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Sol negro. Depresión y melancolía Julia Kristeva "'-. .

La enfermedad del dolor. Duras(1).pdf

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  • Sol negro.Depresin

    y melancolaJulia Kristeva

    "'-. .

  • Julia Kristeva

    Sol negro.Depresin y melancola

    Traduccin

    Mariela Snchez Urdaneta

    Monte vila EditoresLatinoamericana

  • ,

    1" edicin en Editions Gallimard, 1987

    1" edicin M.A.E.L., 1997

    Ttulo originalSoleil Noir. Dpressionet mlancolie

    Ilustracin de portadaDetalles de la obra de Felipe Herrera

    La Semilla, 1992Dibujo, tinta y lpiz sobre papel

    100 x 70 cm.

    Cline. Viaje al final de la noche

    iOh alma ma! por qu ests tan tristey por qu me conturbas?Esta obra, editada en el marco del Programa de Ayuda a la Publicacin,

    ha contado con el apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros, a travsdel Servicio Cultural de la Embajada de Francia en Venezuela. Salmo de David, XLII, 6-12

    Cet ouvrage, publi dans le cadre du Programme d'Aide a laPubiication, benficie du soutien du Ministre des Affaires trangres,par l'intermediain? du Seruice Culturel de l'Ambassade de France

    au Venezuela.

    La grandeza del hombre es grandecuando se reconoce miserable

    Pasca!. Pensamientos (165)

    Monte vila Editores Latinoamericana, C.A., 1991Apartado postal 70712, zona 1070, Caracas, Venezuela

    ISBN980-01-0942-0Diseo de coleccin: Claudia Leal

    Diseo de portada: Gustavo GonzlezAutoedicin electrnica: Imprimatur, artes grficas

    Quiz slo buscamos a lo largo de la vidala gran afliccin de ser uno mismo antes de morir,

    eso y nada ms

    Impreso en VenezuelaPrinted in Venezuela

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    su valor de justicia en e! acto y ms an, a su justeza. Al adecuar supalabra a su conmiseracin y, en este sentido hacerla justa, se cumplela adhesin de! sujeto al ideal perdonador y se hace posible e! perdneficaz hacia los otros y hacia s mismo. En las fronteras de la emociny de! acto, la escritura slo adviene en e! momento de denegacin de!afecto para que pueda nacer la eficacia de los signos. La escritura haceque e! afecto pase al efecto: actus purus, dira Santo Toms. Laescritura vehicula los afectos y no los reprime, les propone una salidasublimator-ia: los transpone para un otro en un vnculo tercero, ima-ginario y simblico. Porque es un perdn, la escritura es transforma-cin, transposicin, traduccin.

    A partir de ese momento e! universo de los signos gobierna supropia lgica. El jbilo que procura, e! de la realizacin as como el dela recepcin, oblitera a ratos tanto e! ideal como toda posibilidad dejusticia externa. El inmoralismo es e! sino de ese proceso que Dosto-yevski conoce bien: la escritura en combinacin con e! mal, no slo alcomienzo (en su pre-texto, en sus objetos), sino tambin al final, enel absolutismo de su universo que excluye la alteridad. Quiz tambinla conciencia de que el efecto esttico est encerrado en una pasin sinafuera -en e! riesgo de un cierre de muerte tanto como de dicha porun autoconsumo imaginario, por la tirana de lo bello- empuja aDostoyevski a apegarse violentamente a su religin y a su principio:e! perdn. Se engrana as un eterno retorno de un movimiento triple:ternura anudada al sufrimiento, justicia lgica y justeza del acto,hipstasis y por ltimo, malestar de la obra absoluta. Luego paraperdonarse de nuevo vuelve a tomar la triple lgica de! perdn ...Acaso no lo necesitamos para dar un sentido vivo -ertico, inmo-ral- al enganche melanclico>

    VIII. LA ENFERMEDADDEL DOLOR. DURAS

    El dolor es una de las cosas ms importantesde mi vida.

    El dolor

    Le digo que durante mi infancia la desgraciade mi madre ocup el lugar del sueo.

    El amante

    RETRICA BLANCADELAPOCALIPSIS

    COMO CIVILIZACIONES sabemos ahora no solamente quesomos mortales, como lo proclam Valry despus de 1914\ sino quepodemos darnos muerte. Auschwitz e Hiroshima revelaron que e!mal de la muerte, como dice Marguerite Duras, constituye nuestraintimidad ms disimulada. Si el dominio militar y econmico as comolos vnculos polticos y sociales estn regidos por la pasin de la muer-te, sta parece gobernar hasta en el reino del espritu, otrora noble.Una formidable crisis del pensamiento y de la palabra, crisis de la re-presentacin, se manifest en efecto, y pueden buscarse hasta analo-gas en los siglos pasados (la cada del Imperio romano y el despertardel cristianismo, los aos de peste o guerras medievales devastado-ras ...) o buscarse causas en los fracasos econmicos, polticos y ju-rdicos. Sin embargo, el poder de las fuerzas destructoras no se habajams manifestado tan incontestable y tan indetenible como hoy,fuera y dentro del individuo y de la sociedad. La destruccin de la na-turaleza, de las vidas y los bienes, se refuerza con recrudecimiento o,

    . "La crise de r esprit en Vants I, Gallimard, Pars, 1934. Hay versin en espaol:La crisis del espritu en Variedad, Losada, Buenos Aires, 1956.

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    simplemente, con expresin ms patente, en desrdenes cuyo diag-nstico afina la psiquiatra: psicosis, depresin, mana, borderline, falsapersonalidad, etc.

    As como los cataclismos polticos y militares son terribles ydesafan la imaginacin por la monstruosidad de su violencia (la de uncampo de concentracin o la de una bomba atmica), igualmente ladeflagracin de la identidad psquica, de una intensidad no menosviolenta, resulta difcil de captar. A Valry ya le impresionaba cuandocompar este desastre del espritu (consecutivo a la Primera GuerraMundial pero tambin, ms atrs, al nihilismo producto de la muertede Dios) con lo que un fsico observa

    si nuestro ojo subsistiera en un horno incandescente, no vera nada. Noquedara ninguna desigualdad luminosa ni se distinguiran los puntos delespacio. Esta formidable energa encerrada terminara en la invisibilidad,en la igualdad insensible. Una igualdad de este tipo no es otra cosa queel desorden en estado perjecto',

    Desde ahora uno de los desafos capitales de la literatura y del arteest situado en esta invisibilidad de la crisis, que afecta a la identidadde la persona, de la moral, la religin o la poltica. Crisis a la vezreligiosa y poltica que encuentra su traduccin radical en la crisis dela significacin. Desde ahora, la dificultad de nombrar desemboca, yano en la msica de las letras" (Mallarm y Joyce fueron creyentes yesteras) sino en la irracionalidad y el silencio. Despus del parntesisms bien ldico, aunque siempre polticamente comprometido delsurrealismo, la actualidad de la Segunda Guerra Mundial brutaliz lasconciencias con la explosin de la muerte y de la locura que ya ningndique, ideolgico o esttico, pareca poder contener. Se trataba de unapresin que encontr en el dolor psquico su repercusin ntima einevitable. Se experiment como una urgencia ineluctable, sin por ellodejar de ser invisible, irrepresentable. (En qu sentido?

    Si todava es posible hablar de nada cuando se intenta captar losmeandros nfimos del dolor y de la muerte psquica, estamos an antenada frente a las cmaras de gas, a la bomba atmica o al gulag? Niel aspecto espectacular de la explosin de la muerte en el universo dela Segunda Guerra Mundial ni la disolucin de la identidad conscientey del comportamiento racional, que resultan en las manifestacioneshospitalarias de la psicosis -tambin ellas a menudo espectaculares-estn aqu en tela de juicio. Esos espectculos, monstruosos e hirien-

    2 Ibd., p. 991. Subrayado nuestro.

    tes, dejan mal parados a nuestros aparatos de percepcin y de repre-sentacin. Como excedidos o destruidos por una ola demasiado po-derosa, nuestros recursos simblicos estn vaciados, casi aniquilados,petrificados. Al borde del silencio emerge la palabra nada, defensapdica frente a tanto desorden, interno y externo, inconmensurable.N une a hubo cataclismo apocalpticamente ms exorbitante, jams surepresentacin fue emprendida con tan pocos medios simblicos.

    Ciertas corrientes religiosas han tenido el sentimiento de que atanto horror slo conviene el silencio y que la muerte debe replegarsede la palabra viva para evocarse slo de soslayo y en las fallas y los no-dichos de una preocupacin que bordea la contricin. Una fascinacinpor el judasmo, para no hablar de coqueteo, se impuso en esta varevelando la culpabilidad de toda una generacin de intelectualesfrente al antisemitismo y el colaboracionismo de los primeros aos deguerra.

    Una nueva retrica del apocalipsis (etimolgicamente, apocalypsosignifica de-mostracin, des-cubrimiento por la mirada y se opone aaletheia, el desvelamiento filosfico de la verdad) pareci necesariapara que adviniese la visin de esa nada, sin embargo monstruosa, deesa monstruosidad que ciega e impone silencio. Esta nueva retricaapocalptica se realiz en dos extremos aparentemente opuestos y que,con frecuencia, se complementan: la profusin de imgenes y la reten-cin de la palabra.

    Por una parte, el arte de la imagen se destaca en la demostracin-bruta de la monstruosidad: el cine contina siendo el arte supremo delo apocalptico sean cuales fueran sus refinamientos, por el gran poderque tiene la imagen de engatusarnos con miedo, como lo anot SanAgustrr', Por otra parte, el arte verbal y pictrico se convierte enbsqueda inquieta/e infinita de su Iuente-'. De Heidegger a Blanchot,evocando a Holderlin y Mallarm y pasando por los surrealistas",comprobamos que el poeta -sin duda devaluado en el mundo moder-no por la dominacin poltica- se vuelve hacia su propia morada: el

    3 Por ms que el hombre en vano se inquiete, sin embargo transita en la imagen (SanAgustn, Les images, De la Trinit, XIV, IV, 6; hay versin en espaol: Obrascompletas, Marcial Pons, Madrid, 1990.

    4 CL Maurice Blanchot, Oil va la littrature?, en Le liore ti venir, Gallimard, Pars,1959, p. 289. Hay versin en espaol: ,,Adnde va la literatura ? en El libro quevendr, Monte vila, Caracas, 1969.

    5 Roger Caillois preconiza, en literatura, las tcnicas de exploracin del inconsciente:informes, con o sin comentarios, sobre depresiones, confusin, angustia, experienciasafectivas personales en Cnse de la littrature, Cahiers du Sud, Marseille, 1935.Subrayado nuestro.

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    lenguaje, donde despliega sus recursos, en vez de emprender ingenua-mente la representacin de un objeto externo. La melancola se con-vierte en el motor secreto de una nueva retrica: esta vez se trata deseguir paso a paso el malestar, casi clnicamente, sin rebasarlo nunca.

    En esta dicotoma imagen/palabra le ha tocado al cine mostrar lagrosera del horror o los esquemas externos del placer, en tanto la li-teratura se ha interiorizado y se ha retirado del mundo a la saga de lacrisis del pensamiento. Invertida en su propio formalismo y ms lci-da en este punto que el compromiso entusiasta y la ertica libertariaadolescente de los existencialistas, la literatura moderna de postguerraha tomado sin embargo un camino arduo. Su bsqueda de lo invisible,quiz metafsicamente motivada por la ambicin de permanecer fiel ala intensidad del horror hasta en la exactitud ltima de las palabras, seha vuelto imperceptible y progresivamente asocial, antidemostrativapero tambin, y a fuerza de ser antiespectacular, ininteresante. El artemeditico por una parte y la aventura de la nueva novela por otra,ilustran esos dos bordes.

    UNA ESTTICA DE LA TORPEZA

    La experiencia de Marguerite Duras parece menos la de unaobra hacia el origen de la obra como lo haba querido Blanchot, queel enfrentamiento con la nada- de Valry: esa nada que impone auna conciencia agitada el horror de la Segunda Guerra Mundial e, inde-pendientemente de sta pero a la vez, el malestar psquico del individuoa causa de los choques secretos de la biologa, la familia y los dems.

    La escritura de Duras no se auto-analiza buscando sus fuentes enla msica tras la letra o en la derrota de la lgica del relato. Si existeuna bsqueda formal est subordinada al enfrentamiento silencioso delhorror en uno mismo y en el mundo. Esta confrontacin la conducea una esttica de la torpeza por una parte y a una literatura no catrticapor la otra.

    La retrica aderezada de la literatura e inclusive la retrica usual delhabla cotidiana parecen siempre algo festivas. Cmo decir la verdaddel dolor si no se pone coto a esta fiesta retrica entorpecindola, ha-cindola rechinar, tornndola forzada y coja?

    Sin embargo hay encanto en esas frases alargadas, sin gracia sonoray cuyo verbo parece olvidar el sujeto

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    deriva necesariamente en una profusin ingobernable de asociaciones,de riquezas o pobrezas semnticas y sentimentales a gusto del espec-tador. Si es verdad que las imgenes no reparan las torpezas estilsticasverbales, stas las ahogan sin embargo en lo indecible: la nada sevuelve indecible y el silencio hace soar. Arte colectivo, inclusive si laguionista logra controlado, el cine agrega a las indicaciones frugalesde la autora (que protege sin cesar un secreto enfermizo en el fondode una trama cada vez ms inasequible en el texto) los volmenes y lascombinaciones, forzosamente espectaculares, de los cuerpos, los ges-tos, las voces de los actores, los decorados, las luces, los productoreso de todos aquellos cuyo oficio es mostrar. Si Duras utiliza el cine paradesgastar hasta el deslumbramiento de lo invisible su fuerza especta-cular sumergindola en palabras elpticas y en sonidos alusivos, loutiliza tambin para su excedente de fascinacin que remedia la con-traccin del verbo. Al multiplicar as el poder de seduccin de suspersonajes, su enfermedad invisible se convierte en la pantalla enmenos contagiosa a fuerza de ser representable: la depresin filmadaaparece como un extrao artificio.

    Se entiende ahora por qu no hay que dar los libros de Duras alectores y lectoras frgiles. Que vayan a ver las pelculas y las piezasde teatro y encontrarn de nuevo esta enfermedad del dolor perotamizada, envuelta en un encanto soador que la suaviza y la hacetodava ms artificial e inventada: una convencin. Al contrario, loslibros nos hacen bordear la locura. N o muestran la enfermedad delejos, ni la observan ni la analizan para sufrida a distancia con laesperanza de una salida, por fuerza, un da u otro ... Por el contrario,los textos domestican la enfermedad de la muerte, se hacen uno conella, estn al mismo nivel, sin distancia ni escape. Ninguna purificacinnos espera al final de estas novelas a ras de la enfermedad, ni unbien-estar, ni la promesa de un ms all, ni la belleza encantadora deun estilo o de una irona que constituira una prima de placer ademsde la enfermedad revelada.

    SIN CATARSIS

    Sin curacin ni Dios, sin otro valor o belleza que la de lapropia enfermedad tomada en el lugar de su quiebra esencial, jams,quiz, arte alguno fue tan poco catrtico. Sin duda y por ello mismotiene ms de brujera y de maleficio que de gracia y perdn tradicio-

    nalmente asociados con el genio artstico. Ligera por distrada, sedesprende de los textos durasianos una sombra complicidad con laenfermedad del dolor y la muerte. sta nos lleva a radiografiar nues-tras locuras, los bordes peligrosos por donde se viene abajo la identi-dad del sentido, de la persona y de la vida. El misterio en plena luz,deca Barres de las pinturas de Claude Lorrain. Con Duras, tenemosla locura a plena luz: Me he vuelto loca en plena razn!'. Estamosante la nada del sentido y de los sentimientos que la lucidez acompaaen su extincin y presenciamos nuestras propias miserias neutraliza-das, sin tragedia ni entusiasmo, claramente, en la insignificancia frgidade un entumecimiento psquico, signo mnimo pero tambin signoltimo del dolor y del rapto.

    Clarice Lispector (192 4-19 77) propone tambin una revelacin delsufrimiento y de la muerte que no comparte la esttica del perdn. SuBatisseur de ruines" parece oponerse a Dostoyevski. Asesino de unamujer como Raskolnikov (pero esta vez se trata de la suya), el hroede Lispector vuelve a encontrar dos mujeres, una espiritual y unacarnal. Si ellas lo separan del homicidio -como Sonia lo hace por elprisionero de Crimen y castigo-, no lo salvan ni lo perdonan. Peoran, lo entregan a la polica. Sin embargo este desenlace no es ni unreverso del perdn ni un castigo. La calma ineluctable del destino seabate sobre los personajes y cierra la novela con una dulzura implaca-ble, quiz femenina, que no deja de recordar la tonalidad desengaadade Duras, espejo sin complacencias de la tristeza que habita en elsujeto. Si el universo de Lispector, al contrario del de Dostoyevski, noes el del perdn, de l se desprende sin embargo una complicidad entrelos protagonistas cuyos vnculos persisten ms all de la separacin ytejen un entorno acogedor e invisible una vez terminada la novela". O,inclusive, un humor semejante atraviesa las feroces novelas de laescritora, ms all del siniestro despliegue del mal, que posee un valorpurificador y sustrae al lector de la crisis.

    13 Cf. Marguerite Duras, L'Amant, Ed. de Minuit, Pars, 1984, pp. 105-106. Hay versinen espaol: El amante, Tusquets, Andanzas 15, Barcelona, 1984.

    14 Cf. Clarice Lispector, Le Batisseur de ruines, Gallimard, Pars, 1970.15 Ambos evitaron mirarse sintiendo que haban penetrado en un elemento ms vasto,

    ese elemento que a veces logra expresarse en la tragedia (... ) Como acababan decumplir de nuevo el milagro del perdn, molestos por esta escena lastimosa, evitaronmirarse incmodos, hay muchas cosas sin esttica que perdonar. Pero, inclusiveridcula y remendada, la mmica de la resurreccin haba ocurrido. Esas cosas parecenno suceder, pero suceden, Le Batisseur de ruines, ob. cit., pp. 320-321.

  • 190 SOL NEGRO lA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 191

    Nada de eso en Duras. La muerte y el dolor son la tela de araa deltexto, y pobre del lector cmplice que sucumbe a su encanto: enverdad puede quedarse ah. La crisis de la literatura de la cualhablaban Valry, Caillois o Blanchot alcanza aqu una suerte de apo-teosis. La literatura no es ni auto crtica, ni crtica, ni ambivalenciageneralizada que mezcla astutamente hombre y mujer, real e imagina-rio, verdadero y falso, en la fiesta desengaada del semblante que bailasobre el volcn de un objeto imposible o de un tiempo irrecuperable ...Aqu, la crisis lleva a la escritura a permanecer ms all de cualquiertorsin del sentido y a atenerse al desnudamiento de la enfermedad.Sin catarsis, esta literatura encuentra, reconoce pero tambin propagala enfermedad que la moviliza. Es el reverso del discurso clnico-muy cerca de ste, pero gozando de los beneficios secundarios dela enfermedad, la cultiva y la domestica sin agotarla nunca. A partir deesta fidelidad al malestar se entiende que ninguna alternativa puede serhallada en el neo-romanticismo del cine o en la preocupacin portransmitir mensajes y reflexiones ideolgicas o metafsicas. EntreDestruir, dice ella (1969) y El mal de la muerte (1982) que lleva el temadel amor-muerte a la condensacin extrema: trece aos de pelculas,teatro, explicaciones 16.

    El exotismo ertico de El amante (1984) toma entonces el relevode los seres y de las palabras extenuadas de muerte tcita. En este librose despliega la misma pasin dolorosa y asesina constante en Duras,pasin consciente de s misma y retenida ". El amor ms fuerte que lamuerte? Quiz. Siempre su historia personal, por ms corta que sea,se impondr a Hiroshima. Pero quiz no. Pues, si l viene de Hiros-hima, Ella viene de Nevers donde estuvo loca; loca de maldad. Suprimer amante fue un alemn: a l lo mataron durante la Liberacin y

    18 Cf. Marguerite Duras, Hiroshima mon amour, Folio, Gallimard, Pars, 1960, p. 10. Hayversin en espaol: Hiroshima, mon amour, Edit. Seix Barral y Ed. Oveja Negra,Bogot-Caracas, 1984.

    19 Ibd., p. 11.20 Ibd., pp. 9-10.

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    a ella le raparon la cabeza. Un primer amor asesinado por el absolutoy el horror de la estupidez. En cambio, el horror de Hiroshima lalibera en cierta forma de su tragedia francesa. La utilizacin del armaatmica parece demostrar que el horror no est slo de un lado de losbeligerantes; que no tiene bando ni partido pero que puede reinarabsolutamente. Tal trascendencia del horror libera a la enamorada deuna falsa culpabilidad. La joven mujer pasea ahora su amor sin em-pleo hasta Hiroshima. Ms all de sus matrimonios, que ambos cali-fican de felices, el nuevo amor de los dos protagonistas -no obstantepoderoso y de una autenticidad sorprendente- tambin ser dego-llado por albergar un desastre de cada lado, un Nevers aqu, unHiroshima all. Por ms intenso que sea en su indomable silencio, elamor est ahora suspendido, pulverizado, atomizado.

    Amar para ella es amar a un muerto. El cuerpo de su nuevo amantese confunde con el cadver de su primer amor que ella haba cubiertocon su propio cuerpo, un da y una noche, y del cual prob la sangre.Adems, la pasin est intensificada por el sabor a imposible queimpone el amante japons. Pese a su aspecto internacional>, y surostro occidentalizado segn las indicaciones de la guionista siguesiendo, si no extico, por lo menos diferente, de un mundo distinto,de un ms all, hasta el punto de confundirse con la imagen del alemnamado y muerto en N evers. Pero el muy dinmico ingeniero japonstambin est marcado por la muerte porque lleva necesariamente losestigmas morales de la muerte atmica de la cual sus compatriotasfueron las primeras vctimas.

    Amor gravado de muerte o amor a la muerte? Amor convertidoen imposible o pasin necroflica por la muerte? Uvfi amor es un Hi-rashima, o bien: Amo a Hirashima pues su dolor es mi eras? Hiroshimami amor mantiene esta ambigedad que es, quiz, la versin de post-guerra del amor. A no ser que esta versin histrica del amor revelela ambigedad profunda del amor a muerte, el halo mortfero de cual-quier pasin ...

    La implosin del amor en la muerte y de la muerte en el amoralcanza su expresin paroxstica en el insostenible pesar de la locuraMe hicieron pasar por muerta (...) Me volv loca. De maldad. Yoescupa, parece, al rostro de mi madre-". Esta locura, dolida y asesina,no es otra cosa que la absorcin por Ella de la muerte de l. Se podracreerla muerta tanto se muere ella de la muerte de P4. Esta identifi-cacin de los protagonistas que confunden sus fronteras, sus palabras,su ser, es una figura permanente en Duras. Por no morir como l, porsobrevivir a su amor muerto, ella llega a estar no obstante como unamuerta: disociada de los otros y del tiempo, tiene la mirada eterna yanimal de las gatas, est loca: Muerta de amor en Nevers, ... nollegaba a encontrar la ms mnima diferencia entre ese cuerpo y elmo ... No poda encontrar entre ese cuerpo y el mo sino semejanzas ...aulladoras compreridesr> Frecuente, inclusive constantemente, laidentificacin es sin embargo absoluta e ineluctable con el objeto delduelo. Por eso el duelo se hace imposible y transforma a la herona encripta habitada por un cadver viviente ...

    PRIVADO y PBLI eo

    Toda la obra de Marguerite Duras est, a lo mejor, en esetexto de 1960 que sita la accin de la pelcula de Resnais en 1957,catorce aos despus de la explosin atmica. Todo est ah: elsufrimiento, la muerte, el amor y su mezcla explosiva en la locuramelanclica de una mujer; pero sobre todo est la alianza del realismosocio-histrico anunciado ya en Un dique contra el Pacfico (1950) quereaparecer en El amante y la radiografa de la depresin que imponeModerato Cantabile (1958) y que se convertir en el terreno predilec-to, el mbito exclusivo de los textos intimistas posteriores.

    Si la historia se hace discreta y luego desaparece, aqu es causa ydecorado. Este drama del amor y de la locura aparece independiente-mente del drama poltico ya que el poder pasional sobrepasa los acon-tecimientos polticos por ms atroces que hayan sido. Ms an, elamor imposible y loco parece triunfar sobre estos acontecimientos, sipuede hablarse de triunfo cuando se impone un dolor erotizado o unamor suspendido.

    23 Ibd., p. 149.24 Ibd., p. 125.25 Ibd., p. 100.

    Que est muerto no impide que ella lo desee. Ella ya no puede ms dedeseo por l, muerto. Cuerpo vaciado, jadeante. Su boca est hmeda.Ella tiene la pose de una mujer que desea, impdica hasta la vulgaridad.Ms impdica que nunca en ninguna parte. Asquerosa. Ella desea a unmuerto?'.

    El amor sirve para morir ms cmodamente en la vida".

    21 Ibd., pp. 136-137.22 Ibd., p. 132.

  • 194 SOLNEGR()

    Sin embargo, la melancola durasiana es tambin una deflagracinde la historia. El dolor privado reabsorbe e! horror poltico en e! mi-crocosmos psquico de! sujeto. Esta francesa en Hiroshima es, quiz,stendhaliana, hasta eterna, pero por ello existe menos debido a laguerra, los nazis y la bomba ...

    Por su integracin a la vida privada, la vida poltica pierde estaautonoma que nuestra conciencia persiste sin embargo en reservarlereligiosamente. Los diferentes bandos de! conflicto mundial no de-saparecen por ello en una condena global que equivale a una absolu-cin de! crimen en nombre del amor. El joven alemn es un enemigo,la dureza de los miembros de la resistencia tiene su lgica y nada sedice para justificar la participacin japonesa de! lado nazi ni la violenciade la tarda respuesta estadounidense. Aunque los hechos polticos sereconocen en lo implcito de una conciencia poltica que se dice deizquierda (e! japons debe aparecer indiscutiblemente como un hom-bre de izquierda), lo que est en juego estticamente no deja de ser elamor y la muerte. En consecuencia, los hechos pblicos se sitan a laluz de la locura.

    El acontecimiento, hoy, es la locura humana. La poltica formaparte de esto, particularmente en sus impulsos asesinos. La poltica noes, como para Hannah Arendt, e! campo donde se despliega la libertadhumana. El mundo moderno, e! mundo de las guerras mundiales, eltercer mundo, e! mundo subterrneo de la muerte que nos ocupa notienen e! esplendor civilizado de la ciudad griega. La esfera poltica esmasiva, totalitariamente social, niveladora, homicida. As la locura esun espacio de individuacin asocial, apoltico y, paradjicamente,libre. Frente a ella los acontecimientos polticos, aunque desorbitadosy monstruosos -la invasin nazi, la explosin atmica-, se reabsor-ben para no medirse sino con e! dolor humano que provocan. Enltima instancia, para e! dolor moral no hay jerarquas entre unaenamorada rapada en Francia y una japonesa quemada por el tomo.Para esta tica y esttica preocupadas por e! dolor, lo privado burladoobtiene una dignidad grave que aminora lo pblico aunque atribuyn-dole ala historia la gran responsabilidad de desencadenar la enferme-dad de la muerte. La vida pblica queda por ello gravemente des-realizada y la vida privada, en cambio, se encuentra agravada hastaocupar todo lo real y hacer caduca cualquier otra preocupacin. Elnuevo mundo, forzosamente poltico, es irreal. Vivimos la realidad deun nuevo mundo doloroso.

    LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 195

    A partir de este imperativo de! malestar fundamental, los diferentescompromisos polticos parecen equivalentes y revelan su estrategia dehuida y debilidad falaz:

    Colaboracionistas, los Fernndez. Y yo, dos aos desps de la guerra,miembro del PCF. La equivalencia es absoluta, definitiva. Es la mismacosa, el mismo llamamiento de auxilio, la misma debilidad de juicio,digamos, la misma supersticin, que consiste en creer en la solucinpoltica del problema personal".

    Se podr, a partir de este lmite, suspender la observacin de lopoltico y no pormenorizar sino e! espectro de! dolor. Somos sobre-vivientes, somos muertos-vivos, cadveres diferidos que albergan Hi-roshimas personales en e! fondo de nuestro mundo privado.

    Es posible imaginar un arte que, aunque reconozca e! peso de! dolormoderno, lo ahogue en e! triunfo de los conquistadores o en lossarcasmos y los entusiasmos metafsicos o, inclusive, en la ternura de!placer ertico. No es verdad tambin, no es verdad sobre todo, queel hombre moderno logra, mejor que nunca, vencer e! sepulcro, que lavida se impone en la experiencia de los vivos y que, militar y poltica-mente, las fuerzas destructoras de la Segunda Guerra Mundial parecensofocadas? Duras escoge o sucumbe a otro camino: la contemplacincmplice, voluptuosa, hechizada, de la muerte en nosotros, la perma-nencia de la herida.

    La publicacin, en 1985, de El dolor -extrao diario secreto escri-to durante la guerra y de! cual e! texto ms largo relata e! regreso deRobert L. de Dachau- revela uno de esos enraizamientos biogrficose histricos esenciales de este dolor. La lucha de! hombre contra lamuerte frente a la exterminacin impuesta por los nazis. La lucha de!rescatado en medio de la vida normal para volver a encontrar, en sucasi-cadver de sobreviviente, las fuerzas elementales de la vida. Lanarradora -testigo y combatiente en esta aventura entre vida ymuerte- lo expone como desde dentro, desde e! interior de su amorpor e! moribundo que renace.

    La lucha con la muerte empez muy pronto. Haba que tener muchosmiramientos con ella, tratarla con delicadeza, tacto, moderacin. Lerodeaba por todos lados. Pero as y todo an quedaba un medio parallegar a l, no era grande la abertura por donde comunicar con l, peroa pesar de todo la vida estaba en l, apenas una chispa, pero una chispa

    26 L' Amant, ob. cit., p. 8S.

  • 196 197SOL NEGRO LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS

    a pesar de todo. Lamuerte se lanzaba al asalto. 39,5 el primer da. Luego40. Luego 41. Lamuerte perda fuerzas. 41: el corazn vibraba como unacuerda de violn. Todava 41, pero vibra. El corazn, pensbamos, elcorazn se va a detener. Todava 41. La muerte llama a grandes aldabo-nazos, pero el corazn est sordo. No es posible, el corazn se va aparar?

    Es una familia de piedra, petrificada en un espesor sin acceso. Cada datratamos de matarnos, de matar. No solamente no nos hablamos sinoque tampoco nos miramos (...) Por lo que hizo a nuestra madre tanamable, tan confiada, odiamos la vida, nos odiamos",

    El recuerdo es el de un miedo medular".Creo que ya s decrmelo, tengo unas vagas ganas de morir-'.(...) vivo una tristeza que yo esperaba y que no viene de m. Que

    siempre he estado triste".La narradora se apega minuciosamente a los detalles nfimos yesenciales de ese combate del cuerpo con la muerte, de la muertecontra el cuerpo: escruta la cara desencajada pero sublime, loshuesos, la piel, los intestinos y hasta la mierda inhumana o huma-na ... En medio de su amor, a su vez moribundo, por ese hombre, ellaencuentra sin embargo, por y gracias al dolor, su pasin por el sersingular, nico y en consecuencia, amado para siempre que es elrescatado Robert L. La muerte reanima el amor muerto.

    Con esta sed de dolor hasta la locura, Duras revela la gracia de nues-tras desesperanzas ms tenaces, ms rebeldes a la fe, ms actuales.

    LA MUJER TRISTE

    -Por dnde se toma a una mujer? pregunta el vicecnsulEl director re.(...)-Yo la tomara por la tristeza, dice el vicecnsul, si me estuviese

    permitido hacerlo",

    Nada ms or ese nombre, Robert L., me he puesto a llorar. Todavalloro. Llorar toda mi vida (...) durante su agona, cuando mejor habaconocido a ese hombre, Robert L., cuando haba captado para siemprelo que le haca l, slo l, y nada ni nadie ms en el mundo, que hablabade la gracia particular de Robert L."

    La tristeza es la enfermedad fundamental, si no fuese ya el fondoenfermizo de las mujeres en Duras. As sucede con Anne-MarieStretter (El vicecnsul), Lol V. Stein (El arrebato de Lol V. Stein) oAlissa (Destruir, dice ella) para citar nicamente tres. Una nada queofrece lgrimas discretas y palabras elpticas. Dolor y rapto se confun-den en ella con cierta discrecin. Escuch decir eso ... su cielo, son laslgrimas seala el vicecnsul a propsito de Anne-Marie Stretter. Laextraa embajadora en Calcuta parece pasear una muerte enterrada ensu plido y delgado cuerpo. La muerte en una vida en curso, dice porfin el vicecnsul, pero que no nos alcanza jams? Es eso-", Ella paseapor el mundo, y ms all de sus amores destrozados, el encantomelanclico de Ja Venecia de su infancia y un destino de msicafracasada. Metfora ambulante de una Venecia glauca, de una ciudadde fin de mundo, cuando para los otros, la ciudad de los dogos con-tina siendo fuente de excitacin. Anne-Marie Stretter es, sin embar-

    El dolor prendado de la muerte es la individuacin suprema?Haca falta, quiz, la extraa aventura de! desarraigo, una infancia

    en e! continente asitico, la tensin de una existencia ardua junto a lamadre maestra valiente y dura, e! encuentro precoz con la enfermedadmental de! hermano y la miseria de todos, para que una sensibilidadpersonal hacia e! dolor desposara con tanta avidez e! drama de nuestrotiempo, que impone la enfermedad de la muerte en e! centro de laexperiencia psquica de la mayora de nosotros. Una infancia en la queel amor, ya calcinado por e! fuego de un odio contenido, y la esperanzase manifiestan nicamente bajo e! agobio de la mala suerte: Voy aescupirle en e! rostro. Ella abri y e! escupitajo se le qued en la boca.No vala la pena. Era la mala suerte, este M. Jo, la mala suerte, comolos diques, e! caballo que mora, no era nadie, solamente la malasuerte-?. Esta infancia llena de odio y miedo se convirti en la fuentey el blasn de una visin de la historia contempornea:

    30 L'Amant, ob. cit., p. 69.31 Ibd., p. 104.32 Ibd., p. 146.33 Ibd., p. 57.34 Cf. Marguerite Duras, Le Vice-consul, L'imaginaire, Gallimard, Pars, 1966, p. 80.Hay

    versin en espaol: El vicecnsul, Tusquets, Andanzas 26, Barcelona, 1986.35 Ibd., p. 174.

    27 Cf. Marguerite Duras. La douleur, POL, Pars, 1985,p. 57. Hay versin en espaol: Eldolor. Plaza & Jans, Barcelona, 1985, p. 68. Trad. de Clara Jans.

    28 Ibd., p. 80 (En la edicin Plaza & Jans, p. 81).29 Cf. Marguerite Duras, Un barrage contre le Pacifique, Folio Gallimard, Pars, 1950,pp.

    73-74. Hay versin en espaol: Un dique contra el Pacfico, Versal, Barcelona, 1985.

  • 198 SOL NEGRO

    go, el dolor encarnado de cualquier mujer ordinaria: de Dijn, deMiln, de Brest, de Dubln un poco inglesa quiz, pero no, esuniversal: Es decir, es un tanto simple creer que uno viene solamentede Venecia, se puede venir de otros lugares que se atraviesan en elcamino, me parecee ".

    El dolor es su sexo, el alto lugar de su erotismo. Cuando rene sucenculo de enamorados, a escondidas, en el Blue-Moon o en suresidencia secreta, qu hacen?

    Ellos la miran. Ella es delgada tras su peinador negro, aprieta losprpados, su belleza desaparece. En qu insoportable bienestar est?

    Entonces lo que Charles Rossett no saba que esperaba se produjo.Seguro? S. Eso son lgrimas. Salen de los ojos y ruedan por susmejillas, muy pequeas, brillantes".

    (...) ellos la miran. Los grandes prpados tiemblan, las lgrimas nobrotan (...). Lloro sin razn que pueda decirle, es como una tristeza queme atraviesa, alguien tiene que llorar, es como si fuera yo.

    Ella sabe que ellos estn ah, cercanos, sin duda, los hombres deCalcuta, ella no se mueve en absoluto, si lo hiciera... no... ella da laimpresin de ser ahora prisionera de un dolor demasiado viejo paraseguir llorndolo".

    Este dolor expresa un placer imposible, es el signo desgarrador dela frigidez. Reteniendo una pasin que no puede fluir, el dolor es-pese a ello y ms profundamente- la prisin donde se encierra elduelo imposible de un viejo amor hecho completamente de sensacio-nes y de autosensaciones, inalienable, inseparable y, por ello mismo,innombrable. El duelo incumplido del pre-objeto autosensual fija lafrigidez femenina. Tambin el dolor que se fija ah contiene a unamujer desconocida para la que habita en la superficie: una extraa. Alnarcisismo abandonado de apariencia melanclica el dolor opone yagrega el narcisismo profundo, la autosensualidad arcaica, los afectosheridos. As encontramos en la fuente de este dolor un abandono noasumido. Tambin revelado en el juego de las duplicaciones donde elpropio cuerpo se reconoce en la imagen de otro con la condicin deque sea rplica del suyo.

    36 Ibd., p. 11I.37 Ibd., pp. 195-196.38 Ibd., p. 198.

    LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 199

    I

    NO YO O EL ABANDONO

    El abandono configura el insuperable traumatismo infligidopor el descubrimiento -sin duda precoz y por ello mismo imposiblede elaborar- de la existencia de un no-yo'", En efecto, el abandonoestructura lo que queda de historia en los textos de Duras: la amantees abandonada por su amante, el alemn de la francesa de Neversmuere (Hiroshima mon amour, 1960); Michael Richardson abandonapblicamente a Lol V. Stein (El arrebato de Lol V. Stein, 1964); denuevo Michael Richardson, amante imposible, punta una serie denaufragios en la vida de Anne-Marie Stretter (El vicecnsul, 1965);Elisabeth Alione pierde a su hijo nacido muerto y, previamente, habahabido el amor del joven mdico por ella, que intenta matarse cuandoElisabeth le muestra la carta de su amante a su marido (Destruir, diceella, 1969); en cuanto al hombre y a la joven de El mal de la muerte(1982) parecen habitados por un duelo inherente que hace su pasinfsica mrbida, distante, ya condenada de antemano; en fin, la france-sita y el chino -su amante- estn convencidos desde el principio dela imposibilidad y la condena de su relacin, de manera que la joven sepersuade de no amarlo y slo se deja perturbar por un eco de su pasinabandonada, una meloda de Chopin, en el barco que la traslada aFrancia (El amante).

    Este sentimiento de abandono inevitable revelado por la separacino la muerte real de los amantes, parece tambin inmanente y comopredestinado. Se anuda alrededor de la "figura materna. La madre de lamujer de Nevers estaba separada de su marido ... o bien (la narradoravacila) era juda y se haba marchado a la zona libre. En cuanto a LolV. Stein, aun antes del fatdico baile en el que Michael Richardson laabandona por Anne-Marie Stretter, llega acompaada de su madrecuya silueta elegante y delgada ya lleva los emblemas de una obscuranegacin de la naturaleza 40 y anuncia la delgadez elegante, mortuoriae inaccesible de la futura rival. Ms dramticamente, la bonza loca deEl vicecnsul que camina inconsciente de Indochina a la India, encintay gangrenada, lucha con la muerte pero sobre todo con su madre quela haba expulsado de la casa natal: Ella dice algunas palabras en

    39 La fuerza de Marguerite Duras est en atreverse con un discurso entre el encanto queacta alliberarlo y el flechazo amoroso, pero suicida, pulsin de muerte que seorigina en lo que se llama sublimacin. cr. Marcelle Marini, Territoires du fminin(avec Marguerite Duras), Edirions de Minuit, Pars, 1977, p. 56.

    40 Le Ravissement de Lol V. Stein, ob. cit., p. 14.

  • 200 SOL NEGRO LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 201

    camboyano: buenos das, buenas tardes. A la nia, ella le hablaba. Ala madre vieja de Tonl-Sap, origen y causa de todos sus males, de sudestino malogrado, su amor puro".

    Con una lgubre fuerza gtica se erige la locura de la madre de laamante en El amante, arquetipo de esas mujeres locas que pueblan eluniverso durasiano. Veo claramente que mi madre est loca (...) denacimiento. En la sangre. Ella no estaba enferma de su locura, la vivacomo la salud:". El odio une a la nia y a la madre en un torno pasionalque resulta la fuente del misterioso silencio que estra la escritura:

    (...) ella est para que la encierren, le peguen, la maten". (...) creo haberhablado de! amor que le tenamos a nuestra madre pero no s si he dichoe! odio que le tenamos tambin (...) Ella es e! lugar en cuyo umbralcomienza e! silencio (...) Lo que sucede ah es justamente el silencio, eselento trabajo para toda mi vida. Todava estoy ah, frente a esos niosposedos, a la misma distancia de! misterio. Nunca he escrito creyendohacerla, nunca he amado creyendo amar, nunca he hecho ms queesperar frente a la puerta cerrada".

    El miedo a la locura materna lleva a la novelista a hacer desaparecer aesta madre, a separarse de ella mediante una violencia no menos ase-sina que la de la propia madre cuando le pega a su hija prostituida.Destruir, parece decir la hija narradora en El amante, pero al borrar lafigura de la madre, toma al mismo tiempo su lugar. La hija se pone enel lugar de la locura materna, ms que matar a la madre la prolongaen la alucinacin negativa de una identificacin siempre fielmenteamorosa:

    De repente hay ah, cerca de m, una persona sentada en e! lugar de mimadre, pero no era mi madre (...) esta identidad que no era reemplazablepor ninguna otra haba desaparecido y que yo no tena modo alguno dehacerla regresar, de que comenzara a regresar. Ya no haba nada parahabitar la imagen. Me volv loca en plena razn":

    Aunque indica que el vnculo con la madre es un antecedente deldolor, el texto no lo designa ni como causa ni como origen. El dolorse basta a s mismo, trasciende los efectos y las causas y barre con todaentidad, tanto del sujeto como del objeto. Ser el dolor el umbral

    41 Le Vice-consul, ob. cit., p. 67.42 L' Amant, ob. cit., p. 40.43 Ibd., p. 32.44 Ibd., pp. 34-35.45 Ibd., p. 105.

    ltimo de nuestros estados inobjetales? Es inaccesible a la descripcin,pero brota en las inspiraciones, las lgrimas, los blancos entre laspalabras. Me exalto con el dolor de la India. Ms o menos todos lohacemos no? Slo se puede hablar de ese dolor si se asegura surespiracin en nosotros 46... A la vez masivo y exterior, el dolor seconfunde con el abandono o con alguna profunda escisin del serfemenino experimentado como el vaco de un tedio irrebasable si serevela en el propio lugar de la divisin subjetiva:

    Ella slo habl para decir que le era imposible expresar cun aburrido ylargo, largo era ser Lol V. Stein. Se le pidi que hiciera un esfuerzo. Ellano comprenda por qu, deca. Su dificultad ante la busca de una solapalabra pareca insuperable. Pareci no esperar nada ms.

    Pensaba en alguna cosa, de ella? se le pregunt. Ella no comprendala pregunta. Podra decirse que era evidente y que la lasitud infinita node poder desprenderse de eso no tena por qu pensarse, que ella sehaba convertido en un desierto donde una facultad nmada la habalanzado en la persecucin interminable le qu? No se saba. Ella noresponda",

    DEL RAPTO: SIN PLACER

    Sin duda no se debe tomar a esta mujer durasiana por lamujer. Sin embargo, algunos rasgos frecuentes de la sexualidad feme-nina aparecen en ella. Se tiende a suponer, en este ser todo tristeza, nouna represin, sino un agotamiento de laspulsiones erticas. Confiscadaspor el objeto de amor -por el amante o, antes que l, por la madrecuyo duelo contina imposible- las pulsiones estn como blanquea-das, vaciadas de su poder para crear el nexo del placer sexual o el nexode la complicidad simblica. La Cosa perdida dej ciertamente su mar-ca en los afectos abandonados y en ese discurso deslastrado de signi-ficacin, pero es marca de una ausencia, de un desligamiento funda-mental. Puede provocar el arrebato: no el placer. Si quisiramosreunirnos con esta mujer y su amor, habra que buscarla en el stanosecreto donde no hay nadie aparte de los ojos relumbrantes de losgatos de Nevers y la angustia catastrfica de la joven que se confundecon ellos. Regresar y reunirse con ella? No. Son las lgrimas lo quepriva de la persona?,,4S-_.-46 Le Vice-consul, ob. cit., p. 157.47 Le Ravissement de Lol V. Stein, ob. cit., p. 24.48 Le Vice-consul, ob. cit., p. 201.

  • 202 LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 203SOL NEGRO

    Este rapto disimulado y deserotizado (en e! sentido de desprovistode vnculo, de desapego de! otro, para no volverse sino hacia e! cuencode! propio cuerpo, cuerpo des apropiado no obstante en e! instantemismo de! goce y que zozobra en una muerte para s amada) ser, sino el secreto, al menos un aspecto de! goce femenino? El mal de lamuerte lo da a entender. Ah e! hombre saborea e! cuerpo abierto dela joven como un descubrimiento Real de la diferencia sexual de otraforma inasible pero que le parece mortfera, engullidora, peligrosa. Sedefiende de! placer de dormir en e! sexo hmedo de su pareja imagi-nando matarla. Usted descubre que est ah, en ella, donde se fomen-ta la enfermedad de la muerte, que es esta forma ah desplegada lo quedecreta la enfermedad de la muerte:". En cambio, ella est familiari-zada con la muerte. Despreocupada, indiferente al sexo y no obstanteenamorada del amor y dcil al placer, ella ama la muerte que cree llevardentro. Ms an, esta complicidad con la muerte le da la impresin deestar ms all de la muerte: la mujer no da ni sufre la muerte porquela es y lo impone. Es l quien tiene la enfermedad de la muerte; ella loes y por tanto pasa a otra parte: "oo. ella 10 mira a travs de! filtro verdede sus pupilas. Ella dice: Usted anuncia e! reino de la muerte. No sepuede amar la muerte si es impuesta desde afuera. Usted cree llorarpor no amar. Usted llora por no imponer la muerte?". Ella se va de!lugar, inaccesible, deificada por la narradora por llevar la muerte a losotros a travs de un amor, de una admirable imposibilidad tanto paraella como para l. Cierta verdad de la experiencia femenina relacionadacon e! goce del dolor bordea en Duras la mitificacin de lo femeninoinaccesible.

    Sin embargo, este no rnan's land de afectos doloridos y palabrasdesvalorizadas roza e! cenit de! misterio y, por muerto que parezca, noest desprovisto de expresin. Tiene su lenguaje propio: la reduplica-cin. Crea ecos, dobles, semejantes, que manifiestan la pasin o ladestruccin, como la mujer dolorida a quien no tiene la capacidad dedecirla y cuya privacin la hace sufrir.

    tiempo. Es una reverberacin en e! espacio, un juego de espejos sinperspectiva, sin duracin. Un doble puede fijar durante un tiempo lainestabilidad de la mismidad, darle una identidad provisional, pero undoble, sobre todo, cava en abime la mismidad, abre en ella un fondoinsospechado e insondable. El doble es el fondo inconsciente de lamismidad, lo que la amenaza y puede tragrse!a.

    Fabricada por e! espejo, la reduplicacin precede la identificacinespecular caracterstica de! estadio de! espejo: remite a la vanguardiade nuestras identidades inestables borroneadas por una pulsin quenada pudo diferir, negar, significar.

    La potencia innombrable de tal mirada, adems de la vista, se im-pone como universo privilegiado e insondable en e! deseo: l se con-tentaba con mirar a Suzanne con ojos perturbados, con mirarla otravez, con suplir su mirada con una visin adicional, como es costumbrecuando la pasin ahoga51. Ms all o ms ac de la vista, la pasinhipnotizada ve dobles.

    Anne Desbaresdes y Chauvin en Moderato cantabile arman suhistoria de amor como un eco de lo que imaginan fue la historia de lapareja pasional, en la que la mujer quiso ser asesinada por e! hombre.(Existiran los dos protagonistas sin la referencia imaginaria al gocemasoquista de la pareja que los precedi? La trama est urdida paraque se toque otra reduplicacin mcderato cantabile, la de la madrey su hijo. Madre e hijo llevan al apogeo esa reflexin en imgenes enla que la identidad de una mujer se anuda en e! amor por su pequeo.Si hija y madre pueden ser rivales y enemigas (El amante), la madre yel pequeo aparecen en Moderato cantabile como puro amor devora-dor. Como el vino, an antes de beberlo, su hijo absorbe a AnneDesbaresdes; ella slo se acepta en l -indulgente y maravillada; e!nio es e! eje que reemplaza las decepciones amorosas sobreentendi-das y quien revela su demencia. El hijo es la forma visible de la locurade una madre decepcionada. Sin l, quizs ella estara muerta. Con l,ella est en un vrtigo de amor, de gestiones prcticas y educativas,pero tambin de soledad, en eterno exilio de los otros y de s misma.Como una rplica cotidiana y trivial de la mujer que, al inicio de lanovela, dese ser asesinada por su amante, la madre Anne Desbaresdesvive su muerte exttica en el amor por su hijo. A la vez que revela losabismos masoquistas del deseo, esta figura compleja (madre-hijo/amante-amante/muerta-asesino apasionado) muestra con qu delicias

    PAREJAS Y DOBLES. UNA REDUPLICACIN

    La reduplicacin es una repeticin bloqueada. Mientras lorepetido se desgrana en el tiempo, la reduplicacin est fuera del

    49 La Muladie de la mort, ob. cit., p. 38.50 Ibd., p. 48. 51 Un barrage contre le Pacifique, ob. cit., p. 69.

  • LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 205204 SOL NEGRO

    narcisistas y autosensuales se sostiene e! sufrimiento femenino. El hijoes ciertamente la resurreccin de su madre pero, a la inversa, losmuertos de ella sobreviven en l: sus humillaciones, sus heridas in-nombradas convertidas en carne viva. Mientras ms flota e! amor ma-terno sobre e! sufrimiento de una mujer, ms es e! nio doloroso ysutilmente tierno ...

    El japons y e! alemn en Hiroshima mon amour son tambin do-bles. En la experiencia amorosa de la joven mujer de Nevers, e! japonsrevive en ella e! recuerdo de su amante muerto pero las dos imgenesmasculinas se confunden en un rompecabezas alucinatorio que sugiereque e! amor por e! alemn est presente sin olvido posible y que,recprocamente, e! amor por el japons est destinado a morir. Redu-plicacin e intercambio de atributos. Por esta extraa smosis, lavitalidad de un sobreviviente de la catstrofe de Hiroshima est signa-da por una suerte macabra, mientras que la muerte definitiva de! otrosobrevive, difana, en la pasin desolada de la joven mujer. Estareverberacin de sus objetos de amor pulveriza la identidad de laherona: no pertenece a ningn tiempo particular sino al espacio dela contaminacin de las entidades donde su ser oscila, entristecido ymaravillado.

    violencia social, familiar, humana ... Este do se convierte en tro pore! agregado de otra rplica, masculina esta vez: el vicecnsul deLahore. Extrao personaje a quien se le atribuye un desamparo arcai-co, jams confesado, y de quien conocemos nicamente los actossdicos: bombas ftidas en e! colegio, disparos a seres vivos en Lahore.Es verdad, es falso? El vicecnsul, temido por todos, se convierte encmplice de Anne-Marie Stretter y en enamorado condenado a su solafrialdad, pues hasta los llantos de la encantadora estn destinados a losdems. Ser e! vicecnsul una metamorfosis viciosa, posible, de lamelanclica embajadora, su rplica masculina, su variante sdica, laexpresin de! pasaje al acto al cual, precisamente, ella no se entrega, nisiquiera durante e! coito? Un homosexual, quiz, que ama con unamor imposible a una mujer la cual, en su desamparo sexual obsesio-nada por un deseo sin satisfaccin, bien habra querido ser como l:fuera de la ley, fuera de! alcance. El tro de estos desequilibrados-la bonza, e! vicecnsul, la deprimida- teje un universo que escapaal resto de los personajes de la novela, aun a los ms cercanos a laembajadora. El tro ofrece a la narradora e! terreno profundo de suindagacin psicolgica: e! secreto criminal y loco que acta bajo lasuperficie de nuestros comportamientos diplomticos de! que dantestimonio la tristeza de ciertas mujeres.

    El acto amoroso a menudo es la ocasin para tal reduplicacin alconvertirse cada miembro de la pareja en e! doble de! otro. As, en Elmal de la muerte, la obsesin mortfera del hombre se confunde conlos pensamientos mortuorios de su amante. Los llantos de! hombreque goza la abominable fragilidad de la mujer responden a susilencio adormecido, desapegado y revelan su sentido: un sufrimiento.Lo que ella cree la falsedad de! discurso de l, que no se correspondecon la realidad sutil de las cosas, se encuentra abreviado en su fugacuando ella, indiferente a su pasin, abandona el cuarto de sus escar-ceos. De tal manera que los dos personajes terminan por parecer dosvoces, dos olas entre la blancura de las sbanas y la de! mars".

    U n dolor pasado (como un color desteido) llena a esos hombresy mujeres, dobles y rplicas y, al colmarlos, les quita cualquier otraposible psicologa. Esos calcos estn individualizados por sus nombrespropios: diamantes negros e incomparables, impenetrables, que coagu-lan sobre la extensin de! sufrimiento. Anne Desbaresdes, Lol V.Stein, Elisabeth Alione, Michae! Richardson, Max Thorn, Stein ... Los

    EL SECRETO CRIMINAL

    En El vicecnsul, esta tcnica de la reduplicacin alcanza suapogeo. A la locura expresionista de la bonza de Savannakhet -quetoma de nuevo e! tema de la mujer asitica con el pie enfermo de Undique contra el Pacifico5!- responde la melancola decadente de Anne-Marie Stretter, Frente a la miseria punzante y al cuerpo medio podridode la mujer asitica, las lgrimas venecianas de Anne-Marie Stretterparecen un capricho de lujo inaguantable. Sin embargo, e! contrasteentre las dos no se mantiene cuando entra e! juego e! dolor. Con e!teln de fondo de la enfermedad, las imgenes de las dos mujeres seconfunden y e! universo etreo de Anne-Marie Stretter adquiere unadimensin de locura que no habra tenido tan marcado a no ser por lahuella de la otra vagabunda. Dos msicas: la pianista, la cantantedelirante; dos exiliadas: una de Europa, la otra de Asia; dos mujeresheridas: una con una herida invisible, la otra vctima gangrenada de

    52 Ibd., p. 119. 53 La Maladie de la mort, ob. cit., p. 61.

    .&..

  • 206 LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURASSOL NEGRO 207

    nombres parecen condensar y retener una historia que sus portadoresignoran quiz tanto como lo ignora e! lector, pero que insiste en suconsonancia extranjera y termina -casi- por reve!arse ante nuestraspropias extraezas inconscientes, volvindosenos, brusca pero fami-liarmente, incomprehensible.

    inte!igibles todas las relaciones que escenifica la novela. ElisabethAlione, deprimida por un amor desgraciado y por la muerte, durantee! parto, de su hija, descansa en un hotel desolado, poblado de enfer-mos. Ah encuentra a Stein y a su doble Max Thor, dos judos siem-pre a punto de convertirse en escritores: con qu fuerza se imponea veces, por no escribirlo ". Dos hombres vinculados por una indeci-ble pasin que se supone homosexual y que, precisamente, no lograinscribirse si no es por la mediacin de las dos mujeres. l ama/ellosaman a Alissa y estn fascinados por Elisa. Alissa Thor descubre quesu marido est feliz de conocer a Elisa que seduce a Stein: tambin ellase deja acercar y amar por e! propio Stein (e! lector es libre decomponer dadas en esta sugestiva trama). Alissa queda estupefacta aldescubrir que Max Thor es feliz aqu en e! universo caleidoscpico delos dobles con Stein, sin duda por Elisa? Pero tambin dice que porla misma Alissa? Destruir, dice ella-", Por ms habitada que estAlissa por la destruccin, ella se contempla en Elisa para revelar, en laambigedad de la identificacin y de la descomposicin, una verdaderalocura bajo la apariencia de mujer joven y fresca: Soy alguien quetiene miedo -contina Alissa-, miedo de ser abandonada, miedo de!futuro, miedo a amar, miedo a la violencia, al nombre, miedo a lodesconocido, al hambre, a la miseria, a la verdad-".

    Cul? La suya o la de Elisa? Destruir, dice ella. Las dos mujerespese a todo se entienden. Alissa es la portavoz de Elisa. Repite todolo que dice, da testimonio de su pasado y profetiza su futuro, en e! cualno ve sino repeticiones y dobles, tanto ms porque la extraeza decada persona consigo misma hace que cada quien, con e! tiempo, seconvierta en su propio doble .

    Elisabeth no responde.-Nos conocamos desde que ramos nias -dice ella. Nuestras

    familias eran amigas.Alissa repite bajito:-Nos conocamos desde que ramos nias. Nuestras familias l'rall

    amigasSilencio.-Si usted la amase, si la hubiese amado, una vez, una sola vc'r., "11 Sil

    vida, usted hubiese amado a los otros -dice Alissa-- a Suin y ,1 M.IXThor.

    EL ACONTECIMIENTO Y EL ODIO. ENTRE MUJERES

    Como en eco de la simbiosis mortfera con las madres, lapasin entre dos mujeres es una de las figuras ms intensas de!desdoblamiento. Cuando Lol V. Stein se ve desposeda de su noviopor Anne-Marie Stretter (a quien ese beneficio sin embargo no colmay cuya tristeza inconsolable conoceremos en El vicecnsul), cuandoella se encierra en un aislamiento hastiado e inaccesible: no saber nadade Lol era ya conocerla-". Sin embargo, aos ms tarde, cuando todosla crean curada y apaciblemente casada, ella espa los escarceos amo-rosos de su antigua amiga Tatiana Karl con Jacques Hold. Est enamo-rada de la pareja, de Tatiana sobre todo: querr tomar su lugar en losmismos brazos, en la misma cama. Esta absorcin de la pasin de laotra mujer -Tatiana es aqu e! sustituto de la primera rival, Anne-Marie Stretter y, en ltima instancia, de la madre- se realiza tambinen sentido inverso: Tatiana, hasta entonces ligera y ldica, se pone asufrir. Las dos mujeres son desde ese momento imitaciones, rplicasen e! libreto de! dolor que, ante los ojos maravillados de Lol V. Stein,gobierna la norma del mundo:

    ... las cosas se precisan alrededor de ella y de golpe percibe sus aristasvivas, restos tirados por todas partes en el mundo, que dan vueltas, eseresiduo ya carcomido por las ratas, el dolor de Tatiana, ella lo ve, estagobiada, por todas partes el sentimiento, uno se desliza sobre esa grasa.Ella crea que era posible un tiempo que se llene y se vace alternativa-mente, que se hinche y se deshinche, luego que est listo, otra vez,siempre, para servir, ella lo cree todava, lo cree siempre, jams securar".

    Los dobles se multiplican en e! espejo de Destruir, dice ella y seciernen sobre e! tema de la destruccin que, una vez nombrada en e!cuerpo de! texto, sale a la superficie para esclarecer e! ttulo y hacer 56 Cf. Marguerite Duras, Dtruir, dit-elle, Ed. de Minuit, Pars, 1')(,'),1" '1(,. II.,v V('I',III

    en espaol: Destruir, dice ella, Seix Barral Editores, Barcelona, 1')72.57 Ibd., p. 34.58 Ibd., p. 72.

    54 Le Rannssement de Lol V. Stein, ob. cit., p. 81.55 Ibd., p. 159.

    1.

  • 208 LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 209SOL NEGRO

    -No comprendo ... -dice Elisabeth, pero ...-Eso ocurrir en otro tiempo -dice Alissa- ms tarde. Pero no

    ser ni usted ni ellos. No le haga caso a lo que digo.-Stein dice que usted est loca -dice Elisabeth.-Stein dice todo".

    Cules son los ingredientes en esa mezcla de hipnosis y pasinutpica?

    Celos, odio contenido, fascinacin, deseo sexual por la rival y suhombre: toda la gama se insina en los comportamientos y palabras deesas criaturas lunticas que viven una tristeza enorme y se quejan sindecirlo, como cantando-'".

    La violencia de esas pulsiones irreductibles a palabras est sobretodo tamizada por un comedimiento en las conductas, como domea-das ya en s mismas gracias al esfuerzo de darle forma, como unaescritura preexistente. En consecuencia el grito de odio no repercuteen su brutalidad salvaje. Se transforma en msica, la cual (recordandola sonrisa de la Virgen o de la Gioconda) hace visible el saber de unsecreto -l mismo invisible, subterrneo, uterino- y transmite a lacivilizacin un dolor civilizado, maravillado pero nunca apaciguado,que las palabras rebasan. Msica a la vez neutra y destructora: rom-piendo rboles, fulminando los muros, agostando la rabia en dulzorsublime y risa absoluta-P,

    Queda saciada la melancola femenina por el nuevo encuentro conla otra mujer en cuanto puede ser imaginada como la compaeraprivilegiada del hombre? o bien queda relanzada por, y quiz debidoa, la imposibilidad de encontrar, de satisfacer, a la otra mujer? Entremujeres en todo caso se agota el odio captado, engullido hacia dentro,ah donde acecha prisionera, la rival arcaica. Cuando la depresin seexpresa, se erotiza en destruccin: violencia desencadenada contra lamadre, demolicin amable de la amiga.

    La madre dominante, estropeada y loca se instala regiamente en Undique contra el Pacfico y determina la sexualidad de sus hijos: Unadesesperada de la propia esperanza-".

    Las dos mujeres hablan en eco; una termina las palabras de la otray la otra las deniega a sabiendas de que esas palabras dicen una partede su verdad comn, de su complicidad.

    Esta dualidad vendr del hecho de ser mujer: de compartir unamisma plasticidad, llamada histrica, pronta a tomar su imagen por la dela otra (

  • 210 SOL NEGRO LA ENFERMEDAD DEL DOLOR. DURAS 211

    bajo el impulso de una necesidad que no la soltaba. Suzanne a sus pies,semidesnuda, con su ropa desgarrada, lloraba (...) y si quiero matar-la? y si me gusta matarla?:", pregunta a propsito de su hija. Bajo elimperio de esta pasin, Suzanne se entrega sin amar a nadie. Slo quiza su hermano Joseph. Y ese deseo incestuoso que el hermano compar-te y cumple de forma furiosa y casi delincuente (

  • 212 SOL NEGRO

    MODERNA Y POSTMODERNA

    Literatura de nuestros males, sta acompaa las angustiasrealmente desencadenadas y acentuadas por el mundo moderno, peroesenciales, transhistricas.

    Literatura de lmites, lo es tambin porque despliega los lmites delo nombrable. Los discursos elpticos de los personajes, la obsesivaevocacin de una nada que resume la enfermedad del dolor, desig-nan un naufragio de las palabras frente al afecto innombrable. Esesilencio, lo hemos dicho, recuerda la nada que el ojo de Valry veaen un horno incandescente en medio de un desorden monstruoso.Duras no lo orquesta a la manera de Mallarm, que buscaba la msicade las palabras, ni a la manera de Beckett, afinando una sintaxis que seestanca o avanza con sobresaltos desviando el desarrollo lineal delrelato. La reverberacin de los personajes y el silencio inscrito tal cual,la insistencia sobre el nada que decir como manifestacin ltima deldolor, llevan a Duras hacia una blancura del sentido. Junto a unatorpeza retrica, constituyen un universo de malestar inquietante ycontagioso.

    Moderna histrica y psicolgicamente, esta escritura se halla hoyenfrentada al desafo postmoderno. Se trata desde ahora de ver en laenfermedad del dolor solamente un momento de la sntesis narrativacapaz de llevarse en su complejo torbellino tanto las meditacionesfilosficas como las defensas erticas o los placeres divertidos. Lopostmoderno est ms cerca de la comedia humana que del malestarabisal. El infierno tal cual es, explorado a fondo en la literatura depostguerra, no perdi su inaccesibilidad infernal para convertirse enuna suerte de cotidiano, transparente, casi trivial '-una nadav-e- co-mo nuestras verdades ya ahora visualizadas, televisadas y, en suma,ni tan secretas ...? El deseo de comedia oculta hoy, sin ignorarla, la pre-ocupacin por esta verdad sin tragedia, por esta melancola sin purga-torio. Recordamos a Marivaux y Crbillon.

    Un nuevo mundo amoroso quiere salir a la superficie en el eternoretorno de los ciclos histricos y mentales. Al invierno de la preocu-pacin le sigue el artificio del semblante; a la blancura del tedio, ladiversin desgarradora de la parodia. y viceversa. La verdad, en suma,se abre camino en los reflejos de los falsos encantos tanto como secomprueba en los juegos de espejos dolorosos. Despus de todo, nodepende la maravilla de la vida psquica de ese alternar defensas ycadas, sonrisas y lgrimas, soles y melancolas?

    J

    NDICE

    I. UN CONTRADEPRESIVO: EL PSICOANLISISLa melancola: doble sombro de la pasin amorosa .Pensamiento-crisis-melancolaMelancola/ depresinEl depresivo: lleno de odio o herido. El objetoy la cosa del dueloCosa y ObjetoLa pulsin de muerte como inscripcin primariade la discontinuidad (trauma o prdida)Integracin/ no-integracin/ desin tegracinEl humor es un lenguaje? .Equivalentes simblicos/smbolosEs irrepresentable la muerte?Disociacin de formasLa mujer mortfera

    Il. VIDA y MUERTE DE LA PALABRALa concatenacin rota: una hiptesis biolgicaLa marcha lenta: dos modelos

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  • El lenguaje como estimulacin- y refuerzo .Otras translaciones entre el sentidoy el funcionamiento cerebralEl salto psicoanaltico: concatenar y transponerEl desmentido de la denegacinQu entendemos por desmentido y por denegacin? .La perversidad afectiva del depresivoArbitrario o vacoLengua muerta y Cosa enterrada vivaEl tono hace la cancinAceleracin y variedadUn pasado que no pasa .Identificacin proyectiva u omnipotenciaEl sentido omnipotenteLa tristeza retiene el odioDestino occidental de la traduccin .

    III. ROSTROS DE LADEPRESINFEMENINA .La soledad canbalMatar o matarse: la culpa actuadaU na virgen madre

    IV. LA BELLEZA:EL OTRO MUNDO DEL DEPRESIVOEl ms all realizado aqu abajo en la tierra .mI imaginario es alegrico?

    V. EL CRISTO MUERTO DE HOLBEINUn creyente puede perder la feEl hombre de dolorU na composicin del aislamientoGrnewald y MantegnaLa Muerte frente al RenacimientoHiato e identificacinRepresentar la escisin

    VI. NERVAL, EL DESDICHADOCosa u objeto perdidos .Yo soy lo que no es .Inversiones y dobleMemoria imaginaria .

    35 En el umbral de lo invisible y de lo visible ........................... 128'Q " " 129( uren eres tu .........................................................................

    37 Una flor, una santa: da madre? .............................................. 13139 Ancola e indecisin: quin soy? .......................................... 13241 Una violencia subyacente ........................................................ 13342 Yo cuento .................................................................................. 13545 Nombres-indicios: es ............................................................... 13747 Conmemorar el duelo .............................................................. 13949 Variaciones del doble ........................................................... 1405054 VII. DOSTOYEVSKI, LAESCRITURADEL SUFRIMIENTO55 y EL PERDN ................................................................................. 14756 Apologa del sufrimiento ........................................................ , 14757 Un sufrimiento anterior alodio ............................................. 15358 Dostoyevski y Job ................................................................... 15560 Suicidio y terrorismo ............................................................... 157

    Una muerte sin resurreccin. El tiempo apocalptico .......... 15863 'Q' 1 ' 159( ue es e tacto .......................................................................65 La muerte: una ineptitud para el perdn ............................... 16073 El objeto del perdn ................................................................ 16379 De la tristeza al crimen ........................................................... 165

    Madre y hermana: madre o hermana ..................................... 16785 I La tercera va ............................................................................ 168I85 Intemporalidad del perdn .................... '" ............................... 16987 El perdn esttico .................................................................... 173

    Oriente y Occidente: Per Filium o Filioque ......................... 17491 Yo es Hijo y Espritu ........................................................... 17891 El perdn hablado .................................................................... 18093 El acto de dar reabsorbe el afecto .......................................... 18097 La escritura: perdn inmoral ................................................... 182

    100102 VIII. LA ENFERMEDADDEL DOLOR. DURAS ............................. 183113 Retrica blanca del apocalipsis ............................................... 183116 U na esttica de la torpeza ....................................................... 186

    Sin catarsis ................................................................................ 188119 Hiroshima del amor ................................................................. 191123 Privado y pblico ..................................................................... 193124 La mujer triste .......................................................................... 197126 No yo o el abandono ........................................................... 199127 Del rapto: sin placer ................................................................ 201

  • Parejas y dobles. Una reduplicacinEl secreto criminalEl acontecimiento y el odio entre mujeresDel otro lado del espejoModerna y postmoderna

    202204206211212

    Esta edicin de SOLNEGRO.DEPRESINy MElANCOLA,se terminde imprimir el mes de mayo de1997 en los talleres de ltalgrfica

    S.A., ubicados en la la transversal dela calle Vargas, Edificio San Jorge,Boleta Norte, Caracas, Venezuela.Son 5.000 ejemplares, impresos en

    papel Premium.