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•BBol^DBBHn itineraria LA FIESTA DE Sta. VERACRUZ EN PROCESO DE CAMBIO FEDERICO AGUILÓ, S. J. (Bolivia) A o El 2, 3 y 4 de mayo, cada año el santuario de Sta. Veracruz cobra una singular vida. Más de 10.000 campesinos se congregan en la espaciosa cancha en torno al Cristo de tez morena y rostro criollo. Estos campesinos tradicionalmente ce- lebraron en tal fecha el solsticio de verano: la llegada de los primeros frutos y la perspectiva de la buena cosecha. Es la fiesta de la fecundidad por antonomasia. p or eso la Pacha Mama está vitalmente presente en toda la fiesta. No se trata aquí de un Pacha Kamac que fecunda a Pacha Mama: no es un arquetipo agrario. Si los datos históricos que en su tesis nos brinda Rocha son verdaderos, la causa radical estaría en el subrepticio cambio En el Santuario de Veracruz se celebra la fecundidad: preside la Pacha Mama. Al correr de los años, la gratuidad, la ofrenda, el inter- cambio generoso van siendo sustituidos por la comercialización, la suerte, el intercambio de una cosa por otra. Los elementos rurales dan paso a los urbanos. "Hay un proceso de modernización de la fiesta, paralelo al pro- ceso mismo de la sociedad rural". Se percibe un cambio en el sentido profundo del rito. ¿Se correrá el riesgo de perder los valores religioso-agrarios a pesar de que hoy la talla de Cristo sustituya a la piedra original? •k ti ti de imagen que se operó en 1945, pocos años an- tes de la Reforma Agraria, coincidiendo con la efervescencia del Primer Congreso Indigenista, presidido por el mismo Gualberto Villarroel, y las movilizaciones revolucionarias del Valle Alto de Cochabamba. La decisión del Obispo de la Diócesis de condenar "los abusos infamantes" de la fiesta, llevó a la peregrina idea de hacer de- saparecer la piedra, objeto de adoración en un principio, y sustituirla con la preciosa talla co- lonial que actualmente preside la Fiesta. En un trabajo anterior, relacioné este hecho con la iro- nía que destilan las coplas cantadas por dos no- ches consecutivas al Cristo. Tal sustitución del objeto de adoración provoca un nuevo proceso ritual en el que se mezclan el asombro, la duda, para acabar en ironía y picardía, a través del interrogante subyacente en todas las coplas más antiguas: ¿Eres hombre o mujer? ¿Pacha Mama o un "Apu"? El hecho de encabezar las coplas más antiguas con el apelativo de "Tatala" ( = pa- drastro) hace pensar en (oda una inversión de la Fiesta: inicialmente los protagonistas fueron los T"

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itineraria

LA FIESTA DE Sta. VERACRUZ EN PROCESO DE CAMBIO

FEDERICO AGUILÓ, S. J . (Bolivia)

A o <ó

El 2, 3 y 4 de mayo, cada año el santuario de Sta. Veracruz cobra una singular vida. Más de 10.000 campesinos se congregan en la espaciosa cancha en torno al Cristo de tez morena y rostro criollo. Estos campesinos tradicionalmente ce-lebraron en tal fecha el solsticio de verano: la llegada de los primeros frutos y la perspectiva de la buena cosecha.

Es la fiesta de la fecundidad por antonomasia. por eso la Pacha Mama está vitalmente presente en toda la fiesta. No se trata aquí de un Pacha Kamac que fecunda a Pacha Mama: no es un arquetipo agrario. Si los datos históricos que en su tesis nos brinda Rocha son verdaderos, la causa radical estaría en el subrepticio cambio

En el Santuario de V e r a c r u z se c e l e b r a la

fecundidad: preside la Pacha Mama. Al correr

de los años, la gratuidad, la ofrenda, el inter-

cambio generoso van siendo sustituidos por

la comercialización, la suerte, el intercambio

de una cosa por otra. Los elementos rurales

dan paso a los urbanos. "Hay un proceso de

modernización de la fiesta, paralelo al pro-

ceso mismo de la sociedad rural". Se percibe

un cambio en el sentido profundo del rito.

¿Se correrá el riesgo de perder los valores

religioso-agrarios a pesar de que hoy la talla

de Cristo sustituya a la p i e d r a o r i g i n a l ?

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de imagen que se operó en 1945, pocos años an-tes de la Reforma Agraria, coincidiendo con la efervescencia del Primer Congreso Indigenista, presidido por el mismo Gualberto Villarroel, y las movilizaciones revolucionarias del Valle Alto de Cochabamba. La decisión del Obispo de la Diócesis de condenar "los abusos infamantes" de la fiesta, llevó a la peregrina idea de hacer de-saparecer la piedra, objeto de adoración en un principio, y sustituirla con la preciosa talla co-lonial que actualmente preside la Fiesta. En un trabajo anterior, relacioné este hecho con la iro-nía que destilan las coplas cantadas por dos no-ches consecutivas al Cristo. Tal sustitución del objeto de adoración provoca un nuevo proceso ritual en el que se mezclan el asombro, la duda, para acabar en ironía y picardía, a través del interrogante subyacente en todas las coplas más antiguas: ¿Eres hombre o mujer? ¿Pacha Mama o un "Apu"? El hecho de encabezar las coplas más antiguas con el apelativo de "Tatala" ( = pa-drastro) hace pensar en (oda una inversión de la Fiesta: inicialmente los protagonistas fueron los

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itinerario/itinerario

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varones "cortejando" a Pacha Mama: Hoy son las "imillas" (niñas, adolescentes) cortejando al Cristo, y a veces bastante rudamente:

^ Santa Vela Crus, Tatala, Waway, waway nillawanki Mana allullaykipis kanchu Imaikiwan ruwawanki?

Santa Vera Cruz, Padrastro, "Hija mía", tú me dices, Pero si no tienes falo, ¿Cómo pudiste engendrarme?

Jesús Lara fue el primero en recoger las co-plas más clásicas y antiguas. Recoge también Olmos (1966), Turner habla de su simbología (1975) Antezana y Paredes Candía (1972) recogen en número restringido, sin sobrepasar al esfuerzo primero de Jesús Lara; Rocha, y las que reuní también en ini trabajo inédito. Esos procesos

iniciales hacen pensar que toda la Fiesta es un proceso global de evolución bajo los estímulos cambiantes de la historia agraria, subterránea y no escrita por mano alguna.

PACHA MAMA CAMBIA D E ROSTRO

Marx (1870) en su ideología alemana ya nos hizo caer en la cuenta cómo cambiando la acti-vidad del hombre, automáticamente se produce un cambio paralelo del objeto de adoración, es decir, un cambio en la naturaleza concreta de la religiosidad. Y eso es, ni más ni menos, lo que va produciéndose paulatinamente, año tras año, en la fiesta de Sta. Vera Cruz. En el Valle Alto se va operando un cambio global de acti-vidad. Inicialmente, durante siglos sólidamente establecido, el agricultor del Valle Alto fue agri-cutor "campesino" que incluye a la vez una bue-na dosis de "pastor" y poseedor de animales domésticos. Por eso en Vera Cruz el objeto principal de la preocupación del campesino será que el corral esté lleno de ovejas, cabras, llamas, etc., lo cual se expresa en el ritual y el canto. Cierta alternancia con las preocupaciones más estrictamente agrícolas (maíz, papas, mellocos, papalisas, coca, etc.) dependerá precisamente del grado de actividad real pastoril o agrícola. Normalmente ambas han ido por muchos años muy juntas e integradas. Sin contradicción todo es Pacha Mama. La fecundidad de la tierra y la fecundidad de los animales domésticos cuyes (conejos de indias), gallinas, conejos, chanchos, perro, gato, etc., forman una unidad doméstica fuertemente arraigada.

Año tras año, el rito ha conservado su fuerza. Sólo en la última década, 1975-85, la fiesta de la Sta. Vera Cruz ha empezado a dar señales de un cambio. Poco a poco Pacha Mama va identificándose más y más con Mama Coca, in-dicio indiscutible de un paulatino cambio de profesión, y no solamente un cambio de produc-ción agr ícola . . . Lo interesante del fenómeno es que a partir de ese cambio, la fiesta parecería estar presa de una inestabilidad intrínseca, en-trando en la fase que podríamos llamar "comer-cial". Sin duda por contaminación con el "boom" de Urkupiña, agravado por la crisis de estos últimos años, la Pacha Mama pasa a ser piedra, de piedra a casa, camión, carro, colectivo, nego-cio, e t c . . . . ¿signo de buena salud o de crisis y presagio de autodestrucción?

CAMBIO D E C L I E N T E S Y D E V O T O S

En efecto, tradicionalmente la fiesta mantenía en tensión durante dos días con sus noches ínte -gras de ocho a diez mil campesinos. Pero en la última década la generación de agricultores-pas-tores, si bien sigue acudiendo fielmente a los pies d(¿l Cristo, con sus años a cuestas, traen

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itinerario/itinerario

consigo la generación que hizo la alianza cam-pesina-criolla, se movilizó y luchó hasta obtener la reforma agraria. Tal generación ha vivido la tremenda experiencia de una libertad con mini-fundio, lo cual no deja de ser una honda frustra-ción. Esos son los que dieron, en su angustia y en su tesón, fuerza a la fiesta de Santa Vera Cruz, hasta convertirla en un fenómeno social de proporciones. La semilla de dignidad y voluntad revolucionaria hizo recobrar las tierras y por ende, hacer resucitar, de alguna manera a Pacha Mama con más fuerza que nunca . . .

Pero en los últimos años, a Santa Vera Cruz han acudido también los representantes de la juventud, esos que han decidido ir al Chapare a probar fortuna: para ellos Pacha Mama se trasladó al Chapare e hizo brotar a Mama Coca.

Como puede observarse, no hubo todavía cam-bio étnico: abuelos, mayores y jóvenes, quechuas y aimaras, oriundos de Cochabamba, pero tam-bién de Oruro, La Paz, Potosí, Chuquisaca, etc. en forma compacta, han sabido acudir a los pies del Cristo. Sin embargo, en 1985, como si se hubiera operado un "crac", sólo el primer día, y en cantidad notablemente menor, los campe-sinos pulularon por la cancha del Cristo. Para un espectador ajeno, daba la sensación de que el campesino se despedía definitivamente: ya había sacudido la angustia de la agricultura de Puna y había encontrado la "pasta", o simple-mente la hoja de coca. No fue la crisis que boicoteó la fiesta. Al contrario, la crisis provoca angustia y un creciente pulular en torno al Cristo. Por eso, el análisis socio-ecoñómico nos lleva a concluir que no es la crisis, sino el Chapare, que puede trastocar el paroxismo de la fiesta colec-tiva en una fiesta familiar e íntima, sin necesitar de Pacha Mama.

Paralelamente, empieza a notarse un proceso de sustitución de clientes en la fiesta: la ausen-cia del oleaje campesino, hizo más visible la presencia del ex-campesino, hov habitante de los barrios marginales, y que se pliega al ritual for-zando la evolución de lo agrario a lo urbano.

E V O L U C I O N EN E L R I T O

El proceso que hemos querido describir en forma sucinta aquí, puede verse en forma plás-tica y evidente a través del rito, y más en con-creto del objeto-ofrenda presentado al Cristo.

La ofrenda presentada es la objetivación de los más íntimos anhelos del campesino: conforme van cambiando esas ofrendas podemos deducir con seguridad el cambio de aspiraciones y anhe-los: estos, a su vez, reflejan un cambio en la actividad desarrollada en sus vidas. De la mayo-ría de esos cambios de ofrenda he podido ser testigo ocular y directo. Sobre las deducciones oue haga, otros deberán confirmarlo en trabajos de campo. Sin embargo, la realidad en muchos

aspectos ya no es ocultable. Hay un cambio que se perfila en el horizonte. Veámoslo en el ritual y la ofrenda.

I 9 ) 1945-52: Lana, pelos, velas, papas, maíz, chicha.

29) 1953-63: Velas, papas, maíz, chicha, lana, pelos.

3Q) 1964-70: Velas, puñigas, plata (monedas), wawas, lana, papas.

49) 1971-75: Papel moneda, vela, lana, alcohol, papas, maíz.

5°) 1976-80: Monedas, vela, coca, wawas, bo-ñigas, coca, locoto, maíz.

e 9 ) 1981-85: Monedas, vela, coca, wawas, mi-niaturas^ moneda mini.

El primer período es característico de la pre-reforma agraria. La experiencia vital es la de una agricultura ajena V secundaria, y una vida pastoril propia, muy menguada, parchada de tiempos "extras", actividad primordialmente fe-menina, en concreto de la "imilla". De este tiempo oscuro datan los cuentos típicos del Cóndor y la Imilla. Lo que más abundaba era la lana de oveja y los pelos de vaca, burro, chan-cho, perro, etc. La vida estaba cncorsetada en una domestieidad intimista por miedo al patrón.

El segundo período, coincidente con la Refor-ma Agraria, muestra una inversión de las intensi-dades; sin embargo siguen ofrendando los mis-mos productos. La agricultura toma importancia,

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porque ya es una agricultura libre y propia, aunque pobre y minifundista. El elemento mí-tico de la vela, simbólicamente no hace referen-cia a la luz, como podría parecer, sino al "con-sumirse"; hay todo un ritual sobre las formas cómo las velas se consumen, que los yatiris interpretan, y representan bueno o mal agüero. La coincidencia entre el 'vera" de Sta. Vera Cruz y el "vela" de los campesinos ha reforzado, sin duda, el rito autóctono de la fecundidad.

En el período tercero, aparecen algunos pro-ductos-ofrendas nuevos, o al menos que se hacen notar por su frecuencia. Subrayamos esos pro-ductos nuevos. Las buñigas secas de escremento animal pueden ser muy variadas. Normalmente son de res, oveja, cabra, llama, pero también traen de gallina, conejo, etc. El ritual ante el Cristo consiste en hacer consumir la vela pren-dida sobre las buñigas hasta que se impregnan de cera. Pasadas las horas se forma una bola más o menos seca, que vuelve a molerse y cui-dadosamente se traslada al corral de la casa y se esparce en las esquinas y centros musitando una plegaria a Pacha Mama para que multiplique los animales. La plata, tanto en moneda como en papel se hace frecuente en este tercer pe-ríodo, aunque en realidad ya desde un principio se realizó. Unas veces se pasa el papel por los pies del Cristo y se lo retira, otras, se deja orendido en el manto que cubre las piernas de la imagen. El ritual de las wawas, pequeños

y realizar los diferentes ritos a Facha Mama (ritual ancestral) ante el Cristo (reformulación adaptada).

En este mismo período las devaluaciones su-cesivas hacen que el papel moneda se popularice en forma extraordinaria. Desaparecen las ofren-das de lana y pelos de animales, consolidándose el ritual de las buñigas secas y la grasa de las velas o Llik'i. En alguna manera se multiplican las ofrendas agrícolas, especialmente del maíz y la papa, que vienen a ser símbolos de toda la producción agrícola, especialmente interesante en el Valle Bajo y alrededores de Cochabamba. No creemos que represente un cambio de la actividad ganadera a la agrícola, ya que la vida rural doméstica continúa manteniendo ambos elementos en plena vigencia. Sería meramente un cambio de acento temporal, dentro de las alternancias señaladas antes.

El quinto período destaca la presencia de la coca como ingrediente importante de las ofren-das; y este sí que podemos señalarlo como un cambio cualitativo importante, tanto de la acti-vidad desarrollada en el Valle Alto y Chapare, como del status que conlleva, creando nuevas pautas de conducta social. Presentan pequeños ataditos de hoja de coca, miniaturas de los tambores que trasladan a los centros de acopio estatales, cuando no los venden a los narcotra-ficantes. Sin embargo, tampoco aquí se trata de un proceso de sustitución, sino un elemento más

m -Ñt^ M^^Mmw muñecos de trapo, contiene una doble funciona-lidad, claramente expresada por las mujeres en su conducta. Las que dejan la "wawa" a los pies del Cristo quieren significar que están cargadas de wawas y que ya no desean más . . . Las mu-jeres que recogen estas "wawas", de los pies de la imagen, a veces esperando horas y días hasta que llega una, manifiestan su deseo de procrear y tener un hijo.

En el cuarto período aparece la sustitución de la chicha por el alcohol puro y con él otras bebidas alcohólicas, aunque desde su introduc-ción en la fiesta, más que una sustitución se ha producido una vigencia simultánea de ambas bebidas, con alternancias de mayor vigencia de una y otra, sin llegar a anularse mutuamente. Sin embargo, pasando el tiempo, tanto la chicha como el alcohol van dejando de ser ingredientes rituales ante el Cristo, para constituirse en estado etílico, necesario para ponerse en trance

en el ritual de las ofrendas. No hemos observado que la coca sea utilizada como factor de adivi-nación ("mirar la coca") que siempre exige la presencia del "layq'a". De todos modos el ritual de la vela que se consume, todavía en plena vigencia tiene elementos de adivinación, ya que observan la forma cómo se consume la vela: si se consume sin torcerse y chorrear por ningún lado hasta deformar la misma vela, es signo de buena suerte y de que el Cristo (Pacha Mama) escucha la súplica. Si la vela se inclina hacia la izquierda es signo de mala suerte y que van a haber desastres en la cosecha o en otros aspec-tos de la petición concreta.

El sexto y más reciente período (1981-85) se destaca por una cierta contaminación por el ritual de Urkupiña, que lia traído el "comercio" de las miniaturas, y especialmente el papel mo-neda también en miniatura. Representa una dis-torsión de toda la intencionalidad autóctona de

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itinerario/itinerario

la Fiesta de Sta. Vera Cruz: más que una ofrenda de los productos de la cosecha como impetración, se subraya el elemento "suerte" de tipo mágico, y de hecho se paganiza más la vivencia religiosa de los participantes. A la vez entran elementos de cuño más urbano: el carro, camión, casa, predio en miniatura significa el deseo "materia-lizable" en el futuro más próximo. Deja de ser una ofrenda para constituirse en un talismán. Capítulo aparte merece la sustitución progresiva del papel moneda en miniatura, no válida para las transacciones comerciales. Representa una "trampa" en el rito mismo, una falta de sinceri-dad, porque de esta manera se "ahorra" el papel moneda válido que antes era objeto de la ofrenda real y sincera al Cristo.

E L F U T U R O D E LA F I E S T A

Comprobamos así que hay un proceso de modernización de la fiesta, paralela al proceso mismo de la sociedad rural. Pierde el elemento de gratuidad, de ofrenda previa para recibir, de intercambio generoso que todo el rito estuvo originalmente impregnado. No sólo hay un cam-bio material del objeto de la ofrenda (artefactos fabricados en vez de productos agrícolas, veni-dos de Dios/Cristo, y originalmente de Pacha

Mama) sino que también se perfila un cambio en el sentido profundo del rito: ya se convierte en un talismán, producto de la suerte, sin inter-vención del esfuerzo personal, lo que fue en un principio un "retorno" generoso, aunque sim-bólico de aquello que profusamente la Natura-leza prodigó.

En este sentido vemos que quedan minados en buena parte los fundamentos mismos de la Fiesta, que está enraizada en la actividad agrí-cola y un contacto personal con la Naturaleza. Reemplazarla es prácticamente imposible, pues el proceso social es irreversible. Toda enseñanza religiosa seria lleva en sí una cierta semilla de secularización, que también pone en peligro la existencia misma de la Fiesta. La concurrencia misma de campesinos se ve limitada sensible-mente por factores tales como la crisis económica y el proceso mismo de modernización, especial-mente por el narcotráfico irrumpiendo en el Valle Alto. Sin nostalgias de vano folklorismo, debe-mos decir que hay unos valores religioso-agra-rios que están en peligro de desaparecer. Lo que podemos decir al final de la Fiesta de Sta. Vera Cruz es un verdadero test no sólo de la religio-sidad popular, sino también de la capacidad de la Iglesia Católica en impregnar los espíritus de un sentido auténtico de religiosidad no alie-nante. •

Deja de ser una ofrenda para

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itineraria

LA FIESTA DE Sta. VERACRUZ EN PROCESO DE CAMBIO

FEDERICO AGÜILÓ, S . J . (Bolivia)

En el Santuario de V e r a c r u z se c e l e b r a la

fecundidad: preside la Pacha Mama. Al correr

de los años, la gratuidad, la ofrenda, el inter-

cambio generoso van siendo sustituidos por

la comercialización, la suerte, el intercambio

de una cosa por otra. Los elementos rurales

dan paso a los urbanos. "Hay un proceso de

modernización de la fiesta, paralelo al pro-

ceso mismo de la sociedad rural". Se percibe

un cambio en el sentido profundo del rito.

¿Se correrá el riesgo de perder los valores

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El 2, 3 y 4 de mayo, cada año el santuario de Sta. Veracruz cobra una singular vida. Más de 10.000 campesinos se congregan en la espaciosa cancha en torno al Cristo de tez morena y rostro criollo. Estos campesinos tradicionalmente ce-lebraron en tal fecha el solsticio de verano: la llegada de los primeros frutos y la perspectiva de la buena cosecha.

Es la fiesta de la fecundidad por antonomasia. por eso la Pacha Mama está vitalmente presente en toda la fiesta. No se trata aquí de un Pacha Kamac que fecunda a Pacha Mama: no es un arquetipo agrario. Si los datos históricos que en su tesis nos brinda Rocha son verdaderos, la causa radical estaría en el subrepticio cambio

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de imagen que se operó en 1945, pocos años an-tes de la Reforma Agraria, coincidiendo con la efervescencia del Primer Congreso Indigenista, presidido por el mismo Gualberto Villarroel, y las movilizaciones revolucionarias del Valle Alto de Cochabamba. La decisión del Obispo de la Diócesis de condenar "los abusos infamantes" de la fiesta, llevó a la peregrina idea de hacer de-saparecer la piedra, objeto de adoración en un principio, y sustituirla con la preciosa talla co-lonial que actualmente preside la Fiesta. En un trabajo anterior, relacioné este hecho con la iro-nía que destilan las coplas cantadas por dos no-ches consecutivas al Cristo. Tal sustitución del objeto de adoración provoca un nuevo proceso ritual en el que se mezclan el asombro, la duda, para acabar en ironía y picardía, a través del interrogante subyacente en todas las coplas más antiguas: ¿Eres hombre o mujer? ¿Pacha Mama o un "Apu"? El hecho de encabezar las coplas más antiguas con el apelativo de "Tatala" (— pa-drastro) hace pensar en tenia una inversión de la Fiesta: ínieialmentc los protagonistas fueron los

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itinerario/itinerario

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varones "cortejando" a Pacha Mama: Hoy son las "imillas" (niñas, adolescentes) cortejando al Cristo, y a veces bastante rudamente:

^ Santa Vela Crus, Tatala, Waway, waway nillawanki Mana allullaykipis kanchu Imaikivvan ruwawanki?

Santa Vera Cruz, Padrastro, "Hija mía", tú me dices, Pero si no tienes falo, ¿Cómo pudiste engendrarme? " r

Jesús Lara fue el primero en recoger las co-plas más clásicas y antiguas. Recoge también Olmos (1966), Turner habla de su simbología (1975) Antezana y Paredes Candía (1972) recogen en número restringido, sin sobrepasar al esfuerzo primero de Jesús Lara; Rocha, y las que reuní también en mi trabajo inédito. Esos procesos

iniciales hacen pensar que toda la Fiesta es un proceso global de evolución bajo los estímulos cambiantes de la historia agraria, subterránea y no escrita por mano alguna.

PACHA MAMA CAMBIA D E ROSTRO

Marx (1870) en su ideología alemana ya nos hizo caer en la cuenta cómo cambiando la acti-vidad del hombre, automáticamente se produce un cambio paralelo del objeto de adoración, es decir, un cambio en la naturaleza concreta de la religiosidad. Y eso es, ni más ni menos, lo que va produciéndose paulatinamente, año tras año, en la fiesta de Sta. Vera Cruz. En el Valle Alto se va operando un cambio global de acti-vidad. Inicialmente, durante siglos sólidamente establecido, el agricultor del Valle Alto fue agri-cutor "campesino" que incluye a la vez una bue-na dosis de "pastor" y poseedor de animales domésticos. Por eso en Vera Cruz el objeto principal de la preocupación del campesino será que el corral esté lleno de ovejas, cabras, llamas, etc., lo cual se expresa en el ritual y el canto. Cierta alternancia con las preocupaciones más estrictamente agrícolas (maíz, papas, mellocos, papalisas, coca, etc.) dependerá precisamente del grado de actividad real pastoril o agrícola. Normalmente ambas han ido por muchos años muy juntas e integradas. Sin contradicción todo es Pacha Mama. La fecundidad de la tierra y la fecundidad de los animales domésticos cuyes (conejos de indias), gallinas, conejos, chanchos, perro, gato, etc., forman una unidad doméstica fuertemente arraigada.

Año tras año, el rito ha conservado su fuerza. Sólo en la última década, 1975-85, la fiesta de la Sta. Vera Cruz ha empezado a dar señales de un cambio. Poco a poco Pacha Mama va identificándose más y más con Mama Coca, in-dicio indiscutible de un paulatino cambio de profesión, y no solamente un cambio de produc-ción agr ícola . . . Lo interesante del fenómeno es que a partir de ese cambio, la fiesta parecería estar presa de una inestabilidad intrínseca, en-trando en la fase que podríamos llamar "comer-cial". Sin duda por contaminación con el "boom" de Urkupiña, agravado por la crisis de estos últimos años, la Pacha Mama pasa a ser piedra, de piedra a casa, camión, carro, colectivo, nego-cio, etc.. . . ¿signo de buena salud o de crisis y presagio de autodestrucción?

CAMBIO D E C L I E N T E S Y D E V O T O S

En efecto, tradicionalmente la fiesta mantenía en tensión durante dos días con sus noches ínte-gras de ocho a diez mil campesinos. Pero en la última década la generación de agricultores-pas-tores, si bien sigue acudiendo fielmente a los pies d(;l Cristo, con sus años a cuestas, traen

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consigo la generación que hizo la alianza cam-pesina-criolla, se movilizó y luchó hasta obtener la reforma agraria. Tal generación ha vivido la tremenda experiencia de una libertad con mini-fundio, lo cual no deja de ser una honda frustra-ción. Esos son los que dieron, en su angustia y en su tesón, fuerza a la fiesta de Santa Vera Cruz, hasta convertirla en un fenómeno social de proporciones. La semilla de dignidad y voluntad revolucionaria hizo recobrar las tierras y por ende, hacer resucitar, de alguna manera a Pacha Mama con más fuerza que nunca . . .

Pero en los últimos años, a Santa Vera Cruz han acudido también los representantes de la juventud, esos que han decidido ir al Chapare a probar fortuna: para ellos Pacha Mama se trasladó al Chapare e hizo brotar a Mama Coca.

Como puede observarse, no hubo todavía cam-bio étnico: abuelos, mayores y jóvenes, quechuas y aimaras, oriundos de Cochabamba, pero tam-bién de Oruro, La Paz, Potosí, Chuquisaca, etc. en forma compacta, han sabido acudir a los pies del Cristo. Sin embargo, en 1985, como si se hubiera operado un "crac", sólo el primer día, V en cantidad notablemente menor, los campe-sinos pulularon por la cancha del Cristo. Para un espectador ajeno, daba la sensación de que el campesino se despedía definitivamente: ya había sacudido la angustia de la agricultura de Puna y había encontrado la "pasta", o simple-mente la hoja de coca. No fue la crisis que boicoteó la fiesta. Al contrario, la crisis provoca angustia y un creciente pulular en torno al Cristo. Por eso, el análisis socio-económico nos lleva a concluir que no es la crisis, sino el Chapare, que puede trastocar el paroxismo de la fiesta colec-tiva en una fiesta familiar e íntima, sin necesitar de Pacha Mama.

Paralelamente, empieza a notarse un proceso de sustitución de clientes en la fiesta: la ausen-cia del oleaje campesino, hizo más visible la presencia del ex-campesino, hov habitante de los barrios marginales, v que se pliega al ritual for-zando la evolución de lo agrario a lo urbano.

E V O L U C I O N EN E L R I T O

El proceso que hemos querido describir en forma sucinta aquí, puede verse en forma plás-tica y evidente a través del rito, y más en con-creto del objeto-ofrenda presentado al Cristo.

La ofrenda presentada es la objetivación de los más íntimos anhelos del campesino: conforme van cambiando esas ofrendas podemos deducir con seguridad el cambio de aspiraciones y anhe-los: estos, a su vez, reflejan un cambio en la actividad desarrollada en sus vidas. De la mayo-ría de esos cambios de ofrenda he podido ser testigo ocular y directo. Sobre las deducciones oue haga, otros deberán confirmarlo en trabajos de campo. Sin embargo, la realidad en muchos

itinerario/itinerario

aspectos ya no es ocultable. Hay un cambio que se perfila en el horizonte. Veámoslo en el ritual y la ofrenda.

1(>) 1945-52: Lana, pelos, velas, papas, maíz, chicha.

29) 1953-6.3: Velas, papas, maíz, chicha, lana, pelos.

3") 1964-70: Velas, puñigas, plata (monedas), wawas, lana, papas.

4?) 1971-75: Papel moneda, vela, lana, alcohol, papas, maíz.

5o) 1976-80: Monedas, vela, coca, wawas, bu-ñigas, coca, locoto, maíz.

6") 1981-85: Monedas, vela, coca, wawas, mi-niaturas^ moneda míni.

El primer período es característico de la pre-reforma agraria. La experiencia vital es la de una agricultura ajena y secundaria, y una vida pastoril propia, muy menguada, parchada de tiempos "extras", actividad primordialmente fe-menina, en concreto de la "imilla". De este tiempo oscuro datan los cuentos típicos del Cóndor y la Imilla. Lo que más abundaba era la lana de oveja y los pelos de vaca, burro, chan-cho, perro, etc. La vida estaba encorsetada en una domesticidad intimista por miedo al patrón.

El segundo período, coincidente con la Refor-ma Agraria, muestra una inversión de las intensi-dades; sin embargo siguen ofrendando los mis-mos productos. La agricultura toma importancia.

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itinerario/itinerario

porque ya es una agricultura libre y propia, aunque pobre y minifundista. El elemento mí-tico de la vela, simbólicamente no hace referen-cia a la luz, como podría parecer, sino al "con-sumirse"; hay todo un ritual sobre las formas cómo las velas se consumen, que los yatiris interpretan, y representan bueno o mal agüero. La coincidencia entre el 'vera" de Sta. Vera Cruz y el "vela de los campesinos ha reforzado, sin duda, el rito autóctono de la fecundidad.

En el período tercero, aparecen algunos pro-ductos-ofrendas nuevos, o al menos que se hacen notar por su frecuencia. Subrayamos esos pro-ductos nuevos. Las buñigas secas de escremento animal pueden ser muy variadas. Normalmente son de res, oveja, cabra, llama, pero también traen de gallina, conejo, etc. El ritual ante el Cristo consiste en hacer consumir la vela pren-dida sobre las buñigas hasta que se impregnan de cera. Pasadas las horas se forma una bola más o menos seca, que vuelve a molerse y cui-dadosamente se traslada al corral de la casa y se esparce en las esquinas y centros musitando una plegaria a Pacha Mama para que multiplique los animales. La plata, tanto en moneda como en papel se hace frecuente en este tercer pe-ríodo, aunque en realidad ya desde un principio se realizó. Unas veces se pasa el papel por los pies del Cristo y se lo retira, otras, se deja prendido en el manto que cubre las piernas de la imagen. El ritual de las wawas, pequeños

y realizar los diferentes ritos a Pacha Mama (ritual ancestral) ante e! Cristo (reformulación adaptada).

En este mismo período las devaluaciones su-cesivas hacen cjue el papel moneda se popularice en forma extraordinaria. Desaparecen las ofren-das de lana y pelos de animales, consolidándose el ritual de las buñigas secas y la grasa de las velas o Llik'i. En alguna manera se multiplican las ofrendas agrícolas, especialmente del maíz y la papa, que vienen a ser símbolos de toda la producción agrícola, especialmente interesante en el Valle Bajo y alrededores de Cochabamba. No creemos que represente un cambio de la actividad ganadera a la agrícola, ya que la vida rural doméstica continúa manteniendo ambos elementos en plena vigencia. Sería meramente un cambio de acento temporal, dentro de las alternancias señaladas antes.

El quinto período destaca la presencia de la coca como ingrediente importante de las ofren-das; y este si que podemos señalarlo como un cambio cualitativo importante, tanto de la acti-vidad desarrollada en el Valle Alto y Chapare, como del status que conlleva, creando nuevas pautas de conducta social. Presentan pequeños ataditos de hoja de coca, miniaturas de los tambores que trasladan a los centros de acopio estatales, cuando no los venden a los narcotra-ficantes. Sin embargo, tampoco aquí se trata de un proceso de sustitución, sino un elemento más

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muñecos de trapo, contiene una doble funciona-lidad, claramente expresada por las mujeres en su conducta. Las que dejan la "wawa" a los pies del Cristo (¡dieren significar que están cargadas de wawas y que ya no desean más . . . Las mu-jeres que recogen estas "wawas", de los pies de la imagen, a veces esperando horas y días hasta que llega una, manifiestan su deseo de procrear y tener un hijo.

En el cuarto período aparece la sustitución de la chicha por el alcohol puro y con él otras bebidas alcohólicas, aunque desde su introduc-ción en la fiesta, más que una sustitución se ha producido una vigencia simultánea de ambas bebidas, con alternancias de mayor vigencia de una y otra, sin llegar a anularse mutuamente. Sin embargo, pasando c! tiempo, tanto la chicha como el alcohol van dejando de ser ingredientes rituales ante el Cristo, para constituirse en estado etílico, necesario para ponerse en trance

en el ritual de las ofrendas. No hemos observado que la coca sea utilizada como factor de adivi-nación ("mirar la coca") que siempre exige la presencia del "layq'a". De todos modos el ritual de la vela que se consume, todavía en plena vigencia tiene elementos de adivinación, ya que observan la forma cómo se consume la vela: si se consume sin torcerse y chorrear por ningún lado hasta deformar la misma vela, es signo de buena suerte y de que el Cristo (Pacha Mama) escucha la súplica. Si la vela se inclina hacia la izquierda es signo de mala suerte y que van a haber desastres en la cosecha o en otros aspec-tos de la petición concreta.

El sexto y más reciente período (1981-85) se destaca por una cierta contaminación por el ritual de Urkupiña, que ha traído el "comercio" de? las miniaturas, y especialmente el papel mo-neda también en miniatura. Representa una dis-torsión de toda la intencionalidad autóctona d('

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Deja de ser una ofrenda para

constituirse en un

talismán.

la Fiesta de Sta. Vera Cruz: más que una ofrenda <h' los productos de la cosecha como impetración,

se subraya el elemento "suerte" de tipo mágico, y de hecho se paganiza más la vivencia religiosa de los participantes. A la vez entran elementos de cuño más urbano: el carro, camión, casa, predio en miniatura significa el deseo "materia-lizable" en el futuro más próximo. Deja de ser una ofrenda para constituirse en un talismán. Capítulo aparte merece la sustitución progresiva del papel moneda en miniatura, no válida para las transacciones comerciales. Representa una "trampa" en el rito mismo, una falta de sinceri-dad, porque de esta manera se "ahorra" el papel moneda válido que antes era objeto de la ofrenda real y sincera al Cristo.

E L F U T U R O D E LA F I E S T A

Comprobamos así que hay un proceso de modernización de la fiesta, paralela al proceso mismo de la sociedad rural. Pierde el elemento de gratuidad, de ofrenda previa para recibir, de intercambio generoso que todo el rito estuvo originalmente impregnado. No sólo hay un cam-bio material del objeto de la ofrenda (artefactos fabricados en vez de productos agrícolas, veni-dos de Dios/Cristo, y originalmente de Pacha

Mama) sino que también se perfila un cambio (-11 el sentido profundo del rito: ya se convierte en un talismán, producto de la suerte, sin inter-vención del esfuerzo personal, lo que fue en un principio un "retorno" generoso, aunque sim-bólico de aquello que profusamente la Natura-leza prodigó.

En este sentido vemos que quedan minados en buena parte los fundamentos mismos de la Fiesta, que está enraizada en la actividad agrí-cola y un contacto personal con la Naturaleza. Reemplazarla es prácticamente imposible, pues el proceso social es irreversible. Toda enseñanza religiosa seria lleva en sí una cierta semilla de secularización, que también pone en peligro la existencia misma de la Fiesta. La concurrencia misma de campesinos se ve limitada sensible-mente por factores tales como la crisis económica y el proceso mismo de modernización, especial-mente por el narcotráfico irrumpiendo en el Valle Alto. Sin nostalgias de vano folklorismo, debe-mos decir que hay unos valores religioso-agra-rios que están en peligro de desaparecer. Lo que podemos decir al final de la Fiesta de Sta. Vera Cruz es un verdadero test no sólo de la religio-sidad popular, sino también de la capacidad de la Iglesia Católica en impregnar los espíritus de un sentido auténtico de religiosidad no alie-nante. •