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Les presentamos el Boletín
Institucional de La Huella que hemos
armado junto a todos los integrantes
de los proyectos que aquí funcionan.
La idea del Boletín surge con la
intención de fomentar la
comunicación, hacer propios los
distintos proyectos de La Huella,
compartir sueños, motivaciones y
expectativas.
También, surge con la finalidad de
compartir las novedades con todos
aquellos que no forman parte del día a
día. Queremos compartir qué es lo
que se está haciendo en cada uno de
los proyectos de la Huella: el CAIF, el
Club de Niños, el SOCAT, el Hogar, la
experiencia de comunidad “La Storta”
y los voluntarios.
Ruta 48, Pbro. Luis Pérez Aguirre SJ,
Km. 19,500 Las Piedras - Canelones -
Uruguay Tel. 2365 0827
www.lahuella.org.uy
En Facebook: La Huella
Niñas, niños, familias y el equipo del CAIF nos iniciamos en un nuevo año, de conocimiento,
acercamiento y construcciones.
Nos encanta encontrarnos y ver cuánto han crecido en estas vacaciones y conocer a nuevos
integrantes de nuestro Caif.
Este es un momento muy especial del año, lleno de emociones, ganas, entusiasmo, miedos,
risas y algunos llantos. Un momento donde se construye un vínculo fundamental para
caminar juntos el resto del año.
En educación Inicial comenzamos trabajando con 44 niños y niñas de 2 y 3 años.
En Experiencias Oportunas, nos encontramos los lunes o jueves en un espacio pensado
especialmente para las familias y los bebes, donde jugar y compartir con otros/as las alegrías
y dudas de la crianza.¡Tú puedes ser parte de este espacio porque aún nos quedan lugares!.
El Club este año comenzó con
el nuevo funcionamiento que
incluye sólo el turno
vespertino. Luego de 17 años!
Las familias que aún venían en
la mañana pasaron para la
tarde, y se fueron sumando
más de 30 niñas/os a nuestro
espacio!
¡Empezamos el año con toda la fuerza! En verano disfrutamos de ir a piscina todos
juntos y de un montón de actividades divertidas.
Aprendimos robótica junto a Gurises Unidos y nos divertimos muchísimo programando
autos con las tablets. También nos fuimos de paseo a Playa Pascual con los niños,
niñas y familias del Club y terminamos el verano con una dormilona.
Comenzamos con los talleres y nuevos
chiqulines que se suman a la propuesta. En los
talleres cocinamos, bailamos, jugamos,
trabajamos en la huerta, hacemos manualidades,
aprendemos y nos divertimos mucho.
Una vez por mes nos
acompañarán desde “Sin
torta no hay cumple” para
celebrar los cumpleaños de
los chiquilines junto a sus
familias.
Estamos elaborando mermelada de calabacín de nuestra
huerta para poder juntar dinero para actividades extras. En
el proceso aprendemos a compartir, a trabajar juntos ¡y a
presentar el club a los vecinos de una forma rica y creativa!
Seguimos trabajando en fortalecer la confianza y
participación de las familias para el trabajo en
conjunto. Algunas madres ya están participando
en talleres ¡incluso llevándolos adelante!
A su vez, nos proponemos este año reforzar el
trabajo comunitario a raíz de intereses de los
chiquilines, con propuestas que despierten
inquietudes en ellos así como en las familias y
vecinos.
Los viernes tenemos una propuesta de
asamblea, donde conversamos sobre todo lo
vivido en la semana y las actividades que se
vienen. Es un espacio fructífero para el trabajo
en grupo y el pensar juntos.
Comenzamos el año en el Nodo Educativo y la Mesa
de Coordinación Zonal con mucha participación. En el
Nodo trabajamos con las instituciones educativas de
Las Piedras para proyectar el año y continuar
profundizando en la temática de Tránsito Educativo.
En la mesa, nos preparamos para la realización de las
Fiestas Mayas. Además, también participamos de la
mateada por el día de la mujer, con vecinas y vecinos
de Herten, para dialogar en torno a derechos y
oportunidades.
A partir de abril abrimos un nuevo espacio de
orientación y consulta en el barrio Pueblo
Nuevo. El mismo se desarrollará en un salón
brindado por Fé y Alegría, en el espacio que
corresponde al actual Caif de Fátima, ubicado
en la calle Bolivia, esquina José Ellauri.
¡Agradecemos a quienes colaboraron con el
equipo para el acondicionamiento del espacio!
Seguimos caminando para mejorar el
cuidado y la atención de los niños, niñas y
adolescentes-jóvenes de la casa, el PAE
y quienes están en modalidad de
contexto.
Preguntándonos de modo constante
cosas, confirmando otras, pensando
mucho antes de decidir cada paso,
buscando involucrar a los chiquilines y su
entorno en cada decisión sea esta grande
o pequeña.
Lo que está claro, que el CAFF de La
Huella, no es cualquier CAFF sino que
tiene el desafío de, además de responder
a las directrices internacionales de
cuidado, mantener su identidad , ese
toque de familiaridad, de detalle, de
trascendencia, de cariño que le da el
equipo y el voluntariado que día a día se
involucra y apoya más en la tarea.
Lamentablemente hay muchos niños y
niñas que están esperando un lugar, pero
seguimos pensando como en el principio
de la Huella que no es un tema de
“cantidad” o de espacio físico sino de
hacernos responsables con lo que eso
implica, de la vida ya “herida” de los
chiquilines y sus familias e intentar
reparar, curar, fortalecer, en un ambiente
alegre, compartido, sencillo, de
responsabilidad y de derechos, animando
a cada niños, niña, adolescente que
saque de sí lo mejor, que visibilice que su
vida tiene mucho para dar, que está
invitado, como cada uno de nosotros, a
ser feliz y ayudar a otros a ser felices.
Seguimos desafiados a convocar a más
familias que se animen a transitar el
camino de recibir en su cotidianidad a
alguno de los chiquilines, los de ahora o
de los que vendrán. Es una gran
oportunidad para dar y darse. Vale la
pena. Y a los chiquilines les hace mucho
bien, más del que podemos hacer
nosotros muchas veces en el Hogar.
Seguimos desafiados también, como
Huella, a continuar participando en los
colectivos para dar voz a los niño/as y
adolescentes que necesitan de hogares
porque sus familias no pueden solas o ya
no pueden. Esos espacios más políticos
de incidencia en los modos de atención,
es también parte de la identidad de la
Huella, ya que apuntan a pensar en las
causas de estas situaciones sin dejar de
acompañar a algunos, ya que es lo que
podemos.
El inicio de año es movido, como en toda
casa, esta no es la excepción porque
además de la casa grande, están las
otras casas…la del PAE, y luego cinco
“casas” más para acompañar fuera de la
Huella pero siendo parte de La Huella, lo
cual complejiza y hace que de manera
constante que equipo, coordinación,
directiva estemos repensando todo,
replanteándonos las situaciones con
aciertos y desaciertos… pero ese es el
camino.
Hace ya un tiempo veníamos buscando
una manera de comprometernos más
radicalmente con nuestra fe en Cristo.
Tratando de discernir su llamado; ¿a que
nos invita? ¿dónde nos quiere? En esta
búsqueda, a principio de 2018 decidimos
casarnos, optando por la vocación familiar
y comprometiéndonos mutuamente y con
Cristo en este camino que habíamos
comenzado a transitar hace ya 7 años.
Con miedos, con incertidumbres, pero
con la convicción de que era Dios quien
nos había llevado hasta ahí.
Y con esta decisión vinieron preguntas;
¿dónde queremos vivir? ¿cómo
queremos vivir?
Vivir en La Huella fue para nosotros una
opción de vida en un momento
determinado. No sabíamos cuánto podía
durar, pero era donde queríamos estar.
Decidimos compartir los primeros meses
de nuestra familia con los niños del Hogar
y los jóvenes del PAE, e involucrarnos en
un proyecto que nos atraía mucho,
llevando un estilo de vida sencillo y
abrazado de lo esencial.
En esos cinco meses de vida compartida
descubrimos muchas cosas y
confirmamos otras tantas, en primer lugar
el valor de la sencillez, cómo las cosas
realmente importantes se evidencian más
cuando vivimos con austeridad. El valor
del encuentro, del tiempo dedicado y
compartido, de los abrazos, pero también
de los enojos como medio para
vehiculizar frustraciones. Y sobretodo la
importancia de estar. Todos necesitamos
del encuentro, todos necesitamos del
vínculo, en definitiva todos necesitamos
del otro.
También aprendimos mucho sobre la
convivencia en el matrimonio, la
importancia del tiempo compartido, del
diálogo, del rezar juntos, de la empatía y
el acompañamiento.
Hubo varias cosas que marcaron nuestro
tiempo en La Huella; en primer lugar la
presencia de Cande, acompañar sus
primeros meses de vida y de maternidad
de Meche fue muy significativo y de
mucho aprendizaje. Noches largas de
llanto y dolores de panza, consultas
médicas tempraneras, cansancios,
incertidumbres, risas y mucha alegría al
verla crecer y alcanzar pequeños logros
semana a semana. Así mismo compartir
con Meche el comienzo de una nueva
etapa en su vida, la maternidad, con todo
lo que esto implica. Significó un gran
desafío, del que sin dudas nos quedamos
con la satisfacción de ver su amor y
apego con Cande, el cariño con el que la
mira y la cuida y el orgullo con el que
celebra sus logros.
Otra instancia central fue el armado y
cuidado de la huerta, que favoreció un
espacio de encuentro, de acercamiento y
un sentimiento de proyecto en común, de
tarea compartida, especialmente con
Lucho y Gonza, pero también con
algunos de los adolescentes que viven en
el Hogar, que incluso los impulsó a armar
sus propias huertas. En mayor o menor
medida, todos trabajamos en la huerta y
todos pudimos disfrutar de los frutos de la
cosecha. Sin dudas una tarea noble y de
mucha enseñanza.
Y como era de esperar, otro elemento
central de este tiempo fue el fútbol,
muchas horas de picaditos,
entrenamientos, campeonatos, pero
también de charlas, de anécdotas, de
ilusiones y sueños compartidos. Pudimos
ver prácticas de Santi, partidos de
Damián, de los varones no quedó ninguno
sin visitar los entrenamientos de Liverpool
(donde estaba jugando Fede) y tuvimos la
posibilidad de ir casi todos (hasta Cande!)
a ver un partido de Liverpool-Wanderers
en el Viera. Como lo ha sido a lo largo de
nuestra vida, el fútbol volvió a ser un lugar
común, de integración y pasiones
compartidas.
Sin dejar de mencionar las cenas de
vecinos, que hacíamos semanalmente
con la comunidad de la Storta y el PAE, la
dormida de las nenas con las historias de
Malvi, las visitas en casa a toda hora del
día (y a veces la noche), las tardes de río,
los asados improvisados a media
semana, los paseos, entre tantas otras
instancias de encuentro y vida
compartida. El estilo de vida desacelerado
y sencillo da lugar a espacios
valiosísimos.
Y nos tocó vivir, quizá, uno de los
momentos más tristes de la historia de La
Huella; el fallecimiento de Edi. La tristeza
fue inmensa y el sentir confirmó nuestra
decisión: “si no es acá, ¿dónde?”. Es
difícil en esos momentos poder ver luz,
pero la muerte de Edi evidenció la
grandeza de La Huella y su comunidad. El
acompañamiento mutuo se agudizó, entre
niños, adolescentes, voluntarios,
educadores y funcionarios. No faltó el
oído para escuchar, el hombro donde
llorar y el abrazo que consuela. Nos
seguirá doliendo a todos, imagino que
especialmente a sus hermanos, de
sangre y de la vida, y a los que lo
acompañaron en las diferentes etapas de
su vida. Pero queremos quedarnos con
su alegría, su cariño y las tardes
compartidas y redoblar el compromiso
con el proyecto de La Huella.
Por último nos gustaría hacer varios
agradecimientos, en primer lugar a Dios,
por permitirnos vivir estos meses en La
Huella, por poner este proyecto y todas
las personas que son parte en nuestro
camino. Gracias a la Directiva por darnos
la oportunidad y a todos los que trabajan
en el proyecto por recibirnos tan bien.
Gracias a la décima comunidad de la
Storta por el tiempo compartido, por
acogernos y darnos el espacio para rezar
juntos y acompañarnos. Gracias a
Roxana, por su presencia constante, su
cariño, su sensibilidad, fue para nosotros
un pilar en estos meses. Y
principalmente, gracias a todos los niños
y jóvenes de La Huella que nos
permitieron ser parte de sus vidas.
Pensar en mi presente, pensar en lo que
estoy haciendo, lo que estoy viviendo, me
lleva sin duda a mi pasado. A lo que he
hecho, a lo que he vivido, a lo que he
sido.
Hace un año y dos meses, me había
atrevido a tomar una de las decisiones
más intensas de mi vida: Irme a hacer un
voluntariado profesional a otro país. No
sabía bien con qué ni con quién me
encontraría, tampoco tenía mucha
claridad de mi labor en aquél lugar,
conocido hasta entonces sólo por videos
y escritos de su historia. Pues claro, me
iba a un lugar emblemático, a un lugar
con una historia potente, llena de buenas
voluntades y amor. Al acercarse la fecha
de mi partida, mis miedos cada vez se
acrecentaban más, el nuevo desafío era
grande, pero la decisión ya estaba
tomada. Con mucha incertidumbre partí,
crucé la cordillera, aquella que sin saberlo
extrañaría tanto en aquel lugar sin
grandes montañas.
Y bueno, ya en el mes de abril estábamos
en aquel lugar tan nombrado: La Huella.
¿Los primeros días? Uff, con más
incertidumbre aún jaja pues todo era
desafiante, desde generar una
comunicación fluida con los adultos (y
más con los niños y niñas) hasta cumplir
con los objetivos del proyecto en el cual
comenzaba a trabajar. En cada uno de
los espacios de La Huella participé y me
integré a sus dinámicas. Fue así como fui
conociendo a los equipos que conforman
el CAIF, el Club de niños, el Hogar y el
SOCAT.
Así pasaban mis días, rodeada de bebés,
niños, niñas y adolescentes… entre el
Hogar, el CAIF y el Club de niños. Era
una ida y vuelta entre cada uno de los
espacios, aprendiendo, compartiendo y
aportando un granito en cada uno de
ellos, pues claro, al pasar el tiempo, mi rol
se fue esclareciendo, mis tareas del
cotidiano eran mucho más específicas.
Con mi compa colombiano, nos fuimos
acompañando, conociendo y trabajando
juntos con un objetivo común. Cada
trabajo, interacción o tarea que realicé, se
fue tejiendo entre cuestionamientos
constantes, entre reflexiones y un
proceso importante de introspección, de
autoexigencia y de aprendizaje mutuo con
las personas con las que trabajé, tanto
adultos como niños y niñas.
Jugué, observé, canté, bailé, peiné,
conversé, miré, ayudé, me reí, lloré,
conocí…. Y así podría seguir. Me es un
tanto difícil describir tal experiencia. Mis
meses fueron intensos, estuve en una
curva constante de emociones, las cuales
había que trabajar, afrontar, había que
sentirlas. Había mucho que entregar y por
cierto, recibir. Recibir, recibir… esta es
una de las palabras más significativas de
esta experiencia. Pues recibí tanto en
casi un año, recibí amor en sus distintas
formas y expresiones y eso fue lo que me
mantuvo en La Huella, todas aquellas
muestras de acompañamiento y de cariño
me dieron impulso en algunos momentos
difíciles, en aquellos momentos en los
que la familia, la tierra y la cordillera
hacían falta. Las adversidades y la
vulnerabilidad del contexto en el que me
encontraba inserta me hacían sentir más
comprometida con los niños, niñas y
adolescentes. El compromiso y amor que
pude ver en las personas adultas con
quienes trabajé, es algo que no puedo
dejar de mencionar. Un nivel de vocación
y amor indescriptible. Tuve la fortuna de
poder conocer los distintos equipos, las
distintas formas y perspectivas, la
diversidad misma.
Me traje para Chile la paciencia y el trato
desde el amor, el compromiso y la
perseverancia ante las adversidades. Las
risas, conversas y “buena onda” de los
pares que tuve. Me traje la espontaneidad
de los niños y niñas, sus preguntas de mi
país, el amor de ellos en cada beso,
abrazo, en cada dibujo, en cada juego.Me
traje los sabores de las milanesas del
Hogar, de las meriendas del Club y de los
salchichones de chocolate del CAIF. Me
traje el olor a tierra mojada de Las
Piedras, el ruido de las ranas en ese
camino y la paz y tranquilidad que brinda
toda esa naturaleza que rodea a La
Huella. Me traje los atardeceres en la
cancha y las idas y vuelta en bicicleta
acompañada de la luna, las estrellas y los
grillos. Me traje la murga y el candombe.
Sin duda, hacerme parte de La Huella por
once meses, influyó en mi perspectiva de
vida. Los niños y niñas de La Huella, han
quedado para siempre en mi corazón, han
dejado huella para siempre en mi vida.
Los vínculos que se forjaron atraviesan
fronteras y distancias, fueron y son tan
potentes que son parte de mi presente.
Agradezco a la vida, a mí misma y a
todas las energías del universo por
haberme dado la oportunidad de vivir esta
experiencia, porque todo lo que viví
implicó aprendizaje, crecimiento y
conocimiento de mi misma. Mi piuke
(corazón) está y estará siempre
agradecido de todo lo vivido en aquel
espacio lleno de desafíos, de energías y
de encuentros de amor.
Catalina Rayén Zapata González
27 años
Chilena
Voluntaria América Solidaria 2018
Proyecto “A jugar aprendemos juntos”
Educadora Diferencial
.
Dejamos a continuación las distintas formas de
colaborar:
• Cuenta BROU en pesos (Caja de ahorro):
001528734-00005
• Cuenta BROU en dólares (Caja de ahorro):
001528734-00002
•Cuenta Colecta en pesos: 10271
•Cuenta Colecta en dólares: 10275
Lo único que tienes que hacer es llenar el siguiente
formulario con tu información personal y ya serás un
colaborador de La Huella
- A la UAF, su APOYO es
fundamental para el crecimiento
saludable de los chiquilines
- al voluntariado en sus múltiples
formas, directiva, La Storta, quienes
trabajan en ropería, los colegios,
comunicación, y todos aquellos
que realizan su aporte