Jacques Derrida - Marx e hijos

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  • 8/7/2019 Jacques Derrida - Marx e hijos

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    Marx e hijosJACQUES DERRIDA

    Texto de 1998, en Demarcaciones espectrales. En torno a expectros de Marx, de JacquesDerrida, Michael Spinker (ed.), Trad. de Malo de Molina, A. Riesco y R. Snchez Cedillo. Trad.de Malo de Molina, A. Riesco y R. Snchez Cedillo. AKAL, Madrid, 2002, pp. 247-306. Edicindigital de Derrida en castellano.

    Debo confesarlo inmediatamente: estas reflexiones no sern nicamenteinadecuadas. Era algo que caba esperar. El lector rpidamente reconocer en ellas esaforma de inadecuacin denominada anacrona. Una vez ms, las respuestas esperadassern, al mismo tiempo, prematuras y tardas.

    Prematuras: desgraciadamente, tendrn a menudo la forma inacabada, tambin laretrica, de un prlogo experimental. ste perdurar como el embarazoso prefacio a unarespuesta que, un da lejano, deseara ajustar a la impresionante y generosaprovocacin de los textos que me preceden en este volumen. La mayora de ellos, noobstante, continuarn acompandome, cada uno de manera diferente. Sostendrn mireflexin, es decir, tambin mis compromisos y mis evaluaciones polticas.

    Al mismo tiempo, si es que alguien se atreve a hablar de un mismo tiempo, se mepodr acusar tambin de un retraso injustificable y de ceder a otro tipo de ficcin retrica,a otro tipo de gnero literario: el posfacio o el postscriptum, no tanto a Espectros de

    Marx, sino ms bien a la respuesta que, en vano, he preparado durante demasiadotiempo. Y que tambin he proyectado desde hace demasiado tiempo, desde antes deEspectros de Marx. Porque, me permito recordarlo, este libro ya pretenda ser a sumanera una especie de respuesta, tan slo una respuesta, a una invitacin inmediata ascomo a una inyuncin urgente, pero tambin a una solicitud muy antigua. Es cierto que els de una responsabilidad, con todo lo original que pueda ser, contina siendo unarespuesta. Resuena permanentemente como la respuesta a una inyuncin espectral: aspues, la orden viene de un lugar al que no podemos identificar ni como un presente vivoni como pura y llana ausencia de un muerto.

    Esto equivale a decir que la responsabilidad de esta respuesta ha abandonado ya el

    suelo de esta filosofa como ontologa, o de esta ontologa como discurso sobre laefectividad del ser-presente (on) de la que vamos a tener que volver a hablar mucho.Porque, como ya se habr verificado, todos los debates abiertos en este libro se cruzan, enun momento o un otro, en torno a esta cuestin de forma aparentemente abstracta yespeculativa, pero que se mantiene, tal como se deca hace algunas dcadas en Francia,como algo ineludible o incluso en el puesto de mando. La cuestin sera la siguiente:qu se puede decir sobre la filosofacomo ontologaen la herencia de Marx? Cuantonos ha llegado o nos llegar an de Marx es una filosofa poltica? Y una filosofa

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    poltica como ontologa? Y qu deberamos hacer con esta cuestin aparentementeabstracta? Es legtima? Es urgente? Por qu todo parece reconducir a ella en los textosque acabamos de leer en este volumen, as como en los campos problemticos que sedenominan, por ejemplo, la poltica, lo poltico, la ideologa, el por-venir comorevolucin mesinica o como utopa, el partido o las clases, etc.?

    As pues, en cualquier caso, sean mis respuestas tardas o prematuras, no habrlogrado ajustar el tiempo. Tendremos entonces razn para decir que habra podido prevereste fracaso y que podra haber visto aproximarse esta anacrona. Por otro lado, acaso noera cierta intempestividad la temporalidad y, al mismo tiempo, el tema de Espectros deMarx? S, sin lugar a dudas he previsto oscuramente cuanto aqu sucede. Sin lugar adudas lo he considerado desde el primer momento como inevitable. Sin embargo, no heosado zafarme, prefiriendo, como se dice en francs, precipitarme al fracaso[courir lchec].He preferido asumir una derrota antes que desaparecer en el momento de dar lasgracias a los autores de este libro. Porque, ante todo, es esto lo que deseo hacer aqu. Hepreferido mostrarme desarmado ante ellos y, de este modo, hablarles en el momento en

    el que me hacen el honor de dirigirse a m, aunque sea de manera crtica, y an cuando loque me dispongo a decirles, de manera no slo insuficiente sino tambin oblicua y aveces impersonal, deba defraudar an -a veces incluso irritar ms a cuantos ya han credotener motivos para irritarse.

    En resumen, ahora est bastante claro: no he logrado responder aqu, no loconseguir y quiz no haya aqu lugar para hacerlo. Por varias razones que desearadetallar ahora brevemente.

    En primer lugar, hubiera sido demasiado difcil. Hubiera sido presuntuoso, llegandoel ltimo, situndome en una posicin al mismo tiempo panormica y central, pretender

    tener la ltima palabra bajo la forma de una precisa rplica apropiada a cada cual y cadauno de estos textos. Habra sido una escena imposible de representar. Mejor, porque esuna escena que no me gusta. Corresponde a los lectores el hacerse un juicio de Espectros de Marxy ahora de este libro, as como de todas las discusiones que ste implica. Laprimera cosa de la que me regocijo gratamente es del mucho trabajo en perspectiva quetiene. Porque, desde mi punto de vista, cada uno a su manera y casi sin excepcin, estostextos son de cabo a rabo textos de trabajo. Exigen, por lo tanto, algo diferente a unarplica. Otro trabajo, por modesto e insuficiente que sea, debera venir a su encuentro,para atravesarlos, ms que para aportarles una respuesta. En mi opinin, el que casi todosestos textos sean trabajos originales en marcha es algo que nadie puede dudar tras sulectura. Casi todos ellos, y prcticamente de principio a fin, son notables por su preocupacin por leer ms que por pasar pgina. Casi todos tratan de analizar, decomprender, de argumentar: de aclarar ms que de oscurecer. Tratan, casi todos, dediscutir antes que de injuriar (como suele hacerse hoy tan a menudo para evitar tener queplantearse preguntas dolorosas), de objetar antes que de denigrar o, temerosamente, deherir.

    No obstante, como tambin se habr observado, cada uno lo hace, cada vez, a partirde una axiomtica, de una perspectiva, de una estrategia discursiva diferente. Y,

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    envidando, dira incluso que a partir de una filosofa poltica y de unapoltica diferentes.Subrayo estas dos palabras para insistir sobre lo que denominaba hace un momento elpunto de interseccin ms intenso, el lugar de paso ms comn para todas las preguntasaqu replanteadas: cmo entender y pensar los trminos filosofa y poltica de ahoraen adelante? Y, ante todo, el pensamiento de Marx, aquel que heredamos (o aquel que,

    mediante una hiptesis quizs audaz pero aparentemente comn, querramos odeberamos heredar, como si furamos los hijos de Marx)? Es este pensamiento deMarx, esencialmente, una filosofa? Es esta filosofa, esencialmente, una metafsica entanto que ontologa? Posee una ontologa ms o menos legible de fondo? Debehacerlo? Qu tipo de suerte debemos, nosotros mismos, por medio de un acto deinterpretacin activa (y, por lo tanto, tambin poltica), asignar hoy por hoy a esteesencialmente? Se trata de un dato o de una promesa por hacer venir? Por desplazar?Por relanzar o re-interpretar de otro modo, a veces incluso hasta abandonar este valormismo de esencialidad que corre el peligro de estar demasiado estrechamente ligado acierta ontologa? Habra que consagrar numerosas y voluminosas obras nicamente a esteenjambre de preguntas (Qu se podra decir, en definitiva, de la filosofa en Marx o

    desde Marx?). El acuerdo al respecto entre todos los colaboradores de esta obra seradifcil dado que, en este volumen, me parece que nadie se entiende con nadie en esteaspecto. Por ejemplo, entre los ensayos ms convincentes de esta obra, dnde seubicara el acuerdo entre Negri, quien querra ver en el pensamiento de Marx laposibilidad de una nueva ontologa, y Jameson, quien, por el contrario, en un gesto sobreel cual tambin volver, parece considerar como evidente y afortunado el hecho de que elmarxismo nunca ha sido, como tal, una filosofa? Tratar de mostrar porqu no puedosuscribir ninguna de estas dos conclusiones. Sera necesaria otra ms, al menos otra, deesas numerosas obras, para aclarar el debate abierto en las ltimas lneas del texto deJameson titulado La narrativa de la teora (sobre esa cuestin -inevitable, insalvable,infranqueable- que Althussr denomin ideologa y que, segn Jameson, Heidegger yDerrida habran denominado metafsica en discursos en los que determinadosmotivos habran sido reificados en teora). Lo mismo dira para el concepto de lo poltico, para el de filosofa poltica posteriormente y, sobre todo, entre filosofa ypoltica, para el concepto sin lugar a dudas ms difcil de situar a travs de todos lostextos, el de ideologa.

    Pero an hay ms, hay algo ms que esta diferencia entre filosofas y filosofaspolticas. Llevando el envite an un poco ms lejos -lo que, desde mi punto de vista, hacelas cosas ms interesantes pero al mismo tiempo ms difciles-, los textos aqu reunidosen pollogo por Michael Sprinker (a quien deseo, en primer lugar, expresar mi cordial y profunda gratitud por la oportunidad que nos brinda, que me brinda) ponen enfuncionamiento estilos, prcticas, ticas o polticas de la discusin, retricas oescrituras tericas heterogneas entre s. Sera absurdo, en realidad injurioso, tratar deachatar o de aplanar estas singularidades fingiendo dirigirse a todos con una nica ymisma voz, mediante un nico y mismo modo, para responder por igual a todos y cadauno de ellos y, por lo tanto, a ninguno.

    As pues, acabo de envidar. En efecto, he sugerido que la diferencia entre filosofaspolticas o polticas, las diferencias que otros denominaran tambin ideolgicas en lo

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    que a laposicin polticase refiere y, por lo tanto, la diferencia con respecto a las tesisnoson las ms graves, por difciles de superar e incluso de discutir que a veces sean. Desdemi punto de vista, no es ah donde se encuentran las distancias o las contradiccionesltimas entre nosotros suponiendo que las haya. Porque estas diferencias y estosdiferendos, si los hubiera y pudiramos tomarlos como tales, presupondran al menos un

    acuerdo de fondo, una axiomtica comn con respecto a la cosa misma, con respecto a lascosasen discusin: la filosofa, la poltica, la filosofa poltica, lo filosfico, lo poltico,lo poltico-filosfico, lo ideolgico, etc. El acuerdo sera alcanzado, o presupuesto, sobrela base de que lo que est en juego en la discusin, en la evaluacin, en la interpretacin,puede tomar nombres legtimos, nombres comunes o propios: la filosofa, la polticao lo poltico, la filosofa poltica o la filosofia (de lo) poltic(o)a, Marx.Innumerables palabras y cosas alrededor de las cuales, hoy, respecto al nombre propio deMarx (es decir, respecto a su herencia, espectral o no, y a su filiacin), losherederos (marxistas o no, marxistas de tal o cual familia, pertenecientes a unau otra generacin, a una u otra tradicin nacional, a tal o cual formacin acadmica, etc.)se pondran a debatir, pero en una misma lengua y a partir de una axiomtica comn.

    Ahora bien, como podemos imaginarnos, no es esto lo que sucede en este libro. Locual puede volverlo tanto ms interesante para algunos, ms necesario o dramtico paraotros, e incluso bablico rayando lo insignificante para otros. De ah, en cualquier caso, ladificultad de la tarea para quien llega el ltimo y pretende no ya poseer la ltima palabra,sino una lectura previa de todos estos textos. Cmo tratar de formalizar estas diferenciasidiomticas e intraducibles, simulando al mismo tiempo estar hablando a todos desde unaposicin metalingstica, la posicin a la vez ms ventajosa y ms difcil de encontrar, lams absurda y la ms insostenible, la menos justa en cualquier caso? He ah la razn delfracaso al cual me precipito, el fracaso al cual, como an se dice en francs, mi discursose encuentra condenado [est promis].

    A modo de punto de partida, antes incluso de comenzar, espero que se me permitarecordar el cuestionamiento ms inquieto de Espectros de Marx, el ms atormentadotambin, pues hace referencia simultneamente a la legitimidad y a la oportunidad de unlibro que, en un primer momento, fue una conferencia fechada en un momento especfico,un posicionamiento que responda a una invitacin significativa, en un contexto muydeterminado. Ciertamente, esta cuestin permaneci suspendida en un lugar desde el cualse organizaba la estrategia de este discurso y su direccin, sin embargo, an hoy no meparece que haya sido tomada en consideracin como cuestin, seria o directamente, porcasi ninguno de los textos de este volumen. Ahora bien, se trata precisamente de unatriple cuestin: 1) la cuestin de lo poltico (de la esencia, de la tradicin y de ladelimitacin de lo poltico, en particular en Marx); 2) la cuestin de lo filosficotambin (de la filosofa como ontologa, concretamente en Marx); y, por lo tanto, 3) lacuestin de los lugares que bajo esos nombres, en particular el de Marx, creemos poderidentificar en comn, aunque no sea ms que para manifestar en torno a ellos undesacuerdo. Estas tres cuestiones (poltica, filosofa, Marx) son indisociables. Sihubiera una tesis o una hiptesis en Espectros de Marx, presupondra hoy estaindisociabilidad. Los tres temas de esta tesis (o hiptesis) no forman hoy ms que uno.

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    Buscan el lugar comn que ya tienen, que es el suyo aun cuando no lo veamos, el lugarde su articulacin histrica.

    La tesis (o la hiptesis) de Espectros de Marx, presentndose a s misma, anudaexpresamente estos tres temas. Pero esta presentacin de s no es un manifiesto. No se

    trata de la automanifestacin de ningn Manifiesto en la tradicin del Manifiesto poltico,tal como lo analiza Espectros de Marx a propsito precisamente del Manifiesto delPartido Comunista. Pese a que haya decidido citarme lo menos posible, querra recordaral menos un extracto del anlisis consagrado a la forma manifesto del texto quecomienza con Ein Gespenst geht um in Europa, das Gespenst des Kommunismus [Unfantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo]. Tratando de explicar el ttulo deMarx, es necesario discernir en l, entrelazados en el mismo acontecimiento performativode una firma (el nombre propio de Marx o de quien quiera que se asocie o se dejerepresentar por l), lo poltico (bajo la apariencia del Partido o de la Internacional) y loontolgico (el filosofema del ser-presente, del presente de la realidad viviente, etc.).Aqu, lo espectral no es considerado por Marx ms que como un ideologema, tan slo

    una fantasa que disipar:

    Cuando, en 1847-1848, Marx nombra el espectro del comunismo, loinscribe en una perspectiva histrica que es exactamente la inversa deaquella en la que yo pens, al principio, al proponer un ttulo como losespectros de Marx. All donde a m me tentaba nombrar de ese modo lapersistencia de un presente pasado, el retorno de un muerto, una fantasmalreaparicin de la que no consigue deshacerse el trabajo del duelo mundial, decuyo encuentro ella huye hacia delante, encuentro al que da caza (excluye,

    rechaza y a la vez persigue), Marx, por su parte, anuncia y requiere lapresencia por venir. Parece predecir y prescribir: lo que de momento no parece ms que un espectro en la representacin ideolgica de la viejaEuropa debera convertirse, en el futuro, en una realidad presente, es decir,viva. ElManifiestollama, requiere, esa presentacin de la realidad viva: hayque proceder de forma que, en el futuro, ese espectro -y, en primer lugar, unaasociacin de trabajadores forzada al secreto hasta cerca de 1848- seconvierta en una realidad, y en una realidad viva. Es preciso que esa vidareal se muestre y se manifieste, que se presentems all de Europa, de lavieja o de la nueva Europa, en la dimensin universal de una Internacional.

    Pero, asimismo, es preciso que se manifieste en la forma de unmanifiesto que sea el Manifiesto de un partido. Porque Marx otorga ya laforma de partido a la estructura propiamente poltica de la fuerza que deberser, segn elManifiesto, el motor de la revolucin, de la transformacin, dela apropiacin y, finalmente, de la destruccin del Estado, y el fin de lopoltico como tal. (Dado que ese fin singular de lo poltico corresponde a lapresentacin de una realidad absolutamente viva, existe ah una razn ms

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    para pensar que la esencia de lo poltico siempre tendr la figura inesencial,la no-esencia misma de un fantasma.)

    Hablando con propiedad, enEspectros de Marxla presentacin de la hiptesis nosepresenta. La hiptesis o la tesis nose plantea. Si se planteara o se presentase lo hara, almenos, sin manifiesto ni automanifestacin. Sin presentarse en el presente, toma, sinembargo, como suele decirse, posicin -su posicin o msbien su suposicin, asaber, la responsabilidad as considerada- como una transformacin y, por lo tanto,como una trans-posicin heterodoxa o paradjica de la undcima de las Tesis sobreFeuerbach.

    As pues, como una herencia fiel-infiel de Marx, infiel para ser fiel (infiel paraser fiel: con vistas al mismo tiempo a ser fiel yporquees o querra serlo).

    Por lo tanto, como una hiptesis o un postulado: sobre lo que puede y debe ser unaherencia en general, a saber, necesariamente fiel einfiel, infielporfidelidad. Este libro esun libro sobre la herencia, pese a que no deba circunscribirse a los hijos de Marx. Msconcretamente, se trata de un libro sobre lo que heredar puede no querer-decir demanera unvoca, sino, quiz, inyungir de forma contradictoria y contradictoriamenteobligatoria. Cmo responder, cmo sentirse responsable de una herencia que te legardenes contradictorias?

    Aunque no pretendo reconstituir aqu este movimiento, me permitir recordar loque, en un momento determinado, trababa conjuntamente, por un lado, la posibilidadmisma [...] y la fenomenalidad de lo poltico o incluso lo que permite identificar lo

    poltico y,por otro, la posibilidad de una fantologa en la que un discurso (no digouna ciencia) de la espectralidad permanece irreductible... a todo cuanto ella [unafantologa] hace posible, la ontologa, la teologa, la ontoteologa positiva o negativa,es decir, incluida, antes incluso de hablar de filosofa marxista, esa filosofa cuyolmite, desde mi punto de vista, Marx jams pudo tematizar.

    Porque uno de los hilos rojos de Espectros de Marx es nada menos que lacuestin de lo filosfico en Marx. Las tres cuestiones quedan trabadas conjuntamente.Cmo delimitar 1) la fenomenalidad de lo poltico en cuanto tal, 2) la filosofacomo onto-teologa, y 3) la herencia como herencia de Marx, del nombre y en nombrede Marx? Ahora bien, al mismo tiempo que quedan urdidas estas tres preguntas trato

    de definir el acto que, yendo ms all de la forma-pregunta de la pregunta, consiste enadquirir una responsabilidad, en suma, en comprometerse de manera performativa. Alo que entonces aada:

    Esta dimensin de la interpretacin performativa, es decir, de unainterpretacin que transforma aquello mismo que interpreta, desempear

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    un papel indispensable en lo que me gustara decir esta tarde. Unainterpretacin que transforma lo que interpreta es una definicin de lo performativo que es tan poco ortodoxa desde el punto de vista de laspeech act theory [teora de los actos de habla] como desde el de laundcima de las Tesis sobre Feuerbach(Losfilsofos no han hecho sino

    interpretar el mundo de diferentes formas, lo que importa estransformarlo [Die Philosophen haben die Welt nur verschiedeninterpretiert; es kommt aber drauf an, sie zuverndern]).

    Evidentemente, siempre tendremos derecho ajuzgarel gesto que aventuro de estemodo. Podremos encontrarlo efectivo o no, eficaz o imaginario, real o ficticio, lcido ociego, etc. Yo mismo, por definicin, ni siquiera tengo una garanta terica oprctica al respecto. Reivindicara incluso que no podemos ni debemos tenerla a lahora de adquirir una responsabilidad, de decir o de hacer cualquier cosa que no sea el

    efecto de un programa. La demanda mnima, la demanda de lecturaque, sin embargo, laforma de este gesto parece comportar en s misma, es una demanda que, por su parte,contina siendo terica y prctica al mismo tiempo. Requiere tomar en cuenta lanaturaleza y la forma, me atrevera incluso a decir que la intencin declarada, de estegesto, aunque no sea ms que para criticar su inters, su posibilidad, su autenticidad e,incluso, su sinceridad.

    Se siguen necesariamente tres tipos de consecuencias. Antes incluso de tratar deavanzar una respuesta ms precisa a los textos reunidos en este volumen, me limitar asealar nicamente estas consecuencias tpicas. No podr consagrarles el desarrollonecesario, pero esta evocacin de principios bsicos debera ser suficiente para todo

    cuanto seguir a continuacin.

    1. La cuestin de la cuestinoel cuestionamiento de la cuestin. Pese a que acabode recordar un nudo de cuestiones, pese a que Espectros de Marx multiplica losinterrogantes y recuerda sin cesar la urgencia crtica de todo tipo de problemas a los quenunca habr que renunciar, hay tambin en l, como en todos los textos que he publicadodurante estos ltimos diez aos (al menos desdeDe lesprit: Heidegger et la question),una gran insistencia sobre la dependencia, e incluso sobre cierto carcter secundario, dela forma-pregunta. De ah cierta divisibilidad, de ah el pliegue, otros diran laduplicidad, asumido por un discurso que trata de hacer dos cosas difcilmentecompatibles a simple vista: por un lado, tratar de despertar preguntas hipnotizadas oinhibidas por la respuesta misma; pero, simultneamente, por otro, asumir tambin laafirmacin (necesariamente revolucionaria), la inyuncin, la promesa, en resumen, lacuasiperformatividad de unsque vela sobre la pregunta, precedindola como su propiavspera. Un ejemplo de este ambiguo respeto por la pregunta (crtica o hipercrtica,incluso me atrevera a decir que deconstructiva) sera ese momento en que,proponiendo una nueva pregunta, sospecho inmediatamente, demanera casi simultnea,

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    de una retrica de la pregunta (que no hay que reducir a la de una pregunta retrica):Hay una cuestin que todava no se ha planteado. No como tal. Quedara, ms bien,ocultada por la respuesta filosfica, diremos, ms precisamente, ontolgicadel propioMarx. Esta cuestin no es otra que la del espectro o la del espritu. Sin esperar, casi en lafrase siguiente, explicaba por qu crea que debera desconfiar de estos trminos, en

    particular de la alternativa pregunta/respuesta. Y fue entonces cuando surgi, demanera sin duda no fortuita, la palabra quiz, uno de esos quiz que marcanexplcitamente, desde hace dcadas, la modalidad privilegiada, mesinicaen este caso,de los enunciados ms importantes para m (se da el caso de que durante el ao quesigui a Espectros de Marx, en Polticas de la amistad, he tematizado ampliamente elsentido e incluso, si pudiera an decirse, la necesidad o la ineluctabilidad de estequiz): Pero todas esas palabras traicionan: quizya no se trata en absoluto de unacuestin y apuntamos ms bien hacia otra estructura de la presentacin, con un gesto depensamiento o de escritura ....

    2. Despolitizacin, repolitizacin . Desde mi punto de vista, lo que debera seguir aesta deconstruccin de la ontologa marxista es todo lo contrario a una despolitizacino un debilitamiento de la efectividad poltica. Al reexaminar en profundidad los axiomasde la relacin entre Marx, la teora, la ciencia y la filosofa, se tratara en realidad, a mijuicio, tanto de comenzar a dar cuenta de losfracasos histricos desastrosos registradossobre el plano terico y sobre el plano poltico como de repolitizar de otro modo unadeterminada herencia de Marx. En primer lugar, llevndole hacia una dimensin de lopoltico liberada de aquello que ha soldado -para lo mejor, pero, sobre todo, en nuestramodernidad, para lo peor- lo poltico a lo ontolgico (en primer lugar a un determinadoconcepto de efectividad o del ser-presente, de lo universal segn el Estado, y de la

    ciudadana cosmopoltica y la Internacional segn el Partido).En cuanto a los desastres que acabo de mencionar tan elpticamente, repito, los

    desastres tericos-y-polticos deberan inquietar, no? No deberan dar ideas, aunque seaalgunas, a todos los marxistas patentados dispuestos an a pavonearse dando lecciones?A los marxistas estatutarios o petrificados que se creen an con derecho a ironizar antedeterminados aliados difciles que jams les han acompaado en la ortodoxia de su sueodogmtico? A los marxistas oficiales que se hacen los difciles ante tales aliados cuandoestos ltimos, una vez sucedido el desastre, se esfuerzan en no ceder a la peor de lasresignaciones -terica y poltica- una vez ms? Es cierto que, al menos en este libro(razn por la cual estoy contento y agradecido de tener la oportunidad de participar en l),Terry Eagleton es por suerte el nico (casi el ltimo) marxista de este tipo. Es el nico(casi el nico y casi el ltimo) en mantener ese tono imperturbablemente triunfante.Frotndose los ojos uno se pregunta dnde encontrar an la inspiracin, la arrogancia yel derecho. Acaso no ha aprendido nada? Qu derecho de propiedad se tratara an deproteger? Qu fronteras? A quin pertenecera el marxismo? Sera incluso el cotoreservado, la propiedad privada, de aquellos que se dicen o pretenden marxistas?Gayatri Chakravorty Spivak, por su parte, en un texto reciente, tuvo al menos el mrito demanifestar una inquietud o un remordimiento. En efecto, Spivak da cuenta de la reflexin

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    de un amigo. Qu le deca amigablemente este amigo? Que si siempre ha tenido algntipo de problema con Derrida a propsito de Marx, quiz se deba -confiesatranscribiendo- a que me siento propietaria [proprietorial] de Marx. Propietaria[proprietorial] es un buen trmino. Propongo incluso precisarlo ms: priopietaria[prooprietorial]. Porque, de este modo, se reivindica no slo una propiedad, sino una

    prioridad, lo cual se presta an ms a sonrer. Sugestin amistosa, en efecto, que no bastacon repetir en cada pgina para mostrar que se ha entendido.. Porque, algo ms abajo, enla misma pgina, podemos leer: Se trata tan slo de mi reaccin propietaria[proprietorial] ...?. Cuatro pginas despus, el remordimiento se hace cada vez mscompulsivo pero siempre igual de ineficaz: Se trata de mi actitud propietaria haciaMarx? Ser una oscura fetichista de cuarto de bao cuando Marx sale a colacin?Quin sabe?.

    Quin sabe? Yo, por mi parte, no lo s, pero confieso que, lo mismo que el amigocuya advertencia nos relata Gayatri Spivak, me temo que ella s lo tiene. Lo que no dejarnunca de sorprenderme de la posesividad celosa de tantos marxistas, y ms an en este

    caso, no es tan slo lo que siempre tiene de cmico una reivindicacin de propiedad, ycmico de maneraan ms teatralcuando se trata de una herencia, y de una herenciatextual, y an ms pattico cuando se trata de la apropiacin de una herencia llamadaMarx! No, lo que no dejo de preguntarme, y ms an en este caso, es dnde cree laautora que estaran los presuntos ttulos de propiedad. En nombre de qu, alegando qu,exactamente, se atreve tan siquiera a confesar una reaccin propietaria [proprietorialreaction]? Porque una confesin como sta presupone que ha sido reconocido un ttulode propiedad en nombre del cual uno se ensaa en seguir defendiendo an su bien. Peroquin ha reconocido este derecho de propiedad, sobre todo en este caso? En la pginaanterior (p. 71) de un artculo increble de principio a fin, Gayatri Spivak, en un ltimodestello de lucidez, que no podra delatarla mejor, ya haba escrito esto: Sigue a

    continuacin una lista de errores [mistakes] que acaso me muestre en mi actitud mspropietaria hacia Marx. Al lector le toca juzgar. Es cierto, el lector que soy, entre otros,ha juzgado: la lista en cuestin es, en primer lugar, una lista de malinterpretaciones en lalectura de la propia Gayatri Spivak, quien hace bien en poner previamente la palabramistakes [errores] entre comillas. En efecto, algunas de sus faltas se derivan de unagrosera incapacidad para leer, agravada aqu por el resentimiento herido de unsentimiento de propiedad respecto a Marx. Otras son producidas por la manipulacindesenfrenada de una retrica de la que, a falta de tiempo y de espacio, no dar ms que unejemplo.

    Escojo este ejemplo porque concierne directamente a la despolitizacin-repolitizacin a la que me estoy refiriendo en este segundo punto. As pues, definiendolas condiciones necesarias para la repolitizacin que anso, escriba: De no ser as, nohabr repolitizacin, ya no habr ms poltica. Dicho de otro modo, insisto en el hechode que fuera de las condiciones que defino en este contexto no lograremos repolitizar,como visiblemente deseo y como me parece evidentemente deseable que se haga. Ahorabien, la misma que sospecha, con toda razn, sentirse algo propietaria de Marx, hacesaltar aqu el de no ser as, interrumpe la frase y me atribuye -equivocadamente, sincomillas pero indicando el nmero de la pgina en Espectros de Marx(p. 87 [p. 101])-

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    (adems de una serie de we will que no son mos) el enunciado siguiente: Norepolitizaremos [ibid., p. 87 [p. 101]) como si a travs de una simple e inocente parfrasis estuviera autorizada a atribuirme semejante propsito, como si yo hubierarecomendado no repolitizar, precisamente donde insisto en hacer exactamente locontrario!. Al leer una falsificacin de semejante tamao me ha costado creer lo que

    vean mis ojos y, sobre todo, decidir si esta falsificacin era voluntaria o involuntaria. Noobstante, voluntaria y/o involuntaria, la cosa es grave en ambos casos. Por decirlo fra yformalmente, parece que uno no pudiera interrogarse e inquietarse con respecto a una poltica determinada, o de una determinacin de lo poltico, sin ser inmediatamenteacusado de despolitizacin general. Con todo, es cierto que una repolitizacin pasasiempre por una despolitizacin relativa, por la toma en consideracin del hecho de queun viejo concepto de lo poltico ha sido, en s mismo, despolitizado o despolitizador.

    Aquello que se refiere a la politizacin o a la repolitizacin no ha escapado a lalucidez de Jameson, cuyo potente y escrupuloso anlisis el lector habr podido leer aqu.En efecto, Jameson percibe que la espectralidad constituye aqu la forma de la

    politizacin ms radical y que, lejos de estar bloqueada en las repeticiones de la neurosisy la obsesin, se muestra vigorosamente activa y orientada hacia el futuro. S, confianza;en cualquier caso, Spivak tiene razn en decir que al lector le toca juzgar.

    No estoy diciendo que si el marxismo va tan mal, especialmente en la universidad,sea por culpa de los marxistas, de algunos marxistas acadmicos, mucho menos dealgunos de aquellos a los que acabo de citar (Spivak, Eagleton o Ahmad). Como podemosimaginar, sera ir realmente demasiado lejos. Las proporciones del problema,desgraciadamente, son otras. Digamos tan slo lo siguiente: una vez hecho el dao, ysiendo las causas y los efectos los que son, los comportamientos sintomticos que acabode describir no estn hechos, como suele decirse, para arreglar las cosas y reparar los

    daos.

    3. Lo perverformativo. La referencia que acabo de hacer a la cuasi-performatividad significara al menos dos cosas, dos en una palabra. Ambas cosas seencuentran en una relacin esencial con la necesidad de esta repolitizacin, all donde, bajo determinadas condiciones, me parecera necesario proseguir los esfuerzos porrepolitizar.

    A) En Espectros de Marx, como en todos mis trabajos desde hace al menosveinticinco aos, toda mi argumentacin ha sido determinada y sobredeterminadapordoquier por la toma en consideracin de la dimensin performativa (no slo del lenguajeen el sentido estricto del trmino, sino tambin de aquello que denomino huella yescritura).

    B)Sobredeterminadaporque, simultneamente, se trataba de algo diferente deaplicar tal cual una nocin austiniana (y aqu de nuevo espero haber sido fiel-infiel, infielpor fidelidad a una herencia, a Austin, a uno de los pensamientos o a uno de los

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    acontecimientos tericos mayores, uno de los ms fecundos, sin lugar a dudas, de nuestrotiempo). Desde hace mucho tiempo he tratado de transformar desde dentro la teora de loperformativo, de deconstruirla, es decir, de sobredeterminarla en s misma, de ponerla atrabajar de otro modo, en otra lgica; rechazando, una vez ms, cierta ontologa, unvalor de plena presencia que condiciona ( phenomenologico modo ) los motivos

    intencionales de la seriedad, de la felicidad, de la simple oposicin entre felicity yunfelicity, etc. Este esfuerzo habra comenzado cuanto menos en Signatura, vnement,contexte y habra proseguido por todas partes, -en particular en Limited Inc. y enLacarte postale. Me alegra que Fredric Jameson haya reconocido tan bien determinadoslazos de continuidad o de coherencia entre La carte postale... yEspectros de Marx. Encuanto a lo que Hamacher dice y hace aqu de lo que en 1979 - precisamente en La cartepostale- yohaba denominado lo perverformativo, conectndolo a textos ms recientes,como Avances, es, desde mi punto de vista, uno de los numerosos gestos luminosos y potentes de su interpretacin, en un texto impresionante, admirable y original.Sintindome profundamente de acuerdo con Hamacher, dispuesto a seguirle por todos loscaminos que abre, no podra hacer otra cosa aqu sino rendirle un sencillo homenaje

    agradecido. (Por lo tanto, pese a las apariencias, nada habr de paradjico en que apenashable aqu de su ensayo y me contente con invitar al lector a leerlo y releerlo sopesandocada una de sus palabras.)

    Tras estas observaciones preliminares, debo anunciar, brevemente, la eleccin quehe credo tener que hacer para tratar de responder, en un espacio desgraciadamentelimitado, a los ensayos de este libro. Para no eludir los temas a mi entender msnecesarios, ms generales, ms comunes tambin a los diferentes ensayos, cruzar unorden conceptual con otro ms personal. Respondiendo por orden a cada uno de ellos(excepto a Eagleton y a Hamacher, salvo observaciones ocasionales y por las razonesopuestas que acabo de evocar), desbordar a veces la lgica de este orden para referirme

    aqu o all a la recurrencia de un mismo tema o de la misma objecin en varios textos a lavez. He debido adoptar la menos mala de las soluciones, en una economa que no heelegido yo, para responder de la manera menos injusta posible, en pocas pginas, a nuevetextos, a nueve estrategias e incluso a nueve lgicas diferentes.

    Comencemos con un recordatorio. Quienes me honran interesndose por mi trabajopueden testimoniarlo: nunca he declarado la guerra al marxismo ni a los marxistas. Porqu ira entonces a esperar una reconciliacin (subrayo de este modo la palabra queaparece en el ttulo y repetidamente en el texto de Aijaz Ahmad, del cual constituye, endefinitiva, su leitmotiv)? Cul sera el inters de semejante reconciliacin? Si miprincipal preocupacin hubiera sido la reconciliacin, incluso en el sentido en queAhmad la entiende, habra escrito otro libro absolutamente diferente. Releyendodetenidamente el pargrafo en el que Ahmad explica ampliamente toda la sutileza de suttulo, Reconciliar a Derrida, vemos que no se trata, ni de una Reconciliacin conDerrida ni de un Derrida reconciliado [...] por parte de Derrida, en relacin con Marx-o del marxismo en relacin con Derrida.

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    Un deslizamiento de Marx al marxismo, por lo tanto: por qu? quin es elmarxismo? Ahmad? Todos aquellos de los que se erige en representante? Sin embargo,ya en este mismo libro no hay ningn acuerdo, ninguna homogeneidad posible entretodos los marxistas, entre todos aquellos que se denominan o a los que se denominamarxistas. Suponiendo que sea posible identificar a todos ellos como marxistas,

    contina siendo imposible identificarlos entre ellos. Desde mi punto de vista, esto noconstituye un problema, pero debera volver ms incierta que nunca la apelacinidentitaria marxista (hablo de ello en ms de una ocasin enEspectros de Marx).

    Ahmad prosigue: En cualquiera de los dos casos, tendramos entonces la sensacinde una gratificacin obtenida con demasiada facilidad. Se tratara, ms bien, por lotanto, de una reconciliacin conmigo mismo (Derrida inmerso en un proceso dereconciliacin) en el curso de un proceso de identificacin. Debera insistir en este punto, si bien evitando, precisamente, toda identificacin narcisista (aunque sobre elnarcisismo he aventurado en otro lugar proposiciones poco propensas al consenso). Esnecesario insistir en ello al menos por dos razones:

    1) En primer lugar, para hacer justicia a la complejidad de la identificacin de laque habla Ahmad y que, desde mi punto de vista, afecta a un asunto clave muy sensiblede estos debates. El proceso de la identificacin en cuestin, que Ahmad precisa demanera compleja e interesante, sera doble: identificarse con el propsito de estareconciliacin, identificar aquello con lo que Derrida se ha propuesto aqureconciliarse.

    2) En segundo lugar, porque en ambos casos (estando inserto el uno en el otro, tal

    como hemos visto) se asume que la reconciliacin estara en el programa (algo que pongoen duda, enseguida dir cmo y por qu) y que la identificacin sera asunto mo. Ahorabien, este proceso de identificacin sobre el cual versan, en el fondo, los anlisis msretorcidos deEspectros de Marx, creo que Ahmad lo reduce rpidamente a una cuestinde nombres propios, de pronombres personales y a lo que l denomina sujetos,precisamente all donde este libro engarza con toda la lgica espectral. Y lo hace con unaseguridad que, como se puede uno imaginar, me cuesta compartir. Escribe, en efecto:

    A lo que me refiero, por el contrario, es al sentido activo de un

    proceso y de un tema: un modo de reconciliacin; Derrida inmerso en unproceso de reconciliacin; y nosotros, por consiguiente, en respuesta alproceso que Derrida ha iniciciado, participando de una identificacin; unaidentificacin tambin, en el sentido positivo de identificarse con elpropsito de esta reconciliacin, as como en el sentido de identificaraquello con lo que Derrida se ha propuesto aqu reconciliarse. En estedoble movimiento de identificacin es donde residen los problemas deltexto de Derrida para nosotros, lectores del texto.

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    S, placeres y problemas. Cuando, con una seguridad imperturbable, como sestuviera seguro de aquello que desea decir (a lo que me refiero, dice), Ahmad asociam nombre a un proceso de reconciliacin (que yo mismo habra incluso iniciado!),

    suspiro sonriendo (y es cierto que tambin aqu esperimento cierto placer), pero cuandodice nosotros; (y nosotros, por consiguiente... ) en la frase siguiente, m risa sevuelve, por as decirlo, franca y seria;,al mismo tiempo: problemas, dira yo! Porqueme pregunto dnde encontar semejante recurso este sueo dogmtico. Quin tienederecho a decir aqu nosotros?, nosotros los marxistas?, nosotros los lectores?,etc., y, sobre todo, no acaba acaso todo m libro precisamente problematizando todoproceso de identificacin, de determinacin en general incluso (identificacin del otro oen el otro o en s: X es Y, yo soy otro, yo soy yo, nosotros somos nosotros, etc.)?,cuestiones todas ellas que hay que inscribir bajo el ttulo general que he estadoenfatizando desde el principio de esta respuesta: ontologa o no, espectralidad ydiferencia, etc. En primer lugar, esto afecta a la idea misma de justicia y de mesianicidad

    que proporciona aEspectros de Marxsuhilo conductor, su hilo rojo. Ahora bien, s no sesustrajera de esta lgica de la identidad y de la identidad consigo misma, esta ideacarecera de inters y de especificidad, s es que los tiene.

    S m primera inquietud hubiera sido algn tipo de reconciliacin, hubieraprocedido de otro modo. No hubiera previsto, como he hecho claramente, lo que, enefecto, ha ocurrido la mayora de las veces, a saber: que Espectros de Marxno gustara,sobre todo, a los marxistas confortablemente instalados en sus posiciones depropietarios e identificados por ellos mismos consigo mismos. Precisamente porque lascosas no son sencillas y este libro no proviene del enemigo. De un enemigo identificable.Pensando con antelacin sobre todo en las reacciones -diferentes, cierto, pero en este

    punto anlogas y tan previsibles- de marxistas posesivos (Eagleton, Spivak y Ahmad, porejemplo), vigilantes de la ortodoxia como si de un patrimonio se tratara, ya anunciaba:

    Por ello, lo que decimos aqu no ser del agrado de nadie. Peroquin ha dicho que se deba hablar, pensar o escribir para agradar a nadie?Y habra que haber comprendido muy mal para ver en el gesto quearriesgamos aqu una especie de adhesin-tarda-al-marxismo. Es verdadque hoy, aqu, ahora, yo sera menos insensible que nunca a la llamada delcontra-tiempo o del contra-pie, como al estilo de una intempestividad msmanifiesta y ms urgente que nunca. Ha llegado el momento de dar labienvenida a Marx!, oigo ya decir. O tambin: Ya era hora!, Porqu tan tarde?. Creo en la virtud poltica del contra-tiempo ...

    (Rogara que se leyera tambin cuanto precede y cuanto sigue, al menos hasta el yono soy marxista, y quin puede, todava, decir: yo soy marxista?.) Al escribir esto,

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    sin pensar en un marxista u otro en particular, vea ya venir, sin lugar a dudas, eldesagrado o la rabia tan previsibles de los autoproclamados marxistas como Eagleton oAhmad.

    La crono-lgica del contratiempo estaba, si se me permite la expresin,

    preprogramada. Dos ejemplos:1) El contratiempo segn Eagleton: [ ...] resulta difcil, dice, no lanzar la

    pregunta, quejumbrosamente, de dnde estaba Derrida cuando le necesitbamos. Perono resulta difcil conciliar esta acusacin de contratiempo con la de oportunismobajo la pluma del mismo autor? Porque Eagleton me acusa, al mismo tiempo, deoportunismo y de lo contrario, as como de ir a contracorriente slo para explotar elmarxismo como crtica, como disidencia [...]. As, pues, este oportunismoincorregible y paradjico me hara hacer siempre lo contrario de lo que es oportuno haceren el momento apropiado, en el momento esperado. Me asemejara a un oportunista conun escaso sentido de la oportunidad! La nica explicacin (quiz estemos de acuerdo en

    que algo escasa para un marxista) sera de tipo psicocaracteriolgica, o se tratara de unasunto relacionado con mis desrdenes idiosincrsicos o caracteriales: mi perversidadadolescente. Esta hiptesis me hace sonrer y, como dira Ahmad, encuentro en ellacierto placer. Porque, a fin de cuentas, qu tiene Eagleton contra la perversidadadolescente? Milita ante todo por un retorno a la normalidad?, por la normalizacin?Sera el adulto normal curado de toda perversidad el modelo de su figurarevolucionaria? De qu otra nueva perversidad? Una vez que se empieza a censurar unaperversidad, la lista siempre puede ampliarse. Sin embargo, aun suponiendo que estahiptesis psicologista diera cuenta de mis vicios personales, el mbito al que nosreferimos, bien losabe Eagleton, trasciende a mi persona. Aunque no interesara ms quea un sololector, tambin sera necesario hablar en trminos de perversidad adolescente

    con respecto a l. Y sihay tantos perversos adolescentes en el mundo ms inclinadoshacia este lado que hacia se, un marxista debera preguntarse qu es lo que ocurre: enel mundo y no en mis desrdenes pulsionales. Debera buscar otras explicaciones que ladesviacin libidinal de un autor que envejece mal. Porque Eagleton, creo adivinarlo, mereprocha no envejecer losuficientemente rpido, envejecer a contratiempo.

    2)El contratiempo segn Ahmad. Esta crtica no se lamenta nicamente de quevaya con retraso con respecto a lo que denomina (volver sobre ello enseguida) miafiliacin o mi reconciliacin. Ahmad, por su parte, confiesa haberme ledodemasiado rpido (locual es cierto), e incluso en avin, en mi vuelo a Lubiana dice,lo cual no es una excusa para contentarse con sobrevolar un texto. Los efectos desobrevuelo no se limitan tan slo a la impresin apresurada de estar ante un gesto dereconciliacin (mi libro es claramente todo menos eso y la reconciliacin conmigomismo, a falta de otra, jams me ha resultado fcil; tengo en este sentido una experienciadolorosa que no llegar a comunicar a los lectores a los que me dirijo en este instante,pero la cual estoy seguro de que es, en principio, legible en todo cuanto escribo).

    Me ha sorprendido fambin una cierta precipitacin al hablar de Espectros deMarx, o de mi trabajo en general, como de una simple especie, un caso o un ejemplo del

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    gneroposmoderno opostestructuralista . Se trata de nociones cajn de sastre en lasque la opinin pblica menos informada (y, lo ms a menudo, los medios decomunicacin de masas) coloca poco ms o menos todo aquello que no le gusta o nocomprende, empezando por la deconstruccin. No me considero ni un posestructuralista ni un posmoderno. He explicado a menudo por qu no empleo

    prcticamente nunca estos trminos, salvo para decir que son inadecuados para lo quetrato de hacer. Nunca he hablado, y mucho menos para asumirlos como propios, de losanuncios del fin de todas las metanarrativas. As pues, Ahmad se contenta consobrevolar mi texto de un modo ms que rutinario cuando escribe, a propsito de micrtica a Fukuyama: La discusin hubiera sido ms fructfera si Derrida hubieraofrecido algunas reflexiones sobre las contigidades polticas y filosficas entre elargumento del fin-de-la-historia de Fukuyama y los anuncios del fin de todas lasmetanarrativas que uno encuentra rutinariamente en la obra de tantosdeconstruccionistas. Confusin. No s a qu contexto y a qu rutina hace alusin, peroestoy seguro de que no existe ninguna conexin necesaria entre las deconstruccionesque conozco o que practico y estos anuncios. Esta acusacin es, por lo tanto,

    inadmisible. Supongo que los posmodernos (por ejemplo, Lyotard) que, en efecto, sesirven del trmino metanarrativa (algo que yo, por buenas razones, no he hecho ni unasola vez en mi vida) se mostraran tambin inquietos ante esta amalgama. Por elcontrario, los deconstruccionistas -otra nocin cajn de sastre- han sido a vecesincluso acusados, igual de injustamente, de debilidad por los grandes discursosmetanarrativos, losgrands rcits, como cuando, por ejemplo, hablan imprudentemente aveces, y esto tambin me ha ocurrido a m por razones de economa pedaggica (lo heexplicado con frecuencia en otros lugares), de metafsicas occidentales tout courto dela metafsica de la presencia.

    Un par de comentarios ms sobre Fukuyama y tres breves recordatorios.

    1) Nunca he tratado de rivalizar con Perry Anderson, del que no conoca en aquellapoca su entonces reciente texto. No he tratado de ser ms original (Eagleton) omenos convencional (Ahmad) que Anderson en la crtica a Fukuyama. Sealo de pasoque los dos marxistas que, en este volumen, se muestran ms propensos a la actitudpropietaria hacia Marx, yo dira que los ms patrimonialistas, son tambin quienescomienzan defendiendo y protegiendo, como si hubiera sido cuestionado, el derecho deautor, la prioridad y e[ privilegio del primer crtico oficialmente marxista deFukuyama: Perry Anderson.

    2) No he propuesto simplemente una crtica interna de Fukuyama. He sealado lasconsecuencias contextuales y la lgica poltica que han regido la recepcin o laexplotacin de su libro. Y si Perry Anderson, segn Ahmad, ha tenido el mrito dereconocer cules eran los puntos fuertes de la argumentacin de Fukuyama, en lo quea m respecta, tampoco he dejado de reconocer que el libro no es tan malo ni taningenuo como permitira creer una explotacin desenfrenada que lo exhibe como e[ msbello escaparate ideolgico del capitalismo vencedor en una democracia liberal....

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    3) En cuanto a la problemtica del fin de la historia, etc., sin tener nada en contrade la lectura de Anderson (desde cundo habra que lamentar toda convergencia con unmarxista?), la argumentacin que he propuesto est, en general y en particular,entretejida en el propsito de mi libro, que, ciertamente, estaremos de acuerdo en que noes andersoniano. Mi argumentacin est conectada a travs de tantos hilos a

    publicaciones anteriores (mas, evidentemente -demasiado numerosas como para nomencionar aqu ms que Dun ton apocalyptique...-, pero tambin, sobre todo, tantasotras desde la dcada de 1950!) que no tengo aqu ni el valor ni el espacio parareconstituir la madeja. Como deber hacerlo, por desgracia, en ms de una ocasin, afalta de tiempo y de espacio, me conformo con invitar al lector interesado a releer estostextos para que se forme una opinin, aunque no sea ms que sobre la especificidad decada argumentacin. Sin embargo, francamente, no creo que la crtica andersoniana deFukuyama, aunque la hubiera ledo en su momento, me hubiera convencido de lainutilidad o de la convencionalidad de la ma. Dejemos juzgar al lector.

    Ahmad tiene razn, me parece a m, en preguntarse: qu tipode texto es el que

    Derrida ha compuesto?. En efecto, no se comprende nada de este texto si no se toma enconsideracin la especificidad del gesto, de la escritura, de la composicin, de laretrica, de la direccin, en una palabra, de lo que un lector tradicional y con prisahubiera denominado su forma o su tono, pero que para m resulta indisociable de sucontenido. Ahmad tiene de nuevo razn cuando, para responder a su pertinente pregunta,aade: Tenemos, en otras palabras, un texto en esencia performativo [...]. S, porsupuesto. Pero, lgicamente, dejo de estar de acuerdo con l cuando reduce esta performatividad a una performance y, sobre todo, a la performance de un textoliterario, ms an cuando esta ltima se ve reducida, a su vez, a las nocionesconvencionales y confusas de forma de retrica, de afectividad, de tono, etc.Quin osara negar que haya retrica, afecto y tono en Espectros de Marx?

    Ciertamente, yo no, pero los reivindico de manera totalmente diferente y los conecto deotro modo a la performatividad del anlisis mismo. Acaso cree Ahmad que su texto estan atonal? Cree que cuanto escribe est libre de toda afectividad, de toda retrica y, yaque la cosa parece inquietarle tambin, de todo gesto de filiacin y de afiliacin?Espectros de Marxno es tan slo un texto que no puede, no ms que cualquier otro,borrar y renegar de toda filiacin y afiliacin. Al contrario, asume ms de una y dacuenta de ello. Esta multiplicidad lo cambia todo. Este libro hace tambin algo ms quepuede parecer contradictorio, explicando y justificando la contradiccin. S, se puedenarticular varios gestos aparentemente contradictorios al mismo tiempo o sucesivamenteen un mismo libro. Por ejemplo, yo me reclamo de Marx, pero me ocurre que, habiendohablado a su favor, lo hago tambin en su contra: en el mismo libro y sinimaginarme que estuviera prohibido! Y slo faltaba que hubiera que elegir: a favor ocontra Marx, como en una cabina electoral! Concibindose expresamente como unlibro sobre la herencia,Espectros de Marx, analiza tambin, interroga y, por decirlo sin perder tiempo, deconstruye la ley de la filiacin, en particular de la filiacinpatrimonial, del linaje padre-hijo: de ah la insistencia sobreHamlet,pese a que sta sejustifique tambin de otras muchas maneras. Esta insistencia no obedece nicamente aun gusto por la literatura o por el duelo, lo mismo que el inters de Marx porShakespeare no transforma a El capital en una obra literaria. He sealado al mismo

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    tiempo la ley, las consecuencias y los riesgos tico-polticos de esta filiacin. Esnecesaria una lectura bien ingenua deEspectros de Marxpara obviar todo el anlisis delfalogocentrismo paternalista que marca todas las escenas de filiacin (en Hamlety enKarl Marx!). Las premisas de este anlisis son demasiado antiguas, explcitas ysistemticas en mi trabajo como para tener que volver aqu sobre ellas. Me permito

    simplemente sealar que la cuestin de la mujer y de la diferencia sexual est en elcentro de este anlisis de la filiacin espectral. Esta cuestin de la diferencia sexual, enparticular, rige sobre todo cuanto es dicho de la ideologa y del fetichismo en Espectros de Marx. Si se sigue, por ejemplo, esta pista, que conduce tambin a mis anlisis delfetichismo en Glas y en otros lugares, tendremos un aspecto muy diferente de estaescena de filiacin y de su interpretacin, en particular de la referencia a Hamlet, alespectro paterno y a lo que denomino el efecto visera. Sugiero a Ahmad releer lascosas despus del aterrizaje; de este modo, ver que mi gesto no es simplemente ungesto de filiacin o afiliacin. No, no reivindico simplemente la herencia y menos an laexclusividad de la herencia de Marx. Afirmando tan a menudo que hay ms de unespectro o de un espritu de Marx, reconozco que los herederos son y deben ser tambin

    numerosos, a veces clandestinos e ilegtimos, como en todas partes. Ahmad, por elcontrario, parece lamentarse, como los marxistas y los comunistas presuntamentelegtimos, como los hijos presuntamente legtimos parecen lamentarse por haber sidoexpropiados de su patrimonio o actitud propietaria (enfatizo el trmino presuntos,porque en la familia marxista, como en otras, la legitimidad es siempre presupuesta,sobre todo cuando se trata de filiacin en general y no slo, como se cree demasiadoingenuamente, incluidos Freud y Joyce, de filiacin paterna como ficcin legal:porque esta ficcin es tambin aplicable a la maternidad, antes incluso de que stapueda ser suplida por una madre de alquiler). Al menos uno puede juzgar esta ferozreivindicacin de legitimidad filial por el tono de Ahmad, tal como l mismo dira, en elmomento en que declara que tengo tendencia a identificarme con Hamlet, aposicionarme como Hamlet, la identificarme tanto con Hamlet como con elFantasma!, incluso con el mismo Marx! Como si no se pudiera leer y analizar decerca una escena de filiacin sin identificarse sencillamente con un personaje! Aqu, unavez ms, temo que esta tendencia a considerarme demasiado literario delata unaexperiencia un tanto ingenua de lo que es la lectura y la literatura, as como la lectura deun texto denominado potico o literario. Tampoco en este punto ha sido siemprebien entendida por los marxistas, o por aquellos que son por lo general conocidoscomo marxistas, la leccin de Marx, lector de Shakespeare:

    el acto inicial por el que l mismo se posiciona dentro de su propiotexto [ya para empezar encuentro cada una de estas palabras de unairrelevancia cmica, pero no importa] encerrando el texto entre dos citas deHamlet, que traen al primer plano al Fantasma del padre muerto (referenciaevidente al ttulo de Derrida -Espectros de Marx [en eso estoy deacuerdo, la referencia es obvia, a partir de ahora ya no tratar dedisimularla]- as como al tema de la irreversibilidad de la muerte delmarxismo [de acuerdo, aunque las cosas no sean en este caso, si se me

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    permite decirlo, tan sencillas; no obstante, a partir de aqu, se conviertenrealmente en inquietantes] y a su aseveracin de que l y su deconstruccin,y no los comunistas y aquellos por lo general conocidos como marxistas,son los verdaderos herederos de Marx, el Padre muerto). sta es, pues, lacita inicial, con su repeticin particular de una frase clave:

    El tiempo est fuera de quicioHamlet

    Hamlet: [...] Jurad.EL FANTASMA[bajo tierra]: Jurad.

    Evidentemente, nunca he afirmado que yo y mi deconstruccin (i!) furamoslos verdaderos herederos de Marx, el padre muerto. No lo pienso. Y es algo que meinteresa poco. Por otro lado, todo cuanto digo vuelve la expresin de verdadero

    heredero irrelevante hasta la parodia. Esta pretensin es incluso el objeto, dira casi queel objetivo, del libro. En cambio, la idea, la hiptesis (el fantasma, en realidad) desemejante aseveracin, de semejante reivindicacin (ser un verdadero heredero deMarx) exaspera visiblemente a Ahmad, quien vela celosamente la herencia. Denunciapor adelantado toda presunta reivindicacin de herencia, cuando le parece provenir dealguien a quien el considera un extranjero con respecto a su familia, con respecto a lafiliacin de aquellos a quien denomina tranquilamente, colocndose junto a ellos sinlugar a dudas, es decir, sin que jams le venga a la mente la menor duda al respecto, loscomunistas y aquellos por lo general conocidos como marxistas. La preocupacin porla filiacin legtima es un sentimiento que desconozco en m. He aprendido incluso acultivar y a reivindicar mi indiferencia al respecto, a explicar su lgica e incluso a

    hacer de ello una especie de premisa tica y poltica. La mayora de las veces, analizo,interrogo, problematizo este fantasma de la filiacin legtima (padres, hijos y hermanos,etc. ms que madre, hija y hermana), mientras que, por el contrario, para Ahmad yaquellos por lo general conocidos como marxistas, este fantasma sigue siendovisiblemente compulsivo. Es evidente cuando me critica, aunque tambin cuando, apartir de un gran nmero de puntos de acuerdo sobre los que no me detendr, diceaceptar lo que digo con una sensacin de camaradera. Esta preocupacincomunitaria por la reapropiacin familiar, esta celosa pretensin de priopietariedad,en este como en otros mbitos, es el objeto mismo de mi trabajo: en este libro y, desdehace treinta aos, en todo lo que Ahmad, a quien dejo la responsabilidad de estaexpresin, denomina su [mi] deconstruccin.

    Camaradas, un esfuerzo ms para pensar, si no para elevarse, por encima de todaactitud propietaria [proprietoriality]!

    Por supuesto, agradezco a Ahmad su sensacin de camaradera, sobre todocuando -sin dudarlo- me felicita por mi muy saludable afiliacin con lo que l llamacierto espritu del marxismo. Sin embargo, percibo, ms por su parte que por la ma,un deseo insaciable de buena genealoga, de filiacin legtima y de comunidad casi

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    familiar: todos los hijos legtimos de Marx, aquellos por lo general conocidos comomarxistas, unos como buenos camaradas, como hermanos de todos los pases! Si nofuera un hecho notorio que Marx tuvo un hijo bastardo con su sirvienta (en Francia se haescrito recientemente una obra de teatro a este respecto inscribiendo en ella fragmentosde Shakespeare, de Marx y de Espectros de Marx), si no temiera que Eagleton viera

    confirmado su veredicto (de nuevo una cuestin de tono: La considerable falta degracia del estilo literario de Derrida -bien sabido es que la alegra francesa pasa por untono elevado- refleja una deuda residual con el mundo acadmico al que con tantavalenta ha desafiado) y si, en definitiva, tuviera el valor para recordar toda mi crticadeconstructiva de la fraternidad elaborada en Polticas de la amistad -algo que nopienso hacer- hablara aqu de los Hermanos Marx. Si lo hiciese sera, ms seriamente,porqueEspectros de Marxes tambin, igual quePolticas de la amistad,una especie decrtica del principio genealgico, de un cierto fraternalismo y de las parejashermano/hermano, as como padre/hijo. La fantologa del propio Marx, su temerosafascinacin ante sus propios espectros, gira a menudo en torno al hermano (Stirner comomal hermano de Marx en tanto que mal hijo de Hegel). No obstante, por medio de

    mis agradecimientos debo decir, demasiado rpido desgraciadamente, ingrato como soy,que no me siento de acuerdo con prcticamente nada de cuanto dice Ahmad, con tantainsistencia, sobre tantas cosas y siempre para acusarme o sospechar de m. Voy a tenerque acelerar mi ritmo si quiero que una respuesta atenta no ocupe cientos de pginas (dehecho, sera necesario, pero no dispongo de ellas).

    1) Para empezar, no estoy de acuerdo con lo que Ahmad dice acerca del tono demi texto. No creo que nadie tenga derecho a aislar aquello a lo uno que se refiere bajo laconfusa categora de tono(tono de sufrimiento religioso, registro tonal mesinico,tono cuasirreligioso, este tono, en parte sermn, en parte canto fnebre, cadenciascasi religiosas, etc.). Para tener derecho a aislar y, por lo tanto, criticar un tono, se

    debera disponer de un concepto algo ms elaborado del mismo, de su alianza con elconcepto o el sentido, y con la performatividad a la que me he referido ms arriba parareivindicarla y cuestionarla. Sobre todo, es necesario tener, si se me permite decirlo sinresultar ofensivo, un odo ms fino para las cualidades diferenciales, inestables, mvilesde un tono, por ejemplo, esos valores tonales que sealan la irona o el juego, incluso enlos momentos ms serios y siempre en pasajes en los que el tono es, precisamente,indisociable del contenido. Ahmad es tan insensible como Eagleton a las variaciones detono: por ejemplo, a la irona o al humor que me gusta cultivar, sin excepcin, en todosmis textos. Es su derecho. Por definicin, sobre todo en tan poco espacio de tiempo, nopodra convencerle o modificar sus gustos. Sin embargo, aunque se pierde algo delsentido cuando uno ignora el temblor y la vibracin diferencial de un tono, permanece elsuficiente sentido en las palabras, las frases, la lgica y la sintaxis como para no tenerderecho a obviartodo.

    Porque, por ejemplo, por servirme nicamente de las palabras del propio Ahmad, loprcticamente (prcticamente religioso) y lo casi (cuasirreligioso), por s solos,deberan bastar ya para cambiar muchas cosas, casi todo, en la medida en que hay en ellibro, de principio a fin, una distincin sutil pero indispensable. Cul? La distincinentre, por un lado, cierta religiosidad irreductible (aquella que gua un discurso de la

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    promesa y de la justicia, del compromiso revolucionario, incluso entre los comunistas yaquellos por lo general conocidos como marxistas, y, en realidad, all donde el discursotico y poltico tiene el sello de la mesianicidad -que se diferencia del mesianismo atravs de una frontera precaria que vale lo que vale, y sobre la cual volver, pero de laque Ahmad no puede ignorar que organiza toda la lgica del libro) y, por otro, la

    religin, las religiones en virtud de las cuales me atrevo a creer que Espectros de Marx,como todo cuanto escribo, no muestra ninguna debilidad (Ahmad parece reconocerlo).No se puede, como hace Ahmad aqu, despachar la gran cuestin de la religin y de loreligioso acusando, de manera un tanto confusa, a un tono de ser cuasirreligioso. Hoypor hoy no debemos dar por evidente y resuelta la cuestin religiosa. No debemos hacercomo si supiramos qu es lo religioso o lo cuasirreligioso, sobre todo cuando sequiere ser y decirse marxista. Entre ambos se encuentra, en efecto, la cuestin de laideologa (segn Marx irreductible, indestructible e irreductiblemente ligada a loreligioso), sobre la cual tambin volver ms tarde.

    2) Tampoco estoy de acuerdo con lo que Ahmad avanza tan tranquilamente a

    propsito de lo metafrico en Espectros de Marx (metfora del duelo, lenguajemetafrico de la herencia y de la promesa del marxismo, el lenguaje de lametfora, lenguaje de in-direccin metafrica, etc.). Anteriormente he hecho unenorme esfuerzo por problematizar el concepto de metfora y su utilizacin(precisamente en su relacin con el concepto) para confiar ahora en la retrica deAhmad y en el uso tan dogmtico que hace de esta palabra (metfora, metafrico).En todo trabajo de duelo hay, sin lugar a dudas, un proceso de metaforizacin(condensacin o desplazamiento, interiorizacin o introyeccin y, por lo tanto,identificacin con el muerto, renarcisizacin, idealizacin, etc.). Sin embargo, enEspectros de Marx los motivos del duelo, de la herencia y de la promesa son todomenos meras metforas en el sentido ordinario del trmino. Son puntos conceptuales

    o tericos centrales, son los temas organizadores de toda la crtica deconstructiva quetrato de hacer. Indisociables entre ellos, dirigen, entre otras cosas, el anlisis del campopoltico-fantasmagrico de la escena mundial tras el supuesto fin del comunismo y ladenominada muerte de Marx. Me permiten tambin introducir cuestionesnecesariamente de tipo psicoanaltico (la del espectro o la fantasa [phantasma]-que engriego significa tambin espectro-) dentro del campo poltico, algo que, desde mi puntode vista, los marxistas raramente han logrado hacer de manera rigurosa y convincente.Todo esto presupona por mi parte una transformacin de la lgica psicoanaltica misma,precisamente en lo que se refiere al duelo, al narcisismo y al fetichismo. Es algo a lo queya me he referido en otro lugar y sobre lo que no puedo extenderme aqu.

    3) No estoy de acuerdo con Ahmad cuando habla del rechazo de Derrida de lapoltica de clase. Existe un grave malentendido al respecto. Soy sin duda en parteresponsable de ello y me gustara explicarme mejor de lo que lo he hecho hasta ahora.Hagamos, pues, una transicin: es, precisamente, el concepto de transicin el queahora nos ocupar y me servir de lugar de paso entre el texto de Ahmad y otros que, eneste volumen, manifiestan, de modo diverso, cierta inquietud respecto a lo que yo habradicho, o ms bien no habra dicho, de las clases, del concepto de clase o de la lucha declases. ste es el caso de Lewis. De manera totalmente diferente, es tambin el caso de

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    Jameson, a quien Lewis tambin invoca, ya que sita claramente su esfuerzo crtico acontinuacin de los de Ahmad y Jameson, cuyas respuestas a Espectros de Marx yahaban aparecido (en laNew Left Review) cuando Lewis escribi la suya. Para tratar deresponder simultneamente a las objeciones de Ahmad y de Lewis (porque no considerolos pargrafos que Jameson consagra a estas cuestiones de clase como objeciones, y

    enseguida dir por qu), me permitir citar una frase que escrib no hace mucho, dadoque Lewis la pone de relieve, como si debiera constituir el objetivo mismo de una crticaque, en efecto, se desarrollar en todo su ensayo titulado Sobre la clase:

    Tena la impresin de que el concepto de lucha de clases e inclusivela identificacin de una clase social se vieron echados a perder por lamodernidad capitalista [...]. De esta suerte, toda expresin en la queapareciera la locucin clase social era una expresin problemtica param.

    En primer lugar qu dicen estas dos frases extradas tan brutalmente del contextode una entrevista en la cual yo describa mi relacin con el proyecto althusseriano, talcomo se desarroll en la dcada de 1960, tan enormemente cerca de m, de mil maneras,por los lugares y por la amistad? Estas dos frases no decan que lo que se denominaba ose denomina an clase social no tuviera ninguna existencia desde mi punto de vista ono tuviera correspondencia con nada real, con ninguna fuerza social capaz de generarconflictos, efectos de dominacin, luchas, alianzas, etc. Decan, con mucha precisin,que el principio de identificacin de clase social, tal como es presupuesto por el

    concepto de lucha de clases (entendiendo ste, aunque esto sea evidente, de acuerdocon lo indicado por el discurso marxista dominante, el de los partidos comunistas;posteriormente volver sobre la cuestin del partido), decan, pues, que este principio yeste concepto se haban vuelto problemticos para m en las frases que por entoncesoa (repito: As, pues, toda expresin en la que apareciera la locucin clase social erauna expresin problemtica para m). Si hubiese querido decir que para m ya no habaclases sociales y que toda lucha al respecto resultaba obsoleta, lo hubiera dicho. Todocuanto he dicho ha sido que el concepto y el principio de identificacinde clase socialal uso en el discurso marxista que por entonces escuchaba (en la dcada de 1960) eranproblemticosdesde mi punto de vista. Subrayo este trmino, problemtico, que noquiere decir falso, ni caduco, ni fuera de juego, ni insignificante, sino sujeto atransformacin, a reelaboracin crtica, en una situacin en la que cierta modernidadcapitalista echa a perder el criterio de clase ms sensiblemente determinante (porejemplo -aunque habra que volver sobre este aspecto con detenimiento dado que en lse juega todo- el concepto de trabajo, de trabajador, de proletariado, de modo deproduccin, etc.). No deca en absoluto, ni siquiera en esta entrevista improvisada, quetuviera por anticuado o irrelevante alproblemade las clases. Hasta tal punto no lo decani lo pensaba que, inmediatamente despus de la frase citada por Lewis, precisaba lo

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    siguiente (que Lewis, si hubiera ledo ms de tres lneas de mi texto, habra debido tenerla lealtad de citar):

    As pues, toda expresin en la que apareciera la locucin clasesocial era una expresin problemtica para m. Por las razonesexpresadas anteriormente, no podra decir [esto] de esta forma[hoy, en1998,subrayo de esta forma, la forma de los enunciados marxistas dela dcada de 1960]. Yo creo en la existencia evidente de las clasessociales[de nuevo aado la cursiva hoy, en 1998],pero la modernidad delas sociedades industriales (por no mencionar el Tercer Mundo) no puedeabordarse, analizarse, explicarse de acuerdo con una estrategia polticaque arranque de un concepto cuyos lazos son tan latos. Tena laimpresin de que estaba observando todava modelos de anlisissociolgico y poltico heredados, si no del siglo XIX, s al menos de la

    primera mitad del siglo XX... Creo que es todava absolutamenteindispensable mantener el inters por aquello a lo que apunta elconcepto de lucha de clases, el inters por analizar los conflictos

    presentes en las fuerzas sociales[otra vez ms, estoy subrayando estaspalabras hoy, en 1998; es la frase suficientemente clara y carente deambigedad?]. No obstante, no estoy seguro de que el concepto de clase,tal como ha sido heredado [de nuevo subrayo estas palabras en 1998],sea el mejor instrumento para acometer aquellas actividades, a no serque se proceda a diferenciarlo considerablemente[cursivas aadidas, denuevo, en 1998].

    No me atrevo a seguir citndome ms. Invito tan slo al lector interesado areconstituir todos estos contextos, en particular toda la discusin que desarrolla el pasajecitado ms arriba respecto a los conceptos de ltima instancia, desobredeterminacin, de apropiacin y de expropiacin (es la mejor respuesta que aqu puedo dar). Le invito tambin a reconstituir los contextos que se determinan enEspectros de Marxen torno a estos puntos centrales. En cualquier caso, debera quedarlo suficientemente claro que tomaba y tomo muy en serio la existencia de algo comoaquello que desde Marx se denominan las clases sociales, que tomo en serio las luchasde las que esta cosa es el campo, el lugar, lo que est en juego, la fuerza motriz, etc. Yque, repito, creo indispensable el inters por esta cosa, por esta lucha, pero tambin,por lo tanto, por el progreso del anlisis que adoptamos respecto a ella. Lo que porentonces me pareca problemtico era el carcter insuficientemente diferenciado delconcepto de clase social tal como es heredado. Repito que lo que por entonces mepareca sobre todo problemtico era el principio de identificacin de clase social y laidea de que una clase social es lo que es, homognea, presente e idntica a s mismacomo soporte ltimo (ultimate support). Sin embargo, cierta diferencia respecto a smisma, cierta heterogeneidad de la fuerza social, no me parece incompatible, alcontrario, con el movimiento constituido por una lucha social. Cuando, enEspectros de

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    Marx, hablo de una herencia crtica, las cuestiones sobre este soporte ltimo ysobre la identidad en s de una clase social no slo no excluyen la lucha, losantagonismos o las relaciones inestables de dominacin, sino que, por el contrario, sonformuladas en referencia a esta guerra por la hegemona. Escribo, por ejemplo (aunqueinvito una vez ms al lector interesado a reconstituir el contexto de estas proposiciones):

    Confiamos, en efecto, al menos provisionalmente, en esa forma deanlisis crtico que hemos heredado del marxismo: en una situacin dada,y con tal de que sea determinable y determinada como la de unantagonismo sociopoltico, una fuerza hegemnica aparece siemprerepresentada por una retrica y por una ideologa dominantes,cualesquiera que sean los conflictos de fuerzas, la contradiccin principalo las contradicciones secundarias, las sobredeterminaciones o losdispositivos que, lueg, pueden complicar dicho esquema ...

    Es sta mi pregunta y mi principal preocupacin: lo que encuentro problemticotiene que ver, en primer lugar, con lo que viene a complicar dicho esquema. Y, porsupuesto, lo reconozco, esta complicacin llega muy lejos desde mi punto de vista.Puede llegar hasta a

    sospechar de la simple oposicin entre lo dominante y lo dominado,

    incluso de la determinacin ltima de las fuerzas en conflicto, e incluso,ms radicalmente, a sospechar que no sea la fuerza siempre ms fuerteque la debilidad [...]. Herencia crtica: as, por ejemplo, se puede hablarde discurso dominante o de representaciones e ideas dominantes, yreferirse, pues, a un campo conflictual jerarquizado sin suscribirnecesariamente el concepto de clase social con el que Marx determin tana menudo, sobre todo en La ideologa alemana, las fuerzas que sedisputan la hegemona [...]. Se puede seguir hablando de dominacin enun campo de fuerzas suspendiendo no solamente la referencia a esesoporte ltimo que sera la identidad y la identidad consigo misma de

    una clase social[losubrayo, hoy, en 1998, para enfatizar que lo que me

    parece problemtico no es algo como la clase social sino aquello que, amenudo, se le atribuye en cierta tradicin marxista dominante: el estatutoo el lugar de este soporte ltimo y la identidad como identidad ens], sino tambin suspendiendo el crdito concedido a lo que Marx llamala idea, la determinacin de la superestructura como idea, representacinideal o ideolgica, y hasta la forma discursiva de dicha representacin.Tanto ms cuanto que el concepto de idea implica esa irreductible gnesisde lo espectral que tenemos intencin de volver a examinar aqu.

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    Lo que implica este programa, enEspectros de Marx, no ha retenido la atencin deaquellos que me reprochan aqu, creo que injustamente, tomar cuanto menos a la ligerael problema de las clases y de la lucha de clases. El pasaje que acabo de citar (como

    muchos otros tambin) se inscribe claramente en una lgica abierta a todas lassobredeterminaciones (en ese sentido, se trata de una lgica coherente, al menosprovisionalmente, con un discurso marxista, por ejemplo, althusseriano), pero quecomplica tambin dicho esquema y que, sin dejar de tomar en consideracin lasformaciones de clase y las luchas de clase, llega a colocar en el punto de mira, en lalucha de clases, la relacin entre fuerza y debilidad, entre el trabajo, la produccin, loeconmico y lo ideolgico.

    Quiz mi defecto consista en no conocer todos los trabajos marxistas queelaboraran un nuevo concepto de clase y de lucha de clases integrando mejor losnuevos datos de la modernidad tecno-cientfico-capitalista de la sociedad mundial.

    Sobre este aspecto en particular, admito que no conozco a nadie que me haya parecidoconvincente, pese a que haya dado la bienvenida en ms de una ocasin a los trabajosrecientes de tericos marxistas que no se dejaban desanimar, en sus anlisis y en suscompromisos, por un clima histrico poco favorable. En cualquier caso, de lo que estoyseguro es de que los marxistas a los que aqu debo responder y que ponen objeciones alo que digo o no digo de las clases y de la lucha de clases no avanzan por su parteningn concepto nuevo, con la excepcin de Jameson, sobre el que enseguida volver,cuyas observaciones al respecto no percibo en absoluto como objeciones. Antes deentrar en este punto, deseara poder precisar algo que debera resultar evidente, pero queparece haber escapado a la lectura precipitada y poco global de Ahmad y Lewis. Cadavez que he hablado de la nueva Internacional enEspectros de Marx, enfatizando que, en

    ella, la solidaridad o la alianza no deberan depender, fundamentalmente y en ltimotrmino, de una pertenencia de clase, no he pretendido afirmar en absoluto ladesaparicin de las clases o la atenuacin de los conflictos ligados a diferencias o aoposiciones de clase (o, al menos, diferencias u oposiciones basadas en las nuevasfiguras de fuerzas sociales para las cuales creo, en efecto, que son necesarios nuevosconceptos y, por lo tanto, quiz nuevos nombres). Cuanto digo de la nueva Internacional(que ya es un hecho -volver tambin sobre ello- y no tiene nada de abstracto o deutpico, ni es desmovilizado ni desmovilizador, al contrario) no supone tampoco lasupresin de estas relaciones de fuerza y de dominacin social, ni el fin de la ciudadana,de las comunidades nacionales, de los partidos y de las patrias. Se trata, simplemente,atravesando las diferencias y las oposiciones de fuerzas sociales (de lo que,simplificando, se denominaban las clases), de otra dimensin del anlisis y delcompromiso poltico. Yo no dira que semejante dimensin (por ejemplo, la dimensinde las clases sociales, nacionales o internacionales, la de las luchas polticas en el senode un Estado-nacin, la de los problemas de nacionalidad y ciudadana, la de laestrategia de los partidos, etc.) es superior o inferior, prioritaria o secundaria,fundamental o no. Todo eso depende, en cada momento, de una nueva evaluacin de lasurgencias, de las implicaciones estructurales y, en primer lugar, de las situacionessingulares. No existe, por definicin, para una evaluacin semejante, ningn criterio

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    previo, ninguna calculabilidad absoluta. El anlisis debe ser recomenzado cada da encada lugar, sin estar nunca garantizado por un saber previo: con esta condicin, con lacondicin de esta inyuncin hay, si es que la hay, accin, decisin y responsabilidadpoltica, repolitizacin. Para m, lo indecidible jams ha sido lo contrario de ladecisin, sino la condicin de la decisin all donde sta no se deduce de un saber como

    lo haramos mediante una calculadora. Por otro lado, no hablo en ninguna parte de unanueva Internacional que se se declara sin clase, como dice Lewis, o en ausencia deconsideraciones de clase. Hablo precisamente, al final de un largo desarrollo que nopuedo citar aqu pero que invito a releer al lector interesado, de que la alianza o elvnculo que forma esta Internacional puede urdirse, que se trama de hecho, sin pertenencia comn a una clase. Nada tiene esto que ver con una ausencia deconsideraciones de clase, con una ignorancia o una neutralizacin de lo que sedenominaba una clase, pero s en todo caso que los intereses de fuerzas sociales yeconmicas requieren anlisis ms refinados. Si me equivoco, desde el punto de vistadel saber o de la accin poltica, si mis crticos piensan que toda Internacional se forja,debe forjarse, a partir de una pertenencia comn a una clase, que se diga y se

    demuestre (algo que no hacen ni Ahmad ni Lewis), en lugar de anatemizardogmticamente todo discurso que no da por sentado o considera sagrado el cdigotradicional de la lucha de clases. Otra de las confusiones de Lewis consiste en creerpoder reconocer en lo que digo de la nueva Internacional una preocupacin abstractapor los derechos humanos. Ahora bien, aunque as fuera, Lewis debera reconocer queno hay nada de antimarxista en ello (una consagracin [una consagracin a losderechos humanos] que en sus formas concretas no resulta antittica al marxismoclsico, pero que, insisten los marxistas revolucionarios, es irrealizable a menos quehaya una revolucin y que es estrictamente indecidible en ausencia de consideracionesde clase), pero resulta adems que unas lneas ms arriba a esta alusin a lapertenencia comn a una clase, yo aportaba una precisin que, como ocurre condemasiada frecuencia, habr escapado a la lectura impresionista e intermitente deaquellos que tienen inters en transformar cuanto digo en un formalismo abstracto,insensible a las determinaciones sociales (por no hablar de su confusin con respecto alo que denomino lo indecidible). Lo que, en efecto, escriba era que:

    Una nueva Internacional se busca a travs de estas crisis delderecho internacional, denuncia ya los lmites de un discurso sobre losderechos humanos que seguir siendo inadecuado, a veces hipcrita, entodo caso formal [subrayo hoy, en 1998, los ms significativos de losnumerosos rasgos que parecen haber escapado a la atencin de Lewis, enconcreto cuando habla de una preocupacin abstracta por los derechoshumanos] e inconsecuente consigo mismo mientras la ley del mercado,la deuda exterior, la desigualdad del desarrollo tecno-cientfico, military econmico mantengan una desigualdad efectiva tan monstruosa comola que prevalece hoy, ms que nunca, en la historia de la tierra y de lahumanidad.

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    Confo tan poco en el concepto abstracto de derechos humanos que, un poco msabajo, el desarrollo mismo pondr en cuestin -al menos a modo programtico, si bien enuna trayectoria que ha sido la de mi trabajo desde hace mucho tiempo- el concepto

    metafsico de hombre que se encuentra, precisamente, en el centro de estos derechoshumanos (particularmente en oposicin al concepto tambin abstracto de animal).

    Finalmente, decidiendo dejar sin respuesta semejantes observaciones, dejo al lectorjuzgar la retrica y la buena fe de Lewis cuando, acto seguido, escribe: La Internacionalde Derrida afirma, adems, la conveniencia de las alianzas interclasistas (patrones junto aobreros); su llamamiento a la militancia se dirige ms que nada a los intelectuales,preferentemente, a otros deconstruccionistas. Ni siquiera un candidato demagogo encampaa electoral en pleno siglo XIX se hubiera atrevido a consentir semejante tipo decalumnias. En cualquier caso, no hubiera tenido el descaro de presentar esto como unargumento en una discusin. Lo mismo dira, aunque es tan burda y demaggicamente

    polmica que no merece la pena ni responderla ni discutirla, con respecto a otra ridculaacusacin del tipo puede sorprender tambin a muchos deconstruccionistas [quines?,cules?] descubrir que la muerte por la que Derrida se pone de duelo no es la delmarxismo, sino ms bien la de un rgimen especfico de capitalismo de Estado [paraLewis la nica definicin vlida del bolchevismo estalinista]. Para los marxistas, no haynada por lo qu ponerse de duelo (ah, s?, de verdad?).

    Estoy totalmente de acuerdo: los deconstruccionistas (cules exactamente?) ymuchos otros, en efecto, pueden quedar sorprendidos al enterarse un da, por boca deLewis, de que mantengo el duelo por el estalinismo. Resultarn menos sorprendidos alenterarse de que Lewis, por su parte, no mantiene duelo alguno? Y ya que estoy

    sealando los puntos que no me detendr a discutir del texto de Lewis, he aqu al menosuna primera lista:

    1) El alegato segn el cual habra criticado un dficit de moral en el marxismo, alequiparar leninismo y totalitarismo fascista. No lo he hecho nunca en ninguna parte y nose encontrar el menor rastro de esta ecuacin en mi texto, lo cual no quiere decir quetenga al leninismo por algo irreprochable e inocente de todo totalitarismo.

    2) La definicin, cien veces recurrente, de mi trabajo como posmoderno. Es unburdo error al que ya me he referido anteriormente. Se agrava aqu por la identificacinentre posmodernidad, postestructuralismo y crtica de lo metanarrativo.

    3) El alegato segn el cual habra pretendido que la clase obrera se est reduciendoen nmeros absolutos a escala mundial. Nunca lo he pensado. Del mismo modo, nuncahe dicho que el marxismo clsico no puede dar cuenta de los sin-techo en tanto quegrupo, les excluye e ignora su potencial revolucionario. En estos momentos, tengo lasensacin de que Lewis tiene un inters compulsivo en tomarme por el ltimorepresentante diablico, la encarnacin total de todas las objeciones, reales o potenciales,justificadas o no, que puedan dirigirse contra el marxismo! Habra que inquietarse ms

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    bien por un enrare