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Mons. José Manuel Garita HerreraObispo de Ciudad Quesada E-mail: curia@diocesisciudadquesada. org

IN D IC E

Introducción................................................................................... 3

a) Realidad actual...............................................................................................................3b) Respuesta de nuestra Iglesia Particular....................................................................... 4c) Un caminar de la fe y la esperanza hacia el amor...................................................... 5

I. El am or y la misericordia en la Sagrada Escritura... 6

a) El amor bíblico............................................................................................................... 6b) La misericordia bíblica................................................................................................... 9

II. La comunión con la Iglesia Particular comoexpresión del am or y lam isericordia.............................................................................1 2

a) Origen y expresión de la comunión.............................................................................12b) La comunión diocesana................................................................................................12c) Comunión, pastoral y testimonio..................................................................................13

III. Testigos en el compromiso del am or y lamisericordia ............................................................................ m

a) El Obispo........................................................................................................................14b) Los Presbíteros.............................................................................................................. 15c) La vida consagrada........................................................................................................16d) Los laicos........................................................................................................................16e) La pastoral social en particular......................................................................................17

IV. Am or y obras de misericordia: situaciones y d esa fío s ................................................................................... 18

a) Pobreza...........................................................................................................................18b) Desempleo..................................................................................................................... 19c) Laicismo..........................................................................................................................19d) Las personas como seres desechables...................................................................... 20e) Violencia.........................................................................................................................20

1“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad” (2 Cor 12,9)

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f) Migraciones forzadas...................................................................................................21g) Comunicados pero distantes.......................................................................................21

C onclus ión .................................................................................... 2 2

a) Una Iglesia en camino que anuncia la misericordia...................................................22b) Una Iglesia misericordiosa que dialoga con el hombre y la mujer de hoy desdela fe .......................................................................................................................................22c) Una Iglesia que testifica la misericordia.....................................................................23

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Carta Pastoral sobre el amor y la misericordia.

“Si se aman, conocerán que son mis discípulos”(Cfr. Juan 13,35).

Introducción

a)Realidad actual:

1. - Nuestra sociedad contemporánea camina a pasos veloces. Cada día nos sorprenden más y más los adelantes tecnológicos. Lo que antes se nos hacía imposible, ahora lo encontramos a las puertas de nuestras casas. En apariencia, nos sentimos más cercanos y unidos por la tecnología. Sin embargo, a pesar de toda esta gama de avances, “no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos. La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad” (EG 52).

2. - Vivimos en un mundo que, a pesar de estar tan comunicados gracias a la tecnología, nos damos cuenta que estamos muy distantes al mismo tiempo. Y nos adentramos en una sociedad sin rostro, en la cual el otro ya no es mi hermano: “Yahveh dijo a Caín: «¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó: «No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?»” (Gen 4,9). Un mundo donde nos hemos dado cuenta que el dinero no nos

resuelve los problemas. Signo de ello son los países, llamados del primer mundo, que presentan problemas sociales alarmantes. Estados Unidos reporta entre 1999 y el 2012 90 tiroteos masivos1. Según la OMS, en un informe llamado la “Prevención del Suicidio un

1 http://cnnespanol.cnn.com/2016/06/12/por-que-ocurren-tantos-tiroteos-masivos-en-estados- unidos/

3“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad” (2 Cor 12,9)

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imperativo moral”, afirma que “A nivel mundial, los suicidios representan un 50% de todas las muertes violentas registradas entre hombres y un 71% entre mujeres”,2 y además en relación a los jóvenes dice “a nivel mundial el suicidio es la segunda causa principal de muerte en el grupo de 15 a 29 años de edad”3.

3. - Pareciera que esta es una sociedad en la que nos hemos convertido en rostros anónimos: en nuestras familias, trabajos, comunidades, barrios, e incluso en nuestras parroquias. Muchas veces se busca ardorosamente el propio interés, seguridad y

comodidad, actitud que nos deja relegados e indiferentes. Estos problemas y otros que podríamos mencionar no están tan lejos de la realidad de nuestra querida diócesis de Ciudad Quesada. Por ello, al finalizar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, quiero compartir con ustedes esta nueva carta sobre el amor y la misericordia, que completa el ciclo de los temas anteriores sobre la esperanza y la fe. Estamos hablando, ni más ni menos, de las tres virtudes fundamentales que tocan lo más íntimo y trascendental de nuestra relación con Dios y los hermanos.

b)Respuesta de nuestra Iglesia Particular:

4. - Nuestra diócesis no puede quedarse al margen de esta realidad que toca la profundidad de cada hombre: “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban cansados y agobiados como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9,36). Desde la fe, hemos de tomar conciencia de la realidad que nos circunda y tratar de dar una respuesta, tomar postura frente a lo que nos desafía y preocupa. En otras palabras, no podemos permanecer indiferentes e insensibles. Jesús compartió, padeció con las realidades y personas que encontraba en su camino. Por ello, la Iglesia -como esposa de Cristo- debe ser “una imagen perfecta de tu gran misericordia, para que podamos cumplir el mandamiento que nos diste: "Serás misericordioso como lo es tu Padre”4.

5. - Es así que la Iglesia, y cada uno de los que la formamos, que debemos pasar de ser simples observadores a convertirnos en rostros de la misericordia del Padre, convertirnos en aquel hombre del evangelio de San Lucas que al ver a aquel que fue golpeado y saqueado “tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.” (Le

2 http://www.who.int/mental health/suicide-prevention/exe summary spanish.pdf?ua=13 Ibid.4 Oración de misericordia al Sagrado Corazón de Jesús y de María. San Juan Eudes.

4“Mi gracia te basta, porque mi fuerza se muestra perfecta en la debilidad” (2 Cor 12,9)

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10, 33-34). Siguiendo la enseñanza del Señor, la Iglesia, entonces, debe ser prójima, cercana, sensible, capaz de actuar y responder. Como Madre, ante todo, ha de formar a sus hijos para que vivan y actúen con corazón misericordioso; corazones de hermanos

que se compadezcan y sean una fuente del amor del Padre. Nada gana la Iglesia simplemente creando instituciones de ayuda material, si olvida la ayuda espiritual, haciendo tomar conciencia de que la fe es exigencia que ha de plasmarse en el amor, la misericordia y la solidaridad.

6.- En respuesta a las diversas interrogantes y desafíos, teniendo por delante la fe que nos hace creer, la esperanza que nos anima y el amor que nos pone frente al misterio y vivencia de la misericordia de Dios, sinceramente deseo y espero -comenzando por nuestra diócesis- una Iglesia más misionera, profètica, sencilla, humilde y servidora. Una Iglesia donde seamos capaces de lavarnos los pies los unos a los otros, siempre prontos a hacer el bien y motivados por la más auténtica solidaridad que hace visible el ideal de la comunión. Una Iglesia peregrina y siempre caminante, con renovado impulso y

compromiso, activa y dinámica, atenta a sus retos y siempre disponible a dar respuesta desde el amor y la misericordia de Dios a tantos desafíos y clamores. Una Iglesia conformada por ministros plenamente identificados con su ministerio y encendidos en auténtica caridad pastoral. Una Iglesia compuesta por una inmensa cantidad de laicos conscientes y convencidos de su misión y vocación en el mundo que tiene como fin transformar la sociedad con los valores del evangelio.

c)Un cam inar de la fe y la esperanza hacia el amor:

7.- Como les decía anteriormente, en mis dos cartas pasadas había tratado sobre la fe y la esperanza, y con esta tercera carta quisiera avanzar hacia el amor, pues, como afirma San Pablo, de estas tres virtudes, esta última es la más grande (cfr. 1 Cor 13,13). Pero, siendo muy sincero, quisiera compartir acerca de un amor muy lejano a la concepción actual, en la que, muchas veces, se ve reducido a un puro sentimentalismo. El amor cristiano, la caridad que se hace misericordia, es “la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que predominaba claramente en la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro”5. Este amor será conocido por San Pablo como “caridad” (cfr. 1 Cor 13,1-13). Para el Catecismo de la Iglesia Católica, “La caridad asegura y purifica

5 Benedicto XVI, Deus Caritas est, n. 6.

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snuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino” (cfr. 1827). Y ésta, junto a la fe y la esperanza, “son como tres estrellas que se encienden en el cielo de nuestra vida espiritual para guiarnos hacia Dios”8.

8.- Pero la caridad, “exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión” (Catecismo Iglesia Católica 1829). La caridad no es egoísta, sino que siempre busca salir de sí misma, y por eso tiene frutos, entre los cuales se encuentra la misericordia, entendida como compasión, perdón y reconciliación. En este sentido, el Papa Francisco nos resulta claro y directo “La misericordia es como el cielo: nosotros miramos al cielo, vemos muchas estrellas, pero cuando sale el sol por la mañana, con mucha luz, las estrellas no se ven”. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura”. Porque “Dios perdona no con un decreto,, sino con una caricia. Lo hace acariciando nuestras heridas de pecado porque Él está implicado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación”7. Por ello, continúa el Papa y concluye: “es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús: nos perdona acariciándonos”8. Queda patente que la misericordia es la forma como Dios nos trata.

I. El amor y la misericordia en la SagradaEscritura9

a) El Am or bíblico:

9.- Este amor de Dios se fundamenta en dos pilares, y estos se encuentran en la respuesta que Jesús le da al joven rico: “Respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Jn 10,27). Por eso, inicialmente, para poder purificar nuestra concepción del amor, iremos al primer mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios”. San Juan, en su primera carta, nos da una definición simple, pero a la vez llena de profundidad: “Quien no ama, no ha conocido a Dios, porque Dios es amor” (1 Jn 4,8). Es así que el hombre bíblico, desde

6 Juan Pablo II, audiencia general, 22 noviembre 2000.7 Papa Francisco, homilía Casa Santa Marta, 7 abril 2014.8 Ibid.9 Cfr. Xavier León Dufour “Amor”.

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Obispo de Ciudad Quesada

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sus inicios, se encuentra con un gran abismo, con su incapacidad de amar al que es Amor y con su asombro de sentirse amado, a pesar de su pequeñez, por éste que es el verdadero Amor.

10. - El primer acto de amor de Dios hacia el hombre es la creación (cfr. Gn 1-2). Es un amor que implica libertad, aún con la conciencia divina de que el hombre podría fallar. “Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió”. (Gn 3,6). Pero Dios, a pesar del mal uso de la libertad, no dejó simplemente que el hombre muriese en su pecado, y aquella “historia de amor”, que inició con la creación, pasó a llamarse ahora “historia de salvación”.

11. - Es así que Dios comienza esta historia con su amigo Abraham (cfr. Is 41,8); mostrando que el primer paso hacia Dios viene de Dios, y no del hombre: “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros” (Jn 15,16). Dios se presenta con “amor en forma de una amistad”10, un amor al cual Abraham responde inicialmente con un dejar su tierra para hacer alianza, pero que sella profundamente cuando le pide a Isaac, el hijo de la descendencia que le había dado: “Díjole: «Toma a tu hijo, a tu único, al que amas, a Isaac, vete al país de Moría y ofrécele allí en holocausto en uno de los montes, el que yo te diga»” (Gn 22,2). Un amor de amistad y confianza, pero un amor de

exigencia total e incondicional. Son éstas exigencias de la alianza y la amistad.

12. - En los profetas se revelan otros rostros de este amor divino. En Oseas, Dios muestra un amor paternal hacia su Pueblo elegido: “Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo” (Os 11,1); pero también se muestra con amor de esposo, a pesar de que su esposa Israel no le ha sido fiel: “Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama” (Is 54,5), o nuevamente en Oseas: “Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión, te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a Yahveh”(Os 2,21-22).

13. - Pero, ante la imposibilidad de su pueblo de serle fiel, de amar sinceramente a Dios, el mismo Señor es quien se encargará de donarle al pueblo un corazón nuevo capaz de amarlo: “Yahveh tu Dios circuncidará tu corazón y el corazón de tu descendencia, a fin de

10 Xavier León Dufour “Amor”.

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que ames a Yahveh tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, para que vivas. ” (Dt 30,6). Porque es en el amor a Dios donde se encuentra verdaderamente la vida. Sin embargo, después de la prueba de ser expulsados de su tierra y vivir en el cautiverio, Israel experimenta un cambio en su relación con Dios y pasa de ser un Dios que ama a un grupo, a un Dios personal, que ama a cada hombre pero “sobre todo al justo, al pobre y al pequeño”. Pero, se trata de un amor que se extiende no sólo hacia los hijos de Abraham, sino también a aquellos que son de ciudades lejanas. Vemos un amor que se va abriendo y universalizando.

14.- El amor de Dios que se ha manifestado en el Antiguo Testamento de pasar de un Dios lejano, dentro de una multitud de dioses, a un Dios amigo, a un Dios padre y esposo de un pueblo elegido y a un Dios particular de cada hombre, llega a su plenitud con Jesucristo: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” {Jn 3,16). El amor que se manifiesta por medio de Jesucristo es tan grande, que San Pablo llega a exclamar: “Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rm 8,39). Pero, no es un amor cualquiera, sino que es ese mismo amor del Padre “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15,9). Es

amor de donación, de permanecer en esa unión íntima divina para compartirla con otros.

15.- Jesús, es la expresión máxima de este amor paternal: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9). Sus gestos, palabras y sus curaciones son actos de amor. Pero un amor que también implica y pide una respuesta por parte de quien es amado. Se revela así un amor de compromiso y servicio a los demás. Sin embargo, el acto más grande de amor será manifestado en la Cruz, en expresión de donación total y capacidad

absoluta de darse. Por tanto, lo específico del amor cristiano es salir de sí mismo para darse en acciones y actitudes, incluso hasta entregar la vida.

16.- En este sentido, decía San Juan en su primera carta: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20). Porque el amor no puede nunca quedarse sólo de parte del hombre a Dios y viceversa, sin tener una dimensión comunitaria. El amor se concreta y materializa en la experiencia de encuentro tú y yo,

pero también en el nosotros. Jesús lo afirma con meridiana claridad: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. En esto

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conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros” (Jn 13,34-35). El amor es el distintivo, la carta de identidad del discípulo de Jesús y de la comunidad de hermanos que han de vivir en la unidad y la caridad. Tan es así, que lo que hará creíble el mensaje y el modo de vivir cristiano es el amor, lo demás queda en palabras y sentimientos. Por el amor mutuo que nos tengamos, los demás creerán si efectivamente somos de Jesús y permanecemos en Él.

17. - El cristiano está llamado a imitar el amor de Dios Padre: “Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mt 5,44). He aquí otra particularidad del amor cristiano, pues va más allá de quienes se ama o con quienes se tiene afinidad, un amor que trasciende hasta amar a los enemigos y perdonar a los que han hecho daño (cfr. Le 6,32). Este imitar el amor de Dios Padre no viene de una imposición, sino de una experiencia que se ha hecho previamente de haberse sentido amado y de haber recibido la compasión de Dios. Por ello, dirá Jesús: “Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo” (Jn 6,36), pues gracias a haber palpado en nuestras vidas cuán bueno es el Señor (cfr. Sal 34,9), que podemos amar al otro, como Dios nos ha amado: “En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos darla vida por los hermanos” (1 Jn 3,16).

b)La misericordia b íb lic a :11

18. - La Misericordia es la manera como Dios actúa con nosotros, es el modo de tratarnos de Dios. No es una idea ni un sentimiento, es una experiencia viva. Por ello, Dios simplemente no nos dice que nos ama, sino que lo manifiesta portentosamente y lo hace patente en nuestras vidas. Así lo pone de manifiesto el Papa Francisco en la Bula para el Año de la Misericordia: “El amor, después de todo, nunca podrá ser una palabra abstracta. Por su misma naturaleza es vida concreta: intenciones, actitudes, comportamientos que se verifican en el vivir cotidiano. La misericordia de Dios es su responsabilidad por nosotros” (MV 9).

19. - El Antiguo Testamento, para referirse a la misericordia, lo hace generalmente por medio de dos términos hebreos. El primero, “hésed”, el cual indica una actitud de profunda bondad, pero no sólo por benevolencia de una persona hacia la otra, sino

porque expresa una reciprocidad profunda, un compromiso interior del uno hacia al otro. Y

11 Cfr. Dives in Misericordia. Nota al pie de página n. 52.

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aunque en ocasiones este término signifique amor o gracia, lo hace siempre en razón de esta fidelidad o leltad interior. Por ello, cuando se usa con respecto a Dios, se habla en términos de la alianza hecha con el pueblo de Israel. Y aunque la alianza tomaba un aire legal, en realidad, ante las infidelidades de su pueblo, este se manifiesta como “como amor que da, amor más fuerte que la traición, gracia más fuerte que el pecado’’12. En síntesis, este término “pone en evidencia los caracteres de la fidelidad hacia sí mismo y de la «responsabilidad del propio amor» (que son caracteres en cierto modo masculinos )”13

20. - El segundo término bíblico para expresar la misericordia es “rah mim”, es interesante notar que la raíz de esta palabra expresa un amor materno, mostrando así un amor particular, gratuito, que no es fruto simplemente porque lo merecemos, sino porque es algo que brota del corazón de quien ama,, es una necesidad y un impulso interior. Mientras que el término anterior, podemos decir que expresa una fidelidad manifestada con sentimientos masculinos, este segundo indica un aire opuesto, es decir, es más femenino: bondad, ternura, paciencia, comprensión. Y son estas características las que hacen que dicha palabra también exprese la capacidad de perdonar. Un ejemplo de esto es el que encontramos en Isaías: “¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido” (cfr. 49,15).

Todas estas palabras, y otras de menor importancia, muestran el actuar de Dios “la palpitante imagen de su amor, que en contacto con el mal y en particular, con el pecado del hombre y del pueblo, se manifiesta como misericordia” .

21. - En el Nuevo Testamento -contemplando a Jesucristo, el rostro del Padre- vemos concretamente la misericordia divina, ya que “En Él todo habla de misericordia. Nada en Él es falto de compasión” (MV 8). Además de los “signos que realiza, sobre todo hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes” (MV 8), que muestran su misericordia, un lugar privilegiado para entender la pedagogía divina sobre la misericordia son las parábolas. “En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de la

12 Ibid.13 Ibid.14

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moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cfr. Le 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón” (MV 9). Además de la parábola del Buen Samaritano (cfr. Le 10, 25-37). Por ello, es de notar, que el evangelio de San Lucas ha merecido ser llamado «el evangelio de la misericordia » " ( D M 3 ) .

22. - La novedad del mensaje de Jesús radica justamente en que anuncia que la

misericordia es para todos: “Sólo la misericordia de Dios, hecha carne en Jesús, puede reparar el equilibrio entre el bien y el mal en el mundo, comenzando con ese “mundo” pequeño y esencial que es el corazón del hombre” 1 5 . Vemos, pues, que es una misericordia que levanta, cura, perdona, consuela y acoge con amor entrañable. Esta gran verdad acerca de Jesús -que se ha identificado en todo con nosotros menos en el pecado- la expresa de manera elocuente San Agustín: “Nuestro Señor Jesucristo tomó estos afectos de la humana flaqueza, lo mismo que la carne de la debilidad humana y la muerte de la carne humana, no por imposición de la necesidad, sino por conmiseración voluntaria, a fin de transformar en sí a su cuerpo, que es la Iglesia, para la que se dignó ser cabeza; es decir, a fin de transformar a sus miembros en santos fieles suyos; de suerte que, si a alguno de ellos le aconteciere contristarse y dolerse en las tentaciones humanas, por esto no se juzgase ajeno a su gracia; y por lo mismo, que estos padecimientos no eran inducciones de los pecados, sino de la humana fragilidad; y como coro que canta después del que entona, así también su cuerpo aprendiese de su misma cabeza a padecer”(citado en Encíclica Haurietis aquas, Pío XII, n. 13, mayo 15 de 1956).

23. - Como hemos dicho antes, el extremo de la manifestación del Dios misericordia es la revelación de su Hijo como salvador y redentor, particularmente en su capacidad de dar la vida a través de la cruz y la muerte. Por ello, la misericordia y el amor de Dios se han convertido en verdadera compasión, padecer con, estar al lado de, ponerse en la situación del otro, lejos de toda indiferencia e insensibilidad. En consecuencia, la historia bíblico-salvífica es una sucesión de acontecimientos a través de los cuales Dios se ha compadecido de su pueblo para salvarlo y redimirlo, teniendo como punto culminante la revelación y redención de su Hijo, de manera que “El hombre tiene su valor tan grande para Dios que se hizo hombre para poder con-padecer él mismo con el hombre... Por eso, en cada pena humana ha entrado uno que comparte el sufrir y el padecer; de ahí se

15 Primer Congreso Mundial de la Divina Misericordia (Roma, abril de 2008), el Papa Benedicto XVI”

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difunde en cada sufrimiento la con-solatio, el consuelo del amor participado de Dios, y así aparece la estrella de la esperanza’*6.

II. La comunión con la Iglesia Particular como expresión del amor y la misericordia.

a) Origen y expresión de la comunión.

24. - La experiencia de la comunión es capital para la Iglesia, es más, la Iglesia es y debe ser esencialmente comunión. El testimonio creíble y permanente de comunión que demos como miembros de la Iglesia, sin duda será un servicio precioso y valioso de misericordia para la misma comunidad eclesial y para el mundo. "No puede tener a Dios por Padre quien no tiene a la Iglesia por madre" (San Cipriano, Sobre la unidad de la Iglesia, 6). La comunión eclesial encuentra su razón de ser en la unidad de Dios Trinidad (LG 4) que se revela como amor y misericordia, y que, a su vez, se ha revelado por medio de Jesucristo para que todos sean uno, tal como el Padre y Él lo son, (cfr. Jn 17, 21-23) y hace a la Iglesia, una, según lo confesamos cada domingo en la celebración eucarística.

25. - Esta comunión que vive la Iglesia, como prolongación de la experiencia trinitaria, la hace en su camino histórico de Pueblo de Dios (cfr. LG 9). Así aparece entonces como una comunidad de creyentes en Cristo que viven una misma fe, participan de unos mismos sacramentos, de un mismo régimen eclesiástico (cfr. CIC c. 205), tienen un mismo origen y caminan hacia el mismo destino. Es, además, un sacramento de salvación, o sea, una institución permanente mediante la cuai se ofrece la salvación a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

b) La comunión diocesana.

26. - Lo que se dice de la Iglesia universal se dice también de la Iglesia Particular. Cada Iglesia Particular, cada diócesis, está llamada a ser expresión de la comunión (cfr. LG 9, 13-14; Documento Aparecida 164-166). Esta comunión diocesana se expresa en algunos aspectos importantes y concretos como la adhesión a las directrices del Obispo diocesano en lo concerniente a los planes pastorales de la diócesis, a las normas litúrgicas, y en

16 Benedicto XVI, Spe salvi n. 39.

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todo lo que atañe a la catequesis y a la buena marcha de las diversas acciones apostólicas. De igual forma, destaco, de manera particular, el sentido de pertenencia a la diócesis que podemos valorar desde la aportación de los dones y carismas personales en la gestación de una verdadera comunión eclesial. A ello se une, como punto de partida y fundamento de la deseada unidad eclesial, la necesaria experiencia de la fe. Solamente desde la fe se puede vivir en comunión obediente y creativa, aportando desde el diálogo y la verdad todo lo que favorece la unidad en la caridad y la justicia.

27. - La conciencia eclesial que favorece la comunión debe alimentarse desde la relación orante con la Palabra, desde la Eucaristía celebrada y adorada para ser testificada, desde el amor a la Iglesia verdadera Madre en el orden de la fe, y en la adhesión libre y responsable a su Magisterio. No podríamos hablar de una verdadera comunión eclesial sin la necesaria experiencia de Dios y su misterio de gracia y ternura. Es partiendo de la experiencia de la paternidad de Dios desde donde comprendemos la riqueza de la maternidad de la Iglesia. Esta maternidad es veraz cuando se ve enriquecida con la fuerza y la luz de la misericordia. Por esto comprendemos lo que al respecto escribía San Juan Pablo II: “La Iglesia vive una vida auténtica cuando vive y proclama la misericordia -

el atributo más estupendo del Creador y Redentor- y cuando acerca a los hombres a las fuentes de la misericordia del Salvador, de las que es depositaría y dispensadora” DM 2).

c) Comunión, pastoral y testimonio.

28. - Como Iglesia universal, pero, en especial, como Iglesia Particular, hemos de aspirar y pedir el don de una verdadera comunión eclesial que sea gestora de compromiso y creatividad pastoral, nutrida siempre de amor por la diócesis, depositaria del empeño fraterno por un nuevo orden de solidaridad y reconciliación, sin grupos autorreferenciales o esquemas con intereses particulares, que lejos de ayudar a la deseada unidad propician la ruptura y la división, pecados graves y tristes contra la verdadera comunión. Por ello, no podemos dejar de lado lo que el Papa Francisco ha dicho al convocar a la Iglesia para el Año de la Misericordia "La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona" (MV 12). Esta Iglesia comunión, concretamente en la diócesis, ha de acoger, servir y acompañar a todos, buscando -desde la riqueza carismàtica de la diversidad- la unidad como expresión real de la comunión, guiada siempre por la palabra y la acción de los pastores, a quienes los fieles han de escuchar y seguir con sincero y auténtico sentido sobrenatural de fe.

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29.- El anuncio kerigmático que realiza la Iglesia será creíble cuando vaya acompañado de los signos del reino: amor, unidad, alegría, perdón, reconciliación, aceptación, diálogo, olvido de sí y entrega generosa por la causa del evangelio. Por ello, la comunión eclesial nos sigue retando hacia la verdadera unidad, y ella a su vez crece desde la fe, la verdad y la caridad. Sin la fuerza interior de la unidad como los creyentes de la comunidad primitiva "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32), nuestro anuncio carecerá del atractivo convincente que nace del testimonio del verdadero discípulo del Señor. Al final del Año de la Misericordia apostemos por una comunión eclesial real y creíble, que nos convierta en una Iglesia Particular que intenta ser -desde la riqueza de las diversas vocaciones y servicios- una verdadera familia de discípulos y misioneros.

III. Testigos en el compromiso del amor y lamisericordia.

a) El Obispo:

30. - El Obispo, a quien se le ha confiado una porción del pueblo de Dios para su pastoreo, es quien preside su diócesis en la vivencia del amor y de la misericordia y debe dar testimonio de ello, del tal manera que “El aceite del Espíritu Santo versado sobre vuestras cabezas aún perfuma y al mismo tiempo va descendiendo sobre el cuerpo de la Iglesia encomendada a vosotros por el Señor’’17. Este testimonio es lo que el Papa Francisco ha llamado hacer pastoral de la misericordia, de tal forma que el Obispo sea capaz de encantar y atraer, de iniciar a los fieles que peregrinan en la diócesis en la experiencia y ejercicio del amor y la misericordia.

31. - Sobre todo, el Obispo ha de ser capaz de acompañar y caminar con el rebaño, de acoger con magnanimidad18, es decir, para “estar atento a los pobres y a los que sufren, para sostenerlos y consolarlos, así como para orientar a quienes han perdido el sentido de la vida’’19. Hoy más que nunca, en medio de las circunstancias y desafíos actuales, el Obispo ha de ser pastor y padre, para ello, es indispensable la cercanía, el contacto y el

17 Papa Francisco, Discurso a los Obispos ordenados en el último año, 18 setiembre 2014.18 Papa Francisco, Discurso a los Obispos ordenados en el último año, 16 setiembre 2016.19 Papa Benedicto XVI, Discurso a los Obispos nombrados en los últimos doce meses, 20 setiembre 2012.

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estar al lado de constantemente. La cercanía y la misericordia imprimen confianza y credibilidad a nuestro ministerio.

b)Los Presbíteros:

32. - El Presbítero, que acompaña el caminar del pueblo de Dios en nombre del Obispo que le ha enviado, debe ser testigo y ministro de la misericordia. Testigo en cuanto que la experimenta constantemente en su propia fragilidad y ministro en cuanto que debe encarnarla de mil maneras para que llegue a todos en su propia experiencia de vida, de tal forma que la puedan entender y practicar20. El ministro consagrado debe alegrarse intensamente cada vez que tiene la oportunidad de experimentar el encuentro con alguna persona que sufre, ya sea material o espiritualmente y que ha visto en él al ungido, razón por la cual le busca como tal para ser escuchado, aconsejado, perdonado, comprendido y abrazado. Ante tanto sufrimiento humano en la sociedad actual, el Presbítero debe actuar al mejor estilo del Padre misericordioso de la parábola que nos presenta San Lucas en su evangelio: “Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó”21

33. - Esta es la actitud en la que insiste constantemente el Papa Francisco en las homilías de las ordenaciones presbiterales, como se puede constatar en el siguiente fragmento: “¡Por favor! Tened esa capacidad de perdón que tuvo el Señor, que no vino a condenar sino a perdonar. Tened misericordia, ¡mucha misericordia! Y si os viene el escrúpulo de ser demasiado «perdonadores» pensad en ese santo cura del que os he hablado, que iba delante del Santísimo y decía: «Señor, perdóname si he perdonado demasiado, pero eres tú quien me has dado el mal ejemplo». Y os digo, de verdad: siento tanto dolor cuando encuentro gente que no va a confesarse porque ha sido maltratada, regañada. ¡Han sentido que las puertas de las iglesias se le cerraban en la cara! Por favor, no hagáis esto: misericordia, misericordia. El buen pastor entra por la puerta y la puerta de ¡a misericordia son las llagas del Señor: si vosotros no entráis en vuestro ministerio por las llagas del Señor, no seréis buenos pastores”22. Al igual que al Santo Padre, me duele hondamente cuando alguna persona me dice que éste o aquél sacerdote le maltrató o humilló. En la práctica, esto significa, muchas veces, resentimientos para toda la vida y alejamientos

20 Papa Francisco, Homilía Santa Misa Crismal, 24 abril 2016.21 Lucas 15, 20.

22 Papa Francisco, Homilía Santa Misa con ordenaciones sacerdotales, 11 mayo 2014.

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definitivos de la Iglesia. Esto no puede ni debe ser. Sin duda, es todo un reto y una responsabilidad enorme que nos llamen “Padre”.

c)La vida consagrada:

34. - Los hombres y mujeres que han respondido a la llamada misericordiosa de Dios y han abrazado la vida consagrada, deben ser testigos de la misericordia en una doble dimensión de proximidad. La primera de ellas es a lo interno de la vida comunitaria: “¡Proximidad! ¿Quién es el primer prójimo de un consagrado o de una consagrada? El hermano o la hermana de la comunidad. Este es vuestro primer prójimo. Es también una proximidad hermosa, buena, con amor’23. Entendiendo lo que nos dice el Papa, diríamos que “la caridad empieza por casa”. Así los consagrados serán signo creíble y eficaz de esa vida futura que nos vendrá por pura misericordia.

35. - Y la otra dimensión de esta proximidad de la misericordia de los consagrados, la constituyen las obras de apostolado con las que cada comunidad de consagrados o consagradas enriquecen la vida de la Iglesia, de acuerdo al carisma propio, ya que se consagran no para alejarse de la gente y tener sus propias comodidades u obras, sino para “para acercarme y entender la vida de los cristianos y de los no cristianos, los sufrimientos y los problemas, las muchas cosas que solamente se entienden si un hombre y una mujer consagrada se hacen próximo. en la proximidad”24. Cuántas obras de misericordia hemos de reconocer y agradecer a los consagrados y consagradas, sea en favor de la educación, la misión, la salud, los pobres, huérfanos, ancianos, abandonados, etc.

d)Los laicos:

36.- Los fieles laicos -que constituyen la gran mayoría de los miembros de la Iglesia- deben hacer brillar el amor y la misericordia en su testimonio de vida coherente con la fe que profesan en Jesucristo, allí en lo cotidiano del mundo donde viven y actúan, es decir, en su familia, trabajo, lugar de estudio, su barrio y, especialmente, en su comunidad parroquial, tal y como lo expresó el Papa Francisco: “Por eso, debemos reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso en el corazón de la

23 Papa Francisco, Discurso en el Jubileo de la vida consagrada, 1 febrero 2016.24 Ibid.

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vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe”25. De nuestros laicos esperamos toda una proyección y dinamismo de compromiso efectivo que avive los ambientes donde se desenvuelven, para que se conviertan en auténticos apóstoles de la misericordia, transformando así la sociedad con los valores del evangelio.

e)La pastoral social en particular:

37. - Si hay una acción eclesial que debe entenderse como eje transversal de la vida de la Iglesia es la pastoral social, ya que nos corresponde a todos los bautizados promover un verdadero humanismo integral y solidario, sobre todo a través del ejercicio del amor y la misericordia. Por tanto, no se trata un simple asistencialismo en casos de urgencia, ni la acción loable de una ONG, sino el esfuerzo eclesial de evangelizar las realidades sociales, económicas, culturales y políticas del mundo, a fin de propiciar un desarrollo integral de la persona de acuerdo a su dignidad26.

38. - Y ante todo, el gran desafío de la sociedad actual a la Iglesia es recuperar la verdad sobre el ser humano, es difundir con fuerza y alegría la antropología cristiana como lo indica el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia: “La acción pastoral de la Iglesia en el ámbito social debe testimoniar ante todo la verdad sobre el hombre. La antropología cristiana permite un discernimiento de los problemas sociales, para los que no se puede hallar una solución correcta si no se tutela el carácter trascendente de ¡a persona humana, plenamente revelado en la fe. La acción social de los cristianos debe inspirarse en el principio fundamental de la centralidad del hombre. De la exigencia de promover la identidad integral del hombre brota la propuesta de los grandes valores que presiden una convivencia ordenada y fecunda: verdad, justicia, amor, libertad. La pastoral social se esfuerza para que la renovación de la vida pública esté ligada a un efectivo respeto de estos valores. De ese modo, la Iglesia, mediante su multiforme testimonio evangélico, promueve la conciencia de que el bien de todos y de cada uno es el recurso inagotable para desarrollar toda la vida social”27. Por tanto, la pastoral social -como eje transversal en la acción de la Iglesia- y que busca ese desarrollo integral del ser humano, es la que deberíamos llamar “pastoral de la misericordia” por antonomasia.

25 Carta del Santo Padre Francisco al cardenal Marc Quellet, Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, 19 marzo 2016.26 Cfr. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 524.27 Ibid. 527.

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IV. Amor y obras de misericordia: situaciones ydesafíos.

39. - El Papa Francisco, antes de ser elegido como pastor de la Iglesia universal, había expresado que la Iglesia está llamada a salir de sí misma e ir hacia las periferias, no solo las geográficas, sino también las periferias existenciales. Siendo consecuente con este pensamiento, que siempre será de actualidad, quiero detenerme en enunciar algunas realidades que vemos hoy, y ante tas cuales, como nos enseña el magisterio de la Iglesia, a las “comunidades cristianas toca discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas que se consideren de urgente necesidad en cada caso” 28. Indispensable es, por lo tanto, acercarnos a los siguientes ámbitos y desafíos que, como discípulos, nos toca transformar y dar una respuesta desde la misericordia de Dios con obras y respuestas concretas.

a) Pobreza:

40. - No dudamos de los ingentes esfuerzos del gobierno nacional por disminuir los índices de pobreza en nuestro país. Desde mi responsabilidad de pastor de esta Iglesia Particular, no puedo menos que alegrarme cuando se dice que hay una disminución porcentual de la pobreza. Esa fotografía estadística será para mí motivo de gozo si dentro de algunos años volvemos a confirmar que los que hoy son apreciados como personas que han superado la pobreza, efectivamente se mantienen, se sostienen como familias que viven de manera digna y pueden suplir sus necesidades básicas.

41. - Pese a ello, no puedo ignorar que la pobreza y la pobreza extrema campea por las comunidades rurales de la zona norte, triste realidad que he podido comprobar a través de mis visitas pastorales. Frente a ello, hay un clamor constante de solidaridad por parte de la Iglesia Católica, a través de los equipos parroquiales de pastoral social, proveniente de familias severamente empobrecidas que residen en comunidades excluidas, con el agravante de estar situadas en zonas fronterizas poco o nada acompañadas por las entidades del Estado. Como Iglesia, tratamos de dar respuesta a esos desafíos, pero

28 Pablo VI, Octogessima adveniens, 4.

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situaciones graves y de extrema pobreza superan nuestras posibilidades y demandan la actuación rápida y efectiva de las instituciones del Estado.

b)Desempleo:

42. - Intimamente relacionado con la pobreza, tenemos el drama del desempleo, consecuencia también de la primera. Aunque en la diócesis existen prácticas productivas exitosas, no obstante, la demanda de empleo de muchas personas no se ve satisfecha. Los datos ofrecidos por el INEC nos permiten conocer que, para el año 2015, en nuestra zona había 15.000 personas desocupadas, teniéndose una tasa de desempleo de 9%29, El tema de preocupación no lo constituye el dato estadístico, que para más de alguno parecería relativamente bajo, sino el hecho de que en qué sitios el desempleo es más impactante y a quién afecta más. La cercanía con las comunidades, producto de mis visitas pastorales, me ha llevado a constatar que es en las zonas más extremas, en las más distantes de los centros urbanos, donde se registra el mayor índice de desempleo, agudizándose cuando de mujeres trabajadoras se trata. Resulta dramático constatar la inequidad salarial, ya que en no pocos centros de trabajo se paga menos de lo que indican las normativas del Ministerio de Trabajo. Este drama se acentúa con la figura, permitida por ley, de la subcontratación que se usa para eludir las responsabilidades sociales que tienen que estar presentes en toda contratación laboral.

c) Laicismo:

43. - Asistimos a una sociedad que cada día relativiza más sus prácticas cotidianas, al punto de estar desanclando todo lo que se construye socialmente de cualquier elemento basado en los contenidos de la ética y de la moral. Se propugna por una supresión de lo divino y eclesial, queriendo convertir a Jesús, su mensaje e Iglesia en una bonita comedia, eliminando los principios del evangelio por tener “posiciones” molestas para una sociedad postmoderna en la que parece imponerse el disfrute como norma de vida y la negación de lo divino y religioso. Frente a este fenómeno, la Iglesia, consciente de su propia misión en el mundo, reivindica, una vez más, el derecho a la libertad religiosa, y asimismo de la visión de sana independencia y colaboración mutua entre la Iglesia y el Estado.

29 XXII Informe Estado de la Nación, compendio estadístico.

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44. - Como parte de estas nuevas realidades de la sociedad actual, preocupan también las expresiones de un cristianismo externo-espectacular que muchas veces queda en una religiosidad débil y superficial. De igual forma, presenciamos manifestaciones esotéricas y supersticiosas que algunos católicos ven compatibles con la fe. Sin duda, tanto el primer fenómeno como el segundo, se producen como consecuencia de la falta de una sólida y constante formación cristiana.

d ) Las personas como seres desechables:

45. - En una realidad social donde la cultura del intercambio comercial parece privar, los seres humanos se han vuelto parte del binomio ganar-perder. Las personas que son capaces de generar beneficios económicos son estimados en demasía, bien reconocidos y ponderados ampliamente, mientras que los que son demandantes de atención -puesto que sus energías ya nos los hacen capaces de producir riqueza- son considerados como una carga para la sociedad, sumidos a veces en el desconcertante silencio que produce la ausencia de la familia que se diluye ante la “diversidad de compromisos laborales y sociales”. Me estoy refiriendo a nuestros hermanos los adultos mayores que, en nuestro territorio diocesano, según indicadores demográficos del INEC, para el año 2015 suman un total de más de 28.500 personas30.

e) Violencia:

46. - Como problema de salud pública se hace presente de diversas formas en nuestras comunidades. El uso de la fuerza para mantener controladas a terceras personas se ha instalado de forma severa en los ámbitos familiares, donde los conflictos de pareja son, a los ojos de vecinos y parientes, asuntos que deben ser resueltos en el plano privado, distanciándose de este modo de asumir responsabilidades para aportar a la construcción de una sociedad familiar en paz, donde se experimenten los atributos cristianos del respeto, la ternura y la equidad entre los miembros de las familias.

47. - De igual manera, sigue siendo sumamente preocupante la violencia en las carreteras, ante la cual he realizado diversos llamados públicos para defender el derecho a la vida con una cultura vial respetuosa, responsible y prudente. Y no menos alarmante, aunque no es una situación exclusiva de nuestra zona norte, es la comisión de asesinatos, bajo la figura del sicariato. Poco favor le haríamos al país que nos acostumbremos a la escalada

30 Ibid.

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de crímenes pensando que aún no tenemos los índices de violencia de otras naciones hermanas. Hago, una vez más, un llamado a las autoridades nacionales y locales a fin de no ahorrar esfuerzo alguno para reforzar y garantizar la seguridad ciudadana.

48.- En nuestro país, al igual que acontece en otras tantas naciones del mundo, se ha tenido que abrir las puertas de nuestro territorio a centenares de hombres y mujeres, entre los que se cuentan decenas de niños y que se les ha acogido con esperanzadores signos de solidaridad por parte de la población costarricense. Esta realidad, muestra de forma desgarradora cómo la injusticia presente en muchos países del planeta, acentuada por la indiferencia de otros, provoca la movilización forzada de tantas personas que, durante el largo camino hacia un pretendido sueño, sufren las consecuencias del crimen organizado que les despoja de sus recursos, exponiendo a los más vulnerados, como son las mujeres y los niños, a los riesgos del abominable crimen de la trata de personas y la explotación laboral y social.

49. - La tecnología, con sus avances impresionantes, nos acerca la posibilidad de compartir información, de mantener los vínculos familiares y afectivos, pero al mismo tiempo acentúa la distancia real entre los seres humanos. Lo que antes se constituía en una premisa indispensable en todo tipo de comunicación -como era la cercanía personal- hoy ha sido sustituida por otras modalidades en las que se usan códigos muy expresivos, pero deshumanizados porque sólo existen si se mantiene la conectividad en las redes sociales. Ya no son los conflictos humanos los que alejan a las personas, sino la calidad de la transmisión de datos, preocupando más el rendimiento de la tecnología que el bienestar de los demás seres humanos. Por ello, no podemos ni debemos perder el contacto personal y la cultura del encuentro que nos conducen a un verdadero humanismo.

50. - Todos los crímenes que claman al cielo (cfr. Gn 4,6), no nos pueden dejar indiferentes, “cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quiere escuchar el clamor de los pobres: «He visto la aflicción de mi pueblo en

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f) Migraciones forzadas:

g)Com unicados pero distantes:

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Egipto, he escuchado su clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo [...] Ahora pues, ve, yo te envío...»” (EG 187). Este es un imperativo categórico que se origina en las palabras del mismo Jesús, que al interpelar al maestro de la ley le manda a ser prójimo como el samaritano (cf. Le 10, 25-37).

Conclusión.51.- Hemos llegado, queridos hermanos y hermanas, a la conclusión del Año Jubilar de la Misericordia. Al cerrarse las Puertas Santas en todas las Catedrales del mundo, se abre ahora con mayor amplitud la verdadera puerta de la salvación que es el Señor. Jesucristo es "la Puerta del rebaño" (Jn 10,7). Él es la fuente permanente de la misericordia divina, es el verdadero rostro de la misericordia de Dios. La experiencia de este Año Santo entorno a la misericordia nos permite hacer un balance conclusivo, con el fin de esclarecer algunos objetivos que puedan iluminar el camino pastoral de nuestra Diócesis. Les comparto tres de estos objetivos:

a) Una Iglesia en camino que anuncia la misericordia:

52.- No se comprende una Iglesia paralizada, o bien, estática al lado del camino de la historia. La Iglesia ha nacido para ser misionera. Ella es toda una comunidad de discípulos misioneros que evangelizan desde la alegría del encuentro con la persona fascinante de Jesucristo. Nosotros anunciamos el triunfo de la vida sobre la muerte, del bien sobre el mal, del amor sobre el egoísmo que anida en el corazón humano. Anunciamos la Buena Nueva de la misericordia y el perdón. Compartimos una experiencia renovadora que enciende esperanza ante el misterio del dolor y de la angustia. Ofrecemos la certeza que nace de la fe y construimos el Reino de Dios. Apostamos por una Iglesia diocesana dinámica y evangelizadora. El Papa Francisco nos ha dicho al respecto: "La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan" (EG 24). Esos somos nosotros, testigos de la resurrección del Señor que festejamos el don de la Vida.

b) Una Iglesia misericordiosa que dialoga con el hombre y la mujer de hoy desde la fe:

53.- El Beato Pablo VI, en su primera encíclica, definía con sencillez y claridad la tarea de

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la Iglesia: "La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en el que le toca vivir. La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace mensaje; la Iglesia se hace coloquio" (Ecclesiam suam 67). El lenguaje de la Iglesia no puede ser otro que el de la Misericordia. Pero el diálogo parte de la comprensión y la compasión que nacen de la fe. Nuestra fe -la fe de la Iglesia- no está a merced de cambios ambientales o de moda, de pareceres arbitrarios o de inclinaciones personales, es la confesión gozosa que brota continua de dos milenios de cristianismo. Por eso, nuestro diálogo no supone el empobrecimiento de la fe, o en el peor de los casos, el cambio de posturas para ganar aceptación o prestigio. No. Nuestro diálogo parte de la Verdad revelada y enseñada por la Iglesia Madre, de la confesión de los santos y los mártires de la comunidad cristiana, que a lo largo de la historia de la Iglesia han dado su vida en favor de la fe y a causa de ella. Entonces, ¿cómo podrá ser nuestro diálogo? Desde la compasión del Corazón de Cristo, desde su misericordia que ayuda, levanta y sana el corazón humano sin herirlo, pero a la vez, educa con ternura y fuerza para conducir "a la verdad plena" (Jn 16,13). Dialogamos desde el respeto y la caridad, iluminados desde la Misericordia, pero siendo conscientes de que no podemos perder de vista que somos medio y nunca fin. El fin será siempre el Señor, que no cesa de llamar a todo hombre y mujer de buena voluntad a la luz de la Verdad.

c)Una Iglesia que testifica la misericordia:

54.- El Documento de Aparecida nos ofrece una pauta iluminadora al respecto cuando nos dice: "La misericordia siempre será necesaria, pero no debe contribuir a crear círculos viciosos que sean funcionales a un sistema económico inicuo" (385). La experiencia de la misericordia y el ejercicio consecuente de la caridad nos impulsa a la promover la justicia y la verdad en medio de círculos de corrupción y de intereses económicos fundados en el egoísmo y la mentira. Somos testigos de la Verdad. Somos agentes de la reconciliación y el perdón, pero nuestra causa no es otra distinta a la del Evangelio, donde se nos muestra al Señor al lado de los pobres y los marginados, de los oprimidos y de los que son no son considerados personas en la sociedad post moderna en la que vivimos. Nuestra causa es la del Reino de Dios, pero no podemos olvidar lo que escribía el Papa Benedicto XVI al hablar de la misión de la Iglesia: "no puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia" (DCE 28). Asumimos el reto de una misericordia operativa e incidente en una sociedad pluralista que no en pocas ocasiones olvida la causa del desvalido y del inocente. No queremos olvidar, y menos evadir, nuestra responsabilidad histórica como cristianos y como constructores de un nuevo orden social porque: "Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo" (Santo Domingo 178). Esto nos lleva a

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asumir que el ejercicio de la caridad y el cuidado de los pobres son prioritarios en la vida de la Iglesia, sin ideologías ni demagogias, pues el evangelio es vivencia y práctica del amor y la misericordia. Esta tarea es, en palabras de San Juan Pablo II: "un ámbito que caracteriza de manera decisiva ¡a vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral" (Novo millennio ineunte 49).

55.- Queridos hermanos y hermanas, al celebrar la solemne conclusión del Año de la Misericordia, hacemos nuestras las palabras de Santa Teresa del Niño Jesús: "Yo no puedo tener miedo a un Dios que se ha hecho tan pequeño por mí... ¡Yo lo amo...! ¡Pues él es sólo amor y misericordia!" (Carta 266). En el amor y en la misericordia se ha revelado la grandeza de nuestro Dios. Nosotros confesamos hoy con alegría desbordante y convicción plena: "Es eterna su misericordia" (Sal 135,1). Esta misericordia es la que nos envía al mundo a anunciar el gozo de la salvación y a ser testigos del Señor resucitado hasta los confines del mundo (Me 16,15).

Encomendamos el camino de nuestra Iglesia Particular a la Madre de la Misericordia, venerada en nuestra diócesis bajo la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, cuyo rostro moreno, en el alba de la primera evangelización, fue rostro misericordioso y maternal ante tanto sufrimiento. Y también recurrimos a la intercesión de San Carlos Borromeo, nuestro Patrono, testigo cualificado de la misericordia y del amor del Señor.

Reciban mi saludo de Pastor y con él mi afecto sincero y mi bendición paterna.

Domingo 20 de noviembre del 2016, Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, en la clausura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.

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