Henry, Michel - La Barbarie

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    54 Acontecimiento Invierno de 1997

    Entramos en la barbarie. Con es-tas palabras empieza el libro del fi-lsofo francs Michel Henry quepresentamos. La rotundidad del ini-cio marca lo que va a ser el tono deun texto brioso, en el que abundanfrases que, a modo de trallazos, pa-recen querer provocar una reaccinenrgica y decidida frente a la des-vitalizacin imperante tal es pre-cisamente la barbarie denunciada yque asola al mundo occidental. Ellector no se va a encontrar con untratado sociolgico o psicolgicode casos brbaros, salvajes oirracionales. Es ste un libro filo-sfico, en el sentido original del

    trmino, es decir, en el de queahonda en lo que nos pasa paradescubrir el fondo de donde pro-viene, si bien no est escrito comoun tratado destinado nicamente alos especialistas. En pocas palabras,La Barbariees una esplndidamuestra de que es en la calle don-de palpita la filosofa. Slo quepara captarla y expresarla conacierto se necesita la maestra dealguien que, como en el caso deMichel Henry, ha escrito al decir

    de Levinas a propsito de Lessencede la mani festat ion(1963) una delas obras filosficas mayores denuestro tiempo.

    La barbarie.

    Empecemos sealando los ras-gos que definen la barbarie en laque, segn el autor, hemos entrado

    ya y que no conoce antecedente al-guno en la historia de la humani-dad, a tenor de lo que reza el ttulodel captulo introductorio, lo nun-ca visto. En efecto, no slo hanhecho crisis los valores estticos,ticos y religiosos vigentes hastahace algunos aos. No slo nos en-frentamos a una crisis de la cultu-ra, sino que asistimos a su resueltadestruccin. A la vista de los estra-gos que sacuden la faz de la tierray de la conmocin sufrida por elser humano, la amenazada es laposibilidad misma de vivir cadada, de manera que el fin ltimo dela vida y la cultura en el planeta

    deja de ser una perspectiva ficticia.En este sentido, el autor subrayadesde la primera pgina la grave-dad de nuestra situacin, al indicarque, si bien hasta ahora siempre hadispuesto la humanidad de energay de recursos para levantar unanueva civilizacin sobre las ruinasde otras anteriores, no es seguroque pueda realizar tal hazaa enadelante: Ante nosotros escribe,tenemos en efecto lo nunca visto:la explosin cientfica y la ruina

    del hombre. Tal es la nueva barba-rie aade, que no es seguro estavez que pueda ser superada.

    Y cmo es posible se pregunta-r el lector ese desajuste entre losdesarrollos cientfico y humano?Quiz la solucin est en aplicar laciencia al despliegue de las poten-cias humanas, como sostienen quie-nes proponen la prctica de la inge-niera social. La respuesta de Henry

    es un norotundo. Justamente, nadams contraindicado, pues vendra aser lo mismo que intentar sofocarun incendio con gasolina. Las dife-rentes civilizaciones nacieron gra-cias al desarrollo globalde la vida,esto es, poniendo en juego simult-nea y conjuntamente todas las po-tencias humanas, las cuales se refor-zaban entre s en las diversas activi-dades artstica, artesana, econmica,intelectual, moral, religiosa... Lo pe-culiar de la poca moderna es preci-samente que ha roto esa unidadesencial de la cultura, tras establecercomo tesis indiscutible que el nicosaber vlido y, por ello, capaz de

    fundar un comportamiento racionales el cientfico-tcnico, viendo entodos los dems meras aparienciasengaosas. Ms aun: lo verdadera-mente grave es el supuesto sobre elque se asienta esa idea, a saber, quelo subjeti vo es lo falso, frente a laobjeti vidad abstracta, que es lo ver-dadero. Michel Henry, prximo enesto a Nietzsche, detecta en estaequivalencia de principio la conmo-cin radical, la que ha provocado lasubversin de todos los otros valo-

    res y el volteamiento de la humani-dad del hombre. Conviene sealar,sin embargo, que en varios lugaresdel libro el autor se cuida de matizarque no es a la ciencia a la que de-nuncia, sino al cientificismo, esaideologa de la barbarie segn lacual la ciencia no es el nico saberverdadero. Lo cierto es que tras lalectura del libro resulta difcil sepa-rar ciencia y cientificismo.

    Michel Henry: La barbarieTraduccin de Toms Domingo Moratalla. Caparrs Editores, Madrid, 1997.Jess Mara Ayuso DezCatedrtico de Filosofa de Bachillerato. Miembro del Instituto E. Mounier.

    El l ibro del trimestre

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    El saber original de la vida.

    Para entender la tesis central dellibro a saber, que el nacimiento dela ciencia moderna ha convulsio-nado la vida humana, hay que co-nocer la concepcin que de la ver-

    dad y de la subjetividad tieneHenry, la parte del libro quiz me-nos fcil y en la que se abordan lascuestiones de fondo, desde las quese elabora una crtica de la moder-nidad que, como sta, no titubea alescribir expresiones como la quepone fin al captulo primero: labarbarie de la ciencia.

    La objetividad cientfica no es laverdaderarealidad, sino el resulta-do de un proceso de abstraccin ode desrealizacin; sus conceptosson meros fantasmas, ni siquieraredes con las que pescar realidades,pues tan pronto como las atrapanlas mutilan y desfiguran hasta vol-verlas irreconocibles. Dnde en-contrar entonces la verdadera rea-lidad, la realidad radical? En lascosas mismas, en los fenmenos:en las cosas tal y comose mues-tran. Esto implica atenerse a supuro aparecer. No se trata tanto deprecisar los diferentes modos segn

    los cuales aparecen las diferentescosas, cuanto de precisar previa-mente qu es eso de aparecer, cules su esencia, cul es la esencia dela mani festacin.

    En este punto, Henry acude aDescartes, quien, segn l, descu-bri la raz de la verdad en el egocogito(el yo pienso). Esta afirma-cin, yo pienso, constituye unaverdad inconmovible, pues, porms que yo lo someta todo a laduda metafsica, esto es, por ms

    que niegue la existencia de todo lodudoso, me resulta imposible negarque existo, al menos mientras pien-se algo, y aunque ese algo noexista! Por tanto, la certeza de mipropia existencia no depende de laexistencia de las cosas, de la exis-tencia del mundo exterior. Bienpuede suceder que el mundo noexista o que lo que pienso que esverdadero sea falso; en ambos ca-

    sos, es absolutamente cierto queexisto: Soy, existo:es cierto; perodurante cunto tiempo? Mientraspienso haba escrito Descartes.Lo que, segn Henry, nos enseaeste osado gesto cartesiano es quela dimensin primera de la verdades distinta de la dimensin de laverdad mundana. Como hemos di-cho, incluso sin cosas y sin mundohay verdad. Entonces en qu con-siste sta originalmente? Si nos fi-

    jamos, lo que hace que a la dudauniversal le sea imposible quebrarla solidez del pensares la estrechaadherencia de ste a s mismo, suinmediatez, de forma que, sea loquesea lo que piense, siento quepienso (sentimos que vemos; me

    parece que veo:son frmulas deDescartes). Esta inmediatez es, se-gn Henry, la afectividad, la cualcaracteriza a la vida, vida queconstituye el serdel yo. En ste,la vida se afecta a s misma, hace laexperiencia de s en todos y cadauno de los puntos de su ser, se sien-te a s misma, pero eso s sin queello signifique que es un objetoantes, pues dicha ob-jetividadese estar-ah-delante implica-ra rotura de su inmediata presen-

    cia a s misma, es decir, implicarasu alejamiento de s o su muerte.

    Justamente en esto estriba la dife-rencia esencial entre un ser vivo yun cadver: ste no siente ni sesiente a s mismo ni siente nada,no est presente inmediatamente as mismo, auto-afectndose, sinoque es exterior a s, distante de s,ajeno en definitiva a s. En suma, laesencia de la manifestacin es la

    afectividad de la Vida. sta, msque ser verdadera, es la raz de laverdad, es decir, aquello por lo quehay verdad: mbito del aparecerdonde se muestra lo real ytambin lo que confiere realidad alo real potencia de lo real. Con

    otras palabras, la auto-afeccin dela Vida es la archi-revelacin delaparecer como tal aparecer, esto es,el aparecer delaparecer. De maneraque una verdad ser tanto ms realcuanto ms responda a las exigen-cias de la vida, y un saber ser tan-to ms verdadero cuanto ms saborde la vida contenga.

    Ahora podemos ya empezar aentender por qu Henry denuncia ala ciencia galileana como causantede la barbarie que nos asola. Elgesto fundador de sta consisteprecisamente en apostar en favorde la objetividad, y su consiguienteuniversalidad, a costa de la subjeti-vidad sensible. Con ello, el hombrequeda reducido a mero sujeto cog-noscente, esto es, al entramado oesqueleto de las condiciones de po-sibilidad del objeto o, como escribenuestro autor, la subjetividad delsujeto no es ms que la objetividaddel objeto. La conciencia se ha

    convertido, entonces, en un simpleescaparate vacodestinado a acogerlos diversos objetos que conoce,porque de ella ha sido expulsada laauto-afeccin. Su caractersticaprincipal no es ya la inmediatez,como en el caso de la Vida, sino ladistancia en la que los objetos apa-recen, la exterioridad que los defi-ne, el k-stasis como tambinescribe Henry.

    Sntomas de la barbarie.

    Si el lector ha tenido la pacien-cia de llegar hasta aqu lo que noes poco, podr comprender mejorlos sntomas brbaros que a conti-nuacin le resumo, y que en el li-bro que nos ocupa reciben un tra-tamiento detallado.

    1) La esttica de lo hor rible y delhorror. Desterrada la sensibilidad

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    en aras de la objetividad cientfica,el mundo de la vida, que es esen-cialmente un mundo sensible o es-ttico, deja a la fuerza de obedecera las prescripciones estticas, es de-cir, a las necesidades y exigenciasde la sensibilidad, como vemos por

    ejemplo en nuestras ciudades, don-de el cableado elctrico destrozasin empacho alguno la fachada deun palacio renacentista o lo que sele ponga a tiro. Ahora bien, esto nosignifica que la sensibilidad hayasido anulada y las leyes estticassuspendidas. stas, como no podaser de otro modo, continan ha-cindose sentir, pero esta vez en lafigura esttica propia de la moder-nidad: la de lo horrible y el horror.

    2) El deshumanizador imperiode la tcnica. La tcnica modernaes la ciencia desligada de los inte-reses de la Vida, de espaldas a lacuerpo-apropiacin. Con este tr-mino, hace referencia Henry a laraz de la tekhn, a esa estrecha yesencial vinculacin existente entrela Tierra, entendida como aquellosobre lo que ponemos o podemosponer nuestro pie y no como laabstraccin de la que nos habla laciencia y nuestro cuerpo, entendi-

    do como lo que sentimos en el es-fuerzode caminar, de coger algocon las manos o de deslizar la mi-rada sobre una pgina en termi-nologa de Henry, nuestro cuerpoorgnico en el seno de nuestrocuerpo subjetivo. Pues bien, loque distingue a la tcnica modernaes laobjetivacinde este desplieguesubjetivo caracterstico de la pra-xis, cuyas dos modalidades esen-ciales son la necesidad y el trabajo.De ah el que Marx sealara como

    Henry recuerda que las mquinasno trabajan (cul es susudor y suesfuerzo?), pues en el mbito de laobjetividad que les es propio no seestablecen ms que relaciones entercera persona, es decir, cosifica-das. Esta objetivacin o desvincu-lacin de lo que en la tekhnesta-ba unido ha dado lugar a la revo-lucin radical, al volteamiento

    ontolgico, a la principal revolu-cin que se ha producido en todala historia de los hombres, y dosde cuyas facetas seran:

    a) Una revolucin o conmocineconmica, caracterizada por laproduccin de lo abstracto (el valorde cambio o dinero) que, articuladoen un vasto sistema de equivalen-cias ideales pretende sustituir lasnecesidades humanas, sin respon-der no obstante a ellas, pero sin,por ello, dejar no obstante de do-minar su existencia.

    b) El medio de produccin hapasado a ser un dispositi vo objeti vomecnicoy autnomo. Con otraspalabras, ya no las necesidades dela vida, su saber, las que dirigen la

    produccin, sino la tcnica. Estedispositivo instrumental en su con-junto es el que, por su cuenta, de-termina, segn sus propias condi-ciones y su desarrollo, el sentido dela produccin, y ello por un movi-miento invencible. A este movi-miento aade Henry se le llamaprogreso.

    Todo ello comporta la ruina dela cultura (que es, en primer lugar,cultura de la vida) por empobreci-miento de la actividad de los traba-

    jadores, es decir, por anquilosa-miento de las potencialidades sub-

    jetivas del individuo, lo queinevitablemente acaba en una pasi-vidad total. No ha de extraar en-tonces que Henry escriba que laera de la informtica ser la de loscretinos.

    3) Todo ell o signif ica que la vidapadece la grave enfermedad del

    descontento de s. La expulsin dela sensibilidad con que se inicia laciencia galileana aspira en el fondoa extender una insensibilidad po-lar que descargue a la vida de supropio peso, esto es, del sufrir pri-mordial que la define en la medida

    en que seafecta a s misma; enotras palabras, que, en lugar deabandonarse a la lenta mutacindel sufrimiento en alegra, la liberede s. Es, en suma, una huida pro-vocada por el resquemor o el resen-timiento contra la vida, como sea-la nuestro autor siguiendo a Nietzs-che. Pero pretender vivir sinsentirse, sin sufrir, es imposible.Empearse en ello supone enredar-se en el crculo vicioso que dibujanla voluntad de huir de s y la impo-sibilidad de hacerlo que, a su vez,incrementa su querer huir y as su-cesivamente; crculo vicioso que sehace sentir como angustia. El grandesarrollo de la ciencia modernarepresentara precisamente una delas mayores tentativas de la huma-nidad por escapar a su angustia.

    Hay que terminar esta presenta-cin, pero no quiero hacerlo sin re-comendarle muy encarecidamenteal lector, en especial si tiene algo

    que ver con el mundo educativo,y ms si desempea algn cargo deresponsabilidad en l, el captulotitulado La destruccin de la Uni-versidad, donde el autor pone eldedo en la llaga en lo relativo a di-cha institucin, a la enseanza se-cundaria y, como no poda ser me-nos, a la televisin y a los massmediaen general.

    Al final, desterradas la vida y sucultura; sobreviviendo la culturagracias a unos cuantos de incg-

    nito y en la clandestinidad,podrtodava ser salvado el mundo porunos pocos?. Estas palabras cie-rran este libro escrito sin compla-cencias, con las que su autor nosinvita a iniciar la bsqueda de unarespuesta a la altura de la barbarieen la que ya hemos entrado... y dela que no es seguro que podamossalir.