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xl LA POLITICA HIDRAULICA Con la pérdida de nuestras últimas Colonias y en aquellos tristes años de depresión (y de oprobio) nacional, se inició el deseo, por parte de muchos españoles, de buscar remedio a tan lamentable situación, a tan definitivo derrumbamiento, y entré los vagos, incoherentes y poco meditados planes y proyectos de regeneración, se oyó, por vez primera, con más limpio y pro- metedor sonido, el programa que difundió Costa, bautizado con el nombre de "política hidróulica". No es que se descubriera entonces la necesidad de regar nuestros campos, no; es que agotadas la poiftica ganadera y la de roturaciones, las fuerzas productoras de nuestro suelo, se volvía la mirada hacia las pocas regiones vivas de nuestra agri- cultura, las zonas de regadío, ^las que los políticos no habían podido destruir aún, pero que también se vefan ya con la tala del arbolado de las cabeceras de las cuencas fluviales, en tran- ce, por de pronto, de sufrir graves quebrantos, porque los pan- tanos alimentadores se cegaban y porqua los torrentes espa- ñolss, en diversas comarcas, habían hecho su aparición en forma progresiva y con daños que alarmaron a la opinión pública. Ello hizo nacer paralelamente a la política que preconizaba e) riego, la concepción de su defensa, basada en la repobla ĉ ión forestal de las laderas de los montes y de las cabeceras de las cuencas torrenciales. No era nueva, ni mucho menos, la idea de ensanchar el régadío en España, y sin remontarnos a los (beros y romanos, ni a los órabes, que tan prácticas y sabias organizaciones sobre el regad(o habían dejado en nuestra Patria, son bien conocidas - t.t^ -

LA POLITICA HIDRAULICA · Tienen que seguir, para regenerarse las selvas, idéntico proce-so y camino que en los primeros d(as de la creación, de los Ilanos a las alturas; principiar

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LA POLITICA HIDRAULICA

Con la pérdida de nuestras últimas Colonias y en aquellostristes años de depresión (y de oprobio) nacional, se inició eldeseo, por parte de muchos españoles, de buscar remedio a tanlamentable situación, a tan definitivo derrumbamiento, y entré losvagos, incoherentes y poco meditados planes y proyectos deregeneración, se oyó, por vez primera, con más limpio y pro-metedor sonido, el programa que difundió Costa, bautizado conel nombre de "política hidróulica".

No es que se descubriera entonces la necesidad de regarnuestros campos, no; es que agotadas la poiftica ganadera yla de roturaciones, las fuerzas productoras de nuestro suelo, sevolvía la mirada hacia las pocas regiones vivas de nuestra agri-cultura, las zonas de regadío, ^las que los políticos no habíanpodido destruir aún, pero que también se vefan ya con la taladel arbolado de las cabeceras de las cuencas fluviales, en tran-ce, por de pronto, de sufrir graves quebrantos, porque los pan-tanos alimentadores se cegaban y porqua los torrentes espa-ñolss, en diversas comarcas, habían hecho su aparición en formaprogresiva y con daños que alarmaron a la opinión pública.

Ello hizo nacer paralelamente a la política que preconizabae) riego, la concepción de su defensa, basada en la repoblaĉ iónforestal de las laderas de los montes y de las cabeceras de lascuencas torrenciales.

No era nueva, ni mucho menos, la idea de ensanchar elrégadío en España, y sin remontarnos a los (beros y romanos,ni a los órabes, que tan prácticas y sabias organizaciones sobreel regad(o habían dejado en nuestra Patria, son bien conocidas

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las disposiciones de los Reyes Católicos y las de Carlos V, quedió comienzo al canal principal de Aragón, olvidado despuésy vuelto a rehabilitarse por Carlos III, gracias al talento y ener-gía del Canónigo Pignatelli. En este tiempo se proyectaron otrosmuchos, como el de Tamarite, Urgel y Tauste.

Ya en 1548 las Cortes de Valladolid recuerdan la necesidadde nuevos regadíos para remediar la falta de pan y muchahambre de los reinos de Castilla, y suplican los Procuradoresque se haga venir de fuera personas expertas a quienes diesecomisión de visitar los r(os y aguas de C,astilla, y averiguadaslas tierras susceptibles de ser regadas, proveyese la convenientea su beneficio.

Pero, singularmente, el Conde de Aranda, Campomanes, Jo-vellanos, en su informe sobre la ley agraria, y desde entoncesotros muchos grandes españoles, Feijóo, Cabarrús, Fermfn Ca-ballero, se ocupan y defienden la idea del regadfo que se disipaen la marea desamortizadora y en el reparto de tierras de se-cano, en las arbitrarias roturaciones y talas de arbolado, quemomentáneamente satisfacen la sed de tierras y de cultivos quepadece la nación, porque inunda y desborda toda ansiedad ypreocupación agrícola y social, a la vez que satisface los apurosde la Hacienda y las ambiciones de los polfticos.

Solamente cuando todo se ha consumido, agotadas las tie-rras; en quiebra, no ya la Hacienda, sino la Patria; perdidaslas Colonias y esquilmado el propio solar-porque talados losmontes y aprovechadas las tres o cuatro primeras cosechas, latierra se muestra agotada-, los pocos españoles que aun con-servaban el equilibrio y la razón para hacer un somero inventa-rio de nuestra situación, no hallaron otra cosa viva, permanentey bien lograda que las zonas de regadio, que pese al embatede los siglos, de las dinastfas y de los Gobiernos, segufan siendomuestra perenne, ejemplo vivo de lo que es capaz un labradorespañol que trabaja con acierto cuando el destino y la orientp-ción agrícola es la apropiada a las condiciones geogróficas dela zona y a las agronómicas de la tierra que se le entrega.

Cuando la Ilamada generación del 98, escéptica, de ideo-logfa aruinada, hablaba en plena catástrofe naciona ► del atra-so de la agricultura y del arado romano para cantar alabanzasde lo extraño y deprimir y rebajar lo nacional, no hab(a sino

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recordar las huertas de Valencia, Murcia, Motril, Castellón, Za-ragoza, el Jalón, la Rioja y Aranjuez, a la vez que mostrarleslos primeros libros americanos sobre el cultivo de secano, del"dry farming" en el Far West, que justificaban nuestras costum-bres de buen labrador I11.

Qué, ni quién, había de impiantar nada nuevo, que no fueseun progreso cientifico reciente; en nuestras viejas tierras por lasque han pasado tantos pueblos y tantas civilizaciones cultiván-dolas y atendiendo su modo de ser y sus necesidades.

Sólo la ambición polftica de los hombres ajenos a ellas escapaz de mudar circunstancialmente, como ocurre con las gue-rras y los planes politicos o disposiciones juridico-administrati-vas, la costra de su formación, que depende de las organizacio-nes sociales y de la población, pero indefectiblemente vuelve lanaturaleza a imponer sus sabias leyes y a encauzar las erróneasiniciativas, muchas veces con implacables castigos de esterilidad,sequías, inundaciones y ruina, que hace meditar a los hombressobre su conducta, sobre sus creencias y sus escasos conoci-mientos y torcidas orientaciones.

En el Congreso de Agricultores celebrac}o en Madrid en 1880,presentó Jóaquín Costa una proposicián que decía: "La condi-ción fundamental del progreso agricola y socia) en España, ensu estado presente, estriba en los alumbramientos y depósitosde aguas corrientes y pluviales. Esos alumbramientos deben serobra de la nación y el Congreso agricola debe dirigirse a lasCortes y al Gobierno reclamándolos con urgencia, coma el su-premo desideratum de la agricultura española."

EI 8 de septiembre de 1892, en la Asamblea de agricultorescelebrada en Barbastro, como Presidente• de la Liga de Contri-buyentes de Ribagorza, iniciadora de la Cámara Agrícola delAlto Aragón, once años después del Congreso madrileño, volvióa levantar su voz el ilustre aragonés. En esos once años no sehabía construído un solo canal, a pesar de los estímulos de la

^ Il ► EI Ingeni^ero Agrónomo español. José Cascón, estableció experimen-talmente ^los fundam^entos del cuitivo de secano y la razón de ser ^e^l barbe-cho, en la granja agríco'la da Palencia, rehabilitando nuestro cultivo trod^i-cional y anticipándose a'los trabajos de los agrónomos norrteameritanosŝobre el "dry farming". IAgricultura española, 1934.1

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ley de 27 de julio de 1883; habfa caducado el tratado comer-cial con Francia, que trajo una nueva perturbación a la agri-cultura nacional; por otra parte, los siete años no interrumpidosde sequfa y esterilidad i1884-1891) en la litera y gran partede los Somdntanos y la nueva concesión propuesta del famosoproyecto del canal de Tamarite a empresarios particulares, comoa la vez era necesario levantar una bandera o imponer unaorientación a la Cómara Agrfcola del Alto Aragón, Costa seexpresó así:

"EI Alto Aragón necesita muchas cosas, tantas, por lo menos,como mandamientos tiene la Ley de Dios, pero todas ellas seencierran en una: los riegos; por la constitución especial ^delAlto Aragón, cortado en dos fajas paralelas, una, de montañas,productoras de agua corriente, y otra, inferior, de planicies es-teparias sin bosques, sin Iluvias y sin manantiales, el camino defomentar su agricultura se cifra entero en el fomento de losriegos, en el aprovechamiento de las aguas de la montaña pararegar los Monegros, los Somontanos y la litera, y asf, la espe-cialidad de la Cámara Agricola del Alto Aragón la impone lamisma naturaleza de las cosas: canales y pantanos; pantanosy canales." ,

Costa se proponia, al poner en marcha la polftica hidráulica,según se dice en su libro la fórmula de la agricultura, lo si-guiente: •

1.° Extender la zona de prados, hoy^insignificante, armoni-zando los intereses de la ganadería con los de la agricultura,en irracional pugna hace #antos siglos, y poner'a la primera enaptitud de sostener la comp®tencia con las carnes americanas.

2.° Estrechar el área destinada al cultivo cereal; doblar elrendimiento de gronos por hectárea y ponerlos en condicionesde resistir la competencia de los rusos y norteamericanos.

3.° Introducir en el cuadro de las industrias nacionales esaotra ganaderia de las aguas que se Ilama piscicultura, más ba-rata, mós descansada y más lucrativa que la ganader(a terrestre.

4.° Desarrollar el cultivo de los árboles frutales.5.° Iniciar de un modo, aunque I®nto, seguro y eficaz, la

repoblación forestal de nuestras montañas que la ciega codiciaha desarbolado y remediar los trastornos y perturbaciones q^eha sufrido por esta causa el régimen de los hidrometeoros.

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Tienen que seguir, para regenerarse las selvas, idéntico proce-so y camino que en los primeros d(as de la creación, de losIlanos a las alturas; principiar por los valles y tierras sustancio-sas, acometer luego las faldas y trepar por la-ladera arriba,ganando el terreno palmo a palmo, hasta invadir y ocupar lascumbres.

6.° Poner al alcance de los jornaleros, artesanos y labra-dores en pequeño el cultivo de huerta que, aun reducido a svm(nima expresión, ofrece un suplemento de recursos y de in-gresos que no es de despreciar.

7.° Facilitar el establecimiento del crédito agrícola.8.° Contener la emigración a pa(ses extraños.9.° Transformar en parte viva del territorio nacional esos

miembros atrofiados e inertes que se Ilaman estepas y margalessalíferos.

Esta pol(tica fué recogida por otros hombres públicos, comoSánchez Toca en 1901, y más tarde D. Rafael Gasset, porque,como h®mos dicho antes, (as circunstancias especiales por queatravesaba la vida nacional por una parte y el gran talento,la erudición pasmosa de Costa, sus predicciones, lograron pro-ducir en la nación una impresión vivísima, marcando un surcoque ya no habría de borrarse en los años siguientes.

Como dice Lorenzo Pardo en el libro Plt^n Nacionai deObras Hidráulicas, "la idea de los regadfos se habfa conver-tido en aspiración y la aspiración en parte importante y enalgunas regiones y en muchos cerebros, única y exclusiva de lareconstrucción nacional.

Un grupo de Ingenieros de Caminos exhortó y puso en manosde D. Rafael Gasset la dirscción de esta politica, que adquirióuna gran popularidad en toda la nación; ya sólo hac(a faltaun plan general que concretara de un modo d®finitivo aquellaaspiración y se formuló uno, el Ilamado Plan de 1902.

No he de extenderme mucho en la reseña de los hechos quedesde ese momento se desenvolviron, porque lo hace con granautoridad y con gran prolijidad de fechas y de datos el librode Lorenzo Pardo antes citado.

Sólo diré que en el año 1902, a que se hace referencia, alformularse el Plan del mismo, faltó, "aunque existía una vigo-rosa y fecunda tradición acumulada en los antiguos regad(os

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españoles", el conocimiento de las circunstancias económicas decarócter nacional y una orientación acertada. Asf, dice LorenzoPardo: "húbo por parte de todos error grave, aunque excusable.Lo hubo en la actuación de aquellos Ingenieros que se perdie-ron por el pafs para recoger una cosecha, al parecer muy co-piosa, de iniciativas de las mós variadas procedencias y de lasmós variadas garantías; lo hubo en sus directores que no acer-taron ^a señalarle normas, y lo hubo en la acción gobernantequé no logró elevar su vista sobre la visión de los pretendidoshallazgos y aspiración legal y aun de los apetitos para alcan-zar horizontes de amplitud nacional".

Lo eficaz de la predicación de Costa fué, que obligó al Es-tado a iniciar una política hidróulica, porque de la iniciativaprivpda se podía esperar muy poco, visto el resujtado de lasdisposiciones que se habfan dado en todos tiempos para esti-rnularla en este sentido. .

De nada sirvieron la instrucción de Corregidores de 1788, nila Ley de 1849, que eximía de contribución por diez años a loscapitales invertidos en riegos; la de 18óó, que ampliaba esebeneficio a un tiempo indefinido; .la de canales y pantanos .de 1860, que concedía a las Empresas constructoras el aumentode contribuciones que se obtuvieran por el riego hasta el límitede 30 duros por hectórea de tierra regable y tres años mós lacontribucióri íntegra a tftulo de indemnización del interés delcapital durante la construcción; la Ley de aguas de 1879, queaun concedía mayores beneficios, y la de Canales y Pantanos,de 1883, que ofrecía una subvención pagada a medida que seejecutasen las obras-el 40 pór 100 del presupuesto tratóndosede Compañfas y el 50 por 100 si los constructores eran Sindi-ĉatos de regantes-y con facultad el Estado de prestar el 50por 100 del presupuesto de obras con un 3 por 100 de rédito.

Era el Estado el que debía tomar la iniciativa, como decfaCosta, y en efecto lo logró, porque Gasset, Ministro de Fomento,con el Cuerpo de Ingenieros de Caminos, inició la era de lapolítica hidróulica con el Plan de 1902.

Fracasb este Plan porque se procedió sin método, convir-tiéndose en "un católogo de canales y pantanos, casi todosellos aislados, sin relación alguna aun dentro de la propia cuen-ca", se ejecutaron obras que lejos de favorecer, perturbaron

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el desenvolvimiento de la economfa española; se prevefa enaquel plan la construcción de 296 obras. AI cabo de tre+nta ytres años, dice torenzo Pardo, só{o hay en explvtación, 30; enejecución, 17; en estudio, 38; pendientes de estudio, 100, y des^echadas, 94. Las hectáreas que habfan de beneficiarse con elPlan de 1902 eran 1.469.922, y, efectivamente, hay beneficiadas178.154.

Y, sin embargo, este Plan, dice Lorenzo Pardo, ĉon afgunasadiciones insuficientes y algunas otras no siempre beneficiosaspara el interés público, incluso onerosas para el Tesoro y parael propio interés local, ha sido el vigente hasta ahora en casitoda España, porque el Plan de 1909 se limitaba a una inten-sificación de las obras ya iniciadas y el de 1916 comprendfacasi todas las del Plan de 1902.

Ahora bien, el 1.469.922 hectáreas de 1902 se habfa redu-cido en 1916 a poco más de la tercera parte, a 571.440 apesar de la inclusión de obras nuevas, algunas de las cualesrepresentaban nada menos que el beneficio de 38.000 hec-tó reas.

EI Ilamado Plan de fomento, de la riqueza nacional de 1919no tuvo mucho mejor éxito que los anteriores, y por ello deduceLorenzo Pardo que habia una necesidad impériosa de disponerde un nuevo instrumento legal y de una nueva ordenación denuestras actividades en esta materia.

La exigúidad de lo logrado no hay que atribuirla a falta dedisponibilidades numerarias, a crisis mundiales o inestabilidadespolfticas, dice el mismo ilustre ingeniero, sino de que se careciaen el orden geogrófico del conocimiento previo de las realida-des peninsulares, sobre todo de las hidrográficas, faltaban losembalses reguladores y más que a influir en el régimen de lacirculación de las aguas, se atendiá a la necesidad de nutrirlos canales inmediatos, y todo ello sin la conveniente medidade las precipitaciónes pluviométriças, del conocimiento de lascondiciones edafológicas del terreno y de la cuenta de los re-cursos hidráulicos disponibles.

De la misma irisuficiencia adolecen los Planes en el ordenagronómico, por no decir que carecfan en absvluto de ello.

Se hizo el Plan de 1902, germen de los demás, a favor delentusiasmo que despertaban las predicaciones del gran Costa,

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pero le faltó "el estudio inmediato, sistemático, riguroso, de lasrealidades bósicas".

Lo inició paralelamente, ya lo hemos dicho, una corriente deopinión favorable a la necesidad de arbolar nuestros paisajesóridos y desprovistos de vegetación forestal. En medio de latotal ruina de la nación, se hac(a aún mós desolado el panora-ma a la contemplación de los españoles. Por otra parte, parecfacompletamente obligado de la politica hidróulica el revestimientode las cuencas de recepción de las aguas corrientes, para evitarlos arrastres de tierras que Ilevaban a acrecentar los muros delos diques, ya que no habfa medio económico de evitar el ate-rramiento de los embalses.

También Costa hab(a defendido la idea de la repoblaciónforestai, aunque con escasez de argumentación, pero la sufi-ciente para que se formaran conceptos y programas que algunavez fueron muy exagerados, como el de su conferencia en elrégimen de tluvias y en las inundaciones.

la escasez de los medios económicos del Estado, a quienexclusivamente se atribu(a la misión de realizar las obras hi-dráulicas y las de repoblación f,arestal, provocó una diferenciaentre los defensores de unas y otras.

En los Congresos de Riegos que se organizaron para cele-brarlos cada tres años, con el fin de propagar la idea de lapolftica hidróulica y mantener viva la fe en su eficacia, asf comoparo conocer las opiniones mós salientes de técnicos, econo-mistas y hombres de) agro, se libraban verdaderas batallas enpro y en contra de lo hidróulico y de lo forestal.

Transcendió ^al Parlamento tal estado de opinión y tal diver-gencia, sintetizóndose la opinión hidróulica en aquella cétebrefrase de D. Rafael Gasset, que al defender su punto de vistadijo: "Yo no puedo ceder de mis cifras nada que merme mi pro-pósito, porque el beneficio de los pantanos es inmediato, mien-tras que para que la repoblación forestal surta sus efectos hacefalta un pertodo geológico."

Hoy no podrfa afirmarse con tal desenfado sobre el resul-tado inmediato de las zonas regables dominadas por los em-balses; ni tampoco dejar de conocer que las repoblaciones ve-rificadas con especies de rópido crecimiento en . el Norte deEspaña y las que pudieran realizarse en las zonas de regadfo,

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pueden aprovecharse hasta tres y cuatro veces durante la vidade un hombre, produciendo beneficios bien inmediatos y con-siderables, como sucede en Vizcaya y en Galicia.

Las diferencias de ios contradictores fueron menguando, lospuntos de vista antes opuestos se fueron acercando; los Con-gresos de Riego establecfan sobre bases más firmes y definitivasel alcance y la finatidad de la polftica hidráulica que, hiper-trofiada, se desenvolvfa con la única preocupación de la 'cons-trucción de grandes obras, sin recordar que su fin era la colo-nización de la zona regable. A(a vez, se delineaba conclaridad el máximo alcance de esta politica en el futuro destinodel suelo español. •

AI advenimiento de la Dictadura, et Conde de Guadalhorce,Ministro de Fomento, Ingeniero de Caminos, hombre inteligentey de gran competencia profesional, recogió las iniciativas y lasenseñanzas anteriores y creó las Confederaciones Hidrográficaspor Decreto de 5 de marzo de 1926, y en el mismo d(a se nom-braba una Comisión Organizadora de la de) Ebro.

Con las Confederaciones no sólo se habia realizado el in-tento o el deseo de Costa de interesar al Estado, sino que seseñalaba un nuevo avance de gran transcendencia económico- •social, cual era el de enlazar la acción oficial con los elementosvivos, interesados en el regadfo.

La acción d®I Estado por sí sola iba fracasando, porque sies v®rdad que se construfan muchas y grandes obras, tambiénes cierto que no se había colonizado en relación con el gastoo sacrificio realizado.

La polftica hidráulica, Ilevada en la medida que (e corres-ponde dentro del problema económico-agrario de la nación,dará sus esperados espléndidos frutos; pero Ilevada sólo desdeun punto de vista de conveniencia parcial o por satisfacer condemasiado apremio las ansias ilimitadas de una rama de la téc-nica o de un Departamento ministerial, dará la sorpresa de quese vean, en soledad inexplicable como restos de una civilizaciónque se fué, abandonadas las obras de Ios embalses, de los pan-tanos de hormigón ciclópeo, sin que aguas abajo de las mismasse sienta e! menor ruido ni se dibuje, el más pequeño trazo dela colonización proyectada.

La politica^ hidráulica ha de responder a su verdadero fin,

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que es la colonización interior por el cultivo intenso del regadío.Pero este cultivo intenso requiere elevar lo cuota dél gasto porhectórea en proporciones de 1 a 100, porque en la cifra delgasto total del cultivo la que menos supone es la del agua, yello requiere la organización financiera del crédito correspon-diente y Iq formación de la nueva población, necesariamenteapta o conocedora del regadío, aparte de la aportación decuantos elementos son indispensables para la transformación yconservación del suelo vegetal de huerta.

Se ha propuesto para las zonas dominadas por las obrasconstruídas, como solución transitoria, en tanto que se realizanlas cbras de nivelación y de puesta en riego de aquéllas, larepoblación forestal por especies de crecimiento rápido y el cul-tivo pratense. Y la solución nos parece oportuna y acertada, sia la vez se fomenta la colonización con la ayuda de aportacio-nes de capital privado, orientando el empleo del ahorro nacionalen sentido agrícola, ya que en las zonas de regadfo podrfaterrer una inversión tanto o más segura que en muchos de losempleos industriales en que hoy se invierte.

Por otra parte, aunque es cierto que hay una dependenciageográfica y técnica de distribución de aguas en toda la cuencadel rio, también ha de tenerse en cuenta que no sucede lo mismocon la organización económica de sus productos.

Los trabajos de retención y distribucidn del agua, los embal-ses reguladores y todo e1 sistema hidráulico de un río con susafluentes debe, en general, ordenarse de arriba abajo en lacuanca total de los mismos.

Decimos en general, porque pueden existir razones econó-micas que aconsejen otra cosa, tales como la mayor produccibnde determinadas zonas o superficies agrfcolas con preferenciaa otras. Esa es la razón por la que muchas veces se inundanpueblos enteros y sus campos, cuando caen,identro de la cotambxima del embalse, y por eso se ha propuesto por el propioCentro de Estudios Hidrogrdficos el trasvase de la cuenca su-perior del Tajo, en beneficio del Segura, que riega tierras deproducción ubérrima y de gran valor.

Pero aparte de estas consideraciones, hay razones de ordengeneral económico, de relación de productos y mercados, decalidad de aquéllos y de vfas de transporte, que obligan a orien-

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tar por zonas transvers$s al cauce del río que forma la Confe-deración, la regulación económica que se conecta o enlaza conotras regiones y mercados próximos, aunque ajenos a!os inte-reses de la Confederación. Tal sucede, por ejemplo, con la pro-ducción agrfcola de la cabecera del Ebro, en Santander, Burgosy logroño, que no tiene relación económica inmediata con laregión levantina de la desembocadura de aquel rfo.

En el porvenir las Confederaciones se considerarán o se di-vidir6n por -zonas económicas, cada día mejor definidas, y selimitará su misión confederal a la distribución del agua y a ladefensa y proporción de su caudal, es decir, sólo tendrá un co-metido técnico y administrativo por parte del Estado, pero enrelación con las Asociaciones o Sindicatos de regantes para losproblemas relacionados con la construcción de embalses y ca-nales, con la distribución y los mádulos del agua y con la repo-blación forestaf y obras de corrección de torrentes y consolida-ción de suelos en las cuencas en que tales obras sean necesariasy que por su fndole antieconómica de presente no se abordanpor la iniciativa particular.

Hoy la polftica hidróulica se desenvuelve bien atendida, porun lado, en cuanto a las obras se refiere, por la Dirección deObras Hidráulicas en el Ministerio de Obras Públicas, y en cuan-to a la zona de régadío, por el Servicio de Colonización en e!'de Agric^ltura. También, dependientes de la Dirección de Mon-tes, !as Divisiones hidrológico-forestales contribuyen a la repo-blacibn forestal y a la corrección de torrentes, sin perjuicio dela labor forestal que a su vez realizan las Confederaciones. De-pendiente hoy del Ministerío de Industria y Comercio, Ia Direc-ción de Minas ha impulsado por otra parte el alumbramiento deaguas subterráneas, que inicia a su vez un nuevo programa deregadíos, basado en esta clase de trabajos.

Para darse cuenta de lo que en esta materia pudiera Ilegara hacerse en España, sin perjuicio del regadfo, basado en lasaguas subterróneas y en la apertura de pozos y alumbramientosde (as mismas, constituyendo lo que impropiamente se denominael pequeño regadfo, basta con que transcriba el resumen delPlan nacional de Obras Hidróulicas, que redactó el Centro deEstudios Hidrogróficos del Ministerio de Obras Públicas en elaño 1933.

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EI P(qn trazado por el Centro de Estudios Hidrogrdficos delMinisterio de Obrps Públicas propone la construcción, en vein-ticinco años, de todas las obras necesarias para el riego de1.285.000 hectóreas, con un coste de 3.895 millones de pesetas,distribuído asf:

Obras hidróulicas de regulación y de riego. . 2.370.000.000Obras de protección (forestalesl^ . . . . • . 195.000.000Obras de abancalamiento y distribución. ... 1.330.000,000

3.895.000.000

En estas cifras no se contiene todo el esfuerzo de la nación;es precíso que se les añada tas debidas a la necesidad de dotara las zonas de producción creadas de caminos para la explo-tación y extracción de productos y las indispensables para pro-porcionar vivienda a la población explotadora.

De todo ello se deduce que el esfuerzo colectivo y nacionalno bajciró de cinco mil millones de pesetas, según ef Cent^o deEstudios Hidrogróficos. Ahora bien, es evidente que este sacri-ficio queda sobradamente campensado con !os beneficios queproduce, cuales son la evitación de una importación, qua as-ciende a seiscientos millones de pesetas, y un aumento de 5 por100 en la cifra de la exportación anual, que suponen muchísimomós que la que cuesta el Plan de obras y todas sus posiblesderivaciones, sín contar con el aumento de vaior de la propie-dad y las consecuencias sociales qu^ Ilevan consigo el repartode la misma y la riqueza que crea. •

Pero, en (o que a los efectos de fa ordenación del suelo serefiere, sólo quiero hacer resaltar que (a obra que se proyectay cuya realización total y logro definitivo de sus aspiracionesfinales ha de ser a largo plazo, abarca en el conjunto superfi-cial de la nación, 1.285.000 hectóreas, que han de ordenarsecon arreglo a este criterio de regadfo que debe estimularse yfavorecer por fos grandes beneficios, antes apuntados, que re-porta.

2CÓmo ha de distribuirse esta superficie2EI Plan aludido fo distribuye asf:

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NUEVOS REGADÍOSREGADÍOS MEJORADOs

SUPERFICIES REGADAS

E b r o . . . . . . . . . . . . . . . . 361.450 156.525Levante . . . . . . . . . . . . . . . 220.000 76.940Guadalquivir . . . . . . . . . . . . . 148.750 13.400Meseta inferlor. . . . . . . . . . . . 216.640 6.800Meseta superior . . . . . . . . . . . 122.800 10.000División hidróulica orienta! . . . . . . . 23.ó00 "División hidráulica occidental . . . . 14.800 "División hidróulica meridional. .. . 47.430 8.000División hidróu{ica de4 Cantábrico .... 1.200 "

1.206.ó70 271.665

1.478.335

La ejecución de esta política exige normas nuevas y otrocriterio del seguido hasta ahora.

Es indudable que, pese a los méritos que deben reconocersea nuestra Ley de Aguas de 1879, pprque se anticipó a su épocay porque ha sido el freno regulador de muchas ambiciones yla garantía de los derechos adquiridos, a la vez que alentabanuevas iniciativas como el progreso derivado del transporte dela energfa eléctrica, es evidente que han variado da tal modolos conceptos económicos y sociales sobre la propiedad y ►afunción que ejerce en el desenvolvimiento de las necesidadescolectivas de la nación, que se hace necesaria la pramulgaciónde una nueva Ley de Aguas comprensiva de todos los proble-.mas fundamentales que abarca el regadfo, entendiéndose quela finalidad primordial de éste es la colonización interior y laproducción intensiva de la tierra, facifitada con fa aportacióndel agua necesaria para ello, no olvidándose que ha de ocu-parse de la remoción de obstáculos hoy existentes para poneren pie de producción las zonas dominadas por (o ŝ' embalses.

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