La Ausencia de La Ley Es Inherente a Los Desarraigados_ Arendt

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  • 7/25/2019 La Ausencia de La Ley Es Inherente a Los Desarraigados_ Arendt

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    ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura

    CLXXX VI 742 marzo-abril (2010) 195-197 ISSN: 0210-1963

    LA AUSENCIA DE LEY

    ES INHERENTE EN LOS

    DESARRAIGADOS*

    Hannah Arendt

    Es altamente dudoso que sepamos nada acerca del ca-

    rcter natural de las sociedades, pero parece evidenteque de un pas habitado por una multitud de grupos t-nicos no puede decirse siquiera que posea ese equivalentems prximo a los rasgos naturales que se da en llamarcarcter nacional. Si el que lo semejante atraiga a losemejante es tan natural para la sociedad humana comoel que pjaros de una misma especie formen bandada,podra decirse incluso que la sociedad americana es ar-

    tificial por naturaleza. Parece cierto, con todo, que porrazones histricas, sociales y polticas es ms probable quela violencia haga erupcin en Amrica que en la mayorade los pases civilizados. Y, no obstante, hay muy pocospases en que el respeto a la ley se halle tan hondamentearraigado y en que los ciudadanos sean tan observantesde las leyes.

    La razn de esta aparente paradoja debe buscarse proba-

    blemente en el pasado de Amrica, en la experiencia deen un pas colonial establecer la ley frente a la ausenciade ley; una experiencia que culmin en la fundacin deun nuevo cuerpo poltico y el establecimiento de unanueva ley del pas en la Revolucin Americana, pero queno concluy aqu. Pues una experiencia similar fue la quems tarde se despleg con la colonizacin del continen-te, as como con la integracin de mltiples oleadas deinmigrantes a lo largo del siglo pasado. En cada una deestas ocasiones la ley hubo de confirmarse de nuevascontra la anomia que es inherente en todas las gentesdesarraigadas.

    Pienso que otra peculiaridad de la sociedad americana esms relevante en la situacin presente. La libertad de re-unin se cuenta entre los derechos cruciales, ms celebra-dos y, acaso, ms peligrosos de los ciudadanos americanos.

    Cada vez que Washington no se muestra receptivo a lo que

    un nmero suficientemente grande de ciudadanos reclama,

    brota el peligro de violencia. Como la consecuencia de unpoder frustrado, la violencia el tomarse la justicia por lapropia mano es quiz ms probable en Amrica que enotros pases.

    Acabamos de atravesar un perodo en que la oposicin anuestras sangrientas aventuras imperialistas a la que em-pezaron dando voz los campus univeristarios por razones

    fundamentalmente morales, y a la que apoy el veredictocasi unnime de la opinin ms cualificada del pas conmucho no slo no encontr eco, sino que fue tratadapor la Administracin con abierto desprecio. Tal oposicin,aprendida en la escuela de los movimientos de derechosciviles de los primeros sesenta, movimientos poderosos yno violentos, lleg as a las calles ms y ms enconadacontra el sistema como tal. Pero el maleficio se rompi,y el peligro de violencia, inherente a la desafeccin de toda

    una generacin, se conjur cuando el senador McCarthyhizo de su persona el vnculo entre la oposicin en el Se-nado y la oposicin en las calles1. l mismo dijo que habaquerido poner a prueba el sistema, y los resultados, aun-que todava no concluyentes, han sido tranquilizadores enalgunos aspectos importantes. No slo la presin popularha forzado un cambio de poltica, al menos provisional;tambin se ha demostrado con qu rapidez la generacinms joven puede desalienarse, aprovechando la primeraoportunidad no de abolir el sistema sino de hacerlo fun-cionar de nuevo.

    El factor del racismo es el nico con respecto al cual cabrahablar de una veta de violencia tan hondamente arraigadaen la sociedad americana como para parecer natural. Laviolencia racial estuvo presente casi desde el inicio de laexperiencia americana, tal como lo ha expresado el es-

    plndido Informe sobre los Desrdenes Civiles.

    LAWLESSNESS IS INHERENT

    IN THE UPROOTED

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    del nacionalismo, que normalmente se encuentra limitadopor un territorio y que por tanto reconoce, al menos enprincipio, la existencia de una familia de naciones con

    todas ellas igual status, el racismo porfa siempre por laabsoluta superioridad sobre todos los dems. De aqu queel racismo sea humillante por naturaleza, y la humillacinengendra incluso ms violencia que la pura impotencia.

    La violencia negra que ahora estamos viendo es polticaen la pequea medida en que tiene la esperanza de es-cenificar agravios y quejas justificadas y de que ello sirvacomo infeliz sustituto del poder organizado. Ella es social

    en la medida mucho mayor en que expresa la ira violentade los pobres en el seno de una sociedad sobreabundante,en la cual la privacin ha dejado de ser el yugo de la ma-yora y ha dejado por ello de sentirse como una maldicinde la que slo los menos estn exentos. Ni siquiera laviolencia por la violencia, que los extremistas predicancomo distinta de los disturbios y saqueos por el whisky,la televisin en color y los pianos es revolucionaria, dado

    que ella no es un medio para un fin. Nadie est soandocon ser capaz de tomar el poder. Si la cuestin fuera aser una competicin entre violencias, duda alguien dequin iba a ganar?

    El peligro real no es la violencia, blanca o negra, sino laposibilidad de una reaccin blanca de tales proporcionescomo para poder invadir el dominio del gobierno ordinario.Slo una victoria de este tipo en las elecciones podra de-

    tener la actual poltica de integracin. Las consecuenciasseran un desastre sin paliativos: el final, quiz no del pas,pero s ciertamente de la Repblica de Amrica.

    Traduccin y notas de Agustn Serrano de Haro

    Este pas no ha sido nunca un Estado-nacin y por ello lehan afectado poco los vicios del nacionalismo y del chovi-nismo. Haciendo de la adhesin a la ley del pas, y no del

    origen nacional, la principal piedra de toque de la ciuda-dana y tolerando una considerable dosis de discriminacinmutua en la sociedad, ha manejado con bastante xito losobvios peligros de violencia interna que son inherentes aun cuerpo social multinacional. Pero nacionalismo y ra-cismo no son la misma cosa, y lo que ha funcionado enrelacin con las fuerzas disruptivas del primero no lo hahecho en relacin con la fuerza destructiva del ltimo.

    En el Norte, donde pienso que el problema es ms agudoque en el Sur, nos encontramos con un grupo desarraigadopor una emigracin reciente y que por tanto no es me-nos anmico que otros grupos inmigrantes en sus estadosiniciales. Su llegada masiva en las ltimas dcadas haacelerado la desastrosa desintegracin de las grandes ciu-dades, a las que llegaron en el momento en que declinabarpidamente la demanda de mano de obra no cualificada.

    Todos conocemos las consecuencias, y no es ningn se-creto que entre la poblacin urbana el sentimiento racistaha ascendido hoy a niveles sin precedente. Es fcil culpara la gente; menos fcil es admitir el hecho de que, talcomo se estn manejando las cosas, quienes ms tienenque perder y quienes previsiblemente tendrn que pagarla, con mucho, mayor parte de la factura son justo esosgrupos que acaban de prosperar y que menos puedenpermitrselo. La impotencia engendra violencia, y cuanto

    ms impotentes se sientan estos grupos de blancos, mayores el peligro de violencia.

    De la misma forma que el poder controla al poder (Mon-tesquieu), as la violencia engendra violencia. A diferencia

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    NOTAS

    * La ausencia de ley es inherente en los

    desarraigados es un breve artculode Arendt aparecido en The New YorkTimes del 28 de abril de 1968. Setrata, en particular, de su respuestaa la cuestin Es Amrica una socie-dad violenta por naturaleza? que TheTimes Magazineplante a un gruporepresentativo de acadmicos y ana-listas sociales. He mantenido en la

    traduccin el uso de Amrica comodesignacin de los Estados Unidosde Amrica. Y he dudado acerca decmo traducir lawlessness: si porilegalidad o acaso por alegalidad o

    anomia, ya que el trmino se aplicaaqu sobre todo a quienes no recono-cen la ley por no haber estado bajo

    su imperio; sin olvidar, adems, que eltrmino denota tambin la situacinde desorden del vivir sin ley. Valgaesta advertencia para justificar la so-lucin de compromiso que se advierteen el propio ttulo y que se matizaluego en el texto.

    1 Innecesario sealar que el Sena-dor Mc.Carthy del texto nada tiene

    que ver con el ms famoso SenadorMc.Carthy de principios de la dcadade los cincuenta; el primero lo erapor Minnesota, el segundo lo fue porWisconsin (N.d.T.).