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Kush, r. -Teoría, Pueblo, Hombre c. y t

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Page 1: Kush, r. -Teoría, Pueblo, Hombre c. y t

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~f'u~c:<, l'E:C:hL Las Cü'are~4d Bs .A~. 20DtsTEORÍA: "PUEBLO, HOMBRE, CI ENCIA y

TECNOLOGÍA"

Ayer se d.ijo acá, y con mucha inteligencia, haciendouna referencia a nuestra formación argentina, que somosexpertos en generalidades. Yo creo que esto no es cierto.No somos expertos en generalidades, sino en obtenerobjetos y cosas concretas, pero no sabemos coordinargeneralidades.

La prueba está en que no tenemos un filosofar, un pen­sar, porque nuestro pensar carece de coherencia. Mejordicho, el pensar se ha segregado de nuestra. cultura, quizápor el exceso de hechos, o por ver siempre qué hay en elmundo occidental en estos momentos, y entonces no sehan coordinado todas las generalidades que necesitamospara comprender nuestra realidad. En lo que vaya expo­ner trataré de que recobremos un poco la fe en cierto tipode generalidades que nos servirá para entender nuestrarealidad.

Comenzaremos con la filosofía, porque pienso quenuestro problema americano no consiste en que nuestrarealidad es indómita, sino antes bien en el hecho de queno tenemos formas de pensamiento para comprenderla.

Por eso hemos precedido nuestra exposición por unaadvertencia filosófica, y por consiguiente quiero aclarar

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150 RODOLFO KUSCH CULTURA y ÉPOCA 151

en qué sentido tomaré la filosoHa. ~zá no podría to­marse el término mucho más allá que como una forma

especial del pensar, en tanto este pensar, desde el puÍlto

de vista etimológico, implica el concepto de pesar. Según

esto el filosofar no es más que un pesar lo que nos ocurre.

Filosofar significa entonces indagar puntos de mayor den­

sidad ell1a retahíla de problemas que nos afectan. Se trata

de lograr los puntos de mayor consistencia, o, si se quiere,

la coherencia lógica de lo que ocurre, por si de esta manera

pudiéramos advertir el sentido de lo que ocurre.

Si quiero construir una máquina para mejorar la bom­

ba de agua, naturalmente me coloco en el plano del tecnó­

logo y, por consiguiente, requiero una ciencia y delante un

objeto que debo construir. Pero en el campo filosófico setrata de hacer la reflexión sobre el contenido de concien­

cia, y meditar sobre cuál es el sentido que tiene la acción

de hacer una máquina.

Claro que esto tiene sus consecuencias. No puedo pen­

sar, en el sentido de pesar lo que acontece, si no concibo,

desde el punto de vista filosófico, una fusión entre sujeto

y mundo. No puedo ir más allá de mi vivencia.

El hecho de hacer una máquina no se explica sólo por

la utilidad que ella nos brinda. Esto sería un plano super­ficial. Se trata de reflexionar sobre este tema en un plano

más profundo, en donde me sumerjo en un horizonte de

mayor <:omprensión, por cuanto nos encontramos con

nuestro propio existir en todos sus otros aspectos, en los

que se esconde el motivo por el cual en última instancia

hago la máquina. Se trata de recuperar de esta manera el

horizonte quizá demasiado humano en el cual se desplazala técnica.

Hacer una máquina no es entonces tllosóficamente

fundamental, sino que lo es el que, primero, estemos no­

sotros y, segundo, que queramos hacer una máquina. La

máquina se convierte en un episodio de nosotros mismos.Puedo evitar esto último y residualizarlo, en el sentido de

desechado, pero con eso nada resuelvo, porque lo cierto

es que debo tolerado. La prueba está en que mi existencia

puede incluso incidir en la máquina, por el simple hecho

de no querer hacerla, y no habrá máquina.

A esto me conduce el pensar. Este me brinda la posibi­

lidad de encontrar el grado de gravitación del hecho de

estar haciendo una máquina. pero claro está en mi más

pura e irremediable subjetividad, pero donde sin embar­

go recupero los grados de verdad de mi quehacer. Y sólo

a partir de esa subjetividad, situada a su vez aquí en este

lugar en el cual estoy condenado a existir, preguntaré por

cultura y época.

Cultura y época es lo mismo que decir cultura y ciencia,

o cultura y tecnología. En el plano de la generalidad o de laabstracción la cultura, tomada, como lo hacemos, a nivel

antropológico, implica siempre algo recesivo o residual

respecto a la tecnología. No se toleran ambos campos.

Destacamos o la tecnología o la cultura pero difícilmente

implicamos una en otra. 1omamos generalmente cultura

como entretenimiento. Pero eso hace al quehacer dentro

de una cultura. América es pluricultural.

En general, cultura implica una ubicación, pertenece a··

una comunidad y presenta aspectos peculiares que hacen

que distintas culturas se diferencien entre si. En este sen­

tido la tecnología, como es un producto de nuestra época,

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es algo general que trasciende las fronteras y que, al con­tl"ario de las culturas, es esencialmente dinámica.

Mencionaré a este efecto, y con el fin de encarrilar el

tema, un episodio, que, si bien no es totalmente significa­

tivo, sin embargo encierra gráficamente el problema cen­

tral de cultura y tecnología, aquí, en nuestra América.

En un libro mío, publicado en México hace dos aúos,

dedico todo un capítulo a un episodio que me había ocu­

rrido cuando realizaba mi trabajo de campo en Bolivia.

Le insistimos a un campesino aymará que compró una

bomba hidráulica, porque era evidente que la necesitaba.

Tenía una pequeña majada de animales flacos y sucios que

pastaban en una altiplanicie seca y árida. Le dijimos que

había una oficina del Estado boliviano que le facilitaría

el crédito necesario. Además todos los integrantes de la

comunidad podrían pagada a plazos, de tal modo que no

tendría mayores problemas económicos.

La proposición era alentadora y conveniente. Sin em~

bargo el campesino no nos contestaba. El hijo, que estaba

más adaptado a la cultura occidental, se limitó a balbucear

una respuesta, y lo cierto es que no querían comprar labomba.

El caso es aislado, pero hondamente significativo. Es

probable que encontremos otros campesinos que no ac­

tuarían de esta manera. Sin embargo hace muchos aúos

que se insiste y los indígenas aymarás siguen en las mis­

mas condiciones que antes. No hay manera de incu1car­

les una tecnología para facilitar su trabajo y mejorar suscondiciones.

Ahora bien, en vista de este episodio iniciemos una de­

mostración por el absurdo. Partamos entonces de la tesis

de que América no tolera una tecnología y que aquí nau­

fragan todas las presuntas universalidades ,-¡ue solemos

manejar. y hagamos así porque entonces es probable que

logremos profundizar el problema.

Ante todo, lo que se cree que hay (IHedecir sobre el lema,

sude darse en un plano excesivamente conciente. Desde

la época del De.scubrimiento, hasta la fecha, los procedi­

mientos que se b,lsaban en lo que lúcida y cOl1cicntemen­

te se debía decir y hacer no tuvo resultados. El obstáculo

parece radicar en la peculiaridad de nuestra América. Es

claro que algo debe ocurrir cuando Espaf1a no logra cs­

paúolizar totalmente a América, ni la Iglesia pudo cris­

tianizarla, ni la burguesía europea y norteamericana pudoconvertida totalmente en un mercado de consumo, ni las

doctrinas revolucionarias, marxistas o fascistas pudieron

encontrar campo propicio, y por consiguiente tampoco

la tecnología, por más bien intencionada que sea, podrá

imponerse totalmente, sino con violencia, y no con la eu­foria de la coincidencia.

Supongamos también que quien diga lo contrario, lo

hará porque no conoce a América y porque la ve como una

tierra de nadie donde todo lo podemos introducir, desde

planes de educación hasta programas marxistas, desde

máquinas hasta la vestimenta patentada en el extranjero.

A esto podemos agregar una tesis social y es que cree­

mos que podemos hacer cnalquier cosa en América,

porque pertenecemos a una clase media, muy pequeña

aunque heroica, formada a la occidental, y que se refugia

153CUI.TURA y ÉPOCARüDOLFO KUSCH152

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154 R.oDOLFO KUSCH CULTURA y EPOCA 155

en las plantas urbanas para defender su tesis. Occidente

nos provee para ello de un material ponderado y con­

ciente, desde la lógica matemática hasta los programas dedesarrollo.

Por esta vía del absurdo incluso podemos utilizar la

jerga de los flsicalistas, y pensar que existe una intcrsub­

jetividad popular quc se contradice con la nuestra. Esto

va a la segregación muy clara entre las clases medias y las

populares. Y pensemos lo que esto significa. Si lo que afir­

mara Popper sobre la intersubjetividad como condiciónde la ciencia fuera cierto, podríamos sospechar incluso unnuevo ordenamiento de la ciencia.

Ciencia, según Ernest Nagel, no es más que "una empre­

sa humana compleja (lue, por medio de métodos fidedig­

nos, se aplica a la obtención de cuerpos de conocimientos

formulados", pero nada más. Y un ámbito cultural diflere

de otro, porque el código que usa puede ser diferente y

cada código puede dar una distinta ciencia.

y para continuar con esta demostración por el absur­

do deberíamos adoptar como principio metodológico el

concepto de cultura. América se resiste por motivos cul­

turales a cualquier presión de otras culturas, porque tiene

implícita una cultura propia. Por este lado el absurdo se

nos agrava.

Es que una tecnología no puede darse sino como apén­dice de una cultura. Si consideramos la técnica para fabri­

car un arco y una flecha, hacemos una abstracción porque

la sacamos de la cultura que los fabrica. No cualquier cul­

tura fabricaba arcos y flechas, porque para hacerlo nece­

sitaba determinadas pautas culturales que la llevaban a

fabricados, de tal modo que si las pautas eran diferentes

hacían un boomerang o un hacha de piedra.

La tecnología esta entonces condicionada por el ho­rizonte cultural en donde se produce. Uno necesita una

máquina para una determinada finalidad que se relacionacon el lugar. el tiempo y las necesidades de un,l determi­nada comunidad. Eso es lo naturaL Es difícil concebir una

tecnología que crea máquinas universalmente. al margen

de una utilidad contingente y manifiesta. De modo que a

la defensa de la tecnología habría que restarlc el margen

de universalidad un poco mítica con que la utilizamos.

y hay más. La creación del utensilio tampoco es exclu­

sivamente contingente y episódica, sino que es la conse­

cuencia de una necesidad profunda que se instaura por un

proceso de gestación culturaL En este sentido la gestación

de una máquina y la de una obra de arte participan ambasde las mismas características.

Habíamos supuesto que la tecnología está vinculada a

un lugar determinado. No podemos separar dcllugar y del

tiempo exacto a la tecnología. Diríamos que no hay tec­

nologia sin ecología cultural perfectamente determinada,

porque no haríamos un puente donde las condiciones nilas necesidades estén dadas.

Pero si esto ocurre con la tecnología, ¿se podrá decir lo

mismo con la ciencia? Pues si la tecnología es un apéndice

de la cultura lo es también la ciencia. Cuando Popper afir­

ma que la verificabilidad de una proposición sólo se puedeencontrar en el campo de la intersubjetividad estamos enlo mismo. La vcrificabilidad de un tenómeno cultural, así

C0l110 la ciencia, igual que la técnica, también dependende la cultura.

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156 RODOLFO KUSCH CULTURA y EPOCA [57

1 -

En general, todo lo vinculado con la epistéme es consi­

derado desde el ángulo filosófico como algo que hace al

hombre en su totalidad, pero no es sino algo secundariofrente a esa totalidad del hombre, y a su vez, la totalidad

la logra el hombre sólo con su cultura, aunque se trate de

un bosquimano.

Claro está que si juzgamos a la ciencia por el uso de la

lógica matemática eso no hace sino al uso de la ciencia,

pero no ,1 la índole de ésta. La prueba está en que no eslo mismo cuando se hace un experimento. Este se efectúa

en un aquí y un ahora, en donde, queramos o no, inciden

pautas locales, las necesidades del grupo y la intervencióndel hombre, en suma, un ente cultural.

Lo mismo ocurre con los grandes descubrimientos

científicos. Cuando Blumenberg trata de definir qué pasa

con Copérnico, hace notar como influyeron en él no las

ideas cien tíficas de la época, sino el humanismo y, además

prueba que su concepción científica estaba íntimamente

vinculada con la esco lástica. Basa su afirmación en que en

1320 aparece un comentario sobre la inhaerens virtus de

los sacramentos, según el cual éstos "no requieren para su

eficacia el contacto inmediato con la divinidad" y que por

eso aparece la noción física de los astros como cuerpos

que se mueven "como de por sí mismos".

El mismo humanismo, no aparece como una manifesta­ción de la universalidad del hombre, sino más bien como

un estilo de pensar que estaba perfectamente condicio­

nado en Europa por el pensamiento anterior. Si así fuera

habría una razón eco lógica por la cual Copérnico hubiera

descubierto sus leyes. No sería entonces muy paradójico

pensar que la ciencia se halla también, igual que la tecno­

logía, condicionada por una cierta ccología cultural. Esta

es una idea común para el historiador de la cultura y tam­bién para el filósofo de la historia.

Por vía del absurdo hemos llegado al punto en que te­

nemos que afirmar que la cultura es prioritaria, y que ella

engendra su tecnología. Y que esta tecnología que usu­

fructuamos no es nuestra. Son objetos más que técnica loque importamos. Pero, ¿~é pasa con nuestra cultura? Si

nuestra tecnología responde a una ecología ajena a noso­tros, lo mismo pasa con nuestra cultura. No tenemos una

cultura nacional. Nuestra cultura es incoherente porque

carece de integración. No hay continuidad el1 el tiempode su evolución. Se encuentra como sectorizada a nivel

popular con características que no se prolongan en un ám­

bito superior. Arriba se hacen cosas que nada tienen que

ver con lo que se espera abajo. ~jzá de ahí se expliquenlos conflictos políticos, el estado de convulsión de nuestra

república que no vacila en seguir importando soluciones

de afuera porque cree que somos una parte de una así

llamada cultura universal. Pero aún así cabe pensar que

el problema argentino es de nuestro suelo y no creo quelas soluciones vengan totalmente de afuera. Por la misma

razón que no puede venir de afuera todo lo referente a

la tecnología. Con ambas importaciones fomentamos la

segregación y la incoherencia social y, por consiguiente,la falta de base sólida del país. La ausencia de una cultura

manifiesta y de una tecnología constituyen la paradoja delpaís.

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158 RODOLFO KUSCH CULTURA y epOCA 159

He aquí nuestra misión de escritores. Desde un pun­to de vista cultural ser un escritor no es diferente a ser

un hombre de ciencia. Podemos considerar que son dos

actitudes que comprenden dos polos de un mismo eje.

Ambos giran en torno a una totalidad, en el plano de la

creación. Pero si el escritor lo hace con un código amplio,

el hombre de ciencia lo hace con un código restringido.

Ambos giran en torno a la necesidad del grupo, quizá más

amplia en la del escritor, pero la de la ciencia equiparable

a aquel. Depende de un tipo de necesidad que responde acada uno de ellos.

y va el último puma. Una cultura no es una totalidad

rígida sino que comprende además una estrategia paravivir. UJla producción literaria, un ritual mágico, o una

máquina S011formas de estrategia para habitar mejor el

mundo. Por eso detrás de la ciencia, queramos o no, hay

política. Pero e11el sentido de una política como una es­

trategia general para la vida.

Como ven, quisimos hacer una demostración por el

absurdo. para probar que todo lo referente a la ciencia es

real, y nos hemos encontrado sin embargo con verdades

gruesas. Realmente se diría que Brouwer tenía razón. Me

refiero a cuando, según dice Blanché, advertía que a la

doble negación y del absurdo no se puede demostrar, ni

la afirmación, ni la contradicción, porque "entre lo que

se ha demostrado falso y lo que se ha comprobado ver­

dadero, hay un lugar para lo que no está ni verificado ni

reconocido absurdo". Claro que si le hubiéramos hecho

caso a Brouwer entonces habríamos afirmado lo que no

queremos afirmar. Si lo hubiéramos hecho habríamos per-

dido la totalidad del pensamiento por cuanto en nuestro

caso, al tratarse dc América, era importante precisamente

lo que en ella se niega, aunque se trate sólo del campesi­no boliviano que no acepta la bomba hidráulica. No nos

, olvidemos que el problerria de América es el problemade lo que existe en ella y no el dc la lógica. Por eso era

importar~te invocar la filosofía a la antigua, porque, dadasu imperfección lógica, nos permitía afirmar lo que tenía­

mos que afirmar, y decir esto a partir de un pensamientototalizador, que tolere la contradicción.

Se trata de buscar el peso del existir en América yesosólo se logra totalizando. Y para hacer esto es necesario

incluir quizá el tercero que Aristóteles había excluido,

aceptar contradicciones, tomar a éstas como un simpleepisodio lógico pero no existencial. Va en esto nuestraprofesión, si se quiere llamada asÍ, de escritores.

Se escribe haciendo frente a las contradicciones, perose hace lógica para evitadas. El escritor acepta el caos, ellógico lo excluye. Por eso el escritor está más cerca de la

realidad. Registra a ésta en una dimensión mayor, desde elángulo del peso, y no le importa si este peso es definitivo

o transitorio. Y esto ocurre así porque el escritor escribepara encontrar una estrategia para vivir en el fondo de su

comunidad; el lógico yel tecnólogo componen sus fór­

mulas sin tomar en cuenta ninguna estrategia. El escritor

representa siempre su cultura; el lógico y el tecnólogo, talcomo lo entendemos hoy, S011el producto de una culturaoccidental.

Por eso el escritor, en tanto implica una totalización

puede abarcar la "babidad" de que habla Carnap. Mejor

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160 ROOOLFO KUSCH CULTUR/\ y EPOCA 161

dicho como escritor, uno podría advertirle a Carnap como

él escabulle el misterio de tener que analizar la posibilidad

de que pudiera pensarse en la "babidad" que él toma consorna. Y es más, el escritor probablemente encontraría con

facilidad que la estrategia para existir que explora Carnap

es más pequeña que la estrategia para vivir que se propone

explorar el escritor, aún cuando es más nebulosa desde el

ángulo lógico, pero más totalizante. Por eso no le chocaal escritor lo metafísico. Esto, lo metafísico, es lo mismo

que aquello de lo cual Brouwer huía, o sea "lo que no estáni verificado, ni reconocido como absurdo", pero que pu­

diera ser condicionantc para encontrar en momentos da­dos, no la verdad o la falsedad rotunda que no le hace al

hecho de vivir, sino el verdadero peso del vivir que nuncaes totalmente falso ni totalmente verdadero en sí mismo,

sino que es totalmente verdadero en la cultura propia. Es1 1 ". lB " 1lo que hace a la cu tura. )or eso no es clentl ea e trato

de ella, porque no es definible, ni se puede inferir falsedad .o verdad. El kJartírt Fierro está escrito entre la falsedad

y la verdad, y da lo que un sistema lógico no puede dar,

que es una estrategia para vivir o, mejor, la imposibilidaddenunciada por el pueblo de que no lo dejan vivir. Estoclaro está, es nebuloso pero pertenece a otro orden de otra

falsedad y otra verdad. Es el orden nebuloso de un vivirtambién nebuloso, que sin embargo hay que aclarar, se­

guramente a las luces de otra lógica. Pero, ¿ quién lo hace?Por ahora eso está en manos de los políticos.

Ahora bien, si la tecnología es un apéndice de la cultu­

ra, ¿habrá que preguntar al escritor sobre cómo hay que

encarar la tecnología? Y vaya otra pregunta. ¿El pensa-

miento que condiciona a la tecnología es demasiado tí­

mido comparado con todos los mecanismos del pensar

humano, por ejemplo, los que entran a funcionar en un

creador, o simplemente en un campesino aymará cuando

hace sus rituales I1lclgicoso explica su mundo?

Realmente, como se sabe poco al respecto, una fonna

de recuperar un pensamiento totalizador habrá de ser im­

poniendo un método que en homenaje a Carnap le lla­maría, método "bábico': Consiste en negar, y negar toda

clase de afirmaciones, al único efecto de recuperar el vi­

vir mismo, pero el nuestro, en América. Pero para lograr

esto debemos superar un prejuicio. Se trata de ese afán de

lógica)' de ciencia instaurado ya por Platón cuando hizoreferencia a la diferencia entre dóxa y noésÍJ.

El paso de la opinión a la inteligencia se debía, como

dice Sócrates, a que aquella no se puede definir con exac­

titud y que es ciega, lo cual no ocurre con la última. Es lo

que siempre se viene repitiendo en el pensamiento occi­

dental. Pero eso se dice aquí, en las universidades ameri­

canas. En Europa dóxa y noésis están más cerca. Tienen

una continuidad cultural. Y el problema nuestro es que

vivimos de la noéJis occidental y no sabemos nada de nues­

tra dóxa, porque la segregamos. Pero resulta que el vivir es

dóxa, o sea opinión y lo es la cultura. ¿Se ha encontrado,

acaso, la lógica local de nuestra dóxa? Pensemos sólo que

si la encontráramos sabríamos al fin lo necesario para vivir

y no crearíamos superestructuras pedagógicas mediantes

las cuales pretendemos "orientar" nuestra vida americana

con tecnologías importadas, ideas políticas también aje­

nas, o ciencias rígidamente trasladadas. Y pienso nús. ¿El

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162 RODOLfO KUSCH CULTUrV\ y ll'OCA [63

verdadero destino de la ciencia futura no consistirá quizá

en recobrar la lógica de la dóxa? El estructuralismo nosconduce a eso en cierta manera.

Ahora bien, C01110el problema de América es el pro­

blema de la opinión, en tanto en ella simbolizamos lo querealmente necesitamos cotidianamente, cabe usar un mé­

todo de la negación. En el fondo no es una herejía mate­

mática sino que se trata sólo de cobijarse bajo el "valor

continuo de verdad" o, mejor la probabilidad que implica

el O (cero) de falsedad, como dida Brouwer. Tratemos de

q1contrar entonces el peso o consistencia en la ceguera de

la dÓXtl, porque sólo ahí está la secreta índole de nuestracultura.

y esto es necesario porque en el caso de América tene­

mos que reconocer, para quien ha andado por ella y quien

realmente y no teóricamente ha querido desarrollada, que

las soluciones que ella requiere aún no son vistas, porquela consistencia de América, su verdadero peso, es aun in­

conciente, pero tomando esta palabra en el sentido deLévi-Strauss, sencillamente como no pensada aún.

Por otra parte, la solución de un problema cultural

como el nuestro es tan difícil que no podemos encontrar

continuidades concientes para analizar el problema y di­

gitar las partes que nos convienen (por ejemplo la transfe­rencia). No se puede planificar la creación artística porque

la técnica que se usa no implica la totalidad del problema.

Por eso es importante que en vez de partir de la afirma­

ción de la tecnología partamos de su negación.

Entonces, el problema de la tecnología no es el proble­

ma de cómo la podemos afirmar, si no de cómo podemos

negarla. Porque, ¿qué pasa si negamos la tecnología?Evidentemente perdemos, en primer término, un entre­

tenimiento condente del cual todo el mundo participa.)' que hemos hecho nuestro, para poder jugar además unpapel condente.

Pero hay otra cosa en esta negación de la tecnología, yes que su negación implica además evitar todo lo referen­

te a la manera como se presenta. ¿Es que podemos acep­tar sin más los postulados de una tecnología que no es lanuestra? Este aspecto de la negación nos lleva a la índolemisma de la tecnología y es la función real de la misma.

Eso será porque las pautas de su cultura la aceptan. l-fay

en la tecnología una funcionalidad que es lo que hace quehaya tecnología. Pero neguemos incluso esta fuudona1i­dad y encontraremos el otro elemento, o sea una necesi­dad para satisfacer.

Esto reduce considerablemente el sentido de la tecno­

logía, lo cual es saludable porque me indica que no nostiene que obscder el uso de la misma.

Pero, ¿qué hacer cuando las Naciones Unidas en el in­

forme del 27 de junio de 1972 dice "la humanid.td com­

parte un destino común sobre un planeta de reducidasdimensiones"? Cuando nos enteramos de un ideal de ta­

ma1Í.asproporciones es natural que no nos detengamos enel episodio del campesino boliviano que acabo de men­

cionar. Pero tenemos que discmir sobre qué pasa con la

cultura nacional y no la mundial. simplemente porque

no es posible que se invoque el tema del globo terráqueopara que yo tenga que tolerar una tecnología que no seafuncional.

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164 RODOLFO KUSCH

'1

1

CULTURA y tpOCA 165

Reiteremos entonces el problema original de donde

partimos. Estamos ante el hecho de que el campesino ay­mará no va a aceptar la bomba hidráulica, que esta no se

vende, y que el campesino seguirá con sus ovejas flacas.Estamos nuevamente ante la desnudez del problema.

Ahora bien, pero ¿por qué ocurre esto? Evidentemente

la operatividad de la tecnología se ve coartada por un he­cho cultural. Yes lo que llamamos el aspecto residual de

la cultura, por la cual el campesino no acepta la bomba

hidráulica y por lo tanto se margina.Pero ¿ realmente se margina? Marginarse supone salir­

se del hecho de concretar sus costumbres, su creencia, su

cultura. En realidad lo vemos nosotros marginado, pero

esto no ocurre con el campesino. El se mantiene en lo

suyo, dentro de su cultura. Intentar lo contrario y preten­

der, por ejemplo, que hay que concientizarlo sería caer enotro mito, el que había levantado Paulo Freire.

Con esto caemos de nuevo en el defecto mayor de

cualquier tipo de discusión sobre el tema. No podemosdigitar concientemente el problema. Seguramente, ha­

bría l}Ue recurrir también a la realidad, como a algo im­

previsible y esperar qué pasa con ella. Pero esperar qué, si

precisamente podría ser lo contrario, ellos, los campesi~os

aymarás esperan de nosotros otra cosa. Esperan su salIdaal mundo con sus propios medios, y no que nosotros lo

saquemos de su mundo.Como vemos habría que evitar en la discusión sobre el

tema de la Cultura y la ~Iecnología el exceso de conciencia.

~~izá no sea totalmente conciente la solución del pr~ble­ma, quizá sea lo imprevisible del hombre lo que soluclOne

la cosa. Y esto va a la cultura en generaL No podemos ne­

garla porque si lo hiciéramos no tendríamos al hombre.

¿O es que habría que negar a éste también?

Pero ¿ ~é pasaría si lo negamos? Pues se negaría lo hu­mano exteriormente pero quedaría lo esencial. Los mar­

xistas dirían que quedaría su necesidad de comer, yo pre­

fiero decir su posibilidad de habitar, de tornar habitable almundo, de domiciliarse.

Por este lado terminamos en que ese requerimiento de

habitar es prioritario y que negando éste nos quedaríamos

con nada, algo así como el fin de la humanidad.

La cultura es entonces prioritaria a la tecnología y noexistiría ésta sin cultura, lo cual ya nos lleva a otro punto.

Si todo lo referente él la tecnología viene fundido a una

cultura, surgiría otra sospecha. Si se discute sobre tecno­

logía sin subordinada a la cultura, se podría pensar en una

forma de imperialismo, porque la tecnología tal como la

aceptaríamos pertenece a otra cultura y no a la nuestra.

Podría ser cultura rusa o cultura europea liminaL como loes la norteamericana.

Hace poco Heidegger dijo lo siguiente sobre la tecno­

logía. Hace una distinción entre un pensar de cálculo y

un pensar de meditación. Destaca la importancia de la asíllamada era atómica. El mundo entero se ha convertido

en un gran estanque en el cual en cualquier momento y

en cualquier lugar se puede liberar la energía, y depende

del hombre que ello se haga a favor o en contra de él. Pero

dice estas frases que son significativas. Todo lo referente a

la tecnología montada en la era atómica implica objetos.

La cuestión ha de estar en incorporar esos objetos a la vida

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166 RODOLFO KUSCH

11

I CULTURA y ÉPOCA 167

cotidiana, pero de una manera tal de dejados simultánea­mente afuera de ella. Sólo así en ese estado habremos de

advertir el verdadero misterio que trae consigo la tecno­

logía. Se trata de recuperar el sentido del milagro de la

ciencia y de los objetos nuevos, pero como un misterio

que aún st: nos permanece oculto, como que están ocul­tas en estos momentos las nuevas bases sobre las cuales se

asentará el hombre del futuro.

Pero claro está que esto sólo lo lograremos en tanto sus­

tituimos el pensar de cálculo por el pensar de meditación.

Dice él que el peligro de la tercera guerra mundial a base

de liberación de energía atómica no es tan grave como el

hecho de que el hombre se quede sólo con su pensar de

cálculo y pierda su pensar de meditación, y ya no logrever el verdadero misterio inherente a la técnica y, por con­

siguiente, ya no le interese buscar el nuevo suelo sobre elcual tendrá que montar su existencia. Y aquí viene lo más

importante. ¿ ~é es este pensar de meditación o el sim­

ple meditar? Pues sin más que un pensar recordando, un

pensar de esto que somos aquí y ahora, en este pedazo de

la patria y en este momento del mundo. Son sus palabrastextuales. Un pensar así cuesta, porque exige ejercicio y

artesanía, y además sería un pensar que no sirve para la

práxiJ pero que pud iera esbozar la posibilidad de la nueva

base que nos sustenta. Hasta aquí Heidegger.

Ahora bien, no nos cabe el placer de pensar con esta

melancolía propia de un pensador veterano. Así piensan

los que han creado la tecnología como ente autónomo yabstracto. En cierto modo aquí en América tendríamos

que postergar esta melancolía y revisar qué pasa con nues-

tra cultura nacional. Se trata de descubrir nuestra propia

ecología cultural, pero no con-~oun trabajo de simple in­

vestigación socio-estadística, porque esto siempre trae de­trás alguna transculturación nefasta para nuestra cultura,sino que es necesario recuperar nuestra moralidad dormi­

da para saber qué aspectos de la tecnología montada enel hemisferio norte suprime culturalmcnte al hombre ar­

gentino. Y esto sólo lo puede hacer una cultura nacional.

Lo que dijo Heidegger lo leí hace poco. Hace un año

yo había hecho una toma de campo fonomagnética de uncriollo jujcüo. Me dijo lo mismo. No se oponía al desarro­

llo ni a la tecnología, pero exigía la restauración y el re­

conocimiento de un otro orden del existir, el mismo que

utiliza Hcidegger cuando empka la palabra meditación yla califica como bertzhaji, o sea de corazón, término éste

que, al fin de cuentas, también se dice en quechua. El pen­sar va vinculado al tema de lo emocional. ¿Y mencionar

estos temas es incurrir desde el ángulo del pensar de cálcu­lo en una actitud realmente residual e involutiva? Ustedesdirán.

En este estilo de pensar de meditación no puedo más

que mencionar cosas inútiles, como diría Heidegger.Pienso entonces que una cultura tiene en su esencia su ra­

zón de ser en algo que es muy profundo, y que consiste

en una estrategia para vivir, que un pueblo esgrime con

los signos de su cultura. Cultura es una política para vivir.Todo lo que se da en tornO a la cultura, como ser la cos­

tumbre, el ritual mágico, la producción literaria, incluso

la tecnología o la ciencia tienen que responder a esa es­trategia para vivir aquí y ahora. Ahí no valen las univer-

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168 RODOLFO KUSCH

salidades. Es el mundo de lo particular. No cumplir con

esta estrategia para vivir de nuestro pueblo es fomentarnuestra incoherencia nacional y, por consiguiente impe­

dir formas de vida entre nosotroS. Por ese lado, tan lejos

de todo neopositivismo lógico, es probable que el campe­sino boliviano, o el santiagueño acepten la bomba hidráu­

lica. Pero para lograr esto conviene advertir, como dije al

principio, que el problema no radica en nuestra realidad,sino que radica en nuestros esquemas de pensamiento.Creo sinceramente que somos nosotros los que tenemos

que modificamos, porque sólo así la realidad americanaenco11lrará su justo cauce.

En resumen. No tiene sentido esgrimir la tecnología

como utopía. Ella no es algo autónomo, sino que depen­de de la cultura que la genera. Ahora bien, si cultura es

estrategia para vivir en un lugar y en un tiempo entoncestambién es política.

Pero una política en este sentido, en un continentecomo el nuestro no puede ser política digitada, tecnif1ca­da como son las fórmulas a las que estamos acostumbra­

dos. Ha de ser política en su sentido profundo como algo

que consiste en despertar un ethos. Y hacer esto es un mi­

lagro. No se logra con las buenas razones de una burguesía

pensante. En América es cuestión quizá de caudillos. Nosé si después de eso vendrá la tecnología. Creo que sÍ, peroserá funcional al fin.

EL MIEDO Y LA HISTORIA2

2) Es~e ~~tículo apareció en "Comentario ". Revista trimestral.1ubhcaclOn del Instituto Judío de Cultura e Información alÍo XVIN° 64, Buenos Aires, enero-febrero/1969 pp 56 64 ':R' d'

.[ ,.. ' . - ; yen . eVlsta eFl oso;la Lannoamencana y Ciencias Sociales "(Segunda época), alÍoIX, N 19, Buenos Aires, septiembre/ 1994, pp. 87-93.