La Pesada Herencia Del Pasado

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    La pesada herencia del pasado

    Luis Gonzlez y Gonzlez

    Sugerido por la lectura del artculo de Jean Meyer para esta mismaedicin, el siguiente ensayo de Luis Gonzlez viene como anillo al dedopara enriquecer la discusin que hemos pretendido echar a andar entorno a las conmemoraciones. Es cierto que en el recuento que hace,veremos, nos habla de un Mxico del pasado. En cambio, aquello a loque quiere llamar nuestra atencin para ayudarnos a discernir lo de-fendible y lo arrasable, sigue siendo, desafortunadamente, muy per-tinente. Tomado de, Luis Gonzlez y Gonzlez, La pesada herenciadel pasado, en Dilogos , El Colegio de Mxico, julio-agosto de 1981.

    H ace apenas algunos meses Alan Riding, corresponsal ex-tranjero de The New York Times , compareci, en el nmeromuy debatido de Town and Country , con un reportaje sobre labelleza y fealdad de Mxico donde se leen, entre otras muchascosas, las copiadas enseguida:

    Cmo puede un pueblo que saborea el pasado hasta la in-toxicacin entender a otro que constantemente mira al fu-turo? En la mesa de negociaciones el pasado de Mxico sesienta junto al presente, y le susurra advertencias, alimen-ta sus suspicacias y le exige reparaciones y aun venganzas.

    (lo que en nuestras referencias modernas supone una memo-

    ria compartida y, para decirlo todo, el ideal de una comunidadhomognea) con el respeto de una pluralidad de comunidadesculturales. Estos estudios no aportan sin duda una solucin aeste problema primordial de nuestro tiempo, pero pueden, sinduda, contribuir a mostrar la extrema variabilidad, los reaco-modos continuos y, para decirlo todo, la relatividad de las cons-trucciones memoriales.

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    La memoria de M xico no se limita a las malas jugadas de

    Estados Unidos: todo el pasado del pas produce una densasombra sobre el presente.

    La Semana Santa es un espacio propicio a las meditacionesde devotos y trotamundos. Si algunos paseantes han tenido lasuerte ma de visitar una aldea purh (Ocumicho), un pueblo deestirpe hispano-juda-mora (San Jos de Gracia), una villa virrei-nal e inmvil (Ptzcuaro) y una ciudad antigua, grande y joven(Guadalajara) no van a negar, sin remordimiento de conciencia,las armaciones de Riding, vecino de nuestro pas desde hace diezaos. Por donde usted vaya encontrar indicios comprobatoriosde la pesada presencia del pasado en Mxico, y por lo mismo, no

    le ser fcil rebatir a Riding, le costar mucho trabajo tomarla direccin contraria al reportero brasingls. Muchos ayeres de lavida nacional se acumulan por donde usted pase. Lo fenecido enotras partes, aun vive aqu. En la Repblica mexicana, el acopiode pasado viviente, reliquias y memorias, es una obsesin gene-ralizada. Los extrajeros lo descubren a las primeras de cambio.

    A los de casa se nos diculta la visin del anticuarismo propio.Si la riqueza de las naciones se midiera conforme a la canti-

    dad de tradicin acumulada hoy, Mxico ocupara un lugar deproa entre los pases ricos. Como todas las sociedades, la mexi-cana distribuye su pasado actual en cuatro almacenes: el de lassupervivencias, el de los residuos, el de los recuerdos y el dela historia. Slo en algunas sociedades, las bodegas de pasadoson enormes como en Mxico. Aunque a diario manda a la ba-sura cosas del almacn de las supervivencias, y al extranjero,

    joyas de la bodega de reliquias, no disminuye su tesoro, puessigue metiendo antiguallas en los cofres restantes. Si clasic-ramos a los pases de la Tierra en tradicionalistas y futuristas,a Mxico, sin lugar a dudas, le correspondera el primer rtu-lo. Ciertamente los mexicanos, como lo arma la fama, derro-chan a manos llenas bienes materiales (recursos y dinero) peroguardan muy bien los bienes espirituales (costumbres, huellas,memorias e historiografas). Aunque se oyen lamentos sobre larapidez de Mxico para desprenderse de antiqusimas recetasde buen vivir, la verdad es que atesora ms de lo acostumbradoen la mayora de los pases. Las

    Supervivencia o costumbres

    que se mantienen pegadas al cuerpo patrio son ms notables ymenos desprendibles, quizs por inconscientes, que las de losotros pases del orbe occidental. En Mxico hay pruebas vivasde cada uno de los estilos de cultura inventados por el hombre

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    a trav s de todas las edades. Ciertamente ya son pocos los que

    viven sumisos al imperio de la recoleccin, la caza y la pesca;con formas de participacin de ndole tribal, y con sistemasculturales que admiten los adjetivos de animistas y mgicos.Suman millones los instalados en tecnologas y creencias lige-ramente menos aosas. As los indios silenciosos, descalzos yde paso menudo, cultivadores de milpas, magueyeras y chilares,artces de multitud de minuciosas y bonitas baratijas, mer-caderes de mil tianguis y practicantes de ritos lgubres, dise-minados en todo el pas y principalmente en la altiplanicie delcentro, el eje neovolcnico, la Sierra Madre de sur y las selvas

    y pizarras del sureste. Los indios conguran cien nacionesdistintas: tarahumaras, yaqui, kikap, huicho, cora, purh,

    piinda, mazahua, nahua del poniente, nahua central, pame,otom, totonaca, huasteca, mixteca, zapoteca, amizga, huave,tzeltal, tzotsil, maya, etctera. La quinta parte de una poblacinde setenta millones de mexicanos vive y opera, sin saberlo, con-forme usos antiqusimos que suelen considerarse defectuosospor los rectores de nuestro Siglo de la Ciencia.

    Todava laten antiguas creencias y costumbres. Todava so-brevive medio centenar de idiomas. Ya slo los usan cotidiana-mente alrededor de cuatro millones y cada vez disminuye elnmero de hablantes en cada uno de ellos. Si bien el nhuatles el idioma normal de ochocientas mil personas; el otom, demedio milln; el maya, de casi cuatrocientos mil; el zapoteca yel mixteca, de un cuarto de milln cada uno, y el purh, de msde doscientos mil, ninguno de estos seis idiomas, y con mayorrazn los otros cincuenta que an se hablan en el territoriomexicano, pueden llamarse idiomas vivos y vigorosos. Tam-poco admiten el calicativo de muertos. Son lenguas no difun-tas, pues se manejan en forma domstica, ni propiamente vivaspues estn lejos de ser vehculos de cultura universal. Son ha-blas sobrevivientes, lo mismo que los modos de pensamientoadheridos a ellas.

    Aunque ya la mayora de los indios hablan el espaol y lacasi totalidad rezan a Tata Jesucristo, no se han despojado dealgunos pensamientos y conductas de su vida prehispnica.

    An perviven el fatalismo astrolgico, la identicacin con elterruo, el concepto de un pasado ideal, la muina y el mal deojo, las tcnicas mgicas, los dramabailes, las ofrendas y ritosfunerarios, mil yerbas con virtudes curativas, miles de expre-siones plsticas, el fatalismo, el agobio, la melancola, el desasi-miento, la impasibilidad frente a las desgracias y a la pelona,un espritu festivo y una actitud pica peculiares. El vetustopasado indgena an vive y colea entre indios y mucha gentemezclada y criolla. Quiz un poco de lo prehispnico es parte denuestra personalidad y del carcter nacional y no simple apn-

    Aunque ya la mayora de los

    indios hablan el espaol y la casitotalidad rezan a Tata Jesucristo,no se han despojado de algunos

    pensamientos y conductas de suvida prehispnica.

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    dice de una etapa cumplida. Quiz con elementos netamente

    indios pasa lo mismo que con el cacareado mestizaje cultural.Es un lugar comn lo del hibridismo o fusin de ideas y cos-

    tumbres indias y cristianas que se amas en la centuria de lasmisiones, tolerado y a veces promovido por Motolina, Gante,Quiroga, Alcal, Sahagn y el grueso de una constelacin deapstoles. Es bien conocido que la mezcla cultural indoespa-ola se endureci como piedra y se le peg al cuerpo nacionalcomo chicle. Esa revoltura, ms que supervivencia de un cho-que violento y amoroso, es una parte constitucional de la na-cin mexicana, un pasado que se ha vuelto carne de nuestrapersonalidad. Es el caf con leche de la piel que nos identi-ca ante el mundo, no mero lastre de uno de nuestros ayeres ni

    cosa mala que amerite operacin quirrgica.En una quinta parte de la gente de Mxico, formada por mes-tizos y criollos de congregaciones pequeas, pervive, un poco aescondidas, la cultura hispano-rabe desembarcada ac a par-tir del siglo XVI : ganadera extensiva y principalmente vacuna,hbil manejo del caballo, propiedad individual, derroche de re-cursos y fortunas, trabajo sin prisas y con pausas, trajes visto-sos, casa de techo de teja y patio andaluz, antojitos picantes,luto femenino, fuegos articiales, juegos de azar, lujuria mascu-lina, recato femenino, machismo, mentadas de madre, puales

    y armas de fuego que se desenvainan a la menor provocacin,alcoholes vociferantes, peleas de gallos, culo y cohetes, sober-bia, individualismo, prctica desptica del poder, honra y com-pradazgo. Miles de pueblos, rancheras, y ranchos del occidente

    y del norte aprovechan caminos pavimentados, luz elctrica,radio y televisin, sin desprenderse de tales herencias medite-rrneas y espaolas, vivas en los siglos XVI y XVII , y superviven-cias, en su mayor parte, a partir del siglo XVIII .

    El Mxico urbano, presume de moderno. Con todo, obreros y empleados de una capital de 15 millones de habitantes, deGuadalajara y Monterrey, de Puebla y Ciudad Jurez y de otrasaglomeraciones maysculas que exhiben rascacielos, viaduc-tos, aire irrespirable, contaminacin moral, violencia y erotis-mo, provienen en su mayora de pueblos criollos y mestizos noapeados de sus costumbres prehispnicas y coloniales. Nuestrasciudades son ciudades de campesinos. Ni siquiera la gran bur-guesa urbana que se mueve en automvil y en yet, vacaciona enEuropa y el remoto Oriente, educa a sus hijos en universidadesinglesas, francesas y estadounidenses, lee ingls, toma whiskey,

    juega golf, se cura en clnicas de Houston, va de compras a San Antonio y de farra a Las Vegas, ha podido hurtarse totalmentea sucesivos pasados que le reaparecen al menor descuido, queviven contra su gusto, sobre todo las costumbres adquiridas enlas etapas ilustrada y liberal en tiempos de los virreyes diecio-

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    chescos, en las luchas de Independencia y de Reforma y en el

    Porriato. L a mayora de nuestra gente de postn an no lograquitarse de barniz francs o liberal, sigue muy siglo XVIII , muypoco moderna, dentro de modas que en otros pases occidenta-les ya slo existen en el mejor de los casos como

    Reliquias o antiguallas

    o piezas de museo, que es la segunda forma como se hace presen-te el pasado en cualquier nacin, aunque en muy pocas en tantaabundancia como en nuestro redil nacional Mxico. ste ostentamontones de cosas fenecidas, le gustan los cuartos de tiliches, los

    cerros de pedacera, las zonas de cascajo, los basureros pblicos y Tepito. El que nuestra museografa deje mucho que desear noquiere decir que no sea una de las pasiones nacionales.

    Aqu la historia asalta a cada paso. Los aborgenes de Mxicovivimos intensamente la relacin con nuestro pasado. De l noescapan tampoco los millones de extranjeros que cada ao nos vi-sitan. Una buena parte del turismo internacional acude al Mxicorelicario, visita justamente con los de casa de clase media y pop ycon los nios de todas las clases, miles de sitios arqueolgicos, do-cenas de ciudades de sonoma colonial y decimonnica, museos,tiendas de antigedades y aun archivos. La forma ms comn dehacerse presente el pasado es al travs de este vasto tesoro de re-

    liquias. Aun donde vol el canto quedan las huellas.No es el nico, pero s uno de los pocos pases de arqueologaespectacular. La gran cultura mesoamericana que brill desdeNicaragua hasta el Trpico de Cncer durante el primer mile-nio y medio de nuestra era, ha dejado fragmentos numerososde su caparazn en las pirmides del Sol y la Luna y el tem-plo de Quetzalcatl en Teotihuacn, los guerreros gigantescosde Tula, la acrpolis zapoteca y las tumbas de Monte Albn, laciudad consagrada a los muertos en Mitla, las ycatas de Tzin-tzuntzan y de Tingambato, la pirmide de los nichos en Tajn,los edicios y las lpidas namente labradas en Palenque, laspinturas murales en Bonampak, la sobriedad arquitectnica enUxmal, la frondosidad de la acrpolis maya-tolteca en ChichnItz, las cabezas colosales en La Venta, el templo mayor de lametrpoli y millones de vestigios entre los cuales las tumbasde todas las pocas ocupan un lugar de privilegio.

    El esplendor de la casta dominadora durante los 300 aos dela dominacin hispnica ha legado, aparte de trazas de table-ro de ajedrez en ciudades asentadas en llanos y trazas labern-ticas en poblaciones serranas, esplndidos edicios (templos,palacios) en la ultrabarroca Puebla, la multifactica Mxico,los emporios mineros de Guanajuato, San Luis Potos, lamos,

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    Taxco, Chihuahua y Zacatecas y Pachuca. Tambi n permane-

    cen envueltas en el penetrante aroma del tiempo colonial, Mo-relia, Quertaro, Oaxaca, Mrida, Guadalajara, Durango Elprogreso y el orden de los despotismos ilustrados de Teodorode Croix a Porrio Daz asoma an en docenas de edicios p-blicos y palacetes de la capital, en los teatros de las capitalesde los estados y en los kioskos y jardines de muchsimos pue-blos y en las casonas de las haciendas. En muchas construccio-nes persisten el fausto y esplendor de la Colonia y el Porriato.

    Aunque semioculto por construcciones recientes, sigue en pieun gran pasado momicado en monumentos.

    Encerrada en museos tan maravillosos como los de antropo-loga e historia del bosque de Chapultepec y los ms humildes

    de la misma ciudad de Mxico y las villas provinciales de Mri-da, Morelia, Villahermosa, Hermosillo, Puebla, Oaxaca, Guada-lajara, Cuernavaca y tantas ms, hay un esplndido legado devasijas, miniaturas, chimalis, mscaras, serpientes empluma-das, chacmoles, esculturas de toda clase de personas y bestiasprehispnicas; tapices, brocados, estatuas de santos, petaqui-llas, pinturas de caballete, hbitos, ornamentos, vacos sagrados

    y mil maravillas ms de la poca colonial; muchos uniformes delos hroes decimonnicos y el armamento de nuestros juanesrevolucionarios. Por ltimo, la herencia de Itzcatl, el monar-ca azteca quemador de archivos, las guerras del diecinueve yla rapia de los tracantes de papeles histricos, no han con-seguido quitarle al Archivo General de la Nacin uno entremiles el privilegio de ser riqusimo, ahora cada vez ms ricogracias a doa Alejandra Moreno Toscano.

    Forman un mitin fabuloso o una enorme multitud los archi-vos diseminados en todo el pas que piden lugar de estar y ana-queles, clasicaciones y cheros. La gran mayora de las milesde parroquias tienen libros seniles de bautizados y difuntos, deinformaciones matrimoniales y cofradas. Algunos de los ayun-tamientos conservan, aunque sean regados en tapancos, letri-nas y rincones, papeles de la vida municipal pretrita. Tampocoescasean los archivos familiares ni los de escribanos y notarios.En el hogar, un gusto muy comn es la coleccin de papeles.Se acumulan fotos, cartas, credenciales, ttulos de propiedad

    y recortes de peridicos. Encerrados en petaquillas y aun ensimples cajas de zapatos, se esconden numerosos archivos fami-liares. Pese a los ladrones de manuscritos, se levantan en estachoza, aqu en la casa, en el palacio municipal, en el curato, endocenas de ocinas gubernamentales, en miles de negocios ydondequiera, montones de testimonios escritos de la vida mexi-cana de los ltimos quinientos aos.

    Se puede imaginar una tragedia consistente en cubrir conlozas inamovibles las tumbas prehispnicas descubiertas, en

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    remoler hasta el polvo los tepalcates dejados por la vida precor-

    tesiana, en arruinar hasta la extincin las ruinas, en destruirminuciosamente monumentos y documentos, en hacer, comoel obispo Landa, autos de Man, quema de papeles viejos, mi-llones de piras o volcancitos con la documentacin de la fami-lia, el municipio, el Estado y la Nacin y, sin embargo, Mxicoseguira pletrico de pretrito; atado a la vida que fue, sumisoa lo de antes; en revoltura con el mundo de los antepasados, altravs de chorros de

    Recuerdos o memorias

    de recuerdos personales y memorias colectivas. sta es unasociedad tan memoriosa como las comunidades judas. La cos-tumbre nos vino de padre y madre. Espaa era un pas re-memorador y rencoroso. Quiz los mayas, los mexicanos y lospurpecha lo eran en mayor medida. Los ltimos, cuenta la Re-lacin de Michoacn, dedicaban das enteros a recordar colecti-vamente su pasado. Despus de la Conquista, la rememoracin y la conmemoracin han sido alimento cotidiano. Abundan lospadres de familia que repiten como sonsonete las calamidades y proezas de la gente antigua del terruo y los peores y los me- jores momentos del pasado familiar. Muchos hemos odo al curahablndoles a sus feligreses de historia sagrada.

    La Iglesia catlica atiza los recuerdos de ndole universal ylocal. Desde el 16 de diciembre hasta el 6 de enero se conme-moran las posadas, nacimientos, en canciones navideas,en acumulacin de ruidos, en mensajes desde el plpito y contrueque de regalos el suceso mayor de la venida de Cristo almundo, sobre todo al Nuevo Mundo. A lo largo del ao se cele-bran numerosas estas conmemorativas de guras y sucesos dela cristiandad. A todas excede en emocin colectiva la del Dade Muertos. La Iglesia ha llegado a disponer, en cada uno desus planteles, de ecaces aparatos tcnicos: sermones, imge-nes, esculpidas y pintadas, ceremonias litrgicas, frontispiciosbarrocos, monumentos fnebres, retablos, procesiones y otrosrecursos de la memoria. No pretendo probar que la Iglesia ca-tlica en Mxico sea nica en este campo. En todo el mundo esuna institucin que vive ms de recuerdos que de ideas; ms delcorazn, sede de la memoria, que de la cabeza, sede de la razn.Pero s cabe armar, que presionada por el pueblo, la Iglesiamexicana le da ms cuerda que en otras partes a la recordacin,deleite en el que tambin se solaza el Estado mexicano.

    El gobierno de la Repblica atiza los recuerdos de carcternacional. Le gusta la conmemoracin de las malas pasadas na-cionales, seguramente con el propsito de que no vuelvan a suce-

    El gobierno de la Repblica atiza

    los recuerdos de carcter nacional. Le gusta la conmemoracin delas malas pasadas nacionales,

    seguramente con el propsito de que no vuelvan a suceder.

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    der. Se nos hace recordar en todos los tonos, y en las diversasedades de la vida, el achicharramiento sufrido por el patriotaCuauhtmoc por rdenes del codicioso invasor Hernn Cor-t s; el homicidio de los insurgentes Hidalgo, Allende y Aldamadispuesto por torvos espaoles; la ejecucin del valeroso cura

    Jos Mara Morelos por la misma gente; la defuncin de losNios Hroes de Chapultepec causada por fusiles estadouni-denses; el robo, por parte de los mismos vecinos, de la mitaddel suelo patrio; la destruccin fsica de la Reforma por losmochos y una nueva oleada de metiches, en esta ocasin fran-ceses, acarreadores del emperador de barbas de oro; las doce-nas de martirios en Tacubaya, Uruapan y otras partes, obra demalos mexicanos; los cientos de defunciones de lderes y obre-

    ros achacados al dictador Daz; los miles de muertos atribuidosal Chacal Huerta. El martirologio ocial de Mxico es, quiz, elms poblado del mundo. En alguna otra parte se har una re-cordacin ms copiosa de defunciones y catstofres? La gente

    y el gobierno a una se acuerdan a diario de latrocinios, genoci-dios, torturas, hambrunas, quemas y fusilatas en las que asomala intervencin de pases extranjeros. El culto a los mrtires deaqu y la irreverencia, el odio y los insultos contra los fuereosson nuestro pan de cada da.

    Pueblo y gobierno se solazan en la recordacin de la maneramacabra cmo algunos de los hroes patrios se volvieron cad-veres. A los mexicanos, como a los judos, nos gusta recordarcalamidades y persecuciones. Nuestro repertorio de remem-branzas sirve para concitar odios y fatalismo. A fuerza de re-cuerdos mantenemos caliente y echando chispas la xenofobia,especialmente el desamor hacia los gringos. Desgraciadamentemantenemos las mismas actitudes en la

    Historia escrita

    que es la cuarta manera como nos apropiamos del pretrito na-cional en forma cada vez ms vista. El enorme caudal de vesti-gios monumentales y documentales y los frondosos recuerdosespontneos y cultivados que testimonian las mudanzas de lavida mexicana han servido de fundamento a una produccincada vez ms caudalosa de libros de asunto histrico de pri-mersima lnea. No menos de cinco mil especialistas en el ma-nejo de tepalcates y papeles viejos laboran actualmente en laresurreccin del pasado prehispnico, la vida colonial y las tresrevoluciones de la vida independiente. De esos cinco millares,una tercera parte es extranjera. Los dos tercios de historiadoresmexicanos, en el Instituto Nacional de Antropologa e Historia,Condumex, El Colegio de Mxico, El Colegio de Michoacn, va-

    El enorme caudal de vestigios

    monumentales y documentales y los frondosos recuerdos

    espontneos y cultivados quetestimonian las mudanzas de la

    vida mexicana han servido de fundamento a una produccin

    cada vez ms caudalosa delibros de asunto histrico de

    primersima lnea.

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    rias sociedades de provincia y algunos institutos universitariosinvestigan, con creciente profesionalismo, los numerosos ava-tares de nuestro acontecer. Esto no quita que siga en el merca-do la mala historia.

    Pocos pases cultivan con tanto entusiasmo como M xico lahistoria que es mucho ms elaborada que la simple recordacin.

    Aqu, al travs de libros, artculos periodsticos, audiciones ra-diodifusoras, programas de televisin, coloquios, conferencias

    y cursos corrientes, el buen historiador procura mantener en lamente de cada uno de los mexicanos el trnsito de hombres de

    Asia a la Amrica, la vida recolectora y cazadora de hace veintemil aos y ms, la invencin de la agricultura del maz, del fri-

    jol y del chile, el desarrollo de las civilizaciones olmecas, maya,

    teotihuacana, tolteca, mixteco-zapoteca, purh y tenochca, lallegada de los hombres blancos y barbados, la Malinche, losdolos a nado, el joven abuelo, la orga del mestizaje, la comprade esclavos oscuros, la servidumbre de indios por conquista-dores y mineros, la evangelizacin, los cultivos y los ganadostrados de Europa, la vida en las haciendas, los obrajes, la mor-tandad del siglo XVIII , los gremios de artesanos, las luces y som-bras del siglo XVIII , los once aos de lucha insurgente, el jbilode la independencia, la etapa anrquico-desptica que condujo ala prdida de la mitad del pas, la reforma liberal y la dictadurade don Por , y por ltimo, la Revolucin y las grandes reformasrevolucionarias en el orden agrario, laboral y de la cultura, laexplosin demogrca, la carrera industrial y otros adelantos

    y problemas del pasado inmediato y del presente, en ocasionesconforme a las reglas del ocio histrico, y en otras.

    La historia ocupada en describir tan compleja vida corre porcuatro carriles desde hace, por lo menos, media centuria: el cle-rical, el ocialista, el marxista y el simplemente comprometidocon la verdad. El primero de los cauces citados tambin admitelos nombres de conservador, tradicionalista y reaccionario; elsegundo se autodenomina liberal y patritico; el tercero pre-tende ser cientco, y el cuarto, por el que las aguas uyen sinruidos ni saltos, no tiene etiqueta popular o propagandstica.

    La literatura eclesistica, conservadora y tradicionalistacuenta cada vez con menos cultivadores. Ya no posee el apoyounnime de la clereca y la aristocracia. Ya no es la nica encursos de seminarios de curas y en colegios de hermanos ymadres. Est en decadencia prctica, que no terica. Aducerazones atendibles al hacer arrancar la vida nacional en la con-quista espaola; funda sobre bases rmes la defensa de la pocacolonial; no aboga por Agustn frente a Miguel slo por abatiral contrincante; no corren totalmente fuera de razn sus jui-cios acerca de la reforma liberal, la dictadura liberal de Daz yla dictablanda que se autonombra Revolucin. Pero el conser-

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    rehye la hechura de discursos panormicos. Aunque le pre-

    ocupa el porvenir, no se atreve a proponer caminos. Aunque esun saber hondo y sistemtico, le asusta sealar rumbos. Es lanica historia plenamente justicada. Se justica como libera-dora del peso del pasado. Su valor se asemeja al de los diabli-tos en uso por los cargadores de la Merced. Por medio de lahistoria verdadera quiz sepamos qu es

    Lo defendible y lo arrasable

    del enorme peso del pasado nacional, qu lo daoso y qu lo nu-tritivo, cul es el lastre que conviene mantener para no quedar

    como hoja en borrasca y cul destruir para no hundirse comopiedra en el pozo. Necesitamos del pasado pero slo en deter-minadas dosis y no a cualquier hora. La manera como se con-sume en Mxico resulta, segn varias opiniones de buenos ylcidos amigos, txica y paralizante. Apenas permite moverse,dar paso, cumplir programas. Entre nosotros, el peso del pasa-do es muy pesado; nos produce ms molestias que una pesadacena; nos embota el pensamiento; nos despierta el malhumor;nos mantiene insomnes, pero no giles.

    Si ste no fuera un mero ensayo, aducira pruebas, me de-morara muchas pginas para demostrar cada una de las cosasdichas. Es demostrable la manera multiforme como se presen-

    ta el pasado en Mxico. Es posible fundar la armacin de queconsumimos grandes y poco digeribles dosis de ayeres en formade supervivencia, de reliquia, de aoranza y de historia. Esfcil documentar, hasta con una simple excursin, que hay enla Repblica mexicana personas que se han mantenido en laedad de piedra; grupos sociales que persisten en la manera devida colonial; hombres adormilados en los tiempos de Croix yde don Por y una mitad de compatriotas que se apretuja en lacivilizacin moderna aunque sin democracia ni otros valoresrecientes. Es ms fcil an aportar pruebas de la superabun-dancia de reliquias: tumbas, pirmides y cdices prehispnicos;tumbas, templos y manuscritos coloniales; tumbas, palacetes,

    y peridicos de la dictadura y el brazo de Obregn. Abundanlos testimonios del Mxico relicario, de la patria convertida encuarto de tiliches, del polvo de historia, de la basura dejada porcien siglos de humanidad. No menos demostrable es la costum-bre mexicana de acordarse de sucedidos dolorosos de la vidapersonal, familiar, local y nacional. Estn a la vista morbosasconmemoraciones eclesisticas y ociales, del municipio y dela familia. Ya habr tiempo, en otra ocasin, de aducir pruebasde nuestras varias y caudalosas corrientes historiogrcas y delo malsano de dos de ellas, de las que se encargan de atizar el

    Abundan los testimonios del

    Mxico relicario, de la patria convertida en cuarto de tiliches,del polvo de historia, de labasura dejada por cien siglosde humanidad. No menosdemostrable es la costumbremexicana de acordarse de

    sucedidos dolorosos de la vida personal, familiar, local ynacional.

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    pleito estpido y doloroso de indigenistas e hispanistas, de de-votos de Hidalgo contra devotos de Iturbide, de admiradoresde Jurez contra admiradores de Miramn, de unos mexicanoscontra otros por qutame esas pajas.

    Los considerandos anteriores, para seguir la costumbremexicana del siglo XIX , deben adicionarse con un llamado a lasarmas, con un lema de combate. El grito del Hidalgo del futuroprximo debe ser: Seores, no hay ms remedio que ir a remo-ver supervivencias, encarcelar residuos y enterrar mrtires! Elnuevo grito de Dolores tiene que arremeter contra las nimasde los difuntos que siguen metindose con nosotros. Las con-signas para la siguiente generacin de mexicanos deben ser:no ms supervivencias intiles o perjudiciales; no ms basu-

    ra fuera de su lugar; no ms remembranzas encendedoras deodios, suspicacias y quejumbres; no ms historias con aspectosde puales.

    Posibles combatientes: no propone ninguna accin destruc-tiva sin lmites; no se postula la homogeneizacin como metaprincipal; no se rechaza el derecho a la diferencia consciente yquerida; de ningn modo se busca la destruccin de monumen-tos y documentos del pasado; por ningn motivo se propondrahora el cese de algunas conmemoraciones religiosas y cvicas,

    y ni siquiera se har la til sugerencia de maniatar y ponerbozal a los historiadores clericales o hispanistas y ocialistas ohispanfobos. Antes de la fusilata, conviene proceder de modocontrario a Pancho Villa o a quien haya dicho: primero maten

    y despus averigen. Previas a las operaciones de perdn eincendio deben ser las de catlogo y discrimen. Si previa-mente se hace historia en serio, que es la forma sana de con-sumir pasado, puede justicarse la destruccin de los modosindigestos, intoxicantes, malsanos, de comer ayeres. En pasti-llas historiogrcas de buena factura, el pasado del pas en vezde proyectar la densa sombra sobre el presente que descubre

    Alan Riding, proyectar luz necesaria para saber caminar sindemasiados tropezones.

    Antes de la fusilata, conviene

    proceder de modo contrario a Pancho Villa o a quien haya

    dicho: primero maten ydespus averigen. Previasa las operaciones de perdn e incendio deben ser las de

    catlogo y discrimen.