La izquierda en la España de la Restauración y de la II República

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  • 8/9/2019 La izquierda en la Espaa de la Restauracin y de la II Repblica.

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    LA IZQUIERDA EN LA ESPAA DELA RESTAURACIN Y EN LA II

    REPBLICA

    JESS SNCHEZ RODRGUEZ

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    INTRODUCCINEl objeto del presente trabajo es hacer un anlisis del sistema poltico de la Restauracin y de la

    II Repblica tomando como tema central de articulacin, la gnesis, desarrollo e influencia de la

    izquierda obrera en ambos periodos.

    En este sentido, se trata de centrar las caracter sticas polticas de am bos periodos, la naturaleza

    de ambos regmenes, los problemas que les lleva a su fracaso, los actores polticos y sociales ms

    importantes y el papel que en cada uno de ellos representaron las organizaciones obreras.Influida por los acontecim ientos internos y exter nos, la evolucin de la izquierda lo hace en un

    sentido de cada vez m ayor divisin interna y radicalizacin, sin que en ninguna de las dos

    ocasiones fuesen capaces ni de estabilizar el sistema, ni de orientarlo hacia sus objetivos. Muy al

    contrario, en ambos casos, el final fue una dictadura.

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    I EL RGIMEN DE LA RESTAURACIN.

    La Constitucin de 1876, desarrollo form al de una pretendida constitucin interna, no es en

    realidad sino la vuelta a la frmula moderada de 1845.

    El retorno a las norm as polticas de la poca de Narvez constituye el punto de inflexin en la

    evolucin poltica espaola, que hasta entonces tena un m arcado paralelism o con la de los

    pases europeos. A partir de 1876 el rgim en espaol sigue en desarrollo crecientem ente

    divergente en relacin a los modelos europeos, convirtindose en un sistema formalizado, que no

    permite traducir los cambios de opinin en modificaciones paralelas de las cmaras, en virtud de

    una prctica electoral que transforma las consultas en puro artificio.

    Un segunda factor diferencial reside en las relaciones entre el Gabinete y las Cortes. Mientras en

    los pases occidentales experim entan una evolucin en que la confianza del Parlam ento es

    insustituible, en Espaa seguir existiendo el recurso de fabricar un Parlam ento adecuado, a

    travs del decreto de disolucin que la Corona concede o niega graciosamente.

    La Constitucin de 1876 articulaba las relaciones entre las dos instituciones bsicas de la

    "Constitucin interna" canovista: la Monarqua y las Cortes, que, conjuntam ente, eran la

    expresin de la soberana nacional.

    Haba, adems, dos principios que articulaban el funcionamiento del sistema: la doble confianza

    y el turno de partidos.

    Los gobiernos, por tanto, necesitaban de la confia nza de los dos rganos cosoberanos, en la

    prctica eran los gobiernos quienes hacan la s elecciones y no las elecciones los gobiernos. Con

    ello se desnivelaba an ms el equilibrio entre las Cortes y el Rey a favor de este ltimo

    El rgim en de la Restauracin se basaba en un sistem a caciquil de enfeudam iento de la

    Administracin, a travs del cual funcionaban las dos m aquinarias polticas del rgim en, que

    alternativamente se repartan el poder. El turno permita la evolucin poltica dentro del rgim en

    mismo. As, conquistas liberales de 1869, com o el sufragio universal y la institucin del jurado,

    fueron introducidas por el partido liberal de 1885. El turno se apoyaba en dos partidos: 1) La

    Agrupacin Liberal Fusionista de Sagasta, que era el heredero legtim o de los antiguos

    progresistas. 2) El partido liberal-conservador de Cnovas, que descenda de los unionistas

    liberales y de los moderados razonables.

    El pacto en que se basaba el funcionam iento real del rgim en de la Restauracin supona un

    acuerdo entre el gobierno del partido turnante y los caciques provinciales y locales del m ismo

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    partido, y en l, el ejecutivo ceda poder adm inistrativo provincial y local a las organizaciones

    polticas partidarias (caciques) a cambio de que stos apoyaran al gobierno en las elecciones y en

    las Cortes. Estos caciques, a su vez, ejercan el poder poltico provisional y local a favor de su

    clientela.

    Para que funcionara este pacto exista una estructura adm inistrativa form almente m uy

    centralizada, en la que el gobierno poda sustituir a voluntad Diputaciones y Ayuntamientos para

    que sus caciques desde stos "fabricasen" las el ecciones. Las elecciones, en consecuencia, no

    suponan necesariam ente ningn cauce de expresi n de la opinin pblica. Este sistem a se

    apoyaba en la desmovilizacin pblica y la favoreca.

    El caciquismo fue el resultado de la aplicacin de unos derechos electorales muy amplios a una

    sociedad atrasada con poco inters o escasa com prensin de los problem as nacionales. Las

    clientelas, eran la realidad ms autntica de la vida local; el cacique siempre haba protegido a la

    clientela de su localidad de las leyes, los im puestos y las obligaciones m ilitares del m undo

    exterior del Estado.

    El caciquismo prolong e intensific las condicione s que lo hicieron necesario y posible: la

    ignorancia poltica y la apata del electorado es paol. La mayor acusacin que puede hacerse al

    caciquismo es que retras una organizacin de parti dos moderna, fuera de las grandes ciudades,

    al negar toda posibilidad a un proceso gradual de educacin poltica.

    Todos los diagnsticos del caciquism o hallan las ra ces de la enferm edad en el gobierno local.

    Por este m otivo, quienes desearon reavivar la vida poltica se convirtieron necesariam ente en

    reformadores de la adm inistracin local. Entre 1882 y 1923 hubo hasta veinte intentos de

    reformas del gobierno local.

    Tres regmenes con una sola Constitucin

    Pero un texto y unas convenciones constitucionales pueden ponerse en prctica de form as

    diversas. As se ha llegado a afirm ar que durante la monarqua de Alfonso XII, la Regencia de

    Mara Cristina y el reinado de Alfonso XIII hubo prcticam ente tres regmenes distintos bajo un

    mismo texto constitucional.

    Los aos del reinado de Alfonso XII son los de l asentamiento del com promiso entre los dos

    partidos dinsticos. La Regencia de Mara Cristina m arca un cam bio en el rgim en de la

    Restauracin en un sentido liberal-progresista, as como una disminucin del papel desempeado

    por la Corona en el juego poltico. Son los parti dos polticos los que en este periodo asum en la

    responsabilidad poltica casi plena.

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    El papel de las Fuerzas Armadas en la Restauracin

    La transicin de la m onarqua absoluta a la monarqua liberal en Espaa se realiz con un

    especial protagonismo del ejrcito, dada la falta de apoyos sociales que el rgim en liberal tuvo

    en nuestro pas.

    Al creciente protagonism o poltico del ejrcito contribuyeron tres factores. Prim ero, las

    crecientes am enazas al orden pblico y a la "int egridad de la Patria". En segundo lugar, la

    defensa por parte de los oficiales de sus intere ses corporativos y de su autonom a en asuntos

    militares. Y por ltimo, la intensificacin creciente del problema marroqu.

    Alfonso XIII se convertira en el canalizador de las aspiraciones polticas y corporativas de las

    Fuerzas Armadas y en el defensor de las mismas ante los distintos gobiernos.

    De tal manera que, en los ltimos aos de la Restauracin vena a consolidarse una estructura de

    poder en la que el Rey se configuraba crecien temente com o el eje central del m ismo y las

    Fuerzas Armadas como su principal base de sustentacin.

    Desintegracin de los partidos dinsticos

    La am enaza a la m onarqua no provena de los enem igos tradicionales de la derecha y de la

    izquierda; estaba en los peligros polticos im plcitos en la desintegracin de los dos partidos

    monrquicos.

    Los esfuerzos de Cnovas y Sagasta por m antener la unidad de los dos partidos fracasaron. A

    partir de 1890 la simplicidad de los aos iniciales pareca un paraso artificial.

    El papel de los republicanos en la Restauracin

    La experiencia de 1873 dej a los republica nos profundam ente divididos, tanto por las

    cuestiones doctrinales -( unitarios y federales, indi vidualistas y socialistas) y de procedim iento

    (reformistas y revolucionarios) com o por las diferencias personales entre sus lderes, m s

    preocupados por afirm ar su autoridad sobre un grupo de incondicionales que de construir una

    fuerza unida frente a la m onarqua restaurada . Cada uno de los presidentes de la Prim era

    Repblica y en nef ito republicano Ruiz Zorrilla se rn los jef es indiscutidos de otras tantas

    agrupaciones republicanas. De m odo que al producir se la desaparicin, en torno al cam bio de

    siglo de los lderes histricos, el republicanis mo permanecer acfalo hasta el m omento en que,

    ya en vsperas de la dictadura, se produzca la consolidacin de la figura de Lerroux.

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    El republicanismo busc la alianza con otros enem igos del turno pacfico. Cada una de estas

    alianzas, a pesar de aportar al partido cierta fuer za electoral, reforzaba la tendencia a la divisin:

    las dos grandes coaliciones polticas en que entr ara el republicanismo, Solidaridad Catalana, en

    1906, y la Conjuncin Republicano-Socialista, en 1909, escindieron a los republicanos.

    A lo largo de su historia, el republicanism o constituy una amenaza para la m onarqua por sus

    constantes acometidas cada vez que el rgimen tena un fracaso o sufra una derrota.

    En las ciudades sobre todo, la propaganda sostenida del republicanism o erosion los

    fundamentos morales de la monarqua.

    I.1 REGENERACIN Y DESINTEGRACIN 1898-1923

    Causas del fracaso del rgimen de la Restauracin

    La crisis del sistem a poltico de la Restauraci n hay que relacionarla con un am plio periodo de

    transicin de un rgim en liberal a uno dem ocrtico, transicin en la que tienen lugar procesos

    entrelazados.En el orden econm ico, el desarrollo industrial y su consecuencia, la aparicin

    como protagonista poltico de la clase obrera; en el orden social, el acceso de las masas a la vida

    poltica; en el orden poltico, la transf ormacin de las relaciones entre la sociedad civil y el

    Estado, y la de los partidos polticos (paso de lo s partidos parlam entarios orientados hacia el

    Parlamento, a los partidos de masas).Una de las razones que contribuy a que en Espaa no se diera este proceso de transicin de un

    rgimen liberal a uno democrtico fue que, los partidos dinsticos no tenan necesidad de buscar

    el apoyo de la opinin pblica cuando se producan conflictos entre el gobierno y el parlam ento

    porque stos se resolvan con la intervencin real.

    La historia poltica del perodo 1898-1923 puede considerarse com o un intento prolongado de

    redimir el sistem a parlam entario legado por C novas, haciendo de l hilo conductor para la

    regeneracin de Espaa, salvndolo as de sus propios fracasos y de los ataques de sus enemigos.Dramticamente subrayados por las dos crisis de 1909 y 1917, estos ensayos repetidos m urieron

    por la inercia del sistema mismo y debido a la di ficultad de las crisis externas a las que hubo de

    enfrentarse, la guerra de 1914-8 y la guerra m arroqu despus de 1920. La razn ltim a de este

    fracaso puede atribuirse a la desintegracin del sistema histrico de partidos.

    Nuevo Siglo, Nuevos Problemas

    Se pueden concretar en tres, los problemas que minaron el rgimen de la Restauracin:

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    El primer problema hace referencia al fraccionam iento y la prdida de disciplina en el seno de

    los partidos dinsticos. La progresiva desaparicin de los lderes histricos debilit al rgimen en

    uno de sus ejes im portantes: el bipartidism o. Esta carencia de liderazgo indiscutido en los

    partidos dinsticos provoc su fraccionam iento. A fa lta de lderes indiscutidos en los partidos,

    estos dependan, an m s si cabe, de la prerrogativ a regia. De esta form a, el Rey se entrom eta

    en el funcionamiento de los propios partidos.

    El segundo problema se refiere a la aparicin o de sarrollo de nuevas fuerzas sociales y polticas,

    en estrecha relacin con el desarrollo econmico, y con la implantacin del sufragio universal en

    1890, y que tiene que ver con los tres dualism os po lticos de principios de siglo, el dualism o

    monarqua-repblica, el dualism o centralism o-regionalismo y el dualism o burguesa-

    proletariado.

    Estas nuevas fuerzas, no encontraron va de in corporacin al rgimen poltico y term inaron por

    enfrentarse al m ismo, contribuyendo decisivam ente a su crisis. El fracaso en la tarea de

    incorporar los nuevos sectores sociales a la poltica del rgim en junto con el alejam iento de

    algn grupo que hasta entonces haba particip ado en el m ismo, produjo que esa m ovilizacin

    poltica de nuevos sectores sociales se hiciera fuera del rgimen y de sus partidos.

    Estos nuevos movimientos, situados fuera del rgimen, llevaron a cabo en un prim er momento -

    hasta 1917- una poltica de presin sobre el rgimen para que ste se democratizara y les abrieras

    las puertas. Sin em bargo, este m ovimiento democrtico interclasista - asam blea de

    Parlamentarios y huelga de 1917- encontr una frrea oposicin del rgimen.

    1917 supuso el ltim o intento de reform a del rgim en. A partir de 1917 se deshace

    definitivamente esta coalicin ref ormista democrtica y tanto la Lliga com o los ref ormistas se

    integraron progresivam ente, aunque de form a parcial y contradictoria, en el rgim en de la

    Restauracin, lo que contribuy a su fracaso como alternativas polticas.

    El tercer problem a es el renovado intervenci onismo de las Fuerzas Arm adas en la poltica

    nacional. Con el desastre colonial como teln de fondo, el Ejrcito irrumpe en la poltica general

    del pas. Las Fuerzas Armadas, haban permanecido cmodamente integradas en el rgimen de la

    Restauracin, volvieron, tras la derrota de Cuba y Filipinas, a desempear un papel destacado en

    la poltica del pas. Unas veces reaparecern llam adas por el Rey y los gobiernos; otras,

    espontneamente, en defensa de sus intereses corporativos. Al final, este creciente protagonism o

    poltico del ejrcito, le ira configurando como el eje central del sistema de la Restauracin.

    Desde 1917 hasta 1923, Espaa vive una situacin de creciente fragmentacin y descomposicin

    poltica.

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    La consecuencia de todo ello es la fragm entacin y dispersin del poder, lo cual acaba

    planteando la necesidad de gobiernos de coalicin. Estos gobiernos, fueron incapaces tambin en

    Espaa de resolver los graves problemas a los que se enfrentaban

    La frustracin de 1917 inaugur un sexenio polticam ente a la deriva, en el cual cabe destacar

    tres aspectos im portantes. En prim er lugar, la descom posicin del sistem a poltico, acelerada a

    partir de 1917. En esos seis aos se producen en Espaa trece crisis totales y treinta parciales. En

    segundo lugar, se produce un violento enfrenta miento con el sector revolucionario del

    movimiento obrero (CNT), cuyos centros se loca lizaran en Barcelona y el cam po andaluz. En

    tercer lugar, se producir el desastre marroqu de 1921, cuyas consecuencias sern

    fundamentales para el golpe de Estado de Primo de Rivera.

    Con la clase trabajadora y am plias capas m edias de la poblacin fuera del rgim en de la

    Restauracin, el republicanismo, el socialism o y el anarcosindicalismo se constituyeron en este

    periodo en el cauce de expresin de estos intereses.

    Aunque desde estos sectores no era posible dar una salida al rgimen, bien fuera a una repblica

    o a la revolucin, ello en m odo alguno im plicaba la aceptacin de aqul. As, la situacin

    desemboc en una crisis latente.

    Esta situacin de impasse poltico entr en una nue va fase con el Desastre de Annual en 1921 y

    su doble resultado: el replanteam iento de la guerra m arroqu y la cuestin de las

    responsabilidades. La unidad, aunque dbil y provi sional, entre las distintas facciones m ilitares

    conseguida a finales de 1922, abri la posibilidad del golpe, y el Rey, al darle su aprobacin y

    entregar el gobierno a Primo, lo legitim.

    I.2 EL MOVIMIENTO OBRERO 1876-1923

    I.2.1 PRIMERA ETAPA :

    La Primera Internacional en Espaa

    El fenmeno hispano de la Internacional se pr esentara a partir de 1869 y con preponderancia

    bakuninista.

    Tras los sucesos de la Com una de Pars se produce una psicosis de terror en los m edios

    conservadores europeos y espaoles y como consecuencia de ello se declara inconstitucional a la

    Internacional en Espaa. (Octubre de 1871).

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    Entretanto, en la AIT la gran querella que enfr entaba en su seno entre bakuninistas y m arxistas

    se haba agudizado. En Espaa la gran m ayora de los dirigentes de la AIT se inclinaban por la

    Alianza para la Democracia Socialista, la organizacin creada por Bakunin, que encuadraba a los

    militantes anarquistas.

    Con la llegada a Espaa de Paul Lafargue y tras el Congreso de Zaragoza de la FRE de abril de

    1872, se desgajo de aquella la Nueva Federacin Madrilea de orientacin marxista.

    El Congreso de Crdoba de la FRE, en 1873, adopt una serie de resoluciones que inclinaban a

    la mayora del movimiento obrero espaol hacia las tesis anarquistas, lo que le diferenciara de la

    evolucin del resto de Europa, donde las tendencias marxistas se iran imponiendo.

    A partir de la Nueva Federacin Madrilea, se cre en m ayo de 1879 el Partido Socialista. A

    partir de este m omento, el movimiento obrero es paol sigue dos lneas distintas, prcticam ente

    enfrentadas, que slo en especiales circunstancias le llevara a acciones unitarias.

    Por su parte, la FRE, en la clandestinidad, se disolvera en febrero de 1881 minada por una crisis

    interna. El retorno del anarquismo a la legalidad se produjo con la FTRE, en el Congreso Obrero

    de Barcelona del m ismo ao. De nuevo se produce un ascenso vertiginoso de la FTRE en la

    legalidad y un crecimiento del numero de huelgas. Pero, las luchas internas debilitaron cada vez

    ms a la organizacin (colectivistas y anarco-com unistas) y el Congreso de 1887 celebrado en

    Madrid testimoniaba el final virtual de la Fede racin, si bien, servia tambin de impulsin a una

    nueva etapa al decidir la convocatoria de un C ongreso amplio, en Barcelona, para el siguiente

    ao.

    El anarquismo hasta finales de siglo

    Hemos visto com o en la prim era etapa de desarrollo del m ovimiento obrero espaol el

    anarquismo es la ideologa que conquista m ayoritariamente a los trabajadores urbanos y rurales

    espaoles.

    Al concluir el S XIX, el anarquismo continental, y con l, el espaol, se encuentra en un callejn

    sin salida. La organizacin especfica no logr h acer del terrorismo un m edio para la conquista

    revolucionaria del poder, en tanto la organi zacin basada en el Pacto no proporciona a sus

    miembros la influencia necesaria para contrarre star las exigencias de los capitalistas, dado el

    carcter local de las sociedades de resistencia y la falta de coordinacin en sus actos. El

    resultado es un sentim iento de frustracin, que se deriva de la im potencia de la m asa del

    proletariado frente a la m inora burguesa. Com o respuesta a esta situacin, se produce una

    conversin doctrinal, abandonando la esperanza en una revolucin inm inente protagonizada por

    un puado de activistas, en beneficio de una acci n colectiva, m erced al encuadram iento del

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    proletariado en una organizacin sindical. En 1895, Pelloutier defenda la nueva lnea que, en

    definitiva, no es ms que la vuelta a las frmulas aplicadas por la I Internacional.

    El renacimiento del sindicalism o anarquista se pr oduce en los aos finales del siglo y tiene su

    primera manifestacin pblica con el congreso am pliado que se celebr en Barcelona del 18 al

    20 de mayo de 1888 crea el "Pacto de Unin y de Solidaridad".

    A partir de 1898 la propaganda anarquista de la huelga general va a ser el nuevo m ito que

    abracen los cam pesinos andaluces y que se traducir prcticam ente en los prim eros aos del

    siglo XX.

    El socialismo hasta finales de siglo

    Aunque el PSOE se haba constituido en 1879, hasta 1888 no tuvo lugar los Congresos

    fundacionales que daran lugar al PSOE y a la UGT, con ello se plantea por prim era vez en

    Espaa la distincin entre partido y sindicato, siendo la m isin del prim ero la conquista del

    poder, y la del segundo, la defensa de los interese s de los trabajadores en sus relaciones de

    produccin.

    Los ncleos de implantacin sern Madrid, Vizcaya y Asturias.

    Si nos centram os en el cuerpo doctrinal que orie nta al socialism o, nos encontram os con que la

    incidencia del marxismo es epidrmica. La actividad organizativa es presentada como prioritaria

    frente a los problemas del rgimen poltico, mientras se rechaza el dilema monarqua o repblica.

    La estrategia que sigue es la de clase contra clase, con el resultado de otorgar prioridad a la

    crtica de los partidos republicanos. Pero, a pesar de la declaracin de intransigencia y de las

    menciones a la lucha poltica, la m entalidad internacionalista sigue pesando, con la prioridad

    otorgada a organizar con solidez las fuerzas proletarias.

    El m ovimiento socialista quedar vinculado a las posiciones de Pablo Iglesias, en cuyo

    pensamiento subyace un determinismo histrico, que en un principio proporciona la seguridad de

    una pronta revolucin; ms tarde, de la convenien cia de fortalecer la organizacin para preparar

    el cambio y, pasada una docena de aos, la neces idad de reforzar dicha organizacin y obtener

    reformas dentro del sistema capitalista.

    Posiblemente, la lentitud y penuria de los trabaj os de organizacin, el asentamiento del rgimen

    poltico nacido de la Restauracin y la perspectiv a f avorable de la im plantacin del suf ragio

    universal fueron los factores que, actuando conjunt amente, hacen girar al PSOE hacia posturas

    ms moderadas en la dcada de 1890. Las perspectivas de revolucin a corto plazo desaparecen

    y, en cambio, surge la exigencia de aprovechar a fondo la posibilidad electoral.

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    En adelante, la organizacin considerada cualitativ amente, se convertir en el indicador de la

    marcha del partido y de la Unin. Incluso depe nde de ella la consideracin terica de las

    relaciones polticas con la burguesa.

    De 1891 a 1907, perodo en el que PSOE presenta ca ndidaturas exclusivas, no llegar a obtener

    ninguna acta de diputado. En 1899, inicia un giro en su exclusivism o electoral y com ienza a

    considerar las eventuales ventajas que se de rivaran de una colaboracin con los republicanos,

    hasta entonces considerados como sus ms acrrimos enemigos.

    A partir de 1906 la Ley de Jurisdicciones, a la que siguieron los proyectos de ley de

    Administracin Local, de huelgas, y terrorism o, elaboradas por el gabinete Maura, am enazaban

    restringir el sistem a poltico en vigor. El PSOE se vio obligado a iniciar una apertura haca las

    fuerzas que coincidan en la oposicin a las nuevas leyes.

    Tras la represin subsiguiente a la Sem ana Trgica, los socialistas se deciden por la conjuncin

    de fuerzas con los republicanos.

    I.2.2 EL MOVIMIENTO OBRERO A COMIENZOS DE SIGLO

    La prctica del movimiento obrero

    A comienzos de siglo convergen el factor del ni vel de vida y el factor organizacin obrera para

    hacer aumentar la curva de los conflictos. Si n duda, hay que contar tam bin con la propagandaanarquista de la huelga general revolucionaria que fuerza y precipita numerosos actos de huelga

    Se observa en este periodo que el m ovimiento obrero no est en condiciones de lanzar y dirigir

    una accin coordinada a nivel nacional. El an arcosindicalismo no tiene todava estructuras

    nacionales; el socialism o recela cada vez m s de este gnero de acciones y cuando se decide a

    hacerlo, en 1909, por razones de solidaridad, se ve que no esta preparado para ello.

    El ao 1910 refleja un espritu si ndical de ofensiva creado por los resultados electorales y el

    crecimiento de las organizaciones. Con el com ienzo de la guerra m undial se inicia laespeculacin, la escasez de algunos productos alim enticios y la subida de precios, dndose una

    nueva ola de conflictividad social.

    Este periodo se caracteriza por el ascenso vertiginoso del movimiento sindical.

    El nacimiento de la CNT

    Como hemos visto, esta etapa se caracteriza, en los medios anarquistas, por la idea dominante de

    que una huelga general podr acabar con el sistem a capitalista. Este punto de vista los vinculams al sindicalism o y se va produciendo una conj uncin entre las ideas bakuninistas y las del

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    sindicalismo revolucionario del francs Fernand Pell outier que tiene su punto de referencia en la

    CGT francesa de principios de siglo.

    El 1 de agosto de 1907 se crea una Federacin de Sociedades Obreras de Barcelona bajo el

    nombre de Solidaridad Obrera, que en sus inicios no es una organizacin netamente anarquista

    En 1910 se produce la transform acin de Solidaridad Obrera en la CNT, que tras su prim er

    Congreso e, en 1911, es ilegalizada. El desarrollo de la CNT se inicia a partir del m omento en

    que, en 1914, puede reorganizarse pblicam ente. Su implantacin principal se da en Catalua,

    Zaragoza, Valencia, Alicante, Gijn, La Corua y Vigo.

    Socialistas

    En 1909 se produce la Semana Trgica y el fusilamiento de Ferrer. En esta peculiar coyuntura se

    sita la Conjuncin republicano - socialista, acto de unidad que vena m adurando lentamente,

    dejando atrs los aos de la intransigencia. Se trata de una alianza a largo plazo cuyo primer acto

    va a ser la presentacin de candidaturas conjunt as para las elecciones m unicipales de diciembre

    de 1909. Las elecciones municipales dan el triunfo a la Conjuncin en la mayora de las grandes

    ciudades.

    La alianza con los republicanos dar al Partido Socialista los votos necesarios para alcanzar, por

    primera vez un lugar en el Parlam ento, en la s elecciones de m ayo de 1910. A partir de este

    momento se inicia un rpido crecim iento de lo s votos socialistas, hasta alcanzar un m ximo

    prximo a los 140.000 en febrero de 1918, para caer nuevam ente, tras el abandono de la

    Conjuncin, a cifras prximas a las de comienzo de siglo.

    La Conjuncin: el inters nacional frente al rgimen

    Provocada en principio por la conducta reacciona ria del gobierno de Maura y especialm ente por

    la represin de la Sem ana Trgica, la alianza con los republicanos - frm ula de la Conjuncin

    republicano-socialista - determ ina un giro terico en el PSOE a partir de los m eses finales de

    1909. Se hace necesario la definicin de unas nuevas relaciones polticas y de clase al proclamar

    el movimiento socialista como objetivo prioritario la lucha contra la monarqua.

    La antigua argum entacin del proletariado vers us burguesa, se aplica ahora en el nuevo

    enfrentamiento entre las fuerzas progresivas (l a Conjuncin republicano-socialista) y el rgim en

    monrquico.

    Este cambio de orientacin poltica, e incluso en la concepcin de las relaciones de clases, no

    afecta a los objetivos internos del m ovimiento socialista, que siguen residiendo en conseguir el

    desarrollo de una organizacin coherente.

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    A pesar de la evidencia de los triunfos el ectorales de 1918 y 1919, seguir existiendo en el

    partido una fraccin contraria a la colaboracin c on los republicanos, grupo cuya influencia se

    reforzar, de resultas del triunf o de la revol ucin bolchevique y de la constitucin de la III

    Internacional. En el Congreso extraordinario de diciembre de 1919, el PSOE decidi finalmente

    dar por finalizada la colaboracin con los republicanos a travs de la Conjuncin.

    I.2.3 LA CRISIS DE 1917 Y LA POSGUERRA

    El periodo est m arcado, desde el punto de vista del movimiento obrero, por dos hechos claves,

    uno interno, la crisis econm ica de la posguerra, y otro internacional, la aparicin de una nueva

    Internacional que dividir las adhesiones.

    Una vez ms, el problema de la organizacin inte rnacional, gravita sobre el m ovimiento obrero

    espaol; la consecuencia orgnica ser una triparticin de las corrientes obreras.

    La situacin m aterial se agrav extraordinar iamente en 1917. Tam bin se calde el clim a

    poltico y emotivo. El ultimtum de las Juntas de Defensa y la convocatoria de la Asam blea de

    Parlamentarios indujo a los socialistas a creer que el Ejrcito y los partidos burgueses no

    gubernamentales se desentendan de la suerte del rgim en. En estas circunstancias, buscaron

    reforzar sus relaciones con aquellos.

    El PSOE era el eje de las fuerzas de oposicin al sistema, y como tal reacciona desde el prim er

    da, articulando la accin: por un lado, con los re publicanos y reform istas, y por otro, con la

    CNT.

    El PSOE y la UGT eran la fuerza articuladora, pero, sin em bargo, no se reservaban ninguna

    fuerza de direccin en los cambios proyectados.

    La huelga general de 1917, calificada virtualm ente de revolucionaria, no tuvo, en realidad, este

    carcter.

    El desfase entre el movimiento de agosto de 1917 y la agitacin campesina de 1918 es una de las

    claves para explicarse lo ocurrido. Pese a la violencia del choque y el fracaso de la huelga de

    agosto, no se produjeron repercusiones graves para el desarrollo del movimiento obrero.

    1919 fue el ao de m ayor nmero de conflictos so ciales hasta entonces (el ao punta deba ser

    1920). Las organizaciones obreras estn m s nutri das que nunca y se sienten fuertes. La

    Revolucin rusa, alem ana, hngara y la creacin de la Tercera Internacional son otros tantos

    factores que coinciden para que la coyuntura de 1919 sea a todas luces excepcional.

    Al inicio de 1919 se produce el c onflicto de la Canadiense, en el que la CNT va a dem ostrar el

    podero de su nueva organizacin La patronal res ponde con la creacin de sindicatos libres y el

    look-out generalizado. La dureza del enfrentamiento lleva a la aparicin del pistolerismo.

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    De 1916 a 1920 se ha atravesado el periodo ms agudo de conflictividad. 1917 era una

    coyuntura prematura para un cam bio de poder. Sin las dispersas confrontaciones de poderes del

    ao 1917, pudo haber existido un 1919 decisivo. Sin embargo, la coyuntura 1916-20 afianz las

    estructuras sindicales, dio experiencias a nuevos equipos e individuos, abri en realidad una

    nueva poca. Marca tambin la articulacin del movimiento laboral agrario con el urbano.

    En 1923 se inicia la recuperacin econm ica. En Europa y en Espaa hay un evidente reflujo

    revolucionario; los poderes que representan el orden establecido se encuentran consolidados.

    El perodo que va desde m ediados de 1920 a 1923 es de descenso de la tensin conflictiva. Las

    organizaciones obreras estn dom inadas por su s problem as internos. El perodo agudo de

    conflictividad 1919 - 1920, deja paso a un descenso de conflictos, aunque sigue reinando la

    violencia. Un ao despus, el reflujo en toda Europa es claro.

    Solamente guardan su organizacin intacta el PSO E, que en las elecciones legislativas de 1923

    obtiene 7 diputados, de los cuales 5 lo son por Madrid. Los com unistas son dbiles orgnica e

    ideolgicamente; los anarcosindicalistas han perd ido gran parte de su base sindical, no tienen

    verdadera direccin y se deslizan por el cam ino del terrorismo individual. En estas condiciones

    no hay presente ni un solo factor que pueda hacer temer una revolucin en el ao 1923, cuando

    se produce el golpe de Estado de Primo de Rivera.

    La CNT: los aos violentos

    La CNT tiene bastante m s del 50% de entidades y afiliados en Catalua. En segunda lugar

    viene Levante. Andaluca viene en tercer lugar con el 13% de afiliados.

    La creacin de la III Internacional tam bin influy sobre la CNT, por un lado, cre una m inora

    marxista en su seno (Nin, Arlandis, etc.), y por otro, provoc una adhesin provisional, para

    despus separarse de la III Internacional y adherirse a la AIT, de carcter anarquista.

    En este m omento las tendencias existentes de la CNT son: 1) El pos ibilismo de Segu, Peir,

    etc.; 2) Un grupo indeciso, pero cercano a aqul, representado por Pestaa y Buenacasa; 3) El

    grupo filocom unista de Nn, Maur n, etc. y, 4) Los grupos secretos anarquistas de Durruti,

    Ascaso etc.

    En el CNT es precisam ente en esta poca cua ndo va a com enzar el desbordam iento de los

    sindicalistas puros (Segu, Pestaa, Buenacasa, etc. ) por los partidarios de la accin violenta de

    grupos minoritarios, tendentes a reemplazar la accin multitudinaria.

    El Congreso de Sants de la CNT, en julio de 1918, revolucion la estructura del

    anarcosindicalismo, al establecer sindicatos de industria. La huelga de la Canadiense, de 44 das,

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    que estall en febrero de 1919, m ostr a la burguesa catalana la eficacia de la nueva

    organizacin.

    Despus de noviem bre de 1920 se introdujo en Cata lua el terrorism o oficial dirigido por el

    gobernador civil de Barcelona, Martnez Anido.

    En el enfrentam iento de am bos terrorismos, la organizacin sindical, y en especial los lderes

    moderados, sern quienes sufran las consecuencias de la represin (Boal, Segu, Pestaa, etc.).

    Sin embargo, el objetivo de quebrantar a la CNT se estaba logrando ampliamente, hecho al que

    coadyuvaban los extremistas alejando por sus mtodos a muchos antiguos afiliados.

    La CNT sufra una profunda crisis ideolgica: la lucha a m uerte entre sus diversas fracciones y

    el pistolerismo la llevaron al borde del colaps o antes del golpe de Prim o de Rivera. La CNT

    estaba ideolgicamente dividida; la desaparicin de los lderes m s calificados, las profundas

    divisiones internas entre puros y sindicalistas y la poltica terrorista de la patronal haban logrado

    casi dar al traste con la organizacin.

    As pues, la CNT, llega a 1923 prcticam ente si n direccin. Las dificultades de vida legal en

    Catalua facilitan la accin violenta de grupos anarquistas y hacen que stos term inen por

    sustituir a la organizacin sindical.

    Los socialistas: la escisin

    La organizacin del PSOE est m ucho ms esparcida por el territorio nacional. El ncleo m s

    importante est ahora en Andaluca (zonas agrarias ); luego en Asturias. El centro de gravedad

    parece desplazarse haca el medioda latifundista.

    En el socialism o se asiste a un relevo de ge neraciones, aparecen Besteiro, Prieto, Araquistan,

    etc. El peso de los intelectuales es m ayor que en otros tiempos lo que no quiere decir ni m ucho

    menos, que todos ellos hubieran asim ilado la teora socialista. Bajo la inm ensa apariencia de

    fuerza del PSOE en 1920, se esconda una fragilidad de direccin. En el momento ms lgido de

    la coyuntura espaola, los cuadros del PSOE se hallaban netam ente divididos en cuanto a

    filiacin internacional, poltica de alianzas, reform a o revolucin, etc., no tiene unidad interna y

    la carencia ideolgica mella sus instrumentos de accin.

    La revolucin bolchevique y la creacin de la Internacional Comunista haba provocado que en

    el seno del PSOE y de sus juventudes se form aran pronto grupos llamados de "partidarios de la

    III Internacional".

    La lucha por la adhesin a alguna de las tres Internacionales existentes en ese m omento (la II

    Internacional, la Internacional com unista y la Internacional de los "reconstructores") ocup tres

    congresos extraordinarios del PSOE entre 1919 y 1921, el PSOE decide finalm ente seguir

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    adherido a la II Internacional, producindose en su seno una escisin, com o tam bin en las

    juventudes socialistas, que dara lugar a dos partidos comunistas.

    Los comunistas: escasa implantacin

    De las escisiones producidas entre los aos 1919-21 en el seno del PSOE y de sus juventudes se

    crearon dos partidos comunistas, a su vez enfrentados entre ellos y sin gran ascendencia sobre el

    proletariado espaol y sus organizaciones de m asa. En noviembre de 1921, y bajo la presin de

    Mosc, se produjo la unificacin de las dos organizaciones com unistas, pero sus esfuerzos por

    penetrar en las dos grandes organizaciones sindicales fueron infructuosos.

    I.3 CONCLUSIONES

    El movimiento obrero espaol em pieza a influir en la vida poltica nacional con personalidad

    propia, a travs de sus organizaciones, partiendo de l ncleo inicial de la I Internacional. De este

    tronco com n nacen dos ram as claramente diferenciadas, pero marcadas ambas por el m odelo

    original.

    Condicionantes del movimiento obrero espaol.

    En la conform acin orgnica e ideolgica del movimiento obrero espaol aparecen diversos

    condicionantes, entre los que destaca el m arco econmico. En efecto, nos encontram os con un

    predominio mayoritario del m undo agrario, una c onfiguracin del m ercado interior tarda, una

    industrializacin focalizada y la perviven cia de un m undo de pequeas ciudades donde

    predominan las formas de produccin tradicionales. Esta situacin implica un desfase respecto al

    entorno europeo, que se reflejar tanto en la constitucin poltica del pas como en las ideologas

    populares y las maneras de intentar la revolucin.

    En efecto, el m ovimiento obrero espaol sufr e los efectos de ese m arco econm ico que se

    traduce en un lento desarrollo del movimiento sindical, que slo alcanzara un nivel de masas por

    efecto de una coyuntura excepcional generada por la Prim era Guerra Mundial; en una

    supervivencia del anarcosindicalismo hasta la guerra civil y; en el lento desarrollo del PSOE, con

    su rigidez ideolgica y su falta de representatividad parlamentaria.

    Otro condicionante im portante sobre el m ovimiento obrero espaol es el lenguaje obrerista que

    desde el m undo de los oficios se trasm ite, a trav s de la AIT , a las corrientes socialista y

    anarquista. Se trata de la visin utpica de la nueva sociedad com o la extrapolacin de los

    valores y la configuracin de las sociedades obr eras de oficios. De esta visin proviene el

    modelo de relaciones entre obreros y patronos sin intervencin del Estado y el culto a la

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    organizacin concebida com o algo capaz de dar re spuesta global a los problem as de la clase

    trabajadora.

    El anarquism o tiene una vida convulsiva, bus cando continuamente una llam arada espontnea

    para transformar la sociedad, pasa de crisis en crisis hasta que el sindicalism o revolucionario

    transformado en anarcosindicalism o le d la form a definitiva de influencia. Buscando la

    revolucin y som etido a la represin continuam ente, las luchas internas y la im posibilidad de

    dotarse de una direccin estable con proyectos definidos le llevan al final del periodo estudiado a

    encontrarse extenuado y descabezado cuando se im plante la dictadura. El activism o anarquista,

    necesitado de un m ovimiento de m asas para opera r, solo florece cuando la sociedad burguesa,

    que combate, establece un rgimen de libertades. Es su paradoja.

    El socialismo es ms estable, pero su contradiccin entre los objetivos tericamente perseguidos,

    la revolucin, y una prctica reform ista, se ir a agudizando hasta que, despus de la revolucin

    rusa, le lleve a la escisin. Ni capaz de obt ener los xitos de sus hom logos alem anes o

    franceses, ni de decantarse por el m odelo comunista, su obsesin por m antener la organizacin

    por encima de todo, que le lleva a rechazar cualquier movimiento arriesgado, se agudizar tras la

    salida de los terceristas y le llevar a su extra o comportamiento con la dictadura de Prim o de

    Rivera.

    La coyuntura y el desarrollo del m ovimiento obrero internacional son dos factores que gravitan

    constantemente sobre las organizaciones obrer as espaolas, incidiendo sobre el peculiar

    entramado nacional en el que se desarrollan.

    Durante el rgim en de la Restauracin el m ovimiento obrero espaol term ina dividido en tres

    grandes corrientes, tal y com o haba ocurrido a nivel internacional, pero, con la peculiaridad de

    que, mientras en el resto de Europa el socialism o consegua importantes xitos electorales en los

    principales pases dem ocrticos, el com unismo empezaba a ser una fuerza im portante, tras la

    revolucin de octubre, y el anarquism o se eclipsaba; en Espaa, ni el PSOE obtena im portantes

    xitos electorales, ni los com unistas encontraba n su espacio, ni el anarquism o se eclipsaba,

    aunque si sufra una fuerte represin.

    Es decir, influencia internacional muy matizada por la propia coyuntura espaola.

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    II LA II REPBLICA

    Para el anlisis del periodo republicano dividirem os su estudio en varios apartados en los que

    veremos: primero, las fases diferentes que atraves la Repblica en su corta existencia; segundo,

    los problemas clave a los que se enfrento; tercer o, las caractersticas del sistem a de partidos; y

    por ltimo, la dinmica de las organizaciones de izquierdas.

    II.1 FASES DE LA II REPBLICA

    En el desarrollo de la Repblica se pueden distinguir tres periodos claramente diferenciados:

    1) El que abarca el gobierno provisional y el bienio transformador y que va desde abril de 1931 a

    noviembre de 1933. En este periodo hay un predom inio de la izquierda, que plante sin llegar a

    consumarlos, los grandes proyectos de transf ormacin sociopolticos. Signif ica el intento de

    construir una Repblica dem ocrtica, sobre la base de una alianza republicano-socialista, tras la

    salida del gobierno, primero de los republicanos conservadores Alcal Zamora y Miguel Maura,

    y despus, de los radicales de Lerroux.

    A partir, pues, de noviembre de 1931, la alianza de azaistas y socialistas despliega un programa

    cuyo objetivo es la solucin de los viejos problem as enquistados en Espaa como el del ejrcito,

    el agrario, el regional, el laboral, o el religioso.

    La reaccin ante estas m odificaciones, en unos casos , y la frustracin por la lentitud, en otros,

    llevaron al desgaste y, en ltimo trmino, a la cada del gobierno.

    As, la reform a del ejrcito sera el sem illero de todo un problem a militar que tuvo su prim er

    brote de violencia con la sublev acin de Sanjurjo en agosto de 1932, y cuya derrota servira de

    impulso para aprobar la ley de reforma agraria y el Estatuto de Catalua.

    Tambin, la reform a agraria enfrento abiertam ente al gobierno con la clase terrateniente y la

    aristocracia, a la vez que, la lentitud e inef iciencia para resolver los desequilibrios agrarios

    desataron la violencia en el campo.

    En definitiva, el fracaso del gobierno social-aza ista se debi a que se afrontaron todos los

    problemas a la vez y con intensidad desigual, forzando excesivamente los problemas ideolgicos

    (Estado-Iglesia), en tanto que se descuidaron los de fondo (reforma agraria).

    2) El denominado bienio negro abarca desde noviembre de 1933 a octubre de 1935 y durante l,

    la poltica de los sucesivos gobiernos se va haciendo cada vez ms conservadora, desmantelando,

    en gran parte, la labor realizada en el primer bienio.

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    La dinmica de este bienio puede sintetizarse en los siguientes puntos: 1) Las alteraciones de

    orden pblico no fueron substancialmente refrenadas. 2) Las relaciones Iglesia-Estado mejoraron

    substancialmente, tomndose contramedidas de la an terior poltica. 3) Las reform as del ejrcito

    iniciadas por Azaa fueron detenidas y los nom bramientos de los generales se hicieron en

    personalidades antirrepublicanas. 4) Las tensiones regionalistas se agudizaron (suspensin del

    estatuto de Catalua en 1934). 5) En el te ma agrario la actuacin de los gobiernos fue

    reaccionaria, generndose nuevos focos de tens in. 6) La poltica econm ica se hizo m s

    conservadora. 7) Se aadi el problem a de la corrupcin adm inistrativa, los celebres casos del

    Estraperlo y el de Tay-Nombela, que redundo en el desprestigio del gobierno.

    Durante este periodo accede al gobierno la derecha catlica, representada por la CEDA, de la

    mano de los radicales, lo que desencadena el intento insurreccional de octubre de 1934 por parte

    de la izquierda.

    Los radicales se vieron envueltos en escndalos financieros que les desacreditaron totalm ente

    ante la opinin pblica e hicieron im posible la formacin de gobiernos viables, lo que llevara a

    la convocatoria de elecciones en febrero de 1936.

    3) El triunfo del Frente Popular abre el tercer periodo republicano que desembocara en la guerra

    civil a partir de 1936.

    Como consecuencia de la represin sufrida en la insurreccin de octubre, del desm antelamiento

    de las reform as del prim er bienio, y del am biente internacional antifascista, pudo firm arse en

    enero de 1936 una alianza entre la izquierda republicana y los partidos obreros, cuyo contenido

    programtico no era revolucionario, sino reformista.

    En estas elecciones se produjo un proceso de polar izacin que arras a los partidos de centro:

    Lerroux y sus radicales fueron aniquilados; Cam b y Melqiades lvarez no salieron elegidos

    diputados.

    No obstante, hay que tener en cuenta, que a pesa r de la victoria del Frente Popular, la ley

    electoral ocultaba la fuerza real del partido derrotado.

    La autentica fuerza del Frente Popular resida en los votos socialistas, pero segn las clusulas

    del acuerdo, el PSOE no entrara en el gobierno, cuyo eje sera la izquierda republicana en torno

    a Azaa. Los m eses que van de febrero a ju lio se caracterizaron por la ineficacia de los

    gobiernos estrictamente republicanos y por la conspiracin militar.

    II.2 LOS PROBLEMAS DE LA REPBLICA

    Son cinco los grandes problem as que tiene que af rontar la Repblica, todos ellos fuentes de

    graves tensiones:

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    El problema religioso.

    No fueron el radicalism o dem ocrtico ni el idealism o social de la Constitucin, sino sus

    clusulas religiosas, englobadas en el artculo 26, las que enfurecieron a la oposicin, dividieron

    al gobierno y crearon la posibilidad de una unin de la derecha para defender a una "Iglesia

    perseguida".

    El artculo 26 de la Constitucin separaba la Iglesia del Estado, convirtiendo a la prim era en una

    asociacin sometida, al igual que las dems asociaciones religiosas, a las leyes del pas, adem s,

    la Constitucin recoga una serie de preceptos que se trasform aron en leyes contrarias a los

    intereses de la Iglesia.

    En los meses anteriores la derecha estaba vacila nte y confusa; sin el artculo 26 y la legislacin

    consiguiente es m uy dudoso que hubiera podido re unir fuerza suficiente para derrotar a la

    coalicin de Azaa en las elecciones de noviembre de 1933.

    El problema cataln

    La liquidacin republicana m s im portante de lo s problem as del pasado fue su solucin al

    problema cataln. El Estatuto Cataln, satisfizo, por fin, a Catalua y la convirti en plaza fuerte

    de la Repblica.

    El punto de arranque del ms grave litigio Madrid-Barcelona, fue una resolucin del Tribunal de

    Garantas Constitucionales, dictada el 9 de junio de 1934, por la que se declar

    anticonstitucional la ley (catalana) de contratos de cultivos.

    Ello signific el com ienzo de planteam ientos m s radicales por parte de los catalanes.

    Companys, proclam el 6 de octubre la "Re pblica de Catalua dentro de la federacin

    espaola". A las veinticuatro horas de ese acto de autodeterm inacin todo el Consejo de la

    Generalidad era detenido y el Estatuto quedaba en suspenso.

    Para los gabinetes radical-cedista, la revolucin de octubre sirvi para eliminar uno de los focos

    ms importante de resistencia -una Catalua a la izquierda - a su poltica de revisin sistem tica

    de la actividad desarrollada durante el primer bienio republicano.

    El problema laboral.

    La Repblica se proclam rgimen de justicia so cial. Con esta expresin se pretenda iniciar un

    tmido Estado de bienestar, no com enzar la evolucin hacia un rgimen colectivista. La mayora

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    del PSOE prefera las concesiones laborales obten idas presionando desde dentro de la coalicin

    azaista.

    La legislacin laboral fue obra de Largo Caballe ro. En su calidad de m inistro de trabajo

    promulg un alud de decretos laborales. No obstante, esta poltica se enfrent a la oposicin

    tanto de la patronal, como de la CNT.

    El problema agrario

    La reforma agraria pretenda acabar con una situacin de aguda injusticia que venia provocando

    continuos estallidos de violencia en el cam po. Frente a grandes concentraciones de tierras en

    pocas manos, exista una gran masa de jornaleros hambrientos de tierra.

    La ley de reforma agraria de septiembre de 1932 apunta la supresin de los latifundios m ediante

    la fijacin de un lm ite a la extensin de las propi edades rurales y el rescate de los excedentes,

    que permitiran dotar de tierras a jornaleros y colonos, previo pago de indem nizaciones a los

    antiguos dueos.

    El problema militar

    En los primeros tiempos de la Repblica se llev a cabo un profundo intento de transform ar el

    panorama de las fuerzas arm adas espaolas cuyo pr otagonista principal fue Azaa, Ministro de

    la Guerra en el gobierno provisional, cartera que sigui desempeando durante toda su jefatura

    de gobierno.

    De otro lado, la exigencia de responsabilidad es a algunos m ilitares por su actuacin en los

    ltimos tiem pos de la m onarqua (Berenguer y Mola) y la am enaza latente del no-

    reconocimiento de los ascensos derivados de m ritos durante la Dictadura (Goded y Franco)

    fueron, todos ellos, elementos que tambin actuaron en la efervescencia militar.

    Otras dos circunstancias contribuan al m alestar de los m ilitares. La prim era, la discusin del

    estatuto de Catalua. La segunda era los frecuen tes movimientos huelgusticos y los desordenes

    pblicos.

    Por tanto si en los primeros meses de la Repblica la actitud de los militares fue ms bien pasiva,

    o por lo m enos expectante, en 1932 ya em pezaban a tener consistencia los preparativos de los

    grupos ms antirrepublicanos, y en agosto de 1932 estallaba la primera sublevacin militar seria

    contra la Repblica, capitaneada por Sanjurjo.

    La conspiracin militar amain despus de las elecciones de noviembre de 1933, un gran nmero

    de disposiciones "antim ilitaristas" del bienio soci al-azaista entraron en proceso de revisin, el

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    presupuesto de guerra se aum ent, los generales africanistas recibieron la confianza de la

    coalicin radical, y el ejrcito tuvo una intensa participacin en los sucesos de octubre.

    II.3 EL SISTEMA DE PARTIDOS

    II.3.1 POSICIN DE LOS PARTIDOS POLTICOS ANTE LA REPBLICA

    Partidos de izquierda

    1) Manifestacin de adhesin a la Repblica com o forma poltica, com o solucin def initiva o

    como paso previo hacia un nuevo sistema social.

    2) Aspiraciones a transformaciones sociales ms o menos intensas

    3) Rechazo de las viejas instituciones.4) Aceptacin de la personalidad diferenciada de las distintas regiones espaolas y de su derecho

    a la autonoma.

    Partidos de derecha

    1) Antagonismo claro o velado de la form a republicana de Estado, o la aceptacin de la m isma

    como un mal menor.

    2) Defensa de las estructuras econmica y social vigente.

    3) Reivindicacin ms o menos clara del valor de las viejas instituciones (Iglesia, ejrcito, etc.)

    4) Rechazo a cualquier tipo de transferencia del poder del gobierno central a las regiones.

    II.3.2 LA INESTABILIDAD DEL SISTEMA DE PARTIDOS

    La dictadura de Primo de Rivera acab con el si stema de partidos de la Restauracin. Cuando la

    dictadura se hundi, los partidos polticos m ejor situados de cara al siguiente rgim en eran los

    marginados del sistem a anterior. A la vez que la derecha m onrquica era incapaz de

    reorganizarse, en el centro y la izquierda to maba auge el republicanism o. As, las dos

    caractersticas bsicas del nuevo sistema de partidos en los primeros aos de la Repblica seran,

    por un lado, la formacin de una gran cantidad de partidos republicanos tanto de izquierda, como

    de centro o regionalistas y, por otro, la hegemona en el campo de la izquierda del PSOE.

    De las elecciones a las Cortes Constituyentes sale n 19 partidos con presencia parlam entaria. En

    la composicin de la cmara hay una gran m ayora republicana y socialista. Se trataba, pues, de

    un sistema pluralista, pero no polarizado, en tanto que los partidos antisistema no eran relevantes

    y el PSOE formaba parte del gobierno.

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    Los partidos de esta prim era fase no existan com o tales, salvo alguna excepcin, en 1930; todo

    ellos disponan de una dbil base organiza tiva y de una casi nula institucionalizacin. Los

    problemas que surgieron para su consolidacin procedieron en estos prim eros momentos de la

    identificacin entre el nuevo rgimen y la mayora inicial que lo instaur.

    El resultado de esas elecciones dejaba fuera a un sector m uy numeroso de la opinin poltica,

    que en el segundo bienio ya haba encontrado su frmula poltica de representacin, la CEDA.

    Pero, adems, tampoco contribua a asegurar la es tabilidad gubernamental, al sostenerse en una

    coalicin muy heterognea. Y efectivam ente, en diciembre de 1931, se produjo la fractura en el

    campo republicano, al salir el partido radical de l gobierno, tras el fracaso en conseguir que

    fueran excluidos los socialistas.

    Tras esto, Lerroux no se com port como una opos icin leal, capaz de servir de recam bio de

    gobierno a travs de un cam bio de alianzas. Su posicin obstruccionista sirvi para que

    finalizase prematuramente la primera legislatura y se convocaran elecciones.

    Tras las elecciones de 1933 cam bio el sistema de partidos. Los partidos que form aban parte del

    gobierno anterior sufrieron un gran retroceso, un desa stre en el caso de la izquierda republicana,

    y se asiste a la ascensin de la CEDA, que de no exis tir en el bienio anterior pasa a ser el partido

    mayoritario (113 diputados).

    El resultado es todo lo contrario de un proceso de consolidacin de un sistem a de partidos: ni

    estabilizacin del com portamiento electoral, ni reduccin del nm ero de partidos, ni

    mantenimiento de las lites polticas.

    Se trata de un vuelco que producir un m ultipartidismo polarizado. Tanto la CEDA com o el

    PSOE haban proclamado la intencin de ir m s all de la Repblica, y aparecieron oposiciones

    irresponsables. Con la entrada de la CEDA en el gobierno, las oposiciones antisistema crecieron,

    y un partido que haba form ado un pilar fundamental durante el prim er bienio, el PSOE, se alza

    en armas contra la Repblica.

    Pero, el sistem a tampoco se estabiliz y en las, tam bin, anticipadas elecciones de 1936, el

    sistema de partidos volvera a dar un vuelco.

    Ahora seran 32 partidos los que obtendran actas de diputados. Al lado de esta tendencia al

    multipartidismo extrem os, encontramos la tendencia contraria al reagrupam iento en el cam po

    republicano. La izquierda republicana, tras el desastre de 1933, se presenta en slo dos

    organizaciones. Por otro lado, el PSO E pierde la exclusividad de la representacin obrera en las

    Cortes al conseguir actas otros partidos proletarios (PCE, Partido Sindicalista, etc.)

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    Y de la m isma manera que en 1933 se hundi la iz quierda republicana, gobernante en el bienio

    anterior, ahora lo hace el Partido Radical. Los partidos relevantes de los periodos anteriores se

    hunden en cada convocatoria.

    El gobierno del periodo febrero-julio de 1936, form ado en exclusiva por los republicanos de

    izquierda, tenia que hacer frente a oposicione s bilaterales excluyentes, hostigado desde la

    derecha por la oposicin m onrquica y fascista y por la izquierda por los sectores obreros

    revolucionarios. El sistema no tenia muchas posibilidades de consolidarse.

    II.4 CAUSAS DEL FRACASO DE LA II REPBLICA

    En el esquema de Huntington, la prim era ola democratizadora termin hacia 1925, comenzando

    entonces lo que l denom ina una contraol a que durara hasta 1942. Espaa accede a la

    democracia, pues, en medio de esa contraola, es decir, cuando el impulso democrtico ha cedido

    ante el avance de regmenes totalitarios.

    Es cierto que la dem ocracia que se inaugur en Espaa con la repblica tropez con graves

    obstculos para su consolidacin, entre los que podemos enumerar: 1) la escasa impregnacin de

    valores como la democracia, la tolerancia o el consenso, 2) una estructura social profundam ente

    injusta, 3) una tradicin de recurso a la in surreccin y a la violencia poltica, 4) una escasa

    institucionalizacin de la vida de los partidos, 5) el limitado grado de com promiso republicano

    de los dos grandes partidos de masas, la CEDA y el PSOE, a lo que hay que aadir una variedad

    de enem igos, tanto por la derecha (m onrquicos, m ilitares, f ascistas) com o por la izquierda

    (anarcosindicalistas, comunistas).

    Pero, adems de estos obstculos, pes la coyuntura histrica de una sociedad en crisis en la que

    ya existan modelos en Europa que haban tenido xito com o alternativa a la dem ocracia, sea el

    fascismo o el comunismo.

    En estas circunstancias, la coalicin a favor de un rgim en democrtico fue cediendo terreno a

    favor de las fuerzas que intentaban el cambio de rgimen por mecanismos no polticos.

    II.5 EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA II REPBLICA

    Al analizar el com portamiento del m ovimiento obrero durante la II Repblica, no se puede

    olvidar que durante el parntesis de la dictadura de Primo de Rivera, se dieron tres hechos clave

    que repercutirn en la actuacin de las organizaciones obreras posteriormente:

    1) El PSOE eclipsa su actuacin po ltica en favor de la actividad sindical de la UGT durante su

    colaboracin con la dictadura. Este hecho acentu tanto una visin sindical de la poltica, com o

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    una mayor divisin en el campo socialista ( entre partidarios y contrarios a la colaboracin). Por

    otra parte, tambin se produce una mayor ruralizacin del PSOE, primero, y de la UGT, despus.

    2) La CNT queda desarbolada com o organizaci n, aum enta la distancia entre sindicalistas y

    anarquistas, y estos ltim os se dan una orga nizacin propia, la FAI, que luego, en la II

    Repblica, conseguir dominar la CNT e imponerla su estrategia.

    3) El PCE sigue siendo un grupo minsculo, sin planteamientos claros a la salida de la dictadura,

    que fracasar en el intento de reconstruir la CN T, es decir, de dotarse de un sindicato propio,

    disputndoselo a los anarquistas.

    II.5.1 CRISIS Y COYUNTURA SOCIAL 1930 - 1936

    Tanto en el nacim iento de la Repblica, com o durante su desarrollo, los distintos sectores del

    movimiento obrero experim entaron enfrentamientos internos sobre las posturas a adoptar, que

    les llevaron a cambios bruscos de posturas y a situaciones de fraccionalismo o escisiones.

    Es decir, se puede hablar de una reciproca influencia del m ovimiento obrero sobre la evolucin

    de la Repblica, y de sta sobre la evolucin de aquel.

    Momentos de tensin tan fuertes com o los producidos durante el rgimen republicano se haban

    producido tam bin durante el rgim en de la Re stauracin ( la Sem ana Trgica, la huelga

    revolucionaria de 1917, el pistolerism o barcelons, etc.), pero en estos m omentos las tensiones

    internas e internacionales tomaron un nuevo aspecto.

    En el orden interno, tenemos tres series de factores que contribuyen a radicalizar la actuacin del

    movimiento obrero:

    1) Desde el punto de vista socialista, tras la pr imera etapa de gobierno de coalicin, en la que se

    produce una especie de identificacin entre la Repblica y su propio proyecto, la salida del

    gobierno, primero, y el acceso a aquel de la CEDA, despus, produce una radicalizacin que les

    lleva a la insurreccin de octubre de 1934 y ms tarde al Frente Popular.

    2) Desde el punto de vista anarcosindicalista, el tr iunfo de la FAI sobre los sindicalistas, llevar

    a la CNT a un enfrentam iento abierto con la Repblica que se salda con varios intentos

    insurreccionales.

    3) Por ltim o, aparece en el escenario nacional organizaciones fascistas (FE, JONS, etc.) que

    incrementan el tem or del m ovimiento obrero a una dictadura y una sangrienta represin. Ello

    lleva a la puesta en prctica de una lnea antifascista.

    En el orden externo, tambin existen factores radicalizadores que incidirn en el comportamiento

    de las organizaciones obreras espaolas:

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    II.5.3 PRACTICA Y CONFLICTIVIDAD

    Durante la Repblica la conflictividad huelgu stica presenta dos facetas que a m enudo se

    confunden; la de los choques de orden laboral y la que tiene implicaciones polticas.

    La conflictividad se inicia apenas nacida la Re pblica, con el choque con los anarcosindicalistas,

    tiene su gran ascenso durante 1933, para, tras el intento insurreccional de 1934, decaer en 1935,

    y no volver a iniciar su ascenso hasta la vi ctoria del Frente Popular. No hay un cam bio

    sensacional de nivel laboral de vida que sirva pa ra explicar de m anera lineal este ascenso. No

    obstante, la coyuntura poltica puede influir en algunos casos: la subida de Hitler al poder con

    consecuencias fuera y dentro del pas, las sac udidas psicolgicas tras los sucesos de Casas

    Viejas, los resortes sentim entales de 9.000 presos sociales, la lentitud en la aplicacin de la

    reforma agraria, la entrada de la CEDA en el gobierno, etc.

    Los puntos m s marcados de conflictividad sern: En m ayo de 1931 las huelgas de Pasajes y

    Sevilla. En julio la huelga de la Telefnica, lle vada a cabo por la CNT; tambin en julio de 1931

    la huelga general de Sevilla que llev a la proc lamacin del estado de guerra. En septiembre, las

    huelgas generales de Zaragoza, Granada, Sant ander y Salam anca. La agitacin agraria fue

    permanente.

    En enero de 1932 se produce el primer ensayo insurreccional de la CNT en el Alto Llobregat, las

    deportaciones que produce llevan a la declaracin de huelgas en Catalua, Zaragoza, Mlaga y

    Sevilla. En 1933 se produce la huelga de la c onstruccin en Barcelona y los dos intentos

    insurreccionales de la CNT en enero y diciembre.

    En 1934 destacaron algunas huelgas esenciales: la de cam pesinos, la de Zaragoza, la de los

    metalrgicos madrileos, y las polticas de Madrid y Asturias.

    Sin duda, las condiciones salriales en el campo sufrieron un duro retroceso desde el invierno de

    1933 - 34; y el paro fue en aum ento. Todo ello no excluye que la declaracin de huelga por la

    FNTT, en junio de 1934, tuviese una neta carga poltica. Esta huelga campesina se sald con una

    seria derrota para la organizacin sindical agraria lanzada por los caminos del voluntarismo.

    En enero de 1934 el PSOE adopta un program a redactado por Prieto de tono radicalizado, con

    medidas incluso extrem istas, pero, en cam bio, nada socialista. El program a fue completado con

    unos puntos preparados por Largo Caballer o, encam inados a preparar un m ovimiento

    revolucionario, para cuando se juzgase adecua do, hacindose cargo del poder el PSOE y la

    UGT. El PSOE pasaba, pues, de la colaboracin incondicional a la oposicin revolucionaria.

    En el mismo mes de febrero se forman las alianzas obreras; al principio solo son unos comits de

    enlace del PSOE y la UGT con algunas pequea s fuerzas, sobre todo en Catalua, donde

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    figuraban el BOC, los Sindicatos Treintistas, et c. En el m es de marzo las regionales de UGT y

    CNT de Asturias concluyen un pacto y constituyen la Alianza Obrera.

    El PSOE, que haba preparado aquel alzam iento no tena un objetivo nico a pesar de sus

    acuerdos y program a de enero, sino que tena tantos objetivos com o sectores o fracciones del

    mismo participaban en los hechos; para el centris mo se trataba de forzar al presidente de la

    Repblica a volver a form ar un gobierno republicano-so cialista; para la izquierda se daban por

    resueltos los problem as de la revolucin dem ocrtica y la alianza de clases que representaba y,

    llevada del voluntarismo, quemaba todas las etapas y crea madura una revolucin socialista.

    As, lo que iba a ser una revolucin socialista se convirti en un fracaso, salvo en Asturias,

    donde el efmero xito se pagara con una dura represin.

    Las causas del fracaso deben buscarse tanto en la falta de objetivos y direccin por parte del

    PSOE, com o en la falta de contribucin a la insurreccin de los dos sectores obreros m s

    combativos, la CNT (que slo colabor en Asturias) con la que no se haba llegado a acuerdos, y

    el movimiento sindical agrario, quebrantado en la huelga de junio.

    II.5.4 EL DESARROLLO DE LAS ORGANIZACIONES OBRERAS

    CNT

    Tras la dictadura, la CNT tuvo que hacer fren te a la reconstruccin de una organizacin quehaba sido desarticulada y al reto de los intentos comunistas por alzarse con el control de la

    misma.

    Adems, la fractura interna se hace palpable ya con la postura a adoptar ante el com it

    revolucionario y el pacto de San Sebastin.

    La Repblica no iba a ser aceptada por ninguna de las dos lneas que se enfrentaban en su seno,

    lo que separaba a sindicalistas de f astas en este aspecto, era que, mientras para los primeros, "la

    segunda revolucin" deba de ser una accin de masas y no la obra de una lite revolucionaria, ypor lo tanto era necesaria una preparacin organizativa, en la que la Repblica servia para ganar

    tiempo y acumular fuerzas; para la FAI, el choque con la Repblica deba de ser inm ediato, y la

    preparacin era innecesaria, pues el espontaneism o de las m asas ira resolviendo todos los

    problemas que se fueran presentando.

    Desde esta ptica, la dinm ica, impulsada por la FAI, es llevada a una creciente radicalizacin

    fruto de tres retos:

    1) Derrotar a los sindicalistas y hacerse con el control de la CNT.

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    2) Hacer frente al sector reform ista del m ovimiento obrero - los socialistas - que desde una

    posicin privilegiada en el gobierno del prim er bienio, expanda el sindicalism o de la UGT a

    costa de la CNT.

    3) Responder a la represin que generaban su s propias acciones (deportaciones, despidos,

    encarcelamientos, etc.), y el acceso de la derech a al gobierno, en gran parte com o consecuencia

    del abstencionismo anarquista.

    Con respecto a la lucha interna por el control de la CNT, el prim er pulso se m antiene el

    Congreso Confederal de junio de 1931, el resulta do es que el sector sindicalista logra im poner

    las Federaciones Nacionales de Industria y sacar a Pestaa com o Secretario General. Pero, el

    progresivo control de los sindicatos por los fastas, convertira en prrica esta victoria.

    Tras el Congreso, los dirigentes sindicalistas con ms prestigio firman el llamado "Manifiesto de

    los Treinta" en el que se condena el aven turerismo revolucionario y reclam an para la

    organizacin confederal la capacidad exclusiva pa ra decidir acerca de la oportunidad para una

    accin revolucionaria.

    El enfrentamiento termina con la escisin, produc ida en 1932, que da lugar a los "sindicatos de

    oposicin", que se volvern a reintegrar en el Congreso de m ayo de 1936, cuando la situacin

    nacional ya se ha degradado profundamente y prima la unidad.

    En definitiva, la CNT pasa a ser dirigida en excl usiva por la FAI, cuyos dirigentes principales

    (Garca Oliver, Durruti, etc.) son hom bres formados, no en una praxis sindicalista, sino, en una

    de grupos minoritarios y conspirativos.

    Respecto al reto que supona la presencia de lo s socialistas en el gobierno, durante el prim er

    bienio republicano, la CNT era consciente que de sde el Ministerio de Trabajo, Largo Caballero

    la intentaba arrinconar tanto con la legislacin la boral, como con la implantacin de los jurados

    mixtos. Con estas medidas se pretenda crear un c lima de paz social que redundara en contra de

    la CNT, al atacar su principio de accin directa ( no-interferencia del Estado en las relaciones

    laborales) y la tctica fasta de la "gim nasia revolucionaria" ( el enfrentam iento continuo para

    mantener el vigor revolucionario de los trabaja dores). El peligro era ir perdiendo terreno a favor

    de la UGT.

    As, pues, la CNT se dirigi al choque inevita ble con el Estado. Este choque se inici a gran

    escala en Sevilla, con una huelga general con ribetes insurreccionales, realizada en julio de 1931.

    En enero de 1932 la CNT lanz un nuevo conflicto de tintes insurreccionales en el Alto

    Llobregat. En m ayo puso en m archa la cam paa nacional de agitacin com o respuesta a la

    represin. El proceso ya haba adquirido una dinmica por la cual se alimentaba a s mismo.

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    Pero nada pareca salirle bien a la CNT, pue s los conflictos aludidos se saldaron con rotundos

    fracasos, la razn era que cada uno de ellos que daba reducido geogrficam ente al m arco de

    accin de quien lo convocaba, respondiendo a la estructura orgnica de la CNT. Este era su taln

    de Aquiles organizativo, que mostraba a la luz demasiado a las claras. Resultaba entonces que la

    propia estructura anrquica era la que conduca a la impotencia revolucionaria.

    Ninguna de estas experiencias, ni las seales pr esentes en la coyuntura nacional e internacional

    sobre el peligro de un golpe fascista pesaron sobre el ltim o Congreso que celebro la CNT en

    mayo de 1936. Su principal punto fue la elabor acin de una utpica resolucin sobre el

    comunismo libertario. Su falta de previsin, su al ejamiento de la realidad, lo pagara una vez

    comenzada la guerra civil, que tras una breve etapa de poder revolucionario que la llevara a un

    cmulo de contradicciones, sufrira un rpido eclipsamiento.

    PSOE

    Al proclamarse la Repblica, el PSOE y la UGT eran las organizaciones polticas m s amplias y

    mejor organizadas de Espaa. Su fuerza principa l se encontraba en Asturias, Vizcaya, Madrid,

    norte de Andaluca y Extremadura. La evolucin descubre un sensible desplazamiento del centro

    de gravedad del socialismo hacia el sur, con la consiguiente prdida relativa de influencia de los

    centros industriales del norte, en especial Asturias.

    Bajo la inf luencia de los acontecim ientos nacionales e internacionales, la actuacin de los

    socialistas durante la Repblica vino a dividirles a n ms, hasta colocar al partido al borde de la

    escisin. La posicin ante la Repblica ser la lnea de divisin ms clara.

    Se puede describir la divisin com o un enfrentam iento entre reform istas y corporativistas

    (obreristas). Los prim eros estaban encabezados por Prieto y De los Ros y respaldaban el

    proyecto republicano de Azaa. Este sector cons ideraba la Repblica como un valor que vala la

    pena defender en tanto que rgimen democrtico, y su posicin era favorable a una colaboracin

    con la izquierda republicana para im primir a la Repblica un sesgo reform ador que solucionase

    los graves problemas que arrastraba Espaa.

    Largo Caballero representaba la tendencia corporativa m ayoritaria, que desde una ptica

    obrerista vea la Repblica com o una etapa m s hacia el socialism o, que debiera servir para la

    mejora de los trabajadores y de sus organizacione s, en especial la UGT. Para este sector, la

    Repblica era un rgim en defendible y contara con su lealtad, en tanto cum pliese con ese

    cometido que la asignaba. Cuando la participacin so cialista en el Gobierno acabase y la subida

    de la CEDA amenazase las conquistas logradas, este sector impulsar la va insurreccional.

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    El primer conflicto interno viene producido por la conveniencia o no de participar en el prim er

    gobierno republicano.

    El enfrentamiento se produce entre dos lneas de accin: la que quiere comprometer al partido en

    la gestin gubernam ental para influir en la orientacin de la Repblica; y la que aboga por

    centrarse en una funcin de oposicin poltica y sindical, dejando a los partidos republicanos las

    responsabilidades de gobierno. Esta ltim a pos tura ser m antenida por Besteiro, que

    representaba, paradjicamente, la tendencia ms moderada.

    La cuestin se dilucid a posteriori en el XIII Congreso del PSOE celebrado en 1933 y que

    supuso la ratificacin de la participacin ministerial y el ascenso de Largo Caballero.

    Pero, la celebracin del XVII Congreso de la UGT poco despus m arca la divisin entre la

    ejecutiva de las dos organizaciones, al hacerse con el control del sindicato el sector besteirista.

    1933 ser un ao decisivo para la evolucin inte rna del PSOE. El desgaste de la colaboracin

    gubernamental, las insuficiencias de la reform a agrarias, etc., van a producir una corriente de

    presin de abajo a arriba que no dejar de incidi r con fuerza en los cuadros locales y m edios de

    las organizaciones socialistas

    La idea ms o menos vaga, de ir al socialismo se presenta en gran parte del personal poltico del

    PSOE tras la salida del gobierno. Tras las el ecciones de noviem bre de 1933, al descubrir la

    realidad de una prdida que reduca su representacin parlamentaria a poco ms de la mitad de la

    que tuviera en las constituyentes - fenm eno al que se una la creciente desafeccin de los

    afiliados y sindicados, cuyas cif ras descendan de f orma continuada - la nueva directiva

    socialista consider llegado el momento de compensar ambas prdidas mediante la conquista del

    poder a travs de una accin revolucionaria.

    El program a que Prieto elabora descubre una evidente contradiccin entre los m edios

    revolucionarios y los fines reform istas que el movimiento persigue. La conquista revolucionaria

    del poder no plantea siquiera la posibilidad de un cambio de rgimen, conformndose con el del

    Presidente de la Repblica; y, en lugar de una pos ible dictadura del proletariado, se piensa en un

    gobierno provisional.

    En enero de 1934, Caballero y sus seguidores, mayoritarios ya en la ejecutiva del PSOE,

    consiguen desplazar a los besteiristas de la dir eccin de la UGT, y as, el control que la fraccin

    radical adquiere sobre la totalidad de las organi zaciones socialistas es utilizado para preparar a

    las masas, con vistas a una accin revolucionaria, en la que sigue predom inando la inspiracin

    defensiva sobre una eventual conquista del poder.

    Tras la quiebra estratgica que supuso la salida del gobierno en 1933, y despus de la derrota del

    intento insurreccional de 1934, el socialism o se escindi entre los que pensaban que haba que

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    recuperar la Repblica y lo que haba significado, y aquellos que consideraban agua pasada ese

    rgimen burgus. Los prim eros, liderados por Prie to, pretendan rehacer la coalicin con los

    republicanos para poder volver a ganar las pr ximas elecciones, m ientras que los segundos,

    agrupados en torno a Largo Caballero, no queran saber nada de los republicanos.

    Es el m omento en que en el PSOE se pr oduce una m ayor perm eabilidad a la penetracin

    comunista. En diciembre del 34 se constituye un comit nacional de enlace, que vinculaba a los

    dos grandes partidos marxistas y sus sindicatos. Es el momento de la bolchevizacin del partido,

    que prom ueven los com unistas, y que encuentr a una favorable acogida en la UGT y las

    juventudes socialistas. La infiltracin com unista en las filas socialistas provoc la reaccin de

    los elementos centristas del partido, a los que, ante todo, preocupa reconstruir el pacto electoral

    con la izquierda republicana que, haba requerido al PSOE para unir fuerzas.

    La habilidad de Prieto le perm iti armonizar las posturas tericam ente excluyentes. Com ienza

    eliminando a Largo Caballero de la presidencia de l partido, al ponerle en m inora en el seno del

    Comit nacional en diciem bre. Los centristas del Com it Ejecutivo, liberados del extrem ismo

    revolucionario, se encontraron en condiciones de llegar a un acuerdo con el frente republicano,

    acuerdo que los social-revolucionarios no tuvieron otra opcin que suscribir, si aspiraban a

    figurar en el nuevo Parlamento.

    La contradiccin PSOE - UGT se produca de nue vo, el sector caballerista, en su pugna por

    controlar las organizaciones socialistas, hall su bastin en la UGT, desde donde se enfrento al

    grupo de Prieto que dom inaba el partido. La lucha entre Prieto y Largo Caballero ocup la

    primavera y los principios del verano de 1936.

    El carcter irreconciliable de las posiciones enf rentadas en el seno del partido y la dualidad de

    tendencias que inspira la gestin de las dos grandes organizaciones socialistas tendran que

    resolverse en un congreso extraordinario de julio. Los acontecim ientos de este m es no

    permitieron su celebracin y evitaron, posiblemente, la ruptura de la unidad del partido, solucin

    que pareca la ms previsible, dada la distribucin de fuerzas existentes en el seno del PSOE.

    PCE

    El PCE tiene dos centros de gravedad: el ya tr adicional de Vizcaya, y el que se ha ido creando

    esos aos en Sevilla. La disidencia de Maurn va a reducir casi a la nada su im plantacin en

    Catalua.

    El equipo de direccin del PCE se estabiliza entre 1925 y 1930 pero con una desorientacin e

    ineficacia casi totales.

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    La izquierda en la Espaa de la Restauracin y de la II Repblica

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    Los acontecim ientos de abril de 1931 sorprendieron al PCE defendiendo una lnea doctrinal

    maximalista inspirada por la Internacional Com unista. Ante la proclam acin de la Repblica la

    respuesta del PCE consisti en m inimizar la im portancia del cam bio de rgim en y com batir la

    repblica burguesa en nom bre de una revolucin proletaria que no estaba en condiciones de

    realizar.

    El Partido Com unista puso en m archa el inte nto de ganar a los desorganizados sindicatos

    confedrales a travs del Com it de Recons truccin de la CNT, m ediante la creacin de

    fracciones com unistas llam adas a constituir la opos icin sindical revolucionaria, frente a los

    cuadros dirigentes anarquistas. La m aniobra tuvo resultados lim itados por cuanto la CNT

    expuls sistemticamente a cuantos pactaban con los comunistas.

    En el IV Congreso del PC en m arzo de 1932, se refleja un cambio en cuanto a las posiciones del

    partido, en lugar de ignorar al nuevo rgim en, ahora se apoya la plena realizacin de la

    revolucin dem ocrtico - burguesa, com o paso prev io para la revolucin proletaria. La tesis

    sindical insiste en la urgencia de crear la uni dad sindical. La organizacin del partido se inspira

    en el centralismo democrtico.

    El fracaso de la penetracin com unista en los si ndicatos socialista y cenetista, les llevara a

    constituir una central sindical comunista (CGTU).

    Las diferencias en el seno del partido llegar on a trm ino mediado agosto de 1932 en que son

    separados varios dirigentes. En estos m eses no aumenta decisivamente ni sus m ilitantes ni el

    nmero de afiliados a la CGTU.

    La historia del PCE en los aos inm ediatos a la Guerra Civil aparece determ inada por dos

    objetivos, que son la expansin de las orga nizaciones comunistas y abandonando su hostilidad

    originaria contra socialistas y anarquistas, la negociacin de alianzas tanto para fines

    revolucionarios (octubre del 34) com o para la conquista legal del poder, a travs de las

    elecciones (Frente Popular 36). El desarrollo po ltico y sindical del com unismo no conoci sino

    xitos limitados.

    Los esfuerzos del PCE por imponer su disciplina tanto en el terreno de la doctrina como en el de

    la organizacin, fueron causa de que se constituye sen partidos de inspiracin com unista que no

    se sometern, sin embargo, a la disciplina del PC E y ni siquiera de la Internacional Com unista.

    El sustrato com n a todas estas agrupaciones es de su vinculacin a Catalua, territorio que

    lograrn m antener cerrado a las iniciativas del partido oficial durante todo el periodo

    republicano, hasta que iniciada la guerra se constituy el PSUC.

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    La izquierda en la Espaa de la Restauracin y de la II Repblica

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