9
Hay una tercera vía? UNA RESPUESTA A ANTHONY GIDDENS Vicente Navarro Comenzaré esta charla contándoles cómo me encontré con la tercera vía. Como algunos de ustedes saben, divido mi tiempo entre la enseñanza de políticas públicas en la Universidad John Hopkins en Baltimore y la de ciencias políticas y sociales en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. En España soy también asesor de Josep Borrell, quien fue elegido candidato presidencial del psoe por apabullante mayoría. En esta elección primaria, altamente disputada, el candidato Joaquín Almunia, propuesto por el ex presidente Felipe González, sufrió una fuerte derrota ocasionada por el creciente descontento en el nivel popular del partido, a raíz de la experiencia de los gobiernos socialistas de 1982 a 1994 y el desempeño de González en la dirección del partido. Dichos gobiernos tuvieron que enfrentar cuatro huelgas generales —cantidad sin precedentes— contra su política de mercado laboral. Cuando Josep Borrell decidió desafiar el liderazgo de González, los círculos políticos españoles no le concedían una sola oportunidad. Borrell había sido ministro de obras públicas en el gobierno socialista y la voz más crítica de las políticas de González en el interior del partido. A pesar de la sabiduría convencional, Borrell —en muchos sentidos el Tony Benn del partido socialista español— ganó por amplio margen la elección primaria. Un nuevo entusiasmo se expandió rápidamente en el país y en el partido. Por un momento, pareció que Borrell podría ganar con facilidad la siguiente elección, programada para el año 2000, contra José María Aznar, presidente por el partido conservador español (el Partido Popular), cuyas raíces están en Alianza Popular, el partido fundado por Manuel Fraga, ministro del interior durante el régimen de Francisco Franco. Aznar nunca se ha deslindado del franquismo. Alguna vez criticó a Guernica —la ciudad vascuense bombardeada por los nazis— por haber cambiado el nombre de su plaza principal de Plaza Caudillo Franco —como se llamaban todas las plazas principales de la España franquista— a Plaza Libertad. Más recientemente, sin embargo, Aznar ha estado tratando de moverse al centro, enfatizando sus compromisos democristianos —casualmente, la Iglesia española, cuyos obispos fueron en su mayoría recomendados por Franco, está muy a la derecha en el espectro eclesiástico europeo. Aznar fue elegido este año presidente de la Internacional Demócrata Cristiana. Este movimiento hacia el centro ha influido fuertemente en Tony Blair, quien ha sido muy receptivo a los acercamientos de Aznar. Los medios de comunicación españoles —que en su mayoría son de centro derecha o de derecha a secas— vindican a Blair como el líder europeo más importante y le atribuyen gran visión; comparan para mal al nuevo laborismo inglés con el psoe —y con Borell en particular— a quien juzgan “atascado en el pasado y aferrado a dogmas rebasados”. ¿Cómo dí con la tercera vía de Blair? Una noche recibí una llamada urgente de la oficina de Borrell. Se habían enterado de que en pocos días Aznar y

Hay Una Tercera Vía

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Hay Una Tercera Vía

Citation preview

Page 1: Hay Una Tercera Vía

Hay una tercera vía?UNA RESPUESTA A ANTHONY GIDDENS

Vicente Navarro

Comenzaré esta charla contándoles cómo me encontré con la tercera vía. Como algunos de ustedes saben, divido mi tiempo entre la enseñanza de políticas públicas en la Universidad John Hopkins en Baltimore y la de cienciaspolíticas y sociales en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

En España soy también asesor de Josep Borrell, quien fue elegido candidato presidencial del psoe por apabullante mayoría. En esta elección primaria, altamente disputada, el candidato Joaquín Almunia, propuesto por el ex presidente Felipe González, sufrió una fuerte derrota ocasionada por el creciente descontento en el nivel popular del partido, a raíz de la experiencia de los gobiernos socialistas de 1982 a 1994 y el desempeño de González en la dirección del partido. Dichos gobiernos tuvieron que enfrentar cuatro huelgas generales —cantidad sin precedentes— contra su política de mercado laboral. Cuando Josep Borrell decidió desafiar el liderazgo de González, los círculos políticos españoles no le concedían una sola oportunidad. Borrell había sido ministro de obras públicas en el gobierno socialista y la voz más crítica de las políticas de González en el interior del partido. A pesar de la sabiduría convencional, Borrell —en muchos sentidos elTony Benn del partido socialista español— ganó por amplio margen la elección primaria. Un nuevo entusiasmo se expandió rápidamente en el país y en el partido. Por un momento, pareció que Borrell podría ganar con facilidad la siguiente elección, programada para el año 2000, contra José María Aznar, presidente por el partido conservador español (el Partido Popular), cuyas raíces están en Alianza Popular, el partido fundado por Manuel Fraga, ministro del interior durante el régimen de Francisco Franco. Aznar nunca se ha deslindado del franquismo. Alguna vez criticó a Guernica —la ciudad vascuense bombardeada por los nazis— por haber cambiado el nombre de su plaza principal de Plaza Caudillo Franco —como se llamaban todas las plazas principales de la España franquista— a Plaza Libertad. Más recientemente, sinembargo, Aznar ha estado tratando de moverse al centro, enfatizando sus compromisos democristianos —casualmente, la Iglesia española, cuyos obispos fueron en su mayoría recomendados por Franco, está muy a la derecha en el espectro eclesiástico europeo. Aznar fue elegido este año presidente de la Internacional Demócrata Cristiana. Este movimiento hacia el centro ha influido fuertemente en Tony Blair, quien ha sido muy receptivo a los acercamientos de Aznar. Los medios de comunicación españoles —que en su mayoría son de centro derecha o de derecha a secas— vindican a Blair como el líder europeo más importante y le atribuyen gran visión; comparan para mal al nuevo laborismo inglés con el psoe —y con Borell en particular— a quien juzgan “atascado en el pasado y aferrado a dogmas rebasados”. ¿Cómo dí con la tercera vía de Blair? Una noche recibí una llamada urgente de la oficina de Borrell. Se habían enterado de que en pocos días Aznar y

Page 2: Hay Una Tercera Vía

Blair iban a publicar en la prensa europea y española un artículo a cuatro manos, en el cual lanzarían su propuesta para resolver el problema del desempleo en Europa, centrándose básicamente en la necesidad de hacer aún más flexibles los mercados laborales. Casualmente, España tiene el más alto porcentaje de trabajadores temporales según la ocde (34 por ciento) y el más alto porcentaje (después de Estados Unidos) de trabajadores que temen perder sus empleos (68 por ciento, incluyendo trabajadores con contratos fijos). Una serie de llamadas a Downing Street detuvieron la publicación del artículo, pero poco después Blair y Aznar dieron a la prensa artículos separados (pero publicados juntos), que bosquejaban un propuesta conjunta de solución del problema del desempleo en Europa. Como podrán adivinar, esto produjo considerable tensión entre el PSOE y el nuevo laborismo. Para atenuarla, Mandelson y Giddens —las dos fuerzas intelectuales más relevantes de la Tercera Vía— visitaron a Borrell en España,y Blair invitó al político español a Londres para tratar de suavizar las cosas. Blair le pidió a Borrell escribir la introducción para la versión castellana de su nuevo libro, The Third Way, y la oficina de Borrell me pidió —como asesor— preparar un borrador para dicha introducción. Así fue como leí The Third Way por vez primera. Me recordó mucho un documento escrito muchos años atráspor Eric From —líder del estadunidense Democratic Leadership Council (dlc)—que leí cuando tuve que enfrentarme a dicha agrupación durante las elecciones presidenciales primarias del Partido Demócrta en 1988. En ese entonces era yo asesor de Jesse Jackson y su representante personal en el Democratic Platform Committee. Pude ver cómo se agitó el liderazgo del Partido Demócrata cuando Jackson, bastante inesperadamente, recibió el 40 por ciento de los votos de los delegados en la convención de 1988, en Atlanta. Clinton, Gore y Gephardt movieron cielo y tierra para detener el prospecto de izquierda que Jackson representaba, y esablecieron el dlc, en el cual From jugó un papel crítico. Este sujeto hablaba de establecer una “tercera vía” entre la tradición gubernamentalista del “viejo” Partido Demócrata y el fundamentalismo de mercado del Partido Republicano. Quienquiera que haya seguido de cerca las propuestas de políticas públicas del Partido Demócrata y sus líderes (Carter en 1980; Mondale en1984 y Dukakis en 1988) hallará difícil definir a éste como un partido gubernamentalista. Carter (el más conservador de los presidentes demócratas, según el New York Times) redujo considerablemente la talla del gobierno federal, y los candidatos Mondale y Dukakis compitieron con Reagany Bush en quién disminuiría más al Estado. Todos ellos se convir- tieron en centristas “radicales” y abandonaron toda intención deusar al Estado como un instrumento de redistribución de la riqueza y el ingreso. Como Caspar Weinberger —secretario de la defensa bajo Reagan—, asentó irónicamente enuna conferencia dictada en la universidad de Washington en agosto de 1993: “Los demócratas tratan de olvidar su pasado. Están en un momento de negación del Estado. Nosotros los republicanos no. Somos mucho más intervencionistas que los demócratas. Tenemos la más activa política industrial en el mundo a través de nuestro departamento de defensa.” Considerar partidarios de algún New Dealers al presidente Carter y a los candidatos Mondale y Dukakis, requiere de una imaginación considerable, y From parecía tener mucha.

Page 3: Hay Una Tercera Vía

No obstante, el Partido Laborista inglés estaba muy a la izquierda del Partido Demócrata estadunidense. Yo podía vislumbrar, entonces —al menos intelectualmente— cómo concebir una tercera alternativa entre el Partido Laborista y el Partido Conservador de la señora Thatcher. Es por ello que comencé a leer con interés The Third Way, listo para encontrar su méritos. Dehecho, estaba buscando en el libro algo nuevo y quizá valioso para la izquierda o la centroizquierda. Me decepcionó. Recordaba demasiado al dlc. Pueden entender entonces por qué, tras leer el libro, decliné la invitación a escribir la introducción para su versión en castellano. Mi texto, en caso de que la oficina de Borrell aceptara el borrador, no hubiera ayudado a atenuar las tensiones entre Blair y el catalán. Más bien era posible que las empeorara.Elegí en cambio escribir una introducción para el nuevo libro de Oscar Lafontaine (escrito con su colaboradora Christa Mueller), The Challenges of Globalization, cuya relevancia para Europa, España —y, debo añadir, Estados Unidos— es mucho mayor que la del libro de Blair.

LA TERCERA VÍA, de Giddens

Quiero dejar claro desde el principio que, a pesar de mi experiencia personal con la tercera vía a ambos lados del Atlántico, trataré de ser justo con su versión inglesa. No es pretexto desecharla. Al contrario: quiero analizarla con la ponderación que merece. Hay de hecho una gran necesidad de discusión y de debate acerca de adónde debe dirigirse la socialdemocracia; discusión y debate con los cuales la tercera vía puede contribuir. Elegí el libro de Giddens, La Tercera Vía. La renovación de la socialdemocracia, como punto de referencia mayor de mi análisis y de mi crítica, porque lo considero la más elaborada descripción de lo que la tercera vía pretende ser. El libro ha sido muy aclamado, incluso desde publicaciones conocidas por su animosidad contra las posiciones progresistas. Por ejemplo, las páginas editoriales del Financial Times lo calificaron como altamente relevante para Europa así comopara Inglaterra. De hecho, Giddens mismo no sostiene que su libro sea relevante sólo para la Gran Bretaña. Si este fuera el caso, yo habría dejado suevaluación a los comentadores británicos. Pero tanto Giddens como Blair (y sus partidarios en la prensa europea) claman que sus propuestas son aplicables en toda Europa e incluso en Estados Unidos. Los dos personajes aseguran que la tercera vía reemplazará a los viejos partidos socialdemócratas, que ambos consideran “muertos” o “irrelevantes” —palabras ásperas ambas. Aunque Giddens da a su libro el subtítulo de “La renovación de la socialdemocracia”, afirma en el prefacio que el “nuevo laborismo representa un rompimiento con el viejo... un rompimiento de la misma suerte de los que han sido llevados a cabo por virtualmente todos los partidos socialdemócratas de Europa”. Giddens habla de una ruptura en lugarde una reforma. El nacimiento de una nueva socialdemocracia parece necesitar el fin de la vieja. Es importante asentar desde el principio que, para presentar a la tercera vía como una posición intermedia entre lo que define como la “socialdemocracia clásica” y el neoliberalismo, Giddens estereotipa ambas posiciones hasta dejarlas casi irreconocibles. No niego que la tercera vía pueda en efecto ser una posición intermedia entre lo que Blair y Giddens llaman laborismo y neoliberalismo en Inglaterra, pero es profundamente injusto —hasta el punto

Page 4: Hay Una Tercera Vía

de ser de plano falso— que lo que Giddens llama socialdemocracia y neoliberalismo designe a estas tradiciones políticas en Europa. De hecho, Giddens muestra una ignorancia notoria de las tradiciones políticas mayores en Europa del Este: socialdemocracia, conservadurismo y liberalismo. Seré específico. En el primer capítulo de su obra, cuando Giddens define las dos alternativas —socialdemócrata y neoliberal— que la tercera vía supuestamente trascendería, caracteriza erróneamente ambas posiciones. Por ejemplo, escribe que “la socialdemocracia se ha caracterizado por su confianza en el proteccionismo, en que el Estado maneje los medios de producción, en el confinamiento de los mercados y en el domino estatal de la economía”. Esta definición ignora la enorme diversidad de formas que la socialdemocracia ha asumido en Europa. De hecho, las más viejas y mejor conocidas experiencias socialdemócratas europeas —las de del Norte— no han seguido políticas keynesianas, no han basado sus políticas económicas en la manipulación de la demanda, han seguido las políticas más antiproteccionistas del Continente, y sus sectores controlados por el Estado se cuentan entre los más pequeños de Europa. Durante sus periodos de gobierno en esos países —Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia—, los socialdemócratas han construido las economías más abiertas de la OCDE (con exportaciones que representan el porcentaje más grande de su pib), sus políticas económicas han estado esencialmente dirigidas a perfilar las fuerzasde oferta más que las demanda, su déficit público ha sido de los más pequeños en la OCDE (y ha alcanzado superávit en muchos años durante el periodo de 1960 a 1990), su sector estatal de producción ha sido noto- riamente pequeño y ninguno de ellos (salvo Noruega) lo ha expandido durante los años socialdemócratas. Esos son los países socialdemócratas por excelencia. Otros partidos socialdemócratas en Europa han gobernado durante periodos más cortos y han sido severamente constreñidos por partidos conservadores o liberales fuertes, con los cuales han tenido que gobernar en coalición en muchas ocasiones. Pero incluso en Alemania, donde el Partido Socialdemócrata ha seguido políticas económicas orientadas a la demanda, los partidos conservadores han expandido el Estado mucho más que los socialdemócratas. Lo mismo ocurrió con el Partido Socialista en Francia. Incluso durante el periodo expansionista en los dos primeros años delprimer gobierno de Mitterrand, el dominio estatal de la economía apenas se incrementó. Fue el conservador De Gaulle, más que Mitterrand o Jospin, quienexpandió el sector estatal. En España, tal sector fue considerablemente reducido durante los años socialistas. Quiero dejar claro que no califico como buenas o malas estas políticas. Sólo señalo con claridad los antecedentes de la socialdemocracia en Europa. Para una soberbia presentación de la experiencia socialdemócrata en el Norte, recomiendo el artículo de Huber y Stephens, “Internationalization and the Social Democratic Model” (Comparative Political Studies, vol 13, no. 3. 1998).Para una excelente revisión de la experiencia socialdemócrata, les sugiero el trabajo enciclopédico de Wolfgang Merkell, del que desafortunadamente no hay aún versión inglesa. Aquellos de ustedes que leen alemán pueden preferir el original Ende der Sozial Democratic, traducido al castellano como ¿Final de la socialdemocracia? También pueden encontrar interesante mi análisis de las políticas económicas y sociales de la socialdemocracia (y de la democracia cristiana y del liberalismo) en mi libro The Political Economy of

Page 5: Hay Una Tercera Vía

the Welfare State in Developed Capitalist Countries. Todos estos trabajos proveen abundante evidencia de que la concepción de la socialdemo- cracia de Giddens es de plano errónea.Giddens también se equivoca en su caracterización de la tradición neoliberal.Mete en el mismo costal dos posi- ciones distintas, la liberal y la conservadora. Ello explica porqué el sociólogo inglés concluye que el neoliberalismo está hoy en problemas “por el conflicto en sus filas entre el conservadurismo, por una parte, y el fundamentalismo de mercado, por la otra”. Pero en Europa, los partidos conservadores no han sido fundamentalistas del mercado. La democracia cristiana, por ejemplo, no es antiestatista. Al contrario. En Francia, Italia y Alemania los gobiernos conservadores han sido altamente estatistas. En Europa, los fundamentalistas de mercado han sido más bien los partidos liberales —pequeños en su mayoría, sí, pero no insignificantes. De nuevo, nuestro autor extrapola la experiencia británica y la asume como representativa del resto de Europa. No es así. En Europa, las dos alternativas que Giddens finge, socialdemocracia y neoliberalismo, no tienen las características que les atribuye. La tercera vía pretende ser algo entre los partidos laborista y conservador británicos, quizá en la línea de los partidos liberales. Pero en la Europa continental el terreno político es bastante más complicado, rico e interesante. De hecho, lo que Giddens llama “ nuevo” no es tal en Europa. Esto explica el frío recibimiento que La tercera vía tuvo entre muchos socialdemócratas europeos. Hay más de un toque de democracia cristiana enlos postulados del libro, y una espolvoreada de partido liberal. Ahora analizaré lo que Giddens entiende por relación entre Estado y sociedadcivil; familia y Estado de bienestar e inclusión y exclusión en nuestras sociedades.

ESTADO DE BIENESTAR O SOCIEDAD DE BIENESTAR

En lo que hace al primer punto, la posición de Giddens es similar a la demócrata cristiana, que establece una relación inversa entre Estado de bienestar y sociedad civil, de tal manera que la expansión de una significa la reducción de la otra. Como evidencia añadida a este conflicto, Giddens se remite a la experiencia soviética, donde el Estado asfixió y asesinó a la sociedad civil. Pide —como lo hace la tradición demócrata cristiana— reemplazar el Estado de bienestar por la sociedad de bienestar, con organizaciones civiles no obstruidas por un Estado que no interfiere con la riqueza que sólo la sociedad civil es capaz de desarrollar. Empero, no hay evidencia de que en las democracias occidentales la expansión del Estado debienestar empobrezca intrínsecamente a la sociedad civil. Al contrario. En su exhaustivo estudio de la organización social en Europa, Goran Therborn concluye que, las socialdemocracias noreuropeas, con una sociedad política más estructurada y mayores fondos estatales para propósitos sociales y comunitarios, tienen también una sociedad civil más rica (medida por la cantidad de organizaciones en sectores no estatales).Giddens comenta la riqueza civil en Estados Unidos, donde el Estado de bienestar está claramente subdesarrollado. Pero no sé de ningún estudio comparativo que dé cuenta de la riqueza de la sociedad civil en ambos extremos del Atlántico. Mi único conocimiento está basado en la experiencia.

Page 6: Hay Una Tercera Vía

En Barcelona, vivo en un vecindario de la clase trabajadora (La Sagrera), en una ciudad gobernada por partidos de izquierda (socialistas, ex comunistas y verdes). En Baltimore, vivo en una comunidad académica, cerca de una comunidad también de clase trabajadora (Hampden), que conozco bien. En Barcelona hay una vida civil riquísima. Durante los fines de semana, por ejemplo, en las plazas y parques los jóvenes practican futbol, basquetbol y otros deportes. Los parques del vecindario están llenos de actividad civil, y los más viejos juegan al petane. En Hampden, el número de actividades es bastante menor y la vida del vecindario mucho más limitada. Estoy seguro deque en Baltimore las pocas asociaciones civiles existentes están registradas —porque cuentan con exenciones de impuestos— mientras que en Barcelona la mayoría no cuenta con registro. Sería inconcebible que los grupos de ancianos de Barcelona registraran un club Petanca La Sagrera. Actúan como club, pero estoy seguro de que nunca les ha pasado por la cabeza la necesidad de registrarse. En cambio, la asociación de ancianos de Hampden está seguramente registrada. Debe haber más asociaciones registradas en Estados Unidos que en Cataluña pero, en la práctica, mi experiencia dice que la sociedad civil es más rica en Barcelona que en Baltimore. Basta con ver la cantidad de festivales organizados durante los días festivos más importantes en Barcelona y las festividades más relevantes de Baltimore. No hay comparación. Algo similar ocurre con las regiones del Norte de Italia gobernadas por los comunistas, donde el viejo Partido Comunista Italiano —ahora Partido Democrático de la Izquierda— ha estimulado y enriquecido grandemente a la sociedad civil, al mismo tiempo que ha expandido las responsabilidades públicas en los gobiernos de las ciudades y las regiones. La dicotomía y el conflicto entre Estado de bienestar y sociedad de bienestar que Giddens describe en La tercera vía es falsa: se enriquecen la una a la otra, no se empobrecen.

LA FAMILIA Y EL ESTADO DE BIENESTAR

Otra posición democristiana que Giddens reproduce es la de la relación entre la familia y el Estado de bienestar. Define como vieja posición socialdemócrata lo que es de hecho una vieja posición democristiana. Asume que la vieja socialdemocracia basaba su Estado de bienestar en las contribuciones del trabajador varón, apoyado por una mujer que se quedaba en casa. Pero esta confianza en que el Estado de bienestar obtenga fondos del varón sostén de la familia, es tradicional de países democristianos, no de las socialdemocracias. La confianza en un Estado de bienestar basado en las contribuciones del mercado laboral, ha caracterizado a los gobiernos conservadores basados en la tradición cristiana desde Bismarck. En cambio, la socialdemocracia tradicional ha fundado su Estado de bienestar por medio de fondos generales, como un derecho adquirido de todos los ciudadanos, no sólo de los trabajadores. Si bien Giddens critica esta tradición —que considera erróneamente socialdemócrata— no rompe del todo con ella. De hecho, aunque critica el modelo de “familia tradicional”, se muestra escéptico acerca de las nuevas formas de familia que están reemplazando a las antiguas, exige un principio de la responsabilidad de los padres para con los hijos y de los hijos para con los padres. Hay amplio acuerdo de la

Page 7: Hay Una Tercera Vía

necesidad de enfatizar esta responsabilidad doble, pero la extiende a la manutención de los servicios para los ancianos a costa de sus hijos, más que por el Estado —posición ésta característica de la política social democristina. En la tradición socialdemócrata, es el Estado el que asume la responsabilidadde ayudar a las familias mediante servicios de guardería y de construcción decasas de interés social. Ello ha permitido la integración de las mujeres a la fuerza de trabajo. Más aún, en dicha tradición no se espera que los hijos paguen por el cuidado institucional de sus padres, como Giddens propone. Dehecho, es la tradición democristiana la que así lo pide. En la socialdemócrata,la liberación de las mujeres y el enriquecimiento de las familias —célula clavede la sociedad civil— requiere una expansión masiva de los servicios sociales del Estado de bienestar. En lugar de ello, Giddens habla de la poco saludable dependencia creada por éste y lo tilda de excesivo en su modalidad sueca. En su crítica de Suecia, Giddens se apoya en el trabajo de Assan Linbeck, unode los economistas suecos más liberales, cuyo trabajo ha sido ampliamente criticado por intelectuales socialistas como Walter Korpi y otros, que señalan su uso poco riguroso de las cifras suecas. Korpi ha demostrado convincentemente, por ejemplo, que las conclusiones de Lindbeck acerca de la crisis del Estado de bienestar sueco y su supuesto “carácter excesivo”, descansan en datos incompletos y en trabajo blandengue. Aún así, la mayoríade la prensa internacional —y Giddens— continúan citando a Lindbeck sin hacer la menor referencia a Korpi, cuya credibilidad en la comunidad científica es mucho mayor. Un punto importante de enfatizar es la reciente renuncia de Lindbeck al comité encargado de elegir los candidatos al premio Nobel de economía. Renuncia que es resultado directo de la protesta mundialen contra del notorio favoritismo del comité hacia la economía neoliberal. De hecho, algunas de las apreciaciones de Giddens acerca de las pensiones también tienen un toque neoliberal. Pocos disentirán de su aserto de que los ancianos han de ser vistos como un recurso social y alentados a participar activamente en la sociedad. Pero sus observaciones críticas acerca de las pensiones que crean dependencia y la necesidad de que los ancianos sean responsables para con la sociedad y hagan su parte, ofrecen una imagen algodistorsionada de los pensionados. Muchos ancianos serían pobres —y desempleados— si no contaran con pensiones. En Inglaterra, incluso con las pensiones, uno de cada cuatro ancianos es pobre. Debemos ser muy cautos yno llamar a los ancianos a unirse de nuevo al mercado de trabajo a menos que sea por voluntad propia, que tal regreso no esté basado en la necesidad económica y que pueda ser disfrutable.

EXCLUSIÓN E INCLUSIÓN EN LA TERCERA VÍA

Finalmente, la tradición demócrata cristiana aparece en el objetivo mayor del libro de Guiddens. Podemos preguntar: abandonado el socialismo, ¿cuál es el objetivo de la tercera vía? Según Giddens y Blair, evitar la exclusión y facilitarla inclusión. Pero, ¿inclusión y exclusión de quiénes? Giddens habla de la exclusión de los ricos —voluntaria—, quienes se aíslan de la sociedad y desarrollan sus propios servicios. Su exclusión empobrece la esfera pública porque ellos no necesitan servicios públicos y por lo tanto no presionan para su mejoramiento. La sociedad pierde con su exclusión. Giddens define el problema, pero no propone una solución.

Page 8: Hay Una Tercera Vía

La otra exlcusión que le preocupa a Giddens es la de los que saben menos, de los vulnerables, que están al margen del mercado laboral y no pueden obtener buenos empleos. Para integrar a este sector de la población, La tercera vía propone educación, más servicios comunitarios como cuidado de los niños, salud, transporte y continuar con la educación para ayudar a la gente a encontrar buenos empleos. No postula nada nuevo en este sentido. Por tradición, los socialdemócratas del Norte de Europa han proporcionado programas masivos de capacitación laboral con servicios de apoyo, como lo han hecho también los partidos socialdemócratas y democristianos alemanes. Incluso el llamado a la responsabilidad de Giddens (que significa que los desempleados deben esforzarse en integrarse a la fuerza de trabajo si no quieren perder sus prestaciones) no es nuevo. En Suecia y Dinamarca, por ejemplo, los desempleados deben emplearse al final del programa de capacitación o corren el riesgo de perder el apoyo si se rehúsan. Dados estos puntos, podemos preguntarle a Giddens qué es lo nuevo de la tercera vía. Puede ser novedosa en Inglaterra, pero es bastante vieja en Europa y, debo decirlo, en Estados Unidos. De acuerdo con el profesor inglés de política social Robert Walker (en un artículo interesante, “The Americanization of British Welfare”, en Focus, vol. 19, no. 3. 1998), las propuestas de bienestar del nuevo laborismo son menos avanzadas que el programa anti pobreza de Wisconsin. Hay algo más importante aún; necesitamos preguntar: ¿Qué ofrece la tercera vía a la mayoría de la población que no es excluida (quienes no son ricos ni pobres) y que suma el 80 por ciento de la población? Es acerca de este punto que La tercera vía guarda un silencio notable, salvo por un llamado muy general a la igualdad de oportunidades. ¿Qué diferencia a esta posición de la posición liberal con conciencia social o de la democristiana? Hoy muchos demócratas cristianos de Europa se consideran a la izquierda de Blair. Esto explica porque los socialdemócratas se han sentido bastante incómodos —por decir lo menos— con la tercera vía. Jospin, a quien Blair —erróneamente y llevando agua a su molino—definió en un artículo reciente en el New Statment como partiadrio de la tercera vía, ha sido bastante crítico con ésta. La ministra francesa del trabajo y vicepresidenta del gobierno socialista, Madame Martine Aubry, la calificó de “lamentable”. Oscar Lafonteine, ex ministro de finanzas de Alemania, ex secretario general del Partido Socialdemócrata Alemán y una delas voces más influyentes en las socialdemocracias europeas de hoy, ha escrito un libro que llama a cambiar el pacto de estabilidad, que condena a Europa a una política de austeridad, modificando la independencia del Banco Central Europeo, regulando la movilidad internacional del capital financiero y estimulando la demanda nacional e internacional —todas éstas políticas a las que la Tercera Vía de Blair se opone. El gobierno de Blair está muy aislado en la comunidad socialdemócrata, se apoya más en Aznar que en Jospin o Lafontaine. La clintonomics como inspiración de las políticas económicas y sociales de Blair, preocupa y alarma a sus pares socialdemócratas del otro lado del Canalde la Mancha. La socialdemocracia necesita un proceso de reforma, pero no en la dirección de la tercera vía. La socialdemocracia como instrumento mayor del movimiento laborista estableció el Estado de bienestar en la Europa del Oeste. El Estado de bienestar inglés, con excepción de los National Health Services, está

Page 9: Hay Una Tercera Vía

subdesarrollado. Muchas de sus transferencias sociales resultan muy bajas para los estándares europeos y son frecuentemente afocalizadas. Lo que parece ser necesario no es que la socialdemocracia aprenda de la tercera vía sino que, por el contrario, la tercera vía aprenda de lo que Giddens llama irónicamente socialdemocracia “clásica”. Su “ruptura” con ésta condena a la tercera vía a ser un paso atrás, más que uno adelante en ladirección correcta.

Trducción del inglés: P.M.M.

Texto basado en una ponencia leída en el International Center for International Studies de la John Hopkins University. Washington, D.C., 28 de febrero de 1999.