracional es frecuente. De este modo, la movilidad

    social aparece como un elemento clave en el pensamiento

    weberiano en tanto genera un nexo común de intercambio

    entre los individuos, unificando sus diferentes situaciones

    de clase.7 No obstante, y más allá de estas consideraciones,

    Weber no brinda mayores precisiones conceptuales sobre

    los procesos de conversión de situaciones de clase en clases

    sociales, así como tampoco sobre las condiciones en las que

    puede emerger la conciencia y la acción de clase (Giddens,

    1989).

    La recuperación del pensamiento weberiano en los años

    que siguieron a la posguerra se materializó en una diversidad

    de trabajos que, con un énfasis fundamentalmente descriptivo,

    se centraron en las particularidades de las nuevas clases

    medias (Savage, 1995). Como dijimos, el carácter pluralista

    de la concepción weberiana sobre las clases brindaba una

    mayor flexibilidad para dar cuenta de las especificidades de

    aquellos grupos. Sin embargo, debido a ese mismo carácter

    pluralista y a su escasa especificación sobre las relaciones

    entre situaciones de clase y clases sociales, entre los autores

    que retomaron la teoría weberiana no hubo consenso acerca

    de la condición de clase de los nuevos grupos. En otras

    palabras, mientras algunos consideraron que formaban parte

    de una única clase media, otros juzgaron que en su interior

    7 Partiendo de estos criterios, Weber va a identificar cuatro clases sociales fundamentales en la sociedad de su época: las clases privilegiadas por la educación y la propiedad; la pequeña burguesía; los trabajadores no propietarios de cuello blanco con formación, y la clase trabajadora.

  • 23

    había diferencias sustantivas que ameritaban dividirlos en

    diferentes clases.

    Uno de los trabajos de inspiración weberiana realizados en

    este periodo que reviste especial importancia para el análisis

    de las clases medias es el estudio sobre los trabajadores

    administrativos (oficinistas) de Lockwood (1962), que presenta

    una detallada reconstrucción de las transformaciones de

    este grupo entre mediados del siglo xix y mediados del siglo

    xx en Inglaterra.8

    Entre los principales aportes de Lockwood se encuentra su

    propuesta conceptual acerca de los distintos elementos que

    conforman las situaciones de clase. Esta propuesta proveyó

    un marco neoweberiano para localizar grupos particulares

    de ocupaciones dentro de la estructura de clases y ejerció

    enorme influencia en trabajos empíricos posteriores.9 Para

    Lockwood el concepto de situación de clase incluye los

    siguientes factores: en primer lugar, la situación laboral, es

    8 Más allá de buscar una descripción de los cambios históricos en la inserción de los oficinistas en la estructura de clases, su preocupación central es dar cuenta de las relaciones entre esa inserción y la conciencia de clase. Discute con las perspectivas marxistas que ubicaban a los trabajadores no manuales de bajo nivel en una misma situación de clase que los obreros, apelando a la idea de una falsa conciencia ante las evidencias de que estos grupos carecían de una identidad de clase compartida. Lockwood va a plantear que una delimitación tan amplia del concepto de clase oscurece las diferencias reales en la situación de los trabajadores. Por tanto, argumenta la necesidad de atender detalladamente a las variaciones en las experiencias de los trabajadores, pues son esas variaciones las que permitirían explicar las diferencias que se observan en el plano de la conciencia.

    9 En particular, y como veremos más adelante, su propuesta fue muy influyente sobre los trabajos desarrollados por Goldthorpe y colaboradores. Además, también veremos que estos desarrollos aportan elementos centrales para el enfoque que proponemos en este documento.

  • 24

    decir, “el juego de relaciones sociales en que está envuelto

    el individuo en cuanto a su labor como consecuencia de

    su posición en la división del trabajo”; en segundo lugar,

    la situación de mercado —o ventajas de mercado—, que

    corresponde a “la posición económica en sentido estricto,

    consistente en el volumen y origen de los ingresos, el grado

    de seguridad en el empleo y la posibilidad de ascenso”; y,

    finalmente, el estatus, “o su posición en la jerarquía de

    prestigio dentro de la sociedad en general” (1962). Se trata,

    de esta manera, de una definición que incorpora las formas

    específicas en que se desarrollan las actividades laborales,

    las retribuciones asociadas a esas actividades —que incluyen

    pero van más allá de los ingresos monetarios— y una serie

    de elementos que escapan estrictamente al ámbito laboral

    vinculados con la valoración de las ocupaciones en la esfera

    social.

    La importancia del estudio de Lockwood no se limita a

    la influencia que tuvo su conceptualización de las clases;

    también es relevante debido a que identificó diversas

    características de los trabajadores no manuales de bajo nivel

    que se constituirán en ejes de las discusiones académicas

    sobre estos grupos. Por estos motivos, merece la pena que

    repasemos sus principales hallazgos.

    En relación con la situación laboral, Lockwood indaga en

    qué medida la mecanización y la racionalización del trabajo

    se han extendido en el ámbito administrativo llevando a que

    las labores de los oficinistas se asemejen a las desempeñadas

    por los obreros. La pregunta implícita en su indagación es si,

    en la Inglaterra de mediados del siglo xx, se registran o no

    cambios en los procesos de trabajo que den lugar a la tesis

    de la proletarización presente en el pensamiento marxista.

  • 25

    En este aspecto Lockwood encuentra diferencias en las

    formas de organización administrativa que responden al

    grado de extensión de los sistemas burocráticos. Las formas

    organizativas burocráticas generan relaciones laborales

    tipificadas e impersonales basadas en el trabajo rutinario

    que, de acuerdo con Lockwood, son similares a los que se

    observan entre los trabajadores de las fábricas.

    Sin embargo, Lockwood argumenta que esta forma

    de organización del trabajo administrativo no es la más

    frecuente de aquel periodo. Encuentra que una gran parte

    del trabajo de oficinas continuaba siendo específico y

    singularizado, por lo que requería al menos un mínimo

    de capacidad, responsabilidad y criterio. La dirección del

    trabajo en oficinas no se llevaba a cabo con el mismo tipo

    de disciplina impersonal que caracteriza a la organización

    fabril, sino que entre directivos y empleados predominaban

    las relaciones personales. Introduciendo un punto que luego

    será especialmente enfatizado desde el feminismo, Lockwood

    resalta que el carácter personal y paternalista de las relaciones

    de autoridad se veía acrecentado por la división sexual del

    trabajo prevaleciente en las unidades administrativas, pues

    por lo general el supervisor o encargado de la oficina era un

    varón y sus auxiliares, mujeres. En suma, para Lockwood

    este último tipo de organización del trabajo es el que

    prevalecía entre los administrativos, mientras las formas más

    tipificadas, rutinarias e impersonales encontraban límites a

    su expansión debido a la misma naturaleza del trabajo de

    oficina y al reducido tamaño que caracterizaba a la mayoría

    de las unidades administrativas.

    Por su parte, al examinar la situación de mercado de los

    oficinistas, Lockwood identifica semejanzas y diferencias

  • 26

    con la clase trabajadora. Por un lado, muestra cómo los

    empleados fueron perdiendo su situación privilegiada en

    términos de ingresos, al punto que para mediados del siglo

    xx sus remuneraciones eran equivalentes a las de los obreros.

    Sin embargo, este proceso no se dio como resultado de su

    hundimiento en las filas del proletariado por la reducción

    absoluta en sus ingresos, sino porque su situación económica

    se estancó en términos relativos con respecto a la de los

    obreros. Lockwood vincula esta transformación al grado

    de escasez de mano de obra calificada: la expansión de la

    educación habría ampliado la oferta de trabajadores con las

    calificaciones necesarias para ocupar puestos de oficina,

    lo que a su vez habría redundado negativamente sobre la

    posición privilegiada de la que gozaba este grupo. Aunque

    en forma menos enfática, también menciona el efecto de la

    capacidad organizativa de la clase obrera, factor que, como

    veremos, será acentuado por otros autores.

    No obstante, la peor situación relativa de los oficinistas

    en términos de ingresos no se extendió en la misma medida

    a otras esferas: por lo general, continuaban disfrutando de

    una posición más favorable que los obreros en lo referido

    a la extensión de la jornada, condiciones de trabajo y

    seguridad en el empleo, y en otras ventajas que trascienden

    a las remuneraciones propiamente dichas —incluyendo

    aspectos como la limpieza, la comodidad y el esfuerzo—. En

    particular, una característica que de acuerdo con Lockwood

    distinguía claramente a los obreros de los trabajadores de

    oficina, es que estos últimos tenían perspectivas de una

    carrera de ascenso laboral dentro de la empresa, accediendo

    a puestos de mayor jerarquía. En este punto Lockwood

    vuelve a introducir nuevamente un tema que será retomado

  • 27

    por los estudios feministas: las posibilidades de ascenso,

    sin embargo, no eran las mismas para varones que para

    mujeres, ya que entre ellas se encontraban prácticamente

    bloqueadas. En otras palabras, las relaciones de género

    interactuaban con las laborales, haciendo que las ventajas de

    mercado asociadas a las ocupaciones de oficina dependieran

    en muchos aspectos del sexo de los empleados.

    Pero aunque los oficinistas aún se diferenciaban de los

    obreros en numerosos aspectos, las diversas transformaciones

    experimentadas por el grupo habrían redundado en una

    disminución de su estatus social. Lockwood atribuye esta

    tendencia a la erosión de las ventajas de mercado y a los

    cambios registrados en la situación laboral de algunos

    segmentos administrativos a los que hicimos referencia

    con anterioridad, pero también a factores como las

    transformaciones en el origen social de los oficinistas (que

    eran reclutados crecientemente entre sectores obreros)

    y al proceso de feminización de la actividad, que venía

    registrándose desde principios del siglo (que impactaba

    sobre el estatus de la ocupación debido al estatus inferior

    de las mujeres en la sociedad).

    A la luz de estos procesos, Lockwood va a concluir que

    los oficinistas de mediados del siglo xx tenían características

    muy diferentes de las del resto de la clase media. Sin embargo,

    argumenta que tampoco podían ser confundidos con la

    clase obrera, en tanto en numerosos aspectos continuaban

    teniendo un estatus superior. Si bien la frontera entre

    trabajadores manuales y no manuales se habían difuminado,

    los oficinistas continuaban diferenciándose de los obreros en

    su situación de mercado y de trabajo y, además, presentaban

    importantes semejanzas con la clase media en términos de

  • 28

    estilos de vida (zonas de residencia, tipos de consumo, etc.)

    y de orientaciones valorativas. En particular, compartían con

    el resto de la clase media una orientación al logro de tipo

    individualista, centrada en la importancia de la educación

    como medio para el éxito personal y el ascenso social. Estos

    aspectos, que también fueron remarcados por otros autores

    (Wright Mills, 1953; Berting, 1998), acercaban a los oficinistas

    a la clase media y mostraban la continuidad de la relevancia

    de la distinción entre trabajo manual y no manual para la

    diferenciación social. De este modo, para Lockwood los

    oficinistas se encontraban en una situación que podríamos

    denominar intermedia entre la clase obrera y el resto de la

    clase media, y esta misma situación de inseguridad social

    reforzaba sus conductas imitativas hacia esta última y

    sus esfuerzos por aumentar la distancia que los separaba

    socialmente de la clase inferior a la suya.

    En suma, frente a los estudios marxistas que agrupaban a

    los trabajadores no manuales de bajo nivel con los obreros,

    Lockwood apela a la necesidad de realizar un examen

    minucioso de las particularidades de los distintos grupos,

    mostrando que si bien en muchos aspectos eran semejantes,

    continuaban registrándose diferencias sustantivas que

    impedían considerarlos como parte de una misma clase. En

    su examen, Lockwood detalla diversos rasgos de los grupos

    no manuales de bajo nivel: en particular, los diversos niveles

    de rutinización, la alta presencia femenina, la similitud de

    ingresos con los obreros, la extracción social crecientemente

    obrera, las oportunidades de carrera laboral —en particular

    para los varones—, y las orientaciones valorativas y los estilos

    de vida similares a los de otros grupos de clase media. Estos

    rasgos se constituirán en ejes recurrentes de la investigación

  • 29

    posterior sobre la posición de clase de los trabajadores

    no manuales de bajo nivel, y de los debates acerca de sus

    semejanzas y diferencias con otros sectores sociales.

    La mirada hacia las clases medias “superiores”: debates

    en torno al concepto de clase de servicios

    Como se desprende de la sección anterior, en los estudios

    sociológicos sobre estructura de clases realizados durante

    las décadas que siguieron a la posguerra el interés por

    las clases medias estuvo centrado principalmente en los

    trabajadores no manuales de bajo nivel. Sin embargo, desde

    aproximadamente la década de los ochenta la discusión

    acerca de las clases medias comenzó a dirigirse hacia otros

    grupos de trabajadores no manuales cuya expansión empezó

    a mostrar un dinamismo especial y que, a diferencia de

    los de bajo nivel, claramente no podían ser asimilados a

    los obreros: los técnicos y profesionales y los gerentes en

    puestos de autoridad.

    La indagación sobre estos grupos, particularmente en el

    ámbito de la academia británica, estuvo asociada al concepto

    de clase de servicios y a la posibilidad de considerarlos

    como parte de una clase con entidad propia, poseedora de

    características estructurales en común y diferentes de las de

    otros grupos sociales (Lockwood, 1995). Así, se recalcó que

    en el interior de las que fueran llamadas las “nuevas” clases

    medias debía distinguirse dos conjuntos cualitativamente

    diferentes: por un lado, un grupo relativamente descalificado

    compuesto principalmente por empleados de oficina y

    vendedores, los trabajadores no manuales de bajo nivel o

  • 30

    de rutina —que desde entonces fueron objeto de menor

    atención— y, por otro lado, la llamada clase de servicios de

    profesionales, técnicos y gerentes, quienes se encontraban

    en una situación relativamente privilegiada y adquirían

    especial relevancia en las nuevas sociedades postindustriales

    centradas en el sector terciario.

    El concepto de clase de servicios fue acuñado por

    el austro-marxista Renner en la década de los treinta y

    retomado posteriormente por Dahrendorf, pero sólo adquirirá

    popularidad décadas más tarde con la obra de Goldthorpe

    (1987). Renner desarrolla el concepto a partir de una teoría

    de la delegación, en la que postula que la mayor complejidad

    de las sociedades conduce a encomendar las funciones de

    los capitalistas en empleados, los que pasarían a constituirse

    en una clase con rasgos específicos (Butler, 1995). De este

    modo, en Renner el concepto de clase de servicios designa a

    un grupo relacionado funcionalmente con la clase capitalista

    (Savage et al., 1992), y esta misma connotación es la que

    retomará Dahrendorf (1962).

    Goldthorpe recupera el concepto de clase de servicios en

    el contexto de sus estudios sobre movilidad, impulsando un

    debate que se extiende hasta nuestros días. En sus trabajos,

    el concepto adquirirá un matiz diferente. Partiendo de los

    desarrollos teóricos de Lockwood, en sus primeras obras

    Goldthorpe (1987) va a identificar a la clase de servicios como

    un grupo descriptivo compuesto por gerentes, profesionales

    y técnicos que ocupan una situación de mercado y una

    situación de trabajo similar. Desde esta visión, la clase

    de servicios se distingue, en primer lugar, por tener una

    situación privilegiada en términos de retribuciones; y, en

  • 31

    segundo lugar, porque esa situación se deriva del ejercicio

    de autoridad o de la aplicación de conocimientos escasos.

    En obras posteriores Goldthorpe modifica parcialmente

    su visión sobre la clase de servicios. Estos desarrollos

    se enmarcan dentro de una nueva formulación teórica

    de los elementos que definen a las clases. Postula que la

    diferenciación entre clases emerge en torno a dos ejes: por

    un lado, la posición ocupada en relación con la propiedad

    de los medios de producción, que crea la distinción entre

    empleadores y empleados, y por otro lado, el tipo de relación

    laboral que los empleados establecen con sus empleadores,

    que da lugar a diferentes posiciones de clase entre quienes

    no poseen los medios de producción (Erikson & Goldthorpe,

    1992). Desde esta perspectiva, lo distintivo de los miembros

    de la clase de servicios es el tipo de relación laboral en la que

    están involucrados. La principal característica de la relación

    de servicio es que está basada en la confianza de empleadores

    y en la fidelidad de empleados en el largo plazo, es decir, que

    supone un conjunto de obligaciones morales entre ambos

    (Goldthorpe, 1995). Dado que los profesionales y gerentes

    están involucrados en el ejercicio de autoridad delegada o en

    la aplicación de conocimientos expertos, operan sus tareas

    laborales con un alto grado de autonomía y discreción. Estas

    características se traducirían en incentivos especiales por

    parte del empleador, con el propósito de asegurar que los

    trabajadores actúen en pos del interés de la organización.

    Los incentivos que aseguran y premian la fidelidad hacia el

    empleador asumen la forma de remuneraciones y condiciones

    de trabajo favorables, seguridad en el empleo, y en especial,

    perspectivas de ascenso laboral, que garantizan la fidelidad

    en el largo plazo. Este tipo de relación laboral contrasta

  • 32

    con aquella en la que están involucrados los empleados

    ordinarios, quienes no gozan de incentivos especiales y

    reciben un salario por una tarea definida que no involucra

    autonomía ni discreción10.

    Goldthorpe destaca tres rasgos de la clase de servicios.

    Dos de ellos surgen de los resultados de sus investigaciones

    empíricas y serán retomados con detalle más adelante: la clase

    de servicios es, en primer lugar, un grupo que históricamente

    ha mostrado una gran efectividad en sus estrategias de

    reproducción como clase y, en segundo lugar, una clase

    privilegiada que en comparación con el resto de las clases

    tiene elevados niveles de seguridad económica. El tercer

    rasgo, en cambio, constituye más bien una conjetura que

    Goldthorpe deriva de la posición que ocupa este grupo en

    la estructura de clases. Desde su punto de vista, es factible

    pensar que a medida que la clase de servicios se consolida,

    se vuelve más conservadora políticamente. En tanto ocupa

    una posición privilegiada dentro de la división del trabajo

    en las sociedades postindustriales, es poco probable que

    10 Si bien Goldthorpe menciona a Renner y a Dahrendorf como antecedentes de su idea de una “relación de servicio” (Erikson & Goldthorpe, 1992), ésta también se vincula a la bibliografía sobre los “salarios de eficiencia”, los que se conciben como una respuesta a las dificultades para monitorear en forma directa a los empleados de ciertas actividades (Breen & Rottman, 1995). En el esquema de clases que Goldthorpe desarrolla a partir de estas ideas, la clase de servicios aparece dividida en dos estratos, que se diferencian por los niveles de autoridad y conocimiento involucrados. Así, mientras en el estrato superior ubica a los profesionales y gerentes superiores, en el estrato inferior incluye a los profesionales de menor rango, los técnicos y los gerentes de nivel medio. Por su parte, los trabajadores no manuales de rutina son considerados como una clase diferente que la clase de servicios y la clase trabajadora, que es denominada intermedia —es decir, en este aspecto se asemeja a la visión que propone Lockwood—.

  • 33

    se vea atraída por movimientos o partidos que promuevan

    valores o políticas igualitarias, mientras es más factible

    que tiendan a preservar el status quo dentro del cual están

    establecidas las posiciones que les brindan poder y ventajas

    relativas (Goldthorpe, 1987 y 1995). De este modo, la clase

    de servicios aparece como un grupo central de las sociedades

    postindustriales: no sólo crece y se consolida en el seno

    de estas sociedades, sino que se convierte en una de las

    clases más favorecidas y, como consecuencia, en una de

    sus principales defensoras.

    El enfoque de Goldthorpe conseguirá enorme influencia

    en los estudios sobre estructura de clases y movilidad social

    realizados en las últimas décadas.11 Sin embargo, también

    será objeto de fuertes críticas. En relación con su mirada

    sobre los sectores medios, uno de los aspectos más debatidos

    se refiere a la posibilidad de considerar a profesionales

    y gerentes como parte de una clase de servicios unitaria.

    Frente a esta postura, Savage va a plantear la existencia de

    ejes fundamentales de división que actúan fragmentando

    a la clase de servicios (Savage et al., 1992; Savage, 1995).

    Savage desarrolla una perspectiva teórica sobre las clases

    medias inspirándose en los trabajos de Wright y Bourdieu.

    Del primero, retoma la mirada sobre las clases presente en

    sus estudios más tardíos. Como vimos en la sección anterior,

    en los primeros trabajos de Wright los sectores medios

    aparecían ocupando posiciones contradictorias de clase. Sin

    11 La influencia de su enfoque no se limitará a los países desarrollados, sino que también se extenderá a algunos de los nuevos estudios sobre la temática realizados en países de América Latina en la última década. Ejemplos en este sentido constituyen los estudios de Jorrat (2000 y 2005) en Argentina, los de Solís (2007) y Solís y Cortés (2009) en México, y el de Torche y Wormald (2004) en Chile.

  • 34

    embargo, en la década de los ochenta Wright reformula su

    perspectiva con base en los trabajos de Roemer, quien aplica

    los principios de la teoría del juego al análisis marxista de

    la explotación. En este nuevo enfoque, Wright (1985) va a

    argumentar que además de la propiedad de los medios de

    producción, en las sociedades capitalistas avanzadas existen

    otros dos activos que también son generadores de relaciones

    de explotación: los activos derivados de las jerarquías

    organizacionales y las calificaciones escasas. En tanto ejes

    de explotación, estos activos son, para Wright, las bases

    sobre las que se erigen las diferentes posiciones de clase.12

    Basándose en estas ideas, Savage va a argumentar que

    dentro de lo que comúnmente se denomina clase media

    pueden emerger tres clases diferentes: la pequeña burguesía,

    los gerentes y los profesionales, cuyas diferencias se vinculan

    con el acceso a los tres tipos de activos señalados por Wright

    y de los cuales se derivan relaciones de explotación.13

    12 Como puede apreciarse, la noción de explotación que utiliza Wright es menos específica que la que está presente en los escritos de Marx: se refiere a una situación general donde “el bienestar de una persona se obtiene a expensas de otra” (Wright, 1985). Asimismo, también es destacable que con esta nueva perspectiva de las clases Wright se acerca al pensamiento weberiano, debido a su énfasis en la diversidad de activos que influyen en la conformación de las clases (Crompton, 1993).

    13 El activo de propiedad se asocia a la explotación de otros trabajadores: en el caso de la pequeña burguesía la particularidad del enfoque de Wright —que retoma Savage— es que los explotados son principalmente los miembros de la familia. El activo organizacional señala la importancia de las relaciones de poder dentro de las organizaciones, y refiere a la capacidad que tienen los gerentes de utilizar sus posiciones burocráticas para asegurarse una situación privilegiada respecto de sus subordinados. En cuanto al tercer activo, Savage prefiere remplazar la idea de “calificaciones escasas” de Wright por la de “activos culturales”, de inspiración bourdiana. Como

  • 35

    Aunque Savage parte de los desarrollos de Wright, se

    aleja de este último en la manera de abordar el estudio de

    las clases. Más en general, si todos los autores que hemos

    revisado hasta aquí se inscriben, a pesar de sus diferencias,

    dentro de una misma área dedicada al análisis de la estructura

    de clases, Savage va a rechazar esta aproximación por su

    énfasis excesivo en el examen de la esfera laboral. Sus

    trabajos se insertan dentro de la línea de estudios sobre

    formación de clases, que como veremos en detalle más

    adelante, subrayan la construcción activa de las clases y

    la imposibilidad de separar analíticamente el estudio de

    la estructura y la acción. Partiendo de esta perspectiva,

    Savage argumenta que las clases deben entenderse como

    colectividades sociales estables, es decir, como grupos de

    personas identificables que comparten niveles de ingresos,

    estilos de vida, culturas, orientaciones políticas, etc. (Savage

    et al., 1992). Los activos de propiedad, organizacionales y

    culturales deben ser vistos como poderes causales potenciales

    que pueden generar clases diferentes, pero por sí mismos

    no especifican su naturaleza. La manera en que se forman

    las clases como colectividades distintivas va a depender

    del contexto, y las divisiones de clase importantes en una

    sociedad o en un periodo histórico pueden no serlo en

    otros. Por este motivo, aunque los activos mencionados

    el mismo Wright reconoce (1992), es difícil ver a las calificaciones como un eje de explotación. Por este motivo, Savage recupera las ideas de capital cultural de Bourdieu señalando que las calificaciones no son ejes de explotación en sí mismas sino en relación con los campos culturales que las definen y legitiman —en tanto el proceso de legitimación de ciertas calificaciones implica, al mismo tiempo, un proceso cultural de desacreditación de otras calificaciones (Savage et al., 1992).

  • 36

    constituyen el terreno sobre el que se forman las clases

    medias, su sola consideración no permite definir cuál es

    su número ni cuáles son sus límites. En otras palabras, la

    identificación de los activos es, para Savage, sólo un primer

    paso en el análisis; también es necesario considerar las

    condiciones contingentes que posibilitan que los ejes de

    explotación produzcan colectividades sociales. Desde esta

    perspectiva, la existencia de una clase de servicios es una

    cuestión empírica y no, como sostiene Goldthorpe, algo que

    pueda definirse ex ante.

    Savage identifica tendencias hacia la fragmentación de

    las clases medias en tres clases diferentes —la pequeña

    burguesía, los profesionales y los gerentes— a partir de las

    diferencias en activos, pero también muestra el carácter

    dinámico y la posibilidad de transformar un activo en otro

    en el proceso de formación de clases (retomando aquí

    también las ideas de Bourdieu). En relación con los activos

    de propiedad, considera que constituyen la base más robusta

    para la emergencia de colectividades sociales de clase, en

    la medida en que pueden ser acumulados y transmitidos

    intergeneracionalmente. Los activos culturales poseen esta

    misma característica, en tanto son acumulados y transmitidos

    bajo la forma de disposiciones culturales. Sin embargo,

    estos activos presentan una debilidad en comparación con

    la propiedad: para convertirse en ejes de explotación —y por

    tanto, para que produzcan recompensas económicas— los

    profesionales necesitan aplicar sus activos en un contexto

    particular en el mercado de trabajo, donde su valor no está

    dado sino que tiene que ser establecido. Así, para Savage el

    profesionalismo puede verse como un intento de establecer

    vínculos entre niveles relativamente altos de educación formal

  • 37

    y recompensas en la división del trabajo, sin que en ese

    proceso las calificaciones se vean degradadas o rutinizadas

    (Savage et al., 1992). Finalmente, los activos organizacionales

    constituyen la base más débil para la formación de clases, en

    tanto al ser altamente dependientes del contexto no pueden

    ser acumulados ni transferidos: no tienen una existencia

    más allá de las posiciones dentro de las que se ejercen las

    funciones gerenciales. Por esta razón, aquellos con activos

    organizacionales tienen menores niveles de autonomía, y

    deben transformarlos en activos culturales o en propiedad

    para poder acumularlos o transferirlos.

    Savage argumenta que las transformaciones económicas

    y laborales por las que ha atravesado la sociedad británica

    en las últimas décadas han potenciado las diferencias entre

    la clase media profesional y la clase media gerencial, y que

    en este proceso se ha consolidado la posición dominante de

    la primera mientras la segunda se ha vuelto más marginal

    e insegura.

    Tradicionalmente las carreras laborales de clase media

    vinculadas con los activos organizacionales se desarrollaron

    dentro de amplias organizaciones burocráticas en las cuales

    los individuos podían esperar ser promocionados a medida

    que iban desplegando su vida laboral y, fundamentalmente,

    tenían escasas perspectivas de movilidad descendente.

    Este tipo de carrera laboral es la que se desprende de los

    escritos de Weber sobre la burocracia y, enfatiza Savage, se

    encuentra en la base de la idea de Goldthorpe sobre la peculiar

    relación laboral que definiría a la clase de servicios. Savage

    plantea que la teoría de la clase de servicios de Goldthorpe

    depende de la existencia de estructuras organizativas como

    las mencionadas, que funcionan como mercados laborales

  • 38

    internos a las firmas: los individuos se mueven sólo dentro

    de la organización y pueden anticipar una carrera segura y

    progresiva a cambio de la fidelidad hacia la empresa (Savage

    et al., 1992; Haldford & Savage, 1995).

    Sin embargo, para Savage hay evidencias de que es

    precisamente esa carrera segura y predecible la que se ha

    erosionado. Los procesos de reestructuración económica

    han llevado a cambios profundos en las estructuras

    organizativas, en tanto se han visto afectadas por procesos

    de reducción de plantas y externalización de funciones.

    En especial, las organizaciones parecen utilizar cada

    vez menos en los mercados internos a las firmas para el

    reclutamiento de gerentes, introduciendo mecanismos de

    mercado. En otras palabras, se habría experimentado un

    cambio “desde la coordinación por la ‘mano visible’ de

    la jerarquía organizacional [burocrática] hacia la ‘mano

    invisible’ del mercado” (Savage, 1998). Las carreras gerenciales

    se desarrollan en mayor medida dentro de los llamados

    mercados laborales ocupacionales, donde los trabajadores

    se mueven entre distintos empleadores pero conservan la

    misma ocupación. Estas transformaciones exponen a los

    grupos gerenciales a altos grados de inseguridad y limitan

    la importancia de las carreras burocráticas para las clases

    medias contemporáneas. Además, cuestionan la actualidad

    del concepto de clase de servicios, en tanto resulta dudoso que

    la fidelidad de los empleados —lo recíproco de la confianza

    de los empleadores— pueda considerarse un resultado de las

    posibilidades de proyectar una carrera segura y progresiva

    dentro de la organización.

    En contraste con lo sucedido con los activos

    organizacionales, las transformaciones económicas habrían

  • 39

    incrementado la importancia de los activos culturales.

    Según Savage, un indicio en este sentido sería la creciente

    demanda de fuerza de trabajo educada, lo que se vincula a

    dos procesos. Por un lado, a la rápida expansión en el número

    de profesionales dedicados a actividades como el marketing,

    la publicidad, los medios, etc. Este grupo guarda semejanzas

    con los “nuevos intermediarios culturales”, vinculados con

    la provisión de bienes y servicios simbólicos, que Bourdieu

    (1988) identifica para Francia y, de acuerdo con Savage,

    ocupa un lugar central en la construcción y exaltación de

    una cultura posmoderna centrada en el consumo. La mayor

    relevancia de los activos culturales, sin embargo, trasciende

    a la emergencia de este grupo, pues también se vincula a

    la reestructuración de las organizaciones económicas a la

    que hicimos referencia antes: este proceso habría llevado

    a que las firmas externalicen actividades y descansen más

    en la contratación de especialistas. Savage destaca que la

    renovada trascendencia de los activos culturales en las

    sociedades actuales adquiere rasgos específicos debido a

    que descansa en la expansión de ocupaciones del sector

    privado. Así, mientras en las décadas que siguieron a la

    posguerra los activos culturales encontraban en el Estado

    un ámbito central de legitimación y aplicación —resultado

    de la expansión de la demanda de profesionales para los

    servicios brindados por los Estados de bienestar—, en la

    actualidad esos activos encuentran un espacio de aplicación

    privilegiado en la esfera del mercado.

    Finalmente, Savage identifica en el género un factor

    adicional que actúa profundizando las diferencias

    entre quienes descansan en activos organizacionales

    y quienes lo hacen en activos culturales. En la sección

  • 40

    anterior mencionamos la manera en que, de acuerdo con

    Lockwood, las relaciones de género actuaban moldeando

    las ocupaciones no manuales de bajo nivel: por un lado,

    al vedar las posibilidades de ascenso a las mujeres y, por

    otro, al devaluar el estatus social de esas ocupaciones en

    cuanto eran ocupadas mayoritariamente por mujeres. Estas

    ideas serán profundizadas por estudios que resaltarán los

    procesos de exclusión y demarcación de género alrededor

    de las ocupaciones. Como menciona Crompton (1995, 1998

    y 2000), la carrera tradicional de clase media fue construida

    a partir de una división del trabajo por género tanto en el

    ámbito laboral como en la esfera doméstica: la posibilidad

    que tenían los varones de disfrutar empleos seguros y

    perspectivas de promoción descansaba en parte en que

    las mujeres estaban empleadas en la parte más baja de la

    jerarquía ocupacional y no tenían perspectivas de ascenso y,

    al mismo tiempo, en que los varones contaban en sus hogares

    con mujeres —esposas o empleadas— que se ocupaban

    de las tareas domésticas. Así, las desigualdades de género

    convertían a las posiciones superiores de la clase media,

    las profesionales y gerenciales, en posiciones masculinas.

    Savage retoma estas ideas y sostiene que la exclusión de

    las mujeres de las ocupaciones profesionales y gerenciales

    constituía un factor que contrarrestaba las tendencias hacia

    su fragmentación, contribuyendo a que se formara como

    una única clase. No obstante, en las últimas décadas las

    mujeres han ingresado en número creciente a las ocupaciones

    superiores, pero este ingreso ha sido especialmente dinámico

    en la esfera profesional. Si en el pasado las mujeres que

    ocupaban puestos calificados se concentraban en nichos

    de menor nivel —como la enfermería y la enseñanza—,

  • 41

    su creciente acceso al sistema educativo se tradujo en un

    crecimiento explosivo de su inserción en cargos profesionales.

    Como resultado, mientras las ocupaciones gerenciales

    continúan siendo un terreno principalmente masculino,

    en las profesionales se observa una disminución de la

    segregación por género, lo que para Savage actúa acentuando

    las diferencias entre estos dos tipos de ocupaciones14.

    Desde otra perspectiva, Esping-Andersen (1993) también

    ha argumentado que las diferencias entre profesionales y

    gerentes impedirían considerarlos como parte de una única

    clase de servicios. Este autor construye un esquema de clases

    asentado sobre la idea de que las jerarquías de las sociedades

    fordistas y posfordistas son fundamentalmente diferentes.

    Desde su punto de vista, los sistemas de estratificación

    en las sociedades actuales se encuentran en un proceso

    de cambio, por lo que conviven grupos o clases que son

    característicos de las sociedades fordistas con otros que

    reflejan los rasgos emergentes de las nuevas sociedades

    posfordistas. Así, mientras en su propuesta los gerentes son

    vistos como grupos que responden a la lógica de control

    burocrático fordista, los profesionales representan la antítesis

    14 Un punto importante es que —como muestra Crompton en los trabajos antes citados— el ingreso de las mujeres a puestos superiores ha significado una reestructuración de las desigualdades de género en el ámbito laboral pero no su desaparición. Por un lado, continúan existiendo profesiones donde las mujeres tienen un acceso restringido. Por otro lado, el mayor acceso de las mujeres a ocupaciones profesionales antes que a gerenciales se explica al menos en parte porque brindan mayores niveles de autonomía y de flexibilidad de horarios, lo que permite una combinación del trabajo extradoméstico con el doméstico. Así, en forma paradójica, en muchos casos el ingreso de las mujeres a esos puestos superiores se encuentra vinculado con la posibilidad de mantener arreglos doméstico-tradicionales.

  • 42

    de esta jerarquía fordista de regulación: usualmente se

    encuentra fuera de líneas de comando; poseen una mayor

    autonomía pero también menores niveles de autoridad

    sobre sus subordinados, y su aproximación al trabajo está

    orientada a tareas. Asimismo, a diferencia de los gerentes, los

    profesionales derivan su autoridad, legitimidad e identidad

    colectiva de los estándares científicos de su disciplina y no de

    una oficina burocrática. Por estas razones, Esping-Andersen

    ubica a los profesionales como un grupo característico de

    la estructura jerárquica posfordista, radicalmente diferente

    de los gerentes15.

    Frente a estas posturas, Goldthorpe va a continuar

    sosteniendo la viabilidad de su concepto de clase de servicios.

    Desde su punto de vista, las diferencias entre gerentes y

    profesionales deben verse más como diferencias de situs,

    de un tipo que también es identificable dentro de otras

    clases. Criticando el punto quizás más débil del esquema

    de clases de Esping-Andersen, Goldthorpe (1995) argumenta

    que el contraste entre clases fordistas y posfordistas marca

    un dualismo estático que no refleja el dinamismo y las

    interrelaciones que se observan en las sociedades actuales.

    Retoma evidencias que surgen de análisis propios e incluso

    de Savage para mostrar que las conexiones entre gerentes y

    profesionales son más que las destacadas por sus críticos.

    En particular, resalta un aspecto que desde su punto de

    vista es central para la formación de clases: los patrones

    15 También aplica un conjunto de principios paralelos a los grupos de menor nivel, los técnicos y los gerentes de nivel medio. Los primeros estarían en una relación de subordinación con los científicos y profesionales, ejecutando las tareas profesionales más rutinarias; los segundos se encontrarían en una relación similar con los gerentes, ejecutando las prescripciones más rutinarias.

  • 43

    de movilidad intergeneracional e intrageneracional entre las

    ocupaciones profesionales y gerenciales. Como el mismo

    Savage reconoce, los flujos de movilidad intergeneracional

    entre ambos grupos son muy elevados, al tiempo que las

    probabilidades de acceder a esas ocupaciones para quienes

    tienen orígenes en otros grupos sociales son restringidas. Algo

    similar sucede con los movimientos a lo largo de la vida entre

    los trabajos gerenciales y profesionales. En forma contraria a

    lo que sugiere Esping-Andersen, Goldthorpe sostiene que en

    muchas organizaciones modernas la división entre funciones

    gerenciales y profesionales se está volviendo cada vez más

    difusa, en tanto las credenciales educativas se convierten

    en el criterio para el reclutamiento de gerentes y sus tareas

    demandan la aplicación de conocimientos especializados16.

    Para el autor, las evidencias empíricas acerca de la creciente

    movilidad entre ambos tipos de ocupaciones —como las que

    muestra Mills (1995)— otorgan sostén a sus argumentos y

    cuestionan la validez de lo postulado por Esping-Andersen

    y Savage.

    Por otra parte, Goldthorpe también niega que la vigencia

    de su concepto de clase de servicios se haya visto afectada por

    la erosión de las carreras burocráticas tradicionales. En primer

    lugar, cuestiona la magnitud de estos cambios, argumentando

    que la carrera burocrática ha sido más resistente o adaptativa

    de lo que se supone a menudo. En segundo lugar, sostiene

    que lo definitorio de la clase de servicios en el nuevo

    16 A su vez, Goldthorpe también va a destacar la creciente importancia que adquieren otros factores “no cognitivos” en el reclutamiento tanto de gerentes como de profesionales, tales como las redes sociales, la habilidad para manejarse dentro de determinados contextos socioculturales, la apariencia y la capacidad de expresión verbal (Jackson, Goldthorpe & Mills, 2002).

  • 44

    contexto es menos la continuidad en el mismo empleo que la

    empleabilidad, es decir, la capacidad de evitar el desempleo

    y de proyectar una carrera con perspectivas de mejora a

    lo largo de la vida laboral, aunque este proceso implique

    una creciente movilidad entre organizaciones. En relación

    con estos aspectos, argumenta Goldthorpe, hay evidencias

    de que la clase de servicios —es decir, tanto profesionales

    como gerentes— continúa teniendo ventajas relativas muy

    superiores a la de otros grupos.

    Sin embargo, y como se desprende de estos argumentos, en

    su defensa del concepto de clase de servicios Goldthorpe deja

    sin resolver un punto clave. Si bien la mayor empleabilidad y

    las mayores ventajas laborales pueden continuar siendo un

    rasgo en común de profesionales y gerentes, en la actualidad

    parece dudoso ubicar el origen de esa situación compartida

    —al menos en forma generalizada— en una relación de servicio

    con las características que le asigna Goldthorpe. Por tanto,

    en este aspecto continúan siendo pertinentes las críticas

    de Savage. En la medida en que las trayectorias laborales

    de estos grupos transcurren crecientemente entre distintas

    organizaciones, la explicación de su situación privilegiada

    a partir de una relación basada en vínculos de fidelidad y

    confianza en el largo plazo no parece sostenerse.

    En suma, en este apartado hemos visto cómo la reflexión

    sociológica reciente sobre las clases medias ha dirigido su

    mirada hacia los grupos que se ubican en la parte superior

    de este sector social, los que han sido considerados como

    los principales emergentes de las nuevas sociedades

    postindustriales. La expansión de estos grupos acentuó

    la importancia relativa de los sectores medios en las

    sociedades contemporáneas, al tiempo que profundizó su

  • 45

    heterogeneidad. Como resultado, se volvió más cuestionable

    la posibilidad de pensar la estructura de clases a partir de

    enfoques teóricos binarios. En este sentido, aunque desde

    distintos puntos de partida, la investigación sociológica actual

    sobre la estructura de clases comparte una preocupación por

    reflejar la diversidad de posiciones que emergen de la división

    del trabajo y, en particular, por explicar la heterogeneidad

    de las clases medias.

    clases medias y nivelación de las condiciones

    materiales de vida

    Los estudios sobre estructura de clases han asociado la

    ampliación de las ocupaciones de clase media a resultados

    sociales positivos en términos de igualdad económica y

    de prosperidad material de la población. Bajo el supuesto

    de que dichas ocupaciones proveen ingresos que, en

    términos generales, se ubican por encima de los de las

    clases trabajadoras y por debajo de los de las clases altas,

    se presume que su incremento daría lugar a una elevación

    de los ingresos laborales promedio y a un ensanchamiento

    de la parte media de la distribución. Como resultado, se

    asistiría a una mejora en los niveles de vida generales y,

    ceteris paribus,17 a una mayor homogeneidad y a un menor

    grado de polarización económica.

    17 Es decir, si al mismo tiempo no tiene lugar 1) un incremento de la distancia en los ingresos de quienes están en la cumbre o en la base de la jerarquía ocupacional y 2) un incremento de las diferencias de ingresos dentro de las clases medias.

  • 46

    Durante las décadas que siguieron a la posguerra, la

    expansión de las ocupaciones de clase media en los países

    desarrollados se dio en paralelo a otros procesos que

    incidieron sobre las condiciones materiales de vida de la

    población. Uno de estos procesos fue el marcado incremento

    de los ingresos relativos de la clase trabajadora. En el contexto

    de una prosperidad económica generalizada, una parte

    importante de este sector social pasó a tener remuneraciones

    similares a los de los grupos no manuales de menor nivel.

    Como señalamos más arriba, Lockwood dio cuenta de este

    proceso para Gran Bretaña, mostrando cómo en el transcurso

    de la primera mitad del siglo xx las remuneraciones de

    oficinistas y obreros llegaron a equipararse debido a la

    mejora económica de este último grupo. Así, desde el punto

    de vista de la estratificación de remuneraciones, se asistió a

    un desdibujamiento de los límites entre las ocupaciones de

    clase media y de clase baja, al tiempo que se incrementó el

    tamaño de los estratos medios en la jerarquía de ingresos.

    Estas tendencias vinieron a poner en duda una vez más la

    tesis marxista acerca de una creciente polarización social.

    Si el aumento de las ocupaciones de clase media parecía

    desmentir esta tesis en lo referido al postulado de una

    progresiva proletarización —que llevaría a la división de la

    sociedad en un polo capitalista y otro obrero—, la elevación

    de los ingresos de la clase trabajadora parecía desmentirla en

    lo que respecta al pronóstico de su creciente pauperización.

    En el marco del optimismo del periodo de posguerra, el

    proceso de elevación de los ingresos de la clase trabajadora

    fue interpretado por muchos autores como uno de

    “aburguesamiento”: se consideraba que grupos importantes

    de este sector estaban comenzado a formar parte de las

  • 47

    clases medias. Producto de lo sucedido en relación con los

    ingresos, una característica definitoria de la clase trabajadora,

    tal como era concebida tradicionalmente, parecía estar

    desapareciendo: su posición inferior en términos de poder

    de consumo. En efecto, la adquisición de ingresos de nivel

    medio parecía haber provisto a la clase trabajadora de una

    vía de entrada a los mundos de clase media. Una variedad de

    bienes de consumo durables —como televisores, automóviles,

    etc.—, la vivienda propia y actividades para el ocio, antes

    reservadas exclusivamente a las clases medias, se ponían

    ahora también al alcance de quienes se encontraban en lo

    más bajo de la estructura social (Goldthorpe et al., 1969;

    Lipset & Bendix, 1963). Estas tendencias llevaron a que se

    postule que la nivelación de las desigualdades materiales

    (Dahrendorf, 1962) se había extendido a la esfera de los

    estilos de vida. Desde este enfoque, se asistía a una suerte

    de separación entre la posición de la clase trabajadora

    como productora y como consumidora, en tanto en este

    último plano habría adoptado pautas propias de las clases

    medias. Así, las tendencias en los niveles de ingreso fueron

    interpretadas como un indicador adicional de la conformación

    de sociedades de clase media y de la difuminación de las

    diferencias entre clases.

    La mejora de la posición relativa de la clase trabajadora

    estuvo asociada al crecimiento económico continuo que se

    registró durante esta “época de oro” del capitalismo, pero

    también, y en especial, al papel de otras instituciones que

    actuaban tanto por fuera como sobre los resultados del

    mercado. Por un lado, el desarrollo de los sindicatos y de la

    negociación colectiva se tradujo en la institucionalización

    de mecanismos de regulación laboral que modificaron

  • 48

    la situación o ventajas de mercado (en los términos de

    Lockwood) de las diferentes clases. El establecimiento de

    salarios mínimos, la posibilidad de pautar incrementos

    salariales en función del poder de negociación sindical, la

    instauración de otros beneficios indirectos como vacaciones,

    pensiones por vejez, etc., la regulación del despido y la

    contratación, entre otros, se convirtieron en elementos

    constitutivos de los empleos de buena parte de los ocupados.

    En particular, una de las consecuencias más significativas

    de la instauración de mecanismos de regulación laboral

    fue el incremento de la predecibilidad de las trayectorias

    laborales (Esping-Andersen, 1993). Más allá de las diferencias

    entre clases en términos de perspectivas de movilidad

    ascendente a lo largo de sus trayectorias, los miembros de