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Un ensayo que aborda el amor de pareja y la construcción de los preyoectos de vida en las relaciones amorosas. Pasando por cuestiones relacionadas a la dominación, el consenso y el machismo de las sociedades en que vivimos, e incluso el papel de la modernidad y la individualidad.
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La construcción del proyecto de pareja ante las tensiones entre la intimidad
y la estructura social.
Diego Asebey Solares.
3 de junio de 2014.
El amor y la manera en que lo experimentamos aquí y ahora son formas
estruendosas que tensan nuestra subjetividad, nos ponen en un estado de alerta,
a la vez que nos sentimos aletargados, conmocionan nuestra manera de
representarnos a nosotros mismos, pero nunca acabamos de decidir lo que
estamos siendo cuando amamos a una persona, sea o no correspondido. Sin
duda nos preguntamos acerca de dónde estamos cuando sentimos amar y
esperamos encontrar en nuestra relación con el otro alguna respuesta,
imaginando siempre las maneras en que lo que somos y hacemos en el amor
tiene un correlato con lo que somos y hacemos en la colectividad, en nuestras
actividades cotidianas, en los otros espacios donde existimos, donde decidimos
asumir nuestros papeles y responsabilidades. El amor y la manera en que lo
experimentamos aquí y ahora forman uno de nuestros lugares de sentido desde
los que proyectamos, planeamos, imaginamos el futuro.
Sin embargo, las proyecciones que hacemos no siempre coinciden con cómo nos
relacionamos en pareja. Algunos tendemos a idealizar la intimidad, imaginamos
formas complementarias de nuestras prácticas, negociamos el poder y la iniciativa,
proponemos ser congruentes con las intencionalidades de cada quien. En fin,
pretendemos construir una intimidad que sea satisfactoria para los que formamos
parte de ella.
La perspectiva que adopto para expresar la dinámica del en-amor con que he
abierto, deriva en una reflexión acerca de mi propia experiencia. Por ello el énfasis
en el ‘aquí y ahora’, sin embargo la intención es además sentar una base para
poner en tela de juicio cualquier pretensión de dislocar la cuestión del amor del
tiempo-espacio en que se sitúa. Desarrollar un cuerpo que parta de esa base es
mi objetivo para este ensayo, colocando como eje de análisis la desigual relación
de poder que persiste en la intimidad entre los que la construyen.
La dualidad de los seres y la individualidad.
La idealización de la relación en pareja de la que parte un proyecto, y por la cual
existe una distancia entre la dinámica real de una relación y éste, se funda en una
intención individual narcisista, que pretende integrar al otro en la relación a partir
de la intención de encontrar el eco de uno mismo en la forma del otro1, a partir de
las cuestiones que valora y con los motivos que tiene para valorarlas, aun cuando
se pretende entablar una relación equilibrada, aun cuando se propone la tarea de
conocer en su especificidad a la pareja. Cuando Giddens2 habla de «absorción
del otro» en el amor romántico hace referencia a una «búsqueda», en la que la
identidad de quien la ha emprendido «espera su validación del descubrimiento del
otro». Sin embargo, en cierta medida, el autor desembaraza esta disposición
narcisista del amor romántico, ligándola más al amour passion, al deseo, sin dejar
de reconocer que ambos tipos de amor no son excluyentes entre sí, sino que
responden a una intencionalidad distinta.
La proyección del individuo en la relación y de la relación, parte de un proyecto
que abarca un área más amplia, pasando por diferentes ámbitos, no solo el
familiar, sino también el económico, el profesional, etc.; ámbitos o dimensiones del
desarrollo del individuo. En este sentido, el proyecto en la relación, por un lado
sienta sus bases en el amor pasión, en tanto sólo considera la presencia de la
alteridad sin que sea abordada como una otredad, es decir, el que proyecta
plantea una relación con la alteridad pero no la reconoce como tal. Siguiendo a
1 Elsa Guevara Ruiseñor, ‘Intimidad. Los vínculos amorosos y los desafíos de la modernidad’, en Sociología y cambio conceptual, 1a ed. (México D.F.: Siglo XXI; FCPyS-UNAM; UAM-Azcapotzalco, 2007), pp. 248–290 (p. 284).2 Anthony Giddens, La Transformación de La Intimidad. Sexualidad, Amor Y Erotismo En Las Sociedades Modernas, 2a ed. (s/l: Cátedra, 1998), p. 30, disponible en: <http://subjetividadconsumopirateriamario.wikispaces.com/file/detail/Anthony+Giddens+-+La+Transformacion+de+la+Intimidad.pdf>.
Bauman3, alteridad entendida como misterio, como futuro, como algo que no es
predecible. La dinámica de una relación no se puede anticipar, y se hace
necesario proyectarla desde la dualidad de los seres en el amor.
En una perspectiva individual de la experimentación del amor se expresa
solamente una parte de lo que existe en la relación. La reflexión con la que se
abrió este ensayo es la de un hombre con una biografía en particual y, por lo tanto,
carece de su parte complementaria si es que se ha desarrollado desde la
experiencia en pareja. ¿Qué ocurre con el otro punto de vista, con la otra manera
de proyectar de una mujer? ¿Es posible un proyecto consensuado?
La propuesta de Luhmann4 sobre el amor como un medio de comunicación
generalizado simbólicamente nos parece muy pertinente en este sentido, pues nos
invita a pensar el amor, no ya como un sentimiento o como una intención
emocional, sino como una forma en la que el contenido de la comunicación (en
este caso, en la intimidad) adopta cualidades particulares, instruyendo a los que la
ejecutan la manera en que se resuelve la relación a la vez que éstos determinan el
sentido de esas instrucciones «[…] con relativa independencia de la presencia o
ausencia de tales contenidos […]5».
Así que, por otro lado, teniendo en cuenta el amor como medio de comunicación,
en la intimidad se conforma otro espacio, aunque discontinuo6, en el que los
individuos se relacionan conforme a un contenido específico que centraliza la
continua interpretación del otro, de su dimensión intrahumana. Un espacio donde,
como sugiere Giddens respecto al amor romántico, se disocia el sujeto del
contexto social más amplio en que se sitúa7, lo que no sucede con el amor pasión,
3 Zygmunt Bauman, ‘Enamorarse Y Desenamorarse’, en Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos ([México D.F.]: Fondo de Cultura Económica, s/f), s/p, disponible en: <http://fcechile.cl/wp-content/uploads/2014/01/BaumanAL.pdf>.4 Niklas Luhmann, ‘El amor como medio simbólicamente generalizado’, en El amor como pasión, 1a ed. (Barcelona: Península, 2008), pp. 37–58.5 Ibíd., p. 39.6 Ibíd., p. 31. Lo que nosotros designamos como espacio, en Luhmann en realidad, nos parece, una parte de este: es un «campo de regulaciones comunicativas», sobre el cual sostiene que, en el caso de la intimidad, tiene que ser fijado de manera discontinua.7 Giddens, op. cit., p. 30.
y de manera tal que la pareja puede formar un proyecto más o menos
consensuado en el marco del espacio construido de la intimidad.
Sin embargo, ese proyecto está mediado por la dinámica en que se ejerce el
poder en la relación de pareja, como también por la estructura de la sociedad en
que se coloca. Siguiendo a Mills8, lo que los individuos saben y hacen se limitan
por las relaciones sociales de las que participan, en otros espacios como el del
trabajo, la familia, etc. Por más que el individuo en pareja haya conseguido de
alguna manera abordar la otredad de con quien comparte la intimidad, esta
manera está constreñida por el lugar que ocupa en el mundo y el modo en que lo
hace, por su identidad y su subjetividad; aunque éstas hayan mutado a partir de la
relación de pareja, también coexisten elementos no coetáneos que permanecen.
Si bien la disposición narcisista tan presente en el amor pasión es en cierta
medida superada, la individualidad en que se funda persiste; la dualidad de los
seres a la que hace referencia Bauman no implica la supresión de los procesos de
individualización, éstos continúan a diferentes ritmos en distintos lugares: «Los
procesos de individualización, tal como los entendemos nosotros, no pueden
comprenerse como un acontecimiento puntual que pone en marcha a todos al
mismo tiempo, sino como el producto de unos largos procesos históricos que en
un lugar empiezan antes, y en otros más tarde»9.
Y es que el espacio de la intimidad es construido por sujetos específicos.
Cualquiera de las partes que forman una relación amorosa no deja de ser lo que
era antes, sino se limita a situarse en un determinado espacio, que para el caso,
se construye en torno al amor. El contenido que fluye por este medio de
comunicación forma una dinámica en particular cuyas fronteras se definen por la
relación social del amor. Tan específica es la espacialidad que se conforma en la
intimidad que se configura como un escenario inestable e irrepetible con otros
sujetos; por esta razón es que, como dice Bauman, el amor no es algo que se
8 C. Wright Mills, ‘La promesa’, in La imaginación sociológica, 3a ed. (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2003), pp. 23–43 (p. 23).9 Ulrich Beck and Elisabeth Beck-Gernsheim, ‘Libertad o amor. Sobre el vivir separados, juntos o enfrentados dentro o fuera de la familia’, in El normal caos del amor, 1a ed. (Barcelona: Paidós, 2001), pp. 29–70 (p. 25).
puede aprender, porque es algo que, como la muerte, sólo se puede experimentar
una vez10, al menos no de la misma manera. Lo que tiene de especifico una
relación de pareja es todo: los sujetos que participan de ella, las relaciones
sociales en que también se sitúan, el momento de sus biografías como también el
momento histórico y, por supuesto, el espacio en que sucede y del que deriva
No hay una separación entre la relación de pareja, o más bien, la intimidad, de
otros ámbitos y espacios en que los individuos se mueven, ni siquiera con la
familia, por lo que nos atrevemos a señalar que Giddens afirma equivocadamente
que en el amor romántico, el sujeto «Proyecta una trayectoria vital a largo plazo,
orientada a un futuro anticipado aunque maleable; crea una ‘historia compartida’
que ayuda a separar la relación marital de otros aspectos de la organización
familiar y a darle una primacía especial»11. Parece obviar, precisamente, que los
sujetos de una relación de pareja se sitúan simultánea, aunque discontinuamente,
en diversos espacios y forman parte de una estructura, la cual atraviesa su
relación.
El amor y la modernidad
La consideración acerca de lo indisociable que son la intimidad y otros espacios se
hace tanto más urgente cuanto tomemos en cuenta la complejización de las
sociedades a partir de la doble acumulación —de número de posibilidades de
establecer relaciones impersonales y la intensificación de las relaciones
personales— de la que ha dado cuenta Luhmann12. Si son los individuos capaces
de entablar más relaciones y más intensas, el contenido del amor también se
complejiza, y más aún si la reflexividad como parte característica de la
modernidad, juega un papel tan importante en la vida emocional13.
Para el tiempo de la modernidad, hay un énfasis en el carácter impersonal de
algunas relaciones, ya sea porque aparezcan como más efímeras, de menor 10 Bauman, op. cit.11 Giddens, op. cit.12 Luhmann, op. cit., p. 30.13 Giddens, op. cit.
importancia, o más frágiles. Para Giddens14, el amor confluente es la novedad en
la modernidad y lo caracteriza como algo contingente y momentáneo, que produce
a la «sociedad de las separaciones y de los divorcios», pero que, a diferencia del
amor pasión, tiene la posibilidad de convertirse en «amor consolidado», por
centrarse más en la relación y no tanto en la persona objeto de deseo que puede
convertirse en especial. De la misma manera, ya no es como una forma de
solidaridad social sino como algo más relativo al individuo15, a su capacidad de
tomar decisiones, a su libertad; el amor se centra en lo personal y en segundo
plano queda la familia en el momento de su formación.
El amor forma parte del conjunto de experiencias necesarias de la vida de las
personas en la modernidad y se ha desprendido de la necesidad de eternidad para
amar. En este sentido, el amor sigue siendo algo de gran importancia, pero ya no
es algo tan especial, tan difícil de alcanzar o tan puro. El amor es alcanzado con
más facilidad porque «los estándares son ahora más bajos», no se espera tanto
del amor16. También se ha mencionado que, en un movimiento paradójico, el
matrimonio se pretende en algunas ocasiones, sobre todo entre las mujeres, como
un medio para la autonomía17, en el sentido de que de alguna manera todavía
sigue implicando una etapa superior en la vida de algunas mujeres, en la que se
transforman en adultas. Por su parte, los hombres siguen pensando su papel más
importante fuera de la relación de pareja, donde se plantan como pilares
económicos del matrimonio, y no cuestionan lo que asumir ese papel implica en su
relación con las mujeres.
Como ya daban cuenta los Beck18, retomando a Ernst Bloch: hay una doble
historicidad del amor en la modernidad, donde se cruzan elementos no coetáneos
y novedades. Hay continuidad a la vez que ruptura. Dependiendo de la mirada
histórica, en el caso de las mujeres, se puede argüir tanto una liberación y mejoría
14 Ibíd., p. 3915 Luhmann, op. cit., p. 38.16 Bauman, op. cit., p. 9.17 Giddens, op. cit.18 Beck and Beck-Gernsheim, op. cit., p. 26.
en su relación de poder con los hombres, como también se puede asegurar que
persiste su subsunción a la iniciativa masculina.
Hasta aquí, y sobre todo en el apartado anterior, hemos dado cuenta de algunas
de las posibilidades de conformación de relaciones más igualitarias, sobre todo
respecto a la construcción de proyectos en común, en particular de la vida en
relación amorosa, pero dejamos suspendida la cuestión de las desigualdades
persistentes. En el último apartado continuamos en ese punto.
Poder y dominación en la intimidad.
En la subjetividad de las sociedades modernas persiste de manera completamente
operante una disposición machista y heteronormativa de interpretar los papeles de
las personas según su género. Además de la distinción entre hombres y mujeres,
existe el reconocimiento de otras maneras de vivir la sexualidad y el amor que, por
supuesto, como ha mostrado ya Foucault19 en su estudio sobre la manera en que
los filósofos y los médicos de la Grecia clásica abordaban el tema de la sexualidad
a partir de los ejes: «la formación de los saberes que a ella se refieren, los
sistemas de poder que regulan su práctica y las formas según las cuales los
individuos pueden y deben reconocerse como sujetos de esa sexualidad»; son
pensadas, reguladas, reflexionadas y practicadas de acuerdo al código con el que
se la dota de sentido, a la vez que las prácticas mismas condicionan esas
maneras, y no solamente respecto a la sexualidad, sino a todas las prácticas que
se observen desde la óptica de género.
Tomando el ejemplo de los Beck en el que la proporción de mujeres en espacios
de toma de decisiones sigue siendo muy inferior al de los hombres, tanto más
cuanto más alto en la jerarquía del poder se observe, se nos ocurre una idea
sugerente. Se puede pensar que la importancia de las mujeres en los niveles más
cercanos a las bases, principalmente en los sectores populares con las
movilizaciones en defensa del territorio, por ejemplo, tiene una relación con las
19 Michel Foucault, Historia de la sexualidad, [1a ed.], 3 vols. ([México D.F.]: Siglo XXI, s/f), p. 8.
tareas que llevan a cabo las ellas: las mujeres se quedan en las casas a cuidar a
los niños y procurar las tareas domésticas, y los hombres salen a trabajar. Las
mujeres por esta razón se han quedado más cercanas al territorio, más activas en
él, y por lo mismo, en la mayoría de los casos, las mujeres suelen convertirse en
protagonistas de las movilizaciones en defensa del territorio, aun cuando no
figuran como dirigentes, pero son reconocidas. Más allá de la argumentación de la
división del trabajo en la familia, las mujeres son asociadas a la base, al
resguardo, a lo que debe ser estable: el hogar.
Por tanto, la estamentación20 en que se colocan los géneros en las relaciones de
pareja, aún en una sociedad industrializada, forma parte de la estructura de esa
sociedad, no solamente por el propio hecho de su existencia, sino también porque
existen correlatos de la misma en otro ámbitos; «Es justamente la manera como
una forma social —la configuración estamental de la sociedad industrial— se
quebranta hacia lo privado»
Las diferencias basadas en la cuestión del género en el mercado laboral, por
ejemplo, no son mera coincidencia respecto a la desigualdad en los matrimonios,
donde las mujeres todavía son relegadas, sea cual sea el argumento que lo
sustente, a las tareas domésticas. Y si las mujeres son asalariadas, su fuerza de
trabajo continúa devaluada. O en el caso de las amas de casa, labor feminizada,
no tiene el mismo reconocimiento que el trabajo asalariado, y mucho menos si es
masculino.
La violencia también es un elemento de continuidad en las relaciones de pareja
cuando en la intención idealizada hacia el amor la suprime. Para Bauman, es
difícil, difusa la frontera entre el cariño y la violencia, entre la caricia y «una mano
de hierro que aplasta», porque igualmente difusa es la delimitación entre el amor y
el dominio21. Ambas se presentan en oposición, son categorías contrapuestas las
de amor y dominio, pero no por ello dejan de coexistir. No existe una relación de
pareja sin relaciones de dominación y aun así el amor no siempre deja de existir.
20 Beck and Beck-Gernsheim, op. cit.21 Bauman, op cit., p. 10.
Por ejemplo, Elsa Guevara, tomando un estudio sobre la posición de algunos
hombres en la Ciudad de México, asegura:
Si bien algunos aceptan que ahora se les permite llorar, no ser fuertes o
agresivos, ésto no ha llevado a una mayor conciencia sobre el poder y la
violencia que ejercen en sus relaciones amorosas. Ellos mantienen una
distancia entre lo que son y lo que manifiestan a los demás, especialmente
a sus parejas y mantienen un espacio interno del que no hablan con nadie22
Las desiguales relaciones de poder en pareja no solamente se alimentan de su
propia historicidad, sino de la de la estructura social en la que se sitúan. Como
hemos mencionado, hay un correlato entre lo que ocurre en la intimidad y en los
otro ámbitos en los que se desenvuelven los sujetos de ella.
El papel de un hombre, en la manera cómo opera en el imaginario social, no es
tan ajeno a la figura del macho dominante, fuerte y violento, como sí lo es del
hombre feminizado (¿si no, por qué llamarlo ‘feminizado’? ¿acaso no se
estigmatiza de esta manera al hombre, sin reconocer lo que realmente es?), es
decir, que no tiene las cualidades de un hombre; un hombre que no es hombre. Y
lo mismo puede ocurrir con las mujeres respecto a otras particularidades del
supuesto papel de la mujer. Estas condicionantes, con sus respectivas
posibilidades de estigmatización de los sujetos, marcan el ir y venir entre la
dinámica de pareja y las otras dinámicas en la que se han colocado los individuos;
la violencia en la intimidad se alimenta de lo que ocurre fuera de ella, pero
también, y necesariamente, por lo que ocurre dentro; pero ninguna es primero.
En el mismo sentido en que están difuminadas las fronteras entre cariño y
violencia, se relacionan el deseo y el amor, el amor romántico y el amor pasión. El
deseo, por más destructivo que pueda ser, también alimenta al amor, pero el
deseo sin abordaje de la otredad mata al amor y, en el movimiento, a sí mismo. Po
su parte, la intención de dominación responde a la necesidad de poseer que forma
parte del amor romántico, además de que, por más que una pareja pretenda
22 Guevara Ruiseñor, op. cit., p. 285.
construir una relación equilibrada, negociada, racional, con una proyección
determinada, la velocidad misma de la relación en un sentido fáctico, es mayor
que la de la capacidad creativa que responda ante lo imprevisible de la relación.
En este sentido los Beck argumentan un cambio de valores que responde a las
coyunturas23, tanto dentro como fuera de la intimidad, de la relación en pareja,
pero no hablan acerca de una creación de coyuntura a partir de un cambio de
valores. La readaptación de la dinámica en pareja responde a su historicidad y las
novedades.
La proyección que llevan a cabo los individuos en pareja no puede estar nunca del
todo negociada y ha de ser siempre cambiante y más complicada en tanto
engendra un conjunto de contradicciones, cuyas bases se centran principalmente
en las cuestiones del género, la dominación y la desigualdad. Estas
contradicciones son producto de la modernidad misma, en la que se cruzan
nuevos horizontes todavía en construcción, de la intención principal habla de
igualdad, mientras persisten formas de desigualdad incluso invisibles para los
individuos que buscan eliminarlas. Toda proyección en pareja es conflictiva y
permanece sí mientras queden irresueltas las contradicciones mencionadas. Pero
la conflictividad en pareja, aun si deriva en separaciones, no es más que
imprescindible para dar cuenta de esas contradicciones, y no porque los sujetos
aprendan de esas relaciones, sino porque aprenden de la sociedad en que viven,
que en su seno mantiene vivo aquello que en la modernidad se ha planteado
transformar.
Bibliografía
Bauman, Zygmunt, ‘Enamorarse Y Desenamorarse’, in Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos ([México D.F.]: Fondo de Cultura Económica, s/f), p. s/p <http://fcechile.cl/wp-content/uploads/2014/01/BaumanAL.pdf>
23 Beck and Beck-Gernsheim, op. cit., p. 23.
Beck, Ulrich, and Elisabeth Beck-Gernsheim, ‘Libertad o amor. Sobre el vivir separados, juntos o enfrentados dentro o fuera de la familia’, en El normal caos del amor, 1a ed. (Barcelona: Paidós, 2001), pp. pp. 29–70
Foucault, Michel, Historia de la sexualidad, [1a ed.], 3 vols. ([México D.F.]: Siglo XXI, s/f)
Giddens, Anthony, La Transformación de La Intimidad. Sexualidad, Amor Y Erotismo En Las Sociedades Modernas, 2a ed. (s/l: Cátedra, 1998) <http://subjetividadconsumopirateriamario.wikispaces.com/file/detail/Anthony+Giddens+-+La+Transformacion+de+la+Intimidad.pdf>
Guevara Ruiseñor, Elsa, ‘Intimidad. Los vínculos amorosos y los desafíos de la modernidad’, en Sociología y cambio conceptual, por Gina Zabludovsky (coord.), 1a ed. (México D.F.: Siglo XXI; FCPyS-UNAM; UAM-Azcapotzalco, 2007), pp. 248–96
Luhmann, Niklas, ‘El amor como medio simbólicamente generalizado’, en El amor como pasión, 1a ed. (Barcelona: Península, 2008), pp. pp. 37–58
Mills, C. Wright, ‘La promesa’, en La imaginación sociológica, 3a ed. (México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2003), pp. pp. 23–43