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La fascinación de la otra realidad MlCHEL MESLIN L'expérience humaine du divin (París, Editions du Cerí, 1989) Michel Meslin, además de rector de la Sorbona, es profesor de Antropo- logía religiosa en esa prestigiosa Uni- versidad. Y, no menos importante, excelente investigador de la doble categoría empírico-imaginativa sagra- do/profano, divino/humano, y, en re- gistro generalizado, de la cultura, de la creación y de la espiritualidad, de la trascendencia, en una palabra. Lo prueba con tanta sofisticación como sensibilidad en L'expérience humaine du divin, volumen de más de 400 pá- ginas que acaba de aparecer y que he leído —y releído muchas de sus pá- ginas— con verdadera avidez e intensa fruición. Quiero decir desde el prin- cipio que se trata de una magnífica exposición sintética original, de una briosa y personal historia comparativa del hecho religioso, pero a la vez de lo más actual, de forma que todo el que quiera conocer el state-of-the-art de la Antropología religiosa en una de sus mejores formulaciones, aquí tiene su libro. ¿Por qué escribo todo esto? Voy a hilvanar brevemente algunos de los conceptos fundamentales que te- jen la monografía. El profesor Meslin parte de la ex- periencia humana como fundamento y base de la vivencia de lo trascen- dente, hecho o fenómeno real que po- sibilita el acercamiento a potencias su- periores, a lo divino y que, por tanto, permite una Antropología religiosa. Experiencia es, por consiguiente, un concepto eje en el acercamiento antro- pológico a lo religioso, concepto y método desarrollados y magníficamen- te utilizados anteriormente por Sir E. E. Evans-Pritchard —The Nuer Religión, 1956— y especialmente por G. Lienhardt en Divinity and Expe- Reis -- 45/89 pp. 231-265

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La fascinación de la otra realidad

MlCHEL MESLINL'expérience humaine du divin(París, Editions du Cerí, 1989)

Michel Meslin, además de rector dela Sorbona, es profesor de Antropo-logía religiosa en esa prestigiosa Uni-versidad. Y, no menos importante,excelente investigador de la doblecategoría empírico-imaginativa sagra-do/profano, divino/humano, y, en re-gistro generalizado, de la cultura, dela creación y de la espiritualidad, dela trascendencia, en una palabra. Loprueba con tanta sofisticación comosensibilidad en L'expérience humainedu divin, volumen de más de 400 pá-ginas que acaba de aparecer y que heleído —y releído muchas de sus pá-ginas— con verdadera avidez e intensafruición. Quiero decir desde el prin-cipio que se trata de una magníficaexposición sintética original, de unabriosa y personal historia comparativadel hecho religioso, pero a la vez de lomás actual, de forma que todo el que

quiera conocer el state-of-the-art de laAntropología religiosa en una de susmejores formulaciones, aquí tiene sulibro. ¿Por qué escribo todo esto?Voy a hilvanar brevemente algunos delos conceptos fundamentales que te-jen la monografía.

El profesor Meslin parte de la ex-periencia humana como fundamentoy base de la vivencia de lo trascen-dente, hecho o fenómeno real que po-sibilita el acercamiento a potencias su-periores, a lo divino y que, por tanto,permite una Antropología religiosa.Experiencia es, por consiguiente, unconcepto eje en el acercamiento antro-pológico a lo religioso, concepto ymétodo desarrollados y magníficamen-te utilizados anteriormente por SirE. E. Evans-Pritchard —The NuerReligión, 1956— y especialmente porG. Lienhardt en Divinity and Expe-

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rience (1961), libro seminal y de lec-tura obligatoria. ¿Qué aporta Meslina esta trayectoria británica antropo-lógica? Una formulación teórica con-vincente del concepto. El primer paso,nos dice, que debe andar toda Antro-pología religiosa consiste en comenzarpor el análisis, lo más concreto posi-ble, de las realidades vividas por elhombre en su contexto cultural. ¿Aqué nivel y en qué momento de laexperiencia, tanto individual como co-lectiva, se sitúa la intencionalidad pro-piamente religiosa? ¿Quién experi-menta qué?

Experiencia puede significar lo co-nocido a través de la observación re-petida y controlada por hechos, lo queequivale a equiparar experiencia yexperimentación; es lo que los ale-manes cualifican como Erfahrung.Pero frente a éste acuñan otro con-cepto y palabra: Erlebnis, por la quese refieren a todo suceso o hecho vi-vido o experimentado por una perso-na; el sujeto se apropia del contenidoporque lo experimenta viviéndolo.Esta vivencia proporciona el carácterde realidad y fundamenta el valor deautenticidad y verdad en aquel que laexperimenta. Bajo esta perspectiva serealza la primacía de la experienciapersonal como el modo de acceso aun cierto tipo de conocimiento másinmediato y directo, y para algunosmás válido y verdadero que el cono-cimiento conceptual y reflexivo. Entanto en cuanto vivencias de «lo sa-grado» en una existencia individual,en tanto en cuanto aquello sea inte-riorizado y aprehendido por la con-ciencia personal, nos movemos en laesfera de la Erlebnis o, como el autor

acertadamente lo designa, en lo expé-rientiel.

Ahora bien, el sentimiento de fini-tud y dependencia absoluta humanos,la vivencia de los problemas funda-mentales que el hombre tiene queafrontar como son el sentido de lavida, el amor, la muerte, el bien y e]mal, no sólo se dan en la experienciaindividual, sino en el contexto delmundo en que vivimos, lo que implicanecesariamente una relación al Otro,la alteridad. Por consiguiente, estaexperiencia —Erlebnis— inicial incor-pora simultáneamente ideas, senti-mientos y prácticas que estructuran laexperiencia religiosa subjetiva en unatotalidad compleja en la que conflu-yen elementos subjetivos, psíquicos,volitivos, intelectuales e imperativoséticos y sociales. Así, injertado en unnivel de conciencia pasivo, receptivo,de radical dependencia, vibra y actúaotro caracterizado por la autonomía yla libertad, por la conciencia objetiva,reflexiva del sujeto frente a sí mismo—Erfahrung— o, en otras palabras,por la experiencia y la conceptualiza-ción unidas. El resultado reflexivo dela experiencia que el hombre tiene eneste mundo de finitud está a la basede la idea de trascendencia y, por tan-to, de toda religión.

El hombre es, sin duda, el lieu dela experiencia, de toda experiencia quecon frecuencia no domina porque lesupera; la experiencia es, ciertamente,vivida como auténtica, como real e in-cluso como insospechable, pero lostérminos a través de los cuales la des-cribe el sujeto, ¿no son ya en sí mis-mos una interpretación? La idea deun Otro infinito e inmensamente su-

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perior, de algo eterno y mucho mayorque el hombre, ¿es solamente un datoinmediato de la conciencia? ¿No setrata más bien de una interpretacióndel sujeto que experimenta, interpre-tación que es resultado de todo uninterjuego de factores culturales, so-ciales y políticos y que implica unjuicio de valor, una creencia en unapalabra? Al hecho psicológico se leañade una proposición metafísica. In-tuición, experiencia e interpretación secomplementan, no se oponen, en elhecho religioso.

La interpretación trata de compren-der y dar razón de aquello que hayescondido o más allá del suceso o fe-nómeno que aparece a los sentidos;las ciencias exactas o fuertes o se handesinteresado o no han proporcionadoninguna respuesta a la experiencia re-ligiosa. Pero, desde el momento enque un antropólogo visualiza la reli-gión como un sistema de creencias,de mitos y ritos que funcionan de unamanera precisa y llevan la marca delcontexto histórico-cultural en el que sehan desarrollado y de la sociedad enque actúan y medran, la interpretaciónno sólo tendrá en cuenta la formula-ción ofrecida por los fieles, sino tam-bién la que proporciona el observadory antropólogo, esto es, la interpreta-ción individual y la pública en la quelas representaciones colectivas, lasimágenes, símbolos y dogmas son pro-minentes. Cierto que cada interpreta-ción del mismo hecho religioso nopuede menos que encontrar aquelloque busca, de forma que el enfoquepsicoanalítico, sociológico, psicológico,económico o político producirá cadauno y en conjunto una plurivocidad

de respuestas. Pero, si no olvidamosque es precisamente la Antropologíala única disciplina que realmente tieneen cuenta la totalidad de la cultura yde la sociedad —recordemos la for-mulación maussiana del hecho socio-cultural total— en la que son vividosy experimentados los hechos religio-sos, tendremos que concederle un lu-gar privilegiado en este cometido in-terpretativo entre las demás discipli-nas. Hay que investigar la religiosidadcomo un Kulturganze, sencillamenteporque no alcanzamos la comprensiónsino en el interior de un Zusammen-leben, en una convivencia y en unconjunto de relaciones internas entrelos hechos religiosos y los hechos cul-turales.

Meslin avanza un paso más, pasofirme y seguro, al elaborar una gra-mática de fenómenos religiosos fun-damentada en la tensión entre la ex-periencia religiosa y la expresión queel hombre le da en cada cultura. Eluniverso simbólico, nos dice, se sitúaa dos niveles. Uno es el de las imá-genes fundamentales, nivel más pro-fundo y menos elaborado que la len-gua hablada o escrita; a éste le llamanivel de símbolos figurativos y cósmi-cos (el agua, el fuego, la luz, la mon-taña, por ejemplo). El segundo es elnivel de los símbolos religados estre-chamente a un contexto cultural-reli-gioso particular. Pero en los dos ca-sos, y una vez más, reaparece el engra-naje que tanta consistencia y pers-pectiva da a la monografía: la signi-ficación objetiva de todo símbolo re-ligioso, la enraizada en una tradicióny la que proviene del mundo natural,viene siempre más o menos modifi-

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cada por la situación y experienciapersonal del sujeto que incorpora ensí mismo cada símbolo para sentir in-dividualmente y vivir mejor su per-sonal relación con la divinidad. Lossímbolos religiosos verdaderamenteeficaces, los que pueden tener unasignificación real para el individuo sonaquellos que se dirigen y hablan alhombre total, al individuo a la vezcósmico y socializado, al hombre com-puesto de alma y cuerpo, de natura-leza y cultura.

Los símbolos, mitos y rituales máslos conceptos ad hoc de los hombresmanifiestan su versión de lo sagrado,realidad que aquéllos tratan de trans-cribir, pero que siempre y en últimainstancia permanece velada, escondi-da. Meslin, frente a Durkheim, realzaa través de un minucioso y documen-tado análisis del campo semántico laambivalencia de lo sagrado o, dichode otra manera, la dialéctica funda-mental sagrado/profano. Lo sagradoes bifronte con una dimensión positiva—la presencia divina— y con otra ne-gativa, ya que prohibe el contacto alos humanos. En nuestra tradición cul-tural, lo mismo que en otras, esa po-laridad va unida a la de puro/impuroy las dos revelan una dialéctica cons-tante entre un principio de separación—el tabú— y un principio de conjun-ción debido a la dotación de poder su-perior que se atribuye a un objeto,animal o persona. Lo sagrado atrae,por tanto, y rechaza al mismo tiempo.Es esta dialéctica ambivalente de losagrado la que se opone a lo profano,efectivamente, como ya señaló R. Cail-lois; es este doble aspecto de lo sa-grado el que se manifiesta en dos tér-

minos: a) la santidad o lo sagrado be-néfico, que tiene como corolario lacategoría de puro, y b) la mancha,mácula o contaminación, el aspectomaléfico, que tiene por corolario loimpuro. Al oponerse estos dos polos,definen lo profano. Santidad y mácu-la se oponen a profano; la santidadaborrece a la vez lo impuro y lo pro-fano. Este no es sino la desacraliza-ción de lo sagrado. Con esta sistema-tización nos alejamos de Durkheim.

Mil millones de los cuatro mil quepueblan nuestro mundo se dicen cris-tianos —600 millones cat5licos roma-nos—; 600 millones se confiesan hin-duistas, y otros 600 se alistan en el Is-lam. A estas cifras de creyentes hayque añadir unos 250 millones de bu-distas, 300 millones de sintoístas,taoístas y confucionistas y algo más de200 millones de animistas, que suman3.400 millones de personas que se de-claran creyentes, lo que equivale a lastres cuartas partes de la humanidad.Otro factor interesante: hoy unos dostercios de la humanidad profesan unareligión extranjera, importada a sugeografía e historia nacional. Tenien-do todo esto en cuenta, no es de ex-trañar la importancia concedida en lamonografía a los cuadros culturales dela experiencia religiosa. Efectivamen-te, vienen bajo esta rúbrica, tratadoscon pluma maestra, problemas deaculturación e inculturación, las tem-poralidades del tiempo y las múltiplesmoradas del espacio religioso. Acumu-la, además, en esta sección amplio co-nocimiento y erudición, descripciónimaginativa con síntesis rigurosa quemuestra en acción al pasar revista aconceptos y categorías como rito, li-

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turgia, fiesta, trance, trickster, santosabogados y curadores, etc. Pero nopuedo menos de subrayar, además delo anterior, las páginas dedicadas a laantropología del peregrinar, enrayo-joya, verdadero equilibrio entre narra-ción histórica y análisis cultural.

Lo que he escrito hasta ahora no dani mucho menos idea de la riquezaantropológico-religiosa de este volu-men. Por sus páginas desfilan mundosmetafísicos fascinantes, otras realida-des religiosas, además de la cristiana,como son los del Islam, de Confucio,de Buda, etc., y todo un conjunto he-terogéneo de culturas en espacios ytiempos diferentes —los antiguos grie-gos, los indios navajo, los mbola delCongo, los haitianos, por dar unosejemplos— enhebrados todos por elhilo común de la experiencia religiosay por la naturaleza y función análogasde los símbolos religiosos en el doblenivel especificado. Con elegancia yconcisión narrativa nos presenta a lossantos padres, a San Agustín, Tauler,San Juan de la Cruz, Santa Teresa deJesús, San Ignacio y Lutero en con-versación religiosa con Hornero, Pla-tón, Aristóteles, Jung, Freud, Eliadey Péguy; y de los textos bíblicos noslleva a la lectura del Corán, al lenguajede los místicos, tanto cristianos comosufíes, y a la consideración simultá-nea del logos, dabar y nous en unanálisis comprehensivo, sincero y apa-sionante. Las técnicas espirituales cris-tianas vienen analogadas a la recita-ción de mantras, a los nembutsu bú-dicos y a los dhikr musulmanes; y eltawhid del sufí al místico hindú y aun texto de San Pablo. Antropologíaat its best.

Tampoco he señalado, ni voy a en-trar en ello, el carácter histórico-com-parativo de la obra, algo esencial enun tema religioso para proponerlo conrigor, es decir, con profundidad tem-poral y con generalización geográfico-cultural, pero sí quiero decir que todoconcepto, categoría y noción religiosaimportante —por ejemplo, la historiade la relación entre persona y divini-dad en tradiciones religiosas diferen-tes— viene históricamente investiga-do y comparado. Y todo esto sin con-tar las consideraciones más técnicasen torno a función, contexto, histo-ria, arquetipo, etc., a las que dedicapáginas tan detalladas como podero-samente argumentadas. De aquí quepocas monografías iluminen como éstay de manera tan penetrante y atractivala trayectoria religiosa de la humanacondición y de sus particulares situa-ciones culturales.

Particularmente atractivos me hanparecido los escorzos rápidos pero in-tensos sobre la importancia del senti-miento en la religiosidad —tema gene-ralmente e inconcebiblemente ausenteen las monografías antropológicas—,sobre el sacrificio y su significado, so-bre la fe, sobre la naturaleza y obje-tividad de la creencia, la verdad y lacredulidad, conceptos todos ellos cla-ve y evocativos en la investigación delo sagrado, especialmente porque de-trás de ellos se oyen las voces de lasdiferentes culturas clamando en estemundo de la finitud, por entablar unarelación con el más allá, con la divi-nidad. También he encontrado no sóloatrayentes, sino originales, las ideasvertidas en torno a las característicasy funciones de la religiosidad popu-

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lar, a la fuerza y valor de las repre-sentaciones iconográficas y al concep-to de africanización de la religión,tema éste que juntamente con las pá-ginas que dedica a formular la poten-cia religiosa de la anamnesis merecenuna sosegada lectura.

Por el contrario, y en conexión ycontrapunto con el espacio dedicado ala idea e imagen del paraíso, encuen-tro una ausencia significativa en estevolumen: la reflexión antropológicasobre el mal, esto es, sobre el pro-blema del mal humano, del mal social,del mal cósmico y del mal metafísico,etcétera, es decir, consideraciones so-bre la cultura, la teodicea y la teolo-gía del mal que son no sólo pertinen-tes, sino esenciales en todo volumenreligioso-antropológico. También hu-biera sido deseable rellenar otra lagu-na que provoca precisamente uno desus temas originales y bien delineados:el de la paternidad divina. Estimo quedebería ser complementado por la co-rrespondiente figura femenina, no sóloimportante hoy en el área del Medi-terráneo, sino de una milenaria tradi-ción a los dos lados de la cuenca yen otras tradiciones culturales muyalejadas de la nuestra. El autor puede,desde luego, optar y decidir por la de-dicación especial y extensión otorgadaa cada uno de los conceptos y temasen concordancia con las líneas maes-tras de la arquitectura de la obra, peroalguna de esas columnas como las dosque acabo de indicar son parte esen-cial del edificio que Meslin tan acer-tadamente construye.

Con todo lo expuesto no he hechojusticia —puedo asegurar al lector— ala riqueza teórico-imaginativa e histó-rico-comparativa de L'expérience hu-maine du divin. Virtuoso en la explo-ración de la ordinaria experiencia hu-mana religiosa, el rector de la Sorbo-na prueba cómo una palabra sacraen el Extremo Oriente, o la historiade un singular concepto occidental,o el meticuloso detalle ritual en unadesconocida aldea africana, hablan hoyen alta voz, patentizan y formulan lascuestiones más fundamentales, pasa-das y presentes, de nuestra humanacondición. Toca techo humano. Libroentre los mejores de su género, produ-ce y deja una deliciosa y profundaexperiencia al leerlo porque, ademásde presentar una teoría explicativacoherente y unificada de lo sagrado yde lo profano, evoca con imaginaciónla creatividad metafísica humana y va-lora el poder mítico-mental del hom-bre en una época tecnificada y portanto productora de violentos zig-zagsentre lo divino y lo humano. Valdríala pena que los políticos tuvieran alalcance de la mano monografías loca-les sobre teodicea social para una máscompleta visualización e interpreta-ción de las revoluciones de caráctermístico-mesiánico, de las que tan pró-digo se ha mostrado nuestro siglo xx.Como ésta ha sido escrita con tantaelegancia como sencillez, es apasio-nante y excitante no sólo para antro-pólogos. La recomiendo a todos.

Carmelo LISÓN TO LOSAN A

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De la mitología a la sociología de mayo del 68

ANTONIO SÁENZ DE MIERA

Mayo del 88, 20 años antes(Madrid, Tecnos, 1988)

Cada día que pasa parece más se-guro que aquel mayo francés que con-mocionó al mundo se ha convertido yadefinitivamente en una novela fami-liar, no sólo porque la rememoraciónconstante de aquellos hechos, aquellospaisajes urbanos, aquellos personajes(hoy ya casi fantasmas) acaban cir-cunscribiendo un espacio simbólico fa-miliar y limitado, infinitamente ima-ginable y escribible, presto casi deuna manera inmediata a ser objeto dela narración personalizada; es quetambién la evolución que el significa-do y las interpretaciones que los mo-vimientos del mayo francés han expe-rimentado en la cultura política, cí-vica y cotidiana occidental se adaptacasi milimétricamente al sentido fuer-te que al concepto de novela familiarle da el psicoanálisis freudiano, estoes, la foima en que los sujetos ima-ginan su historia familiar, no comoha sido realmente, sino como desea-rían que hubiese sido: las fantasíasque se atribuyen a la ruptura edípica,en las que imaginariamente se rehacede nuevo la vida, de acuerdo con unanueva genealogía más de acuerdo parasu narcisismo.

Es así, en esa forma imaginaria denovela familiar, como acabamos, casi,de celebrar el vigésimo aniversario demayo del 68. Entre grandes desplie-gues informativo-culturales (númerosmonográficos de revistas especializa-das en ciencias sociales o, simplemen-

te, ilustradas, páginas enteras de pe-riódicos, libros conmemorativos, co-lumnas y artículos de los pensadoresmás aplaudidos del país, actos frivo-los de diverso tipo, etc.), hemos vuel-to a hablar de aquella oleada interna-cional de revueltas, acciones y movili-zaciones que surcaron brillante y efí-meramente el occidente desarrolladodurante los míticos años sesenta.

La década prodigiosa o, si se quie-re de otra manera, la era de la pro-testa, ha vuelto a suscitar entre noso-tros imágenes olvidadas y sensacionesinolvidables, pero ahora, al recordarla,parece que todo está invadido por unomnipresente y pegajoso sabor agri-dulce, entre nostálgico —¡qué tiemposaquéllos!— y distanciador —¡qué in-genuos éramos!—, que poco ayuda aentender el presente y facilita bastan-te la mistificación del pasado.

Las valoraciones ahora de aquellossucesos son para todos los gustos, des-de los que hablan de fracaso, puro yduro, de un simple «malentendido»que a fuerza de ser deformado y mis-tificado ha alcanzado una relevanciaque jamás tuvo como hecho real, hastalos que —como el sociólogo españolJesús Ibáñez— ven en estos fenóme-nos un potencial transformador in-menso, dado, precisamente, por su ca-rácter de proyecto inacabado, incum-plido y, por lo tanto, en una palabra,abierto: mayo del 68 —nos viene adecir Ibáñez— fue la primera revolu-

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ción triunfante, pues una revoluciónsólo triunfa cuando fracasa; al fracasardeja abierto el proyecto revolucionario—la pregunta—; al triunfar, por elcontrario, ese proyecto rebota comomodelo, la respuesta se pone en lugarde la pregunta y estamos otra vez enla dictadura ideológica de cualquiertipo; estaríamos así, como ha dichoAgnes Heller, en la revolución que noocurrió, pero que ha venido ocurrien-do y que continúa en nuestros días.

Desde el, así llamado, Tercer Mun-do, Mario Benedetti se ha quejado dela atención desmesurada hacia unossucesos que acabaron en derrota po-lítica hace ya demasiados años, asícomo del olvido y voluntario aleja-miento que tanto los horrores sopor-tados por los habitantes más pobresdel planeta como las revoluciones máso menos triunfantes en los países dela periferia de la economía mundial—que, según él, tratan de superar-los— provocan en unos intelectualescómodamente instalados en una espe-cie de «hotel del abismo», donde dis-frutan de su situación privilegiada ha-blando del final de la historia, o de larazón o del progreso (o del fin detodo para acabar pronto); fascinadospor el «discreto encanto de la derrota»de las revueltas fracasadas, pero ciegosy sordos ante los más tangibles, evi-dentes, crueles y escandalosos proble-mas por los que están pasando la granmayoría de los habitantes de la tierra.

Sin embargo, los que hoy por hoyhan salido más claramente beneficia-dos de todo este pequeño gran mon-taje son los pertenecientes a un rela-tivamente amplio grupo de free-riders—o más llanamente de «aprovecha-

dos»— que entre gran cantidad delágrimas (de cocodrilo) por los buenosviejos tiempos y exaltaciones egocén-tricas a sus propias habilidades paracambiar la historia y conocer las fuer-zas del cambio social, rentabilizan has-ta el último gramo su participación(por lo menos supuesta) en aquellasrevueltas, para construirse una atrac-tiva imagen de intrépidos actores so-ciales que han sabido cambiar a tiem-po la acción colectiva siempre ingrata,a la vez que ineficiente y paralizante,por los frutos más dulces y rápidos dedisfrutar del individualismo político yeconómico que les ha reportado fá-cilmente aquella libertad que tantohabían buscado en sus años mozos porcaminos interesantes pero equivoca-dos. Han realizado, en suma, su sueñopersonal, narcisista, en un permanen-te ajuste de cuentas, lleno de remor-dimientos, con los principios de actua-ción que le sirvieron de base para supropio aprendizaje político, instalán-dose de pleno en lo que Lipovetskyha llamado la estrategia del vacío yque no es otra cosa que un intentode desustancialización de lo real, abase de descompromiso, indiferencia,individualismo feroz, hedonismo, vidalight y línea soft. La solidaridad sociales ya casi un chiste y el sálvese quienpueda ya puede defenderse de formaelegante.

En este ambiente un tanto enrare-cido aparece entre nosotros este librointeresante, en buena medida conti-nuación de otro cuyo origen fue unatesis doctoral y que llegó a las libre-rías españolas hace aproximadamenteuna docena de años. De alguna manera

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este texto sirve para introducir unpoco de orden y coherencia entre tan-ta literatura (literatura buena y mala,que va, dicho sea de paso, desde lagacetilla hasta la narrativa fantásticapasando por el sesudo tratado cientí-fico) dedicada a este tema y para cor-tar de raíz bastantes equívocos queluego se han generado, creciendocomo una enorme bola de nieve yculminando en una auténtica mitolo-gía de mayo del 68. Porque si poralgo resalta la obra de Antonio Sáenzde Miera es porque desde el primermomento abandona un acercamientoal movimiento de mayo como mito-logía, en el sentido más clásico deltérmino, o sea, relatos en torno a dio-ses, seres divinos, héroes y difuntoshabitadores del más allá; para inten-tar de una manera frontal y decididauna lectura sociológica —en el sentidocoincidente que le dan al término dosautores tan diferentes como TheodorAdorno y Roland Barthes, es decir,un proyecto de alcanzar la lógica quesubyace a un determinado orden (odesorden) social— de los aconteci-mientos que presidieron la vida socialfrancesa en aquel mes y que marcaronla evolución de la sociedad occidentalen los siguientes veinte años.

La obra de Sáenz de Miera da co-mienzo con una fenomenología más omenos completa de los primeros su-cesos de mayo —los protagonizadospor el movimiento estudiantil— parapasar rápidamente a dar argumentosde peso sobre los orígenes y causasde dicha explosión: «La sociedad delEstado de Bienestar le pedía a la uni-versidad que se encuadrara en sus exi-gencias y que acompasara su paso a

las necesidades sociales; pero la uni-versidad, inmovilizada en sus tradicio-nes y en sus carencias, respondía condificultad a estos requerimientos»(S. M., p. 40).

El primer mayo o, si se quiere,aquella primera etapa de los aconte-cimientos que comprendería temporal-mente, de una forma aproximada, lasdos primeras semanas de mayo, dejabaestupefactos y sin respuestas inmedia-tas a la mayoría de los actores polí-ticos, intelectuales, institucionales yoficiales de aquel país. Más tarde sesabría y se hablaría hasta la saciedaddel enorme peligro potencial que su-ponía una universidad como la fran-cesa de aquella época, diseñada comoelemento de distinción elitista y dife-renciación social de la alta burguesíapatrimonial y burocrática, y, sin em-bargo, ocupada masivamente por lasmás jóvenes generaciones de una nue-va clase media funcional, producto delmagnífico desarrollo del último capi-talismo industrial francés. De este re-tardo social y cultural que inutilizabaa la universidad francesa no sólo comoaparato de reproducción y socializa-ción de clases, sino también como ele-mento funcional para las demandas decualificación de la industria, surgía sinduda la quiebra estructural que origi-naría tantas contradicciones, tensionesy, más tarde, masivas movilizaciones.

Este tema fue rápidamente puestode relieve por los primeros intentosde explicar los acontecimientos estu-diantiles, pero antes de ello ya eraalgo que estaba en el ambiente de losgrupos más despiertos de la vanguar-dia cultural y política francesa —véan-se, por ejemplo, los escritos situacio-

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nistas previos al 68—; era como lainocultable sensación para todo elmundo, mínimamente sensible e in-formado, de que el ritmo de vidade la universidad francesa se habíaquedado muy por detrás de las expec-tativas culturales, económicas o socia-les del resto del país y de que algoiba a suceder en aquel ambiente tor-mentoso.

Los primeros en salir a la palestradel análisis de los acontecimientos fue-ron dos de los mayores intelectua-les contemporáneos: Raymon Aron yJean-Paul Sartre. Sáenz de Miera aso-cia a cada uno de estos autores conuna interpretación enfrentada de lasprimeras movilizaciones de aquel mes:el primero estaría en una posición dis-cretamente reformista; el segundo, enuna interpretación abiertamente radi-cal y revolucionaria. Aron se situó,como era de esperar, en una línea libe-ral, tratando de darle a la universidadun nuevo sentido de acuerdo con elmomento de desarrollo y moderniza-ción de la estructura social y econó-mica francesa, pero defendiendo unauniversidad elitizada, estamental, ce-rrada, corporativa y eficaz. Lanzó susmejores ironías —de hecho su librosobre el tema, La révolution introuva-ble, daba comienzo con dos maldadessacadas del Proudhon de 1848: «Seha hecho una revolución sin idea» y«La nación francesa es una nación decomediantes»—; demostró su menos-precio por los «seudoestudiantes» y«agitadores», se sorprendió de quepensadores serios se fascinasen ante eldesorden y la fragilidad del sistemasociopolítico francés, recordó a los in-telectuales que el sistema que ellos

denunciaban era el que les permitíavivir y realizar su tarea libremente,acabó hablando de «psicodrama», de«los hechos recurrentes franceses», de«maratones de palabras», y, por fin,cerró todo con una «explicación su-maria de lo absurdo». Libro menor,muy menor, de un autor indiscutible-mente muy mayor, en todos los sen-tidos, y que según alguien como RalfDahrendorf no estuvo ni a la alturade las circunstancias, ni a la de su ca-tegoría (véase S. M., p. 47).

Jean-Paul Sartre adoptó, tambiénde una manera previsible, la posturacontraria, polemizó con Aron, se en-trevistó con Daniel Cohn-Bendit, ven-dió por las calles panfletos y prensa al-ternativa, relacionó la revuelta estu-diantil con la lucha contra el despotis-mo tecnocrático de la civilización in-dustrial, con la crisis de valores de lasociedad burguesa, con la negación dela burocracia y la falta de alternativasreales y de fondo en la política oficialinstituida. Finalmente acabó llamandoa la alianza entre obreros y estu-diantes.

Quizá lo que ninguno de los dosautores en su indudable grandeza supover fue la evidente conexión entre losdos niveles de análisis en los que se es-taban moviendo. El conservador Aronno fue capaz de ver el enorme poten-cial de cambio, modernización y enri-quecimiento cultural que suponía elmovimiento de mayo. El revoluciona-rio Sartre idealizó y sobrepolitizó aun movimiento que hundía sus raícesen unas condiciones materiales biendelimitadas. En este sentido se puedehablar de la insurrección de mayocomo la dimensión imaginaria (revolu-

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te entre producción y reproducción so-cial. Quizá nadie como Georges Ba-landier ha sabido ver este fenómenode juegos y engranajes entre lo ima-ginario y lo material, entre la revolu-ción y la modernización, entre el de-seo y la realidad, entre lo instituyentey lo instituido: los acontecimientos de1968 —ha venido insistiendo Balan-dier— trastornaron el panorama polí-tico, social y sobre todo el cultural.La imaginación, el deseo, la liberacióncompleta del individuo debían rendirtodo lo posible y de inmediato. Aquelimpulso, venido de las profundidadesde lo social, aquel cuestionamientoglobal, dramatizado y festivo, aquellareivindicación infinita traída por laimaginación y la utopía, aquella crea-tividad cultural continua que daba lailusión de conquistarlo todo de inme-diato, recuperaron la tradición de lasinsurrecciones súbitas, reveladoras deturbulencias subterráneas contenidasdurante mucho tiempo, pero sin unporvenir político próximo. El aconte-cimiento sirvió para desempolvar laeconomía y la sociedad francesas yprovocó una ruptura a partir de lacual la modernidad encontró un terre-no más libre, y las costumbres la oca-sión de su revolución.

Pero si por algo se caracteriza elmayo francés y se diferencia de otrasrevueltas de los sesenta, es porque sucontenido fue mucho más hondo y ge-neral que las demás movilizacionescontemporáneas en Berkeley, en laLondon School of Economics, en Co-lumbia o en Berlín occidental, caracte-rizadas todas como simplemente «ac-ciones contraculturales», movimientosestudiantiles o, si se quiere, más am-

pliamente, movimientos de jóvenes o«luchas underground». Así, actorestradicionales y no sólo nuevos movi-mientos sociales entraron en liza, ymuy contundentemente en el mayofrancés; la clase obrera, los cuadrosintermedios, la patronal y los sindica-tos tradicionales tuvieron mucho quedecir y decidir en aquellas fechas y,de hecho, dijeron y decidieron. Comodice, sobrado de razón, Antonio Sáenzde Miera: «si bien es evidente que lossucesos del 68 empezaron en el BarrioLatino, hemos de tener en cuenta queno adquirieron su dimensión más pro-funda hasta que la crisis social se unióal movimiento estudiantil. Una crisissocial que alcanzó dimensiones desco-nocidas hasta entonces, tanto por laduración del movimiento huelguísticocomo por el número de personas que,de una forma u otra, participaron enlos conflictos (...). Lo que ha queda-do en la memoria colectiva, ya lo diji-mos, ha sido el movimiento estudian-til, las pintadas, los debates filosófi-cos, los aspectos libertarios de lasasambleas universitarias... Pero loque llegó a poner en peligro la esta-bilidad y el funcionamiento del país,su sistema productivo y, en últimainstancia, el sistema político fue la pa-ralización de las empresas y la subver-sión total del orden laboral» (S. M.,pp. 52-53).

Nos encontramos, por lo tanto,ante la segunda gran etapa de las mo-vilizaciones de mayo, aproximadamen-te del 14 al 27 de ese mes, protagoni-zada por una huelga general práctica-mente espontánea, quizá la huelga ge-neral mayor y con más repercusión dela historia laboral de la humanidad,

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cionaria) que tomó en Francia el ajus-que culminó con el rechazo por partede los huelguistas del acuerdo nego-ciado en su nombre por los dirigentessindicales y el gobierno. Es en el aná-lisis de estos acontecimientos particu-lares donde el libro de Sáenz de Mieragana una solidez y una exhaustividadmás que notables; tanto sus trabajosanteriores sobre el tema como sus pro-pias actividades profesionales e inquie-tudes intelectuales hacían ya preverque en esta parte el libro iba a serarrollador en cuanto a las fuentes con-sultadas y materiales de primera manorecogidos, siendo el resultado finaluna magnífica guía para estudiar einterpretar unos hechos que —a pesarde ser los que menos han calado enesta permanente sociedad del espec-táculo en que nos desenvolvemos—se puede decir que son el eje quefundamenta y que estructura la reper-cusión política y social del mayo del68 francés.

De esta manera iremos contemplan-do un incisivo despiece de las reivin-dicaciones, formas de acción, aspira-ciones, actores (nuevos y viejos), fuer-zas en conflicto y tipos de negocia-ción que estuvieron presentes en lalarga crisis social que continuó al pri-mer mayo estudiantil. Un interesantepanorama en el que se nos muestranlas actitudes que tomaron ante losacontecimientos tanto las centralessindicales francesas —la ortodoxa ypragmática CGT, la más aperturista,flexible y autogestionaria CFDT, lainvisible FO— como las patronales,sobre todo la CNPF, a la que HenriWeber ha bautizado recientementecomo el «partido de los patronos».

Muchas cosas quedarán claras aquí: elcarácter espontáneo e imprevisible delprimer levantamiento laboral, al quelos sindicatos oficiales se suman enmarcha y como buenamente pueden,tratando de controlar algo que peli-graba con quebrar su poder institucio-nal en el marco de las relaciones la-borales francesas, y la inamistosa ac-titud hacia los movimientos estudian-tiles por parte de la CGT y del PCF,que trataron inmediatamente de re-conducir las reivindicaciones por loscauces políticos establecidos vaciandode carácter revolucionario y rupturistaa los acontecimientos e insistiendo enque las movilizaciones obreras no tra-taban más que de ganar posicionesde cara a conseguir mejoras económi-cas, políticas y jurídicas concretas sinmodificar radicalmente por ello (nadamás que reformándolo) el duro en-tramado de la legislación laboral fran-cesa de la época.

En suma, como asegura nuestroautor, el inmovilismo social y patronalque reinaba en Francia produjo unaacumulación de problemas y tensionesque explotaron creando novísimas for-mas de lucha: ocupaciones de empre-sas, comités de huelga, comisiones decuadros, «cuadernos de reivindicacio-nes», intentos de «tomar la palabra»en la empresa por parte de los técni-cos y los obreros, diseños de formasfactibles de cogestión y autogestión,huelgas racionalizadoras y huelgaspara la democratización, etc. La res-puesta del sindicalismo oficial fue,como bien se sabe, tardía, confusa ydesigual; la CFDT trató de adaptarsea los tiempos que corrían y, en buenamedida, puede decirse que gran parte

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de su línea de actuación sindical, asícomo sus propios desarrollos intelec-tuales —por ejemplo, los trabajos deMaire, Rosanvallon, Granou, Julliard,etcétera—, han sido una reelaboraciónde los temas e inquietudes de la crisissocial del 68; la CGT, simplemente,trató de dejar clara su fuerza, sus efec-tivos y sus deseos de que no deseabaembarcarse en «aventuras esponta-neístas» o «izquierdistas», a la vezque permanentemente refrendaba laverdad incuestionable del comunismodogmático; esto es, que los nuevosmovimientos sociales no deben sertenidos en cuenta en los proyectosserios de cambio social y que las «con-diciones objetivas» no las dicta la his-toria, sino, en este caso, la cúpula delPCF, quien acabará dictaminando,como siempre, que no existe fuerzade cambio revolucionario real que notraiga el carné de dicho partido en elbolsillo.

El último acto fue de signo eminen-temente político; rápido, corto, apa-sionante, contundente y definitivo.Sólo duró cuatro días; dio comienzocon la ruptura definitiva de las nego-ciaciones de Grenelle, en las que Geor-ges Pompidou reunió a las organiza-ciones patronales y a las centralessindicales tratando de flexibilizar conurgencia desesperada y habilidad loque años de férreo bloqueo social(Crozier) se habían encargado de ha-cer inviable, pasó por su momentomás inquietante y misterioso con ladesaparición del general De Gaulleel día 29 y culminó el día 30, conun auténtico «golpe de Estado le-gal» pulcro y respetable, llevado acabo en forma de «segundo discur-

so» por el mismo De Gaulle, secun-dado poco más tarde por una granmanifestación oficialista en los Cam-pos Elíseos y en multitud de impor-tantes ciudades francesas. Mayo del68 había terminado, pero sus efec-tos no habían hecho más que em-pezar.

Fueron estos días pocos, pero in-tensos, plenos de idas y venidas, degolpes de efecto y representaciones.En el fondo no eran otra cosa que elperíodo de institucionalización polí-tica de la crisis y el despliegue delas estrategias —o, si se quiere, enla atractiva caracterización del soció-logo francés Michel Dobry, de juga-das— por parte de las fuerzas elec-torales desde el gobierno a la oposi-ción respetable del PCF, el PSU oel mismísimo PS. Políticos de fustemaniobraron lo maniobrable —contácticas que iban desde el gobiernode salvación hasta el más previsiblefrente popular— en muy diversos fo-ros políticos y sociales; pero final-mente fue la actuación irreversibledel propio De Gaulle —especialistaen jugadas irreversibles (Dobry)— laque desde un conservadurismo segu-ro, sólido y eficaz demostró que enlos movimientos de mayo había detodo: imaginación, teorías, innovacio-nes sociales, deseo de cambio, en unapalabra, vida; pero lo que no existíaera un proyecto político coherentecapaz de enfrentarse al firme aparatode Estado francés y a sus inercias so-ciales.

Se dijo en un tiempo que los suce-sos de mayo fueron más allá y tuvie-ron más repercusión de lo que suspropios actores habían previsto en

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sus inicios, y que eso fue el princi-pio de su final. Todo resultó comouna bola de nieve que casi unos ni-ños, jugando, se encargaron de poneren movimiento, que creció llevándo-se por delante muchos restos del pa-sado y muchos mitos consagrados dela sociedad francesa, que realmentenadie pudo encauzar en ningún mo-mento y que, finalmente, acabó porestrellarse contra la dura realidad dela política, la economía y la sociedadfrancesa (y occidental en general), nosin antes modificarla de forma bas-tante sensible y dejándole tema dereflexión para muchos años.

Reflexión que en buena medida re-coge Sáenz de Miera a lo largo de losúltimos capítulos de su libro, un por-menorizado recorrido por la políticay la sociedad francesa a través de susdiferentes legislaturas, con una espe-cial dedicación, además —como erade esperar—, a los acontecimientossignificativos y los cambios fundamen-tales en el terreno de las relacioneslaborales francesas. Desfilarán poresas páginas análisis rigurosos delajuste gaullista de Pompidou, de lagestión social cercana al reformismoliberal de Giscard d'Estaing, del so-cialismo no menos reformista deMitterrand, tanto en su etapa expan-siva como en su momento contrac-tivo, de la cohabitación, etc.

Los nombres y las actuaciones enlos campos de las políticas económi-cas sociales y educativas de persona-jes como Delors, Chaban-Delmas,Barre, Chirac, Mauroy, Fabius, Sava-ry, Rocard, etc., son reseñados y ana-lizados en función del peso social delas «ideas del 68» y su materializa-

ción en realizaciones cotidianas a to-dos los niveles —legales, sociales, po-líticos, institucionales— concretos. Sepone especial énfasis en la empresadesde la perspectiva y defensa, pon-derada pero firme, de su centralidady necesidad en la sociedad industrial:

«Uno de los mitos más esterili-zadores de la acción política y eco-nómica de la izquierda se basabaen el principio de que el Estadopodía hacerlo todo, reglamentarlotodo y solucionarlo todo; con elPresupuesto de los gastos genera-les del Estado en la mano, se pre-tendía garantizar el desarrollo in-dustrial y la creación de empleos,y, a través de la legislación labo-ral, regular y controlar las relacio-nes sociales, desde la política sa-larial hasta la duración de la jor-nada de trabajo. No era difícil per-cibir en los viejos esquemas delpensamiento político estatista unfondo de desconfianza hacia lasiniciativas sociales que pudieransurgir fuera del control del Esta-do, sospechosas siempre de actuarpor intereses particulares, enfren-tados por principio a los interesespúblicos o generales (...). Esto sevio claro en la doctrina del socia-lismo francés con los temas rela-cionados con la empresa y todo ellose dejó traslucir en los primerosmeses del gobierno Mauroy. Unavez más había sido inútil para laizquierda la lección del 68. Por-que, como hemos repetido variasveces y volveremos a repetirlo aho-ra, la empresa estuvo en el ojodel huracán del movimiento social

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de los Sucesos, y no la empresapública o privada, grande o peque-ña, bien o mal administrada, sinola empresa, como institución so-cial, eje nuclear de la sociedad in-dustrial» (S. M., pp. 183-184).

Y en este sentido hay que apuntarque la cantidad de información queSáenz de Miera aporta sobre las rela-ciones entre política institucional ymundo de la empresa es casi desbor-dante. Iremos así recibiendo estu-dios pormenorizados del Informe Su-dreau —enterrado en vida junto conun buen número de interesantes pro-yectos de investigación sobre condicio-nes salariales y de trabajo y sólo desa-rrollado en el tema del Balance Social(un intento, al fin y al cabo, de eva-luar los efectos sociales externos e in-ternos de la empresa)—, del impactode la crisis económica sobre una es-tructura empresarial que tardó enreaccionar, de la política económicaejecutada en los diversos períodos so-cialistas (especialmente las nacionali-zaciones) y, por fin, de la reforma la-boral preconizada por el Informe Au-roux, presentado a finales de 1981con un planteamiento básico que pue-de ser resumido con la frase «Ciuda-danos en la ciudad, los trabajadoresdeben de serlo además en su empresa»(S. M., p. 193), y cuyos desarrolloslegales han pasado a considerarse mo-delos para el futuro de las relacioneslaborales en Europa.

Parece que en su recorrido Sáenzde Miera acaba coincidiendo con lavisión entre provocadora y paradójicaque mantiene últimamente ese prolífi-co autor francés que es Alain Mine,

mezcla de intelectual de categoría, em-presario postschumpeteriano y fabri-cante de best-sellers. En sus últimoslibros —el aquí traducido como Eldesafío del futuro, o los más recientesEl síndrome finlandés, La máquinaigualitaria...—, este autor defiendela idea de que el capitalismo atraviesauna etapa «sesentayochesca» en la quela eclosión de iniciativas, las conduc-tas peculiares, las aspiraciones creati-vas y las movilizaciones intelectualesmás originales encuentran su lugar deexpresión más característico en el uni-verso mercantil, mientras la empresase transforma en el principal mitosalvador de la prosperidad perdida.Sin embargo, mucho más realista queMine, Sáenz de Miera reconoce las si-tuaciones sociales como producto delas fuerzas de los diferentes actores enjuego —el capítulo dedicado a la evo-lución, crisis y restablecimiento de laspolíticas sindicales, así como a la his-toria última de las patronales france-sas (muy de actualidad, además, porla recién traducida obra de HenryWeber) y sus relaciones políticas, esbuena prueba de ello—, todo lo cualse podría resumir como sigue:

«Los comportamientos y las ac-titudes hacia la empresa de la nue-va dase obrera que se revelaron enel 68, estaban reclamando la apa-rición de una nueva clase empresa-rial, que respondiera, desde la Di-rección de la empresa, a las exigen-cias de racionalidad y eficacia quese expresaron en los Sucesos. Y esoes lo que ha empezado a ocurrir enel panorama empresarial francés apartir del 68» (S. M., p. 226).

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Decía Agnes Heller que la vida co-tidiana no está fuera de la historia,sino, por el contrario, en el centromismo del acaecer histórico: que esla verdadera «esencia» de la sustanciasocial. De este modo las grandes ha-zañas no cotidianas que se reseñan enlos libros de historia arrancan de lavida cotidiana y vuelven a ella. Todagran hazaña histórica concreta, por lotanto, se hace particular e históricaprecisamente por su posterior efectoen la cotidianidad.

Pocos hechos históricos se adaptantan fielmente a esta aguda visión deHeller como los acontecimientos demayo del 68, que si bien tuvieron re-sultados más bien discretos y a muylargo plazo en la política institucionalfrancesa, han impactado hasta el fon-do en muchas esferas de la cotidiani-dad occidental. Hoy aquella Généra-tion (que tan bien han estudiado Her-vé Hamon y Patrick Rotman) se hadisuelto perdiéndose por caminos labe-rínticos que han ido desde los huecosmontajes seudoculturales de la auto-denominada, con descaro, «nueva fi-losofía», hasta la política oficial fran-

cesa, pasando por dignas e indignassalidas personales, intelectuales y pro-fesionales; pero los cambios socialeshan quedado ahí.

Quizá sea el momento adecuadopara acabar con mayo del 68 comoalgo «excluido de la historia» —pro-piedad que, según Roland Barthes,adorna a todo mito—, para reintegrar-lo con todas sus grandezas y todas susmiserias en el espacio contradictorio,dinámico y multidimensional de loshechos sociales; en esta tarea el librode Sáenz de Miera es un claro y sólidoinstrumento (no demasiado común en-tre la abundantísima bibliografía dis-ponible) de análisis de la realidad so-cial. De lo contrario, si nos empeña-mos en sacralizar y mitificar, en cons-truir inútiles, aunque muchas veces in-teresados, monumentos a un pasado yainalcanzable, corremos el riesgo decaer de lleno en aquella trampa de laque nos avisaba el antropólogo RobertArdrey: «mientras perseguimos loinalcanzable hacemos imposible lo rea-lizable».

Luis Enrique ALONSO

E. PlNILLA DE LAS HERASCrisis y anticrisis de la sociología

(Una introducción a la problemática sociológica)(Barcelona, Editorial Barcanova, 1988)

No son habituales las reflexionesteóricas de autores españoles sobre laproblemática de la sociología comodisciplina científica, si exceptuamoslas obligadas memorias de las oposi-ciones a Cátedra sobre concepto, ob-

jeto y método de la sociología l. Asi-mismo, tampoco es frecuente que ins-

1 Algunas de ellas excelentes y muy porencima de similares reflexiones de autoresextranjeros. Véanse, por ejemplo, MiguelBELTRÁN, Ciencia y Sociología, CIS, Ma-

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tituciones no universitarias fomentenla reflexión sobre las bases del queha-cer profesional y el momento actualdel desarrollo teórico de nuestra dis-ciplina. Es por ello por lo que la apa-rición del libro de Pinilla de las He-ras, así como la iniciativa tomada porla Fundación Jaume Bofill de encar-gar a destacados sociólogos del ámbitobarcelonés que reflexionen 2 sobre lasituación científica actual de la so-ciología, merezcan, de entrada, unamuy positiva aprobación. Máximecuando ocurre en un área en la que lofrecuente es dedicar las mayores ener-gías y recursos a estudios aplicadossin mayores pretensiones intelectualeso analíticas.

Pero la estimación positiva no selimita a la iniciativa emprendida, sinoque alcanza a los niveles más sustan-tivos del libro que comentamos. Así,el tópico sobre el que se ha centradoel trabajo, la crisis de la sociología, apesar de ser un tema recurrente enotras comunidades científicas3, hasido un campo cuasi abandonado ennuestro quehacer, si exceptuamos al-

drid, 1979; Víctor Miguel PÉREZ DÍAZ, In-troducción a la Sociología, Alianza Editorial,Madrid, 1980, o Manuel GARCÍA FERRANDO,Sobre el Método, CIS, Madrid, 1979. Másrecientemente, también puede verse unanueva edición de la memoria de CarlosMOYA, Teoría Sociológica, Taurus, Madrid,1982. ^

2 Véase el trabajo previo de CARDÚS yESTRUCH que sirve de punto de partida a lareflexión de PINILLA DE LAS HERAS, «Consi-deracions sobre la crisi actual de la sociolo-gía», en Butlleti de la Fundado ]aume Bo-fill, Barcelona, 1984.

3 Los ejemplos clásicos los constituyenel libro de Alvin W. GOULDNER, La Crisisde la Sociología Occidental, Amorrortu,Buenos Aires, 1973, y el de Raymond BOU-DON, La Crisis de la Sociología, Laia, Barce-lona, 1974.

gún trabajo como el del malogradoPancho Marsal4. Pero junto al motivoelegido para la discusión y la profun-didad del diagnóstico destaca el tonomantenido a lo largo del ensayo, enel que subyace una actitud positivamostrada no sólo en los dos últimoscapítulos, en los que el autor trata delimpiar los caminos de salida de lacrisis, sino en la filosofía de fondoque guía todo el libro: la reivindica-ción del carácter científico de la prác-tica sociológica, cuestión que implí-cita o explícitamente se cuestiona lamayor parte de las veces que se discu-te sobre el estado de la teoría socioló-gica. De esta forma el libro de Pinillade las Heras no sólo ofrece un buendiagnóstico de los principales nudosque colapsan el desarrollo de la teo-ría sociológica, sino que ofrece, a dis-tintos niveles, una fórmula de desen-trañar la cuerda que aún nos retiene.

En la primera parte del libro, aque-lla que trata del diagnóstico de la cri-sis en que vivimos sumergidos desdela quiebra del edificio parsoniano y laaparición de un sinfín de nuevas pers-pectivas y autores con pretensiones dealtos vuelos teóricos sobre las que noha trascendido en la comunidad de so-ciólogos un debate serio acerca de suvalor en el acercamiento a la verdadcientífica, el autor señala el fondo con-natural de esta situación por cuantoque el propio nacimiento de la disci-plina no fue sino fruto de una crisissocial (la del Antiguo Régimen) queconllevó la pérdida de la legitimidadque para explicar el orden y el cam-bio social tenían hasta ese momento

4 La Crisis de la Sociología Norteamerica-na, Península, Barcelona, 1977.

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las prácticas intelectuales religiosa yjurídica. Por tanto, la sociología nonace como un puro proyecto cogniti-vo, sino como un híbrido de empresacientífica y política (a veces con el ad-jetivo político por delante del términocientífico).

Avanza el libro distinguiendo la cri-sis de la sociología en tres ámbitos:el estrictamente científico, que tam-bién podríamos denominar teórico; eldel espacio social donde el núcleo cen-tral de la producción sustantiva seproduce, esto es, el terreno académi-co, y, por último, unido a esa condi-ción mixta de reflexión científica ynecesidad política, el de la crisis po-lítica.

Sin embargo, donde la reflexión delautor se hace de más altura es en elanálisis de la crisis teórica, a la quetambién dedica el mayor número depáginas. En este apartado, Pinilla delas Heras formula una doble estrate-gia; por una parte, somete a análisisdos de las formulaciones teóricas cru-ciales de la sociología de las últimasdécadas: el cuerpo hegemónico queTalcott Parsons trazó en sus diversosescritos y cuyo rápido derrumbe fuea la vez un anticipo y una de las cau-sas de la crisis actual de la disciplina,y algunas de las formas de entenderlos principios del individualismo me-todológico (por ejemplo, el principiode que las unidades analíticas elemen-tales de las relaciones sociales son losindividuos y el hecho de que con ellolas explicaciones de los problemas so-ciológicos planteados quedan limita-das a las opiniones que éstos suminis-tren acerca de sus situaciones y/o ac-ciones). Con ambas críticas el autor

no hace sino poner su énfasis en losdos polos sobre los que tradicional-mente se ha basado la mayor parte dela producción de la sociología: la GranTeoría omnicomprensiva y excluyentecon el resto de formulaciones, y elempirismo abstracto que se ha vistotransformado en los últimos tiempos,vía técnicas cualitativas, en el bla, bla,bla sin más (en el mejor de los casoscon una elaboración sumaria y en elpeor con una especulación metafísicapropia de las mejores interpretacionesteológicas).

Por otra parte, el autor muestra suesperanza en las técnicas matemáticas,especialmente en las muí ti variables, decara a conseguir una homologación denuestra disciplina con las ciencias du-ras de carácter experimental (así, porejemplo, señala que el análisis multi-variable implica en las ciencias socia-les un sustitutivo satisfactorio de loque es el experimento de laboratorioen las ciencias duras). Estima Pinillade las Heras que todos los grandestemas de la sociología admiten el tra-tamiento matemático en niveles dife-rentes de aplicabilidad y significación,y que gracias a que otras disciplinasintrodujeron en su quehacer estos o si-milares procedimientos se consiguie-ron notables avances en la compren-sión del mundo (por ejemplo, sin elmicroscopio todavía se seguiría ha-ciendo biología especulativa).

Esta solución técnica que proponeel autor del libro correría el peligrode ser malinterpretada (se podría pen-sar que se propone la salida a la crisispor el lado del empirismo abstracto,que ha sido el resultado objetivo deaplicar las técnicas multivariables sin

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ninguna consideración al trabajo teó-rico y a la correcta operacionalizaciónde las investigaciones) si no fuera por-que en la lectura del libro se observanlas continuas llamadas a la necesidadde la teorización y la reflexión (aun-que, eso sí, alejadas de las formulacio-nes fáciles y gratuitas de tipo abstrac-to y centradas en aquellas que puedansometerse al test empírico gracias ala posibilidad de su matematización)y porque expresamente el autor señalala importancia de diferenciar cualita-tivamente (pero sobre todo de no con-fundir) los estudios de demoscopia osociografía de los análisis propiamen-te sociológicos. Y es que los estudiosde sociología aplicada, sin mayorespretensiones intelectuales distintas deconocer los porcentajes de votos, opi-niones o clientes, con un escaso o nulonivel de teorización (sólo les interesaconocer la cantidad y luego como bar-niz científico algunas diferencias porvariables estandarizadas) y, lo que espeor (aunque no por ellos mismos),que conforman el núcleo principal deinvestigaciones empíricas que se reali-zan por sociólogos, son los que pordefinición más recurren a las técnicasmatemáticas. El resultado no es otroque el empirismo abstracto sin más.

Pero conviene retener la solucióndel autor por cuanto que estos estu-dios aplicados, junto a sus aspectosnegativos, destacan por la fiabilidadde sus resultados. Unir esa exactitudy esa capacidad de prueba a cuestionesmás complejas y/o centrales en la teo-ría sociológica es el mensaje que elautor propone a través de esta pri-mera parte.

Pero no acaban ahí las reflexiones

de esta parte, sino que el autor ex-tiende el análisis de la crisis a losaspectos académicos y políticos. Esteúltimo, y como ya veíamos, va unidoa ese mixto de proyecto político ycientífico que representó en su día laaparición de la sociología (y que alparecer sigue vigente) y que implicabael análisis de un camino de dos direc-ciones: el orden y el cambio social.Pero en vez de circular a velocidadmoderada en ambos sentidos, los so-ciólogos se han dedicado normalmentea transitarlo (que no recorrerlo) enuna sola dirección y a un ritmo noprecisamente sensato. Todo ello debi-do a que dentro de ese híbrido querepresentaba la reflexión sociológicaha predominado el componente polí-tico frente al científico. De esta for-ma los valores estrictamente científi-cos han sido sustituidos por otros aje-nos a este mundo que buscan solamen-te imponer una imagen de acuerdo alas voluntades o reivindicaciones decada grupo social.

Fruto de los rasgos anteriores y delas propias condiciones del medio, lacrisis alcanza al ámbito académico.En efecto, Pinilla de las Heras señalaque el mundo universitario que con-forma el nicho donde los valores cien-tíficos podrían haber permanecido ola discusión teórica y las propuestasde alcance pudieran haber sido formu-ladas, no sólo no llevó a cabo esto,sino que ni siquiera ha ordenado teó-ricamente las parcelas de conocimien-to que pudieran estimarse válidas, en-tre otras cosas porque lo que ha pri-mado ha sido el ensayismo comercialo literario. A las deficiencias teóricasy los intereses ajenos a la reflexión

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científica hay que sumar la superpo-blación y la competencia dentro delámbito universitario, todo lo cual setraduce en nuevas situaciones que di-ficultan, si cabe más, el tramo de sa-lida de la crisis: el esnobismo particu-lar para cultivar o impactar una partecreciente del mercado y los debates in-conclusos debido a la falta de pruebasdefinitivas y a que cualquiera puedaescribir cualquier cosa (como en elcaso del esnobismo o la teoría socioló-gica meramente especulativa) sin sersancionado debido a la inexistencia deuna auténtica comunidad científica.Al no existir una comunidad científi-ca, las relaciones sociales dentro deeste ámbito son las típicas del manda-rín y sus discípulos, en las que ante lafalta de ortodoxia alguna de caráctergeneral y la ausenica de pruebas defi-nitivas (también debido a la inexis-tencia de equipos de investigación) lossegundos se limitan a reproducir loya dicho por sus jefes y se olvidande innovar.

Pero el libro de Pinilla de las He-ras no es sólo apreciable por el tinode sus observaciones sobre la crisis,sino porque también existe en él unaactitud positiva de fondo para enca-rar y superar esta situación 5. No es,por tanto, un libro de lamentacionesque se acerca al lecho del difunto paraentonar la oración de despedida (y conello acabar de enterrarle cuanto antes

5 No me resisto a transcribir una fraseque refleja esa actitud positiva del autor,así como la buena prosa en que está es-crito el libro: «Nos queda la esperanza (his-tóricamente fundada, espero) de que des-pués de los sofistas-estrategas hayan de ve-nir otra vez geodestas y topógrafos: A ver,a ver, ¿en qué estado dejó esa gente el te-rreno?» (p. 176).

mejor), sino que se asemeja más bienal diagnóstico del especialista que pre-cede a la receta esperanzadora para lacura. Y aunque el autor se centra eneste último objetivo en los dos últi-mos capítulos del libro, algunas desus propuestas, como ya veíamos, seencuentran a lo largo de todo el en-sayo.

En resumidas cuentas, el autor pro-pone, en la mejor tradición de la filo-sofía de la ciencia, una heurística ne-gativa y una heurística positiva. Enla primera, en el señalamiento de loscaminos que deben permanecer cerra-dos, el autor recomienda dos operacio-nes: una cura de silencio para quienespractican la elocuencia fácil y paraaquellos que suscriben sin más lasmodas teóricas, y la renuncia, por unaparte, a los temas puramente especu-lativos y, por otra, a las temáticas in-genuas, emocionales y acríticas proce-dentes en su mayoría de la vida coti-diana.

En la segunda, es decir, en el esta-blecimiento de las líneas por las quedebemos circular, Pinilla de las Herasdibuja una de doble sentido: a unlado el aspecto técnico y metodológicocon el reconocimiento de la importan-cia de las matemáticas y de los análi-sis multivariables que funcionarían amodo de sustitutos lógicos del controlexperimental en los estudios de labo-ratorio, y con la recomendación de ce-ñir las investigaciones sociológicas aun diseño y una operacionalizaciónque permitan obtener unos resultadosdiscutibles con objetividad por partede la comunidad científica. Al otrolado, el carril central de la calzadateórica en el que establece un conjun-

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to de proposiciones de distinto alcan-ce: desde una general que hace refe-rencia a la necesidad de fijar el ob-jeto de la sociología en las relacionessociales, permitiendo con ello los aná-lisis micro y macro e integrando am-bas perspectivas, a la vez que se fa-cilita la huida de las especulacionesabstractas de quienes prefieren comoobjeto el término sociedad o de lasobviedades de aquellos que todo lobasan en el individuo y en su vidacotidiana, hasta las recomendacioneseclécticas de aplicar cada perspectivateórica concreta al problema que seamás pertinente para cada formula-ción, terminando en este mismo sen-tido con el llamamiento a acabar conlas discusiones estériles sobre lo cuan-titativo y lo cualitativo.

En efecto, el autor, como buen in-vestigador empírico que es, conoce,al igual que muchos de sus colegasque huyen del debate infructuoso yprefieren dedicar sus energías a inves-tigar seriamente, que estas orientacio-nes históricamente enfrentadas han deser utilizadas como prismas intercam-biables que han de privilegiarse si-multánea o alternativamente en fun-ción del objeto y del alcance de lainvestigación. No hay ninguna dudaque la conceptualización (que necesitala estrategia de ver cómo los agentessociales entienden y conciben sus si-tuaciones y acciones) y la matematiza-ción se necesitan recíprocamente, porlo menos en la actividad sociológica.

Un libro como el presente, aunsiendo meritorio (tanto por sus aná-lisis como por lo escaso de tales pro-cederes en nuestro ámbito), corre elpeligro de convertirse en una declara-

ción, más o menos conocida, de bue-nas intenciones que apenas si tienealguna repercusión práctica sobre elquehacer de la profesión. De hecho,eso es lo que ha ocurrido hasta el mo-mento con similares intentos. Es porello por lo que creo que habría quecontribuir a la salida de la crisis conalgo más que una buena reflexión quebusque en última instancia persuadir alos componentes de la comunidad dereferencia. A mi entender, es necesa-rio romper las ataduras que nos retie-nen con los instrumentos que hemossido capaces de dotarnos hasta el mo-mento actual, es decir, con los méto-dos y técnicas de investigación empí-rica alcanzados, con la teorización dis-ponible tras el conjunto de reflexionesobtenidas (la que nos ocupa sería unbuen ejemplo) y con la capacidad deoperacionalización que hemos demos-trado en aventuras más complejas. Ensuma, creo que en la reflexión sobrela crisis sociológica, tras los trabajosteóricos, se impone la necesidad de unconjunto de estudios empíricos de lasdistintas comunidades científicas na-cionales e internacionales que dencuenta de cómo la crisis, o lo quequiera que sea, ha cristalizado y per-vive en el ejercicio cotidiano de laprofesión. Con ello habremos dado unpaso más para alejarnos del estanca-miento, al mostrar el status científicoalcanzado hasta el momento y demos-trar cómo podemos diagnosticar connuestros propios medios nuestros pro-pios males (siguiendo en la metáforamédico-biológica que tanto utiliza Pi-nilla de las Heras). Por otra parte, talvez consigamos entusiasmar en un tra-bajo que por definición es colectivo a

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un sector mayor de nuestra comuni-dad. Del entusiasmo a la labor activasiempre existe un trecho menor quedesde la apatía. Y lo que la sociología

necesita, como ciencia social, es acti-vidad empírica bien fundamentadapara remontar el vuelo.

Cristóbal TORRES ALBERO

IGNACIO GÓMEZ DE LIAÑO

La Mentira Social.Imágenes, Mitos y Conducta

(Madrid, Tecnos, 1989)

Resulta inhabitual y sorprendentea un mismo tiempo encontrarse conlibros que, dentro del ámbito español,emprendan un análisis lúcido y rigu-roso conceptualmente, desde una óp-tica que podríamos llamar filosófico-sociológica y que, además, estén es-critos con una sensibilidad literariapoco frecuente. Este es un brillanteejemplo.

La Mentira Social, de Ignacio Gó-mez de Liaño, aborda, a mi modo dever, una de las cuestiones más funda-mentales que la sociología actual enparticular y toda reflexión filosóficaque se precie de tal tienen planteadas.Me refiero al lugar que las imágenes,mitos y ficciones, como factores so-ciológicos pero también imaginarios,ocupan en la sociedad contemporánea,condicionando la conducta, la volun-tad y la acción del individuo.

La Mentira Social traza una líneaque va de la República platónica a laciudad publicitaria actual, indagando ypreguntándose por el poder que lasimágenes, mitos y ficciones revistenpara la vida social del individuo y lautilización que de ellas hace el Esta-do, ya sea totalitario o democrático.

A primera vista podría parecer quese trata de la confrontación de dospoderes, cuando en realidad es másbien una alianza en la que se sumansus efectividades.

Para Gómez de Liaño, toda recons-trucción de las formas de la culturacontemporánea, incluidos valores, nor-mas e ideologías, pasa previamentepor un análisis de lo que las imágenesrepresentan y significan para el todode la sociedad. La búsqueda de eseestrato más profundo de significación,donde conciencia e imagen, política yrepresentación se unifican para orien-tar y moldear la conducta de los in-dividuos, es una de las más interesan-tes cuestiones que su autor trata deexplicitar en este interesante libro.

El recorrido comienza con una in-dagación sobre el estatuto de la vo-luntad individual, el ya clásico temadel libre albedrío, tan preferido pornuestros autores barrocos. El proble-ma de fondo aquí tratado atañe a lalibertad del sujeto respecto a sus vo-liciones y a la determinación o inde-terminación de éstas, que desde el in-terior y exterior se llevan a cabo. Eseinterés por la libertad o esclavitud de

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la voluntad respecto al individuo ylas imágenes que en él se forman vaa permitir al autor, una vez dirimidala cuestión, pasar al ámbito de las re-presentaciones colectivas y emblemasque condicionan nuestra conciencia ypor extensión el del imaginario social.

Fue el mismo Platón y su doble pe-dagogía (la «cognoscitiva» y la «vi-tal») quien inauguró una reflexión so-bre la política educativa que el Estadodebe administrar para desarrollar lascapacidades del individuo con el finde su mayor integración y adecuacióna la polis, línea de investigación quemuchos siglos más tarde retomará ex-perimentalmente la moderna psicolo-gía social en su proyecto de cientifi-cación de la conducta. No deja de sersignificativo, por otra parte, respec-to a la pretendida neutralidad de lasciencias sociales, que tal disciplina, ynunca mejor empleada tal expresión,tenga su génesis en EE. UU.

La autorización por parte de Platónal Estado del uso de «mentiras úti-les», cuyos fines son beneficiosos parael buen funcionamiento de la polis,marca el inicio de esa «mentira social»que culminará y se hará más refina-da en el que podría calificarse de mo-derno estado-espectáculo. La políticaen éste, englobada en la esfera econó-mica, se transforma en una mercaderíamás, cuya imagen y envoltorio definensu esencia. En política, la frase dePaul Valéry: «lo más profundo quehay en el hombre es la piel», citadapor el autor, se revela y cumple comolema de su efectividad; la imagen lo-gra envolver hasta la ausencia de polí-tica.

Los partidos políticos pasan a con-

vertirse de este modo en «empresaspolíticas que tratan de maximizar susbeneficios», satisfaciendo demandas ygenerando otras nuevas.

El análisis sociológico que el autoracomete con gran perspicacia y al mis-mo tiempo con profundidad pasa porla obra de autores tan destacadoscomo Ortega y Gasset y Ralf Dahren-dorf, Georges Sorel, Vilfredo Paretoy J. K. Galbraith.

La teoría orteguiana de los usos yla de Dahrendorf de los roles es estu-diada con gran acierto al afirmar queestos dos autores «llegan por distintasvías a análogas conclusiones». Tantopara Ortega como para Dahrendorf, elindividuo se ve conminado en la vidapública a adoptar una máscara y con-feccionarse un personaje, como si deun segundo traje se tratara. El indi-viduo, ser metamórfico, adoptará elpapel de actor y protagonista de supropia representación en el gran tea-tro del mundo, cuyo carácter esceno-gráfico y ficticio llega a dominar lavida pública.

Otro aspecto importante que mere-ce citarse tiene que ver con la tantraída y llevada discusión sobre el in-dividualismo en la moderna sociedadde masas. Es impensable —dice elautor— el individuo al margen del Es-tado, ya que el primero no es más queuna configuración y fabricación del se-gundo. Por tanto, entre individuo yEstado no hay una antinomia insalva-ble, como muchos han visto, y buenaprueba de ello es el alumbramiento delos derechos del individuo que el Es-tado le otorga. En el ficticio estado denaturaleza tales derechos no existenni son previos al sujeto, sino que éstos

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nacen como efecto de su integracióna un ordenamiento jurídico. Ordena-miento que en el mundo modernopasa por la integración sucesiva agrandes organizaciones que dirigen yadministran su vida con fines y obje-tivos externos al propio individuo.De ahí que se combata la individua-ción extrema y la atomización de lavida social y política que, como señalaacertadamente el autor, son los clarosprecedentes de los movimientos tota-litarios. Pero como afirmación de nue-vas formas de dominación e integra-ción aparecen los que me atrevo allamar «medios de formación de ma-sas» y sus refinadas técnicas, cum-pliendo su omnipotente y manipula-dor papel. La coacción física ha desa-parecido de nuestros modernos esta-dos, mientras que se incrementan laspresiones psicológicas.

El individuo ha pasado a convertir-se en el valor supremo de la culturainvirtiendo los términos de la moralkantiana. El otro ya no es tratadocomo un fin en sí mismo, sino quela competitividad de la sociedad basa-da en el trabajo productivo y la racio-nalidad burocrático-gerencial han aca-bado por convertir las relaciones conlos demás en el medio utilizado parala consecución de nuestros propiosfines. Civilización y barbarie devienensinónimos al servicio de una dialéc-tica que paradójicamente es el frutodel espíritu de la ilustración.

El nuevo Estado industrial y suconsiguiente producción de espectácu-los son la consecuencia lógica y racio-nal de ese proceso de secularizacióniniciado con la reforma protestante yel humanismo renacentista, en la que

el individuo, desligado de la esferamoral y religiosa, se constituyó en va-lor supremo y autónomo.

Los capítulos dedicados al análisisde las imágenes y mitos como facto-res sociológicos sirviéndose para ellode la obra de dos autores, a menudoinfravalorados dentro de la modernateoría social, como son Georges Sorely Vilfredo Pareto, ocupan un destaca-do lugar en la argumentación y tema-tización propuesta por Ignacio Gómezde Liaño. La contribución teórica deestos dos sociólogos para el problemade las imágenes es crucial. Tanto So-rel como Pareto ponen de manifiestosu acuerdo al admitir que las profun-das motivaciones a las que se ven im-pulsados los individuos no descansantanto sobre elementos racionales y ob-jetivos como en determinados estadosimaginarios que condicionan el psi-quismo y que pueden ser calificados deno-lógicos y subjetivo-afectivos.

Para Sorel serán los mitos (en supeculiar definición) que la mente co-lectiva forja y que posteriormente sedepositan en el individuo, mientrasque para Pareto son las acciones no-lógicas, con sus residuos y derivacio-nes, las unidades que afectan y expli-can los estratos más profundos denuestra vida psíquica impulsándonosa la acción. Se trata, en definitiva, dedesenmascarar la aparente racionali-dad de nuestra conducta para ponerde manifiesto la importancia de lasimágenes mentales y los estadosafectivo-sentimentales como condicio-nantes y motores de nuestras acciones.Es por ello que las imágenes puedenllegar a tener el poder de sustentartodo el engranaje social en el que se

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articula la vida social y política de losestados industriales avanzados.

¿A qué causas cabe atribuir esasobreproducción casi omnipotente deimágenes con sus consiguientes y de-vastadores efectos? Aquí entramos enlo que constituye y concentra el nú-cleo argumental del libro.

La presencia masiva de imágenes,espectáculos e idolomorfismos obede-ce a la necesidad social, por parte delpoder económico-político, de mante-ner e incrementar la persuasión orien-tando y determinando al sujeto a finesconcretos; combatir la atomización so-cial, transportar de manera ultrarrápi-da mercancías para su uso y consumo,como convertir al individuo en unhombre igualitario y estandarizadocuya opinión no se diferencie de la desus semejantes. En un mundo dondereina la opinión pública, contaminadapor los medios de comunicación demasas, ésta pierde su elemento dife-renciador y crítico anulando su efica-cia. En una palabra, las nuevas tecno-logías de la imagen tienen como finla perfecta ordenación de la sociedadde masas en la época de la economíaplanificada. Sólo la alianza entre Es-tado y Empresa Transnacional y superfecta sincronía de intereses y finespermite que tal tarea se haga efectiva:«Estado y empresa transnacional sondos caras de la misma moneda».

El efecto principal de tal alianzaes que el Estado y las organizacionesmultinacionales se convierten en losprincipales productores de espectácu-los y la política en una gran esceno-grafía a nivel planetario. En palabrasdel autor, «la política crea una imageny después hace que se crea en la

realidad de esa imagen». Aparece asíun nuevo concepto de realidad, o ca-bría decir suprarrealidad, que se fa-brica desde instancias exteriores alpropio individuo: «el discurso de lavida se torna, pues, el espectáculosurreal de la vida», originando un«conflicto entre la realidad del indi-viduo y la verdad de la sociedad, laverdad que uno encuentra por sí mis-mo y la que se le impone desde elexterior».

La organización de la sociedad en-cuentra de esta forma sus resortes másocultos en una gran maquinaria hip-nótica en la que, por supuesto, entrael cine y cuyas funciones son no muydistintas, aunque a escala menor, delas que cumplieron en otros estadiosdel proceso civilizatorio las ideologíasreligiosas.

Lo racional deja de identificarse conel lenguaje verbal para dar predominioa un tipo de discurso afectivo, muchomás universal y primario, pero cuyosefectos psicológicos y sociológicos sonmás rápidos y eficaces.

Para finalizar este comentario megustaría señalar que no se trata deun diagnóstico pesimista, aunque losórganos de ese gran Leviatán que lla-mamos Estado estén seriamente daña-dos. Nada más alejado de la intenciónde su autor, ya que, a su juicio, «esinconcebible cualquier forma de acti-vidad humana civilizada o cualquieracción social decisiva sin que se cuen-te con el componente imaginario... Loimaginario es sin duda un mecanismode fuga y evasión, pero también laúnica posibilidad que tiene el hombrepara ensimismarse... para crear en suinterior un espacio propio desde el

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que arrostrar y dar un rostro a losdesafíos que le hace la realidad». Se-guramente el problema radica única-mente en la utilización que de esecomponente constitutivo imaginariose haga, tanto individual como colec-tivamente.

Esta crítica del espectáculo y de latramoya que oculta, de la que sólo ve-mos los cambios de decoración y susefectos prodigiosos, encuentra su me-

táfora en el viejo escenario de la ca-verna platónica y del que afortunadao desgraciadamente, quién sabe, somosherederos. Una duda me asalta al hilode la lectura de este espléndido libro:¿no estaremos en una caverna másprofunda que la del mito platónico yde la que es difícil romper las atadu-ras que nos unen a todo tipo de fic-ciones e ilusionismos?

Eduardo VINATEA

C. SOLÉ

Sociología. Fundamentos filosóficos y cuestiones metodológicasB. VlSAUTA

Técnicas de investigación social. Modelos causalesA. BECHINI

Técnicas de investigación social. £1 diferencial semántico(Barcelona, Editorial Hispano-Europea, 1986)

Siempre es arriesgado informar enun mismo texto acerca de libros dediferentes especialistas; y todavíaaumenta más este riesgo teniendo pre-sente que mientras que la profesoraCarlota Solé es socióloga, los profe-sores B. Visauta y A. Bechini son psi-cólogos sociales. Si bien las áreas soncolindantes, mantienen también im-portantes diferencias respecto de fuen-tes del conocimiento y objetivos cien-tíficos.

En base a considerar que la socio-logía es una ciencia en evolución yque por ello mismo se acerca cada vezmás al logro de observaciones siste-máticas sobre la realidad social, losespecialistas necesitan, antes de co-menzar sus investigaciones, explicitarde alguna manera los fundamentosepistemológicos de su perspectiva teó-rica y modelos y, en especial, las meto-

dologías sobre las que se construyensus técnicas de observación y recogidade datos. De esa manera, además, con-textualizan sus resultados y los sitúanen un determinado momento del desa-rrollo histórico de las ciencias sociales.

Por ello, los teóricos tienden a re-examinar periódicamente el desarrollode la razón sociológica, como mejorforma de poder criticar la validez delos métodos y técnicas más usuales.Esta tarea se está realizando general-mente a la luz de la filosofía analíticade la ciencia.

La profesora Solé elabora un in-tento de vincular los problemas delmétodo en sociología con los de lainvestigación social empírica, contras-tándolo, además, con los análisis y crí-ticas de algunos teóricos del positi-vismo lógico como T. Kuhn, I. Laica-tos, F. Suppe y M. Bunge.

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Se parte de una revisión de las re-laciones entre práctica social e inves-tigación social empírica, tomandocomo ejemplo a los tres grandes crea-dores de la moderna sociología: Marx,Durkheim y Weber, e incorporandola reciente actualización que se ha he-cho de estas admirables sociologíasclásicas.

Aunque dentro de la perspectivaanalítica se pueden distinguir diversasexplicaciones, según la autora todasellas, en última instancia, se funda-mentan en dos concepciones divergen-tes: la marxista y la weberiana. Secomplica mucho el contraste teóricoteniendo presente que se fundamen-tan también en dos posiciones anti-téticas del mundo social: una críticay revolucionaria, orientada a trastocarel mundo social y político, y otra con-servadora respecto de "definir el cam-bio social y la evolución de las insti-tuciones. Además, también se contra-ponen sus fuentes epistemológicas: he-gelianismo y neokantismo.

La explicación funcional, como ter-cera vía para la comprensión de la so-ciedad, interpreta la realidad en dife-rentes partes, que dispuestas topológi-camente en estructuras e interconecta-das entre sí, cumplen funciones demantenimiento del sistema como con-junto en equilibrio. Expuesta por unfilósofo —E. Durkheim—, intenta es-tablecer las bases del conocimientocientífico de la sociedad sobre tipos deexplicación semejantes a los de lasciencias naturales. Si bien se puedenencontrar ya en embrión estas concep-ciones en Comte, tanto Durkheimcomo sus seguidores tienden a elimi-nar de la interpretación de la vida

social cualquier referencia a hechosindividuales. Son los hechos externosa la persona, los colectivos, los únicosque se pueden aislar y objetivar, sobretodo debido a su marcado caráctercoercitivo.

Tanto la teoría del conocimientoque subyace en los presupuestos e hi-pótesis de cada teoría —sigue dicien-do Carlota Solé— como la filosofíadel hombre, la sociedad y el mundoque proyecta cada teórico, tienen unadecisiva importancia a la hora de va-lorar los resultados de las investiga-ciones. En última instancia, los análisissociológicos son también interpreta-ciones y valoraciones del mundo so-cial y político; y por ello pueden es-tar contaminados con las ideologías.Como los investigadores elaboran susproyectos a partir de teorías más omenos explícitas, hay que tener sumocuidado al elaborarlos, ya que, fre-cuentemente, malos o deficientes re-sultados se deben más a carencias dediseño que a errores metodológicos oa sesgos en la aplicación de técnicas.

Para evitarlo, siempre es convenien-te que se detallen cuidadosamente losfundamentos epistemológicos y teóri-cos de sus modelos, expliciten clara-mente sus componentes y relaciones(preferentemente en forma simbólicay matemática) y justifiquen la elecciónde unos métodos específicos sobreotros.

La propia concepción filosófica quesubyace en la teoría weberiana, es de-cir, el neokantismo, ha limitado engran medida el futuro desarrollo desus aplicaciones, en una época de pre-dominio del neopositivismo lógico.

Por otra parte, la explicación fun-

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cional o «nomológica» consiste en ais-lar e interpretar los componentes deun conjunto que cumplen funcionesde mantenerlo en equilibrio. Comotoda función es finalista, se puede ha-blar propiamente de «causalidad entrehechos (datos)» sin tener que recurrira analizar los propósitos o intencio-nes de los sujetos de la acción social,que por su propia naturaleza son difí-ciles de captar (incluso percibir). Sinembargo, revaloriza esta explicación elprincipio de que los procesos socialesestán determinados causalmente porlas acciones recíprocas de los actores,y también por la interdependencia ycorrelación de unos fenómenos conotros, matizado por las diferentes fun-ciones contextúales que cumplen de-terminados hechos en el funciona-miento del sistema total. Sin embargo,tampoco este tipo de explicación esconvincente (aunque sí útil, por su re-lativa facilidad de aplicación), debidosobre todo a limitaciones de enfoquey a las limitaciones propias del positi-vismo que subyace en sus plantea-mientos teóricos.

La revisión de estas perspectivasteóricas procede de la filosofía de lasciencias sociales. Aunque se ha inten-tado compatibilizar una explicación te-leológica con otra causalista, la ten-dencia actual y más reciente tiende asustituir la idea de «causalidad» porla de «posibilidad», y también se con-sidera más científico hablar de «acon-tecimientos» o «circunstancias que ha-cen posible» que hablar de «causas».Al respecto se citan las últimas con-cepciones de M. Bunge publicadas enMaterialismo y ciencia.

El replanteamiento crítico respecto

del concepto de «sociología» y deotros conceptos analíticos estrecha-mente relacionados (acción social, con-texto, grupo, etc.) es, en conjunto,bastante útil para estudiosos de lasociedad y, en concreto, muy intere-sante para metodólogos. Si el especia-lista en aplicaciones empíricas, e in-cluso el interesado en nuevos desa-rrollos técnicos de la sociología, seplantease algunos de los problemasdel conocimiento, y sobre todo de loslímites del conocimiento social \ posi-blemente se enriquecería la elabora-ción de modelos y se dudaría de laaplicación de algunos factores explica-tivos corrientes que nos remiten a unsoñoliento superempirismo vinculadoa nuevas formas de brujería (S. An-drewski) e incluso de control social ypolítico (J. Ibáñez).

El marcado interés de la autora porestos problemas la lleva, en la últimaparte de su libro, a plantearse la ma-yor o menor validez de los dos tiposprincipales de explicación sociológicaque surgen de la tradición: la teleoló-gica y la nomológica, que presentandiferencias notables. Aunque la pri-mera explicación viene a paliar la evi-dente dificultad de aplicar a las cien-cias sociales el método propio de lasciencias naturales, tiene que partir decategorías discutibles. Entre ellas, lade «intención», si bien aparece comola principal para penetrar en el ámbi-to de lo mental y social, arrastra sig-nificados psicológicos. Max Weber ha-bla de «sentido» y «finalidad» para

1 G. BACHELARD, Epistemología, Anagra-ma, 1973, y, en especial, P. BOURDIEU yotros, El oficio de sociólogo, Siglo XXI,Madrid, 1980.

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expresar tanto la peculiaridad de losfenómenos sociales como la posibili-dad de que todo observador puedeaprehender la realidad social empáti-camente, comprender los actos huma-nos y, por añadidura, describirlos.

Al respecto, habría que destacarque la verdadera tarea del científicosocial debería ser el descubrimientode la finalidad y significado ocultostras las intenciones de los actores so-ciales en interacción (y conflicto).Desde estos presupuestos, sin embar-go, surgen numerosos problemas deinterpretación de las acciones y con-ductas colectivas a diversos niveles:grupos, clases, estratos, etc.

La metodología sociológica trata to-davía ahora de responder a preguntasfundamentales —e incluso fundacio-nales— de la sociología, sobre todoen dos aspectos: ¿qué hechos repre-sentan la causa y cuáles los efectos,y de qué manera se logran compren-der los hechos sociales? El desarrollode modelos es en buena medida unahistoria de la interpretación y expli-cación.

Actualizando la polémica sobre lamayor o menor validez de los distin-tos modelos analíticos, la profesoraSolé recurre a las críticas de los filó-sofos de la ciencia, concluyendo quehay que desarrollar —incesantemen-te— conceptos científicos que nosayuden a renovar los modelos al usoe incluir nuevos componentes.

Pasando al libro siguiente, hay quedestacar que nadie duda actualmentede la gran utilidad que tienen losmodelos causales en sociología yotras ciencias afines (psicología so-cial, antropología cultural, comunica-

ción) para buscar relaciones entre da-tos (hechos) y explicaciones funciona-les. Su utilidad, además, aparece re-valorizada por el desarrollo de nuevospaquetes de programas para el trata-miento automático de datos 2.

Sin embargo, también es cierto—yen el prólogo B. Visauta lo explíci-ta— que a pesar de la justificaciónmatemática de sus técnicas de trata-miento (los denominados «paquetesestadísticos») a menudo no se adaptana las necesidades de la investigaciónsocial, y en lugar de facilitar explica-ciones causales válidas sólo producendatos difícilmente interpretables quea menudo confunden el análisis. Estereconocimiento del relativismo de lasestadísticas en su aplicación a la rea-lidad social está explícito en muchossociólogos españoles familiarizadoscon estas técnicas cuantitativas, comoJ. Ibáñez, F. Alvira y M. García Fe-rrando, por ejemplo 3. Hay que desmi-tificar la validez de algunas aplicacio-nes indiscriminadas, por la ausencia deuna crítica que conduzca a la reflexiónsobre su alcance. No valen todas lastécnicas estadísticas para todos losmodelos de investigación, ni muchosmodelos de investigación necesitanpara obtener buenos resultados de laaplicación de estas técnicas cuantita-tivas.

2 Al respecto hay que destacar la contri-bución realizada en los últimos años porJ. J. SÁNCHEZ CARRIÓN, Introducción a lastécnicas de análisis multivariable aplicadasa las Ciencias Sociales, CIS, Madrid, 1984,y, muy recientemente, Introducción al aná-lisis de datos con SPSS-PC, Alianza, Madrid,1989.

3 M. GARCÍA FERRANDO, F. ALVIRA y

J. IBÁÑEZ, El análisis de la realidad social,Alianza, Madrid, 1986.

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Respecto del contenido de estelibro, también hay que aclarar las di-ficultades que conllevan para numero-sos estudiantes e investigadores lacomprensión de fórmulas, ecuacionesy símbolos matemáticos. Hay que re-conocer la debilidad de la formaciónestadística de las actuales generacio-nes de sociólogos y psicólogos socia-les, que a menudo limitan sus posibi-lidades para elaborar modelos cuanti-tativos válidos que permitan aporta-ciones nuevas respecto de la explica-ción social. Pero también hay queapoyar la necesidad de que los lecto-res se vayan formando progresivamen-te en matemáticas modernas. Y estelibro estimula a ello.

Aunque su contenido versa princi-palmente sobre diversos modelos cau-sales y de relación entre variables decarácter simple, al avanzar la lectu-ra el autor expone análisis más sofis-ticados, como el análisis factorial yel path analysis, que, además, tienenuna gran utilidad en el moderno aná-lisis de resultados de encuestas pormuestreo representativo.

La última publicación, de la que esautor A. Bechini Tejados, expone mi-nuciosamente los principios metodoló-gicos y las aplicaciones de una de lastécnicas más importantes de aplica-ción a los estudios tanto de psicologíasocial como de comunicación: el dife-rencial semántico.

En la concepción de Ch. Osgood ysus colaboradores, el significado de«algo» se puede medir por medio dela construcción de indicadores de di-mensión y de evaluación de su dife-rente peso específico en la totalidad.Como todo significado se refiere a

un repertorio básico de connotacionesde valor, adquiere una fuerte relevan-cia el contexto cultural de las actitu-des y orientaciones valorativas de co-lectivos específicos: grupos, clases, es-tratos, etc.

Como las escalas por las que semide el «diferencial semántico» con-tienen pares de adjetivos opuestos, losatributos de valor están organizadosen ejes que forman el significado. Seobtienen, así, posiciones de indivi-duos y de conjuntos de individuos enlas escalas, que a su vez, tal como re-petidamente ha aplicado Osgood, sepueden poner en correlación con tiposde actitudes; por ejemplo, políticas oeconómicas.

Aunque se reconoce positivamentela utilidad de esta técnica, sobre todopara captar y estructurar orientacionesbásicas hacia objetos específicos de ac-titud, también se tienen presentes de-terminados problemas de interpreta-ción ligados a los principios del mé-todo. Por ejemplo, ¿qué dimensionesmide realmente el diferencial semán-tico?; o ¿el contexto de la escala es elde la cultura o el de las emociones?Y también surgen problemas relacio-nados con la medida: ¿qué variablesorganizan los significados específicos?;o bien, ¿qué unidades e intervalos hayque incluir en la escala para que seexpresen correctamente las distanciasentre valoraciones?

La utilidad de este libro es muysuperior a cualquier otro escrito encastellano sobre dicha técnica. Se tratade una exposición rigurosa, clara, pre-cisa y crítica que no escatima ejem-plos prácticos. Como el significado delas palabras no es el mismo según

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áreas lingüísticas, se comparan las len-guas castellana-mexicana y catalana ex-poniendo los pesos factoriales de las60 escalas correspondientes a las tresdimensiones de evaluación, potencia yactividad que contiene el diferencialsemántico.

Los libros de sociología coadyuvana facilitar el acceso del público no es-pecializado a las ciencias sociales, faci-litando la difusión de nuevos conoci-mientos y estimulando el estudio engeneral. Sin embargo, y refiriéndonosen concreto a los dos libros de técni-cas de investigación, la utilización en

los mismos de notaciones lógico-sim-bólicas y matemáticas avanzadas en eldesarrollo de modelos y aplicaciones,restringen su uso completo a estudian-tes, profesores e investigadores de lasciencias sociales. Nos queda el con-suelo de que el número de éstos escada vez mayor y por ello amplían lademanda de conocimientos técnicos,que a su vez repercuten —y repercu-tirán todavía más— en el progresoeducativo y social de nuestra sociedadespañola en transformación.

Miguel Roiz

RAVI BATRA

La Gran Depresión de 1990. Qué ocurrirá y cómo proteger su economía(Barcelona, Grijalbo, 1988)

Ediciones Grijalbo ha publicado encastellano (traducido por J. A. Bravo)el libro de Ravi Batra The Great De-pression of 1990, que fue editado en1987 en Estados Unidos por VenusBooks. Este libro ha sido un best-selleren EE. UU., y el éxito en lengua cas-tellana parece que también está asegu-rado. Es un libro de lectura muy flui-da, bien traducido, e interesante, aun-que se discrepe de sus argumentos yde las conclusiones a las que llega.

Si bien es un libro de economía—la de Estados Unidos—, tiene, bajomi punto de vista, un notable interéspara los sociólogos, ya que parte delestudio de un modelo social al que leotorga una validez universal. Sobredicho modelo centraré la mayor parte

de mis comentarios en esta reseñacrítica.

El libro consta de 225 páginas, di-vididas en nueve capítulos y cuatroapéndices —tres de ellos son cuadrosestadísticos, y el cuarto, de cronologíahistórica— justificativos de lo que sesostiene en el texto.

En el primero de los capítulos sehace un planteamiento general detodo lo tratado en el mismo y la ventade su mensaje bajo el expresivo títu-lo «¿Puede volver a ocurrir?». En elsegundo se formula y analiza la hipó-tesis de la que parte, «La ley de losciclos sociales», en torno a la cual semonta toda la argumentación que sesostiene en los capítulos que siguen,que son de carácter económico: los

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ciclos de crecimiento monetario (ca-pítulo 3), de la inflación (cap. 4), dela intervención del sector público(mediante el proceso normativo de re-gulación de la actividad económica)(cap. 5). En el capítulo 6 pasa a ocu-parse de las principales depresioneseconómicas por las que ha atravesadoEstados Unidos —que atribuye a laconcentración de la riqueza—; en elcapítulo 7 aventura por qué sobreven-drá la depresión que nos anuncia, es-tableciendo un símil (pp. 143-44) bas-tante curioso entre los acontecimien-tos económicos de los años veinte—precedentes de la gran depresión de1929— y los años ochenta, preceden-tes también de la de comienzos de lapróxima década. Finalmente, los dosúltimos capítulos los dedica a preve-nirnos cómo evitar las principales con-secuencias de la inevitable crisis.

A cualquier lector avispado rápida-mente le llama la atención que el mé-todo seguido por el profesor Batra esuna síntesis de dogma y de empiris-mo, lo que probablemente no sea aje-no a la educación y vertiente profesio-nal de su autor.

Es un libro en el que se ofrecenrecetas muy curiosas para salvarse deldiluvio universal que nos anuncia paradentro de pocos años: para 1990. Asíque el que no quiera perecer en elinminente infierno económico, deberíaleerlo, y si le convencen los argumen-tos expuestos, seguir sus consejos: gas-tar menos y ahorrar más, reducir elendeudamiento, no realizar inversio-nes inmobiliarias, etc. (todo esto suje-to a unos plazos en los que el riesgoaparece diversificado). Al menos ten-drá la oportunidad de conocer las razo-

nes de su condena, y la de los otros, loque no es poco. A mayor abundamien-to, el lector también tendrá ocasiónde comprobar el cumplimiento de al-gunas de las profecías anunciadas porel doctor Batra: la revolución iraní, laguerra Irán-Irak y otras.

La hipótesis de partida es el cum-plimiento inexorable de las leyes so-ciales: el determinismo histórico. Elcomportamiento social, nos dice, noes ni mucho menos aleatorio; por elcontrario, todo está prefijado para quese cumpla con el mismo rigor que lohacen los fenómenos naturales como,por ejemplo, la ley de la gravedad.

Batra basa su análisis en el modelode las clases sociales diseñado porSarkar, en el que se parte de que lasociedad está compuesta por cuatroclases sociales: los menesterosos —enel que un tanto despectivamente se in-cluyen a los trabajadores manuales, delos que dice que tienen pocas ambi-ciones en la vida—, los guerreros—incluye los cuerpos de seguridad atodos los niveles, a los que caracte-riza como a las personas que aman elpeligro físico—, los intelectuales —losque intentan resolver sus problemas através del cerebro y no de la fuerzafísica— y los logreros —los especu-ladores de todo género cuya meta enesta vida es la de amasar fortuna—.

Aunque, con restricciones, el mo-delo admite la movilidad social entrelas diferentes clases, pero los rolesque cada una desempeña están bastan-te definidos. En general, nos dice, entodas las sociedades «... los guerrerosse encargan de mantener la ley y elorden, los intelectuales cultivan la fi-losofía y la religión, y los logreros

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dirigen la economía, mientras los me-nesterosos sirven como mano de obra»(p. 36).

En cada momento histórico una deestas clases es la dominante, pero si-guen una cadencia inexorable y uni-versal: comienza por los menestero-sos, continúa con los guerreros, des-pués con los intelectuales y finalmentetoca el turno a los logreros. Con ellosestamos ahora. Y no es que le disgusteal profesor Batra; lo que le aterra esque después vendrán los desposeídos,los que carecen de educación y deideas, los que lo echan todo a perder.En descargo de los menesterosos, cabedecir que son tan poco ambiciosos queraramente empuñan las riendas —de-jan pasar su turno—, con lo cual, enrealidad, el relevo corresponderá a losguerreros.

El tránsito entre clases, en la con-cepción de Sarkar-Batra, no es produc-to de la lucha de clases, sino de unaley de evolución natural (la de losciclos sociales: «... el poder y lainfluencia pasan de unas clases aotras según un patrón determina-do...» —p. 51—), lo cual no quieredecir que el cambio sea siempre pa-cífico.

¿Y cómo podemos identificar encada momento «histórico» cuál es laclase dominante? ¿Cuáles son sus ca-racterísticas diferenciadoras? Batra escontundente en sus afirmaciones. Laera de los menesterosos se distingueporque la sociedad padece la falta deliderazgo; en consecuencia, reina laanarquía debido a la ausencia de or-den social: se desprecian los vínculosfamiliares, los valores más nobles yla vida moral se relaja. No existía

gobierno que impusiera un determi-nado orden social. Esta era pertenecea una cultura prehistórica, casi salva-je, donde el nivel de instrucción esprácticamente nulo. La relación hom-bre-mujer es puramente biológica, conausencia de vínculos legales y morales.En realidad, en los últimos estadiosde la era de los menesterosos, quienesregían la sociedad eran los logreros.La evolución tiene lugar porque vansurgiendo individuos de mentalidadno menesterosa, sobre todo guerreros.

En fin, una etapa histórica a la que,principalmente por razones culturales,difícilmente podrá volver la humani-dad. Pero la clase social menesterosapervive y está hoy representada porlos trabajadores manuales.

La era de los guerreros se manifies-ta en que el poder lo ejerce el ejércitoa través de un dictador. El poder esabsoluto y el pueblo está sometido auna dura disciplina, tanto familiarcomo social, pues uno de sus rasgoses la creación de instituciones —entreellas, la del matrimonio—. La mujerpasa a ocupar un lugar relevante en lasociedad, aunque sólo sea porque elsistema necesita del crecimiento demo-gráfico con fines bélicos.

Pero los gobiernos despóticos soninestables. La disciplina sometida ala ley de hierro y fuego es limitada.A la larga se llega a un vacío de po-der que sólo puede ser cubierto porlos intelectuales, que vencen a los mi-litares mediante las afmas de la razóndespués de que aquéllos hayan perdidolas de la fuerza en empresas guerrerasy hayan sumido la sociedad en la ban-carrota. El guerrero es vencido por laastucia, pero los intelectuales lo nece-

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sitan para que les preserve el ordensocial. La estructura del poder apenascambia con los intelectuales. La mu-jer incluso sale peor parada: tras«... engañar al héroe en el terreno in-telectual, los vencedores implantan laservidumbre de la mujer privándolapor completo de libertades, echandosobre ella una red todavía más tupidaque la utilizada para someter a lasdemás clases...» (p. 46). Y más ade-lante prosigue Batra: «La era de losintelectuales también dio origen a laprostitución, invento que debe atri-buirse en exclusiva a los sacerdotes ydemás intelectuales que consagraron lasumisión de la mujer al hombre...»(p. 47).

En el fondo, los intelectuales sonunos manipuladores sociales que utili-zan su ingenio para dominar a las res-tantes clases. Desde la propia intelec-tualidad se generará una subclase, lade los logreros, representada por in-dividuos que en las disputas doctrina-les aparecerán como los perdedores,pero que, en compensación a su debi-lidad intelectual, se dedicarán a ate-sorar riqueza. De esta forma irá sur-giendo una filosofía individualista quepondrá los derechos individuales delos hombres por encima de los socia-les; una mentalidad adquisitiva queirá poco a poco desplazando el poderen su favor. «Los logreros —escribeBatra— difieren de los intelectualessobre todo por la manera de usar sumente. Aunque los segundos tambiénson aficionados a las comodidades dela vida y a los bienes materiales, gus-tan de cultivar curiosidades del espí-ritu y teorizaciones acerca del mundo,que a los primeros les trae sin cuida-

do» (p. 49). Los intelectuales ayudana los logreros a mantenerse en el po-der mediante doctrinas que justificansu supremacía. Después les siguen enel apoyo los guerreros y los meneste-rosos, porque la mentalidad adquisiti-va también acaba por contagiarles.Tanto el feudalismo como el capita-lismo son dos modelos de hegemoníade la era de los logreros.

El profesor Batra ofrece escasostestimonios históricos del cumplimien-to de los ciclos sociales. Los ciclosrítmicos, que son la base de su argu-mentación, no aparecen por ningunaparte, lo cual demuestra que los fenó-menos sociales no son tan sencillos.En consecuencia, tomar como hipóte-sis una ley de los ciclos sociales paradeducir que son trasladables a los ci-clos económicos, no parece muy serio.Y esto es justamente lo que hace ensu libro.

Porque el libro que comentamos es,sobre todo, un libro de economía.Y lo que trata de demostrar es queésta, como ciencia social que es, tam-bién está sujeta a ciclos rítmicos decumplimiento exacto. No se trata delos cíelos económicos tan estudiadospor los economistas cuya periodicidadera aproximada. En este caso, la ca-dencia es rítmica. Existe un determi-nismo histórico y trata de probarlo através del estudio del crecimiento mo-netario, de la inflación y de la regula-ción del sector público. La conclusióna la que llega es que cada treinta añosestas variables alcanzan un máximo,que además es coincidente en el tiem-po, lo cual origina crisis. Desde elpunto de vista económico, estos trescapítulos son los más importantes.

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Pero lo que yo pretendo resaltar esla vertiente metodológica y sociológi-ca. Si de esta última ya he dicho queno se ven los ciclos rítmicos por nin-guna parte, la metodología me pareceincluso más débil. Para el doctor Ba-tra, el hombre no es sujeto de su his-toria ni tiene mecanismos para variarel curso de los acontecimientos a tra-vés de la acción. No merece la penaluchar porque este mundo mejore.Únicamente cabe la salvación indivi-dual, nunca la colectiva. Y, natural-mente, los únicos que pueden salvar-se en este mundo son los privilegia-

dos. Los pobres, a los que significa-tivamente ignora Batra, se suponeque tendrán la recompensa en el otro.El mensaje que parece transmitirnoses que en este mundo están para serpobres, y lo mejor que pueden haceres estarse callados porque de sus de-mandas de justicia social no van a sa-car nada. Todo está previsto de ante-mano y nadie lo cambiará. En cambio,para los afortunados de esta sociedadsí existen algunas salidas, si es que si-guen las recetas del doctor Batra.

Mónica EGEA RECHE

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