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174 PERÍODO DE SESIONES DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS Quito, noviembre 08 / 2019 Estimadas autoridades, queridas amigas y amigos todos. Un saludo especial para quienes nos visitan. Sepan que ésta, nuestra casa, es y será siempre la de ustedes, y los recibimos 1

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174 PERÍODO DE SESIONES DE LA COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS

Quito, noviembre 08 / 2019

Estimadas autoridades, queridas amigas y amigos todos. Un saludo especial para quienes nos visitan. Sepan que ésta, nuestra casa, es y será siempre la de ustedes, y los recibimos con los brazos abiertos. Señores periodistas, siempre bienvenidos.

Ser anfitrión de esta centésima septuagésima cuarta edición de las sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, marca realmente un hito para el país.

Por una parte, refleja la importancia que ahora Ecuador otorga al Sistema Interamericano de Derechos Humanos, en general, y el funcionamiento de la Comisión y sus mecanismos de trabajo, en particular.

Por otra parte, es una hermosa coincidencia ser sede por primera vez, precisamente, al conmemorarse 60 años de su creación. Y quizá el aspecto más importante de este momento, será que marcamos el reencuentro de mi país con la OEA, tras una década de injusto alejamiento, de injusta crítica del Ecuador a la OEA y a la Comisión, por parte del gobierno anterior.

En abril pasado visité la OEA y me dirigí a su Consejo Permanente. Ecuador ─lo dije entonces─ apoya a la organización y a la CIDH, no solo de palabra sino fundamentalmente donde deben terrenalizarse los comentarios y los criterios, que es en la práctica.

Por ese motivo financiamos este período de sesiones de la CIDH, y financiamos el trabajo de la Comisión que investigó la muerte de tres periodistas ecuatorianos, en manos del crimen organizado transnacional en el sur de Colombia.

Contribuimos a las acciones del Sistema Interamericano de Derechos Humanos y, sobre todo, apoyamos su funcionamiento con decisión y perseverancia. Me refiero a nuestra actuación cuando tenemos sugerencias y planteamientos para que el sistema mejore, para que sea más eficiente. Para que dé la ocasión de exponer sus puntos de vista a las víctimas y, cuando es del caso, a los Estados, de una manera realmente objetiva.

El trato de los derechos humanos, queridas amigas y amigos, debemos considerar que es un tema extremadamente sensible. Por eso es importante el estar aprendiendo cómo hacerlo cada vez mejor, cómo pensarlo, cómo inteligenciarlo de mejor manera. Siempre existe una mejor manera de decir las cosas, y siempre resulta importante hacerlo de mejor manera.

Inclusive hay que tener cuidado con los conceptos. A veces el concepto de libertad rebasa una línea, rebasa una frontera de sucesos y se vuelve aquello que no debería ser.

La libertad no debemos entenderla como una libertad arcaica, como una libertad cavernaria, troglodita. La libertad es verdadera. Como nosotros la consideramos, es hacer lo que se debe en el momento en que se debe. Interpretar lo que se debe en el momento que se debe, suele ser extremadamente sensible.

Por cierto, hay que tener cuidado con que, cuando hablamos de derechos humanos, nos preocupemos de que acompañe a la realidad, que vaya en armonía con los hechos reales que la gente está viendo, está percibiendo y palpando.

Porque, en caso contrario, se produce la desazón. Si quienes estamos encargados de defender los derechos humanos, en nuestras decisiones y comentarios nos desplazamos fuera de la realidad, ese momento se produce la desazón de la sociedad y la pérdida de confianza en los derechos humanos. Por eso hay que hacerlo con extremo cuidado, para que ésta empate con la realidad.

Al final, en materia de derechos humanos importa la defensa de la verdad. Y qué mejor que hacerlo siguiendo los principios que ya están instaurados en el debido proceso de las instancias judiciales nacionales, y adaptados en los reglamentos de los órganos del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.

Con respecto al concepto de verdad, éste es bastante lábil, cambia con facilidad. Ahora vemos cómo, inclusive, la gente niega aquello que es completamente evidente y, de a poco, con muchos recursos, como las redes, va implantando un concepto de verdad diferente, más o menos en términos orwellianos, gebelianos. En esos términos, y en esos objetivos y propósitos.

Tener cuidado con estos términos que algún momento pueden distanciarse de la verdad, de la realidad. Siendo la verdad un concepto relativo, no creemos que somos dueños de la verdad. ¡No somos dueños de la verdad! ¡Nadie es dueño de la verdad!

En más de una ocasión recalcamos que nosotros debemos siempre buscar la verdad. A lo mejor no la alcanzamos jamás, pero siempre debemos buscarla. Y acompañarnos de las personas que quieren buscar la verdad y alejarnos completamente de aquellos –como pasó en la década pasada- que creen que han encontrado la verdad.

¡Es la fatalidad de las naciones!

Bienvenidos queridos amigos a este Ecuador que se mantiene en pie, consciente de las adversidades y de los desafíos. Un Ecuador que no teme levantarse todos los días a trabajar con optimismo.

Seguramente los hechos dolorosos que ocurrieron entre el 3 y el 13 de octubre se escribirán como uno de los momentos más tristes en nuestra historia contemporánea. Tristes, porque hubo gente que salió a manifestar su inconformidad -eso está bien- por decisiones que habíamos tomado para enderezar una injusticia histórica producida con subsidios que solo beneficiaban a los ricos. Son subsidios que también siguen beneficiando a los narcotraficantes y a los traficantes de gasolina y de diésel.

Fue gente que salió motivada por su pobreza, por su dolor al no poder alimentar debidamente a su familia. Porque el trabajo en el campo no es suficientemente bueno para tener el bienestar que requieren los ciudadanos. Gente que no puede acceder a un empleo digno, o jóvenes impedidos de entrar a la universidad por exámenes injustamente diseñados, que lastimosamente privilegiaba el conocimiento urbano, citadino. Pero excluyó al conocimiento maravilloso de la gente que trabaja, que vive y practica la vida en el campo. Mientras tanto la urbanidad y la “citadinidad” puestas en un escenario de privilegio.

Esas condiciones fueron aprovechadas por quienes estaban en la línea de desestabilizar el Estado y el país.

La democracia estuvo en riesgo, todos lo saben. El mundo entero presenció cómo Ecuador salió airoso de un violento intento de golpe de Estado. Estuvo en riesgo lo más preciado y sagrado que tenemos, que son los derechos humanos de toda la sociedad ecuatoriana.

Jamás se nos ocurrió pensar que en nuestro país se iban a registrar hechos de tanta violencia. Bajo el paraguas del derecho a la protesta o el derecho a la resistencia, incendiaron edificios públicos como el de la Contraloría General del Estado. ¡Qué casualidad! Ahora conocemos, por investigaciones de la Fiscalía, que todo fue planificado.

El primer edificio que se incendió y destruyó casi en su totalidad, fue la Contraloría, donde están las pruebas de los sinvergüenzas que se robaron el país en la década pasada. Ahí están las pruebas. Y quisieron hacerlo exactamente con la Fiscalía.

Es una verdad extremadamente evidente. No requiere un análisis muy complejo para saber por qué incendiaron la Contraloría. Por qué se fueron directamente al quinto piso, donde se encontraban precisamente las pruebas.

Ventajosamente, nosotros tenemos en las instituciones gente que está cumpliendo a cabalidad su trabajo. Eso lo celebro, y realmente les agradezco a nombre del pueblo ecuatoriano, al que represento.

Destruyeron el maravilloso Centro Histórico de Quito, Patrimonio Cultural de la Humanidad. Ocuparon y paralizaron pozos petroleros y sistemas de agua potable. ¿Puede haber una violación mayor a los derechos humanos?

Robaron vehículos de carga. Asaltaron varias antenas de transmisión e incendiaron un canal de televisión. Me llamaron aterrorizadas personas que se habían recluido en un cuarto en el cual sentían seguras, pero estaban quemando el edificio. Y les importa un bledo que la gente se incinere ahí adentro. ¿Habrá violación más flagrante de un derecho humano?

Invadieron y destruyeron pequeños y medianos negocios, industrias de alimentos y productos de exportación. La gente aún recuerda la imagen de miles de litros de leche -bastante trabajo les ha de haber costado a nuestros campesinos producirlos- siendo derramados en caminos y carreteras. Cómo si no fuera suficiente daño, secuestraron periodistas, policías y militares. Los humillaron, los agredieron y les obligaron a desprenderse de sus prendas. ¡Los desnudaron en público!

Si eso no es una violación a los derechos humanos, por favor, tendrán que explicármelo de mejor manera. Si eso no es una violación a los derechos, realmente no estoy cercano siquiera a la realidad, y me va a costar entenderlo de otra manera.

Atacaron ambulancias, centros de salud, centros comerciales, cuarteles militares y policiales. Hermanos policías fueron quemados, dos perdieron un ojo, doce severas afectaciones de la vista. Centenares sufrieron fracturas, roturas de cabeza y varias otras heridas.

Y algunas queridas policías, que también son madres, hijas, hermanas, fueron humilladas. Amparo y Jaqueline, estuvieron secuestradas cinco días luego de haber sido llevadas descalzas, a golpe de palos.

Algún momento escuché decir que les descalzan porque así andan los indígenas. ¡Me estremece! ¡Me estremece esa interpretación de los derechos humanos!

Fueron llevadas descalzas por las calles, a golpes de palo. Las mantuvieron siempre desnudas. Todas las noches las manoseaban, dizque en busca de celulares, amenazadas con violación y muerte.

¿Qué podrá tener una persona desnuda? No entiendo.

Johanna era llevada secuestrada, pero la hirieron en la cabeza. Un paramédico la atendió y la llevó a un centro de salud. La siguieron hasta allá, reclamando a la herida para matarla. Intentaron tomarse el establecimiento, pero los galenos, con inteligencia, tuvieron la precaución de sacarla vestida de médico en una ambulancia.

En ese mismo momento secuestraron en Calderón a la policía María José. Ella vio cómo golpeaban las caras y cabezas de sus compañeros. Cuando le regaron gasolina para incinerarla, ella les dijo que estaba embarazada. Y la golpearon en el vientre. La desnudaron y la manosearon.

Los uniformados hombres y mujeres sufrieron una tortura sicológica que difícilmente superarán. En el Ágora de la Casa de la Cultura, les amenazaron con aplicarles la justicia indígena, diciéndoles que sus cuerpos serían un trofeo en venganza de sus muertos.

Queridos amigos: nunca vimos sucesos de esas características, irónicamente calificados por sus causantes como “protesta pacífica”. Lo que el país presenció fue un alto grado de violencia organizada, sistemática, con la clara intención de romper el Estado de derecho y la democracia.

Esta crisis nos ha dado una nueva oportunidad para valorar lo que tenemos, para valorar nuestra democracia como la mejor invención de la humanidad para lograr la convivencia pacífica, civilizada, una convivencia racional.

La democracia es el lugar ideal donde cabemos todos, en donde se procesan las diferencias. ¿De qué forma? Con el diálogo, con los acuerdos mínimos, con los consensos. En donde se protege a los más vulnerables, en donde debe imperar la justicia. Y, sobre todo, en donde la verdad es el cauce que nos permite avanzar sin impunidad.

Mi gobierno entiende que los derechos humanos son los cimientos sobre los que se asienta el Estado moderno.

El Estado existe para el ser humano. Pero si el ser humano no goza de todos sus derechos, el Estado no tiene razón de ser, no tiene razón de existir. Así se produce el deshacimiento de la sociedad, la desconfianza en algo tan fundamental como es la democracia.

Y una parte sustancial de lo más hermoso de la democracia, es la práctica, la difusión, la promoción y, sobre todo, el ejercicio pleno de los derechos humanos. De esta concepción se desprenden dos funciones esenciales. Primero, los derechos humanos imponen a los Estados una serie de obligaciones positivas, porque marcan y delinean las decisiones, las políticas, los planes y las medidas estatales de todo tipo.

Por tanto, el Estado y su gobierno deben generar las condiciones que permitan el libre ejercicio de todos los derechos humanos. Y tal como señala la Constitución del Ecuador, debe hacerlo sin establecer prelación entre ellos, sino una lógica y necesaria interdependencia.

Por otra parte, por definición, los derechos humanos también imponen los límites al poder del Estado. Esa decisión, esa política, ese actuar del Estado y de los gobiernos, tiene un freno connatural en los derechos de las personas, de todas sin excepción.

Esta concepción es la que separa un Estado democrático de otro que no lo es. Sin embargo, esto, en ninguna circunstancia, significa que un Estado que respeta los derechos humanos sea un Estado paralizado, inmóvil o impedido de controlar o sancionar cuando se comete un delito.

Respetar los derechos humamos no es incompatible con que cada persona se haga responsable de sus actos. Todo lo contrario. El Estado debe actuar, pero bajo las normas de los propios instrumentos que los derechos humanos le imponen.

Tal es así, que una de las características del Estado moderno y del Estado democrático, es la reserva del monopolio del uso de la fuerza. El monopolio del uso de la fuerza la tiene el Estado. Ese monopolio permite la existencia de sociedades pacíficas que respeten la vida y los derechos de sus habitantes, porque -insisto- debe observar siempre y sin excepción, las reglas que permitan asegurar que su uso no será amenaza para los derechos humanos. Esto sería una contradicción.

El Estado ecuatoriano no solo posee dichas reglas y principios, sino que son el fundamento de su accionar, tanto en el mandato constitucional como en la labor diaria de quienes tienen el deber de velar por la seguridad y el orden interno.

Ecuador vivió momentos de zozobra para la convivencia pacífica, que ya fueron conocidos en la visita de la Comisión. Y debo ser firme y enfático en afirmar que la actuación del Estado ecuatoriano, para resguardar los derechos de todos sus habitantes, sin distingo alguno, requirió del uso de la fuerza.

¡Que se me oiga bien! Nuestros hermanos uniformados lo hicieron observando estrictamente las reglas a las que se encuentran sometidos. ¡Jamás dispararon! ¡Jamás dispararon! Por eso invitamos a la CIDH y a la Oficina del Alto Comisionado, para que enviaran misiones para cumplir su trabajo. Y lo hicieron libremente, porque nada tenemos que ocultar.

Con el pueblo que expresó su inconformidad y disenso, estamos dialogando. Los escuchamos y hemos acordado varias medidas. Con quienes delinquieron, estamos siguiendo todos los procesos conforme al derecho.

¡Nadie está sobre la ley, ni sobre el derecho de las personas!

Ningún derecho de un individuo puede reclamarse en desmedro del derecho de otro. Recordemos lo que dice el artículo 32 de la propia Convención Americana de los Derechos Humanos: “los derechos de cada persona están limitados por los derechos de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común en una sociedad democrática”.

Por eso esperamos con ansiedad su informe, queridos amigos. Si hubo algún exceso, si la búsqueda de la paz social y el combate a los grupos violentos generaron errores o afectaron derechos humanos, implementaremos las medidas legales correspondientes, como cualquier gobierno democrático del mundo, en el marco siempre del Estado de derecho.

Hoy podemos asegurar que tras de aquellos días, que difícilmente se borraran de la memoria, ahora Ecuador transita por un camino de tranquilidad, por el camino del diálogo y la recomposición de la convivencia pacífica. Ese es el anhelo de todos los que habitamos esta tierra.

No solo vivimos jornadas de violencia nunca vistas, sino que pusieron en jaque nuestra democracia. Y no estamos dispuestos a sacrificar nuestra democracia en ninguna circunstancia. Estamos convencidos de que la democracia y sólo la democracia, es el único medio natural donde pueden permanecer vivos y vigentes los derechos humanos.

Los hechos de octubre nos han dejado muchas lecciones. Una de las más importantes es optar siempre y decidir siempre por la paz. ¡Gracias a quienes colaboraron con ella!

La decisión de derogar las medidas económicas que permitirían sanear la economía nacional, no fue una derrota política. Fue el triunfo rotundo de la paz, fue el triunfo rotundo de la democracia.

Queridos amigos: ceder no es perder. Precisamente para aquello es el diálogo. Para poder adentrarse, aprender y respetar el pensamiento del otro. Para eso sirve el diálogo. Para entendernos mejor y llegar a consensos, a acuerdos.

El diálogo no obliga necesariamente, pero el acuerdo sí obliga. Es el momento de los acuerdos.

Ceder no es perder. Ceder por la paz, por poner fin a la violencia y evitar que Ecuador sucumbiera, es tener un profundo respeto por la vida de la gente, de todos sin excepción.

Ceder por la paz es pensar en que siempre hay un mañana, aunque se presente a veces en el horizonte como bastante difícil. Difícil, sí, pero en democracia. Solo así la esperanza tiene un sentido.

Para terminar, saludamos la realización de este Período de Sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en Ecuador.

Nuestra hospitalidad guarda consonancia con una política exterior independiente, cimentada en los intereses permanentes de la nación, y enfocada en promover la causa del respeto de los derechos humanos y libertades fundamentales en nuestro continente.

Derechos humanos y libertades, tan venidas a menos en muchos países que perfectamente los identificamos, y que es de allá de donde viene el dinero y las órdenes para que se lo haga acá.

Auguro el mayor de los éxitos a esta cita hemisférica que marca los primeros 60 años de la CIDH, para que su trabajo sea cada vez más fecundo. ¡Cada vez más fecundo!

Alguien decía: “aprender y aprender para mejor comprender y actuar”. Sí, hay que aprender cada vez más, jamás cansarse de aprender, ser una esponja que capte el conocimiento, para tenerlo vigente siempre en el cerebro. Y aplicarlo en esto que nosotros buscamos: los derechos humanos.

Es un trabajo cada vez más fecundo en la defensa de valores y principios que nos comprometen: la protección, difusión y promoción de los derechos humanos en toda nuestra querida América.

Muchísimas gracias a todos.

LENÍN MORENO GARCÉS

Presidente Constitucional de la República del Ecuador

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