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Guía del enclave arqueológico Peñas de Cabrera

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Área visitable con indicación de los lugares que integran el recorrido

Abrigos rocosos con arte rupestre

Frentes de cantera

Cruz latina grabada en el suelo

Bloques de piedra que cierran elrecinto denominado "el atrio"

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Consejero de CulturaPaulino Plata Cánovas

Viceconsejera de CulturaDolores Carmen Fernández Carmona

Secretario General de Políticas CulturalesBartolomé Ruiz González

Directora General de Museos yPromoción del ArteInmaculada López Calahorro

Delegado Provincial de MálagaManuel Jesús García Martín

ProducciónInstituto Andaluz de las Artes y las Letras

EditaJUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura

ISBN 978-84-9959-032-5Depósito Legal: x

TextosRafael Maura Mijares

Dibujos, planos e infografíaRafael Maura Mijares

FotografíasJavier Pérez González, Pedro Cantalejo Duartey Rafael Maura Mijares

Fotografía de portadaJavier Pérez González

Diseño de la colecciónCarmen Jiménez del RosalAinhoa Martín Emparan

MaquetaciónCarmen Jiménez del Rosal

Impresión y encuadernaciónIdeas exclusivas y publicidad

© de los textos: los autores© de las fotografías y los planos: los autores© de la edición: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura

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PEÑAS DE CABRERA

g u í a d e l e n c l a v e a r q u e o l ó g i c o

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Cerca de Casabermeja, en el Campo de Cámara, hay un afloramientode areniscas que ha vencido al tiempo y al silencio. Un espacio sociallleno de mensajes, cuando aún no se había inventado la retórica. Elextraordinario valor ecológico del lugar encierra un muro de la memoriaque asombró a los jóvenes universitarios que en 1973 lo descubrieron.

Desde entonces, estas piedras de Cabrera están emparentadas connosotros no solo por herencia y genética sino porque los tonos rojos desus pinturas dejaron ver unos trazos tan precisos como las huellasdigitales de un pasado que envejeció precisamente para recobrar suidentidad.

Pero no estamos ante un yacimiento de verdades imperecederas.Aquella exuberante imaginería verbal convertida en signos y figurasconforman hoy el discurso estético de las Piedras de Cabrera, un ocrelugar de veneración de cuando los dioses aún eran mortales.

4000 años después, el trabajo de Rafael Maura devuelve la vida a lasimágenes al dialogar con ellas. Restablecida la comunicación, elinvestigador construye una mirada distinta para desarrollar lasmotivaciones de tan inusual concentración artística. La visióncontemporánea desvelará parte de su misterio. El arqueólogo hasabido leer e interpretar la sintaxis de unas piedras y el excepcionalelemento narrativo que ocultaban.

El eje en el que se enmarca este estudio es el trabajo interdisciplinarSociedades, Territorios y Paisajes en la Prehistoria Reciente de lasTierras de Antequera. El proyecto se erige en la actualidad como elcauce para todas las investigaciones presentes y futuras de esteyacimiento, otorgándoles así un sentido integrador y de proyeccióncientífica en torno a los dólmenes antequeranos.

Gracias a esta guía podemos ahora conocer y respetar el repertorioiconográfico impreso en las piedras, desnudar sus imágenes yrecrearnos en la abstracción discursiva de un espacio poético dondese dibujaron las coordenadas de la vida y la muerte.

Estamos ante un paisaje esencializado, cuyas manifestaciones gráficashacen retroceder el reloj del tiempo para crear la ilusión de un recintotrascendente donde vivir una experiencia estética de primer orden.

En el archivo pétreo del Cerro de Cabrera, unos primitivos pobladoresse plantearon preguntas y respuestas. Y dibujaron sobre los viejossoportes de arenisca los elementos fragmentados de una totalidad.

Una escenografía repleta de juegos visuales y tatuada ya para siempreen la memoria del lugar. Un teatro de imágenes en las tierras deCasabermeja.

Paulino Plata CánovasConsejero de Cultura

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11 SOBRE ESTA GUÍA

17 INTRODUCCIÓN A LA PREHISTORIA

31 INTRODUCCIÓN AL ARTE ESQUEMÁTICO

EL ENCLAVE ARQUEOLÓGICO PEÑAS DE CABRERA

41 DESCRIPCIÓN

42 El medio físico47 El conjunto rupestre y el dolmen del "Tajillo del Moro"

49 HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN50 El descubrimiento del arte rupestre y los primeros estudios52 Los trabajos de la Universidad de Málaga en el dolmen del "Tajillo

del Moro"55 La investigación actual: "Sociedades, Territorios y Paisajes en la

Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera"

57 OCUPACIÓN PREHISTÓRICA58 Los abrigos rocosos60 Las pinturas 66 Los grabados69 Otras evidencias de frecuentación71 Propuestas interpretativas

102 Contexto artístico107 Yacimientos del entorno

115 OCUPACIONES HISTÓRICAS

123 LA PUESTA EN VALOR

127 UNA VISITA A PEÑAS DE CABRERA

141 GLOSARIO

147 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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VISITAS

_ Las visitas a la Zona Arqueológica Peñas de Cabrera se gestio-

nan desde el Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera.

Los datos para la reserva son los siguientes:

Conjunto Arqueológico Dólmenes de AntequeraCentro de RecepciónCtra. de Málaga, 529200 Antequera (Málaga)Atención de visitantes: 952 71 22 06 / 07Reserva de visitas: 952 71 22 08 / 670 945 453Web: www.juntadeandalucia.es/culturaCorreo-e:[email protected]

_ Horario de atención al público:De martes a sábado: de 9:00 a 18:00 h.Domingo: de 9:30 a 14:30 h.

NORMAS

Con carácter general durante la visita deberán observarse lassiguientes recomendaciones:

_ Siga las instrucciones para la contemplación de los abrigos ypinturas que los guías especifiquen en cada caso.

_ Bajo ningún concepto entre en contacto directo con las pintu-ras y evite que cualquier otro lo haga.

_ No recoja plantas ni altere la posición de las piedras.

_ Absténgase de arrojar basuras, por pequeñas que sean. Por elcontrario, colabore en recoger cualquier residuo que vea.

_ Si se da cuenta de alguna circunstancia anormal o peligrosa, nodude en comunicarlo a las autoridades responsables.

Esta herencia es de todos. Por ello tenemos el derecho a disfrutar-la a la vez que el deber de conservarla.

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OTRAS VISITAS DE INTERÉS

Conjunto Arqueológico Dólmenes de AntequeraCueva de ArdalesCueva de la PiletaCementerio de San Sebastián en Casabermeja

MARCO JURÍDICO

El Yacimiento Arqueológico de Peñas de Cabrera fue declarado

Bien de Interés Cultural por ministerio de la Ley 16/1985, de 25 de

junio, del Patrimonio Histórico Español.

La zona donde se localizan los abrigos es propiedad de la Junta de

Andalucía.

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En el torbellino de la Historia cada hecho ocurre en un

instante y a partir de unas circunstancias. Las cosas

pudieron hacerse antes o después, pero se llevan a cabo

en un momento determinado. Y este es el momento, y no

otro, en que aparece esta guía.

La revitalización del proyecto de puesta en valor del

Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera está

suponiendo un nuevo impulso para la arqueología mala-

gueña, ya que se retoma con la intención de irradiar la

gestión tutelar y valorizadora hacia yacimientos importan-

tes del entorno que hasta la fecha permanecían en un

lamentable estado de abandono. Su generoso radio de

acción permite que se integren enclaves tan emblemáti-

cos como el que aquí presentamos, Peñas de Cabrera,

sin duda el conjunto rupestre al aire libre más sobresalien-

te de la provincia de Málaga, con una treintena de abri-

gos rocosos pintados y grabados, y uno de los más nota-

bles de este tipo, tanto cuantitativa como cualitativamen-

te, de nuestra Comunidad Autónoma.

La presente guía se concibe como una fase más de un

amplio plan que contempla desde la revisión de las inves-

tigaciones precedentes hasta su definitiva puesta en valor

y uso público, pasando por la realización de un estudio

arqueológico exhaustivo de todos los vestigios de ocupa-

ción, tanto prehistóricos como históricos, así como de un

programa orientado hacia su conservación y protección

definitivas.

Con objeto de consolidar la información existente y reco-

pilar los datos necesarios para la confección de esta guía,

se ha llevado a cabo una revisión general del lugar, con-

siderándolo en un sentido amplio en cuanto a su exten-

sión, independientemente de sus delimitaciones parcela-

rias o administrativas. Se pretendía un reconocimiento

exhaustivo del área finalmente estimada, en orden a una

correcta localización de todos los restos que pudieran ser

detectados. A partir de estos trabajos, ha sido posible

abordar una aproximación a las sucesivas ocupaciones

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Sobre esta guía

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de este enclave por parte del ser humano más precisa de

la que hasta ahora se tenía.

Esta labor ha originado, a su vez, un importante banco de

datos que han sido procesados en el laboratorio y cuyos

resultados se vierten en la presente publicación. Para

esta actividad se ha contado con la cooperación del Dr.

Rafael Maura Mijares, como investigador principal, José

Luís Pérez Bueno, Javier Pérez González, José Antonio

Hernández Miró-Quesada, Adolfo Román Triguero, Pedro

Cantalejo Duarte, Antonio Aranda Cruces y Francisco

José Valero Arce, a quienes queremos agradecer aquí su

colaboración.

La valoración de este primer avance es muy positiva, ya

que, además de una veintena de nuevos motivos rupes-

tres esquemáticos, se han sacado a la luz numerosos

vestigios hasta ahora inéditos para el mundo científico,

entre los que destacaremos los grabados hallados en el

interior de varios abrigos, así como algunos de los locali-

zados en superficie, susceptibles, en espera de su

correspondiente estudio, de ser considerados también

como prehistóricos. No obstante, ante la dimensión que

ha tomado el enclave con motivo de esta actividad, inclu-

yendo los restos de interés histórico, se impone la reali-

zación de un análisis más profundo de los mismos para

poder obtener una visión más amplia que la meramente

prehistórica.

Por lo que se refiere a las manifestaciones rupestres pro-

piamente dichas, su estudio queda contemplado en el

seno del proyecto Sociedades, Territorios y Paisajes en la

Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera, adscri-

to a la Línea de Investigación del Plan Director del

Conjunto Arqueológico Dólmenes de Antequera, dirigido

por los doctores Leonardo García y Víctor Hurtado, pro-

fesores de la Universidad de Sevilla, y que cuenta con la

colaboración de un equipo dirigido por el doctor D. W.

Wheatley, profesor de la Universidad de Southhampton,

en el que se incluyen todas las actividades relacionadas

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con el análisis de las grafías prehistóricas de las Tierras

de Antequera, línea de investigación coordinada por los

doctores Primitiva Bueno y Rodrigo de Balbín, catedráti-

cos de la Universidad de Alcalá de Henares. Estos traba-

jos incluyen tanto la reproducción calcográfica digital de

los paneles y motivos artísticos de Peñas de Cabrera,

como el correspondiente levantamiento topográfico, ade-

más de un estudio detallado de los datos obtenidos. En

cuanto al plan de restauración y conservación de los mis-

mos, que corre cargo del Dr. Fernando Carrera, de la

Escola Superior de Conservación y Restauración de

Bens Culturais de Galicia, servirá para garantizar la fiabi-

lidad de las reproducciones, así como de punto de parti-

da para la puesta en valor del enclave.

Esta guía trata de sintetizar, en formato divulgativo, toda

la información de que se dispone sobre este yacimiento.

Ineludiblemente, nuestra jerga de especialistas inundará

estas páginas, aunque hemos hecho un importante

esfuerzo de contención.

El esquema que se ha seguido propone, en primer lugar,

una aproximación general, tanto a la Prehistoria como al

arte rupestre esquemático, tema que va a constituir el eje

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en torno al que gire esta guía. Estos capítulos iniciales

están orientados hacia el gran público y sirven para situar

al lector en la época y para familiarizarlo con una termino-

logía muy específica.

El recorrido por el enclave propiamente dicho comienza

por una breve descripción del marco físico y geomorfoló-

gico, para inmediatamente pasar a describir los lugares y

vestigios de interés que contiene, aportándose también

una introducción historiográfica, exponiéndose numero-

sas valoraciones de carácter interpretativo y dándose un

repaso a otras estaciones artísticas y enclaves prehistóri-

cos del entorno.

Finalmente, se incorpora un capítulo dedicado a las ocu-

paciones históricas posteriores, se da cuenta del proyec-

to de puesta en valor y se invita al lector a recorrer dete-

nidamente el área más interesante del enclave. La edición

se completa con un glosario y con una selección temáti-

ca de referencias bibliográficas.

La intención de esta guía es dar a conocer un yacimiento

de incalculable valor arqueológico que hasta ahora

permanecía inédito, más allá del mundo científico. Pero

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con ella se pretende también llamar la atención de

vecinos y visitantes sobre la importancia de conocer,

respetar y conservar nuestros bienes de interés histórico

y paisajístico para que continúen siendo un nexo con el

pasado en los tiempos venideros. Esperemos que, en la

medida que le corresponde, esta publicación contribuya

a lograr la consecución de dicho fin.

Por último, invitamos a quien se decida a acompañarnos

a lo largo de las próximas páginas a dejarse atrapar,

como hicimos nosotros, por el encanto de este paraje

ancestral y único que permanece aún indemne al paso

del tiempo, y por el misterio del arte prehistórico que

esconde en sus rincones. Si así fuere, el esfuerzo que ha

supuesto la elaboración de esta guía habrá tenido verda-

dero sentido.

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Los orígenes de la Humanidad se sitúan en un tiempo

impreciso en que el bipedismo y la oposición del dedo

pulgar de la mano abrieron las puertas al desarrollo

actual de nuestra especie. Desde la cuna africana fueron

surgiendo, uno tras otro, grupos humanos de cerebro y

constitución cada vez más depuradas, hasta que, hace

unos 40.000 años el Homo Sapiens Sapiens acabara por

imponerse al resto y ocupar todo el planeta. A este enor-

me lapso de la Prehistoria se la conoce como Paleolítico

y lleva la impronta de las sociedades cazadoras, pesca-

doras y recolectoras de frutos silvestres.

Al principio, los homínidos comenzaron a horadar la

naturaleza en su beneficio fabricando útiles para interac-

tuar con el medio de un modo más eficaz.

Fundamentalmente eran cantos de sílex, cuarzo o cual-

quier otra piedra dura, recogidos en ríos cercanos y tra-

bajados toscamente, que servían como herramientas de

mano: raederas, buriles, perforadores, tajaderas o raspa-

dores, utensilios de buen tamaño todos ellos destinados

al despiece y posterior aprovechamiento de los animales

(elefantes, ciervos, caballos, bóvidos, rinocerontes...),

que caían en sus trampas. Aún eran cazadores muy ele-

mentales y es posible que no pasaran por alto unos res-

tos de carroña. A esta fase inicial se la llama Paleolítico

inferior. Sus últimos grandes protagonistas son el Homo

Erectus y el Homo Antecessor, a quienes se atribuye el

descubrimiento de la talla Levallois, una técnica que se

usará después con profusión y que consiste en preparar

un núcleo de materia prima de forma que permita extraer

lascas más o menos iguales de forma repetitiva. No obs-

tante, y a pesar de que habían logrado implantar su

supremacía durante un millón y medio de años, el prime-

ro en Asia y el segundo en Europa (en atención a las con-

clusiones del equipo que estudia el yacimiento burgalés

de Atapuerca) ambos estaban predestinados a extinguir-

se, a ser suplantados por otra especie que iba a adaptar-

se mejor a las condiciones de los nuevos tiempos.

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Introducción a la Prehistoria

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Hace aproximadamente 100.000 años, en una época en

que la Tierra atravesaba uno de sus períodos más fríos,

aparecieron los primeros grandes cazadores, a los que se

les conoce con el nombre de Neandertales. Esta especie

acapara por entero el período que denominamos

Paleolítico medio. El Homo Sapiens Neanderthalensis,

que es su nombre de pila completo, era un ser de frente

huida, arcos superciliares muy salientes, ausencia total de

mentón, dolicocefalia acusada (es decir, el cráneo más

largo que ancho) y una capacidad craneana de 1.465

c.c., robusto y de fuertes articulaciones. Es cazador y

recolector de frutos silvestres, al igual que sus antece-

dentes Erectus y Antecessor, aunque sus técnicas cine-

géticas debieron ser más efectivas. Vive en campo abier-

to o en las entradas de las cuevas, en las que extienden

su habitáculo hacia el exterior por medio de estructuras

de huesos y pieles. Se le relaciona con la industria mus-

teriense, que presenta el uso de lascas, raederas, denti-

culados y cuchillos, y con la generalización de la técnica

Levallois. Estos útiles eran menos espesos que los ante-

riores, bastante más pequeños y, probablemente,

muchos de ellos se enmangarían.

Así era nuestro pariente más cercano. Muy tosco aún,

achaparrado y fornido, demasiado primitivo. ¿Por qué

entonces se le eleva a la categoría de Sapiens? La res-

puesta es simple: porque en él encontramos los primeros

indicios de espiritualidad. En efecto, los hallazgos más

antiguos de enterramientos humanos se documentan en

este período. También se conocen vestigios inequívocos

que demuestran la práctica de un ritual funerario, puesto

de manifiesto en inhumaciones relacionadas con coloran-

tes para pintar los huesos, algunos de los cuales parecen

haber sido objeto de un culto especial.

Hacia el 30.000 a.C. el Homo Sapiens Neanderthalensis

es una especie en vías de extinción. Según las últimas

investigaciones, es precisamente en estas tierras del sur

de la Península Ibérica donde subsisten los últimos gru-

pos. Son muy conocidos los yacimientos de Gibraltar y

Zafarraya (Málaga), este último a pocos kilómetros de

Peñas de Cabrera. Desde ese momento, y hasta el día de

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hoy, el Homo Sapiens Sapiens

queda como último y único actor

de esta aventura evolutiva. La

denominación Cro-Magnon (aun-

que en la actualidad se prefiere el

término Sapiens arcaico) que

hacemos para referirnos a los

hombres que vivieron durante el

Paleolítico superior, es decir, hasta

el 10.000 a.C., responde a que

sus restos son tan antiguos que

nos han llegado en estado de fosi-

lización, ya que genéticamente

eran iguales a nosotros, de alta

estatura, posición recta, dolicocé-

falos, con mentón, y con una

capacidad craneana parecida a la

actual.

El Sapiens arcaico, pues, es un cazador especializado en

uno o varios tipos de animales, según la región, que utili-

za arcos, mazas, palos y trampas (Solutrense, caracteri-

zado por las puntas de flecha con superficie plana) e

inventa armas arrojadizas como las azagayas, los arpo-

nes y los propulsores o lanzaderas (Magdaleniense, iden-

tificado con los primeros objetos de asta y hueso).

Recoge frutos silvestres con los que se complementa la

dieta alimenticia. Lleva una vida nómada o seminómada.

No produce alimentos. Sólo los consume. Dedica mucho

tiempo a la fabricación de una industria lítica y ósea que

consigue llevar a altos grados de perfección, como en el

caso de las delicadas agujas. Aparecen entonces los pri-

meros adornos y objetos claramente relacionados con el

ritual funerario. Y por supuesto, es el momento en el que

surge el arte.

Las figuras zoomorfas constituyen el tema principal de

estos primeros artistas. Caballos, bisontes, toros, cier-

vos, cabras, mamuts, rinocerontes, zorros, osos, félidos,

peces, aves, serpientes... Toda la fauna del entorno vista

a través de los ojos de un buen conocedor de sus captu-

ras. Pero allí, en lo más profundo de la tierra no puede

20

Portada del tomo 1 de la monografía sobrela gruta del Boquete de Zafarraya, enAlcaucín (Málaga), publicada bajo la direc-ción de Cecilio Barroso y Henry de Lumleyen 2007. En el centro la famosa mandíbulade neandertal, elemento estrella del registroarqueológico de este yacimiento.

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copiarse la realidad; hay que pintar de memoria, recordar

cada pose, cada músculo, o tal vez repetir simplemente

unos trazos aprendidos... Muchas veces las imágenes

son líneas que no delimitan completamente al animal, que

sólo sugieren su idea. Otras, los rasgos están perfecta-

mente definidos y los gestos y actitudes de los modelos

quedan expuestos con un naturalismo detallista y esme-

rado. En la mayoría de los casos el trazo es seguro, pre-

ciso, quizá ensayado una y otra vez antes de ser ejecuta-

do en su lugar definitivo...

Este arte primigenio sorprende por la persistencia en los

temas faunísticos frente al escaso tratamiento de la figu-

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Caballo paleolítico pintado con pigmentos ocres en la cueva deLa Pileta (Benaoján, Málaga). Fotografía, Pedro Cantalejo.

Gran pez representado en la cueva de La Pileta. El arte paleolíti-co de esta gruta es, sin duda, el más atractivo entre los conser-vados en la Comunidad Autónoma andaluza. Fotografía, PedroCantalejo.

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ra humana, ya que ésta no alcanza el número ni el grado

de naturalismo que presentan los zoomorfos. Las repre-

sentaciones antropomorfas, sobre todo las masculinas,

son caricaturescas y deformadas, y en contadísimas oca-

siones nos muestran sus caras; las femeninas, más

numerosas, suelen quedar reducidas a los rasgos más

esenciales, haciendo especial hincapié en las sinuosida-

des que conforman su cuerpo, sobre todo las nalgas. No

hay representaciones seguras de vegetales, aunque algu-

nos signos pudieron tener esa intención. Sí son frecuentes

las impresiones de manos, propias de las fases antiguas,

ya sea por la aplicación directa de la palma pintada

(manos positivas), bien mediante aerografía (manos nega-

tivas). También abundan los signos de muy variada tipolo-

gía: desde simples barras y puntos hasta formas muy

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Figura humana femenina paleolítica grabada sobre el lateral deun bloque en la cueva de Ardales (Ardales, Málaga). Está repre-sentada de cintura para abajo, destacándose a la izquierda lalínea sinuosa que forma la nalga. Las piernas acaban en formaapuntada, un convencionalismo empleado habitualmente en elarte paleolítico para representar las patas de los animales. Elpubis está representado mediante una triple línea. Fotografía,Pedro Cantalejo.

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complejas. En la provincia de Málaga se cuenta con una

decena de cavidades con arte paleolítico, entre las que

destacan a nivel europeo las de La Pileta, Ardales y Nerja.

Sobre la interpretación de estas manifestaciones gráficas,

las primeras de la Humanidad, han corrido ríos de tinta, y

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Impresión de una mano positiva localizada en las Galerías Altasde la cueva de Ardales. Esta cavidad destaca por su diversidadtécnica y temática, lo que confiere a este yacimiento un alto inte-rés científico. Fotografía, Pedro Cantalejo.

Panel principal de lacueva de Ardales. Sedesarrolla sobre unaserie de hornacinas natu-rales creadas por lasconcreciones calcáreas.Se cuentan en él hastatreinta figuras de anima-les, todas ellas cérvidos,a excepción de unarepresentación de cápri-do en el centro de lacomposición. Algunos delos grupos constituyenverdaderas escenas, ple-nas de dinamismo, rela-cionadas con la berrea.Abajo a la izquierda, unafigura humana femeninagrabada sobre una esta-lagmita de connotacio-nes fálicas, en una suge-rente asociación motivo-soporte. Calcografía digi-tal, Rafael Maura y PedroCantalejo.

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seguirán corriendo. No obstante, las últimas propuestas

explican su significado a partir de una necesidad de

transmisión generacional de cierta información relaciona-

da con los modos de vida, en orden a asegurar tanto la

continuidad de sus usos, costumbres y tradiciones,

como el mantenimiento de las fuentes de recursos y de la

cohesión social.

Pero hace unos 12.000 años, a comienzos del Holoceno,

los hielos retrocedieron al finalizar la última glaciación,

produciéndose un cambio climático tan drástico que la

cultura de los grandes cazadores entró en franca deca-

dencia, quedando sólo algunos grupos aislados que fue-

ron capaces de adaptar sus modos de vida a las posibi-

lidades de subsistencia que ofrecía el nuevo medio físico,

lo que contribuyó a la pérdida de la cohesión que había

caracterizado a las comunidades del Paleolítico superior.

Esta fase final del Paleolítico, que se asocia al declive de

los grandes cazadores, se conoce con el nombre de

Epipaleolítico, una etapa intermedia que preludia el otro

gran período en que se divide la Edad de Piedra, el

Neolítico, durante el que se transformarán irreversible-

mente las bases económicas de los grupos humanos, a

partir sobre todo de la introducción de la agricultura, la

ganadería y la producción de alimentos, y se abrirá un

proceso de cambio progresivo hacia las estructuras

sociales plenamente jerarquizadas. Este proceso es lo

que conocemos como Postpaleolítico, o dicho de otro

modo, Prehistoria reciente.

El uso generalizado de instrumentos de piedra pulimenta-

da de todas las formas y de perfecto acabado como

hachas, azuelas, cuchillos, escoplos, y brazaletes y cuen-

tas de collar fabricados en mármol, concha o pizarra,

definen y dan nombre al Neolítico. Pero son otros

muchos los descubrimientos e inventos debidos e este

período: la domesticación de animales, como el cerdo, la

cabra, la oveja, el buey, el conejo y el perro; la creación

de las primeras vasijas de cerámica, en muchos casos

decoradas; el proceso de cultivo y cosecha del cereal,

como atestiguan las hachas, azuelas, molinos, molinetas,

etc. De huesos largos de ovejas y cabras se fabricarán

mangos, cucharas, espátulas y agujas. También se tienen

24

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pruebas de sus primitivas indumentarias: vestidos y

zapatos eran confeccionados con cuero, pieles o fibra de

esparto. Sin embargo, también se documentan restos de

cabras monteses, ciervos, rebecos, jabalís, corzos, etc.,

lo que indica que la caza siguió teniendo gran importan-

cia para estas economías incipientemente productoras.

En las áreas costeras y valles fluviales la práctica sistemá-

tica de la pesca se atestigua mediante la presencia de

anzuelos y redes.

El fenómeno megalítico se constata hacia un Neolítico

reciente. Sus artífices son portadores de una tradición

constructiva que implica el empleo de grandes lajas de

piedra, mediante los que se erigen tumbas (dólmenes),

piedras verticales clavadas en el suelo (menhires), recin-

tos (cromlechs) y alineamientos. En Andalucía priman las

tumbas, siempre cubiertas por una colina artificial (túmu-

lo), que en la mayoría de los casos no se ha conservado.

Los distintos elementos que integran estas construccio-

nes son:

Ortostatos: lajas verticales que conforman las pare-des de los corredores y cámaras. Cobijas: losas de cubierta.

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Interior del dolmen deMenga. Fotografía,Javier Pérez.

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Piedra cabecera: laja vertical que cierra el fondo de lacámara.Puertas: pueden ser de jambas y dintel o lajas verti-cales dispuestas transversalmente al eje del corredorcon una perforación para permitir el paso.

Las tipologías de estos dólmenes son variadas, desde

simples galerías cubiertas hasta sepulcros de corredor y

cámara, adoptando estas distintas morfologías según su

planta: cuadradas, rectangulares, poligonales y circula-

res. Estas últimas añaden una técnica arquitectónica

novedosa, la falsa cúpula, que consiste en ir aproximan-

do hiladas superpuestas de mampostería hasta cerrar el

espacio mediante una gran losa de cubierta denominada

clave. Es característico de los dólmenes de falsa cúpula

el presentar, al menos, una cámara secundaria.

El megalitismo se atribuye a pueblos de base fundamen-

talmente ganadera y explotación agrícola muy precaria,

dedicada al pastoreo trashumante. Dichos grupos delimi-

taban y reafirmaban su propiedad sobre las tierras de pas-

tos mediante la presencia de las tumbas de sus antepasa-

dos. Estas marcas territoriales eran respetadas tácitamen-

te por el resto merced a las complejas normas de conduc-

ta de una sociedad dividida en clanes y linajes, basadas

26

Gran losa que cierra labóveda de la cámaraprincipal del dolmen deEl Romeral. Fotografía,Javier Pérez.

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en el intercambio, la reciprocidad y la cooperación. Se

tiene constancia de una utilización sucesiva a través de los

siglos de las tumbas megalíticas, debido probablemente a

su condición de sepulcros colectivos destinados a recibir

los restos mortales de sucesivas generaciones de miem-

bros de un clan o de un linaje. El ajuar fune-

rario que acompaña a estos enterramientos

suele estar compuesto por hachas de piedra

pulimentadas, herramientas de sílex, cuentas

de collar, colgantes de piedras semiprecio-

sas, objetos de hueso y restos de cerámica.

En muchas ocasiones, más reseñables a

medida que nos aproximamos a la banda

atlántica, los monumentos megalíticos estu-

vieron decorados, tanto con grabados (los

más abundantes) como con pinturas. Las

consideraciones tradicionales del llamado

“arte megalítico” en cuanto a su distribución

espacial y su asociación con ciertas morfo-

logías arquitectónicas han sido objeto de

una revisión llevada a cabo por Primitiva

Bueno y Rodrigo de Balbín, a través de la

cual se reafirma la idea de que se trata de

formas directamente extraídas del conjunto

expresivo del arte esquemático, cuyo núcleo

de asociación gráfica y espacial, según el

cual se conjugan los distintos temas, sería la

figura humana. Los antropomorfos crucifor-

mes (con los brazos en cruz) y de brazos en

asa y en “T”, y algunos signos, como rami-

formes (en forma de rama), halteriformes (en

forma de halteras o pesas), serpentiformes

(en forma de serpiente) y soliformes (en

forma de sol), constituirían las tipologías más

características. Estos autores consideran

que muchos de los dólmenes estuvieron

sujetos a verdaderos programas iconográfi-

cos que comenzaban a desarrollarse incluso

antes de la construcción de los mismos,

como demuestran algunos ortostatos que

contienen manifestaciones gráficas ocultas

en sus caras internas.

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Muchos monumentos megalíticospresentan decoraciones tanto pinta-das como grabadas. Arriba, figuraantropomorfa pintada bajo la granlosa de cubierta del dolmen de laGiganta (Montejaque, Málaga). Abajo,ortostato con cazoletas inscritas en eldolmen de Viera (Antequera, Málaga).Fotografías, Pedro Cantalejo.

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Hace unos 6.000 años, las sociedades neolíticas, inmer-

sas en su dinámica innovadora, dieron con un descubri-

miento revolucionario: la metalurgia. A partir de ese

momento, el ordenamiento en períodos, a veces un tanto

ficticio, de la Prehistoria, propone un cambio de era.

Hemos dejado atrás la Edad de Piedra y pasamos a la

Edad de los Metales: el Cobre, el Bronce y el Hierro.

Los primeros metales tratados y transformados por el ser

humano fueron el oro, la plata, el plomo y, sobre todo, el

cobre. Al principio, el cobre nativo era sometido simple-

mente al martilleado en frío para darle forma.

Posteriormente pudo ser calentado para dotarlo de una

mayor ductilidad y conseguir así formas más variadas.

Pero no se llega a la verdadera metalurgia hasta que se

descubre que el cobre puede calentarse hasta ser fundi-

do. Es entonces cuando comienzan a emplearse moldes

que, una vez enfriado y solidificado el metal, dan lugar a

una variada gama de objetos de considerable dureza,

como hachas, picos con agujero central para su enman-

gue, puñales, lanzas, hebillas, alfileres, etc.

La introducción del metal, aun constituyendo un avance

tecnológico sin precedentes, no supone en un principio

modificaciones drásticas en las estructuras sociales ni en

las bases económicas, aunque su incidencia tuvo que ser

necesaria en el lento proceso de transformación a que los

grupos humanos estaban abocados desde el Neolítico.

Durante la Edad del Cobre, llamada también Calcolítico,

la tendencia hacia el sedentarismo y la intensificación de

la producción de alimentos posibilitaron la acumulación

de excedentes, cuyo control y redistribución fue quedan-

do progresivamente en menos manos, lo que condujo al

establecimiento de divisiones sociales cada vez más

acentuadas. La manufactura de objetos de cobre y cerá-

mica, o de tejidos de lana y lino, esteras y cuerdas, fruto

del desarrollo que adquirieron en esta época la industria

textil y la cestería, comienzan a considerarse como ofi-

cios. Esta producción artesana es también monopolizada

paulatinamente por las elites emergentes, adquiriendo un

significado social como distintivo de clase.

El establecimiento definitivo de las redes de intercambio

posibilitó la movilidad de estos productos, lo que contribu-

28

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yó a su consideración como objetos de prestigio. Sirvan

como ejemplo el hallazgo de hachas, azuelas y recipientes

cerámicos sin huellas de uso formando parte, junto con

objetos de cobre, de los ajuares de enterramiento. Entre

estos símbolos de estatus y rango destaca la cerámica

campaniforme, que se caracteriza por sus vasijas de per-

fil en S, que les confiere una forma acampanada, y por sus

profusas decoraciones en franjas ordenadas en líneas

simples o en zigzag. Este fenómeno, que coincide crono-

lógicamente con las últimas fases del megalitismo, obede-

ce a una moda decorativa cerámica, sin vinculación espe-

cífica con ningún grupo, que se expande por toda Europa,

relacionada fundamentalmente con el comercio del metal.

La mayor parte de los yacimientos donde se han encon-

trado restos de cerámica campaniforme han sido de tipo

funerario, en inhumaciones individuales, y su introducción

marca una línea imaginaria que divide en dos la Edad del

Cobre, de forma que llega a hablase de un Calcolítico pre-

campaniforme y otro campaniforme.

Durante la Edad del Cobre, la distribución espacial de los

poblados revela un creciente interés por el control del

territorio y por la situación de los emplazamientos en

lugares propicios para el mejor aprovechamiento de los

recursos. Pero al final de este período comienza a apre-

ciarse un cambio decidido en los patrones de asenta-

miento y se buscan enclaves vinculados con puntos

estratégicos, detectándose núcleos poblacionales cada

vez más elevados y en cerros aislados, proceso que cul-

minará con las estructuras defensivas características de

los grupos humanos más belicosos y jerarquizados de la

Edad del Bronce.

La Prehistoria reciente no supuso, ni mucho menos, el

abandono de la expresividad artística del ser humano.

Objetos de todo tipo elaborados en piedra y metal, escul-

turas en bulto redondo, y sobre todo, las manifestaciones

rupestres, dan buena fe de ello. En la Península Ibérica se

dan dos grandes ciclos de arte rupestre, el levantino,

caracterizado por las representaciones humanas y ani-

males realizadas de un modo naturalista, y el esquemáti-

co, cuyas formas se reducen a figuras abreviadas hasta

los mínimos esenciales. El primero, como su nombre indi-

ca, se circunscribe en un sentido amplio al levante espa-

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ñol y sus soportes son siempre abrigos

rocosos al aire libre, mientras que el

arte esquemático tiene un desarrollo a

escala peninsular, adaptándose a otros

soportes como las cuevas oscuras o la

arquitectura funeraria y ritual, además

de a las decoraciones de diferentes

objetos líticos, óseos y cerámicos.

El arte esquemático se origina a partir

de la consolidación de las primeras

sociedades productoras del Neolítico y

alcanza su momento de mayor repercu-

sión durante la Edad del Cobre, es

decir, se trata de un fenómeno contem-

poráneo al megalitismo (casi con toda

seguridad, ambos son obra de los mis-

mos grupos humanos). Su grado de imbricación con el

proceso de cambio que tuvo lugar en esa época queda

de manifiesto al comprobarse que, ciñéndonos a la tradi-

ción expresiva que conocemos como arte esquemático,

y hacemos esta aclaración porque en la Prehistoria, tanto

la antigua como la reciente, se dan otros esquematismos,

va entrando en crisis a medida que se estabilizan definiti-

vamente las estructuras jerárquicas de poder. Producto

inicialmente de una sociedad comunitaria de base tribal,

el arte esquemático (como ocurre con el fenómeno

megalítico) pierde su sustento ideológico al entrar en con-

flicto con la nueva realidad socioeconómica.

La Edad del Bronce supone la culminación de este pro-

ceso de estratificación e inequidad social. Las estructuras

tribales quedan desmanteladas y surgen las primeras

concentraciones territoriales de poder, los protoestados.

Para entonces, la Península Ibérica era un codiciado des-

tino económico, como lo fue mucho después el continen-

te americano. Hace unos tres mil años, comenzaron a

arribar a nuestras costas fenicios y griegos, portadores

de culturas avanzadas, cuyos contactos con los nativos

supuso el inicio de un nuevo proceso. Con estos viajeros

inquietos, la Península Ibérica entra en la Edad del Hierro,

época de colonialismos y conquistas, pero que queda al

margen de nuestra aproximación, ya que este es el

umbral de la gran sala de la Historia.

30

Detalle del gran panel dearte rupestre levantino delabrigo de Minateda(Hellín, Albacete), en elque se aprecia un grupode arqueros pintados enforma dinámica y natura-lista. Calografía digital,Rafael Maura y Martí Mas.

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En general, la idea que el gran público tiene sobre el arte

rupestre prehistórico es la de los animales expresados

de un modo naturalista propios del Paleolítico superior,

datados de un modo aproximado entre el 30.000 y el

10.000 a.C., o la de las imágenes de arqueros represen-

tados en forma dinámica que son característicos del arte

levantino, un estilo cuya cronología de amplio espectro

pudo arrancar en el Epipaleolítico, perdurando hasta

comienzos de la Edad del Cobre, es decir, entre el 8000

y el 3000 a.C. aproximadamente, aunque este extremo

es muy controvertido.

Pero existe una modalidad artística prehistórica bastante

menos conocida que se definiría por una abreviación

extrema de las formas y que se conoce tradicionalmente

con el nombre de “arte esquemático”. En la mente de

todos está el famoso “indalo”, que ha llegado a convertir-

se en imagen corporativa de la provincia de Almería y que

tiene su origen en estas figuraciones primitivas. El conjun-

to de expresiones gráficas que conforma el arte esque-

mático se desarrolla fundamentalmente en la Península

Ibérica, y tiene como marco cronológico el final del

Neolítico y la Edad del Cobre, perdurando en ocasiones

hasta la Edad del Bronce, y de manera ya muy residual

hasta la del Hierro. Se caracteriza por presentar formas

abreviadas y estereotipadas que representan figuras

humanas (antropomorfos), animales (zoomorfos) y sig-

nos, realizados mediante pintura o grabado, sobre todo

tipo de soportes. Se trata de un fenómeno notablemente

generalizado, ya que algunas de estas formas podrían

haber llegado a constituirse, por repetición, en significan-

tes de carácter convencional. También la presencia cons-

tante de la figura humana como eje en torno al que giran

las representaciones gráficas puede entenderse como un

nexo común. Esta tendencia, derivada probablemente de

una visión del mundo más antropocéntrica, alcanzará su

máxima expresión con el arte esquemático típico, centra-

do en un Neolítico final-Calcolítico, consolidando un cam-

bio importante respecto a los modos de expresión pale-

32

Introducción al arte esquemático

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olíticos, a través del cual, el hombre substituye al animal

como motivo figurativo central de las composiciones.

Las primeras referencias escritas de la

existencia de este tipo de grafías se

deben a Manuel de Góngora y

Martínez, catedrático de la Universidad

de Granada, quien en su libro de 1868

Antigüedades Prehistóricas de

Andalucía publica las copias de los

motivos de Fuencaliente y Batanera

(Ciudad Real), realizadas en 1783 por

Antonio López, hermano del párroco

de Montoro, así como las reproduccio-

nes efectuadas por él mismo de las

pinturas de la Cueva de los Letreros, en

Vélez-Blanco (Almería).

La publicación de Góngora precede en once años al

hallazgo de las pinturas rupestres de la cueva de Altamira

por Marcelino Sanz de Sautuola. Las historias de estos

hombres guardan cierto paralelismo, ya que los descubri-

mientos de ambos no fueron aceptados hasta que obtu-

vieron el reconocimiento por parte de la comunidad cien-

tífica de la época. Sin embargo, tras el visto bueno, apa-

recieron signos esquemáticos y pinturas naturalistas por

toda Europa. Se produjo entonces un fenómeno curioso.

Nadie los había visto antes simplemente porque resulta-

ba impensable que hombres tan primitivos fueran capa-

ces de poseer ya una iconografía simbólica tan desarro-

llada o un arte pictórico tan depurado.

En los inicios, se consideró este arte como una forma de

escritura prehistórica, relacionándose con los jeroglíficos

egipcios o con los caracteres fenicios, púnicos e ibéricos,

una interpretación que se mantuvo hasta comienzos del

siglo XX. Sin embargo, los trabajos del ingeniero belga

Luis Siret, basados en los paralelos formales entre estas

grafías rupestres y las decoraciones de ciertos vasos

cerámicos e ídolos de hueso y piedra de Los Millares,

halladas en contextos arqueológicos y, por lo tanto, sus-

ceptibles de ser fechadas, permitieron una aproximación

33

Único retrato conoci-do de D. Manuel deGóngora y Martínez(detalle). Fotografía,Javier Pérez.

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cronológica más precisa, demostrándose más antiguas

que las formas escritas de las culturas clásicas mediterrá-

neas y propiciando nuevas lecturas, como la de Juan

Cabré, quien las consideraba “típicamente neolíticas”. No

obstante, persiste la idea de que fueron importadas

desde el Mediterráneo, llegando a proponerse paralelis-

mos y significados extraídos de los estudios de la época

sobre las comunidades neolíticas y calcolíticas de Oriente

Próximo.

En estos momentos se realizan varios descubrimientos

que amplían la zona de influencia de este tipo de mani-

festaciones a otros puntos de la Península, aunque el

hallazgo más trascendente es, sin duda, el de las pintu-

ras de la cueva de la Pileta, en Benaoján (Málaga), con un

Decoración simbólica de uno de los famosos recipientes cerámi-cos de Los Millares (Santa Fe de Mondújar, Almería), con clarosparalelos formales de algunos motivos característicos del arteesquemático. Dibujo, Dimas Martín y María Dolores Cámalich.

Panel con figuracionesen negro pintadasprofusamente en lacueva de la Pileta(Benaoján, Málaga).Fotografía, PedroCantalejo.

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extenso repertorio artístico que va desde el Paleolítico

superior hasta, probablemente, el Calcolítico. Su estudio

correrá a cargo, junto con el descubridor de las manifes-

taciones gráficas, un coronel inglés retirado dedicado a la

ornitología, Willoughby Verner, de dos pesos pesados de

la ciencia prehistórica clásica, el abate francés Henri

Breuil y el arqueólogo alemán Hugo Obermaier. Este equi-

po contó con la inapreciable colaboración de campo del

propietario de los terrenos en que la cueva se ubica,

Francisco Bullón, hombre humilde que conocía la gruta

desde antiguo. Los resultados fueron recogidos en una

monografía publicada en 1915 y que lleva el sencillo títu-

lo de La Pileta à Benaoján.

A partir de los estudios del abate Breuil, que se editaron

en cinco tomos, todos ellos centrados en la Península

Ibérica, se consolidan tanto la denominación “arte esque-

mático”, como las propuestas cronológicas de Siret, pre-

sentándose por primera vez una sistematización tipológi-

ca que, en líneas generales, se ha mantenido hasta la

actualidad.

La Guerra Civil y la Dictadura del general Franco son años

infructuosos en el estudio del arte esquemático, aunque

sí existió un interesante debate en torno al arte levantino.

Hemos de esperar a épocas tardofranquistas para asistir

a la publicación de una nueva visión de conjunto que

marcaría un antes y un después en el conocimiento de

estas representaciones postpaleolíticas. Nos referimos a

la monografía de Pilar Acosta La pintura rupestre esque-

mática en España, editada en Salamanca en 1968. Esta

autora realiza una importantísima revisión y actualización

de los trabajos de Breuil, puliendo su clasificación tipoló-

gica y aportando, en este y en otros trabajos sucesivos,

interesantes apreciaciones en relación con aspectos

como la técnica, la temática o la cronología.

La clasificación de Acosta ordena los motivos esquemá-

ticos en seis temas:

Antropomorfos: representaciones abreviadas de lafigura humana.Zoomorfos: representaciones abreviadas de anima-les, sobre todo cuadrúpedos.

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Objetos etnográficos: formas cuadrangulares (tec-tiformes), representaciones de medios de transporte(carros, trineos y barcos), escaleriformes (con formade escalera), herramientas y armamento. Petroglifoides: formas geométricas relacionadasformalmente con la tipología de los grabados esque-máticos (circunferencias, herraduras y espirales).Signos: puntos, barras, zig-zags, esteliformes (enforma de estrella) y ramiformes (en forma de rama ode árbol). Ídolos: oculados (representaciones de ojos, cejas ytatuaje facial), placas (formas de tendencia rectangu-lar tratadas internamente), triangulares (unitriangula-res, bitriangulares y tritriangulares) y halteriformes (enforma de halteras o pesas).

Dado el peso que la figura humana tiene en el seno de las

composiciones esquemáticas, su clasificación tipológica

de los antropomorfos tiene un especial interés. Todos

ellos parten de un elemento común, el trazo vertical que

representa el eje corporal y, en algunos casos la cabeza,

encontrando sus diferencias en las distintas formas de

expresar las extremidades superiores. Estos son los que

se refieren a tipos ápodos, es decir, sin representación de

las piernas:

Tipo cruciforme: formado por una barra vertical querepresenta la cabeza y el tronco, y por otra barratrasversal horizontal para indicar los brazos.

36

Tipología de los moti-vos antropomorfosesquemáticos, segúnP. Acosta.

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Tipo en “T”: similar al anterior pero acéfalo. Tipo golondrina: compuesto por un trazo vertical yotro transversal curvado hacia abajo.Tipo ancoriforme: en forma de ancla, muy similar alanterior, pero acéfalo.Tipo brazos en asa: semejante a una “Phi” griega,las extremidades superiores se representan median-te una circunferencia.

Aunque se plantea la posibilidad de considerar ciertas

tipologías en función de la inclusión de las extremidades

inferiores, caso de los tipos de doble “Y”, en “X” y de

“piernas en ángulo”, este aspecto no queda del todo

desarrollado.

Para esta autora, el arte esquemático supondría un inten-

to de escritura ideográfica, en la que, en algunos casos,

puede llegar a hablarse de signos pictográficos o ideo-

gramas; una protoescritura que no llegaría a eclosionar a

causa de la llegada de los primeros colonos procedentes

de la orilla oriental del Mediterráneo, portadores de for-

mas de escritura evolucionadas.

Cuarenta años después de la aparición de la monografía

de Acosta, el panorama de los estudios del arte esque-

mático se ha diversificado notablemente, si bien, sus

tipologías siguen gozando de aceptación generalizada.

En los años ochenta se produjeron otros intentos, como

la revisión de Julián Bécares o las propuestas “objetivis-

tas” de Alfonso Caballero Klink para las pinturas de Sierra

Morena, pero que no han calado del todo en la termino-

logía empleada por los prehistoriadores del arte.

En la línea de los planteamientos de Breuil y Acosta, la

revisión de Bécares supone un paso más hacia la conse-

cución de una tipología general para el arte esquemático.

En su clasificación de los antropomorfos aborda la pro-

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Principales aportacio-nes de J. Bécaes a laclasificación tipológicade Acosta para losmotivos antropomorfosesquemáticos.

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blemática de las formas de representación de las extre-

midades inferiores. He aquí sus principales aportaciones

en este sentido:

Tipo de brazos y piernas en arco.Tipo de brazos y piernas en ángulo.Tipo doble Y (ya reconocido por Acosta).Tipo de brazos y piernas en cruz.Tipo doble “T”.Tipo con piernas en zig-zag.

Es sorprendente descubrir que tipologías primarias y

numerosas como los antropomorfos en “Y”, de brazos en

ángulo o de brazos en círculo (por encima de la cabeza),

todas ellas ápodas, se incluyan en estas sistematizacio-

nes en el socorrido apartado dedicado a “otros antropo-

morfos”.

Por su parte, la propuesta de Caballero plantea una sis-

tematización del proceso descriptivo en orden a profun-

dizar en la mecánica interna con que se articulan las gra-

fías esquemáticas, prestando más atención a los elemen-

tos que las conforman que a los tipos presentados como

primarios o básicos que parten de figuraciones comple-

tas, describiéndolos según sus rasgos identificativos, y

tratando así de evitar cualquier connotación de carácter

interpretativo. No existen aquí referencias a antropomor-

fos, zoomorfos o ideomorfos de tipo alguno, sino que se

habla de figuraciones compuestas por trazos dispuestos

de una u otra forma o con tal o cual característica, por lo

que se trata de un intento clasificatorio de una asepsia

intachable. Otro aspecto diferenciador de esta forma de

clasificación es que Caballero no busca estereotipos

generalizados obtenidos a partir de la observación de sus

originales físicos, sino que trata únicamente de recoger la

mayoría de las formas representadas en su área de estu-

dio. Pero la línea iniciada por Caballero, al contrario que

la representada por Acosta, no ha tenido continuidad ni

se ha profundizado decididamente en ella.

En esta década de los ochenta se asiste a un renovado

interés por el arte esquemático, proliferando los nuevos

hallazgos y generándose un nutrido grupo de jóvenes

investigadores centrados todos ellos en sus respectivas

38

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áreas de influencia y que siguen en activo hasta la fecha.

En Andalucía destacarían Julián Martínez en la zona de

Almería, Manuel López y Miguel Soria en la de Jaén,

Cecilio Barroso, Pedro Cantalejo y José Luis Sanchidrián

en la de Málaga y Martí Mas en la de Cádiz.

No cabe duda que el descubrimiento más importante de

esta época es el del conjunto pictórico objeto de esta

guía, Peñas de Cabrera, suceso en el que nos detendre-

mos más adelante.

En los últimos veinte años, y a partir de las primeras pro-

puestas de Alejandro Marcos Pous, confirmadas poste-

riormente por Beatriz Gavilán y Juan Carlos Vera, se han

intensificado los estudios comparativos entre los motivos

esquemáticos representados en la cerámica neolítica y

los hallados en los muros de cuevas y abrigos, que han

puesto de manifiesto numerosos paralelismos ya desde

el Neolítico medio. Las analogías se confirman en los

zoomorfos, antropomorfos y signos (ramiformes, esteli-

formes y oculados).

Debe recordarse que en España, el estilo artístico que se

asocia de forma más clara al Neolítico es el llamado arte

macroesquemático, muy focalizado en la provincia de

Alicante, que fue descubierto y estudiado por Mauro

Hernández. Se definiría como un conjunto de pintura

rupestre esquematizada y de gran formato, en el que apa-

recen representados fundamentalmente figuras humanas,

líneas serpenteantes, puntos y barras. Su cronología se

fundamenta a partir de los paralelos que encontramos en

las decoraciones de la cerámica cardial (llamada así por-

que se decora mediante las improntas que deja la concha

del Cardium Edule, es decir, el berberecho).

Hoy por hoy, las aproximaciones interpretativas al arte

esquemático vienen de la mano del estructuralismo y de

la llamada “Arqueología del Paisaje”, que vincula los

enclaves artísticos al aire libre con el territorio en que se

inscriben, atribuyéndoles distintas funciones a partir de

las correspondencias detectadas entre los modelos de

emplazamiento y los contenidos temáticos. En esta línea

de investigación se sitúan las aportaciones de autores

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peñas_ok.qxd 14/3/11 13:31 Página 39

como Primitiva Bueno o Julián Martínez. La primera ha

planteado la existencia de patrones de integración entre

marcadores gráficos al aire libre, pinturas y grabados

rupestres y grafías en monumentos megalíticos. El

segundo, propone una visión que va más allá de las dis-

cusiones tipológicas y cronológicas, al plantearse el arte

esquemático como una forma más de “ocupación simbó-

lica del paisaje”, y entendiendo los paneles pintados

como “espacios sociales” en los que los motivos se orde-

nan respondiendo a los tipos de organización social de

cada momento, lo que conlleva sugerentes implicaciones

cronológicas, en función de las diferentes formas de dis-

poner las figuras humanas y otros elementos compositi-

vos. Así, en líneas generales, la tendencia horizontal

correspondería a períodos colectivistas, y por tanto más

antiguos, y las de tendencia vertical a momentos poste-

riores, es decir, más jerarquizados.

Partiendo de estos y otros presupuestos, el futuro de la

interpretación del arte esquemático aparece pleno de

expectativas. Como dice el propio Julián Martínez, los

abrigos no deben verse únicamente desde fuera hacia

dentro, sino también desde dentro hacia fuera. En efec-

to, el arte rupestre esquemático no es un legado muerto

o encerrado en sí mismo, ni ha quedado irremisiblemen-

te atrapado por la conceptualización de sus formas. Todo

lo contrario. Día a día, enclave tras enclave, se demues-

tra que está conectado directamente con el entorno, con

las pautas inmutables de la naturaleza, con la vida y las

tradiciones de aquellos que lo crearon, con sus realida-

des sociales.

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des

crip

ció

n

EL ENCLAVE ARQUEOLÓGICO

PEÑAS DE CABRE-R A

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EL MEDIO FÍSICO

El Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera se localiza al

este del término municipal de Casabermeja, en la provin-

cia de Málaga, próximo al llamado Cortijo de Cabrera.

El accidente geográfico más destacado del entorno es el

río Guadalmedina, que nace en la sierra próxima de los

42

Descripción del enclave

Mapa de localizacióndel EnclaveArqueológico Peñasde Cabrera.

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Camarolos, y cuyo valle se desarrolla frente al enclave for-

mando suaves colinas. Este río, en su cuenca alta, se

encaja en una depresión estrecha y alargada en sentido

Este-Oeste que se desarrolla sobre materiales geológicos

del Mioceno Inferior, compuestos principalmente por are-

niscas, margocalizas y margas.

Esta cuenca sedimentaria se extiende desde más allá de

la propia Casabermeja hasta Periana y constituye una

derivación del llamado Surco Intrabético, ya que separa

las formaciones netamente metamórficas del Sistema

Bético, al sur, representadas por los Montes de Málaga y

sus materiales pizarrosos, de los macizos calcáreos del

sector meridional de las cordilleras subbéticas, al norte,

compuestos por las sierras de Cabras, Co, Camarolos,

Jobo y Alfarnatejo. Atendiendo a la antigua denominación

árabe de este espacio, se le conoce con el nombre de

“Campo de Cámara”.

Al este y al oeste del enclave se sitúan los arroyos de

Mogea y los Pilones respectivamente, encajados en sen-

das gargantas hacia las que caen las laderas del cerro en

el que éste se ubica. Estos arroyos, junto con los de Las

Vacas, Almácidas, Choperas, Frailes, etc., forman parte

de la red hidrográfica del Guadalmedina, que funciona

como un verdadero eje vertebrador del paisaje.

DE

SC

RIP

CIÓ

N D

EL E

NC

LAVE

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Panorámica hacia elnorte del valle del ríoGuadalmedina. Deizquierda a derecha sedistinguen las sierrasde El Torcal, Cabras,Co, Camarolos, Jobo yAlfarnatejo. Fotografía,Javier Pérez.

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Los abrigos de Peñas de Cabrera se concentran en dife-

rentes flancos de un potente banco de areniscas, de

grano grueso de cuarzo y de tonalidad pardo-rojiza, que

culmina en un pequeño cerro. Su morfología escarpada

se debe a la mayor resistencia a la erosión de las arenis-

cas frente a las margas. Se reconocen diferentes estruc-

turas sedimentarias cuyas superficies aparecen cuartea-

das, presentando un grado de fracturación tectónica muy

elevado, y estando afectadas tanto por fallas como por

espesas redes de diaclasas (grietas producidas por frac-

tura). Los abrigos se generaron a partir de los planos de

44

Al pie del corredor delCampo de Cámara.Fotografía, Javier Pérez.

Abrigos rocosos en losafloramientos de arenis-ca del Cerro deCabrera. Abajo a laizquierda, el cortijo deCabrera. Fotografía,Javier Pérez.

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fractura de estas diaclasas y evolucionaron siguiendo dis-

tintos procesos de erosión hidroeólica y de meteorización

mecánica y química, en los que han intervenido las con-

diciones climáticas, el agua de infiltración, las caracterís-

ticas petrológicas y petroquímicas de la roca y el grado

de fracturación de las mismas. Estos procesos siguen

reproduciéndose en la actualidad, siendo una de las cau-

sas del deterioro de las manifestaciones rupestres que

constituyen el centro de atención de este enclave. El otro

es la agresión antrópica, que ha dejado su huella junto a

varios motivos.

Tanto el clima como la vegetación de la zona son propios

de la región mediterránea seca. La floresta consiste en un

bosque poco denso de Quercus Suber, con abundantes

arbustos y matorrales bajos. Las especies mayoritarias

son típicas: la encina, el alcornoque, el acebuche, la jara,

la aulaga, la lavanda, el tomillo, el romero, etc. Las setas

y hongos proliferan en las umbrías y las esparragueras

crecen con vigor entre las grietas. Muy interesante es

también la compleja comunidad vegetal que se desarrolla

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El bosque mediterrá-neo en Peñas deCabrera. Fotografía,Pedro Cantalejo.

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sobre la superficie de las rocas, predominando los

líquenes, los musgos y algunos helechos y algas.

La fauna más representativa la componen conejos, lie-

bres, roedores, zorros y, eventualmente, cabras monte-

ses, jabalíes y venados. Los cielos están dominados por

las aves rapaces. En algunos abrigos se descubren ves-

tigios dejados por los murciélagos, y nidos de pájaros y

avispas terreras. También se detecta una variada comu-

nidad de insectos, así como pequeños reptiles.

El enclave es, por lo tanto, una zona de condiciones

ambientales uniformes que provee de espacio vital al con-

junto de flora y fauna integrada en ella, es decir, un verda-

dero biotopo extraordinariamente conservado, donde la

gran mayoría de las especies son autóctonas, lo que supo-

ne un hecho diferencial respecto a los parajes del entorno,

en los que la flora hace tiempo que dejó de ser silvestre.

Valga este apartado para hacer hincapié en el extraordina-

rio valor ecológico que tiene este lugar por sí mismo, inde-

pendientemente que constituya el complemento perfecto

para un yacimiento prehistórico también excepcional. Es

nuestro deber preservar ambos aspectos de la degrada-

ción y la ruina para que perduren en el tiempo, aunque

sean una muestra aislada, como ejemplos de lo que un día

46

Biodiversidad de laflora. Fotografías,Javier Pérez.

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fueron nuestro ambiente natural y nuestra cultura.

EL CONJUNTO RUPESTRE Y EL DOLMEN

DEL “TAJILLO DEL MORO”

El Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera cuenta con

dos áreas arqueológicas bien definidas, relacionadas

ambas con la ocupación del entorno por parte de grupos

humanos prehistóricos: el conjunto de arte rupestre y el

sepulcro megalítico conocido como “el Tajillo del Moro”

La zona en que se enmarca el conjunto rupestre, con una

superficie aproximada de 15 hectáreas, comprende por

entero el cerro de Cabrera, cuya mayor elevación se sitúa

a 666 m de altitud.

La nota más singular del paisaje es, sin duda, la gran con-

centración de abrigos rocosos que se suceden siguiendo

los estratos pétreos que afloran en sus laderas, desde el

flanco norte del banco de areniscas silíceas hasta las

inmediaciones del alto del cerro.

El interés cultural del lugar se define fundamentalmente

por las pinturas prehistóricas esquemáticas presentes en

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Mapa del enclavecon la localización delos abrigos rocososque conforman elconjunto rupestre(rojo: abrigos conpinturas; amarillo:abrigos con graba-dos; azul: abrigos sinmanifestaciones grá-ficas) y del dolmendel Tajillo del Moro(en naranja).

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muchos de estos abrigos, a las que habría que sumar, en

función de los resultados obtenidos a partir de los estu-

dios preliminares, otras formas grabadas, tanto en su

interior como en el exterior, de diseños mayoritariamente

lineales y circulares, así como interesantes restos de

material lítico y algunas estructuras de piedra.

El otro hito prehistórico con que cuenta el enclave es el

dolmen del Tajillo del Moro, sepulcro megalítico de pro-

porciones reducidas del que en la actualidad sólo quedan

los ortostatos laterales, la piedra cabecera y una de las

cobijas. Se localiza próximo al conjunto rupestre, hacia el

noreste, en un altozano perteneciente al cortijo del

Hospital, rodeado al sur por el arroyo de Ballesteros y al

norte por el río Guadalmedina.

Como complemento de estos vestigios prehistóricos, el

enclave cuenta con otras evidencias de frecuentación en

períodos históricos, como grabados en superficie, frentes

de cantera, restos de algunas estructuras arquitectónicas

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Dolmen del Tajillo delMoro. Fotografía,

Rafael Maura.

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EL DESCUBRIMIENTO DEL ARTE RUPES-

TRE Y LOS PRIMEROS ESTUDIOS

El descubrimiento para el mundo científico del importan-

te conjunto rupestre de Peñas de Cabrera ocurre en 1973

y se debe a la intuición de Juan Podadera Sosa, cabrero

que pastoreaba por entonces los rebaños de ese pago y

que tantas veces había visto aquellos “monigotes” pinta-

dos en los huecos de las rocas sin darle la menor impor-

tancia. Sin embargo, en una ocasión, este pastor lo

comentó casualmente con Sebastián Fernández, natural

de Casabermeja, por entonces un adolescente y que

más tarde se convertiría en profesor de la Facultad de

Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga, de la que

en la actualidad es Decano, quien a su vez compartió la

información con el también bermejo Bartolomé Ruiz.

Éste, que acababa de ingresar en esa facultad, organizó

al año siguiente una visita conjunta, en la que también

participaron Juan Antonio Leiva y Pedro Olalla, y que sir-

vió para confirmar la autenticidad de las pinturas, locali-

zándose además algunos restos líticos prehistóricos en

superficie. Años más tarde, en 1978, Ruiz colaboraba

con un equipo compuesto por varios alumnos vinculados

con el Departamento de Prehistoria e Historia Antigua,

entre los que se encontraban Cecilio Barroso y Francisca

Medina, que en aquellos momentos se formaban como

especialistas en arte rupestre y que fueron quienes se

encargaron finalmente del estudio de las manifestaciones

gráficas prehistóricas de este yacimiento.

Los trabajos a realizar en dicho proyecto se organizaronen dos fases. La primera consistió en una serie de pros-pecciones mediante las que se descubrió la mayor partede abrigos rocosos con pinturas rupestres, actividad enla que se reconoce la colaboración de un grupo de inves-tigadores procedentes de la Universidad de Málaga:Bartolomé Ruiz, Manuel García, Margarita García, MªCarmen Solana y Julia Sáez. Los resultados preliminaresfueron expuestos en dos artículos firmados por CecilioBarroso y Francisca Medina. El primero de ellos, publica-do por la revista Zephyrus en 1982, es un avance de

50

Historia de la investigación

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estudio en el que se describen pormenorizadamente loscontenidos gráficos de cuatro de los abrigos, los núme-ros 5, 6, 31 y 37 de nuestro inventario (22, 16, 3 y 5 delsuyo respectivamente), aportándose las topografías delos mismos, así como reproducciones de los paneles rea-lizadas a mano alzada. En esta publicación toma carta denaturaleza el topónimo que actualmente identifica alyacimiento, es decir, “Peñas de Cabrera”, aunque en rea-lidad se trata de una variante del nombre por el que seconoce al sitio entre los lugareños: “Las Piedras deCabrera”. El segundo, aparecido en la revista Mainake en1988, centra su atención en la escena representada en elabrigo nº 11 de de nuestro inventario (12 del suyo), incor-porándose también la correspondiente topografía y unareproducción a mano alzada de los motivos presentes enel abrigo y conocidos hasta entonces. En esta publica-ción se hace un análisis detallado de las figuras, aten-diendo a las características tipológicas de cada una deellas, a su condición sexual, a los elementos complemen-tarios considerados (objetos y atuendos) y a la disposi-ción que presentan todos estos motivos dentro de lacomposición. Así mismo, se abordan interesantes pro-puestas interpretativas que la relacionan con una escenade danza, idea basada en su propio estudio iconográficoy en diferentes paralelismos con otras composicionessemejantes conocidas en el arte esquemático deAndalucía, y se defiende para ella un carácter mágico yritual, ya sea como la escenificación de determinar pormedio de un círculo el ritmo de las estaciones y susciclos... o quizás la escenificación de la procreación, biencon un sentido de iniciación femenina, bien como una

ceremonia fálica.

En una segunda fase, y bajo autorización y financiación

de la Dirección General de Bienes Culturales de la

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Composición pictóricainterpretada comouna escena de danza.Reproducción deCecilio Barroso yFrancisca Medina.

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Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se llevó a

cabo una prospección extensiva de la zona de aflora-

mientos de areniscas, en la que colaboraron miembros

de la Sección de Actividades Espeleológicas de la

Sociedad Excursionista de Málaga. En esta etapa se

tomaron nuevas series fotográficas y se confeccionó una

tabla de color de los motivos. También se completó el

levantamiento topográfico de todos los abrigos, tarea que

corrió a cargo de José Molina, se realizaron varios calcos

directos de algunas figuras importantes, y se elaboró un

catálogo inventario en el que se registraban 135 motivos

pintados repartidos entre 23 abrigos rocosos, obra

importantísima que ha sido la base imprescindible para

cualquier aproximación posterior al enclave.

Queremos reconocer aquí estos trabajos pioneros, que

han servido, como decimos, de guía inestimable para el

reconocimiento de este conjunto artístico y que presen-

tan escasos errores u omisiones, sobre todo teniendo en

cuenta las posibilidades técnicas del momento.

A partir de entonces, el conjunto rupestre de Peñas de

Cabrera ha ido apareciendo periódicamente en sucesivas

visiones de conjunto del arte esquemático, incluyéndose

también en publicaciones especializadas relacionadas, de

un modo amplio, con los bienes patrimoniales y su gestión.

LOS TRABAJOS DE LA UNIVERSIDAD DEMÁLAGA EN EL DOLMEN DEL “TAJILLODEL MORO”

Este dolmen fue descubierto y excavado a finales de los

años setenta por un nutrido equipo de estudiosos, todos

ellos miembros del departamento de Prehistoria y

Arqueología de la Universidad de Málaga, dirigidos por

los profesores Ignacio Marqués y José Enrique Ferrer, en

52

Calcos manuales dealgunas figuras dePeñas de Cabrerarealizados porCecilio Barroso yFrancisca Medina.

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el marco de un conjunto de planes generales de trabajos

arqueológicos orientados a ocupar el vacío que entonces

existía entre los grandes focos megalíticos de Andalucía

oriental y occidental.

Las excavaciones llevadas a cabo sacaron a la luz un

sepulcro de corredor con la cámara en forma ovalada y el

corredor largo, trapezoidal y segmentado en dos tramos.

Las técnicas empleadas para su construcción habrían

pasado por la apertura previa de una zanja, para poste-

riormente, mediante hundimiento en el terreno ir embu-

tiendo los bloques laterales. Su condición funeraria y

colectiva se sustenta mediante el hallazgo de una treinte-

na de fragmentos de hueso, correspondientes, al pare-

cer, a tres individuos. Su falta de posición concreta pare-

ce apuntar al clásico osario, donde se depositaban cier-

tas partes anatómicas, quizás de forma selectiva, tras la

descomposición del cadáver y las manipulaciones a las

que se le sometía.

Los ajuares asociados a estos enterramientos son, según

sus respectivos materiales, cerámicos, líticos y metálicos.

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Planta y alzado del dolmen del Tajillo delMoro, según IgnacioMarqués y JoséEnrique Ferrer.

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Los restos de cerámica pertenecen a cuencos globulares

y hemiesféricos (en forma de media esfera), platos y fuen-

tes, de calidad lisa al exterior y tonos claros y medios,

que debieron recibir una cocción irregular y discontinua.

Más numerosas proporcionalmente son las piezas de

sílex, destacando diez puntas de flecha, de formas trian-

gulares y losángicas (en forma de rombo) y bases cónca-

vas, láminas retocadas y sin retocar, una muesca y un

raspador. Otros elementos localizados fueron un molino

de mano, una azuela realizada en diabasa, un hacha voti-

va en cuarcita y un hacha de cobre. También aparecieron

agrupados restos óseos de origen animal, pertenecientes

en su mayoría a pezuñas de bóvidos, así como a algún

ovicáprido y a un conejo.

Todas estas evidencias, tipología constructiva, ritual de

enterramiento, ajuar funerario y restos faunísticos, indu-

cen a los autores a considerar para el dolmen del Tajillo

del Moro una cronología hacia un Calcolítico antiguo,

entre el 2600 y el 2300 a.C.

Al margen de ser los primeros hitos de un paisaje antro-

pizado cuya función era legitimar la ocupación de un terri-

torio por parte de un grupo humano, los sepulcros mega-

líticos suelen buscar también correlaciones con el orden

cósmico. El del Tajillo del Moro presenta la misma orien-

tación, por ejemplo y como muchos otros, que el de

Viera, en la necrópolis de Antequera, hacia la salida del

54

Material cerámico (A),lítico (B) y metálico (C)procedente del ajuar deenterramiento localiza-do en el dolmen delTajillo del Moro, segúnIgnacio Marqués yJosé Enrique Ferrer.

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sol en los equinoccios, circunstancia sobre la que abun-

daremos a lo largo de estas páginas.

Los dólmenes son ámbitos creados para los muertos,

pero insistentemente nos remiten a la vida. Nos hablan de

cómo fue la existencia de sus ocupantes, del carácter de

su sociedad, de su economía de subsistencia, de su con-

cepción espacial del territorio, de sus convicciones más

trascendentes. Como comprobaremos más adelante, se

trata del mismo discurso que nos ofrece el arte rupestre.

LA INVESTIGACIÓN ACTUAL.

“SOCIEDADES, TERRITORIOS Y PAISAJES

EN LA PREHISTORIA RECIENTE DE LAS

TIERRAS DE ANTEQUERA”

Una vez finalizados los trabajos de Barroso y Medina en

el conjunto rupestre y de la Universidad de Málaga en el

sepulcro megalítico del Tajillo del Moro el enclave arqueo-

lógico Peñas de Cabrera entra en una fase de cierto letar-

go, pudiendo destacarse únicamente su inclusión en

algunos informes y estudios realizados por parte de la

Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería

de Cultura de la Junta de Andalucía, sobre todo relacio-

nados con los factores de riesgo, y del Centro Superior

de Investigaciones Científicas (CSIC), centrado en los

procesos de alteración de las rocas soporte.

Nuestra relación como especialistas con el conjunto

rupestre de Peñas de Cabrera se inicia a partir de 1999,

y desde entonces ha formado parte importante de varias

aproximaciones y revisiones generales que hemos abor-

dado sobre diferentes aspectos del arte rupestre postpa-

leolítico en la provincia de Málaga.

Por otro lado, al retomarse en 2005 el proyecto de tutela

y valorización del Conjunto Arqueológico Dólmenes de

Antequera, se diseñaron también unas líneas maestras de

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actuación orientadas a la consecución de una visión pre-

cisa de las sociedades que construyeron y usaron esta

excepcional necrópolis megalítica, no sólo a través del

análisis de los propios sepulcros sino también de su entor-

no arqueológico, considerándose un amplio territorio al

que se dio el nombre genérico de “Tierras de Antequera”,

del que debía formar parte importante, entre otras discipli-

nas arqueológicas, el análisis del arte rupestre representa-

do. El Proyecto de Investigación Sociedades, Territorios y

Paisajes en la Prehistoria Reciente de las Tierras de

Antequera se concibe precisamente para dar cobertura

científica a todos estos estudios.

Se trata de un proyecto que engloba a la mayoría de tér-

minos municipales de la mitad septentrional de la provin-

cia de Málaga, asumiéndose, pues, un carácter extensivo

en el espacio (geografía) y en el tiempo (cronología), pluri-

disciplinar (geología, arqueología, arte rupestre, prospec-

ción sistemática, arqueometría, artes gráficas, etc.) e inte-

rinstitucional (departamentos de varias universidades).

El proyecto Sociedades, Territorios y Paisajes en la

Prehistoria Reciente de las Tierras de Antequera se erige

en la actualidad como el eje en el que se enmarcan los

estudios presentes y futuros de estas estaciones rupes-

tres, otorgándoles un sentido integrador y de proyección

científica en torno a los dólmenes antequeranos. En efec-

to, el análisis de todo este conjunto de lugares con grafí-

as esquemáticas considerados en un marco geográfico

natural vinculado a un territorio bien definido, así como su

puesta en común con los datos extraídos de los yaci-

mientos y materiales arqueológicos estudiados en la

zona, está permitiendo el planteamiento de hipótesis

novedosas en relación con la ocupación prehistórica de

dicho espacio y su percepción por parte de las comuni-

dades que lo habitaron entre el Neolítico final y el Bronce

inicial, generándose así una nueva visión panorámica,

intensiva y extensiva que deberá conducirnos hacia una

mejor comprensión del proceso general de su prehistoria

y que, sin duda, abrirá las puertas a unas posibilidades

interpretativas impensables en escenarios de carácter

más restringido.

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LOS ABRIGOS ROCOSOS

En total han sido contabilizados 77 abrigos rocosos, de

los cuales 51 están matriculados con las siglas CS en

pintura azul. El orden caótico de esta numeración, que

fue la base de la clasificación de Barroso y Medina, impu-

so la necesidad de establecer un nuevo inventario

siguiendo, en la medida de lo posible, una línea ascen-

58

Ocupación prehistórica

Algunos abrigos fueronmarcados en los añosochenta con las siglasCS (Casabermeja) y unnúmero. En el curso dela investigación actualse hizo necesario reem-plazar la antigua nume-ración por una másacorde con el orden delos emplazamientos.Fotografía, JavierPérez.

Mapa de la sectoriza-ción del enclave a efec-tos de la investigación.Las localizacionescorresponden a losabrigos rocosos inven-tariados, en rojo losque contienen pintura,en amarillo los que pre-sentan grabados y enazul los que no ofrecenvestigios artísticos.

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dente, desde las cotas más bajas hasta las más altas.

Con objeto de racionalizar los espacios a reconocer, se

dividió el área en cuatro sectores (A, B, C y D).

Cada sector cuenta con un número de abrigos similar, en

torno a la veintena. Todos ellos han sido objeto de una

minuciosa revisión y búsqueda de vestigios gráficos.

También se tienen datos como las coordenadas geográfi-

cas, la altitud y la orientación de cada uno, y se cuenta

con un diagnóstico relativo a los rellenos sedimentarios

que se observan en algunos de ellos, en los que se plan-

tea la posibilidad de efectuar en el futuro cortes y sonde-

os estratigráficos. A partir de estos datos han podido

determinarse los abrigos que finalmente contienen pintura

esquemática (en rojo), así como los que presentan graba-

dos (en amarillo), en oposición a los que no cuentan con

vestigios artísticos (en azul). En este sentido, se suman 7

abrigos con arte rupestre al inventario propuesto por

Barroso y Medina, 3 con pinturas y 4 con grabados, ele-

vándose la cifra de estaciones artísticas a un total de 29.

SECTOR A (Abrigos 1 al 17)

Cuenta este sector con un total

de 17 abrigos, resultando un

número de 10 abrigos con arte

rupestre.

SECTOR B (Abrigos 18 al 38)

El total de abrigos correspon-

dientes a este sector es de 21,

13 de los cuales registran moti-

vos artísticos.

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Localización de los abrigosrocosos en el sector B.

Localización de los abrigos rocosos en elsector A.

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SECTOR C (Abrigos 39 al 59)

El número de abrigos registra-

dos en este sector se eleva a

21. Sólo 3 presentan manifes-

taciones gráficas.

SECTOR D (Abrigos 60 al 77)

Son 18 los abrigos incluidos

en este sector, de los cuales 3

presentaron grafías esquemá-

ticas.

LAS PINTURAS

En la actualidad se conocen 25 abrigos pintados. Así

mismo, ha sido reconocida alrededor de una veintena de

motivos que no aparecían en los trabajos de Barroso y

Medina. En tres ocasiones, concretamente en los abrigos

11, 24 y 39, los motivos pintados comparten espacio con

los grabados, siendo en los dos primeros grupos de

cazoletas y en el último una simple línea.

Las representaciones pintadas de Peñas de Cabrera se

caracterizan por un alto grado de esquematismo, con

una preponderancia de los antropomorfos sobre el resto

de formas, aunque todas ellas muy típicas, lo que se tra-

duce en una gran uniformidad estilística. El color rojo con

diferentes matices es el único utilizado, observándose

tonalidades que van desde las anaranjadas hasta las

parduscas y violáceas. No se dan superposiciones de

figuras más allá de lo meramente accidental. Estos

hechos apuntan a que todo el conjunto pudo ser realiza-

do hacia la misma época, y no durante diferentes perío-

dos. Sin embargo, sí se han documentado figuras repin-

tadas, lo que supone también un claro indicio de la per-

duración en el tiempo del uso social de estas manifesta-

ciones gráficas.

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Localización de los abrigosrocosos en el sector C.

Localización de losabrigos rocosos enel sector D.

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Las sustancias empleadas para la confección de las rece-

tas de pintura parten del óxido de hierro en polvo, disuel-

to en algún tipo de líquido. Los análisis de los pigmentos

utilizados en Peñas de Cabrera no son concluyentes en

cuanto a la presencia de aglutinantes u otros componen-

tes. La técnica empleada mayoritariamente para la aplica-

ción de la pintura es la digitación.

La utilización de los espacios pictóricos en los abrigos es

irregular en cuanto al número de representaciones. A

veces se conserva una sola figura; en otros casos se dan

varias espaciosamente distribuidas; y en ocasiones son

numerosas y abigarradas, ocupando por completo los

paneles rocosos y dando lugar a complejas composicio-

nes tendentes a lo narrativo, entre las que se ha llegado

a sugerir, incluso, un carácter escénico.

61

La gama cromáticade las pinturas rupes-tres de Peñas deCabrera presenta dis-tintos tonos de rojo,desde los anaranja-dos hasta los violáce-os. Fotografías, PedroCantalejo, JavierPérez y Rafael Maura.

Algunos motivos o conjuntos de motivos se adaptan a los relievesnaturales de las rocas que les sirven de soporte. otografías, PedroCantalejo, Javier Pérez y Rafael Maura.

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Son de gran interés los motivos o conjuntos de motivos

adaptados a los relieves naturales de las rocas soporte.

Se aprovechan huecos, rehundimientos, protuberancias

y salientes. A veces se observa una forma escondida lo

que sugeriría cierta intencionalidad.

Las tipologías son muy características de este estilo artís-

tico. Entre los antropomorfos se cuenta con representa-

ciones cruciformes, en “T”, “tipo golondrina”, ancorifor-

mes, en “Y”, en doble “Y”, de brazos y piernas en cruz,

en doble “T”, de “brazos en asa”, de brazos en círculo, de

brazos en ángulo y en “Phi” griega. Se trata, por lo tanto,

de formas muy estandarizadas que responden a momen-

tos en los que todos estos modelos estaban plenamente

vigentes. Algunos antropomorfos aparecen matizados

por elementos añadidos, que parecen referirse a detalles

corporales, utensilios o atuendos. En el primer caso, las

indicaciones más comunes son las de la cabeza, señala-

da casi siempre mediante una mancha redondeada, a

veces provista de tocados semejantes a plumas, y la del

órgano sexual masculino. No se encuentran, sin embargo,

representaciones en las que se detallen las manos o los

pies. También se incorporan a las figuras puntos y barras,

estas últimas representando quizás algún tipo de herra-

mienta o armamento, como en el caso de la composición

del abrigo nº 12, en el que la figura humana central pare-

ce portar un hacha. Mención especial requiere uno de los

antropomorfos dibujados en el abrigo nº 31, de tipología

ancoriforme con las piernas en ángulo y sexo masculino

indicado, que aparece portando en ambas manos sendos

arcos abiertos hacia el exterior, identificados con repre-

sentaciones de hoces.

62

Principales tipologías de losantropomorfos de Peñasde Cabrera. De izquierda aderecha: cruciforme, “tipogolondrina”, ancoriforme,brazos en “Y”, en doble “T”y “brazos en asa”.Fotografías, PedroCantalejo, Javier Pérez yRafael Maura.

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Las significaciones del género no son fáciles de determi-

nar en estos motivos. Las figuras realizadas a partir de

dos trazos cruzados, atributos del tronco (el vertical) y de

las extremidades superiores (el horizontal), que suelen

ser mayoritarias, no nos aclaran cuestiones relativas al

sexo, bien porque no es necesario en el contexto del dis-

curso, bien porque se entiende que el trazo que indica el

tronco es de por sí eminentemente fálico, y por lo tanto

se trata de representaciones masculinas. Sólo cuando

quedan indicadas las extremidades inferiores cabe inter-

pretar la prolongación del vástago vertical como un

pene. Las formas femeninas son aún más complejas de

discernir, aunque podría aceptarse en algunos casos

que las tipologías antropomorfas concebidas a partir de

trazos curvados sobre sí mismos pudieran hacer alusión

a esta condición genérica.

En ocasiones se aprecian actitudes dinámicas, que pue-

den venir dadas por la asimetría entre los trazos repre-

sentativos de las extremidades de la parte derecha res-

pecto a los que representan a las de la parte izquierda.

Valgan como ejemplo uno de los antropomorfos del abri-

go nº 10, pintado en castaño oscuro, y el antropomorfo

realizado con pigmento anaranjado en el abrigo nº 20.

También puede sugerirse la animación a partir de la com-

binación de motivos. En el caso de la escena localizada

en el abrigo nº 11, la disposición irregular de las figuras

formando un corro contribuye notablemente a dar la sen-

sación de movimiento. Otro tanto ocurre en el abrigo nº

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Antropomorfo de tipolo-gía ancoriforme con laspiernas en ángulo y sexomasculino indicado, queaparece portando dosarcos abiertos hacia elexterior, identificadoscon representaciones dehoces. A su derecha, yasociado a él, otro antro-pomorfo de tipologíaancoriforme. Fotografía,

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10, donde quedan asociados un antropomorfo crucifor-

me y una serie de trazos cortos horizontales que parecen

alejarse o aproximarse al individuo en cuestión. La anima-

ción queda también sugerida de algún modo cuando se

representa una acción. Tendríamos una muestra de esto

en el abrigo nº 39, donde una figura con las piernas en

forma de “W” aparece superpuesta a otro antropomorfo,

con los brazos en ángulo y de tamaño sensiblemente

menor, en lo que pudiera considerarse como la represen-

tación de un parto.

Al igual que ocurre con las figuras humanas, los signos

presentan tipologías muy características. Destacan los

pectiniformes, ramiformes, bitriangulares, cuadrangula-

64

Escena principal repre-sentada en el abrigo nº11. Calcografía digital,Rafael Maura y PedroCantalejo.

Figura singular quepudiera ser interpretadacomo la representaciónde un parto. Fotografía,Pedro Cantalejo.

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res, reticulados, circulares y oculados.

Las asociaciones directas entre dos elementos, ya sean

en el seno de las composiciones, ya de forma indepen-

diente, se dan tanto entre antropomorfos, como entre

signos, y como entre antropomorfos y signos. En este

último caso, la asociación más recurrente es la de una

figura humana junto a un motivo cuadrangular con barra

inscrita en su interior.

En Peñas de Cabrera los grupos compositivos son nume-

rosos. A veces están constituidos únicamente por ele-

mentos antropomorfos, aunque en la mayoría de los

casos éstos se combinan con signos. Además de los

ejemplos ya comentados localizados en los abrigos 10 y

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Algunos signos típicospresentes en Peñas deCabrera. De izquierdaa derecha: bitriangular,ramiforme, rectangular,pectiniforme y reticula-do. Fotografías, PedroCantalejo, Javier Pérezy Rafael Maura.

En la composición delabrigo nº 12 un granramiforme queda aso-ciado a otra formasimilar, a un antropo-morfo que parece por-tar un hacha y a tresbarras. Fotografía,Javier Pérez.

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11, debemos destacar el del abrigo nº 12, donde un gran

ramiforme, figura emblemática de este enclave, se asocia

a otra forma similar, a un antropomorfo que aparenta por-

tar un hacha y a tres barras. También interesantes son las

composiciones de los abrigos 20, 24, 31 y 33, en las que

se combinan con profusión diversas tipologías de antro-

pomorfos y signos.

LOS GRABADOS

El número de abrigos en los que han sido localizados

grabados rupestres asciende a un total de 7. Como se

ha dicho, los grabados comparten espacio con los moti-

vos pintados en los abrigos 11, 24 y 39. En el resto, las

grafías realizadas mediante esta técnica son las únicas

registradas.

En general puede hablarse de dos tipos de

motivos, las denominadas cazoletas y los

grabados lineales.

Las primeras se localizan con claridad en

cuatro abrigos. En el nº 11 se cuentan

66

Composición del abri-go nº 33, en la que secombinan elementosantropomorfos y dife-rentes signos.Fotografía, JavierPérez.

Cazoletas grabadas en elsuelo del abrigo nº 24.Fotografía, Pedro Cantalejo.

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hasta diez cazoletas de pequeño tamaño, cuatro de ellas

formando pareja, realizadas en el suelo del abrigo y sobre

superficies muy pulidas en torno a las mismas. También

se documentó una perforación realizada a través de un

pliegue de la pared, hecho que se repite en el abrigo nº

12. En el abrigo nº 24 se observan otras cuatro cazoletas

de pequeño tamaño, dos de ellas formando pareja, reali-

zadas también en el suelo e, igualmente, sobre superfi-

cies muy pulidas. Así mismo, los abrigos 29 y 64 presen-

tan varias cazoletas de tamaño ligeramente mayor que

las anteriores y con canalillos asociados, estando esta

vez intensamente pulidas las partes cóncavas.

67

Perforación intencio-nada sobre un plieguedel abrigo nº 11. Vistadesde el interior.Fotografía, PedroCantalejo.

Cazoletas pulidas concanales asociados ygrabados lineales enel abrigo nº 29.Fotografía, JavierPérez.

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Por lo que se refiere a los grabados lineales, todos ellos

tienen sección en “V”, presentando en la mayoría de oca-

siones apariencia fusiforme (en forma de huso), resultado

técnico que, en función de los análisis realizados en otras

zonas artísticas, responderían a procesos abrasivos que

obedecen a incisiones repetidas hacia arriba y hacia

abajo realizadas por un instrumento lítico, interpretándo-

se generalmente como “pulideras”. Estos motivos linea-

les se han documentado en los abrigos 29, 39, 42, 50 y

64. En el primero de ellos, aparecen super-

puestos a una de las cazoletas pulidas.

Debe señalarse que la adscripción cronoló-

gica de estas pulideras es sumamente

compleja.

Mención especial requiere un motivo locali-

zado en el abrigo 64, que presenta tipología

ramiforme y que se adapta a una protube-

rancia de la pared.

Pero en Peñas de Cabrera los vestigios gra-

bados adscribibles a épocas prehistóricas

no se circunscriben al interior de los abri-

gos, sino que los hallamos también en luga-

res del exterior, todos ellos sobre superficies

horizontales, si bien las tipologías son las

mismas.

68

Grabados lineales amodo de profundashendiduras fusiformeslocalizados en el abri-go nº 42. Fotografía,Javier Pérez.

Figura ramiforme grabadasobre una protuberancia de lapared en el abrigo nº 64.Fotografía, Javier Pérez.

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Se localizan series de líneas incisas y paralelas frente al

abrigo nº 11, sobre una roca que ha perdido la costra

superficial, y junto a un gran círculo labrado en la roca

relacionado con labores de cantería posteriores.

Próximo al abrigo nº 24 y también

sobre una gran roca plana que ha

perdido la capa de costra superficial,

se asocian tres cazoletas, de tamaño

semejante a las de los interiores y

dispuestas formando un ángulo

obtuso, con una línea orientada hacia

la cazoleta central.

Finalmente, y coincidiendo con la

mayor altura del cerro se sitúa una

cazoleta de tamaño sensiblemente

mayor a las del interior de los abrigos.

Próxima a ella se localiza otra de mayores proporciones y

con la particularidad de presentar un canal que parte

hasta el borde de la roca en la que está labrada.

OTRAS EVIDENCIAS DE FRECUENTACIÓN

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Cazoletas grabadassobre una roca hori-zontal del exterior.Abajo, una línea quedaorientada hacia lacazoleta central.Fotografía, JavierPérez.

Cazoleta de tamañomedio localizada exac-tamente en el puntomás alto del cerro.Fotografía, JavierPérez.

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Además de las pinturas y grabados rupestres, en Peñas

de Cabrera han sido localizados otros restos que pueden

ser enmarcados también en época prehistórica.

Lamentablemente, no han sido hallados aún materiales

cerámicos susceptibles de ser adscritos a este período,

aunque varios abrigos presentan serias posibilidades de

ser excavados, lo que posiblemente pueda ofrecernos en

el futuro elementos de este tipo. Sin embargo, sí se ha

registrado abundante material lítico, repartido entre los

abrigos 37, 38, 42 y 51, invariablemente sílex. En el inte-

rior de este último se localizan infinidad de

lascas y fragmentos de multitud de tama-

ños, formas y tonalidades, lo que indicaría

el uso de este lugar como taller, sin que se

hayan encontrado herramientas o útiles

líticos de tipología definida. Pero la pieza

más interesante se halló en el abrigo nº

38, una pequeña lámina de sección trape-

zoidal que podemos adscribir cronológi-

camente hacia un Neolítico final-

Calcolítico, a la espera de que el hallazgo

futuro de nuevos materiales con los que

pueda relacionársela nos permita ser más

precisos. Estos dos abrigos no cuentan

con arte rupestre. Los otros, sin embargo,

sí lo tienen, concretamente pinturas en el

37, donde sólo se ha documentado una

pequeña lasca, y grabados en el 42.

70

Material lítico de sílexlocalizado en el abrigonº 51, restos pertene-cientes a un posibletaller.

Pequeña lámina de sílexde sección trapezoidalhallada en el abrigo nº 38. Fotografía, Javier Pérez.

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Aparte del arte rupestre y del material lítico, el enclave

presenta algunos lugares que posiblemente pudieran

haber sido objeto de transformación de carácter arquitec-

tónico durante la Prehistoria. Este extremo debe ser con-

firmado a través de futuras intervenciones arqueológicas,

aunque uno de ellos resulta especialmente sugerente en

relación con el escenario en que se enmarca el arte

rupestre. Se trata de la estructura de mayores dimensio-

nes del conjunto y consiste en un gran semicírculo for-

mando por piedras de considerable tamaño, tanto que en

algunos casos podemos hablar incluso de bloques simi-

lares a los megalíticos. Esta estructura cierra una expla-

nada, a modo de altozano, localizada inmediatamente

delante de los abrigos principales, al noreste del enclave

y en las cotas más bajas. La llamamos “el atrio”. Otros

recintos de piedra seca a escala mucho más reducida

pueden observarse en la ladera norte y en torno a los

abrigos 24 y 49.

PROPUESTAS INTERPRETATIVAS

A poco que profundicemos en este enclave, que pense-

mos en su ubicación o en sus condiciones naturales, nos

daremos cuenta de que se trata de un lugar ciertamente

especial. En primer término, es singular la concentración

de tantos abrigos rocosos en un espacio muy determina-

do. Es interesante constatar que no se han detectado

este tipo de cavidades en los cerros vecinos. Este factor,

sin duda, fue un condicionante para los hombres y muje-

res prehistóricos, inmersos en una tradición expresiva

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Vista panorámica delgran recinto de pie-dras en torno a losabrigos principales dePeñas de Cabrera,denominado “el atrio”.Fotografía, JavierPérez.

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que valoraba explícitamente estos soportes como conte-

nedores de sus repertorios iconográficos. Pero no todos

los abrigos o conjuntos de abrigos de la Península Ibérica

fueron distinguidos mediante la incorporación de mani-

festaciones rupestres. Todo lo contrario. Los prehistoria-

dores del arte conocemos bien la sensación de localizar

un abrigo rocoso de condiciones inmejorables y que

carece del menor vestigio. Siempre cabe la posibilidad de

que hubiera habido pinturas o grabados que hayan

sucumbido al paso del tiempo, pero en la mayoría de los

casos no parece que fuera así. Esta es una realidad cons-

tatable también, como hemos visto, en el propio conjun-

to de Peñas de Cabrera.

Los abrigos y las cuevas están, efectivamente, donde

están y no donde el “artista” esquemático quisiera que

estuviesen. Su forma y localización dependen de los

caprichos de la naturaleza, nunca de la voluntad humana.

Los diferentes agentes de la erosión horadaron huecos y

simas donde era posible hacerlo, es decir, en mantos y

afloramientos rocosos expuestos a su acción. Se trata,

pues, de accidentes mayoritariamente vinculados al

monte y no al valle. Este hecho explica suficientemente la

localización periférica de los abrigos que se ha observa-

do en varias zonas artísticas, ya que estas quedan deli-

72

El corredor del Campo de Cámara, que se extiende al pie del enclave, visto desde uno de losabrigos. Al fondo, la sierra de El Torcal a la izquierda, la de Las Cabras en el centro y la delCo hacia la derecha. Entre estas dos últimas elevaciones se sitúa el puerto de montaña deLas Pedrizas, uno de los pasos que conectan el corredor con la vega de Antequera.Fotografía, Javier Pérez.

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mitadas por prominentes complejos serreños. Pero ade-

más sugiere ciertos matices demarcativos en cuanto a

que se hallan ubicados en los confines de cada una de

las zonas, a modo de hitos que conforman cordones

exteriores en torno a las mismas. También esta localiza-

ción en altura predispone el que posean amplísimos cam-

pos de visión, característica que, por lo demás, es una

constante en el arte esquemático.

Las montañas separan unos valles de otros y por lo tanto

a los hombres que los habitan. Los pasos naturales que

las cruzan constituyeron hasta hace bien poco las únicas

vías de enlace, contacto y comunicación entre poblado-

res de valles vecinos. El emplazamiento mayoritario de

enclaves artísticos en estos lugares, sobre todo abrigos,

en detrimento de otros con mejores condiciones para ser

pintados, es una pauta que se repite aquí y en toda la

Península, y debió suponer para el “artista” esquemático

un importante factor a considerar dentro de su estrecho

margen de elección. Por lo tanto, se trataría de un intere-

sante indicio de intencionalidad. Pero no todos los pasos

naturales cuentan con abrigos rocosos donde realizar

actividades artísticas. Del mismo modo, existen puertos

de montaña con abrigos donde no se encuentran eviden-

cias de esta índole, aunque, como decimos, siempre

existe la posibilidad de que hayan desaparecido. También

cabría observar que los hallazgos suelen darse en pasos

frecuentados en la actualidad, lo que podría estar produ-

ciendo cierta distorsión de la realidad, al no tenerse cons-

tancia de otros abrigos marginales y localizados en zonas

más despobladas e intransitadas.

Por lo tanto, lo más probable es que existiera una estra-

tegia de selección, en función de variables que aún no

estamos en condiciones de explicar de un modo taxati-

vo, pero que pueden estar vinculadas con los límites de

los territorios, los pasos naturales o las relaciones de visi-

bilidad, tanto entre lugares con arte rupestre, como entre

estos y ciertos accidentes geográficos significativos, en

un entramado de líneas de visualización en el que estarí-

an implicados también los monumentos megalíticos e,

incluso, algunos fenómenos astronómicos. No debe olvi-

darse, en este sentido, que todos estos hitos no hacen

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sino articular un territorio productivo, y que estos mode-

los vienen a preludiar el concepto de propiedad tal y

como lo entendemos hoy.

Estudios realizados en la depresión de Antequera han

puesto de relieve las líneas visuales que se establecen

entre grandes abrigos pintados, como la cueva de las

Grajas y Camarolos-Malnombre, hacia el este, y abrigo

de los Porqueros, el Arquillo de los Porqueros y la Casilla

del Búho, hacia el oeste, con la Peña de los Enamorados,

convirtiendo a este hito geográfico en un lugar central

dentro del esquema de visualizaciones, hecho que se

refuerza al comprobarse la alineación con este macizo

prominente que presenta el eje del corredor del dolmen

de Menga. En efecto, desde el atrio de este dolmen se

puede observar que la línea de orientación visual pasa

74

Vista hacia el exteriordesde la entrada deldolmen de Menga.Dominando el paisaje, laPeña de losEnamorados, donde selocalizan las pinturas delabrigo de Matacabras.Al fondo, a la derechade La Peña y bañadapor el Sol, la sierra deArchidona, donde sesitúan los grabadosrupestres del abrigo dela Hoya. Fotografía,Javier Pérez.

Grabados con motivoscirculares en el abrigode la Hoya (Archidona,Málaga). Calcografíadigital, Rafael Maura yPedro Cantalejo.

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por el túmulo del dolmen de El Romeral, en el valle, y con-

tinúa hasta los riscos de la cara norte de La Peña, lugar

donde se encuentra el abrigo con pinturas esquemáticas

de Matacabras. Desde este mismo punto, en lontananza

y unos grados hacia el sur, se divisa la sierra de

Archidona, donde se localiza el abrigo de la Hoya, con

series de motivos circulares de gran formato grabados

con formas espirales y concéntricas.

Los otros dos dólmenes que componen la necrópolis

megalítica antequerana también cuentan con corredores

orientados hacia puntos determinados, el de Viera, hacia

el orto solar en los equinoccios (como ocurre con la orien-

tación del propio abrigo de la Hoya de Archidona), y el de

El Romeral, hacia la sierra de El Torcal, cuya máxima altu-

ra, el Camorro de las Siete Mesas, se sitúa a 1.342

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El sol ilumina el corre-dor del dolmen de Vieradurante el equinocciode otoño. Fotografía,Javier Pérez.

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m.s.n.m.

Estos hechos confirmarían que, de alguna manera, y par-

tiendo de unos ejes cardinales marcados por las orienta-

ciones de los corredores de los tres monumentos mega-

líticos, estos, el arte esquemático, los accidentes geográ-

ficos más relevantes y algunos fenómenos astronómicos,

pudieron estar relacionados visualmente entre sí como

una forma de articulación protocolar y armonizada del

paisaje, a través de la cual, los elementos antrópicos (dól-

menes y arte rupestre) quedarían integrados con los

76

Esquema que reprodu-ce los distintos alinea-mientos visuales obser-vados en la necrópolisde Antequera y suentorno.

Panorámica del valle delAlto Guadalmedinadesde Peñas deCabrera. Fotografía,Javier Pérez.

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naturales (accidentes geográficos y eventos solares) en

un posible ordenamiento espacial y simbólico del territo-

rio del que se valdrían las primeras comunidades agrope-

cuarias para legitimar su control económico sobre los

mismos.

Desde cualquier punto elevado de Peñas de Cabrera se

tiene una panorámica espectacular del valle que se abre

a nuestros pies en sentido Este-Oeste. Hacia el noreste,

el alto del Vilo marca el lugar de la salida del sol en el sols-

ticio de verano, cuya puesta, hacia el noroeste, queda

señalada por la sierra de El Torcal. Es evidente que no

existe decisión antrópica en este hecho, pero lo más pro-

bable es que dicha constatación fuera conocida desde

tiempos prehistóricos, idea que vendría a reforzar la

dimensión simbólico-ideológica del lugar. Volviendo a la

perspectiva que desde Peñas de Cabrera se tiene de la

depresión del Alto Guadalmedina, como decimos, en el

solsticio de verano el sol sale hacia nuestra derecha y se

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Ocaso solar desdePeñas de Cabreradurante el solsticio deverano. El sol se ocul-ta tras la sierra de ElTorcal. Fotografía,Javier Pérez.

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pone hacia nuestra izquierda. Se trata de puntos extre-

mos naturales, pero entre ambos existe un centro, que es

el Norte, y que queda señalado nítidamente por la Peña

Negra, en la sierra del Co. La decisión de que existe un

punto central sí es completamente humana, ya que no

existen referentes en la naturaleza que marquen esta

orientación, si bien, como todos sabemos, siempre hubo

una estrella aparentemente inmóvil en torno a la que giran

todas las demás y que señala el Norte. Entonces, hace

unos 5000 años, sería Thuban (α Draconis), que alcanzó

su distancia más pequeña hacia el verdadero polo norte

celeste (10´) el año 2830 a. C. Sin embargo, no podemos

estar seguros de que en aquella época se contara con

este conocimiento. Otro tanto ocurre con el Sur, punto

intermedio entre el orto y el ocaso solar en el solsticio de

invierno, sin que en este caso, debido a nuestra latitud,

pueda observarse una estrella de referencia.

El Este y el Oeste responden a circunstancias similares.

Ambos son el punto intermedio del recorrido anual de los

ortos y ocasos solares respectivamente. Tampoco en

estos casos existen referentes naturales que los marquen

y, por lo tanto, se trata también de demarcaciones artifi-

ciales; es el ser humano quien determina que existe un

centro. Pero en esta ocasión, y sobre todo en lo que con-

cierne al este, sí podemos asegurar que se trata de un

punto conocido por estas comunidades prehistóricas, en

función de los numerosos alineamientos hacia ese lugar

del horizonte que encontramos en buena parte de los

dólmenes, sobre todo los de corredor. Un caso claro e

inmediato sería la orientación del sepulcro megalítico del

Tajillo del Moro, otro próximo sería el de Chaperas I, y por

supuesto el de Viera.

Conocer los ciclos solares y establecer posiciones inter-

medias que marcan los puntos cardinales supone un

notable avance en cuanto al control del tiempo y del

espacio, algo que no podemos intuir con tanta nitidez en

períodos anteriores, aunque como veremos, también los

hubo. Los monumentos megalíticos nos ofrecen argu-

mentos bastante consistentes en este sentido, ya que su

dimensión espacial queda de manifiesto con la propia

creación arquitectónica, que supone la aparición de un

78

peñas_ok.qxd 14/3/11 13:32 Página 78

volumen donde no lo había, mientras que la temporal se

refleja tanto en su interés por perpetuar el pasado (culto

a los muertos) como en un afán de perduración en el futu-

ro (solidez constructiva).

Así pues, la ubicación armónica con la naturaleza y sus

ciclos de un espacio propicio como es Peñas de Cabrera,

con decenas de abrigos rocosos ideales para recibir el

bagaje iconográfico de estas comunidades prehistóricas,

pudo motivar la inusual concentración artística que se

plasmó en ellos y que, afortunadamente, ha llegado en

relativo buen estado hasta nuestros días. Y he aquí que la

dimensión espacio-temporal que sugieren los dólmenes

encuentra su contrapunto en las manifestaciones gráficas,

ya que estas presentan también un desarrollo espacial,

tanto en los paneles pintados como en la distribución con-

secutiva de los abrigos (concretamente en las de Peñas

de Cabrera, donde casi se nos obliga a contemplarnos en

un orden determinado) o su condición

limítrofe respecto a los territorios, a la

vez que se proyectan hacia el pasado

mediante la fijación en imágenes de

una cultura oral ancestral, y hacia el

futuro a través de una técnica indeleble

que permite su aprovechamiento por

parte de las sucesivas generaciones,

una idea que también aparece implícita

en el arte paleolítico y en el de los últi-

mos cazadores epipaleolíticos. Ahora

bien, ¿tenemos indicios de que todo

esto que decimos hubiera quedado

reflejado de una u otra forma en las

manifestaciones gráficas?

En Peñas de Cabrera contamos con

algunos motivos y disposiciones que

parecen apuntar a que sí. En al abrigo

nº 12 hay una figura antropomorfa con los brazos en cír-

culo en un color violáceo desde la que se observa (y es la

única figura en todo el conjunto en que esto es así) el orto

solar en el solsticio de verano por detrás del alto del Vilo.

En los tajos calcáreos al pie de esta montaña se sitúan

los abrigos con pintura rupestre de los Tajos del Vilo, en

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Antropomorfo con losbrazos en círculo delabrigo nº 12 (abajo a laizquierda). En el ortosolar del solsticio deverano, la figura pareceapoyarse sobre la som-bra de una gran roca.Arriba, la composiciónprincipal de este abrigo.Fotografía, Javier Pérez.

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Alfarnatejo. A su vez, desde la boca de estos

abrigos se produce un espectacular efecto

visual mediante el que, en los equinoccios, el

sol se oculta justo por la vaguada situada

entre el Alto del Fraile y el Tajo de Doña Ana.

Muy sugestivo resulta el efecto visual que se

produce en el abrigo nº 11, donde aparecen

relacionadas una perforación que atraviesa

uno de los pliegues de la pared y una curiosa

escena en la que quedan asociados un rami-

forme en posición oblicua y una barra vertical.

Si miramos a través del orificio, o mejor, si lo

iluminamos, la escena queda perfectamente

enmarcada. En Peñas de Cabrera se dan jue-

gos visuales que requieren ser observados

desde determinada posición. En este mismo

abrigo, por ejemplo, necesitamos introducir la

cabeza en una oquedad secundaria para

poder apreciar una figura antropomorfa; y en

el nº 20, otra figura humana en actitud diná-

mica sólo se ve si nos damos la vuelta y mira-

mos hacia el interior de la visera que cubre el

abrigo. Pero tal vez el más espectacular, por

80

Salida del sol en el solsticio de verano tras el Altodel Vilo. La fotografía está tomada desde la posiciónque ocupa el antropomorfo de brazos en círculo.Fotografía, Javier Pérez.

Vista a través de una perforaciónpracticada en un pliegue del abri-go nº 11. La composición delfondo queda enmarcada por esteorificio. Fotografías, Javier Pérez.

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sus connotaciones respecto a las

relaciones espaciales que venimos

comentando, sea el caso de la perfo-

ración practicada en un pliegue del

abrigo nº 12, a través de la cual

puede observarse el orto solar del

solsticio de verano, que se produce,

como hemos visto con anterioridad,

tras el alto del Vilo. Casualidad o no,

es imposible negarse a la evidencia.

Debe aclararse en este punto que,

tanto la constatación de que las pau-

tas que rigen los cambios de estación

pueden deducirse y pronosticarse a

partir de la observación de los ciclos

solares, como la posible manifesta-

ción de este conocimiento en el apa-

rato gráfico o arquitectónico de los

grupos humanos de la Prehistoria

reciente que fueron sus artífices, no

llevan implícito, en absoluto, el consi-

derar para ellos unas motivaciones de

carácter científico-astronómico, de

las que estaban completamente ale-

jados, sino que deben contemplarse

en el sencillo marco del reconoci-

miento humano de su incipiente

capacidad de interacción con las

fuerzas de la naturaleza.

Por otro lado, las relaciones de visibili-

dad, los alineamientos, o las orienta-

ciones astrales, a pesar de ser elemen-

tos de juicio interesantes, sobre todo

en cuanto al análisis de las comunida-

des prehistóricas desde el punto de

vista paisajístico, y de constituir una

forma de aproximación novedosa, y

probablemente atractiva para el gran

público, a los fenómenos esquemático

y megalítico, estos presupuestos no

dejan de tener cierta parcialidad en

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Figura antropomorfa pintada en elinterior de la visera que cubre el abri-go nº 20. Fotografía, Javier Pérez.

Asomándose a través de la perfora-ción del abrigo nº 12 se observa elAlto del Vilo, lugar por donde sale elsol en el solsticio de verano.Fotografías, Javier Pérez.

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cuanto al el estudio integral de las manifestaciones rupes-

tres primitivas. Son, sin duda, datos a tener muy en cuen-

ta, aunque en realidad representan sólo una parte más de

la investigación, y probablemente también representaran

una parte más en el interés vital de las personas que inte-

graban aquellas primeras comunidades agropecuarias. De

hecho, las formas esquemáticas que podemos relacionar

con estos factores son muy escasas en proporción con el

resto de figuraciones. El arte esquemático, sin duda, estu-

vo relacionado también con otros muchos aspectos de la

existencia.

Parece claro que tanto el arte rupestre prehistórico en

general como el esquemático en particular son una expre-

sión de los modos de vida de las sociedades que los pro-

dujeron, y que su intención última debió ser la transmisión

generacional, no sólo de un patrón socioeconómico sol-

vente, una tradición milenaria, unos conocimientos verifi-

cados o unas arraigadas creencias, sino también de una

concepción espacial del territorio heredado.

Pongamos tres ejemplos andaluces de diferentes

momentos de la Prehistoria en los que enclaves rupestres

han sido propuestos como representaciones territoriales,

todos ellos con monografías actualizadas.

Consideremos en primer lugar dos hitos artísticos de la

Prehistoria antigua: la cueva de Ardales (Málaga), con una

importante colección de motivos artísticos paleolíticos, y

el Tajo de las Figuras (Cádiz), un abrigo con multitud de

manifestaciones rupestres algunas de las cuales, de ten-

dencia naturalista, han sido fechadas en el Epipaleolítico.

En ambas propuestas interpretativas se contempla un

modelo de ocupación estacional del territorio vinculado a

los desplazamientos periódicos de grupos de cazadores-

recolectores en función del aprovechamiento intensivo,

especializado y diversificado de sus recursos económi-

cos, en el seno de un sistema de bandas dispersas que

encontrarían en estos enclaves singulares sus centros de

asociación, estrechando así las relaciones sociales y

reforzando las actividades económicas. En este marco

teórico, la predación a gran escala, las relaciones de

82

peñas_ok.qxd 14/3/11 13:32 Página 82

género y la incorporación de los adolescentes al mundo

adulto, supondrían los ejes principales sobre los que se

articularía la cohesión social de dichos grupos.

La realidad socioeconómica y cultural de estas bandas

quedaría expresada en el arte mediante recursos gráficos

capaces de hacer resaltar ciertas pautas de comporta-

miento características de la fauna reproducida en los

muros rocosos. En la cueva de Ardales se ha argumenta-

do, incluso, que todos los pisos climáticos del entorno

del yacimiento (montaña, bosque, valle, río, laguna) estu-

vieran representados en una de las salas de esta gruta

por las especies que les son propias, como si se hubiera

querido reflejar, de alguna forma, el territorio circundante.

Estas conclusiones, además de señalar hacia un trasfon-

do sociocultural semejante, conducen también a otras

valoraciones coincidentes o paralelas, que pueden resu-

mirse en la interpretación del conjunto del Tajo de las

Figuras como un auténtico mapa etológico, que demues-

tra un gran conocimiento del medio ambiente, incidiendo

en temas tan importantes como la reproducción de la

vida... y la transmisión de información.

El tercer enclave es la cueva de la Victoria (Málaga), en

cuyo interior se desarrolla el segundo conjunto pictórico

postpaleolítico subterráneo más importante de nuestra

comunidad autónoma. El primero es, claro está, la cueva

de La Pileta. Esta gruta de la costa malagueña contiene

un centenar largo de motivos esquemáticos pintados en

un tono amarillento, que originalmente debió ser blanco,

repartidos entre dos frisos enfrentados de forma simétri-

ca en relación con el eje longitudinal de una sala alarga-

da, en cuyo suelo fueron excavados restos de enterra-

mientos y ajuares funerarios. La última propuesta inter-

pretativa de uno de esos frisos pasa por considerarlo

como la representación de un grupo humano, probable-

mente el mismo que realizó las pinturas y que fue ente-

rrado en este lugar. La hipótesis de que ciertos referentes

territoriales y culturales, como los espacios destinados al

hábitat, al trabajo o al culto a la vida y a la muerte queda-

ran aquí representados, nos pondría en sintonía con el

argumento del discurso expresivo: un grupo humano que

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controla y explota el territorio que le pertenece por heren-

cia.

La representación de lugares reales mediante elementos

simbólicos no debió ser, pues, ajena al arte prehistórico

de ninguna época. Por lo tanto, es muy probable que en

un lugar tan representativo como Peñas de Cabrera,

algunos paneles hagan referencia a espacios concretos

del territorio.

La escena del abrigo nº 11, que presenta un grupo de

personas formando un círculo en torno a una figura cen-

tral, parece remitirnos a algún tipo de celebración, identifi-

cada por Barroso y Medina como una danza, aunque no

deben descartarse otras posibilidades interpretativas.

Recordemos aquí un grupo de figuras dispuestas también

en círculo en la cueva de la Victoria y que han sido inter-

pretadas como una probable celebración relacionada con

la agricultura, a juzgar por varios elementos asociados en

forma de azuelas. La asunción de que se llevaran a cabo

actos de este tipo implicaría la necesidad de que existie-

ran centros de reunión donde poder realizarlos.

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Figuras humanas esquemáticas dispuestas en círculo en la cueva de la Victoria(Rincón de la Victoria, Málaga). Algunos elementos han sido consideradosrepresentaciones de aperos de labranza, por lo que se ha propuesto su inter-pretación como alguna actividad o celebración relacionada con la agricultura.Calcografía digital, Rafael Maura y Pedro Cantalejo.

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Sin duda, el espacio al que llamamos

“el atrio”, con su frontispicio de gran-

des abrigos, uno de los cuales es,

precisamente donde se pintó la esce-

na, pudo ser un marco usado en la

Prehistoria para la celebración de reu-

niones, un lugar importante. Es difícil

sustraerse a relacionar ambos

hechos. El trasfondo de esta escena,

es decir, el carácter de la reunión de

hombres y mujeres que quiso aquí

representarse no es sencillo de inter-

pretar, si bien se trata quizá de la com-

posición más asequible, menos her-

mética, de todo el conjunto. Se distin-

guen hasta trece individuos, once de

los cuales forman una especie de

corro en torno a dos motivos centra-

les. Las figuras de la parte superior son sensiblemente

más pequeñas que el resto, lo que confiere a la escena

cierta sensación de perspectiva. Los extremos derecho e

izquierdo quedan ocupados por parejas de antropomor-

fos entrelazados, siendo las figuras más exteriores las

que presentan formas más redondeadas, lo que confie-

re también a la escena un aire simétrico, cuyo eje coinci-

diría aproximadamente con el vástago vertical de una

figura de brazos sinuosos. Podría admitirse el carácter

heterosexual de las dos parejas de los extremos, siendo

femeninas las figuras de extremidades curvadas. La figu-

ra masculina de la izquierda presenta indicación del

pene, y la de la derecha parece portar algún tipo de

tocado. De las dos figuras centrales, la de la derecha es,

claramente, una representación masculina, mientras que

la de la izquierda nos ha llegado tan deteriorada que, no

ya su condición genérica, sino también su adscripción

tipológica son difíciles de precisar.

Pero a partir de aquí, si no desde mucho antes, comen-

zamos a adentrarnos en arenas movedizas. Aún estamos

lejos de poder interpretar el arte esquemático con cierta

fiabilidad. La aplicación de atribuciones de carácter

semiológico, como pueden ser la posible indicación del

sexo masculino o la significación numérica que cabría

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Detalle del panel principal del abrigonº 11. Pareja de antropomorfosentrelazados localizada en el extre-mo derecho de la composición.Calcografía digital, Rafael Maura yPedro Cantalejo.

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atribuir a tipologías como los pectiniformes o los ramifor-

mes, sobre la que incidiremos más adelante, parecerían

un punto de partida. A través de este tipo de líneas de

investigación podrían asignarse significados concretos

para cada una de las tipologías antropomorfas, atendien-

do no sólo a cuestiones de género y número, sino tam-

bién de actitud, estado, acción, o condición, aunque por

ahora casi siempre en el terreno de las hipótesis, cuando

no de la especulación.

En el abrigo nº 39 se conserva una figura con las piernas

en forma de “W” y sin indicación de los brazos, bajo la

cual e íntimamente asociada a ella, se aprecia otra figura

de menor tamaño con los brazos en ángulo. En función

de los paralelismos entre esta figura y las ampliamente

difundidas de Peñaescrita de Fuencaliente (Ciudad Real),

puede sugerirse que se trata de la representación de un

parto. La situación de este abrigo, aislado del resto,

podría hacer referencia a que estos trances tenían lugar

en algún paraje exterior a la zona de hábitat. Sin embar-

go, en otros casos el hecho de que aparezcan pinturas

en un abrigo apartado no se explica a partir de la icono-

grafía que contiene, como ocurre en el abrigo nº 61,

donde las figuraciones representadas son un ancoriforme

y un “tipo golondrina”, es decir, tipologías que pueden

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Motivos esquemáticosen el abrigo dePeñaescrita(Fuencaliente, CiudadReal), interpretadoscomo la representaciónde un parto. Fotografía,Pedro Cantalejo.

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encontrarse en cualquier otro sitio.

Otra representación singular es la del personaje masculi-

no que parece portar una hoz en cada mano. De este tipo

de figuraciones se tienen paralelismos muy claros y cono-

cidos, caso del famoso “Hechicero de Vélez Blanco” en

la Cueva de los Letreros (Almería), un individuo también

masculino y equipado con dos hoces, aunque ataviado

con un gran tocado en forma de cuernos o anteras y de

estilo algo más naturalista que el de Peñas de Cabrera.

Sin echar mano de tesis chamanistas, la presencia de

hoces nos remite, sencillamente, a las labores agrícolas

relacionadas con la siega, sin que parezca posible, por

ahora, ir más allá.

También podría tratar de identificarse el objeto que porta

el antropomorfo cruciforme de la escena del abrigo nº 12.

Antes que presuponer para este motivo connotaciones

bélicas, deben considerarse aspectos relacionados con

la agricultura o con el abastecimiento de recursos made-

reros, en función de que se trate de un apero de labran-

za o un hacha. Por lo tanto, debiera interpretarse más

como una herramienta que como un arma.

Una de las tipologías más características del arte esque-

mático, presente también en Peñas de Cabrera, los

antropomorfos de brazos y piernas en cruz o de tipo

doble “T”, (denominados a menudo antropomorfos en “H

invertida”, una expresión quizá no demasiado afortuna-

da), suelen disponerse en lugares distinguidos. Todos los

ejemplos con que contamos en la provincia de Málaga así

parecen confirmarlo. En la Sima de la Curra (Carratraca),

la primera figura que se observa, ya que está situada en

un lugar inmediato a la entrada, es un antropomorfo de

brazos y piernas en cruz, siendo además una representa-

ción de gran formato. En la cueva de la Victoria (Rincón

de la Victoria), la única figura correspondiente a estas

tipologías, un antropomorfo en doble “T”, se coloca en lo

más alto de uno de los frisos, es decir, en la cúspide de

la composición. En la Raja de Retuntún (Casarabonela),

también el único antropomorfo en doble “T”, se sitúa en

el extremo izquierdo de la composición, siendo en este

caso la última figura que se observa siguiendo el sentido

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de la penetración.

En Peñas de Cabrera, dicho paradigma parece poder

aplicarse a los motivos de este tipo que han sido docu-

mentados. En el abrigo nº 5, el primero de la serie si

seguimos un orden a partir de las cotas más bajas, pre-

senta un único antropomorfo, esta vez en doble “T” con

un trazo horizontal intermedio. También en los abrigos

31 y 34, un antropomorfo de brazos y piernas en cruz y

otro en doble “T”, respectivamente, ocupan los lugares

más extremos hacia la izquierda en sus respectivas com-

posiciones.

La insistencia en la disposición de estas tipologías en

lugares destacados de las composiciones nos inclina a

pensar que mediante las formas en “H invertida” quería

representarse un personaje principal, tal vez el de mayor

autoridad del grupo, pudiendo relacionarse, en principio,

con una idea ligada a la personificación del poder, o visto

en términos espaciales, como símbolo del lugar desde el

que emanaba dicha potestad, es decir, el poblado o la

aldea. Es una hipótesis.

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Antropomorfo en doble “T” pintado junto a la boca del abrigo nº 31 y en el extremo izquier-do de la composición. Esta tipología tiende a ser representada en espacios señalados opreeminentes. Al fondo, la sierra de Las Cabras. Fotografía, Javier Pérez.

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Si desentrañar el significado más o menos preciso de las

formas representativas de la figura humana es un reto por

ahora inalcanzable, no digamos nada de los signos.

Llamaremos signos a todos aquellos motivos no repre-

sentativos de la figura humana, incluyendo los que pudie-

ran haber tenido una dimensión simbólica. En este caso

es posible, ya que ni en Peñas de Cabrera ni en toda la

provincia de Málaga se conocen por ahora representacio-

nes netamente zoomorfas, tan características en otras

zonas con arte esquemático.

Los signos más simples son las barras y los puntos. Las

primeras pueden hacer referencia a un concepto simple

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Grupo de puntos junto a la perforación del abrigo nº 11.Fotografía, Pedro Cantalejo.

Gran pectiniforme del abrigo nº 10. Fotografía, Javier Pérez.

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de unidad, aunque también pueden considerarse como

la forma más reducida de expresar la condición humana.

Los puntos suelen presentarse formando grupos, cir-

cunstancia muy habitual en Peñas de Cabrera (abrigos

11, 31, 33 y 39).

Los signos complejos más abundantes en Peñas de

Cabrera son los pectiniformes, los ramiformes y los rec-

tangulares.

La problemática de los pectiniformes y ramiformes viene

dada por las interpretaciones de Acosta relativas a las

tipologías compuestas. Para esta autora, las figuras en

“Pi” griega se entienden como una forma derivada que

representaría una pareja humana con los brazos entrela-

zados, es decir, dos antropomorfos en “T” que compar-

ten el trazo horizontal. Esta posición es contraria a la de

Bécares, para quien es muy dudosa incluso la significa-

ción humana de estas figuras, aunque al final acaba inclu-

yéndolas en su categorización en el apartado de los

antropomorfos. También cabría considerarlas versiones

reducidas a dos “púas” de los pectiniformes, ya que con-

ceptualmente responden bastante bien a este criterio,

aunque, en efecto, no debe descartarse la posibilidad de

que se tratara de una tipología primaria con un significa-

do propio e independiente.

Ahora bien, si las figuras del tipo “Pi” griega fueran real-

mente representaciones antropomorfas y además versio-

nes reducidas de los pectiniformes, estos podrían consi-

derarse, a su vez, como versiones ampliadas de las figu-

ras tipo “Pi” griega, con lo que se estaría representando

a grupos de personas unidas por vínculos familiares o de

otro tipo. Formalmente estarían representándose series

de antropomorfos tipo “T” o cruciformes. No obstante,

debe destacarse que los pectiniformes de cuatro o cinco

“púas” se asocian mayoritariamente a representaciones

de cuadrúpedos, algo que no parece tan evidente para

los de tres o más de cinco púas o para aquellos en los

que aparecen representadas hacia un lado o hacia arriba.

Lo más probable es que se trate de un recurso gráfico

alusivo a un concepto general antes que particular, que

habría servido para representar una parte por el todo,

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pudiendo estar referido en cualquier

caso a grupos de animales (rebaños)

o a la simbolización de una actividad

económica (la ganadería) antes que a

seres humanos.

De esta misma controversia partici-

pan también las figuras ramiformes o

arboriformes. Para Acosta, algunos

ramiformes bien podrían considerar-

se como la visión sintética de varias

figuras humanas alineadas. También

en estos casos entiende que la asimi-

lación de una serie de figuras huma-

nas al mismo motivo responde a que

quiere significarse una relación entre

ellas de la índole que sea. Este argu-

mento es tal vez más sólido, ya que,

si se trata de una forma compuesta a

partir de elementos primarios, estos

no podrían ser más que antropomor-

fos, bien con los brazos en cruz, en

“T”, en “Y”, en ángulo, etc. Además,

la posibilidad de ser interpretados

como líneas genealógicas encaja per-

fectamente en los parámetros cultu-

rales y sociales que atribuimos a

estos grupos humanos prehistóricos,

entre los que todo se legitimaba a tra-

vés de la pertenencia a una estructu-

ra tribal.

Asumiendo los riesgos de esta inter-

pretación, cabe la posibilidad de pre-

guntarse si los grupos humanos

representados mediante estas tipolo-

gías cuentan con matices que indi-

quen cierta especificidad. La disposi-

ción vertical u horizontal de estas

figuras podría obedecer a significa-

dos más concretos. Del mismo

modo, la inclusión de estos motivos

en otras formas, generalmente cua-

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Gran ramiforme del abrigo nº 12.Fotografía, Javier Pérez.

Motivo rectangular con barra verticalinterior. Esta tipología se repite con fre-cuencia en Peñas de Cabrera, en oca-siones asociada a antropomorfos. Eneste caso el antropomorfo es una figu-ra en “Y” con indicación de la cabeza.Fotografía, Javier Pérez.

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drangulares, dando lugar en ocasiones a signos com-

puestos identificados con las llamadas “estelas”, podría

considerarse como un modo de representar algún tipo de

habitáculo, un lugar de reunión, un redil, un espacio fune-

rario, ya sea un dolmen, ya una cueva… Entre los signos

localizados en Peñas de Cabrera, las formas cuadrangu-

lares son las variantes tipológicas que más incidencia

porcentual tienen. En su práctica totalidad se trata de

rectángulos, a veces abiertos, con un travesaño interior,

que puede ser vertical u horizontal, y suelen estar asocia-

dos espacialmente a figuras antropomorfas.

Bitriangulares, reticulados y circulares tienen escasa

representación en Peñas de Cabrera. De estas tres tipo-

logías es quizás la primera la que ha suscitado un mayor

interés desde el punto de vista interpretativo. Fue el pro-

pio Bécares quien, recogiendo ideas precedentes acuñó la

definición de los bitriangulares como el modo más básico

de representación del concepto “ídolo”. Para ello se basa

en numerosos paralelos de objetos muebles de piedra y

hueso identificados con este tipo de simbología. La feno-

menología de estas figurillas, es decir, su esencia identifica-

tiva aún no ha sido desvelada de forma categórica.

La clasificación de estos “ídolos” propuesta por Víctor

Hurtado, gran conocedor de esta cuestión, contempla

tres tipologías y las ordena cronológicamente:

- Los “ídolos placas”, que serían los más numerosos y

antiguos, hacia el IV milenio a. C.

- Los “ídolos oculados”, correspondientes cronológica-

mente al III milenio a. C.

- Los “ídolos antropomorfos”, que serían la última mani-

festación de este proceso de representación simbólica y

que estarían relacionados con los primeros indicios de

una plena jerarquización.

En cuanto a las distintas interpretaciones que se han

hecho sobre estas figuras idoliformes, cabría señalar la

de K. Lillios acerca de que las “placas”, para quien sus

diseños decorativos tendrían una función de carácter

heráldico, distintiva e identificativa de la pertenencia de

los individuos a un grupo social o un linaje. Los contextos

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funerarios megalíticos de inhumación colectiva en los que

suelen aparecer, aceptados mayoritariamente como

expresión monumental del grupo familiar en el territorio,

tendrían su contrapartida en las placas depositadas en su

interior, entendidas como expresión individual de perte-

nencia al grupo.

Los ídolos antropomorfos, al igual que las placas deben

sus respectivas categorizaciones a la morfología de sus

soportes. Dicho sea de paso, las interpretaciones acerca

de los ídolos antropomorfos inciden en su condición de

elementos asociados al estatus social de ciertos indivi-

duos preeminentes, e incluso de dispositivos rituales de

mediación entre los hombres y las esferas míticas. Sin

embargo, la categoría de “ídolo oculado”, debe su esti-

mación a un diseño iconográfico, ya que puede aplicarse

tanto a los idolos placas como a los antropomorfos, las

falanges, los huesos largos y los cilindros de piedra, ade-

más de presentarse sobre soportes más neutros, como

la cerámica, las paredes rocosas de los abrigos o los

ortostatos de los monumentos megalíticos. Esta capaci-

dad adaptativa a todo tipo de soporte corroboraría su

relación con diversas facetas de la vida.

Su característica principal sería la representación de dos

grandes ojos acompañados, bien de las cejas, bien de lo

que denominamos el “tatuaje facial”, es decir, series de

líneas curvas bajo los ojos. Debe señalarse que la presen-

cia de, al menos, uno de estos dos atributos complemen-

tarios es lo que define a estos motivos como “oculados”,

ya que unos simples ojos no tienen por qué remitirnos

necesariamente a esta idea, con la única salvedad de que

estuvieran representados como soliformes (con forma de

sol). Esta es la razón de que, aunque según las zonas se

exprese de manera diferente, podamos comprender que,

en todas ellas, se hace referencia a un mismo ideograma.

Según Bécares, la homogeneidad formal que llegarán a

alcanzar determinados signos como los antropomorfos

típicos o los "ídolos" (oculados, bitriangulares, halterifor-

mes y placas) ya sea en el arte rupestre, ya sobre el arte

mueble, no puede darse más que en una sociedad con

una cierta uniformidad en su modo de conceptualizar

estos tipos de motivos, y por lo tanto con una cierta uni-

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dad cultural, en la que las variantes tipológicas o numéri-

cas no son más que indicadores de modas o variantes

regionales de esa cultura común.

A pesar de tratarse de una tipología reconocida y con una

amplia distribución espacial, no existe un consenso sobre

la significación de este diseño tan característico. Sin

embargo, oculados y bitriangulares en particular parecen

referirse a ideas trascendentales relacionadas con el

mundo de las creencias. Es muy conocida la composi-

ción del abrigo de El Gabar, en Vélez-Blanco (Almería),

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Detalle de la composi-ción del abrigo de ElGabar, (Vélez-Blanco,Almería), donde bitrian-gulares y soliformes dis-persos de asocian haciael centro conformandodos figuras mixtas.Reproducción de Henri Breuil (1935).

Única figura bitriangular registrada en Peñas de Cabrera.Corresponde al abrigo nº 6 y aparece asociada a un antropomor-fo en doble “Y”. Fotografía, Javier Pérez.

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donde formas bitriangulares y soliformes dispersas se

asocian hacia el centro de la composición conformando

un par de ídolos de carácter mixto, a la vez bitriangulares

y oculados.

En Peñas de Cabrera sólo conocemos un bitriangular

claro, en el abrigo nº 6, aunque sí ha sido propuesta la

interpretación de varias figuras como ídolos oculados. Sin

embargo, en algunos casos porque su estado de deterio-

ro casi ha hecho desaparecer el motivo y en otros porque

su inclusión parece demasiado forzada, lo cierto es que

sólo una representación en todo el conjunto parece

poder atribuirse, sin paliativos, a esta idea, la del abrigo

nº 37. Es un esquema simple en el que los ojos quedan

expresados mediante manchas circulares y las cejas por

un par de trazos curvos. Esta figura no es sólo la única

representación oculada clara de Peñas de Cabrera (aun-

que, como decimos, Barroso y Medina consideran algu-

nas más), sino que también lo es de toda la provincia de

Málaga. Únicamente se conoce otro motivo susceptible

de ser considerado también como tal, aunque no con

tanta nitidez, el localizado en el abrigo de la Hoya, en

Archidona, ya mencionado, cuyo esquema central con-

sistiría en dos series de círculos, enmarcados por lo que

podría ser una representación de las cejas. Esto nos da

una idea de lo infrecuentes que son estas figuras en el

arte rupestre en comparación con otras tipologías, a

pesar de ser casi una constante, como hemos visto, en

las piezas de arte mueble.

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Figura oculada del abri-go nº 37, Aunque hallegado hasta nosotrosmuy deteriorada, aúnse aprecian los trazoscurvos que conformanlas cejas y los ojosrepresentados mediantedos gruesos puntos.Fotografía, Javier Pérez.

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La inclusión del tema de oculados en soportes no portá-

tiles, caso de los paneles rocosos o los ortostatos mega-

líticos, supone, de algún modo, una forma de fijar su

“mirada”. Y si es así, ¿hacia donde miran?

Se han propuesto interpretaciones que relacionan esta

“mirada fija” con el control simbólico del territorio, en

especial de los pasos naturales, a modo de iconos pro-

tectores y vigilantes de los recursos económicos de las

tierras ocupadas y explotadas. Esta podría ser, en efecto,

su dimensión espacial, pero, como hemos visto, las

manifestaciones rupestres esquemáticas pueden suscitar

también lecturas que las relacionan con el control del

tiempo y con el mundo de las creencias.

Es interesante constatar que ambas figuras malagueñas,

la del abrigo de la Hoya y la de Peñas de Cabrera, miran

hacia puntos muy significativos del horizonte, la primera

hacia el Este y la segunda hacia el Oeste, lugares por

donde sale y se pone el sol en los equinoccios y que,

como ya se ha hecho constar, constituyen referentes

arbitrarios, no naturales o, lo que es lo mismo, estableci-

dos por el ser humano. En Henarejos, provincia de

Cuenca, ha sido descrito un abrigo con tres representa-

ciones oculadas, cuyo estudio las pone en relación, de un

modo muy concluyente, con las salidas del sol en los

solsticios y equinoccios.

El Sol, siempre el Sol. ¿Por qué no la luna, las estrellas o

las constelaciones? Porque el sol es sencillo, estable,

preciso, seguro. Porque su luz y su calor posibilitan la

vida y su ausencia equivaldría a una muerte segura.

Porque es tan poderoso que ni siquiera se le puede mirar

de frente sin quedar cegados. De hecho, pocos habrán

sido los pueblos antiguos que no se rindieran a su omni-

potencia. La luna es todo lo contrario. Sus ciclos son

complejos y cambiantes. En su calidad de astro eminen-

temente nocturno se asocia a la oscuridad y al frío, y se

la puede contemplar sin peligro. Pero esto no significa

que la luna fuera olvidada. En el abrigo nº 33 de Peñas de

Cabrera se conocen dos motivos pintados en el techo,

uno en forma de semicircunferencia y el otro, mucho más

pequeño, aparenta ser una estrella de cinco puntas. Su

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disposición recuerda a la que adoptan a veces la luna,

que estaría representada en este caso en cuarto men-

guante, y el planeta Venus.

El Sol es, por lo tanto, un valor infalible que representa

como ningún otro cuerpo celeste el orden del Universo.

Afrontemos pues primero los retos que éste nos plantea

antes de apuntar a la voluble luna, no sin antes recordar

la importancia de su influencia, por ejemplo, sobre la

menstruación o los partos de las mujeres,

hecho que le aporta ciertas connotaciones

femeninas, lo que no quiere decir necesaria-

mente que el sol, por simple contraposición,

las haya tenido siempre masculinas. No en

vano, pudo haber sido considerado perfecta-

mente como un ente asexuado.

No debemos obviar, por más que se hayan

propuesto interpretaciones que relacionan los

oculados con representaciones de lechuzas o

búhos que, en una gran mayoría de ocasio-

nes, los ojos de estas figuras adquieren for-

mas claramente solares, constituyendo ade-

más por separado, es decir, consideradas en

solitario, una categoría tipológica nítidamente

definida en el arte esquemático, precisamente

la de los soliformes.

Por todo ello, parece aceptable considerar, al menos de

forma provisional, que el tema de oculados pudo estar

vinculado de un modo amplio al sol, sus eventos y sus

ciclos, y que cabría la posibilidad de que encerrara una

idea incipiente de la divinidad, no inspirada en una visión

rígida de culto monoteísta, sino dinámica e integradora

de los diferentes aspectos del devenir natural. La ampli-

tud de este concepto quedaría reflejada en sus posibilida-

des de adaptación a todos los soportes y explicaría su

inclusión en representaciones tanto masculinas como

femeninas y hermafroditas, caso del famoso ídolo de

Almargen, contribuyendo así a afianzar la idea de que

pudo tratarse de un arquetipo desprovisto de atribucio-

nes de género.

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Ídolo localizado enAlmargen (Málaga), sincontexto arqueológico.El tema oculado seincorpora a esta escul-tura de mármol decarácter hermafroditaen la que se representatanto la condiciónfemenina (vientre abul-tado por la gestación),como la masculina(forma fálica y glandeen la parte inferior).Fotografía, Miguel ÁngelBlanco.

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Sin embargo, y aunque parezca que podemos estar ras-

cando ciertas verdades, la realidad es que continuamos

nadando en un mar de incertidumbre. Y la razón principal

de que nuestras valoraciones interpretativas sean, al fin y

a la postre, tan poco precisas se debe, fundamentalmen-

te, a la propia esencia de estas figuraciones, que basan

en la abreviación de las formas el fundamento de su dis-

curso expresivo, aunque también al hecho de que dichas

grafías carecieron de reglas capaces de coordinarlas y

unirlas para dotarlas de sentido gramatical completo; es

decir, sus autores desconocieron o no alcanzaron a des-

arrollar suficientemente el concepto de sintaxis.

Sin la sintaxis, no nos es posible “leer” los paneles pinta-

dos prehistóricos como hacemos con un libro o con un

papiro cubierto por jeroglíficos, porque sólo a partir de

ella podemos hablar de escritura. Esta limitación no nos

incluye únicamente a nosotros, mujeres y hombres del

siglo XXI, sino también a los contemporáneos de estas

figuraciones.

Nos hallamos, pues, en una fase anterior a la escritura; es

lo que llamamos “protoescritura”. Este estadio contempla

el establecimiento de unos códigos gráficos mínimos y

suficientes como para poder transmitir conceptos sim-

ples. Con nuestras clasificaciones tipológicas tratamos

precisamente de aproximarnos a estos códigos, aunque

sea de un modo meramente formal. Cada uno de los

tipos está probablemente relacionado con una idea, pero,

como venimos diciendo, sigue siendo arriesgado por

ahora determinar correspondencias concretas, y es ade-

más difícil precisar si estas vinculaciones entre imagen y

concepto tuvieron una aceptación generalizada.

Sea como fuere, y aún estando en posesión de las claves

para decodificar las figuras más estandarizadas, la

ausencia general de sintaxis impediría la comprensión

completa del discurso expresivo, por lo que es posible

que siempre, tanto en el momento de su ejecución como

cuando se reviviera el contenido de lo representado, fuera

necesario el complemento de la palabra, de tal forma que

sólo aquellos que estuvieron presentes durante el acto en

que se realizó un panel, o bien a quienes se explicara el

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mensaje una vez pintado, estarían en condiciones de

aprehenderlo en todos sus matices. Y decimos esto por-

que no es de recibo admitir que el alcance de estas mani-

festaciones quedara restringido al momento de su ejecu-

ción, sino que, como producto social que fueron, debie-

ron tener un sentido de continuidad, de preservación de

la memoria, que las mantuvo vigentes mientras lo estuvo

la tradición cultural que les daba sentido. Valgan como

ejemplo los repintes observados en el abrigo nº 12, que

bien pudieron responder a la necesidad de reavivar figu-

ras desgastadas o de resaltar su importancia.

El arte esquemático es, por lo tanto, un medio de comu-

nicación a mitad de camino entre la transmisión oral y la

escritura. Este hecho implica la introducción de mediado-

res iniciados que posibilitaran el traspaso de la informa-

ción a quienes debían recibirla. Todo el arte prehistórico,

tanto el paleolítico como el postpaleolítico, estuvo sujeto

a este condicionante. En caso contrario, el discurso no

hubiera podido mantenerse más allá de una generación

y, como estamos viendo, esto no fue así. De hecho, la

intención debió ser precisamente la contraria, que el

mensaje se proyectara en el tiempo hacia los límites de la

descendencia.

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Escena central del abri-go nº 10, en la que seasocian un antropomor-fo de tipo cruciforme yvarias barras. El antro-pomorfo parece portaralgún tipo de tocado ypresenta las piernas enángulo. Fotografía,Javier Pérez.

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El abrigo nº 10 de Peñas de Cabrera, ocupando un lugar

central respecto al atrio, con su forma ovalada caracterís-

tica, visible desde muy lejos, debió ser uno de los abrigos

más significados de todo el conjunto. Su iconografía,

pues, debió estar acorde con la importancia de su ubica-

ción y especial fisonomía. Sin embargo, las figuras repre-

sentadas en este abrigo son escasas, y además se

encuentran bastante espaciadas. Es muy interesante la

disparidad cromática que presentan. El gran pectiniforme

de la izquierda es de un rojo oscuro muy bruñido. La

escena central, compuesta por un antropomorfo crucifor-

me asociado a un grupo de barras horizontales y relacio-

nada espacialmente con otros dos antropomorfos, es de

un rojo más vivo. De los dos antropomorfos de la parte

derecha del techo, uno es de color castaño y el otro tiene

un tono violáceo. Todos estos datos indican, por un lado,

que en este lugar se pintaron motivos a partir de pigmen-

tos elaborados con diferentes recetas, lo que sugiere que

fueron diacrónicos y, por otro, que no se pintó en más de

cuatro o cinco veces, y que cuando se hizo, se incorpo-

ró, casi siempre, una sola figura. La excepción es la com-

posición central, cuya homogeneidad cromática parece

fruto de un único acto pictórico. Su disposición privilegia-

da en un abrigo tan relevante y su condición de única

composición, nos aproximan a la entidad que, en su

momento, esta imagen debió tener.

Por una vez, y sin que sirva de precedente, traeremos a

colación ciertos paralelos con el arte rupestre de

Australia, donde se ha propuesto una interesante inter-

pretación para los grupos de barras horizontales similares

a las que se asocian al motivo cruciforme principal de la

composición del abrigo nº 10. Se sugiere que con este

tipo de trazos querría representarse el sonido, lo que

transportado a la escena de Peñas de Cabrera podría tra-

ducirse en el habla, es decir, en un convencionalismo for-

mal representativo de la voz humana, idea que entronca

directamente con el carácter híbrido entre la escritura

propiamente dicha y la transmisión oral que hemos trata-

do. Con la introducción en la escena de otros dos perso-

najes dispuestos de forma simétrica y en un plano inferior,

podría haberse querido hacer referencia, siempre en fun-

ción de estos presupuestos, a aquellos a quienes dicho

100

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discurso estaba dirigido.

Fijar en imágenes la tradición oral supone el estableci-

miento de un vínculo inequívoco entre los grupos huma-

nos y los lugares donde se hace. Es reafirmar la relación

de una comunidad con un espacio geográfico concreto.

Es legitimarla a través de la identificación con un legado

ancestral. Los cambios estructurales hacia modelos

sociales cada vez más estratificados tuvieron su reflejo en

la concepción del ordenamiento territorial, asistiéndose a

la suplantación de las formas de ocupación por las de

dominio. Al final de este proceso, y al consolidarse las

estructuras jerárquicas de poder, los iconos que habían

servido para identificar a un grupo humano con un espa-

cio natural, arte esquemático y monumentos megalíticos,

y que sólo tenían sentido en el seno de las sociedades tri-

bales y de transición, fueron perdiendo paulatinamente su

razón de ser.

Gentes sencillas, posiblemente rudos campesinos, consi-

guieron crear una infraestructura sociocultural y económi-

ca amplia en el espacio y duradera en el tiempo, basada

en conceptos territoriales ligados a los vínculos genealó-

gicos grupales e intergrupales y en la propiedad colectiva

de la producción. Pero desde el primer momento, este

modelo tuvo en su contra la necesidad que un sistema

así tiene de controlar la redistribución equitativa de la

riqueza.

No obstante, y a pesar de desarrollarse en una época de

progresiva tensión social, aquellos grupos humanos con-

siguieron dejar una huella indeleble de su paso por este

mundo, cuyos mejores exponentes son los monumentos

megalíticos y el arte rupestre esquemático. A través de

ellos y del resto de vestigios arqueológicos podemos

aproximarnos a sus modos de vida y a sus creencias,

descubriendo que tal vez no se valora en su justa medi-

da la gran cultura que fueron. Y Peñas de Cabrera fue, sin

duda, un lugar principal en este contexto.

El control del tiempo y del espacio pudo inducir a gene-

rar credos míticos, expresados a través de toda una ico-

nografía simbólica, que respondieran al porqué de la inte-

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gración del ser humano en el cosmos; la vida y la muerte

como hechos inseparables de los ciclos periódicos e

inexorables de la naturaleza.

Lejos de constituir un mero conjunto de figuras y compo-

siciones dispuestas de forma aleatoria y con un conteni-

do intrascendente, el arte esquemático de Peñas de

Cabrera se nos muestra como un todo ordenado y cohe-

rente con los modos de vida que presuponemos para

estos grupos humanos de la Prehistoria reciente. Pero no

debemos verlas como simples representaciones de per-

sonas o hechos concretos, sino como expresiones

arquetípicas de una realidad vital multifacética, de interés

social antes que individual.

El espacio y el tiempo, la causa y el efecto, el principio y

el fin, lo humano y lo divino. Preguntarse sobre estas

cuestiones es algo intrínseco al ser humano. Y siempre,

verdadera o falsa, fue necesaria una respuesta.

CONTEXTO ARTÍSTICO

El área geográfica inmediata en la que se integra Peñas

de Cabrera, es decir, la cuenca alta del río Guadalmedina,

no es precisamente rica en estaciones rupestres, tal vez

porque este enclave funcionó como una especie de agu-

jero negro que atrajo para sí la totalidad de las expresio-

nes gráficas del grupo o los grupos propietarios de este

territorio.

Sin embargo, al este y al oeste del Corredor del Campo

de Cámara, se sitúan dos interesantes núcleos de arte

rupestre, el primero compartido entre los términos muni-

cipales de Alfarnatejo y Periana y el segundo concentra-

do en el de Almogía.

Las estaciones artísticas del núcleo occidental serían:

- Tajos del Vilo (Alfarnatejo)

- Abrigo de Marchamonas (Periana)

- Abrigo del Romeral (Periana)

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Los abrigos de los Tajos del Vilo se loca-

lizan en la vertiente oeste del alto del que

reciben su nombre. Son cuatro oqueda-

des de las cuales dos cuentan con mani-

festaciones gráficas prehistóricas. La

figura más interesante es un ramiforme

semejante a un abeto asociado a una

barra y a una puntuación. El resto son

trazos en forma de barra. Como se ha

comentado con anterioridad, el abrigo

donde se encuentra el ramiforme está

orientado al puerto que se forma entre el

Alto del Fraile y el Tajo de Doña Ana, por

donde se pone el Sol en los equinoccios.

El abrigo de Marchamonas está situado

al noreste del término municipal de Periana, en un lugar

denominado La Torca, localizado en la cuenca alta del río

Guaro, es decir, en la vertiente sur de la Sierra de Alhama.

En su interior se describió un motivo complejo grabado,

compuesto por dos formas circulares superpuestas, la

superior en espiral y la inferior en serie de circunferencias

concéntricas. Los paralelismos que se detectan entre

103

Desde el interior de este abrigo perteneciente al conjunto de los Tajos del Vilo(Alfarnatejo, Málaga), las puestas de sol de los equinoccios coinciden con elpuerto que se forma entre el Alto del Fraile (a la derecha) y el Tajo de Doña Ana(a la izquierda). Fotografía, Javier Pérez.

Espiral superpuesta auna serie de círculosconcéntricos en el abri-go de Marchamonas(Periana, Málaga).Fotografía, Javier Pérez.

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estos motivos y los hallados en el abrigo de la Hoya de

Archidona, dándose la circunstancia además de su orien-

tación hacia el oeste (coincidente también con el Alto del

Vilo), sugieren una posible identificación con las tipologías

oculadas. Asimismo, se ha propuesto la presencia de un

antropomorfo pintado en ocre.

Por último, el abrigo del Romeral se inserta en una enor-

me grieta transversal que se señala claramente en un

cerro aislado muy próximo a la localidad de Periana en

dirección noreste. Al igual que el hallazgo de los motivos

del Abrigo de la Hoya en Archidona, debemos este des-

cubrimiento a la labor incansable del arqueólogo Ángel

Recio. Contiene un buen número de motivos de tipología

variada, destacando un arboriforme, sin que se haya lle-

vado a cabo aún un análisis que nos permita ser más

precisos.

El núcleo de Almogía está compuesto por tres enclaves

artísticos a saber:

- Cerro de los Trébedes

- Venta del Fraile

- Cortijo Chirino

Presenta como principales características comunes el

uso exclusivo de la pintura, siempre en color rojo, y de los

soportes, invariablemente abrigos. Como es la norma, la

figura humana centra las composiciones, quedando a

veces representada en solitario. La estación artística del

Cerro de los Trébedes cuenta con un solo abrigo que

contiene una composición compleja y en relativo buen

estado de conservación. Los enclaves de Venta del Fraile

y Cortijo Chirino, por su parte, ofrecen, por ahora, las

mayores concentraciones de abrigos con arte esquemá-

tico de la provincia de Málaga, tras Peñas de Cabrera. El

primero, compuesto por cuatro abrigos reconocidos y

otros tantos inéditos, bastante aislados entre sí, cuenta

sin embargo con escasas figuras, antropomorfos en su

práctica totalidad. El segundo, integrado por cuatro abri-

gos, esta vez agrupados, se destaca por sus nubes de

puntos y por una composición en la que quedan asocia-

dos, un antropomorfo “tipo golondrina”, un pectiniforme y

104

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un par de puntuaciones.

Todos estos enclaves, incluyendo Peñas de Cabrera,

constituyen el límite meridional de un conjunto más

extenso centrado en la depresión de Antequera. Este

conjunto encuentra su centro neurálgico en la Peña de

los Enamorados, a modo de hito geográfico vertebrador

(incluidas las relaciones visuales con ciertas estaciones

artísticas periféricas y la presencia de las pinturas del

abrigo de Matacabras), en torno al que se desarrolla un

mundo iconográfico extremadamente homogéneo y

coherente, separado con cierta nitidez tanto de la sobrie-

dad que caracteriza al núcleo esquemático del Valle del

Guadiaro, en la Serranía de Ronda, como de los conjun-

tos subterráneos de la Costa Oriental de Málaga, las cue-

vas de La Victoria, en Rincón de la Victoria, y Nerja. Está

compuesto por un total de 18 enclaves conocidos hasta

la fecha, comprendiendo también las grafías localizadas

en necrópolis y asociadas, por lo tanto, al mundo funera-

rio. Estas serían:

- Casilla del Búho (Cañete la Real)

- Cueva Rota (Teba)

- Tajo del Molino (Teba)

- Necrópolis de las Aguilillas (Campillos)

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Parte del panel pintadocon figuras esquemáti-cas en el abrigo deMatacabras, Peña delos Enamorados(Antequera, Málaga).Calcografía digital,Rafael Maura y JavierPérez.

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- Tajo del Cabrero (Antequera)

- Abrigo de los Porqueros (Mollina)

- Arquillo de los Porqueros (Antequera)

- Necrópolis de Antequera (Antequera)

- Abrigo de Matacabras (Antequera)

- Cortijo de Alcaide (Antequera)

- Cueva de las Grajas (Archidona)

- Abrigo de la Hoya (Archidona)

- Abrigo de Sopalmito (Archidona)

- Cortijo de la Escardadera (Archidona)

- Abrigo de Malnombre (Antequera)

- Sierra de Los Camarolos (Antequera)

- Raja de Retuntún (Casarabonela)

- Sima de la Curra (Carratraca)

Los soportes rocosos de estas

estaciones fueron horadados

por los agentes erosivos natura-

les en arenisca o caliza, pudien-

do establecerse, a grandes ras-

gos, tres grupos según esta

variable: dos de origen calcáreo,

que se sitúan al este y al oeste,

y una franja intermedia de

soportes en arenisca. En su

gran mayoría son abrigos roco-

sos al aire libre, aunque también

se cuenta con una cavidad sub-

terránea, la Sima de la Curra. La

versatilidad de estas grafías pro-

picia que se adapten también,

como hemos dicho, a las

estructuras funerarias, e incluso

a los objetos muebles, proble-

mática esta última que, sin duda, y aunque se ha tocado

colateralmente, excede los límites de esta guía.

Con las excepciones de la Casilla del Búho y Cueva Rota,

que presentan pigmentaciones en negro, el color utiliza-

do mayoritariamente en los abrigos es el rojo monocromo

en distintos tonos. La bicromía (rojo y negro) en una

misma composición sólo se presenta en la Casilla del

Búho, donde también se da un caso de superposición de

106

Figura antropomorfagrabada en uno de losabrigos del Arquillo delos Porqueros(Antequera, Málaga).Presenta los brazos enalto, con indicación talvez de las manos,piernas en ángulo yporta un gran tocadoen forma de “U”.Fotografía, PedroCantalejo.

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ambas tonalidades. Por último, se registran grabados en

seis ocasiones, dos en abrigos rocosos (Arquillo de los

Porqueros y Abrigo de la Hoya), dos en sepulturas

(Necrópolis de Antequera y de Las Aguilillas) y otros dos

en lugares completa o prácticamente desprotegidos

(Cortijo de Alcaide y Tajo del Cabrero). Sin duda, la carac-

terística tipológica más destacable es el gran número de

figuraciones antropomorfas que se han inventariado. No

obstante, son más abundantes las representaciones de

barras y puntos, agrupados o no, y de otros motivos típi-

cos como pectiniformes, ramiformes y rectangulares.

En cuanto a las técnicas de ejecución, se documenta

tanto el uso de los dedos como de instrumentos a modo

de pinceles para la aplicación de la pintura, considerán-

dose que los motivos grabados fueron realizados

mediante diferentes técnicas, como la incisión, el cincela-

do, la abrasión o el repiqueteado.

YACIMIENTOS DEL ENTORNO

NEOLÍTICO

La presencia humana durante este período en el entorno

próximo a Peñas de Cabrera ha sido documentada de

forma escasa.

- Necrópolis

En la Cueva del Jaral, al suroeste del término municipal

de Casabermeja, han sido recuperados materiales

encuadrados en el Neolítico medio, aunque también se

conoce la existencia de platos de borde engrosado que

apuntarían hacia una permanencia hasta la Edad del

Cobre. El uso de esta cavidad se considera eminente-

mente sepulcral, sin que hayan sido localizados lugares

de habitación cercanos en cuevas o al aire libre con los

que se la pueda vincular.

Los enterramientos en cueva quedan representados tam-

bién por el yacimiento de Cueva Bermeja, que se abre en

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Cueva de la Pulsera (Casabermeja, Málaga). Vista desde elinterior. Fotografía, Rafael Maura.

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forma de abrigo a media ladera del Monte Calvario, situa-

do muy próximo y al sur de la localidad de Casabermeja.

La prospección superficial de este abrigo ofreció varios

fragmentos de cerámica, sólo uno de ellos con decora-

ción incisa, dos azuelas planas con filo a bisel y un colgan-

te realizado sobre guijarro de río. Estos materiales apare-

cieron asociados a los restos óseos de cuatro individuos,

dos niños y dos adultos, y se encuadran cronológicamen-

te hacia un Neolítico final o inicios de la Edad del Cobre.

- Asentamientos

El lugar en el que se ha propuesto un asentamiento más

antiguo es la Cueva de la Pulsera, muy próximo al límite

que separa los términos municipales de Colmenar y

Antequera y perteneciente a este último. Se trata de una

cavidad de escaso desarrollo enclavada en la Peña

Negra, localizada a unos 50 m de la cueva de los Chivos.

En efecto, y aunque los materiales aparecidos en este

yacimiento no se hallaron en contextos estratigráficos,

pudo establecerse una cronología relativa en función de

sus características tipológicas, diferenciándose un primer

lote adscribible al Neolítico final, representado por frag-

mentos de cerámicas decoradas con motivos incisos y

cordones, durante el que se apunta la posibilidad de que

la cueva fuera habitada.

CALCOLÍTICO

La posterior ocupación socioeconómica del territorio, que

se manifiesta en el aprovechamiento sistemático del

medio y en los nuevos patrones de asentamiento propios

del Calcolítico, se articula sobre cuatro parámetros: los

espacios funerarios, los asentamientos, los sitios artísti-

cos y las zonas dedicadas a la explotación de los recur-

sos líticos (canteras y talleres). Aquí nos referiremos,

como en los otros períodos, a los dos primeros.

- Necrópolis

Además del dolmen del Tajillo del Moro, la zona cuenta

con otros sepulcros megalíticos, algunos no estudiados

aún, como la necrópolis de la Era del Cura, en las inme-

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diaciones de Casabermeja, las posibles estructuras fune-

rarias de la ladera meridional del Cerro Alcaide, frente a

Peñas de Cabrera, o los que conformaban la desapareci-

da necrópolis del Cerro de Casa de Arias, al noroeste del

término municipal de Casabermeja, sobre un cerro próxi-

mo a la rivera del río Cauche.

Distinta situación es la de los dos sepulcros que compo-

nen hasta la fecha la necrópolis de Chaperas, que han

sido excavados y estudiados convenientemente por

miembros del Departamento de Prehistoria de la

Universidad de Málaga. Este conjunto dolménico está

localizado en la linde que separa los términos municipa-

les de Casabermeja y Málaga, en la margen izquierda del

río Guadalmedina y a sólo 2 Km en línea recta de la cueva

del Jaral, situada en la vertiente contraria.

El primero de ellos, conocido como Chaperas 1, es un

dolmen compuesto por un corredor segmentado en dos

tramos y una cámara de planta trapezoidal cuya cabece-

110

Dolmen nº 1 de la necrópolisde Chaperas (Casabermeja,Málaga). Planta de la estructu-ra arquitectónica y dibujo le losmateriales arqueológicos obte-nidos a raíz de su excavación,según Ignacio Marqués.

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ra circular está compuesta por cinco ortostatos. Tanto los

tramos del corredor como la cámara están separados por

dos puertas transversales al eje longitudinal de la estruc-

tura. La materia prima empleada por los constructores de

este dolmen fue la pizarra. Mide 6,30 m de largo y está

orientado con bastante precisión hacia el este (88º).

Este sepulcro había sido expoliado antes de su excava-

ción, por lo que ofreció escasos materiales, algunos res-

tos de cerámica correspondientes a una orza, un cuenco

y una taza, un fragmento de lámina de sílex y un alfiler de

hueso. También se encontraron huesos humanos, partes

de cráneos, mandíbulas, huesos largos y piezas denta-

rias correspondientes a varios individuos.

El otro sepulcro, llamado Chaperas 2, es una galería con

atrio de entrada en forma triangular, separado de la

cámara por una puerta de la que sólo queda la jamba de

la izquierda. La planta de la cámara es rectangular y su

cabecera está formada por un único ortostato. Se con-

servan zonas en las que el piso aparece enlosado

mediante lajas de piedra de tamaño medio y pequeño. La

materia prima empleada en su construcción fue la caliza.

Su longitud es de 4,62 m y está orientado en dirección

sur-suroeste (202º).

Al igual que Chaperas 1, este dolmen fue objeto de

saqueos previos a la intervención arqueológica, por lo

que también ofreció un registro reducido. Aparecieron

restos de un vaso cerámico, varios fragmentos de sílex

geométricos y laminares, así como cuentas de collar puli-

mentadas. Los huesos humanos recuperados son esca-

sos y estaban muy fraccionados.

Esta necrópolis, como ocurre con el sepulcro del Tajillo

del Moro, se encuadra en un Calcolítico antiguo, con un

desarrollo temporal aproximado entre 2600 y 2300 a.C.

Finalmente, el segundo lote de materiales localizado en la

Cueva de la Pulsera, definido como un conjunto de vasos

con formas globulares y un fragmento de cerámica pinta-

da, nos situaría en un momento más avanzado, hacia un

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Calcolítico pleno, en el que la cavidad parece haber sido

utilizada como lugar de enterramiento.

- Asentamientos

Un lugar donde ha sido localizada una interesante zona

de hábitat es el Cerro de los Peñones, perteneciente al

término municipal de Colmenar. Está situado en la cima

amesetada del cerro del mismo nombre, justo antes de

que el río Guadalmedina haga una curva muy pronuncia-

da para cambiar su recorrido en sentido Norte-Sur, que

trae desde su nacimiento, por la dirección oeste.

Presenta restos de construcciones de tipo defensivo y

fragmentos de adobe con improntas de cañas, razón por

la que se considera un espacio de asentamiento.

Los materiales de superficie hallados en este yacimiento

son mayoritariamente restos de cerámica, ollas, cazue-

las, cuencos y escudillas de buena factura, algunas con

decoraciones incisas y modelados en superficie, encua-

dradas de un modo normativo en un Cobre antiguo. Así

mismo, destacan algunas piezas pulimentadas, hojas y

lascas retocadas de sílex y varios percutores. La intro-

ducción de la cerámica campaniforme coincidiría con la

fase final de ocupación de este asentamiento.

Otro espacio habitacional de gran interés se sitúa en el

Cerro García, localizado a unos 3 Km de Casabermeja

hacia el sureste, en una zona denominada Lugar de

Bocanegra. Se conoce únicamente a través de materia-

les de superficie, estudiados por Ignacio Marqués, sin

que se hayan practicado aún excavaciones arqueológi-

cas. Estos son, fundamentalmente, alineaciones de

muros construidas con piedras de tamaño variable y,

sobre todo, gran cantidad de improntas de cañizo, vesti-

gios que nos remiten a la existencia de construcciones

tanto de carácter defensivo como de habitación. También

fueron halladas piezas cerámicas de vajilla doméstica,

como platos, fuentes, cuencos, ollas, vasos carenados,

cazuelas y orzas, en algunos casos con decoración inci-

sa, además de molinos de mano y elementos de hoz

fabricados en sílex, así como una punta de cobre tipo

Palmela. Estos elementos apuntan hacia una práctica

agrícola en el entorno cercano y sirven para encuadrar

112

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cronológicamente el yacimiento hacia un Cobre tardío y,

por lo tanto, más reciente que los sepulcros megalíticos

de Chaperas y del Tajillo del Moro.

El yacimiento al aire libre mejor conocido de la zona es,

sin duda, el de Aratispi, ya que es el único que cuenta

con un estudio, realizado por Manuel Perdiguero, a partir

de materiales obtenidos en niveles estratigráficos.

Situado en el cerro de Cauche el Viejo, hacia el límite

meridional del término de Antequera, al sur de la pedanía

de Villanueva de Cauche y al pie del puerto montañoso

de las Pedrizas, se ha documentado en este lugar un

fondo de cabaña de tendencia circular asociado a un uti-

llaje compuesto por cuencos, ollas, orzas, platos, fuentes

y vasos, generalmente de buena calidad, algunos de

cuyos fragmentos presentan decoración de tipo campa-

niforme, además de varios molinos de mano, elementos

de hoz y restos de talla, constatándose mediante estos

últimos la utilización del mismo hábitat como taller de

sílex. Dichos elementos apuntan hacia una base subsis-

tencial agrícola de carácter cerealista, y sirven para fechar

este primer período de ocupación del yacimiento en torno

a un Cobre final-Bronce antiguo.

EDAD DEL BRONCE

El valle del alto Guadalmedina presenta un gran vacío

documental en este período. Únicamente en el poblado

de Aratispi puede hablarse de cierta continuidad, con

influencias de la etapa anterior, detectándose en los

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Vista hacia el Oestedesde la cima de ElVilo. En primer térmi-no, los altos de DoñaAna y El Fraile, alfondo, la Peña Negra,donde se encuentranlas cuevas de LaPulsera y de LosChivos. Fotografía,Rafael Maura.

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momentos finales contactos con los asentamientos cos-

teros fenicios que configurarán el proceso formativo de las

comunidades ibéricas a lo largo de los siglos VIII - VI a. C.

- Necrópolis

Correspondientes a este momento tardío son las cuatro

cistas (estructuras negativas de carácter funerario para

inhumaciones individuales, muy simples y de tamaño

reducido compuestas por tres o cuatro ortostatos y una

losa de cierre) halladas al norte de la localidad de

Colmenar, en un altiplano rodeado por el arroyo de las

Zorreras, junto al conocido como Cortijo de Gonzalo. En

su interior se hallaron restos humanos aparentemente

dispuestos en posición fetal, con ajuares de enterramien-

to de cerámica hecha a mano.

Asimismo, algunos materiales hallados en la Cueva de la

Pulsera, una punta de bronce, un cuenco con órfalos y

varias formas con carena baja, nos remitirían a un Bronce

pleno, confirmando la gran amplitud cronológica de este

lugar.

- Asentamientos

Al igual que la cueva de la Pulsera, el yacimiento de

Aratispi debió tener una continuidad, esta vez habitacio-

nal, hasta la Edad del Bronce, aunque el registro arqueo-

lógico no recoge materiales correspondientes al Bronce

pleno. Así, se documentan dos períodos bien definidos,

el primero representado por cerámicas hechas a mano y

el segundo por la introducción de la cerámica a torno,

ambos encuadrados en el Bronce final.

La primera fase se caracteriza por presentar restos cerá-

micos de superficies bien tratadas frente a otras más gro-

seras, con decoraciones incisas, digitadas y esgrafiadas.

Son recipientes de tendencia esférica y bordes engrosa-

dos, ollas bicónicas de paredes levantadas, vasos de

base plana y cuerpo globular, y cuencos de altas carenas

y bordes abiertos.

Por lo que se refiere a los fragmentos de cerámica a

torno, algunos se distinguen por su decoración pintada

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ocu

pac

ion

es h

istó

rica

s

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Además de los vestigios prehistóricos descritos anterior-

mente, el Enclave Arqueológico Peñas de Cabrera cuen-

ta con una serie de evidencias que confirman la presen-

cia continuada del ser humano hasta momentos recien-

tes, todas ellas relacionadas con la explotación del lugar,

bien mediante la extracción de materiales de cantería,

bien a través de su aprovechamiento agropecuario.

Los restos históricos más antiguos localizados hasta la

fecha son de origen romano. Se trata de fragmentos de

tegulae, es decir, tejas de barro. Las tejas romanas no

son como las posteriores tejas árabes, cuyas trazas se

aproximan mucho a las que usamos hoy en día. Se trata

de piezas de mayor tamaño, planas, con un ligero abom-

bamiento central y con dos de sus extremos levantados

en forma de cuña. Estas protuberancias de sección trian-

gular funcionaban a modo de pestañas que servían para

ensamblarlas unas a otras, en una disposición similar a la

que se emplea en la actualidad. Los tejados que se con-

seguían mediante este procedimiento eran planos, y se

usaban tanto para las casas como para las tumbas.

Estas tegulae aparecieron asociadas a una de las estruc-

turas arquitectónicas modernas que se comentarán a

continuación. Esta estructura cuenta con la particularidad

de presentar numerosos materiales de reutilización, entre

los que parece se incluyeron estos restos romanos. Esto

dificulta que podamos ser taxativos respecto a la presen-

cia humana en este enclave durante la romanización, si

bien lo más razonable es pensar que dichos materiales

constructivos fueran recogidos en áreas no muy alejadas

de la edificación. Para ser más concretos a este respec-

to debemos remitirnos a futuras intervenciones arqueoló-

gicas que vengan a aclarar los motivos de este hallazgo.

En función de la lógica de ubicación de emplazamientos

habitacionales seguidas por los romanos, deberíamos

esperar un asentamiento, que aún no ha sido identifica-

do, más ligado al valle. Tal vez alguno de los cortijos pró-

ximos se levanten sobre los cimientos de alguna villa. En

este planteamiento, la zona de Peñas de Cabrera podría

116

Ocupaciones históricas

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ajustarse más a la localización de un espacio dedicado a

servir de necrópolis.

En esta misma estructura, y en ocasiones formando parte

integral de ella, han sido descritas también tejas de apa-

rente factura medieval. Estos vestigios se encuentran en

una situación análoga a las tegulae. Tampoco se han

localizado otros restos encuadrables en esta época, pero

la presencia de estas tejas nos remite a una continuidad

de la ocupación, o al menos de la frecuentación de este

lugar en momentos sucesivos.

Los vestigios más visibles de la relación humana con

Peñas de Cabrera en estas épocas antiguas son los fren-

tes de cantera. Los afloramientos de arenisca que confor-

man el cerro son propicios para el desarrollo de las acti-

vidades de cantería, ya que la disposición cuarteada de

las diaclasas facilita la extracción de los sillares. A juzgar

por la intensidad de esta explotación en algunos lugares,

estos bloques debieron emplearse en la construcción de

un edificio de proporciones considerables, aunque por

ahora desconocemos dónde encontraron su emplaza-

miento definitivo.

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Frente de cantera enlas cotas bajas delcerro. Fotografía, Javier Pérez.

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En efecto, las actividades de cantería tienen una notable

presencia en las cotas más bajas, hacia el noreste del

enclave. Su huella se deja notar en varios frentes, en los

que pueden apreciarse con nitidez los cortes provocados

por las labores de extracción de los bloques de arenisca.

Son interesantes las marcas dejadas por los instrumentos

de los picapedreros que aún se observan en las facetas

horizontales, así como algunos sillares cuya tarea de

extracción quedó inconclusa. También destacaremos un

extraño signo grabado claramente asociado a uno de

estos frentes.

La adscripción cronológica de esta cantera es, por ahora,

incierta, aunque las técnicas de extracción son muy pri-

marias, pudiendo tratarse de una explotación medieval e,

incluso, romana. Sólo la investigación futura nos dará

118

Las tareas de extrac-ción de este sillar que-daron inconclusas.Fotografía, Javier Pérez.

Signo profundamentegrabado sobre la super-ficie horizontal de unode los frentes de cante-ra. Fotografía, JavierPérez.

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norte respecto a esta cuestión.

No obstante, la morfología de una serie de figuras cruci-

formes grabadas profundamente sobre superficies roco-

sas horizontales y realizadas a la intemperie parece remi-

tirnos con cierta firmeza a tradiciones cristianas medieva-

les que bien podrían caracterizarse como mozárabes. En

número de cinco, aunque estamos seguros que aparece-

rán más, se disponen de forma más o menos consecuti-

va y en sentido ascendente, desde el atrio hasta el cerro.

Las cuatro primeras son cruces latinas simples, con la

hendidura vertical más larga que la transversal. La última,

es decir, la localizada a más altura, es de mayores pro-

porciones que las otras y presenta un diseño más elabo-

rado. Los ensanchamientos de los extremos son propios

de las cruces patadas de tipo bizantino, habiéndosele

añadido en este caso un triángulo en la base, al modo de

las cruces de evangelio conocidas también con el nom-

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Próxima al alto del cerro,se localiza esta cruz pro-fundamente grabada detipo bizantino. Fotografía, Javier Pérez.

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bre “calvarios”.

Las analogías formales que estos motivos cruciformes

presentan con las típicas cruces grabadas mozárabes,

de las que contamos con multitud de ejemplos en esta

misma provincia, suponen un aceptable indicio en cuan-

to a su adscripción cronológica.

También han sido localizadas cuatro estructuras moder-

nas de planta rectangular en estado ruinoso que sólo

conservan restos de los muros, presentando todas ellas

subdivisiones interiores, así como una calera, asociada a

una de estas estructuras, y dos eras grandes, localizadas

al suroeste del enclave, muy próximas entre sí y emplaza-

das en terraza. Todas estas estructuras, a las que pueden

sumarse algunos restos de balate muy perdidos, obede-

cen a una ocupación moderna vinculada con actividades

agropecuarias, a las que estarían asociados la mayoría de

fragmentos de cerámica.

Éstos han sido localizados en nueve puntos, dos de ellos

asociados a estructuras arquitectónicas, cinco relaciona-

dos con los abrigos rocosos, uno vinculado de forma

extensa con el alto del cerro, y otro descontextualizado.

Todo este material parece corresponder a épocas moder-

120

Los paralelismos forma-les con las típicas cru-ces bizantinas son pal-pables. A la derecha,un motivo probable-mente mozárabe locali-zado junto al pantanodel Chorro (Ardales,Málaga). Fotografías,Pedro Cantalejo.

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nas, presentando muchos de ellos superficies vidriadas

en tonos pardos, verdes y blancuzcos. Son destacables

los hallazgos de un borde y un fondo de grandes vasijas,

próximos al alto del cerro, así como el borde de una orza

con decoración incisa, en este caso en un lugar aislado.

A modo testimonial incluimos aquí el hallazgo de una cru-

cecita de Caravaca incompleta, fundida en estaño, con

un orificio superior para ser utilizado como colgante, un

objeto personal que nos pone directamente en contacto

con los individuos que frecuentaron este lugar y que son,

y no las piedras, los utensilios o las manifestaciones ide-

ográficas, el verdadero objetivo de nuestra disciplina.

Hasta hace bien poco, los recursos económicos del terri-

torio eran, en esencia, los mismos que se introdujeron

durante el Neolítico: la agricultura y la ganadería. Aún hoy,

en el mismo enclave y en sus zonas de influencia más

próximas, se practican actividades ganaderas como la

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Caballos pastando en la ladera norte. Al fondo el valle delGuadalmedina y más allá la sierra de El Torcal. Fotografía, JavierPérez.

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cría de caballos o el pastoreo de cabras. El sonido lejano

y monótono de los cencerros se sigue manteniendo

como una constante en este lugar.

Pero de un tiempo a esta parte y de un modo exponen-

cial, el paisaje del entorno se ha transformado radical-

mente. Formas de ocupación humana mucho más agre-

sivas han venido a imponerse a las precedentes volvien-

do irreconocible su fisonomía. Es el precio que pagamos

por el llamado “progreso”.

122

La zona es utilizada actualmente para el pastoreo, en régimensemiestabulado, de rebaños de cabra doméstica, que suben alcerro en busca de los brotes que crecen en el suelo del bosque.Fotografía, Javier Pérez.

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El estudio preliminar al que se deben todos estos datos,

así como la edición de esta guía se incluyen en un pro-

yecto de revalorización mucho más amplio.

En dicho plan se contemplan tres grandes áreas de

actuación:

Un proyecto de documentación y mejora del conocimien-

to, que se encarga de estudiar y documentar con abso-

luta exhaustividad el conjunto artístico del Enclave.

Un proyecto de conservación, que se encarga de estimar

los riesgos de degradación y poner freno a ésta.

Un proyecto de musealización, que busca la organización

de los sistemas que favorezcan la comprensión pública

del Enclave Arqueológico.

El proyecto de revalorización de Peñas de Cabrera debe

someterse absolutamente a las condiciones paisajísticas

124

La puesta en valor

peñas_ok.qxd 14/3/11 13:32 Página 124

y naturales del entorno, que precisamente le otorgan un

carácter tan sobresaliente. En ese sentido, se ha

esbozado un programa de trabajo progresivo, evitando

acciones muy complejas a corto plazo y potenciando las

iniciativas que con sencillez permitieran alcanzar el

programa temporal previsto, tales como la eliminación de

elementos distorsionadores o el tratamiento de la

vegetación. Sólo después, y a la vista de los resultados

obtenidos puede estudiarse la puesta en marcha de

acciones más complejas desde el punto de vista

expositivo e infraestructural.

El proyecto de musealización pretende diseñar y organi-

zar los diversos elementos y estrategias que faciliten el

disfrute y la comprensión de los visitantes hacia los ele-

mentos arqueológicos que se pretenden exhibir.

Esperamos que, además de contribuir a la salvaguarda y

a la socialización de un espacio tan emblemático de

nuestra herencia patrimonial, estas actuaciones sirvan

como complemento a la revitalización económica de la

zona, y como modelo de explotación racional de los

recursos y respetuosa con el medio natural.

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Panorámica desde elinterior de uno de losabrigos. Fotografía,Javier Pérez.

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Las visitas guiadas al Enclave Arqueológico Peñas de

Cabrera forman parte de las numerosas iniciativas que

desarrolla la línea de difusión que promueve el Conjunto

Arqueológico Dólmenes de Antequera y se incluyen en el

programa titulado “Viaje a la Prehistoria”. La participación

en estas actividades requiere cita previa, que puede con-

certarse, bien haciéndolo directamente en el Centro de

Recepción del Conjunto, bien telefónicamente llamando a

los números 952 71 22 08 ó 670 945 453.

Este “Viaje a la prehistoria” nos ocupará toda la mañana,

desde las 9:00 h hasta aproximadamente las 15:00 h,

porque son varias las actividades que se nos proponen.

He aquí un resumen de las mismas, en el que se especi-

fican los tiempos estimados para su realización:

128

Una visita a Peñas de Cabrera

Localidad deCasabermeja, a cuyotérmino municipal perte-nece el Enclave. En pri-mer término, su famosocementerio. Arriba a laizquierda, el monteZambra, coronado poruna torre vigía.Fotografía, Javier Pérez.

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1.- Recepción del visitante: introducción al arte esque-

mático y proyección de diapositivas de Peñas de

Cabrera (60 minutos).

2.- Proyección del audiovisual “Menga. Proceso de

construcción” y visita guiada a los dólmenes de Menga

y Viera (1hora y 30 minutos).

3.- Visita guiada al Tholos de El Romeral (30 minutos).

4.- Desplazamiento a Casabermeja (30 minutos). (93)

5.- Visita guiada al Enclave Arqueológico Peñas de

Cabrera (1 hora y 30 minutos).

6.- Desplazamiento a Antequera (30 minutos).

Llegados al Enclave Arqueológico

Peñas de Cabrera, el recorrido parti-

rá del cortijo de Cabrera, situado al

pie del cerro en el que se localizan

los abrigos con arte rupestre. Desde

este cortijo podemos ver ya un

poderoso frente de piedra en el que

se distinguen varias oquedades

naturales de notables proporciones.

Nos dirigiremos hacia allí, acompa-

ñados por los guías, ascendiendo

por una suave pendiente.

Fijémonos en el paisaje al que nos

enfrentamos, un bosque autóctono

de encinas y alcornoques práctica-

mente virgen. Comparémoslo con

las zonas que están en su entorno.

Durante la primavera y el invierno, el

enclave ofrece su aspecto más exu-

berante, con sus característicos pra-

dillos intercalados entre las rocas.

Una vez situados ante el gran frente de abrigos, observa-

remos que nos hallamos sobre una amplia explanada

delimitada artificialmente por un semicírculo de grandes

piedras, es lo que llamamos “el atrio”, tal vez un espacio

dedicado a posibles celebraciones o rituales prehistóri-

cos, como se verá más adelante. Descubriremos su perí-

metro y valoraremos el tamaño de los bloques que lo

demarcan. Desde este lugar puede accederse sin dificul-

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Cortijo de Cabrera. Por encima de élse encuentran los abrigos visitablesdel enclave. Fotografía, Javier Pérez.

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tad a varios abrigos con motivos pintados que servirán de

referentes para llevarse una idea muy aproximada del arte

rupestre de este enclave.

Como decimos, los abrigos asociados al atrio son los de

más fácil acceso y, desde luego, los que presentan los

motivos pictóricos mejor conservados. Si miramos el

gran frente rocoso desde el atrio y de izquierda a dere-

cha, son los abrigos 6, 7, 10, 11 y 12. A continuación

pasaremos a reconocerlos, deteniéndonos en cada uno

de ellos para que los guías nos ofrezcan una descripción

pormenorizada de los mismos.

Abrigo nº 6:

Es un abrigo de reducidas dimensiones, elevado aproxi-

madamente un metro sobre el nivel del atrio. Las pinturas

que contiene pueden ser observadas sin necesidad de

encaramarse al suelo del abrigo. En su interior se apre-

cian con cierta nitidez varias figuras en rojo. Los óxidos

naturales de la roca dificultan en gran medida su contem-

plación, aunque pueden distinguirse: una figura humana

en forma de “T”, en el centro del abrigo, una forma pare-

cida a una “E” girada hacia abajo, en la parte superior, y

otras dos figuras a la derecha, un antropomorfo en doble

“Y”, muy perdido, y un motivo bitriangular. El panel se

130

Mapa de situacióndel área donde selocalizan los abrigosprincipales. Se seña-lan el atrio y los tresgrandes abrigoscuyas lecturas inter-pretativas son mássugerentes.

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completa con algunos trazos en forma de barra.

Abrigo nº 7:

Más que un abrigo propiamente dicho, se trata de una

ancha grieta horizontal a metro y medio de altura respec-

to al nivel del atrio. Conserva un único motivo que consis-

te en una serie de tres barras paralelas y verticales junto

a un punto. Posiblemente se trate de la impronta de cua-

tro dedos impregnados de pintura. Queda a la derecha

de la grieta y aproximadamente a la altura de los ojos.

Abrigo nº 10:

Ésta sí es una oquedad de buen tamaño. Elevada tam-

bién sobre el nivel del atrio, tiene una forma oblonga muy

característica que la hace visible desde gran distancia. Se

desaconseja decididamente el acceso a este abrigo, ya

que sus suelos pendientes y extremadamente pulidos

son resbaladizos y peligrosos. Tampoco es necesario

hacerlo, ya que desde fuera pueden observarse perfecta-

mente los motivos artísticos conservados. A la izquierda,

salta a la vista una gran figura pintada en rojo oscuro.

Este tipo de figuras se denomina “pectiniforme”, por tener

forma de peine, y puede ser interpretada como la forma

más abreviada de representar a un cuadrúpedo, si bien

podría haber tenido significados más amplios, como el de

un rebaño, e incluso como expresión simbólica de la acti-

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Abrigo nº 10 y surepertorio iconográfico.

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vidad ganadera en general.

Frente a nosotros, sobre la superficie plana de un rehun-

dimiento de la pared, podemos contemplar una compo-

sición en la que una figura humana muy alargada pintada

en un rojo vivo, con los brazos en cruz y con las piernas

abiertas en ángulo, se asocia a unos trazos cortos y hori-

zontales situados a la derecha. En ocasiones, este tipo

de trazos ha sido interpretado como representaciones del

sonido, y en este caso podrían hacer referencia a la voz

humana.

Más difíciles de apreciar son las dos figuras crucifromes

pintadas también en rojo que flanquean esta composi-

ción, una abajo a la derecha y la otra abajo a la izquierda,

y que podrían formar parte de la escena anterior a modo

de “oyentes”.

Finalmente, en el techo del abrigo y a nuestra derecha pue-

den verse otras dos figuras humanas, prácticamente en la

misma vertical. Una de ellas, en un tono castaño, es de

tipología ancoriforme, es decir, en forma de ancla, y una de

sus piernas forma un ángulo, tal vez queriendo expresar la

articulación de la rodilla. La otra es un antropomorfo de

color violáceo, con los brazos y piernas indicados y con un

pene muy señalado. La presencia del órgano sexual mas-

culino es la única pista que nos define la condición gené-

rica de algunos de los individuos representados.

132

Abrigo nº 11 y surepertorio iconográfico.

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Abrigo nº 11:

Sin duda, se trata del abrigo que contiene la iconografía

más compleja y espectacular de todo el enclave, aunque

también presenta serias dificultades para su correcta

observación. En primer lugar, al exterior no es más que

una larga grieta, a la que se entra prácticamente arras-

trándose. Tampoco el interior es un espacio amplio y

cómodo. Por ello, y para que la contemplación del arte

pueda realizarse en condiciones óptimas y sin peligro

para las pinturas y grabados, los guías nos invitarán a ir

accediendo al abrigo de dos en dos. Debe tenerse en

cuenta que en el suelo existen grabados. Son varias

“cazoletas” o pequeñas concavidades redondeadas, gra-

badas sobre superficies muy pulidas. Los guías nos

advertirán de ello. Una vez identificadas evitaremos el

contacto con ellas. Su significación es difícil de precisar,

siendo un elemento relativamente común entre las deco-

raciones de los monumentos megalíticos, a la vez que

muy inusual en los abrigos rocosos al aire libre.

Inmediatamente nos daremos cuenta que en una horna-

cina natural de la pared, al fondo del abrigo, hay numero-

sos esquemas representando figuras humanas. Es la

composición más interesante de todo el conjunto rupes-

tre, pero para apreciarla en su plenitud, al menos en la

que ha consentido la acción del tiempo y la del ser huma-

no, merece la pena esperar a que los ojos se acostum-

bren a la penumbra. Mientras tanto, podemos entretener-

nos con otros motivos de interés.

A nuestra derecha, el borde de una visera natural en

forma de arco, quedó señalado mediante una serie de

pequeños trazos alineados. Como protegiéndose bajo

este relieve, un trazo grueso en forma de barra vertical,

que suele interpretarse como la expresión mínima a que

queda resumida la figura humana, o desde una perspec-

tiva más conceptual, simplemente el signo representativo

de la unidad, como ha sido siempre.

A la izquierda de la composición de los antropomorfos,

observamos una perforación que atraviesa un pliegue

rocoso, cuyo biselado prueba que es obra del ser huma-

no. A su izquierda un nutrido grupo de puntos, muy des-

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vaídos. Pues bien, si miramos a través de este hueco, o

mucho mejor, si lo iluminamos con una linterna, nos dare-

mos cuenta que sus bordes enmarcan una pequeña

composición pintada en la pared de atrás formada por un

motivo “ramiforme”, es decir, en forma de rama, dispues-

to en posición horizontal, junto a una barra vertical situa-

da a su derecha. La relación visual entre la perforación y

estas pinturas no debió ser casual, sino que parece tener

una clara intencionalidad.

Es el momento de valorar la composición central de este

abrigo. No lo describiremos en todos sus pormenores,

sino que nos limitaremos a hacer un análisis general. Una

de las figuras mejor conservadas, hacia el centro de la

composición, es un antropomorfo muy típico del arte

esquemático, con las piernas y los brazos curvados hacia

abajo. También observamos que el pene queda indicado

de forma muy explícita, lo que nos indica que se trata de

una figura humana masculina. A su izquierda, una figura

bastante deteriorada que aparenta ser otro antropomorfo

de cuerpo muy largo y con los brazos cortos y ligeramen-

te curvados. En torno a estas dos figuras, se disponen

hasta once antropomorfos de diversas tipologías que

parecen formar un corro. La sensación de perspectiva se

consigue mediante la reducción del tamaño de las figuras

superiores. Parecen diferenciarse dos parejas heterose-

xuales, una a la derecha y otra a la izquierda del grupo.

Una última figura aislada, arriba a la izquierda, de un tono

algo más claro que el resto, presenta un esquema anco-

riforme, con el cuerpo corto y la cabeza representada

mediante un grueso punto. Su separación del grupo y su

condición de ser la única figura de la composición en la

que la cabeza fuera representada, debe inducirnos a

pensar que se trata de una distinción intencionada.

La interpretación de esta verdadera escena, partiría de

una base muy elemental. Se trata, evidentemente, de una

reunión, probablemente de hombres y mujeres. Más com-

plejo, sin embargo, resulta plantear con certeza la índole

de esta convocatoria. Pudo haberse querido representar,

en efecto, un baile, una “ruea” como la que todavía se

baila en los Montes de Málaga, en la que los participantes

hacen un corro y las parejas se van citando para salir cogi-

134

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dos de la mano a zapatear en su interior. O tal vez estu-

viera relacionada con un enlace matrimonial, una especie

de danza nupcial, o con cualquier otro tipo de ceremonia

o celebración relacionada acaso con algún evento astro-

nómico, quizá el solsticio de verano. Probablemente

nunca lo sabremos con seguridad. No obstante, la cir-

cunstancia de que esta escena esté representada en uno

de los abrigos que cierran el atrio ha contribuido a plante-

ar la hipótesis de que fuera en este mismo espacio donde

se llevara a cabo dicha celebración.

Pero este abrigo nos reserva aún una sorpresa más. Si

introducimos la cabeza en un hueco que se abre a la

derecha y la giramos también hacia la derecha podremos

ver un antropomorfo “tipo golondrina” en bastante buen

estado de conservación. No sabemos por qué se coloca

esta figura en un lugar escondido. Lo que sí parece es

que tampoco fue una decisión al azar, sino que tuvo su

razón de ser.

Abrigo nº 12:

Localizado a la derecha del frente rocoso que cierra el

atrio, es éste un gran abrigo, muy abierto, por lo que sor-

prende el buen estado de conservación que presentan

algunos de sus motivos. La razón es que fueron reaviva-

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Abrigo nº 12 y surepertorio icono-gráfico.

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dos en un momento avanzado de la Prehistoria reciente

mediante repintes. Es el caso de la gran figura ramiforme

que preside la composición principal y de un motivo

antropomorfo, situado a su derecha, de tipología crucifor-

me, que parece portar un objeto en una de sus manos.

Acompañan a estas figuras otro ramiforme muy perdido y

hasta tres barras. Desconocemos que se haya aventura-

do explicación alguna para este panel, si bien la herra-

mienta que porta la figura humana podría representar un

hacha o una herramienta de labor. Esta es una de las

composiciones más emblemáticas, a la vez que enigmá-

tica, de Peñas de Cabrera.

A la derecha de estas figuras, en un tono malva muy

decolorado, se aprecia un pequeño cruciforme junto a

otro par de vestigios. Y, por fin, mucho más abajo, en una

zona desprotegida y a la altura de un gran bloque de des-

prendimiento, encontramos la última figura de este reper-

torio. Es difícil de apreciar, ya que tiene un color violáceo

y su tono está tan oscurecido que se confunde con la

textura de la roca soporte, aunque con la experiencia

adquirida hasta ahora y con un poco de voluntad será

posible distinguirla. El esquema parte de una línea circu-

lar que representaría los brazos dispuestos en redondo

sobre la cabeza. Ésta, que parece ataviada con algún tipo

de tocado, se sitúa hacia el centro del círculo, y de ella

parte hacia abajo una línea representando el tronco que

se abre ligeramente en la parte inferior insinuando el ini-

cio de las piernas. Esta figura antropomorfa es la única de

todo el conjunto que presenta los brazos en círculo, una

característica a la que cabría dotar, sin excesivo esfuerzo,

de posibles connotaciones solares. Además, sólo ella

entre el resto de motivos está enfrentada nítidamente al

punto del horizonte por donde sale el Sol en el solsticio

de verano, hecho que se produce tras la vertiente sur del

Alto del Vilo, donde, dicho sea de paso, también se loca-

lizan pinturas rupestres.

Un último elemento de interés es la perforación practica-

da en un pliegue rocoso localizado más arriba y en la ver-

tical del motivo anterior, pero es extremadamente peligro-

so encaramarse hasta ella, así que los guías nos la mos-

trarán desde abajo. Mirando a través de este hueco, que

136

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está orientado en sentido suroeste-noreste, se enmarca

en el horizonte el alto del Vilo, por lo que puede observar-

se también, centrado en su perímetro, el orto solar del

solsticio de verano.

Las relaciones que se observan en este abrigo con dicho

evento y el hecho de que no hayan sido descritos en el

enclave indicios que nos remitan a otros momentos seña-

lados del año, sugerirían, tal vez, la interpretación de la

escena, también circular, del abrigo nº 11, como una

posible representación de esta celebración del sol, cuyo

escenario, como se ha dicho, podría haber sido el mismo

recinto que queda enmarcado frente a estos abrigos, es

decir, el atrio.

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Vista hacia el Este desde el abrigo nº 12. A la derecha, la perfora-ción. En el centro, la grieta que cierra el abrigo nº 11. A la izquier-da, la sierra de Alfarnatejo, con los altos de Doña Ana y El Fraile,en primer término, y al fondo, El Vilo. Fotografía, Javier Pérez.

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Una vez hecho este recorrido por el arte rupestre de

Peñas de Cabrera, aún podemos exprimir nuestra visita

un poco más. Siguiendo a los guías, retrocedemos hasta

el primero de los abrigos que hemos visitado y compro-

baremos que puede accederse de un modo sencillo a la

parte superior del frente rocoso cuyas oquedades acaba-

mos de inspeccionar. Desde allí se disfruta de amplias

vistas al valle del Guadalmedina. Frente por frente, hacia

el Norte, las imponentes sierras del Co, Camarolos y

Jobo. Hacia el noreste, los macizos calcáreos de

Alfarnatejo y Periana, por donde, como decimos, sale el

Sol en el solsticio de verano. Hacia el noroeste, la sierra

del Torcal, por donde se pone el Sol durante este mismo

solsticio. Imaginemos por un momento que no existieran

las urbanizaciones, ni los polígonos, ni las carreteras. El

bosque y la maleza cubrirían por completo las faldas de

las montañas hasta las estribaciones de un amplio valle

surcado por las aguas de un río aún caudaloso y vivaz.

Los seres humanos prehistóricos que disfrutaron este

paisaje no tenían todavía la capacidad transformadora

suficiente como para que su presencia supusiera un ele-

mento de distorsión. Sin embargo, ya empezaban a con-

trolar la naturaleza, sus ciclos, sus espacios y sus recur-

sos, de un modo integral. Y es en este conocimiento

donde debemos buscar la esencia de las figuras que

acabamos de reconocer, ya que forman parte de un pri-

138

Desde la parte supe-rior del frente rocosose contemplanamplias vistas delvalle y las sierras. Enfrente, las sierras deLos Camarolos yJobo. A la derecha,los altos de Doña Anay El Fraile. Fotografía,Javier Pérez.

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mitivo modo de fijar y comunicar ideas que eran, sin

duda, trascendentes para aquellas comunidades, tan

arraigado que perduró durante siglos, transmitiéndose de

generación en generación.

A pesar de que el enclave cuenta con otros muchos abri-

gos con manifestaciones artísticas, no es recomendable,

ni merece la pena para un público no especializado, lan-

zarse en su busca, por lo que quedan excluidos de la visi-

ta guiada. En ningún caso tienen la espectacularidad de

las que aquí se han descrito, ni están en un estado de

conservación comparable, además de localizarse

muchas de ellas en abrigos ubicados en lugares insospe-

chados, e incluso peligrosos. Debe tenerse en cuenta

que el conjunto rupestre es de una gran extensión, toda

ella con un paisaje muy similar, con lo que se desaconse-

ja internarse más allá de los abrigos principales, ya que

podemos llegar a correr el riesgo incluso de perdernos.

Sin embargo, aún es posible echar un último vistazo a

algunas evidencias relacionadas con las ocupaciones his-

tóricas del lugar.

Encaramados como estamos sobre el

gran frente rocoso, ya habremos percibi-

do que en la zona se produjeron tareas de

cantería. Las huellas dejadas por las

extracciones de bloques se dejan ver por

todas partes. Entre los abrigos 11 y 12 ha

quedado una formación escalonada muy

clara. También son muy evidentes en la

zona superior del abrigo nº 12, donde

podemos apreciar con nitidez las marcas

oblicuas dejadas en las caras verticales

por las herramientas de los picapedreros,

así como un extraño signo grabado sobre

una superficie horizontal. Las técnicas

empleadas para la extracción de estos

bloques de arenisca son bastante rudi-

mentarias, y los indicios con los que se

cuenta parecen apuntar hacia una explo-

tación de época medieval o romana.

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Frente de cantera escalonado entre losabrigos 11 y 12. Fotografía, Javier Pérez.

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Desde donde estamos, mirando hacia

abajo, más allá del borde exterior del

atrio, se divisa otro gran frente de cante-

ra. Acompañados por los guías, nos diri-

giremos hacia allí por donde subimos,

pero antes de abandonar el atrio, más o

menos enfrente del abrigo nº 6 y en el

suelo, Peñas de Cabrera nos depara una

última curiosidad, una cruz latina labrada

profundamente en la roca. Es la primera

de las cinco cruces del mismo tipo que se

han documentado en el enclave. Están

dispuestas a modo de via crucis, una tras

otra, hasta llegar a una última, la más alta,

ya en el cerro, cuya tipología difiere de las

anteriores, ya que es una cruz bizantina

con peana, siendo su tamaño también

superior. Su tipología está muy emparen-

tada con las típicas cruces grabadas de

época mozárabe.

En este punto, se da por terminada la

visita guiada al Enclave Arqueológico.

Pocas horas después de que abandone-

mos el lugar, como siempre fue, caerá la

noche, y a la mañana siguiente amanece-

rá otro día, como siempre fue, y enton-

ces, tenuemente, la luz del sol iluminará

de nuevo las figuras pintadas en los lien-

zos rojizos y, una vez más, tal que espec-

tros ancestrales surgidos de lo más pro-

fundo del subconsciente, los hombres y

mujeres que ocuparon el Campo de

Cámara en aquella época remota de la

Prehistoria, atravesando los milenios, vol-

verán a manifestarse; como lo hicieron en

el pasado; como deben seguir haciéndo-

lo en el futuro.

Peñas de Cabrera, un espacio suspendi-

do en el tiempo.

Que continúe siendo así.

140

Cruz labrada en la piedra junto a losabrigos principales. Fotografía,Javier Pérez.

Noche de luna y estrellas en Peñasde Cabrera. Fotografía, Javier Pérez.

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glo

sari

o

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Antropomorfos en forma de ancla característicos

del arte esquemático, en los que un trazo vertical

representaría la cabeza y el tronco y un trazo cur-

vado hacia abajo y dispuesto en forma transversal

representaría las extremidades superiores.

Representaciones de la figura humana.

Conjunto de manifestaciones gráficas caracteriza-

das por presentar formas abreviadas hasta los

mínimos esenciales y cuyo discurso se centra en la

figura humana. Se adapta a todo tipo de soportes,

como las oquedades rocosas al aire libre, las cue-

vas oscuras o la arquitectura funeraria y ritual, ade-

más de a las decoraciones de diferentes objetos

líticos, óseos y cerámicos, empleándose técnicas

de ejecución tanto pintadas como grabadas. Se

origina a partir de la consolidación de las primeras

sociedades productoras del Neolítico y alcanza su

momento de mayor desarrollo durante la Edad del

Cobre.

Conjunto de expresiones gráficas caracterizado

por las representaciones humanas y animales rea-

lizadas de un modo naturalista. Se circunscribe en

un sentido amplio al levante español, siendo sus

soportes siempre abrigos rocosos al aire libre y su

técnica de ejecución la pintura. Su cronología pudo

arrancar en el Epipaleolítico, perdurando hasta

comienzos de la Edad del Cobre.

Conjunto de pintura rupestre esquematizada y de

gran formato en el que aparecen representados

fundamentalmente figuras humanas, líneas ser-

penteantes, puntos y barras. Está muy focalizado

en la provincia de Alicante y su cronología neolítica

se fundamenta a partir de los paralelos que encon-

tramos en las decoraciones de la cerámica cardial.

Expresiones gráficas cuyo soporte son los monu-

mentos megalíticos, extraídas directamente del

conjunto expresivo del arte esquemático.

142

Ancoriformes

Antropomorfos

Arte esquemático

Arte levantino

Arte

macroesquemáti-

co

Arte megalítico

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Conjunto de manifestaciones gráficas que se

caracterizan por la presencia de formas anima-

les, representadas en ocasiones con gran realis-

mo, en torno a las que gira el discurso expresi-

vo. Son también muy abundantes los signos y

muy escasas las representaciones de la figura

humana. Su soporte más distintivo son los

espacios subterráneos, aunque también se

conocen numerosas estaciones al aire libre. Sus

técnicas de ejecución son muy variadas, ofre-

ciendo pintura y grabado, además de esculturas

en bulto redondo y formas en relieve. Se atribu-

ye a grupos de cazadores-pescadores-recolec-

tores del Paleolítico superior.

Signos compuestos por dos triángulos opuestos

y unidos por el vértice que constituyen una tipo-

logía característica del arte esquemático.

Pequeñas oquedades artificiales de factura

hemiesférica. Son relativamente frecuentes en

los monumentos megalíticos formando parte de

su decoración. Las cazoletas localizadas en los

suelos de dos de los abrigos rupestres de Peñas

de Cabrera, constituyen un caso extremada-

mente singular.

Losas que cubren los dólmenes.

Son Instituciones del Patrimonio Histórico que

como Espacios Culturales, ejercen la tutela y

valorización de aquellos bienes que por su rele-

vancia patrimonial cuentan con un órgano de

gestión y custodia del legado que tengan enco-

mendado. Especialmente formularán y ejecuta-

rán un Plan Director que desarrollará programas

en materia de investigación, protección, conser-

vación, difusión y gestión con el objetivo de

alcanzar la tutela patrimonial efectiva.

Antropomorfos representados con los brazos en

cruz característicos del arte esquemático. Están

GLO

SA

RIO

143

Arte paleolítico

Bitriangulares

Cazoletas

Cobijas

Conjuntos

Arqueológicos

Cruciformes

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144

Enclaves

Arqueológicos

Escaleriformes

E s p a c i o s

Culturales

Estelas

Esteliformes

Falsa cúpula

formados por una barra vertical que representa

la cabeza y el tronco, y por otra barra trasversal

horizontal para indicar los brazos.

Son espacios abiertos al público que por sus

condiciones y características no requieran de un

órgano de gestión propio, que asumen funcio-

nes generales de administración y custodia de

los bienes que tengan encomendados, y espe-

cialmente formularán y ejecutarán un Plan

Director que desarrollará programas en materia

de investigación, protección, conservación, difu-

sión y gestión con el objetivo de alcanzar la tute-

la patrimonial efectiva.

Signos con forma de escalera.

Son las Instituciones del Patrimonio Histórico

que ejercen la tutela sobre el área comprendida

por aquellos inmuebles inscritos en el Catálogo

General del Patrimonio Histórico Andaluz, o

agrupaciones de los mismos, que por su rele-

vancia o significado en el territorio donde se

emplazan se acuerde su puesta en valor y difu-

sión al público. Se clasifican en Conjuntos y en

Parques Culturales.

Signos con forma de lápida sin una morfología

muy definida. Constituyen una tipología del arte

esquemático.

Signos en forma de estrella constituidos por un

punto del que parten líneas rectas en forma

radial.

Técnica constructiva empleada en algunos dól-

menes que consiste en ir aproximando hiladas

superpuestas de mampostería hasta cerrar el

espacio mediante una gran losa de cubierta

denominada clave.

Signos en forma de halteras o pesas caracterís-

ticos del arte esquemático.

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GLO

SA

RIO

145

Halteriformes

Ideomorfos

Megalitismo

Oculados

Ortostatos

Parques Culturales

Pectiniformes

Signos simples o compuestos que representan

un concepto.

Tradición constructiva que implica el empleo de

grandes lajas de piedra, mediante los que se eri-

gen tumbas (dólmenes), piedras verticales cla-

vadas en el suelo (menhires), recintos (crom-

lechs) y alineamientos. Se asocian a las primeras

comunidades productoras hacia un Neolítico

final – Calcolítico.

Formas típicas del arte esquemático cuya carac-

terística principal es la representación de dos

grandes ojos, radiados o no, acompañados,

bien de las cejas, bien de lo que denominamos

el “tatuaje facial”, es decir, series de líneas cur-

vas bajo los ojos. Destaca el que pueda aplicar-

se tanto a los idolos placas como a los antropo-

morfos, las falanges, los huesos largos y los

cilindros de piedra, además de presentarse

sobre soportes más neutros, como la cerámica,

las paredes rocosas de los abrigos o los ortos-

tatos de los monumentos megalíticos.

Lajas verticales que conforman las paredes de

los corredores y cámaras de los dólmenes.

Son Instituciones del Patrimonio Histórico que

como Espacios Culturales, ejercen la tutela y

valorización sobre aquellos bienes que abarcan la

totalidad de una o más Zonas Patrimoniales y que

por su importancia cultural requieran la constitu-

ción de un órgano de gestión en el que participen

las Administraciones y sectores implicados.

Signos característicos del arte esquemático,

semejantes a peines, y que consisten en una

línea de la que parten perpendicularmente tres o

más líneas.

Formas geométricas relacionadas formalmente

con la tipología de los grabados esquemáticos

(circunferencias, herraduras y espirales).

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146

Laja vertical que cierra el fondo de las cámaras

de los dólmenes.

Formas de tendencia rectangular, casi siempre

tratadas internamente con motivos decorativos

y con perforaciones en el extremo superior para

ser utilizadas como colgantes. Se asocian al

mundo funerario colectivo calcolítico y, por ana-

logía, constituyen una tipología para algunas for-

mas presentes en el arte esquemático.

Lajas verticales dispuestas transversalmente al

eje del corredor de algunos dólmenes y que pre-

sentan una perforación interior para permitir el

paso.

Signos en forma de rama o árbol característicos

del arte esquemático.

Se configura como un sistema integrado y unita-

rio formado por aquellos Espacios Culturales

ubicados en el territorio de la Comunidad que

sean incluidos en la misma, así como aquellos

Enclaves abiertos al público que se determinen.

Signos en forma de serpientes o meandros que

aparecen en todas las fases del arte prehistórico.

Signos en forma de sol, constituidos por un cír-

culo o una circunferencia de cuyo perímetro par-

ten líneas rectas en forma radial.

Signos con formas cuadrangulares que apare-

cen en todas las fases del arte prehistórico.

Representaciones de animales.

Petroglifoides

Piedra cabecera

Placas

Puertas perforadas

Ramiformes o

arboriformes

Red de Espacios

Culturales de

Andalucía (RECA)

Serpentiformes o

meandriformes

Soliformes

Tectiformes

Zoomorfos

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refe

ren

cias

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