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E stimados amigos mode- listas, hace tiempo que cuento en estas pági- nas cosas vuestras, co- sas que vosotros me con- táis, me enseñáis y que yo agradezco profundamente. Este escrito iba de corrido, porque corriendo los tiem- pos que corren, me parecía interesante compartir con vosotros una pequeña histo- ria. Ha sido como desente- rrar una parte muy pequeña de la historia naval de una localidad. Pero lo he tenido que re- hacer más de seis veces, y cada vez que trataba de re- leerlo lo entendía menos. Llegué a pensar que algo no iba. Pensé, recapacité, tomé pediluvios dando paseos por la playa para ver si podía volver a escribir con lucidez. Una de esas mañanas, en las que al parecer algo se en- ciende en nuestro cerebro, al ver en la mesa de traba- jo una libreta de apuntes, al ojearla pude encontrar la causa de mis problemas. Durante el verano, mis nie- tos han pasado una tempo- rada con nosotros, no hay nada que rejuvenezca más, que acompañarles a com- prar los libros del próximo curso, le hacen a uno volver a sentirse padre. Hoy todos los libros son de verdad muy atractivos, sobre todo para nosotros. Hoy están llenos de santos y con pocas letras a diferencia de los nuestros, que parecía listines de telé- fono, mal papel y sin santos. Por pura curiosidad tomé en mis manos varios ejem- plares, de distintas editoria- les, de un libro que trataba de Educación para la Ciudada- nía. Al principio pensé que se trataba de un cuaderno de aquellos de nuestra infan- cia sobre Urbanidad y Bue- nos Modales. Conociendo el percal de hoy que se vende y del que todos los medios hacen gala, me extrañó que volviésemos a las viejas cos- tumbres del respeto. Leí y leí, ellos compraron el que el colegio lo tenía como oficial. Yo compré para mí los de tres editoriales. Apa- rentemente son perfectos, parecen paternales, pero tie- nen el grave inconveniente de que las nuevas generacio- nes y nosotros, de seguir por esos cauces no me extraña que hablemos lenguajes dife- rentes, aparentemente con un idioma fonético idéntico. Siempre en español, pero todo con distinto significado. Voy a ver si lo explico mejor. Hay un pasaje bíblico que me viene al pelo. Un pasaje que todo el mundo conoce aun- que en público lo niegue, hoy es moda negar lo que se sabe y hablar de lo que no se sabe. En Babel, los hombres deja- ron de entenderse porque en realidad fueron condenados a expresar la misma cosa con distinto fonemas, casi nuestro caso pero con matices. Por eso hoy quiero habla- ros de lo oculto, de lo per- dido, de aquello que no co- nocéis y que siendo vuestro os lo cambian. Y que si os lo cuentan lo harán mal, con Mi pueblo 1ª parte El hombre hace al lugar, no el lugar al hombre. Esta frase no es nada más que la simple traducción de una expresión latina. Al igual que nuestros refranes populares, las máximas o locuciones latinas son de uso corriente y de por sí, y sabiamente interpretadas, mejoran en resultado a explicaciones confusas o llenas de humo a las que intentan llevarnos políticos y medios de información. Fotos y textos: Jesús María Lizarraga 34 · MÁS NAVÍOS NUESTROS BARCOS

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Estimados amigos mode-listas, hace tiempo que cuento en estas pági-nas cosas vuestras, co-

sas que vosotros me con-táis, me enseñáis y que yo agradezco profundamente.

Este escrito iba de corrido, porque corriendo los tiem-pos que corren, me parecía interesante compartir con vosotros una pequeña histo-ria. Ha sido como desente-rrar una parte muy pequeña

de la historia naval de una localidad.

Pero lo he tenido que re-hacer más de seis veces, y cada vez que trataba de re-leerlo lo entendía menos. Llegué a pensar que algo no iba. Pensé, recapacité, tomé pediluvios dando paseos por la playa para ver si podía volver a escribir con lucidez.

Una de esas mañanas, en las que al parecer algo se en-ciende en nuestro cerebro, al ver en la mesa de traba-jo una libreta de apuntes, al ojearla pude encontrar la causa de mis problemas. Durante el verano, mis nie-tos han pasado una tempo-rada con nosotros, no hay nada que rejuvenezca más, que acompañarles a com-prar los libros del próximo curso, le hacen a uno volver a sentirse padre. Hoy todos los libros son de verdad muy atractivos, sobre todo para nosotros. Hoy están llenos de santos y con pocas letras a diferencia de los nuestros, que parecía listines de telé-fono, mal papel y sin santos.

Por pura curiosidad tomé en mis manos varios ejem-plares, de distintas editoria-les, de un libro que trataba de Educación para la Ciudada-nía. Al principio pensé que se trataba de un cuaderno de aquellos de nuestra infan-

cia sobre Urbanidad y Bue-nos Modales. Conociendo el percal de hoy que se vende y del que todos los medios hacen gala, me extrañó que volviésemos a las viejas cos-tumbres del respeto.

Leí y leí, ellos compraron el que el colegio lo tenía como oficial. Yo compré para mí los de tres editoriales. Apa-rentemente son perfectos, parecen paternales, pero tie-nen el grave inconveniente de que las nuevas generacio-nes y nosotros, de seguir por esos cauces no me extraña que hablemos lenguajes dife-rentes, aparentemente con un idioma fonético idéntico. Siempre en español, pero todo con distinto significado. Voy a ver si lo explico mejor. Hay un pasaje bíblico que me viene al pelo. Un pasaje que todo el mundo conoce aun-que en público lo niegue, hoy es moda negar lo que se sabe y hablar de lo que no se sabe. En Babel, los hombres deja-ron de entenderse porque en realidad fueron condenados a expresar la misma cosa con distinto fonemas, casi nuestro caso pero con matices.

Por eso hoy quiero habla-ros de lo oculto, de lo per-dido, de aquello que no co-nocéis y que siendo vuestro os lo cambian. Y que si os lo cuentan lo harán mal, con

Mi pueblo 1ª parteEl hombre hace al lugar, no el lugar al hombre. Esta frase no es nada más que la simple traducción de una expresión latina. Al igual que nuestros refranes populares, las máximas o locuciones latinas son de uso corriente y de por sí, y sabiamente interpretadas, mejoran en resultado a explicaciones confusas o llenas de humo a las que intentan llevarnos políticos y medios de información.

Fotos y textos: Jesús María Lizarraga

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verbo equivocado. Quiero hablaros de una sepultura ol-vidada que el Secretario del grupo de Historia y Modelis-mo Naval tiene a bien des-cubrir para los amantes del noble arte que recoge esta Revista. Antxón Rodríguez Ciaurriz ya ha desfilado por estas páginas, si mal no re-cuerdo, fue con motivo de la

Copa América. Aquella fa-mosa copa celebrada en Va-lencia que mantuvo en vilo a media España, como lo han hecho los futbolistas hace po-cos meses, y que a pesar de todo lo prometido al final de ella, todo se perdió en despa-chos de abogados; algún día se retomará ¡Dios sabe dón-de!. Quizás en San Diego.

Antxón, en aquella oca-sión fue invitado por los ami-gos modelistas de la ciudad del Turia y tuvo la ocasión de visitar pabellones, exposi-ciones, charlas, sacar fotos y hasta venirse a las tierras al-tas con un plano; el del barco Puritan. Barco que fue descri-to en esta Revista Más Na-víos en el (nº 25). Después

esta breve excursión por su olvidado taller, se dedicó nue-vamente a las tareas propias de su cargo, organizar reu-niones, relaciones con otros grupos, etc. Todo menos ha-cer sus barcos y dedicarse a administrar y llevar los barcos de sus compañeros a expo-siciones con las que estaban comprometidos, si bien

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se lamenta de alguna de ellas por la falta de palabra de los organizadores al no cumplir nada de lo prometido. Pero nuestro hombre, con la vista siempre en el horizonte, «pe-lillos a la mar». Ya que según su opinión quien en esta vida mira mucho por el retrovisor, poco o nada disfruta del viaje. Quizás hasta pueda que atro-pelle a alguien por no mirar al frente.

Siguió con su Exposición del Centenario de la Socie-dad a la que pertenece y al cerrar el libro de actividades de estos años, algo en su vi-da ha cambiado; deja el car-go y se prepara para reali-zar los modelos con los que espera participar en la ex-po bianual de la SOG como simple concursante.

Han sido once años de ac-tuar y vivir como Secretario del Grupo. En realidad An-txón siempre pensó que la tarea que desempeñaba se podía desgranar en varias funciones. La de mera re-presentación al exterior, ser referencia visible del grupo y de la sociedad a la que perte-nece y otra no menos impor-tante, bien pudo haber sido,

la de liderar el grupo, cosa imposible en el País Vasco, donde todo el mundo es por nacimiento hijosdalgo. En su día pensó que se podía establecer una coordinación entre los diferentes grupos, según sus habilidades, obte-niendo de cada uno lo me-jor de su conocimiento. Pero hoy no hay líderes de nada, solo jefes de poltrona o tri-

bu, esto es fruto de la psico-logía social que vivimos en estos tiempos. Pero, al final la dura verdad se impone, y si queremos avanzar debe-ríamos ayudar a las personas que hayan sido nombradas para sustituirnos, para que éstas, puedan cumplir en puestos de responsabilidad siempre que no sean floreros decorativos.

Con todas sus buenas ideas, ha llegado a una de las partes más difíciles de asi-milar por el ser humano. La reubicación, nos reubican al cambiar del pecho materno al Pelargón, nos reubican al cambiar del parvulario al co-legio, al ir a la mili, al ma-trimoniar o al ser indepen-dientes y marchar de casa, en el trabajo, en los destinos forzados o elegidos; nos es-tamos reubicando constan-temente, hasta en la cama. Unas veces con placer, otras con profundo pesar. Pero el bueno de Antxón hace años que dominó el arte de la reu-bicación, quizás por eso al dejar la Secretaría después de once años parece haber encontrado en su nuevo es-tado, motivos para empren-der nuevas aventuras. Dedi-carse a los barcos de su que-rido pueblo. En el momen-to de cierre de un ciclo vital suele ser aconsejable mirar un pelín hacia atrás, para fi-jarte en detalles que en plena tarea nunca tuviste tiempo de ver. Por eso nuestro ami-go quiere antes de ponerse a trabajar, comenzar a analizar algunas vivencias, y ve que no es demasiado frecuente que cuando dejas un puesto voluntariamente para pasar

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a otro de menor responsa-bilidad o sin puesto alguno que ocupar, sin quererlo te ves obligado a pensar en voz alta. ¿Cuánto hay de servicio y cuánto de motivación por el estatus?. Porque de las dos partes siempre hay un algo; si el primero es mayor que el segundo es que en uno cumplió. Bendito sea pues el descanso.

Diversos sucedidos han hecho despertar en él vie-jas sabidurías que tenía olvi-dadas; para él la verdadera, siempre consistió en acep-tar con paz el hecho de que podemos muy poco, y que la solución está en poner en acción toda nuestra capaci-dad de entusiasmo para ren-

dir al máximo en ese poco. Para muchos de nosotros, le-jos quedaron ya los días de juventud en los que todos so-ñamos con grandes ideales. Unos pudieron mantener du-rante mucho tiempo esa an-torcha de ilusiones pero po-co a poco con vientos de dis-tintos cuadrantes se comen-zó a ver que existía siempre una distancia entre sueños y realidad. Solución para estos casos; pues el reconocer que podemos muy poco y que el ideal es la mezcla de la ilu-sión más la realidad y a esto se dedica hoy.

En la Sociedad de Oceano-grafía de Guipúzcoa somos herederos de una colección de planos de gran valor.

Pertenecen a un constructor vasco de gran valía, se trata de Mutiozabal. Planos que se salvaron de la quema o del olvido de una manera más propia de película «Misión Imposible», que de un cuen-to leyenda al que nos tienen acostumbrados algunos his-toriadores.

En su día, con autonomía recién estrenada, cuando el dinero se gastaba en cosas más útiles y además éramos ricos, el Gobierno Vasco, siendo Consejero D. Javier Lasagabaster (año 1984) pu-blicó un libro «Arquitectura naval en el País Vasco» si-glo XIX, donde incluía gran cantidad de aquellos planos. Quien escribe estas líneas re-cuerda, cómo se recurrió a los servicios de un gran afi-cionado a la fotografía, el Sr. D. Alberto Fernández Ibar-

buru para que los fotografia-se, fue Presidente de la So-ciedad Fotográfica de Gui-púzcoa, con innumerables premios en exposiciones nacionales e internacionales.

Da la casualidad, que de este precioso álbum se hicie-ron copias suficientes para cumplir protocolariamente con el mundo de la cultura y el compromiso. Lo que ocu-rre algunas veces es que, es-tas joyas se regalan a perso-nalidades que lo mismo les da el obsequio de un buen li-bro, que el listín de teléfonos de su pueblo, siempre que sea en papel satinado. Es-te hecho no es criticable en modo alguno, ya que se tra-ta de una costumbre y no de una tradición, lo que no sé es si es buena o mala, pero se sigue haciendo. Por hábito, se continúan con cientos

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de compromisos que causan vergüenza en países civiliza-dos. La traditio es otra cosa muy distinta.

Por falta de experiencia en estas lides, fueron incluidos los planos sin documenta-ción añadida ni texto algu-no que aclarase algo, a pesar de existir personas capacita-das para hacerlo; pero care-cían de titulación oficial pa-ra poder opinar. Fotos bue-nas de planos y más planos. El trabajo cultural ya estaba hecho. Pero al bollo le fal-taba el salchichón o la toci-neta para ser perfecto. Para que nada faltase se cumplió con la cortesía anteriormen-te mencionada de envío a Museos Navales reconoci-dos, tanto en España como

extranjero. Algunos ni con-testaron con acuse de recibi-do, y ninguno correspondió nunca con envío de publica-ción o trabajo parecido, ni siquiera con la postal oficial de la Navidad, que nunca es a cuenta de quien la manda sino de la organización en la que trabaja.

Otras personas sí los usa-ron bien, hasta hicieron sus modelos sacados de estos planos y a sus obras las bau-tizaron con nombres pro-pios. Otros solo menciona-ron que eran sacados de un libro del Gobierno Vasco.

Hoy, nuestro buen Secre-tario pretende hacer mode-los sacados de estos planos, citando procedencia, enri-queciéndolos con la vida al-

rededor de ellos, y para ello se fijó en los que más han interesado a otros museos. Han sido el Rafaelito y El Jo-ven Julián que se encuentran en el Untzi Museoa y en el Aquarium, en ambos sitios expuestos como txistorra en una charcutería; sin historia, como un mueble más, espe-rando a que algún visitante ilustrado aporte algún deta-lle o conocimiento sobre los mismos.

Ambos tienen casco pare-cido, pero como es habitual, para definirlo en estos casos debemos fijarnos en su vela-men, es lo primero que ves recortado en el horizonte y de ahí lo defines como ber-gantín goleta, goleta, navío

de línea…etc. O submarino si lo que ves es el periscopio.

EL Jovén JuLiánComenzaremos por el Jo-ven Julián, bergantín gole-ta. Construido en Orio en 1888, siendo sus caracterís-ticas: Eslora 26,27m., man-ga 6,91m., puntal 3,10m. Este tipo de embarcación por su versatilidad fue el que mejor se acomodó a los in-tereses de constructores, a los fletes de las cargas, a los comerciales y a los marinos vascos de la primera mitad del XIX. Barco interesante que solo arbolaba dos palos, casco fino. Cruzaba sus ver-gas en ambos mástiles, trin-quete y mayor, llevando en ellos masteleros y masteleri-llos con cofas y crucetas. Un largo bauprés para largar los correspondientes foques y algunos stays entre los dos palos. Por vela mayor usa-ban una gran cangreja. De su vida poco más sabemos, por lo tanto hablaremos de su muerte.

Los últimos días de no-viembre de 1903 se registró un temporal de mar violen-tísimo, como hacía tiempo no se recordaba. Según las crónicas de entonces, pe-riódicos locales, parecía que el monte Urgull y el Ulía se abalanzaban sobre la ciudad de San Sebastián con ánimo de sepultarla.

A las 11 de la mañana del domingo 29 de noviembre a las doce y cuarenta minutos

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de la tarde el atalayero de la Mota divisó a unas seis mi-llas de distancia el esfuerzo que hacía tratando de avan-zar a toda vela y con esfuer-zos sobrehumanos una gole-ta, en vano intento de alcan-zar puerto.

Se trataba de la goleta de 250 toneladas que en sus úl-timos viajes trasportaba ce-mento desde Zumaya hasta Ceuta y a la vuelta regresa-ba cargada de sal de Torre-vieja, su nombre era “Joven Julián”, de matrícula de San Sebastián y capitaneada por D. Marcos Azpeitia. Había salido de Cádiz el 8 de no-viembre con un cargamento de sal que debía descargar en el puerto de Zumaya. Na-vegando por aguas gallegas se inició el temporal que le obligó a entrar de arribada en el puerto de Muros.

Como amainase el tempo-ral, se hizo a la mar el día 23 y pasado el cabo Ortegal, el tiempo comenzó a empeo-rar. El día 27 fue crudo de

verdad y en el amanecer del 29, tras continuas zozobras el barco se encontró a la al-tura de Zumaya; su puerto de destino.

El patrón decidió ganar por seguridad el puerto de Pasajes llegando frente a su bocana al medio día del do-mingo 29. Al ir a enfilar la entrada una ráfaga le hizo desviarse de la ruta arrum-bándole hacia los acantilados

de Jaizkibel y tras una hora de combate rompió el palo mayor; poco después queda-ba sin gobierno alguno.

Se decide botar la lancha de a bordo. Chanela de por sí frágil para esa tormenta y mar embravecido. En ella embarcaron los siete hom-bres del “Joven Julián”. La fuerte corriente los arrastra mar adentro; los tripulan-tes a fuerza de remos logran

acercarse a la ensenada del cabo de Higuer. Zona próxi-ma a donde ocurre el desas-tre y que coincide con la cer-canía del otro puerto Fuen-terrabía.

El patrón mantuvo la pier-na derecha dentro del agua durante dos horas, sujetando un pedazo de tabla que ser-vía de timón a la frágil bar-quilla. Los náufragos fueron salvados por los carabineros del destacamento del cabo de Higuer. Uno de los náu-fragos, D. José León Zubía, había sido tripulante del cru-cero “Vizcaya” en el comba-te de Santiago de Cuba en 1898, en aquélla ocasión, al embarrancar se echó al agua para no caer en ma-nos de los norteamericanos, refugiándose en una roca al verse perseguido por un ti-burón, al final fue recogido por el acorazado “Brooklin”.

Los náufragos fueron re-cibidos como héroes en San Sebastián y Zumaya después de esa titánica lucha.

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