La Aventura de La Historia - Dossier027 Victoria I - La Dueña Del Mundo

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  • 8/12/2019 La Aventura de La Historia - Dossier027 Victoria I - La Duea Del Mundo

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    D O S S I E R

    Reina por carambola Rosario de la Torre

    Opulencia y miseria Esteban Canales

    La sociedad en el espejo Ana M Arias de Cosso

    La conquista de la democracia Alicia Langa

    La duea del mundo

    VICTORIA I VICTORIA I

    A los 81 aos de edad, el 22 de enero de 1901, falleci Victoria I, reina deGran Bretaa e Irlanda, de las Colonias y Dependencias de Europa, Asia,

    frica, Amrica y Australia, emperatriz de la India, defensora de la Fe. Sumuerte pona fin al ms largo y glorioso reinado de la Historia de Inglaterra.En su funeral, el predicador dijo: Ella ha desaparecido y con ella, unapoca. Se cierra el perodo glorioso que simbolizaba su nombre (...) Frentea nosotros se presenta lo desconocido. Acababa de nacer el siglo XX.

    A los 81 aos de edad, el 22 de enero de 1901, falleci Victoria I, reina deGran Bretaa e Irlanda, de las Colonias y Dependencias de Europa, Asia,

    frica, Amrica y Australia, emperatriz de la India, defensora de la Fe. Sumuerte pona fin al ms largo y glorioso reinado de la Historia de Inglaterra.En su funeral, el predicador dijo: Ella ha desaparecido y con ella, unapoca. Se cierra el perodo glorioso que simbolizaba su nombre... Frente anosotros se presenta lo desconocido. Acababa de nacer el siglo XX.

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    Izquierda , Victoria I(por George Hayter,Londres, National Portrait Gallery).Derecha, el prncipe

    Alberto hacia 1843(por Francis Grant,

    Windsor CastleRoyal Collection).

    En aquella vida monacal las visitas eran aconte-cimientos excitantes y, como la duquesa tena mu-chos parientes, las visitas no faltaban; el diario dela princesa las recoge y muestra el entusiasmo quedespertaban sus primos alemanes; en particular,Alberto, segundo hijo del duque de Sajonia-Cobur-go, hermano mayor de su madre, provoca observa-ciones muy precisas. Victoria tena 17 aos y suprimo tres meses menor, alto, guapo, carioso ylisto dej en ella una indudable huella.

    Guillermo IV muri en la madrugada del 20 dejunio de 1837; tras los funerales, el arzobispo deCanterbury y el lord chambeln viajaron a toda pri-

    sa hasta Kensington para comunicar a Victoria quedesde aquel momento era la reina de Inglaterra. Laheredera contaba 18 aos de edad.

    Melbourne, el perfecto premier Despus de recibir al primer ministro y de presi-

    dir su primer Consejo de Estado, cuando finalmente se encontr a solas con su madre, expres su pri-mera peticin como reina: quedarse sola duranteuna hora; cuando reapareci orden que retiraransu cama de la habitacin de su madre. La duquesade Kent haba logrado el sueo de ver a su hija co-mo reina, pero ni se haba ganado su confianza nitendra sobre ella ninguna influencia futura.

    Los primeros pasos de la joven reina entusias-maron a todos: su inteligencia pareca aguda; lasdecisiones que tomaba resultaban sensatas; losdiscursos que pronunciaba eran discretos y realizaba sus funciones con gran facilidad. La casa real setraslad de Kensington a Buckingham; la duquesade Kent fue alojada a distancia de las habitacionesde la Reina, que mantuvo a su lado a la baronesaLehzen, su institutriz y amiga, y a barn Stockmarhombre de confianza de su to Leopoldo de Blgica. Pero estas influencias palidecieron ante la arro-lladora presencia del por entonces primer ministro

    William Lamb, vizconde de Melbourne, tena 58aos y era primer ministro de Inglaterra desde ha-ca tres. Era un gran seorwhig , dotado de rique-za, educacin, prestancia fsica y encanto personalque, de golpe, se encontr convertido en el conse-jero ntimo y en el compaero habitual de una jo-vencita inexperta. Su conducta hacia la joven reinafue impecable: mezclaba, con maestra, la atencin

    D O S S I E R

    En la portadilla del dossier, la reina

    Victoria en suancianidad (por Bertha Muller,Londres, National Portrait Gallery).Como pase se utiliza

    un retrato de la reina de 1838, al ao siguiente de suacceso al trono. A la derecha , Victoria Mara Luisa deSajonia-Coburgo,duquesa de Kent,madre de la reina

    Victoria, en 1843(por Franz X.

    Winterhalter, Fulda,Hesse, Museo del castillo de la Faisanerie).

    rio de la Torre del Roesora titular de Historia Contempornea ersidad Complutense de Madrid

    NI ERA HIJA DE REY NI HEREDERA DEla corona cuando naci la mujer mspoderosa que hubo en el siglo XIX y laque llev al Reino Unido al cnit de suendor y grandeza. Alejandrina Victoria de Han-er lleg al mundo el 24 de mayo de 1819, en elcio de Kensington, hija del duque de Kent,to descendiente varn de Jorge III. En aquel

    mento, desempeaba la regencia el Prncipe dees, a causa de la incapacitacin del Rey. Sinargo, su padre que muri un ao despus la

    cibi como reina, consciente de que la muerteesterilidad de sus mayores podran entregarle

    ono. as ocurri. El incapacitado Jorge III falleci en0 y no le sobrevivi mucho su primognito, que como Jorge IV y muri en 1830. As ci lana el siguiente prncipe en la lnea sucesoria,el nombre de Guillermo IV. El nuevo rey conta-5 aos y careca de herederos legtimos, por loel Parlamento reconoci el derecho sucesorio aurfana del siguiente hermano.

    cacin inadecudaa nia haba empezado a crecer, terca, traviesancera, mientras su madre, una sobrina de Leo-do de Sajonia-Coburgo, la preparaba, a su mo-para el alto destino en el que confiaba. En me-del estallido de nuevas pasiones polticas, lauesa de Kent se inclin por el partido de su es-o y los dirigenteswhigs (liberales) cerraron filasorno a ella y a la nia. Por entonces, lostories servadores), que haban dominado la escenatica durante ms de cuarenta aos, comenzaroneclinar. En medio de la crisis, triunfaron laszas del compromiso y se aprob la Ley de Re-

    ma. El centro de gravedad de la Constitucin se

    situ en las clases medias, loswhigsllegaron al po-der y la duquesa de Kent y su hija pasaron a repre-sentar a la mayora oficial de la nacin.

    Haba llegado el momento de que la Princesa co-nociera el destino que le aguardaba; slo tena onceaos y se decidi esperar un ao ms. La escena esbien conocida: durante la leccin de Historia, Drinaencuentra en su libro el rbol genealgico de los re-yes de Inglaterra; la nia se sorprende, hace una se-rie de preguntas y, finalmente, comprende la impor-tancia de la informacin, se queda un momento pen-sativa y dice significativamente: Ser buena.

    La duquesa de Kent crea que su principal obli-gacin era asegurarse de que Victoria se convirtieraen una reina cristiana y todas sus energas se diri-gieron a controlar desmesuradamente a su hija:Victoria alcanz la juventud sin abandonar el dor-mitorio de su madre, sin tener un lugar propio don-de descansar o trabajar. Ojos atentos seguan todossus pasos y hasta el da de su coronacin, nuncabaj unas escaleras sin que alguien la llevara de lamano. Su lengua materna era el alemn y pronto leensearon francs e ingls, de forma que fue vir-tualmente polglota, aunque su dominio de la gra-mtica inglesa nunca llegase a ser perfecto; adqui-ri tambin rudimentos de italiano y algo de latn.

    Aparte de su buena dotacin idomtica, su edu-cacin fue poco apropiada para ejercer el poder:algunas nociones de Historia de Inglaterra, una ina-cabable formacin en historia sagrada, ligersimaspinceladas de economa, que no alcanzaron paraque entendiese la naturaleza de los intercambios ode la renta, y algo de msica y baile. No lea mu-cho, quiz porque nunca le dejaron leer novelas.

    Reina porcarambola

    na mujer mal preparada para lasnciones de gobierno ci la rona durante los 64 aos deayor poder y prosperidad del

    mperio britnico

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    Arriba , llegada de la reina Victoria deInglaterra y del prncipe Alberto a la estacin del Este,de Pars, el 18 deagosto de 1855(Pars, MuseoCarnavalet). Abajo ,Robert Peel (grabado, La

    Ilustracin Espaola y Americana ).

    teatro de aficionados; junto al to Leopoldo de Bl-gica, enseanzas directas de administracin del Es-tado; cerrando el ciclo formativo, un viaje a Italia.Cuando se compromete con Victoria, a todos les pa-rece serio, culto, inteligente y preparado para el tra-bajo que le espera. Como adems era amable yafectuoso, todos se mostraron encantados.

    Pero Alberto fue pronto consciente de que po-lticamente era un cero a la izquierda. Lord Mel-bourne controlaba la vida poltica de la soberanay la Constitucin britnica no otorgaba papel al-guno al marido de la Reina. No se resign Albertoa ese papel de comparsa e impondra pronto suvoluntad a una esposa profundamente enamora-da. Estudi el sistema britnico y empez a acom-paar a la Reina a sus reuniones de trabajo y a ve-ces pona por escrito sus opiniones; despus, porindicacin de lord Melbourne, empezaron a en-searle todos los despachos de Asuntos Exte-riores. Luego, antes del nacimiento del pri-mer hijo, fue designado regente en caso defallecimiento de la Reina.

    El momento decisivo lleg en 1841. Hu-bo elecciones legislativas y todo el mundoentendi que, por fin, lostories iban a lle-gar al poder y, a su cabeza, Robert Peel. Ala Reina segua sin gustarle, pero su mayo-ra le garantizaba la la jefatura del Gobierno.El Prncipe inici la negociaciones con Peel yla Corona renunci a las pretensiones de 1839:las ms importantes damas whigs se retiraran y

    Peel nombrara a sus sustitutas. Para la Reina fueun momento decisivo; su adorado primer ministrose iba y slo tena a Alberto para compartir trabajoy preocupaciones reales, mientras pasaba de unembarazo a otro. La salida de palacio de la barone-sa Lehzen, la antigua institutriz y amiga, terminde dejar las cosas claras: no actuara sobre Victoriaotra influencia que la de Alberto y esa influenciasera cada vez mayor.

    La familia real creca: primero lleg Victoria y, en1841, Eduardo, prncipe de Gales; dieciocho me-ses despus, Alicia; un ao ms tarde, Alfredo; lue-go, Elena, Luisa, Arturo, Leopoldo y, finalmente, e1857, Beatriz. Una familia dichosa que, con susahorros haba podido comprar unas propiedades enOsborne, en la isla de Wight, donde se hicieron unagran casa que amueblaron a su gusto. En Osborne,

    junto al mar, entre los rboles plantados con es-mero, la familia pasaba gratos retiros. Algunos

    aristcratas se burlaban de ellos, pero la Rei-na era popular; las clases medias estabanencantadas: adoraban los matrimonios poramor, les gustaba esa Casa Real que com-binaba las ventajas de la realeza con susentido del deber, su laboriosidad, su mo-ralidad y sus hbitos familiares y domsti-cos.

    A veces haba que interrumpir la deliciosarutina de la vida domstica en Windsor y tras-

    ladarse a Buckingham para inaugurar las sesio-nes del Parlamento, recibir a personajes impor-

    D O S S I E R

    Arriba , baile de la real pareja , en una litografa popular

    britnica de 1840. Abajo , Jorge III deInglaterra, quehubo de dejar el trono a causa de suenfermedad mental, sus hijos

    Jorge IV y Guillermo IV,tuvieron reinados

    breves y fallecieron sin descendencia,dando paso a

    Victoria, la nica heredera legtima de la familia (por

    Allen Ramsay).

    speto propios del estadista con la ternura de unre. Victoria qued cautivada al momento; a sus

    siempre fue perfecto. Lord Melbourne fue un maestro y, adems, ayud a Victoria a disfru-on su posicin de reina de Inglaterra.ubo una coronacin con una ceremonia inter-able, intrincada y anticuada y, tras ella, la vidainu con la calma habitual. La injerencia delLeopoldo, cuya correspondencia fue siendo ca-ez ms poltica y cuyos consejos, cada vez mscretos e interesados, fue frenada en seco por laina, que remita a lord Melbourne las cartas deo y al que contestaba con la calculada fraseo-a diplomtica que le redactaba su primer mi-o. Nunca dej de ser una afectuosa sobrina, entendi, desde el primer momento, que latica exterior de Inglaterra era de su competen-y de la de sus ministros y no del rey de Blgica.n los primeros aos de su reinado, tambinecieron los rasgos negativos de su carcter: unperamento exigente e inflexible, una voluntadana a la terquedad y una vanidad intratablese dej sentir en la etiqueta de palacio, cadams estirada. La rigidez se manifest tambinu trato social: se rode de damas pertenecien-a familias whigs y se neg a relacionarse conas tories ; esa inflexibilidad la traslad al cam-oltico, cuando hubo de sustituir a Melbourne,

    stindose ms all de lo razonable a aceptar al Robert Peel, candidato a primer ministro, ha-l que mostr abiertamente su desagrado. Peel,ombre reservado, orgulloso y tmido, fracas ens sus intentos para mejorar sus relaciones con

    ella muchacha altiva y hostil, que se sali conuya, porque Peel renunci a formar gobierno.ictoria volvi a ser feliz mientras atrasaba los

    planes para su matrimonio; el primo Alberto, can-didato del to Leopoldo, no pareca tan cercano a sucorazn como cuando tena 17 aos. Pero la visitaque le hizo en octubre de 1839 derrumb todos susplanes. Era muy guapo, le pareci la perfeccin he-cha hombre y el matrimonio se celebr en 1840.

    Esposa enamoradaAlberto haba recibido una educacin muy com-

    pleta, primero en el palacio de Coburgo y despusen la Universidad de Bonn: literatura, filosofa, me-tafsica, leyes, economa poltica, msica, esgrima,

    HEREDERA DE UNA TORTUOSA LNEA DINSTICA

    E l 5 de noviembre de 1817, la muerte en elparto de la princesa Carlota, la nica hija del Prncipe Regente, y del hijo de sta,ieron un giro inesperado a la lnea de sucesin

    trono de Inglaterra. Todava viva en Windsororge III, un viejo loco completamente ajeno alundo exterior y ninguno de sus doce hijos, sie-varones y cinco mujeres,

    dos ellos entrados en aos,na descendencia legtima;da la lnea dinstica era un

    mbrollo de matrimonios le-timos sin descendencia y deatrimonios nulos segn la y de matrimonios de la casa al- y, por lo tanto, de hijosegtimos.

    En aquellas circunstan-as, los duques de Clarence y e Kent, tercero y cuarto en la nea de sucesin contrajeronatrimonios legtimos con

    objeto de proporcionar herederos a la Casa deHannover. Eduardo, duque de Kent, que ya tena cincuenta aos, se separ de su amante de toda la vida y se cas con Victoria Mara Luisa de Sa-jonia-Coburgo, una sobrina del que haba sidoesposo de Carlota, la fallecida princesa heredera.La nueva duquesa de Kent tena treinta y dos

    aos, eran sus segundas nun-cias, haba tenido dos hijosde su primer matrimonio y sucasi inmediato embarazo cer-tificaba la idoneidad de la eleccin. El 24 de mayo de1819, en el palacio de Ken-sington de Londres, naca la que sera la nica hija del du-que de Kent, una nia a la que pusieron los nombres de Alejandrina Victoria. El naci-miento de Drina no recibimucha atencin; al fin y al ca-bo, el duque de Clarence ha-

    ba tenido ya una hija y, si bien es cierto que es-ta haba muerto al poco tiempo, pareca capaz deengendrar otros hijos.

    Pero el azar de la muerte abrira el camino altrono de la pequea Drina. En 1820 moran elduque de Kent y el rey Jorge III; el Prncipe Re-gente se converta en Jorge IV y la duquesa deClarence estaba embarazada de nuevo. La du-quesa de Kent, con el apoyo econmico de suhermano Leopoldo, se qued en el palacio deKensington con sus dos nias, la joven Feodora y la pequea Drina. En 1821 mora, a los tresmeses de edad, la segunda hija del duque de Cla-rence. En 1827 muri sin heredero el duque de York, el primero en la lnea sucesoria; tres aosms tarde, en 1830, mora el rey Jorge IV y as-cenda al trono el duque de Clarence con elnombre de Guillermo IV. Conscientes de que la nueva reina difcilmente volvera a ser madre,Drina, con 11 aos, recibi por parte del Parla-mento el reconocimiento de sus derechos suce-sorios.

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    Arriba , aspecto de la Exposicin

    Universal de 1851,el gran triunfopersonal del prncipe Alberto(litografa deBragg). Abajo,izquierda , Benjamin Disraeli, el premierpreferido de

    Victoria I (grabado, La Ilustracin Espaola y Americana ). Abajo,derecha, AlbertoEduardo, prncipede Gales (por Franz

    X.Winterhalter,Fulda, Hesse, Museodel castillo de la Faisanerie).

    Victoria pas de la ms radiante felicidad a lams oscura tristeza. En los primeros momentos, setemi que pudiera perder la razn; despus, lasemociones se atenuaron ante la perentoria decisinde prolongar durante el resto de su vida, sin un so-lo cambio, la reverencia, la obediencia y la idolatrahacia el esposo difunto. Nunca recobr la alegra;su carcter fue invariablemente depresivo y su vida,una reclusin perpetua. Vestida de riguroso luto,iba de Windsor a Osborne y de Osborne a Balmoral,sin pasar por Londres. Al principio ni quera recibira los ministros, pero lograron convencerla de queAlberto nunca hubiese abandonado sus obligacio-nes. Pero se neg a asistir a las ceremonias de Es-tado, renunci a relacionarse con la sociedad y seconvirti en una desconocida para sus sbditos.

    Mientras, los premiers de los aos cincuenta ysesenta Palmerston, Clarendon y Derby envejec-an y se renov la escena poltica; Gladstone y Dis-raeli pasaron al primer plano. Las simpatas de Vic-toria resultaron sorprendentes. Gladstone, discpu-lo de Peel el antiguo primer ministro que habamerecido la confianza de Alberto y al que, final-mente, haba llegado a apreciar, pareca reunirlo

    todo para contar con su con-fianza, puesto que, ade-

    ms, se haba pasado alas filas liberales peroocurri lo contrario ynunca congeniaron.Disraeli, que habahostigado a Peel ydel que el Prncipehaba dicho queno tena un gramo de caballerosidad ,

    se convirti en elministro adorado.

    Benjamin Disraeli segan a Victoria elogiando

    a Alberto. Logr convertirseen su amigo; sus cartas ofi-ciales se convirtieron en in-formaciones en las quesiempre haba lugar para losasuntos personales, las noti-cias polticas e, incluso, loscotilleos. Victoria estaba en-cantada, nunca haba recibi-do cartas como esas, nuncahaba estado enterada de to-do lo que pasaba. Para agra-decrselo, le enviaba, en pri-mavera, ramos de flores querecoga ella misma. En asun-tos polticos, la Reina defen-di con energa las posicio-nes del primer ministrotory .Pero, en 1868, se desplomel Gobierno de Disraeli y lerelev Gladstone. Durantecinco aos, Victoria se sinticondenada a vivir en perma-

    nente tensin, originada por reformas que desauto-rizaba sin resultado. La Reina consideraba inacep-table tanto la poltica de Gladstone como su trato;le pareca intolerable que la considerase slo unainstitucin.

    El descontento popular debido a su prolongadareclusin se haba incrementado con el paso de losaos y el descontento estall de forma preocupan-te. La cada de Napolen III y la proclamacin de

    D O S S I E R

    Victoria y Albertocon sus primeroscinco hijos, hacia 1847 (litografa inglesa). Las clasesmedias estaban encantadas con esa Casa Real, quecombinaba las

    ventajas de la realeza con susentido del deber y

    de la familia.

    es o visitantes extranjeros: Victoria se pona susores galas y Luis Felipe de Francia o el rey deia, el de Sajonia, el zar de Rusia o Napolen III

    ontraban unas recepciones espectaculares enque la Reina apareca como la representacin

    acabada de la majestad. Cuando llegaba elmento de devolver las visitas, la pareja real searcaba en el yate de la Corona y disfrutaba dele.l tndem Victoria-Alberto segua trabajando co-una sola persona. Slo parecan enturbiar su fe-ad las dudas que planteaba el carcter delcipe, tan bondadoso como indolente. Por lo de-, la vida pareca transcurrir por el camino se-do: familia y trabajo. La felicidad de Victoriaci completa cuando pudieron, primero alqui-

    y luego adquirir, Balmoral House, en los pra-de Aberdeenshire.

    a creciente influencia poltica del marido de lana planteaba un grave problema constitucional:efinicin precisa de las funciones y poderes deorona. El Prncipe pretenda unas prerrogativas

    que ni whigs ni tories queran conceder. El Prnci-pe deseaba una monarqua en la que el rey fuera elpresidente nato del gobierno y tomara parte en lapropuesta y debate de las acciones gubernamenta-les. Aunque ese tipo de monarqua fuera la de Gui-llermo IV, iba en contra del funcionamiento polticoingls desde los tiempos de la Revolucin. Adems,las circunstancias personales del Prncipe hacansus deseos mucho ms peligrosos: todos sabanque, de hecho, las funciones de la Corona las esta-ba desempeando l, que ejerca sobre la soberanauna influencia ilimitada, lo que alteraba el antiguoequilibrio de poderes, sutil y celosamente guarda-do, de la Constitucin inglesa. Sin duda, se puedeespecular sobre lo que habra sucedido si Albertohubiera vivido tantos aos como Victoria, pero laHistoria est tambin hecha de azar y casualidad.

    En 1857, se le concedi el ttulo de PrncipeConsorte, pero eso no contribuy a mejorar su posi-cin: sigui siendo considerado un extranjero, sinpapel alguno reconocido. Al tiempo que creca sudecepcin iba deteriorndose su salud. A los cua-renta aos, su figura era la de un trabajador seden-tario plido y cansado. En el confiado horizonte deVictoria aparecieron los primeros grandes dolores:la muerte de su madre y, por encima de todo, la en-fermedad y muerte de Alberto. Los mdicos no su-pieron diagnosticar su enfermedad y unas fiebrestifoideas terminaron con l en diciembre de 1861.

    La viuda inconsolableLa muerte de su marido fue un punto de infle-

    xin en la biografa de la Reina y en la historia delconstitucionalismo britnico; Victoria pens que suvida, la de verdad, haba concluido con la de Al-berto; a partir de entonces, la Corona, en vez deproseguir el proceso de fortalecimiento que habaimpulsado Alberto, qued en manos de una viudainconsolable que se recluy durante varios aos enuna soledad y en un duelo que releg progresiva-mente todo el poder en manos del primer ministro.

    ALBERTO CONTRAP ALMERSTON

    E n 1851 los xitos del Prncipe alcanzaron la mxima cota de admiracin. El xito de la Exposicin Universal hizo crecer de forma calculable su reputacin y pareci asegurarle

    n lugar predominante en la direccin de la vida acional mientras pareca culminar su lucha poronsolidar el poder de la Corona sobre el Gobier-o del Parlamento. En efecto, el Prncipe, y con lReina, venan luchando por el control de la po-

    tica exterior y en esa lucha venan enfrentndoseon un enemigo muy poderoso: elwhig lord Pal-erston, ministro de Asuntos Exteriores entre

    846 y 1851 en el Gobierno de lord Russell. Puesien, si exceptuamos el problema planteado pors matrimonios reales espaoles y por el com-

    ortamiento de Luis Felipe de Francia, cuestin enque estuvieron de acuerdo Prncipe, Reina y Mi-

    nistro, en todos los dems problemas exterioresde aquellos aos, que fueron muchos y muy im-portantes, la pareja real y el ministro estuvieronen profundo desacuerdo. Palmerston, que enten-di de una determinada manera los asuntos dePortugal, las revoluciones de 1848, el papel dePrusia en el proceso de la unidad alemana y elgolpe de Estado de Luis Napolen, no pareci dis-puesto a ceder la direccin de esos asuntos ni alprimer ministro ni al Prncipe Consorte. El dis-gusto de lord Russell facilit el aparente triunfodel Prncipe que, a finales de 1851 vio como suenemigo era destituido.

    Dur poco el triunfo del Prncipe. Unas se-manas despus, el Gobierno sufri una derrota en los Comunes, dimiti Russell, se form una coalicin dewhigs ytoriesbajo la direccin de

    lord Aberdeen, Palmerston ocup la cartera deInterior y lord Clarendon la de Exteriores, la vi-da poltica se hizo especialmente confusa y, final-mente, estall la tormenta, lord Palmerston di-miti dando un portazo mientras los aconteci-mientos caminaban hacia la catstrofe y la opi-nin no entenda tantos cambios cuando se ave-cinaba una guerra; los rumores se dispararon y la germanofilia del Prncipe fue puesta en entre-dicho. A las pocas semanas, Palmerston retir sudimisin y la furia popular se desvaneci; des-pus, la Guerra de Crimea demostr el patriotis-mo del Prncipe y volvi a encumbrar a Palmers-ton, que fue nombrado primer ministro, y quepermanecera en ese puesto los diez aos si-guientes; la batalla por el poder poda haber vuelto a empezar.

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    Derecha , imagen histrica en la queaparecen retratadoslos reyes britnicosde todo un siglo:

    Victoria I; su hijo,Eduardo VII; sunieto, Jorge V y su

    bisnieto Eduardo VIII. Abajo , lord Salisbury, el ltimo

    premier que gozdel afecto de la anciana emperatriz(grabado de La

    Ilustracin Espaola y Americana,coloreadopor E. O.).

    ci a raz de un atentado en 1882: cuando cami-naba desde el tren a su carroza, un joven abri fue-go contra ella, con la fortuna de que alguien le dioun golpe en el brazo con un paraguas y no hubo da-os; ese fue el ltimo de una serie de siete atenta-dos contra la Reina a lo largo de cuarenta aos.

    La Reina tambin se reconcili con su pas en loque se refiere a los asuntos pblicos. El segundomandato de Gladstone (1880-1885) fue una suce-sin de fracasos y, en 1885, el conservador lord Sa-lisbury se alz con el poder. Sera su respetado l-timo primer ministro. La satisfaccin de Victoriafue intensa, su espritu se renov con sorprendentevitalidad, alter sus hbitos y se entreg a numero-sas actividades pblicas. Pero algo no se alter: im-pidi que se tocasen las habitaciones de Alberto enWindsor, donde se cambiaban las sbanas y se re-novaba el agua todos los das; sin duda eran, juntocon su panten, un santuario de su memoria; sinembargo, el duro trabajo diario y el deber cumplidofueron, en el ltimo tercio de su vida, el principalculto a la memoria del idolatrado marido.

    Oro y diamantesEn 1887 se cumplan los cincuenta aos de su

    reinado y el aniversario se celebr con extraordina-ria pompa. Victoria, rodeada de los ms altos dig-natarios del reino, escoltada por reyes y prncipes,cruz Londres en medio de una muchedumbre en-tusiasta que la saludaba como encarnacin de lanacin y de la grandeza imperial. La nueva felici-dad dio a Victoria un aura de benevolencia en susltimos aos; no quebr el estricto protocolo que larodeaba, pero demostraba un sincero inters por lascircunstancias personales de cuantos la rodeaban.

    El decenio que transcurre entre el Jubileo de Oro(1887) y el de Diamante (1897) no encuentra pa-rangn en la Historia de Inglaterra. Victoria encar-n la culminacin de la prosperidad industrial y delpoder mundial, que desfilara solemne en el segun-do Jubileo. Fueron aos de apoteosis fi-nal. Los crticos enmudecieron, las defi-ciencias se disculpaban y nadie men-cionaba la incongruencia entre el rancioconservadurismo de la vieja reina y eldinamismo de una nacin transformadadesde sus cimientos por la revolucincientfica e industrial.

    Aunque no se pueda responsabilizara la Reina ni de lo que hicieron sus mi-nistros, ni de lo que fue producto de unavasta corriente social, se puede censu-rar su comportamiento en los terrenosdonde la Corona podra haber dejadosentir su beneficiosa influencia: en elmoral muy singularmente en ste, enel de las artes, en el de las relaciones ycostumbres sociales y en el de la edu-cacin, en los que podra haber promo-vido cambios que rimaran con los avan-ces del conocimiento que caracterizarona su poca. Pero, la Reina se inclinsiempre hacia los criterios ms conven-

    cionales y ms alejados de los intereses colectivos;slo en un campo se acercaron monarqua y pue-blo: el del patriotismo chovinista que la Reina ani-m con orgullo.

    Durante los ltimos quince aos de su reinado,el imperialismo fue el credo hegemnico del pas.En esa direccin sigui Victoria la marcha de la sociedad britnica. Pensar en la India le fascinaba, sepropuso aprender hindi, contrat empleados procedentes de la India que se convirtieron en ayudantesimprescindibles; uno de ellos, Munshi Abdul Karim, casi lleg a ocupar el puesto que haba dejado

    vacante la muerte de John Brown. Lanueva pompa imperial daba a su cargouna significacin que armonizaba consus inclinaciones ms ntimas.La muerte le sorprendi en plena Gue-rra de los Bers. Las derrotas y los ba-os de sangre tenan sobrecogidos alpas. La congoja de la gente exiga laatenta solicitud de la Reina; aunque te-na muchos aos, no le fallaron ni laconfianza ni el valor: trabaj con reno-vado vigor y busc todos los medios para ser til a la causa nacional. En abrilde 1900, con 81 aos, viaj a Irlanda,de donde haban salido grandes contin-gentes de reclutas hacia frica de Sur.La tensin y las ansiedades propias dela guerra se dejaron sentir, empez aflaquearle la memoria y su organismose deterior rapidamente. Muri el 22de enero de 1901. La nacin qued es-tupefacta, como si el mundo conocidoestuviera a punto de desaparecer.

    D O S S I E R

    Arriba ,proclamacin oficial de Victoria Icomo emperatriz dela India, en la escalinata de la Bolsa de Londres,1876 (grabado de La

    Ilustracin Espaola y Americana,coloreado por E.O.). Abajo , William E. Gladstone, un primer ministrocon el que nunca sellev bien la reina (grabado, La

    Ilustracin Espaola y Americana ).

    epblica Francesa estimularon las ideas radi-s en Inglaterra: Para qu serva una reina re-da que costaba 385.000 libras al ao? Se exa- con cuidado su lista civil y se discutieronrtamente sus gastos y sus ahorros. Fueron ma-

    momentos, en los que la Reina pudo contar conpoyo de Gladstone. Si Victoria hubiese muertoos aos setenta, la Historia posiblemente dirasu reinado fue un relativo fracaso. Pero las

    ciones legislativas de 1874 cambiaron el pano-a. Gladstone y los liberales fueron derrotados yartido tory , por primera vez en cuarenta aos,vo una supremaca incuestionable.iguieron seis aos de gratas emociones y deia. Los ms fantstico sueos infantiles de la

    na convirtieron en realidad. El artfice fue Dis-, que entendi perfectamente la relacin entreedio y el personaje, el orgullo de casta y la arro-cia, la ingenuidad y la slida respetabilidad, lastaciones intelectuales y los deseos ardientes derutar con lo singular y lo extico; la bautiz co-el Hada y se dispuso a relacionarse con ella demanera completamente distinta a como lo ha-hecho Gladstone, con una devocin sin lmitesn una adulacin muy intensa, pero controlada,conmovieron a Victoria.n 1876, el empeo del primer ministro porcer a la Reina la corona de emperatriz de la In-termin de ganar su corazn. Pero la dicha no

    . Las elecciones legislativas de 1880 dieron el

    poder a los liberales y Disraeli, lord Beaconsfieldpor regalo de la Reina, tuvo que retirarse y muri en1881. Victoria le demostr el profundo afecto quesenta por l hasta el ltimo minuto.

    Anciana reverenciadaMientras, la vida privada de Victoria haba sufri-

    do importantes cambios. Con los matrimonios delos hijos y la llegada de los nietos se haba conver-tido en jefa y consejera de un gran grupo de fami-liares en Inglaterra y en Alemania. Cumpla esasfunciones con celo infatigable; mantena una co-rrespondencia inmensa y segua con gran interslas biografas de todos sus parientes. Pero no todosellos eran igualmente gobernables. Eduardo, elPrncipe de Gales, casado con Alejandra de Dina-marca, se haba sacudido la tutela de su madre;Victoria nunca se fi de su heredero, a causa de sulicenciosa juventud y nunca le dio acceso a lascuestiones de Estado.

    Sin Disraeli y sin un heredero en quien apoyarse,Victoria alivi su soledad con la compaa de JohnBrown, un escocs del servicio de Balmoral, enquien Alberto confiaba cuando salan de excursin.El sencillo montas tuvo cierta influencia y casi seconvirti en un personaje de Estado. Tal relacin pro-voc la maledicencia sobre las afectuosas relacionesde una Reina solitaria y un criado solcito.

    Pero ms all de asuntos como este, los aos pa-saban en medio de las inacabables tareas de go-bierno. El pelo gris se volvi blanco, los rasgos sesuavizaron, el cuerpo ensanch y tuvo que ayudar-se con un bastn. La opinin pblica fue sindolems favorable segn envejeca y se enfrentaba a unsinfn de desgracias familiares. Su popularidad cre-

    L A POCA VICTORIANA, SEGNL YTTONSTRACHEY

    U na edad de barbarie y orgullo, de noble-za y vulgaridad, de complacencia y deses-peracin; una edad en la que se descu-ri todo, y no se supo nada; una edad en la ques lneas maestras eran esplndidas y los deta-es, srdidos; en la que las lmparas de gas lu-haban contra la niebla del ambiente, cuando la

    hora de la cena poda ser cualquier momentoentre las dos y las seis, cuando las dosis de rui-barbo eran inevitables y gigantescas, cuando losperros se arrojaban desde las ventanas de los pi-sos superiores, cuando las cocineras daban tras-pis de borrachera en el semistano, cuando ha-ba que sentarse durante horas con los pies lle-

    nos de la paja sucia que arrastraban los caballospor las calles, cuando haba un pao para evitarlas manchas en todos los sillones, y los baoseran diminutos barreos, y las camas estabanllenas de piojos y desastres.

    (Lytton Strachey, Retratos en miniatura(1931), Madrid, Valdemar, 1995).

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    Arriba , visita de losreyes de Inglaterra a los de Francia.Sentadas, a la izquierda, Victoria,sus hijos y damas; a la derecha, la reina M Amalia con susnueras y nietos; depie, en el centro,Luis Felipe; frente a l, el prncipe

    Alberto y los hijosdel rey francs (por

    Winterhalter).Derecha , la Reina en su mesa de trabajo;obsrvese, al fondo,el retrato de sumarido, al queaor hasta sumuerte (postal definales del siglo

    XIX).

    de escaos retirados a los denominadosburgos po- dridos diera entrada en la Cmara de los Comunes arepresentantes de las ciudades industrializadas, nosupuso el acceso a la poltica activa de las clasesmedias, continuando la preeminencia de la aristo-cracia, con un 70 por ciento de la Cmara, quedan-do el 30 por ciento restante en manos de industria-les y comerciantes con un alto nivel de riqueza.

    Esa era la situacin cuando la reina Victoria su-bi al trono en 1837, acontecimiento que coincidicon el brote del Cartismo, movimiento promovidopor un grupo de artesanos y obreros de la Asocia-cin de Trabajo de Londres, descontentos por la in-suficiencia de la reforma. No obstante, dicho movi-miento no tuvo suficiente fuerza por su fragmen-tacin interna, la dispersin geogrfica de sus inte-grantes y la represin radical de sus distintos bro-tes de1838, 1842 y 1848 para conseguir ningu-na de sus demandas.

    Durante todo el reinado, se alternaron en el po-der los dos grandes partidos. Hasta el ao 1852,whigs y tories ; a partir de esa fecha, liberales y con-servadores que, incluso cambiando su denomina-cin y renovando sus filas, fueron herederos direc-

    tos de los anteriores, ya que integraron en sus es-tructuras a representantes de las dos antiguas for-maciones. As, el Partido Liberal estaba constituidopor whigs ricos terratenientes aristocrticos, radi-cales intelectuales e industriales inconformistas,y numerosos moderados oficiales, abogados, caballeros del mundo rural, profesionales. Por su parteel Partido Conservador aglutinaba a representantesde la nobleza y hacendados de fe anglicana.

    Fue en estos aos cuando se estabiliz la si-tuacin, tanto dinstica la Reina haba madura-do al casarse con su primo, Alberto de Sajonia-Coburgo, formando una amplia familia que aseguraba la sucesin, como poltica y econmica losdos grandes partidos se turnaban en el ejerciciodel gobierno y el proceso de industrializacin ycomercializacin de productos estaba en todo suapogeo. La prematura muerte del Prncipe Consorte determin el aislamiento de la Reina, perograndes polticos estaban al frente de la maqui-naria del estado (Palmerston, Disraeli, Gladsto-ne), unos ms queridos que otros por la soberana,pero todos con grandes cualidades para gobernarno solamente la metrpoli sino tambin los am-plios dominios del Imperio.

    En esos aos de estabilidad se fundaron dos aso-ciaciones, laNational Reform Union , con programasde reforma moderados, y laReform League , con pla-nes mucho ms radicales. Pero fue en 1867 cuan-do, tras varios intentos infructuosos por parte de losliberales, Disraeli consegua la aprobacin de laRe- form Act , que otorgaba el derecho de voto al dieci-sis por ciento de los adultos, frente al siete porciento conseguido con la primera reforma. Por otraparte, el incremento del volmen de votantes seproduca fundamentalmente entre la poblacin ur-bana, incorporando al electorado a cierto nmero detrabajadores cualificados, lo que supondra la nece-

    D O S S I E R

    La carroza real pasa ante la catedral deSan Pablo, caminode la City deLondres, el 9 denoviembre de 1837.Era la primera aparicin pblica de la Reina tras sucoronacin,(litografa inglesa coloreada a mano).

    a Langaesora titular de Historia Contempornea ersidad Complutense, Madrid

    EL SIGLO XIX CONSTITUY PARA LA MA-yora de los pases europeos un largo ca-mino en busca del logro de los ideales li-berales planteados por losfilsofos fran-s y lospatriotas norteamericanos. La implanta-del liberalismo se consigui por medio de la

    a armada y los levantamientos populares, enserie de oleadas revolucionarias que obligaron

    s Estados a plantearse las reformas necesarias.embargo, al llegar al ltimo tercio de la centu-odava existan en Europa monarquasantiguo men , como los Imperios Ruso y Austro-Hnga-y monarquas liberales o, incluso, repblicasrcera Repblica Francesa, que haban avanza-n dicho camino sin que todava la democraciasentido estricto se hubiera desarrollado ple-ente. Se haban conseguido libertades indivi-es e incluso colectivas, pero sin alcanzar aque-objetivos de libertad, igualdad y fraternidad,ndidos a finales del siglo XVIII.ran Bretaa signific el modelo a seguir. Losados buscaron refugio en tierras britnicas vol-do, en su momento, a sus respectivos pasesideas bien interiorizadas para intentar de nue-a aventura de la libertad.o obstante, en la vieja Inglaterra del primero del siglo, aunque el Estado contara con

    s instituciones y, sobre todo, con un Parla-to que serva de freno evidente a la omnipo-ia de la Corona, el poder poltico estaba enos de las grandes familias aristocrticas cu-iqueza se basaba en la posesin de la tierra,nobleza que copaba los escaos tanto de la

    mara de los Lores como de la Cmara Baja omara de los Comunes, que se nutra de los se-dones de las citadas familias. La representati-d poltica era, pues, muy escasa. Hubo querar a 1832 para que se produjera la primerarma, aunque an quedaran por delante mu-s aos para que la democracia fuera total.ta 1918 no se implant el sufragio universal

    masculino y parcial femenino, pero slo en 1928se otorg el voto universal a la mujer.

    Reformas y poderLas reformas polticas que dieron lugar al defini-tivo asentamiento de la democracia se escalonarona lo largo del siglo XIX y primer tercio del siglo XX,desbordando, previa y posteriormente, la etapa vic-toriana propiamente dicha. En efecto, la primerareforma electoral Reform Act se promulg en1832, cinco aos antes de la subida al trono de lareina Victoria. Los dos grandes partidos del mo-mento, tories y whigs , los primeros, de ideologaconservadora y los segundos, ms liberales, perotodos ellos pertenecientes a la clase dominante: laaristocracia terrateniente estuvieron, desde unprincipio, divididos frente al proyecto de ley Re- form Bill presentado en 1831 por lord Grey, jefede filas de los whigs .

    No obstante, las revoluciones continentales de1830 supusieron una advertencia si no se efectua-ban cambios, aunque fueran mnimos. Evidente-mente, la reforma de 1832, aunque la redistribucin

    onstitua el refugio de los exiliados liberales de toda uropa, pero la representatividad poltica en Gran Bretaa e escasa hasta comienzos del siglo XX

    La conquista de lademocracia

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    Rendicin de los

    sijs al general britnico Hugh Gough, en 1849(por J. A. Wheeler,coleccin particular).

    te ingleses, formaban la clase dominante. Gladsto-ne, en 1869, consigui disolver la Iglesia Anglicanaen Irlanda, pasando sus bienes a la Iglesia Catlicay a la Presbiteriana de Irlanda del Norte.

    No fue suficiente. La presin social irlandesamantuvo sus reivindicaciones autonomistas. En1886, Gladstone, nuevamente, intent calmar las re-vueltas de la isla y plante la necesidad de concederla Home Rule , un rgimen de autonoma reclamadopor los irlandeses de forma efectiva a partir de 1870,que resuma aspiraciones mucho ms antiguas.

    Lo nico que consigui fue la escisin del Parti-do Liberal, una de cuyas facciones los unionistasde Chamberlain se coalig con los conservadoresde Salisbury, lo que supuso el predominio polticode esta alianza, a lo largo de dos dcadas. Una vezms, Gladstone, en 1892, a sus 83 aos, presentla Home Rule a la Cmara de los Comunes, dondeesta vez s fue aprobada, siendo, no obstante, re-chazada por la Cmara Alta. En 1894, Gladstone seretiraba de la poltica sin resolver el problema quesigui coleando treinta aos ms y que, de algunaforma, an persiste.

    El Estado-ImperioNo se puede entender el sistema poltico brit-

    nico, sin abordar el tema de su expansin coloniala lo largo del siglo XIX. Inglaterra que mantuvo,generalmente, un cierto aislamiento respecto a losproblemas del continente y busc el dominio mar-timo que permitiera una adecuada expansin co-mercial para su desarrollo industrial, especialmen-te a partir del establecimiento del librecambio,en1846 bas su poltica exterior en la defensa deunos intereses econmicos, muchas veces priva-dos, mediante planteamientos estratgicos que sal-vaguardaran la libertad de los mares.

    Por ejemplo, su preocupacin por la debilidaddel Imperio Otomano, cuya cada implicara proble-mas en el Mediterrneo y la prdida de un impor-tante mercado, determin su intervencin contraRusia en la Guerra de Crimea (1854-1856). Porotra parte, Inglaterra, aunque posea grandes domi-nios (Canad, Australia, Nueva Zelanda, India),contaba tambin con amplias zonas de influenciaeconmica, como las repblicas de Amrica del Sury Central. As, el predominio econmico determi-naba su prestigio y su estatus de gran potencia.

    Ahora bien, tras la crisis econmica de 1873que supuso el cierre de los mercados europeos yel establecimiento de barreras proteccionistas, laimportancia de los territorios ultramarinos comoposibles mercados e interesantes zonas de inver-sin, adems de fuente de materias primas, creciconsiderablemente. En consecuencia, la metrpolitrat de ensanchar su Imperio y, a la muerte de lareina Victoria, haba conseguido gobernar una cuar-ta parte de las tierras emergidas y someter al 20por ciento de la poblacin mundial.

    Es significativo, asimismo, el anlisis de los dis-tintos niveles del proceso colonizador, en primerlugar, la accin de los propios colonizadores, lleva-dos por sus ansias de riqueza, de aventura o, in-

    cluso de humanitarismo, dependiendo de su proce-dencia: cnsules, mercaderes, exploradores o mi-sioneros. En segundo trmino, la actitud del Go-bierno de Londres cuyo lema era la prudencia,que barajaba todos los pros y los contras antes dedecidir una anexin, y que dependa de las prefe-rencias del primer ministro de turno.

    Codicia colonialEs necesario recordar que Disraeli, el mayor de-

    fensor del Imperio, consideraba la India como el te-rritorio ms importante para la metrpoli, por lo quesu mayor preocupacin estaba situada en el Medite-rrneo y Egipto, especialmente tras la apertura delCanal de Suez. Por ltimo, la evolucin de la opininpblica, bien dirigida desde el Gobierno, y que pasde una escasa atencin a la defensa a ultranza delexpansionismo, especialmente en el ltimo cuarto de

    D O S S I E R

    PRIMEROS MINISTROS(1835-1902) Vizconde de Melbourne Whig 1835-1841Robert Peel Tory 1841-1846Lord John Russell Whig 1846-1852Conde de Derby Tory 1852Conde de Aberdeen Conservador-Liberal 1852Lord Palmerston Liberal 1855-18Conde de Derby Conservador 1858-1Lord Palmerston Liberal 1859-18Lord John Russell Liberal 1865-18Conde de Derby Conservador 1866-1Benjamin Disraeli Conservador 1868 William Ewart Gladstone Liberal 1868-Benjamin Disraeli Conservador 1874-1 William Ewart Gladstone Liberal 1880-Marqus de Salisbury Conservador 1885- William Ewart Gladstone Liberal 1886Marqus de Salisbury Conservador 1886- William Ewart Gladstone Liberal 1892-Conde de Rosebery Liberal 1894-18Marqus de Salisbury Conservador-Unionista 189

    , Gladstone,

    e filas de losles, se dirige a ectores dewich, en abajo ,

    res-anuncio,ropaganda ral a favor del dato liberal ados de la acinola yicana ,

    eados O.).

    sidad de reestructuracin de los partidos polticos.No obstante, y a pesar del incremento de dichoelectorado urbano, se mantuvo el mayor peso en

    la representacin parlamentaria de la Inglaterradel Sur y de Gales, feudo de los terratenientes. Encualquier caso, el Partido Conservador llevaba acabo una reforma, necesaria por la presin de loscambios socio-econmicos y de la agitacin popu-lar, pero menos radical que las propuestas por sus

    oponentes polticos. El sistema de hacer conce-siones mnimas en el momento apropiado, siguidando los mismos buenos resultados de siempre.

    La andadura hacia la democracia sigui su cur-so. En 1872, se decret el escrutinio secreto y, en1884, se llev a cabo la tercera reforma, esta vezde la mano del Partido Liberal liderado por Glads-tone, al aprobarse laRepresentation of the People Act , acompaada, un aos despus por laRedis- tribution of Seats Act, que asegur una distribu-cin mas adecuada de escaos, eliminando el ex-cesivo peso de la Inglaterra rural. A partir de esemomento, vot algo ms del 28 por ciento de lapoblacin adulta, es decir unos cinco millones deelectores. Pero fue necesario esperar, como se haindicado, al ao 1918, para conseguir el sufragiouniversal masculino y parcial femenino mujeresmayores de treinta aos y a 1928 para alcanzarel sufragio universal femenino. La democracia nosera plena hasta bien entrado el siglo XX.

    La Cuestin de Irlanda Uno de los problemas que afect a todo el perio-

    do victoriano fue laCuestin de Irlanda , incidiendoprofundamente en el proceso poltico britnico. Porun lado, se trataba de un asunto religioso en Irlan-da, la iglesia oficial era la anglicana, mientras que lapoblacin mayoritariamente militaba en la catlica;por otro, constitua un importante tema econmico ysocial los grandes terratenientes, fundamentalmen-

    PROGRESIN DEL VOTOFechas % de electores inscritos

    de listas sobre la poblacinlectorales de ms de 20 aos

    1831 5,0% 1832 Primera Reform Act 1832 7,1%1864 9% 1867 Segunda Reform Act 1868 16,4%1883 18,0% 1884-1885 Tercera Reform Act 1886 28,5%1914 30,0% 1918 Representation of the People Act :1921 74,0% sufragio universal masculino y voto para 1927 74,0% las mujeres de ms de 30 aos1 93 1 9 6, 9% 1 92 8 Equal Franchise Act : sufragio universal

    femenino a partir de los 21 aos.

    L A EXPLOSIN URBANA ENINGLATERRA Y G ALES1801 1851 1861 1871 1881 1891 1901

    Urbana 1.506 8.991 10.961 14.041 17.637 20.896 25.058Rural 7.386 8.937 9.105 8.671 8.338 8.107 7.469

    TOTAL 8.892 17.928 20.066 22.712 25.975 29.003 32.572% Poblac. urbana 16,9% 50,1% 54,6% 61,8% 67,8% 72,0% 77,0%

    (Poblacin en miles). Fuente:The Growth of Cities in the 19th Century,New York, 1899.

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    Retrato ecuestre dela reina Victoria,realizado hacia 1844(por Francis Grant,

    Windsor Castle,Royal Collection).

    Esteban CanalesProfesor titular de Historia Contempornea Universidad Autnoma de Barcelona

    CUANDO LA JOVEN VICTORIA ACCEDIal trono en 1837, las repercusiones delrpido y descontrolado proceso de indus-trializacin repercutan de manera con-

    tradictoria sobre los habitantes de su reino. De unlado, el poder y la riqueza del pas haban crecidoprodigiosamente. Gran Bretaa, triunfadora de lasguerras napolenicas, reinaba sobre los mares, am-parada por una escuadra duea indiscutible de lasrutas de navegacin, para mayor seguridad y prove-cho de sus buques mercantes. El botn colonialacumulado al trmino de aquellas contiendas, me-nos importante por su tamao que por su valor es-tratgico, constitua un adecuado punto de apoyopara futuras conquistas que habran de redondear,con el correr del tiempo, uno de los mayores Impe-rios de la Historia. Ningn Estado constitua unaamenaza para las Islas.

    El poder britnico favoreca y, a su vez, se bene-ficiaba del auge de una economa transformada porel impacto de la industrializacin. El Reino Unidoera, cada vez en mayor medida, el pas ms rico delmundo, aun cuando las tasas de crecimiento anualde su producto nacional, entre el 2% y el 3% en lasdcadas en torno a 1830, no resulten hoy espe-cialmente llamativas.

    Ms importante que este crecimiento eran loscambios estructurales que lo acompaaban: una cre-ciente presencia de la industria como actividad ge-neradora de riqueza y empleo; una paralela transfor-macin de esta industria, con el uso de mquinasmovidas por vapor como caracterstica ms destaca-da; una composicin de las exportaciones en la quepredominaban los productos manufacturados y unrpido aumento del nmero y tamao de las ciuda-des. Los smbolos del cambio eran la fbrica, consus chimeneas cual campanarios de modernas cate-drales, y el ferrocarril, que comenzaba a cambiar lapercepcin de las distancias e iba a diversificar, consu necesidad de hierro y carbn, la actividad indus-trial, hasta entonces centrada en el sector textil.

    No obstante, los ciudadanos britnicos apenas si

    gozaban de ms derechos y libertades que medio si-glo antes. Vivan en una sociedad en la que el repar-to de la riqueza era ms desigual; la proteccin delos ms dbiles, menor; el desarraigo, mayor; el ni-vel de vida de los trabajadores, empeorado y las ten-siones que desgarraban a la poblacin aumentabande manera peligrosa.

    La falta de derechos polticos de la mayor parte dela poblacin segua siendo, junto con las fuertes res-tricciones al desarrollo de la actividad sindical, elprincipal dficit democrtico de la sociedad a co-mienzos de la era victoriana, pese a la reciente re-forma de 1832. La ley de aquel ao concedi el de-

    D O S S I E R

    Opulencia y miseriaLa era victoriana alcanz la cumbre del poder y la riqueza, pero padeci las mayores injusticias y miserias... Al comenzar el siglo XX, Gran Bretaa haba perdido la primaca mundial, perodisfrutaba de mayor igualdad y democracia

    ha, vida pesca de la esa colonial ica en la india n Office

    ry). Abajo ,pe indio con uncionario

    en el sigloannimo,arpur,tn).

    siglo, excluyendo de este entusiasmo a las clases po-pulares, tanto urbanas como campesinas, ms preo-cupadas por la mera supervivencia.

    Este expansionismo era considerado como unaforma de elevar la riqueza de la metrpoli y, portanto, responda a intereses privados o, sobre todo,de las grandes compaas; pero tambin se con-templaba como una vocacin civilizadora del mun-do recientemente explorado. Las colonias de pobla-cin blanca iran pasando a ser Dominios, con granautonoma y con una poltica basada en la demo-cracia (Canad, Australia y Nueva Zelanda), mien-tras que la metrpoli se anexionaba territorios es-pecialmente en el sureste asitico, o reforzaba suproteccin a la India, con incursiones en zonas co-mo Afganistn o Birmania.

    El expansionismo europeo por toda frica serauna de las grandes cuestiones internacionales de lasegunda mitad del siglo XIX. Fue resuelto median-te un reparto en zonas de influencia durante elCongreso de Berln (1885). No obstante, la codiciapor conseguir las riquezas acumuladas en el sub-suelo del continente, motiv situaciones muy con-flictivas entre Portugal y Gran Bretaa (1890) o en-tre Francia y el Reino Unido Fachoda, 1898, cul-minando con la Guerra de los Bers (1899-1902),provocada, fundamentalmente, por el control de losdiamantes de Orange y el oro de Transvaal.

    El expansionismo result ser una medida til pa-

    ra enmascarar problemas internos; de ah el especialnfasis en las grandes celebraciones, como la con-cesin del ttulo de emperatriz de la India a la reinaVictoria en 1876 organizado por Disraeli o los Ju-bileos de Oro (1887) y de Diamante (1897) de laReina, con fiestas de gran esplendor en las que in-tervinieron delegados gubernamentales de los nue-vos Dominios y tambin dignatarios procedentes dela nobleza autctona de los territorios imperiales,muy mimada por el Gobierno de Londres, a los quese aadieron en la segunda celebracin los repre-sentantes de las grandes potencias.

    Si todo esto se completa con el desarrollo del pen-samiento darwinista aplicado a la poltica, uno decuyos mximos exponentes fue el discurso pronun-ciado por lord Salisbury, el 4 de mayo de 1898, enel Albert Hall tituladoLiving and dying nations , nose podr entender la poltica victoriana, especial-mente a partir de 1873, sin considerar la integracininexcusable de poltica interior/poltica expansionis-ta, resultando la definicin de Gran Bretaa como unEstado/Imperio, cohesionado e integral.

    EL IMPERIOBRITNICO

    B asndose, fundamentalmete, en la inicia-tiva privada, pero realizada metdica-mente y con el apoyo y direccin de la le-islacin real, la colonizacin inglesa de terri-rios ultramarinos haba comenzado en el si-

    lo XVII en abierta pugna con holandeses y anceses sobre la costa atlntica de Amrica el Norte, donde en 1620 se instalaron los Pa-es peregrinos. De aquellas iniciales Trece Co-nias, nacera, en 1776, Estados Unidos. El

    mbito del Caribe fue intervenido a continua-

    cin y la pugna se estableci contra el Imperioespaol. La organizacin de Compaas de Co-mercio, sobre todo la de las Indias Orientales,sirvi para ampliar este campo de actuacin,que se extendi por frica, el subcontinenteasitico, Indochina y el Ocano Pacfico. Aus-tralia y Canad vinieron a sumarse a esta pro-gresin incesante, que se extendi durante el si-glo XVIII por todos los mares y tierras, comen-zando por el propio Mediterrneo.

    El largo reinado de Victoria vio la estabiliza-

    cin y fortalecimiento de este inmenso espacio,que se ampli en Asia y, sobre todo, en frica.Fue la poca que vio el auge de la idea del impe-rialismo, base a los planteamientos de la grande-za britnica y de su tarea civilizadora, incapacesde encubrir una realidad mucho ms prosaica y fructfera: el control de tierras productoras dematerias primas cada vez ms necesarias para fundamentar sus propios procesos industrializa-dores, de mercados para vender sus productos y de bases para garantizar su comercio.

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    Asalto a comerciosde Picadilly durantelas protestasobreras de febrerode 1886 ( La

    Ilustracin Espaola y Americana ).

    nmero de horas trabajadas estaba siendo tan altoal menos como antes de iniciarse la industrializa-cin, con el aadido de una intensificacin de losritmos de trabajo, una despersonalizacin de las re-laciones laborales y una utilizacin del trabajo in-fantil fuera del marco familiar. Como consecuenciade todo ello, la estatura de la poblacin tendi adisminuir en algn momento del periodo y la alfa-betizacin tambin sufri un retroceso temporal.

    Hacinamiento y miseria urbanaAlgunos de estos hechos guardan relacin con las

    caractersticas que presentaban las ciudades, en r-pido crecimiento, sin planificacin ni provisin de in-fraestructuras: el paisaje urbano, sobre todo el delcentro de las ciudades, donde tenda a aglomerarsela poblacin con menores recursos, se asemejara alos barrios defavelas de ciertas urbes. Las enferme-dades infecciosas encontraban en aquellos barriosobreros el caldo de cultivo adecuado, originando unasobremortalidad que se traduca en una muy baja es-peranza de vida, por debajo incluso de los 25 aos.Como es lgico, los ricos procuraban huir de all, es-tableciendo su residencia en zonas ms salubres dela periferia de los centros urbanos.

    Tales circunstancias, unidas a la creciente con-ciencia y organizacin de quienes las sufran, con-

    dujeron en la dcada de 1830 a una explosin deprotestas sociales, de las que el Cartismo fue lams espectacular. La reivindicacin de derechospolticos, contenidos en la Carta, redactada en1838 por asociaciones de corte radical y democr-tico, se convertira en el referente de una multitudde trabajadores y de algunos sectores de la peque-a burguesa, y a ser vista como la palanca paraconseguir tambin cambios sociales, con la consi-guiente alarma de las autoridades. Esta moviliza-cin, con visos de conciencia de clase, se iniciabacuando el miedo ya cunda entre la poblacin aco-modada ante el aumento de la delincuencia urbanay ante la utilizacin de la ciudad como escenario demtines y manifestaciones. Para dar una respuestaeficaz a los nuevos desafos, en 1829 se cre la Po-lica, inicialmente en Londres.

    1901, una sociedad transformadaSeis dcadas despus, y sin que la reina Victoria

    tuviera nada que ver en ello, pese a los honores re-cibidos hacia el final de su larga vida, la posicindel Reino Unido en el escenario mundial y las ca-ractersticas de la sociedad britnica se haban mo-dificado sustancialmente.

    Al cambiar el siglo, ya haba quedado atrs el c-nit del poder poltico y econmico britnico, aun

    D O S S I E R

    Arriba, el prncipe Alberto, personajefundamental en la

    vida de la Reina y en una parteimportante de la era

    victoriana (por Francis X.

    Winterhalter (Londres, National Portrait Gallery).

    Abajo, un aspecto dela Exposicin

    Universal deLondres, sumomento estelar.

    o al voto en las elecciones a la Cmara de los Co-es a casi 300.000 personas en el Reino Unido,u mayora varones de clase media residentes eniudades, pero sigui excluyendo a la mayor par- la poblacin adulta: el 93%, mujeres incluidas.

    eo control aristocrticoor lo dems, esta modesta incorporacin de nue-votantes, todos ellos propietarios, no modific de

    ma sustancial una correlacin de fuerzas favorablearistocracia. sta sigui manteniendo el plenorol de la cmara no electiva del Parlamento, la

    os Lores, de los puestos de gobierno regional y lo-y de los altos cargos de la administracin del Es-, donde no exista un sistema de seleccin portos. La burguesa, que haba mostrado una cier-

    apacidad de movilizacin en defensa de sus in-ses, continuaba con una presencia poltica esca-nferior al poder econmico que iba acumulandoomps de la industrializacin.os britnicos eran, en su conjunto, ms ricosen cualquier momento anterior de su historia esta riqueza estaba ms desigualmente repar-con el 10% de la poblacin copando ms del

    % del total de la renta nacional. A la cabeza demayores rentas, y con los mayores patrimoniospas, figuraba la aristocracia. En el otro extremo

    se situaba la poblacin trabajadora, un sector ma-yoritario sobre el que penda la amenaza de la mi-seria, permanente o coyuntural, provocada por losbajos salarios, el paro o circunstancias familiaresadversas. En 1834, se introdujo una nueva ley deasistencia a la pobreza que, en nombre de los prin-cipios liberales, intentaba acabar con el tradicionalmodelo asistencial que aseguraba a los necesitadosde cada parroquia su mantenimiento a cargo de loscontribuyentes del lugar. Ello supuso para los tra-bajadores un elemento de indefensin, que vino asumarse a la situacin de desarraigo en la que seencontraban muchos de ellos, inmigrantes recien-tes en un mundo urbano e industrial en el que to-dava no haban conseguido asentarse.

    Quienes consideran que la situacin de estos tra-bajadores estaba mejorando, aportan como principalprueba un apreciable incremento salarial en las d-cadas posteriores a las guerras napolenicas; inclusose ha sostenido que los salarios reales se haban lle-gado a doblar hacia 1850. Frente a estas estimacio-nes han surgido otros clculos con aumentos muchoms modestos y desigualmente repartidos.

    En otros aspectos de las condiciones de vida, lasmejoras, caso de producirse, fueron menos apre-ciables: la mortalidad qued estancada a partir de1830 despus de varias dcadas de descenso; el

    ALBERTO Y LAE XPOSICINUNIVERSAL DE1851

    P ara culminar la apoteosis de la Inglaterra victoriana slo faltaba una expresin ma-terial de los nuevos ideales y de las nuevasuerzas econmicas y sociales capaz de revelaru gloria ante los ojos del mundo y fue Albertouien tuvo la idea de la Exposicin Universal. Sinonsultarlo con nadie, concibi la organizacinel acontecimiento hasta el ms mnimo detalle.aba habido en el mundo otras exposiciones,ero sta las dejara pequeas. Debera albergaruestras de materias primas de todo el mundo,

    e las mquinas e inventos, manufacturas, artesoficios. No slo debera se til y hermosa, de-

    era contener una noble enseanza moral. De-era ser un monumento internacional que cele-rase las indiscutibles bendiciones de la civiliza-n: la paz, el progreso y la prosperidad.Durante dos aos, el Prncipe trabaj con

    una energa extraordinaria. Los industriales msprominentes apoyaron la idea con decisin; lascolonias y la Compaa de las Indias Orientalessimpatizaron con el proyecto; se contaba con la poderosa influencia de sir Robert Peel y con elbeneplcito del nuevo primer ministrotory, lordRussell (1846-1852). La localizacin de la Expo-sicin en un punto de Hyde Park, elegida por Al-berto, fue aceptada por el Gobierno. Entre los234 proyectos para el edificio de la Exposicin, Alberto eligi el de Joseph Paxton, famoso pro- yectista de gigantescos invernaderos. Tambin selevantaron voces contrarias al proyecto: se dijoque la Exposicin se convertira en el lugar de ci-ta de todos los descontentos de Europa y que elda de su inauguracin habra disturbios; lasiglesias disidentes afirmaron que se trataba deun acto de arrogancia que acarreara el castigo

    divino, pero el Prncipe, contenacidad y paciencia, supe-r los obstculos. Su saludse resinti, pero la Exposi-cin sali adelante.El primero de mayo de1851, la Exposicin Interna-cional fue inaugurada por la Reina ante la presencia deun gran nmero de perso-nas, en medio de escenasdeslumbrantes y de un entu-siasmo generalizado. Victo-

    ria estaba en la gloria y Alberto era el responsa-ble de aquel triunfo. Las felicitaciones se acumu-laron; el examen de las cuentas aadi un nuevoxito: los beneficios ascendan a 165.000 libras,que se destinaron a la adquisicin de los terre-nos donde se levantara el museo nacional deSouth Kensington. Ms de seis millones de per-sonas visitaron la exposicin durante los seismeses que estuvo abierta.

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    Arriba , visita decortesa de la reina

    Victoria y suesposo, el prncipe

    Alberto, a la escuadra francesa el 15 de octubre de1844. El cuadro lesrepresenta mientrassaludan a la oficialidad del

    Gomer (por Biarol). Abajo, barrenderolondinense en 1848(daguerrotipo deBeard, Morning

    Chronicle ).

    obra infantil pertenecan alpasado; el horario de trabajoera ms corto; la alimentacinmejor, ms variada y, desde elltimo cuarto de siglo, msbarata. Lentamente, las ciu-dades estaban dejando de serel centro de todo tipo de en-fermedades infecciosas, sibien la mortalidad infantil seresista a descender y la espe-ranza de vida de su poblacintodava era muy baja; la esco-larizacin en edad primariagarantizaba la alfabetizacinde las nuevas generaciones.La conflictividad social se ha-ba atenuado al mediar el si-glo, tras la extincin del Car-tismo. La mejora de las condi-ciones de vida, la mayor tole-rancia de la actividad sindicaly la incorporacin de un am-plio sector de la poblacin aljuego poltico estaban detrsde este escenario menos cris-pado, aunque no idlico, pueslas huelgas y la militancia sindical se incrementa-ron en el ltimo trecho de la poca victoriana.

    Ocaso victorianoSin esperar a que la reina Victoria falleciese en

    1901, ya haban comenzado a tambalearse algunosde los valores que poco ms adelante seran consi-derados, de forma retrospectiva, victorianos. La reli-gin ya no ocupaba el lugar central que antes habatenido en las conciencias y la vida del pas. El cen-

    so de 1851 haba revelado un mapa de la prcticareligiosa en el que la oficial Iglesia Anglicana no superaba al conjunto de las confesiones disidentes. Enlos aos siguientes, los esfuerzos de las diversas iglesias no haban podido evitar una creciente secularizacin de la sociedad, circunstancia de la que enparte ellas mismas eran responsables por su aleja-miento de los problemas sociales y por la recepcinhostil de los descubrimientos cientficos que nega-ban la literalidad de los textos bblicos.

    Otro de los pilares del victorianismo que se estabaresquebrajando era la rgida diferenciacin en sexosque limitaba el despliegue de las cualidades afecti-vas femeninas a la vida familiar. El acceso a la edu-cacin ms all de las primeras letras y la presencia,en las ltimas dcadas del siglo, de mujeres de cla-se media ejerciendo actividades remuneradas en laenseanza y en el sector terciario estaban rompiendomoldes, aunque para las hijas y esposas de extrac-cin humilde, el trabajo fuera del hogar haba sidosiempre una realidad impuesta por la necesidad.

    La consecucin de iguales derechos polticos quelos varones era todava una reivindicacin pendientea la que dedicaran el grueso de sus esfuerzos las su-fragistas de los siguientes aos. Ms silenciosa, pe-ro no menos reveladora de cambios, era la reduccinde natalidad que se estaba produciendo entre la l-tima generacin de familias victorianas. El hecho,que demostraba una quiebra de la moral cristiana enmateria de sexualidad, pues era consecuencia de uncontrol voluntario de la natalidad dentro del matri-monio, estaba conduciendo a la paulatina desapari-cin de las grandes familias otra caracterstica delvictorianismo y a la reduccin del crecimiento deuna poblacin de Gran Bretaa que, en el reinado deVictoria, se haba ms que duplicado.

    D O S S I E R

    Mitin del lder obrero John Burns,durante una huelga de estibadores en Londres, contra lascondiciones detrabajo impuestaspor la compaa

    East and West India( La Ilustracin

    Espaola y Americana ).

    no resultaba fcil a los observadores de la po-nmersos en la autocomplacencia provocada poradas de hegemona, comprender la nueva situa-. Adems, la visin del gigantesco Imperio,

    el mapa escolar en el que el color rojo teadel 20% de la superficie terrestre, alimentabansacin de superioridad de unos britnicos nonsibles a la propaganda que, desde mbitos tanrsos como la literatura juvenil, los espectculosicales o los anuncios de muy variados produc-bombardeaba aquella incipiente sociedad deas.l ciudadano de las Islas se lucraba con las desi-es relaciones de intercambio existentes entre larpoli y sus colonias, entre las que la India era laa principal, la simblica joya de la Corona que laa Victoria, emperatriz desde 1877, cea en suses. Un amplio contingente de administradoreses, procedentes en los rangos ms elevados deilas aristocrticas o de la burguesa pasada porcolleges ms acreditados, de militares de gra-cin, tambin de extraccin aristocrtica, y deados voluntarios, se dedicaba a la labor de de-

    der la causa de la civili-n, y de los interesesnicos, en tan distantestorios.ero el esplendor impe-ocultaba sntomas cla-de decadencia. Lospos del dominio abso-de los mares haban

    dado atrs, ante la in-acidad de la flota derra britnica de afron-l crecimiento simult-de las escuadras de

    es como Estados Uni-Alemania y Japn.

    bin era cosa del pa-o el control que la di-macia britnica ejerca

    sobre los acontecimientos europeos, convertidoahora en aislamiento. La guerra ber (1899-1902),el enfrentamiento con los colonos de ascendenciaholandesa en el Sur de frica, a los que un ejrci-to britnico muy superior en nmero no conseguadoblegar, estaba en aquellos momentos revelandola debilidad del podero militar del mayor imperiocolonial. Ms preocupante, si bien menos aparente,era el lento declive econmico iniciado un cuartode siglo antes, que estaba trastocando, en benefi-cio de Estados Unidos y Alemania, aquella hege-mona en la produccin y exportacin de manufac-turas que durante casi todo el siglo XIX haba co-rrespondido al Reino Unido.

    Ms derechos, menos conflictosAl margen de estas tendencias, la sociedad bri-

    tnica de 1901 gozaba de ms derechos y era me-nos desigual y conflictiva que en 1837. Sucesivasmodificaciones de su legislacin electoral habanido extendiendo el derecho a voto en la eleccin delos miembros del Parlamento a un mayor porcenta-je de poblacin, aunque todava carecan de l untercio de los varones mayores de edad y todas lasmujeres, y haban introducido mayor limpieza enlas votaciones al garantizar el carcter secreto delvoto. Estos cambios impulsaron la modernizacinde los partidos polticos. Los nuevos partidos Libe-ral y Conservador recibieron la herenciawhig y tory pero, a diferencia de aquellas poco disciplinadasagrupaciones de aristcratas, eran organizacionesmenos elitistas, con una estructura interna, unamaquinaria electoral, un programa y una presenciacontinuada en el tejido comunitario.

    La sociedad de 1901 segua siendo clasista,con marcadas diferencias en los valores, hbitos devida y riqueza de sus miembros, si bien la distan-cia entre aristcratas y burgueses tenda a dismi-nuir. Pero, pese a la persistencia de enormes desi-gualdades en el reparto de la renta, la poblacintrabajadora dispona de mayores ingresos lo queno exclua un elevado nmero de pobres y, en ge-neral, sus condiciones de vida haban mejorado:los peores abusos en la explotacin de la mano de

    ESTRATIFICACIN SOCIAL EN1867 (SEGNB AXTER )Categora social Ingresos anuales Efectivos (%)

    Clase Superior + de 5.000 7.500 (0,076%)Clase Media Superior 1.000-5.000 42.000 (0,4%)Clase Media 300-1.000 150.000 (1,5%)Clase Media Inferior 100-300 850.000 (8,7%)Clase Media Inferior Inferior menos de 100 1.003.000 (10,2)Obreros cualificados 1.123.000 (11,4%)Obreros semi-cualificados 3.819.000 (38,8%)Mano de obra y obreros agrcolas 2.843.000 (28,9%)

    TOTAL 9.837.500 (100,0%)

    Poblacin activa en Inglaterra y GalesFuente: G. D. H. Cole:The Common People, 1746-1948 , London, 10 ed. 1966.

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    Neptuno entrega a Britania el reino de los mares , 1847, una alegora de la supremaca martima britnica (fresco de William Dyce, que decoraba la residencia de

    Victoria y Albertoen la isla de Wight).Derecha , El mundo

    del autobs en Londres , 1859, de William Maw Egley, un cuadro de un realismometiculoso,completamente

    victoriano en color y estructura, que un crticocontemporneodescribi comodolorosamenteautntico (Londres,

    Tate Gallery).

    agrupan todo este captulo de la pintura britnicabajo el amplio paraguas del Realismo. Una evi-dente originalidad, como voy a tratar de explicar.

    Al mismo tiempo que W. Dyce pintaba el boce-to para la decoracin al fresco de la residencia ve-raniega de la Reina Victoria y el Prncipe Albertoen la Isla de Wight, representando unaAlegora de la supremaca martima brtnica . All apareceBritania, acompaada de figuras que significanlos logros de la industria y la ciencia, a la queMercurio va a entregar la corona que ofrece Nep-tuno; como complemento, las nereidas y los trito-nes sealan las riquezas del mar que ofrecen asi-mismo a Britania, en ejemplo de la riqueza del pa-s en 1847.

    Contemporneamente, otro pintor ingls, G.Frederic Watts, pintabaEl hambre irlandesa . ParaWatts era necesario reflejar esta tragedia modernaque se traduca no slo en hambre sino en migra-ciones desesperadas a otros pases especialmente

    a Estados Unidos.En uno y otro caso el lxico delque disponan los dos artistasera el clsico, estaba empapadode la tradicin de los maestrosrenacentistas en la alineacin yen el reparto de las masas cro-mtcas, casi podra decirse queWatts ennoblece la miseria al

    asociarla con venerables composiciones que re-cuerdan las Sagradas familias rafaelescas.

    Otras composiciones devuelven las escenas quedemuestran cmo esa burguesa que va formandosus colecciones utiliza las grandes novedades yavances de su poca. Tanto W. Maw Egley comoWilliam Powell Frith apostaron por los temas de lavida moderna capaces de interesar al pblico bur-

    D O S S I E R

    La reina Victoria y el prncipe Alberto en un baile de disfraces (leo desir Edwin Landsear,datado entre 1842 y 1846, Londres,Buckingham Palace).

    M Arias de Cossoesora titular de Historia del Arte ersidad Complutense, Madrid

    AL CONTEMPLAR EL MONUMENTO QUEse levanta en el Hyde Park londinenseen honor del Prncipe Alberto, se tiene lasensacin de que ms que de un monu-

    to funerario, se trata de una apoteosis de laca victoriana y de su concepcin del mundo.alta plataforma recorrida por un friso donde selpen retratos de escritores, msicos, artistasodos los tiempos que con el criterio de selec-

    aplicado en ese momento merecan estar enprestigioso altar. En las cuatro esquinas de esaaforma, grupos escultricos de la industria y elercio, la agricultura y la ciencia y sobre ella elulo gtico que cobija la estatua sedente del fa-do prncipe consorte; en los cuatro pilares queodean, grupos alegricos de los cuatro conti-es por donde se extendi el poder de tan vastoerio... As, el Prncipe Alberto se contempla co-el centro de todo este himno triunfal a la eraprotagoniz junto a su esposa Victoria.us autores, como todos los panegiristas de laca, estimaban que victorianismo era sinnimoprosperidad. Una prosperidad que quisierontrar al mundo en la Exposicin Universal de1 que impuls el propio Alberto; para exhibirpreciada mercanca se levant un magnficoicio-smbolo de la utilizacin de los nuevos ma-les, el Palacio de Cristal, colosal obra de Pax-construida en hierro fundido y forjado combi-os y cristal. Fue, ya se sabe, la primera vez queevant un edificio a base de piezas prefabrica-que se ensamblaban all mismo. Sin duda noa mejor espacio...

    e para la burguesain embargo, el largo reinado de Victoria det, que en trminos generales supuso la trans-

    macin de la vieja Inglaterra rural en un mo-o pas industrializado en torno al cual giraba

    conoma del mundo, no fue igual de prsperotodos sus habitantes. Basta contemplar el

    o de Londres de 1880 para advertir la ciudad

    ordenada conforme al esquema de la era indus-trial, con el consabido contraste entre barrios deuna burguesa pujante y barrios obreros, que losgrabados nos devuelven como mbitos de extremapobreza.

    De hecho, cuando la reina Victoria subi al tro-no, la riqueza estaba pasando a manos de la bur-guesa formada por comerciantes y fabricantes,que cada vez fueron teniendo mayor poder, aun-que no ms cultura, pero an as fueron los nue-vos mecenas para los artistas y el pblico lectorde los escritores. Se hicieron coleccionistas depintores britnicos modernos, porque en su men-talidad preferan la probada autenticidad de unafirma conocida a los misterios que planteaban losmaestros antiguos y, lgicamente, disfrutabanmucho ms con las historias reconocibles dondevaloraban la capacidad narrativa, el detalle des-criptivo y la caracterizacin, para llegar a senci-llas moralejas que la mitologa clsica, o la ale-gora lejana, ofrecidas por la tradicin europea.Todo ello provoc la moda de las escenas cotidia-nas, que domin al principio la pintura de gnero.

    Irremisiblemente se fue agrandando el abismointerclasista y esa sociedad burguesa del bienes-tar dej a la mayor parte de los desfavorecidos bri-tnicos y coloniales literalmente en brazos de lamiseria. Los pintores y los escritores dieron testi-monio de esta otra cara de la moneda, dejando ala vez constancia de una serie de paradojas que

    La sociedaden el espejo

    ntre la grandeza imperial y el alismo: un arte para la burguesa

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    ltima mirada a

    Inglaterra , 1855,(Madox Brown refleja aqu la ola de emigraciones de1852, Birmingham City Museum). Abajo ,

    La estacin, 1860-62(por William Powell Frith, Royal Holloway,

    Universidad deLondres).

    ahora. Tanto por el empleo del color comopor la alegra que muestra uno de los mu-chachos por el trabajo realizado, elpragmtico idealismo deWork es espe-cficamente insular, insularidad quese ve en cualquier detalle del lienzoporque tanto el pordiosero, como elbebedor de cerveza o los aristcra-tas ociosos del fondo, han sido or-denados en relacin con el grupocentral de peones en el que el mu-chacho en pie con la pala, est de al-gn modo heroizado revelando la so-lidaridad del pintor con la clase traba-jadora. He aqu, pues, una pirmide dela clase media, orientada segn ciertosestratos, en la que quedan descartadas lautopa y la denuncia.

    Sorprendente tratamiento de la clase trabaja-dora, si se tiene en cuenta que era el pas ms in-dustrializado del momento y en el que cabra espe-rar crnica reivindicativas de un proletariado quecrea la riqueza de clases superiores. Mas no fue asy esa es otra especificidad insular, quiz porque elmovimiento social ms fuerte en Inglaterra fue elCartismo, que tena poca relacin con el socialismo,bien por la fuerza de la religin metodista entre lasclases populares a las que haban empapado con sucomponente de conservadurismo antirrevolucionario.

    EmigracinEn este contexto cabe explicar otro cuadro del

    mismo artista ltima mirada a Inglaterra , un cua-

    dro que exige una lectura repetida. Sus su-perficies planas y sus figuras se engarzan

    como en un rompecabezas y las direccio-nes seguidas por las miradas, lo mismoque en Manet, parecen ser divergentes,como queriendo decir cada una unacosa distinta. Representa a unos emi-grantes que abandonan la isla y diri-gen hacia ella sus ltimas miradasantes de concentrar sus pensamien-tos en el lugar al que se dirigen. En-tre la popa del barco y los acantiladosde la costa hay ya un trecho de mar. La

    pareja est conscientemente aisladacon varios elementos realistas, la borda y

    el paraguas. Se trata de una unidad rgi-damente frontal que se subraya por las ma-

    nos enlazadas como un juego de seales de al-go que no puede pronunciarse.

    Desde el punto de vista documental, se refiere ala ola de emigraciones del ao 1852 y parece queel motivo concreto lo proporcion la emigracin deescultor Thomas Woolner, pero Brown, como Dickens, deja lo anecdtico, igual que en las escenasde emigracin deDavid Copperfield ... En la barcapuede leerse El Dorado , pero en realidad se dirigenhacia un futuro incierto que rompe con todas lasviejas ataduras... Contraimagen del triunfalismo colonial de la poca victoriana que, bajo pretexto dellevar fe y civilizacin a los salvajes, obligaba a estos emigrantes a buscar felicidad y prosperidad,que mana como una fuente entre las colonias y lamadre patria, en una lejana tanto ms dolorosa si

    D O S S I E R

    Ecce Ancilla Domini , 1850, deDante Gabriel Rossetti, representa la lucha por sublimar la sensualidad ertica.La spera crtica sobre los cuadrosenviados a la exposicin de 1850se ceb en este

    simblico idilio,autnticamenteprerrafaelista, en el que el autor ahonda en la relacin hombre-mujer (Londres, TateGallery). Abajo , El

    trabajo , 1852-65, deMadox Brown, es

    un microcosmos burgus que refleja,no el mundo durode la industria y lascondicioneslaborales, sino la

    visin que tena la clase media

    britnica de la sociedad victoriana (Manchester City

    Art Gallery).

    s; y el primero, conEl mundo del autobs en dres (1859) y el segundo con La estacin 60). Ambos lienzos son meticulosos en los de-s de indumentaria y plenamente victorianos en

    nto a color y estructura. Respecto al lienzo deey, un crtico deArt Journal lo describa comoobra dolorosamente autntica. EnLa esta- se trata de la londinense de Paddington,

    tada de gente Frith tiene gran cuidado en re-entar fielmente el espacio, el ajetreo y la in-

    mentaria de los viajeros, tanto que, como dijerartico del Times , constituye un espejo de laca porque el seor Frith contribuye a hacer pa-uestra poca lo que Hogarth hizo para la suya.ue ese el momento de Charles Dickens, quienpginas literarias inolvidables, no slo de la

    ncia desfavorecida, sino tambin de algunasas hipocresas caractersticas de una sociedadguesa que haca del puritanismo un valor in-tionable. No fue, desde luego el nico: haycontar, tambin, con Thackeray, G. Bulwer-

    on y con las hermanas Bront. Aunque estosres no mantuvieron la fluida identificacinel gran pblico que tuvo Dickens, s debe se-rse que inmortalizaron en sus obras ciertosres de la poca; por ejemplo, en el caso de las

    manas Bront, la minuciosidad con que des-en los detalles de su mundo rural recuerda laortancia que se dio al estudio de las cienciasontrasta sin duda con su ensoacin potica.ckeray es un escritor en quin la irona es una

    constante.

    prerrafaelistasodos estos valores encontraron en la Herman-de los Prerrafaelistas, fundada en Londres en8, sus mejores intrpretes. Sus componentesban en desacuerdo con el academicismo oficialoponan una regeneracin del arte que ellos si-an en los pintores italianos anteriores a Rafael.aron argumentos contemporneos, a los queon siempre una lectura social o moral. Otras ve-utilizaron temas literarios, religiosos o histri-

    cos que reflejaron con la misma sensacin de rea-lidad cotidiana para hacer ms comprensible elmensaje tico que proponan.

    La verdad es que no tienen, salvo en los mo-mentos iniciales, demasiada homogeneidad de es-tilo. Por tanto, a lo largo de la segunda mitad delsiglo XIX, bajo el epgrafe de prerrafaelistas, cabenestilos muy diferentes que van desde un realismocotidiana a un simbolismo casi crptico a final delsiglo, pero que siempre conservan una lectura mo-ral que las ms de las veces pone en evidencia lasgrandes paradojas de la era victoriana.

    Pocos lienzos comoEl trabajo de Madox Brownrepresentan mejor el programa del reinado de Vic-toria de Kent. Pintado durante trece aos, es unacomposicin alegrica bajo apariencia cotidianacon la representacin en la calle de las clases so-ciales entre las que figuran clrigos, reformadores ypersonajes ociosos, en un verdadero microcosmosexpresado con una frmula acentuadamente bur-guesa y correspondiente a la clase media. El pintorrepresenta lo que conoce; no la industria dramati-zada como lo hicieron otros pintores, sino su propioy reducido crculo.

    Comparado con la apoteosis artstica de un Cour-bet, podra hablarse aqu de una insensatez, peroen realidad este cuadro dice mucho sobre la Ingla-terra de mediados del siglo XIX y se eleva a la ca-tegora de lo tpico por basarse en el aqu y en el

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    Dos ejemplos del reverso de la medalla en el ocasode la era victoriana:

    Se han ido(izquierda) , 1877(Frank Holl,Londres, MuseoGeffrye) y Joven

    pescadora de ZandVoort , 1884, con un tratamiento del paisaje querecuerda aspectosde la pintura modernista (leo deE. Forbes, Penzance,Newly Orion Galleries).

    se piensa en su desconocimiento. Es una vez msel reverso de la brillante medalla del Imperio.

    Como laMariana de E. Millais o elEcce Ancilla Dominide Dante Gabriel Rossetti, sobre el tema dela alegora, un idilio simblico autnticamente pre-rrafaelista se intensifica, debido al reducido espa-cio donde el tema se desarrolla. La actitud de la fi-gura de Mara asustada y fascinada ante la actituddel ngel, hace que el cuadro mantenga en sus-penso el tema del amor celestial y el amor terrenal,un tema fundamental en Rossetti, as como la rela-cin hombre-mujer. La spera crtica sobre los cua-dros enviados a la exposicin de 1850 por los pre-rrafaelistas se ceb en ste. Sin embargo esta cam-paa contra el grupo permiti que surgiera un in-fluyente defensor, John Ruskin, que en dos cartasdirigidas alTimes explic los objetivos de la nuevapintura.

    Para Rossetti la obsesin por sublimar la sen-sualidad ertica a travs de formas mitolgicas, re-ligiosas o literarias es fruto de una lucha personalcasi agnica, de la que es exponente laBeata Bea- trix (1862). Ideal femenino inalcanzable y, por ello,llevado al xtasis.

    Hacia el SimbolismoPoco a poco, la pintura de este heterogneo gru-

    po de pintores que llenan la segunda mitad del si-glo XIX en Inglaterra se desliza hacia las pautas delSimbolismo y el decorativismo finisecular espe-cialmente en la obra de Burne-Jones, muerto en1898 y cuyo lxico, salvo en la obsesin por el de-talle, poco tiene que ver ya con las propuestas ini-ciales, mientras que se van acercando a los pinto-res del continente, bien a los simbolistas, bien aquienes hacen de la luz y el color elementos pict-ricos de primer orden.

    Entre los primeros, estn las obras de E. Burne-Jones y las de John Poynter o de tantos otros pin-

    tores que, con lnea sinuosa y precisa, se dedicarona evocar escenas de la literatura medieval en enso-aciones evanescentes que se alejan de la realidadcotidiana y entran en los espacios de la pintura li-teraria, tan caracterstica de los simbolistas.

    Los valores del paisaje, con un tratamiento de laluz y el color que recuerda algunos aspectos de lapintura modernista y an de la luminista, puedenencontrarse, a la altura de 1884, en obras de E.Forbes, como Joven pescadora de Zand Voort y,tambin, en paisajes como el de W. Osborne titula-do Maana de octubre, por poner slo dos ejem-plos.

    An as, no faltan en estos ltimos aos del si-glo artistas que prefieran expresar una vez ms elreverso de la medalla en el ocaso del reinado deVictoria. Sir Hubert von Herkomer pint en 1885Tiempos difciles y Frank Holl por la misma poca,nos dej, con una tcnica de valientes manchas,otra dolorosa muestra:Se han ido .

    54

    Para saber ms

    BDARIDA, F., La Inglaterra victoriana , Barcelona, Oikos-Tau, 1988.

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