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*Estudiante de la Maestría en Alta Dirección de Servicios Educativos, MADSE V. Universidad de San Buenaventura, Cali. La función de un agente de la alta dirección educativa en el contexto contemporáneo Luis Alejandro Cárdenas Porras* Septiembre 9 de 2013. Desde la óptica de la Alta Dirección, y dentro del contexto contemporáneo, es fundamental reconocer que las organizaciones educativas requieren de líderes con visión de futuro que actúen como modelo de referencia de sus valores y principios éticos(Modelo EFQM de Excelencia, 2013, p.6). En este texto se ilustran fenómenos propios de la postmodernidad y se identifican referentes esenciales que deben tenerse en cuenta como altos directivos escolares al trabajar en ambientes donde deba asegurarse el futuro de la organización y la sociedad de la cual hacen parte. Como altos directivos escolares debemos trabajar en alcanzar objetivos fundamentales en este ejercicio de gestionar instituciones educativas. Según el Modelo EFQM de Excelencia (2013), nuestra propuesta de trabajo debe enfocarse en alcanzar el éxito mediante las personas para permite lograr resultados equilibrados. Nuestra gestión debe apuntar a añadir valor para los clientes, favorecer la creatividad y la innovación. Al liderar con visión, inspiración e integridad podremos desarrollar alianzas. Por último, al gestionar por procesos podremos lograr asumir la responsabilidad de un futuro sostenible. Debemos partir, entonces, de reconocer que estamos involucrados en la función educativa y en la gestión directiva dentro de un contexto contemporáneo del cual trata este texto. Con base en las posiciones de Jürgen Habermas, quien sostiene que no existe la sociedad posmoderna(Ortega Valdés en: Vélez de la Calle, 2013, p. 10), y de Jean Francois Lyotard, cuando manifiesta que el proyecto moderno, no ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado” (Ortega Valdés en: Vélez de la Calle, 2013, p. 10), vale la pena señalar que los cambios sociales,

La función de un agente de la alta dirección educativa en el contexto contemporáneo

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Alejandro Cárdena, rector del Gimnasio la Colina, realiza un aexploración académica del papel de las directivas en el mundo de la educación en un contexto contemporáneo, centrándose en las características que esta época prodiga en los chicos y adolescentes.

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*Estudiante de la Maestría en Alta Dirección de Servicios Educativos, MADSE V. Universidad de San Buenaventura, Cali.

La función de un agente de la alta dirección educativa

en el contexto contemporáneo

Luis Alejandro Cárdenas Porras*

Septiembre 9 de 2013.

Desde la óptica de la Alta Dirección, y dentro del contexto contemporáneo, es

fundamental reconocer que las organizaciones educativas requieren de “líderes

con visión de futuro que actúen como modelo de referencia de sus valores y

principios éticos” (Modelo EFQM de Excelencia, 2013, p.6). En este texto se

ilustran fenómenos propios de la postmodernidad y se identifican referentes

esenciales que deben tenerse en cuenta como altos directivos escolares al

trabajar en ambientes donde deba asegurarse el futuro de la organización y la

sociedad de la cual hacen parte.

Como altos directivos escolares debemos trabajar en alcanzar objetivos

fundamentales en este ejercicio de gestionar instituciones educativas. Según el

Modelo EFQM de Excelencia (2013), nuestra propuesta de trabajo debe

enfocarse en alcanzar el éxito mediante las personas para permite lograr

resultados equilibrados. Nuestra gestión debe apuntar a añadir valor para los

clientes, favorecer la creatividad y la innovación. Al liderar con visión, inspiración

e integridad podremos desarrollar alianzas. Por último, al gestionar por procesos

podremos lograr asumir la responsabilidad de un futuro sostenible. Debemos

partir, entonces, de reconocer que estamos involucrados en la función educativa

y en la gestión directiva dentro de un contexto contemporáneo del cual trata este

texto.

Con base en las posiciones de Jürgen Habermas, quien sostiene que “no existe

la sociedad posmoderna” (Ortega Valdés en: Vélez de la Calle, 2013, p. 10), y

de Jean Francois Lyotard, cuando manifiesta que el proyecto moderno, “no ha

sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado” (Ortega Valdés en: Vélez

de la Calle, 2013, p. 10), vale la pena señalar que los cambios sociales,

*Estudiante de la Maestría en Alta Dirección de Servicios Educativos, MADSE V. Universidad de San Buenaventura, Cali.

culturales, educativos, políticos y económicos que estamos viviendo en esta

época, son producidos por un reordenamiento general al que todavía no

podemos acostumbrarnos. Llamamos reordenamiento a la serie de eventos

producto de la globalización y la economía del conocimiento, al nuevo orden

dado por los medios masivos de comunicación que nos orientan a un desmedido

consumo y a una filosofía de vida muy distinta a la que pudieron haber tenido

algunas generaciones atrás.

En este contexto contemporáneo todos nos vemos afectados por una sociedad

del conocimiento o de la información. Desde estos nuevos ámbitos, dichos

contextos producen una nueva sociedad, y esta nueva sociedad está

produciendo nuevos sujetos. De allí que, a través del mercado y la publicidad,

nos estemos configurando como ciudadanos del mundo mediados e influidos por

íconos extranjeros que constantemente nos están invadiendo. El mercado ha

hecho que todo lo que podamos gozar o los servicios que queramos tener, deban

ser comprados porque esas son las condiciones imperantes en la sociedad y la

nueva filosofía de lo contemporáneo.

Este contexto nos hace sentir en una “cárcel” donde ya todo está configurado

sobre cómo debemos actuar y cómo debemos ser. Gilles Deleuze en su texto

Posdata sobre las sociedades de control argumenta que “Estamos en una crisis

generalizada de todos los lugares de encierro: prisión, hospital, fábrica, escuela,

familia. La familia es un "interior" en crisis como todos los interiores, escolares,

profesionales, etc.” (Deleuze en: Vélez de la Calle, 2013, p. 19). El control,

“nombre que Burroughs propone para designar al nuevo monstruo, y que

Foucault reconocía como nuestro futuro próximo” (Deleuze en: Vélez de la Calle,

2013, p. 19) nos gobierna, nos dirige, nos enseña que ya no hay una disciplina

creada, vivida, ejercitada, más bien, experimentamos lo fluctuante y lo líquido en

nuestras formas de vivir y de relacionarnos.

Lo contemporáneo hace que seamos esclavos de un mercado diseñado para

cada grupo social. Todos nos identificamos con algo, con lo que nos gusta y con

lo que anhelamos tener. Por eso nuestras relaciones empiezan a ser mediadas

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por la posibilidad de vernos en el contexto del éxito, del tener y muy poco del ser.

La influencia de las redes sociales y de lo mediático nos permiten reflejar la

condición de existir sólo a través de mostrar lo que podemos tener. (Esto sucede

con Facebook, pues garantiza un estatus de existencia).

Las preguntas que debemos hacernos son: ¿quiénes somos en realidad? y

¿cómo podemos diferenciarnos de los demás? Este contexto contemporáneo ha

hecho que las nuevas generaciones tengan una relación estrecha con ese yo

narciso que necesita vivir en la aceptación de sí mismo, pero mucho más

importante, en la necesidad de ser aceptado para lograr ser mirado. Las

relaciones humanas actuales están mediadas por la forma en que somos

mirados por ese otro, por el grado de simpatía que logremos reflejar, pues esa

es la trampa en que caemos para permitirnos estar “in”. La idea contemporánea

de la felicidad se enmarca dentro de un todo que exige y que es necesario

mostrar. No hay lugar a la pausa ni al sufrimiento porque el nuevo pensamiento

enmarca una necesidad de atraer sólo lo positivo.

Entonces, ¿cuál es el lugar de la escuela y la función de la educación en esta

difícil relación con lo contemporáneo? Estamos sobre unos nuevos referentes

que debemos saber leer. Esa es nuestra función como educadores.

Unos nuevos referentes

Las relaciones, en un espacio como es la escuela, han sido manifestaciones

que tanto educadores como psicólogos han tenido que comprender y trabajar de

manera permanente, pues es a través de ellas que se configuran los

comportamientos de los niños y los adolescentes en un contexto de

postmodernidad. Por lo anterior, la institución educativa está adecuándose

constantemente a nuevos referentes.

Dentro de estos nuevos referentes aparecen los nuevos sujetos ávidos de querer

pertenecer, de querer ser como, de poder hacer parte de, de lograr la mirada de

aquel otro que triunfa. Sin lugar a dudas, el no lograrlo hace que muchos jóvenes,

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en particular, adolescentes sin ningún rasgo de autonomía, tengan que vivir la

vida escolar viendo a los demás y elogiando sus comportamientos, que tarde o

temprano, se vuelven en contra de sí mismos obligándolos a ser seres

encerrados y con pocas habilidades sociales. Esta realidad los ubica en el

desarrollo de otras habilidades, aquellas que le permiten refugiarse en el mundo

virtual y digital del juego, permitiéndose ser atrapados en el silencio cómplice de

otro nuevo mercado que los consume, pero con un costo emocional muy alto que

les trae consecuencias irremediables.

Por el otro lado, se observa el sufrimiento marginal de los “populares” que luchan

a diario por desarrollar esa habilidad interna para existir desde la teatralidad de

sus comportamientos y relaciones. Lo único que logran es una dificultad profunda

en llegar a ser sujetos genuinos. Dentro de esta dualidad de comportamientos y

de los nuevos miembros de esta sociedad, viene la influencia bárbara de la

tecnología, no como uso sino como necesidad de remarcar un estatus social y

de poder. Jean Baudrillard en su texto Alteridad, seducción y simulacro lo exhibe

de manera cruda: “Vivimos en un universo frío, la calidez seductora, la pasión de

un mundo encantado es sustituida por el éxtasis de las imágenes, por la

pornografía de la información, por la frialdad obscena de un mundo

desencantado.” (Baudrillard en: Vélez de la Calle, 2013, p. 42).

Nuestros retos como educadores son grandes. Estas situaciones propias del

contexto contemporáneo deben ponernos en un lugar de constantes preguntas.

¿Cómo evitar que nuestros jóvenes no sean presas de esta sociedad del

espectáculo?, ¿cómo evitar que nuestras jóvenes adolescentes dejen de ver su

cuerpo como su alma?, ¿cómo lograr hacerlas comprender que no hay

necesidad de ser empresarias de su propia apariencia?

El mercado, los medios de comunicación, el consumismo les ha dado la idea que

hay que venderse a toda costa con su cuerpo. Sin lugar a duda, nos rige la

sociedad del espectáculo. Tanto el capitalismo como la moda se retroalimentan,

“(…) ambos son el motor del deseo que se expresa y satisface consumiendo;

ambos ponen en acción emociones y pasiones muy particulares, como la

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atracción por el lujo, por el exceso y la seducción.” (Baudrillard en: Vélez de la

Calle, 2013, p. 43).

Los medios (revistas, televisión, internet, la radio, etc.) nos han enseñado que

ésta es la época donde no se permite estar aburrido. Lo contemporáneo es eso,

necesitamos ver y ser vistos. En esta época, las cosas y lo que poseemos son

lo que nos representa y no nuestras ideas. Lo de ahora es desechable. Lo que

tenemos en casa, lo que nos venden, lo que consumimos, aún más, las

relaciones y, las personas, son desechables porque son fácilmente

reemplazables. La imagen reemplaza la realidad y el signo varía de forma

permanente. Como educadores debemos ser conscientes que nos cambió la

organización social, se nos cambió el modo de educar, y nos llegaron unos

nuevos sujetos que nos obligan a saber entender y comprender estos cambios.

Por eso, es necesario estar al día y como agentes de la Alta Dirección Escolar

es hora de que empecemos a pensar de forma diferente.

En un mundo donde las diferencias de pensamiento son permanentes, como

adultos y como educadores, nos debemos poner en un lugar distinto para poder

llegar a comprender las formas que tienen los jóvenes de concebir el mundo. La

invasión de signos, de modas, de comportamientos, de consumos, ya sean éstos

representados en las drogas o en los alimentos químicos; de los hipertextos y de

lectura simultánea, hace que los aliados de nuestros jóvenes sean las pantallas

que les permiten tener la capacidad de la ubicuidad en todo momento. Ya no

viajamos, ya no disfrutamos de conocer, pues la autopista de la información nos

ha hecho presos de su realidad. Para estas nuevas generaciones el mundo ya

existe en la pantalla. La telepresencia hace que el mundo real vaya dejando de

ser interesante.

Como educadores necesitamos saber trabajar con la tradición y con este nuevo

cambio. Nuestra responsabilidad radica en permitir que estos dos mundos

puedan aprender a convivir. Nuestra labor, acompañada de otras áreas del

conocimiento como la psicología y la sociología, debe permitirnos entender a

estos nuevos sujetos, para que con estrategias educativas y formativas, ellos

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puedan ver en nosotros alternativas de aprendizaje. Como altos directores

educativos debemos promover entre los maestros y formadores de esta nueva

sociedad, el desarrollo de un vínculo de autoridad que pueda permitirle a los

maestros y a los jóvenes, entender cómo saber vivir este nuevo cambio.

Necesitamos, entonces, nuevos educadores que desarrollen la labor de

investigar y analizar la información que surge y nos llega de esta nueva era y

sociedad del conocimiento.

La sociedad del conocimiento y el rol del educador en ella

A través de los cambios sociales, culturales, políticos y económicos que hemos

tenido a lo largo de siglos de vida, esta cuarta revolución productiva ha generado

demasiado poder para aquellos que la han sabido aprovechar y desarrollar. Sin

duda, las grandes diferencias entre países y comunidades, representadas éstas

en su capacidad de poder económico, tecnológico y en su capacidad de

mercadear y negociar, hacen que la brecha entre países pobres y ricos sea más

grande. Detrás de esta gran diferencia está el activo del conocimiento. La mayor

parte de éste se genera en los países industriales y por eso, su ventaja a nivel

de desarrollo y competitividad (Souza Silva, 2008).

En el siguiente texto, este autor hace una propuesta en términos de la forma de

trabajar y adecuar el conocimiento, sobre todo cuando, como países en vía de

desarrollo, estamos en la constante de búsqueda de querer innovar:

“El Informe del Desarrollo Mundial propone que miremos los problemas del desarrollo desde la perspectiva del conocimiento. Los países en desarrollo no necesitan reinventar la rueda. En vez de recrear el conocimiento ya existente, los países más pobres tienen la opción de adquirir y adaptar…conocimiento ya disponible en los países más ricos. Adquirir conocimiento implica acceder y adaptar conocimiento disponible…a través de un régimen abierto para el comercio, inversión extranjera y [licensing agreements]…asegurando que el pobre tenga acceso. La distribución desigual de la información no puede jamás ser eliminada, pero puede ser mejorada” (World Bank 1999:1-14 como se cita en: De Souza Silva, 2008, p. 2).

Cabe preguntarse también si estamos realmente en una sociedad del

conocimiento o de la información. De Souza Silva, en su texto La geopolítica del

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conocimiento y la gestión de procesos de innovación en la época histórica

emergente manifiesta que la “información es hoy el factor más estratégico para

la creación de riqueza y poder. Información es para las sociedades del siglo XXI

lo que tierra, capital y trabajo fueron para las sociedades de los siglos XVIII, XIX

y XX, durante la época histórica del industrialismo.” (De Souza Silva, 2008, p.6).

¿Caminamos, entonces, hacia una sociedad que aprovecha esta información

para producir conocimiento o simplemente usamos ese conocimiento para seguir

replicando lo que los países dominantes han hecho por años? Este mismo autor

asevera que “la sociedad del conocimiento, la economía del conocimiento y la

gestión del conocimiento son imposibilidades conceptuales, a menos que

conocimiento fuera sinónimo de información. Pero datos no son información,

información no es conocimiento y conocimiento no es sabiduría”. (De Souza

Silva, 2008, p.6).

Ahora bien, ¿cuál es nuestra función como altos directivos en este nuevo modelo

de organización y uso del conocimiento? Nuestro rol consiste, primero en

comprender cómo usar dicho conocimiento para aplicarlo a nuestro propio

desarrollo, creando capacidad de comprensión de lo que ya está inventado, pero

bajo la posibilidad de innovar para nuestras propias necesidades y con nuestros

propios recursos. La educación en un país como éste debe procurar vincular la

tecnología para no abstraernos de esta herramienta del conocimiento. Es

necesario que nuestros saberes, así sean locales o ancestrales puedan

empezarse a registrar y a sistematizar para que tengan reconocimiento a nivel

local y a nivel mundial. Necesitamos una cultura agresiva de innovación y

desarrollo para aprender a hacernos visibles en la red a través del saber que

podemos desarrollar.

En la escuela, y como líderes, debemos procurar que nuestros maestros sean

productores de saber, con la posibilidad de enseñarles a sistematizar su

conocimiento y el desarrollo de sus ideas para que puedan llevarse al nivel de

publicación. Debemos cambiar los paradigmas de ser reproductores del

conocimiento a ser creadores de conocimiento. Esto se logra con la creación de

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una cultura de la lectura, del análisis y del desarrollo de la comprensión. Ese es

el gran reto de nosotros como agentes y facilitadores directivos.

Pero, ¿cuáles son los retos que debemos asumir los altos directivos escolares?

Para el Modelo EFQM de Excelencia (2013, pp. 4-8), existen unos conceptos

fundamentales que deben tenerse en cuenta para que nosotros, los agentes de

la alta dirección, gestionemos con un verdadero sentido de calidad,

responsabilidad y sostenibilidad:

a. Anadir valor para los clientes: las organizaciones excelentes

añaden constantemente valor para los clientes comprendiendo,

anticipando y satisfaciendo necesidades, expectativas y

oportunidades.

b. Crear un futuro sostenible: las organizaciones excelentes producen

un impacto positivo en el mundo que les rodea porque incrementan

su propio rendimiento al tiempo que mejoran las condiciones

económicas, ambientales y sociales de las comunidades con los

que tienen contacto.

c. Desarrollar la capacidad de la organización: las organizaciones

excelentes incrementan sus capacidades gestionando el cambio de

manera eficaz dentro y fuera de ellas.

d. Aprovechar la creatividad y la innovación: las organizaciones

excelentes generan mayor valor y mejores resultados a través de

la mejora continua y la innovación sistemática, aprovechando la

creatividad de sus grupos de interés.

e. Liderar con visión, inspiración e integridad: las organizaciones

excelentes tienen líderes que dan forma al futuro y lo hacen

realidad, actuando como modelo de referencia de sus valores y

principios éticos.

f. Gestionar con agilidad: las organizaciones excelentes se

reconocen de manera generalizada por su habilidad para identificar

y responder de forma eficaz y eficiente a oportunidades y

amenazas.

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g. Alcanzar el éxito mediante el talento de las personas: las

organizaciones excelentes valoran a las personas que las integran

y crean una cultura de delegación y asunción de responsabilidades

que permite alcanzar tanto los objetivos personales como los de la

organización:

h. Mantener en el tiempo resultados sobresalientes: las

organizaciones excelentes alcanzan resultados sobresalientes que

se mantienen en el tiempo y satisfacen las necesidades a corto y

largo plazo de todos sus grupos de interés, en el contexto de su

entorno operativo.

Nos queda, entonces, un reto enorme por el cual luchar y enfocar nuestros

esfuerzos para poder cumplir con los objetivos de formar a nuestros niños y

jóvenes en un contexto contemporáneo como el actual. Sin embargo, lo anterior

no se logra sin el conjunto comprometido de los padres de familia. La escuela es

efectivamente eso, un trabajo mancomunado con la familia como agente

educador primario.

La familia como componente de un contexto contemporáneo.

En la parte final de este texto, he querido esbozar y explicar cómo la familia,

como ente de desarrollo de las relaciones sociales, juega un papel

preponderante en la formación de sujetos y en la construcción de la cultura de

una comunidad, ciudad, región y país. “La forma, el tamaño, la estructura y las

normas de la familia cambian a medida que tiene que adaptarse a situaciones

sociales, económicas y políticas particulares a cada momento histórico. En los

últimos dos siglos, los cambios sociales, los cambios en la familia y en su

dinámica han disparados síntomas en los adolescentes como la depresión, la

soledad, el suicidio, la drogadicción, el alcoholismo, etc. Y en los últimos años,

los nuevos síntomas que aparecen son la anorexia, bulimia, obesidad, bullying,

pandillas violentas, maltrato, prostitución infantil, entre otros” (Martelo, 2008,

p.10).

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Toda esta sintomatología tiene unas explicaciones de índole psicológica y social,

pues se ha pasado del “ideal del respeto, el esfuerzo, el valor al trabajo, la

autoridad patriarcal al ideal del bienestar y felicidad; que es nuevo, joven e

instantáneo. Se pasa del padre de la ley, que vigila y disciplina al padre

acompañante, que escucha y entiende. Padre y madre ya no son sinónimos de

hombre y mujer” (Martelo, 2008, p.14).

En este contexto contemporáneo, la función del padre y la madre como condición

de autoridad, ha sido reemplazada por las relaciones horizontales donde prima

la igualdad y se desconocen las funciones del adulto que pone normas y

establece entornos jerárquicos en la relación padre e hijo. Pareciese que primara

el relativismo respecto a la ley, pues todo se puede negociar. En estas nuevas

relaciones no hay un referente que se sostenga, pues como padres terminamos

moviéndonos del silencio o permisividad al autoritarismo.

Para Marulanda (como se cita en Martelo, 2008, p.20):

En la medida en que las fronteras jerárquicas entre adultos y niños

se han ido desvaneciendo, hoy los buenos padres son aquéllos que

logran que sus hijos los amen, aunque poco los respeten. Y son los

hijos quienes ahora esperan respeto de sus padres, entendiendo

por tal que les respeten sus ideas, sus gustos, sus apetencias y su

forma de actuar y de vivir. Y que, además, ¡les patrocinen lo que

necesitan para tal fin!

En esta contemporaneidad se han cambiado totalmente las relaciones de

familia, pues tanto en el hogar como en la escuela, los niños y jóvenes se ubican

como sujetos de derecho. Ellos son a los que se les consulta si quieren, si desean

y terminan, en muchas ocasiones, tomando las decisiones importantes en casa.

Pero ¿qué fue lo que nos debilitó? Indiscutiblemente, por el avance del discurso

de la ciencia en toda su expresión, y por la capacidad de argumentación de estas

nuevas generaciones, terminamos aceptando que la verdad viene

exclusivamente de ella. El imperativo de la rentabilidad financiera, el dinero como

nueva forma de ideal, la democracia donde todo es negociable, hizo que esta

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sociedad aceptara la promesa de que todo es susceptible de ser comprado. Lo

contemporáneo nos vendió la idea de que todo es posible, todo lo podemos

tener, tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades (Martelo, 2008).

Se preguntará el lector y cuáles son las soluciones. Difícil contestar teniendo en

cuenta lo complejo del contexto, sin embargo, hay opciones que pueden

ayudarnos a pensar en un cambio significativo. Nuestra función desde la

dirección escolar, debe permitirnos trabajar con las familias, psicólogos y

maestros en poder encontrar propuestas para ir en contra del discurso

imperante, pero no con fórmulas del pasado, sino con estrategias pensadas para

este crucial momento. Debemos convencer a los padres y maestros que no nos

podemos dejar atrapar por el autoritarismo, pero tampoco por la permisividad.

Es necesario que todos nos comprometamos con el deseo de educar,

escuchando sin descalificar, estableciendo un vínculo de confianza con los niños

y jóvenes y no olvidando que la autoridad se transmite por la vía del amor

(Martelo, 2008).

FUENTES DE CONSULTA

Baudrillard, J.: Alteridad, seducción y simulacro. En Vélez de la Calle, C. (2013).

Programa analítico marketing educación (pp. 42-47).

Deleuze, G.: Posdata sobre las sociedades de control. En Vélez de la Calle, C.

(2013). Programa analítico marketing educación (pp. 18-25).

De Souza Silva, J. (2008): La geopolítica del conocimiento y la gestión de

procesos de innovación en la época histórica emergente1. Recuperado de

http://www.apse.or.cr/webapse/pedago/enint/souza08.pdf

EFQM, (Ed.).(2013). Modelo EFQM de Excelencia [ejemplar especial].

*Estudiante de la Maestría en Alta Dirección de Servicios Educativos, MADSE V. Universidad de San Buenaventura, Cali.

Martelo, N. (2008). Taller con Padres de Familia de Grado Noveno [diapositivas

de PowerPoint].

Ortega, P.: Sociedades modernas y postmodernas. En Vélez de la Calle, C.

(2013). Programa analítico marketing educación (pp. 10-12).