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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. La poesía ebanita y su precursor Candelario Obeso Escribe: RAMIRO LAGOS Colombia, crisol de un claro mestizaje acriollado, donde la raza se funda, no en el color sino en el bronce de su val or y de su épica, unido a e sa patina de cultura que da al colombiano un perfil singular, es quizá una de las naciones que más se han liberado, por su cu lt ura, de las consabidas dis criminacion es que separan al blanco del negro, del mulato y del aindiado. N o es Colombia un paí s estrictamente criollo como l as naciones rio- pla tenses que se precian de su ances tro europeo. Sin embargo, tan criollo culturalmente, se enorgullece de serlo el colombiano como aquel que lo es por di ctados de la sa ngre ancest ral, consi- derándose Colombia uno de los países más hispánicos, no sólo por la sangre cultural que colma su espíritu neorenac ent is ta, si no por el purismo de su lenguaje castizo con que se expresan, pa ra hablar con énfasis y claridad, las voces múltiples de sus portavoces raciales. La cultura criolla definidora de la unidad y de la idiosi ncras ia colombiana allana todo complejo racial proporcionando escalas de superioridad a quien por los cam inos del arte llega a surgir como epónimo. Al evocar el tema de la poesía de color dentro del contexto de la poesía negra, como se les antoja llamarla ahora, sea el anterior preámbulo un portalón cultural para que se entienda cómo en Colombia, no existe puerta tras era para razas dis cri- minadas si no que, todo lo contrario, por su portalón clásico o bar roco entran todos los po etas blancos, negro s, mulatos o mes- t izos, y si hubies e un poeta con cara de chibcha o de pijao, tam- bién entraría por el amplio portalón dorado de su li teratu ra nacional. De lo cual se podrá fácilmente colegir qu e no ha exis- tido poes ía negra en Colombia, porque en el connubio ra cial 217

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La poesía ebanita y su precursor

Candelario Obeso Escribe: RAMIRO LAGOS

Colombia, crisol de un claro mestizaje acriollado, donde la raza se funda, no en el color sino en el bronce de su valor y de su épica, unido a esa patina de cultura que da al colombiano un perfil singular, es quizá una de las naciones que más se han liberado, por su cultura, de las consabidas discriminaciones que separan al blanco del negro, del mulato y del aindiado. N o es Colombia un país estrictamente criollo como las naciones rio­platenses que se precian de su ancestro europeo. Sin embargo, tan criollo culturalmente, se enorgullece de serlo el colombiano como aquel que lo es por dictados de la sangre ancestral, consi­derándose Colombia uno de los países más hispánicos, no sólo por la sangre cultural que colma su espíritu neorenacentista, sino por el purismo de su lenguaje castizo con que se expresan, para hablar con énfasis y claridad, las voces múltiples de sus portavoces r aciales. La cultura criolla definidora de la unidad y de la idiosincras ia colombiana allana todo complejo racial proporcionando escalas de superioridad a quien por los caminos del arte llega a surgir como epónimo.

Al evocar el tema de la poesía de color dentro del contexto de la poesía negra, como se les antoja llamarla ahora, sea el anterior preámbulo un portalón cultural para que se entienda cómo en Colombia, no existe puerta trasera para razas discri­minadas sino que, todo lo contrario, por su portalón clásico o barroco entran todos los poetas blancos, negros, mulat os o mes­t izos, y si hubiese un poeta con cara de chibcha o de pijao, tam­bién entraría por el amplio portalón dorado de su literatura nacional . De lo cual se podrá fácilmente colegir que no ha exis­tido poesía negra en Colombia, porque en el connubio racial

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tampoco ha existido tal discriminación, a no ser que por poesía negra s-e entienda, como parece ser el consenso crítico, aquella que representan las voces de la raza ebanita. Hay en este sen­tido en Colombia brillantes poetas mulatos que podrían ser los voceros de la raza negra, desde Candelario Obeso hasta Jorge Artel quien tuvo conciencia de su negritud: "Negro soy-Poeta de mi raza heredé su dolor". Pero si hubo un poeta mulato: Juan Zapata Olivella, que se proclamó como · candidato presi­dencial del movimiento nacional de las negritudes, también lo fue del mestizaje de Colombia, lo cual, lejos de inferir cualquier t ipo de discriminación racial, conllevaba un ideal de unión polí­t ica de masas por la reivindicación de todas las clases populares, y no exclusivamente por la posible reivindicación social de la raza negra. ndenos pudo entenderse corno un intento de recu­perar sus nostálgicos ecos de africanía corno pudo intentarlo el poeta Releías Martán Góngora con su M es ter de negrería ( 1) y su exaltación poética del currulao del litoral del Pacífico.

La poesía ebanita es, en todo caso, la versión colombiana de dicho Mester, y si ebanita es el epíteto con que hemos carac­terizado tan significativo quehacer poético, llevándolo a las pá­ginas de una antología liberada contemporánea (2), fue nuestro propósito embellecer con el término ebanita el concepto que po­siblemente se tenga de la raza de color, sustituyendo la deno­minación acaso peyorátiva de poesía negra por aquél, para dis­tinguir la de esa negritud con que otros antologistas o especia­listas de poesía negra representan a sus portavoces.

La poesía ebanita en Colombia se identifica plenamente con la poesía blanca de los criollos o m-estizos, y si Juan Zapata Olivella escribió sobre los colores de la poesía, no fue para trazar líneas discriminatorias, sino para unirlas dentro de un amplio arco iris estético o amoroso, delineando sus gamas sólo por sus ritmos o sus irradiaciones de procedencia anímica o sensorial . Al respecto dice el poeta Zapata sobre el color de la poesía cuya policromía se funda en el concepto universal del amor:

uAmor en blanco, en negro o en amarillo es igual al cobrizo, todo depende de quien el amor hizo, al instante preciso; al momento incesante del dulce encantamiento,

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sucesivamente escalonado, para quedar maravillado de su deslumbramiento;

1 gual es la poesía, inspirarse en la noche, inspirarse en el día, al ma1·gen del color pues cuando la creación llega, nadie nunca le niega su virtual espler,_clo1·" ( 3) .

Bajo el €splendor de su arte Rubén Darío, logró darnos en Cuba, con su esbozo de preciosismo túrgido y sensual en torno a la Negra Dominga, un anticipo de poesía ebanita dentro de su estética modernista. Bajo el mismo esplendor, arco triunfal del esteticismo colombiano, ha habido poetas blancos como Jorge Zalamea o Camilo Orbes que escriben poesía negra y hay poetas negros o amulatados con orgullo de serlo como Hugo Salazar Valdez y Marco Fidel Chaves, que €scriben bellos poemas de inspiración ebúrnea, lo cual no los evade de los contornos del ébano en qu€ su raza se esculturaliza o se hace ritmo de sus más espectaculares currulaos. B1anca la poesía negra de Co­lombia o inspirada bajo el arco iris de todos los colores con la diafanidad de los clásicos o el preciosismo de quienes la moder­nizaron para universalizarla o la liberaron para enriquecerla de ritmos más auténticos, busquémosla primigeniamente en el origen de su roja protesta, para hacerla precursora en América de su rebeldía contra la esclavitud y la opresión. Remitámonos al poema anónimo "A la mina", de la región de Iscuandé, escri­to a mediados del siglo XVII, cuyo tono descubre la insurgencia del mitayo rebelde que se expresa a este tenor:

"Aunque mi amo me mate a la mina no voy,

. . yo no qutero monrme en un socavón. -Don Pedro es tu amo: él te compró . -Se compran las cosas, a los hombres, ¡no! Y aunque mi amo me mate a la mina no voy. -Tú eres mi esclavo!

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-No, mi señor. Y aunque mi amo me mate, a la mina no voy . En la mina brilla el oro, al fondo del socavón. El amo se lleva todo: al negro deja el dolor. E l blanco vive en su casa de madera, con balcón . El negro, en rancho de paja, en un solo pa1·edón. Cuando vuelvo de la mina cansado del carretón, encuentro a mi negra triste, abandonada de Dios y a mis negritos con hambre . Por qué esto . Pregunto yo . Y aunque mi amo me mate a la mina no voy" .

La voz del socavón se dejara oír cuatro siglos después en la poesía postmodernista de Releías Martán Góngora, no como denuncia de la época actual, sino como reminiscencia de la mita o del posterior maltrato que se le dio al negro minero, no obs­tante las prédicas de San Pedro Claver, su defensor histórico, cuyo eco lamentablemente desoyó "líricamente" Julio Arboleda, "patricio" vendedor de esclavos.

Rotas las cadenas de la opresión con la abolición de la es­clavitud en 1844, por cuya causa había luchado en 1781 José Antonio Galán, el comunero, le fueron otorgados al negro los mismos derechos ciudadanos y políticos que disfrutó la mayoría de los colombianos y su voz tradicionalmente ha sido escuchada en la cátedra, en el parlamento, en la palestra pública, en el pedestal de su cultura. Sobre dicho pedestal fue, en el siglo pasado, la fulgente pluma de Candelaria Obeso la que inició la poesía ebanita de Colombia, considerándosele desde entonces como el precursor ( 4) en Sur América de ese género literario llamado "poesía negra", si por tal se entiende la escrita por plumas de negros o mulatos y no por las de los que viven del color del negro y lo usufructúan folclóricamente, como lo denun­cia el escritor Manuel Zapata Olivella .

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Candelaria Obeso nació en Mompós el 12 de enero de 1849 y murió en Bogotá el 3 de julio de 1884. Estas fechas son im­portantes porque, a nuestro entender ningún otro poeta que le antecediera en Hispanomérica se había destacado tan alto como epónimo de su raza negra. Pero Candelaria Obeso, no sólo se destacó como poeta, sino como hombre de gran cultura, habiendo sido educador, novelista, comediógrafo y traductor en varios idiomas, habiendo sido magistral su traducción de Otelo de Shakespeare. Otras traducciones suyas de la poesía inglesa, francesa y noruega se rece gen en su libro Lectura para ti. Ins­pirado en Byron y en Víctor Rugo, Candelaria Obeso, poeta romántico, como ellos, no sólo irradió de los destellos del ro­manticismo europeo sino que fue también pregón del romanti­cismo colombiano. Su obra La lucha de la vida está poblada de voces de ese romanticismo dialogante y soliloquia! en que el poeta, innovando la forma tradicional, se hace sentir dentro de sus múltiples manifestaciones sentimentales y nos hace sentir a través de sus personajes reales o ficticios, todas las vivencias líricas e ideales del alma colectiva, como si Candelaria Obeso se hubi-ese propuesto ser la voz epocal del romántico pueblo colom­biano. Festivo de carácter, con lampos en su expresión de leja­nas melancolías ancestrales, el poeta recogió en sus poemas sus abscónditas tristezas, sus nobles pasiones amorosas, sus nostál­gicos recuerdos rodeados de ternura, en que se asoman dulces perfiles femeninos, nimbándose entre ellos la imagen de su ma­dre, para evocarla dentro del marco de sus más tiernas efusiones:

usobre tu seno reclinado un tiempo puro el halago de tu amor bebía. uOh! cuanto he sido con tu amor ingrato,

Jfadre amorosa! (5).

La mujer amada, blanca, negra o morena, más cerca de su realidad que de su idealismo romántico es camafeo de su cora­zón frente al cual se produce el "Crepúsculo del alma" como poema y como remembranza :

"Cabe el robusto tronco de una ceiba la alcancé a ver, tenía

destrenzada la hermosa cabellera Que acá y allá los céfiros movían" ( 6) .

Romántico dentro de su intimismo más logrado, en su poe­ma "Sotto Voce" traduce la historia de su corazón, historia

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dulce y dolida, confidencializada en su más delicado lirismo. Evocando su infantil alegría rodeada de hados tristes, el poeta pletórico de ilusiones, impulsado por los turbiones del río Mag­dalena, evoca su tránsito de la provincia colombiana a la capital cultural del país donde inicialmente pudo chocar con el huma­nismo deshumanizado de las élites, cuando dice: "en este valle -no hay que esperar que halle la apreciable bondad noble acogida". Entonces era el poeta un joven de "ardiente corazón", halagado por sueños de gloria, cuando ufano, como él mismo lo confiesa:

"Mi bordón en la mano, Veloz la planta a Bogotá moviendo cruce descalzo el desigual camino que . . . 1ne trazó el destino, y ya por siempre repasar pretendo . Llegado aquí, por nadie conocido,

y harapos vestido, larga pena sufrí, pobre estudiante". (p. 87) .

La desigualdad en todo sentido que se insinúa en el poema, económica, social y posiblemente racial fue la que mantuvo ten­samente angustiado pero optimista en su arribo a la capital colombiana cuyo frío altiplano desafió con su espíritu de supe­ración cultural, hasta lograr levantar cabeza intelectualmente por encima de quienes años antes de su acceso al aula univer­sitaria y a los cenáculos literarios, lo habían mirado acaso des­pectivamente. Ya no era .el negro Candelario Obeso, sino el poeta romántico, la voz lírica de su pueblo. Como lauro de su superación, la crítica reconoce que Candelario "brilla en sus obras, y ocupa señalado puesto entre los pocos privilegiados que constituyen la aristocracia del talento" (7) .

Como poeta del pueblo, logra crear un género poético ex­clusivamente suyo que marcó un hito en la crítica de su época, considerándosele como el inicio de un "mester de negrería" cuyo eco r epercutiría en la época actual. Fue cuando en 1877 publicó su obra Cantos populares de mi tie?Ta, prometiendo ampliar el género con "variantes notables en la forma y en la idea" y no limitándose en lo general "al modo de expresión vul­gar y las costumbres del pueblo de Bolívar", comarca costeña colombiana . Su meta era, avanzando hacia el Magdalena y Pa­namá, la de ser intérprete del espíritu del pueblo, preferencial-

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mente el negro y el mulato, recogiendo en sus poemas sus sen­timientos y reflexiones dentro de un lenguaje nativista que fuera remedo regional de ciertas peculiaridades dialectales de su raza . La sustitución de su habla castiza como poeta educado en los paraninfos bogotanos por el lenguaje del boga de color, fue claramente un intento en él de crear un nuevo género, lo­grando magistralmente la fusión de lo culto con lo popular den­tro de una métrica de arte menor y de arte mayor propicia en cada caso, para entremezclar sus personales sentimientos, su ternura y sus intuiciones con los sentimientos melancólicos del boga. Al dedicar "La Canción del boga ausente" a los epónimos del clasicismo colombiano, Rufino Cuervo y Miguel Antonio Caro, piénsase en una reacción o un acto de rebeldía del poeta contra el casticismo tradicional o en una ruptura literaria en busca de un cambio intencional que abriera paso a la expresión popular de sus cantos. Tan intencional fue su intento que él exhor ta a que se cultive este género auténtico, para lograr fun­dar la verdadera positiva literatura. Solo así, dice, ''se acabara el furor de imitación, tan triste, que tanto ha retrasado el en­sanche de las letras hispanoamericanas" p. 49.

"La canción del boga ausente", su po~ma más popular, ejemplariza su novedad de autoctonía típica del mulato o del costeño. Remitámonos a su canto para observar cómo el boga rema su lengua por entre un r elevo de letras, sílabas y acento muy suyo que se resiste a la expresión castiza:

"Que trite que etá la noche, la noche qué trite etá no hay en er cielo 'Una etrella

R emá, remá. La negra re mi arma mía

Mientra yo bt·ego en la má Bañao en sur6 por ella, . ... Qué hará? Qué hará? La j embras son como toro

lo 1·' eta tie1·1·a ej graciá; Con acte se saca et· peje

De1· má, der má! p. 18.

N o sólo por estas estrofas, sino a través de otros cantos, se observa cómo Candelaria Obeso trata de exteriorizar la sen­sibilidad del mulato, ejemplarizada en el boga, acompasando su

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voz con la sonoridad rítmica, dentro de cierto aire de africanía tropical. Pero hay muchos más dest ellos de auténtica poesía ebanita dentro de su variada temática, dentro de sus ricas moti­vaciones y vivencias. Hay estrellas negras que parpadean leja­namente a lo largo del río Magdalena, pero hay un bello sol costeño, sol comunero de la alegría compartida. Hay lances de amor en la poematizada historia "Er boga charlatán", bailador de porros, osado y pendenciero. Hay "lumbrosa claridad" en la suspirante nostalgia frente a una tierra frutal que solo puede coronar la dicha con la presencia de la mujer morena. Hay, pues, en el cúmulo de atributos que se exaltan del mulato y de su solar nativo, expresiones de libertad, de celos, tristezas, de­sengaños, añoranzas, humor, picardía, sensualidad, orgullo, de­nuncia social y alegría junto al mar donde el corazón es más grande. Y en el fondo del alma blanca del negro un delicado amor romántico se madrigaliza en la poesía de Candelario Obeso ante la hermosura de la mujer blanca conquistada con arte de fruición :

Oh ' . . ¡ . gracta . .. gracta . .. ago'ra quérate siempre ansina y nunca re tu labio se vaya esa sonrisa" p . 36 .

Ya el poeta, teorizante de exquisiteces románticas, había dado a su pueblo en la balada "Los palomos" una lección de puro amor libre, inspirado en el Ars Amandi de la naturaleza colombiana:

"Siendo p1·obe alimales lo palomos, a la gente a sé gente noj enseñan; E su condúta la mejó cactilla, hay en sus moros efertiva cencia" Nacen los ros sobre las mismas pajas; Y allí se etán hata en repué que vuelan; 111 aj asina chiquitos, entre er río Se rán caló, entre juntos, y se besan" p . 15.

La actitud del negro frente al blanco es de admiración no por su prosapia sino por su cultura, por su bondad y por su respeto a la libertad. Muy enfático el poeta expresa el sentir del pueblo mulato en sus relaciones con el blanco, y son muy claras sus manifest aciones en su poema "Epresion r e mi amita":

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"Por un mochoroco guapo y sobre guapo enstruído, soy capá re mocdé er suelo y 1·e mucho sacreficio" p. 29.

No obstante la admiración que se le expresa al blanco, deja el poema entrever una advertencia, condicionando su admiración a su conducta con la mujer del negro y a su respeto a la libertad y derechos adquiridos, sin que el blanco quiera imponerse a la fuerza por razón de su linaje hispánico. Y así el mulato, con­siderándose rey de sí mismo, hace crecer su orgullo en la voz del poeta, tensado su admonición:

"Uté, banco y vecbo y gracia .. . manque en la España nacío puere rijponé re mí" p . 29 .

En el poema "Epropiación re uno corrigos", lejos de ex­presar repudio por la raza contraste, poematiza que el blanco es su consuelo cuando es justiciero y protector de los humildes, aspirando a que el blanco conviva entre los negros, para conocer sus costumbres, sus actitudes nobles, su dign~dad humana. Or­gulloso de su raza el poeta lo había declarado en prosa: "A mí me honra ser negro y mi f ealdad me encanta. Lo feo pulimen­tado cuando agrada es de veras . La regeneración est á en mi raza . Y a la ciencia lo dij o : el gérmen de la vida se halla en ella, de la vida del cuerpo. La del alma es distinto; se contiene en la Biblia en cierto modo". Frente al blanco linajudo, lejos de acomplejarse, lo repudia, poniendo en tela de juicio a la ar is­tocracia criolla, de la cual dice : "la aristocracia nuestra es un espantajo, una triste rapsodia, si no es una mezcla confusa de elementos diversos a cual más miserables. En la "creme de la creme" no hay sino cieno, raquitismo, patranas, gérmenes co­rrompidos, salvo unas excepciones . .. se mantiene del f raude y del engaño. Todos son enfermizos y de una raza ambigua ; ver­daderos famélicos sociales. La tradición de algunos es horrible, oscura cual sus almas . Su conato es ser blancos y bonitos" pág . 51.

N o admite el poeta, en su poema "Serenata" a los cachacos capitalinos, que su raza vuelva a ser suplantada por quienes, herederos de los encomenderos, mantienen la manía de la opre­sión frente a los humildes y a la vez buscan su voto para subir

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al poder. Y liberado el mulato hecho soldado, se deja oír a través del poeta:

u Sí fuí sordao pocque ofendía mi humirde rancho ... Si acguno quiere trepacse en arto buque eicalera po1· ot-ro lao ... " p. 32.

Exalta el mulato peregrino la libertad con amor y entu­siasmo, poematizándola el poeta que la ama como el pájaro a su nido, como la flor a la lluvia, como el agua al bocachico, para proclamarla como la ley del viento cuyo mensaje ha de llevarse al mundo de lo que en Colombia ocurre según el poeta que habla con la voz de su época y de su pueblo, para que se sepa poemá­ticamente cómo en Colombia, "ciuraranos son er negro, er blan­co, er indio", cómo "mi negra tiene trataimiento fino" y como "eta tierra richosa", es "asiento re la iguarda", Maire re los hombre rigno" .

Tierra de libertad, tierra buena, Colombia, fue paraíso del campesinado en la época de su primer cantor popular, Cande­laria Obeso. La dicha campesina cantada en su "Canto del Montara", frente a una naturaleza frutal descrita también en el canto "A mi morena", contrasta con el peregrinaje del boga, que asfixiado acaso por la maraña y la manigua del río Mag­dalena, su ideal es bogar, bogar hasta encontrar el mar con el sol más bello en que, por fin, la raza de color encuentra claridad, alegría, grandeza, hermosura y aire para liberar su espíritu y para soñar. Sueño de una raza en que se funda el idealismo y el lirismo de este gran precursor de la poesía ebanita que es Candelaria Obeso.

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( 1) Martán Góngora es el primer poeta de Colombia y acaso de Suramérica que renueva el término medieval de "mester", aplicándolo a la poesía negra y así agrupa una serie de poemas suyos con el nombre de M es ter de negrería, como si intentara continuar el género poético iniciado por Candelario Obeso. Remedo del lenguaje negro son sus poemas " Pejca" y "Er Peje Grande". Véase, Martán Góngora, Releías, Suma Poética (Bogotá: Ediciones de la rexista Ximenez de Quesada, 1969, pp. 120-152.

(2) Ramiro Lagos sustituye la denominación de la poesía negra por el de poesía ebanita, anotando que lo que se pretende es hermosearla y liberarla de toda negrura peyorativa, para integrar en un solo prop"ósito lírico las plumas blancas de la poesía negra y las plumas negras de la poesía blanca. Véase, Lagos, Ramiro, Poesía libet·ada y deliberada de Colombia (Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1978), p . 117.

(3) Zapata Olivella, Juan, El Color de la poesía, Port-au-Prince, Haití , 1982, p. 9.

( 4) Serios investigadores y críticos como Angel Val buena Briones (Véase su obra, Lite?·atura H ispanoaméricana, p. 422) y Carlos Arturo Caparrosa (Véase, Dos ciclos de lirismo colombiano, p: 109), reconocen el papel de Candelaria Obeso en América como precursor continental de la poesía negra cuya génesis, con todo, hay que buscarla en los autores anó­nimos. Y así dice Releías Martán Góngora, al respecto: "En la prehis­toria de la poesía afroamericana, el verbo se hizo copla y habitó en las bocas anónimas". Y para darle importancia al origen colombiano de la poesía de color, Martán se apoya en la edición cubana de la novela María, cuyo prologuista, Eduardo López Morales acota: "El habla de los bogueros ha sido captada con precisión, pero, sobre todo, descuella la ad­mirable hunde, precursor de la poesía de Palés Matos y de Guillén". Véase "Notas en torno a la poesía negra en Colombia", artículo de R eleías Martán Góngora, Boletín Cultu'ral y B ibliográfico , Volumen XVIII-Nú­mero 1, 1981) p. 188.

(5) Candelaria Obeso, Cantos populares de mi tie?·ra (Poesía com­pleta), Bogotá: Ministerio de Educación Nacional, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1950. p. 226.

( 6) Ibídem, Sección L ecturas para ti, p. 78.

(7) Julio Añez, "Candelaria Obeso", Boletín Cultural y Bibliográ­fico, Volumen V. Número 11, 1962, p. 14.

Nota final: Este trabajo fue leído como ponencia en West Forest University (USA), con ocasión de la Conferencia de los profesores de lenguas de los Estados del Sur, reunida en Winston Salero el 12 de octubre de 1982.

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