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1 SIMPOSIO ANUAL APDEBA 2012 LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA COMO OBSERVATORIO DE LA ÉPOCA “UNA MIRADA SOBRE LA IMAGEN CORPORAL: EL ROSTRODra. Marta Estela Ivaldi Sociedad Psicoanalítica de Mendoza El rostro, más allá de la capacidad comunicacional de emociones, de darnos datos sobre la personalidad, de la comunicación no verbal, nos puede sugerir diversos planteos para ser observado desde la perspectiva psicoanalítica. El rostro desde el punto de vista de la visión, sólo puede percibirse a través de un Otro o desde el artificio del espejo. Requiere señalar un punto, la ambigüedad que muestra el rostro, algo propio al que no podemos ver por nosotros mismos. Al respecto Sami-Ali plantea esta ambigüedad que resulta de apropiarse de un rostro que comienza a existir desde el punto de vista de los otros.Es un dato que proviene del mundo exterior y que a nivel de la imagen del cuerpo, remite a un vacío, el sujeto es el que no tiene rostro”. El primer rostro que aparece para el bebé es el de la madre o quién funcione como tal. Este encuentro de suma importancia para el niño. Si bien está en juego todo el cuerpo de la madre, es particularmente el rostro lo que el niño percibe, siendo así el primer “espejo”. No es en sí la figura externa de la madre sino las vivencias del niño en ese encuentro y la reiteración de las experiencias de encuentros y ausencias las que van a ir gestando en él una representación de sí mismo y del otro. Podríamos decir que a partir del rostro de la madre se constituye un objeto de identificación primaria en el que hay, en su comienzo, una indiferenciación entre ella y el niño, no hay una distinción entre lo interno y lo externo.

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SIMPOSIO ANUAL APDEBA 2012

LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA COMO OBSERVATORIO DE LA ÉPOCA

“UNA MIRADA SOBRE LA IMAGEN CORPORAL: EL ROSTRO”

Dra. Marta Estela Ivaldi

Sociedad Psicoanalítica de Mendoza

El rostro, más allá de la capacidad comunicacional de emociones, de darnos

datos sobre la personalidad, de la comunicación no verbal, nos puede sugerir

diversos planteos para ser observado desde la perspectiva psicoanalítica.

El rostro desde el punto de vista de la visión, sólo puede percibirse a través de

un Otro o desde el artificio del espejo.

Requiere señalar un punto, la ambigüedad que muestra el rostro, algo propio

al que no podemos ver por nosotros mismos.

Al respecto Sami-Ali plantea esta ambigüedad que resulta de apropiarse de un

rostro que comienza a existir desde el punto de vista de los otros.” Es un dato

que proviene del mundo exterior y que a nivel de la imagen del cuerpo, remite a

un vacío, el sujeto es el que no tiene rostro”.

El primer rostro que aparece para el bebé es el de la madre o quién funcione

como tal. Este encuentro de suma importancia para el niño.

Si bien está en juego todo el cuerpo de la madre, es particularmente el rostro lo

que el niño percibe, siendo así el primer “espejo”.

No es en sí la figura externa de la madre sino las vivencias del niño en ese

encuentro y la reiteración de las experiencias de encuentros y ausencias las

que van a ir gestando en él una representación de sí mismo y del otro.

Podríamos decir que a partir del rostro de la madre se constituye un objeto de

identificación primaria en el que hay, en su comienzo, una indiferenciación

entre ella y el niño, no hay una distinción entre lo interno y lo externo.

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Se partiría de un “no rostro”, para luego diferenciarse de otro y posteriormente

desde ese otro, reconocerse a sí mismo.

Siguiendo a Sami-Ali, cuando el niño aún no se ha diferenciado de su madre el

espacio de repetición se organiza en forma bidimensional, sin profundidad.

También hace mención que en su opinión, la angustia del 8ª mes del niño,

tiene relación con la situación de considerar al otro como otro y de uno mismo

con respecto a ese otro. La angustia surge de percibir la diferencia.

Al introducirse la alteridad, se genera la experiencia de distancia del otro y así

se puede constituir como otro consigo mismo. Esta experiencia de alteridad

inicial se confirma luego en la experiencia ante el espejo, la que lo pone frente

a un otro, generando en el niño un estado de perplejidad.

No es la imagen especular la que crea la alteridad sino que confirma al sujeto

su alteridad primordial.

También frente al espejo el niño repetirá una problemática de la presencia y de

la ausencia que está comprendida entre una identificación y una proyección

primaria.

Hay diversas consideraciones desde el psicoanálisis respecto al significado de

la experiencia que tiene el niño ante el espejo, desde la opinión sobre la

experiencia misma hasta la descripción de un estadío como lo define Lacan al

referirse al “estadío del espejo”.

Por ejemplo, para F. Dolto, es una experiencia que se acompaña de una

desilusión dado que el niño advierte que esa imagen que le devuelve el espejo

no es él.

Agrega que la función del espejo interviene en lo que designa como “Imagen

Inconsciente del Cuerpo”.

La Imagen Inconsciente del Cuerpo que describe F.Dolto es una imagen de

sensaciones que se graban en el psiquismo infantil por las sensaciones

corporales del bebé, incluso desde la vida intrauterina en el contacto con la

madre.

Estas sensaciones quedan impresas en el inconsciente y se organizan en un

lenguaje interior, corporal y mudo. Se trata de un lenguaje arcaico y olvidado

pero del que se habla sin saber de ello. Estas imágenes continúan activas toda

la vida.

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Según Dolto, esta Imagen determina nuestros comportamientos corporales

involuntarios, nuestros gustos, nuestra postura, los rasgos de la cara, el brillo

de la mirada, el timbre de la voz, el modo de acceder a los demás, entre otros.

Por otro lado, para J. Lacan, lo que describe como “estadío del espejo”, se da

en el lactante, cuando descubre sorpresivamente su imagen en el espejo y ante

ésta experimenta un estado de júbilo.

Otro aporte importante es el que hace D. Winnicott respecto al vínculo inicial

del bebé con la madre. A partir de sus conceptos, A.Panceira dice que el

precursor del espejo es el rostro de la madre, aclarando “el rostro animado de

la madre”. “El bebé se reconoce como sujeto en su relación con el otro, pero no

nace de esa relación el primer despliegue, tampoco nace de una identificación,

sino del despliegue de las propias potencialidades”.

Desde otra lectura podemos acercarnos al tema a partir del concepto de

Meltzer sobre el “conflicto estético”.

Plantea la tesis que la madre (“madre abnegada común”) presenta a su bebé

(“bebé común”) un objeto complejo de inacabable interés, tanto sensual como

no.” Su belleza externa concretada en su pecho y en su cara, complicada con

los pezones y los ojos, lo bombardea con una experiencia emocional, de

carácter apasionado”.

Dice Meltzer, la madre es enigmática para él, exhibe la mayor parte una sonrisa

de Gioconda y la música de su voz cambia sin cesar. Ella envía un mensaje

ambiguo, da y quita.

De allí lo que llama conflicto estético, “es el impacto estético del exterior de la

madre “bella”, a disposición de los sentidos, y el interior enigmático que debe

construir mediante la imaginación creativa”. Es particularmente el carácter

enigmático del objeto en la experiencia estética, el que se transforma en

trágico.

Ese impacto “es el que saluda la aparición del bebé en el mundo fuera del

vientre materno”. “El impacto estético está representado tanto en lo concreto

como simbólicamente por la madre, sus pechos, pezones, sus ojos y su

mente”.

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Nos dice Meltzer que el conflicto estético tiene una importante relación con la

estructura mental y que la psicopatología está dada por la huída del dolor

provocado por el conflicto estético.

Por otro lado, la temática del rostro nos recuerda el mito de Narciso.

El mito gira particularmente alrededor del rostro. Habla de la imposibilidad de

ser sin el Otro. Es ese Otro, el entorno familiar, social, cultural, el que aporta la

simbología del cuerpo y del rostro.

Un niño, liberado así mismo, si sobrevive, logra una simbología que dificulta la

comunicación, como se ha podido observar en los niños salvajes, en el

autismo, a veces en la esquizofrenia o en los ciegos de nacimiento.

Según el mito, Narciso era un joven muy bello que despreciaba a otros jóvenes

que quedaban fascinados por su belleza. Al verse reflejado en las aguas ve

una imagen de otro sin darse cuenta que es él mismo. Aunque siguiendo la

descripción que hace Ovidio del mito, Narciso se reconoce en la imagen.

A partir de esta consideración hay en el mito un rechazo de la alteridad.

El error fatal sería la confusión entre apariencia y realidad, el descubrirse a sí

mismo, es la muerte. Narciso se quedaría fijado ante el dolor de reconocerse

distinto en el reflejo y no lo puede tolerar.

El mito se vincula además de la confusión entre la realidad y la ilusión, también

con la seducción engañosa, con el amor y la muerte.

Al desconocer la alteridad, se anula la regla que implica el intercambio con el

otro, en el que juega un importante lugar la mirada. En el mito, el verse, el ser

mirado, la imagen, están muy presentes.

Por otro lado podríamos pensar que la ligazón con Eco representaría al vínculo

madre-bebé en la etapa de indiferenciación, veríamos así que lo trágico estaría

en no aceptar la discriminación, “se anula al Otro”.

El planteo del mito permite que podamos comprender el papel que juega el

Otro tanto para la constitución del mundo interno como en los vínculos, y de la

significancia de esto en la práctica clínica.

El tema del rostro nos acerca también a considerar la identidad dado que es

una parte del cuerpo significativa en la construcción de la misma.

El rostro traduce de una manera visible y misteriosa las diferencias

individuales. Pone así en evidencia la importancia de la percepción,

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particularmente de cómo nos percibimos y de cómo nos determina nuestro

psiquismo.

En él cada uno se identifica tanto en su nombre como en su sexo, aunque

también nos aproxima a reconocer la opacidad del otro y la opacidad para con

nosotros mismos.

Nos conecta con el tiempo, con los cambios dados por el paso del tiempo, de

gran influencia en la identidad y en la autoestima. Estos cambios pueden

generar extrañezas en cuánto el reconocerse en él o en percibirse como haber

“perdido el rostro”.

Antes los cambios, puede darse que se recurra interiormente a la imagen

interna de referencia que se constituye en la juventud y en particular en

relación al rostro.

Los afectos se inscriben en todo el cuerpo pero en especial es en el rostro

donde más se evidencian, expresados en diversos movimientos que son muy

significativos.

El papel de la identidad lo podemos ver en “el signo del espejo”, ligado a crisis

como suelen presentarse en la adolescencia ante síntomas de

despersonalización, como también en la vejez.

En la sociedad occidental la identidad se aloja particularmente en el rostro,

como lo demuestra la utilización del mismo para identificar a las personas en su

documentación como así también para fines judiciales.

Es una de las partes del cuerpo que más se asiste, se maquilla, se restaura, se

perfecciona. No sólo importa la forma del rostro sino de algunas partes de éste

como los ojos, la mirada, la boca, la sonrisa. Es el medio comunicacional más

jerarquizado.

Desde la Clínica en el encuentro con el paciente el rostro o los rostros

incluyendo el del analista juegan un papel importante. En ocasiones, ciertos

rasgos o expresiones no verbales pueden ser relevantes, como por ejemplo

ciertas características de los ojos, la mirada, la sonrisa.

Uno de los puntos que me ha llamado la atención es la disociación que suelen

mostrar algunos pacientes expresada particularmente en su rostro.

Una paciente de 38 años, que llamaré Cecilia, concurre a la consulta derivada

por su médico clínico por presentar un marcado adelgazamiento en estudio, un

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estado depresivo y en la entrevista, que fue acompañada por la madre, ésta le

informa de los maltratos que recibía la paciente de parte del marido.

Me encuentro con una mujer muy delgada, de baja estatura, con apariencia de

menor edad y con un rostro que mostraba una mirada vivaz y una sonrisa

llamativamente amplia, podría decirse “de oreja a oreja”. Traía consigo varios

paquetes que aclaró eran obsequios para algunos miembros de su familia.

Su discurso no era compatible con la expresión de su rostro que mantenía la

sonrisa aún haciendo referencia a situaciones que implicaban mucho

sufrimiento como estados depresivos y cuadros somáticos severos en distintos

momentos de su vida incluyendo su situación actual.

Acordamos una segunda entrevista a la cual no concurrió porque tuvo que ser

internada y me solicitan que la vea en el hospital.

Al poco de iniciar esa entrevista se da una situación por la que hay que

trasladarla a otra sala. Allí me encuentro a la paciente dando órdenes a la

enfermera sobre lo que ésta tenía que hacer, ya no era sólo su rostro sino toda

su conducta que mostraba una disociación marcada, dado que la paciente fue

internada por el nivel de adelgazamiento que generaba preocupación en los

profesionales.

Estos aspectos disociados fueron incluidos durante el tratamiento generando

en Cecilia sorpresa por no haberlo observado como dato significativo,

incluyendo la dificultad de registro de su cuerpo.

A pesar de la precariedad de su funcionamiento mental, como se pudo ver en

material de sueños, muestra en su vida cotidiana, una hiperactividad que a

veces es difícil que los que la rodean puedan sospechar su estado psíquico. El

precio que paga es la sobreadaptación y las afecciones somáticas que parecen

funcionar como denuncias de su estado psíquico.

Cecilia realizó estudios terciarios haciendo un trabajo acorde a ello, ocupa un

cargo de cierta jerarquía, además de atender una familia de cuatro hijos y un

vínculo con un marido con conductas violentas que intenta minimizar.

En relación al tema del Simposio vinculado a la actualidad, observamos una

jerarquización de lo visual, de la apariencia, de la imagen, como un retorno a la

bidimensionalidad.

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No siempre el rostro ocupó un lugar de importancia para el ser humano. Según

los datos históricos se empezó a considerar desde la instalación del

individualismo, el reconocer a la persona, la singularidad.

Se fue vinculando el rostro con la belleza, como el espejo del alma y como

expresión de emociones. Jerarquizando parte del rostro como los ojos y en

particular la mirada.

En relación al arte, la aparición del retrato fue evolucionando desde la

restricción a ciertas figuras de prestigio a extenderse a otras clases, llegando al

autorretrato. La imagen retratada se fue acercando al modelo, rescatándose así

la persona del mismo.

El interés por el rostro fue apareciendo en forma creciente y tiene gran auge

con la aparición de la fotografía como también por la aparición de los espejos.

Luego se sumaron el cine, el video como también el incremento de las

representaciones teatrales.

La búsqueda de preservar la juventud, la vitalidad, la seducción,

particularmente en la mujer aunque también en el hombre, hace que se recurra

a cambios en el cuerpo y particularmente en el rostro, lo cual es dado desde

decisiones personales o ante propuestas desde lo social.

En algunas ocasiones se tratan de modificaciones que forman parte de la vida

cotidiana como pueden ser la utilización de cosméticos, maquillajes, peinados.

Otras veces se buscan cambios que implican intervenciones más profundas

como las de las prácticas quirúrgicas.

En muchas ocasiones observamos cómo las propuestas de cambios corporales

están ligadas a la propia valoración, a la búsqueda en lo externo de una

identidad que no puede lograrse. Otras veces enmascarando otras

problemáticas.

En otros casos se presenta como un modo de tener que verse con el paso del

tiempo que se ve reflejado en el cuerpo pero particularmente en el rostro.

El recurrir a las cirugías o a otros medios, suele vincularse a crisis personales

con la imagen del cuerpo que en algunos casos pueden vivenciarse como una

amenaza a la propia existencia.

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Diferentes son las situaciones por las que se solicitan intervenciones

quirúrgicas para restaurar un rostro que ha sufrido una enfermedad o un

accidente.

La desfiguración del rostro de una persona suele ser vivido como quedar

desposeído de una identidad, lo que confirma que más allá del cuerpo dañado

hay un cuerpo cargado de grandes significados.

Desde la consideración del rostro como algo propio pero de gran importancia

desde el Otro, podríamos plantearnos que los cambios que se pretenden lograr

a través de maquillajes, tatuajes, cirugías, entre otros, tendrían relación con la

búsqueda de afianzar la autoestima y a su vez pueden responder a demandas

que surgen de la sociedad y la cultura.

Tenemos que tener en cuenta que los conceptos de belleza y fealdad varían

según la historia, la cultura y la sociedad, además de lo que cada uno puede

percibir de su propia imagen y la que cree estar mostrando.

En la clínica nos encontramos con pacientes que desean revisar sus decisiones

ante la idea de cambios en su cuerpo. El psicoanálisis nos aporta elementos

valiosos al tener en cuenta el inconsciente, como el encontrar una

contradicción entre lo que se pretende con los cambios y lo que realmente

puede modificarse. Vemos a veces cuadros de despersonalización luego de

modificaciones que no fueron las esperadas.

Podemos plantearnos una serie de interrogantes:

¿Qué se intenta buscar con los cambios en el cuerpo, particularmente en el

rostro?

¿Las máscaras, los disfraces, maquillajes, los diversos ornamentos, las

cirugías, los rostros preparados para las guerras, que han representado y qué

representan en la actualidad?.

¿Qué importancia tiene en la clínica psicoanalítica, que por el método,

alentamos a la observación de la imagen interna del cuerpo?

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RESUMEN

“Una mirada sobre la imagen corporal: el rostro”

Dra. Marta Estela Ivaldi

Sociedad Psicoanalítica de Mendoza

En el trabajo se hace un recorrido de diversos aportes psicoanalíticos respecto

a la ambigüedad que muestra el rostro, al proceso que implica reconocer un

rostro propio a través del Otro o ante el artificio del espejo, y el significado de la

experiencia especular. Se menciona el mito de Narciso y la importancia del

rostro en la constitución de la identidad.

Se hace un aporte desde la clínica y se plantean interrogantes sobre la

tendencia en la actualidad a realizar modificaciones en el rostro.

DESCRIPTORES

Rostro - Narcisismo - Alteridad - Mundo interno.

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BIBLIOGRAFIA

Dolto F. “La imagen inconsciente del cuerpo”. Ed. Paidós 2007.

Freud S. “Introducción al narcisismo”. (1914). Tomo XIV.

“Lo ominoso”. (1919). Tomo XIX.

Obras completas. Ed. Amorrortu. 1979.

Le Breton D. “Rostros. Ensayo de antropología”. Ed. Letra Viva 2010.

Meltzer D. “La aprehensión de la belleza”. Ed. Spatia 1990.

Sami-Ali M. “Pensar lo somático”. Ed. Paidós 1987.

“Cuerpo real, cuerpo imaginario”. Ed. Paidós 2006.