21
La pertinencia de la veracidad 1 Jose E. Chaves (Departament de Lògica, Història i Filosofia de la Ciència Universitat de Barcelona e-mail: [email protected]) Uno de los pasatiempos más extraños de los filósofos, sobretodo si son analizados desde fuera, es el atacar y defender las verdades que parecen de Perogrullo. La defensa de una de esas verdades será el objetivo central de este trabajo. Aunque en principio esta tarea parezca ser una pérdida de tiempo sin interés, creo que hay razones de sobra que justifican este trabajo. En primer lugar, porque se ha argumentado, a mi juicio convincentemente, en contra de esa perogrullada. En segundo lugar, porque su defensa nos obliga a profundizar en ciertas cuestiones que son de vital importancia para la filosofía del lenguaje, cuestiones como puede ser la de individuar la proposición que se expresa con una proferencia. La perogrullada a la que me refiero es que como hablantes esperamos que los demás piensen que les estamos diciendo la verdad y, como oyentes esperamos que nuestros interlocutores no nos digan lo que creen que es falso. Estas simples observaciones juegan un papel central en gran parte de los enfoques que trabajan dentro de las teorías inferenciales del significado. Estas teorías mantienen en común la idea de que la comunicación es una actividad de coordinación de intereses y que, dicha actividad, ha de ser el punto de partida de nuestro análisis del significado. En el análisis clásico de Grice, al igual que en el de Lewis, este requisito se traduce en una serie de máximas que deben respetarse en alguno de los niveles que conforman el significado del hablante. En particular, Grice mantiene que lo que se dice ha de regirse por la máxima de calidad: no diga aquello que crea que es falso. Los teóricos de la relevancia, otra de las grandes líneas de investigación dentro de las teorías inferenciales del significado, cuestionan la necesidad y la fecundidad de tal máxima, considerando que la verdad de nuestras proferencias es un resultado del acto de comunicarse óptimamente y no uno de sus requisitos. Wilson y Sperber (2002), 1 Esto es, como mucho, sólo un borrador por lo que los comentarios serán más que bienvenidos. Vayan por delante mis agradecimientos a Esther Romero y Belén Soria, cuyos comentarios tienen mucho que ver con la posible validez de lo que aquí se defiende.

La pertinencia de la veracidad - UB

  • Upload
    others

  • View
    12

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: La pertinencia de la veracidad - UB

La pertinencia de la veracidad1 Jose E. Chaves

(Departament de Lògica, Història i Filosofia de la Ciència

Universitat de Barcelona

e-mail: [email protected])

Uno de los pasatiempos más extraños de los filósofos, sobretodo si son

analizados desde fuera, es el atacar y defender las verdades que parecen de Perogrullo.

La defensa de una de esas verdades será el objetivo central de este trabajo. Aunque en

principio esta tarea parezca ser una pérdida de tiempo sin interés, creo que hay razones

de sobra que justifican este trabajo. En primer lugar, porque se ha argumentado, a mi

juicio convincentemente, en contra de esa perogrullada. En segundo lugar, porque su

defensa nos obliga a profundizar en ciertas cuestiones que son de vital importancia para

la filosofía del lenguaje, cuestiones como puede ser la de individuar la proposición que

se expresa con una proferencia.

La perogrullada a la que me refiero es que como hablantes esperamos que los

demás piensen que les estamos diciendo la verdad y, como oyentes esperamos que

nuestros interlocutores no nos digan lo que creen que es falso. Estas simples

observaciones juegan un papel central en gran parte de los enfoques que trabajan dentro

de las teorías inferenciales del significado. Estas teorías mantienen en común la idea de

que la comunicación es una actividad de coordinación de intereses y que, dicha

actividad, ha de ser el punto de partida de nuestro análisis del significado. En el análisis

clásico de Grice, al igual que en el de Lewis, este requisito se traduce en una serie de

máximas que deben respetarse en alguno de los niveles que conforman el significado

del hablante. En particular, Grice mantiene que lo que se dice ha de regirse por la

máxima de calidad: no diga aquello que crea que es falso.

Los teóricos de la relevancia, otra de las grandes líneas de investigación dentro

de las teorías inferenciales del significado, cuestionan la necesidad y la fecundidad de

tal máxima, considerando que la verdad de nuestras proferencias es un resultado del

acto de comunicarse óptimamente y no uno de sus requisitos. Wilson y Sperber (2002),

1 Esto es, como mucho, sólo un borrador por lo que los comentarios serán más que bienvenidos. Vayan por delante mis agradecimientos a Esther Romero y Belén Soria, cuyos comentarios tienen mucho que ver con la posible validez de lo que aquí se defiende.

Page 2: La pertinencia de la veracidad - UB

W&S a partir de ahora, consideran que hay dos fenómenos lingüísticos que demuestran

que lo que se dice no puede regirse por una máxima de calidad, máxima que, por seguir

su terminología, denominaremos de veracidad. Según ellos, los usos vagos y las

metáforas, fenómenos totalmente cotidianos, son incompatibles con la máxima de

veracidad o cualquier otro requisito de veracidad.

En este trabajo demostraré que hay una manera de entender la influencia de la

máxima de veracidad en lo que se dice que se escapa a las críticas de los teóricos de la

relevancia y que nos permite un marco teórico más respetuoso con nuestras expectativas

intuitivas de que la gente no nos diga aquello que cree que es falso.

Para poder llevar a cabo lo anterior, en un primer apartado expondré las críticas

de W&S a los requisitos de veracidad, centrándome especialmente en las críticas que

recibe Grice ya que será a partir de algunos comentarios de este autor que podremos

llevar a cabo nuestra defensa de dicha máxima. Hay dos problemas con las críticas de

W&S. El primero es que utilizan una noción de lo que se dice que no está en Grice,

como muestra el hecho de que dicho autor sí que mantiene una explicación de los usos

vagos. Con las metáforas, y los tropos en general, la crítica sigue siendo pertinente si

atendemos a la letra de Lewis y Grice. No obstante, el tratamiento de los usos vagos

sugiere una noción de lo que se dice capaz de diferenciar entre diversos ámbitos de

aplicación del requisito de veracidad, lo cual nos permite, y nos conmina, a dar otro tipo

de explicación del uso figurado del lenguaje. El segundo error de estos autores está en

no considerar que la veracidad pueda tener diversos ámbitos de aplicación.

Así, en un segundo apartado propondré una nueva forma de entender el requisito de

veracidad que está sugerida por los escritos de Grice. Esto me permitirá, en un tercer

apartado, hacerme cargo de los supuestos contraejemplos a la veracidad: el uso vago y

las metáforas.

1. Críticas de Wilson y Sperber a los requisitos de veracidad

Los requisitos de veracidad son aquellos que intentan hacerse cargo de la idea de

que los oyentes y los hablantes esperan respectivamente que no se les diga algo que se

crea falso y que no se les considere faltando a la verdad. Como ya he dicho

anteriormente, Wilson y Sperber consideran en sus críticas sólo dos representantes de

los diferentes requisitos de veracidad que podríamos encontrar en la bibliografía, Lewis

y Grice, manteniendo que son lo suficientemente representativos como para que las

Page 3: La pertinencia de la veracidad - UB

críticas que se desprenden de ellos sean aplicables a cualquier variante posible. Por lo

tanto, W&S pretenden demostrar que el uso de esa máxima o requisito en Lewis y en

Grice no permite dar cuenta de numerosos contraejemplos.

En este trabajo me centraré en las críticas a la versión griceana del requisito de

veracidad, dejando a un lado a Lewis salvo por pequeños comentarios. Hay dos razones

para esta elección, la primera es que la solución que propondré está basada en algunos

textos de Grice. La segunda razón es que el verdadero problema de estos dos requisitos

de veracidad procede de los rasgos comunes que comparte, aún cuando la crítica de

W&S se realice atendiendo a características particulares de cada teoría. Así pues, lo

primero que haré en esta sección será introducir las dos versiones del requisito de

veracidad, la de Grice y la de Lewis, mostrando cuál es el rasgo común entre ellas y qué

les hace vulnerables a las críticas relevantistas, críticas que trataré por separado

fijándome sólo en Grice.

Para entender cómo funciona el requisito de veracidad de Grice hay que tener

presente, al menos, una rápida caracterización del marco en el que trabaja este autor2.

Grosso modo, el significado del hablante, según Grice, está compuesto por dos

elementos diferenciables. Por un lado tenemos el contenido dicho, del que da cuenta la

noción de lo que se dice, que no es más que el significado literal de la oración proferida

una vez que se han eliminado las ambigüedades y se han asignado los referentes

pertinentes. Por otro lado tenemos lo que se implicatura conversacionalmente que es el

contenido que el hablante sugiere a partir de lo que dice y que se obtiene mediante

inferencias pragmáticas. Este tipo de inferencias pragmáticas se realizan atendiendo al

siguiente esquema. El significado del hablante está supeditado al Principio de

Cooperación y sus máximas de tal manera que si alguna de las máximas no se cumple

en el nivel de lo que se dice, entonces se produce una inferencia pragmática que nos

permita reestablecer la cooperación. En este marco, el requisito de veracidad toma la

forma de una de las submáximas de la máxima de calidad: no diga usted aquello que

cree que es falso3. De esta manera, lo que el requisito de veracidad en Grice parece

imponer es que lo que se dice, la proposición literalmente expresada una vez que se han

2 El marco que aquí delineo se corresponde con la interpretación más extendida que se hace de este autor y que W&S asumen. En otros lugares, (Chaves 2004; 2005), he defendido que esta interpretación no resulta del todo coherente si atendemos a varios escritos de Grice. 3 Al haber varias máximas podría argumentarse que el requisito de veracidad no juega un papel central y que, por lo tanto, las críticas de W&S son un tanto tangenciales. No obstante, ellos señalan que la máxima de veracidad para Grice no puede compararse a las demás y que ésta tiene un carácter fundamental de las que otras carecen (W&S, 2002: 586-586).

Page 4: La pertinencia de la veracidad - UB

eliminado ambigüedades y que se han asignado los referentes, no debe ser algo que el

hablante cree que es falso.

Para ver el requisito de veracidad en la versión de Lewis podemos utilizar la

misma cita que utilizan W&S:

My proposal is that the convention whereby a population P uses a language £ is

a convention of truthfulness and trust in £. To be truthful in £ is to act in a certain way:

to try never to utter any sentences of £ that are not true in £. Thus it is to avoid uttering

any sentence of £ unless one believes it to be true in £. To be trusting in £ is to form

beliefs in a certain way: to impute truthfulness in £ to others, and thus to tend to respond

to another's utterance of any sentence of £ by coming to believe that the uttered sentence

is true in £. (Lewis 1975, p. 167)

Si leemos esta cita a la luz de la breve caracterización que se ha dado de Grice,

vemos que en ambos lo que se mantiene es que la veracidad nos exige que el hablante

no crea que la proposición literalmente expresada por la oración proferida es falsa. Esta

es la razón por la que denominaré a todo aquel requisito de veracidad que comparta

estos elementos como ‘requisito de veracidad literal’ (RVL).

Este elemento común es el que pretenden rechazar W&S. Para ellos, no hay nada

que pueda llamarse ‘la proposición literalmente expresada’ a lo que se le aplique el

criterio de veracidad. Lo que ocurre es que, cuando se profiere una oración, obtenemos

semánticamente algo, una forma lógica interpretada, que no es una proposición en un

sentido veritativo-funcional. Sobre esta forma lógica actúa el Principio comunicativo de

la pertinencia, permitiéndonos obtener la proposición expresada por el hablante sobre la

que posteriormente se calculan las implicaturas conversacionales4.

A continuación veremos cómo los usos vagos y las metáforas representan un

problema al requisito de veracidad literal en Grice. W&S señalan que estos no son los

únicos contraejemplos, un primer tipo de contraejemplos a los RVL son las bromas, la

ficción y las mentiras. No obstante, estos autores (2002: 586) admiten que hay una

explicación razonable y óptima de este tipo de casos tanto en Lewis como en Grice. El

4 Esta caracterización está tan simplificada que es prácticamente una caricatura de la teoría de la pertinencia. Para una exposición detallada véase Sperber & Wilson, 1986/1995 o Wilson & Sperber, 2004.

Page 5: La pertinencia de la veracidad - UB

verdadero problema, según W&S, de aplicar la máxima de veracidad literal a lo que se

dice viene de la mano de los tropos y los usos vagos5.

1.1. Usos vagos del lenguaje

Los usos vagos del lenguaje se caracterizan porque en ellos el hablante profiere

una proposición que es estricta y literalmente falsa, pero que ningún participante percibe

como una contribución falsa o espuria a la conversación. Tomemos, por ejemplo, una

proferencia como (1),

(1) La ponencia empieza a las cinco de la tarde

en ella el significado literal nos dice que la ponencia empezará a las cinco de la tarde, ni

un minuto antes ni un minuto después de las cinco. Sin embargo, como todos sabemos,

las ponencias rara vez comienzan exactamente a la hora indicada por lo que si la

ponencia empezara cinco minutos más tarde de las cinco de la tarde nadie acusaría al

hablante de haber mentido o de haber cometido un error de cálculo. Lo que tenemos,

pues, en los usos vagos es que se incumple sistemáticamente el requisito de veracidad

aplicado a la proposición literalmente expresada.

¿Podemos explicar estos casos dentro del marco de un requisito de veracidad literal?

Según W&S, (2002:593), Grice no ofrece ninguna explicación de los usos vagos. Sin

embargo, se podría intentar dar una explicación desde el marco griceano considerando

que al incumplir el RVL en el nivel de lo que se dice se produce una implicatura

conversacional. El problema de este tipo de explicación es que los usos vagos no

encajan en ninguna de las cuatro maneras en las que, según Grice, se pueden incumplir

las máximas, de hecho, los usos vagos no son percibidos como incumplimientos de esa

máxima de ninguna manera.

Según Grice, hay cuatro formas en las que se pueden incumplir las máximas. En

primer lugar, se puede violar una máxima tranquilamente y sin ostentación, lo que

puede dar lugar a algunos errores y suele ser el caso en el que el hablante miente o hace

alguna broma (normalmente, mala). En segundo lugar, se puede optar por no seguir ni el

Principio de cooperación ni ninguna de las máximas. Obviamente, los usos vagos no se 5 Wilson y Sperber consideran que ciertos tropos, como la metáfora, son casos particulares de usos vagos. No obstante, mantienen sus críticas por separado. Además, aunque ellos comienza hablando de los tropos en general, su argumentación se centra en el caso de las metáforas por lo que yo obviaré en este trabajo las figuras del discurso no metafóricas.

Page 6: La pertinencia de la veracidad - UB

corresponden a ninguna de estas dos maneras, el hablante se percibe como cooperando y

no hay ninguna intención por su parte de llevar a confusión a su interlocutor. Otra

manera en que se incumplen las máximas se produce cuando dos, o más, máximas no se

pueden seguir a la vez. En este caso, el hablante incumple una máxima para poder

cumplir otra. Aunque W&S no consideran este caso en su crítica a Grice asumiré que no

se puede dar una explicación unificada de los usos vagos atendiendo a un conflicto de

máximas. Por último, el hablante “puede mofarse de una máxima; esto es, puede dejar

de cumplirla descaradamente” (Grice 1975/1989: 30). Esta última situación, en la que

diremos que se está explotando una máxima, es la que da lugar característicamente a las

implicaturas conversacionales. Los usos vagos, como he dicho, no se perciben como

incumplimientos descarados de la máxima de veracidad por lo que la conclusión de

estos autores es que un marco como el griceano no puede explicar los usos vagos

(W&S, 2002: 594).

W&S exploran otras posibles explicaciones de los usos vagos de la mano de

Lewis, que sí propuso una explicación de este tipo de fenómenos. Sin extendernos

demasiado en los detalles, la idea es intentar hacer que los RVL involucren grados de

aproximación, esto es, hacer que el hablante no mantenga una proposición literal a

menos que sea aproximadamente verdadera. Hay varios problemas con este tipo de

solución que equipara el fenómeno pragmático de los usos vagos con el de la vaguedad

semántica. El primero es que no todos los ejemplos de uso vago es susceptible de una

explicación en términos de estándares de precisión como ocurre, según W&S, con (2),

(2) Debo de irme corriendo al Banco antes de que cierren

proferida por alguien al que acaban de ofrecerle una invitación a una cerveza en un

grupo de amigos. Con este tipo de proferencias nadie espera que esa persona vaya a salir

literalmente corriendo ni nadie la tacharía de mentirosa si simplemente se bebiera la

cerveza rapidamente y se fuera caminando a un paso vivo hacia el banco. El que una

explicación de este tipo de ejemplos en términos de estándares de precisión no este

disponible se debe a que ‘andar a diferentes velocidades’ no es equivalente a ‘correr’

bajo ningún estándar de precisión6.

6 Una posible respuesta a esta crítica de W&S es que su análisis de la situación es muy sesgada, esto es, se puede entender que lo que es equivalente a ‘correr’ es ‘moverse a distintas velocidades’ con lo que si podríamos establecer un continuo en el que establecer estándares de precisión. El problema de esta

Page 7: La pertinencia de la veracidad - UB

No obstante, W&S consideran que incluso en los casos en los tal explicación

parece disponible hay problemas que la hacen poco deseable. Fijándonos en nuestro

ejemplo inicial, (1), parece que una explicación dada en estándares de precisión nos

debería decir que hay un radio, pongamos de cinco minutos, en el que esta proferencia

se consideraría verdadera, esto es, si la ponencia empieza en un intervalo comprendido

entre a las cinco menos cinco de la tarde y las cinco y cinco de la tarde debería

considerarse dentro de los límites del requisito de veracidad literal. Sin embargo, W&S

señalan que hay una asimetría entre empezar cinco minutos antes y empezar cinco

minutos después, lo primero nos parecería totalmente inapropiado y haría falsa a la

proferencia (1); lo segundo nos parece lo habitual y algo totalmente acorde con (1). Esta

asimetría es algo de lo que una explicación análoga a la vaguedad semántica no puede

dar cuenta (W&S, 2002: 596-600).

1.2. Metáforas

Según Wilson y Sperber (2002: 587), tanto la explicación griceana de los tropos

como la de Lewis son deudoras de la explicación de la retórica clásica. Lo que

comparten estas tres aproximaciones a los tropos, según W&S, es la aceptación de dos

supuestos:

a) Las proferencias literales y las figuradas se diferencian no en el tipo de

significado que tienen (luego, si el significado literal es veritativo-

funcional, entonces también lo es el figurado), sino en la manera en que

esos significados son generados.

b) Los significados de las proferencias figuradas son generados a partir de

sus significados literales por desviaciones sistemáticas7.

El supuesto controvertido, y que W&S rechazan en su explicación, es el

segundo, a saber, el que los significados figurados se obtengan por desviaciones respuestá está en que es dudoso que podamos redefinir todos los ejemplos que ellos propusieran en unos términos que nos permitan el análisis en estándares de precisión. 7 La explicación de las metáforas que exploraré en el siguiente capítulo mantiene el primer supuesto, a), pero niega b), que el significado metafórico de una proferencia sea una desviación sistemática de su significado literal. Es fácil ver que esto se debe a que la aceptación del supuesto b) ya presupone un ámbito de aplicación del requisito de veracidad.

Page 8: La pertinencia de la veracidad - UB

sistemáticas a partir de los significados literales de la oración proferida. Lewis acepta

explícitamente este supuesto conforme a la interpretación de las metáforas. El problema

está en que no explica qué tipo de desviaciones son las que generan los significados

figurados a partir de las sistemáticas.

Con Grice la situación es, de algún modo, la contraria. Esto es, Grice no se

adhiere explícitamente a este supuesto, aunque sí que nos da una explicación de cómo

se producen esas desviaciones sistemáticas.

Este supuesto lo que mantiene es que para interpretar una proferencia figurada

primero hemos de interpretarla literalmente y, con esa interpretación literal, calcular la

interpretación figurada. Así, lo que se dice en Grice sería el significado literal de la

proferencia. Una vez obtenido lo que se dice, el significado literal, los tropos se

generarían porque en lo que se dice se incumple la máxima de calidad. De esta manera,

el significado figurado se calcularía como una implicatura conversacional, sería un

proceso que se da en dos pasos. W&S consideran que el principal problema de esta

explicación está en el primer paso, en lo que se dice.

Lo que se dice es una noción ambigua en Grice, argumentan Wilson y Sperber

(2002: 589), que admite dos interpretaciones. En la primera, lo que se dice es

meramente expresar una proposición y, por tanto, la primera máxima de calidad se

parafrasearía como no exprese proposiciones que crea falsas. En esta interpretación, los

tropos se generarían porque el hablante expresaría una proposición que cree que es

falsa, siendo el significado figurado una implicatura que reestablecería la burla a la

máxima de calidad. El problema está en que, tal y como dicen Wilson y Sperber (2002:

589), los tropos burlan la máxima de calidad de una manera en que no se puede

reestablecer con una implicatura: añadir información a una proposición que creo que es

falsa no la convierte a ésta en una que creo que es verdadera.

La segunda interpretación posible de la noción griceana de lo que se dice

involucra no solo que el hablante exprese una proposición, sino que se comprometa con

su verdad. La primera máxima de calidad, por tanto, le exige al hablante que no afirme

proposiciones que crea falsas. El problema de esta interpretación, según Wilson y

Sperber (2002: 589-90), es que no parece que sea necesaria una máxima de calidad que

garantice la veracidad de lo que se dice si nos hemos comprometido ya con la verdad

del contenido de lo dicho. Así, Grice no tendría una explicación viable de los tropos.

En Grice, los tropos se generan porque se burla la máxima de calidad, se dice

algo que se cree falso. El principal problema es que en los tropos no hay una

Page 9: La pertinencia de la veracidad - UB

proposición mínima que haga que el hablante no mantenga una proposición que cree

que es falsa, por lo tanto, no hay nada que se diga y que nos permita calcular la

implicatura que restablezca el incumplimiento de las máximas. En este punto, Grice

recurre a la noción de hacer como si se dijera permitiendo que se puedan generar

implicaturas a partir de ella. Pero si los tropos se producen por una violación de la

máxima de calidad ha de decirse algo y no simplemente hacer como si se dijera. Éste es

un problema que no encuentra solución en los textos de Grice8.

2. Requisito de veracidad: una propuesta

Hasta ahora hemos visto cómo un requisito de veracidad literal impuesto sobre lo

que se dice, entendiendo lo que se dice como el significado literal de la oración

proferida, no es capaz de explicar coherentemente ciertos fenómenos como son las

metáforas y los usos vagos. La propuesta de W&S es la de eliminar cualquier requisito

de veracidad a favor de un requisito de pertinencia que sí nos permite una explicación

coherente de esos fenómenos.

Sin embargo, este requisito de pertinencia difiere de los requisitos de veracidad

considerados no sólo en el contenido sino también en el ámbito en el que se aplican,

esto es, ellos consideran un requisito de pertinencia aplicado no tanto al significado de

la oración sino como una guía para construir el contenido explícito de una proferencia.

Lo que pretendo en esta sección es proponer un requisito de veracidad que se aplique al

mismo nivel que el principio de pertinencia, esto es, proponer que la veracidad no sea

algo que se aplique al significado literal de la oración sino que sea lo que nos permite

sacar9 lo que el hablante dice al proferir una oración. Para diferenciarlo de los requisitos

de veracidad literales, RVLs, lo denominaré ‘requisito de veracidad expresivo’ (RVE).

Este requisito de veracidad está inspirado, por un lado, en el bien conocido análisis

que hace Grice de las implicaturas convencionales y, por otro, en el análisis griceano de

los usos vagos del lenguaje. Aunque este último análisis es usualmente ignorado en la

bibliografía, como muestra el hecho de que W&S le critiquen precisamente la ausencia 8 La teoría de la metáfora como implicatura que tiene su origen en Grice ha intentado vérselas con estos problemas de diversas maneras aunque siguen presentándose argumentos en su contra (Romero & Soria, en preparación). 9 La expresión ‘sacar’ no es demasiado buena. El problema que me he encontrado es que la expresión más natural en este contexto sería la de ‘calcular’, expresión normalmente relacionada con implicaturas o con todo tipo de procesos inferenciales. Sin embargo, yo no quiero comprometerme con la tesis, propia de la teoría de la pertinencia, de que todo proceso pragmático se lleva a cabo mediante una inferencia pragmática análoga a las implicaturas conversacionales.

Page 10: La pertinencia de la veracidad - UB

de tal explicación, mantiene una coherencia con la explicación griceana de las

implicaturas convencionales, así como con otras partes de su obra, que nos permite

formular una propuesta que puede ser plausible mantener en el marco en el que nos

movemos. Con esta idea, expondré qué unifica tanto a las implicaturas convencionales

como a los usos vagos.

La noción de implicatura convencional, como ya he dicho, es ampliamente

reconocida y ha sido y sigue siendo discutida bajo diferentes versiones. No obstante,

parece que ha pasado desapercibido, o al menos no se le ha dado la importancia que

puede llegar a tener, que en ella el requisito de veracidad actúa en un nivel anterior al de

la proposición expresada, esto es, se trata de casos en que el requisito de veracidad se

utiliza para que una parte del significado convencional de una expresión no forme parte

de lo que se dice, la proposición expresada, cuando se profiere dicha expresión.

Lo que se implicatura convencionalmente, según Grice (1975: 25-26), depende

del significado convencional de las palabras. Una implicatura convencional es un tipo

de implicación semántica que se caracteriza por ser un contenido que no fija las

condiciones de aplicabilidad de la proferencia, esto es, que puede ser falso aún siendo la

proferencia que lo implicature verdadera. Así, en una proferencia normal de (3)

(3) Es inglés; por lo tanto, es valiente

podemos distinguir tres proposiciones: 3a, él es valiente como consecuencia de que él es

inglés; 3b, él es inglés; y 3c, él es valiente. La primera, 3a dependerá de parte del

significado convencional de la expresión "por lo tanto", aunque sólo se ha

implicaturado. Si esto es así, nos enseña Grice, es porque esta contribución es falsa,

estrictamente hablando, en tanto el que él sea valiente no es una consecuencia lógica de

que él sea inglés. Sin embargo, esto no impide que, si lo que decimos con la proferencia

de (3) fuese sólo que él es inglés, 3b, y él es valiente, 3c, hagamos una contribución

verdadera, en el caso de que el referente del deíctico ‘Él’ tenga estas propiedades. Así el

criterio por el que proposición 3a se incluye en lo que se implicatura es que si al proferir

(3) se dijera dicho contenido, el hablante estaría manteniendo algo que es falso y que

tanto su interlocutor como él, creen que es falso, se violaría la primera máxima de

calidad del Principio de Cooperación. Es en este sentido en el que un criterio de

veracidad nos permite decidir si cierto contenido semántico forma parte de lo que se

dice o no. Si, por el contrario, el requisito de veracidad se aplicara al significado literal

Page 11: La pertinencia de la veracidad - UB

o semántico de la oración proferida sin más, si tuviéramos un RVL, lo que tendríamos

sería que las implicaturas convencionales no existirían, serían casos en los que el

hablante siempre viola ese requisito al nivel de lo que se dice.

Aunque el caso de las implicaturas convencionales sea el más conocido y por lo

tanto el caso que puede conllevar más aceptación no es el único ni el que más nos

interesa aquí dadas las críticas de W&S. Pese a las ya señaladas críticas de W&S, Grice

propone una explicación de los usos vagos10. Esta explicación griceana de los usos

vagos nos proporciona otro tipo de ejemplos en los que el requisito de veracidad

conforma a lo que se dice. Grice (1978/1989: 44) nos pide que imaginemos una

proferencia como (4).

(4) [Dos individuos están considerando comprar una corbata de la que ambos saben

que es medio verde. Miran la corbata bajo diferentes luces y del mismo objeto,

A profiere:] Ahora es verde claro y bajo esta luz tiene un toque de azul

Aunque parte del significado convencional de la oración proferida en (4) indica que hay

un cambio real de color de la corbata, esa parte del significado lingüístico de la oración

no contribuye a lo que se dice al proferirla. Con (4), A dice lo mismo que si

considerásemos lo que dijo en (5).

(5) [Dos individuos están considerando comprar una corbata de la que ambos saben

que es medio verde. Miran la corbata bajo diferentes luces y del mismo objeto,

A profiere:] Ahora parece verde claro y bajo esta luz parece tener un toque de

azul

Que (4) y (5) expresen la misma proposición, pese a tener significados

lingüísticos diferentes, se explica porque en (4) el contexto de la proferencia, el

conocimiento tanto del oyente como del hablante de que las corbatas no cambian de

color, permite un uso vago de las expresiones involucradas. Para Grice, este uso vago

10 Aunque el fenómeno que tanto Grice como W&S denominan ‘usos vagos’ sea el mismo, el proceso por el que se da son totalmente diferentes. Esto puede comprobarse si se compara la explicación griceana de los usos vagos que aquí se ofrece con la ofrece Carston y que se verá al tratar las metáforas. No obstante, estas diferencias son inocuas para nuestra tesis, lo único que necesitamos es que Grice tenga una explicación coherente del fenómeno.

Page 12: La pertinencia de la veracidad - UB

consiste en una cancelación contextual de parte del significado lingüístico11 que se

produce para evitar que el hablante mantenga algo que cree que es falso. De ahí que una

característica de los usos vagos sea que el oyente puede exigirle al hablante que hable

más estrictamente (Grice 1978/1989: 45), que produzca (5)12. Lo que me interesa ahora

subrayar es que la motivación de la explicación griceana de los usos vagos y de las

implicaturas convencionales es la misma y que con ella aparece tanto una noción

favorecida de lo que se dice como un requisito de veracidad distintos de los que se le

atribuyen a Grice en las críticas de W&S.

La motivación a la que me refiero resulta obvia si atendemos a lo que unifica

ambos casos. Tanto en las implicaturas convencionales como en los usos vagos lo que

ocurre es que una parte del significado literal no se considera como parte de la

proposición expresada por el hablante porque, en caso contrario, éste diría algo que cree

que es falso. Pero imponer que el hablante no diga algo que cree que es falso no es más

que aplicar el requisito de veracidad. Como ya he dicho, hay varios, al menos dos,

ámbitos en los que los requisitos de veracidad cumplen una función determinada. Por un

lado, tal y como señalan W&S, el requisito de veracidad actúa sobre el contenido dicho

en forma de la primera máxima de calidad, permitiendo que se generen implicaturas

conversacionales por la trasgresión de la máxima. Este tipo de requisito es el que he

denominado literal. Por otro lado, el requisito de veracidad puede actuar a un nivel más

básico, esto es, puede actuar sobre la proferencia para ayudarnos a generar el contenido

dicho por el hablante, esto es, para saber si algo es o no parte de la proposición

expresada, lo que se dice, por el hablante13. Este segundo requisito de veracidad es lo

11 La cancelación al ser contextual no supone que se recupera un contenido y luego se quita, sino simplemente que no se llega a recuperar ese contenido aunque convencionalmente lo signifique la expresión. 12 Esta explicación de los usos vagos impide que puedan asimilarse a ejemplos de implicaturas conversacionales como intentan W&S en su crítica, porque si bien ambos contenidos son cancelables, el contenido dicho de los usos vagos es desligable, como puede verse en (5), mientras que toda implicatura conversacional ha de ser indesligable. Por otro lado, siendo el contenido de los usos vagos desligable como para las implicaturas convencionales, estas últimas no son cancelables. La opción que quedaría en la propuesta de Grice es que sea una presuposición pero las presuposiciones en Grice son indesligables y no cancelables y además tienen que ser verdaderas para que se pueda decir algo. Esto nos muestra que hay partes del contenido que pueden ser cancelables y pertenecer a lo que se dice: “unfortunately one cannot regard the fulfillmentent of a cancelability test as decisively establishing the presence of a conversational implicature” (Grice, 1978/1989: 44). Para una exposición más detallada de los usos vagos en Grice, así como una defensa de que estos usos minan la interpretación tradicional de este autor y de su noción de lo que se dice, vid. Chaves, 2004. 13 Al introducir dos requisitos de veracidad que actúan en ámbitos diferentes eliminamos la posible ambigüedad que señalaban W&S en lo que se dice pero introducimos un factor de riesgo, esto es, aún tenemos que aclarar cúal es la relación entre estos dos requisitos y si son realmente necesarios los dos. Las pocas líneas de Grice en la que podríamos apoyarnos para solventar este problema indican que ambos

Page 13: La pertinencia de la veracidad - UB

que he denominado el Requisito de Veracidad Expresiva (RVE), cuya formulación

simplificada es:

RVE:

Un elemento del significado determinado pragmáticamente [contextualmente] o

convencionalmente es parte de lo que se dice syss es requerido para que el

oyente piense que el hablante no mantiene una proposición que cree que es

falsa.14

En esta formulación lo que tenemos realmente es que el RVE se perfila como el

criterio por el que podemos decidir qué proposición es dicha o expresada por el

hablante, obteniendo de esta manera lo que sería el punto de partida de las implicaturas

conversacionales.

La segunda interpretación de lo que se dice que proponen Wilson y Sperber, que

vimos en el apartado 1.2, se asemeja a la que se está defendiendo aquí con el RVE. Sin

embargo, hay una diferencia muy notable. Para estos autores, la segunda interpretación

de lo que se dice contiene a la primera, esto es, al decir que p el hablante expresa la

proposición p, el significado literal de su proferencia, y se compromete con la verdad de

p. Así, Grice sería lo que se ha dado en llamar un minimista lingüístico. Por el contrario,

en la noción de lo que se dice que estoy defendiendo ésta vendría dada por la mínima

proposición con la que el oyente piensa que el hablante podría comprometerse. El

compromiso con la verdad no se realiza sobre una proposición, sino que, como he

repetido hasta la saciedad, es lo que nos permite construir la proposición que pertenece

a lo que se dice. De esta manera, el RVE nos proporciona una razón de porqué la

primera máxima de calidad cumple una función distinta a las demás máximas, esto es,

porqué es, de alguna manera, la que tiene un carácter fundamental con respecto a las

demás tal y como nos sugiere Grice y dan por garantizado W&S. Además, nos permite

eliminar la ambigüedad de la noción de lo que se dice, hay una única noción de lo que

se dice en Grice15.

requisitos pueden coexistir, por el contrario, mi tendencia es a quedarme sólo con RVE. De todas maneras, no voy a considerar este problema en este trabajo ya que resulta irrelevante para la tesis central. 14 La forma específica que toma el RVE está sugerida por los diferentes principios minimistas que Carston propone para intentar clasificar las formas en las que se ha delimitado qué contenido pertenece a lo que se dice. 15 He defendido esta reconstrucción del marco griceano en Chaves, 2005.

Page 14: La pertinencia de la veracidad - UB

3.- Usos vagos, metáforas y veracidad

En este apartado mostraré cómo podemos hacernos cargo de las críticas de W&S

a los requisitos de veracidad, esto es, mostraré como con el RVE tenemos una

explicación coherente tanto de las metáforas como de los usos vagos. Creo que a la luz

del apartado anterior resulta obvio que Grice tiene solución para el uso vago del

lenguaje. Para W&S una teoría basada en la máxima de veracidad no puede dar cuenta

de un uso vago del lenguaje, uso que no nos da problemas como hablantes competentes

y que está ampliamente extendido. El error de la argumentación de Wilson y Sperber es

que parten de una noción de lo que se dice que no está en Grice. En efecto, los usos

vagos constituyen un serio problema para todo aquel que mantenga un minimismo

lingüístico, deudor del RVL, pues estaría obligado a recuperar información de la oración

proferida que haría falsa la proposición dicha, chocando de esta manera con las

intuiciones de que en los usos vagos no se dice nada falso. Pero si tenemos en cuenta un

criterio como el RVE, no podríamos mantener que en esos casos se dice algo que es

falso, simplemente se produce un proceso de cancelación contextual de parte del

significado semántico de algún componente de la oración, de tal manera que la

proposición que se expresa, lo que se dice, no mantenga algo que sea falso.

Cuando introduje las críticas de W&S basadas en los usos vagos del lenguaje

señalé algunos de los problemas que tenía una explicación como la de Lewis. Los

problemas de este tipo de explicación provenían de considerar los usos vagos del

lenguaje como un fenómeno análogo al de la vaguedad semántica. La solución que

encontramos en Grice no está sujeta a este tipo de crítica ya que es completamente

diferente a la de la vaguedad semántica.

¿Podría hacerse cargo Grice de las críticas a su propuesta de la metáfora como

implicatura?

Tim Wharton (2002) defiende que si atendemos a todos los trabajos de Grice,

centrándonos en los de su última etapa, encontramos que hay una explicación de las

metáforas alternativa a la explicación en términos de implicaturas que es la que

conforma la base de la crítica de W&S. A continuación expondré esa alternativa que

puede ser suficiente para minar la idea de que una teoría basada en los requisitos de

veracidad no puede dar una explicación coherente de las metáforas. No obstante, creo

que esta explicación no es la más apropiada en un marco griceano y que tiene problemas

Page 15: La pertinencia de la veracidad - UB

propios, por lo que propondré una explicación que puede acomodarse perfectamente con

el RVE.

Wharton basa su argumentación en la defensa de que en sus William James

Lectures 1967 Grice presentó un programa de trabajo que dejó inconcluso, aunque en

1987, “Retrospective Epilogue” hizo algunas aportaciones que nos permiten revisar el

programa16. En esa última etapa, Grice pretende encontrar un criterio para diferenciar lo

que es parte del significado literal y lingüístico de una oración proferida (lo que él llama

formalidad) y lo que es parte de lo que el hablante dice al proferir esa oración (lo que

denomina dictividad). En ese contexto, Grice considera diversos casos en los que esas

dos características, la formalidad y la dictividad, se pueden combinar. De estas cuatro

combinaciones, Wharton se centra en la que nos proporciona dictividad sin formalidad,

esto es, en la que el hablante dice algo al proferir una oración sin que se corresponda

con el significado literal de la oración proferida:

Supongamos que alguien, en un contexto apropiado, dice ‘Heigh Ho’. Es posible que él

quiera decir algo como “bueno así es como el mundo funciona”. O de nuevo, si alguien

dijera “Él es un evangelista”, podría querer decir, quizás, “Él es un santurrón, hipócrita,

racista, reaccionario, avaro”. Si en cada caso su significado fuera como se sugiere,

puede afirmarse que lo que él significa era de hecho lo que sus palabras dicen; en cuyo

caso sus palabras serían dictivas pero su contenido dictivo sería no-formal y no sería

parte del significado convencional de las palabras usadas. Podemos entonces encontrar

dictividad sin formalidad.

(Grice 1987/1989: 361)

Obviando la dificultad que supone la concepción de lo convencional de Grice, la

importancia de esta cita está en que separa el significado convencional de las palabras

de lo dicho con ellas. En base a esto, Wharton rechaza la interpretación clásica y más

extendida de Grice, interpretación que se corresponde con el bosquejo dado al principio

de este trabajo y en el que está basada la crítica de W&S. Esto le permite a Wharton

defender que si Grice hubiera continuado con su programa habría modificado algunas

de sus propuestas teóricas a favor de una explicación de corte contextualista en

consonancia con la evolución que encontramos en su obra.

16 Ambas obras están contenidas en Grice, 1989.

Page 16: La pertinencia de la veracidad - UB

En concreto, Wharton considera que Grice explica el ejemplo de “Él es un

evangelista” como un uso vago del lenguaje. Para Wharton, siguiendo en esto a los

teóricos de la relevancia, dicho ejemplo es claramente una metáfora. De esta manera,

parece que Grice estaba en condiciones de abandonar una teoría de la metáfora como

implicatura a favor de una teoría que considerase el uso metafórico del lenguaje como

un caso especial de uso vago en el sentido relevantista.

Estoy de acuerdo con Wharton en que la evolución en el pensamiento de Grice

nos puede llevar a rechazar algunas partes de su teoría, en concreto su defensa de la

metáfora como una implicatura. Es más, la propuesta del RVE no es más que una

revisión de su teoría a la luz de esa evolución. Sin embargo, no creo que Grice estuviera

cambiando conscientemente su teoría de la metáfora y mucho menos que lo hiciera

porque “él es un evangelista” sea un ejemplo de uso vago. En lo que sigue defenderé

que es un error considerar ese ejemplo como un caso de uso vago, un error que le lleva a

Wharton a equivocar sus apreciaciones del sistema griceano. En un primer lugar

señalaré que esa concepción de la metáfora tiene sus propios problemas como para

considerarla una alternativa deseable. Sin embargo, lo importante no está en las virtudes

o en los defectos de la metáfora como uso vago, sino en que la misma cita de Grice que

utiliza Wharton parece incompatible con esa explicación.

La explicación del uso metafórico como un uso vago del lenguaje que sigue

Wharton la podemos encontrar, entre otros, en Carston (2002). Según Carston, en la

proferencia metafórica de ‘Él es un evangelista’ se da un proceso de relajación de

contenido17 mediante el que creamos un concepto ad hoc, EVANGELISTA*, que se

construye al quitarle algunas condiciones de aplicabilidad a EVANGELISTA, de tal manera

que el concepto que hemos obtenido se pueda decir de quien estamos hablando.

EVANGELISTA* sería un concepto en el que sólo se recogen las propiedades de ser un

santurrón, un hipócrita, un racista y un avaro, propiedades que se aplicarían literalmente

de quien se está hablando y que son parte del significado convencional de “evangelista”.

El problema, ajeno a la obra de Grice, de esta explicación es que si bien en todas las

proferencias metafóricas seleccionamos algunas de las propiedades asociadas a los

términos que van a cambiar de significado y olvidamos otras, lo que no puede

conseguirse es que se seleccionen propiedades que puedan atribuirse literalmente a

17 Un proceso de relajación se produce cuando se da un uso vago del lenguaje. La denominación que he escogido no parece muy afortunada pero tiene la ventaja de que nos permite eliminar la confusión que se puede dar con los procesos de vaguedad semántica.

Page 17: La pertinencia de la veracidad - UB

aquello de lo que se está hablando porque en la mayoría de las proferencias metafóricas

las propiedades seleccionadas han de cambiar de significado para que se pueda atribuir

a aquello de lo que se está hablando. ¿Qué propiedad de las excavadoras podemos

atribuir a Juan literalmente cuando profiero “Juan es una excavadora”? Mas bien se

seleccionan las propiedades que transformándose pueden atribuirse a aquello de lo que

se esté hablando.

Pero más importante para nosotros es que si apelamos al trabajo de Grice, este

ejemplo se explica como un ejemplo de dictividad sin formalidad y, por ello, Grice

niega explícitamente que en el significado de “evangelista” estén incluidas esas

propiedades. El ejemplo ‘Él es un evangelista’ en Grice no es un caso de uso vago del

lenguaje porque para él los usos vagos son ejemplos de formalidad sin dictividad, casos

en los que hay un contenido literal de la oración que no es parte de lo que se dice. Si

Grice estuviese en disposición de aceptar que ‘Él es un evangelista’ es una metáfora, la

explicación de corte relevantista en metáfora no le parecería adecuada. No se trata de

que “evangelista” pierda significado convencional para dejar una parte que intervenga

en lo que se dice. Su explicación, supone dejar de lado totalmente en lo que se dice el

significado convencional de “evangelista”.

¿Cuál es, entonces, el proceso por el que elaboramos el valor semántico que

interviene en lo que se dice? ¿Cuál es el proceso por el que elaboramos “ser un

santurrón, un hipócrita, un racista y un avaro” en la interpretación de la proferencia de

‘Él es un evangelista’? En este trabajo me decantaré por una explicación en la línea de

la teoría de la interacción. Con ella habría que plantearse si se puede explicar cómo

cambian algunas de las propiedades que asociamos con las expresiones cuando las

usamos metafóricamente, como cambia el significado de “evangelista” en una

proferencia metafórica para que podamos tener dictividad sin formalidad.

En este sentido, la interpretación que aquí he favorecido de la noción griceana de

lo que se dice y del RVE sería compatible con la propuesta sobre metáfora de corte

interactivo desarrollada por Romero y Soria (en prensa). En lo metafórico, según estas

autoras, una vez establecido uno de los significados convencionales de cada uno de los

componentes más básicos, aplicamos una serie de procedimientos que nos permiten

elaborar algún significado provisional metafórico relacionado con alguno de los

componentes. Hay una dependencia asimétrica del significado metafórico con respecto

al significado convencional de las unidades léxicas en la medida en que el significado

Page 18: La pertinencia de la veracidad - UB

metafórico se elabora a partir del significado convencional-literal de los constituyentes

más básicos18.

La elaboración del significado metafórico depende de la descripción de los

conceptos que intervienen en la proferencia metafórica y de establecer cuál es la

relación entre ellos. En concreto, la metáfora, como señala Indurkhya (1992), redescribe

el dominio objeto mediante el dominio fuente, seleccionando, destacando, omitiendo y

organizando los rasgos del dominio objeto. Además, algunos rasgos se crearán a

menudo dentro del dominio objeto, dominio que representa el concepto relacionado con

aquello de lo que se habla en la metáfora. Los dominios representan el significado

convencional de los términos incluidos en su caracterización, significado que se muestra

por las relaciones que tienen con otros términos en la descripción del concepto. La

relación entre los dominios se puede explicar elaborando una aplicación T formada por

una aplicación parcial F desde términos del dominio fuente, D1, a términos del dominio

objeto, D2, y un subconjunto de oraciones O del dominio fuente cuya transformación a

oraciones expresadas sólo en términos del dominio objeto al aplicarle F es coherente

con este dominio. La aplicación T genera un dominio objeto reestructurado

metafóricamente D2' donde D2' = D2 U F(O). La aplicación F permite, a primera vista,

determinar el significado metafórico de los vocablos del dominio fuente, a saber, dicho

significado es el significado de sus contrapartidas en esa aplicación. El significado de

estas contrapartidas o de los vocablos que aparezcan en la proferencia metafórica

depende del dominio objeto reestructurado metafóricamente, en concreto, de la

información que se deriva de la información asociada al dominio objeto unida a la que

se puede traspasar del dominio fuente o sólo de ésta. Esta información fija el contexto

desde el que se interpreta la proferencia metafórica. El uso metafórico del lenguaje,

según Romero y Soria (en prensa), supone un cambio de contexto para su

interpretación. El contexto nuevo es lo que permite establecer en última instancia lo que

se dice mediante una proferencia metafórica.

En (6)

(6) [Sara le pregunta a Marian dónde está su hijo y ésta le responde:] Mi gato está

sobre la alfombra

18 Esto es lo que supone un rechazo o una modificación del segundo de los supuestos de la retórica clásica que mencioné en 1.2.

Page 19: La pertinencia de la veracidad - UB

se ha identificado un uso metafórico del lenguaje y, por ello, debemos interpretar

metafóricamente al menos sus vehículos metafóricos, los términos que se atribuyen

metafóricamente a aquello de lo que se habla. En (6) los vehículos son los términos que

intervienen en la descripción de GATO. ¿Cuál es el significado de “gato” en (6)? El

contexto extralingüístico señala a un niño, al hijo de Marian. No estamos hablando de

un gato en ninguna acepción convencional del término “gato” y, de las acepciones de

“gato”, la que nos sirve para clasificar al niño no literalmente es la acepción de “gato”

como animal doméstico.

Para establecer los significados metafóricos hay que establecer cuál es la

relación metafórica de los conceptos que intervienen en (6). Esa relación consiste en

traspasar un subconjunto de información asociada con el dominio fuente, información

acerca de los rasgos típicos de los gatos, al conjunto de información asociada con el

dominio objeto; en concreto, traspasar aquella que sea coherente con la descripción del

dominio objeto, con el concepto de niño. Esta información que se traspasa es la

información que junto a la asociada con el dominio objeto conforma el significado

metafórico de “gato”. El significado de “gato” es el significado que “niño” tiene en el

dominio objeto reestructurado metafóricamente, es la información que puede describir

coherentemente a los niños cuando son vistos con algunas de las propiedades típicas de

los gatos, se trata de ver a un niño como un ser pequeño, que suele estar a cuatro patas y

que juguetea con lo que tenga a su alcance.

Esa información es el marco que representa el conocimiento desde el que se

interpreta la proferencia metafórica. Por tanto, es aquello que permitirá establecer lo que

se dice mediante (6). Puesto que “gato” aquí significa metafóricamente lo especificado

anteriormente, niño con rasgos típicos del gato, “mi gato” en (6) refiere al hijo de

Marian y Marian es la progenitora del niño al que la hablante se refiere con este

sintagma nominal. Una vez realizados estos cambios, lo que se dice con (6) se construye

composicionalmente, y lo que caracteriza a (6) como metáfora es que ha intervenido un

proceso de interpretación contextual en el ámbito de los constituyentes y que nos

permite tener dictividad sin formalidad. Lo palpable aquí es que el hablante en ningún

momento tiene la interpretación literal de la oración incluida en (6).

Esta propuesta nos permite dar una extensión del sistema griceano bastante

coherente y que unifica las relaciones entre el RVE y la máxima de calidad. He de

reconocer, sin embargo, que un análisis pormenorizado del uso figurado del lenguaje

excede los límites trazados para la investigación acometida en este trabajo.

Page 20: La pertinencia de la veracidad - UB

4.- Conclusión

La tesis de W&S era que ninguna teoría basada en un requisito de veracidad

puede ser aceptable dado que no podría dar una explicación coherente de las metáforas

y de los usos vagos. En este trabajo he demostrado que esta tesis es excesiva, esto es,

hay al menos un requisito de veracidad, el RVE, que sí nos da una explicación de esos

fenómenos. La clave de ese requisito de veracidad está en que se aplica al mismo

ámbito al que se aplica el requisito de pertinencia de estos autores, esto es, es un criterio

no tanto para evaluar un contenido dado literalmente, sino como para obtener qué

proposición es la que el hablante expresa en primer término.

Vistas así las cosas, el RVE nos permite dar una buena explicación de las

metáforas y de los usos vagos sin que ello suponga, como pasa en la teoría de la

pertinencia, violentar nuestras intuiciones acerca de la comunicación verbal.

Page 21: La pertinencia de la veracidad - UB

Referencias:

Carston, R.: 2002, Thoughts and Utterances. The Pragmatics of Explicit

Communication, Oxford: Blackwell.

Chaves, J. E.: 2004, “El contextualismo y P. Grice”, Teoría Vol. 19, Num 51: 339-

354.

Chaves, J. E.: 2005, “Grice’s notion of what is said revisited” ponencia

presentada en ECAP’05, Lisboa.

Grice, P.: 1989, Studies in the Way of Words, Cambridge, Harvard University

Press.

Indurkhya, B.: 1992, Metaphor and Cognition: an Interactionist Approach,

Dordrecht, Kluwer Academic Publishers.

Romero, E. y Soria, B.: en prensa, “A View of Novel Metaphor in the Light of

Recanati’s Proposals”, en M.J. Frápolli (ed.), Saying, Meaning and

Refering. Essays on François Recanati’s Philosophy of Language,

Palgrave Studies in Pragmatics, Language and Cognition.

Romero, E, y Soria, B.: en preparación, “Why metaphors should not be

considered implicatures”, ponencia presentada en ECAP’05, Lisboa.

(http://www.ugr.es/~eromero/draft1.htm)

Sperber, D. & D. Wilson.: 1986/1995, Relevance: communication and cognition.

Wharton, T. 2002: Grice, saying and meaning. University College London

Working Papers in Linguistics. Vol. 14.

Wilson, Deirdre. 1995. Is there a maxim of truthfulness. UCL Working Papers in

Linguistics 7: 197-212.

Wilson, Deirdre & Sperber, Dan. 2002. Truthfulness and Relevance. Mind 111:

583-632.

Wilson, Deirdre & Sperber, Dan. 2004. Relevance Theory. In G. Ward and L.

Horn (eds.) Handbook of Pragmatics. Oxford: Blackwell, 607-632.