27
Inés Rojkind Doctora en Historia por El Colegio de México. Investigadora asistente, miembro de la Carrera del Investigador del CONICET, adscrita al Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, FFyL-Universidad de Buenos Aires. Su área de investigación se centra en la historia política argentina y latinoamericana de fines del siglo XIX y principios del XX, especialmente en los temas de ciudadanía; formas de representación, participación e interlocución en el escenario po- lítico; la esfera pública y sus instituciones; relaciones entre sociedad civil y sociedad política; discursos e imaginarios políticos; construcción de identidades colectivas. Ha publicado: “Una explosión ruidosa de la indignación pública. Deuda, honor nacional y protesta política en Buenos Aires del novecientos” en Mirta Lobato (comp.) Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX, Biblos, Buenos Aires, 2011, pp. 27-41; “Orden, participación y conflictos. La política en Buenos Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Miradas clásicas y nuevas aproxima- ciones”, Iberoamericana. América Latina-España-Portugal, núm. 34, junio de 2009, Madrid, pp. 154-159; “El malestar obrero. Visibilidad de la protesta social en Buenos Aires del novecientos”, Travesía. Revista de Historia Económica y Social, núms. 10-11, 2008-2009, pp. 15-44, Universidad Nacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán. Resumen Este trabajo analiza la relación entre la prensa, la oposición política y la movilización callejera en Buenos Aires a comienzos de 1900. Explora las formas y los sentidos de una dinámica con- testataria del orden político que se gestó en esos años y que contribuyó a poner en cuestión la legitimidad del régimen conservador instau- rado en 1880. Esa dinámica se nutría de las campañas que montaban los diarios y se expre- saba bajo la forma de manifestaciones y protes- tas populares que incluían el uso de la violen- cia física y verbal. El propósito es contribuir a renovar la mirada sobre la política de ese pe- riodo, contemplando no sólo la edificación desde arriba de un sistema político hegemónico, sino también las características de una vida política que se desenvolvía desde abajo mucho más vigo- rosa y variada que lo que las interpretaciones clásicas sugerían. Fecha de recepción: marzo de 2011 Fecha de aceptación: octubre de 2011 Palabras clave: Régimen conservador, vida política, Buenos Aires, prensa, manifestaciones callejeras.

Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

  • Upload
    others

  • View
    2

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

Inés Rojkind

Doctora en Historia por El Colegio de México. Investigadora asistente, miembro de la Carreradel Investigador del CONICET, adscrita al Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. EmilioRavignani”, FFyL-Universidad de Buenos Aires. Su área de investigación se centra en la historia política argentina y latinoamericana de fines del siglo XIX y principios del XX, especialmente enlos temas de ciudadanía; formas de representación, participación e interlocución en el escenario po-lítico; la esfera pública y sus instituciones; relaciones entre sociedad civil y sociedad política; discursos e imaginarios políticos; construcción de identidades colectivas. Ha publicado: “Unaexplosión ruidosa de la indignación pública. Deuda, honor nacional y protesta política en BuenosAires del novecientos” en Mirta Lobato (comp.) Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en elsiglo XX, Biblos, Buenos Aires, 2011, pp. 27-41; “Orden, participación y conflictos. La política en Buenos Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Miradas clásicas y nuevas aproxima-ciones”, Iberoamericana. América Latina-España-Portugal, núm. 34, junio de 2009, Madrid, pp.154-159; “El malestar obrero. Visibilidad de la protesta social en Buenos Aires del novecientos”,Travesía. Revista de Historia Económica y Social, núms. 10-11, 2008-2009, pp. 15-44, UniversidadNacional de Tucumán, San Miguel de Tucumán.

Resumen

Este trabajo analiza la relación entre la prensa,la oposición política y la movilización callejeraen Buenos Aires a comienzos de 1900. Exploralas formas y los sentidos de una dinámica con-testataria del orden político que se gestó en esosaños y que contribuyó a poner en cuestión lalegitimidad del régimen conservador instau-rado en 1880. Esa dinámica se nutría de lascampañas que montaban los diarios y se expre-saba bajo la forma de manifestaciones y protes-

tas populares que incluían el uso de la violen-cia física y verbal. El propósito es contribuir arenovar la mirada sobre la política de ese pe-riodo, contemplando no sólo la edificación desdearriba de un sistema político hegemónico, sinotambién las características de una vida políticaque se desenvolvía desde abajo mucho más vigo-rosa y variada que lo que las interpretacionesclásicas sugerían.

Fecha de recepción:marzo de 2011

Fecha de aceptación:octubre de 2011

Palabras clave:Régimen conservador, vida política, Buenos Aires, prensa, manifestaciones callejeras.

Page 2: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

Ph. D. in History from El Colegio de México. Assistant researcher, member of the CONICET

Researchers’ Career, affiliated to the “Dr. Emilio Ravignani” Institute of Argentinean and AmericanHistory-University of Buenos Aires. Her area of research comprises Argentinean and LatinAmerican Political History in the late 19th and early 20th century, particularly as regards civicissues; forms of representation, participation and dialogue in the political setting; the publicsphere and its institutions; relations between civil society and political society; political discourseand imaginaries; construction of collective identities. Her publications include: “Una explosiónruidosa de la indignación pública. Deuda, honor nacional y protesta política en Buenos Aires delnovecientos” in Mirta Lobato (comp.) Buenos Aires. Manifestaciones, fiestas y rituales en el siglo XX,Biblos, Buenos Aires, 2011, pp. 27-41; “Orden, participación y conflictos. La política en BuenosAires a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Miradas clásicas y nuevas aproximaciones”,Iberoamericana. América Latina-España-Portugal, no. 34, June, 2009, Madrid, pp. 154-159; “Elmalestar obrero. Visibilidad de la protesta social en Buenos Aires del novecientos”, Travesía. Revistade Historia Económica y Social, no. 10-11, 2008-2009, pp. 15-44, Universidad Nacional de Tucumán,San Miguel de Tucumán.

Abstract

This study analyzes the link between the press,political opposition and street mobilization inBuenos Aires in the early 1900s. It exploresthe forms and meanings of a dynamic of polit-ical protest created during this period, whichcontributed to questioning the legitimacy ofthe conservative regime established in 1880.This dynamic was based on the campaignslaunched in the newspapers and was expressed

in the form of popular demonstrations and pro-tests that included the use of physical and ver-bal violence. The aim is to provide a fresh perspective on the politics of the time, by ana-lyzing not only the construction from the topof a hegemonic political system but also thecharacteristics of a political life that developedat the bottom in a far more vigorous, variedmanner than classical interpretations suggested.

Final submission:March 2011

Acceptance:October 2011

Key words: Conservative regime, political life, Buenos Aires, press, street demonstrations.

“Street Government.”Newspapers, Mobilizations and Politics

in Buenos Aires in the 1900s

Inés Rojkind

Page 3: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

Secuencia [99] núm. 84, septiembre-diciembre 2012

“El gobierno de la calle.” Diarios, movilizaciones y política

en el Buenos Aires del novecientos

Inés Rojkind*

Quizá pueda parecer reiterativo co-menzar señalando la renovaciónque ha experimentado en los últi-mos tiempos la historia política

en América Latina, en general, y en Argen-tina, en particular. En efecto, se trata de unmovimiento que lleva ya más de dos déca-das de vigencia y que ha generado unaimportante transformación cuantitativa ycualitativa en el campo historiográfico. Enel caso argentino, no obstante, esa trans-formación ha quedado restringida funda-mentalmente a los trabajos sobre el sigloXIX, en especial el periodo anterior al cortetrazado en 1880.1 En contraste, la épocadel llamado orden conservador (1880-1916)ha recibido una atención irregular. Se hanrealizado, es cierto, esfuerzos por revisary discutir las interpretaciones prevalecien-tes acerca de los procesos políticos que sedesenvolvieron en el transcurso de aque-llos años, pero persisten sin desentrañarvarios nudos problemáticos. En ese sen-tido, mi propuesta en este artículo con-siste en repasar algunos de los aportes másrelevantes que han traído consigo esos

esfuerzos de reconsideración de las visio-nes establecidas, así como las interrogan-tes que aún permanecen abiertas, paramostrar luego cómo se inserta en ese mar-co mi propia investigación acerca de larelación entre la prensa, la oposición polí-tica y la movilización callejera en la ciudadde Buenos Aires a comienzos del nove-cientos.

Sostengo que se gestó entonces, en par-ticular durante la segunda presidencia deJulio A. Roca (1898-1904), una dinámicapolítica contestataria que se nutría de es-candalosas denuncias publicadas en losprincipales diarios de la ciudad y que seexpresaba en las calles bajo la forma deruidosas manifestaciones de protesta. En elcontexto de un régimen político exclu-yente, que se basaba en la manipulaciónde los comicios y en el control de las can-didaturas, el uso de la calle para expresaropiniones y articular reclamos se consti-tuyó en una instancia fundamental de par-ticipación. Pero además, la protesta des-plegada en las páginas de los diarios y enel espacio público urbano ayudó a poneren cuestión, desafiándolo, el concepto deorden que la elite gobernante pregonaba ydefendía. Este trabajo explora las formas y los sentidos de esa dinámica opositoraa través del análisis de algunos ejemplosconcretos de movilizaciones que se efec-

* Quisiera agradecer la lectura y los comentariosque Hilda Sabato realizó a una primera versión deeste texto, así como las críticas y sugerencias de losdictaminadores anónimos.

1 Al respecto véase Sabato, “Política”, 2007.

Page 4: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

100 INÉS ROJKIND

tuaron en Buenos Aires entre 1901 y 1903,y que alcanzaron una gran repercusión entrelos contemporáneos. La intención es con-tribuir a la proyección de una mirada sobrela política del periodo que contemple nosólo las disputas y alianzas en el interior delos grupos dirigentes, sino también las rela-ciones que se establecían entre la poblacióny quienes gobernaban.

GOBIERNOS ELECTORES, PARTICIPACIÓNPOLÍTICA Y DESAFÍOS AL ORDEN

Los trabajos más recientes no han produ-cido, en realidad, una fractura profundarespecto de la versión que podríamos deno-minar clásica. Por eso, antes de considerarlas reformulaciones que se han planteadoúltimamente se requiere volver sobre losargumentos centrales en torno a los cualesse estructura aquella mirada clásica que hasignificado, a la vez, una referencia ineludi-ble y un motivo de debate para ulterioresaproximaciones.

Esa mirada está fuertemente ancladaen el análisis que Natalio Botana elaborósobre el “régimen de hegemonía guber-namental” que los hombres del PartidoAutonomista Nacional (PAN) establecie-ron desde su llegada al poder en 1880.2Este año inserta un corte sustancial en elrelato historiográfico. Se sostiene que con-cluyó entonces, con la llegada de Julio A.Roca a la presidencia de la república, eltrabajoso proceso de construcción de unorden político nacional y de afirmacióndel Estado central. Se afianzó una nuevaelite política surgida de una serie de alian-zas que se habían tejido entre las dirigen-

cias del interior del país y de las que par-ticipaban también algunos grupos porte-ños. El PAN fue creado formalmente en1881 con la finalidad de consolidar aquelsistema de alianzas provinciales, pero noera, en rigor, un partido político en el sen-tido de una organización homogénea ydisciplinada. Constituía, por el contrario,una coalición de agrupaciones o ligas quecompetían y negociaban entre sí. De ahíla importancia de los liderazgos como elque ejercía Roca para garantizar no sólola unidad interna del partido sino tam-bién el predominio que el mismo acababade conquistar a escala nacional.3

Dicho predominio descansaba, segúnha mostrado Botana, sobre una serie decontroles (los acuerdos entre grupos diri-gentes, el reparto de cargos, la manipula-ción electoral) por medio de los cualesquienes habían accedido al poder en 1880lograron conservarlo durante 36 años. Esosmecanismos operaban una “inversión delsistema representativo” en función de lacual los gobernantes se convertían en elec-tores y producían votaciones en las quetriunfaban los candidatos previamenteconvenidos. Dentro de ese esquema, lasucesión presidencial era una instanciaclave pues se ponían en marcha entonceslos dispositivos que obturaban la alter-nancia en el poder asegurando la repro-ducción de aquella forma de hegemoníagubernamental. El mandatario en funcio-nes, imposibilitado por la Constitución depostularse para una reelección inmediata,aspiraba a controlar (o al menos influirsobre) la designación de su sucesor. La ciu-dadanía, por su parte, veía vulnerado el

3 Sobre la “naturaleza inorgánica” del PAN y lacoexistencia en su interior de diversas ligas, véaseAlonso, Jardines, 2010.

2 Botana, Orden, 1994. El libro fue publicado porprimera vez en 1977.

Page 5: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 101

5 Ibid., pp. 217 y ss. Con variaciones, otros tra-bajos comparten un enfoque similar: Gallo, “Roquis-mo”, 1975, y también, “Consolidación”, 2000; Cortés,“Auge”, 1995, pp. 224-233; Peck, “Presidencias”,1980; Botana, “Arco”, 2005, y Rock, Construcción,2006, pp. 277-322.

6 Esas líneas alternativas de interpretación encon-traron un estímulo fundamental en los trabajos de

derecho de designar a sus autoridades encomicios libres y transparentes.4

Evidentemente, no faltaron conflictosy sobresaltos que acompañaron (y en granmedida condicionaron) el funcionamien-to concreto del régimen conservador. No sóloemergieron resistencias que tomaron in-cluso el carácter de fallidos alzamientosrevolucionarios. El partido gobernante sehallaba asimismo atravesado por tensio-nes y disputas internas que tendían a debi-litarlo frente a los eventuales desafíos. Laliteratura especializada no ha dejado deseñalar, por supuesto, la significación de lascontradicciones que en diversos momentossacudieron la hegemonía del PAN. Sin em-bargo, el eje de la mirada historiográfica noha estado puesto allí, sino en la compren-sión de los mecanismos que le permitie-ron al régimen neutralizar los desafíos yprolongar su existencia hasta bien entradoel siglo XX. Desde ese punto de vista, loque se ha buscado resaltar es que el sis-tema de dominación política montado porel PAN no se derrumbó ni fue derrocadopor la fuerza. Se subraya, en cambio, elhecho de que la transformación que con-dujo finalmente al ocaso del régimen sedesenvolvió desde adentro y de maneragradual, empujada ante todo por unacorriente reformista cuyo objetivo era de-purarlo de los rasgos más controvertidosy excluyentes. En 1912 fue aprobada unanueva ley electoral con esa finalidad. Susefectos resultaron ser, no obstante, mucho

más drásticos. Cuatro años después, en losprimeros comicios presidenciales que serealizaron estando en vigor la nueva nor-mativa, se impuso el candidato de la opo-sitora Unión Cívica Radical (UCR) y el PANperdió la supremacía que había detentado alo largo de casi cuatro décadas.5

Si bien la relevancia de este enfoque esinnegable y, como se indicó, constituye elmarco de referencia obligado para pensarla política del periodo, inevitablementehan surgido (y continúan apareciendo)interrogantes y problemas que exceden loscontornos de esa visión y que requieren,por consiguiente, de otro tipo de abordajes.Las líneas alternativas de investigación quese han abierto ofrecen indicios a partir delos cuales componer una imagen distinta,más matizada y en determinados senti-dos más compleja, de los procesos polí-ticos que tuvieron lugar en el lapso deaquellos años. Las preguntas que se for-mulan en esa dirección atañen tanto a lasformas de acción y movilización colecti-vas de la población como a los mecanis-mos de interlocución entre gobernantes ygobernados. Se han comenzado a rastrearlas imbricaciones entre, por un lado, elproceso de edificación desde arriba de unorden político hegemónico y, por el otro,las formas y los sentidos de una vida polí-tica que se desenvolvía desde abajo muchomás vigorosa y variada que lo que las inter-pretaciones clásicas permitían suponer.6

4 Botana, Orden, 1994. Respecto del ejercicio delos derechos políticos, conviene recordar que si bienno existían requisitos formales en términos de educa-ción o ingresos, en la práctica el acto de votar era unmodo de intervención en general limitado a los ciu-dadanos reclutados y movilizados por las maquina-rias electorales.

Page 6: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

102 INÉS ROJKIND

Esas interrogantes han inspirado unaserie de trabajos que, especialmente res-pecto del caso de la ciudad de BuenosAires a fines del siglo XIX y principios delXX, permiten entrever la existencia de unavida política activa que trascendía los lími-tes de la dinámica interna del régimenconservador. De hecho, y como bien ob-serva Paula Alonso, el reto ha pasado a serel de explicar cómo pudo desarrollarse una“incipiente cultura de la participación” enel marco de los controles que fijaban losgobiernos del PAN y teniendo en cuenta,además, la inquietud con que estos con-templaban cualquier signo de inestabili-dad política.7 En efecto, los hombres delrégimen conservador le otorgaban unagran importancia a la preservación delorden público, considerado uno de los pila-res sobre los cuales edificar una sociedadpróspera y moderna, un sistema políticoestable y un Estado eficiente. Según esaconcepción, la actividad política era intrín-secamente disruptiva y correspondía, enconsecuencia, reducir su ejercicio a la bús-queda pragmática de consensos y a laaceptación del gobierno de las institucio-nes. En teoría, no había espacio en talesquema para la agitación electoral, las

manifestaciones callejeras ni la violenciaarmada, prácticas en relación con las cualesla población porteña poseía una arraigadatradición.8

Durante algunos años la vida políticaen la ciudad de Buenos Aires pareció ajus-tarse a aquellos parámetros, pero la situa-ción se reveló pronto bastante más compli-cada. En el año 1890 se combinaron losefectos de una devastadora crisis eco-nómica con el estallido de un alzamientoarmado que la oposición organizó con elobjetivo de derrocar al entonces presidenteMiguel Juárez Celman (había sucedido aRoca en 1886). La rebelión fracasó, fuederrotada, pero entre tanto se había hechorealidad uno de los peores fantasmas queinquietaban a los hombres del PAN: el fan-tasma de la violencia política invadiendolas calles de la capital del país. Por otrolado, es cada vez más claro que a travésde múltiples cauces las voces contrarias alrégimen hallaron la manera de expresarse.Diversos estudios evidencian, por ejem-plo, que a pesar de las manipulaciones lainstancia electoral implicaba un grado demovilización política considerable quepodía incrementarse en determinadascoyunturas. Por su parte, los diarios (y laprensa en general) funcionaban comocanales a través de los cuales la discusiónpolítica podía extenderse más allá delestrecho círculo que conformaban sus pro-tagonistas habituales. El periodismo semodernizaba aceleradamente, pero no poreso se desprendía de la capacidad de mol-dear a la opinión pública e instigarla a laacción.9 La ocupación del espacio público,

Hilda Sabato sobre las formas de participación polí-tica popular en Buenos Aires antes de 1880. VéaseSabato, Política, 1998. Desde una perspectiva másamplia, es posible emparentarlas con desarrollos pre-sentes en investigaciones referidas a otros espacioslatinoamericanos. Pueden mencionarse los siguien-tes ejemplos: Carvalho, Bestializados, 1989, y Pam-plona, Riots, 1996; las contribuciones reunidas enArrom y Ortoll, Riots, 1996; en Connaughton, Poder,2003, y en Ronzón y Valdéz, Formas, 2005. Otroejemplo reciente, y desde preocupaciones algo diferen-tes pero igualmente interesantes, es el de Gutiérrez,Mundo, en prensa.

7 Alonso, “Reciente”, 1998, p. 411.

8 Alonso, “Primavera”, 1997. Sobre las tradicio-nes políticas porteñas, véase Sabato, “Pueblo”, 2009.

9 Acerca de todas estas cuestiones, véanse, entreotros, Alonso, Jardines, 2010, pp. 45-55, “Primavera”,

Page 7: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

en tanto, continuaba siendo como en elperiodo anterior a 1880 una práctica a laque la población acudía con frecuencia,pero las manifestaciones revestían nuevasmodalidades asociadas con el carácter con-testatario que solían exhibir frente a losgobernantes y en relación con el ordenpolítico imperante.10

Se requiere, entonces, continuar avan-zando en el análisis de estos y otros aspec-tos para delinear un cuadro más precisode las características de la vida política enBuenos Aires durante los años del régi-men conservador. Por otro lado, pero enrelación con ello, se plantea un segundoproblema ligado con la posibilidad detrascender las fronteras de la explicaciónclásica y adentrarse en zonas hasta ahorainsuficientemente examinadas. Aquellaexplicación privilegia –como ya se ha indicado– el análisis de los orígenes delrégimen político instaurado en 1880, suconsolidación y la paulatina transforma-ción que experimentó desde adentro, amedida que se hizo necesario encontrarnuevas justificaciones para el manteni-miento de su preeminencia. La imagenresultante tiende a revelarnos un sistemade poder resistente que mantenía a la opo-

sición marginada y que conseguía repro-ducirse gestionando con éxito las ten-siones internas que lo atravesaban. El problema es que dentro de ese marco nohay sino un margen muy limitado parainterrogarse acerca de los desafíos y lasobjeciones que se levantaron contra eldominio del PAN y contra lo que, segúndenunciaba insistentemente la prédicaopositora, ese dominio implicaba: el ava-sallamiento de la soberanía popular, ladegradación de las tradiciones políticas,el desquiciamiento de las instituciones, elenervamiento cívico, etc. Si bien es ver-dad que luego del fracaso del llamado ciclorevolucionario del noventa no se verifica-ron desafíos de una magnitud similar,también lo es que sólo retrospectivamentepodemos saber que el sistema que asegu-raba el monopolio del poder en manos delPAN perduró hasta la derrota sufrida en laselecciones presidenciales de 1916. Si sesuspende, en cambio, tal mirada retros-pectiva se alcanzan a percibir las pertur-baciones que, aun cuando no provocaronel descalabro del orden impuesto, fue-ron sin embargo resquebrajando su legi-timidad y alimentando con ello los con-flictos y los dilemas que inquietaban a laelite gobernante.

LA SEGUNDA PRESIDENCIA DE ROCA.CAMPAÑAS PERIODÍSTICAS Y PROTESTASCALLEJERAS

En relación con algunas de esas pertur-baciones, precisamente, trata la investi-gación que realicé sobre el despliegue enla ciudad del novecientos de una dinámicacontestataria que buena parte de la prensaporteña promovía a través de campañasde denuncias y de exhortaciones a que la

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 103

1997, y Revolución, 2000, pp. 198-230; Zimmer-mann, “Prensa”, 1998; Cibotti, “Sufragio”, 1995, yYablon, “Patronage”, 2003, especialmente los capítu-los 4 y 7.

10 Los estudios sobre manifestaciones y otras for-mas de uso político de las calles en Buenos Aires acomienzos del siglo XX son todavía escasos. Este ar-tículo y la investigación que lo sustenta están enfo-cados a profundizar en el estudio de esa temática queha permanecido poco explorada en comparación, porejemplo, con la atención que sí ha recibido para esemismo periodo la expresión pública de la conflictivi-dad social y obrera. Hay excepciones sin embargo.Por ejemplo, Tato, “Contienda”, 2010.

Page 8: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

104 INÉS ROJKIND

protesta ganara las calles. El destinatarioprincipal de esas campañas era Julio A.Roca, quien desde 1898 ejercía nueva-mente el gobierno del país. Roca habíaobtenido una victoria canónica en las elec-ciones de aquel año y su regreso a la presidencia fue celebrado por amigos ypartidarios como la vuelta del “pilotoexperimentado” que habría de consolidarla paz recobrada “tras los rudos sacu-dimientos”. Posteriormente, también lahistoriografía ha tendido a ver en las cir-cunstancias que rodearon a la reelecciónde Roca la confirmación de que se habíanagotado los impulsos disruptivos desata-dos en 1890 y de que el orden había sidopor fin reinstaurado.11

En efecto, todo hacía presumir que elrégimen emergía robustecido en aque-lla coyuntura. La revolución del Noventa,aunque frustrada, había inaugurado unperiodo de gran inestabilidad política queincluyó movilizaciones callejeras, protes-tas populares y nuevas rebeliones arma-das en varias provincias. Hacia 1898, noobstante, el ciclo de protestas parecíahaberse agotado. Los últimos levantamien-tos habían sido reprimidos y la UCR (laagrupación que los había liderado) sehallaba profundamente desgastada por losfracasos. Por su parte, y en contraste, elPAN se presentaba unido y fortalecido al-rededor del retorno de Roca. Para el lan-zamiento de su candidatura presidencialRoca había contado con el apoyo de otrodirigente destacado del partido, el sena-dor Carlos Pellegrini. El respaldo de Pelle-grini sirvió para aglutinar las filas oficia-listas detrás de la postulación de Roca y

vino a ratificar, aparentemente, la vigen-cia de una ventajosa sociedad política queposeían ambos líderes del PAN.12 En rea-lidad, como veremos en seguida, las con-tradicciones que surcaban esa alianza noiban a tardar en manifestarse. Por el mo-mento, no obstante, la unidad del partidoparecía resguardada y esa circunstancia lo fortalecía también hacia afuera. En másde un sentido, por lo tanto, la atmósferaque hacia fines de la década de 1890 ro-deaba la vuelta de Roca a la presidenciase vislumbraba favorable al oficialismo.Lo interesante es comprobar, sin embargo,que justamente en ese contexto se gestóen Buenos Aires un movimiento opositorque, aunque no tomó la forma de nuevosintentos revolucionarios, convirtió a Roca,el presidente de la república y la figuramás emblemática del régimen, en “elodiado de la calle, el acusado de todos losdiarios”.13

Tal como ya se dijo, esa dinámica senutría de los reiterados ataques que losdiarios más importantes de la ciudadpublicaban objetando las decisiones y losactos gubernamentales, y se fundaba igual-mente en los llamamientos de la prensapara que “constara en las calles públicas”la indignación general que el proceder delas autoridades supuestamente provocaba.El periodismo porteño experimentaba enesos años del cambio de siglo un espec-tacular crecimiento. Buenos Aires poseíaa fines del XIX “a nivel mundial, una de lasmayores circulaciones de periódicos porhabitante”, y la expansión del mundo

11 Tribuna, 13 de octubre de 1898. Botana,“Arco”, 2005, p. 125; también Gallo, Carlos, 1997,p. 64.

12 Gallo, Carlos, 1997, p. 64. Pellegrini era unafigura preponderante dentro y fuera del PAN. Desdeel Senado, donde ocupaba una banca, influía decisi-vamente en la política del régimen.

13 Vedia, Como, 1954.

Page 9: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

periodístico continuaba hacia principiosdel novecientos.14 En ese contexto, en lamayoría de los diarios –empezando porlos dos matutinos más influyentes y demayor tiraje, La Prensa y La Nación– serevelaba fuertemente la crítica de los go-biernos del PAN y, en particular, hostil al roquismo. La Nación actuaba como portavoz de un sector político, el mitris-mo, que objetaba los métodos del grupogobernante para mantenerse en el poder yque reivindicaba la libertad de sufragio.Era un “periódico híbrido”, como lo hacalificado Julio Ramos, que sin aban-donar su condición de instrumento par-tidario procuraba incorporar nuevas funciones informativas, comerciales yhasta literarias.15 En cuanto a La Prensa, sucondición de órgano independiente (en el sentido de “no partidario”) no lo inhi-bía de expresar claramente sus prefe-

rencias políticas ni de intervenir con unaposición tomada en los debates de actua-lidad. Y esa posición estaba frecuen-temente impregnada de un implacableantirroquismo que el diario no se cuidade ocultar, todo lo contrario. Pero ademásLa Prensa era el órgano que lideraba elproceso de modernización periodística enBuenos Aires y en el país. Poseía el mejorservicio telegráfico, tenía corresponsalesen las provincias y en el extranjero, pro-porcionaba una amplia gama de noticias yservicios al público lector, operaba comouna verdadera empresa comercial y habíaincorporado notables adelantos técnicosque le permitían lanzar grandes tiradas.16

Estos dos diarios, especialmente LaPrensa, eran los que con sus editoriales ynotas fijaban tanto los contenidos comola intensidad de la propaganda opositoraen la que se enrolaban también otrosperiódicos de menor circulación pero asi-mismo relevantes, como El Tiempo y elvespertino El Diario.17 Esa propagandaopositora adquiría, por otra parte, un re-lieve excepcional en el contexto de un

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 105

14 Alonso, Jardines, 2010, p. 47; también Saítta,Regueros, 1998, pp. 32 y 33. Las cifras son elocuentes:en 1885 se imprimían 25 diarios que, resalta Alonso,sumaban una circulación total de 17 000 ejemplarespor día, lo cual a su vez representa un promedio de 23ejemplares por cada 100 habitantes. Treinta años des-pués, el total del material impreso en la ciudad era,según muestra Saítta, de aproximadamente 520 000ejemplares diarios. Ese crecimiento se apoyaba envarios factores, entre ellos, el aumento de los nivelesde alfabetización junto con la consiguiente amplia-ción del potencial público lector.

15 Ramos, Desencuentros, 2003, p. 100. El mitris-mo (por Bartolomé Mitre) había tenido gran influen-cia en el escenario político durante las décadas de1860 y 1870. Desde la llegada del PAN al poder en1880, los mitristas habían oscilado entre la impugna-ción y el acuerdo con el régimen. Hacia comienzosdel novecientos, sin embargo, reorganizados bajo elnombre de Partido Republicano, buscaron adoptaruna actitud inequívocamente opositora que se vioreflejada en las páginas de La Nación. Zimmermann,“Prensa”, 1998.

16 En 1896 el tiraje del diario era de 58 000 ejem-plares, y en 1913 había ascendido a 160 000 ejempla-res, una parte de los cuales se distribuía en el inte-rior del país. Saítta, Regueros, 1998, pp. 29-31. LaPrensa era propiedad de los Paz, una de las familiasmás tradicionales e importantes de Buenos Aires. Sibien no se privaba de articular un discurso político ni de expresar sus opiniones, el lema del diario era elde ser portavoz de la “opinión pública” por encima decualquier causa partidaria.

17 El Diario había surgido a comienzos de ladécada de 1880 como el vocero de un sector rival deRoca dentro del PAN. El Tiempo, en tanto, no disimu-laba sus simpatías por la causa revolucionaria delnoventa ni se abstenía de emplear un tono mordazpara criticar al gobierno. Marco, Historia, 2006, pp.391 y 392, y Yablon, “Patronage”, 2003, p. 197.

Page 10: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

106 INÉS ROJKIND

escenario político que aparecía dominadopor el PAN y en ausencia de otras vocescontrarias de peso. Las críticas periodísti-cas abarcaban desde la gestión “desastrosa”de las finanzas públicas hasta el manejo“deshonroso” de las relaciones exteriores;desde los “atropellos” contra el sufragiohasta el “abandono” en que se encontrabanlos sectores sociales más desprotegidos.No faltaban tampoco las insinuacionessobre “negociados” o acuerdos oscuros enlos que se privilegiaban intereses particu-lares por encima del bienestar general.Pero la intervención de la prensa no termi-naba allí. Las publicaciones participabantambién en la creación y la movilizaciónde la misma “opinión pública” cuyos inte-reses decían representar. Aseguraban alrespecto que en el contexto de un sistemaelectoral viciado la posibilidad de hacersever y escuchar en las calles constituía underecho al que el pueblo soberano nopodía renunciar.

En consonancia con esa prédica, lascampañas promovidas por los periódicoscristalizaron en más de una ocasión bajo laforma de mítines y movilizaciones calle-jeras, que se destacaban por la agresivi-dad verbal y muchas veces también físicaque desplegaban los manifestantes. Losestudiantes universitarios, en particular,se mostraban por demás proclives a arro-garse la misión de traducir al lenguaje dela acción las acusaciones que publicabanlos diarios. La vinculación de los estudian-tes con la política no era nueva. En el año1890, sin ir más lejos, la Unión Cívica dela Juventud, una agrupación universita-ria creada con el objetivo de combatir ladesmovilización política imperante, habíacontribuido decisivamente a activar el mo-vimiento de impugnación del régimenque luego desembocó en el levantamiento

armado al cual ya hemos hecho referen-cia. En la ciudad del novecientos el recuer-do de aquella experiencia continuaba gra-vitando. Pero además, acompañando unamilitancia universitaria que por esa mismaépoca cobraba cada vez más fuerza, losestudiantes asumieron en la escena políticaun protagonismo impensado y sus accio-nes se constituyeron en “un elemento depresión antes desconocido”.18 A continua-ción se analizan algunos ejemplos de cir-cunstancias en las que esa presión se hizosentir efectivamente, alimentada por lasdenuncias de la prensa y por las incita-ciones más o menos abiertas a que las “irasde la opinión” se exteriorizaran en lascalles.

“GRANDES EXPLOSIONES POPULARESQUE CAUSAN ESCARMIENTO”

El repudio contra la unificación de la deuda externa

A principios del mes de julio de 1901 seprodujo en Buenos Aires una violenta pro-testa popular que se prolongó varios díasy que llevó a la declaración del estado desitio. Los hechos se desencadenaron a par-tir del repudio causado por una iniciativaque impulsaba el gobierno de Roca parala renegociación de la deuda externa y que,según las acusaciones del periodismo, da-ñaba seriamente el honor y la soberaníanacionales. El llamado plan de unificaciónde la deuda preveía canjear las diversasemisiones de empréstitos que circulabanentonces por un nuevo y único título conplazos y condiciones supuestamente favo-rables para la Argentina. El objetivo era

18 Halperín, Historia, 1962, p. 110.

Page 11: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 107

aliviar la carga que para el presupuestonacional representaban los servicios de ladeuda externa. En razón de la buena repu-tación que poseía en los círculos finan-cieros europeos, Carlos Pellegrini fue elencargado de llevar adelante las negocia-ciones con los acreedores extranjeros, ensu mayoría ingleses. Para lograr el con-sentimiento de estos últimos se incluyóen el acuerdo una cláusula de garantíasegún la cual los nuevos papeles serían res-paldados con rentas de Aduana.19

En cuanto arribaron a Buenos Aireslas primeras noticias acerca del contratofirmado en Londres se desató en los diariosuna virulenta campaña contra “el affairede la unificación”, como lo denominó LaPrensa. Se decía que los inconvenientesfinancieros tenían su origen en las falenciasde una “administración desordenada” y,sobre todo, en el esfuerzo que demandabasostener los “presupuestos oligárquicos”de los gobiernos del PAN. Se acusaba aRoca y a Pellegrini de haber llevado ade-lante “negociaciones clandestinas” con losacreedores para suscribir un arreglo quesignificaba una “lápida colocada sobre losdespojos del crédito argentino”.20 Pero el punto verdaderamente controvertido,aquel alrededor del cual se articularon lascríticas más furiosas, era el tema de lagarantía ofrecida a los acreedores. Según

La Nación, la disposición dañaba la repu-tación internacional del país colocándolo“al nivel de esas factorías confiscadas poruna compañía de prestamistas y sometidasa ella por un protectorado”. En realidad,la práctica de otorgar garantías especialesno era un procedimiento inusual, peroadquirió connotaciones inesperadas en elclima de exaltación nacionalista creadopor la aparente inminencia de un conflictobélico con Chile. Había recrudecido enlos últimos meses la disputa limítrofe quemantenían ambos países y, en ese con-texto, los diarios sostenían que la cláusulade garantía entrañaba un peligro para lasoberanía nacional porque depositaba enmanos de un “sindicato de banquerosextranjeros” la facultad de disponer derecursos que podían ser esenciales en elcaso de una guerra. La Prensa, en particu-lar, esgrimió ese argumento con el ob-jetivo de fomentar el rechazo contra launificación de la deuda. Fue incluso másallá, y sugirió la conveniencia de que “eldesagrado unánime producido por el con-cordato financiero” tomara la forma de“una explosión ruidosa de la indignaciónpública”.21

Y, efectivamente, la protesta no tardóen trasladarse a las calles. Los estudiantesuniversitarios fueron quienes tomaron lainiciativa, en particular los de la Facultadde Derecho. La Universidad de BuenosAires atravesaba entonces algunas trans-formaciones que, con el correr de los años,se iban a revelar significativas. La edu-cación superior comenzaba a funcionar,aunque de manera todavía muy inci-piente, como una vía de integración y de ascenso social en el marco de una socie-

19 El monto de la deuda externa argentina habíacrecido de manera exorbitante durante el gobiernode Juárez Celman (1886-1890). El estallido de la cri-sis económica en 1890 había obligado a suspenderlos pagos, pero luego se acordó con los acreedores unaprórroga hasta fines de esa década. Sobre la tramita-ción del plan de unificación, véaser Gerchunoff,Rocchi y Rossi, Desorden, 2008, pp. 281-283.

20 Por ejemplo, La Prensa, 9 de junio de 1901; LaNación, 12 de junio de 1901; El Diario, 13 de juniode 1901; El Tiempo, 2 de julio de 1901.

21 La Prensa, 9 de junio de 1901; La Nación, 12de junio de 1901.

Page 12: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

108 INÉS ROJKIND

dad, como era la porteña, que estabasiendo profundamente renovada por elfenómeno de la inmigración masiva. LaFacultad de Derecho, que tradicional-mente había sido el ámbito de formaciónde la elite política y social, no permanecíaajena a tales cambios. Los alumnos de esacasa de estudios empezaron a organizarsepara formular diversos reclamos y demos-traron una notable capacidad de movili-zarse y de presionar para lograr que susreivindicaciones fueran atendidas.22 Y enese marco desempeñaron también unpapel central en las protestas que, en másde una oportunidad, se efectuaron contralas decisiones y el estilo político del pre-sidente Roca.

En julio de 1901, como decíamos, losestudiantes se pusieron al frente del movi-miento en rechazo de la unificación de ladeuda externa. Se realizaron en la Facultadde Derecho varias asambleas (con la pre-sencia también de algunos representantesde las facultades de Medicina e Ingeniería)en las que se diseñó un plan de acción. Seresolvió convocar a un mitin en la Plaza deMayo para reclamar al Congreso querechazara el proyecto de renegociación yunificación de la deuda que impulsaba elpoder ejecutivo. Los jóvenes citaban las“revelaciones” hechas por el periodismo y

cuestionaban las “cláusulas humillantes”que, afirmaban, contenía el acuerdo finan-ciero.23 El mitin se realizó el miércoles 3de julio sin que se produjeran incidentes.Pero en cuanto concluyó el acto, “un gru-po numeroso de estudiantes, reforzado porotro no menos numeroso de pueblo”, seapresuró a organizar una nueva moviliza-ción. Los manifestantes atacaron las im-prentas de Tribuna y El País, voceros delroquismo y del pellegrinismo, respectiva-mente. Estos dos órganos se habían adju-dicado la misión de defender el proyectofinanciero desestimando las críticas quele hacían los diarios opositores. La multi-tud arremetió en su contra con piedras ypalos, entre insultos a la “prensa claudi-cadora”. Se registraron, incluso, algunosdisparos contra la fachada del edificio deEl País, en la calle Florida. Esa mismatarde, “grupos hostiles” agredieron tam-bién las casas particulares del presidenteRoca y de Pellegrini. Rompieron vidriosy provocaron numerosos “destrozos”. Tuvoque intervenir la guardia presidencial, perolos tumultos se extendieron hasta la ma-drugada. La policía recorría las calles delcentro de la ciudad dispersando a los mani-festantes que daban vivas a la juventud y a la prensa independiente, y que exigían“a grandes voces” la renuncia de Roca.24

22 Las demandas se vinculaban con cuestionespuntuales, pero comprendían también críticas másabarcadoras referidas al contenido demasiado “pro-fesionalista” de los planes de estudio o al carácter “oli-gárquico” de las estructuras de gobierno universita-rio. Para canalizar esos reclamos los estudiantes imple-mentaron diversas estrategias, entre ellas las huelgasque –como ocurrió en Derecho, en 1903-1904, y enMedicina, en 1905– podían llegar a paralizar las cla-ses y que derivaron a veces en episodios de confronta-ción violenta. Halperín, Historia, 1962, pp. 109-121;Buchbinder, Historia, 2005, pp. 76 y 77.

23 Los jóvenes firmaron una solicitud que apare-ció reproducida en los principales diarios. Por ejem-plo, La Prensa, 1 de julio de 1901, p. 3. El Congresodebía aprobar el convenio para darle validez legal. ElSenado le otorgó media sanción el 18 de junio y, acontinuación, se anunciaba su tratamiento de laCámara de Diputados. La sesión, sin embargo, nopudo efectuarse porque antes estalló la protesta en lascalles.

24 La geografía de las manifestaciones se concen-tró en el centro político de la ciudad: la zona de laPlaza de Mayo y sus alrededores. Para la crónica de los

Page 13: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 109

Al día siguiente, la tensión se incre-mentó. Las redacciones de La Prensa, LaNación y otros diarios “independientes” sevieron invadidas por el público que de-seaba enterarse de las últimas novedades.“Grupos de 20 y 30 personas” formaban“columnas numerosas que prorrumpíanen gritos de ¡abajo la unificación!” Pasadoel mediodía, una multitud “compuesta ensu mayoría de jóvenes, muchos de ellosuniversitarios”, se congregó nuevamenteen la Plaza de Mayo. Al parecer, los mani-festantes intentaron esta vez traspasar lasvallas de seguridad que rodeaban la casa degobierno. La policía reaccionó y durantelos choques que se produjeron enton-ces fue herido mortalmente un agente,alcanzado por un disparo. La represión seendureció a partir de aquel momento.“Subiendo con sus caballos sobre las vere-das y parques”, los vigilantes obligaron al“numeroso pueblo, que se calcula en másde 2 000 personas, a abandonar aquelsitio”. Las crónicas describen escenas caó-ticas: manifestantes que escapaban de lapolicía, coches y tranvías atascados enmedio de las corridas, y transeúntes quehuían despavoridos.25 Llegado ese punto,

la situación había tomado característicasque las autoridades no estaban dispuestasa tolerar. El presidente Roca envió al Con-greso un mensaje solicitando autorizaciónpara declarar el estado de sitio en la capi-tal. Existía, argumentaba, un “estado deconmoción interna” que impedía el nor-mal ejercicio de la autoridad y amenazabalos intereses fundamentales de la socie-dad. El mensaje mezclaba las referencias aagitadores profesionales y a “elementosmal avenidos con el orden social”, con elrecuerdo de la revolución del Noventa y lapredicción de “explosiones más peligro-sas aún” que estaban, presuntamente, próximas a estallar. El estado de sitio fueaprobado en la madrugada del viernes 5 de julio. Quedaban prohibidas las reu-niones públicas y los diarios debían abs-tenerse de publicar comentarios quepudieran ser interpretados como una pro-vocación. Los disturbios y la represiónpolicial habían dejado numerosos deteni-dos, varios heridos e incluso algunas víc-timas fatales.26

eventos del 3 de julio, véase El Diario y El Tiempo, 3de julio de 1901; La Prensa, La Nación, Tribuna y ElPaís, 4 de julio de 1901; Caras y Caretas, 6 de julio de1901. El jefe de policía de la ciudad preparó uninforme que fue leído en el Congreso. Véase Diario deSesiones de la Cámara de Senadores (en adelante DSCS),4 de julio de 1901, p. 110.

25 El Tiempo, 4 de julio de 1901; La Nación y ElPaís, 5 de julio de 1901; La Prensa, 31 de julio de1901; Caras y Caretas, 13 de julio de 1901. La prensainglesa en Buenos Aires hizo asimismo su relato de loshechos: The Buenos Aires Herald, 4 de julio de 1901;The Review of the River Plate, 6 de julio de 1901. In-formación adicional se puede encontrar en el ArchivoPolicial (en adelante AP), Copiadores de notas (en ade-

lante CN), sección 2ª, libro 67, 6 de julio de 1901, fs.419-420; sección 1ª, libro 121, 8 de julio de 1901, fs.438-439. También en el informe del encargado de lalegación estadunidense en Buenos Aires, William P.Lord. Véase Lord al secretario de Estado John M. Jay,Buenos Aires, 11 de julio de 1901, en UniversidadTorcuato Di Tella (UTDT), Microcopies of Records inthe Nacional Archive 69 (MRNA), rollo 35, vol. 40,diciembre 5 de 1900-julio 15 de 1902, p. 128.

26 Véase Boletín Oficial de la República Argentina(BORA), 5 de julio de 1901; DSCS, 4 de julio de1901, pp. 107-111; Diario de Sesiones de la Cámara deDiputados (en adelante DSCD), 4 de julio de 1901,pp. 266-285. La información sobre detenidos, heridosy muertos es muy fragmentaria, y no permite recons-truir el perfil social de las víctimas. Las crónicas seña-lan la presencia de “otros elementos” que se sumarona la manifestación de los estudiantes, gente que

Page 14: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

110 INÉS ROJKIND

La protesta se fue apagando a partir deentonces. Sorpresivamente, sin embargo,el presidente Roca comunicó tan sólo unosdías después que había decidido abando-nar el proyecto de unificación de la deudaexterna. El plan financiero se había vuelto“bandera ostensible de movimientos tu-multuosos y hasta criminales”, explicaba,y era por lo tanto irrealizable. La deter-minación de Roca sacudió a las filas deloficialismo. Pellegrini declaró que aquelgiro constituía una “cobardía incalifica-ble” que lo colocaba a él, comprometidodesde el inicio con la tramitación del planfinanciero, en “una posición falsa y ridí-cula”. Los partidarios del senador acusa-ban a Roca de faltar a sus deberes al dejarsin efecto la renegociación de la deuda.Insinuaban también que se había preten-dido buscar un “chivo emisario” frente a la magnitud del descontento causadopor la operación.27 El asunto de la unifi-cación de la deuda se transformó, por lotanto, en el motivo desencadenante de ungrave conflicto en el interior del PAN. Sibien, como mencionamos anteriormente,la alianza política entre Roca y Pellegrinino había estado nunca exenta de tensio-nes, hasta ese momento ambos habíansabido manejarlas de manera de evitar unaruptura. Pero las discrepancias afloraronfinalmente en julio de 1901. Volveremossobre esta cuestión más adelante porque

tuvo importantes derivaciones. Al refe-rirse a los acontecimientos que llevaron alfracaso de la unificación la literatura haseñalado por lo general ese aspecto.28 Encontraste, se ha reparado mucho menosen el sentido político contestatario quetuvo la movilización y en las formas beli-gerantes que exhibió. Ese es, precisamente,el punto que quiero subrayar aquí.

La prensa enemiga del gobierno fue laque instaló ese sentido político en primertérmino. Los diarios aseguraban que elpaís “se había salvado en la calle” y cele-braban aquel “triunfo espléndido de lasoberanía popular”.29 Hemos visto que losperiódicos opositores criticaron fuerte-mente la unificación de la deuda externa,una operación que –afirmaban– atentabacontra el honor nacional y contra la inte-gridad del país. Por encima de ello, sinembargo, lo que resaltaban era la supuestaincapacidad de los autores de aquel arre-glo para medir “la trascendencia y la res-ponsabilidad de sus actos, en relación con

pertenecía probablemente al universo de las “callespopulosas” y que fluctuaba entre la participación yla simple curiosidad.

27 DSCS, 25 de julio de 1901, pp. 141-142.También, Ramos, Memorias, 1939, p. 215; Ibarguren,Historia, 1969, p. 120. En solidaridad con Pellegrinise produjeron varias renuncias en el gabinete nacio-nal, entre ellas la del ministro de Hacienda EmilioBerduc, autor formal de proyecto de unificación.

28 Botana, Orden, 1994, p. 224; Gallo, Carlos,1997, pp. 68-69; Cortés, “Auge”, 1995, p. 204, yGerchunoff, Rocchi y Rossi, Desorden, 2008, p. 283.

29 La Prensa y El Tiempo, 31 de julio de 1901;también La Nación, 5 de julio de 1901. DSCD, 8 dejulio de 1901, p. 288. Los diarios opositores denun-ciaron luego que la declaración del estado de sitiohabía sido una medida “abusiva e infundada” que elgobierno tomó con el propósito de aplacar la protestay de silenciar al periodismo. Vale la pena apuntaraquí que la prensa periódica poseía en esos años unconsiderable margen de maniobra en términos degarantías otorgadas a la libertad de expresión. Lasmedidas de censura eran excepcionales y se verifica-ban, en general, en circunstancias de marcada ten-sión política. De hecho, eso fue lo que ocurrió en juliode 1901. En el momento más álgido de la protesta seordenó la clausura de La Nación, pero la disposiciónfue dejada sin efecto al día siguiente.

Page 15: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 111

la fortuna y los destinos presentes y fu-turos de la república”.30 Y siendo así, laexpresión del descontento era no sólo legí-tima sino, aún más, necesaria. La Prensa,especialmente, convocó a un gran movi-miento de protesta que obligara al gobiernoa “retroceder” en sus decisiones. Y susexhortaciones tuvieron eco. Los estudian-tes enarbolaron la consigna del patrio-tismo herido, pero cuando la movilizaciónse puso en marcha el carácter político delos reclamos se fue haciendo cada vez másexplícito. La solicitud firmada por los uni-versitarios reprobaba “la voluntad sin lími-tes del general Roca y de sus copartícipesen el gobierno [que] juegan y negociancon la opinión y el crédito”. “La elecciónpopular es un recuerdo”, se quejaban losjóvenes, “digamos claramente que lo quequeremos es combatir al gobierno ac-tual”.31 Ya en la calle, las acciones de losmanifestantes reforzaron aún más ese sig-nificado. Los blancos que eligieron fueronpolíticos. Las reclamaciones por el conve-nio suscrito con los acreedores devinieronen mueras, insultos y hasta violentos ataques contra el presidente, el senadorPellegrini y los órganos que les respon-dían. Roca y Pellegrini aparecían ante laopinión pública como los artífices delacuerdo financiero, pero eran además quie-nes encarnaban la esencia del sistema decontrol político que las voces opositorasdenunciaban. Los estudiantes (y los “gru-pos de pueblo” que se acoplaron a la pro-testa) fueron a buscarlos a sus casas, exi-giendo a gritos la renuncia del presidente.Ante amigos y enemigos, la movilizaciónen rechazo de la unificación de la deuda se

mostró como un desafío, como una “revo-lución sin armas” contra el gobierno deRoca.32

Los reclamos a favor de la guerra con Chile

El sentido político impugnador que im-pregnó la movilización contra la unifica-ción de la deuda persistió en el recuerdo dequienes fueron testigos de los aconteci-mientos de aquellos días. No faltaron, porotra parte, nuevas circunstancias en lasque la dinámica opositora basada en las denuncias periodísticas se tradujo en demostraciones y protestas callejeras,a veces agresivas. La experiencia de lo ocu-rrido en el invierno de 1901 vino a refor-zar el discurso de quienes instaban a quela “voluntad soberana del pueblo”, bur-lada en los comicios, se pronunciara a tra-vés de otros canales más efectivos.

En diciembre de ese mismo año 1901,el diferendo limítrofe con Chile se agravóhasta el punto de que un enfrentamientobélico parecía ahora sí próximo a estallar.En ese contexto, y con el antecedente dela cuestión de la deuda externa, se exacer-baron los clamores acerca de la soberaníanacional en peligro y los consiguientesreproches al gobierno. Esta vez el eje erala política externa, en particular la necesi-dad de contener el supuesto “peligro chi-leno”. De nuevo, el periodismo asumió lavoz cantante. La Prensa, especialmente,inició una campaña exigiendo la adopciónde una política de “mano firme” que per-mitiera frenar las presuntas aspiraciones

30 La Prensa, 12 de junio de 1901.31 La Prensa, La Nación y El Tiempo, 2 de julio

de 1901.

32 La Prensa, 31 de julio de 1901. No se registra-ron, por ejemplo, ataques a símbolos del capital bri-tánico a pesar de que las inversiones y los préstamosextranjeros tenían primordialmente ese origen.

Page 16: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

112 INÉS ROJKIND

expansionistas del país vecino. El diariocriticaba las que consideraba defeccionesdel gobierno argentino. Se oponía a losacuerdos diplomáticos o los arbitrajes por-que, sostenía, terminaban beneficiando lasinfundadas reclamaciones chilenas. Desdelas páginas de La Prensa se lanzaban pro-clamas belicistas y se instaba a que laArgentina emprendiera una carrera arma-mentística que la convirtiera en la poten-cia política y militar de América del Sur.Pero además, de nuevo el discurso del dia-rio iba más allá. “La paciencia del públicova agotándose”, advertía, “el alma popu-lar comienza a palpitar violenta e intensa-mente”. No podía pasar mucho tiempoantes de que la “presión del patriotismoherido” se hiciera sentir en las calles.33

La campaña montada por La Prensaincluyó el apoyo a la creación de la LigaPatriótica Argentina. El objetivo de estaagrupación era estimular a los ciudadanospara que colaboraran por diversos medios(recaudación de fondos, participación enlos ejercicios defensivos, firma de solici-tudes, etc.) en la defensa de los interesesnacionales. La Liga se proponía, asimismo,presionar a favor del desenvolvimiento deuna política exterior agresiva.34 El actoinaugural se celebró el 19 de diciembreen un teatro de la capital. Estanislao Ze-ballos fue el principal orador. Zeballos

dirigía la influyente Revista de Derecho,Historia y Letras, era redactor de La Prensa,profesor universitario y representaba, endefinitiva, una voz pública destacada. Eraun activo promotor de la política antichi-lena y nutría su prédica nacionalista detodo tipo de construcciones históricas ygeopolíticas. La conferencia que pronun-ció en la inauguración de la Liga Patrióticafue un compendio de los argumentos quetantas veces había difundido desde laspáginas de La Prensa, pero expuestos conun marcado tono dramático. Realizó pri-mero una larga enumeración de lassupuestas ofensas que Chile venía infli-giendo a la Argentina desde la época colo-nial. Entre aclamaciones del público enar-decido, formuló duras acusaciones contrael gobierno de Roca, porque lejos de prac-ticar una política “viril y de visera alzada”se empeñaba en mantener una posicióndemasiado “contemplativa”. Procuró asi-mismo incitar al auditorio para que dieramuestras de su patriotismo. Vehementedefensor de la carrera armamentística, Ze-ballos declaró “que si fuese necesario de-bemos dar nuestras economías y hastanuestras joyas, para fomentar el podernaval que necesitamos a fin de garanti-zar nuestra victoria en el mar”. Exponentepor excelencia de la gravitación que alcan-zaba un nuevo nacionalismo cultural yesencialista, proclamó el inminente arribodel día en que “se derrumbará la civiliza-ción chilena como un castillo de naipes”.35

35 Fragmentos del discurso reproducidos enFerrari, Conflicto, 1968, pp. 47-48. Véase tambiénLacoste, Imagen, 2003, pp. 332-333. Acerca de laenunciación hacia fines del siglo XIX y comienzos delXX de un nacionalismo de corte cultural y esencia-lista, véanse Terán, Vida, 2000, pp. 57-60, y Bertoni,“1910”, 2005.

33 La Prensa, 2 y 4 de diciembre de 1901. La pré-dica belicista de La Prensa contrastaba con la posi-ción más moderada que en esa coyuntura mostró LaNación. El diario mitrista abogaba por una estrategiade diálogo para resolver la escalada en la disputa conChile. Esa era, de hecho, la dirección que seguía lapolítica exterior de Roca, aunque sin abandonar porcompleto los preparativos para un potencial enfrenta-miento armado.

34 Mc Gee, Contrarrevolución, 2003, p. 49.

Page 17: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 113

El discurso de Zeballos creó un climade efervescencia colectiva que rápidamen-te se trasladó a las calles. Al terminar laconferencia, ya de noche, el público (unos5 000 concurrentes, según informan lascrónicas, entre los que había al parecernumerosos estudiantes universitarios) or-ganizó una manifestación a la salida delteatro. Portando banderas argentinas, losmanifestantes llegaron hasta la Plaza deMayo y se congregaron para entonar elhimno nacional. A continuación, y dandogritos de “¡Guerra!” “¡Guerra!”, la colum-na marchó a la casa de Roca para exigirleuna respuesta.

El presidente salió a la puerta y se trepó auna silla en ademán de hablar; pero duran-te largo rato no pudo conseguir su objeto,porque los gritos atronadores de aquellajuventud entusiasta lo hacían imposible.–¡Basta de arreglos y de protocolos! –¡Bas-ta de explicaciones y vamos de una vez a la guerra!36

Cuando finalmente pudo hacerse oír,Roca les recomendó “calma” y “circuns-pección”, porque –dijo– “había que guar-dar las energías para cuando fuera nece-sario golpear al que nos hostiga”. Antesde dispersarse, la movilización se dirigiótodavía al edificio de La Prensa, en laAvenida de Mayo, y “llenó por completoel hall, lanzando vivas a la república y a lapatria”. La demostración concluyó pasadala medianoche, pero se reiteraron otrassimilares los días siguientes. Grupos demanifestantes recorrían las calles céntri-cas cantando el himno y “con la cabezadescubierta”. Hubo incluso algunos “exal-tados” que pretendieron atacar la emba-

jada chilena, pero fueron atajados por uncordón policial.37

Mientras en las calles se sucedían lasmanifestaciones pro bélicas, las diploma-cias de ambos países trabajaban para alcan-zar un compromiso de última hora quepermitiera distender la situación. El acuer-do se dio a conocer el 25 de diciembre y,de hecho, allanó el camino para una solu-ción más definitiva que habría de lograrseal año siguiente con la firma de los llama-dos Pactos de Mayo. Significativamente,no obstante, lejos de aplacar la agitacióncallejera la noticia de la firma del arregloindignó a los jóvenes que se lanzaron im-petuosamente a protestar contra lo queconsideraban un flagrante renunciamientodel gobierno argentino. Las nuevas ma-nifestaciones derivaron en tumultos y reiterados choques de los manifestantescon la policía. Miles de personas, en sumayoría estudiantes, ocuparon las “callescentrales” dando “vivas a la RepúblicaArgentina” y profiriendo “demostracio-nes de reprobación al gobierno”. Como yahabía ocurrido en días anteriores, el edifi-cio de La Prensa se transformó en un lugarde reunión de los manifestantes que seconcentraban allí para organizarse y encen-der los ánimos entre “fogosos discursos”.Pero el hall del edificio funcionó tambiéncomo refugio para los que huían de la

36 La Prensa, 20 de diciembre de 1901.

37 La Prensa, 20 al 24 de diciembre de 1901;Caras y Caretas, 21 de diciembre de 1901. La Prensaposeía un magnífico edificio en el que además de laredacción y la imprenta funcionaban una bibliotecapública, salones de conferencia, una escuela de músi-ca, un consultorio médico gratuito y una oficina deasesoramiento jurídico. En el hall central se ubi-caban varias pizarras en las que los empleados del diario escribían las últimas noticias para que el públicopudiera leerlas. Saítta, Regueros, 1998, p. 31, y Marco,Historia, 2006, p. 416.

Page 18: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

114 INÉS ROJKIND

represión policial. Los diarios reprobaronel accionar de los vigilantes que “macheteen mano” arremetían contra los gruposque reclamaban en las calles. La Prensaacusó a Roca de haber incentivado en unprimer momento las demostraciones queluego ordenó reprimir.

¿Por qué si se aceptaron y se solicitaron susentusiasmos cuando el gobierno necesitabade ellos para sentirse fuerte ante la amena-za de un conflicto armado, se los sofoca ahoraen una forma tan insólita y con un rigor tandesmedido?

Formuló a propósito de ello una rim-bombante advertencia que era, al mis-mo tiempo, una renovada invitación a laprotesta:

Debe el presidente convencerse de una vezpor todas de que el pueblo va perdiendo lacostumbre de soportar en silencio los vejá-menes que a él le plazca departirle, y de quees peligroso extremar ciertos procedimientos,como es imprudente jugar con armas defuego cuando ellas están cargadas.38

El discurso periodístico insistía, por lotanto, en difundir la imagen de un go-bierno que obraba en detrimento del inte-rés general y que erraba sus políticas yafuera por ineptitud, por negligencia o por-que sus designios eran otros: la con-centración de poder y la protección deintereses particulares o “espurios”, etc. Porotra parte, esa misma prédica mostraba a“la juventud estudiosa” como la contra-cara de los vicios que corroían a las esferasgubernamentales. Los diarios acentuaban

la actitud “viril”, “desinteresada” e “idea-lista” de los jóvenes, que se erigían en losguardianes de los sentimientos patrióti-cos y en los impulsores de la regeneracióncívica y moral que el país demandaba.Todo indica que los estudiantes asumieroncon entusiasmo ese papel que se les pre-tendía adjudicar. Los testimonios coinci-den en señalar que “todos o casi todos losjóvenes de aquel tiempo” estaban con-vencidos de que “Roca era el culpable, elgran culpable, acaso el único culpable, delas calamidades que pesaban sobre estepaís”.39 Y actuaban en consecuencia.

Las denuncias periodísticas continua-ron acumulándose durante el resto delgobierno de Roca. Las acusaciones sobreautoritarismo y arbitrariedades se hicie-ron cada vez más fuertes contribuyendo ala lenta pero persistente labor de deslegi-timación política que llevaban adelantelos diarios opositores. Los ataques de laprensa arreciaron en el último tramo dela presidencia de Roca, a propósito de ladefinición de quien habría de sucederloal finalizar su mandato en 1904. Se pro-pagó entonces la idea de que Roca bus-caba imponer a su sucesor y crecieron lasapelaciones a favor de “una vigorosa pro-testa cívica” que impidiera aquella nuevaafrenta contra los derechos del pueblo.

Las demostraciones contra la Convención de Notables

El régimen conservador tenía uno de suspilares en el control de la sucesión presi-dencial. El candidato del PAN surgía denegociaciones y acuerdos que se tejíandentro de la elite gobernante. Luego los

38 La Prensa, 27 de diciembre de 1901, y Carasy Caretas, 28 de diciembre de 1901. 39 Vedia, Como, 1954, p. 41.

Page 19: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 115

40 Botana, Orden, 1994, pp. 225-226, y Gallo,Carlos, 1997, p. 69.

41 Véase La Prensa, La Nación y El Tiempo, 9 al 12de octubre de 1903.

manejos electorales garantizaban el triunfode esa candidatura. La definición de la fór-mula oficial poseía, por lo tanto, una rele-vancia indudable para la vida políticanacional. Pero no era esa una instanciaexenta de conflictos. Por el contrario, so-lían emerger pugnas y resistencias quecomplicaban la designación de una can-didatura consensuada. Roca había logradosortear esas resistencias en 1898, pero elfactor determinante había sido en aque-lla oportunidad el apoyo de Pellegrini. Lasituación era muy distinta cinco años después. La enemistad surgida entre losantiguos socios había causado una pro-funda división en el seno del partidogobernante. Pellegrini se había distan-ciado del roquismo y no ocultaba sus as-piraciones presidenciales. Fue en ese contexto que surgió la idea de reunir una convención del PAN para definir alcandidato que habría de suceder a Roca en1904. La intención era eludir una con-tienda abierta y los riesgos que ello podíaentrañar para la unidad del partido. Pero lallamada Convención de Notables se con-virtió también en el ámbito dentro del cualRoca pudo maniobrar de tal modo de frus-trar las pretensiones de su ex aliado. A tra-vés de enredadas transacciones logró pactarcon otras facciones del partido un candi-dato alternativo, Manuel Quintana, queaparecía como un “independiente”. Pelle-grini perdía así, una vez más, la posibili-dad de llegar a la presidencia del país. Enmedio de fuertes denuncias de coaccionese imposiciones del roquismo, anunció sudecisión de no participar de la convención.40

Todos estos movimientos que se pro-ducían alrededor de la definición de la

candidatura presidencial dieron lugar aduras críticas de la prensa opositora. Losdiarios desestimaron rápidamente la rele-vancia de las disputas entre roquistas y pellegrinistas para concentrarse, en cambio, en el “audaz atentado contra lasoberanía popular” que, afirmaban, se pre-tendía perpetrar. El “engendro” de laConvención de Notables, explicaban, eraun nuevo ardid preparado por la “castagobernante” para delegarse el mando “enuna sucesión sin término”. Unos cuantos“saltimbanquis políticos” habrían de con-gregarse para ratificar “el juego electoraldel único que allí piensa y quiere: el pre-sidente de la república”. La voluntad presidencial, repetían los diarios, se halla-ba “en la plenitud de su imperio”, Roca sedisponía a digitar la elección de su suce-sor.41 En realidad, la necesidad en la quese encontró Roca de negociar una candi-datura de compromiso para frenar las aspi-raciones de Pellegrini no hacía más queevidenciar la declinación de su influenciadentro del PAN, pero esos matices se per-dían entre las encendidas argumentacionesque día a día desplegaban los editorialesperiodísticos. El eje de esas argumenta-ciones era el atentado que el “oficialismoimpúdico” proyectaba consumar en per-juicio de la voluntad popular al impedirque fuera su veredicto, libremente expre-sado en las urnas, el que decidiera sobre laelección presidencial. La cruzada del perio-dismo contra la asamblea del PAN ocupósemanas enteras hasta que, por último, eldía anterior a que se iniciaran las delibe-raciones, La Prensa dio el paso decisivo ehizo un llamamiento explícito para “queconste en las calles públicas la verdad de

Page 20: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

116 INÉS ROJKIND

42 La Prensa, 11 de octubre de 1903. 43 Los estudiantes iniciaron los trabajos de orga-

nización en el mes de julio. Véase, por ejemplo, LaPrensa, 21 y 24 de julio de 1903, p. 8; La Nación, 24de julio de 1903, y Caras y Caretas, 8 de agosto de1903.

44 La Prensa, 9 de octubre de 1903, y La Nación,11 de octubre de 1903.

45 La Prensa, La Nación y El País, 12 de octubrede 1903, y Caras y Caretas, 17 de octubre de 1903. ElPaís, originalmente pellegrinista, había quedado enmanos de grupos afines al roquismo luego del con-flicto entre los dos líderes del PAN.

46 Caras y Caretas, 17 de octubre de 1903.

la protesta que la parodia de la conven-ción electoral inspira al país”.42

Para entonces ya estaba en marcha laorganización de una “protesta de la ju-ventud” en repudio de la Convención deNotables. Estudiantes de la Facultad deDerecho habían emprendido un movi-miento para reclamarle al presidente Rocaque “en nombre de las convenienciaspúblicas y de nuestra democracia, desistadel propósito de querer erigirse en men-tor del pueblo”. Las declaraciones de losestudiantes reiteraban el tono y el conte-nido de las acusaciones periodísticas. De-nunciaban una “conspiración liberticida,fraguada entre las sombras palaciegas”, einstaban a los ciudadanos a no tolerar

que se erijan en sus tutores y en árbitros supre-mos de sus destinos, los mismos a quienes laopinión independiente y sana del país entero,indica como autores de la ruina de sus finan-zas y de la corrupción de sus instituciones.43

La Convención de Notables debíasesionar el lunes 12 de octubre. Los díasprevios los estudiantes se mostraron muyactivos. Publicaron en los principales dia-rios de la ciudad un manifiesto en el quereiteraban las imputaciones contra los“delincuentes de la política argentina”.Informaron, asimismo, la realización deun mitin que habría de atestiguar elrechazo provocado por “tanto escarnio”.44

La demostración se efectuó el domingo11. “Miles de jóvenes entusiastas” mar-charon por el centro de la ciudad dando“gritos hostiles a la convención y al régi-men actual”. Tuvo que interponerse lapolicía para dispersar a los manifestan-tes que apedrearon la casa de Roca y laimprenta del diario El País. A la madru-gada, había todavía algunos grupos querondaban los hoteles donde se suponía que estaban alojados los convencionalesllegados de las provincias. Nuevamentefue necesaria la intervención policial paradisolverlos.45

Al día siguiente, la policía montó unimportante operativo previniendo nuevosdisturbios que dificultaran la realizaciónde la Convención. Una “enorme concu-rrencia” había comenzado a congregarsedesde temprano en las cercanías del salóndonde se iba a efectuar la reunión, pero lacalle estaba cerrada al tránsito, por lo quetuvieron que conformarse con “prodigargrandes silbatinas cada vez que se cercio-raba de la llegada de un convencional”.Las protestas recrudecieron cuando, ya porla tarde, se supo que Manuel Quintanahabía sido efectivamente proclamado can-didato del PAN para los comicios pre-sidenciales. “Al enterarse el público delresultado, se armó la más descomunal delas algarabías, con gritos, silbidos y ¡mue-ras! y ¡abajos! que era un contento.”46 Seinició entonces la represión policial. Lasfuerzas del Escuadrón de Seguridad arre-metieron “sable en mano” contra la mul-

Page 21: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 117

47 El Tiempo, 12 de octubre de 1903; La Prensa,La Nación, El País y Tribuna, 13 de octubre de 1903.Puede verse la versión policial de los hechos en AP,CN, sección 1ª, libro 136, 12 de octubre de 1903, f. 289.

48 La Prensa, 14 y 17 de octubre de 1903. 49 La Prensa, 4 de junio de 1903.50 Tribuna, 13 y 19 de octubre de 1903. Se bus-

caba remarcar el supuesto contraste entre la moderni-dad de Buenos Aires (la capital del país, su vidrierafrente al mundo) y la “barbarie” que se adueñaba de

titud. Los manifestantes resistían con pie-dras y bastones, al grito de “no queremostutores”. Hubo incluso disparos desdeambos lados. Grupos entre los que, segúnlas crónicas, predominaba “el elementojuvenil” intentaron marchar una vez máshacia la casa del presidente Roca y luegoa la del flamante candidato, Manuel Quin-tana, pero la policía se los impidió. Lasúltimas corridas se registraron ya por lanoche cuando algunos jóvenes que con-tinuaban deambulando por las calles delcentro se toparon con un grupo de conven-cionales a los que persiguieron, insultán-dolos, unas cuantas cuadras. Los disturbioshabían dejado numerosos lesionados y he-ridos, así como una considerable cantidadde detenidos.47

La Convención de Notables había se-sionado, mientras en las calles se produ-cían choques entre los manifestantes y lasfuerzas de seguridad. Al final de aquellajornada, lo que quedaba era la sensación–construida y difundida por la prensa– de que se había producido una agravianteusurpación de la soberanía popular, consu-mada a través de la designación (que luegoel fraude simplemente habría de ratifi-car) del candidato “ungido” para sucedera Roca en la presidencia de la república.Los diarios se esforzaban por apuntalar laimagen de un triunfo simbólico que lasmanifestaciones supuestamente habíanconquistado. El PAN había logrado con-cretar aquel “acto prohibido por la opi-nión” que, aseguraban, era la Convenciónde Notables. Pero eso sólo había sido posi-

ble al precio de una “brutal” represiónpolicial. La “conducta agresiva y terro-rista” que habían exhibido las fuerzas deseguridad era un mal síntoma, asegurabaLa Prensa. Daba cuenta del exasperadoafán del gobierno por acallar “las asam-bleas populares y políticas que se iniciancontra el actual estado de cosas”.48

Circuló con insistencia el recuerdo delo que había sucedido dos años atrás, enjulio de 1901. La prensa adversa al go-bierno se ocupó de invocar aquel recuerdocon el propósito de actualizar la idea deque la población estaba “templada” paraproducir “grandes explosiones populares,que hacen época y causan escarmiento”:

Recuérdese cómo murió el proyecto de uni-ficación de los empréstitos exteriores, náu-frago devorado por una grandiosa borrascapopular. ¿Por qué el proceso deprimente delas candidaturas no habría de desprender,como solución final, una conmoción cívicaimponente de ese género?49

Afirmaciones de ese género alimenta-ban las acusaciones acerca de campañasdesestabilizadoras orquestadas para crear“un clima de sedición y encono contra laautoridad”. Tribuna, el órgano del roquis-mo, advertía que la protesta “ha sido yserá siempre fuente de toda clase de per-turbaciones y conflictos”. Escenas comolas que se habían vivido en la ciudaddurante esos días “desdicen nuestra cul-tura y civilización”.50 Lo que se estaba dis-

Page 22: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

118 INÉS ROJKIND

cutiendo era, en definitiva, la validez deluso político de la calle, la legitimidad delderecho de protesta. Civilización y protestano eran términos antagónicos en el marcodel discurso opositor al régimen. El fraudey la pretensión del PAN de monopolizar elpoder desmentían, según esto, el caráctercivilizado de la política y constituían –enpalabras de La Prensa– una “audacia pro-vocativa de las iras de la opinión”. La protesta, incluso si tomaba formas violen-tas, aparecía en ese contexto como plena-mente legítima. En las notas críticas quehabían publicado los diarios (así comotambién en las acciones que luego desple-garon los manifestantes) las alternativasque habían rodeado la designación delcandidato presidencial del PAN no eransino una muestra más de los mecanismosa través de los cuales el régimen se repro-ducía sin habilitar la rotación del poder.Las manifestaciones no habían podidoimpedir la usurpación de la soberanía po-pular tantas veces denunciada, pero habíanservido –desde esa perspectiva– para expo-ner en toda su crudeza la arbitrariedad deldominio del PAN. Aquel era, sentenciabaLa Nación, el “triste y funesto epílogo” dela presidencia de Roca.51

CONCLUSIONES: UN ORDEN INSEGURO

Como todo hacía suponer, la candidaturade Manuel Quintana fue la vencedora enlas elecciones nacionales que se llevaron acabo el 10 de abril de 1904. A primeravista, la “máquina roquista” parecía habertriunfado. Sin embargo, era un triunfo que

pronto se iba a revelar bastante endeble.Quienes desde dentro del régimen pugna-ban por una progresiva democratizacióndel mismo ganaron a partir de entoncescada vez más influencia. Se había ido arrai-gando en un sector de la elite gobernantela convicción de que se requería ponerunos usos políticos atrasados y unas prác-ticas electorales falseadas a la altura nosólo de los preceptos constitucionales, sinotambién de los logros económicos y socia-les que Argentina había conquistado desde1880. Se desenvolvió a partir de entoncesel ciclo de reforma, transformación y final-mente derrota del régimen conservador.Como se señaló al comienzo de este tra-bajo, la reforma electoral aprobada en1912 modificó las reglas del juego, habi-litando una inesperada victoria de la opo-sición en los comicios presidenciales de1916. Ese recorrido es el que la historio-grafía ha considerado tradicionalmente.Se ha observado la puesta en marcha deun sistema de hegemonía gubernamentalpor parte del PAN y luego la estrategiaimplementada para producir una aperturagradual y controlada. La mirada que he-mos denominado clásica sostiene que fue-ron sobre todo las contradicciones internasdel régimen las que empujaron la transfor-mación. La oposición política presionódesde afuera, pero sin poder reiterar laamenaza que en su momento habíanintroducido el alzamiento armado delNoventa y sus secuelas. Paradójicamente,no fueron las armas sino los votos los queen 1916, en el contexto de unas votacio-nes saneadas por la reforma electoral, lepermitieron a la UCR el acceso al poder.52

las calles cuando se transformaban en el escenario de manifestaciones de protesta.

51 La Nación, 10 de octubre de 1903.

52 Luego del ostracismo en el que estuvo sumer-gida desde fines de la década de 1890, la UCR se reor-ganizó bajo el liderazgo de Hipólito Yrigoyen y

Page 23: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 119

El planteamiento que he procuradoexponer aquí, basándome en las líneasabiertas por una renovación historiográ-fica que, aunque con vaivenes, ha avan-zado en los últimos años y en los resulta-dos de mi propia investigación, apunta aintroducir matices en la interpretaciónestablecida y propone nuevas perspecti-vas de análisis que contribuyan a comple-jizar la visión que se tiene sobre la políticaen tiempos del orden conservador. Laintención ha sido explorar una serie decuestionamientos y protestas que si bienno asumieron el carácter de revolucioneso desafíos de gran amplitud y trascenden-cia, fueron no obstante profundizando lasgrietas que socavaban la legitimidad delrégimen. La figura de Julio A. Roca seconvirtió en el blanco principal de esoscuestionamientos porque se hallaba indi-solublemente identificada con el exclusi-vismo político que ejercía el PAN. Desdeese punto de vista, la transformación queel régimen experimentó desde adentro,animada por una facción reformista de lapropia elite gobernante, es inseparable delproceso de deslegitimación que paralela-mente se fue desarrollando en otros es-cenarios y mediante la intervención deotros actores. En este artículo nos hemosconcentrado en describir una dinámicaopositora que se articulaba a través de laprensa y que se exteriorizaba en las mani-festaciones callejeras protagonizadas porlos estudiantes universitarios.

La prensa poseía una notable capaci-dad de implicarse políticamente con suprédica y de persuadir al público con sus

apelaciones. La modernización periodís-tica que los diarios transitaban a princi-pios del siglo XX no aparecía como un obs-táculo que los inhibiera de participar en eldebate político como formadores y movi-lizadores de la opinión pública. La inde-pendencia que los diarios reivindicabanno significaba prescindencia respecto de los acontecimientos políticos, sino laausencia de lazos que los ataran al poder y les imposibilitaran realizar la crítica sistemática, virulenta, del proceder guber-namental. De esa manera, aquellos perió-dicos que lideraban la transición hacia lasformas más modernas del periodismo,podían ser igualmente opositores acérri-mos del gobierno y convertirse en actoresfundamentales de la escena política. Elejemplo de La Prensa resulta paradigmá-tico en ese sentido.53 Pero además, lasdenuncias periodísticas encontraron en laintervención de los estudiantes universita-rios la posibilidad de ser traducidas al len-guaje de la movilización callejera. Serequiere seguir indagando sobre la re-lación que tenían los jóvenes con los diarios a comienzos del novecientos. Esposible intuir que era una vinculaciónestrecha. Los universitarios cumplieronun papel destacado en la articulación entrelas críticas de la prensa opositora y la diná-mica de protesta que se desplegaba en lascalles de Buenos Aires. Un testigo de las manifestaciones de julio de 1901 enrechazo a la unificación de la deuda ex-

53 La literatura ha tendido a plantear una con-tradicción entre la modernización periodística y lapervivencia de un modo de intervención políticasupuestamente “faccioso” y anacrónico. Véase Saítta,Regueros, 1998, p. 30. Por el contrario, aquí defende-mos la importancia de pensar en una prensa que eramoderna y política a la vez.

regresó a la escena política en 1903. Los radicalesintentaron una nueva y fallida rebelión armada en1905. En 1916 Yrigoyen se convirtió en presidentede la república.

Page 24: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

120 INÉS ROJKIND

terna afirmó en aquel momento que fue-ron los estudiantes quienes “llevaron losdebates a la calle”.54

El hecho es, por lo tanto, que en elcontexto de un gobierno aparentementefuerte y defensor de la doctrina del ordenpúblico, como era el de Julio A. Roca, pu-do gestarse y desarrollarse una dinámicacontestataria basada en las incitaciones dela prensa y en la práctica del uso de la callepara la protesta. Más aún, en un escenariodominado por el PAN y por su pretensiónde acaparar el poder, en ausencia de otrospartidos organizados y capaces de asumirun papel protagónico, fueron los diarioslos que se abocaron a la tarea de estable-cer la intensidad, los temas y muchas veceslas modalidades de la actividad políticaopositora.55 Ciertamente, esa actividad noalcanzó a conmover en ningún momentola estabilidad del régimen político, pero encontrapartida no parece desacertado con-cluir que ayudó a que progresivamente seinstalara la convicción de que el fraude,los comicios manipulados y otros contro-les, lejos de garantizar el orden, estimula-ban las actitudes tumultuosas de los disi-dentes. Cuando Carlos Pellegrini rompió

con Roca, y después de ver frustradas susambiciones presidenciales en 1903, se alejódel PAN y dedicó gran parte de sus esfuer-zos a promover una reforma que eliminarael fraude para impedir de esa manera quelas oposiciones se vieran arrastradas a tomarformas sediciosas y violentas. Pellegrini seconvirtió, a partir de entonces (y hasta sumuerte en 1906), en uno de los principa-les impulsores de la causa de la reforma.Los sucesos de julio de 1901, las formas ylos sentidos que había revestido la protestacontra la unificación, habían intensificadoen él esa preocupación.

Es necesario enseñar a la juventud que nocombaten ideas rompiendo a pedradas losvidrios de una imprenta, ni insultandoimpunemente a la autoridad y a los adver-sarios, que su acción no es digna en esaforma, en esos lugares, sino en los atrios,yendo a votar para hacer triunfar sus opi-niones por medio de la única arma legal delciudadano.56

Para ello se requería, Pellegrini lo sabía y lo expresó cada vez con más contunden-cia, depurar unos comicios siempre sos-pechados.

Sostengo, en definitiva, que la diná-mica beligerantemente opositora que, entorno a los diarios y en el espacio políticode las calles de la ciudad, se plasmó haciaprincipios del novecientos en BuenosAires alimentó la percepción de un ordenque, como bien expresó Natalio Botana,era ambivalente: “duradero sin por ellodejar de ser inseguro para quienes ejer-cían el control”.57 En los años siguientes

54 Ramos, Memorias, 1939, p. 212. Los estudian-tes acudían con asiduidad a las redacciones de losperiódicos, y en el caso de La Prensa, especialmente,hacían un uso frecuente de las instalaciones del dia-rio. Durante la huelga de 1904 en la Facultad deDerecho, por ejemplo, se reunieron en más de unaoportunidad en los salones del edificio para celebrarallí sus asambleas. Véase La Prensa, 16 de septiembrede 1904.

55 En ese sentido, resultan por demás sugerenteslas reflexiones que respecto de otro escenario (el de laciudad de México durante los años del gobierno made-rista) propuso Ariel Rodríguez Kuri para analizar laconducta opositora que en ese marco siguió el diarioEl Imparcial. Véase Rodríguez, “Discurso”, 1991.

56 DSCS, 25 de julio de 1901, p. 143, y Gallo,Carlos, 1997, pp. 27-32.

57 Botana, Orden, 1994, p. XXIII.

Page 25: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 121

las representaciones sobre la protesta calle-jera iban a sufrir cambios significativos.Los discursos elogiosos de la “algazara delpueblo en la calle” dejaron paso a otrasmiradas más aprensivas. El impacto de laconflictividad social y obrera en una ciu-dad que crecía y se modernizaba llevó alesfuerzo oficial por regular la ocupacióndel espacio público por parte de los gru-pos contestatarios.58 Esas inquietudes, ylas que traía consigo la contemplación delfenómeno de las “multitudes urbanas”, seagudizaron hacia el Centenario, en 1910.Entre tanto, sin embargo, el uso de la callepara la participación política se convir-tió en un camino transitado por quienesbuscaban influir en las decisiones de losgobernantes o repudiar lo que considera-ban actos despóticos de unas autoridadescorruptas.

El interés por reconstruir estas formasde acción política y de protesta popularse inscribe en el marco del esfuerzo pordescomponer una visión según la cualdurante esos años el proceso político estu-vo dominado por la dinámica interna delrégimen, mientras que la población su-puestamente permanecía atrapada en ladisyuntiva entre la pasiva subordinación alorden impuesto y la resistencia violentaque surgía bajo la forma de la insurrec-ción armada. La intención no es componeruna imagen opuesta a la de la hegemoníagubernamental, que ignore o niegue loslímites que la misma imponía a la par-

ticipación política popular. Lo que defien-do, en lugar de ello, es la relevancia de unpunto de vista que muestre la variedad demodalidades, espacios y protagonistas de la vida política tal como esta funcio-naba en el contexto de los controles y delas reglas del juego vigentes. Ese enfoquepuede ayudar, confío, a una mejor com-prensión del proceso de construcción ylegitimación (o no) del poder político du-rante el periodo del orden conservador.

FUENTES CONSULTADAS

Archivos

AP, CN Archivo Policial, Copiadores denotas, Buenos Aires, Argentina.

UTDT, MRNA Universidad Torcuato Di Tella,Microcopies of Records in the Na-cional Archive, Colección CarlosEscudé, Buenos Aires, Argentina.

Hemerografía

BORA. Boletín Oficial de la República Argentina.Caras y Caretas.DSCD. Congreso Nacional, Diario de Sesiones de

la Cámara de Diputados.DSCS. Congreso Nacional, Diario de Sesiones de

la Cámara de Senadores.El Diario.El País.El Tiempo.La Nación.La Prensa.The Buenos Aires Herald.The Review of the River Plate.Tribuna.

58 En ese nuevo contexto se profundizó asimismoel debate sobre los alcances de la libertad de prensa,en la medida en que los periódicos anarquistas (y enmenor medida socialistas) fueron percibidos comopromotores de la protesta. Véase Suriano, Anarquistas,2001, pp. 182 y 183; también Yablón, “Patronage”,2003, p. 222.

Page 26: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

122 INÉS ROJKIND

Bibliografía

-Alonso, Paula, “‘En la primavera de la histo-ria’. El discurso político del roquismo de ladécada del ochenta a través de su prensa”, Bole-tín del Instituto de Historia Argentina y Americana“Dr. E. Ravignani”, núm. 15, 1997, BuenosAires, pp. 35-70.

_____, “La reciente historia política de laArgentina del ochenta al centenario”, AnuarioIEHS, núm. 13, 1998, Tandil, pp. 393-418.

_____, Entre la revolución y las urnas. Los orí-genes de la Unión Cívica Radical y la política argen-tina en los años ’90, Sudamericana, Buenos Aires,2000.

_____, Jardines secretos, legitimaciones públicas,EDHASA, Buenos Aires, 2010.

-Arrom, Silvia y Sevando Ortoll (eds.), Riotsin the Cities. Popular Politics and the Urban Poor inLatin America, 1765-1910, Scholary Resources,Wilmington, Del., 1996.

-Bertoni, Lilia Ana, “1910 y la emergenciade ‘otra’ nación” en José Nun (comp.), Debates deMayo. Nación, cultura y política, Gedisa, BuenosAires, 2005.

-Botana, Natalio, El orden conservador. La polí-tica argentina entre 1880-1916, Sudamericana,Buenos Aires, 1994.

_____, “El arco republicano del PrimerCentenario: regeneracionistas y reformistas,1910-1930” en José Nun (comp.), Debates deMayo. Nación, cultura y política, Gedisa, BuenosAires, 2005.

-Buchbinder, Pablo, Historia de las universida-des argentinas, Sudamericana, Buenos Aires, 2005.

-Carvalho, José Murilo de, Os bestializados.O Rio de Janeiro e a República que não foi,Companhia das Letras, São Paulo, 1989.

-Cibotti, Ema, “Sufragio, prensa y opiniónpública: las elecciones municipales de 1883 enBuenos Aires” en Antonio Annino (coord.),Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX,FCE, Buenos Aires, 1995, pp. 143-176.

-Connaughton, Brian F. (coord.), Poder y legi-timidad en México en el siglo XIX. Instituciones y cul-tura política, UAM-Iztapalapa/Porrúa, México,2003.

-Cortés Conde, Roberto, “Auge de la eco-nomía exportadora y vicisitudes del régimenconservador (1890-1916)” en Ezequiel Gallo yR. Cortés Conde, Argentina. La república conser-vadora, Paidós, Buenos Aires, 1995.

-Ferrari, Gustavo, Conflicto y paz con Chile(1898-1903), EUDEBA, Buenos Aires, 1968.

-Gallo, Ezequiel, “El roquismo”, Todo es Histo-ria, núm. 100, 1975, Buenos Aires, pp. 14-29.

_____, Carlos Pellegrini. Orden y reforma, FCE,Buenos Aires, 1997.

_____, “La consolidación del Estado y lareforma política (1880-1914)” en Nueva histo-ria de la nación Argentina, ANH/Planeta, BuenosAires, 2000, t. IV, pp. 511-541.

-Gerchunoff, Pablo, Fernando Rocchi y Gas-tón Rossi, Desorden y progreso. Las crisis económicasen Argentina 1870-1905, EDHASA, Buenos Aires,2008.

-Gutiérrez, Florencia, El mundo del trabajo yel poder político. Integración, consenso y resistencia enla ciudad de México a fines del siglo XIX, El Colegiode México, México, en prensa.

-Halperín Donghi, Tulio, Historia de la Uni-versidad de Buenos Aires, EUDEBA, Buenos Aires,1962.

-Ibarguren, Carlos, La historia que he vivido,EUDEBA, Buenos Aires, 1969.

-Lacoste, Pablo, La imagen del otro en las rela-ciones de la Argentina y Chile (1534-2000), FCE,Buenos Aires, 2003.

-Marco, Miguel de, Historia del periodismoargentino. Desde los orígenes hasta el Centenario deMayo, Universidad Católica Argentina, BuenosAires, 2006.

-Mc Gee Deutsch, Sandra, Contrarrevoluciónen la Argentina, 1900-1932. La Liga PatrióticaArgentina, Universidad Nacional de Quilmes,Buenos Aires, 2003.

Page 27: Inés Rojkind - Scielo MéxicoXIX, en especial el periodo anterior al corte trazado en 1880.1 En contraste, la época del llamado orden conservador (1880-1916) ha recibidouna atención

“EL GOBIERNO DE LA CALLE” 123

-Pamplona, Marco, Riots, Republicanism, andCitizenship. New York City and Rio de Janeiro Cityduring the Consolidation of the Republican Order,Garland, Nueva York, 1996.

-Peck, Donald, “Las presidencias de ManuelQuintana y José Figueroa Alcorta, 1904-1910”en Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (comp.),La Argentina del ochenta al centenario, Sudame-ricana, Buenos Aires, 1980, pp. 309-333.

-Ramos, Julio, Desencuentros de la modernidaden América Latina. Literatura y política en el sigloXIX, FCE, México, 2003.

-Ramos Mexía, Ezequiel, Mis memorias1853-1935, La Facultad, Buenos Aires, 1939.

-Rock, David, La construcción del Estado y losmovimientos políticos en la Argentina, 1860-1916,Prometeo, Buenos Aires, 2006.

-Rodríguez Kuri, Ariel, “El discurso delmiedo: El Imparcial y Francisco I. Madero”, His-toria Mexicana, vol. XL, núm. 4, 1991, México,pp. 697-740.

-Ronzón, José y Carmen Valdéz (coords.),Formas de descontento y movimientos sociales, siglosXIX y XX, UAM-Azcapotzalco, México, 2005.

-Sabato, Hilda, La política en las calles. Entreel voto y la movilización. Buenos Aires, 1862-1880,Sudamericana, Buenos Aires, 1998.

_____, “La política argentina en el siglo XIX:notas sobre una historia renovada”, en GuillermoPalacios (coord.), Ensayos sobre la nueva historiapolítica de América Latina, siglo XIX, El Colegio deMéxico, México, 2007, pp. 83-93.

_____, “El pueblo ‘uno e indivisible’. Prác-ticas políticas del liberalismo porteño” en Lilia

Ana Bertoni y Luciano de Privitellio (comps.),Conflictos en democracia. La vida política argentinaentre dos siglos, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009,pp. 25-44.

-Saítta, Sylvia, Regueros de tinta. El diarioCrítica en la década de 1920, Sudamericana,Buenos Aires, 1998.

-Suriano, Juan, Anarquistas. Cultura y políticalibertaria en Buenos Aires, 1890-1910, Manantial,Buenos Aires, 2001.

-Tato, María Inés, “La contienda europea enlas calles porteñas. Manifestaciones cívicas ypasiones nacionales en torno de la primera gue-rra mundial” en María Inés Tato y Martín O.Castro (comps.), Del Centenario al peronismo.Dimensiones de la vida política argentina, ImagoMundi, Buenos Aires, 2010, pp. 33-63.

-Terán, Óscar, Vida intelectual en el BuenosAires fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la “cul-tura científica”, FCE, Buenos Aires, 2000.

-Vedia, Joaquín de, Como los vi yo, Gleizer,Buenos Aires, 1954.

-Yablon, Ariel, “Patronage, Corruption, andPolitical Culture in Buenos Aires, Argentina,1880-1916”, tesis de doctorado, University ofIllinois, Urbana-Champaign, 2003.

-Zimmermann, Eduardo, “La prensa y laoposición política en la Argentina de comien-zos de siglo. El caso de La Nación y el PartidoRepublicano”, Estudios Sociales, núm. 15, 1998,Santa Fe, pp. 45-70.