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Tema 7 Tema 7 La familia como primer agente de socialización. La transformación de la función educativa de la familia a los largo de la historia. Expectativas familiares respecto a la Educación Preescolar e Infantil. Período de adaptación de los niños al centro educativo. Relaciones entre la familia y el equipo docente.

L ización. - AMEI-WAECE · Relaciones entre la familia y el equipo docente . LECTURAS RECOMENDADAS . 1. La familia como agente socializador . 2. La familia y la educación . 3. La

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Tema 7Tema 7

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TEMA 7

ITEMS

7.1.- La familia como primer agente de socialización 7.2.- La transformación de la función educativa de la

familia a lo largo de la historia 7.3.- Expectativas familiares respecto a la educación

infantil 7.4.- Período de adaptación de los niños y niñas al

centro educativo 7.5.- Relaciones entre la familia y el equipo docente

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1. La familia como agente socializador 2. La familia y la educación 3. La comunidad, la familia y el centro educativo 4. La interrelación educativa de los padres en el centro 5. La Tutoría

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DESARROLLO DEL TEMA

7.1.- La familia como primer agente de socialización 7.2.- La transformación de la función educativa de la familia a lo largo de la historia 7.3.- Expectativas familiares respecto a la educación infantil 7.4.- Período de adaptación de los niños y niñas al centro educativo 7.5.- Relaciones entre la familia y el equipo docente Bibliografía

La familia como primer agente de socialización La familia es el grupo humano primario más importante en la vida del hombre, la institución más estable en la historia de la humanidad. El hombre vive en familia, aquella en la que nace, y, posteriormente, la que el mismo crea. Es innegable que, cada hombre o mujer, al unirse como pareja, aportan a la familia recién creada su manera de pensar, sus valores y actitudes; trasmiten luego a sus hijos los modos de actuar con los objetos, formas de relación con las personas, normas de comportamiento social, que reflejan mucho de lo que ellos mismos en su temprana niñez y durante toda la vida, aprendieron e hicieron suyos en sus respectivas familias, para así crear un ciclo que vuelve a repetirse. Algunos científicos, varios de ellos antropólogos, afirman que las funciones que cumple la familia, persisten y persistirán a través de todos los tiempos, pues esta forma de organización es propia de la especie humana, le es inherente al hombre, por su doble condición de ser individual y ser social y, de forma natural requiere de éste, su grupo primario de origen. Cada familia tiene un modo de vida determinado, que depende de sus condiciones de vida, de sus actividades sociales, y de las relaciones entre sus miembros. El concepto incluye las actividades de la vida familiar y las relaciones intrafamiliares, que son específicas del nivel de funcionamiento psicológico de este pequeño grupo humano; aunque reflejan, en última instancia, las actividades y relaciones extrafamiliares. En esta concepción del modo de vida es necesario incluir el proceso y el resultado de la representación y regulación consciente de estas condiciones por sus integrantes. Los miembros de la familia se hacen una imagen subjetiva de diversos aspectos de sus condiciones de vida, sus actividades e interrelaciones; y sobre esa base regulan su comportamiento, aunque en la vida familiar hay importantes aspectos que escapan a su control consciente. Las actividades y relaciones intrafamiliares, que los estudiosos agrupan –fundamentalmente por su contenido- en las llamadas funciones familiares, están encaminadas a la satisfacción de importantes necesidades de sus miembros, aunque no como individuos aislados, sino en estrecha

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interdependencia. El carácter social de dichas actividades y relaciones viene dado porque encarnan todo el legado histórico social presente en la cultura; porque los objetos que satisfacen esas necesidades, y la forma misma de satisfacerlas han devenido con la cultura en objetos sociales. Pero, además, a través de estas actividades y relaciones en esa vida grupal, se produce la formación y transformación de la personalidad de sus integrantes. O sea, estas actividades y relaciones intrafamiliares tienen la propiedad de formar en los hijos las primeras cualidades de personalidad y de trasmitir los conocimientos iniciales que son la condición para la asimilación ulterior del resto de las relaciones sociales. El concepto de función familiar, común en la sociología contemporánea, se comprende como la interrelación y transformación real que se opera en la familia a través de sus relaciones o actividades sociales, así como por efecto de las mismas. Es necesario subrayar que las funciones se expresan en las actividades reales de la familia y en las relaciones concretas que se establecen entre sus miembros, asociadas también a diversos vínculos y relaciones extrafamiliares. Pero a la vez se vivencian en la subjetividad de sus integrantes, conformando las representaciones y regulaciones mencionadas. Las funciones constituyen un sistema de complejos intercondicionamientos: la familia no es viable sin cierta armonía entre ellas; una disfunción en una de ellas altera el sistema de la familia. La familia desempeña una función económica que históricamente la ha caracterizado como célula de la sociedad. Esta función abarca las actividades relacionadas con la reposición de la fuerza de trabajo de sus integrantes; el presupuesto de gastos de la familia sobre la base de sus ingresos; las tareas domésticas del abastecimiento, el consumo, la satisfacción de necesidades materiales individuales, etc. Aquí resultan importantes los cuidados para asegurar la salud de sus miembros. Las relaciones familiares que se establecen en la realización de estas tareas y la distribución de los roles hogareños son de gran valor para caracterizar la vida subjetiva de la colectividad familiar. En esta función también se incluye el descanso, que está expresado en el presupuesto de tiempo libre de cada miembro y de la familia como unidad. La función biosocial de la familia comprende la procreación y crianza de los hijos, así como las relaciones sexuales y afectivas de la pareja. Estas actividades e interrelaciones son significativas en la estabilidad familiar y en la formación emocional de los hijos. Aquí también se incluyen las relaciones que dan lugar a la seguridad emocional de los miembros y su identificación con la familia. La función espiritual - cultural comprende, entre otras cuestiones, la satisfacción de las necesidades culturales de sus miembros, la superación y

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esparcimiento cultural, así como la educación de los hijos. Algunos autores diferencian además la función educativa que se despliega en buena medida a través de las otras enumeradas hasta aquí; pues todas ellas satisfacen necesidades de los miembros, pero a la vez educan a la descendencia, y de esta manera garantizan aspectos de la reproducción social. Es necesario valorar qué sentido subjetivo tienen las actividades e interrelaciones educativas para sus integrantes: hasta qué punto las regulan conscientemente (pues existen diversas influencias educativas que no se representan conscientemente); y cómo las asumen en sus planes de vida. Se señaló anteriormente a la familia como el grupo humano primario más importante en la vida del hombre. El grupo humano es una comunidad de personas que actúa entre sí para lograr objetivos conscientes, una unidad que actúa objetivamente como sujeto de la actividad. En los llamados grupos primarios la relación se apoya no sólo en contactos personales, sino también en la gran atracción emocional de sus miembros hacia los objetivos, en el alto grado de identificación de cada uno con el grupo. La base psicológica y social de la acción grupal es la comunidad de intereses, de objetivos y la unidad de las acciones. En el grupo pequeño se ejerce un control social peculiar sobre los miembros, se adoptan ciertas normas y valores y se espera de cada uno su cumplimiento. Hay en su seno mecanismos de aprobación y desaprobación de las conductas de sus integrantes, en función de las normas y valores aceptados. En el grupo familiar sus actividades, de contenido psicológico muy personal, producen una comunicación emocional y una identificación afectiva que responden en primer lugar a necesidades íntimas de la pareja y a los lazos de paternidad y filiación, privativos de la familia. En el proceso de comunicación las actividades comprendidas en las distintas funciones mediatizan el desempeño de roles, las relaciones interpersonales, los afectos familiares, la identificación entre sus miembros, la empatía y la cohesión. Esto ocurre en un proceso de “ontogénesis” en el cual va enriqueciendo sus actividades hasta desarrollar y desplegar plenamente sus funciones. Al constituirse la familia, sus integrantes aportan a las nuevas interrelaciones los condicionantes que traen de otros grupos humanos de procedencia y referencia, pero en la medida en que desarrollen las funciones específicas –económica, biosocial, espiritual- comienza a producirse la mediatización de las relaciones por las actividades significativas. Esta peculiar ontogénesis se inicia por la formación de una actitud de los miembros hacia el contenido de sus actividades fundamentales. Pero esos contenidos están socialmente condicionados: en el proceso se produce la apropiación de los valores sociales relativos al modo de vida familiar, que son expresión del modo de vida social. El comportamiento pautado socialmente para una madre y un padre, en un medio socio - cultural determinado, está expresado en estos valores.

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A medida que la función educativa familiar se despliega y se hace más compleja, las actividades educativas también van a mediatizar toda una esfera de relaciones entre los miembros de la familia. En cierta etapa de lo que se ha dado en llamar ciclo vital, los miembros adultos tienen una actitud más o menos consciente y dirigida ante el contenido, los objetivos, etc.; de las actividades que realizan en el hogar encaminadas a la educación y formación de la descendencia. De acuerdo con el enfoque que se presenta la familia puede considerarse como un sistema en el cual suelen diferenciarse los subsistemas, como los de la pareja parental, el subsistema de los hijos, o la díada madre - hijo. Es productivo considerar la existencia de límites más o menos precisos, entre estos subsistemas; así como las relaciones (o las reglas de interacción) entre ellos. También se pueden estudiar espacios del desempeño de las actividades de cada subsistema y de los miembros en particular. Al estudiar el ciclo vital los especialistas de familia describen las etapas de selección del cónyuge y concertación del matrimonio; la conyugal sin hijos; la de los hijos, su crianza y educación; la etapa de la relación conyugal con los hijos adultos; y la final del matrimonio. Cada etapa del ciclo vital comprende actividades familiares socialmente determinadas, que permiten caracterizar cierta jerarquía de las funciones familiares. En cada nueva etapa se pueden presentar crisis específicas porque las exigencias superiores que plantea el cumplimiento de las funciones familiares demandan un cambio en las interrelaciones de los miembros. Recientemente se ha propuesto estudiar la esencia de las etapas del ciclo vital y su evolución sobre la base de las regularidades de la formación de la personalidad de los hijos, que depende de fuerzas motrices externas combinadas con las condiciones internas del desarrollo. Los miembros de la familia experimentan la necesidad de la seguridad emocional, que en particular los más pequeños ven satisfecha en su relación con los padres. La identificación emocional con el hogar es un importante factor de estabilidad psíquica para todos; esto significa que el hogar constituye un refugio donde cada uno encuentra la seguridad y el afecto. La persona experimenta así el apoyo y solidaridad de los demás miembros de la familia a sus esfuerzos y a sus planes, y obtiene también un reforzamiento a sus opiniones personales. Las relaciones afectivas conducen al tema de la comunicación intrafamiliar. Este resulta uno de los aspectos más investigados aunque con diversidad de enroques teóricos y metodológicos. La concepción sobre la comunicación es central en la construcción de una psicología científica, y en la familia es donde el ser humano vive su comunicación más estrecha a lo largo de su ontogenia. Se ha reconocido que durante la primera infancia las alteraciones en la comunicación afectiva repercuten desfavorablemente en la formación temprana de la personalidad. En la experiencia clínica con niños que presentan defectos

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discapacitantes se comprueba que en los primeros años de vida se produce una especie de círculo de estimulación afectiva mutua entre la madre y el niño con defecto. Es señalado que cuanto más ella lo estimule, sus reacciones serán mejores. Pero si el bebé reacciona poco a los cuidados físicos, a las manipulaciones cariñosas, a la voz, a las sonrisas, y al afecto materno; eso desestimula a la madre. Luego sucede que la falta de estimulación sensorial y emocional frenan el desarrollo del bebé. En general, el proceso de satisfacción de las necesidades especiales de estos niños puede estresar a la persona que lo cuida. A medida que ellos crecen, estas faltas de afecto, o incluso los rechazos que resultan evidentes en algunos familiares, pueden alterar notablemente la seguridad emocional del niño. En cierta medida, la vida afectiva familiar es precondición para el funcionamiento adecuado del sistema, incluyendo el cumplimiento de sus funciones de reproducción social. Aquí operan mecanismos de regulación del sistema que no son conscientes para sus miembros. La familia: Primera Escuela La función educativa de la familia ha sido objeto de mucho interés para la psicología y la pedagogía general y, especialmente, para los que se ocupan de la educación y el desarrollo del niño en los seis primeros años de vida. Los estudios e investigaciones más recientes de las neurociencias revelan las enormes posibilidades de aprendizaje y desarrollo del niño en las edades iniciales, y hacen reflexionar a las autoridades educacionales acerca de la necesidad de optimizar ese desarrollo, de potenciar al máximo, mediante una acertada dirección pedagógica, todas las potencialidades que la gran plasticidad del cerebro humano permitiría desarrollar. Si se parte de que, en el transcurso de la actividad y mediante la comunicación con los que le rodean un ser humano puede hacer suya la experiencia histórico – social, es obvio el papel que la familia asume como mediador, facilitador de esa apropiación y su función educativa es la que más profunda huella dejará precisamente porque está permeada de amor, de íntima comunicación emocional. La especificidad de la influencia familiar en la educación infantil está dada porque la familia influye, desde muy temprano en el desarrollo social, físico, intelectual y moral de su descendencia, todo lo cual se produce sobre una base emocional muy fuerte. ¿A qué conduce esta reflexión? En primer lugar a reconocer la existencia de la influencia educativa de la familia, que está caracterizada por su continuidad y duración. La familia es la primera escuela del hombre y son los padres los primeros educadores de sus hijos.

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La seguridad y bienestar que se aporta al bebé cuando se le carga, arrulla o atiende en la satisfacción de sus necesidades, no desaparece, sino que se modifica según este va creciendo. La ternura, el cariño, y comprensión que se proporciona le hace crecer tranquilo y alegre; la comunicación afectiva que en esa primera etapa de la vida se establece ha de perdurar porque ese sello de afecto marcará de los niños que, en su hogar, aprenderán, quienes son, que pueden y que no pueden hacer, aprenderán a respetar a los adultos, a cuidar el orden, a ser aseados, a jugar con sus hermanitos, pero, además, aprenderán otras cuestiones relacionadas con el lugar donde nacieron, con su historia y sus símbolos patrios. Todo eso lo van a asimilar sin que el adulto, en algunas ocasiones, se lo proponga. El niño en su hogar aprenderá a admirar lo bello, a decir la verdad, a compartir sus cosas, a respetar la bandera y la flor del jardín ajeno y ese aprendizaje va a estar matizado por el tono emocional que le impriman los padres, los adultos que le rodean, por la relación que con él establezcan y, muy especialmente, por el ejemplo que le ofrezcan. Múltiples estudios e investigaciones han revelado las potencialidades de desarrollo del niño desde que nace y se ofrecen variadas formas para su estimulación desde el seno del hogar, mas también se ha corroborado el papel decisivo de la familia en las primeras edades, en lo referente a la formación o asimilación de hábitos de vida y de comportamiento social en sus pequeños hijos. Este período se considera “sensitivo” para la formación de los mismos.

La transformación de la función educativa de la familia a lo largo de la historia

Al transformarse la sociedad agrícola y artesana en industrial, la familia, de unidad de producción, progresivamente devino en unidad de consumo, los miembros de la familia tuvieron que buscar las fuentes de empleo fuera; primero lo hizo el hombre y más tarde en el siglo XX, la mujer; durante este proceso, también se produjo la migración del campo a la ciudad. Esta movilidad física trajo consigo, la gradual desaparición de la familia extensa, de tres generaciones, y el predominio de la nuclear. Esto provocó cambios en la función socializadora de la familia tradicional, que facilitaba una mejor integración del niño en el mundo y su participación desde joven en la vida laboral, sin el aislamiento característico del centro escolar que la pedagogía actual trata de resolver, avanzando en la contextualización y vinculación de la escuela con la vida. Otra ventaja de aquella familia era un mayor vínculo entre los progenitores y los hijos, en la actualidad se trata lograr que estas relaciones ganen en calidad. En esta dirección los varones tienen una cierta desventaja, al encontrarse el padre un mayor tiempo fuera del hogar, (a veces la ausencia se debe al divorcio) lo que puede explicar, la madurez psicológica más temprana de las niñas.

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La sociedad actual pone a la disposición de los consumidores muchos bienes y servicios superfluos exigiendo para eso más y más trabajo. La incorporación de la mujer a este, implica para ella una sobrecarga pues se ve sometida a un doble turno laboral, uno de ellos en el hogar, lo que trae consecuencias negativas para la socialización de los hijos y las relaciones de pareja, donde una distribución equitativa de las tareas domésticas ayudaría a resolver el problema. Otra diferencia a destacar es respecto a la acción educativa de los abuelos que en la familia extensa era más amplia y directa. La familia nuclear actual, se concentra más en la futura preparación laboral, profesional de la prole, para que esta tenga los medios necesarios que garanticen su adecuada existencia durante la adultez. Al existir otras instituciones socializadoras como la escuela, la familia se ha replegado hacia sus funciones internas: seguridad, autoafirmación, socialización, pero en las condiciones de la sociedad de estos tiempos, tan proclive al individualismo esto puede provocar un acomodamiento y así un divisionismo educativo de los padres. Son tantos los cambios que han ocurrido, que la consanguinidad ya no es más el único criterio que determina la formación de la familia. Las personas se unen independientes de contratos sociales o formalidades convencionales señalando hacia otros tipos de relaciones en el hogar. Se encuentran inclusive en la modernidad uniones de seres del mismo sexo sin que la sociedad las vea como un escándalo. Todo eso hace que se repiense la familia, introduciéndose nuevos conceptos principalmente en el proceso educativo de los niños y niñas en el hogar, a la vez que otras personas que no los padres, interfieren en la educación. Para la sociedad es importante que las experiencias vividas en el contexto familiar sean positivas, que los vínculos establecidos entre sus miembros se fortalezcan y que los valores sean rescatados en pro de la ciudadanía. Sobre todo para los niños es muy importante que sus primeras relaciones afectivas y sociales desarrolladas dentro del hogar estén llenas de calidad y no de cantidad, para que los valores esenciales en la vida se vayan formando de manera tranquila y equilibrada. Paz, armonía, felicidad, amor incondicional son sentimientos indispensables para el desarrollo saludable de los niños, constituyéndose en el eslabón para facilitar la adaptación del niño al mundo Ese modelo de familia en fase transitoria ha traído algunos sobresaltos principalmente por el hecho de la mujer buscar sus espacios en el trabajo, en la vida social. Como resultante su par conyugal también busca un ajuste, inclusive con una presencia más efectiva y participativa dentro del hogar con el fin de facilitar un equilibrio indispensable a la armonía hogareña. Ambos han de garantizar la sustentación económica y financiera del hogar, la educación de los hijos y la participación activa en la vida en sociedad. Probablemente, cuando muchos imaginaban una tendencia de ruptura de la familia y extinción de los casamientos, la gran verdad es que se avizora para el futuro la formación de familias más estables.

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El papel de las instituciones gubernamentales es fundamental en esta fase de transición en el sentido de dar soporte a las agrupaciones familiares por ejemplo la necesidad de inversiones en la educación, en la salud, en la recreación, en la vivienda y en la generación de empleos, pues sin estos la madurez de la familia será retrasada en el tiempo. A fin de estimular la valoración de la familia lo más interesante seria crear foros de discusiones y debates en los diferentes medios sociales porque el tema familia ha sido históricamente relegado a un plano secundario en la evolución de los procesos sociales.

Expectativas familiares respecto a la educación infantil La familia es el núcleo básico de la sociedad, el cual refleja exactamente el estado interior de sus miembros en el convivir íntimo del hogar. Es el espacio donde el ser humano comienza su existencia, aprende sus primeros hábitos y costumbres y establece sus primeras relaciones sociales. Un niño tiende a imitar los modelos disponibles y usará de la violencia contra otros niños y adultos si este fuera el único comportamiento que ha aprendido como forma de relacionarse y de hacerse obedecer (Bandura, 1976). En este espacio el niño percibe los modelos que influirán en su desarrollo futuro y que le transformarán en un verdadero ciudadano, es decir, este espacio es indispensable para garantizar el desarrollo y la protección integral de los hijos y los demás miembros. Es la familia, la responsable no solo por enseñar, sino sobre todo por educar a sus niños y jóvenes, haciendo posible la formación de su personalidad. Desempeña un papel decisivo en la educación formal y no formal. En este núcleo, los valores éticos y morales son asimilados, los lazos de solidaridad se profundizan, se construyen las marcas entre las generaciones y los valores culturales son observados. La mayoría de los padres con hijos de esas edades son muy jóvenes y se sienten aún muy inseguros en sus proyectos e ideas sobre cómo educar; no asumen aún de manera consciente un proyecto educativo como tal. La formación de hábitos de vida, sueño y alimentación para muchos padres sólo se relaciona con aspectos de salud, sin alcanzar a ver en ellos su carácter educativo. Cada uno de los miembros de la familia desempeña roles que encarnan las relaciones y valores de la sociedad en su conjunto; sirviendo así de poderoso medio de reproducción social. En el interior del grupo primario que es la familia, el rol de cada integrante “engarza” con los restantes mediante una serie de mecanismos de adjudicación y asunción de roles. El niño, o la niña, es llevado a asumir su rol genérico muy tempranamente, y en ese desempeño de roles como hijo, además aprende (interioriza) cómo es el comportamiento familiar de la madre y del padre respecto a su persona. Este último está muy implicado en el desarrollo del rol sexual de sus hijos varones, incluso más que la madre respecto a las niñas. El sexo de los hijos es el

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principal determinante de las expectativas de los progenitores con relación a la educación de sus hijos y sus estilos de crianza. La familia es un sistema abierto que está recibiendo de manera continua, como unidad, las influencias de otros grupos sociales. Recibe las de la escuela, tanto a través de los hijos como por el contacto de los maestros y los padres: además está influenciada por la vida sociopolítica del país desde la inserción sociolaboral de los familiares adultos. También reciben, y no es despreciable, la influencia de la opinión social en la comunidad cercana, y la de los medios de difusión. Además, la familia es un sistema que se autodirige con cierto grado de conciencia colectiva de sus miembros. Los padres, como subsistema rector, elaboran paulatinamente su representación del modelo social de familia, es decir, de los valores sociales históricamente formados en la conciencia social acerca del matrimonio, la familia, sus funciones, la educación de sus hijos, etc. Sobre esta base que no es estática se trazan los padres sus aspiraciones y tratan de autorregular las actividades intrafamiliares de acuerdo con sus concepciones y planes. Los valores pueden definirse como ideas que constituyen la base sobre la cual la persona actuará autónomamente, ante cualquier situación de forma positiva y adecuada. Entre ellos se destacan: la sinceridad, generosidad, alegría, laboriosidad, la resolución y la responsabilidad; todo padre quisiera que su hijo los tuviera al igual que este último también. Se pueden agregar los correctos actos referentes al trato personal y al uso de los objetos. Hay que recalcar en una vida solidaria, caracterizada por díadas tales como confianza-respeto, sinceridad-cortesía y generosidad-paciencia. El autodominio es clave en la preparación para la vida. Para los padres resultan muy negativos el fracaso escolar, el desinterés y la haraganería, que no por casualidad son opuestos a las positivas expectativas consideradas aquí en relación con la crianza de su descendencia. Los padres esperan que sus hijos tengan un buen desarrollo cognitivo, creatividad, competencia social, autocontrol, autoestima y una conducta moral adecuada. El ser humano tiene la aspiración de reflejarse en su descendencia, a transmitir a sus hijos sus mejores cualidades, esto tiene que ver con su propia autorrealización, con el sentido de su vida. El cuidado de otra persona y la aspiración a hacerla mejor, se convierte en el centro de la propia existencia, esta es la espina dorsal del humanismo. La educación de un niño es uno de los logros más notables del período creador de la vida del hombre y la mujer porque involucra las principales potencialidades del individuo: creadoras, pedagógicas, científicas, comunicativas, constructivas y otras.

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A los padres le resultan muy caros sus hijos, no tanto material como emocionalmente porque les dedican gran cantidad de tiempo y fuerzas espirituales. Sin embargo ellos constituyen el objeto más agradecido pues los padres reciben una retribución incomparable en forma de amor filial. Cuán caros le son a los padres los éxitos de sus hijos, más apreciados incluso que los propios. La educación infantil tiene la expectativa de que la familia constituye su agente educativo principal, y espera de ella apoyo, coordinación e intercambio comunicativo, es por eso, que, como parte de su quehacer pedagógico, organiza a los padres, los educa, los capacita mediante numerosas vías. A su vez los padres mantienen una expectativa del centro infantil: que ayude a desarrollar a sus hijos, que lo socialicen, que lo encaminen intelectualmente. En este doble sistema de expectativas entre la familia y la educación infantil, el niño es el vínculo que une ambos agentes educativos, y sobre la base de su formación y educación es que se ha de concebir todo el sistema mutuo de interrelaciones.

Período de adaptación de los niños y niñas al centro educativo La familia como sistema posee la función psicosocial de proteger a sus miembros y la función social de transmitir y favorecer la adaptación a la cultura existente. Los temas acerca de familia y adaptación han sido estudiados con gran interés a lo largo de los años por distintos autores, sobre todo lo relacionado con los problemas de la educación familiar, que constituye campo de interés de varias ciencias: la filosofía, la sociología, la psicología, la antropología y la pedagogía, entre otras. Para la sociedad es importante que las experiencias vividas en el contexto familiar sean positivas, que los vínculos establecidos entre sus miembros se fortalezcan y que los valores sean rescatados en pro de la ciudadanía. Sobre todo para los niños, es muy importante que sus primeras relaciones afectivas y sociales desarrolladas dentro del hogar sean de calidad para que los valores esenciales de la vida se vayan formando de manera tranquila y equilibrada. Paz, armonía, felicidad y amor son sentimientos indispensables para el saludable desarrollo de los niños, constituyéndose en el eslabón que facilita la adaptación del niño al mundo. Como célula fundamental de la sociedad, la familia debe enseñar al niño las normas y valores del medio donde vive. Ella juega un papel decisivo en su desarrollo, al convertirse en su primer modelo producto de la interacción del grupo familiar. Se sostiene que como consecuencia de esa interacción surgen determinadas conductas que pueden llevar a sus miembros más débiles (niños y adolescentes) a manifestarlas dentro y fuera de su hogar.

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Es necesario que entre las figuras materna y paterna se desarrolle un tipo de círculo de estimulación mutua, a través de los cuidados físicos que se brindan al bebé y también otros tipos de afecto, cariño, toques, palabras dulces y tiernas, la sonrisa, o sea, todos los recursos de comunicación no verbal de que disponen para propiciar a su hijo la satisfacción afectiva, pues la falta de estimulación sensorial frena el desarrollo del niño, dificultando su adaptación al medio social, sobre todo a la escuela. En el proceso de desarrollo y adaptación, aunque el niño sienta la influencia de distintas fuerzas extrañas al hogar, es decir, de la comunidad, del ambiente escolar, de sus compañeros de la vecindad, que influyen en su conducta, se considera el hogar como el crisol en que se inicia el desarrollo de su personalidad, ejerciendo influencias sobre todo en el desarrollo ulterior, es decir, a través de toda la infancia. Hogar organizado, seguridad y comprensión, son requisitos básicos y muy importantes que el niño necesita durante el período adaptativo y siempre, así como estímulo de las tendencias hacia la auto-expresión de su individualidad, que le brindarán los límites y fronteras capaces de canalizar sus propias opiniones y esperanzas. Durante la primera infancia el niño sigue necesitando no sólo de la presencia física de los padres, sino de sus ejemplos y modelos de madurez, de su orientación y protección. Dedicarle atención, comprensión y amor no excluye del papel de los padres indicarle las normas disciplinarias que contribuyen al establecimiento de límites justos que favorezcan su desarrollo normal y equilibrado. En investigaciones realizadas casi todos los casos de inadaptación infantil fueron observados en hogares sometidos a varios episodios diarios de situaciones de tensión. Otros estudios fueron hechos en hogares donde las características de los padres pueden intervenir afectando la conducta de los hijos. Estos trabajos demuestran la estrecha relación que existe entre la dinámica intrafamiliar y el desarrollo infantil, así como que dicha dinámica es uno de los factores de la adaptación. Un caso particular de la adaptación a las nuevas condiciones, que es un proceso que dura toda la vida, es el caso de la adaptación al centro educativo. Esta adaptación ha de tener un carácter progresivo, nunca de golpe y porrazo, y en la misma se han de considerar seguir principios importantes que garantizan que la misma no resulte traumática para el niño o la niña. La adaptación al centro infantil debe regirse por los siguientes principios metodológicos( Martínez Mendoza, 1998) El principio de la individualidad, que establece el carácter único de la adaptación de cada niño, y como tal así debe ser tratado, excluyendo la

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aplicación de esquematismos. Este enfoque permea por su carácter generalizador los restantes principios. Un segundo postulado: separación paulatina de la madre y tiempo progresivo de estancia en el centro infantil; obviamente, mientras aumenta la permanencia del niño en el centro, se reduce la duración de la directa participación de la madre en la adaptación de su hijo. Así se prescribe la participación de los padres en el proceso, controlándose el brusco aumento de la ansiedad de separación. El principio de la incorporación paulatina de actividades y procesos que plantea un determinado orden en la incorporación del pequeño a la vida de la institución, comenzando por la actividad libre y el juego, luego la actividad pedagógica, la alimentación, la siesta y el baño. Todo esto de modo gradual y teniendo en cuenta la individualidad del niño. También el principio de la flexibilidad en la incorporación de nuevos hábitos que postula el respeto de los hábitos que trae el niño del hogar, al menos mientras transcurre su adaptación y así mismo el no imponer las nuevas formas de comportamiento para las que no está preparado aún. Por último el principio de la edad de ingreso, que establece lo vital de este factor para la duración del proceso, y como las características de este proceso van a estar en dependencia de la edad del niño al momento del ingreso a la institución. F. Martínez señala la contradicción dialéctica entre este principio y el de la individualidad, en la que ambos se excluyen y complementan, así la semejante adaptación de niños contemporáneos no descarta el que cada cual lo haga según sus peculiaridades. Todos estos principios se interrelacionan estrechamente, unidos a una serie de normativas que regulan la adaptación: la entrevista previa a los padres para conocer las particularidades del menor, orientarles el horario de vida a seguir en el hogar y su participación en la adaptación; la orientación al personal docente que ha de adaptar al niño; las formas de planificación y control sistemático de cada proceso individual; las particularidades de la ablactación y el control médico durante el período; el brindarles afecto y trato preferencial. Tomado en consideración estos procedimientos metodológicos y organizativos, las investigaciones de F. Martínez Mendoza y otros comprueban la adaptación exitosa del niño y la niña a la institución, dentro de un período normal de transición, y sin gran costo emocional ni resultados traumáticos para los mismos. Aunque en las edades que preceden el ingreso a la escuela es, en general, más elevada la cantidad de niños que asisten a instituciones infantiles, en este período, la influencia de la familia es decisiva con respecto a la preparación psicológica y emocional del niño para su ingreso a la escuela, en la cual ha de ser ya un escolar, cuya conducta será el resultado de toda una etapa anterior

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de preparación, y reflejará, sin duda alguna, cuál ha sido el trabajo realizado por los padres. La escuela, con todas sus nuevas actividades y deberes constituye la primera gran responsabilidad en la vida del niño. Ella le plantea una serie de exigencias y nuevas tareas que requieren de él no pocos esfuerzos y que significan un gran cambio en su vida, pues cambia el tipo fundamental de actividad que el niño debe realizar, ya no es el juego: cambian sus relaciones con el adulto, el maestro le va a plantear el cumplimiento del estudio –su nueva y primera responsabilidad, los padres y familiares van a preocuparse acerca de cómo aprende; cambia el sistema de relaciones con sus compañeros, otros lo van a evaluar fundamentalmente por su resultado en el estudio. La familia está muy comprometida en asegurar a los pequeños un feliz comienzo, esto depende en gran medida, de la creación de una actitud positiva hacia la escuela, hacia el maestro y hacia el estudio. Y es muy fácil de lograr. Todos los estudios realizados muestran que casi el 100% de los niños manifiestan su deseo de ser escolar, de ir a la escuela, de aprender mucho. Cuando se les pregunta acerca de estos temas, se obtienen respuesta como: “Ya yo soy grande, puedo ir a la escuela”; “Quiero aprender a leer cuentos”; “En la escuela me enseñarán muchas cosas, igual que a mi hermano”. Estas afirmaciones de los niños evidencian que existe en general, una buena disposición, que la escuela, el estudio, los libros, los hacen sentir mayores y responsables, ¿por qué entonces en algunos niños se ponen de manifiesto conductas negativas; llanto, miedos, vómitos? En la mayoría de los casos la responsabilidad recae en los padres. O bien no se ha creado una imagen agradable, positiva de la escuela o del maestro, o bien es posible que el niño sea muy dependiente, que esté tan ligado a la familia que la separación le provoca ansiedad, temor o enfrentarse a un mundo nuevo, a nuevos amiguitos y deberes. Todo esto evidencia su insuficiente desarrollo de sus relaciones sociales, un inadecuado desarrollo afectivo. Muchas afirmaciones que en forma no premeditada hacen los padres, contribuyen a crear en el niño una imagen negativa y deformada de la escuela. “El maestro es el que te va a arreglar”, “deja que tú llegues a la escuela”, “ya pronto empezarán las clases y entonces ya verás”. Estas expresiones de los padres crean en los niños una imagen negativa de la escuela, la ven como un lugar no deseable y se imaginan al maestro como alguien que inspira temor. Es posible que en la casa haya varios hermanos que ya asisten a la escuela, y en pequeño escucha comentarios negativos al respecto. Estos comentarios lejos de despertar el deseo de asistir a la escuela hacen que la rechace.

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Cosas que pueden hacer los padres para crear en el pequeño una actitud positiva ante la escuela, son acercarlo a ella. Pasear por los alrededores de la que será su escuela, conversar agradablemente con el niño acerca de lo bonita que es, que vea cómo los niños juegan, estudian y también trabajan en cosas tan agradables como cuidar las plantas, etc. Si sus hermanos tienen una fiesta escolar y el niño más pequeño puede asistir, es bueno que los padres lo lleven y vean en los murales todos los trabajos interesantes que hacen los niños mayores Diversos estudios realizados muestran que para el niño de edad preescolar, cobran gran importancia los llamados atributos externos, como son: tener uniforme, libros nuevos, lápices, plumas, colores, reglas, etc. Es por ello que los padres del futuro escolar deben prestar importancia a estos aspectos. El dedicar una pequeña mesa con sus gavetas para el niño, en cualquier rinconcito de la casa, colocar en ella todas sus nuevas pertenencias y señalarlo como su futuro lugar de trabajo, son recursos que ayudarán también a que comprenda toda la importancia que tienen la escuela y sus deberes como escolar. Si los padres hacen todo este trabajo “psicológico” con el propósito de crear una imagen agradable y atractiva de la vida escolar, es posible que el primer día de clases su niño sonriente les dirá adiós desde la puerta de la escuela. Otro de los aspectos fundamentales que incluye la preparación del niño para el aprendizaje escolar es desarrollar en ellos el deseo de saber. Un niño que sienta el deseo de conocer muchas cosas acerca del ambiente que le rodea, que experimente una insaciable curiosidad ante los fenómenos del mundo natural y social, será un niño que mirará la escuela como el lugar maravilloso en el que podrá satisfacer todos sus por qué. El fin de la edad preescolar muchas veces se conoce como la edad de los por qué. Esto se confirma en la vida diaria. Cuando se viaja en un ómnibus, cuando nos sentamos en un parque, siempre que a nuestra atención llega la conversación de los niños preescolares, escuchamos estos interminables e interesantes porqués: ¿Por qué la luna sale nada más que por la noche? ¿Por qué no se cae?”; “¿De dónde viene la lluvia?”; “¿Qué es esto?” No siempre estas preguntas encuentran respuestas adecuadas en los padres. No es que falte carácter científico a las respuestas, sino que la forma en que se dan no es adecuada. Muchos padres comienzan dando algunas respuestas, pero enseguida se cansan y no prestan más atención a los niños; otros matan este naciente deseo de saber, diciéndoles secamente: “no seas tan preguntón, ya lo sabrás después” En realidad, los padres tienen muchas oportunidades de fomentar ese deseo de saber de los niños, no sólo contestando sus preguntas, sino también creando ellos mismos inquietudes, haciéndoles observar algunas cosas interesantes, logrando que fijen su atención en múltiples aspectos de todo el mundo que les rodea. Y realmente, este trabajo no es difícil. No hay que

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realizarlo de una manera especial, sino que forma parte de todos los momentos en que los padres se relacionan con sus hijos. El mundo de los libros, es algo que los papás pueden utilizar para despertar el interés de los niños por conocer muchas cosas. La lectura de estos libros de cuentos, fomentará en ellos el deseo de aprender a leer. Los libros con láminas acerca de la naturaleza o del trabajo del hombre, provocarán muchas preguntas que los padres deberán responder y además, enfatizarán cómo en la escuelaaprenderán mucho más sobre éstas y otras cosas. Por supuesto, que toda esta fructífera labor de los padres tiene que ser confirmada en la práctica de la educación en la escuela que debe ser para el niño ese lugar sorprendente en el que cada día aprenderá algo nuevo e interesante, donde, junto con sus compañeros y sus maestros, descubrirá los secretos del mundo natural, aprenderá a transformarlo y a crear nuevas cosas. Por otra parte, el niño en la escuela, comenzará el aprendizaje sistemático de los fundamentos de las ciencias. Para realizarlo con éxito es necesario que haya desarrollado toda una serie de habilidades, que haya adquirido un determinado volumen de información y alcanzado un grado suficiente en el desarrollo de procesos, como el lenguaje, la percepción y, fundamentalmente, el pensamiento. Si los niños asisten al centro infantil o a un aula del grupo preparatorio para la escuela, tendrán todo un conjunto de actividades dirigidas a lograr este desarrollo. No obstante, los padres pueden contribuir extraordinariamente a este trabajo, que resulta imprescindible para aquellos niños que van a ingresar directamente a la escuela, en el primer grado. La mano del niño puede convertirse en una mano hábil, preparada para realizar los movimientos finos que requiere la acción de escribir. A ello, contribuirán muchas actividades, que resultan muy interesantes para los niños de estas edades. Manejar el pincel y la tempera, proporcionarles plastilina para que modelen, recortar y pegar, etc., son actividades que atraen mucho a los niños y que además, contribuyen a desarrollar su percepción, su imaginación y creatividad y, además se acostumbrará a permanecer un período sentado, tranquilo, concentrado en una tarea. Es importante, que el niño que ingresa a la escuela tenga un nivel de desarrollo de su lenguaje, adecuado. El lenguaje va a convertirse en un instrumento indispensable para la adquisición de nuevos conocimientos y para expresar los mismos de una forma correcta. Para lograr este desarrollo no hay que hacer un trabajo al que se dedique un tiempo especial; se trata de orientar y controlar las conversaciones con los siguientes objetivos: que el niño sea capaz de describir lo que ve, ya sean objetos, láminas, hechos de la vida común o fenómenos que observe: que el niño pueda contar con coherencia, uniendo correctamente sus oraciones, sobre

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lo que hizo ayer, sobre lo que quiere hacer en el momento o acerca de lo que hará el domingo en sus paseos. Además, de enriquecer su lenguaje, le ayudará a pensar en lo que sucede ahora, lo que ya pasó y lo que sucederá, esto contribuye a su orientación en el tiempo. Ordenes cortas que se dan al niño, como: alcánzame el libro aquel que está dentro del costurero, pon este libro arriba de la mesa; recoge tu maquinita que está debajo de la silla, etc., ayudarán al niño a orientarse en el espacio, lo que resulta una adquisición indispensable para su desarrollo. Resumiendo las ideas expuestas, diremos que debemos trabajar para lograr en el niño un desarrollo general, más que para el logro de habilidades muy específicas y concretas. Finalmente, algo que es quizás lo más importante en todo el período de educación preescolar; tanto los educadores en las instituciones infantiles, como los padres en el hogar, deben sentar las bases del sentido del deber y la responsabilidad en los preescolares. Se ha insistido mucho, en que los niños deben hacer cosas que resulten atractivas e interesantes, realizando diversas actividades en forma de juegos, por ser ésta la actividad fundamental a través de la cual se desarrolla el niño en la etapa infantil. Esto es cierto. Pero resulta también importante, acostumbrar al pequeño a tener algunas responsabilidades, a cooperar en algunas actividades, que aunque no sean tan atractivas para ellos, deben realizarse porque son necesarias para la familia. Poco a poco el niño ser acostumbrará a ellas y comenzará a sentir el placer de hacer algo para los demás. Muchas son las tareas que se plantean a los padres, como un deber en la preparación adecuada de sus hijos, para ese importante acontecimiento que es la entrada a la escuela. Sin embargo, los ejemplos y situaciones presentados evidencian que no se trata de un trabajo más, sino de una forma de dirigir y organizar toda la actividad educativa en la vida de la familia.

Relaciones entre la familia y el equipo docente

A la educación familiar le ha ocurrido siempre una extraña paradoja; que, siendo el ámbito primario más importante de la educación, ha sido sin embargo el más descuidado por parte de los pedagogos. Desde un comienzo han trazado estas las líneas maestras de lo que debía ser la educación del ciudadano y, sobre todo, la instrucción escolar y humanística; y pocas veces se detuvieron a indicar de qué manera debía cooperar a ello la familia. Las tareas de orientación y de la educación a la familia competen a diferentes agentes sociales, pero en particular al centro infantil y a la escuela. Involucrar a los padres como actores protagónicos del aprendizaje de sus hijos adquiere sentido en la medida en que les posibilita descubrirse potentes para

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propiciar, proponer y acompañar la multiplicidad de aprendizajes que se entretejen en la trama de lo cotidiano. Esto implica una significación aún mayor, en tanto los primeros contactos con la institución educacional de los niños se transitan “de la mano de la madre”. Esta cualidad de protagonistas puede coadyuvar a una apropiación creciente de la institución educacional (Centro Infantil y escuela) hasta entonces vivida no sólo como ajena, sino a veces también como expulsiva en virtud de una falta de vínculo entre ambos factores. Para lograr estos propósitos, en una experiencia educativa se tienen que conformar puntos de trabajo que posibiliten a los adultos descubrir cuales y cuan valiosos aprendizajes han ya propiciado respecto a reconocerse como educadores, y como es lógico, los niños también van a ir conformando sus representaciones en el mismo sentido. Un rescate por parte de los padres de su lugar de educador implica hacer empezar a cuestionar a la institución educacional como la poseedora absoluta de los conocimientos válidos y legítimos y por ende la única habilitada para instalarse en el lugar de educadores de sus hijos. El que padres y educadores compartan actividades en un marco despejado de las exigencias que habitualmente acompañan a los aprendizajes en el marco escolar, facilita la exploración, la investigación y la búsqueda de alternativas que conducen a un acercamiento mayor; van conformando nuevas representaciones marcadas ahora por crecientes sentimientos de confianza sobre el apoyo que educador le puede prestar a la familia. En este enfoque las Escuelas de Educación Familiar constituyen una alternativa de aprendizajes mutuos de padres y educadores. El espacio grupal resulta un facilitador para la resignificación de los saberes cotidianos a partir de una mirada, la reflexión y la crítica. En la medida en que la institución se vincule a la familia, irá tendiendo un puente que posibilitará la vinculación de los padres a las actividades que ella convoque. El trabajo con los padres, con la familia, favorece la relación educador – niño mediante el conocimiento de la composición familiar, formas de crianza, valores, costumbres, normas, sentimientos, estrategias de solución de problemas del entorno familiar. La vinculación familia – institución presupone una doble proyección: la institución, proyectándose hacia la familia para conocer sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida y orientar a los padres para lograr en el hogar la continuidad de las tareas educativas. La familia, ofreciendo a la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial educativo.

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Cuando un niño de edad temprana y preescolar ingresa a una institución, la familia se encuentra, dentro de un ciclo de vida, en aquella etapa donde la atención y cuidados de sus pequeños se convierte en su tarea principal. La inexperiencia de estos padres a veces los llevan a generar ansiedades por la calidad del desempeño de su responsabilidad, y llegan a sentir la necesidad de ser orientados por personas más experimentadas y capacitadas, como puede ser el educador u otro personal preparado de la institución que pueden utilizar diferentes vías para elevar la cultura pedagógica y psicológica de esos padres y es que, sin dudas cuando el niño ingresa en una institución escolar, se ponen de manifiesto una serie de expectativas por parte del hogar y del propio centro educativo que revelan en gran medida la actuación y resultados esperables entre sí. En general la familia espera del centro educativo que ofrezca a su hijo una educación esmerada, que le permita y ayuda a seguir creciendo en la espiral de la vida. Esta educación se espera que se ofrezca matizada de afecto, cuidados y atención. Por otra parte muchos padres esperan que los educadores de sus hijos, especialistas en el difícil arte de educar, les ofrezcan orientaciones y métodos concretos sobre cómo educar a sus hijos de la mejor forma; le ofrezcan también los elementos necesarios para conocer los requerimientos psicopedagógicos de cada nuevo nivel escolar; sobre las regularidades y características de la etapa del desarrollo en que se encuentra su hijo. En resumen, muchos padres esperan que la institución los ayude y prepare mejor para cumplir su función educativa. Por su parte esta espera de la familia que, en su seno, se produzca una continuidad coherente de su trabajo, de sus objetivos y concepciones, que adopte una actitud de cooperación y participación activa en la vida escolar de sus hijos y en la propia vida institucional, que apoyen sus tareas y objetivos con la confianza de que son los más adecuados y eficaces para obtener el resultado esperado por ambos. La educación familiar, con un carácter intencional y dirigido, se realiza mediante diferentes vías. Entre las más usuales y productivas se encuentran: las escuelas de padres, las consultas de familia y encuentros individuales, las visitas al hogar y las reuniones de padres. Escuelas de padres. Las escuelas de padres tienen el objetivo de contribuir a la capacitación pedagógica de la familia, a elevar su nivel de cultura psicológica y pedagógica, a prestar ayuda concreta en los distintos aspectos de la educación de sus niños.

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Consultas de familia. Otra alternativa para la atención a los padres, consiste en las consultas con la familia, para abordar preocupaciones o problemas que tengan los padres con sus hijos en el manejo hogareño, en la atención a sus necesidades, etc. Esta atención se puede realizar por los psicólogos y pedagogos del centro o vinculados a este y ha de contar con la presencia del educador. Encuentros individuales. Los encuentros individuales tienen una máxima prioridad en el centro infantil. El trabajo de orientación de la familia es uno de los más complejos en el centro, pero, ¿cómo el educador se gana el afecto y respeto de los padres y logra mantener las relaciones más estrechas con los mismos? No es muy difícil dar respuesta a esta pregunta si en el trabajo sistemático del centro se aprovecha cada momento casual de contacto con los padres para realizar una labor educativa con los mismos en una relación relajada y sin formalismos que muchas veces logra más resultados que otras vías más estructuradas de la orientación y educación de padres. Visitas al hogar. Las visitas al hogar aportan una información valiosa sobre las condiciones en las que el niño vive y se educa, tanto materiales como higiénicas y, principalmente las de carácter afectivo; permiten conocer la composición familiar; las relaciones entre sus miembros, el estilo educativo que predomina, entre otras, para, a partir de este conocimiento y de la potencialidad educativa que posee la familia, prever la ayuda necesaria, las orientaciones generales para el adecuado cumplimiento de su función, así como, las sugerencias de medidas y de actividades concretas cuya aplicación permita favorecer el comportamiento infantil y estimular su desarrollo. Reuniones de padres. Con toda intención se ha separado las reuniones de padres de las escuelas de padres, pues la reunión ofrece un marco de contenido más amplio, y donde prevalece la función informativa y reguladora de la comunicación entre la educadora y los padres de familia, con una gama amplia de aspectos a analizar que pueden ir desde la información del curso del desarrollo de los niños y las niñas, hasta aspectos organizativos y educativos del centro infantil. Otras alternativas metodológicas. Otros métodos disponibles para los padres son las lecturas recomendadas, que muchas veces se publican en las localidades para la educación de los padres. Por otra parte, se utiliza la correspondencia entre los educadores y los padres. En las instituciones infantiles se ha probado con éxito la utilización de un buzón para las preguntas que deseen hacer los padres, que muchas veces se articula

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con un mural para divulgar las respuestas a las inquietudes generales, señalar las actividades del centro, escribir consejos sobre algunas cuestiones del desarrollo infantil, etc. Dentro de las alternativas metodológicas de la educación de padres una vía muy efectiva lo son las asociaciones, comités o consejos de padres. La integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en agrupaciones u organizaciones que colaboren directamente con el centro, en estructuras dirigidas por ellos mismos, ha sido comprobado por las investigaciones que constituyen medios efectivos y eficientes en el apoyo al trabajo educativo de la institución, y a la labor con los propios padres. Otra alternativa metodológica de las vías de orientación a padres es la utilización de los medios de difusión masiva, tales como la radio, la televisión, la prensa escrita mediante mensajes y programas específicos. En muchos países hay experiencias de este tipo tanto en lo que respecta a la difusión local como las que abarcan programas nacionales. Sus métodos son diversos, pero obedecen en última instancia a las características sociopsicológicas de la comunicación humana. La evaluación de la efectividad de las acciones con los padres. Los pedagogos siempre encaran el trabajo docente – educativo como un proceso dirigido, en el cual la evaluación de los resultados contribuye a rectificar la dirección emprendida. Esto es igualmente necesario en el trabajo con los padres, y así, en los centros infantiles que cuentan con mayor experiencia en la educación de la familia, se produce por lo general, una evaluación cualitativa anual del trabajo realizado, Sería ideal que los propios padres de familia participaran protagónicamente en esta valoración, pues en ese momento se construye el proyecto para las próximas acciones orientadoras. En la escuela de padres es posible y conveniente realizar evaluaciones en cada sesión, para así en el transcurso de los meses, determinar si las expectativas iniciales de los padres se van cumpliendo, si tienen nuevas inquietudes o algo no les satisface. En algunos centros se realizan encuestas antes de iniciar el ciclo anual de escuelas de padres, y de nuevo se aplican al final para recoger las valoraciones. Los indicadores más utilizados son la asistencia de los padres, su participación en las sesiones, la satisfacción que experimentan y los conocimientos que han adquirido. Esto se puede evaluar mediante diversos procedimientos cuantitativos y cualitativos, como los descritos anteriormente. Es común evaluar el conocimiento adquirido por los padres mediante preguntas por encuestas.

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Bibliografía 1. Bonder, G. Mujer y educación en América Latina. Revista Iberoamericana

de Educación, No. 6, Ed. OEI, Madrid, 1994. 2. Genovard, C. Consejo y Orientación Psicológica. Universidad Nacional de

Educación a Distancia. Madrid, Tercera Edición, 1987. 3. Martínez Mendoza, F. Enfoque científico de la adaptación al centro infantil.

Biblioweb de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles, Madrid, 1999. 4. Seltiz, C. Método de investigación en las relaciones sociales, Ediciones

Rialp, S. A., Madrid, 1971. 5. Villalba, M. y otros. Los padres en la escuela. Ed. Laia, Barcelona, 1986.

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LECTURAS

RECOMENDADAS 1 La familia como agente socializador

La familia como grupo social representa los valores de la sociedad y desempeña un papel muy importante en la formación de las nuevas generaciones. Se lee con frecuencia que la familia hace su aporte al proceso de socialización. ¿En qué pensamos cuando mencionamos este concepto? Para responder asumimos íntegramente lo planteado por la Dra. Amelia Amador Martínez en su obra “Socialización y educación de la personalidad: una mirada a la teoría y a la familia”, consideramos que un importante punto de partida se refiere al enfoque del proceso de socialización y los principales agentes socializadores y su papel en la educación de la personalidad de las jóvenes generaciones, el carácter activo de ambos polos: agentes socializadores y sujetos de socialización, vistos en comunicación y diálogo, así como la concepción del desarrollo infantil integral y por tanto la acción también integral que deben tener todos los factores que actúan sobre él. En esta trama de relaciones y vínculos, interacciones e interrelaciones en que se mueve el hombre, ser social desde que nace, se destaca la importancia de la educación como núcleo del proceso socializador, entendida no como la acción aislada de la escuela, sino en el sentido más amplio de acciones de preparación del hombre para la vida en los distintos ámbitos en que se desenvuelve y desarrolla. Los estudios sobre el comportamiento del sujeto en el medio social o sea los relativos a la socialización del individuo, fueron iniciados por G. Tarde, E. Durkheim, J. Piaget, H. Wallon, entre otros. La permanente búsqueda por estos y otros investigadores de explicaciones sobre lo que tiene lugar al producirse los intercambios del individuo con la sociedad, sentó bases importantes para contar hoy en día con conocimientos sistematizados sobre el problema de la socialización. La socialización, como ya señalamos no es algo que ocurre de modo abstracto para dar lugar al desarrollo del individuo, sino se subraya, la condición material que caracteriza el entorno social que envuelve al sujeto, que resulta imprescindible para que pueda transformarse como ser humano. Ahora bien la influencia del medio social no prescinde del dinamismo del sujeto o sea, de su actividad, aspecto determinante para comprender justamente lo que acontece en la relación individuo - sociedad. El valor fundamental que tiene el estudio del proceso de socialización es conocer el papel que juegan los factores sociales y las vías que permiten al sujeto vincularse a ellos. Otro aspecto importante de la socialización es cómo se aprenden los contenidos sociales.

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Son muchas y diversas las definiciones sobre socialización y también la aceptación de cuáles son los principales agentes que la llevan a cabo. Para I. S. Kon, la socialización es el conjunto de procesos sociales gracias a los cuales el individuo asimila y reproduce un determinado sistema de conocimientos, normas y valores que le permiten actuar como miembro pleno de la sociedad. Parson y otros sociólogos norteamericanos (de los años 40-60) entienden que la socialización es un proceso de adaptación social de la persona al medio por vía de la asimilación de las normas, reglas, etc., criterios a los que se enfrenta la opinión de que, en el proceso real de socialización los individuos no se adaptan simplemente al medio, sino que lo crean. Morin y B. Balmer en un debate sobre sociabilidad y socialización plantean que se pueden agrupar los enfoques sobre la socialización en sociocéntricos y psicocéntricos, según el énfasis esté puesto en la sociedad o en el niño. Para los primeros, la socialización consiste en un proceso coercitivo de sumisión del individuo a unos esquemas de pensamiento previo, cuyas raíces y finalidades están condicionados por su modo de ser social y orientados hacia él. Frente a esta corriente sociocéntrica, los autores presentan la hipótesis centrada en el niño, cuyo centro de interés esencial se refiere a la especificidad misma de la infancia, sobre la base de poner claramente de manifiesto las condiciones psicológicas necesarias, para el desarrollo social del individuo. Este enfoque los conduce a tomar en consideración los trabajos de la Escuela de Ginebra a partir de las investigaciones realizadas sobre la evolución de la lógica en el niño y en el adolescente, intentan determinar su impacto en lo que se refiere a la construcción de acciones de carácter sociopolítico por un lado, y a la inserción social y política del adolescente por otro. Analizan los primeros trabajos de Piaget y destacan la nueva interpretación que ofrece del egocentrismo, no como una característica propia del desarrollo social y moral, sino como una fenómeno epistémico en que se le considera una especie de construcción primaria. Las reformulaciones de la escuela de Ginebra, con una posición decididamente constructivista, rebasan las concepciones extremas de Tarde (formación endógena de la lógica) y de Durkheim (lógica impuesta al sujeto desde el exterior). Tiene además importantes consecuencias en lo que se refiere a los límites de las transmisiones sociales, el sujeto sólo asimila, desde el nivel más elemental, las nociones que corresponden a las estructuras operatorias que llega a dominar y sigue siendo impermeable a aquellas otras cuyos vínculos con sus estructuras espontáneas no se perciben..., cuestión ésta a la que aún no se presta suficiente atención en el estudio del desarrollo intelectual y menos aún en el de la socialización, encontrando frecuentemente la tendencia a hablar a los niños de lo que debe hacerse en términos de conferencias entre adultos que dejan fuera de su compresión la mayor parte de su contenido.

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Al respecto, expresa A. Amador que, en el análisis teórico del proceso de formación de la personalidad, se destacan importantes factores que, de manera interrelacionada la conforman y agrega el papel esencial que el propio sujeto desempeña como uno de estos factores, si bien lamentablemente no siempre es tomado en cuenta. Los autores del interesante debate sobre la sociabilidad y la socialización que estamos analizando plantean cómo éstas se analizan desde posiciones extremas, que pueden recaer en una forma particular de reduccionismo: sociologismo para los partidarios del sociocentrismo y psicologismo para los defensores del niño como centro. En ambos casos se hiperbolizan aspectos a tener en cuenta, por lo que ofrecen una visión parcial, reducida, de lo que ocurre realmente. Consideramos que la referencia a planteamientos expresados por Vigotsky sobre los trabajos iniciales del Piaget, así como en general su obra conocida como “Teoría del desarrollo cultural de las funciones psíquicas”, nos permite ganar en claridad en este análisis. El autor, señala que los distintos aspectos de la actividad psíquica no pueden ser entendidos como hechos dados de una vez y para siempre, sino como producto de una evolución filo y ontogenética, con lo cual se entrelaza determinándola, el desarrollo histórico cultural del hombre. Para él, el instrumento cultural se integra en la psiquis del sujeto, es parte fundamental de la misma: todas las funciones psíquicas superiores son relaciones de orden social interiorizadas, base de la estructura social de la personalidad. La cuestión es que la socialización, su valor radica no solo en hacer del individuo un ser social, sino contrariamente, cómo mediante la interacción social se forma el individuo, es decir se conforma la psiquis. Tal posición, pensamos, sitúa la actividad social del hombre en un plano central en particular en el proceso de formación de niños y jóvenes, en su socialización. En materiales elaborados por la UNESCO se plantea cómo se puede distinguir la socialización primaria, que corresponde generalmente a la primera infancia y que consiste en la introducción inicial del niño, en el mundo social y la socialización secundaria, cuya finalidad es la integración del individuo en grupos específicos, institucionalizados. Se destaca que, si bien la familia tiene a su cargo el trabajo esencial de la socialización primaria, la escuela es el factor preponderante que asegura, de ordinario, la socialización secundaria. Un interesante aporte en esta temática lo hace Juan Delval quien señala que la adquisición del conocimiento social se tiene que vincular con la socialización entendida como el proceso por el cual un individuo llega a adquirir las conductas y los conocimientos básicos de la sociedad en que vive. Señala que en la concepción de Berger y Luckman esto se produce cuando el individuo asume el mundo en que ya viven otros, cuando comprende ese mundo y lo hace suyo. Subraya Delval que conviene tener presente que mediante la socialización uno se hace miembro de una sociedad, es decir, adquiere las conductas y los conocimientos básicos de esa sociedad, pero también del

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género, pues los parecidos entre los seres humanos son quizás mayores que sus diferencias. Señala el autor, la inquietud acerca de cómo se produce este proceso, que muchos han entendido como la adquisición de conductas de tipo social, de actitudes y valores, pero en el que han dejado de lado completamente todo el problema de las representaciones, de los modelos de la realidad que los individuos construyen. Añade que las conductas son un aspecto importante para entender al ser humano, pero que, para comprender esas conductas, es necesario recurrir a las representaciones, a los modelos del mundo que el sujeto construye y que las conductas están determinadas por procesos internos, de tal manera que no podemos entenderlas si no tratamos de llegar a ellos. Para él hay una interacción muy estrecha entre conducta y representación y si no queremos limitarnos sólo a tratar de conductas muy elementales y rudimentarias hemos de tener en cuenta las concepciones de los individuos sobre el mundo o la sociedad. Esta interesante posición del autor abre nuevas aristas en el tratamiento de esta problemática. Hay autores en diferentes países que profundizan acerca de la socialización en el campo de algunas esferas particulares o en su sentido más abarcador. Así, en la República de Cuba, Ma. Isabel Domínguez, destaca su carácter de proceso formador de mayor alcance o conjunto de procesos y Amelia Amador entiende la socialización “como el conjunto de procesos sociológicos, pedagógicos y psicológicos por los cuales el individuo, en la asimilación de la experiencia social, se incorpora a diferentes actividades, participa con otros, se implica en su ejecución, establece relaciones y se comunica, todo ello en función de las expectativas y representaciones que como miembro del grupo de que se trate va desarrollando, de los conocimientos, sentimientos, actitudes que en él se van formando al respecto, con lo cual reproduce, modifica o crea nuevas expectativas que, a su vez, dan lugar a su práctica en una dimensión cada vez más reflexiva y autodirigida como heredero o representante de las conquistas de la humanidad, de la región y país en que vive, de la provincia, comunidad, grupos, familia de que es miembro, como sujeto que se desarrolla”. Este enfoque de la socialización integra diferentes dimensiones de su naturaleza, por lo cual al abordar su estudio debe hacerse de forma interdisciplinaria, lo que no niega desde luego, la posibilidad de enfatizar en una u otra arista en determinado momento. En su carácter integral este enfoque hace patente las interrelaciones e interdependencias de diferentes ciencias, como la Filosofía, en la determinación de qué tipo de hombre la sociedad necesita lo cual estructura la Pedagogía en términos de objetivos educacionales, metas y aspiraciones que se trazan en los planes y programas de estudio, vía curricular y en lo que se ha dado en llamar el currículo oculto, que también es parte, y fundamental por cierto del logro de tales aspiraciones. Aspecto significativo alcanza en este enfoque, el papel de la Sociología, en la

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diferenciación de las condiciones en que tiene lugar el proceso de socialización y la intervención de sus diferentes agentes, y la Psicología por los mecanismos psicológicos por los cuales todo esto se plasma en la vida individual de las personas, en su manera de hacer y convivir, en su personalidad, la cual se convierte en agente de su propia socialización. En cuanto a la socialización plena del hombre en todas sus dimensiones, encontramos que lamentablemente, los beneficios de lo que ha acumulado la humanidad tanto de índole material como espiritual, no están al alcance de todos los hombres del planeta por igual, quedando muchos como señalara Martí, por debajo de su época. Esto plantea un reto por la preservación de la vida y en la dotación de un adecuado nivel de calidad de la misma. Partimos de la consideración de que la educación, como fenómeno social históricamente desarrollado, cómo núcleo del proceso socializador, ejerce una influencia decisiva en la formación del hombre a lo largo de toda su vida, y debe prepararlo tanto para el logro de una incorporación personal y social activa, como para el disfrute y plenitud que se derivan de la misma. Es importante destacar el nexo que se establece entre la educación y los objetivos sociales a que debe dar respuesta por una parte, y la contribución que debe brindar al desarrollo individual por la otra, como dos polos de una cuerda en tensión que representan los puntos de llegada y de partida respectivamente en el trabajo educacional. Es este nexo donde consideramos que más se aprecia la relación socialización - educación, ya que mientras la primera ocurre espontáneamente, la educación impregna direccionalidad hacia los objetivos sociales a tales procesos como sabemos la educación ocurre en las instituciones creadas para tal fin, las escuelas y en otros ámbitos: la familia, la comunidad, cuando las acciones que allí se realizan responden a determinados objetivos, tienen una intencionalidad determinada. Desde el punto de vista de la educación tiene gran importancia lo referente a la actividad y la comunicación y el papel del sujeto como participante activo en su propia formación, ya que al impregnarlos de una conducción científica, perfecciona estos procesos. En el estudio de estas cuestiones, partimos del carácter integral y único de la personalidad que se manifiesta en la unidad de sus componentes, en la organización de la actividad que el sujeto despliega y en la comunicación que establece con otros, así como en la repercusión que todo ello tiene en él. Ello ocurre en el proceso de apropiación de la cultura, en las actividades para alcanzarlo en el cual el hombre no está aislado, pues desde las primeras edades está actuando en relación con otros, que paulatinamente van descubriendo ante él los conocimientos y experiencias contenidas en los objetos, en la vida social, en el lenguaje, etc., los cuales le sirven de modelo en las relaciones con otras personas y como contraposición, le permiten el conocimiento de sí mismo. Los procesos de comunicación y actividad adquieren singular importancia por tanto en la formación de la personalidad.

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El hombre no nace dotado de las conquistas históricas de la humanidad, ha de apropiarse de ellas y en este proceso se forma, de manera natural, espontánea por la socialización y con una dirección determinada por el papel de la educación. Reafirman estos planteamientos situaciones conocidas por la ciencia: el caso de niños separados temporalmente de la sociedad y el caso de niños procedentes de comunidades tribales de pobre desarrollo cultural que pasan tempranamente a vivir en un medio cultural elevado y los cambios que tales situaciones originan en los niños, sobre todo cuando se ejerce una influencia educativa sobre ellos. Como señalara H. Pieron, si ocurriera una catástrofe y sobrevivieran solamente los niños, la historia de la humanidad quedaría cercenada. Todo esto destaca el valor de la educación ya que el movimiento histórico es imposible sin la transmisión activa a las nuevas generaciones, de los avances de la cultura humana, y por otra parte, se necesita el perfeccionamiento constante del hombre, de su actividad, de su comunicación, e inteligencia para arribar a nuevas etapas del desarrollo de la sociedad. Esto requiere búsquedas teóricas, aplicación de la ciencia a la práctica, este es el papel de la educación como ciencia social. Todo lo planteado en el análisis de la socialización es válido para la educación, no así a la inversa. La socialización ocurre, la educación dirige. Es posible considerar a la educación como un nivel superior de socialización, a ello deben dirigirse nuestras acciones, a perfeccionar, a guiar los procesos de formación y desarrollo de la personalidad. Si asumimos que el núcleo del proceso socializador es la educación, y reconocemos que la familia es la primera escuela del hombre, en la cual sin aulas, ni pizarrones todo educa pues forma sentimientos, actitudes, valores; de la cual solo egresa el hombre cuando va a constituir la suya propia; estaremos de acuerdo en que es necesario incidir en los padres, los primeros maestros, con vista al perfeccionamiento de su función educativa, de la acción socializadora que a esta célula básica de la sociedad le corresponde. Por la importancia del proceso socializador, en función de las aspiraciones y objetivos de la sociedad, es que la educación institucional desempeña un papel rector, pues le brinda la dirección adecuada, mecanismos y métodos y se convierte así en el centro coordinador de las acciones socializadoras que han de realizar los diferentes agentes (familia, comunidad, escuela)

I. II. AGENTES

SOCIALIZADORES

FAMILIA

ESCUELA

COMUNIDAD

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Funciones de la familia en la sociedad actual Las actividades y relaciones intrafamiliares, que los estudiosos agrupan fundamentalmente por su contenido en las llamadas funciones familiares, están encaminadas a la satisfacción de importantes necesidades de sus miembros no como individuos aislados, sino en estrecha interdependencia. El carácter social de dichas actividades y relaciones viene dado porque encarnan todo el legado histórico - social presente en la cultura; porque los objetos que satisfacen esas necesidades, y la forma misma de satisfacerlas han devenido con la cultura en objetos sociales. Pero, además, a través de estas actividades y relaciones en esa vida grupal se produce la formación y transformación de la personalidad de sus integrantes. O sea, estas actividades y relaciones intrafamiliares tienen la propiedad de formar en los hijos las primeras cualidades de personalidad y de trasmitir los conocimientos iniciales que son la condición para la asimilación ulterior del resto de las relaciones sociales. El concepto de función familiar, común en la sociología contemporánea, se comprende como la interrelación y transformación real que se opera en la familia a través de sus relaciones o actividades sociales, así como por efecto de las mismas. Es necesario subrayar que las funciones se expresan en las actividades reales de la familia y en las relaciones concretas que se establecen entre sus miembros, asociadas también a diversos vínculos y relaciones extrafamiliares. Pero a la vez se vivencian en la subjetividad de sus integrantes, conformando las representaciones y regulaciones que ya mencionamos. Las funciones constituyen un sistema de complejos intercondicionamientos: la familia no es viable sin cierta armonía entre ellas; una disfunción en una de ellas altera al sistema. El modelo de funciones familiares que a continuación se presenta ha sido adoptado por sociólogos, investigadores de la problemática de la familia, a partir de considerarlo adecuado reflejo de las interrelaciones que dan al interior de cada familia en concordancia con las actividades a las que dan respuesta. Es oportuno señalar que las funciones atribuibles a la familia cambian según el régimen socioeconómico imperante y el carácter de sus relaciones sociales. El cambio ocurre, no solo en su contenido sino también en su jerarquía. La función biosocial comprende la realización de la necesidad de procrear hijos vivir con ellos en familia; en otras palabras, la conducta reproductiva que desde la perspectiva de la sociedad es vista como reproducción de la pobla-ción. Incluye también las relaciones sexuales de la pareja, basadas en relaciones emocionales intensas que constituyen un elemento esencial de la estabilidad de la pareja y, con ello, de la familia.

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La conducta reproductiva es una de las dimensiones más estudiadas de las funciones familiares. Sin embargo, como se mostrará en la sección correspondiente, las investigaciones realizadas toman como unidad de análisis sólo a uno de los miembros de la pareja; analizan la fecundidad y la conducta reproductiva de la mujer y hacen abstracción de la familia. La función económica comprende las actividades de abastecimiento y consumo tendentes a la satisfacción de las necesidades individuales y familiares, y las actividades de mantenimiento de la familia que incluyen todos los aportes de trabajos realizados por los miembros de la familia en el marco del hogar y que corrientemente se denominan "tareas domésticas", así como las relaciones intrafamiliares que se restablecen a tal fin. Incluye, también, el cuidado de los niños, enfermos, ancianos7 las relaciones con las instituciones de educación, salud, servicios, etc. En este sentido, la familia constituye el marco fundamental para asegurar la existencia física y el desarrollo de sus miembros y la reposición de la fuerza de trabajo. La función cultural espiritual comprende todas las actividades y relaciones familiares a través de las cuales la familia participa en la reproducción cultural espiritual de la sociedad y de sus miembros. Es a través del empleo de sus propios medios y posibilidades (contenido emocional de las relaciones de pareja, de padres e hijos, la continuidad del circulo de personas, el interés y dedicación mutuos entre los miembros de la familia) que la familia realiza aspectos específicos del desarrollo de la personalidad del hombre (padres e hijos), especialmente a través de la socialización y educación. Sin embargo, la socialización de la nueva generación no deviene sólo de la realización de esta función, sino que es resultado del ejercicio de todas las funciones, del modo de vida de la familia en su totalidad. En el microclima familiar, el niño y el joven adquieren todos los conocimientos, capacidades y habilidades vinculados con su desarrollo físico y espiritual, para lo cual el tiempo libre que transcurre dentro de la familia aporta un ámbito de especial importancia. La función educativa de la familia, que se incluye en esta ultima ha sido de gran interés para psicólogos y pedagogos que consideran acertadamente, que ésta se produce a través de las otras ya mencionadas; pues se manifiesta lo que se ha llamado el doble carácter de las funciones ya analizadas; satisfacen necesidades de los miembros, pero, a la vez educan a la descendencia.

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Económica

Funciones familiares

Espiritual cultural

Biosocial

Al respecto es bueno señalar que el proceso educativo en la familia, - - como señala la Dra. Ares, P. (2) - de ser estimulado por la sociedad en sentido general, responde también a un sistema de regularidades propias para cada familia, determinado en gran medida por las normas morales, valores, tradiciones y criterios acerca de qué debe educarse en los niños. Modo de vida familiar y educación de los hijos en las diferentes clases sociales Cada familia tiene un modo de vida determinado, que depende de sus condiciones de vida, de sus actividades sociales y de las relaciones sociales de sus miembros. El concepto incluye las actividades de la vida familiar y las relaciones intrafamiliares, que son especificas del nivel de funcionamiento

Educativa

PPRROOCCEESSOO EEDDUUCCAATTIIVVOO EENN LLAA FFAAMMIILLIIAA

LA SOCIEDAD LLoo eessttiimmuullaa

EENN CCAADDAA FFAAMMIILLIIAA

AAssuummee rreegguullaarriiddaaddeess pprrooppiiaass,, ddeetteerrmmiinnaaddaass ppoorr llaass nnoorrmmaass,, vvaalloorreess,, ttrraaddiicciioonneess yy ccrriitteerriiooss eedduuccaattiivvooss qquuee pprreevvaalleecceenn eenn ccaaddaa ffaammiilliiaa..

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psicológico de este pequeño grupo humano; aunque reflejan, en última instancia, las actividades y relaciones extrafamiliares. En esta concepción de modo de vida es necesario incluir el proceso y el resultado de la representación y regulación consciente de estas condiciones por sus integrantes Los miembros de la familia se hacen una imagen subjetiva de diversos aspectos de sus condiciones de vida, sus actividades e interrelaciones; y sobre esa base regulan su comportamiento, aunque en la vida familiar hay importantes aspectos que escapan a su control consciente. Profundizando en el enfoque del modo de vida la Dra. Mayda Alvarez y sus colaboradores en el libro “Investigaciones psicológicas y sociológicas” asume, como conceptos analíticos y ordenadores las condiciones (objetivas y subjetivas) de vida de la familia y las funciones familiares, destaca que el modo de vida familiar constituye parte integrante del modo de vida de la sociedad, ya que la familia como grupo social encarna y desarrolla el modo de vida de esta, mediante la ejecución de sus actividades sociales (Gysi, J., 1986)). La familia es entendida, entonces, como un sujeto del desarrollo del modo de vida de la sociedad. Así, la categoría modo de vida es empleada en el nivel microsocial – pequeños grupos como el colectivo laboral, la familia y otros -, por lo cual requiere un manejo algo diferente al dado a conceptos incluidos, dentro del aparato categorial del modo de vida, tales como los de actividad y condiciones de vida. En su aplicación al objeto familia, los componentes clásicos considerados en la literatura sobre modo de vida-condiciones de vida, actividad vital y reguladores subjetivos de la personalidad-requieren determinadas especificaciones. La más importante se refiere a la estructura de las actividades vitales de la familia, como sujeto colectivo del modo de vida. El conjunto de las actividades vitales de la familia no es más que el conjunto de las funciones biosocial, económica y cultural-espiritual de la familia; es decir, el conjunto de actividades vitales en el caso de la familia como sujeto del modo de vida se diferencia del componente “actividad vital” en otros niveles de análisis del modo de vida por el hecho de que su estructura constituye la unidad la familia que, como tal, es sujeto del modo de vida.

Las condiciones de vida de la familia son las premisas heredadas y creadas para el despliegue de las funciones familiares. Analíticamente pueden dividirse en objetivas y subjetivas. Las condiciones objetivas, para el estudio del modo de vida familiar, abarcan no sólo la pertenencia clasista y el nivel de vida concreto de la familia, sino, además la actividad laboral de los miembros adultos de la familia, la cual de actividad vital que es, en otros niveles de análisis del modo de vida, pasa a ser considerada condición de vida objetiva para el despliegue de las funciones familiares cuando la familia es el sujeto del objetivas modo de vida. Las condiciones de vida están dadas fuera del sujeto - en este caso del sujeto

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colectivo familia, independientemente de su conciencia grupal o individual y de las cuales éste se apropia para el despliegue de sus funciones sociales, así como a reproducción de la población y el medio geográfico. Contempla, entre otros, indicadores del nivel de vida, los cuales incluyen tanto la infraestructura material en bienes y servicios como las relaciones de distribución y consumo así como los indicadores de distribución de fondo de tiempo. Las condiciones subjetivas están en el propio sujeto, pasan por la conciencia de los hombres antes de tomar forma en la personalidad de los miembros de la familia y se manifiestan a través de las condiciones objetivas apropiadas y de formas que asumen sus funciones familiares. Contemplan indicadores de reguladores subjetivos tales como orientaciones de valor, motivaciones, actitudes e intereses referidos a las actividades en distintas esferas de la vida. Las condiciones subjetivas comprenden los llamados “reguladores subjetivos” o espirituales de los miembros de la familia (adultos y jóvenes), en nuestro caso específicamente incluye las orientaciones de valor. En síntesis, el modo de vida familiar puede definirse como la forma en que se despliegan las funciones familiares en las condiciones de vida (objetivas y subjetivas) concretas de la familia.

MODO DE VIDA FAMILIAR

Actividades sociales

Condiciones de vida

Relaciones sociales de sus miembros

Es muy importante destacar en el medio de vida familiar el carácter de las relaciones que establecen sus miembros los cuales experimentan la necesidad de la seguridad emocional, que en particular los más pequeños ven satisfecha en su relación con los padres. La persona experimenta así el apoyo y solidaridad de los demás miembros de la familia a sus esfuerzos y a sus planes, y obtiene también un reforzamiento a sus opiniones personales. Las relaciones afectivas conducen al tema de la comunicación intrafamiliar. Este resulta uno de los aspectos más investigados aunque con diversidad de enfoques teóricos y metodológicos. La concepción sobre la comunicación es central en la construcción de una psicología de orientación materialista - histórica, y en la familia es donde el ser humano vive su comunicación más estrecha a lo largo de su ontogenia. La comunicación desempeña importantes funciones informativas, regulativas y

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afectivas, cuestiones que están indisolublemente ligadas. En el desarrollo de las actividades hogareñas conjuntas se produce una necesaria comunicación entre los miembros, aunque también ellos dedican parte de su tiempo a la actividad especifica de la comunicación afectiva, que se convierte en motivo de la actividad intrafamiliar. Esta comunicación expresa las necesidades e intenciones de los miembros del grupo familiar; mediante ella se ejerce una influencia en sus motivos y valores, condicionándose las decisiones vitales de todos. Se ha reconocido que durante la primera infancia las alteraciones en la comunicación afectiva repercuten desfavorablemente en la formación temprana de la personalidad. En la experiencia clínica con niños que presentan defectos discapacitantes se comprueba que en los primeros años de vida se produce una especie de circulo de estimulación afectiva mutua entre la madre y el niño con defecto. Es señalado que cuanto más ella lo estimule, sus reacciones serán mejores. Pero si el bebé reacciona poco a los cuidados físicos, a las manipulaciones cariñosas, a la voz, a las sonrisas, y al afecto materno; eso desestimula a la madre. Luego sucede que la falta de estimulación sensorial y emocional frenan el desarrollo del bebé. La comunicación afectiva que exista entre un niño pequeño y el familiar adulto va a ser determinante para que el menor lo imite y se identifique con él. Cuando existe una identificación emocional se siguen los modelos paternales y hay estrecha comunicación, entonces los miembros de la familia comparten los valores esenciales que orientan su personalidad. Del afecto que los padres expresan al hijo pequeño se origina, en buena medida, su capacidad de amar. Luego, de los roles que lo llevan a desempeñar en el diario vivir, se va educando su masculinidad o feminidad. Esta compleja esfera de la sexualidad humana está muy relacionada con la comunicación.

Se señaló anteriormente a la familia como el grupo humano primario más importante en la vida del hombre. El grupo humano es una comunidad de personas que actúa entre sí para lograr objetivos conscientes, una unidad que actúa objetivamente como sujeto de la actividad. En los llamados grupos primarios la relación se apoya no sólo en contactos personales, sino también en la gran atracción emocional de sus miembros hacia los objetivos, en el alto grado de identificación de cada uno con el grupo. La base psicológica y social de la acción grupal es la comunidad de intereses, de objetivos y la unidad de las acciones. El Dr. R. Castro en su libro “Como cumple la familia su función educativa” (Castro, P. L. - ¿Cómo cumple la familia su función educativa” - - Pág. 9 ) señala que en el grupo pequeño se ejerce un control social peculiar sobre los miembros, se adoptan ciertas normas y valores y se espera de cada uno su cumplimiento. Hay en su seno mecanismos de aprobación y desaprobación de las conductas de sus integrantes, en función de las normas y valores aceptados que regulan, por ejemplo, desde los horarios de vida hasta el comportamiento disciplinario de los hijos.

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En el grupo familiar sus actividades, de contenido psicológico muy personal, producen una comunicación emocional y una identificación afectiva que responden en primer lugar a necesidades íntimas de la pareja y a los lazos de paternidad y filiación, privativos de la familia. En el seno de la familia las actividades comprendidas en las distintas funciones mediatizan el desempeño de roles, las relaciones interpersonales, los afectos familiares, la identificación entre sus miembros, la empatía y la cohesión. Esto ocurre en un proceso que pudiéramos asemejar a la “ontogénesis” en el cual va enriqueciendo sus actividades hasta desarrollar y desplegar plenamente sus funciones. Al constituirse la familia, sus integrantes aportan a las nuevas interrelaciones los condicionantes que traen de otros grupos humanos de procedencia y referencia, pero en la medida en que desarrollen las funciones específicas – económica, biosocial, espiritual – comienza a producirse la mediatización de las relaciones por las actividades significativas. Esta peculiar génesis grupal se inicia por la formación de una actitud de los miembros hacia el contenido de sus actividades fundamentales. Pero esos contenidos están socialmente condicionados: en el proceso se produce la apropiación de los valores sociales relativos al modo de vida familiar, que son expresión del modo de vida social. El comportamiento pautado socialmente para una madre y un padre, en un medio socio – cultural determinado, está expresado en estos valores o modelo social. Cada uno de los miembros de la familia desempeña roles que encarnan las relaciones y valores de la sociedad en su conjunto; sirviendo así de poderoso medio de reproducción social. En el interior del grupo primario que es la familia, el rol de integrante "engarza" con los restantes mediante una serie de mecanismos de adjudicación y asunción de roles. El niño o la niña, es llevado a asumir su rol genérico muy tempranamente, y en ese desempeño de roles como hijo, además aprende (interioriza) cómo es el comportamiento familiar de la madre y del padre respecto a su persona. La familia como sistema El Dr. P. L. Castro asume que la familia puede considerarse como un sistema, lo cual significa interpretar como una unidad los distintos componentes de la familia, las interrelaciones de sus miembros los distintos componentes de la familia, las interrelaciones de sus miembros en torno a todos los problemas de la vida cotidiana, el intercambio de sus opiniones, la correlación de sus motivaciones, la elaboración o ajuste de sus planes de vida, etc.. Esta unidad es realmente un proceso dinámico, que va desarrollándose a lo largo del ciclo vital, con etapas de grandes cambios, y otras de relativo equilibrio. Añade el citado autor que “en el sistema familiar suelen diferenciares los

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subsistemas, como los de la pareja parental, el subsistema de los hijos, o la díada madre – hijo. Es productivo considerar la existencia de límites más o menos precisos, entre estos subsistemas; así como las relaciones (o las reglas de interacción) entre ellos. También se pueden estudiar espacios del desempeño de las actividades de cada subsistema y de los miembros en particular, como veremos más adelante en esta obra. Al estudiar el ciclo vital los especialistas de familia describen las etapas de: selección del cónyuge y concertación del matrimonio la conyugal sin hijos la de los hijos, su crianza y educación la etapa de la relación conyugal con los hijos adultos y la final del matrimonio

Cada etapa del ciclo vital comprende actividades familiares socialmente determinadas, que permiten caracterizar cierta jerarquía de las funciones familiares. En cada nueva etapa se pueden presentar crisis específicas porque las exigencias superiores que plantea el cumplimiento de las funciones familiares demandan un cambio en las interrelaciones de los miembros. No obstante algunos autores no ven la esencia del movimiento desarrollador del sistema familiar - que está explicado en el acondicionamiento social y sólo describen sus aspectos fenoménicos. Recientemente se ha propuesto estudiar la esencia de las etapas del ciclo vital y su evolución sobre la base de las regularidades de la formación de la personalidad de los hijos, que depende de fuerzas motrices externas combinadas con las condiciones internas del desarrollo. Los miembros adultos de la familia plantean a sus menores hijos en cada edad una serie de exigencias históricamente formadas, cuyo cumplimiento propicia no solo la adquisición de nuevas habilidades sino también la formación de nuevos motivos. Es posible considerar que “la esencia del papel formativo de la familia está precisamente en conducir el desarrollo de estas actividades, formadores de necesidades y motivos que se convierten en fuerzas impulsoras o motrices de la personalidad en cada etapa. En la edad preescolar el niño está subordinado al adulto, de cuya aprobación depende su bienestar emocional, al final de la etapa, el familiar más cercano se convierte en modelo para la imitación. Posteriormente será la aprobación o desaprobación del padre el motivo fundamental que lo inste a actuar de una forma determinada. Ya en la edad escolar se irá haciendo más independiente y hallará en sus coetáneos nuevos motivos de conducta. De todos modos la influencia de la familia siempre va a estar presente aun cuando – ya adolescente – se tome en cuenta la opinión y valoración del grupo.

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La familia es un sistema abierto que está recibiendo de manera continua, como unidad, las influencias de otros grupos sociales. Recibe las de la escuela, tanto a través de los hijos como por el contacto de los maestros y los padres; además está influenciada por la vida sociopolítica del país desde su inserción sociolaboral de los familiares adultos. También recibe, y no es despreciable, la influencia de la opinión social en la comunidad cercana, y por los medios de difusión. Sin embargo considerar a la familia como sistema abierto es reconocerla en su relación activa con el medio social inmediato. Cualquier reacción del grupo familiar a estas influencias está modelada, por la dinámica interna de la familia, pues se trata de un sistema autorregulado, que se representa sus propios objetivos y elabora sus planes para lograrlos. ¿Cómo dirige la familia su vida y la educación de sus hijos y qué posibilidades tiene de hacerlo mejor? La familia es un sistema que se autodirige con cierto grado de conciencia colectiva de sus miembros. Los padres como subsistema rector, elaboran paulatinamente su representación del modelo social de familia es decir, de los valores sociales históricamente formados en la conciencia social acerca del matrimonio, la familia, sus funciones, la educación de los hijos, etc. Sobre la base de esta representación o ideal de familia, se trazan sus aspiraciones y tratan de regular las actividades intrafamiliares. Esta representación se forma paulatinamente y se modifica, en concordancia con los cambios que va experimentando la propia familia en su propio vivir: las concepciones y los planes de los padres, que luego son compartidos con los hijos ya mayores, de ninguna manera son estáticos.

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LECTURAS

RECOMENDADAS 2 La familia y la educación

La función educativa de la familia ha sido objeto de mucho interés para la psicología y la pedagogía general y, especialmente, para los que se ocupan de la educación y el desarrollo del niño en los seis primeros años de vida. Los estudios e investigaciones más recientes de las neurociencias revelan las enormes posibilidades de aprendizaje y desarrollo del niño en las edades iniciales, y hacen reflexionar a las autoridades educacionales acerca de la necesidad de optimizar ese desarrollo, de potenciar al máximo, mediante una acertada dirección pedagógica, todas las potencialidades que la gran plasticidad del cerebro humano permitiría desarrollar. Si se parte de que, en el transcurso de la actividad y mediante la comunicación con los que le rodean un ser humano puede hacer suya la experiencia histórico – social, es obvio el papel que la familia asume como mediador, facilitador de esa apropiación y su función educativa es la que más profunda huella dejará precisamente porque está permeada de amor, de íntima comunicación emocional. La especificidad de la influencia familiar en la educación infantil está dada porque la familia influye, desde muy temprano en el desarrollo social, físico, intelectual y moral de su descendencia, todo lo cual se produce sobre una base emocional muy fuerte. ¿A qué conduce esta reflexión? En primer lugar a reconocer la existencia de la influencia educativa de la familia, que está caracterizada por su continuidad y duración. La familia es la primera escuela del hombre y son los padres los primeros educadores de sus hijos. La seguridad y bienestar que se aporta al bebé cuando se le carga, arrulla o atiende en la satisfacción de sus necesidades, no desaparece, sino que se modifica según este va creciendo. La ternura, el cariño, y comprensión que se proporciona le hace crecer tranquilo y alegre; la comunicación afectiva que en esa primera etapa de la vida se establece ha de perdurar porque ese sello de afecto marcará de los niños que, en su hogar, aprenderán, quienes son, que pueden y que no pueden hacer, aprenderán a respetar a los adultos, a cuidar el orden, a ser aseados, a jugar con sus hermanitos, pero, además, aprenderán otras cuestiones relacionadas con el lugar donde nacieron y con su historia. Todo eso lo van a asimilar sin que el adulto, en algunas ocasiones, se lo proponga. El niño en su hogar aprenderá a admirar lo bello, a decir la verdad, a compartir sus cosas, a respetar la flor del jardín ajeno y ese aprendizaje va a estar matizado por el tono emocional que le impriman los padres, los adultos que le rodean, por la relación que con él establezcan y, muy especialmente, por el ejemplo que le ofrezcan.

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Mucho antes de que surgiera con F. Froebel (1782-1852) un sistema para la educación social de los niños preescolares (instituciones educativas) ya pedagogos ilustres se habían referido a la importancia de las edades tempranas para todo el desarrollo ulterior del niño y, a la familia –a la madre fundamentalmente- como primera e insustituible educadora de sus hijos. Baste señalar –entre otros- a J. A. Comenio (1592-1670) que subrayó el papel de la Escuela Materna, como primera etapa de la educación, que ocupa los primeros seis años de la vida del niño, considerados por él como un período de intenso crecimiento físico y de desarrollo de los órganos de los sentidos y a E. Pestalozzi (1746-1827) que, en su propuesta de educación para el desarrollo armónico del niño: físico, intelectual, moral y laboral defendió como mejor y principal educador a la madre para las cuales escribió un manual “Libro para las Madres” o “Guía para las Madres” en el cual orientaba como desarrollar la observación y el lenguaje de sus menores hijos. A partir de entonces y hasta la fecha, múltiples estudios e investigaciones han revelado las potencialidades de desarrollo del niño desde que nace y se ofrecen variadas formas para su estimulación desde el seno del hogar, mas también se ha corroborado el papel decisivo de la familia en las primeras edades, en lo referente a la formación o asimilación de hábitos de vida y de comportamiento social en sus pequeños hijos. Este período se considera “sensitivo” hablando en términos de L.S. Vigotsky, para la formación de los mismos. La familia y la formación de hábitos sociales. Ningún padre aspire a formar un hijo que no se ajuste por sus conductas a la vida en sociedad. Todos quieren que sus hijos sean aceptados por sus compañeros, sean capaces y agradables la que les posibilite poder establecer relaciones sociales armónicas con sus semejantes. De ahí, lo importante que resulta enseñar al niño los hábitos sociales indispensables desde los primeros años. La conducta social que manifiestan los niños, está estrechamente influida por las normas de conducta que se practiquen en el hogar. Es en e colectivo familiar donde se deben aprender y practicar los hábitos y normas positivas de convivencia social. Esto es posible a través de las relaciones que se establecen entre sus miembros. Son las relaciones familiares basadas en el amor y respeto mutuos las que ayudan a formar los hábitos sociales. Muchos padres se preocupan por crear buenos habitas de sueño, alimentación etc., pero, a veces no toman el interés necesario para enseñar al hijo los mejores hábitos de cortesía y las formas correctas de convivencia social que se utilizan en la vida en sociedad y que permiten expresar el respeto que se siente hacia las demás personas.

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Cuando los padres tienen hábitos de convivencia social, ofrecen manifestaciones de cortesía, de respeto, comprensión, cooperación y solidaridad para con las personas con quienes conviven, constituyendo verdaderos ejemplos de buena educación. Este ejemplo es muy provechoso, pues el niño se comporta tal como ve actuar a los demás. Las buenas relaciones de afecto y respeto entre las personas mayores de hogar, abuelos y padres, el respeto a los ancianos e imposibilitados físicos, hacen que el niño adquiera buenos patrones de relación con sus semejantes. Las padres deben empezar por brindar estas manifestaciones de afecto a su hijo, que van desde darle un beso cuando despierta hasta preguntarle cómo le va en el juego, o si le gustó el paseo que recién diera. Ningún padre puede esperar que su hijo sea cortés, si sus manifestaciones de cariño y amabilidad son limitadas e inexpresivas. Igualmente estas normas y hábitos sociales no deben quedarse limitadas al hogar. Merecen respeto y consideración los vecinos a quienes se considerarán como personas cercanas que nos solicitan y prestan su cooperación y afecto. La cortesía y, en general los hábitos sociales, deben practicarse en todas partes; en todas las actividades que requieren del concurso del niño. Si el niño hace una visita con sus padres; debe saludar a las personas cuando llega, preguntares cómo están, no intervenir en las conversaciones que sostienen los adultos, despedirse respetuosamente Esta misma actuación la deben observar las personas que lo acompañan. Todo esto debe explicársele cuidadosamente y hacer lo posible porque él comprenda las beneficios que se derivan de este comportamiento. Igual conducta debe tener en otros paseos: lugares públicos restaurantes teatros, etc. El niño debe esperar pacientemente que sus padres se sienten y luego hacerlo etc. En estos paseos es donde se pone más en evidencia la educación de las personas. Un niño que llega bruscamente al restaurante o cafetería, se sienta antes que sus padres y tan pronto preguntan qué desean comer, pide sin tener en cuenta a sus padres, lo que da muestras de que en el hogar no se han trabajado estos aspectos de su educación. Dentro de los hábitos sociales hay que enseñarle a cuidar sus cosas y respetar las ajenas. Así debe cuidar las pertenencias de sus familiares y en caso de necesitarlas, pedirlas, teniendo especial cuidado de no dañaras. Una vez que las devuelve debe agradecer el servicio que las mismas le han prestado. Otro aspecto a considerar es el comportamiento que debe adoptar el niño en los lugares públicos como pueden ser: teatros, veladas, celebración de conmemoraciones etc. Se le debe enseñar desde pequeño, que existen actos que por su solemnidad exigen una conducta determinada. Los padres le explicarán que, durante los mismos, deben mantenerse en silencio, en actitud atenta y que cualquier manifestación de ausencia o

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desgano, da muestras de irrespetuosidad. Con el ejemplo ha de enseñarse a niño a cuidar la naturaleza, los animales y las plantas; a no dañarlos; a cuidar la limpieza no sólo del hogar, sino de otros lugares que se frecuentan o simplemente se transita por ellos: calles, parques, museos, áreas verdes en general. De forma sencilla, natural y con el ejemplo, el cariño y la sistematicidad se han de formar en los niños los hábitos expuestos con anterioridad. Potencialidades educativas de la familia La indiscutible importancia de las edades comprendidas entre 0 y 6 años para todo el desarrollo integral del niño hace que en las políticas educativas de los diferentes países se haya entrado seriamente a valorar cómo, por qué vías sería posible estimular el desarrollo general del niño: emocional, intelectual, físico, motriz, social. En algunos lugares se crean nuevas instituciones infantiles a las que acuden los desde que nacen, pero ¿qué pasa con los que no tienen posibilidades de llevar a sus hijos a una Escuela Infantil porque en su entorno no hay? ¿se deja a la espontaneidad, se espera a que crezcan y existan instalaciones educativas para ellos y mientras quedan zonas “apagadas” de su cerebro? Una rotunda negativa es la respuesta a esta interrogante. En las edades, en las cuales más se necesita la estimulación hay que procurarla y para ello existen programas de educación no formal, que mediante materiales educativos de fácil comprensión orientan a los padres, a la familia, acerca de que acciones puedan favorecer el desarrollo físico, intelectual, del lenguaje emocional de sus hijos, cómo lograr la formación de hábitos higiénicos, culturales, todo en un clima de amor y comprensión. ¿Y por qué se estructuran estos programas? Porque la educación familiar se puede ejercer sin propósitos conscientes, educando “como me educaron a mí” y, de lo que se trata ahora, es de lograr que los padres lleguen a adquirir ciertos conocimientos y a desarrollar determinadas habilidades que les permitan ejercer más acertadamente su función educativa, pues están comprobadas las enormes potencialidades educativas de la familia. El centro de educación infantil, tal y como hoy se concibe, ha de ser la piedra angular donde se produzca la educación del niño, a la vez que sirva de referente, cuando no elemento para la formación del padre en las propias tareas educativas. Por desgracia, aún hoy existen muchas situaciones familiares que hacen imposible el óptimo y deseado desarrollo de los niños en el seno de la familia, si no se ha puesto una ayuda y colaboración complementaria a su labor, haciéndose necesario que los niños acudan a centros especializados en Educación Infantil, que actúen en estrecha colaboración con la familia, debiendo de actuar casi siempre los centros como Escuelas de Padres.

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El niño y el ambiente familiar Le interacción familiar constituye una pieza clave en el desarrollo del individuo, los modos conque se desarrolla el contacto familiar hacen posible la consecución de unas metas de relación que posibilitan a su vez la maduración personal de sus miembros, potencian la unidad, la cohesión y el progreso del grupo familiar. Los procesos de intercambios establecen en la familia un sistema de interacción permanente, lo que origina la necesidad de aceptar el concepto de familia entendiéndolo como un sistema. El niño está fuertemente inmerso en su ambiente familiar. De su adecuada relación con tal contexto dependerá el significado que tome su desarrollo evolutivo en todos loe aspectos. De la interacción padre - hijo y madre - hijo depende el modo de estructurarse la inteligencia, los estilos cognitivos, la socialización, el tipo de afectividad, la adquisición de le identidad personal, ... De aquí se deduce que los trastornos que contemplamos en los niños y adolescentes son síntomas que indican la existencia de una relación disfuncional a nivel familiar y/o escolar. En la familia ha de contemplarse una red de comunicación entrelazada en la que todos los miembros se incluyen en la naturaleza del sistema, al tiempo que todos se ven afectados por el propio sistema. El influjo es mutuo, intenso, inevitable y la comunicación se hace continua y permanente, aunque exista la voluntad de quererlo evitar. La interacción se apoya en la comunicación, que a su vez depende de los tipos de mensaje, de le presencia o no de dobles vínculos y de las reglas, aspectos que iluminan el modo de realizarse la comunicación dentro de sistema. En ello, a su vez, influye igualmente el modo de realizarse el encuentro y el contacto entre los miembros. Igualmente hay que destacar la necesidad de que la comunicación familiar no se establezca sólo en niveles de información (decir cosas, relatar hechos registrar episodios, etc.) ni exclusivamente en puros niveles de formación o manipulación, sino que lo importante es crear el clima adecuado para que la comunicación se plantee en niveles que posibiliten que todos los componentes del sistema tengan le opción de expresar sentimientos, afectos, estados emotivos, intercambiando con los otros idénticos mensajes. Según evolucione y cambie el modo de comunicarse en la familia, así se irán introduciendo modificaciones en la conducta de los sujetos que intervienen en esta interacción. Los efectos derivados de una relación adecuada, tanto en la intencionalidad de la misma como en los contenidos que poseen cualquier conducta interactiva, pueden sintetizarse en los siguientes:

Seguridad personal - Se deriva fundamentalmente del tipo de interacción que se establece entre los adultos del ambiente familiar y el niño.

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Confianza básica.- Derivada de la correcta, constante y profunda interacción con los padres como “objeto” gratificador de necesidades básicas.

Integración afectiva.- El mundo afectivo de niño va a estar bombardeado permanentemente por la relación con los demás; pero va a consolidarse en la medida con que los adultos le refuercen la manifestación de sentimientos, emociones y afectos sin amenazar su espontaneidad ni bloquear su exteriorización.

Estabilidad emocional- La continuidad, presencia permanente, igualdad de ritmo e intensidad en a interacción produce estabilidad en el sujeto. La ambigüedad, ambivalencia e incoherencia en la relación provoca efectos contrarios: el sujeto no tendrá referencias a las que agarrarse y en las que consolidar su equilibrio emotivo.

Cohesión personal- Los mensajes enviados por los miembros del sistema familiar constituyen un entramado de relaciones que ayudan al niño a formarse una idea de sí mismo, ya que en lo transmitido hay continuas referencias a lo que él es y lo que se quiere que sea, permitiéndole la configuración de un “yo” diferenciado, individual y perfectamente personalizado.

Progreso permanente.- A cada interacción sigue una respuestas y en cada respuesta está el germen de una conducta igualmente nueva. De este modo, termina creándose una escala ascendente, más rico en cuanto más abundantes sean las relaciones.

La personalidad infantil se estructura en la relación con los otros, y del predominio de lo positivo o lo negativo va a depender la consolidación de lo que habitualmente denominados madurez y equilibrio. De ahí que sea preciso plantear una reflexión sobre los distintos modelos de ambientes familiares y la influencia que estos pueden tener en el niño para que así el educador pueda establecer los puntos centrales para crear un programa de interacción familiar en el contexto educativo más adecuado para la edad de este. Veamos a continuación las consecuencias que ejercen sobre el niño los diferentes ambientes familiares:

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Familias rígidas Tienen por fin imponer a sus hijos sus ideas opiniones. Existe en ellas una tendencia general a no querer tener en cuenta las particularidades de los otros. Las ventajas que presenta son la de proponer puntos de referencia muy precisos que pueden ayudar a la toma de conciencia del exterior. Pero cuando la rigidez se combina can una estrechez de miras y una restricción de intereses, conduce muy a menudo a los niños a actitudes de infantilismo o de abandono y más tarde, a una pobreza de personalidad

Climas bohemios La consecuencia de su anarquía, es muy frecuente, una cierta forma de abandono de los hijos: no un abandono efectivo, sin duda, sino una falta de presencia que provoca un abandono moral. A los niños les hace falta puntos de referencia, en la vida y bases suficientes que puedan garantizares un sentimiento de seguridad.

Padres ansiosos Si su actitud va acompañada como suele ocurrir a menudo, de perfeccionismo, hacen que sobre el niño graviten bastantes tensiones, este se siente espiado, estrechamente vigilado, cada uno de sus gestos hace nacer el temor. La ansiedad de los padres provoca la ansiedad de los hijos.

Padres infantiles Se niegan a tornar conciencia de sí mismos en cuanto padres y retroceden ante toda toma de responsabilidades, son a menudo, producto de padres posesivos. En estas circunstancias le será muy difícil al niño situarse con relación a las figuras de sus padres: a lo largo del periodo de Edipo, corriendo el riesgo de no encontrar su propia identidad ni la de los demás. En algunas ocasiones se ha dado el caso de que el riño asume demasiado pronto responsabilidades, en contraposición a sus padres, convirtiéndose en pequeños adultos.

Padres incoherentes

La incoherencia de los padres deja al niño desprovisto de defensas, presentando reacciones de desconcierto total que se manifiestan muy a menudo en una agitación absolutamente improductiva.

Padres demasiado indulgentes

Proporcionan al hijo todo lo que desean el resultado de esto demasiado tipo de reacción es en general catastrófico, ya que el niño no soportará ningún tipo de frustración.

Padres excesivamente unidos

Es el caso de aquellas parejas en las que su vocación de pareja es mucho más fuerte que la de padres, no integrando en su relación la presencia de los hijos. Los niños se pueden sentir frustrados, prescribiéndose en ellos una nostalgia por un contacto más íntimo con los adultos, nostalgia que puede transformarse en agresividad contra ellos.

Padre dominante Los hijos de este tipo de padre se muestran a menudo tímidos o inhibidos, incapaces de decidir por sí mismo dificultando su madurez. O por el contrario puede dar lugar a niños rebeldes y autoritarios.

Madre dominante Hacemos referencia al caso de que la madre sea dominante y el padre infantil. Los hijos encontrarán sin duda dificultades para equilibrar su personalidad. Las hijas al identificarse con la madre tienen el peligro de hacerse dominantes, los hijos faltos de un modelo apropiado de identificación tendrán tendencia a la indecisión y aura cierta blandura.

Del análisis de los casos anteriormente expuestos podrían derivarse de estos, sacamos la siguiente conclusión con relación a cuál será la actitud de los padres para conseguir un clima educativo favorecedor para el desarrollo integral de sus hijos:

1. Dar sensación de seguridad al hijo. 2. Proporcionarle el sentimiento de que es querido y deseado. 3. Evitar las amenazas, el miedo, el castigo.

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4. Enseñar al niño a ser independiente y a que sepa tomar sus propias responsabilidades.

5. Mantenerse tranquilo y no extrañarse de las manifestaciones del instinto del niño.

6. Ser tan tolerable como sea posible para evitar conflictos. 7. Evitar que al hijo puede tener un sentimiento de inferioridad. 8. No impulsar al niño más allá de lo que es natural en él. 9. Respetar los sentimientos y los deberes de los hijos aunque no

correspondan a nuestras propias normas. 10. Responder con franqueza a las preguntas que los niños puedan

plantear, proporcionándoles respuestas adecuadas a su edad. 11. Tratar las dificultades del hijo. 12. Interesarse por lo que hace el niño aunque no lo consideremos útil. 13. Fomentar al desarrollo: El progreso, más que la perfección.

La familia y la educación en valores El proceso de reproducción social de la familia, como parte del proceso de reproducción de la sociedad, se concretiza en determinadas funciones familiares, ya analizadas anteriormente. Entre ellas se destaca la función espiritual – cultural, expresada en la utilización del tiempo libre, en la transmisión y formación de valores, entre otros aspectos, cuyo aporte a la formación moral y, en general, a la personalidad del ser humano, es significativo. Los resultados de una Encuesta Mundial de Valores y el análisis que a partir de sus datos se ha hecho de la permanencia del valor de la institución familiar arrojan la vigencia del papel preponderante que esta desempeña en todos los países: unos, en los que ocupa lugares cimeros y otros, en los que preocupa su no presencia y se afanan por su rescate. El análisis de un grupo de investigaciones que abordan la problemática de la transmisión de valores en el contexto familiar evidencia la identificación de un conjunto de aspectos o variables que permiten valorar el papel educativo de la familia en la formación moral de sus hijos, desde las primeras edades. Así, la comunicación entre padres e hijos, los padres como modelo y las formas de control de la actividad de los niños son variables que han permitido distinguir, en forma cualitativa, el adecuado o insuficiente nivel de desarrollo moral; es decir, la presencia, en sentido positivo, de estas variables está asociado a un adecuado desarrollo de esta esfera de la personalidad. De igual manera, se observa una correlación directa entre un ambiente familiar adecuado y el nivel de formación moral de los niños. Por ambiente familiar adecuado se entiende aquel donde existe satisfacción de necesidades de

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afecto y comunicación entre padres e hijos. En cuanto al control de la actividad del niño, se observa la existencia de padres que, guiados por un falso concepto de libertad e independencia, no ejercen control sobre sus hijos, no se preocupan por las actividades que realizan o dejan de realizar y, ni siquiera conocen quiénes son sus amigos ni de qué familia proceden (con quiénes juegan o se relacionan sus hijos en el vecindario o en el propio centro infantil). Esto tiene repercusiones a veces irreversibles, especialmente hacia la adolescencia. La participación conjunta de padres e hijos en actividades educativas y recreativas es un aspecto que contribuye a propiciar una mayor compenetración entre ambos, una más amplia comunicación que posibilite conocer los problemas de sus hijos y ayudarlos en su solución y permite conocer sus necesidades, inquietudes, intereses, entre otros. Sin embargo, los propios resultados de estudios e investigaciones y la observación de la vida cotidiana reportan que la mayoría de los padres y familia, en general, no dedican el tiempo libre a la realización disfrute de diversas actividades con sus hijos. Igualmente, al examinar resultados de otros estudios que abordan lo referido a la relación familia – centro educativo, se aprecia que la indiferencia o despreocupación de los padres por las actividades de sus hijos en el centro infantil, como por ejemplo, la ausencia sistemática (injustificada) a la institución educativa, la falta de vínculo y comunicación con las educadoras o maestras, son comportamientos que inciden en forma negativa en el desempeño y aprendizaje de sus hijos así como en su adecuada socialización. En relación al estudio de los padres como modelos se constató que para los pequeños preescolares casi en un 100% proceden de la vida familiar (en un 60% de los padres). Se quieren parecer a ellos y no sólo en su apariencia física, sino en sus cualidades: bondadosos, cariñosos, trabajadores, y en sus habilidades: hacer lo que ellos hacen, tener éxito en lo que hacen, entre otros. Al analizar los roles familiares y su desempeño como mecanismo de transmisión de valores en la familia se aprecia que la mujer, la madre, esté o no vinculada al trabajo, tiene sobre sí una gran parte de la carga doméstica, además de la atención a los hijos y al esposo. Un aspecto importante en el estudio de la familia es el relacionado con los efectos de la privación paterna. En una de las investigaciones revisadas (Arés, 1985), se mencionan algunos estudios realizados internacionalmente, de los cuales se han concluido resultados que por su valor ilustrativo expondremos a continuación:

Problemas de ajuste, suicidios, delincuencia juvenil y problemas de identidad sexual, destacándose la importancia del padre como modelo imprescindible para la identificación sexual del varón.

Inestabilidad del carácter y trastornos depresivos del carácter, cuando la

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ausencia del padre es por fallecimiento. Aparición de conductas delictivas en los niños cuando la ausencia del

padre es por divorcio. El desarrollo de dificultades con la autoridad y las normas sociales, ya

que la ausencia de la figura paterna se asocia a la no internalización de la autoridad que el padre representa.

El hallazgo de efectos significativos en los hijos (tanto hembras como varones), así como la importancia del papel del padre a partir dei primer año de vida en ambos casos.

En otras investigaciones sobre este tema realizadas en Cuba (Arés, 1985 y Rodríguez, F., TD, 1985) se constató que: La figura paterna es importante tanto para los niños considerados normales como para los que presentan alteraciones psíquicas. No obstante, en estos últimos la disfunción paterna se registra con mayor frecuencia, por lo que puede considerarse un factor potencialmente patógeno o de riesgo (Arés, 1985).

Cuando está presente la disfunción paterna -considerada como el desenvolvimiento defectuoso de la figura paterna que puede ir desde el desentendimiento o descuido de la educación del niño hasta un total abandono afectivo (privación paterna)- la variable que permanece más estable en su expresión negativa es la del rol educativo (Arés, 1985).

La autoridad en el seno del hogar de los niños considerados normales es ejercida por ambos padres, quienes además aplican medidas de carácter educativo. En los hogares con niños que presentan alteraciones psíquicas, son las madres quienes ejercen la autoridad y, en ocasiones aplican medidas educativas.

La variable afectividad referida al estilo de relación del padre con el hijo en cuanto a la frecuencia e intensidad de la comunicación verbal y el contacto físico entre ellos distingue a los niños considerados normales de los que presentan alteraciones psíquicas. Estos últimos expresan una necesidad afectiva no satisfecha con respecto a la figura paterna.

Tanto los niños considerados normales como los que presentan alteraciones psíquicas atribuyen un pobre nivel de participación a los padres en la vida familiar.

Un resultado colateral de otra investigación (Álvarez y otros, 1987) permite precisar la relación entre maternidad soltera y privación paterna. Indica que la maternidad en dicha situación conyugal no está asociada de manera directa a la privación paterna. Los resultados demuestran que la mayoría de las madres solteras están acompañadas por los padres (66 %, de 1 259 mujeres solteras) centrándose el problema fundamental en su jerarquía de valores. En el grupo de las madres solteras solas deben distinguirse dos situaciones: la

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de las familias madres solas, de alto nivel escolar, trabajadoras y con adecuadas condiciones de vida en las cuáles el problema fundamentar es precisamente la ausencia de la figura paterna y otra es la situación de las madres solas, de bajo nivel escolar, que no trabajan y cuyas condiciones de vida no son adecuadas. En este último caso, la privación paterna aparece asociada a desfavorables condiciones de vida. En relación con las orientaciones de valor, dicha investigación detectó que el hijo, tanto para las madres solteras como casadas, es lo fundamental en su jerarquía de valores. Debe profundizarse, en el estilo educativo familiar, en tanto se ha observado una relación entre este y la forma en que son asimilados los valores (es decir, la eficiencia con que se realiza la transmisión de valores). Se afirma que en las familias donde impera el estilo autocrático, los hijos manifiestan desagrado y rechazo a las cualidades y opiniones de sus padres, provocándose conflictos familiares, sobre todo durante la adolescencia y juventud; mientras que, en las familias de estilo democrático se observa una mayor consonancia entre las opiniones de ambos (hijos y padres), y en el caso de que existan diferencias de puntos de vista éstas no constituyen problemas familiares, revelándose una atmósfera emocional positiva entre padres e hijos. Como se sabe, los niños son criados también o atendidos largas horas, por abuelas, tías, educadoras y maestras. Por tanto, debe prestarse atención a la existencia o inexistencia de inconsistencias importantes en los objetivos y estilos educativos de cada uno de estos elementos, tanto del contexto familiar como del institucional, y de ambos entre sí. Se afirma que, salvo cuando se producen desacuerdos importantes en la crianza y formación del niño, tal división de responsabilidades no afecta el desarrollo emocional e intelectual del mismo (Arés, 1985). Del análisis de la información disponible, pueden derivarse posibles aspectos en forma de conclusiones:

El matrimonio y la maternidad tempranas están altamente asociados a una insuficiente madurez psicológica de los padres jóvenes para la atención y formación de los hijos.

La excesiva cantidad de roles sociales extrafamiliares es fuente de contradicciones y conflictos para el cumplimiento efectivo de los roles de padres en el hogar.

Las tendencias morales negativas en jóvenes están siempre asociados a la existencia de una escasa e inadecuada comunicación y relación padre – hijo, desde las edades tempranas.

En la formación de los niños, los modelos positivos cotidianos (del área familiar e institucional) son los más efectivos desde el punto de vista

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educativo, pues operan mediante la comunicación directa, afectiva, así como la imitación, conjugándose la información y la regulación.

Las orientaciones de valor de las familias pueden configurarse temporalmente con una u otra jerarquía de valor, según la fase del ciclo de vida en que se encuentre transitando la familia.

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LECTURAS

RECOMENDADAS 3 La comunidad, la familia y el centro educativo

Comunidad, familia y centro educativo infantil: su influencia en la educación de niños y niñas Todo niño nace como ser individual en una determinada familia, como ser social pertenece a un grupo o clase determinado, portador de determinadas ideas, valores, realidades y expectativas. Como ser individual su desarrollo para llegar a ser un hombre culto dependerá de las condiciones de vida y educación que le rodeen desde las más tempranas edades, que comprobado está son fundamentales en cuanto al desarrollo posterior que se podrá alcanzar. Como ser social niños y niñas, desde pequeños, se relacionarán con otros miembros de grupos extrafamiliares que se mueven en el ámbito de su Comunidad entendida esta como un organismo social que ocupa un determinado espacio geográfico. Esta influencia por la sociedad, de la cual forma parte, y a su vez funciona como un sistema más o menos organizado integrado por otros intereses de orden inferior, la familia, los individuos, los grupos, las organizaciones e instituciones. Estas estructuras interactúan con sus características e interacciones definen el carácter subjetivo, psicológico, de la comunidad, y a su vez influyen de una manera y otra, en el carácter objetivo, material, en dependencia de su organización y su posición activa o pasiva respecto a las condiciones materiales donde transcurre su vida y actividad. A cada centro educativo infantil afluyen niños y niñas que aunque procedentes a veces de una misma comunidad, son criados en el seno de muy variadas familias, en las cuales se opera el proceso educativo familiar que es enfocado como la actividad de un grupo socialmente condicionado con determinadas referencias socioclasistas. Es decir las condiciones en que se educan los menores están en concordancia con el micromedio en que esta célula primaria de la sociedad se mueve y desenvuelve, con su comunidad. El centro educativo, a su vez, está ubicado físicamente en un contexto comunitario determinado del cual proceden a veces los educandos y quizás una parte de sus propios trabajadores, y debe ejercer una influencia hacia esa comunidad. ¿Por qué incluir en la trilogía familia-hijos y centro infantil- a la comunidad? Porque, indiscutiblemente, los procesos culturales sociales, en general que acontecen en la comunidad trascienden y repercuten de una u otra forma en el centro infantil, ya porque de ellas son actores los propios miembros de la familia de los niños y niñas que allí se educan, o porque generan ideas,

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actuaciones o respuestas que, de no conocerse su procedencia, pueden ser inexplicables para los adultos educadores especialmente. Otra cuestión importante y no desconocida por los educadores, es la importancia del desarrollo socio-cultural comunitario en la educación y la enseñanza de los niños y las niñas en las edades tempranas. Entre los primeros años de la vida, en la mayoría de los países, generalmente los pequeños permanecen en el hogar al cuidado de algún adulto, y sólo una parte de ellos acceden a la institución educativa, casi siempre a partir de los cuatro años de edad. Entonces sucede que para esos niños, su mundo conocido, más allá del propio hogar, es el área que puede transitar acompañado del adulto que lo cuida. Si esa área es portadora de elementos del desarrollo, que puede que no estén presenten en el hogar, entonces eso enriquece al menor. Pudiera pensarse que una comunidad que adoleciera de elementos del desarrollo actual, pudiera no favorecerlo y no es así exactamente. Lo fundamental es cómo el adulto es capaz de hacer apreciar al niño el valor de lo que le rodea, ya estético, natural, moral, lo bello de la naturaleza, lo bello de las actuaciones de las personas, lo bello del trabajo de los que prestan sus servicios para todos los miembros de la comunidad. Hacer más valioso lo que en cada diferente entorno social existe y no puede ser cambiado por la institución educativa, es un reto a los educadores y justifica que, en estas páginas, se inserte la comunidad, en la trilogía familiar, hijos y centro infantil pues son todos elementos de peso en el proceso de socialización de los más pequeños. Doble proyección de la vinculación familia-institución educativa En el Módulo 3 se planteó claramente la vinculación familia-institución en su doble proyección: “la institución proyectándose hacia la familia para conocer sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida y orientar a los padres para lograr en el hogar la continuidad de las tareas educativas. La familia, ofreciendo a la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial educativo”. Es necesario ahora, a partir de lo planteado, precisar la forma en que esto debe acontecer y propiciar así una mejor comprensión de la dinámica que esta interacción produce.

COMUNIDAD FAMILIA

HIJOS

INSTITUCION EDUCATIVA

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Proyección de la institución educativa hacia la familia El centro educativo, en sus relaciones con la familia tiene un “carácter activador” para influir en el proceso educativo intrafamiliar y lograr la convergencia de las acciones sobre el desarrollo, lo cual al tratarse de madres y padres de niños de edades infantiles adquiere una mayor dimensión pues, en la mayoría de los casos, son personas aún muy jóvenes los cuales en ocasiones, tratan de educar a sus hijos de igual forma a como ellos fueron educados, o se sienten inseguros en cómo ejercer responsablemente su función. No se puede desconocer que, al constituirse una pareja como familia, ambos miembros traen a esa unión los valores, formas de actuar, de pensar que adquieren en sus respectivos hogares y, ya desempeñándose como padres, es que van acoplando sus concepciones al respecto, sin que a veces lleguen a una real unificación de criterios acerca de cómo enfrentar la delicada tarea de educar a sus hijos y/o desconozcan, en no pocas ocasiones la gran importancia que tiene por ejemplo, la comunicación afectiva en la primera infancia, cuya alteración en este importante período etario incide negativamente en la formación del niño. En la institución educativa que recibe a un niño o niña, los educadores aprecian prontamente –en dependencia de la edad del menor, claro está- cual ha sido la influencia de la familia, como elemento mediatizador de la apropiación por el niño de los modos de actuar con los objetos, de relacionarse con las personas, de actuar en diferentes situaciones. Al centro educativo infantil, como es lógico, le corresponde una acción marcadamente dirigida a desarrollar en el niño habilidades, modos de actuar, hábitos culturales y de aseo, entre otros, es obvio que para ello tenga que contar con los padres que han de darle la continuidad a este proceso, a partir de su comprensión de la necesidad de que el sistema de influencias del hogar no contradiga a lo que establece la institución. La proyección del centro educativo hacia la familia puede resumirse en dos palabras: CONOCER Y ORIENTAR. Para conocer aspectos importantes del funcionamiento educativo familiar es necesario la exploración del sistema de vida familiar, mediante diferentes formas de indagación. Los centros que cuentan en su equipo educativo con pedagogos, psicólogo o psicopedagogos, y trabajadora social, por ejemplo, pueden abordar este diagnóstico de forma interdisciplinaria que revele con mayor amplitud y precisión la situación familiar. Son alternativas para lograr el conocimiento del sistema familiar procedimientos tales como la observación de la vida y el funcionamiento familiar, la encuesta o

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cuestionario, la entrevista a la familia, así como la aplicación de pruebas proyectivas a sus integrantes. El trabajo de educación familiar consiste fundamentalmente en orientar a los padres en aspectos relacionados con la forma en que ellos pueden y deben darle continuidad al trabajo educativo del centro; lograr que adopten una actitud de cooperación y participación activa en sus menores hijos en la institución, y apoyen sus tareas y objetivos, seguros de que son los más adecuados para obtener los resultados óptimos a los que ambos (familia e institución) aspiran. Las vías más usuales mediante las cuales se realiza la educación familiar. Se detallan en el Módulo 3, acápite 2. (La interrelación educativa de los padres en el centro de educación infantil) en el cual se enfantiza la necesidad de involucrar a los padres que, “de educadores espontáneos e incoherentes, han de convertirse en educadores conscientes y capaces de colaborar en el trabajo que se lleve a cabo en la escuela” Proyección de la familia hacia el centro infantil El sistema familiar actúa sobre la institución educativa, en la medida en que el hijo o hija es portador de valores y conductas que reflejan su medio familiar. También los padres promueven vínculos con aquella, al estar motivados por la educación de sus hijos. La práctica educativa y las investigaciones realizadas han corroborado que la integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en asociaciones o agrupaciones que colaboran directamente con el centro, dirigidas por ellos mismos, son una vía efectiva de apoyo al trabajo educativo de la institución y a la labor con los propios padres. Esta acción organizada cohesiona a las familias en torno a los objetivos educacionales, pero también las compromete y propicia su interrelación con la comunidad. Una vez que la familia, cohesionada en su asociación o agrupación, asume responsablemente las tareas necesarias para materializar la continuidad del proceso educativo en el seno del hogar, adquiere un compromiso tácito cuyo cumplimiento en definitiva beneficia, en primer lugar a sus propios hijos al cumplir en el hogar el horario de vida, continuar la formación de hábitos de aseo, culturales y de convivencia social, velar por su salud y nutrición. Dicho compromiso trasciende este nivel al generarse otras tareas dirigidas a garantizar condiciones favorables para el desarrollo del proceso educativo (contribuir a la asistencia y puntualidad de los niños y niñas al centro infantil para lograr el cumplimiento eficaz de todas las actividades establecidas en el programa educativa; apoyar actividades dirigidas a fomentar en los padres, niños y personal del centro la conciencia de la importancia del cuidado, conservación y respeto al cetro; promover la participación de los padres en el embellecimiento y mejoramiento del centro infantil).

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Finalmente, algo muy importante que debe ser mencionado, es que la activa participación de la familia en su proyección hacia el centro infantil, su incorporación a las tareas mencionadas y a otras dirigidas a su propia superación (promoción de lectura de materiales relacionados con la educación de sus hijos, por ejemplo) sitúan a la familia en condiciones de poder exigir a la institución un trabajo cada vez de mayor calidad. Pero a la vez, según la iniciativa de las asociaciones o agrupaciones creadas en los diferentes tipos de centros, la proyección del trabajo hacia la comunidad, debe ser algo que emerja de los propios protagonistas del acto educativo, el centro educa, la familia educa y el beneficio se concretiza en cada niño o niña, que transita por su educación infantil mejor atendido, sin contradicciones entre exigencias de educadores y padres, en un ambiente de afecto y comprensión, de respeto y ayuda mutua, en que los padres como adultos preparados y conscientes se constituyen en parte activa ¡y tanto! del “equipo educativo” La interrelación del centro infantil con las vías no formales de educación infantil En el desarrollo de esta unidad se ha hecho explícita la doble proyección de la vinculación familia-centro educativo infantil. Además se ha reflexionado acerca de por qué incluir a la comunidad en la trilogía familia-hijos y centro infantil. Sin embargo, una acción educativa que incide directamente y eficientemente en la comunidad, por influir directamente en el aumento de la cultura de la familia, cuyos hijos no asisten a la institución educativa para el mejor cumplimiento de su función educativa desde las edades más tempranas, son las vías no formales de educación infantil. Esta forma de educación, mediante materiales educativos de fácil comprensión, orienta a los padres a la familia, acerca de qué acciones pueden ellos realizar para favorecer el desarrollo físico, intelectual, del lenguaje, y emocional de sus hijos; cómo lograr la formación de hábitos higiénicos, culturales, de convivencia social, todo en un clima de amor y comprensión. Han surgido programas de educación no formal en diferentes países, a partir del reconocimiento de la enorme importancia de las edades entre 0 a 6 años para todo el desarrollo posterior del niño. Las políticas educativas tienden a buscar vías para dar cobertura en instituciones infantiles a niños de tres y cuatro años, más estas son insuficientes en número y además, no contemplan las edades inferiores. Ahora bien, obviando cuántos y quiénes auspician estos programas, lo cierto es que van creciendo y en este momento los planes de UNICEF, entre otros, van dirigidos a lograr una mayor cobertura mediante la utilización de personal voluntario, preparado para su intervención en las familias con materiales sencillos, cuyas actividades son claramente explicadas y orientadas a los padres, comprometiéndolos a ser activos participes del desarrollo integral de sus hijos.

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Si ello es así, ya por la vía institucional (el Estado) o de patronatos particulares se trata de hacer llegar estos mensajes educativos a los padres ¿qué deberá hacer el centro educativo infantil, justo allí en la comunidad en que está ubicado, para favorecer que más y más niños y niñas de edades infantiles, sean estimulados en las diferentes áreas de su desarrollo? Lo primero a señalar es que no podrá ser indiferente a esta realidad que se va abriendo paso, fundamentalmente porque atañe a todos los educadores contribuir a la educación de un mayor número de niños en todos los países; en segundo lugar, porque es una forma de que el centro educativo se proyecte hacia la comunidad, orientando a los padres en aspectos tan sensibles como la salud, el afecto, la ternura y atención educativa general que necesita todo niño o niña, desde que nace para poder desarrollarse felizmente; en tercer lugar porque de los propios padres, integrados en la Asociación o Agrupación del centro, pueden salir voluntarios, promotores para tan noble tarea. “Educar a todos los que educan”, debiera ser una divisa de toda institución educativa infantil, y las vías no formales de educación infantil pueden ser un medio de demostrar solidaridad humana para todos y un compromiso muy especial para los educadores de estas edades. Si bien en diferentes países existen variados programas de instrumentar esta forma de atención no institucional, lo importante es el llamado de ALERTA al cual cada educador o institución podrá responder en la medida de sus posibilidades, en la seguridad de que en la interrelación del centro infantil con las vías no formales los más favorecidos serán los niños y niñas.

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LECTURAS

RECOMENDADAS 4

La interrelación educativa de los padres en el centro

Es evidente que han de ser los centros el punto de confluencia de padres y niños, profesionales dedicados a la Educaci6n Infantil. Podemos afirmar que la educación infantil es una trilogía en la que se pone en juego una relación mixta entre padres - educadores y el propio niño, por ello afirmamos que educar es cosa de tres. Coincidimos en que todos los niños nacen con los mismos derechos y deben tener igualdad de acceso no sólo al conocimiento y la cultura de todos los pueblos y debe crecer como ciudadanos iguales de su país y del mundo en general. A pesar de ser una verdad universalmente reconocida, por desgracia, existen muchos niños que aun no pueden ejercer este derecho. Todo niño nace en una familia cuya situación social, económica y cultural ejerce una gran influencia en su desarrollo en sus primeros años de vida, condiciona en gran parte su crecimiento físico, Intelectual y afectivo. Es inevitable por consiguiente, que las diferencias en el ambiente familiar tengan repercusiones fundamentales en la educación, que la educación infantil deberá compensar. El niño convive, crece y se comunica con la familia, y a ella le corresponde, en primer lugar, el derecho y el deber de educar a sus hijos. Los juicios y actuaciones formuladas en el ámbito familiar, no deben formular dicotomías ni marcar una distancia excesiva con relación a los parámetros sociales vigentes, lo cual aportaría duplicidad y controversia en la creación de los criterios básicos. El objetivo común de la familia y de la institución educativa es, indiscutiblemente, conseguir la formación integral y armónica del niño. Ambas vías de actuación han de incidir en una misma dirección para garantizar la estabilidad y el equilibrio, factores indispensables para su adecuado desarrollo de los niños. Familia e institución: unión necesaria Cuando los padres llegan a adquirir ciertos conocimientos y desarrollar determinadas habilidades, pueden ser capaces de autorregular su función educativa; esta idea se retorna ahora porque, justamente la familia cuyos menores hijos asisten a la institución educacional, tiene una ventaja, o mejor una opción y este que los propios educadores, además de llevar a cabo sus problemas educativos y de estimulación de los niños, - contribuyen con acciones especialmente dirigidas - a orientarles acerca de cómo pueden ejercer de forma acertada y positiva, su responsabilidad educativa

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Esta acción educativa consciente es el objeto de la pedagogía familiar que forma parte de las ciencias pedagógicas. En el presente se necesita avanzar en la comprensión científica del contenido de la educación familiar y especialmente de sus métodos educativos, que son propios de este peculiar grupo humano. La pedagogía debe tomar en cuenta que la familia, como sistema abierto, tiene múltiples intercambios con otras instituciones sociales, entre ellas la institución educacional la cual actúa sobre las "entradas" del sistema familiar, tanto a través de la educación que le dan al hijo, como por la influencia que ejercen de manera directa sobre los padres. El sistema familiar actúa sobre la escuela en la medida en que el hijo es portador de valores y conductas que reflejan su medio familiar. También los padres promueven vínculos con aquella, al estar motivados por la educación de su descendencia. Es reconocido como principio pedagógico el carácter activador que corresponde al Centro educativo en sus relaciones con la familia, para influir en el proceso educativo intrafamiliar y lograr la convergencia de las acciones sobre el educando. No obstante se debe tener en cuenta que la familia cumplirá su función formativa en la medida en que las condiciones de vida creadas por la sociedad, las relaciones sociales instauradas y el desarrollo de la conciencia social contribuyan a la formación de un determinado modo de vida hogareño. Hay que enfocar el proceso educativo familiar como la actividad de un grupo socialmente condicionado, comprenderlo en sus referencias socioclasistas. El desarrollo de la psicología y la pedagogía, al revelar elementos del proceso de la formación de la personalidad en el seno de la familia, hizo posible el surgimiento de la educación a padres como actividad pedagógica específica. Esta consiste en un sistema de influencias psicológicamente dirigido, encaminado a elevar la preparación de los familiares adultos y estimular su participación consciente en la formación de su descendencia, en coordinación con la escuela. La educación a la familia suministra conocimientos, ayuda a argumentar opiniones, desarrolla actitudes y convicciones, estimula intereses y consolida motivaciones: contribuyendo a integrar la concepción del mundo en los padres. Una eficiente educación a la familia debe preparar a los padres para su autodesarrollo, de forma tal que se autoeduquen y se autorregulen en el desempeño de su función formativa con sus hijos. Uno de los primeros propósitos en el trabajo de educación familiar será el establecimiento de estrechas relaciones entre la familia y los centros educativos infantiles. Es necesario que la familia perciba la institución como su propia escuela, la que puede contribuir a prepararlos para resolver los problemas de la vida cotidiana: de sus interrelaciones familiares, de su convivencia diaria, de la educación de sus hijos, de otros aspectos de su formación, y así, cumplir con éxito la responsabilidad personal y social que entraña educar al ciudadano del futuro. Los procedimientos para hacer más efectiva una relación positiva, coherente, activa, reflexiva entre la familia y la institución educativa deben basarse en la

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coordinación, colaboración y participación entre estos dos agentes. Ello generará un modelo de comunicación que propicie el desarrollo de estrategias de intervención programada de acuerdo al contexto social, comunitario. El trabajo con los padres, con la familia1 favorece la relación educador - niño mediante el conocimiento de la composición familiar, formas de crianza, valores, costumbres, normas, sentimientos, estrategias de solución de problemas del entorno familiar. La vinculación familia - institución presupone una doble proyección: la institución, proyectándose hacia la familia para conocer sus posibilidades, necesidades, condiciones reales de vida y orientar a los padres para lograr en el hogar la continuidad de las tareas educativas. La familia, ofreciendo a la institución información, apoyo y sus posibilidades como potencial educativo. Cuando un niño de edad temprana y preescolar ingresa a una institución, la familia se encuentra, dentro de un ciclo de vida, en aquella etapa donde la atención y cuidados de sus pequeños se convierte en su tarea principal. La mayoría de los padres con hijos de esas edades son muy jóvenes y se sienten aún muy inseguros en sus proyectos e ideas sobre cómo educar; no asumen aún de manera consciente un proyecto educativo como tal. La formación de hábitos de vida, sueño y alimentación para muchos padres sólo se relaciona con aspectos de salud, sin alcanzar a ver en ellos su carácter educativo. La inexperiencia de estos padres a veces los llevan a generar ansiedades por la calidad del desempeño de su responsabilidad, y llegan a sentir la necesidad de ser orientados por personas más experimentadas y capacitadas, como puede ser la educadora u otro personal preparado de la institución que pueden utilizar diferentes vías para elevar la cultura pedagógica y psicológica de esos padres y es que sin dudas cuando el niño ingresa en una institución escolar, se ponen de manifiesto una serie de expectativas por parte del hogar y del propio centro educativo que revelan en gran medida la actuación y resultados esperables entre sí. En general la familia espera de la escuela que ofrezca a su hijo una educación esmerada, que le permita y ayuda a seguir creciendo en la espiral de la vida. Esta educación se espera que se ofrezca matizada de afecto, cuidados y atención. Por otra parte muchos padres esperan que los educadores de sus hijos, especialistas en el difícil arte de educar, les ofrezcan orientaciones y métodos concretos sobre cómo educar a sus hijos de la mejor forma; le ofrezcan también los elementos necesarios para conocer los requerimientos psicopedagógicos de cada nuevo nivel escolar; sobre las regularidades y características de la etapa del desarrollo en que se encuentra su hijo. En resumen, muchos padres esperan que la institución los ayude y prepare mejor para cumplir su función educativa.

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Por su parte esta espera de la familia que, en su seno, se produzca una continuidad coherente de su trabajo, de sus objetivos y concepciones que adopte una actitud de cooperación y participación active en a vida escolar do sus hijos y en la propia vida institucional, que apoyen sus tareas y objetivos con la confianza de que son los más adecuadas y eficaces para obtener el resultado esperado por ambos. La participación de los padres en la gestión de los centros Por lo anterior, resulta evidente que la familia ha de actuar en estrecha relación con el conjunto del centro para no crear duplicidad y controversia en la creación de los criterios básicos. Un paso más que en los últimos tiempos ha venido desarrollándose es la participación de las familias en la gestión, en el más amplio sentido de la palabra, del propio centro. Esta participación podemos basarla en dos aspectos fundamentalmente:

Una exigencia sociológica sobre la solidez y el progreso social, en el sentido de que 195 individuos han de participar en a concepción, diseño y ejecución de aquellos temas que le afectan.

Una exigencia social de administrar, y en cierta forma controlar,

losfondos públicos que los gobiernos invierten en educación. Esta ultima consideración hace que en los colegios públicos, o sostenidos por fondos públicos, se haya generalizado la participación de las familias en la gestión de estos centros, en muchos países por ley, mientras que en los centros estrictamente privados será función, la participación y la manera de desarrollarla, de la voluntad de la entidad titular del centro. Hoy las organizaciones más autoexigentes, y que se sitúan en posiciones de vanguardia son plenamente conscientes de que la mejor garantía de su progreso está en el estímulo a la iniciativa, al trabajo solidario motivante, al desarrollo del conocimiento y a la elevación de la categoría de cada uno de los elementos humanos que la integren. La mejor forma de incentivar a los individuos a este trabajo es estimularlos a que aporten su esfuerzo cooperativo en proyectos en los que están implicados a través de su participación en la toma de decisiones. La necesidad de participación queda patente si se tiene en cuenta que "las organizaciones están, y siempre han estado, compuestas por personas que juzgan las situaciones y toman las decisiones que determinan la dirección y acciones de las mismas” (Evans, R. y Russel, P., 1989:23) Pero aparte de este hecho evidente, (a creciente exigencia de cotas cada vez

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mayores de eficacia y eficiencia en las organizaciones actuales obliga a la búsqueda de los factores que en mayor medida las determinan: entre ellos figura hoy en lugar privilegiado la intervención cualificada y solidaria de los individuos que las constituyen. Entendemos el concepto de participación como la intervención en la toma de decisiones, y no sólo como el establecimiento de canales multidireccionales de comunicación y consulta. Nos unimos, así, a la concepción de autores que, como A. Lowín (1968), consideran que la participación completa sólo se da cuando las decisiones se toman por las propias personas que han de ponerlas en acción. Descendiendo al terreno de lo práctico, entendemos por tanto la participación como la intervención de individuos o grupos de personas en la discusión y toma de decisiones que les afectan para la consecución de objetivos comunes, compartiendo para ello métodos de trabajo especificas. En definitiva, participar es tomar parte activa en cada una de las distintas fases que afectan al funcionamiento de grupos (desde su constitución inicial, pasando por su estructuración, la toma de decisiones, la puesta en práctica de las mismas y la valoración de resultados), asumiendo parte del poder o del ejercicio del mismo. Así entendida, la participación implica la integración colectiva en un grupo1 el objeto de alcanzar determinados objetivos. O lo que es lo mismo, la inserción que, manteniendo la peculiaridad y fuerza creadora de los individuos, aprovecha en beneficio de todos y cada uno el esfuerzo personal solidario Para que se produzca una autentica participación deben, por tanto, cumplirse los requisitos siguientes:

Que el grupo esté formado por individuos que tienen intereses comunes. Que tales individuos estén dispuestos a lograr conjuntamente unos

determinados objetivos. Que la consecución de tales objetivos se integre en un proyecto común. Que la actitud de los individuos comprometidos en tal proyecto común

asuma los principios de respeto, tolerancia, pluralismo ideológico y libre expresión de ideas.

Que se produzca un reparto de tareas para lograr tales objetivos. Que las decisiones se lleven a cabo con la colaboración de todos los

miembros del grupo. Que exista un marco de gratificación individualizada que recompense los

esfuerzos individuales y que permita una estructuración espontanea y solidaria del grupo.

En todo caso, la participación debe guardar proporción con el grado de responsabilidad, por lo que parece conveniente que el nivel de intervenci6n que se otorgue lo sea en la proporción adecuada a la disposición para asumir

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responsabilidades. La participación de los padres puede, ejercitarse dentro de asociaciones constituidas al efecto (asociaciones, comités o consejo de padres). La integración de los padres a la propia dinámica del centro infantil, en agrupaciones u organizaciones que colaboren directamente con el centro, en estructuras dirigidas por ellos mismos, ha sido comprobado por las investigaciones que constituyen medios efectivos y eficientes en el apoyo al trabajo educativo de la institución, y a la labor con los propios padres. La denominación de estos grupos de padres que se organizan para cooperar con la labor educativa del centro infantil es muy variada, y ha de surgir de parte de los propios padres, y tomando en consideración lo que es culturalmente pertinente. Entre los objetivos que se plantean estos grupos de padres están:

Colaborar con el centro infantil en el cumplimiento de las tareas educacionales.

Velar porque las actividades del centro estén encaminadas a preparar

las bases de la educación y propiciar la interrelación más estrecha de la familia en la comunidad, no solamente en la realización de las tareas del centro, sino también a divulgar entre las familias las normas pedagógicas, de nutrición y de salud que deben seguirse en el hogar.

Las tareas principales de estos consejos de padres de familia son muy variadas, entre las que se ubican:

Contribuir al cumplimiento por los padres, en el hogar, del horario de vida que corresponde a los niños y las niñas de cada grupo del centro infantil.

Apoyar la labor educativa del centro en relación con la formación de hábitos higiénicos, culturales y de convivencia social.

Velar por el buen desenvolvimiento de la educación y la salud de los niños y niñas.

Contribuir a la asistencia y puntualidad de los niños y niñas al centro infantil, para lograr el cumplimiento eficaz de todas las actividades establecidas en su programa educativo.

Interesar a los padres en la adquisición de los conocimientos pedagógicos, de salud y de nutrición necesarios para la correcta formación de los niños en el hogar.

Promover en los padres los hábitos de lectura de libros y materiales relacionados con la educación de sus hijos, mediante el uso correcto de la biblioteca y los materiales circulantes.

Cooperar con el centro infantil en la preparación de las condiciones materiales para la realización de charlas y otras actividades promocionales de educación de padres, así como de la divulgación

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efectiva de las mismas para lograr una buena asistencia. Apoyar las actividades orientadas para fomentar en los padres,

niños y el personal del centro infantil, la conciencia de la importancia del cuidado, conservación y respeto del centro.

Promover la participación de los padres en las tareas relacionadas con el embellecimiento y mejoramiento del centro infantil: labores de mantenimiento, arreglo de muebles y juguetes, trabajo en el huerto y áreas verdes, confección de material didáctico y para áreas de juego, entre otras.

Colaborar en la celebración de cumpleaños y otras actividades festivas, culturales y sociales relacionadas con la institución.

Colaboración en la preparación de talleres según las profesiones de los padres.

El consejo del centro infantil podrá tener una estructura diversa, de acuerdo con las particularidades del centro, las condiciones de los padres de familia, etc. Esta estructura podrá contar con un padre que funja como presidente del mismo, y un grupo de padres seleccionados por ellos mismos, en representación de cada grupo etario del centro infantil, y que forman un ejecutivo, por llamarlo de alguna manera, que se reúne con una periodicidad acordada, y que analizan las tareas del consejo, las actividades a promover y realizar con el resto de los padres, y las vías de apoyo y cooperación con el centro. Proponemos el siguiente esquema temporal de intercomunicación con los padres:

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PRIMER CONTACTO Entrega de folleto institucional

MOMENTO DE LA INCORPORACIÓN

Entrega de la ficha de datos Entrega del modelo de entrevista inicial, según edad

Entrega del folleto del período de adaptación Entrega de la encuesta de participación

INICIO DEL CURSO Reuniones por curso:

Explicación general de normas Entrega de objetivos trimestrales

Entrega calendario de reuniones según resultado de participación Entrega calendario de artículos de interés según resultado de

encuesta de participación.

PERIÓDICAMENTE Entrega de artículos de interés Plan de menús alimenticios

III. FINAL DE CADA TRIMESTRE

La evaluación de la efectividad de las acciones con los padres Evaluar significa comúnmente, en psicología y en pedagogía la acción o el procedimiento de medir, valorar y determinar alguna cosa: puede ser un conocimiento, una cualidad, una actitud, o por ejemplo, un hecho de la vida familiar. Se trata de comparar, clasificar esa cualidad o asunto en relación con determinada referencia o escala, es decir, poder determinar de qué se trata, si es más o menos, si es mucho o poco, etc. La evaluación nos permite obtener de una manera rigurosa y científica un concepto más exacto de las cosas. Los pedagogos siempre encaran el trabajo educativo como un proceso dirigido, en el cual la evaluación de los resultados contribuye a rectificar la dirección emprendida. Esto es igualmente necesario en el trabajo con los padres, y así, en los centros infantiles que cuentan con mayor experiencia en la educación de la familia, se produce por lo general, una evaluación cualitativa anual del trabajo realizado.

EEnnttrreeggaa ccuuaaddeerrnniillllooss ttrriimmeessttrraalleess ddee eevvaalluuaacciióónn ppoorr ccuurrssooss

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Sería ideal que los propios padres de familia participarán protagónicamente en esta valoración, pues en ese momento se construye el proyecto para las próximas acciones orientadoras. En la escuela de padres es posible y conveniente realizar evaluaciones en cada sesión, para así en el transcurso de los meses, determinar si las expectativas iniciales de los padres se van cumpliendo, si tienen nuevas inquietudes o algo no les satisfice. En algunos centros se realizan encuestas antes de iniciar el ciclo anual de escuelas de padres; y de nuevo se aplican al final para recoger las valoraciones. Los indicadores más utilizados son la asistencia de los padres, su participación en las sesiones, la satisfacción que experimentan y los conocimientos que han adquirido. Esto se puede evaluar mediante diversos procedimientos cuantitativos y cualitativos, como los descritos anteriormente. Es común evaluar el conocimiento adquirido por los padres mediante preguntas por encuestas. Además es conveniente valorar de manera periódica con los educadores el esfuerzo realizado en el desarrollo de estas actividades con lo padres, si les ha cubierto sus expectativas, si existen sugerencias para el perfeccionamiento de las mismas, entre otros aspectos. Como se aprecia, el centro educativo puede contribuir decisivamente a la elevación de la cultura de la familia no obstante, esta potencialidad de la institución, se dimensiona cuando incluye en estos propósitos a la comunidad más cercana, cuando utiliza las posibilidades educativas de ésta, sus recursos materiales y, fundamentalmente, humanos, cuando detecta aquellas personas que por su autoridad, prestigio, experiencia y preparación pueden participar en los propósitos de lograr la educación familiar.

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LECTURAS RECOMENDADAS

5 La Tutoría

Con relación a la tutoría hay que tener en cuenta los aspectos siguientes: el rol del maestro, las necesidades de los niños y niñas, y el propósito de la misma. En cuanto al rol del maestro, este puede variar según el sistema educativo de que se trate, por ejemplo, hay sistemas educativos en los que el maestro en sus interrelaciones con los niños y las niñas se limitará a indicar la tarea a desarrollar por los niños, sin suministrar orientaciones o niveles de ayuda, solo facilitándoles las condiciones materiales para la realización de ésta, por lo tanto el rol del maestro es prácticamente nulo. Esta es la posición montessoriana, para quien el mejor maestro es aquel que se mueve por el salón de clases como una sombra, sin intervenir en el proceso de aprendizaje de los niños y las niñas Existe otra posición en que el maestro ejerce el rol directo en el proceso de enseñanza aprendizaje, centrando en sí mismo la búsqueda de las relaciones esenciales y explicitándolas directamente a los niños y las niñas, en este enfoque la actuación del maestro es preponderante, la participación de los niños es prácticamente nula, esto caracteriza el enfoque tradicional de la enseñanza. En la posición constructivista, el maestro inicia sus interrelaciones de carácter docente con los niños y las niñas, solo cuando estos han sido capaces por si mismos de encontrar las relaciones esenciales para quien el maestro es un facilitador del proceso de aprendizaje del niño y la niña. A veces sucede que esta posición de facilitador, no es lo que más necesitan los niños y las niñas, sino que lo que lo que ellos necesitan más es contar con una orientación, con una ayuda oportuna que le permita acceder al conocimiento de forma óptima. En la posición histórico-cultural los niños y las niñas han de buscar por si mismo las relaciones esenciales, mientras que el maestro ejerce un papel orientador del proceso. Esta posición tiene en cuenta la interrelación maestro niño, dando prioridad a la ayuda en el componente de la orientación de la acción o la tarea. Tiene en cuenta además el carácter oportuno de la ayuda al suministrarla y al retirarla, esta forma de interrelación, propicia el desarrollo de la independencia cognoscitiva. En relación coN las necesidades de los niños y las niñas es preciso que en cada momento reciban del maestro lo que les resulta realmente necesario para poder resolver la tarea y que nunca se les proporcione una ayuda acabada, que entorpezca el desarrollo de la independencia y la creatividad. La tutoría puede tener distintos propósitos, por ejemplo, para asesorar un trabajo investigativo, para ayudar a un niño o a un grupo de niños con

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dificultades docentes, o con cualquiera otra dificultad, con los alumnos talentosos para seguir elevando su nivel y para, por ejemplo, desarrollar un trabajo de formación de valores con un grupo de alumnos. Cuando se trata de un trabajo investigativo, la función del tutor es fundamentalmente de orientación y el alumno debe trabajar con la mayor independencia cognoscitiva posible, según su nivel de conocimientos sobre el tema. Si se trata de resolver dificultades docentes, la ayuda del tutor será más directa e individualizada. Con alumnos talentosos se trata de darles actividades más complejas que eleven su desarrollo potencial En resumen siempre ha de tenerse en cuenta que la tutoría ya sea para la orientación como para la ayuda ha de ser aceptada por el alumno, el cual tendrá el rol protagónico en todas las actividades que se desarrollen.