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La investigacion de la comunicacion en A.L., Raul Fuentes

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roLa investigación de

la comunicaciónen América Latina:

condiciones yperspectivas para el

siglo XXI

diálogosde la comunicación

Profesor investigador del Departamento de Estudios de laComunicación Social de la Universidad de Guadalajara y del

Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO.Dirección: Periférico Sur 8585, 45 Tlaquepaque, Jalisco, México.

Teléfono: (523) 6693458 Fax: (523) 6693460E-mail:[email protected]

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En setiembre de 1974 LuisRamiro Beltrán presentó enLeipzig su célebre recuentosobre «La investigación de lacomunicación en AméricaLatina ¿indagación conanteojeras?» Con base sobretodo en la documentacióncompilada por CIESPAL,Beltrán enumeraba las princi-pales áreas de concentracióntemática, subrayaba las ten-dencias en cuanto a tópicosinvestigados y a resultadosobtenidos en los últimosquince años, y constatabaque:

«es obvio que la investigaciónde la comunicación en Amé-rica Latina ha seguido lasorientaciones conceptuales ymetodológicas establecidaspor los investigadores en Eu-ropa y los Estados Unidos. Elefecto de esto, en esencia, hasignificado que algunos estu-dios han enfatizado la com-

prensión conceptual por en-cima de la producción de evi-dencias empíricas, mientrasque otros estudios han hechoexactamente lo opuesto»1.

La influencia predominante ymás duradera era la queBeltrán llamaba «orientacióneuropea clásica» (caracteriza-da como histórica, intuitiva,filosófica, especulativa y es-colástica), presente sobretodo en los estudios de his-toria del periodismo y legis-lación de la comunicación. Ensegundo lugar quedaba la in-fluencia de la «orientaciónnorteamericana» (positivista,empirista, sistemática yfuncionalista), especialmenteen los trabajos de difusión deinnovaciones agrícolas, es-tructura y funciones de losmedios y comunicación edu-cativa, es decir, televisión,radio y audiovisuales grupa-les. Finalmente, la influenciade la «orientación europeamoderna» (semiótica, estruc-turalista) era la más recientey menos fuerte, concentradaen los análisis de contenido.Se detectaban «influenciasmixtas» en las áreas de análi-sis de contenido y efectos dela programación televisiva, yacerca del flujo de noticias ylas influencias extrarregio-nales sobre los sistemas demedios. En cuanto a los enfo-ques metodológicos, Beltránobservaba que «si los estu-dios existentes se clasificaranen descriptivos, explicativosy predictivos, probablemen-te la mayoría quedaría dentrode la primera categoría, algu-nos en la segunda y los me-nos en la tercera» (op.cit. p.24-

25). Aunque las «áreas temá-ticas» han variado sustan-cialmente, no puede decirseque en su estructura funda-mental el campo haya cam-biado demasiado, sobre todoen sus alcances teórico-metodológicos.

Pero la investigación de la co-municación como prácticasocial se explica también enotras dimensiones. Aquel do-cumento de Beltrán terminasignificativamente con co-mentarios sobre la «mitologíade una ciencia exenta de va-lores» y sobre el «riesgo deldogmatismo». La oposición,en muchos sentidos mani-quea, entre el rigor de la cien-cia y el compromiso políticocon la transformación social,referida directamente a lapolémica entablada pocotiempo antes entre los gruposde investigadores encabeza-dos por Eliseo Verón en Ar-gentina y Armand Mattelarten Chile, da lugar a una pre-gunta crucial, con la queBeltrán remata su recuento:

«¿Podrá esto significar que lainvestigación latinoamerica-na de la comunicación estaráalgún día en riesgo de susti-tuir el funcionalismo ideoló-gicamente conservador ymetodológicamente rigurosopor un radicalismo no riguro-so? Sea tan amable el pacien-te lector de responder a esapregunta. Y ojalá esa respues-ta nos dé lúcidas claves sobresi la investigación latinoame-ricana de la comunicación de-jará de ser la búsqueda conanteojeras que a veces pare-ce haber sido... independien-

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temente del color de lasanteojeras (op.cit. p.40)).

En homenaje a Luis RamiroBeltrán, veinticinco años des-pués, y ante una evidentemultiplicación de los colores,modelos, tamaños y orígenesde las anteojeras en uso, pro-pongo en este trabajo algunasinterpretaciones personalesacerca de las inercias e inicia-tivas predominantes en la in-vestigación latinoamericanade la comunicación en losaños noventa, y las conse-cuentes propuestas dereformulación estratégica desus prácticas, en tres planosarticulados: el de la historiadel campo, en que sugierorelecturas y reescrituras queorienten la renovación de lasutopías fundantes; el planopropiamente científico, enque enfatizo la pertinencia deuna metodología comu-nicacional como eje para ar-ticular la teoría y la prácticade la investigación en bús-queda de una mayor consis-tencia epistemológica y unamayor pertinencia ética; y fi-nalmente, en el plano de laconstrucción comunitaria delfuturo, en donde ofrezco unaargumentación sobre las ten-dencias de disolución o con-solidación disciplinaria de losestudios de comunicación.

UNA PROPUESTA PARA RE-LEER Y REESCRIBIR LA HIS-TORIA DEL CAMPO: LA RE-NOVACIÓN DE LA UTOPÍA

En 1992 FELAFACS publicó unlibro titulado Un campo car-gado de futuro. El estudio de

la comunicación en AméricaLatina en el que, bajo la for-ma de un texto de apoyo parala docencia, intenté trazar losfundamentos para una histo-ria de la investigación latinoa-mericana de la comunicación.Partía entonces, y lo reafirmoahora, del supuesto funda-mental de que «la construc-ción de mapas orientadoresante la creciente complejidaddel campo es un prerre-quisito importante para lageneración de opciones pro-fesionales (y académicas)más claras y para el recono-cimiento de los antecedentes,fundamentos y necesidadesde desarrollo del pensamien-to y la acción latinoamerica-nos sobre la comunicación enla última década del sigloXX»2.

En esos principios de la dé-cada logré, sin gran dificul-tad, reconstruir la «problemá-tica» latinoamericana de lacomunicación y los acerca-mientos a su investigación ypráctica predominantes enlos años sesenta a partir deleje de tensión (teórico-metodológico) entre el desa-rrollo y la dependencia, asícomo su desplazamiento, enlos años setenta, hacia el ejede tensión (epistemológico-político) entre los criterios decientificidad y la contribu-ción al cambio social. Peroningún esquema de este tipome permitió entonces organi-zar las tensiones del campoen los años ochenta, por loque opté por «abrir el hori-zonte futuro revisando nosólo las temáticas o los apor-tes principales, sino algunas

de las dimensiones del cam-po, en cuyas contradicciones,crisis y desarticulaciones ra-dica la síntesis actual de lahistoria y las posibilidades detrabajo creativo que son elreto que habrá que enfrentaren los noventa para construiry realizar el futuro imagina-do» (op.cit. p.9-10).

En aquel momento que, comolo formuló Jesús Marín Barbe-ro en 1987, seguía exigiendo«aceptar que los tiempos noestán para la síntesis» y queteníamos que «avanzar a tien-tas, sin mapa o con sólo unmapa nocturno... un mapa nopara la fuga sino para el reco-nocimiento de la situacióndesde las mediaciones y lossujetos»3, proliferaron las re-visiones autocríticas del pa-sado y las prefiguraciones delfuturo del campo, escritaspor varios de los más impor-tantes investigadores latinoa-mericanos. Muy pocos deesos textos son optimistas oinspiradores de acciones en-tusiastas a pesar del eviden-te crecimiento en tamaño yrelevancia social del campo,en casi todos los países lati-noamericanos.

Se habló de los ochenta comouna «década perdida», comosi el diagnóstico de la econo-mía latinoamericana le fueraaplicable automáticamente ala investigación de la comu-nicación. Sin embargo, la ten-sión predominante en losaños noventa pareció estable-cerse sobre el eje del abando-no de las premisas críticas,sea ante la adopción de la «in-evitable vigencia» de las leyes

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n del mercado también en elámbito de la investigación,sea ante la dispersión de en-foques sobre las múltiples«mediaciones» culturales delas prácticas sociales, sea enotras direcciones.

Por un lado, entonces, las te-máticas asociadas a la«globalización» y las tecnolo-gías digitales y, por el otro, lasasociadas a las «identidades»microsociales, exigieron laruptura (o provocaron el«desvanecimiento») de casitodos los supuestos teórico-metodológicos, epistemoló-gicos y, sobre todo ideológi-cos, que habían sostenido lainvestigación de la comunica-ción en las décadas previas.Desde mediados de los añosochenta, parece tener cadavez menos sentido investigarlas relaciones de los mediosde difusión con la dependen-cia o con el desarrollo nacio-nales, formular e impulsar al-ternativas a las políticas yprácticas de la «manipula-ción» informativa o el entre-tenimiento comercial, o dis-cutir los fundamentos con-ceptuales que permiten lla-mar «comunicación» no sóloa tantos fenómenos distintos,sino enfocados desde pers-pectivas fragmentarias y has-ta opuestas entre sí, a lo lar-go de distintos ejes.

Es decir, sin que hayan des-aparecido el maniqueismo oel dualismo que en otras épo-cas «organizaban» el pensa-miento, el discurso y la ac-ción sobre la comunicación,desde mediados de los añosochenta parecen haberse

multiplicado en tal medidalas «posturas» y las «posicio-nes» desde las cuales se pue-de investigar la comunica-ción, que el debate es cadavez más difícil, al haber me-nos referentes comunes. Lomismo, o algo parecido, suce-día en otros ámbitos de lasciencias sociales4 y en los es-tudios sobre la comunicaciónen todo el mundo5. Pero enAmérica Latina, más quenada, parece haberse perdidola profundidad ideológica, elpoder de las creencias queorienten las búsquedas delsentido de la comunicación.

Hace veinticinco años, cuan-do Beltrán acuñó la fórmulade la «indagación con anteo-jeras» para cuestionar el futu-ro de la investigación de la co-municación en América Lati-na en función del riesgo de«sustituir el funcionalismoideológicamente conserva-dor y metodológicamente ri-guroso por un radicalismo noriguroso», difícilmente erapensable el riesgo de abando-nar todo intento de elaborarun pensamiento crítico rigu-roso y sustituirlo por unpragmatismo ideológicamen-te liberal no riguroso. Cuan-do, pocos años después, elmismo Beltrán proponía que«no renunciemos jamás a lautopía»6, tenía sin duda enmente que la investigación encomunicación podía y debíacontribuir, en sus términosgenerales, a la «democratiza-ción» de las sociedades lati-noamericanas, a la defensa desu soberanía económica, po-lítica y cultural, y al «desarro-llo» en su acepción más am-

plia. En función de esos fines,de ese compromiso con el fu-turo de la sociedad, la inves-tigación debía ser rigurosa,no voluntarista o dogmática.

Pero en un mundo que ha en-trado decididamente en unatransición de un sistema his-tórico a otro, de característi-cas inciertas7, es necesarioreplantear los términos delcompromiso, y por lo tanto elsentido de la utopía. En laAmérica Latina de los añosnoventa, la relación entre in-vestigación y mercado, en elcontexto de la modernidad,pareció formular el núcleo delas reflexiones más pertinen-tes en términos de sus articu-laciones políticas y cultura-les. Jesús Martín Barberoplanteaba recientemente esta«tensión» en la siguiente for-ma:

«La combinación de optimis-mo tecnológico con escepti-cismo político ha fortalecidoun realismo de nuevo cuñoque se atribuye a sí mismo elderecho a cuestionar todotipo de estudio o de investi-gación que no responda aunas demandas sociales con-fundidas con las del mercadoo al menos mediadas por éste.Se acusa entonces al trabajoacadémico e investigativo dela década de los ochenta deimproductivo, de haberse di-vorciado de los requerimien-tos profesionales que hace lanueva sociedad. Desde otroángulo, esa posición repre-senta una muestra de lasofisticada legitimación aca-démica que ha logrado elneoliberalismo en nuestros

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países: el mercado, fagocitan-do las demandas sociales ylas dinámicas culturales, des-legitima cualquier cuestiona-miento de un orden socialque sólo puede darse su «pro-pia forma» cuando el mercadoy la tecnología liberan sus fuer-zas y sus mecanismos8.

Aunque mediante argumen-tos muy distintos y un afánpolémico mucho mayor, unartículo de Héctor Schmuclerpublicado en la misma revis-ta evidencia la misma ten-sión, si bien enfatiza el predo-minio del conformismo políti-co-social entre los investiga-dores latinoamericanos, a pe-sar de que haya «numerosasexcepciones»9. El objeto de lacrítica de Schmucler sonaquellos enfoques de la co-municación que, centradosen los procesos de recepcióny en sus mediaciones cultu-rales, abandonaron la denun-cia de los mecanismos de po-der que hasta enctonces pa-recía haber caracterizado a lainvestigación latinoamerica-na sobre los medios. La pos-tura de Schmucler en este tex-to se opone explícitamente ala de José Joaquín Brunner,pero al subrayar la «similitud»y la «cercanía» de los «espa-cios» conceptuales trazadospor éste, implica también alos autores de dos libros que«ejercieron una influenciadestacada entre académicose investigadores de AméricaLatina, Jesús Martín Barberoy Néstor García Canclini10.

Más allá de una polémica queparece enfrentar entre sí apersonajes que argumentan

en favor de la recuperacióncrítica de las condicionesideológicas que la «moderni-dad» ha impuesto a la inves-tigación latinoamericana dela comunicación, y que utili-zan para ello marcos axioló-gicos muy parecidos, en losdiscursos de Martín Barberoy de Schmucler se deja ver laurgencia de una reafirmaciónética, antes que de unareformulación epistemológi-ca de los estudios sobre lacomunicación,

«... pues las gentes puedencon cierta facilidad asimilarlos instrumentos tecnológi-cos y las imágenes de moder-nización, pero sólo muy len-ta y dolorosamente puedenrecomponer su sistema devalores, de normas éticas yvirtudes cívicas. El cambiode época está en nuestra sen-sibilidad pero ‘a la crisis demapas ideológicos se agregauna erosión de los mapascognitivos’ (Lechner). Nodisponemos de categorías deinterpretación capaces decaptar el rumbo de las verti-ginosas transformacionesque vivimos. Sólo alcanza-mos a vislumbrar que en lacrisis de los modelos de de-sarrollo y los estilos de mo-dernización hay un fuertecuestionamiento de las jerar-quías centradas en la razónuniversal, que al trastornarel orden secuencial liberanuestra relación con el pasa-do, con nuestros diferentespasados, permitiéndonos re-combinar las memorias yreapropiarnos creativamen-te de una descentrada mo-dernidad» (op.cit. p.59).

A mi juicio, ImmanuelWallersterin aporta una pers-pectiva útil en este sentido, lade la utopística, que implicareplantear las estructuras deconocimiento y «de lo que enrealidad sabemos sobrecómo funciona el mundo so-cial», en vez de confiar en una«utopía» o lugar inexistentecomo modelo futuro de socie-dad. «Utopística», en cambio,

«es la evaluación seria de lasalternativas históricas, elejercicio de nuestro juicio encuanto a la racionalidad ma-terial de los posibles sistemashistóricos alternativos. Es laevaluación sobria, racional yrealista de los sistemas socia-les humanos y sus limitacio-nes, así como de los ámbitosabiertos a la creatividad hu-mana. No es el rostro de unfuturo perfecto (e inevitable),sino el de un futuro alternati-vo, relativamente mejor yplausible (pero incierto) des-de el punto de vista históri-co. Es, por lo tanto, un ejerci-cio simultáneo en los ámbitosde la ciencia, la política y lamoralidad»11.

Si, a partir de esta propues-ta, re-leyéramos y re-discutié-ramos los textos fundamen-tales de la investigación lati-noamericana de la comunica-ción, y reinterpre-táramos suorientación ético-ideológica,es decir, política y moral, enel sentido de una prefigura-ción de la comunicación en lasociedad, para re-escribir suhistoria como «utopística» yno como utopía o como de-nuncia, quizá podríamos re-estructurar y renovar el im-

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n pulso de futuro que se ha pro-ducido pero no acumulado ennuestro campo. Un proyectoasí, en una época de transi-ción como la actual, no puedebasarse sino en una decisiónindividual o de grupo, debidoal «factor del aumento del li-bre albedrío» que señalaWallerstein, quien concluye:

«Si deseamos aprovecharnuestra oportunidad, lo queme parece una obligaciónmoral y política, primero de-bemos reconocer la oportuni-dad por lo que es y lo queconsiste. Esto exige recons-truir la estructura del cono-cimiento de modo que poda-mos entender la naturalezade nuestra crisis estructuraly, por lo tanto, nuestras op-ciones históricas para el sigloXXI. Una vez que entendamosnuestras opciones, debemosestar listos para participar enla batalla sin ninguna garan-tía de ganarla. Esto es crucial,ya que las ilusiones sólo en-gendran desilusiones, con loque se vuelven despoliti-zantes» (op.cit. p.89).

Hay que recordar que el au-tor de tal propuesta, al mis-mo tiempo y en el mismo sen-tido, ha argumentado la ur-gencia de Impensar12 y deAbrir las ciencias sociales13, yque la polémica político-cien-tífica que ha alentadoWallerstein en todo el mun-do ha sido atendida con in-terés por muchos científicossociales latinoamericanos,que la reinterpretan en fun-ción de la ubicación cog-noscitiva, ideológica y geo-gráfica propia, porque «el in-

forme [Gulbenkian] es suge-rente y cultiva una actitudabierta en relación con los de-safíos contemporáneos»14.

PARA REARTICULAR TEO-RÍA Y PRÁCTICA DE LAINVESTIGACIÓN: UNA ME-TODOLOGÍA COMUNICA-CIONAL

Renato Ortíz propone la quea mi juicio es la postura críti-ca más productiva y racionalante el movimiento de repen-sar las ciencias sociales. Se-ñala que es necesario evitardos actitudes: la conservado-ra, que «consiste en tomar alos clásicos como fundadoresde un saber acabado, lo quenos conduciría por necesidada una mineralización del pen-samiento», y la opuesta, re-presentada por el «creer quetodo ha cambiado, que lostiempos actuales, flexibles,demandarían una ciencia so-cial radicalmente distinta eincompatible con lo que has-ta entonces se ha practicado»(op.cit. p.20). Ortiz rechaza laidea de que estemos ante una«revolución epistemológica»pues, como Bourdieu, reco-noce para las ciencias socia-les únicamente «el momentode la revolución inaugural,acto fundador del propiocampo de conocimiento».

«Cualquier balance que serealice sobre las ciencias so-ciales debe tomar en conside-ración la existencia de unatradición intelectual que seincorpora en las diversas ins-tituciones académicas. El pa-sado es el presente que se

manifiesta en el arsenal deconceptos con los que opera-mos, en los tipos de investi-gaciones que realizamos, enla bibliografía que selecciona-mos, en las técnicas que em-pleamos, etc. No obstante, lastransformaciones ocurridashan sido profundas. Hacer unfetiche del saber tradicionalequivaldría a confinarnos enuna posición conformista y adejar de percibir aspectosque exigen un tratamientonuevo y diferenciado. El arteconsiste en entender la tradi-ción como punto de partida,en la cual sólo enraizamosnuestra identidad, sin quepor ello quedemos prisione-ros de su rigidez. Compren-der la tradición es, pues, su-perarla; dar continuidad a laconstrucción de un saber queno es estático ni definitivo(op.cit. p.21).

En la investigación sobre lacomunicación hay diversastradiciones teórico-meto-dológicas, que al igual que enlas ciencias sociales en esca-la más amplia, han sido pues-tas en revisión en los últimosaños15. Desde muy distintasposiciones intelectuales,ideológicas y geográficas, lamultiplicación de propuestasde reformulación teórica ypráctica de los estudios decomunicación manifiesta unainsatisfacción generalizadacon el estado actual del cam-po, y la urgencia de repensarsus fundamentos y de re-orientar su ejercicio. Puedeaceptarse como muy repre-sentativa la justificación enque basa Dan Schiller su obramás reciente:

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«Hoy la extensión y el signifi-cado de la comunicación sehan vuelto virtualmenteincontenibles. Estudiar comu-nicación, como se evidenciacada vez más ampliamente,no es sólo ocuparse de losaportes de un conjunto res-tringido de medios, sea a lasocialización de los niños olos jóvenes, sea a las decisio-nes de compra o de votación.Ni es sólo involucrarse conlas legitimaciones ideológicasdel Estado moderno. Estudiarcomunicación consiste, másbien, en elaborar argumentossobre las formas y determina-ciones del desarrollo socio-cultural como tal. El potencialdel estudio de la comunica-ción, en suma, converge di-rectamente, y en muchospuntos, con los análisis y lacrítica de la sociedad existen-te en todas sus modalida-des»16.

Este propósito general supo-ne, entre otras cosas, susti-tuir el concepto predominan-te que identifica a la comuni-cación con la transmisión ycirculación social de «mensa-jes» por un marco conceptualmás complejo, alrededor dela comunicación consideradacomo proceso socio-culturalbásico, es decir, como pro-ducción de sentido.

En términos de KlausKrippendorff, la perspectivatradicional, fundante, de losestudios sobre la comunica-ción, está siendo «lentamen-te desafiada por lo que po-drían llamarse explicacionesreflexivas». Los sesgos con-ceptuales hacia los mensajes

se pueden caracterizar entres postulados objetivistas eimplícitamente normativos:primero, los mensajes se pue-den describir objetivamente,trasladar físicamente de uncontexto a otro o reproducir-se; tienen una existencia real,objetiva e independiente dealguien que los reciba. Segun-do, los mensajes afectan, per-suaden, informan, estimulan;cualquier efecto que causenes función de sus propieda-des objetivas. Tercero, la ex-posición a los mismos men-sajes crea comunalidad entreemisores y receptores y, en elcaso de los medios masivos,entre los miembros de la au-diencia17. Supuestos comoestos han sido la base de lastradiciones teóricas que, di-ferencias aparte en otros as-pectos, han constituido el nú-cleo dominante de la investi-gación de la comunicación entodo el mundo desde los añoscincuenta. El debate actualtiende a cuestionar precisa-mente lo que, en el contextomás amplio de la teoría so-cial, Anthony Giddens llama«el consenso ortodoxo» (na-turalista, causal y funcio-nal)18.

Como lo han señalado Jenseny Jankowski, en el campo dela comunicación de masas sehan dado, en este sentido,dos desarrollos interrelacio-nados: la emergencia de en-foques metodológicos cuali-tativos y la convergencia, entorno a este «giro cualitativo»,de disciplinas de las humani-dades y de las ciencias socia-les. Aunque estos autores re-conocen el predominio histó-

rico (social y políticamentedeterminado) de lo cuantita-tivo y la fragmentación de losreferentes, resumen la oposi-ción de los objetos de estu-dio «comúnmente asociados»a las metodologías cuantita-tiva y cualitativa en la produc-ción (objetiva) de informa-ción, por un lado, y los pro-cesos (subjetivos) de signifi-cación por el otro19. El estu-dio de la comunicación debe-ría integrar estos procesosobjetivos y subjetivos, y esosólo puede hacerse median-te modelos teórico-meto-dológicos multidimensiona-les y complejos, que por unaparte superen el aislamientoconceptual de la comunica-ción como fenómeno trascen-dental» y por otro abando-nen, hasta donde es posible,el afán de disciplinarizar suestudio20.

La búsqueda prioritaria, eltrabajo más urgente, enton-ces, parece apuntar hacia unmarco de interpretación que,por una parte, reintegre con-ceptual y metodológicamentela diversidad política, culturaly existencial de los agentes dela comunicación, y por otrapermita imaginar las dimen-siones de la acción comu-nicativa en términos constitu-tivos y no sólo instrumentalesde las prácticas sociales. Unade las propuestas de síntesisde la teoría social contempo-ránea que puede facilitar estareformulación es la teoría dela estructuración de Giddens,que recupera la noción deque el agente humano es ca-paz de dar cuenta de su ac-ción y de las causas de su ac-

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n ción. La teoría de Giddensreconoce que los esquemasinterpretativos incluyen es-quemas ya interpretados porlos actores sociales, y relacio-na tres grandes estructurasinstitucionales de la socie-dad: las de significación, do-minación y legitimación, contres modelos de interacción:la comunicación, el poder y lasanción respectivamente, através de las «modalidades» y«mediaciones» de los esque-mas interpretativos, los me-dios y las normas21.

En este marco, lo que los su-jetos saben sobre su propiaactividad es constitutivo desu práctica, pero esta capaci-dad de conocer está siempredelimitada institucionalmen-te. De ahí la importancia delconcepto de «concienciapráctica», es decir, «todo loque sabemos como actoressociales que hace que suce-da la vida social, pero a lo queno necesariamente le damosforma discursiva». Por ello laciencia social, para Giddensy sus seguidores, tiene tareasetnográficas fundamentales,pues puede dar forma discur-siva a aspectos del «conoci-miento mutuo» que los acto-res emplean de una manerano discursiva en su conduc-ta. De este «conocimientomutuo» entre los sujetos de-pende, nada menos, que lasactividades sociales tengansentido en la práctica. Y la co-municación, esencialmente,consiste en esa producciónen común de sentido. Su in-vestigación y teorización nopueden entonces limitarse alestudio de los medios (tecno-

lógicos o no, «nuevos» o no)que los sujetos sociales usanpara generar el sentido de suactividad y, necesariamentepor ello, de su propia identi-dad.

Desde esta perspectiva, ple-namente sociocultural, rearti-cular los procesos subjetivose intersubjetivos de significa-ción, a través de los esque-mas perceptuales e interpre-tativos que en cada sectorcultural median las relacio-nes posibles con las estruc-turas y los sistemas objetivosde procesamiento y difusiónde la información, es una cla-ve que, además de restituir lacomplejidad de los procesossocio-culturales en los mode-los de comunicación, puedeservir para enfatizar la agen-cia o acción transformadoraimplícita en las prácticas decomunicación, es decir, en lainteracción material y simbó-lica entre sujetos concreta-mente situados, que supone larecurrencia por parte de ellostanto a sistemas informacionalescomo a sistemas de significa-ción, cuya competente media-ción determina la produccióny reproducción del sentido: elde las prácticas sociocul-turales de referencia y el de lacomunicación misma. Pro-puestas teóricas como las pu-blicadas en los años noventapor el danés Klaus BruhnJensen22 o el británico John B.Thompson23, pueden conside-rarse como los ejemplos mássistemáticos y prometedoresde un avance en este plano.

Pero la formulación de siste-mas teórico-metodológicos

es, a su vez, una prácticasociocultural, cuyas caracte-rísticas y condiciones no pue-den separarse de las caracte-rísticas y condiciones de lapráctica de la investigación.En ese sentido conviene tenerpresentes en el debate, antesque nada, a los sujetos comu-nitarios e institucionales cuyaagencia se configura con baseen esquemas explicables bajola misma lógica.

En el ya citado informe de laComisión Gulbenkian para lareestructuración de las cien-cias sociales, presidida porImmanuel Wallerstein, se se-ñala que los tres «problemasteórico-metodológicos cen-trales en torno a los cuales esnecesario construir nuevosconsensos heurísticos a finde permitir avances fructífe-ros en el conocimiento» sonla relación entre el investiga-dor y la investigación, lareinserción del tiempo y el es-pacio como variables consti-tutivas internas en el análisis,y la superación de las sepa-raciones artificiales entre lopolítico, lo económico y losociocultural24. Una «metodo-logía comunicacional» desa-rrollada para articular la teo-ría y la práctica de la comu-nicación, no puede eludir nin-guno de estos tres proble-mas.

Wallerstein formula la rela-ción entre el investigador y lainvestigación en función deun «reencantamiento delmundo» que reconozca la im-posibilidad de la «neutrali-dad» del científico:

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«Ningún científico puede serseparado de su contexto físi-co y social. Toda mediciónmodifica la realidad en el in-tento de registrarla. Todaconceptualización se basa encompromisos filosóficos. Conel tiempo, la creencia genera-lizada en una neutralidad fic-ticia ha pasado a ser un obs-táculo importante al aumen-to del valor de verdad denuestros descubrimientos, ysi eso plantea un gran proble-ma a los científicos naturales,representa un problema aúnmayor a los científicos socia-les. Traducir el reencan-tamiento del mundo en unapráctica de trabajo razonableno será fácil, pero para loscientíficos sociales parece seruna tarea urgente (op.cit.p.82).

Seguramente esta propuestano parecerá ajena a ningún in-vestigador latinoamericanode la comunicación, como nolo es tampoco la integraciónespacio-temporal o la articu-lación de las diversas dimen-siones de la existencia social.Las «tradiciones intelectua-les» más ricas de nuestrocampo en América Latina sehan fundamentado, precisa-mente, en postulados comoestos, que son las bases desustentación tanto axiológicacomo teórica de la metodolo-gía comunicacional que pro-ponemos para impulsarsistemáticamente unas prác-ticas socioculturales que,como ha sugerido Jesús Mar-tín Barbero, contribuyan adisminuir las desigualdades ya incrementar las diferenciasentre los seres humanos25.

Sobre esta línea, hemos apun-tado algunos «goznes» o arti-culaciones metodológicas quese perfilan en ciertas prácticasconcretas de investigación dela comunicación como consti-tutivos de una perspectivasociocultural emergente26.

El primero de estos «goznes»conceptuales, que aparececomo esencial para relacio-nar en la investigación lospostulados teóricos con lageneración de datos empíri-cos (observables) sobre losprocesos de comunicación,es el de la cotidianidad, cuyo«itinerario» intelectual se re-monta a la fenomenología yque ha sido relacionado porHabermas, a través del térmi-no «mundo de la vida», con laacción comunicativa.

«La acción comunicativa sebasa en un proceso coopera-tivo de interpretación en quelos participantes se refierensimultáneamente a algo en elmundo objetivo, en el mundosocial y en el mundo subjeti-vo aun cuando en su manifes-tación sólo subrayen temáti-camente uno de esos trescomponentes. Hablantes yoyentes emplean el sistemade referencia que constituyenlos tres mundos como marcode interpretación dentro delcual elaboran las definicionescomunes de su situación deacción27 (Habermas, 1989:171).

La densidad significativa de lavida cotidiana y los procesospor los cuales los sujetos«construyen socialmente larealidad» y le dan sentido tan-

to a lo que hacen como a loque perciben, ha sido larga-mente reconocida y elabora-da por las diversas tradicio-nes antropológicas y socioló-gicas interpretativas que con-fluyen con estudios del len-guaje y la comunicación en elanálisis de las prácticas so-ciales y sus relaciones con lossistemas culturales o de sig-nificación. Estas confluen-cias, una vez reconocidas yasimiladas, pueden ser labase para la superación de laconcepción única o predomi-nantemente instrumental y noconstitutiva de la comunica-ción en la vida social.

El diseño metodológico parainvestigar la comunicaciónen la vida cotidiana en tantorelación constitutiva del ser(al menos social), represen-ta un reto mayor, al que noobstante ha habido acer-camientos altamente riguro-sos y promisorios, como el yamencionado de Giddens en lateoría de la estructuración.El énfasis en este acerca-miento está puesto en un su-jeto competente, que median-te su «conciencia práctica»posee un gran conocimientoacerca de las condiciones ylas consecuencias de sus ac-ciones en la vida cotidiana.Esta conciencia práctica esextraordinariamente com-pleja, «complejidad que confrecuencia permanece inex-plorada en los acerca-mientos sociológicos orto-doxos»28, y en cuyo estudiosistemático reside una ricaposibilidad de desarrollopara una metodología comu-nicacional.

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n A partir del mismo ámbitoconceptual puede formular-se, articuladamente, un se-gundo «gozne» metodológicopara la investigación socio-cultural de la comunicación,que a su vez puede fomentarla incorporación de aportesprovenientes de la semióticay la lingüística como el mode-lo de las competencias discur-sivas. En términos comuni-cativos, este eje atraviesa lacategoría de usos, no sólocomo relación de «lectura» deun mensaje por un sujeto,sino como una capacidad deapropiación, aprovechamien-to y transformación de los sis-temas de comunicación, a suvez constituidos por sistemasde transmisión y procesa-miento de información y porsistemas de significación,convencionalmente (es decir,socio-culturalmente) articula-dos29.

En la terminología de Giddens,los esquemas interpretativos«son los modos de tipi-ficación incorporados en losrepertorios de conocimientode los actores, aplicados re-flexivamente en el sosteni-miento de la comunicación» yson inseparables, como «mo-dalidades» de la estructura-ción significativa de los me-dios o recursos de dominacióny de las normas de la legitima-ción. De esta manera, la comu-nicación, el poder y la sanción(moral), dimensiones consti-tutivas de la interacción so-cial, confluyen en la estruc-turación de los sistemas so-ciales a través de la institucio-nalización discursiva, político-económica y legal30.

La agencia es, en la teoría dela estructuración, la capaci-dad del actor «para interpre-tar y movilizar un repertoriode recursos en términos deesquemas culturales distin-tos a los que constituyeronoriginalmente el repertorio»,pues los recursos nunca es-tán homogéneamente distri-buidos entre los sujetos so-ciales (individuales o colecti-vos). «Ser un agente significaser capaz de ejercer algúngrado de control sobre lasrelaciones sociales en queuno está inmiscuido, lo que asu vez implica la capacidadde transformar esas relacio-nes sociales en alguna medi-da»31.

El concepto de agencia y lascompetencias que puedenpostularse y analizarse comosus constitutivos en la prác-tica comunicativa permitensustentar un concepto deusos que articule las relacio-nes de los sujetos con los sis-temas de comunicación sinaislar estas relaciones de lasestructuras y prácticas dedominación y de legitima-ción, porque «las transposi-ciones de esquemas y lasremovilizaciones de recursosque constituyen la agenciason siempre actos de comu-nicación con otros. La agen-cia conlleva una capacidadpara coordinar las accionespropias con otros y contraotros, para formar proyectoscolectivos, para persuadir,para coercionar, y paramonitorear los efectos simul-táneos de las acciones pro-pias y las de otros. Más aún,el alcance de la agencia ejer-

cida por personas individua-les depende profundamentede sus posiciones en las or-ganizaciones colectivas»(op.cit. p.21).

Con esto puede resultar sufi-cientemente expuesta la ne-cesidad de una tercera articu-lación o «gozne» metodoló-gico en la investigación de lacomunicación: la constitu-ción de las identidades socia-les de los sujetos, en cuantoparticipantes (agentes) endistintos grados y modalida-des, de la estructuración so-cial mediante prácticas(interacciones) comunica-tivas. Con los aportes de lasnumerosas disciplinas y co-rrientes de pensamiento quehan contribuido a formular elconcepto de identidad en elcontexto teórico de la subje-tividad y, por necesidad, de laintersubjetividad, es posibleintegrar nuevos modelos decomunicación que abordenlas prácticas de interacciónsocial, articuladamente, des-de sus constitutivos sistémi-cos o estructurales (objeti-vos) y desde la intersubje-tividad en la producción so-cial de sentido.

Mediante el desarrollo de mo-delos metodológicos quereconceptualicen la comuni-cación a partir de «goznes»como los indicados, será po-sible, en la práctica de la in-vestigación, integrar sistemá-ticamente las herramientasde producción de conoci-miento que avancen en la su-peración de dicotomías comolas que oponen el objetivismoy el subjetivismo, lo macro-

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estructural y lo microsocial,lo económico-político y losimbólico-cultural, o lo cuan-titativo y lo cualitativo. Tam-bién, deseablemente, diluirpoco a poco las fronteras queseparan aún a los estudios dela comunicación de otras«disciplinas» de las cienciassociales y las humanidades.En palabras de Néstor GarcíaCanclini,

«Los objetos de estudio de lasciencias sociales no puedenser identidades separadas niculturas relativamente desco-nectadas ni campos por com-pleto autónomos. Las eviden-tes relaciones entre ellos nopueden entenderse si las con-cebimos como simple yuxta-posición. En un tiempo deglobalización, el objeto deestudio más revelador, máscuestionador de las pseudo-certezas etnocéntricas o dis-ciplinarias es la intercultu-ralidad. El científico socialpuede, mediante la investiga-ción empírica de relacionesinterculturales y la críticaautorreflexiva de las fortale-zas disciplinarias, intentarpensar ahora desde el exilio.Estudiar la cultura requiere,entonces, convertirse en unespecialista de las intersec-ciones32.»

Si la comunicación se asumecomo práctica socioculturaldefinida por la producción desentido, tal como parece irseimponiendo, sus estudiososseremos, con mayor razónque los de la cultura, «espe-cialistas de las interseccio-nes», para lo cual las nocio-nes de «interdisciplinarie-

dad» o incluso de «trans-disciplinariedad», parecenquedar cortas.

EL PROYECTO: ¿IMPULSARLA IMAGINACIÓN SOCIO-CULTURAL O EL PARADIG-MA DE LA COMUNICO-LOGÍA?

El estatuto disciplinario delos estudios sobre la comuni-cación es, quizá, el temacrucial de debate sobre elpasado, el presente y, sobretodo, el futuro de nuestrocampo académico. En él con-fluyen los múltiples y comple-jos factores históricos quedeterminan su instituciona-lización, tanto en el planocognoscitivo (saberes teórico-metodológicos) como en elsocial (haceres institucio-nalizados). En la última déca-da algunos investigadores dela comunicación hemosorientado nuestros mejoresesfuerzos para analizar y for-mular sistemática, crítica yautorreflexivamente los pro-cesos de constitución de esecampo, en mi caso, espe-cíficamente en la escala delcontexto mexicano33.

Otros contextos latinoameri-canos tienen otras particula-ridades, y varios trabajos re-cientes para interpretarlas ysentar con ello las bases deldesarrollo futuro del campo,contribuyen de una manerafundamentalmente importan-te al debate comunitario. Enese sentido, recupero comoejemplo la experiencia de ha-ber participado, hace escasostres meses, en el X Encuentro

Nacional de Investigadoresde la Comunicación, organiza-do por la Asociación Mexica-na (AMIC) donde José Mar-ques de Melo fue invitadocomo conferencista inaugu-ral. Con su reconocida brillan-tez, Marques de Melo expusoante los investigadores mexi-canos un trabajo titulado «Lacomunidad académica de lasciencias de la comunicación:revisión crítica de la expe-riencia brasileña como para-digma para el fortalecimien-to de la comunidad latinoa-mericana», en el que, en supropio resumen, documentóhistóricamente el trayecto apartir del cual

«Hoy Brasil posee una dinámi-ca y expresiva comunidadacadémica en el área, recono-cida y respaldada por el sis-tema nacional de ciencia ytecnología. Su agenda públi-ca mantiene sintonía con lastendencias hegemónicas enla comunidad internacionalrespectiva, y se intensificaahora el proceso de su legiti-mación interna por la comu-nidad profesional/empresa-rial con la que interactúacríticamente. La experienciabrasileña puede servir comoreferencia para la consolida-ción de la comunidad latinoa-mericana del campo, tarea ala que se han dedicado conahínco la ALAIC y sus congé-neres nacionales, como es elcaso de la Asociación Mexica-na de Investigadores de laComunicación34.

Además del interés que tienepor sí mismo el caso brasile-ño, sin duda el mayor y el más

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n avanzado de América Latinaen cuanto a instituciona-lización de la práctica de lainvestigación en comunica-ción, y de la indudable com-petencia y rigor documentale interpretativo del autor, lapropuesta a los investigado-res mexicanos se expresamuy claramente en el párra-fo final del texto de Marquesde Melo, bajo la forma de unadescripción del proyecto bra-sileño. Para él «se trata, aho-ra, de transformar la cantidaden calidad y de motivar nosólo a los investigadores jó-venes, sino también a loscomunicólogos dotados demadurez académica, paraque se lancen a la arena inter-nacional y diseminen los re-sultados de la investigaciónrealizada en nuestro país»(op.cit. p.29). Tal como les pa-reció a muchos miembros dela AMIC, considero que la pro-puesta es consistente y atrac-tiva, no ignorable, sino al con-trario, discutible.

A pesar de que ahora, comonovedad en su larga y reco-nocida trayectoria, Marquesde Melo apoya su argumenta-ción en autores como Kuhn yBourdieu para reconocer elanclaje sociopolítico y la di-námica de tensiones y contra-dicciones de las estrategiasde legitimación en el campoacadémico, su propuesta seasimila mucho más como unaruptura en el plano ideológi-co que en cualquier otro. Elmodelo de práctica social enque Marques de Melo ubicael presente y el futuro de lainvestigación brasileña y lati-noamericana de la comunica-

ción no es el que él mismoreconstruye como eje de laque llama la «Escuela Latinoa-mericana de Investigación dela Comunicación», y que pro-bablemente haya sido formu-lado y asumido más como«utópico» que como utopís-tico. Si la ruptura es, efectiva-mente, ideológica, el debatepor el estatuto disciplinariode los estudios de la comuni-cación tendrá que seguir sien-do arduo y complicado, por-que, como han observadoDogan y Pahre,

«Las disciplinas y subdisci-plinas se dividen de acuerdocon criterios epistemológi-cos, metodológicos, teóricose ideológicos. A veces, las di-visiones ideológicas puedenrevelarse irreductibles. Lasde carácter teórico son sus-ceptibles de superación. Lasde naturaleza conceptual ometodológica pueden ser fá-cilmente conciliadas»35.

El modelo que subyace en losanálisis y las propuestas deMarques de Melo -y en lasacciones colectivas que se haencargado de liderar- a mimanera de ver es exactamen-te análogo al que subyacía enla agencia de WilburSchramm en los años cin-cuenta y sesenta en EstadosUnidos, cuando se constituyóbajo su liderazgo y autoridadel campo académico de la in-vestigación de la comunica-ción, según lo ha evidencia-do históricamente EverettRogers36.

La estrategia fundadora, y porlo tanto, paradigmática de

Schramm incluyó la creaciónde institutos especializadosen investigación de la comu-nicación, la redacción de loslibros de texto que definieronel campo en los años cincuen-ta, la formación de docenasde los primeros doctores encomunicación, la fundación odirección de asociaciones y ladifusión internacional de ladisciplina o ciencia de la co-municación37. El proceso deinstitucionalización del cam-po impulsado así porSchramm en Estados Unidostiene el mérito de haber su-perado el conservadurismodel sistema universitario nor-teamericano, que resiste tra-dicionalmente la creación dedepartamentos o campos«nuevos», mediante el recur-so de introducir las activida-des de investigación a los de-partamentos ya existentes delas universidades -de perio-dismo y, más adelante, deSpeech- e irlos transformandopaulatinamente en departa-mentos de comunicación.Este proceso de conversión,a más de cuarenta años deiniciado, no está concluido yha generado la más notabledesarticulación norteameri-cana del campo académicode la comunicación: la esci-sión entre investigación de lamass communication [comu-nicación masiva], y la inves-tigación de la speech commu-nication [comunicación inter-personal]38. Si al mismo tiem-po el campo así desarticula-do crece y se expande nota-blemente, y se enfrenta a unconjunto creciente de fenó-menos sociales de rápida evo-lución como es el caso del de

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la comunicación en EstadosUnidos, es inevitable poster-gar la definición disciplinaria.

Pero el análisis de este para-digma norteamericano, másallá del reconocimiento de ladependencia asumida conrespecto a él en casi todo elresto del mundo para lainstitucionalización y consti-tución del campo académicode la comunicación, tienepara América Latina una im-plicación particularmente re-levante. Muchos analistasnorteamericanos compartenuna preocupación crecientepor la relación entre el creci-miento institucional y el de-sarrollo teórico, pues son evi-dentes en la actualidad lafragmentación y desnivela-ción del campo39. En un artí-culo titulado, significativa-mente, Fuentes institucionalesde la pobreza intelectual en lainvestigación de la comunica-ción, John Durham Petersobservaba hace más de unadécada que, aunque «la auto-reflexión es clave en una cien-cia social saludable, las cir-cunstancias en la formacióndel campo han generado obs-táculos graves para hacerlode una manera fructífera.Específicamente, exploraréel fracaso del campo en ladefinición de una manera co-herente de su misión, su ob-jeto y su relación con la so-ciedad»40.

Peters señalaba tres principa-les «fuentes de la pobreza in-telectual» del campo: la pri-mera es la instituciona-lización, impulsada porWilbur Schramm al crear los

Institutos de/para la Investi-gación de la Comunicación enlas universidades de Illinoisen 1948 y Stanford en 1955, enlos cuales se privilegió, poruna parte el campo mismosobre su productividad inte-lectual, y por otra la defini-ción de políticas y aplicacio-nes sobre la reflexión y lateorización crítica. La síntesisde Peters es despiadada: «Elafán del campo por sobrevi-vir ha sido el encarnizadoenemigo del desarrollo teóri-co. Lo que sobrevive es unfruto de la ambición más quedel sentido» (op.cit. p.538). Enotro sentido, Everett Rogersha señalado que la tarea prin-cipal del naciente campo dela investigación de la comu-nicación fue «gastar los millo-nes de dólares generados porla producción petrolera» queRockefeller donó parafinanciarla.41

La segunda «fuente» está enlos usos de la teoría de la in-formación , que otra vezWilbur Schramm identificócon los estudios de comuni-cación, siendo una innova-ción de la ingeniería eléctri-ca que, desde su publicaciónen 1948, fue diseminada aprácticamente todas las cien-cias (físicas, biológicas y so-ciales), las artes, las humani-dades y la filosofía.

«La pandisciplinaria teoría dela información y la investiga-ción de la comunicacióninstitucionalizada tiraban endirecciones opuestas: la una,interesada en la teoría univer-sal, la otra, en el territorioparticular. Sin embargo, el jo-

ven campo no pudo sinoaprovecharse del interés enla «comunicación» que des-pertó la teoría de la informa-ción. De pronto se encontróa sí mismo hablando en elmismo vocabulario informa-cional que todos los demás(...) Nadie cree más en emiso-res y receptores, canales ymensajes, ruido y redundan-cia, pero esos términos hanllegado a ser parte de la es-tructura básica del campo, enlibros de texto, programas decursos y revisiones de litera-tura» (op.cit. p.540).

La auto-reflexión comoapologética institucional es latercera «fuente de pobreza in-telectual» del campo de la co-municación señalada porPeters, por la cual la conser-vación del campo para estu-diar fenómenos que la socio-logía, la psicología social o laantropología habían ya adop-tado como propios y los ha-bían abordado con sus pro-pios métodos, tomó el lugarde la teoría, imposible deconstruir en términos de «co-municación masiva». De ma-nera que «el campo queSchramm construyó consis-tió en las sobras de la inves-tigación previa, apareadascon campos desposeídoscomo el periodismo académi-co, el drama o el habla[speech] (dependiendo de launiversidad específica)»(op.cit. p.544).

La inusitada crítica de Petersa Wilbur Schramm y su «he-rencia» (el campo de la inves-tigación de la comunicación)apunta, más allá de la virulen-

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n cia contra el «padre funda-dor», fallecido en 1988, a unfactor centralmente impor-tante, la constitución teórica,que reafirma en una respues-ta a un crítico de su artículo:«En suma, la teoría se usó casiexclusivamente para propósi-tos de legitimación y sus‘ideas interesantes’ fueronignoradas. El destino de lateoría de la información esuna lección sobre los com-promisos que se hallan en elperíodo formativo del campo:negociar alcance teórico porterritorio académico. Duran-te el tiempo en que hubo am-plia teorización interdisci-plinaria sobre la comunica-ción, el campo se distinguióde esa teorización y se otor-gó a sí mismo una designa-ción institucional. El únicouso que tuvo la teoría de lainformación en el campo fueel de un escudo de armas aca-démico»42.

La propuesta final de Peterses «dar sustancia, vía la teo-ría, a los conceptos centralesdel campo», definir «lo comu-nicativo» y «propiciar unaanarquía en los conceptoscentrales, libre de toda intro-misión institucional, e insis-tir en la vitalidad intelectualde tal anarquía. Todo vale, sediría, con tal de que sea dealta calidad» (op.cit. p.316).Esta alusión a Feyerabend43,que advertía que «la prolife-ración de teorías es beneficio-sa para la ciencia, mientrasque la uniformidad debilita supoder crítico», merece unanálisis más detallado, espe-cialmente en relación con latensión entre la orientación

ideológica y la «cientificidad»implícita en la «comuni-cología» propugnada porMarques de Melo.

Un esquema de análisissemiótico aplicado tambiénmuy recientemente en Méxi-co por Rafael Reséndiz parareflexionar sobre «la comuni-cación: una in-disciplina inte-lectual»44, puede ayudar a pre-cisar los ejes del complejodebate sobre la teoría y lapráctica de la investigaciónde la comunicación en Amé-rica Latina y su futuro:

«El fenómeno contemporáneode la comunicación ha gene-rado el desarrollo de variastopologías: una topologíamultirreferencial, una másmultidimensional y otramultifuncional, las que con-forman los ejes donde con-vergen el saber, el ser y elhacer comunicacional. Estatriaxialidad se ve coronadapor un último eje, que es elde la ética comunicacional,quizá pervertida, que deberíadefinir los parámetros del sa-ber, del ser y del hacercomunicacionales.»

Esta propuesta opera sobre elsupuesto de que las «cienciasde la comunicación» son unproyecto científico con pocasposibilidades de concretarse,dada la amplitud de dimen-siones del saber y del saber-hacer que pretende englobar»(op.cit. p.1). La clave está enel poder social de los agentes(o actores en los términosusados por Reséndiz) quecontrolan las dimensionesgnoseológica, teleológica y

praxeológica de la comunica-ción, que pudieran acordarlos términos de una éticafundante de la comunicaciónen la sociedad.

A manera de síntesis, que node conclusión, de estasuscinta relación de algunosde los problemas que, desdediversas perspectivas, hanido definiendo los términosde un debate insuficiente-mente desarrollado por losinvestigadores latinoamerica-nos de la comunicación en losaños noventa, propongo unesfuerzo comunitario centra-do en la formulación de unproyecto que, a partir de unadefinición ética (es decir, ideo-lógica, político-moral) de lasfunciones sociales que puededesempeñar la investigaciónde la comunicación en el sis-tema-mundo de transiciónhistórica en que habremos devivir al menos por las siguien-tes dos décadas, establezcalos espacios de discusión y deconstrucción colectiva, siste-mática y rigurosa, de las op-ciones que en el terreno teó-rico-metodológico y episte-mológico por una parte, y enla organización de las prácti-cas de investigación por laotra, podrían adoptarsecomo utopística comunica-cional, como producción so-cial de sentido sobre la produc-ción social de sentido.

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nal Scientific Conference on

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20th, 1974. p.23.

2. Raúl Fuentes Navarro, Un campo

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cultura y hegemonía. Gustavo Gili,

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4. Anthony Giddens y Jonathan

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CONACULTA, México, 1991.

5. Mark Levy & Michael Gurevitch:

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the future of the field. Oxford

University Press, Oxford and New

York. 1994.

6. Luis Ramiro Beltrán: «No renuncie-

mos jamás a la utopía», entrevista con

Patricia Anzola, en Chasqui, Nº 3,

CIESPAL, Quito, 1982. p. 6-13.

7. Immanuel Wallerstein, Después del

liberalismo. Siglo XXI, México, 1996;

Impensar las ciencias sociales. Siglo

XXI, México, 1998.

8. Jesús Martín Barbero, «Comunica-

ción fin de siglo, ¿para dónde va nues-

tra investigación?» en Telos Nº 47,

FUNDESCO, Madrid, septiembre-no-

viembre de 1996, p.58-64.

9. Héctor Schmucler, «Lo que va de

ayer a hoy, de la política al mercado»,

en Telos Nº 47, FUNDESCO, Madrid,

septiembre-noviembre de 1996, p.65-

72.

10. Los libros mencionados por

Schmucler en una nota de pie de pá-

gina son, por supuesto, De los medios

a las mediaciones (1987) de Martín

Barbero y Culturas híbridas: estrate-

gias para entrar y salir de la moderni-

dad (1990), de García Canclini, cier-

tamente los más influyentes en la pro-

ducción latinoamericana de la última

década en el campo.

11. Immanuel Wallerstein: Utopística,

o las opciones históricas del siglo XXI.

Siglo XXI, México, 1998, p.3-4.

12. Immanuel Wallerstein: Impensar

las ciencias sociales. Siglo XXI, Méxi-

co, 1998.

13. Immanuel Wallerstein: et al: Abrir

las ciencias sociales. Siglo XXI, Méxi-

co, 1996.

14. Renato Ortiz: «Ciencias sociales,

globalización y pradigmas», en

Rossana Reguillo Cruz y Raúl Fuentes

Navarro (coords.) Pensar las ciencias

sociales hoy. Reflexiones desde la cul-

tura. ITESO, Guadalajara, 1999. p.19.

15. La comunidad «internacional» es

decir, casi exclusivamente la anglo-

sajona, de investigadores de la comu-

nicación, ha generado un debate in-

terminable, muy bien ejemplificado

en los números especiales del Journal

of Communication en 1983 dedicado

al fermento en el campo, y en 1993 al

futuro del campo. Otras comunidades

de investigadores, como la latinoa-

mericana, han hecho lo propio.

16. Dan Schiller: Theorizing

communication: a history. Oxford

67

University Press, 1996. p.vii.

17. Klaus Krippendorff: «The past of

Communication’s hoped-for future»,

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18. Anthony Giddens: «The orthodox

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19. Klaus Bruhn Jensen & Nicholas W.

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20. Raúl Fuentes Navarro: «Acer-

camientos socioculturales a la inves-

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ne metodológico», en Rebeca Mejía y

Sergio Sandoval (coords), Tras las

vetas de la investigación cualitativa.

Perspectivas y acercamientos desde la

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21. Anthony Giddens: The Constitution

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22. Klaus Bruhn Jensen: The social

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sociedad desde la comunicación: un

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26. Raúl Fuentes Navarro: «Acer-

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vetas de la investigación cualitativa.

Perspectivas y acercamientos desde la

práctica. ITESO, Guadalajara, 1998.

p.77-100.

27. Jürgen Habermas: Teoría de la

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Madrid, 1989.

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30. Anthony Giddens: The

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Theory of Structuration. University of

California Press, Berkeley and Los

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33. Raúl Fuentes Navarro. La emergen-

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en México. ITESO/Universidad de

Guadalajara, Guadalajara, 1998.

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communication research. Greenwood

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38. Dadas las características radical-

mente diferentes de las universida-

des latinoamericanas con respecto a

las norteamericanas, la institu-

cionalización de la investigación de

la comunicación en ellas tuvo nece-

sariamente características y condi-

ciones históricas diferentes. Ver, por

ejemplo, José Joaquín Brunner: Uni-

versidad y sociedad en América Lati-

na. UAM-Azcapotzalco/SEP, Ensayos

Nº 19, México, 1987.

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