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Generación del 80 1. Generalidades Con la década de 1980 viene el desencanto, el pesimismo: la llegada de una revolución comunista deja de ser una utopía, pero ya no se la espera con ilusión, es casi una amenaza. Es tiempo de la Perestroika y los últimos años de la Guerra Fría. Además, la crisis económica, la violencia terrorista y el deterioro de las condiciones de vida en una Lima caótica y superpoblada contribuyeron al desánimo colectivo. En el plano de la narrativa aparecen los primeros libros de cuentos de Alfredo Pita, Y de pronto anochece; de Guillermo Niño de Guzmán, Caballos de medianoche; y de Alonso Cueto, Las batallas del pasado, autores cuya obra literaria sólo se desarrollará plenamente en años posteriores. En 1990 aparece, editado en España y con escasa circulación en el Perú, un libro de cuentos de Alfredo Pita con un título negro como la década que se cerraba: Morituri. En cuanto a la poesía, surgen en este periodo movimientos marginales, que ahondan la vertiente rebelde de la década anterior, como el movimiento Kloaka, liderado por Roger Santiváñez. Con motivo de la disolución del grupo se editó La última cena, una "autoantología". Paralelamente surge en este periodo una poesía "culta" y "exquisita", sobre todo con Eduardo Chirinos y Magdalena Chocano. Afloran los primeros y diversificados movimientos de poesía de mujeres. La línea feminista dentro de la cual destacan Carmen Ollé, Giovanna Pollarollo y Rocío Silva Santisteban, otra más lírica, donde destaca Rosella Di Paolo, además del intimismo irónico de Milka Rabasa. Cabe mencionar también a Patricia Alba, Mariela Dreyfus y Dalmacia Ruiz-Rosas. En el último decenio del siglo XX aparece en la literatura peruana una tendencia individualista. Ya no se trata de conformar grupos con un pensamiento político, ni de poner el acento en el compromiso social, sino de ahondar en la intención estética. En la narrativa, la fórmula que se impone es la denominada Joven-Urbano-Marginal. En este campo, además de Jaime Bayly, que tiene preferencia por lo sensacionalista, sobresalen Óscar Malca con Al final de la calle y Sergio Galarza con Matacabros, quienes cultivan el realismo sucio bukowskiano. Por otra parte, aparecen algunos escritores que cultivan el esteticismo y cuya obra escapa a los moldes de su generación, entre ellos Iván Thays, con Las fotografías de Frances Farmer, y Patricia De Souza, con Cuando llegue la noche. En la poesía destacan Umberto Toso con Poemas de navegación (1990), Montserrat Álvarez con Zona dark (1991),

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Generación del 80

1. Generalidades

Con la década de 1980 viene el desencanto, el pesimismo: la llegada de una revolución comunista deja de ser una utopía, pero ya no se la espera con ilusión, es casi una amenaza. Es tiempo de la Perestroika y los últimos años de la Guerra Fría. Además, la crisis económica, la violencia terrorista y el deterioro de las condiciones de vida en una Lima caótica y superpoblada contribuyeron al desánimo colectivo. En el plano de la narrativa aparecen los primeros libros de cuentos de Alfredo Pita, Y de pronto anochece; de Guillermo Niño de Guzmán, Caballos de medianoche; y de Alonso Cueto, Las batallas del pasado, autores cuya obra literaria sólo se desarrollará plenamente en años posteriores. En 1990 aparece, editado en España y con escasa circulación en el Perú, un libro de cuentos de Alfredo Pita con un título negro como la década que se cerraba: Morituri. En cuanto a la poesía, surgen en este periodo movimientos marginales, que ahondan la vertiente rebelde de la década anterior, como el movimiento Kloaka, liderado por Roger Santiváñez. Con motivo de la disolución del grupo se editó La última cena, una "autoantología". Paralelamente surge en este periodo una poesía "culta" y "exquisita", sobre todo con Eduardo Chirinos y Magdalena Chocano. Afloran los primeros y diversificados movimientos de poesía de mujeres. La línea feminista dentro de la cual destacan Carmen Ollé, Giovanna Pollarollo y Rocío Silva Santisteban, otra más lírica, donde destaca Rosella Di Paolo, además del intimismo irónico de Milka Rabasa. Cabe mencionar también a Patricia Alba, Mariela Dreyfus y Dalmacia Ruiz-Rosas.

En el último decenio del siglo XX aparece en la literatura peruana una tendencia individualista. Ya no se trata de conformar grupos con un pensamiento político, ni de poner el acento en el compromiso social, sino de ahondar en la intención estética. En la narrativa, la fórmula que se impone es la denominada Joven-Urbano-Marginal. En este campo, además de Jaime Bayly, que tiene preferencia por lo sensacionalista, sobresalen Óscar Malca con Al final de la calle y Sergio Galarza con Matacabros, quienes cultivan el realismo sucio bukowskiano. Por otra parte, aparecen algunos escritores que cultivan el esteticismo y cuya obra escapa a los moldes de su generación, entre ellos Iván Thays, con Las fotografías de Frances Farmer, y Patricia De Souza, con Cuando llegue la noche. En la poesía destacan Umberto Toso con Poemas de navegación (1990), Montserrat Álvarez con Zona dark (1991), Xavier Echarri con Las quebradas experiencias y otros poemas (1993), Johnny Barbieri con Branda y La Mesón de los Pandos (1993), Martín Rodríguez-Gaona con Efectos personales (1993), Lorenzo Helguero con Sapiente lengua (1993), Mario Montalbetti con Fin desierto (1995), Selenco Vega con Casa de Familia (1995), José Pancorvo con Profeta el cielo (1997), José Carlos Yrigoyen con El libro de las moscas (1997), Rafael Espinosa con Fin (1997) y Geometría (1998), Miguel Ildefonso con Vestigios (1999), Roxana Crisólogo con Abajo sobre el cielo (1999), Alberto Valdivia Baselli con La región humana y Patología (2000) y otros más. En el campo dramático descollan Enrique Mávila y Mariana de Althaus, que se han caracterizado por la asimilación de diferentes tendencias teatrales contemporáneas, así como el director Alonso Alegría, hijo de Ciro Alegría.

Simultáneamente, dos escritores del grupo Narración alcanzan su madurez durante este decenio: Oswaldo Reynoso y Miguel Gutiérrez, quienes

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regresan al Perú luego de una larga estadía en la China comunista, que los desengaña de sus aventuras políticas juveniles. Reynoso, autor del memorable libro de cuentos "Los inocentes", pública sucesivamente la nouvelle "En busca de Aladino" y la novela "Los eunucos inmortales", obras de prosa musical en las que se descarta el ideal de la lucha social de clase por la búsqueda de una utopía de belleza juvenil que resulte, no obstante, justiciera con los humildes. Gutiérrez, por su lado, sorprende a los lectores con una novela de más de mil páginas, "La violencia del tiempo", saga familiar de la familia Villar, que se inicia con el primer Villar, desertor del ejército español que combatió contra los patriotas en la guerra de independencia, y termina con Martín Villar, narrador de la novela, que en los años sesenta ha optado por ser un profesor rural, tras estudiar en la oligárquica Universidad Católica. Novela histórica, de crecimiento, ensayo de crítica social y de interpretación histórica, "La violencia del tiempo" acusa el influjo de los grandes narradores latinoamericanos del siglo XX (Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa), así como de los maestros de la novela del siglo XIX, en especial de Balzac, cuyo intenso y torvo cronicón de familia, La Comedia Humana, evoca con maestría singular.

Hacia 1975 todavía resonaban los ecos de la explosión de Hora Zero ocurrida en 1970. Y también del que había sido un no-grupo, es decir el aglutinado en las páginas de la revista política Estación Reunida a fines de los 60s y que en en ese instante -1975- prolongaba en cierto modo El Uso de la Palabra con José Rosas Ribeyro al frente. A la sazón el novísimo movimiento de la joven poesía se manifestaba a través de dos polos: universitario uno y callejero el otro. En el primero primaban las revistas Nubetonta y Tallo de Habas -de la Católica- y Textos de San Marcos. Mientras en el segundo destacaban los Cuadernos de Berlioz y su plaquette El Oro de Acapulco, donde está el poema "Constanza" de Luis La Hoz: Ahora canta un gorrión en el poste de la esquina, mi querida Constanza, y yo recuerdo que ya no recuerdo algunas cosas. Descanso de soso aliento, desvalido más que todo /.../ The Happiness is a warm gun, los pajaros y los que me robaron la alegría, texto emblemático de aquellos días del verano de 1974.

En el ámbito universitario era muy visible el activismo de Edgar O'hara, así como la poesía de Mario Montalbetti (ambos de la Católica) y de José Morales Saravia y Luis Alberto Castillo quienes eran de San Marcos. Este último era reconocido como el poeta joven del momento – Ricardo Gonzalez Vigil en su Antología de la poesía peruana. Siglo XX lo llama "uno de los poetas más dotados técnicamente" - con sus publicaciones en el suplemento Dominical de El Comercio y en la prestigiosa Hipócrita Lector donde igualmente habían aparecido otros nuevos como Carlos López Degregori y Enrique Sánchez Hernani. El Oro de Acapulco reunía a Luis La Hoz y Oscar Aragón, pero también integraba el grupo Armando Arteaga -autor de la Oda al Cinzano: Amo el invierno / y no renunciaré jamás / a la belleza de incendiar / los árboles de un bosque en el otoño- quien había debutado en el ya mencionado Dominical de El Comercio en 1972 y pertenecía junto a Juan Carlos Lázaro y Fredy Roncalla a una oleada surgida inmediatamente después del boom horazeriano y de cuya propuesta eran en cierta medida tributarios -sobre todo en la línea lírico-urbana de José Cerna Bazán y principalmente Enrique Verástegui, quien con su En los extramuros del mundo (1971) tuvo una enorme influencia en la joven poesía

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del momento. Esta línea se prolongaría en Luis Alberto Castillo, Enrique Sánchez Hernani, Bernardo Rafael Alvarez y Jorge Luis Roncal, para no hablar de la segunda promoción de Hora Zero (Elías Durand, César Gamarra, Rubén Urbizagástegui, Isaac Rupay -fallecido en abril de 1974- y Yulino Dávila) configurada en el tabloide de marzo, 1973 y que marcó la silenciosa disolución del Movimiento Hora Zero, en su etapa fundacional y primera fase, 1970-1973.Sin embargo, algo nuevo se venía cocinando. Es decir, a partir de un cierto tono órfico y plástico, que en algún sentido vendría de Verástegui y detrás de él de la tríada nuclear de los 60s configurada por Antonio Cisneros, Rodolfo Hinsotroza y Mirko Lauer, a su vez herederos de la mata anglo-sajona denominada Pound & Eliot, aparecería la poesía de Mario Montalbetti, desde sus primeros atisbos en las pequeñas revistas citadas líneas arriba Nubetonta y Tallo de Habas hasta su libro Perro Negro. 31 poemas (1978) y de forma más desarrollada en el Qusasar/ el misterio del sueño cóncavo publicado en el primer número de Hueso Húmero. Al leer este poema se disfruta de un fraseo que nos transporta a una sensación de maravilla (esa playa de la maravilla de la que habla Eguren:

Abismo es la distancia entre el arco más alejado de tu asedio y el mueble punto sobre el que te ciernes. Sentado sobre el catre blanco trato de replantear el Este.

Y más adelante:

Eres igual a mí pero vacío. Y sin embargo eres costumbre cuerda nudo asombro alisio.

Esto nos hace pensar : Este es otro sonido que ya no tiene nada que ver con el lenguaje de Hora Zero. Aquí ya no había asomo de narratividad ni de habla coloquial directa.A fines de ese mismo año 1979, otro autor vendría a poner su cuota de diferenciación frente al Conversacionalismo imperante. Me refiero a José Morales Saravia y a su libro Cactáceas. Allí se lee en el principio del extenso poema "Sábilas":

Si los portales abrieran verdaderamente sus párpados como el alba, si planearan aves bajo el techo de celestes mosaicos, sobre los tejados del mar, es posible que afinaran su tono los amaneceres

La suerte ya estaba echada. Un cambio de música principió a instalarse en la poesía peruana ad-portas la nueva década de 1980. Entonces volví los ojos como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada (según el verso de Vallejo) y encontré el libro Un buen día de Carlos López Degregori publicado en 1978 cuando su autor aún pertenecía al grupo La Sagrada Familia, colectivo que -en cierto modo- podríamos considerar una especie de bisagra entre la generación del 70 y la que vino después. El lenguaje todavía tributario del coloquialismo de Un buen día entraña ya un ritmo que va hacia otra tonalidad: cualquier día una mano nos detiene / un toque muy discreto / apenas un chasquido dibujado / con la punta de los dedos pero sería con su libro Las Conversiones (1983) en el que afirma Y decidí remontarme al ruiseñor con el que López Degregori trazará el destino original de su poesía, cuyo élan está configurado por una dimensión

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imaginaria que le otorga un sabor distinto al de la generación del 70: Guardó a la luna en un tonel / y un poco de semen y un cabello /.../ Y los guardó con el mar de hace un mes / esperando la disolución total / o un milagro.

Al parecer ya estaba todo listo para el surgimiento de una nueva generación poética Disuelta La Sagrada Familia, esto empezó a ocurrir hacia 1979 con la aparición de dos pequeñas revistas Trompa de Eustaquio de la Universidad Católica y (Sic) de San Marcos. La historia empieza con la caminata cotidiana del joven poeta José A. Mazzotti por la Avenida Riva-Agüero que conecta el Fundo Pando de la Católica y la Ciudad Universitaria de San Marcos. Mazzotti estudiaba Literatura en ambas universidades. Y así fue como en el Patio de Letras de San Marcos nos enteramos de la existencia de un novísmo llamado Eduardo Chirinos. Con él y con Raúl Mendizábal, Mazzotti editaba Trompa de Eustaquio nombre que aludía al nuevo sonido que esperaba escucharse de la new generation, mientras los editores de la publicación se presentaban socarronamente a sí mismos como los tres tristes tigres. En San Marcos Mazzotti era responsable de (Sic) junto a Patricia Alba, más Oscar Malca (que intentaba la poesía) y Julio Heredia, quienes habían sido -estos dos últimos- miembros de La Sagrada Familia. Este es otro motivo por el que se señala líneas arriba que La Sagrada Familia sería una suerte de puente entre los 70s y la nueva cómo de los 80s. A dicho grupo también perteneció Dalmacia Ruiz Rosas, quien junto a Alba y Mariela Dreyfus serían las tres gatas anarquistas de los 80s, como las denominó cierto comentarista en un leído suplemento dominical de la época. En este punto es bueno recordar que al regreso de Paris de Carmen Ollé -de la generacón del 70, junto a quien era su esposo Enrique Verástegui- y la publicación de Noches de Adrenalina en 1981 desencadenó lo que se dio en llamar el Boom de la poesía femenina de los 80s, en el que estuvieron involucradas todas las poetisas mencionadas y de alguna manera otras creadoras como Inés Cook, Rossella Di Paolo, Milka Rabassa, Patricia Matuk y un poco después Rocío Silva Santisteban y Tatiana Berger o Doris Bayly.

¿Cómo estar seguros si el inicio de los 80 marcó un definido nuevo derrotero para los modos de decir de la poesía peruana?" Lo destacable de los Cuadernos de Horacio Morell es cierta onda que le da la vuelta a Lucho Hernández y se coloca en un imaginario donde reina la Cucarachita Martina en los suburbios del búho; pero donde Chirinos encontró la novedad de su lenguaje fue en Crónicas de un Ocioso (1983) en el que una precoz madurez se deja escuchar:

Anoche no he dormido mucho, me pasé horas contemplando la ventana. La oscuridad no lograba disipar la música que acompaña la noche, la noche no lograba disipar la visión de una pared en cuyo centro hay otra ventana. Esa ventana es un vacío que se extiende hasta el más profundo sueño

Por aquellos días no pude evitar una resonancia montalbetiana en estos versos. Allí conecté el nuevo sonido que la generación del 80 estaba presentando. Y esto más:

Tu boca destruye un helado de chocolate que chorrea en tu blusa,

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tu boca acaricia mi boca/ una ventana

Y unas estrofas posteriores:

/¿Todavía no ves nada? ¿Es posible que sigas sin ver nada?/

El segundo tigre es Raúl Mendizábal, conquistó el primer premio en poesía de los Juegos Florales de la Universidad Católica en 1979. Su famoso texto Prima Julianne fue emblemático de aquellos días de vino y de rosas: julianne julianne / dónde has llegado querida / dónde has llegado con tu pálido amor. Pero sería en 4'33'' el poema en el que conceptualmente Mendizábal obtiene su mejor logro en tanto arte poética de la nueva generación: tres segundos se corresponden los ecos se acompasan en cada rincón / para que después sea el sonido escogido / el único hecho por humano que es fiel / y que guarda relación. Raúl Mendizábal recogió en 2004 su obra -dispersa hasta ese instante en plaquettes, diarios y revistas- bajo el músico título de Dedeálade. 69 poemas.

El más joven de los tres tristes tigres es José A. Mazzotti. Nuestro autor se hizo conocido en Lima al conquistar a los 19 años los Juegos Florales Túpac Amaru de la Universidad de San Marcos.(1980) Poemas no recogidos en libro es el título del conjunto premiado y que vería la luz en agosto de 1981. Sorprendió a todos la madurez con que Mazzotti enfrentaba el oficio:

Mientras te duermes vas oyendo a tus espaldas una puerta que se cierra sin hacer ruidopiensas en un amor imposible de citas clandestinas y perros que te siguen en la nochey descubres que un amor y un poema son los mismo al fin y al caboy son lo mismo al fin y al cabo el poema y la puerta que se cierrasin hacer ruido y son lo mismo esa puerta que se cierra y un amor imposible que hace ruido estrepitosamentey tienes que escribir el poema escrinir el poema escribir el poema a como de lugar

Este rítmico y asordinado fraseo avanzará hacia logros contundentes del nuevo tono generacional como en el antologado Yegua es la hembra del caballo del cual podemos leer la estanza final:

Yegua es la hembra del caballo y yegua es mi mujer impronunciabledivina metalengua que pronuncio y no decoroy salto y pateo y relincho y ya no sigo

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sé que ella viene como un pasto dulce a perdonarme estas palabras

O en el poema "Visión de Guevara" en el que el autor nos ofrece su homenaje -y ahora con mayor razón a poco menos de un mes de la muerte del genio de Hotel del Cuzco & otras provincias del Perú, Pablo Guevara, a quien no dudo en llamar maestro directo de nuestra generación. He aquí los versos de Mazzotti:

más puro que un poema, viejo Pablo, más hermosoque todas las muchachas que miraban nuestro encuentro sin mirarloy sonreiste a los desconocidos que te despreciabany algo detrás de ti, algo metido entre la noche,te mirabay no sabías si eras tú o era la historiao algún poema que escapaba de tus manos y quedaba pa- ra siempre entre las callesentre los muros negros y las tardes negras y los rostrosterriblemente solos de la gran ciudad

Esta metafísica pero de todos modos histórica percepción del mundo tomará cuerpo -ya más avanzada la década de los 80s- en la poesía de un supernovísmo llamado Rómulo Domingo Ramos Ramos, pero que desde los días fundacionales del Movimiento Kloaka (1982) prefirió aparecer religiosamente como Domingo De Ramos, con su sabor a tierra de Pueblo Joven, a barrio del Cono Sur de Lima. Y en las nuevas voces de otros muchachos que participaron o simpatizaron con el estado de revuelta poética denominado Movimiento Kloaka -del que no voy a hablar porque no tiene sentido aquí referirse a uno mismo- pero sí voy a dejar sus nombres bien puestos en el firmamento de esta noche. Ellos son Rafael Dávila-Franco, José Alberto Velarde, Rodrigo Quijano, Jorge Frisancho, Frido Martin, Bruno Mendizábal, César Ángeles y Mary Soto.