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 GROUPE TR T DO DEL SIGNO VISU L P R UN RETÓR IC E L IM GEN C TEDR

grupo_u - Tratado del signo visual

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GROUPE

TR T DO DEL

SIGNO

VISU L

P R UN RETÓRIC

E L

IM GEN

C TEDR

Signo

e

imagen

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esta fibrilación de la superficie y de la materia,

en

sus relaciones con

los objetos representados, produce un efecto de

sentido.

Estudiaremos este

fenómeno

cuando consideremos la relación que

pueden mantener el signo plástico y el signo icónico, relación que

será llamada "iconoplástica" (ver capítulos VII y IX).

Cuando la mácula, direccional o no, tiene por sí misma un esta-

tuto semiótico,

pueden

nacer nuevos

significados

de

la interacción

entre él significado textura global y los significados propios de esta

mácula.

Un caso interesante es elvque le presta a las imágenes una

textura sacada de la escritura. Jiri Kolar constituye sus imágenes

mediante

un collage de pequeños fragmentos de libros y de perió-

dicos impresos. Dom Sylvester

Houédard

hace lo mismo utilizando

las letras de su

célebre máquina

de escribir Olivetti Lettera 22

3 SISTEMÁTICA DE

LA

FORMA

3 0 ntroducción

Encontraremos

en

las líneas que

siguen l

esbozo de una semio-

logía de la forma. Será aprehendida en una situación ~ ' p u r a

en

la

que no tiene

ninguna

característica @romática ni textura (lo cual no

puede, evidentemente, suceder en la comunicación visual práctica;

véase Bense, 1971), y

en

la que

presenta

una relación de lumino-

sidad ideal y estable. Por

supuesto

que, así considerada, esta forma

es un objeto teórico.

A fin de pasar de lo más sencillo a lo más complejo, y siempre

por hipótesis, consideraremos primeramente una forma única,

en

un

enunciado visual cualquiera. Este enunciado mínimo estará, pues,

constituido por dos elementos: el fondo y

la

forma que

se

desprende. Evidentemente, no ignoramos que una forma puede

constituir el

fondo sobre

el

que

se

posa una nueva

forma, y así

sucesivamente, pero sobre esto, optamos por

una

situación ideal

en

la

que una

sola forma

se

posa

sobre

un

fondo

estable y último.

Haciendo partir nuestra reflexión de este punto, nos acercal1}os a la

posición de Bertin

(1967)

y

de

Odin 0976 , que

ven en

la «mancha"

la unidad elemental de la iinagen.

No obstante, incluso si la reducimos a su forma pura, la mancha

no constituye una unidad última, no analizable.

Puede

ser descrita

según

tres parámetros. La descripción de éstos l os

formemas-

será el objeto del primer parágrafo. El

segundo

será un

esbozo

de

una

semántica de las formas y el terceto itá más allá del análisis de

una

forma aislada,

para

considerar la relación

de

diferentes formas

en un enunciado.

190

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3.1. os significantes de la forma

3.1.1.

El

estatuto de los formemas

Toda forma puede definirse por tres parámetros: la dimensión, la

posición y la orientación. Cada uno de los tres

puede

tomar un gran

número de

valores,

aunque

no

tan

grande como para

excluir por

completo la hipótesis

de un

registro completo de esos valores:

Esta articulación

en

tres rasgos, y esta hipótesis. terminativa del

registro de los valores, parecen entrar en contradicd0n

con

la tesis

según

la cual los signos plásticos

se

instituyen cada vez

en un

enun-

ciado siguiendo reglas sui

generis

170

  De hecho, pueden observarse

regularidades al

comparar

esas formas, y

es

incluso

ese,proceso

de

comparación el

que da

lugar a la forma propiamente dicha, a partir

de la percepción de las figuras (capítulo II,

§

2.4.2.): la poc'ión de

forma

supone

la existencia

de

caracterizaciones invarianteS::'

La comparación puede hacerse en el interior de

un

único enun-

ciado

cuando posee

varias formas, o comparando dos enunciados.

Para ser. descritas, las regularidades identificadas exigen un metalen-

guaje descriptivo, y nuestros

formemas

no son otra

cosa que

elementos de ese lenguaje. Por ejemplo, el análisis plástico de la obra

de Buffet hace

destacar

el rasgo /verticalidad/,

el de

la

obra de

Pollock, el rasgo /ausencia de cierre/. Igualmente, tendremos /vertica-

lidad/ y /horizontalidad/ en Mondrian, y así sucesivamente. Este proce-

dimiento

no

es más·

que

la extensión del

que

se

puede

aplicar a enun-

ciados complejos que

manifiestan varias formas simultáneamente.

La

observación

de una

obra

de

Vasarely, de hecho ya comentada (capí-

tulo VIII, § 2 , hace destacar rasgos como /clausura/ y /concentricidad/.

Es

cierto que estos formemas pueden variar

mucho

en cuanto a

la posibilidad que tenemos de sistematizarlos. Vilches (1983)

propone oposiciones como

/cercano/ versus

/lejano/ con

el

término medio /medio/), o /vertical/ versus /horizontal/ con el

término

medio

/oblicuo/). Pero Sonesson (1989)

hace

juiciosamente

observar

que una

f9rma

puede

ser

completamente /vertical/, pero

no

completamente /cercana/.

Tales formemas

se

situarían en

una

escala ·de intermediarios de la que

cada

polo sería una buena

forma». Nos alejaríamos

de

esas buenas formas»

mediante

formas

más o

menos

desviantes, para

pasar

por una zona neutra

de

«indeci-

sión, o

de

«equilibriq,

171

.

A pesar

de

todo,

podemos

continuar

170

Esta cuestión es una de las cruces de la semiótica visual. G. Sonesson (1989)

reprocha

con

razón a los

m ~ j o r s

representantes

de

la escuela

de

Greimas

-Floch

Thürlemann- el que

no

digan claramente si las oposiciones plásticas que extraen de

los enunciados

analizados valen únicamente

hic et nunc o

forman parte

de

un

sistema universal.

171

Estos dos términos son interesantes, pero no són objeto de ninguna teorización

por palte de Sonesson. El equilibrio puede encontrarse cerca de lo que llamamos

•mediación

-véase

capítulo VI, § la indecisión, cerca

de

la multiestabilidad .

191

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hablando

de

formas, tanto

en

el sentido hjelmsleviano como

en

el

gestaltista: cada

una de

las posiciones de la escala

puede, en

efecto,

ser considerada

como

formando parte de un conjunto vago.

Pero

estos formemas

existen

en número limitado

porque son

estructuras semióticas. No existen

por

sí mismos, pero

son

formas (esta

vez

en

el sentido hjelmsleviano del término). Ahora bien, estas estruc

turas semióticas constituyen sin

ninguna duda

una

proyección de

nuestras estructuras perceptivas, las cuales, a

su

vez, están determi

nadas por nuestros órganos y por su ejercicio (el cual está determi

nado tanto fisiológica como culturalmente). Sucede lo mismo con la

organización del espacio percibido

en

tres dimensiones (ya esté visto

como recto o curvo). Estamos sujetos a la gravedad, y

de

ahí el naci

miento

de

las nociones

de

alto y bajo y

la de

un eje semiótico de la

verticalidad. Nos ponemos

en

movimiento (para cazar, para huir, para

alimentamos, para mantener relaciones sexuales); de ahí el nacimiento

de una

relación delante-detrás entre el

sujetoy

el objeto, y la de un eje

semiótico

de

frontali'dad. Nuestros órganos

son

simétricos, y de ahí el

nacimiento de la pareja izquierda-derecha y de un eje

de

la lateralidad.

La

lingüística

ha

podido mostrar po r ejemplo,

en

el análisis del uso

complejo de las preposiciones espaciales (ver Vandeloise, 1986)-

que

la manipulación semiótica del espacio

no

se hacía según un sistema

lógico o geométrico, sino por

medio

de

conceptos funcionales ligados

a la percepción y al uso social del espacio

172

Estos diferentes parámetros crean las formas,

que

son, pues, más

que

la

suma de

sus componentes. Dos figuras de igual dimensiona

lidad y de igual espacialidad, pero de orientación diferente, podrán

ser consideradas como formas distintas. Pensemos, por ejemplo,

que

se

puede designar a la misma figura con dos

nombres

diferentes

-como

cuadrado» y

«rombo·- según

esté orientada.

3.1.2. El

estatuto del fondo

Antes

de

ir más lejos, subrayemos lo siguiente:

en

la descripción

que

seguirá le

damos

al

fondo

un

estatuto particular, diferente del

que tenía en nuestra exposición a

propósito

de los fundamentos

perceptivos

de

la comunicación visual.

En aquella disertación, el fondo era un percepto indiferenciado y

por

definición,

no

sometido a un proceso elaborado de escrutinio. Este

fondo ideal está, siempre

por

definición, desprovisto

de contorno

72

Vandeloise (1986: 22-30) destaca cinco

gmpos

de rasgos universales que juegan

un

papel

en

el análisis del espacio tal como aparece

en

el vocabulario

de

la

espacia

lidad: son

1)

la forma del cuerpo humano, (2) la física ingenua

que

quiere,

por

ejemplo,

que

una relación como pot1ador/portado intetvenga

en

la desctipción

de

las

preposiciones

sobre/bajo;

(3) el acceso a la perfección

que

juega un papel

en

la

descripción

de detrás

de

debajo ;

(4) el encuentro potencial entre entidades (movi

miento que describen,

por

ejemplo, las preposiciones antes/después ; (5) la orientación

general la orientación lateral (las cuales, apat1e

de

las tres dimensiones determinadas

por

(1), hacen intervenir la línea de la mirada de la dirección del movimiento).

192

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preciso (véase Amheim, 1986: 76), de manera que la expresión "fondo

delimitado" sería

una

contradicción en los términos (pues un "fondo" así

constituiría

una

figura con relación al fondo exterior al contomo).

Aquí, partiremos de la

hipótesis

de un fondo delimitado ,

aunque bien considerado como fondo, al que llamaremos «fondo

paradójico". ¿Por

qué

podemos

hacerlo? Nuestras costumbres cultu-

rales nos

empujan

a neutralizar ciertas figuras que terminamos por

considerar como fondos.

El

ejemplo en

l

que

se

piensa

en

primer

lugar es, evidentemente, el marco, con relación al muro. Pero existe

también

la hoja de papel, tal

plano

con relaciÓil''.a otros planos

percibidos, la pantalla luminosa con relación a las ·zonas obscuras

que la rodean, la base de la escultura, y así sucesivamente. Todas

cosas

en

las que de buena gana

vemos

fondos y que por eso mismo

adquieren

un carácter paradójico: ¡esos fondos tienen

una

forma

Esta "forma

del

fondo"

intervendrá

para imponer

u ~

leyes

a las

formas secundarias

que

se separan de ella: pensemos en:•Jas influen-

cias diferentes que ejercen sobre la

percepción

de la' figura un

marco

rectangular colocado sobre el lado grande o .sobre el

pequeño, un marco colocado de punta, un marco oval, etc.

173

.

3.1.3. Primer f01·mema: la posición

Para comenzar,

una

figura tiene una posición.

Este sistema

de

la posición

ha

sido

mencionado

a

menudo

en

las

diversas teorías del arte

 7

Es evidente que, según que la forma esté

colocada

en

el centro de un fondo o

en

otro lugar, surgen diferentes

efectos de sentido.

Este parámetro no

se

reduce a una posición

en

un plano, ya que

fondo y figura pueden ser percibidos como volumen o como super-

ficie. A una figura percibida como volumen se le supondrá una posi-

ción

en

un espacio

en

tres dimensiones; una figura percibida como

superficie tendrá una posición

en

un plano. En esta segunda even-

tualidad, la figura

puede

estar situada

en

un

plano

distinto. Esto

sucede con

las formas percibidas como situadas por delante del

fondo, o, más raramente, por detrás del fondo (en este caso, la

forma parece «hacer

un

agujero" -asimismo forma,

evidentemente

en

el fondo).

Por definición,

una

posición es relativa. En el caso de la forma,

esta relatividad es doble.

Es

primeramente, relativa con relación al

fondo

170

. En

segundo lugar,

es

relativa con

relación

a un foco.

A propósito del marco, véase nuestro capítulo XI.

17

' En particular, Kandinski ha

propuesto

una interpretación en el lenguaje que es

el suyo (1972, trad.

de

1926), y Lindekens (1971a) se ha esforzado en estructurar sus

palabras.

' Cosa que sólo es posible a causa del "carácter paradójico" del fondo aquí estu-

diado: en un

espacio indiferenciado no hay coordenadas,

y por consiguiente,

tampoco una posición definil?le.

193

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Llamamos foco al lugar geométrico de la percepción, punto nodal

de un sistema de ejes de donde provienen formemas tales como

/centralidad/,

/alto/

/izquierda/, etc.

Son las relaciones entre estos tres elementos -foco forma y

fondo--

las que determinan perceptos posicionales ya

muy

elabo-

rados, como /por encima de/ y /delante de/

176

. El primer ejemplo

corresponde

a

una

puesta

en

relación

de

una

forma

con

la masa

constituida

por

el fondo a lo largo del eje vertical, relación percibida

por un

foco, paralelamente al plano

que

pasa verticalmente por éste,

de tal manera que la forma está

en

la cima del eje.

El

segundo caso

corresponde a una puesta

en

relación de los dos elementos a lo largo

de un eje frontal que pasa por el foco, de tal manera que la fonna

está más cerca del foco. De la misma manera se

pueden

describir las

relaciones /debajo/ /detrás/ y

también

/a la izquierda/ /a la

derecha/, así como ejemplos más complejos todavía, como /al lado

de/

en

el caso

en

que

haya varias formas.

Jodo

esto

no debe

ser

tomado

en un

sentido geométrico estricto: el conjunto de los puntos

situados /por

encima/

constituye un conjunto vago.

Las

relaciones entre los tres elementos pueden ser conflictivas.

Consideraremos un

enunciado

situado

en

un plano horizontal (tapiz

o mosaico). Podrá ser leído como horizontal o como vertical. En el

segundo caso, la visión endereza, el enunciado y hace triunfar la

lógica del foco;

en

el primero la lógica del foco prevalece.

La

primera

oposición que

estructura el formema de

posición

será,

pues

una

tripartición

/fondo

inscribiéndose

en

un

plano

vertical/,

/fondo

inscribiéndose

en

un plano horizontal/ y

/fondo

inscribiéndose en un plano oblicuo/.

A partir de ahí,

un

punto

dado puede

dejarse describir

por

ejes

semióticos; es un vector con dos coordinadas, que son indiferente-

mente polares o. rectangulares (el

punto de

referencia es, sin duda,

una proyección del foco al centro de la pareja fondo/forma).

entralidad/ marginalidad/

/elevación/ /lateralidad/

/alto/

/bajo/

/izquierdo/

/derecho/

'' Podremos señalar, a propósito

de la

posición, que

un

eje como el

de

la fronta-

lidad implica igualmente el movimiento (hacia delante/hacia atrás), movimiento

que

es,

por

otro lado, fundamental para el análisis de numerosas expresiones verbales de

la

espacialidad (véase Vandeloise, 1986).

94

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Un punto

dado

puede definirse mediante varias de estas descrip

ciones a la vez (por ejemplo,

/arriba/

y

/a

la izquierda/), lo cual

plantea a veces problemas complejos. Así, si un

punto

está situado

perpendicularmente al

plano

del fondo,

y

si el foco

no está en

ese

eje ¿puede ser descrito

como

delante

de

ese fondo? Esta comple

jidad

puede ser

corregida mediante convenciones culturales:

en

el

caso

que

comentamos,

debemos

recordar

que

incluso si miramos·

un

cuadro

al sesgo,

se supone que adoptamos con

respecto a él

una

posición frontal.

3.1.4.

Segundo

formema: la dimensión

También

aquí sería banal el señalar lo relativo de este parámetro:

un

elemento aislado -hablamos tanto de líneas

comp

de superfi

  ies

no tiene dimensión. Necesitaremos

de nuevo

haqer intervenir

la triada forma-fondo-foco.

En

efecto,

en

lo plástico,

~

cosas

son

llamadas grandes o

pequeñas en

función

de

dos factores. 'El primero

es

la escala

del

observador:

sabemos que

ésta

depende de

un

ángulo de prensión en

función del cual

comprueba

la talla qe los

objetos. El

segundo

es la talla del

fondo

(ese

fondo

paradójico que

tiene también

una

dimensión).

Este parámetro

se

reduce, elementalmente, a un eje

que opone

en

sus extremos lo

/grande/ con

lo

/pequeño/.

Pero idealmente

se

debería desdoblar este

eje

según que

la

grandeza

o la pequeñez

sean

medidas

con

el rasero del fondo o

con

el

del

foco:

Fondo

A

eA'

Ü - - - - - - - - - 1 ~

Foco

Una forma cualquiera

puede,

así, situarse

en

cualquier sitio de

este espacio. A es grande con relación al foco,

pero

pequeña con

relación al

fondo (como sucede con una mancha perdida en

un

cuadro gigantesco).

A es

pequeña

con relación al

foco, pero

grande con

relación al

fondo (como

sucede con

la

mancha

consti

tuida por una

cara en

una miniatura). La

oposición de

base

/pequeño/-/grande/ se

especifica

en oposiciones

más refinadas,

como /largo/ y

/corto/,

/ancho/ y /estrecho/ en el

eje de la unidi

mensionalidad, la primera

pareja

oponiéndose

p

el eje

de

la pers

pectividad,

y

la

segunda en

el

de

la lateralidad; /vasto/

y /exiguo/

en

la

bidimensionalidad;

/voluminoso/

y

/menudo/ en

el

de

la

tridimensionalidad.

195

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3.1.5. Tercer formema: la orientación

La

última

de

nuestras tres categorías

es

la resultante

de

la combi-

nación

de dos coordenadas

polares del vector posición.

La

orienta-

ción es, pues,

una propiedad

del contorno

de

las formas asimétricas.

No

se

limita a los

fenómenos

observados únicamente en los espa-

cios

en dos

dimensiones.

La

figura está orientada

con

relación a dos

puntos de

referencia,

que son el foco y el fondo paradójico.

Cuando consideremos el significado

de

la orientación, estudiaremos

l noción

de

movimiento.

La

o r i e n t c i ~ n podrá entonces ser descrita

como el producto

de un

movimiento virtual y reversible) en o sobre el

fondo, a lo largo de un trazado del que

puede

establecerse el modelo.

Para definir el sistema

de

la /orientación/,

podemos

servirnos

de

los conceptos

que

permiten describir el de la /posición/. Añadiremos,

simplemente, el rasgo

de

/dirección/: tendremos, así:

/hacia

arriba/

versus /hacia

abajo/, /central/

versus

/marginal/ volviéndose /centrí-

peto/ versus

centrífugo/,

según

los movimientos proyectados, etc.

Cada posibilidad será detallada a continuación en:

centrípeto

centrífugo

horizontal vertical

horizontal vertical

·

a izquierda a derecha subiente descendiente a izquierda a derecha subiente descendiente

Figura

2

96

No

nos

constreñiremos aquí

en

la exhausti-

vidad: estamos hablando de contornos, y los tipos

de

contornos

no

son, sin duda, enumerables. Por

otro lado, la labilidad

de

este percepto autoriza el

que la descodificación

de

una misma forma se

haga

siguiendo modalidades

diversas.

Por

ejemplo,

puede

decirse

que

la figura semicircular

12 está orientada verticalmente

y

hacia

arriba

OA)

si

nos

basamos

en

la

parte cóncava

de

su

trazado; verticalmente y hacia abajo AO) si nos

basamos en

la

parte

convexa;

horizontalmente

OB

y

BO)

si nos basamos

en

el eje

que

pasa

por

el diámetro del círculo potencialmente trazado.

Según el contexto, una o varias de esas descrip-

ciones será, o serán, retenidas como pe1tinentes.

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Esta

imposibilidad de ser

exhaustivo

no

indica

de ninguna

manera

una debilidad del sistema. Proviene simplemente

del

hecho

que

todo

contorno

es un es un objeto complejo, asimilable por lo

tanto a la presencia

de

varias formas

sobre

o

en)

el fondo. Es impo-

sible concebir un contorno simple :

ese

contorno sería

un

punto

geométrico que,

por

definición,

no

tiene contorno

177

3.2. Los signific dos de

a

form

3.2.0. Introducción

La

forma, tal como la hemos considerado hasta ahora, aparece

como una expresión que puede ser relacionada de diferentes formas

con

contenidos. Establecer el semantismo

de

la forma

\Cs

necesaria-

mente penoso,

porque

nos movemos

en

un

terreno

·que

no

está

gobernado por

lo

que

Eco llama la

r tio j cilis

(1975:

246-248),

es

decir, en un terreno

que

no está rigurosamente codificado.·

Pero,

sobre

todo, sólo es posible aprehender la forma a través

de un camino teórico: no existe, ya lo hemos dicho,

ninguna f ~ f m a

real que esté desprovista de color y de textura. Quiere esto decir

que deberemos desconfiar de

todos

los repertorios de contenidos

que nos hacen llegar tanto la crítica de arte como la psicología

experimental.

La

primera

aprehende la

forma

únicamente

en

el

cuadro de

las relaciones

que

teje

en

el enunciado

global, del cual

tiene dificultades

para

extraerla,

de ahí que

se condene a evitar

el

camino analítico. La segunda, que no lo evita, e incluso

busca

a

veces

la forma tras las otras variables plásticas, tiene

demasiada

prisa por considerar el lazo

entre

el

contenido

plástico y las estruc-

turas del emisor como

sucede en el

análisis del test de Rorschach),

hasta

el punto que descuida el análisis del sistema de

este

conte-

nido. Su contribución al análisis

de una

semiótica plástica

-que de

hecho, no sabe

distinguir

de la semiótica icónica- es bastante

escasa

m.

Por estas razones, no

nos

ha

parecido

ni útil ni deseable hacer

aquí un inventario exhaustivo de los contenidos posibles de las

formas actualizadas. Consideraremos primero este contenido en

el

nivel teórico

de

las formas puras y aisladas, y lo

que obtengamos

177

De

paso, señalaremos que la orientación es igualmente una propiedad de las

texturas, tal

como

lo

hemos

visto § 2.3.3.3.).

Dado que

las texturas

pueden,

como los

colores, segregar figuras sobre los fondos,

debemos

también considerar las relaciones

entre la orientación ele las formas la de las texturas.

El

análisis del sistema del contenido plástico se encuentra, en estado embrio-

nario, en esas encuestas experimentales que presentan ejes semánticos graduados

según las escalas

ele

Osgood. Pero, por desgracia, no solamente estas encuestas no se

preocupan

por aislar la variable forma

ele

las otras variables plásticas, sino

que

tampoco analizan estas últimas en el cuadro de sistemas icónicos, así como tampoco

en el de sistemas fuertemente codificados.

Es

ésta la crítica más importante que se

le

197

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será sobre

todo un conjunto

de

significados que podrán ser exal-

tados u

ocultados

por los contextos y que estarán ampliamente

influidos por éstos. Abordaremos

este problema

de la forma

en

contexto en § 3.3.

Como

la forma se deja definir por tres parámetros l a posición, la

orientación y la dimensión-, y como el dominio plástico

no

posee,

por

definición, articulación doble,

podremos

distinguir el semantismo

de

los formemas § 3.2.1.) del

de

las formas § 3.2.2.). Tendremos,

pues, un semantismo

primario

y

uno

secundario, el

segundo

asumiendo al primero, aunque organizando los contenidos

de

manera

sui generís Pero las formas simples

pueden

organizarse entre ellas:

deberemos, pues, considerar un semantismo terciario(§ 3.3.).

3.2.1. El

contenido

de los formemas

3.2.1.1.

La

repulsión.

El

eje

semántico

u ~

le

corresponde

a

la

/posición/ es la «repulsión .

Como

una

forma sólo tiene posición

con

relación al fondo (para-

dójico, puesto que tiene

un

límite), es a la tensión entre estos dos

perceptos -forma

y límite del

fondo--,

asumidos simultáneamente, a

lo que llamamos repulsión: el límite del fondo tiende a rechazar toda

, forma

que se

destaca sobre el fondo y, por consiguiente, a centrarla.

Este eje semántico posee, en sí, una organización (si no,

no

habla-

ríamos de eje). Se articula primero

según

la oposición /central/-/peri

férico/,

de

acuerdo

con

el

esquema

comentado

anteriormente.

Así, podremos

decir que

la posición central,

en donde

la tensión

es más débil. (las fuerzas

se

ejercen sobre la forma

de

manera simé-

trica y, por lo tanto,

se

anulan), es ,fuerte y estable . Esto es lo que

Arnheim llama el

poder

del centro, poder

que

los místicos orientales

han refinado en sus especulaciones

a

propósito

del

mandala del

cual se han ocupado también algunos occidentales)

179

• El análisis

supuestamente

ideológico

al que

ha

sido sometido el «centrocen-

trismo constituye también una confirmación de ese

poder.

puede hacer

al estudio

de

Lindekens Cl971b) a propósito

de

las diferentes caracterís-

ticas formales de las familias tipográficas (grasas,

cuerpos, empastes qu e

son

dimensiones-,

oposiciones del tipo itálicas, romanas que

son

oposiciones de

orientación-

...

).

Los

valores obtenidos sólo

pueden

ser tendenciosos: los caracteres

de imprenta están, de entrada, investidos con numerosos valores culturales. Incluso

cuando

un

análisis desciende al nivel de la forma simple, la considera frecuentemente

como

no

analizable, atribuyéndole lo

que

procede

de un

solo formema, y el aumento

de complejidad que proviene de la integración de los formemas crea las condiciones

de un

discurso del sistema y

de

lo inefable. ¿Cuántas especulaciones se

han hecho

a

propósito

de

las leyes

de

proporciones , de las cuales la menos célebre

no

es,

desde

luego, la sección dorada ? Sin

duda

la matematización del discurso, cara a Matila

Ghyka,

puede

terminar

no

siendo más

que un

subterfugio para

esconder

su carácter

no

científico. Nos

parecen

más serios los experimentos plásticos de Bru

0975):

se

basan, precisamente, en la distinción de elementos pictóricos , entre los cuales desta-

caremos la posición, la dirección y la dimensión, análogos a nuestros tres formemas.

17

 

Véase Edeline, 1984.

198

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7/21/2019 grupo_u - Tratado del signo visual

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Inversamente, la pos1c1on periférica será llamada débil, e

«ines-

table . Corresponde a

un estado

de

tensión

superior.

El

máximo

de

tensión

es alcanzado cuando

la

forma es

tangente al límite

del

fondo

180

• La

/no

centralidad/

puede

articular su contenido

en

«supe

rior, v rsus

«inferior,

l o que corresponde

a las

expresiones

encima/ versus debajo/

1

 

1

-

y

en

izquierda

versus

derecha, con el

semantismo cultural antes,

versus

después,

que

lleva unido.

3.2.1.2.

La

dominancia.

El

eje semántico

que corresponde

al tercer

formema, la

/dimensión/,

es la dominancia . Una

/ ~ W e n s i ó n

impor

tante/ c o n

relación

a los puntos

de referencia que ya hemos

examinado-

será,

en el plano

del contenido, «dominante , o «con

fuerte presencia»;

una /dimensión restringida/

será

. dominada, o

«con débil presencia».

3.2.1.3. El equilibrio. El eje semántico

que c o r r e s p o n d ~

al

segundo

formema,

/la

orientación/, será el equilibrio». · .

Este eje sólo

nace por

la proyección

en

el signo plástico de las

costumbres

psicofisiológicas determinadas en nosotros

por

la

gravedad. El equilibrio

puede,

a su vez, definirse

por

dos variables:

la potencialidad del movimiento»

182

y la «estabilidad . El equilibrio

máximo,

es

alcanzado

cuando

la orientación es /horizontalidad/: la

potencialidad del movimiento, se acerca a O, y la «estabilidad,

es

elevada; la /verticalidad/ representa

un

·<mínimo

equilibrio» (,fuerte

estabilidad ,

pero

potencialidad

de

movimiento más elevada·).

En

cuanto

a la /diagonalidad/, remite al «desequilibrio,: fue1te potencia

lidad

de

movimiento» y «estabilidad nula (véase Bru, 1975: 175-177).

3.2.2. El

contenido de

las formas

Este semantismo secundario

puede ser

únicamente complejo.

En

efecto, se establece

de dos maneras:

por una parte,

las formas

'

Se

suele decir

en

este caso

que

la forma sale del campo , constatación

que

sólo es válida en el caso en que,

cuando la

orientación alterna la posición, se percibe

un simulacro

de

movimiento centrífugo.

'

Bru (1975: 247-255)

ha hecho un buen

análisis de estos fenómenos, proporcio

nándole una base

cuantificable a

l

noción de peso espacial

(peso que

corresponde

a nuestra tensión).

' ' Evidentemente, el movimiento del que se trata aquí no es más que un movi

miento significado y

no

real.

Lo

mismo sucede con lo

que

hemos llamado

«peso

o

equilibrio .

La

idea

de

dinamismo

de

lo plástico, unida al hecho, conocido de todos,

de

que la mirada es móvil,

ha

llevado a numerosos esteras a proferir graves contra

sentidos,

como

éste que desluce el,

por

otra parte, estimable ensayo

de

Ch.-P. Bru

(1955: 87): Tanto los límites como los contornos o los trazos, sólo llegan a ser líneas

si se los sigue con la mirada.

Y es precisamente

en

ese

movimiento

ele

la mirada

donde

reside la especificidad

de

la línea: por sí misma no es más que un movimiento

determinado. A condición

de no

ser ciego,

todo

el mundo

sabe

que nadie sigue los

contornos

de

los objetos que percibe.

El

dinamismo

que

preside

la

creación

de la

línea

no

es el

de

los movimientos musculares del ojo, sino el de los detectores

de

motivos descritos

en

el capítulo II.

199

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7/21/2019 grupo_u - Tratado del signo visual

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pueden

poner en evidencia

cualquiera de

los formemas

que

las

constituyen, pero por la otra, estas formas, cuyo significante

se

deja

describir como una organización de formemas, son más que la suma

de sus componentes:

poseen propiedades

sui generis a las que se

les vinculará un semantismo particular.

3.2.2.1. Estudiaremos rápidamente la primera fuente del seman-

tismo de la forma. A la

puesta

en evidencia de un formema en

una

forma corresponderá, en el

plano del

contenido, la exaltación

del

semantismo propio a ese formema.

Pero

está claro

que ese

seman-

tismo será modalizado por la forma

compuesta con

ayuda del

formema. Por ejemplo, un triángulo isósceles fuertemente alargado

pondrá

en evidencia su formema 1orientación/. Cuanto más fuerte

sea la elongación (es decir, la relación de una longitud

con una

anchura), más será

puesto

en

evidencia el

componente

orientación.

El círculo, sin elongación, no tiene orientación en el plano. Esto

tendrá como consecuencia la activación del ~ j semántico del «equi-

librio». Pero si el eje de elongación de este triángulo es vertical, el

significado menor equilibri<? del formema

podrá

estar influido por

la figura misma. En el caso (b), será corregido

por

fuerte equilibrio ,

y en el caso (a), por débil equilibrio .

a)

b)

Figura 13

Esta modalización es debida a la objetivación de las formas: lo

que crea el débil equilibrio en el caso (a) es, evidentemente, nuestro

conocimiento del comportamiento de los sólidos puntiagudos al

ser

sometidos a la gravedad.

3.2.2.2. Lo cual nos lleva a la segunda fuente del semantismo de

las formas: su carácter integrante. Incluso si la forma puede descri-

birse por sus tres formemas, posee

una

individualidad propia.

El

semantismo

que

se

desprende

tiene

un

doble

componente,

en

la

medida

en que

se percibe esta forma en tanto que enunciado o en

su enunciación.

En tanto que enunciado, una forma puede aparecer como más o

menos

fiel a

un

tipo ele forma culturalizado.

El

círculo, el cuadrado,

el triángulo, el punto, la elipse, la estrella, son ejemplos ele tales

2

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7/21/2019 grupo_u - Tratado del signo visual

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formas. Debemos, pues,

esperar

el que

cuanto

más una forma dada

se

aproxime a

un

tipo culturalizado, más el semantismo plástico

que

le

viene

de sus formemas estará modalizado por el significado

que

la cultura

en

cuestión

ha

investido

en

ese

tipo

(que

es lo

que,

en§

1

hemos

llamado el semantismo extravisual).

El

círculo es

una

de

esas

formas

con

fuerte carga simbólica: «perfección", «divinidad", «nega-

ción, son algunos de

los significados

posibles que pueden

serle

asociados.

El

papel de

los contextos será, evidentemente, determi-

nante

en la selección

de

esos significados: tanto có: Itextos internos

de la unidad plástica (color y textura, que son aliados de la forma),

como contextos externos (otras formas vecinas, unidades icónicas).

En el plano

de la enunciación, el formema

puesto en

evidencia

por

la forma puede

ser

considerado

como una

huella

~

semejanza

de

la textura; véase § 2).

Puede

indicar, y

por

lo

tanto

siinificar,

un

proceso que

se

proyecta sobre el enunciado: por ejempl&; tal forma

alargada, con orientación neta y rectilínea,

será asociada

con la

«rapidez

de

ejecución,

(como

en Georges Mathieu).

3.3.

as formas n sintagma y su semantismo

3.3.0. Introducción

De

entrada;

hemos señalado

de qué

manera era determinante el

papel

de

los

contextos

en el

caso de un

semantismo tan abierto

como

el del signo plástico. No

podemos

tratar

aquí

de

la contextua-

lización

de

la forma

en

el seno del signo plástico completo (color

textura forma), ni

de

su contextualización

en

el

enunciado

icónico

(temas que retendrán nuestra atención

en

los capítulos

VI

y

IX .

Pero debemos, al menos, considerar el

problema

de

la organización

sintagmática

de

las formas.

Si el semantismo de la forma aislada y de sus formemas proviene

de

la relación

que

ésta mantiene con el fondo paradójico, corí mayor

razón

aún

este semantismo será modelizado por la presencia

de

otras

formas sobre este mismo fondo. Esto es lo

que

hemos llamado seman-

tismo terciario de la forma, el cual tiene dos fuentes.

La

primera es la

relación

que

los formemas

de

las formas mantienen entre ellos. La

segunda es la relación que las formas simples mantienen entre ellas.

3.3.1. Primer factor: las relaciones entre formemas

Si

una

forma es el

producto de

los tres formemas, y si varias

formas coexisten sobre un

mismo fondo,

se

dirá

que

sus formemas

mantienen una

cierta relación,

que

constituye

un

emparejamiento.

Para no complicar más las cosas,

consideraremos

primeramente los

casos en los

que hay

solamente

dos

formas en presencia.

Las

posiciones

respectivas que

ocupan

las formas, la

una con

respecto a la otra, y sus dimensiones, hacen

que

sea más compleja

la relación posicional que cada una mantenía ya con el fondo. En

201

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7/21/2019 grupo_u - Tratado del signo visual

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efecto,

cada

forma posee

un

capital

de

energía,

que

es

su

capacidad

para

atraer la mirada

sobre

ella. Esta

tensión

está determinada no

sólo

por

la

dimensión de

la forma

sobre

el fondo, sino también por

su posición. Dimensión: una forma muy grande, o al contrario, muy

peqUeña estará

poco

contrastada

y

por lo tanto ejercerá

una

tensión muy pequeña;

posición:

hemos examinado

el

papel

del eje

/central/

v rsus

/periférico/. Esta

tensión

se complica

en

el caso

en

que

tengamos dos

formas. Su

tensión

recíproca, que sólo proviene

parcialmente de

la

relación de

las

tensiones

aisladas,

puede

ser

fuerte o débil.

La tensión

débil, o incluso el equilibrio, se

obtendrán

cuando

dos

formas

no

estén

ni

muy

cercanas ni

muy

alejadas.

La

tensión

fuerte será

obtenida cuando

las . dos formas

estén

relativa-

mente

alejadas.

l

caso

de

tensión nula será observado

cuando

las

dos formas

mantengan una

gran proximidad o, a la inversa,

estén

muy

alejadas la

una

de

la otra. Evidentemente, estos valores

no

son

·arbitrarios.

l

equilibrio

proviene de

la

tendencia

universal, estu-

diada

en

el capítulo II, a integrar los hechos aislados en hechos de

un

rango superior. Cuando

hay

tensión, incluso si es débil, las formas

conservan su individualidad, al mismo tiempo que

crean

la

unidad

superior

que

es

la

constelación;

la

tensión se anula cuando la percep-

ción abole la individualidad

de

las formas (lo cual crea la textura), y

cuando

la distancia

muy grande conserva

la individualidad,

pero

abole la constelación.

Hasta ahora

hemos observado

el semantismo de la tensión

que

se

crea

en

el juego de los

dos

formemas de dimensión y de posi-

ción.

l

formema

de

la orientación interviene,

por

su patte, comple-

tando la red de

tensiones engendrada por

los

dos

primeros

forinemas. Esta complejidad es

obtenida

mediante la

producción

de

nuevos

factores

de tensión

que se

añaden pues

al del centro

geométrico, al del

contorno

del fondo y al

del

lugar geométrico

de

las formas. Las formas

que

poseen

una

orientación pueden

ver

sus

ejes convergir

en

un punto dado

del fondo:

un

polo, el cual es

un

punto

virtual construido

por

la lectura del enunciado,

que

se vuelve,

así, más coherente. l

ejemplo

más conocido es el punto de fuga

(utilizado

en

el iconismo occidental,

en

el

que

este punto garantiza

la

unidad

de perspectiva, pero también en

el

arte abstracto,

por

ejemplo,

por

Trotskaya Petrova).

Pero

el

punto de

fuga

no

es la

única ilustración de este

fenómeno

de orientación: una concentri-

cidad,

por

ejemplo, producirá otro polo, y lo mismo

sucede con

la

intersección, con la tangencia, etc.

Nuestro

propósito

aquí no es el de proporcionar una lista

exhaustiva

de

las

técnicas productoras

de

polos:

nos

basta

con

mostrar

que

estos

son

el

producto de

los tres formemas, y

que

orga-

nizan

el

semantismo de

las formas al modelizar sus semantismos

primario y secundario.

Todo lo

que

acabamos

de

exponer

ha

sido a propósito

de

las

relaciones diádicas. ¡Pero, evidentemente, los

enunciados

plásticos

presentan enunciados

poliádicos,

aun

más complejos

202

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7/21/2019 grupo_u - Tratado del signo visual

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Un caso particular

de

relación poliádica es el ritmo. Éste es

un

fenómeno

que

moviliza la

repetición

de al menos tres aconteci

mientos comparables (véase

Groupe

1-l 1977: 128-132). Estos aconte

cimientos

pueden tener

naturalezas

muy

variadas, y

no

conciernen

exclusivamente a la forma:

hay

ritmos de colores como en las series

de

cuadros

de

Ellswoth Kelly) o de textura como en De chevelure

en

chevelure De cabellera

en

cabellera

de

Manuel Casimiro).

En

el

caso

de

la forma, se observará que los ritmos son siempre ritmos de

formemas: ritmos de dimensión, ritmos de posición, ritmos de orien-

tación. v ••

El ritmo de

imensión

ordena

las figuras según una

ley

que

afecta a este formema: progresión creciente de los volúmenes, alter

nancias, etc.

El ritmo de posición

puede afectar las distqncias respec

tivas

de

las figuras, u ordenarlas de

manera

alternada .alrededor de

un eje (puntillo, estría, damero, tresbolillo). El

ritmo d é ~ o r i e n t c i ó n

puede

permitir alternar las figuras

según una

medida

regular

por

ejemplo, en una secuencia de cuadrados puestos, alternativamente,

sobre

su

base y sobre

su

punta). Un gran número de 'motivos

llamados decorativos provienen de una conjunción precisa

de

estos

ritmos. La griega, por ejemplo, se define por un ritmo de dimensión

(segmentos iguales),

un

ritmo

de

orientación (ángulos rectos deter

minados por los segmentos) y un ritmo de posición (distancia igual

entre las figuras).

Señalaremos cuatro cosas importantes

a propósito del ritmo:

primero,

su

definición misma

se

homologa

fácilmente con la medida

del tiempo,

de

la misma

manera que

la orientación sugería el movi

miento.

El

problema del signo plástico conduce, pues, a plantear el

de la inscripción del tiempo

en

el espacio.

Tiempo

que, por otra

parte, tal

como

lo mostraba Bergson, sólo

es

perceptible en

el

espacio

(del cual, no obstante, está ausente).

En segundo lugar, la repetición de las figuras hace posible la

percepción

de

superfiguras, que engloban a las figuras ritmadas. Así

la repetición regular de puntos forma una línea, la yuxtaposición

de

figuras

de dimensiones

crecientes a lo largo

de un

eje rectilíneo

forma un ángulo, etc. A su vez, estas superficies tienen una dimen

sión, una posición y

una

orientación. Crean nuevos polos, y

por

lo

tanto, nuevas tensiones. Así comprenderemos mejor la complejidad

a la que conducen los análisis plásticos más o

menos

empíricos

llevados a

cabo

hasta ahora por investigadores tan diferentes como

Damisch, Floch, Paris o Thürlemann.

La tercera

observación

se

desprende inmediatamente de

la

segunda:

en

tanto que creador

de

una nueva superfigura,

el

ritmo

tiene

un

significado

sui

generis.

Así

en

el caso

de una

secuencia

rectilínea de círculos de dimensión creciente, tendremos los signifi

cados

«expansión,. o «aniquilamiento ,

según

el

movimiento que

proyecte

el

observador sobre el eje. Los formemas

de

la

nueva

figura pueden coincidir, o no,

con

los

de

las figuras de base. En el

caso

en el

que coincidan, diremos

que

el significado de la superfi-

203

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7/21/2019 grupo_u - Tratado del signo visual

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gura exalta los contenidos

de

las figuras de base. Un buen ejemplo

nos

lo

proporciona

una serie

de

círculos concéntricos.

La

figura

rítmica

que

se

desprende pone

en exergo la

/concentricidad/ y por

lo tanto, los significados asociados a ella. En el caso en que los

formemas

de

la superfigura

no

coincidan

con

los

de

la figura

de

base, el significado

de

la superfigura

puede

entrar

en

contradicción

con

los semantismos ptimario y secunda1io. Por ejemplo,

una

serie

de

segmentos rectilíneos cortos,

que

presentan

el rasgo

de

/vertica-

lidad/

puede

ser organizada según el eje

de

la /horizontalidad/. En

este caso, el semantismo primario se

encuentra

debilitado, o incluso

anulado.

El

semantismo terciario puede,

por

fin

--en

el cuarto

caso-- no

ser

ni idéntico a los semantismos primario y secundario, ni

tampoco

contradictorio.

La

cuarta

observación

que

se

puede

formular a

propósito

del

ritmo adquirirá

toda

su importancia

en

el

momento en que

abor-

demos

la

cuestión

de

la retórica plástica (capítulo VIII): al

estar

basado el ritmo

en

una regularidad, la regularidad

de

la superficie

proporciona un criterio para definir la isotopía plástica. Crea una

expectativa

que

puede ser satisfecha o frustrada.

Por

ejemplo, un

polígono en una secuencia

de círculos es ese intruso que los

juegos

de

niños y los tests psicológicos invitan a buscar, y

que

cons-

tituye la base misma

de

la actividad retórica.

3.3.2. Segundo factor: las relaciones

entre

formas

Este ejemplo nos permite

pasar de

la relación entre formemas a

la relación entre formas. En efecto, éstas pueden ofrecer tales carac-

terísticas

que

se las llamará semejantes o desemejantes

183

.

La

relación

cualitativa entre figuras puede ser descrita en términos

de tr ns or-

m ción

(ver

capítulo IV

§ 5),

quedando

claro

que, en

tal caso,

transformado y transforme están copresentes. Así, dos formas

pueden

presentar contornos

muy

diferentes y sólo

tener

en

común

ciertas propiedades topológicas (es el caso de un círculo y de un

cuadrado,

que no

tienen la misma

propiedad de

cierre):

podremos

decir

que el uno

es

el producto

de

una

transformación geométrica

aplicada al otro. Dos formas

con

contornos idénticos

en

cuanto a

su

orientación,

pero

desemejantes

en

cuanto a las dimensiones de esos

contornos, podrán ser consideradas

como

el producto de

una

trans-

formación geométrica

la

una de

la otra. Estas

transformaciones

hacen manifiesta la

existencia

de archiformas, y

por contraste,

resaltan la individualidad

de

las formas transformadas.

Un

caso

particular de

parecido es la simetría, que presenta

1

  j Evidentemente, esta relación no es de todo o nada: unas tlguras

pueden

ser muy

parecidas, completamente parecidas o poco parecidas, y estos parecidos pueden afectar

tal formema o tal otro

un

círculo,

un

triángulo y

un

cuadrado

pueden

tener

la

misma

dimensión; una línea, una elipse, un rombo,

pueden

tener la misma orientación).

204

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numerosas variaciones: simetrías aproximadas, simetrías axiales,

radiales

...

El parecido entre formas induce una relación que se superpone a

la

que mantienen los formemas.

El semantismo terciario no es debido únicamente al fenómeno de

la tensión. Se observará

que

la objetivación de las fotmas juega aquí

igualmente su papel. Los cuadros sin título de Laszlo Moholy-Nagy o

de Nicola i

Mika ilovitch Suetine,

producidos

en los años 30,

se basan

en rectas diagonales con

relación

a la posición del foco y a los

contornos del fondo pero a menudo o r t o g o n a l e S ~ e n t r e ellas). Esta

configuración basta

para

poner

en

evidencia la orientación y

para

producir el significado «desequilibrio . Esta significación, a su vez,

se

ve exaltada por la presencia de círculos y de discos ,más o

menos

tangentes

a las

rectas

y contrastando con ellas). \En principio

desprovisto

de

orientación, el círculo

se ve

así provisto,íde

un

movi

miento y por lo tanto, de

una

orientación de

orden

cinético).

Evidentemente, es preciso ver en esto un efecto de la objetivación

de la forma: la forma circular <<rueda., sobre su soporte d i a g ~ n a l . . .

4 SISTEMÁTICA

DEL

COLOR

4 0 ntroducción

El color es el último de los

componentes

del signo

p l á s t i ~ o .

Tal

como se ha hecho con los dos otros parámetros de este signo, será

considerado como objeto teórico.

El estado de la cuestión es, no

obstante,

muy diferente aquí:

hasta ahora la forma pura sólo ha sido objeto de raros estudios, y la

textura ha sido prácticamente olvidada, pero,

en

cambio, el color ha

sido

abundantemente

tratado. De entrada,

no

es posible rechazar

estos múltiples

enfoques

por purismo semiótico.

Al

contrario, obser

varemos

que

la perspectiva semiótica

ordena

estas investigaciones,

las cuales

se

dejan clasificar fácilmente en dos familias. Las primeras

consideran el sistema del significante cromático: buscan la justifica

ción

-mediante consideraciones físicas o fisiológicas-

de

la exis

tencia de

una

sistema

que

discretiza el espectro

coloreado.

En

términos semióticos diremos que

estudian

el funcionamiento de las

unidades del plano de la expresión. Las segundas estudian la asocia

ción de estas

unidades

cromáticas

con

impresiones o

imágenes

mentales. En términos semióticos, asocian porciones del plano de

la

expresión

con

porciones del

plano

del contenido.

Nuestro esfuerzo· de reformulación semiótica indica cuál será el

plan a seguir: consideraremos primero las unidades del

plano

de la

expresión, y luego,

en

un segundo tiempo, el lazo de éstas con el

plano del contenido.

Hasta

entonces

no consideraremos más

que

colores aislados.

Pero, a semejanza de las formas,

deberán

también ser estudiados

en