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Toda la noche se oyeron pasar pájaros... Copyright 2013 AMPA IES JUAN DE LA CIERVA (MADRID) - www.apajcierva.com

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Libro electrónico con los microrrelatos de los ganadores y finalistas del II Concurso Literario 2013, organizado por el AMPA del IES Juan de la Cierva.

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  • Toda la

    noche se

    oyeron

    pasar

    pjaros...

    Copyright 2013 AMPA IES JUAN DE LA CIERVA (MADRID) - www.apajcierva.com

  • El 23 de abril de 2013 se celebr en la Biblioteca d

    el Instituto el II Certamen Literario organizado por el

    AMPA del IES Juan de la Cierva y el Departamento de

    Lengua y Literatura Castellana.

    Los participantes tuvieron que escribir un relato partiendo de

    la frase Toda la noche se oyeron pasar pjaros,

    nombre de uno de los libros de Jos M. Caballero Bonald,

    Premio Cervantes 2012.

    Damos la enhorabuena a los ganadores y

    a todos los participantes y publicamos a continuacin

    los microrrelatos de los ganadores y de los dos finalistas.

    Agradecemos a los profesores del Departamento de

    Lengua y Literatura Castellana su colaboracin

    para que este certamen se haya podido

    celebrar con xito, una vez ms.

  • Fallo del II Certamen Literario:

    MODALIDAD A

    GANADOR: JULIA FONTN VELA 2 ESO

    PRIMERA FINALISTA: CARLA FUENTES SNDHEZ - 2 E

    SEGUNDO FINALISTA: DARO GMEZ-CORNEJO HERNNDEZ - 1 A

    MODALIDAD B

    GANADOR: ANA DOLZ MARTNEZ 3 A

    PRIMERA FINALISTA: LAURA RAYN LARENA 4 B

    SEGUNDO FINALISTA: JIMENA SOFA VEGA 4 B

    MODALIDAD C:

    GANADOR: JUAN MANUEL DE LAS HERAS FRANCO 2 BAC. F

    PRIMER FINALISTA: ALVARO HERRERO LLORENTE 2 BAC. B

    SEGUNDO FINALISTA: ANATOLIO ALONSO CRESPO 2 BAC. B

  • Ganadora Modalidad A

    Julia Fontn Vela (2 ESO)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros. Era nuestro fin? As era

    como iba a terminar todo? Lara y yo estbamos en el bosque, cami-

    nando sin rumbo hacia lo desconocido. Habamos sufrido un acci-

    dente de coche del que, milagrosamente, habamos salido ilesos

    pero, como siempre pasa en estos casos, no tenamos cobertura y,

    por lo tanto, tampoco tenamos alcance a la posibilidad de ser res-

    catados. Deban ser ya alrededor de las cuatro de la madrugada y

    llevbamos toda la noche andando. No habamos sufrido heridas

    graves, pero estbamos magullados y agotados. No saba cunto

    ms aguantaramos.

    - Daryl, no puedo ms, tenemos que parar a descansar me dijo La-

    na, exhausta-.

    Ella no tena la culpa de nada. Era yo quien se haba despistado

    conduciendo.

    - Vamos, Lana, ya no queda nada. All veo un claro. En cuanto lle-

    guemos, pararemos a descansar, te lo prometo. Pero luego debere-

    mos continuar hasta llegar a un sitio donde estemos visibles le di-

    je yo con falsa vitalidad-.

  • Tras la mala cara que me dedic Lara, continuamos la marcha. Pa-

    sados diez interminables minutos, llegamos al claro que yo haba

    divisado, pero aquello no era lo que esperaba. Habamos encontra-

    do una cabaa. Qu se supona que debamos hacer? Meternos

    en aquella extraa cabaa sin saber a lo que nos enfrentbamos?

    Ser adolescente implicaba haber visto muchas pelculas de terror,

    y la imagen que tenamos Lana y yo de las cabaas abandonadas en

    el bosque no nos ayudaba mucho.

    - Creo que deberamos entrar dije armndome de un inexistente

    valor.

    - Ests loco? me pregunt Lana, con toda la razn del mundo-.

    Daryl, llevamos toda la noche andando y, a pesar de que estemos

    agotados, no podemos meternos en una cabaa abandonada. Todo

    esto no tiene ningn sentido.

    Cog a Lana de la mano y, a pesar de sus quejas hacia mi loca idea,

    consegu arrastrarla hasta el interior de la cabaa. Aquello estaba

    bastante mejor de lo que aparentaba en el exterior. Tras asegu-

    rarnos de que no haba nadie, nos acurrucamos en el suelo, apoya-

    dos en una pared de lo que pareca haber sido un comedor. El alba

    asom a travs de las rotas ventanas. Un ruido. Unos pasos que

    provenan del exterior nos alertaron. El pomo de la puerta princi-

    pal empez a girarse. Entrara por la puerta nuestra salvacin, o

    por el contrario, nuestro irremediable final?

  • Primer Finalista Modalidad A

    Carla Fuentes Snchez (2 ESO)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros, era como comenzaba el libro

    que, por el destino o porque alguien quera que me lo leyese, apareci

    una soleada maana de mayo en mi puerta. Mir a mi alrededor, una bol-

    sa de patatas, un refresco, un caf para no quedarme dormida, y ningn

    reloj que pudiera distraerme de la lectura. Me acomod en aquel sof

    de piel oscura y comenc a leer. Pasaba las

    hojas casi sin darme cuenta. Captulo tras

    captulo se me haca ms difcil parar de

    leer. Asesinatos sin aclarar, gente desapa-

    recida, todo pareca sacado de un teledia-

    rio. A medida que lea, me daba cuenta de

    que el autor saba muy bien de lo que ha-

    blaba. Cog el ticket de la compra de las

    patatas y lo aprovech como separa-hojas.

    Me levant y me dirig hacia mi ordenador.

    Entr en la carpeta de casos sin respues-

    ta y me di cuenta. Los casos eran exactamente iguales a los crmenes

    del libro. La respuesta a todos esos casos cerrados llevaba en las libre-

    ras muchsimo tiempo, pasando desapercibida. Llam al gerente de la

    comisara y le cont lo que haba descubierto. Aquella noche, la emocin

    no me permita mantener los ojos cerrados ms de diez minutos. Esta-

    ba volviendo a conciliar el sueo cuando el ruido de unos cristales rotos

    me avis de que haba alguien en la casa. Antes de que me diera tiempo

    a escapar tena a todo el departamento de polica de mi ciudad en mi

    cuarto. Ah fue cuando ca en la cuenta de que la autora era yo.

  • Segundo Finalista Modalidad A

    Daro Gmez-Cornejo Hdez (1 ESO)

    Toda la noche se oyeron pasar p-

    jaros. Fue una noche oscura, fra,

    lluviosa. Todo ocurri muy deprisa.

    All estaba ella, sola, introducida

    en sus pensamientos, cuando algo

    la hizo despertar: el crujido de

    una rama en el suelo, no muy lejos

    de ella. Extraada, sali de all; el

    miedo corra por sus venas. Alguien

    andaba por all cerca. De pronto,

    un grito rompi el silencio de la no-

    che. Junto con la lluvia, aterrada

    camin hacia all. Era l: los bui-

    tres ahora sobrevolaban alrede-

    dor. Sera ella la siguiente?

  • Ganadora Modalidad B

    Ana Dolz Martnez (3 ESO)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros. Golpeaban con sus grandes

    alas el cristal de mi ventana, en mi duermevela crea ver las peque-

    as piedrecillas negras de sus ojos recortndose contra la sombra,

    cuando un relmpago iluminaba fugazmente el horizonte. Las nubes

    habran cubierto la tranquilizadora luz de la luna. Los pjaros vola-

    ban, y en mi imaginacin desbocada se me mostraban como un os-

    curo remolino que envolva furioso la casa, pugnando por entrar,

    por atravesar la ventana y atacar.

    Cerraba los ojos con fuerza y vea negras plumas revoloteando a

    mi alrededor, negros picos de brillante acero que se abran y ce-

    rraban, sonando como truenos y relmpagos en mis odos. Nunca

    ms, nunca ms pareca susurrar el libro, que segua sobre mi me-

    silla. El viento ruga, los pjaros graznaban, yo senta cernirse so-

    bre m una criatura monstruosa, fruto de mis pesadillas, un ser de

    alas desplegadas que ocultaban toda la luz, cuyas plumas rezuma-

    ban tinta nocturna, que tena estrellas por ojos y garras plateadas

    como la luna. Era hermoso, salvaje, y letal. Haba surgido de lo ms

    profundo de mis sueos infantiles como una personificacin del mal

    y, sin embargo, en su mirada no haba odio, ni rabia, ni destruccin,

    sino una extraa alegra, una melancola casi amistosa. Aquel ser

    era como una estrella moribunda, de belleza pura, silvestre y ago-

    nizante, algo as como una rosa, que en su aparente vulnerabilidad

    esconde las espinas ms afiladas. Era peligroso, s, pero solo si te

    acercabas demasiado.

  • Le devolv la mirada, ya sin miedo. Se haba hecho el silencio, mis

    pesadillas haban cesado, los molestos grajos que volaban al ano-

    checer haban huido a la par que la luna. El sol naca.

    Cuando despert, a los pies de mi cama, donde antes estuviera el

    pjaro, haba una pluma estilogrfica. Cog una hoja de papel, y em-

    pec a escribir.

    Ahora, escribo casi siempre. Mientras remuevo el caf con la cu-

    charilla, mientras camino por el parque, los que me conocen, llegan

    a decir que muevo la mano como si quisiera seguir hacindolo,

    mientras duermo. An hoy me atormenta la mirada, la visin de

    aquel espectral. Pero sus plumas ya no gotean, se vuelve ms

    transparente cada da que pasa. Ahora esa tinta alimenta mi pluma,

    se convierte en palabras para mis libros, lo llamo imaginacin, ins-

    piracin Musa, dicen algunos. Cada vez se me aparece menos. Y

    cada vez la necesito ms.

  • Primer Finalista Modalidad A Laura Rayn Larena (4 ESO)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros. Las hojas crujan en la no-

    che movidas por el glido viento del norte. Ya no se oan voces, so-

    lo la quietud propia de la oscuridad. Las olas rompan contra el

    acantilado y yo me preguntaba cunto duraran en encontrarme,

    porque era cuestin de tiempo.

    De vez en cuando, se rompa una ramita en el exterior y mis pupi-

    las se dilataban de miedo. Me senta pequea y sola en aquel co-

    bertizo oscuro. Una rfaga helada se col por los agujeros de la

    madera y me puso los pelos de punta. Me abrac ms fuerte y ce-

    rr los ojos. Tal vez as parara de tiritar. De repente, unos ojos

    verdes, rasgados como los de un gato me miraron en la oscuridad y

    le el mensaje implcito que me mandaban: No puedes escapar.

    No saba cmo, pero me levante y con las piernas engarrotadas del

    fro, eche a correr.

    A pesar de la bravura con la que las olas rompan contra el acanti-

    lado, oa las pisadas de mi captor, de mi pesadilla, que poco a poco

    se acercaba como un felino que persigue a un ratn.

    Intent correr ms rpido, pareca que lo consegua pero no dura-

    ra demasiado. Estaba agotada. El fro de la noche se colaba en mis

    pulmones, posndose en mi pecho, congelndolo y, sin embargo, de

  • mi frente caan gotas de sudor. No poda escapar, solo alargar lo

    inevitable. l, detrs mo, apret el paso y le escuch rer, excita-

    do por la caza.

    La luna, apenas una delgada raya curva que no iluminaba, fue tapa-

    da por una nube.

    Como si de simbolismo se tratase, l se acerc. Le oa jadear de-

    trs ma. La falda que llevaba se enredaba en los matorrales, impi-

    dindome la huida. De repente, una sensacin de vaco llen mi pe-

    cho cuando vi que estbamos corriendo haca el acantilado y que

    como un callejn sin salida, me atrapara en l.

    Pareci que l tambin lo saba porque ri con esa voz suya tan

    ronca que antes haba amado. Llegu al precipicio y mir hacia aba-

    jo, la cada sera mortal. Me gir. Le vi avanzar hacia mi. Ya no co-

    rra, no era necesario. Me mir y sonri.

    Me haba vuelto a atrapar, pens.

    Lgrimas llenaron mis ojos. No, me dije, otra vez no.

    Le mir por ltima vez, estaba apenas a un metro.

    Sus ojos resplandecan y su sonrisa brillaba, coronada de sus la-

    bios seductores. Su media sonrisa burlona, que me dio fuerzas pa-

    ra hacer lo que planeaba.

    - Adis - le dije.

  • Y di un paso hacia atrs, abandonndome a la noche, al mar, a las

    rocas.

    Abandonndome a la oscuridad, a mi nica salida.

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros

    Y despert, haba sido un sueo, solo eso.

    Era de noche y l volvera. Siempre lo haca. Era la bestia que ali-

    mentaba mis pesadillas. Lo que ms tema y amaba, personificado

    en hombre.

    Me embut ms en mi jersey que tapaba todos los moratones que l

    me produca.

    Esto no es amor.

    Pero no poda huir, como en mi sueo, y olvidarme de todo.

    El exista, era mi realidad. Y volvera, era mi certeza.

    Ojal pudiera olvidarme y marcharme, huir lejos, pero l me en-

    contrara para convertirlo todo en dolor, en una pesadilla, pero de

    esta no podra despertar. l era el dios de mis pesadillas.

  • Segundo Finalista Modalidad A

    Jimena Sofa Vega (4 ESO)

    Toda la noche se oyeron pasar pja-

    ros. El ruido de sus alas batindose

    no dejaron a Mara pegar ojo en toda

    la noche. A la maana siguiente, fue a

    hablar con su abuela por si a ella

    tambin le haban molestado. La en-

    contr en la cocina preparando el

    desayuno. Aprovech cuando ella se

    haba sentado para sacar el tema.

    Ella, al or la pregunta se qued se-

    ria, quiz demasiado. Su mirada, que

    normalmente sola inundar a todo

    aquel que la miraba de una sensacin

    clida y reconfortante, se volvi sombra. Sus labios difuminaron

    la sonrisa que estaba dibujada en ellos, y una tristeza que pocas

    veces haba visto en ella. Sustituy el buen humor por el que era

    conocida.

    Mara se arrepinti al momento de haber formulado esa pregunta.

    Estaba aterrada. Haba conseguido que su abuela enmudeciera. Pe-

    ro no era ese tipo de silencio cmodo que dos personas comparten

    cuando hay confianza, ese que significa que cada una est ensimis-

    mada en sus pensamientos. Esta vez no era de esas, se trataba de

    ese silencio sombro que deja a ambas personas con fro en su in-

    terior, que indica que una maraa de recuerdos est revolvindose

  • en la cabeza. Suelen ser recuerdos que, o bien siendo consciente o

    bien sin darte cuenta, se entierran en lo ms recndito de tu ser,

    porque son recuerdos dolorosos (o quiz lo contrario, duelen ms).

    Pueden ser un adis precipitado a una persona a la que quieres y en

    la que confas en ver una vez ms, pero luego no ocurre; puede ser

    el verano en el que todo cambia y te das cuenta de que tu yo de

    antes no va a volver, o puede ser tu abuelo empujando el columpio

    en el que te ests meciendo.

    Mara escrut con la mirada el rostro de su abuela, buscando algu-

    nas seas que interpretar, pero no hallo nada, sus ojos verdes se-

    guan mirando al infinito, sin dejar escapar ni un detalle que sirvie-

    ra como pista a Mara. Continu observndola lo que a ella le pare-

    cieron horas, das quiz aos.

    Entonces, inesperadamente, su abuela la mir fijamente a los ojos

    y sonri. Tu madre tambin sola escuchar a los pjaros bailando

    por la noche y es normal, tena la cabeza llena de ellos, aadi

    con un deje de nostalgia en la voz.

    Eso pill por sorpresa a Mara. Desde la muerte de su madre, con-

    tadas veces haba odo a su abuela hablar de ella. Que le compara-

    ra con ella le asustaba, pero esta vez una sensacin de alivio reco-

    rri su cuerpo de arriba abajo y sonri como nunca lo haba hecho,

    y dejando que alguna lgrima se escapara sin su permiso, abraz a

    su abuela y rio.

  • Ganador Modalidad C

    Juan M. de las Heras Franco (2 Bach)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros, el llanto de los coches tristes,

    el mudo lamento de la luna. La ventana abierta, el corazn cerrado, la

    casa vaca. Una balsa de nada, flotando a la deriva en un ocano de in-

    somnio. Botellas tambin vacas y el cenicero a rebosar, como las

    cuencas de sus ojos, rojos de ira, de soledad, de vida. No dijo nada, ni

    mi madre, ni el de arriba. Tal vez no hubiese cobertura entre las nu-

    bes. En el suelo, el peridico de la semana pasada esperaba a que al-

    guien lo recogiese. Ella tambin esperaba. Esperaba la nada, la inter-

    minable espera llmalo vida, si prefieres. La casa, la misma que ayer,

    hoy pareca solemne, como pensar en la muerte, intil, como una cate-

    dral sin feligreses. Dudas, silencios, ms dudas y un cementerio de

    sueos perdidos era su alma. Encendi el mechero para fumarse la vi-

    da, antes que la vida se lo fumase a ella. Se asom con los dedos suje-

    tando el pitillo en uve. Madrid pareca un extrao, un extranjero de s

    misma. El horizonte, un encefalograma de cemento y rutina se exten-

    da, apenas roto por escasas calles. Los bloques grises, las farolas y

    las estrellas eran un collage de luces mustias y otoales. El silencio,

    fuera o dentro, era ensordecedor. Como dos trenes chocando, como el

    llanto de un nio. Volvi a la cama, ahora una herramienta ftil, y en la

    ltima calada, antes de volver a llorar, mir al escritorio, naufragios

    de documentos y carpetas. En una, el nombre de mi padre ms abajo,

    donde ella deba firmar, el suyo, ambos separados por una estrecha e

    interminable lnea de puntos. Mir en su lado, nada. La cama era el in-

    finito.

  • Primer finalista Modalidad C

    lvaro Herrero Llorente (2 Bach)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros, Era un ruido que me agita-

    ba dentro de la cama. Sacuda mis recuerdos como un chopo bajo

    una tormenta. En mi mente aparecan reflejos de aquellos das,

    cuando yo, pequeo, sin saber qu pasaba oa las descargas y los

    pjaros huyendo en todas direcciones.

    Eran noches fras, noches oscuras, pues yo no entenda nada la in-

    certidumbre. Dnde estaba mi padre? Dnde estaba mi her-

    mano?

    Mi madre siempre me deca que me tranquilizara, que volveran,

    pero yo estaba tranquilo Ella no.

    Recuerdo que al or las descargas y los pjaros agitando el silencio

    de la noche, esperaba despus el llanto de mi madre, siempre su-

    ceda, era una reaccin de miedo, los pjaros volaban, mi madre su-

    fra. Una sucesin tan terrible como inexorable, casi mecnica. A

    veces entraba en mi habitacin y me abrazaba, yo no tena miedo,

    no entenda nada, a veces lloraba con ella.

    Despus, mucho despus empec a entender cosas, por qu aque-

    llas explosiones en la Carraca, por qu los llantos de mi madre, por

  • qu el miedo a que la devolvieran las mantas las mantas. Mi her-

    mano era un pen y mi padre trabajaba en los astilleros, tenan

    ideas, tenan convicciones.

    Aquel da de verano ambos desaparecieron, era caluros, yo no saba

    por qu la gente estaba tan agitada. Resulta que eran malos das pa-

    ra tener convicciones, eran malos das en general.

    Un da todo aquello termin, mi padre volvi, mi hermano no fue nun-

    ca el mismo, emigr a Suiza, no s si huyendo del hambre o del pasa-

    do, mi padre dej las ideas y las convicciones, se convirti en un au-

    tmata.

    Y an golpean las descargas los muros de mi cabeza, con un eco sal-

    vaje y sangriento que resuena en la Historia, siniestro, brutal e in-

    justo. Toda aquella noche o pjaros.

    *Nota:

    La Carraca ubicaba los barcos-prisin rebeldes durante la Guerra Civil, es parte de Puerto de Cdiz. Cuando se devolvan mantas era porque el propietario, un familiar, normalmente, haba sido fusilado.

  • Segunda finalista Modalidad C

    Anatolio Alonso Crespo (2 Bach)

    Toda la noche se oyeron pasar pjaros de metal, que cortaban el

    seco silencio de esa noche de verano al igual que la hoja de un cu-

    chillo blandida con odio al vaco. Desde la cama, un nio se aferra-

    ba a sus sbanas, atemorizado por la luz entrecortada que se co-

    laba por las rendijas de la puerta. Todo lo que oa, vea u ola au-

    mentaba su curiosidad acerca de lo que poda estar ocurriendo.

    No era ms que un nio, lo saba bien, de hecho su madre no haca

    ms que recordrselo da tras da, especialmente durante las lti-

    mas semanas.

    Algo que no acertaba a descubrir entre toda la informacin en-

    maraada que pasaba por su casa era la causa de todo. Opaca, as

    era la vida para l.

    Su padre, siempre ms condescendiente, se march de la noche a

    la maana, segn le haban dicho, a protegerles. Pero, de qu?

    Exactamente desde entonces aument la presin de su madre.

    Pareca agitada, como turbada por si l tambin quisiera unirse a

    la defensa familiar. Qu tontera! Cmo defenderse de algo cu-

    ya causa se desconoce, cuyas consecuencias se ocultan?

    El humo slo aumentaba el ambiente asfixiante del verano y la os-

    curidad de la noche. El sonido de los motores apenas dejaba escu-

  • char el silencio que de facto reinara ms abajo. All seguro que es-

    taran ms seguros, con los pies en la tierra, conociendo y entern-

    dose de todo. Aqu, por el contrario, quin iba a saber algo? Tira

    esto, tira aquello, salta aqu o salta all, slo quera volver a tierra

    firme, a ser dueo de su propia vida y dejar de dar palos de ciego, o

    ms acertadamente, a que los diesen a l en el camuflaje de la ne-

    grura que ocupaba todo. Haba una luz, solo una luz, que brillaba lo

    suficiente como para iluminar lo que le rodeaba: su hijo; porque era

    padre de familia, saba lo que haca. Lo saba? El nio, harto de su

    impotencia, sali de la cama. Con los pies desnudos atraves su habi-

    tacin para no hacer ruido. Su madre lea un libro de un lado para

    otro, no paraba quieta. Volvi a la carrera y las mantas le sepulta-

    ron.

    Mir abajo, mir arriba: ninguno saba. Uno desde un pjaro de me-

    tal, otro en un barco de lana y paja; uno crea que el otro saba, el

    otro quera que el uno supiese. No saber la verdad, esa es la bomba

    que peor se tira, pero que mejor remata.