Historia Periodismo Argentino Desde Origenes

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  • 7/27/2019 Historia Periodismo Argentino Desde Origenes

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    De Marco, Miguel ngel

    Historia del periodismo argentino : desde losorgenes hasta el centenario de Mayo

    Este documento est disponible en la Biblioteca Digital de la Universidad Catlica Argentina, repositorio institucionaldesarrollado por la Biblioteca Central San Benito Abad. Su objetivo es difundir y preservar la produccin intelectualde la Institucin.La Biblioteca posee la autorizacin del autor y de la editorial para su divulgacin en lnea.

    Cmo citar el documento:

    De Marco, M. A. (2006). Historia del periodismo argentino : desde los orgenes hasta el centenario de Mayo [en lnea].Buenos Aires : Educa. Disponible en:http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/libros/historia-periodismo-argentino-desde-origenes.pdf [Fecha deconsulta:...............](Se recomienda indicar al finalizar la cita la fecha de consulta. Ej: [Fecha de consulta: 19 de agosto de 2010]).

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    HISTORIA DELPERIODISMO ARGENTINO

    DESDE LOS ORGENES HASTA ELCENTENARIO DE MAYO

    MIGUEL NGEL DE MARCO

    Editorial de la Universidad Catlica Argentina

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    EDITORIALDE LA UNIVERSIDADCATLICA ARGENTINA

    FUNDACINU NIVERSIDADCATLICAARGENTINAA. M. de Justo 1400 P.B., Contrafrente (C1107AAZ)Tel./Fax 4349-0200 [email protected] Buenos Aires, marzo de 2006

    ISBN: 987-1190-50-6

    Queda hecho el depsito que previene la Ley 11.723Printed in Argentine - Impreso en la Argentina

    De Marco, Miguel ngelHistoria del periodismo argentino : desde los or-

    genes hasta el centenario de Mayo 1 ed. BuenosAires : Educa, 2006.

    488 p. ; 21x15 cm.

    ISBN 987-1190-50-6

    1. Historia del periodismo. I. Ttulo

    CDD 070.982

    Copyright 2006 by Fundacin Universidad Catlica Argentina.

    La reproduccin total o parcial de esta obra est rigurosamente prohibida. Su tratamientoo transmisin por cualquier medio o procedimiento, sin autorizacin escrita de los titula-res del copyright, implica una violacin directa a las leyes vigentes.

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    INDICE

    Introduccin ................................................................................. 9

    Primeras manifestaciones periodsticas .................................... 13Las hojas manuscritas. La Gacetamanuscrita. La primera prensadel Ro de la Plata. El taller de Crdoba. Noticias impresas. Inno-vador y frustrado proyecto del conde de Liniers. ElTelgrafo Mer-cantil. El contenido. Clausura delTelgrafo. ElSemanario de Agri-cultura, Industria y Comercio. Propsitos de la hoja. Frente a lasinvasiones inglesas. La Estrella del Sur . El Correo de Comercio.Orientacin bibliogrfica

    Los rganos de la revolucin ...................................................... 43El movimiento de Mayo. Publicidad de los actos de gobierno. Ras-gos del primer nmero. Sobre la libertad de escribir. El Catecis-mo militar. En contacto con el mundo. Cambio de redactor. Regla-mento de imprenta. Momentos cruciales para la Revolucin. Vaivenespolticos y modificaciones en laGazeta. AparecenEl Censor y Mr-tir o Libre. ElGrito del Sud . El Redactor de la Asamblea. Otros pe-ridicos. Vehculo de nuevas ideas Orientacin bibliogrfica

    La bsqueda de la independencia y la organizacin del Estado 73Normas sobre la libertad de imprenta.El Independiente. El grantema de la prensa entre 1815 y 1819: la forma de gobierno. Posi-cin de laGazetade Buenos Aires.El Censor . Un modo de conci-tar el inters de los lectores: La Prensa Argentina. Los Amigos dela Patria y de la Juventud . El Redactor del Congreso Nacional. ElObservador Americano. La Crnica Argentina. El Independiente.A modo de balance. El discurso periodstico.El Americano. LaGaceta Federal. Hojas efmeras. Orientacin bibliogrfica

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    En la poca de la disolucin nacional ........................................ 95Nuevos peridicos. Personalidad periodstica y obra del padre Cas-taeda. Rplica de la prensa ministerial. rganos moderados yde variados objetivos. La forma de gobierno y la guerra con el Brasilen la mira del periodismo. Alineacin de la prensa. Agravamientode la situacin poltica. Peridicos unitarios y federales. Precarie-dad econmica de unos rganos y afianzamiento poltico de otros.Definiciones polticas y militares. La guerra de la prensa. Los r-ganos de la Convencin. Publicaciones provincianas y representa-tivas de colectividades extranjeras. Entre el primer y el segundogobierno de Rosas. Predominio de las hojas federales porteas. SloCrdoba. La Revolucin de los Restauradores. Agravamiento dela situacin. Orientacin bibliogrfica.

    El periodismo en el pas y en el exilio durante la dictadurade Rosas ........................................................................................ 147Aparicin deEl Moderador . El Saln Literario.El Nacional. Lu-cha a muerte.El Iniciador . El Zonda. Escenario favorable para laaccin del periodismo. Un abigarrado mundo en armas. Celebra-cin del 25 de Mayo. Labor periodstica de Sarmiento y otros emi-grados en Chile. Un diario de sesgo diferente:Comercio del Pla-

    ta. Difcil situacin poltica y militar. Periodismo argentino enBolivia. Labor de La poca. Polmica entre Echeverria y de An-gelis.El Comercio de Valparaso. Nuevo redactor deEl Progre-so. La Crnica. Noticias de Montevideo. Agitacin cvica en Chi-le. La prensa provinciana. Orientacin bibliogrfica

    La prensa del pas dividido (1852-1861) ................................... 191Nuevos rganos periodsticos.El Progresoy Los Debates. Apari-cin deEl Nacional. La prensa contra Urquiza. Las jornadas de Ju-nio. Destierros y clausuras de rganos periodsticos. Separacin deBuenos Aires.El Nacional Argentino. Hojas provincianas. La plu-ma y la espada. Aparicin de La Tribunay otras hojas porteas.rganos alineados con la causa nacional. La prensa del Estado re-belde. La Confederacin. Los grandes diarios porteos contra losemigrados. El periodismo acenta la lucha. Nuevas lneas en el dia-rismo porteo. Chupandinos y Pandilleros. Los Debates, segun-da poca. El enfrentamiento armado. Hacia una batalla decisiva. Re-forma de la Constitucin. La Convencin Nacional. Repercusionesde la situacin sanjuanina. Rechazo de los diputados porteos ante

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    el Congreso Nacional. La ruptura. El desenlace de Pavn. Hojasconfederadas y porteas. Orientacin bibliogrfica

    Reorganizacin poltica, enfrentamientos civiles y una guerrainternacional ................................................................................ 247Del campo de batalla a la integracin de los tres poderes del Esta-do. La Nacin Argentinay El Siglo. Peridicos provincianos. Dosaos de alzamientos y violencia poltica. La rebelin del ChachoPealoza. Advenimiento deEl Mosquito. Vientos de guerra en elPlata. La Revista de Buenos Aires, Correo del Domingo, El Pue-bloy otros rganos. Nuevos medios de difusin. Postura de la pren-sa portea frente a la lucha con el Paraguay. Realidad en la que sedesempeaban los corresponsales. Rasgos de los corresponsales.Ideales americanistas y cuestin electoral.El Invlido Argentino. Nacin Argentinaataca al vicepresidente Paz. El Ejrcito, ruidosacaja de resonancia de la poltica. El decano del periodismo ar-gentino. Orientacin bibliogrfica

    Entre los mandatos de Sarmiento y Avellaneda ....................... 301Breve cuadro de la presidencia de Sarmiento. Primeros problemaspolticos. La Prensa. El periodismo se une para honrar a los vete-

    ranos del Paraguay. Surgimiento de La Nacin. Asesinato de Ur-quiza. Nueva iniciativa conjunta del periodismo. Incremento dediarios, revistas y otras publicaciones. El periodismo y la fiebreamarilla. Problemas limtrofes. Otra vez la renovacin presiden-cial. Orientacin bibliogrfica

    Avances tecnolgicos, compromiso poltico y afanes culturales 337Preludios de graves enfrentamientos. Los comicios. Derrota de lossublevados. Crisis financiera y logros materiales y culturales. In-cendio del Colegio del Salvador. Testimonio de otros logros. Di-vergencias entre los autonomistas. En pos de una difcil reconci-liacin. Declinacin del autonomismo. Conciliacin de losPartidos. Polifactica actividad periodstica. Peripecias de AntnPerulero. Hacia una nueva lucha fratricida. La muerte de BuenosAires. Fin de la cuestin Capital. Orientacin bibliogrfica

    Una dcada de desarrollo y de conflictos .................................. 381Primeras medidas de Roca. Un crecimiento sostenido. Enfrenta-mientos ideolgicos. Aparicin deEl Diario. Una nueva lnea: La

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    Unin. Se acenta la puja entre catlicos y liberales. Expulsin demonseor Matera. Diarios de las provincias que an desarrollan sulabor.Sud Amrica. Don Quijote. Hacia los comicios.El Censor .Concluye el mandato de Roca. La prensa y la poltica de JurezCelman. Revistas importantes. Vida interna de los rganos perio-dsticos. Despreocupado optimismo y abrupto fin de las ilusiones.La Revolucin del Parque. Prensa portea y provinciana. Orienta-cin bibliogrfica.

    Hacia el Centenario ..................................................................... 435Creacin del Crculo de la Prensa de Buenos Aires. Un diario parasostener las ideas de Roca. Las vicisitudes de la administracinSenz Pea. Censura a la prensa. La Vanguardia, La Protesta. ElTiempo. Nueva lucha por la Presidencia. Las maniobras militaresde 1896 y el periodismo. Otra vez Roca. La Revista de Derecho, Historia y Letras. Los Principios, La Nueva Provincia, El Liberal.ApareceCaras y Caretas. El Pueblo. Momentos difciles.El Pasy La Argentina. Aunque sea hijo del Sol.... Primer Congreso dela Prensa Argentina. La Biblioteca de La Nacin. ltimos das deRoca y asuncin de Manuel Quintana. La Voz del Pueblo, El Ho-gar , La Voz del Interior , P.B.T., La Razny La Capitalde Mar del

    Plata. Figueroa Alcorta y la prensa. Una visin del periodismo ar-gentino del Centenario. Prensa portea y provinciana. Colofn.Orientacin bibliogrfica

    Apndice ....................................................................................... 477Normas vinculadas a la libertad de expresin

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    A mi nieta Pilar De Marco, con el deseo deque la inspiren los ejemplos de patria y libertad

    que surgen de la historia del periodismo argentino

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    INTRODUCCIN

    La historia del periodismo argentino es polifactica y rica. Desdelos comienzos de nuestra vida como pas libre, la prensa escrita fue unvehculo para proyectar ideas, promover iniciativas de progreso, recogerinquietudes cvicas, difundir plataformas polticas y anhelos sociales,exponer variadas expresiones cientficas, literarias y artsticas. Terrenofrtil para el debate constructivo y pacfico, fue tambin, en mltiplesocasiones, campo de duros e implacables enfrentamientos.

    Desde los das de Mayo hasta fines del siglo XIX, las letras y lasarmas hallaron su natural mbito de expresin en el periodismo. Mien-tras se fraguaba la independencia en las batallas, se luchaba en encona-dos enfrentamientos fratricidas, se peleaba en conflictos internacionales

    o se enfrentaba al indio en el desierto, no pocos actores principales o se-cundarios encontraban tiempo para tomar la pluma y escribir artculosdoctrinarios, relatar episodios blicos o pintar escenas costumbristas convigorosos rasgos. Podran citarse muchos nombres, pero baste mencio-nar los de figuras cumbre de la historia y la literatura como BartolomMitre, Domingo Faustino Sarmiento, Lucio V. Mansilla, Jos Hernndez.

    Despus, consolidadas las instituciones y afianzada la convivenciademocrtica mediante la sancin de leyes como la Senz Pea y el adve-nimiento de nuevas agrupaciones polticas, el periodismo vivi las alter-nativas de una prolongada etapa signada por dramticos vaivenes entrela prosperidad y la pobreza; entre la alfabetizacin generalizada y el ac-ceso de diferentes sectores de la sociedad a la vida universitaria y laspatticas carencias en materia educativa; entre la presencia argentina enlos principales foros internacionales y su brusco apartamiento de ellos;entre el respaldo a la actividad cientfica que proyect sus frutos muy lejosde las fronteras nacionales y su postergacin dramtica e irresponsable;entre el adelanto de sus hospitales y la pavorosa carencia de los elemen-tos ms indispensables. La prensa tambin denunci o soport el fraudeelectoral, la violencia de diverso signo, la mendacidad de los que tenan

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    la obligacin de ser veraces y la abominable y extendida mancha de lacorrupcin. Es ms, el periodismo estuvo la mayora de las veces entredos fuegos, atacado o inmerso en batallas en que la palabra era a la vezclarn y tajante arma.

    Si se descuentan los intentos precursores de la Colonia a los quepor cierto nos referimos con atencin-, el periodismo cuenta, en el mo-mento de aparecer este libro, 195 aos. Surgido, segn expresin feliz,como voz de patria que rompe sus cadenas, con laGazeta de Buenos

    Ayres , el 7 de junio de 1810, vivi no slo los enormes cambios del pasen que naci y creci, sino que recibi y aplic, casi simultneamentecon el resto de Occidente, las profundas innovaciones tecnolgicas pro-ducidas a lo largo de los siglos XIX y XX.

    Los trculos con que se impriman los peridicosen octavo , medianteun complejo procedimiento que no ahorraba lentitud ni manchas de tin-ta, fueron abandonados por las prensas a vapor y stas por las rotativas.Las noticias, que tardaban varios das si se las traa de las provincias in-teriores, y demoraba meses si provenan de Europa, los Estados Unidosy otros puntos del orbe cuando eran llevadas y tradas por buques mer-cantes o de guerra, comenzaron a llegar con rapidez a medida que se ex-tendan los hilos del telgrafo por tierra y por mar. La fatigosa labor delos cajistas , que paraban letra por letra en sus componedores los textos

    suministrados por la redaccin, se vio ampliamente facilitada, en cuantoal tiempo de labor, por la linotipo, aunque aquellos cuyas vidas habantranscurrido en las imprentas no tardaron en perder sus empleos avasa-llados por tcnicas que no lograban aprender. Otro tanto ocurri cuandolos avances informticos simplificaron y mejoraron los procesos de com-posicin, armado e impresin.

    A su vez, las plumas de ganso, los lpices y los canutos de madera ometal en cuyo extremo se aplicaba la clebre y eficaz cucharita de acero,especie de punta de lanza o bayoneta que a la postre hera como ellas, guia-da por agudos y a veces implacables redactores, abrieron camino a las m-quinas de escribir y stas a los sorprendentes ordenadores actuales.

    Por cierto, en una obra de estas caractersticas, que por ahora abar-ca desde los orgenes hasta el Centenario de Mayo, no se puede realizarla mencin circunstanciada y puntual de la enorme cantidad de peridi-cos de distinta ndole aparecidos a lo largo de ms de una centuria. Encambio, es dable sealar los grandes hitos, mencionar las principales ideasy tendencias, reflejar la constante interrelacin entre los contenidos y lastcnicas que permitieron difundirlos, a travs de los principales rganosexistentes en cada etapa.

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    Deseo agradecer a la directora del Instituto de Comunicacin So-cial de la Universidad Catlica Argentina, doctora Alicia Casermeiro dePereson, y en ella a todos los integrantes de esa unidad acadmica, porhaber contribuido a tornar viable esta tarea; a mis colegas doctores JosMara Mariluz Urquijo, Daisy Rpodas Ardanaz, Csar A. Garca Bel-sunce y Guillermo A. Oyarzbal, quienes leyeron algunos de los captu-los y me brindaron tiles sugerencias; a los licenciados Liliana Monte-negro de Arvalo y Jorge Enrique Deniri, que me proporcionaron tilesdatos sobre el periodismo en las provincias de Santa Fe y Corrientes, res-pectivamente; a la doctora Beatriz Figallo, quien asumi la tarea de ana-lizar la obra en su conjunto y aconsejarme cambios que la han enriqueci-do; a la licenciada Mara Florencia Caudarella, que prepar un apndicecon las principales disposiciones legales vinculadas con la prensa, y a laabogada Mara Beatriz Girardi, cuya ayuda en el ordenamiento de cente-nares de nombres y tipos de rganos me facilit la tarea.

    Estoy lejos de pretender que este libro, al que quiz siga en el futu-ro otro volumen dedicado a historiar los medios de comunicacin del si-glo XX e inicios del XXI, sea considerado como una obra definitiva. Mesentira, en cambio, muy satisfecho si se convirtiera en un material deestudio apto para los alumnos de las carreras de Ciencias de la Comuni-cacin, y en una suerte de gua sistematizada que abriera paso a nuevas

    investigaciones.

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    PRIMERAS MANIFESTACIONES PERIODSTICAS

    La difusin de noticias registr en el actual territorio argentino, eta-pas muy similares a las desarrolladas en Europa y en otras partes deAmrica.

    Primero fue la transmisin boca a boca y la propagacin de las me-didas de gobierno a voz de pregonero y a son de pfano y tambor. Lasciudades eran mbitos reducidos en los que todos se conocan por el nom-bre o el apodo. Diseminadas a lo largo de una geografa compleja, en laque predominaba la tierra yerma y despoblada, los contactos entre s re-sultaban espordicos. Ms difcil an era informarse sobre lo que suce-da del otro lado del inmenso ocano.

    Las hojas manuscritas

    Luego, como haba ocurrido en el Viejo Mundo mucho tiempo an-tes a travs de las folie a mano de los italianos , las news letters de losingleses y lasnouvelles la main de los franceses, que popularizaronnoticias hasta entonces reservadas a crculos muy reducidos de grandescomerciantes y banqueros, aparecieron en la capital del Plata pasquinesy noticias comunicadas , con diferentes objetivos. Mientras los primeros,segn subraya Jos Antonio Pillado en su Buenos Aires colonial , erancusticas manifestaciones de desahogo poltico que se colocaban en for-ma annima en las paredes o corran de mano en mano con bastante sigi-lo, las segundas, menos sensacionalistas pero ms tiles para cubrir lasnecesidades informativas de la poblacin, eran aceptadas y an estimu-ladas por las autoridades locales. Se desconoce si algo similar ocurra enel puado de ciudades del interior, pero en cambio se tienen ejemplaresconfeccionados en Buenos Aires, con letra bastante clara y un sentido dela concisin y la eleccin de temas que demuestra en los desconocidosautores, cualidades de periodistas en el sentido moderno del trmino.

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    Un ejemplo es la hoja denominada Noticias Comunicadas de la Co-lonia del Sacramento a esta Ciudd de Bus Ayres en 5 Dize de 1759 , queen poco ms de 300 palabras da diez noticias, cuatro de ellas vinculadascon la misma cuestin. Hay all informaciones sobre la entrada de dos na-vos de guerra, del arribo de un coronel que se deca llegaba como gober-nador de Colonia, se informaba sobre las ventajas que el reino de Prusiaobtena en su guerra con Gran Bretaa, y se daban referencias con respec-to a los disensos que haban surgido en Espaa sobre quin deba ocuparel trono en reemplazo de Fernando VI. Adems se anunciaba la elevacinnobiliaria de un ex ministro portugus, la designacin de su hermano comogobernador de Maran, la llegada de un buque desde Cdiz y la muertede un pasajero conocido en Buenos Aires, noticia esta ltima extrada deuna carta enviada desde la ciudad espaola a Buenos Aires.

    Desprovista de comentarios, como otras de la misma poca, busca-ba llamar la atencin de los lectores, dedicando amplio espacio a una solanoticia importante. Tal el caso de la Razn del testamento de la reina de

    Espaa doa Mara Amelia de Sajonia, que Dios haya, mujer que fue delrey don Carlos III , con detalles tan minuciosos que llegan a informaracerca de los herederos de su ajuar y vajilla.

    Se desconoce si las hojas noticieras tuvieron una circulacin exten-dida, aunque todo hace pensar que carecieron del carcter lucrativo de

    las europeas.Con respecto a los pasquines, hubo muchos y merecieron fuertesreacciones gubernamentales, pero por tratarse de papeles con un objetodefinido como era desacreditar o burlarse de determinadas figuras pbli-cas y privadas, y que por lo tanto no buscaban transmitir informacionessino difamar y ridiculizar, no pueden ser considerados remotos antece-sores de la prensa escrita.

    El hecho de que las noticias careciesen de ms vehculos que unashojas de papel, no significa que se ignorase la existencia en Espaa y enotros mbitos de las posesiones americanas, de peridicos impresos queeran aguardados con avidez en el Plata.

    La boca de acceso de las noticias del resto del mundo era BuenosAires, aldea de construcciones de adobe, calles oscuras generalmente fan-gosas y escaso movimiento comercial, al menos desde su segunda fun-dacin por Juan de Garay hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando lasposibilidades de intercambio con la metrpoli hispana crecieron. A con-secuencia de ello comenzaron a llegar buques mercantes que trajeron, junto con variados productos, impresos de distinta ndole y aun peridi-cos que lean con avidez los que contaban con la instruccin necesaria.

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    Incluso los barcos de guerra portaban tan esperados elementos deinformacin y distraccin, en casi todos los casos debidamente resguar-dados de las inclemencias naturales que prodigaban las navegaciones ul-tramarinas. Se trataba de escasos ejemplares, fuesen folios sueltos o pu-blicaciones peridicasen octavo , es decir estampadas en hojas que,impresas en el anverso y el reverso, eran dobladas para formar uno o msfascculos de ocho pginas.

    Jos Mara Mariluz Urquijo explica que en Espaa se haba regis-trado, hacia 1760, un florecimiento del periodismo que contrastaba conla falta de inters de dcadas anteriores. Ese desarrollo se aprecia, espe-cialmente a partir de entonces, en toda Europa. Los impresores advirtie-ron el pinge negocio que implicaba reunir en publicaciones de aparicinregular, las muchas noticias que brindaba un mundo convulsionado porguerras y descubrimientos, y dieron el salto entre las hojas sueltas y loscuadernillos con ttulo de identificacin propio. Algunos lograron largavida, y otros, apenas una existencia efmera.

    No pocos escritores, atrados por tamao xito, se volcaron a esanueva modalidad que, si no garantizaba la perdurabilidad que poda al-canzar un libro debidamente encuadernado, prometa mayor nmero delectores para sus lucubraciones filosficas, ensayos literarios, tragediasy comedias.

    Sorprende, dado el inters con que se aguardaban los peridicos enBuenos Aires, que no se hubiese pensado en importar una pequea im-prenta cuando en las Misiones Jesuticas y luego en Crdoba, se contcon ese adelanto desde el primer ao del XVIII, y cuando en otras partesde la Amrica hispana apareca profusin de hojas sueltas y peridicosbastante bien impresos, si se tienen en cuenta las limitaciones tipogrfi-cas de la poca.

    La Gaceta manuscrita

    En 1764, el inters de los porteos por informarse con cierta fre-cuencia, hall improvisada solucin en la buena voluntad de un comer-ciante que apreciaba la notable repercusin de los peridicos llegadosde Espaa. Si bien es aventurado afirmar en forma rotunda que antesno hubo intento similar alguno, la primera prueba fehaciente se remon-ta al referido ao, cuando Jean Baptiste de Lasalle, cuyo nombre y ape-llido fue castellanizado por Juan Bautista de Lasala, tom sobre sushombros la difcil tarea de redactar lo que denominGazeta de Buenos

    Aires .

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    El indiscutible precursor del periodismo en estas latitudes, era hom-bre de cierta cultura, al parecer hbil en presentaciones judiciales, comoque particip en sindicaturas, albaceazgos y poderes. Gozaba de presti-gio social, por s mismo y por su matrimonio con una rica espaola, y sino se caracterizaba por su buena caligrafa, le sobraba entusiasmo paraemprender la nueva tarea.

    Hasta no hace mucho, se ignoraba el nombre de quien haba redac-tado laGazeta , pero Mariluz Urquijo, al leer con sumo cuidado la Jca-ra trotona , de Baltazar Maciel, en que satirizaba lo que llamaba grupojesutico-cevalltico, en alusin al gobernador Pedro de Cevallos y asacerdotes de la Compaa a punto de ser expulsados, hall la clave enestos versos:

    El francs Lasalapara hacer el diariode sus aventurasy extraos acasospues con las gacetasque haba forjadoy de que dio normaa su suegro caro

    cuando de mentirasllenaba este teatro,tena a su favorlos votos ganadospara ser diaristade fracasos tantos.

    Se conocen apenas cuatro nmeros del peridico escrito con letraenrevesada (19 de junio, 24 de julio, 28 de agosto y 25 de septiembre),que se hallan en el Archivo General de la Nacin pero nadie podra afir-mar que no hubo ms, ni que se realiz una nica copia y no varias, salvoque apareciese otra diferente en algn ignoto rincn de repositorios ar-gentinos, americanos o europeos. Mariluz Urquijo expresa que la faltade toda nota introductoria o explicativa en el del 19 de junio hara presu-mir que no es el nmero inicial, como una carta del comerciante Francis-co Daz de Perafn inducira a pensar que dej de salir en diciembre.

    La Gazeta parece haber sido oficial o haber recibido apoyo econ-mico del gobernador y futuro primer virrey del Ro de la Plata, tenientegeneral Pedro de Cevallos, quien por entonces no gozaba de una salud

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    rebosante, aunque pronto la recuper. Cada nmero informaba sobre ella,y no faltaban manifestaciones adulatorias con respecto a sus cualidadesmilitares ni expresiones agresivas hacia sus adversarios.

    Sin pretender comparar el contenido de los cuatro ejemplares cono-cidos, con las habituales secciones de la mayor parte de los diarios y pe-ridicos aun de hoy en da, cabe encontrar claramente diferenciadas lasnoticias comerciales y administrativas, militares y religiosas, sociales yde contenido ameno e instructivo, judiciales y policiales. Para las infor-maciones de allende los mares estaban las hojas que venan de Espaa.

    A modo de ejemplo, en aquel ltimo rubro se da cuenta, entre otrosincidentes -quimeras que finalizaban a garrotazos, pescozones, basto-nazos y silletazos, con los consiguientes heridos-, de uno que debe ha-ber conmovido a la aldea ya con nfulas de gran ciudad. Frente a la boti-ca del Colegio de la Compaa, se produjo una ria entre Antonio deArriaga y el teniente Rey, por el cobro de unos pesos que el militar debaal comerciante, y a no haberlos dividido unas mujeres hubiera tenidopeores resultas esta tragedia, porque Arriaga, puesto de pie sobre elteniente Rey, intentara darle con el espadn que tena en la mano desen-vainado.

    Adems la hoja, segn corresponda a una ciudad portuaria, brinda-ba informaciones tan tiles como la salida y entrada de viajeros y navos.

    Al trazar un ajustado balance de lo que signific La Gazeta de Bue-nos Ayres , Mariluz Urquijo -como lo haban hecho antes ngel Rivera yRal Quintana- expresa: Cabe anotar a su favor que aunque su estructu-ra se asemeja a la de otras gacetas de su tiempo no es de ningn modotrasunto de ellas sino un producto original que se nutre de la realidad lu-garea. Mediante la gaceta cobran vida no slo la ciudad sino sus distin-tos barrios, el alto de San Pedro, el barrio de Santa Luca, la Plaza Chica,la zona de las quintas y por ella nos enteramos no slo de lo que pasasino de lo que piensan los porteos sobre algunas cuestiones de vital in-ters como, por ejemplo, el problema de la calidad de los cueros que seextraen para Espaa.

    La primera prensa del Ro de la PlataComo se ha dicho, la aparicin de la imprenta en el Ro de la Plata

    se produjo en ese mundo complejo y singular que fueron las Misiones jesuticas del Paraguay. No es de extraar que la Compaa fundada porIgnacio de Loyola y diseminada con rapidez y eficacia por distintas par-

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    tes del mundo, que buscaba propagar la fe por medios adecuados a cadatiempo y lugar, comprendiera el valor del papel impreso como elementode difusin de la doctrina catlica entre quienes eran objeto y partcipesde sus esfuerzos evangelizadores.

    Instalada primeramente en 1585 en Tucumn a pedido del obispofray Francisco Victoria, de la Orden de los Predicadores, se extendi aosms tarde sobre las costas de los ros Paran y Uruguay para fundar re-ducciones de indios con el fin de iniciarlos en la fe cristiana mediante uncontacto asiduo y constante con ellos en el aprendizaje de las lenguasnativas. Sin menoscabo de la labor que realizaban los franciscanos en elactual territorio paraguayo, fruto de la cual fue la fundacin de una seriede establecimientos de esa ndole, los jesuitas se aprestaron a llegar don-de aquellos no lo haban hecho, y a reunir las pequeas aldeas dispersasde los guaranes en pueblos grandes dirigidos por los religiosos.

    A fines de 1609, varios sacerdotes de la Provincia Jesutica del Pa-raguay, fundada dos aos antes, fueron enviados a misionar en tierras deguaycures, tapes y guaranes, y su diligencia y celo apostlico permi-tieron levantar varias reducciones, la primera de ellas San Ignacio Gua-z. Apenas cuarenta y cinco aos ms tarde, ya eran cuarenta y ocho ysiguieron aumentando posteriormente. En lo que el erudito italiano delSiglo Ilustrado Ludovico Antonio Muratori defini como el mundo fe-

    liz, varias decenas de sacerdotes y unos cincuenta mil aborgenes, desa-rrollaban una forma de vida en que el trabajo y la oracin se conjugabanpara la mayor gloria de Dios. Artesanos preparados en los ms diver-sos oficios, msicos, escultores, pintores, conjugaban su quehacer con elde los naturales asignados a las tareas agrcolas y ganaderas, sobre la basede un sistema poltico-administrativo en el cual tenan mucha influencialos padres jesuitas pero que no estaba vedado a los caciques y funciona-rios indios.

    Dice Ernesto J.A. Maeder que un ejemplo bien representativo de laaptitud artesanal de los guaranes y del desarrollo que sus actividadeslograron en las Misiones, lo constituye la construccin y uso, a princi-pios del siglo XVIII, de la primera imprenta que funcion en el Ro de laPlata. Su finalidad era dotarlas de un medio apto para imprimir obras decatequesis, especialmente en lengua guaran, pues si bien los indios co-piaban libros con excelente caligrafa, su difusin resultaba hasta enton-ces restringida.

    Debi transcurrir mucho tiempo para que se concretase el anhelo decontar con los elementos esenciales de impresin. Desde 1630 se habamanifestado la necesidad de obtener una prensa, y si bien cuatro aos ms

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    tarde se acord permiso para establecerla, transcurrieron sesenta y seisms hasta que el ingenio de los sacerdotes Juan B. Neumann y Jos Se-rrano sustituy la falta de una prensa y tipos similares a los que estabanen uso en Europa y en otras partes de Amrica. La inventiva de los pa-

    Diferencia entre lo temporal y lo eterno , magnfica edicin realizadaen la modesta imprenta delas Misiones Jesuticas

    (Complejo Museogrfico Enrique Udaondo. Lujn).

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    dres, unida a la habilidad de los indios artesanos, hizo que pronto se con-tara con un resistente trculo, letras y grabados. Con ellos se imprimie-ron diversas obras entre 1700 y 1727. La primera fue un tipogrficamen-te imperfecto Martirologio Romano . Aunque pueden haber sido bastantesms, han llegado hasta nuestros das slo nueve. De ellas, cinco estabanescritas o traducidas al guaran. En dos tuvo parte principal el indio Ni-cols Yapuguay, autor de la Explicacin del catecismo en lenguaje gua-ran (Santa Mara la Mayor, 1724) y de losSermones y ejemplos en len-gua guaran (San Javier, 1727). La cantidad de pginas, 402 y 307 pginas,respectivamente, habla tambin de la presencia de un muy apreciable ta-ller de encuadernacin.

    Por cierto, la pieza ms notable fue De la diferencia entre lo tempo-ral y lo eterno , de Juan Eusebio Nieremberg, traducida por el padre Se-rrano como elFlos Sanctorum , de Pedro de Rivadeneira. Se la considerala obra cumbre de los talleres guaranes, por su bella y pulcra tipografa,adornada por mltiples vietas, y por sus poco ms de cuarenta lminasgrabadas en cobre, algunas de las cuales reproducen las de Gaspar Bouttatsincluidas en la edicin de Amberes de 1684.

    Los diversos impresos llevaban como pie de imprenta el nombrede las misiones de Loreto, San Javier, Santa Mara la Mayor, o, simple-mente, Doctrinas, lo que hizo suponer que haba una o dos prensas

    ambulantes, no simultneas, aunque algunas reducciones tuvieran tiposy utensilios propios.Ningn libro supera la fecha de impresin de 1727, circunstancia que

    podra explicarse por la falta de papel, la inconveniencia de imprimir escri-tos en idioma guaran mientras la Corona espaola dispona que los indiosaprendieran y usaran el castellano, o la quita de permiso real por la publica-cin de la denominadaCarta de Antequera , con motivo del movimiento co-munero paraguayo, que gener fuertes reacciones contra los jesuitas.

    El taller de Crdoba

    En el vasto conjunto de instituciones educativas dirigidas por los jesuitas en las provincias rioplatenses, ocupa un sitio de honor la Univer-sidad de Crdoba. A lo largo del siglo XVII y buena parte del XVIII, fue,como se la ha definido, el foco ms poderoso de la ciencia e impulso efi-caz de las disciplinas intelectuales.

    Resultaba una consecuencia natural del desarrollo alcanzado, la aper-tura de una imprenta que publicase textos de importancia para la vida de

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    las aulas. As, por decisin del padre provincial Manuel Querini, se ad-quirieron en Espaa los tiles indispensables para ponerla en funciona-miento. El entonces rector del Colegio de Montserrat, padre LadislaoOrosz, pag en 1764 la suma de dos mil pesos por la prensa, tipos y de-ms elementos que, una vez llegados a Crdoba, fueron puestos bajo laconduccin de Pablo Karrer, el nico componente de la Compaa de Jesscapaz de hacerlos funcionar en la ciudad.

    Resulta factible que se imprimiesen algunas publicaciones menoresantes de 1766 en que aparecieron tres obras de gran calidad tipogrfica:las Laudationes quinque , escritas por Jos Manuel Perams en homenajea Ignacio Duarte Quirs; la Instruccin Pastoral del Ilustrsimo Seor obispo de Pars sobre los atentados hechos a la autoridad de la Iglesia

    por los decretos de los tribunales seculares en la causa de los jesuitas , yel Manual de ejercicios espirituales para tener oracin mental , del pa-dre Toms de Villacastn.

    Sin embargo, los proyectos editoriales de Orosz pronto caeran sega-dos por la orden que expulsaba a los jesuitas de los dominios de Espaa ypona fin a una extraordinaria labor misional, cultural y cientfica en casitodo el actual territorio argentino. El rey Carlos III, instigado por los quevean en la Orden un peligroso enemigo de la Corona, que se opona a lasconcepciones absolutistas del poder entonces en boga; impulsado adems

    por las intrigas de la Corte portuguesa, inspirada por parecidos principiosy a la vez convencido de que la presencia jesutica en las Misiones del Pa-raguay dificultaba sus propsitos expansionistas, firm en 1767 el docu-mento fatal que llev al destierro a sacerdotes y religiosos de la Compaa.

    La prensa cordobesa, al igual que sus accesorios, fueron condena-dos a la oscuridad de los stanos de la Universidad, regenteada ahora porlos frailes franciscanos, hasta principios de 1780, en que la solicit des-de Buenos Aires el virrey Juan Jos de Vrtiz y Salcedo.

    Noticias impresas

    Tambin como en otras partes de Viejo Mundo y Amrica, pero conel largo retraso de tres siglos, esa especie de revolucin pacfica que fuela imprenta dio origen en la capital del Plata a una creciente difusin dehojas sueltas volantes y gacetas que en general se circunscriban a trans-cribir noticias del agitado contexto europeo.

    Luego de recorrer en una pesada carreta la interminable llanura, laprensa y dems materiales provenientes de Crdoba llegaron a la capital

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    virreinal, adquiridos por mil pesos segn tasacin realizada por el biblio-tecario del Colegio de San Carlos de Buenos Aires, Jos Silva y Aguiar.

    Conocedor, sin duda, del oficio, ste fue nombrado por un lapso dediez aos en calidad de impresor y administrador general de la llamadaReal Imprenta de Nios Expsitos. El nombre del establecimiento se de-ba a que con la mayor parte de sus ingresos se sostendra la casa destina-da al cuidado y proteccin de los hurfanos. Junto a Silva y Aguiar sedesempearon el impresor Agustn Garrigs, el cajista o compositorAntonio Ortiz y el encuadernador Antonio Lpez.

    El nuevo establecimiento obtuvo privilegio exclusivo para la impre-sin de catones, catecismos y cartillas en todo el Virreinato, y de hechosalieron de sus prensas numerosas publicaciones, desde simples opscu-los hasta libros voluminosos referidos a cuestiones religiosas, jurdicas yaun poticas.

    Mediante el complejo y lento sistema de componer lnea tras l-nea y volcarlo en una rama de madera ajustable, que a su vez era colo-cada en la prensa, los impresores procedan despus a entintar el textoen plomo, ubicar el papel, dar vueltas al trculo hasta estamparlo, ex-traerlo y desparramar arenilla para que secase y pudiera ser apilado.Parecido procedimiento se desarrollaba con el reverso. Tan dificultosoproceso explica en parte que se hicieran escasas cantidades. Aunque,

    por otro lado, el pblico lector no era tan numeroso como para justifi-car mayores ediciones.En sus primeros aos la imprenta reprodujo reales cdulas, reales

    rdenes y bandos; confeccion rudimentarios timbrados para la Secreta-ra del Virreinato, adems de papeles para el Correo, la Aduana y la Ren-ta de Tabaco, y dio a luz diversas hojas sueltas con noticias de Espaa ydel resto de Europa, que llamaban la atencin del pblico porteo. Es casiimposible saber hasta qu punto dichos impresos llegaron al interior.

    Cabe subrayar que la Iglesia fue la principal beneficiaria de la im-prenta, pues pudo desarrollar su labor evanglica al poner en manos delos fieles, obras para la devocin, y en las del clero, escritos del arzo-bispo fray Jos Antonio de San Alberto, entre ellos una verdadera joyatipogrfica de 676 pginas: suCarta pastoral que dirigi como preladode Charcas a los que haban obtenido curatos, la cual vio la luz en Bue-nos Aires en 1791. Entre otros trabajos de aliento, cabe mencionar laobraPrctica de Testamentos , escrita por el padre Pedro Murillo Ve-larde (1792). En aos posteriores aparecieron composiciones poticas,guas y almanaques, al estilo de los que circulaban profusamente enEuropa.

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    Innovador y frustrado proyecto del conde de Liniers

    Pese a tan saludable adelanto, Buenos Aires se resenta an de lafalta de un peridico. Pareci querer subsanarla, en 1791, el conde Enri-que Luis Santiago de Liniers, hermano mayor de quien se consagraracomo figura principal de la historia rioplatense por su condicin de jefede las fuerzas hispano criollas que enfrentaron y vencieron a los invaso-res britnicos en 1806 y 1807.

    Al producirse la Revolucin Francesa, el noble francs abandonsu pas, recorri Europa y recal finalmente en el Ro de la Plata en 1790,cuando contaba 41 aos. All busc refugio con su hermano, entoncescapitn de fragata de la Real Armada, quien se desempeaba como co-mandante de un buque del Apostadero Naval de Montevideo, lo cual nole impidi adquirir y habitar casa en Buenos Aires.

    El conde era coronel de infantera y posea una notable preparacincultural que lo haba hecho destacarse en su tierra como poeta y drama-turgo. Por otra parte, hombre del Siglo de las Luces, se interesaba por losadelantos tecnolgicos y cientficos. Al parecer, tambin posea ampliosconocimientos militares, pues a poco de llegar al Plata propuso un plande defensa de la Colonia de Sacramento. Tampoco desconoca el arte deimprimir.

    Cuando se present al virrey Arredondo para proponerle la publica-cin de un semanario de aparicin dominical que llevara el nombre deGazeta de Buenos Ayres , seal una realidad tan penosa como evidente:Esta capital es la nica de los virreinatos de Amrica que no tiene gace-ta particular, y es, sin embargo, una de las que por su posicin y comer-cio, tiene ms necesidad de este medio de comunicacin entre sus ciuda-danos.

    Liniers se comprometa a destinar las ganancias que produjera lapublicacin a subvenir las necesidades de los nios expsitos, con lo cualrenunciaba a todo sueldo o beneficio.

    Es verdad que, como dicen Rivera y Quintana, la lista de las seccio-nes y cuestiones que contendra el peridico delata un escritor dotadode singular criterio periodstico para la poca. Prometa abarcar temasde gobierno, comercio, teatro, literatura y artes, gacetas polticas y cartasparticulares de Amrica y Europa y hasta noticias necrolgicas, inclui-dos los avisos relativos a las herencias de los particulares.

    Para ampliar el cuadro de informaciones y notas de inters general,Liniers se propona estimular la colaboracin espontnea y se preocupa-ra de invitar a todos los ciudadanos de este continente, a participarle

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    cuantas noticias curiosas, tiles e interesantes puedan adquirir con el finde aprovecharlas para la utilidad pblica

    Costara doce pesos por ao, con abonos de un mnimo de tres me-ses, de los cuales dos meses por lo menos se pagaran adelantados. Porotro lado, los anuncios comerciales, ampliaran la estrecha base econ-mica de las suscripciones: Todas las noticias que se querrn dar al p-blico por intereses particulares estarn dirigidas alPuesto de las Gaze-tas , franqueando las cartas que se escriban de fuera. Siempre que el avisoo noticia no contenga ms de diez renglones, no costar nada hacerlo in-cluir, pero pasando de diez renglones y llegando a media cuartilla, costa-r dos pesos. Se tendr particular cuidado de insertar los avisos por or-den de fecha.

    Pero al parecer el proyecto ni siquiera cont con una resolucin delas autoridades. El virrey corri traslado de la peticin al fiscal, y ste nolleg a expedirse. Lo cierto es que tan valiosa iniciativa qued sumergi-da entre los papeles del archivo y que debi pasar una dcada hasta queuna solicitud parecida tuviera mejor suerte. Liniers, inquieto y empren-dedor, necesitado por otra parte de obtener medios de subsistencia, enca-r la puesta en marcha de una fbrica de pastillas de carne condensada,que tras muchas dificultades comenz a funcionar en la quinta de Loreaaunque alcanz corta vida por la resistencia a consumirlas. La empresa

    se llev los magros recursos de su hermano, el marino, quien tuvo a sucargo su liquidacin cuando el conde, fracasado tambin su propsito deimportar esclavos pese a contar con autorizacin virreinal, volvi sus pasoshacia Europa. Tras muchas vicisitudes, de regreso en Buenos Aires, mu-ri en 1809.

    El Telgrafo Mercantil

    Finalmente, en 1801 se producira el nacimiento propiamente di-cho del periodismo rioplatense.

    Un ao antes haba llegado a Buenos Aires quien firmaba Fran-cisco Antonio de Cabello y Mesa, personaje curioso, de sinuosa anda-dura que, con ciertos ttulos reales, no vacil en agregarse otros, pro-ducto de su frtil imaginacin, para obtener el favor de las autoridadesy del reducido pblico al que dirigira sus desvelos de plumista . Naci-do en Castilla, pero extremeo por adopcin, segn afirma su bigrafaMnica P. Martini, hizo sus primeras armas en el periodismo espaol,y realiz una traduccin parcial versificada delTelmaco de Feneln,

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    con el pomposo ttulo deCunto a los jvenes vale tener canas a sulado .

    Luego viaj al Per, donde tuvo a su cargo la redaccin del Diariocurioso, erudito, econmico y comercial de Lima, compuesto en buenaparte de reproducciones de artculos de diarios peninsulares. Mientras,se gradu en Derecho Civil y Cannico en la Universidad de San Mar-cos, para intentar ms tarde fortuna en la actividad minera y obtener elgrado de coronel de milicias.

    El Telgrafo Mercantil redactado por Francisco Antonio Cabello y Mesainaugur el periodismo rioplatense (Museo Mitre)

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    Tales antecedentes le permitieron obtener permiso para editar unperidico y lograr el apoyo del Real Consulado de Comercio, cuya se-cretara estaba a cargo de Manuel Belgrano, infatigable mentor de las ideaseconmicas entonces en boga y entusiasta propulsor de cuanto significa-se ampliar los beneficios de la educacin y los conocimientos tiles en-tre sus conciudadanos. Asimismo, Cabello intent establecer una Socie-dad Patritica, iniciativa que no cont con la indispensable licencia delas autoridades.

    Listas las prensas de los Nios Expsitos, saturadas de trabajo yfatigosamente atendidas por escaso personal, para realizar la nueva ex-periencia de editar una hoja peridica, se fij el 1 de abril como fechade aparicin delTelgrafo Mercantil, rural, poltico-econmico e his-torigrafo del Ro de la Plata . Tan extenso ttulo pretenda ser una es-pecie de definicin de los contenidos principales que ofrecera cadafascculoen octavo . Por otra parte, en el primer nmero, se expresabael deseo de poner a Buenos Aires, a la par de las poblaciones ms cul-tas, mercantiles, ricas e industriosas de la iluminada Europa, servir aDios, al rey y a las provincias argentinas, e impulsar en Buenos Ai-res sus argentinos superiores medios y si no a instruir y cultivar alpueblo, le de al menos un entretenimiento mental, e inspire inclinacina las ciencias y artes.

    Cabello y Mesa estableci las modalidades de suscripcin, cuyotiempo mnimo era de uno a seis meses, con un criterio que podra decir-se geogrfico: el costo variaba segn el lugar de residencia, entre dos ytres pesos. La diferenciacin no resultaba arbitraria y se vinculaba conlos gastos de expedicin de los ejemplares.

    Segn Martini, a diferencia del Diario de Lima, que haba sido fru-to de un mprobo esfuerzo casi individual, en elTelgrafo el periodistacont con el aporte de un grupo de intelectuales. Ello hizo que el conte-nido superase con creces lo que poda esperarse de la capacidad del edi-tor. Y agrega: Sin restar mritos a su tarea de eleccin de materias, a losesfuerzos por conseguir informaciones comerciales de los diputados delConsulado sus corresponsales en el interior- e, incluso, de coordinarel trabajo editorial, don Francisco se esfuma, por momentos, de los es-critos que se estampan, aunque mantenga en todo momento una activacomunicacin con el lector y aparezca cuantas veces quiera mediante al-gn artculo bien hilvanado, con respuestas exaltadas a quienes se burleno desmerezcan su quehacer, o con unas letrillas satricas de escaso valorpotico.

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    Propsitos del peridico

    Aparentemente, Cabello y Mesa y sus colaboradores tenan la in-tencin de proyectar al mayor nmero posible de personas las novedadesculturales de la poca, sin dejar de proporcionarles noticias de actuali-dad. Abrigaban un propsito pedaggico aparte de la necesidad de exte-riorizar cuanto saban y eran capaces de hacer como historigrafos, li-teratos, y poetas. Por otra parte, Cabello, dotado de cierta fibra innata deperiodista, tena que comunicar, como lo hacan muchos de los peridi-cos que haba conocido en Espaa y el Per, informaciones tiles paralos lectores. Carente de medios tcnicos y un tanto desordenado en sulabor, las noticias aparecen en las modestas pginas delTelgrafo sinorden lgico ni sitio predeterminado.

    En el Anlisis que haba precedido a su aparicin se expresabaque la hoja iba a contener artculos que fomentaran los distintos ramosdel comercio, la actividad rural, mostrando los medios de tornarla fruct-fera, la vida poltica econmica, mediante artculos que ilustraran sobrelas leyes y su aplicacin, las obras pblicas o las riquezas del Virreinato.

    Un apartado especial estara dedicado al papel de historigrafo quese asignaba el peridico. El sitio apartado y preferente que ocupara encumplimiento de esa misin, se abrira a un vasto campo de cuestiones, a

    travs de cuantos papeles se presentaran al editor con respecto a la moralpblica, la polica urbana, la educacin, los modales y recreaciones, lamedicina, la ciruga y la botnica, la literatura, la poesa, la crtica juicio-sa, las fantasas jocosas, y otras ciencias y artes.

    A lo largo de 110 nmeros, dos suplementos y trece ejemplares ex-traordinarios, elTelgrafo cumpli con creces dichos objetivos, se hizoeco de opiniones ajenas aunque fuesen contrarias a las del editor y dio aluz meritorios estudios acerca de varias ciudades y pueblos del Virreina-to, anticipo de la historia completa que aspiraba a realizar Cabello y Mesa.En algunos casos, la mezcla de datos fehacientes con vagas referencias yfbulas generaron confusiones que costaron muchas dcadas superar.

    El contenidoLas pginas de la hoja recogen polmicas literarias a veces virulen-

    tas y en otras ocasiones dotadas de un elevado nivel de saber, cultura yrespeto a las opiniones de los dems. Intervienen los lectores, reales oficticios, mediante artculos y cartas que mantienen el inters de los po-

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    cos suscriptores con que cuenta y constituyen un recurso nada desdea-ble desde el punto de vista periodstico para aquella primera expresinde la prensa rioplatense.

    No faltan las gacetillas sobre diversas cuestiones de actualidad, nicrnicas en el sentido actual del trmino, como la que trata del ensayomilitar realizado en Montevideo el 10 de mayo de 1802, escrita con esti-lo claro y conciso. Tampoco carece elTelgrafo de informaciones sobreacontecimientos europeos ni de frecuentes datos acerca de la actividadmercantil y naviera.

    Diecisiete artculos sobre precios corrientes en diferentes plazas,comercio martimo, productos americanos que podan interesar en Espa-a, y acerca de otras cuestiones aparecidas en elTelgrafo , vieron la luzen elCorreo Mercantil de Espaa e Indias , en lo que Martini caracterizacomo resultado de la circulacin de ideas en sentido inverso entre Am-rica y Espaa.

    En orden a la publicidad, los avisos pequeos no podan ser mu-cho ms grandes por el formato del peridico, la pobreza de tipos y, so-bre todo, porque an no se haba descubierto la importancia de llamar laatencin mediante efectos visuales especiales- estaban bien redactados yposean lo esencial para resultar tiles a vendedores y compradores.

    Si no contribuyeron en medida aceptable a sostener econmicamen-

    te al peridico, sirvieron como valioso medio para anunciar y promoverdiversas transacciones.Conviene sealar algunos de los rimbombantes seudnimos que

    empleaban los colaboradores y que encubran nombres de figuracin yprestigio, aunque resulta dudoso que en un medio tan pequeo comoBuenos Aires y entre un nmero tan reducido de lectores, se los desco-nociese. Entre otros, Jos Joaqun de Araujo, era El Patricio de Buenos

    Aires ; el erudito doctor cordobs Jos Eugenio del Portillo empleaba elanagrama Enio Tullio Grope ; el den de la Catedral de Crdoba, doctorGregorio Funes,Patricio Saliano ; el director de la Academia de NuticaPedro Cervio, jugaba con las slabas de su nombre y apellido para de-nominarseCipriano Orden Vetoo . Y Cabello y Mesa gastaba el tonanteseudnimo de Narciso Fellobio Cantn, filsofo indiferente . Cuando setrataba de enmascarar textos que podan resultar ofensivos o molestos, eleditor no vacilaba en usar o aceptar falsos nombres tan poco elegantescomo El poeta de las almorranas .

    Seala Martini: dada esta multiplicidad de materias, no es extraoque el peridico pase de la disertacin cientfica a las odas, las fbulasmoralizantes o las mordaces satirillas festivas, de la crnica de un motn

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    de negros a las escuetas listas comerciales, o de la primera noticia necro-lgica impresa a la propuesta de que se exporte el caldo de caimn. Yagrega: Justamente, gracias a esa diversidad es posible rastrear las ca-ractersticas de un nuevo universo ilustrado, individualista y utilitario,dentro del cual, en el campo filosfico, cesan las brbaras voces del es-colasticismo para dar paso a un empirismo cientfico en cuyo marco losnaturalistas como Tadeo Haenke- observan y sistematizan; en el litera-rio, lo burlesco y lo grotesco ceden ante el avance de un perfecto equili-brio entre la razn y el buen gusto al que elogia Eugenio del Portillo [unode los ms eruditos y asiduos colaboradores], a la par que aparecen anti-cipos romnticos en el inters por el color local que aflora en el Parande Lavardn o en el omb y los caranchos de las fbulas de Azcunaga;en el histrico, el criticismo depura el terreno de lo que huela a fabulosoy ajusta el pasado a la verdad de los documentos, segn lo hacen quienesdiscuten sobre la fecha de fundacin de Buenos Aires; en el econmico,los estudios sobre comercio, industria y explotacin de riquezas adquie-ren cierta relevancia dentro del conjunto.

    Clausura delTelgrafo

    En una especie de fatal pendiente que comenz con la publicacinde una serie de artculos entre ofensivos y burlones que afectaba a mili-tares, mdicos y clrigos de Buenos Aires, sin omitir agravios para loscriollos y espaoles, elTelgrafo se dispuso a morir. Quiz en el fondode su corazn Cabello anhelara el fin de una empresa que le ocasionabamltiples trabajos y escasas satisfacciones personales y econmicas.

    A la crtica nota titulada Reflexiones cristianas sobre los negrosesclavos, sigui una soez composicin: Poesa, con expresiones im-posibles de reproducir en cualquier prensa culta, aun en las pocas msliberales, y finalmente un artculo considerado peligroso e impertinenteacerca de Poltica. Circunstancias en que se halla la provincia de Bue-nos Aires e islas Malvinas y modo de repararse, que vio la luz el 8 deoctubre de 1802. El virrey Joaqun del Pino estim que el periodista ha-ba colmado la medida y dispuso la clausura.Luego de permanecer un tiempo en Buenos Aires, donde ejerci laabogaca e intent reflotar el teatro Coliseo, se embarc hacia Espaa.No tard en incorporarse al grupo de afrancesados que apoyaban a JosI, el hermano de Napolen, impuesto por ste en sustitucin de FernandoVII con general repulsa de los peninsulares.

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    Fracasada la aventura bonapartista, Cabello se exili en Francia,donde se desempe como traductor e intent obtener el favor oficial.Volvi a Espaa en calidad de integrante de la expedicin del Duque deAngulema destinada a expulsar del gobierno a los liberales, conocidacomo de losCien mil hijos de San Luis . En su patria reclam en vano elreconocimiento de sus servicios militares, adjudicndose un grado supe-rior al de milicias que posea, pero no tuvo xito. Muri en la pobrezahacia la dcada de 1830, sin que se sepa exactamente en qu fecha.

    El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio

    Un mes y das antes del cierre delTelgrafo Mercantil , el 1 de sep-tiembre de 1802 apareci elSemanario de Agricultura, Industria y Co-mercio , redactado por Juan Hiplito Vieytes. Como aqul, el nuevo r-gano solicit y obtuvo el apoyo del Real Consulado. El sndico de esacorporacin, Francisco Antonio de Escalada, propuso, para asegurar queel peridico llegara al mayor nmero posible de habitantes, que se entre-gasen ejemplares a los prrocos a fin de que hicieran conocer su conteni-do a los feligreses como modo de impulsar nuevos hbitos de labor enmbitos rurales.

    Vieytes era dos aos mayor que Cabello y Mesa y como l haba esta-do vinculado con la explotacin minera. Nacido en San Antonio de Areco,inici estudios de filosofa en el Colegio de San Carlos, que abandon paradirigirse a Potos. Lo impulsaba la esperanza de prosperar en la industriaextractiva. Vivi veinte aos en esa ciudad y en la culta Chuquisaca, dondetom contacto con otros hijos de Buenos Aires, como Juan Jos Castelli. Yde la misma manera que casi todos los hombres en edad militar, form a suregreso parte del primer regimiento de infantera de vecinos.

    Es posible que durante tan larga permanencia concibiera la idea deeditar un peridico para instruir a los ciudadanos sobre las cuestiones queocupaban en forma predominante las cabezas de los hombres nacidos ycriados en el Siglo de las Luces.

    Lo cierto es que su propuesta naci con evidente buena estrella. Secumplan los votos del aparentemente despechado Cabello: plegue alcielo que este erudito peridico apueste duraciones con el tiempo, y quesu editor logre una eficaz proteccin y se le estime cual merece su noto-rio mrito.

    El Semanario sali de las prensas de los expsitos una vez por se-mana, los mircoles, y logr publicar, hasta el 11 de febrero de 1807,

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    218 nmeros, dos suplementos y cuatro ejemplares extraordinarios. Uno,el 66, fue censurado a raz de las crticas que Vieytes hizo al Cabildo deBuenos Aires por haber pedido que se prohibiera la exportacin de trigoy al virrey por decretarla. Pero adems, se produjo una forzada pausa en junio de 1806, con motivo de la primera invasin inglesa. Existen opi-niones divergentes acerca de las cualidades periodsticas delSemanario .Mientras unos piensan que se hallaba mucho ms cerca de un libro que

    Semanario de Agricultura, Industria y Comercio . Su redactor, HiplitoVieytes, promovi las ideas fisiocrticas en boga en su poca (Museo Mitre)

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    de un rgano con intencionalidad periodstica, otros lo consideran unverdadero adelanto en la materia, muy superior alTelgrafo . Sin descar-tar el hecho de que public noticias sobre asuntos tiles y se hizo eco dehechos que interesaban a las gentes del Virreinato, no se puede dejar dedecir que campea en la mayor parte de sus ediciones un estilo farragosoque torna difcil la lectura. No pareci comprenderlo el editor cuando sequej amargamente de la reticencia de los prrocos a difundir los nme-ros que llegaban a sus manos.

    Propsitos de la hoja

    Para muestra de la prosa de Vieytes, reproducimos el prrafo inicialdel largo prospecto que precedi al primer nmero: Desde que el espri-tu de dominacin y de conquista dej de ser la principal pasin con quese alimentaba el corazn del hombre, y desde que dej la espada de ocu-par el brazo que hoy se ejercita en el arado, ya no vemos con horror aque-llos campos que en lugar de espigas pareca brotaban hombres destructo-res destinados slo a aniquilar su propia especie: a la sangre del guerreroha sucedido el sudor del labrador, y al espantoso sonido de la trompetamilitar la flauta pastoril; felices tiempos los que el hombre, todo entre-

    gado a la ms recomendable ocupacin, consagra a Ceres los preciosossacrificios con que antes agradaba a Marte!...Lo cierto es que Vieytes, a la par que editor precursor, junto con

    Nicols Rodrguez Pea, de un proyecto industrial de cierta importancia,la fbrica de jabones, no estaba conforme con la repercusin alcanzadapor su peridico, a pesar de que el precio -entre dos y tres pesos segn elsitio de residencia- similar al delTelgrafo , era razonable. Tal convic-cin lo llev a modificar en parte la orientacin de la hoja, pletrica deartculos relacionados con la agricultura, la industria y el comercio, puesse agreg informacin sobre entrada y salida de buques y acerca del con-tenido de sus cargamentos.

    Resulta interesante, a la vez que significativo desde el punto de vis-ta sanitario y social, el comentario que se refiere a la aplicacin de lavacuna antivarilica, seguido de otros en que se destaca la inoculacinde la esposa del gobernador de Montevideo y de una hija del virrey Ra-fael de Sobre Monte. Ambas referencias tenan por objeto convencer so-bre la necesidad de extender tan indispensable prctica a todos los habi-tantes. Ya por fin no oiremos los lamentos de aquellos naturales cuandoatacados de la viruela eran vctimas funestas de sus cruelsimos efectos.

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    En otro orden, Rivera y Quintana consideran que la crnica sobreEreccin de la Villa de San Fernando de Buena Vista, conveniente-mente remozada, podra ser publicada sin objeciones en un diario mo-derno.

    Fuera del tono plomizo de los artculos, no cabe duda de que Vie-ytes posea un profundo afn de ensear. Un ejemplo de su afn pedag-gico que iba ms all de las disquisiciones sobre cuestiones de contenidoterico para incursionar en las asuntos prcticos, son las lecciones del artede nadar que ocuparon varios nmeros, y tambin el modo de benefi-ciar la cera, las aplicaciones de la sal alcalina, el uso de la argamasa, elempleo de mantequilla y leche, la destilacin de aguardiente, el arte devivir sano y mucho tiempo, etctera.

    Segn Martini, para elSemanario el proceso de recuperacin eco-nmica del Virreinato se basaba en dos premisas ntimamente relaciona-das entre s: por un lado, el aumento equilibrado de la produccin agr-cola-ganadera y del consumo interno, de manera que se pudiese destinaral comercio un excedente de precio moderado; por otro, el desarrollo dela industria que tornara provechosas y apetecibles para el mercado exter-no, algunas materias primas hasta entonces miradas con indiferencia.

    Para ello era necesario mejorar la condicin de los labradores y con-vencerlos de las ventajas que importaba la instalacin en sus hogares de

    telares de gneros groseros (lana, algodn o lino), a fin de que las ma-nos hasta entonces ociosas de ancianos, mujeres y nios surtiesen de lamateria prima necesaria para el vestuario de la familia. El ahorro de loque se aplicaba para la compra de telas permitira contar con un exce-dente comerciable, y en consecuencia con la consiguiente ganancia.

    Antes de hacer una referencia al papel del peridico con motivo delas invasiones inglesas, cabe sealar que entre sus colaboradores identi-ficados se hallaban Manuel Belgrano, Pedro Cervio y Pedro Antonio deHevia y Pando.

    Frente a las invasiones inglesas

    En diciembre de 1805, la noticia del paso de fuerzas navales brit-nicas por las costas del Brasil, rumbo a frica, suscit el temor de losrioplatenses sobre un posible ataque ingls que les permitiera abrir nue-vos mercados en la parte ms austral del Planeta. Los temores aumenta-ron en marzo cuando se conoci la toma del Cabo de Buena Esperanza.Sin embargo, se hizo poco y nada para organizar una eventual resisten-

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    cia. De ese modo, cuando las velas inglesas fueron divisadas en el ama-rronado Ro de la Plata, el 25 de junio de 1806, se tuvo la evidencia deuna verdadera catstrofe. A pesar del reducido nmero de soldados y pie-

    Hiplito Vieytes, segn A. Gonzlez Moreno (Museo Histrico Nacional).

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    zas de artillera con que contaban, los britnicos entraron en Buenos Ai-res casi sin resistencia, y se apoderaron de la ciudad que comenz a or-ganizarse para expulsarlos.

    Vieytes consider que no poda continuar publicando su semanariopara que sirviese los designios del invasor, y ces en su labor con el finde formar parte de las fuerzas reconquistadoras. El 12 de agosto, el gene-ral Beresford le entregaba su espada en seal de rendicin a Liniers y stese la devolva en hidalgo gesto. La inoperancia del virrey Sobre Monteprovoc la convocatoria de un cabildo abierto que otorg al marino elmando de las armas. ste inst al editor delSemanario a que siguierapublicndolo, como modo de difundir sus ideas enteramente decididasa su gloria [la del pueblo de Buenos Aires] y ventajas, como asimismoespero que me impondr de los hechos de beneficencia y de patriotismocon que se han distinguido todos estos moradores en el feliz suceso de sureconquista, cosa que hizo a fines de septiembre.

    No se le podan exigir a don Hiplito crnicas vivas ni fogoso esti-lo. Sin embargo, los lectores, muchos de ellos en armas como el mismoVieytes, que revistaba como capitn de la Legin Patricia, se enterarondel retorno ingls y del sitio y cruenta toma de Montevideo por parte delas tropas al mando superior del general Samuel Auchmuty, acaecido el3 de febrero de 1807. Finalmente, el 11 de febrero, tras informar que la

    resistencia de los defensores har poca en los fastos de Amrica, y dedar a conocer a los lectores que el editor suspenda por ahora la publi-cacin, elSemanario dej de existir.

    El nombre de Vieytes se asociara a los momentos iniciales de lapatria libre, como que acompa la expedicin al Alto Per en calidadde comisionado poltico, cargo del que fue separado por negarse a fusilaren territorio cordobs al contrarrevolucionario Santiago de Liniers. Per-teneci brevemente a la Junta de Gobierno, antes de que fuera ampliadapor los diputados del interior, y como partidario del ex secretario del cuer-po, Mariano Moreno, sufri vicisitudes que no le impidieron prestar lue-go diversos servicios a la causa que haba abrazado con fervor. Muri alos 55 aos en San Fernando, en octubre de 1815.

    La Estrella del Sur

    Aunque se trate de un peridico bilinge redactado en Montevideopara propagar los objetivos confesables de la presencia britnica en elPlata, no se puede omitir la mencin del semanario La Estrella del Sur

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    (The Southern Star ), tanto por su continente como por su contenido. Encuanto al primero, resultan notables los elementos de composicin e im-presin utilizados, muy superiores a los que contaba la Imprenta de Ni-os Expsitos, como tambin la disposicin de los textos a dos colum-nas, la clara y llamativa disposicin de los anuncios, y aun el emblemaingls del acpite, finamente fundido. No hay duda de que al elegir tiposy formato similar al actualtabloid , el annimo editor, casi con seguridadbritnico, tuvo tambin en cuenta el gusto de los jefes, oficiales y tropade la armada y el ejrcito de su pas, a quienes estaban dedicadas gene-ralmente las dos columnas de la derechaLa evocacin delTimes , de Londres, que ya se haba ubicado entrelos ms importantes del mundo por su severo y digno aspecto, por la pul-critud y concisin de su prosa y por la eleccin de sus artculos, surgenaturalmente cuando se observan los ejemplares de La Estrella del Sur .

    La cantidad y calidad de las tropas que desembarcaron en el puertode Maldonado, la ineptitud del virrey Sobre Monte, que se manifestabauna vez ms, quebraron toda posibilidad de resistencia por lo que Mon-tevideo vio penetrar miles de hombres que ocuparon los puntos estrat-gicos y se prepararon para atacar Buenos Aires.

    Los ingleses, concluida la lucha, procuraron convencer a la pobla-cin de sus designios de liberarla del pesado yugo espaol. Entre los

    medios que pusieron en marcha con ese objeto, se hallaba la prensa. Perocabe aclarar, como lo hace Ariosto Gonzlez, que no fue una empresaoficial en la que se utiliz material perteneciente a las fuerzas, sino deun negocio particular protegido y autorizado por la autoridad militar.De tal modo, el 9 de mayo de 1807, apareci un Prospectus en el quese anunciaba la prxima aparicin de La Estrella del Sur y se enuncia-ban sus objetivos.

    El 23 de ese mes, sali el primer nmero, de cuatro hojas, al quesiguieron otros siete hasta el 4 de julio de 1807 -es decir un da antes delfracasado ataque a Buenos Aires que puso fin a los intentos armados deGran Bretaa-, compuestos con editoriales breves, concisos, claros, es-critos con estilo directo y persuasivo. Completaban el semanario nume-rosas noticias, crnicas y notas locales y extranjeras, adems de materialameno y curioso con el que entretener los ocios de civiles y militares.Tales prrafos del artculo que inicia la primera pgina de opininofrecen una muestra de la prosa escueta y precisa de que haca gala elperidico: En esta regin las ventajas de una imprenta libre hasta aho-ra nunca se han experimentado. Van a descubrirse. Nuestro objeto prin-cipal en conducirla ser aumentar y alentar aquella armona, concordia

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    y amistad que debe existir siempre entre los sbditos de un mismo go-bierno.

    Invocamos el socorro de todos en ayuda de una causa tan justa.Tenemos esperanzas de que nuestros amigos los comerciantes nos darngustosamente su asistencia conforme a sus deseos. La integridad y ca-rcter honrado de un comerciante ingls se conoce en todas partes delmundo...

    Los artculos referentes al rgimen espaol, que consideraba abso-lutista y opresor, tendan a volcar a la opinin a favor de la presencia bri-tnica, contraponiendo el ejemplo de un pas moderno, liberal e indus-trioso, con el de una metrpoli sin otro objeto que aprovecharse de sussbditos.

    Bartolom Mitre escribi acerca del papel de la hoja en su Historiade Belgrano y de la independencia argentina : revel a los americanosla decadencia de Espaa, presentndoles en perspectiva una felicidad queno haban conocido jams. En parecido sentido se manifestaron otroshistoriadores argentinos del siglo XIX, que si exaltaron la lucha militarde criollos y espaoles contra el invasor, no ocultaron sus simpatas ha-cia los principios que supuestamente sustentaban su accionar.

    El Correo de ComercioSi se descarta laGazeta del Gobierno de Buenos Aires , que por dis-

    posicin del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros reprodujo entre octubrede 1809 y enero de 1810 slo documentos oficiales, el ltimo peridicode la etapa colonial fue elCorreo de Comercio , redactado con la colabo-racin de Vieytes por Manuel Belgrano.

    El propio Cisneros le haba propuesto, en enero de 1810, la edicinde una hoja que llenase la notoria ausencia delSemanario . Aceptado elofrecimiento, el virrey dict un decreto por el que habilitaba la aparicindel peridico y destacaba expresamente su apoyo; el 24 de ese mes, Bel-grano daba a conocer unProspecto en el que aluda al vaco dejado porla publicacin de Vieytes, los frustrados intentos de dar a luz enseguidaotra, e informaba que algunos patricios estaban dispuestos a colaborargratuitamente para llenarlo, avergonzados de que la gran capital de laAmrica meridional, digna hoy de todas las atenciones del mundo civili-zado, no tuviese un peridico en que autnticamente se diese cuenta delos hechos que la harn eternamente memorable, e igualmente sirviesede ilustracin en unos pases donde la escasez de libros no proporciona

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    el adelantamiento de las ideas a beneficio del particular y general de sushabitadores.

    El prrafo trascripto demuestra que, en materia de estilo, elCorreode Comercio no difera, por lo farragoso, del que se haba empleado enel Semanario . Su objeto era tambin promover los conocimientos tiles,e insistir de un modo especial en la educacin, persuadido de que laenseanza es una de las primeras obligaciones para prevenir la miseriamoral y la ociosidad.

    En lo que Mitre denomin revista econmica literaria, se trataroncuestiones tan variadas y diversas como la navegacin, las caractersti-cas del puerto de Barragn, el modo de lograr buenos plantos, la flori-cultura, la fruticultura, la asistencia a los pobres, el tratamiento de la hi-drofobia, recetas de botica, cra de vacas, forma de exterminar lashormigas, sin dejar de ocuparse del crdito pblico y del papel de losbancos. En cuanto a lo literario, algunas poesas slo poseen de ellas lamtrica, y no siempre ajustada.

    La cuidadosa determinacin de no incursionar en temas polticos,tuvo dos excepciones: el 19 de mayo de 1810, seis das antes del movi-miento revolucionario que marc el comienzo del fin de la dominacinespaola, Belgrano escribi un artculo en el que analiz las Causas dela conservacin y engrandecimiento de las naciones, que segn recuer-

    da en su Autobiografa , tuvo el acierto de contentar a criollos y espao-les: agrad tanto a los de nuestro partido como a Cisneros, y cada unoaplicaba el ascua a su sardina, pues todo se refera a la unin y desuninde los pueblos.

    Pero nada dice elCorreo de Comercio sobre la caducidad de Cisne-ros y la formacin de una junta de gobierno de la que el propio Belgranoera vocal. Es como si tan notable episodio no hubiese logrado modificarel plan de publicacin de artculos, posiblemente ya elaborados, del pe-ridico.

    El 11 de agosto, apareci una nota titulada La libertad de prensa esla principal base de la instruccin pblica, en la que se sostena que lafacultad de escribir y publicar equivala al derecho de pensar y hablar, yque pretender ir en contra de esa aspiracin era lo mismo que tener ata-dos los entendimientos. Y agregaba que la libertad era necesaria parala instruccin pblica, para el mejor gobierno de la nacin y para su li-bertad civil, es decir para evitar la tirana de cualquier gobierno que seestablezca, de lo cual son buenas pruebas que ningn tirano puede haberdonde ella est establecida, y que ningn tirano ha dejado de quitarla contodo cuidado a sus sbditos, porque son incompatibles entre s.

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    Esa libertad admita tres restricciones: en caso de atacar al dogmacatlico, criticar mordazmente a personalidades o incurrir en obscenidad.

    Luego de que Belgrano, designado jefe de la expedicin destinadaa transmitir el mensaje revolucionario a los paraguayos, dej BuenosAires, Hiplito Vieytes se hizo cargo del peridico que ces de apareceren forma abrupta el 5 de abril de 1811, tras haber editado 52 nmeros,aparte del prospecto y otras hojas sin foliar.

    ORIENTACIN BIBLIOGRFICAObras generales de Historia del Periodismo

    Dentro de una gran cantidad de obras publicadas en distintas partesdel mundo, es de consulta ineludible un libro clsico sobre el surgimientoy evolucin de los gneros periodsticos, utilizado desde hace varias dca-das, es el de Georges Weill, que editado originalmente con el ttulo Le Jo-urnal , en Pars, 1936, apareci en lengua espaola como El Diario , Mxi-co, 1941 (con un apndice sobre la prensa hispanoamericana), y como ElPeridico , Mxico, 1962, sin dicho apndice. Entre las obras ms recien-tes cabe mencionar, Carlos Barrera (coordinador), Historia del Periodis-

    mo Universal, Madrid, 2004. Aparte de la conocida obra de Jos TorreRevello, El libro, la imprenta y el periodismo durante la dominacin his- pnica , Buenos Aires, 1940, puede emplearse con provecho el temporal-mente ms amplio enfoque de Jess Timoteo lvarez; Ascensin Mart-nez Riaza, Historia de la Prensa Hispanoamrica , Madrid, 1992.

    Obras generales de historia del periodismo argentino

    Existen tres libros que intentan abarcar la historia general del perio-dismo escrito en el pas: Oscar R. Beltrn, Historia del Periodismo Ar-gentino. Pensamiento y obra de los forjadores de la patria , Buenos Ai-res, 1943; Juan Rmulo Fernndez, Historia del periodismo argentino ,Buenos Aires, 1943, y C. Galvn Moreno, El periodismo argentino.

    Amplia y documentada historia desde sus orgenes hasta el presente ,Buenos Aires, 1944. Ms recientemente apareci un volumen que con-tiene referencias al pasado y presente de los medios escritos, Carlos Ula-novsky,Paren las rotativas. Historia de los grandes diarios, revistas y

    periodistas argentinos , Buenos Aires, 1997.

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    Ediciones facsimilares de peridicos rioplatenses de la poca colonial

    Existen reimpresiones facsimilares de los tres peridicos publica-dos en Buenos Aires y de la efmera hoja aparecida en la ciudad de Mon-tevideo durante la segunda invasin inglesa, a saber:Telgrafo mercan-til, rural, poltico-econmico e historigrafo del Ro de la Plata,1801-1802 , Junta de Historia y Numismtica Americana, dos volmenes,Buenos Aires, 1912-1914;Semanario de agricultura, industria y comer-cio , Buenos Aires, 1802-1807, Junta de Historia y Numismtica Ameri-cana, cinco volmenes, 1928;Correo de Comercio, 1810-1811 , Acade-mia Nacional de la Historia, un volumen, Buenos Aires, 1970;TheSouthern Star La Estrella del Sur , Montevideo, 1807, un volumen,Montevideo, Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay, 1942.

    Catlogos

    Constituyen una apropiada gua de las colecciones de diarios y peri-dicos de esta etapa: Museo Mitre, Catlogo de la Biblioteca (Prensa ar-gentina), Buenos Aires, 1907;Catlogo de peridicos sudamericanosexistentes en la Biblioteca Pblica de la Universidad (1791-1861), La Pla-

    ta, 1934; Estudio de los peridicos y revistas existentes en la Biblioteca Enrique Pea , Buenos Aires, 1935; Biblioteca Nacional, Un siglo de pe-ridicos en la Biblioteca Nacional 1800-1899 , Buenos Aires, 1935; Mu-seo Histrico Nacional, Catlogo del periodismo e imprenta argentina ,Buenos Aires, 1960;Catlogo de peridicos anteriores a 1860 existentesen la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Crdoba , Crdoba,1968; Academia Nacional de Periodismo,Gua histrica de los medios gr-

    ficos argentinos en el siglo XIX (Biblioteca Nacional) , Buenos Aires, 1998.

    Aparicin y desarrollo de la imprenta

    Mencinanse, entre diferentes aportes sobre el tema, Juan Canter,La Imprenta, en Historia de la Nacin Argentina , volumen 4, BuenosAires, 1940; Carlos Heras,Orgenes de la Imprenta de Nios Expsitos ,La Plata, 1940, Guillermo Furlong, Historia y bibliografa de las prime-ras imprentas rioplatenses (1700-1859) , tres tomos, Buenos Aires, 1953,1955-1957. Del mismo autor, Historia social y cultural del Ro de la Plata ,tres tomos Buenos Aires, 1969.

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    Periodistas y peridicos

    Para comprender el contexto doctrinario del periodismo, es indis-pensable el libro de Daisy Rpodas Ardanaz, Refraccin de ideas en lapoca colonial , Buenos Aires, 1983. Un aporte sustancial a la historia delprimer intento de circulacin de noticias en forma de peridico, ademsde la individualizacin de su autor, es Jos Mara Mariluz Urquijo, LaGazeta de Buenos Ayres (1764), Academia Nacional de la Historia,In-vestigaciones y Ensayos , N 38, Buenos Aires, 1988. Con referencia aesa misma hoja y al resto de los rganos rioplatenses, resulta importantela obra de ngel Rivera y Ral Quintana, Aparicin de los gneros pe-riodsticos en la poca colonial, Buenos Aires, Boletn de la Academia

    Argentina de Letras N 46, 1944.Con respecto a los respectivos redactores, hay una casi intermina-

    ble lista de artculos periodsticos y de aportes vinculados con aspectosmuy circunscriptos, pero merece especial mencin, en lo referente alTelgrafo Mercantil , el fundamental libro de Mnica P. Martini,Fran-cisco Antonio Cabello. Un publicista ilustrado de ambos mundos (1766-1824) , Buenos Aires, 1998. De la misma autora, y con relacin a la etapahispana, La imprenta y el periodismo, en Nueva Historia de la Nacin

    Argentina , tomo III, Buenos Aires, 1999. A la figura y formacin de Juan

    Hiplito Vieytes, se han referido, entre otros, Jos Torre Revello, Labiblioteca de Hiplito Vieytes, revista Historia N 6, Buenos Aires, 1966,y Flix Weinberg, que escribi un estudio preliminar a la obra Antece-dentes econmicos de la Revolucin de Mayo: escritos publicados por Vieytes en el Semanario de agricultura, industria y comercio. 1802-1906 ,Buenos Aires, 1956, en el que realiza una valoracin de aquel personaje.De la efmera actuacin de Manuel Belgrano al frente delCorreo deComercio hay mltiples referencias en diversas biografas y publicacio-nes peridicas. No se pueden dejar de mencionar, Mario Belgrano, His-toria de Belgrano , Buenos Aires, 1944, y la clsica de Bartolom Mitre,

    Historia de Belgrano y de la independencia argentina , tercera edicindefinitiva, Buenos Aires, 1887. Especficamente se refiri al tema, Ar-mando Alonso Pieiro, Manuel Belgrano periodista , Buenos Aires, 1973.