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Gallardo Nieto, Alfonso
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IMÁGENES PROYECTADAS A TRAVÉS DE LA RELIGIOSIDAD Y SU
ARQUITECTURA DESDE JAPÓN
Alfonso Gallardo Nieto
Universidad de Sevilla
RESUMEN
En Japón conviven diversos cultos y corrientes filosóficas y culturales que
componen una religiosidad y espiritualidad plural y variada. Las sinergias
generadas entre ellas y la sociedad dan lugar a imágenes que se presentan al
mundo entero y que muestran claves sobre su cultura y sus creencias. En la
arquitectura, al igual que en la religiosidad, la retroalimentación enriquece a unos
y otros dando lugar a interesantes construcciones cargadas de elementos
simbólicos que sirven a la perfección como soporte a la vida social y religiosa.
INTRODUCCIÓN
Al hablar de arquitectura japonesa, la mayoría de nosotros evocaríamos la
imagen, quizás, de un gran templo budista, una pagoda o un torii inserto en una
frondosa arboleda. Es cierto que son mundialmente famosos otros elementos de la
arquitectura japonesa, como pueden ser sus castillos tradicionales, su arquitectura
doméstica o muchas de sus construcciones más contemporáneas; sin embargo, la
arquitectura religiosa se ha establecido como un hito turístico y cultural de
referencia para el resto de países.
Estas imágenes pueden realmente aportar una información valiosísima sobre
muchos aspectos de la cultura japonesa más allá de lo estrictamente visual. La
religiosidad y espiritualidad se entienden en unas claves muy diferentes a las
occidentales, y de ellas depende su soporte arquitectónico.
RELIGIOSIDAD Y ESPIRITUALIDAD
La primera clave necesaria para comprender cómo se vive la religión es el
sincretismo. En Japón conviven diversas religiones, aunque de forma opuesta a lo
que ocurre en Occidente, cada persona puede creer en más de una. Tanto el
cristianismo como el islam son religiones monoteístas y excluyentes, por lo que
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nos puede resultar extraño que una persona pueda profesar fe a diferentes
religiones de forma simultánea y asistir a ritos religiosos de ambas. Esa tendencia a
la armonización de varias religiones o cultos es lo más habitual en la cultura
japonesa, así como la inclusión de diversas supersticiones o ritos de otros orígenes
dentro de su espiritualidad.
Creyentes en Japón según los grupos religiosos (2012) (Producción propia).
Otro aspecto diametralmente opuesto es la visión del mundo desde su
espiritualidad: creen en el destino, la naturaleza salvaje como pilar central y el ser
humano como parte de dicha naturaleza. Frente a la visión japonesa encontramos
el antropocentrismo occidental con el ser humano dominante sobre el medio,
competitivo y confiado. La separación occidental entre hombre y naturaleza en
Oriente torna a una fuerte unión entre naturaleza y hombre (F. Lanzaco, 2008).
Pese a existir muchos cultos diferentes y diversas sectas dentro de los mismos, en
Japón destacan dos sobre todos los demás el sintoísmo y budismo. El cristianismo
tiene una escasa presencia en la actualidad en Japón, es una religión minoritaria,
dado que sus intentos de evangelizar Japón no fructificaron históricamente.
El sintoísmo es una religión originaria de Japón basada en la veneración de todas
las deidades del cielo y la tierra. Está considerado como un animismo naturalista
en el que se atribuyen cualidades humanas a objetos de la naturaleza y en el que
también se rinde culto a los antepasados. Sus orígenes se relatan en los textos
Kojiki y Nihonshoki, en los que se establecen las bases de la creación del mundo, así
como los kami, elemento fundamental para el sintoísmo. Los kami son deidades
con un origen divino, histórico o de la naturaleza. Aunque dicho término fue
acuñado tras la llegada del budismo para diferenciar las deidades nativas, haciendo
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referencia a unos seres espirituales de un orden inferior al de los budas (S. Ono,
2008).
Existen diversos tipos dentro del sintoísmo, a destacar entre ellos: Koshitsu Shinto
(rituales imperiales), Jinja Shinto (adoración en santuarios y festivales), Shuha
Shinto (adoración a un solo kami, normalmente por la fusión con el budismo o el
confucianismo) y Minzoku Shinto (relacionado con el folclore y las supersticiones).
Dentro del sintoísmo hay varios ritos o supersticiones muy habituales y que se han
convertido en imagen común de la religiosidad de este culto, como son sus
Omatsuri, festividades en las que se rinde culto a los kami y en las que en algunas
ocasiones se procesionan Omikoshi, unos pequeños altares u ofrendas. También
son muy comunes los Omikuji, unas cintas de papel que indican buena o mala
suerte y que tras leerlas se deben anudar a las ramas de un árbol generando una
estampa muy característica. Además, la amplia variedad de amuletos y
supersticiones en el sintoísmo dan como resultado imágenes variopintas y
fácilmente reconocibles.
Ritos sintoistas: Omikoshi para Omatsuri en Ikebukuro; tablas Ume en Meiji Jingu,
amuletos (Ofuda, Omamori, Mayoke), Taigan Ume variantes de los Omikuji.
(Fotografías propias).
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El sintoísmo, pese a ser la religión primitiva de Japón, está presente en su sociedad
casi en igualdad numérica con el budismo, siendo compartidas por los fieles en
muchos casos. Esto es debido a la gestión realizada por la clase gobernante
durante los siglos posteriores a su llegada a Japón. En el año 552 llega, proveniente
de Corea, de manos de unos monjes que lo presentan en la entonces capital, Nara.
No tuvo mucha acogida en el pueblo durante los siglos VII y VIII, pero sí sufre
arraigo en la clase gobernante, ya que se utilizó en muchos casos para unir clanes,
y, tras el apoyo de la emperatriz Suiko en el año 607, comienza una interrelación
que desembocaría en la actual.
El budismo es una doctrina tanto filosófica como religiosa, no fundamentada en la
existencia de deidades, sino en la liberación del hombre de los deseos, las pasiones
y el dolor para llegar al supremo conocimiento y el nirvana. Tiene como conceptos
básicos la existencia como sufrimiento, el karma como relación de causa y efecto
en todos los actos y el ciclo de vida de renacimiento, que sólo puede cesar
alcanzando el nirvana mediante la meditación.
Las imágenes más habituales asociadas a los ritos budistas son las relacionadas
con los funerales y el culto a los difuntos. Además, es frecuente encontrar en los
templos budistas campanas e incienso, utilizados como medios para la purificación
espiritual. La festividad del Obon es mundialmente conocida por las imágenes de
faroles y hogueras que se celebran en la ciudad de Kyoto, vistiéndola, además, de
gala por los festivales y bailes que la acompañan.
Ritos budistas: Altar de ofrendas, Campana e Incienso, todos en Kiyomizu dera, Kyoto.
(Fotografías propias).
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La coexistencia de ambas religiones ha alcanzado una gran compatibilidad entre la
población japonesa, dados sus preceptos no excluyentes, y, hoy en día, ambos
cultos se compenetran hasta tal punto que los ritos y festividades se han
distribuido entre ambas. Por ejemplo, es habitual que en la festividad de año nuevo
la gente acuda a los santuarios sintoístas, mientras que, para los funerales, el rito
que se suele seguir es el budista. Además, ambas religiones comparten la práctica
de tener un altar familiar en el hogar, llamado kamidama en el caso del sintoísmo y
butsudan en el caso del budismo, y en la mayoría de viviendas podemos encontrar
ambos, o elementos de ambos dentro un solo altar. Sin embargo, la religiosidad en
Japón sufre la misma crisis que afecta en Occidente, la de una sociedad cada vez
más tecnificada y una juventud arreligiosa, quedando relegado a las zonas rurales
y la población de mayor edad el seguimiento más devoto (F. Lanzaco; 2008).
SANTUARIOS SINTOÍSTAS Y TEMPLOS BUDISTAS
Al igual que se ha producido una mezcla entre religiones en sus ritos y
costumbres, también se ha producido en su arquitectura. En las primeras
edificaciones de ambas religiones podemos encontrar características muy claras de
su origen, pero, con el paso de los años y la convivencia de ambos cultos y
creyentes, los elementos se han ido difuminando y convirtiéndose, en ocasiones, en
elementos usados por ambas religiones, siendo el margen entre ellos difuso y, a
veces, incluso confuso para los propios japoneses.
Los espacios urbanos generados por los santuarios y los templos son muy
diferentes a los espacios religiosos occidentales. El hecho de que el culto en ellos se
realice de forma individual y autónomo (salvo en contadas ocasiones) permitiendo
un flujo de personas libre y aleatorio, unido a la alta integración de la vida social en
estos espacios dada la gran cantidad de actividades, no exclusivamente religiosas,
que en ellos se realizan, hacen que se conviertan en los espacios públicos de la
ciudad (A. Gallardo, 2016).
Los santuarios sintoístas tienen su origen en la adoración de los kami en los
bosques densos, en los cuales se marcaban determinados lugares como nexos de
unión con el plano espiritual. Estos nexos de unión podían ser, simplemente,
árboles o piedras llamados yoshihiro, que se marcaban con elementos propios de
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su superstición, como las cuerdas shimenawa. En ocasiones, también se construía
un altar o pequeñas construcciones, siempre de pequeño tamaño y dotado de gran
simplicidad.
Cuerda Shimenawa en Kamo jinja, Kyoto (Fotografía propia).
Los santuarios sintoístas, en su mayoría, incluso los que se encuentran insertos en
grandes ciudades, están integrados dentro de un entorno natural. Podemos
encontrar múltiples elementos propios de estos santuarios y que suelen
encontrarse en todos ellos, como serían los torii o los koma inu. Dado que el recinto
del santuario incorpora como lugar sagrado todo el entorno natural, se utilizan los
citados elementos como delimitadores entre lo terrenal y lo sagrado. Los torii,
arcos de madera formados por dos columnas y un travesaño, son un elemento
imprescindible para cualquier santuario, y en algunos de ellos no sólo tienen la
función de delimitar el espacio sagrado, sino que se utilizan como amuletos y se
pueden encontrar por millares. Su origen se encuentra dentro de la mitología
japonesa vinculados con la diosa principal Amaterasu (F. Hadland, 2008).
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Torii de entrada principal, Meiji Jingu, Tokyo (Fotografía propia).
Uno de los rituales con soporte arquitectónico vinculados al sintoísmo, aunque
actualmente se puede encontrar con frecuencia en los templos budistas, es el
temizu, la purificación de los creyentes a la entrada al templo mediante la ablución;
para su realización se pueden encontrar pequeñas construcciones y fuentes
llamadas mitarasi. Los koma inu son dos grandes perros de piedra que actúan
como guardianes, flanqueando los accesos uno a cada lado del camino; con su
origen en el sintoísmo, se pueden encontrar, frecuentemente, tanto en templos
como en santuarios, aunque no son preceptivos.
Mitarasi para la realización del Temizu (Fotografía propia).
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Tras la llegada del budismo, cuyos complejos de templos eran, por lo general, de
gran tamaño, el sintoísmo busca una necesaria renovación y comienza a construir
santuarios de mayor tamaño y complejidad. En ellos podemos distinguir dos zonas
fundamentales: el honden o edificio recibidor principal donde se encuentra el
símbolo del kami del santuario; y el haiden o edificios recibidores secundarios
donde se pueden realizar ofrendas o adoraciones.
Existen diferentes estilos dentro de las construcciones sintoístas, entre los que
destacan el estilo Shinmei zukuri, el Taisha zukuri y el Sumiyoshi zukuri. Los
templos del estilo Shinmei son de extrema simplicidad, tienen suelos elevados y los
tejados inclinados con hastiales en forma de cruz como los graneros, ya que imitan
las construcciones originarias de Japón. El ejemplo más importante de este estilo
es el santuario de Ise, el lugar más sagrado del sintoísmo. Es un gran complejo que
comprende 125 santuarios ubicados entre arboledas, campos de arroz, factorías de
pescado, bibliotecas y museos. Es obligado para los sintoístas la peregrinación a
este sagrado lugar, incluyendo a la familia imperial y al gobierno. Es muy conocido
el proceso de reconstrucción del santuario principal, que no es visitable, que cada
20 años se destruye y se vuelve a construir en el solar anexo como un proceso de
purificación.
El estilo Sumiyoshi es menos habitual, basado en los antiguos palacios, tiene un
mayor espacio interior y un ornamento muy superior a los otros santuarios
sintoístas. Un ejemplo de este estilo es el Funtama Jinja.
El estilo Taisha es el estilo más antiguo, más incluso que el Shinmei, con el que
comparte algunos elementos, como su parecido formal y determinados
ingredientes, como son el shin bashira (pilar central) y también las chigi y katsuogi
(formas decorativas de la cumbrera del tejado). Pese a su parecido, hay una
característica en este estilo que permite diferenciarlo: se encuentran elevados y
poseen grandes escalinatas. Izumo Taisha y Fushimi Inari Taisha son dos famosos
ejemplos de este estilo. El santuario de Fushimi Inari está dedicado a la diosa Inari,
representada en forma de zorra blanca que se identifica con la fertilidad,
agricultura y el éxito. Dado este último aspecto, se ha popularizado entre empresas
y negocios, que hacen ofrendas a este templo para asegurar su éxito, haciendo
ofrendas de torii que se van ubicando creando sus famosos caminos.
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Santuario de Ise, vista del santuario principal, Maiku (Fotografía Anjhara Gómez
Aragón) y Fushimi Inari Taisha, Vista del Go Honden y Sakura Mon (Fotografía
propia).
Por otro lado, los templos budistas son grandes complejos con diversas
edificaciones, entre las que destacan la pagoda, el gran salón kondo y el salón de
estudio monacal kodo. En los templos budistas siguen las reglas del Feng-shui en su
construcción, desde la elección de la ubicación hasta la disposición de los edificios
dentro del complejo. Existen diferentes disposiciones para las edificaciones,
aunque las más comunes suelen ser en línea o en forma de palacio chino en torno a
uno o dos patios. Suelen tener dos zonas diferenciadas, una laica para el acceso al
culto de los creyentes y otra monacal (F. García, 2004).
El estilo general de los templos budistas es la construcción con altas y gruesas
columnas de madera sobre bases de piedra, todo culminado con cubiertas
inclinadas de tejas con remates en las esquinas, ornamentados al estilo de la
arquitectura china. El color rojo es predominante en los templos budistas, era el
más utilizado, ya que los pigmentos que se utilizaban para crear ese color rojo eran
los más baratos, al ser obtenidos de la misma tierra. Aunque este color rojo
también es muy habitual en el sintoísmo, por lo que no puede ser considerado
como elemento diferenciador.
En los templos budistas, al contrario que en los santuarios sintoístas, es habitual
encontrar estatuas y representaciones. Se pueden apreciar tanto en altares como
en las habituales estatuas niō, dos figuras guardianas situadas a los laterales de la
puerta principal del templo como defensores.
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Altar budista y detalle de estatua Niō (Fotografías propias).
En la actualidad, se pueden encontrar templos budistas de épocas diferentes y de
sectas del budismo con grandes diferencias entre ellas, por lo que generalizar sus
características se hace casi imposible.
Templos budistas: Kinkaku-ji o pabellón dorado en Kyoto, Todai-ji en Nara, edificio
principal del Sensō-ji en Asakusa, Tokyo, y Karesansui en Ryoan-ji, Kyoto.
(Fotografías propias).
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Sin embargo, hay ciertos valores que se pueden encontrar en algunos de ellos,
como sería la convivencia de los edificios del templo con la naturaleza, incorporado
desde el sintoísmo (ejemplos de esto podrían ser el templo Enryaku-ji o el
Kinkaku-ji). También es habitual encontrar inmensos edificios, como salones
principales, provenientes de la cultura china, como en el templo Todai-ji o el
Hōryū-ji. La incorporación de los karesansui, o jardines de piedra es un elemento
relativamente frecuente en los templos budistas, con su ejemplo más famoso en
Ryoan-ji.
La convivencia de ambas religiones ha hecho que muchos de los elementos que
podemos observar se encuentren presentes en las dos, o que adapten elementos
mutuamente para enriquecerse. Es tal la compenetración a la que han llegado
ambas arquitecturas que, en ocasiones, se pueden encontrar incluso conviviendo
dentro de un mismo recinto. Es el caso del Jishu Jinja, un santuario sintoísta
dedicado al amor que está construido dentro del templo budista Kiyomizu dera.
Jishu Jinja, santuario sintoísta dentro del templo budista Kiyomizu dera (Fotografías
propias).
CONCLUSIONES
La fuerte acogida de los mejores valores de cada cultura y la adaptación
para sus propias necesidades siempre ha sido una gran cualidad de los japoneses, y,
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en el sentido espiritual, también lo han hecho recogiendo los valores de los
diferentes cultos y corrientes que han llegado hasta ellos, haciéndolos convivir con
sus originales devociones. Sintoísmo y budismo, unidos al resto de cultos, generan
una rica religiosidad y espiritualidad en la cultura japonesa, llena de detalles, ritos
y supersticiones que conviven de forma armoniosa entre la sociedad.
La hibridación ha sido tanto cultural como arquitectónica, ya que ambas corrientes
han sufrido sinergias que han enriquecido ambos estilos. Ambas intentan
conservar un carácter propio, pero hace falta mirar dos veces para apreciar los
detalles y las claves que nos permiten distinguirlos. Mientas que la parte
puramente constructiva sólo es fácilmente diferenciable en los templos más
antiguos -ya que las técnicas de construcción, así como los artesanos que las
realizaban, evolucionaban a la par dando un resultado de bastante similitud- se
puede recurrir a otros elementos escultóricos o simbólicos de las religiones para
diferenciarlas a primera vista, como pudieran ser los torii, los Koma Inu, los altares
budistas o las estatuas Niō. No obstante, no debemos adoptar una postura
absolutista ante estos símbolos, ya que cada templo/santuario nace en un contexto
sociocultural diferente y adquiere características propias de su trayectoria
histórica; hay que considerar, además, que la convivencia e intercambio entre
ambas religiones -y sus aspectos arquitectónicos- continúan día a día de manos de
la sociedad japonesa.
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