48
CRÍTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofía Vol.XXIV,No. 70 (abril 1992): 17~4 LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS FRANCISCO RODRíGUEZ CONSUEGRA Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia Universidad de Barcelona l. Introducción El presente trabajo tiene por objetivo básico llevar a cabo un estudio crítico de la teoría de la reducción ontológica tal y como ésta ha sido presentada por Quine. El propósito inicial fuc re- dactar unas cuantas páginas que sirviesen como preludio y con- texto general a un estudio sobre las ideas de Benacerraf sobre la reducción matemática (véase mi 1991b), pero al llevarlo a cabo efectivamente comprobé que las ideas de Quine al respec- to tenían mayor importancia de lo que pensé en un principio. Y ello no ya sólo por su interés intrínseco, sino también porque, estudiadas en su contexto histórico, es decir, en el marco del logicismo elásico y la teoría de conjuntos subsiguiente, arrojan luz sobre la relevancia ontológica de la reducción matemática y sobre la relevancia lingüística de los problemas ontológicos. Asimismo, las críticas que ha suscitado la doctrina quineana de la reducción ontológica contribuyen decisivamente a poner de manifiesto los problemas que subyacen a todo intento dc identificar reducción y eliminación. En lo que sigue, ensayo primero una presentación general de la filosofía quineana donde, para mi sorpresa, he podido pre- sentar todas sus tesis célebres como simples consecuencias del compromiso ontológico: el famoso "ser es ser el valor de una variable" (sección 2), para pasar después a un estudio evoluti- 17

LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

  • Upload
    others

  • View
    12

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

CRÍTICA, Revista Hispanoamericana de Filosofía

Vol.XXIV,No. 70 (abril 1992): 17~4

LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

FRANCISCO RODRíGUEZ CONSUEGRA

Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la CienciaUniversidad de Barcelona

l. Introducción

El presente trabajo tiene por objetivo básico llevar a cabo unestudio crítico de la teoría de la reducción ontológica tal y comoésta ha sido presentada por Quine. El propósito inicial fuc re-dactar unas cuantas páginas que sirviesen como preludio y con-texto general a un estudio sobre las ideas de Benacerraf sobrela reducción matemática (véase mi 1991b), pero al llevarlo acabo efectivamente comprobé que las ideas de Quine al respec-to tenían mayor importancia de lo que pensé en un principio. Yello no ya sólo por su interés intrínseco, sino también porque,estudiadas en su contexto histórico, es decir, en el marco dellogicismo elásico y la teoría de conjuntos subsiguiente, arrojanluz sobre la relevancia ontológica de la reducción matemáticay sobre la relevancia lingüística de los problemas ontológicos.Asimismo, las críticas que ha suscitado la doctrina quineanade la reducción ontológica contribuyen decisivamente a ponerde manifiesto los problemas que subyacen a todo intento dcidentificar reducción y eliminación.

En lo que sigue, ensayo primero una presentación general dela filosofía quineana donde, para mi sorpresa, he podido pre-sentar todas sus tesis célebres como simples consecuencias delcompromiso ontológico: el famoso "ser es ser el valor de unavariable" (sección 2), para pasar después a un estudio evoluti-

17

Page 2: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

vo donde muestro que la propia profundización de la doctrinade la relatividad ontológica ha estado en función de la clarifi-cación de las dificultades de la reducción matemática --queseñalo---, en parte como consecuencia de una cierta falta deconsideración por los problemas dellogicismo clásico de Fre-ge y Russell (secciones 3 y 4). Por último, paso revista a lascríticas de las ideas quineanas sobre la reducción ontológicaque aparecen en trabajos posteriores y me esfuerzo por sacar-les partido dentro de mi enfoque general, destacando especial-mente la dificultad de sentar una doctrina de la reducción conindependencia de un cierto absolutismo en ontología, así co-mo de un cierto "empirismo" en matemática, donde a vecesla adopción de determinada reducción es preferible a otra pormotivos de "fertilidad".

2. La unidad de lafilosofía quineana

La tesis dcl compromiso ontológico de Quine parte de su exten-sión de la teoría de las descripciones de Russell, que eliminabasólo algunos términos singulares, a todos ellos. La maniobrafue llevada a cabo aplicando la idea originaria de Russell, noa descripciones, sino a abstractos en general ("los ... talesque ... "), y explicando a continuación las descripciones comoabreviaturas de abstractos (1940a, § 26, p. 155). Después, losnombres, y todas las expresiones que se comporten como tales,se asimilan ~ abstractos, es decir, se interpretan como abrevia-turas de dcscripcionos, lo que equivale a considerar las varia-bles como matrices de nombres. La conclusión contiene ya loselementos de toda la filosofía quineana posterior: "Desde elpunto de vista de nuestra notación primitiva nuestros únicostérminos son variables, pronombres; todos los abstractos, y enparticular todos los nombres, son últimamente susceptibles deeliminación" (l<JI.oa, § 27, p. 161).1 La tesis del compromiso

1 Qllinc plantea Sil c1iminaciún de los nombres como IIn claro avancesobre Husscll, '1IIicn, a1I1I1II1Cad'/Iitió la eliminación contextual de al¡¡;u-

lB

Page 3: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

ontológico, implícita ya en esta maniobra, fue formulada contoda claridad muy poco después (1943a, p. 128):2

Las operaciones de generalización existencial y de aplicaciónsuponen maneras de usar el sustantivo que nos obligan a recono-cer la existencia de un objeto designado por él. La ontología conla cual nos compromete el uso del lenguaje abarca smplementelos objetos que consideramos como pertenecientes al ámbito denuestros cuantificadores, es decir, dentro del dominio de valoresde sus variables.

Similares formulaciones tienen lugar en 1948a (p. 39): "To-do lo que puede decirse con la ayuda de nombres puede de-cirse también en un lenguaje que no los tenga. Ser asumidocomo entidad significa pura y simplemente ser asumido comovalor de una variable"; y en 1952a (§ 42, p. 303): "Los obje-tos cuya existencia implique nuestro discurso son en definitivalos objetos que deben admitirse como 'valores de las variables'a los efectos de la verdad de nuestros asertos; en particular,son los objetos que hay que incluir en la totalidad de aquellospor considerar en las interpretaciones de nuestras variables decuantificación. Ser es ser el valor de una variable."

nos supuestos términos singulares, aquellos que carecían de referencia,mantuvo los nombres propios en general: "Russell no dio, sin embargo,el paso ulterior de considerar que todos los nombres eran descripcionespara eliminarlos también. Prefirió conservar una distinción epistemológicaentre nombres que eran meras abreviaturas de descripciones y nombresque eran propios e irreductibles a descripciones, y que se aprendían porconfrontación directa con lo que nombraban" (1952a, § 42, p. 303-304).Lo que no ve Quine es que Russcll estaba obligado a ello pues, por miedoal idealismo de Bradley, quien había ya adelantado la tesis de que todoslos nombres son descripciones disfrazadas (véanse mis 1989b y 1990a),necesitaba un punto de apoyo firme en los nombres propios como signos desujetos lógicos absolutos.

2 En realidad la célebre tesis quineana había aparecido ya cuatro añosantes, como me corrige con benevolencia el propio profesor Quine: "Theuniverse of entities is the range of values of variables. Tobe is to be the valueof a variable" ("D~signation and existence", [rn. Philos., no. 36, 1939,pp. 701-709, principalmente p. 708).

19

Page 4: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

El paso siguiente en importancia es la tesis de la relatividadontológica, con toda su cohorte de subtesis que confluyen enel holismo teórico (indeterminación de la traducción, inescru-tabilidad de la referencia, etc.). Pues bien, aunque la tesis ex-plícita no fue formulada sino hasta 1969, creo que se la puedeconsiderar ya presente a través de la idea de que la referenciano cursa ya por medio de nombres, sino por medio de predica-dos y las consiguientes estructuras cuantificacionales, que esuna consecuencia de la anterior eliminación. En efecto, decirque los términos singulares desaparecen es decir que cualquierreferencia a objetos debe operar a través de las variables decuantificación. En otras palabras, decir que ser es ser el va-lor de una variable es decir que ser es ser aquello a lo quese refiere una variable, que gramaticalmente puede conside-rarse, según Quine, como un pronombre: "Los pronombres sonlos medios de referencia básicos [... ] se nos hará convictos deuna determinada suposición ontológica si y sólo si el supuestoaducido tiene que encontrarse entre las entidades que consti-tuyen el campo dc nuestras variables para que una de nuestrasafirmaciones resulto verdadera" (1948a, p. 39).

Por tanto, el compromiso ontológico lleva a la relatividad on-tológica por cuanto tal compromiso determina la ontología conla que una determinada forma de hablar, o teoría, está com-prometida dc hecho. Así, si hemos de escoger entre diversasontologías sólo podremos hacerlo abriendo una distinción en-tre "lo que hay" en general y "lo que una tcoría dice qUChay"(1918a, p.1;-3). Ello no debe suponer que "lo que hay" sea unacuestión meramente lingüística, aunque sí que se trata de unasunto relativo a una ontología, quc está siempre determinadapor una forma de hablar, es dccir, por un csqucma conceptualcon el quc nos compromete nuestra forma dc hablar. Í'~seesel sentido de la tesis de que "nuestra aceptación de una on-tología es en principio análoga a nuestra aceptación de unatcoría cicntílica", es decir, de un esqucma conceptual quc nospermita abarcar y ordenar la experiencia (1918a, p. 41):

20

Page 5: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

Nuestra ontología queda determinada en cuanto fijamos el es-quema conceptual más general que debe ordenar la ciencia enel sentido más amplio; y las consideraciones que determinan laconstrucción razonable de una parte de aquel csquema concep-tual -la parte biológica, por ejemplo, o la física- son de lamisma clase que la consideraciones que dctcrminan una cons-trucción razonable del todo. Cualquiera que sea la extensión enla cual puede decirse que la adopción de un sistema de teoríacientífica es una cuestión de lenguaje, en esa misma medida-yno más- puede decirse que lo es también la adopción de unaontología.

Lo cual es como decir que las discrepancias ontológicas lo son,real e inevitablemente, de esquemas conceptuales, es decir,en última instancia del campo referencial quc admitimos pa-ra nuestras variables de cuantificación. De ahí el nexo qucseñalaba más arriba. La relatividad ontológica es una tesis másamplia; requiere, además, decir claramente que las cuestionesde referencia remiten siempre a un lenguaje de fondo, así comoañadir que entender un idioma o una teoría no es sino pasar deun idioma a otro, de una teoría a otra, lo que equivale a traducirsus correspondientes ontologías. Pero, como ya sabemos, estopuede hacerse sólo determinando un campo referencial: di-ciendo qué objetos configuran el universo dc nuestro discurso,lo que no es más que asignar un campo de valores a nuestrasvariables de cuantificación."

3 Parece que el progreso quincano pasó, en este punto, por las ideasdc Carnap, especialmente por las relativas a su distinción de 1950a entrecuestiones internas y externas a un lenguaje, junto a su idea de los marcoslingüísticos (aunque naturalmente Carnap estaba por entonces ya al ca-bo de la calle de la anterior formulación quineana), Sin cmbargo cl puntode vista de Quine era ya entonces más amplio, por abarcar también cual-quicr teoría cicntífica, es decir, incluyendo también las ciencias empíricas:"Carnap maintains that ontological questions and likcwisc qucstions of 10-gical or mathematical principie, are qucstions not of fact but of choos inga convenient conceptual schcmc or framcwork for science; and with this 1agrcc only if the same be conceded for evcry scientific hypothesis" (1951b,pp. 71-72). Naturalmente aquí estaba ya trabada la indistinción analítico-

')1

Page 6: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

También la tesis de la indeterminación de la traducción, víatraducción radical de un idioma desconocido, se infiere direc-tamente de la eliminación cuantificacional de los términos sin-gulares, sin la necesidad de ninguna otra premisa. Así, cuandoel lexicógrafo hipotético ha logrado confeccionar un manual detraducción de un idioma desconocido, no ha hecho más queproyectar su ontología en aquel idioma, y ello precisamente através del mecanismo acostumbrado de seleccionar un universodel discurso para las variables: "Ha decidido qué expresionesdeberá considerar como referentes a objetos, y dentro de ciertoslímites, a qué tipos de objetos se refieren. Ha debido decidir,aunque arbitrariamente, la manera de acomodar la concepcióncastellana de la identidad y la cuantificación en la versión na-tiva" (1958a, pp. 15-16). Ni qué decir tiene que ello conduce,también sin más, a la inescrutabilidad de la referencia; puessaber a qué se refiere una expresión no es, lo hemos visto másarriba, sino atribuir nosotros un campo a las variables del idio-ma del que esa expresión forma parte: "la arbitrariedad de leernuestras objetivaciones en la lengua nativa no refleja tanto lainescrutabilidad de la mente indígena como que no hay nadaque escrutar" (1958a, p. 17).

Por último, incluso la indistinción analítico-sintético y elrechazo del reduccionimo observacional (los dos "dogmasdel empirismo") pueden verse como nuevas consecuencias delcompromiso ontológico. En primer lugar, porque partiendo decierta estructura dc variables de cuantificiación da lo mismoque los objetos que han de servir dc valores sean concretos oabstractos (l952a, p. 303), con lo que la referencia opera almargcn de que estemos hablando de objetos físicos o de en-tidades, por ejemplo, de la lógica o la matemática. Esto solo

sintético: "Ir thcre is no proper distinction between thc analytic and thcsynthctic, thcn no basis at aH remains for the contrast which Carnap urgesbctwccn analytical and ernpirical statements of existcnce. Ontologicalquestions then cnd up on a par with questions of natural science" (ibid.,p. 71).

22

Page 7: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

ya haría que los enunciados no fueran analíticos (puros) o sin-téticos (empíricos) por referirse o no a lo observable desde elpunto de vista de su verdad. Pero es que, en segundo lugar,puesto que es la estructura cuantificacionalla que determina,en su conjunto, la referencia, a través de los predicados que sonatribuidos a los "huecos" de las variables, entonces no tienesentido tampoco hablar de enunciados analíticos o sintéticosde manera aislada, sino que habrá siempre que considerar unconjunto completo de ellos, es decir, un lenguaje, que es la uni-dad referencial mínima (por expresarlo de forma no quineana).

Consiguientemente el dogma reduccionista (la reducción delo teórico a lo observacional) no se sostiene y su dcrrumbamien-to nos lleva directamente a la última tesis que quería mencio-nar: el holismo (la tesis Duhem-Quine). En efccto: "nuestrosenunciados acerca del mundo externo se someten como cuerpototal al tribunal de la experiencia sensible, y no individualmen-te" (1951a, p. 75). Lo cual no es más que decir que aquello alo que nos referimos cuando hablamos en términos observa-cionales está ya determinado por la globalidad de la estruc-tura cuantificacional. De ahí que Quine haya insistido en laprofunda conexión entre los dos "dogmas": "mientras se con-sidere significante en general hablar de la confirmación o lainvalidación de un enunciado, parece también significante ha-blar de un tipo límite de enunciados que resultan confirmadosvacuamente, ipso Jacto, ocurra lo que ocurra; esos enunciadosson analíticos" (ibid.). Eso hace que la separación entre unacomponente lingüística y otra factual, por lo que se refiere aun enunciado, sea algo insostenible y , por tanto, que haya queremontarse al lenguaje en su conjunto, lo que implica todo unesquema conceptual a través de la correspondiente ontologíaincrustada en el valor referencial de la estructura cuantifica-cional. Así, la raíz del compromiso ontológico nutre y afecta atoda la filosofía quineana, y elio incluso antes de que su obrabásica, Palabra y objeto, fuese publicada en 1960.

23

Page 8: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

Para resumir la profunda unidad que he intentado dibujaren esta primera sección quisiera transcribir un texto de Blasco(1974a, p. 131), que me parece especialmente esclarecedor,una vez bien complementado:

los elementos referenciales del lenguaje son los pronombres, o,hablando de un lenguaje formal, las variables. Con ello todoslos nombres pasan a predicados de aquellos individuos que entanto que valores de variables hagan verdaderos los enunciados.O dicho de otra manera, el campo de referencia de las variablesson los individuos que satisfacen los predicados de dicha varia-blc. Esto implica que los individuos han de reconocerse por lospredicados, y el propio Quine dice en este sentido que "podemosafirmar que lo que aprendemos por ostensión, por confrontacióndirecta, no son nunca nombres, sino sólo predicados". Los predi-cados no tienen posición referencial, pero son los que definen elcampo de valores de las variables. En definitiva, pues, esto quie-re decir, [... ] que conocemos las cosas por sus características.

A través del lenguaje de Blasco, con un aire particularmentesemántico (e incluso modelo-teórico), podemos inequívoca-mente intuir ya las consecuencias estructuralistas de la filo-sofía general de Quine, incluso antes de abordar su visión dela reducción matemática. En efecto, da la sensación de que elpasaje está describiendo el hecho de que una estructura abs-tracta admita diversas interpretaciones, todas las cuales satis-farían sus axiomas. Lo que equivale a decir que lo que hacequc podamos hablar con sentido de ciertos objetos sea nadamás que la existencia de una estructura que los tome como va-lores o, lo quc es lo mismo, de un conjunto de postulados quelos "definan implícitamente" ---que determinen la clase de losmodelos de la "tcoría"- a través de las variables de los pos-tulados. Ello es como decir que las cosas son sólo conjuntosde relaciones o, más bien, que su "esencia" consiste sólo enun conjunto-de propiedades (predicados) que cobran la apa-riencia dc aplicación "a una cosa" a través de una estructuracuantificacional abstracta, que es lo único real. He señalado

24

Page 9: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

ya en otra parte" que el artificio de la teoría de las descripcio-nes de Russell ocasionó en su propia filosofía consecuenciasholísticas de la mayor importancia, así que no creo que debasorprendernos que la unidad profunda de la filosofía de Quineradique precisamente en ese punto.

Esa unidad subyacente es la que ahora quisiera utilizar comoplataforma a partir de la cual hacer inteligible la teoría quinea-na de la reducción matemática, al tiempo que destacar sus pro-blemas, lo que nos servirá, a su vez, de base para discutir laproblemática ontológica de la reducción y otras cuestiones dela filosofía contemporánea de la matemática.

3. Ontología y reducción matemática

Palabra y objeto es la fuente básica pertinente ahora. De acuer-do con esa obra, el punto de partida de cualquier reducciónpuede sólo ser el punto de vista global del conjunto total denuestro conocimiento, expresado y constituido a través de unlenguaje determinado: "No se verá qué objetos hemos afirma-do hasta que los términos considerados se encuentren en unencaje adecuado con todo el aparato objetivador del lenguaje:artículos, pronombres, los giros de la identidad, la pluralidady la predicación, o, en la notación canónica, la cuantificación"(l960a § 48, p. 246). Por tanto, si ha de juzgarse acerca de laaceptabilidad de cualquier reducción matemática, como es lade los números a conjuntos, ello podrá hacerse sólo en funciónde la eficacia global considerando el sistema como un todo. Así,optar por el nominalismo o el realismo depende del sistema glo-bal que queramos constituir: "Le razón para admitir númeroscomo objetos es precisamente su eficacia en la organización yla acomodación expedita de las ciencias. Y la razón para admi-tir clases es prácticamente la misma" (ibid.). Volvemos, así ala asimilación ontológca de objetos concretos y abstractos que

4 Véanse mis 19891\, 1990h Y1991a (cap. 5).

2fi

Page 10: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

señalábamos más arriba: "la distinción entre la existencia deun sentido de 'hay' para los objetos concretos y otro para losabstractos y la existencia de un solo sentido de 'hay' para unosy otros no tiene el menor sentido" (ibid., p. 251).

Podemos colegir ya un criterio de aceptabilidad para las re-ducciones, que naturalmente no es otro que el que el propioRussell descubrió en su propia teoría de las "construccioneslógicas" -de la cual las descripciones fueron s610 un ejem-plo más, y no el primero-- y aplic6 sistemáticamente: seránválidas aquellas que cumplan con la funci6n de las entidadespor reducir (la cual depende del mantenimiento de la estructu-ra general y del cumplimiento de las mismas "leyes"), al tiem-po que redefinan los enunciados en los que aquéllas aparecíanen términos de otros en los que tengan lugar las entidades re-ductoras. Ésa es exactamente la interpretaci6n quineana delejemplo de la eliminaci6n de los infinitesimales por Weier-strass, que mostr6 "c6mo pueden reconstruirse las sentenciasdel cálculo diferencial de tal modo que no tomen como valoresde las variables más que números propiamente dichos, sin per-judicar al mismo tiempo la utilidad del cálculo" (1960a, § 51,p. 258). No obstante, y esto es importantísimo, las paráfrasispor medio de las cuales debe llevarse a cabo la reconstrucci6n"no pretenden alcanzar sinonimia" (ibid., p. 259), lo que re-mite al usual rechazo quineano del mito del significado y susustituci6n por el "mito" de la referencia, el único compati-ble con su marco general de la estructura cuantificacional y elcompromiso ontológico.f

5 Aquí Quine no ha sido, no obstante, muy claro, en lo tocante a lafundamentación de su filosofía global. Que yo sepa ha propuesto como al-ternativa a una búsqueda -inútil- de sinonimia, criterios tan metafóricoscomo la "máxima del análisis somero: no exponer más estructura lógicaque la que parezca útil para la deducción o investigación en curso" (1960a,§ 34, p. 170). Pero a la hora de abordar el problema general del valor delas reducciones en el marco del paso del lenguaje ordinario al científicoha introducido sólo reflexiones de sentido común: "Cada reducción queconseguimos en el seno de la variedad de construcciones constituyentes

26

Page 11: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

Ni qué decir tiene que tal criterio de reducción es, admitida-mente, extraído del análisis de los nombres propios en términosde descripciones, a título de lección metodológica. He aquíel texto básico, que nos sirve para introducir una nueva par-ticularidad del criterio total: las paráfrasis deben facilitar elanálisis veritativo que resultaba problemático aplicado a losenunciados en términos de las entidades por reducir (l960a§ 38, p. 191):

Hay un modo elaro en el cual nuestro nuevo análisis de los nom-bres como términos generales se separa del uso ordinario, noya de la corriente manera de clasificar ese uso en categorías:nuestro nuevo análisis colma las lagunas verititativas, Pero éstaera precisamente la finalidad de ese nuevo análisis. El resultadosería sospechoso y condenable si la paráfrasis pretendiera sino-nimia; pero no la pretende. Una paráfrasis en notación canónicaes buena en la medida en que tiende a satisfacer necesidadespara las cuales se deseó precisamente formular el texto originalparafraseado luego.

Quine ha presentado determinada reconstrucción como pa-radigmática: la del par ordenado en términos conjuntistas, quele ha servido como ejemplo para abordar después la que a nos-otros nos interesa más: la de los números a conjuntos. Veamoslo esencial de la primera.

Ante todo está la ú-uca función (ley) que el par ordenadodebe cumplir: dos p,¡res ordenados son iguales cuando susrespectivos términos lo son. Cualquier reconstrucción debeconservar tal función, al tiempo que, como hemos visto, cla-rificar la noción original en el sentido de adecuarla mejor acierto contexto teórico, como por ejemplo es aquí la de redu-cirla a un nuevo contexto ontológico: el de las clases (con ello

que se necesitan para construir las sentencias de la ciencia es una simpli-ficación de la estructura del amplio esquema conceptual científico. Cadaeliminación que consigan.,.s de construcciones o nociones oscuras median-te paráfrasis con elementos más lúcidos será una clarificación del esquemaconceptual de la ciencia" (ibid.).

27

Page 12: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

ya no sería necesaria una lógica de relaciones, frente a la delas clases, dado que las relaciones se pueden reducir a paresordenados). De las diversas reducciones posibles la primerafue ofrecida por Wiener en 1914, en términos de clase unitariay clase nula (ligeramente simplificada por Quinc):

(x,y) = {{x}, {y, AHLos comentarios de Quine son fundamentales para entender supostura general sobre la reducción (que es aquí asimilada alanálisis y a la explicación), así que merece la pena citar congenerosidad (1960a, § 53, p. 267):

Esa construcción es paradigmática de lo que típicamente bus-camos cuando, con espíritu filosófico, ofrecemos un "análisis"o una "explicación" de alguna "idea" o expresión hasta enton-ces formulada inadecuadamente. No pretendemos sinonimia. Nopretendemos aclarar ni explicitar lo que tienen inconsciente-mente en la cabeza los que usan la expresión sin aclarar. No pre-tendemos exponer significaciones ocultas, contra lo que sugierenlas palabras "análisis" y "explicación": lo que hacemos es lle-nar lagunas, cubrir deficiencias. Establecemos las funciones dela expresión oscura que la hacen merecedora de esfuerzos, yen-tonces establecemos un sucedáneo de ella, claro y formuladocon los términos preferibles, el cual satisface aquellas funcio-nes. Aparte de esas condiciones de concordancia parcial, dic-tadas por nuestros intereses y fines, todos los demás rasgos del

lo baio el ' 1 di" o 1" [do ' ] "oexp tcans caen aJo e rotu o e eSlgua n t care ,son esr-guales". Y, situados bajo ese rótulo, podemos permitir que elexplicans tenga cualesquiera connotaciones nuevas, jamás aso-ciadas con el explicandum.

Sin embargo, son posibles muchas otras reducciones, como lade Kuratowski, e incluso otras que no respeten ni siquiera elcontexto conjuntista, Además, puesto que cada una de ellas esincompatible con las demás, cn el sentido (no especificado porQuine) de que diversos enunciados que contengan unas u otraspueden tener valores de verdad diferentes, surge inevitable-

2R

Page 13: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

mente la pregunta de cuál de ellas es "la buena". La respuestade Quine es directa: todas lo son, pues todas satisfacen la únicafunción que se exige del par ordenado (ibid., p. 268).

La generalización es inmediata: explicar es eliminar, en elsentido pragmático de ambas expresiones (1960a, p. 269):

Empezamos con una expresión o forma de expresión que resul-ta turbadora o molesta. Se comporta en parte como un término,pero no suficientemente, o bien es vaga hasta la incomodidad,o produce tensiones en una teoría, o suscita confusiones. Pero,por otra parte, sirve a determinados fines que no dcben abando-narse. Entonces descubrimos un modo de conseguir los mismosfines a través de otras vías, utilizando formas de expresión menosturbadoras. Con eso se resuelven las anteriores perplejidades.

Es más, tales perplejidades tienen un sentido puramente lin-güístico, originado en las connotaciones innecesarias de laexpresión originaria por eliminar, o bien en ciertos usos igual-mente prescindibles. Y aquí es donde Quine se separa deRussell, por cuanto el viejo maestro había estado siempreconvencido de que, a pesar del matiz convencional de las cons-trucciones, éstas han de poseer, si son aceptables, un valor pro-fundo en el sentido de que a través de ellas ampliamos nuestroconocimiento, y no meramente adoptamos una táctica artificio-sa y útil, es decir resolvemos un problema auténtico desde elpunto de vista ontológico: descubrimos lo que realmente erauna entidad.6 En cambio, para Quine no hay tal cosa; es ciertoque había un problema filosófico de partida, pero su natura-leza era puramente lingüística, en el sentido wittgensteinianodel término. Por tanto de lo que se trata es de disolverlo, tantoen el (aso del par ordenado como en el de ejemplos similares:"En ¡,dos los casos se disuelven los problemas en el sentido dequc se muestra que son puramente verbales, y puramente ver-bales, a su vez, en el olcvante sentido de surgir puramente de

(, Véase mi 19B91>.

29

Page 14: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

usos lingüísticos que pueden evitarse en favor de otros que noproducen tales problemas" (l960a, p. 269).

La conexión con Wittgenstein no es casual; existe un pro-fundo nexo entre el compromiso ontológico y la teoría de ladisolución de los problemas a través del estudio de los usoslingüísticos, a la par que una importante diferencia. Quine iro-niza con el hecho de que sean precisamente los partidarios deWittgenstein los que rechacen su tipo de explicación; pero lohace alegando que la mejor manera de mostrar que un problemaes puramente verbal es haciendo ver "cómo pueden eludirselas partes problemáticas del uso ordinario" (ibid., p. 270). Conello presupone que su modelo de reducción es wittgensteinianoal apoyarse en algo muy parecido al significado como uso (enel sentido referencial del término).

En efecto, son los usos similares de las diversas expresio-nes lo que nos permite sustituir unas por otras, dejando de la-do connotaciones innecesarias. Ése sería el nexo que señalabamás arriba, que se hace posible precisamente gracias a la for-ma en que Quine entiende el lenguaje: como una especie deestructura global en la que unas partes funcionan (existen) porreferencia al resto. Pero la diferencia es grande: para Wittgen-stein el uso no puede crearse a voluntad, así que el cumpliruna ley (la del par ordenado, por ejemplo) no puede tomarsecomo sinónimo del "uso" en el sentido técnicamente relevan-te, para cuya determinación cuenta sólo el uso efectivamenteobservado.

Sin embargo para Quine sí que puede crearse el uso; bastacon ir acostumbrándose a los nuevos términos, introducidos porlas expresiones escogidas para sustituir a aquellas que han deeliminarse: "Si había en medio una cuestión referente a obje-tos y se consigue el paralelismo parcial del que hablamos, losobjetos correspondientes al nuevo esquema irán viéndose comolos viejos objetos misteriosos liberados de su antiguo misterio"(1960a, p. 270). En todo caso lo que no ofrece ninguna dudaes que, como decía más arriba, el nexo con Wittgenstein se

30

Page 15: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

produce precisamente gracias al compromiso ontológico; no deotra forma ha de entenderse la referencia a los objetos del pa-saje citado. Así, los "objetos" anteriores son sustituidos por losnuevos, pero ello sólo en el sentido de que un esquema -y portanto un modelo de variables cuantificacionales- es cambia-do por otro. Desgraciadamente ello no se ve tan claro cuandoQuine trata de aplicar estas ideas a la reducción matemáticapor excelencia: la de los números a conjuntos.

En 1960a Quine sitúa la pregunta por la esencia de los nú-meros en el mismo plano que la correspondiente del par or-denado, con sólo sustituir a Wiener por Frege y a Kuratowskipor von Neumann. Así, tanto Frege como von Neumann, o Zer-melo, identificaron los números particulares con ciertas clases(o conjuntos) de forma que la secuencia general resultase re-construida y fuese susceptible de cumplir las mismas funcio-nes que la original. El problema de las distintas propiedadesde los constructos respecto a las entidades originarias se re-suelve atendiendo a la característica básica común: ambos sonprogresiones (series infinitas cuyos miembros tienen todos unaserie finita de precursores), yeso es todo lo que debemos exigirde cualquier explicación aceptable del número (1960a,§ 54,p. 271). El problema ulterior, planteado por Russell, de quecualquier constructo para los números deberá tener la mismacapacidad de cara a la" aplicaciones (contar y medir), se so-luciona aludiendo a In capacidad de cualquier progresión deser puesta en correspondencia biunívoca con otra. Así, decir"hay n objetos x tales que Fx" es decir "los números menoresque x admiten una correlación con los objetos x tales que Fx",y ello exige sólo desarrollar una teoría de relaciones capaz deofrecer una noción clara de correlación, pero "no exige nadaespecial acerca de los números, excepto que éstos formen unaprogresión" (ibid.).

Finalmente, el prol.lema de la intuitividad debe plantearseatendiendo a la característica principal de cada reconstruc-ción, de forma que ella sirva de apoyo intuitivo a cada alter-

31

Page 16: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

nativa. Así, en Frege se defenderá que el número es de formanatural una propiedad de clases y en von Neumann se aten-derá más bien a su utilidad básica, la de contar, para resaltarla identificación de un número n con la clase de los n primerosnúmeros de la progresión. Desgraciadamente Quine elude asíel hecho de que para Frege y Russell uno de los motivos prin-cipales de la sustitución era la logicización en sí misma, puessólo de esa forma veían posible una rigorización de la serienumérica desde el punto de vista de la verdad de los enun-ciados numéricos, es decir, atendiendo a la capacidad de lasverdades aritméticas de ser deducidas de verdades lógicas, co-sa que no sucedía para nada en las versiones de von Neumann,Zermelo, o cualquier otra de enfoque conjuntista. Así, el pro-blema de la intuitividad está, creo yo, mal planteado, pues ol-vida el estrecho nexo entre intuición, verdad y evidencia (lasleyes lógicas se suponía que eran evidentes por sí mismas).

Además, otra diferencia básica entre el conjuntismo y Frege-Russell es que en el segundo caso la progresión se construyecon carácter secundario, en el sentido de que primero es elnúmero cardinal y luego el ordinal, como lo demuestra el hechode que el primero pueda definirse atendiendo a menos propie-dades y pueda, además, introducirse sin distinción explícitaentre finito e infinito, siguiendo la idea básica de Cantor (ycontra Dedekind, partidario de la visión ordinal). Esto haceque Quine no se plantee para nada la postura de los axiomasde Peano ni su posible interpretación multívoca, visto que paraél la progresión, es decir, la mera estructura ordinal, es lo pri-mario, lo que equivale a decir que el número es esencialmentelo que ocupa cierta posición en una serie, y es evidente que ellorequiere alguna justificación. Así, tampoco el problema de lasinterpretaciones no estándar de los axiomas de Peano (célebreya desde Skolem y Henkin) recibe el menor tratamiento, a pe-sar de que tal problema remite directamente a la cuestión deque junto a unas condiciones suficientes para la reducción, cabehablar también de unas condiciones necesarias.

32

Page 17: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

La limitación de su planteamiento lleva a Quine a una caren-cia aún más importante: olvida que el estatus de la reducción,o explicación, es muy distinto en la versión conjuntista que enla de Frege-Russell. Así, escribe que las tres progresiones deFrege, von Neumann y Zermelo están presentes en el mismouniverso de valores para las variables (presumiblemente el delos números), por lo que (196Oa, p. 272):

Las tres son adecuadas como explicación del número natural, enel sentido de que no es necesario, disponiendo de cualquiera deellas, añadir a nuestro universo del discurso los números natura-les en ninguna función propia. Cada una de las tres progresiones,o cualquier otra, hará el trabajo de los números naturales, y cadauna de ellas resulta adcmás dotada para tareas quc no puedencumplir las demás. Así se nos impone el hecho, como en el casode los pares ordenados, de que la explicación es eliminación.

Pero ni para Frege ni para Russell (al menos el primer Russell)los números quedaban eliminados al ser reducidos a clases declases. Para ellos la realidad de los números era tan firme co-mo la de los objetos físicos, en el sentido platónico de que lasentidades aritméticas, como las de la geografía, se descubren yno se crean mediante su construcción. Así, si es necesario re-construirlas en! términos lógicos ello se debe, como decía másarriba, a la necesidad de asegurar su estatus lógico y justifi-car la verdad de los enunciados correspondientes. Pero ello nosignifica en ningún caso que se trate sólo de cumplir ciertasfunciones: los números son objetos independicntcs de nosotrosy todas nuestras reconstrucciones; no son reducibles a las le-yes que los rigen, por lo que ninguna otra entidad que cumplatales leyes puede aspirar a sustituirlas.

En 1963a Quine mantiene idéntico planteamiento, aunqueañade algo importante, que será desarrollado con posterioridaden términos de preservación de estructura: las diferentes pro-gresiones sustituyen válidamentc a los números (cumplen susmismas funciones) porque, en E)en8ral, suponen reducción sólo

33

Page 18: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

en el sentido de modelización. Así, los números son conjuntossólo en el sentido de que las expresiones aritméticas pueden serreinterpretadas de forma conjuntista, lo que preserva la verdadde los enunciados correspondientes (1963a, p. 135):7

Hemos aportado un modelo para la aritmética en la teoría deconjuntos cuando hemos aportado una manera de interpretar lasnotaciones aritméticas en términos conjuntistas de forma que lasverdades de la aritmética pasen a ser verdades de la teoría deconjuntos. Entonces, ¿qué es lo que se requiere, además de esasimulación formal, al reducir realmente los números a la teoríade conjuntos? Similarmente, hay también una cuestión de apli-cación de los números; así, en el caso de los números naturales,la medida de una clase. Pero habíamos notado [... ] que esto noconstituía ningún requerimiento adicional para los números na-turales; cualquier versión de los números naturales serviría parala medida de una clase si cumpliese las leyes formales [... ] Elmodelado, de nuevo, se muestra como equivalente a la reducciónporque todas las características relevantes para la aplicación pa-san al seno del modelo.

Ello no supone, sin embargo, ningún avance en los problemasque he señalado más arriba. La cuestión de la intuitividad (quedepende, claro está, del tema del lenguaje ordinario) quedapendiente, así como el problema de la reducción, en el sen-tido eliminativo del término, junto a los temas de la prioridadcardinal-ordinal y de los modelos no estándar.

4. Pitagorización y reducción

Al año siguiente Quine dedicó un importante artículo al te-ma: 1964a, que será ya la versión definitiva de su postura,a la que sólo se han añadido posteriormente ciertos detalles

7 Aunque la preservación de la verdad de ciertos enunciados de unmodelo reductivo no tiene porqué conservarse en otro. La incompatibilidades más profunda de lo que parece (Benacerraf en 1965a señaló esto conclaridad). Lo que se preserva es la verdad de los enunciados de la aritméticaclásica de números en los diversos modelos propuestos.

31,

Page 19: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

secundarios. Yo veo dos novedades importantes en esta nuevaentrega. La primera es una cierta clarificación del conceptode reducción ontológica, consistente en señalar, por primeravez, el hecho de que ciertas reducciones pretenden sólo susti-tuir ciertas entidades por construcciones que cumplan sus fun-ciones esenciales, mientras otras pretenden, además, eliminarlas entidades originarias, mostrando, así, su dispensabilidad.Quine ofrece un ejemplo extraído de Carnap en el que ciertotipo de números es eliminado en términos de ciertos otros y con-cluye: "Las clases de Frege y las de von Neumannsimulan elcomportamiento de los números naturales hasta el punto de queresulta cómodo llamarlas números naturales, en lugar de decirque hemos logrado prescindir de los números naturales comoCarnap prescindió de los números impuros" (1964a, p. 2(0).

La distinción parece banal, pero es dañina para la tesis ante-rior de Quine de que toda reducción presupone la eliminaciónde lo reconstruido. Cuando él mantenía semejante postura esobvio que estaba pensando en su típico esquema de la recons-trucción como paráfrasis (véase más arriba), donde lo únicoque contaba era la sustitución dentro del enfoque del compro-miso ontológico, es decir, partiendo de la base de que ser essólo ser dentro de una estructura cuantificacional dada. ComoQuine extrajo su teoría general del modelo de la teoría de lasdescripciones extendido a todos lo objetos abstractos y a todoslos nombres propios, carecía de sentido para él distinguir entredos tipos de reducción de unos objetos a otros fuera del marcoestricto de la relatividad ontológica, que pasa meramente porsustituir una teoría por otra. Por tanto no podía, en su sistema,decirse que unas entidades son eliminadas (por ejemplo cier-tas descripciones "sin referencia", como el famoso actual reyde Francia de Russell), mientras que otras son simplemente pa-rafraseadas. Toda reducción debía ser eliminación. Ahora, sinembargo, sin desdecirse explícitamente de su planteamientoanterior, Quine al menos admite Gue hay reducciones que eli-

35

Page 20: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

minan y otras que no lo hacen necesariamente, o al menos queno se introdujeron con objeto de eliminar nada.

Lo que Quine señala ahora es que, por tanto, lo que llamacoextensividad no es todo ni lo único que se busca en toda re-ducción. Si la coextensividad fuese lo único interesante seríacierto que toda reducción sería eliminación, pero como hay re-ducciones que eliminan realmente lo reconstruido, en el sen-tido de que muestran claramente su dispensabilidad (o, comodiría Russell, su falta de referencia), mientras que otras no lohacen, pudiendo, por tanto, coexistir -a título alternativo--con las entidades originarias, entonces hemos dc concluir quereducción y eliminación no son, a su vez, nociones coextensi-vas. Pero esto no le sirve a Quine para modificar, en apariencia,su planteamiento general anterior, salvo en el sentido de añadirexplícitamente que las reducciones de los números a conjuntosvalen porque preservan la estructura (1964a, p. 200):

Allí donde la reducción es parcialmente ontológica, vemos quela coextensividad no es la cuestión. ¿Qué lo es entonces? Con-sidérense de nuevo los modelos de Frege y von Neumann deconstruir el númcro natural, así como un tercero y bien conocido:el de Zermelo. ¿Por qué son todos ellos válidos? ¿Qué tienen encomún? Cada uno dc ellos es un modelo que preserva la estruc-tura de los números naturales. Cada uno preserva la aritmética,y esto es suficiente.

Sin embargo, Quine está pensando ya en otra cosa, y ésa esla segunda novedad básica mencionada más arriba; está pen-sando en que si la coextensividad no es exacamente lo dig-no de destacarse, puesto que caben dos sentidos distintos deeliminación dc lo reconstruido, entonces hay que añadir algu-na condición ulterior que distinga una eliminación de la otra.Lo curioso es que se sirva de otro de los problemas que men-cionábamos más arriba como pendientes para hacerlo: el pro-blema de la no-categoricidad tal como se infiere del teoremade Lowcnheim-Skolcm.

3C>

Page 21: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

En efecto, si describimos las distintas (e incompatibles) re-ducciones matemáticas de los naturales a conjuntos (o de losreales a racionales, u otras similares) en términos de preserva-ción de estructura, es decir, en términos model ísticos, entonceshemos de admitir también, por el susodicho teorema, que cual-quier modelo conjuntista al que reduzcamos los números tiene,a su vez, un modelo en el universo de los números naturales,pues lo que el teorema afirma es precisamente que cualquierteoría que admita una interpretación verdadera admite un mo-delo tal. El problema queda, así, servido (19M.a, p. 210):

Existe aquí otra interesante cara de la moneda. Nuestros pri-meros ejemplos de reducción ontológica fueron las reduccionesde Frege y von Neumann de los números naturales a la teoría deconjuntos. Éstos y otros ejemplos reforzaron la idea de que lo queimporta de tales reducciones es el descubrimiento de un modelo.y así terminamos diciendo, a la vista del teorema de Lowenheim-Skolem, que las teorías acerca de los objetos de cualquier tipopueden, si son verdaderas, reducirse a teorías de números natu-rales. En lugar de reducir el discurso sobre números al discursosobre conjuntos, podemos reducir el de conjuntos -y de todolo demás- al de números naturales. Y hay aquí un beneficioevidente, puesto que los números naturales son relativamenteclaros y [... ] económicos.

La conexión con el tema de la eliminación es obvia: si fue-se cierto que lo único que importa es la preservación de laestructura, como Quine concluyó de las típicas reduccionesconjuntistas, entonces deberíamos afirmar lo mismo ahora, ad-mitiendo la sorprendente conclusión del célebre teorema segúnla cual cualquier teoría es reducible a la de los números natu-ralcs. En palabras de Quine (ibid., pp. 201-202):

Pero ¿es cierto que lo único que importa es un modelo? Cual-quier teoría interpretable puede, a la vista del teorema de 1..0-wenheim-Skolem, ser modelada en los números naturales, sí;pero énos autoriza esto a decir que de esta forma la hacemos

37

Page 22: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

de una vez por todas reducible a ese dominio, en el sentido deque nos estuviera permitido en adelante repudiar los viejos ob-jetos para cualquier propósito y reconocer sólo los nuevos, losnúmeros naturales?

Es pues obvio que la vieja teoría de la reducción quineana re-quiere algún cambio, a riesgo de llevar una y otra vez a la mismaconclusión, aparentemente viciosa, y es obvio que ese cambioha de afectar precisamente a la vieja identificación entre re-ducción y eliminación, en el sentido de romperla y admitir va-rios tipos de eliminación (como defendió ya Russell). Veamosla modificación y comprobemos si las exigencias del célebreteorema sirven, de paso, para resolver los anteriores problemaspendientes.

No puedo aquí entrar en detalles, pero lo esencial del cam-bio me parece que radica en lo siguiente. Para Quine, la únicaforma de evitar la consecuencia de que, por el teorema de Lo-wenheim-Skolem, toda reducci6n ontológica (dentro de las con-diciones estándar) pase a ser meramente una reducci6n a losnúmeros naturales, consiste en exigir como condición adicio-nal la introducción de una función "sustitutiva" (proxy) quepreserve las propiedades -los predicados- de las entidadesoriginarias -vía mantenimiento de los valores de verdad delos enunciados relevantes- tras su proyección en un nuevomodelo. La idea intuitiva es que la función sustitutiva asigneuna de las nuevas entidades del modelo a cada una de las en-tidades originarias por reducir, con lo cual la "trivializaci6n"de la anterior reducción podría evitarse. En palabras de Quinc(1964a, p. 205):

IEl esquema estándar de la reducción de una teoría (j a otra (J'puede ahora establecerse como sigue. Especificamos una fun-ción, no necesariamente en la notación de (j o de (jI, que admitacomoargumentos todos los objetosdel universo de (j y tome valo-res en el universo de (J'. Ésta será la función sustitutiva. Luegoacad~ predicado primitivon-ádico de (j,a cada n, le asociamos de

38

Page 23: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

manera efectiva un enunciado abierto de e' de n variables libres,de tal manera que el predicado sea satisfecho por un n-tuplo deargumentos de la función sustitutiva cuando y sólo cuando elenunciado abierto sea satisfecho por el correspondiente n-tuplode valores.

No cabe duda de que con semejante condición la amenaza pro-cedente del teorema de Lowenheim-Skolem no tiene ya lugar.Para una reducción realmente ontol6gica, y no un mero "mo-delizado", de una teoría a los números naturales es necesarioahora que se determine una función sustitutiva que asigne efec-tivamente números a todos los objetos de la teoría originariay proyecte sus predicados en sentencias abiertas del modelonumérico, con objeto de preservar los valores de verdad de lassentencias cerradas. Pero el argumento basado en el teoremade Lowenheim-Skolem no determina tal función: "No resul-ta determinado qué números han de equivaler a los respecti-vos objetos de O. De ahí que ello no dé la medida de nuestroestándar de reducción ontológica" (1964a, p. 206).

Sin embargo, y como era previsible, se crea un problemanuevo. Si hemos de distinguir entre reducción ontológica y me-ro modelado es al precio de introducir una función entre lasentidades de ambas teorías, lo cual presupone el considerarlascomo objetos, aparentemente con igualdad de estatus ontológi-co. Pero con ello la vieja tesis de que la reducción (o expli-cación) equivale a eliminación, que tuvo ya que ser corregidahasta distinguir entre eliminaciones "tácticas" y eliminacionesreales, tiene ahora que ser desechada completamente. Si ambostipos de entidades tienen el mismo estatus ontológico, entoncesno podemos decir que los primeros han quedado eliminados por-o reducidos en términos de-los segundos. Así, aunque sinduda la reducción fregeana -y similares- cumple la condi-ción adicional (hay una función que, aplicada a los números,nos da como valor la clase de clases correspondiente), ello su-pone hacer de los números entidades "auténticas", con lo que

39

Page 24: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

la raz6n principal de la reducci6n --que era, desde el punto devista de Quine, el lograr las mismas funciones con s610admitirentidades (las clases o conjuntos) menos problemáticas que losnúmeros- pierde su sentido.

Por tanto, el precio que pagamos para evitar que cualquierreducción conjuntista suponga, por el teorema dc Lowenheim-Skolem, una reducción a los números naturales, se continúapagando a manos de su funci6n sustitutiva, que nos impidelibrarnos de los números de todas formas. Esto ha sido reco-nocido explícitamente por Quine, que introduce, de paso, otraconsecuencia de la maniobra: "Mi formulaci6n pertenece, porsu naturaleza, a una teoría inclusiva que admita los objetosde (J, aún por reducir, y los objetos de (J' en pie de igualdad"(1964a, p. 206). La consecuencia es, naturalmente, que se exi-ge también una especie de nueva teoría "inclusiva" desde don-de podamos considerar ese nuevo estatus ontológico al mismonivel para ambos tipos de objetos. Parece cierto que s610 des-de esa teoría adicional podría lograr la maniobra, o, dicho enotras palabras, formular explícitamente la funci6n sustitutiva,pero Quine nos deja aquí sin saber nada más con respecto alestatus de la nueva teoría.

Afortunadamente un célebre artículo posterior, "La relati-vidad ontológica" (1969a),da el paso definitivo: identificar lateoría adicional nada menos que con la "teoría de fondo" re-querida para poder reducir una teoría a otra, con lo que pode-mos comprobar que la versi6n final de la tesis de la relatividadontológica depende precisamente de la evoluci6n de los pro-blemas de la reducción matemática. Aparentemente la versiónquineana de la reducción de los números a conjuntos de 1969aes la misma (p. 62-63):

En última instancia, ¿qué es un número natural? Existen la ver-sión de Frege, la dc Zermclo, la de von Neumann e incontablesalternativas ulteriores, todas ellas mutuamente incompatibles eigualmente correctas. Loque estamos haciendo en cualquiera deestas explicaciones de los números naturales el' idear modelos

40

Page 25: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

de la teoría de conjuntos para satisfacer leyes que los númerosnaturales en un sentido no explicado han sido destinados a sa-tisfacer.

Sin embargo, ya una primera precaución referente a los mo-delos no estándar descubiertos por Skolem muestra que Quinese toma cada vez más en serio los problemas de la reducciónontológica en matemática. En las anteriores discusiones nuncahabíamos visto aparecer este importante tema, y la acostum-brada alusión a Russell se liquidaba siempre diciendo que elviejo maestro se equivocaba cuando requería algo más que unsimple modelo que satisficiese los axiomas de Peano (aunqueQuine no suele referirse a tales axiomas en semejante contex-to). Es obvio que cuando Russell manifestaba tal oposición lohacía empujado por su clásica animadversión contra la "de-finición implícita por postulados", aunque Skolem se encargódespués de demostrar que por debajo de aquella repulsión ins-tintiva había algo más profundo. En consecuencia, Quine rec-tifica un tanto su presentación habitual. Así, aunque continúadefendiendo afirmaciones como "Los números [... ] se cono-cen solamente por sus leyes", "Siempre, si hay estructura, lasaplicaciones encajarán", o "las leyes aritméticas agotan la na-turaleza de los números" (1969a, p. 64 s.], inmediatamente lascorrige negando, con R ussell, que los números sean simple-mente "cualesquiera cosas que satisfagan la aritmética", pues"distintos modelos de objetos dan lugar a distintos modelos dearitmética" (ibid., p. 65).

Así, la acostumbrada tesis de que cualquier progresión pue-de servir ha de modificarse: no podemos identificar unas pro-gresiones con otras (por ejemplo la de los pares con la de losimpares). Esto lleva el relativismo un paso más lejos (1969a,p.65):

La cuestión sutil es que cualquier progresión servirá como unaversión del número en la medida y sólo en la medida en que nos-otros persistamos en una y la misma progresión. Aritmética es,

41

Page 26: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

en este sentido todo lo que es numerable: no hay, absolutamentehablando, lo que los números son; hay solamente aritmética.

No obstante, el nuevo grado de relativismo persistentementese niega a presentarse a través de un tratamiento quizá másnatural mediante los axiomas de Peano, en lugar de un vagolenguaje de las "progresiones", sobre todo puesto que talesaxiomas las rigen a todas, lo que llevó a Peano a decir preci-samente que el número es lo que podemos abstraer en comúnde todas las interpretaciones de sus axiomas. En todo caso lafuerte negación de cualquier esencia de los números está, eneste estadio, necesitada de una nueva justificación relativista:eS la función del nexo entre las consecuencias del teorema deLowenheim-Skolem, la función sustitutiva necesaria para negarsus implicaciones y las novedades relativas a una nueva "teoríade fondo".

En efecto, el susodicho teorema establece una reducción decualquier teoría a una ontología enumerable, lo que nos permitever sus objetos como números naturales. Como anteriormente,Quine introduce la necesidad de una función sustitutiva que-como la numeración godeliana- aplique un universo a unaparte o a la totalidad de otro (1969a, pp. 77,82). Esto conduce,también como de costumbre, al rechazo del pitagorismo a quellevaría aceptar la anterior reducción universal al mundo de losnaturales: "Yo no veo incluso en la prueba del teorema fuertede Lowenheim-Skolem ninguna razón para suponer que puedaformularse en parte alguna una función vicaria que aplique unaontología no enumerable, por ejemplo los números reales, a unaenumerable" (ibid., p. 82-83).

Pero esto, aunque permite a Quine rechazar tan desagrada-ble consecuencia, tiene -como vimos- el efecto de exigir delas entidades de la teoría por reducir un carácter inequívoco de"objetos", puesto que la función sustitutiva debe correlacionarlos predicados de ambas teorías, y tales predicados lo son enla medida en que son verdaderos de los respectivos objetos. La

42

Page 27: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

consecuencia es la "teoría de fondo" para albergar la mencio-nada función y --de paso- la profundización del relativismo(ibid., p. 79):

Nuestra dependencia de una teoría de fondo se hace especial-mente evidente cuando reducimos nuestro universo U a otro Vapelando a una función vicaria. Ya que sólo en una teoría conun universo inclusivo, que abarque U y V, puede tener sentidouna función vicaria. La función aplica U a V, en consecuencia,necesita tanto todos los viejos objetos de U como sus nuevosvicarios en V.

¿Hasta qué punto hay que conceder, pues, un estatus on-tológico pleno a los objeto por reducir? El asunto es peliagudo,sobre todo porque en algunos casos reducimos ciertos objetosa otros precisamente porque dudamos de tal estatus, o inclusolo negamos abiertamente (descripciones sin referencia, infini-tesimales después de Weierstrass, etc.), Para el caso de quela teoría de fondo coincida con la teoría por reducir, Quine loformula en toda su desnudez, con su maestría habitual: "nopodemos declarar nuestras nuevas economías ontológicas sinrecurrir a la vieja ontología antieconómica" (1969a, p. 80). Pe-ro el callejón sin salida no se admite: es cierto, nos dice, quelos viejos objetos parecen existir, por cuanto necesitamos co-rrelacionarlos con los •..uevos, pero su estatus es meramentecircunstancial y depende sólo de la estructura de la argumen-tación (ibid., p. 80):

no hay más razón para preocuparse por esto que la que hay enla reductio ad absurdum, en la q'le suponemos una falsedad conel fin de probar que es falsa. Si lo que queremos mostrar es queel universo U es excesivo y que sólo una parte existe o necesitaexistir, entonces estamos en nuestro pleno derecho de suponertodo U para el argumento en cuestión. Mostramos así que si todoU fuera necesario, -ntonces no sería necesario todo U; y portanto, nuestra reducción ontológica está marcada por la reductioad absurdum,

43

Page 28: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

Sin embargo, es obvio que de esta forma se pierde una de las ra-zones más fuertes de toda reducción ontológica. Como Russellmostró con su teoría de los símbolos incompletos, este tipo dereducciones tiene por objeto, no sólo mostrar que podemos sus-tituir nuestras entidades problemáticas por otras más segurasque cumplan las funciones de las primeras, sino que podemosmostrar que al prescindir de ellas lo hacemos por medio de unnuevo lenguaje donde aparece con toda claridad que los objetospor rechazar no eran tales. Así, cuando Quine insiste en que losnúmeros no son nada, debe, sin embargo, pechar con la conse-cuencia de tener que admitirlos de todas formas, aunque sea deuna forma vicaria, quizá en un sentido parecido al de Meinongcuando insistía en que "el cuadrado redondo" subsiste aunqueno exista, mientras que la teoría de las descripciones russel-liana lo reducía a la nada mostrando su carácter meramenteaparente.

Sólo ahora aparece la relatividad ontológica quineana en to-da su fuerza, al tiempo que la inescrutabilidad de la referenciacobra nueva luz (l969a, p. 69):

Carece de sentido preguntar si, en general, nuestros términos"conejo", "parte de conejo", "número", etc., realmente se refie-ren respectivamente a conejos, partes de conejo, números, etc., yno a algunas denotaciones ingeniosamente permutadas. Carecede sentido preguntar esto en términos absolutos; podemos pre-guntar esto con sentido sólo relativamente a algún lenguaje defondo [... ] Cuestionarse la referencia de una manera absolutasería como preguntar por la posición absoluta, o la velocidad ab-soluta, en lugar de la posición o velocidad relativas a un sistemade referencia dado.

Naturalmente la nueva relatividad ontológica, que es muchomás fuerte que la anterior, tiene una consecuencia difícil demanejar, que inevitablemente recuerda la paradoja de Bradleysobre las relaciones. De la misma manera que para el viejoidealista todo intento de clarificar el estatus de la relación en-tre dos términos conduce a la conversión de tal relación en un

44

Page 29: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

nuevo término y reclama, por tanto, nuevas relaciones con losanteriores, en un regreso infinito, así parece suceder ahora conel lenguaje de fondo quineano. De nuevo nuestro autor diag-nostica la situación con toda claridad: "Si las cuestiones dela referencia del tipo que estamos considerando tienen sentidosólo relativamente a un lenguaje de fondo, entonces eviden-temente las cuestiones de la referencia del lenguaje de fondotienen sentido a su vez sólo relativamente a un ulterior lengua-je de fondo" (1969a, p. 70). La solución es ya bradleyana sinambages. Veámosla para terminar esta sección.

Decir si hayo no regreso infinito, al igual que sucede conla velocidad o la posición en una cadena de sistemas de refe-rencia, puede responderse atribuyendo convencionalmente unpunto de partida "absoluto", que sería lo ostensivo en física co-mo sustrato último y nuestro lenguaje ordinario como lenguajede fondo último. Pero si queremos saber más y no limitarnosa algo tan prosaico como la práctica, Quine ofrece entonces elrelativismo más profundo. Así como en física no hay más querelaciones de unos sistemas de coordenadas con otros y, porextensión de unas cosas con otras, sin que podamos hablar decosas "en sí" absolutamente, lo propio sucede con el lenguajey los objetos de las teorías: sólo una "teoría relacional" sobrelo que son tales objetos »uede servir: "La tesis relativista a laque hemos llegado [... ] es ésta: no tiene sentido decir cuálesson los objetos de una teoría fuera de la cuestión de cómo in-tcrpretar o reinterpretar esta teoría en otra" (1969a, p. 71).

Naturalmente no se trata de una "solución" al problema dellenguaje de fondo. Se trata sólo de admitir que el problema notiene más solución que llevar el relativismo hasta sus últimasconsecuencias: las cosas no son más que un conjunto de re-laciones. Sin lugar a dudas el ciclo se cierra aquí, pues deciresto no es sino dccir , "'omo insistíamos cn la sección anterior,que los nombres propios no son sino descripciones disfrazadas(que también era una dc las tesis básicas de Bradley), o que ser

45

Page 30: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

es ser el valor de una variable, o que, puesto que disponemossólo de estructuras, un objeto no es sino una "posición" en unade ellas. Sólo ahora está Quine en disposición de superar elplanteamiento carnapiano de cuestiones internas y externas:no hay posibilidad alguna siquiera de plantear la externalidadde una cuesti6n. Cuando pensamos en cuestiones externas in-evitablemente lo hacemos en términos de un universo más am-plio que rebase una teoría particular; ahora está claro que loque hace que las cuestiones ontol6gicas carezcan de sentidocuando! están tomadas absolutamente no es la universalidad,sino la circularidad" (1969a, p. 74).

Es este regusto bradleyano el que reconocemos una vez másen el recurso del lenguaje de fondo, y en el hecho de que la re-latividad de que nos habla Quine es, como él mismo ha dicho,"doblemente relativa" (ibid., p. 76). En efecto: "la propia rela-tivizaci6n tiene dos componentes: relatividad de la elecci6n dela teoría de fondo y relatividad a la elección de cómo traducir lateoría objeto de la teoría de fondo" (1969a, p. 90); o, dicho entérminos de la traducción radical: lenguaje de fondo y manualde traducción. Pero también la conexión implícita con el temade los niveles del lenguaje, las paradojas y lo trascendental detodo intento de superaci6n del relativismo ha sido señalado porQuine (ibid.):

La regresión en la ontología es reminiscente de la regresi6n yafamiliar en la semántica de la verdad y nociones parejas -satis-facci6n, nombrar. Sabemos, a partir de los trabajos de Tarski,c6mo, en este sentido, la semántica de una teoría reclama regu-larmente una teoría de algún modo más inclusiva. Esta seme-janza quizá no debería sorprendernos, ya que. tanto la ontologíacomo la satisfacción son cuestiones de referencia. En su evasivi-dad, de todos modos ~n su vaciedad una y otra vez excepto enrelación con un fondo más amplio-, ambas, verdad y ontología,puede decirse, en un sentido repentinamente claro e incluso to-lerante, que pertenecen a la metafísica trascendental.

46

Page 31: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

5. Reduccián. explicaci6n y eliminaciáti

En la sección anterior he ido formulando ya ciertas observa-ciones críticas a la postura de Quine, especialmente en lo queconcierne a los problemas que me parecía que quedaban pen-dientes. Las más importantes han sido: el problema de si lasnuevas construcciones amplían, como en Russell, nuestro co-nocimiento; la dificultad concerniente al uso ordinario de lasexpresiones; la lflsencia de toda discusión referente a la prio-ridad de los cardinales o los ordinales, en el marco del intentode Frege-Russep, mucho más amplio que el de von Neumann ysimilares; el problema general de cualquier identificación en-

Itre reducción y eliminación; y la dificultad de la subsistenciade los objetos una vez reducidos, ahora en el marco del rela-tivismo bradleyano de las cosas y las relaciones. En esta sec-ción, y dando ya por supuestas tales críticas, repasaré otras queaparecen en los trabajos que tratan el tema y que me parecenespecialmente útiles para profundizar las primeras y penetraren los presupuestos quineanos.

Como señalé más arriba, Quine no suele hablar de los axio-mas de Peano como estructura de todos los sistemas que formanuna progresión. Pero uno de los axiomas, el que define la induc-ción matemática, cuantifica sobre propiedades, por lo que nopuede formularse en una lógica de primer orden (que toma sóloobjetos como valores de sus variables), sino en una de segun-do. Ahora bien, el teorema de Lowenheim-Skolem, que Quineconsidera en profundidad, afecta sólo a la lógica de primer or-den, mientras que, por otra parte, los axiomas de Peano puedenformularse como estructura categórica en segundo orden. Así,la limitación que representa semejante teorema y su amenazapara la reducción ontológica de Quine no se presentarían, si losaxiomas de Peano se entienden como si estuvieran formuladosen segundo orden (Tharp 1971a, p. 153).

En el mismo contexto, Quine insiste, una y otra vez, en quela reducción a números naturales de toda teoría consistente de

47

Page 32: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

primer orden, por virtud del mismo teorema, no debería tomarsecomo una reducción verdadera, lo que desea mostrar median-te la falta de una función sustitutiva que correlacione viejos ynuevos objetos. Sin embargo, esa distinción entre reduccionesverdaderas y reducciones triviales no está justificada en abso-luto (ibid., p. 156). Sin duda toda esta problemática surge delhecho de la falta total de criterios en Quine para elaborar unaclasificación de los distintos tipos de reducciones ontológicas,que debería quizá apelar a una clasificación de los tipos deobjetos y podría llevar a resultados similares a los de Russelly sus símbolos incompletos. Pero ello, a su vez, rompería dosde los presupuestos vitales para Quine: i) la misma relatividadontológica, que exige una tercera teoría para explicar toda re-ducción de una teoría a otra; ii) la tesis de que ser un objeto essólo ser el valor de una variable, lo que hace muy difícil dis-tinguir entre objetos reales y aparentes (o subsistentes). De ahíla debilidad del argumento de la reductio ad absurdum (véasemás arriba).

Otra forma de resaltar tal debilidad, que surge al conside-rar teorías autorreductoras, consiste en señalar ejemplos tri-viales. Como adujo ya Quine, puede probarse que el conjuntode números mayores que 16 constituye el dominio de un mo-delo de la aritmética, pero difícilmente podríamos admitir quecon ello hemos autorreducido (económicamente) la aritméticaen un sentido ontológicamente relevante. Por otra parte, cuan-do, en el mismo argumento de la autorreducción (que parece,sin embargo, extensible a toda reducción), consideramos unateoría U reducida a otra V, siendo, pues, U, también la teoríade fondo, se plantea inmediatamente el problema de la exis-tencia de lo que desaparece con la reducción, es decir, de loque no parece que necesite existir, en el sentido corriente dereducción económica.

En efecto, difícilmente podemos mostrar que sólo una partede U existe siendo así que desde el punto de vista de U, quees la teoría de fondo, toda ella existe. Tendríamos que situar-

48

Page 33: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

nos desde el punto de vista de V, aun cuando parece que laontología de U esté presupuesta en V. En palabras de Tharp(1971a, p. 158):

Lo que resulta claramente demostrado es que, si se está con-siderando la adopción de un universo U, se puede sin ulteriorcompromiso asumir V y obtener una interpretación de la formade la teoría de U en V. Puesto que podemos justamente asumirque en general V se define y se conoce sólo en términos de U,¿cuál es el propósito de aceptar V? Seguramente no es más se-guro aceptar V que U. V no es más claro que U. Parece que laeconomía, en el sentido rechazado arriba, sería el único motivo.

Podemos considerar la dificultad para el caso de los infinite-simales. Como veíamos más arriba Weierstrass logró su "eli-minación" mediante la afinación de los conceptos del análisis.Con ello, sin embargo, pareció eliminar lo que no existía. Deahí la dificultad de aplicar la función sustitutiva y señalarloscomo objetos correlacionados con sus sustitutos. En este caso,sin embargo, hubo conservación de funciones y un aumentode la seguridad y la claridad. Sin embargo, con la definiciónconjuntista de los infinitesimales por A. Robinson (donde denuevo nos salimos del marco de la autorreducción) hay tambiénreducción, mediante la preservación de funciones, aunque nohay eliminación por ningún lado, y la economía es dudosa.

Por todo ello me parece que sin una ontología no puramenterelativista es imposible hablar de forma consistente de reduc-ción. Como Frege y Russell la tenían, pudieron permitirse ellujo de combinar la reducción y la explicación con la falta deeliminación, como sucede en el caso de su célebre definicióndel número de una clase. Por el mismo motivo, rebasaron elmarco de Dedekind y Peano no sólo porque, como von Neu-mann o Zermelo, fueron capaces de construir una progresiónen términos de clases (o conjuntos), sino sobre todo porqueaportaron un marco general donde el número de una clase,el concepto de número y la clase de los números pueden ser

49

Page 34: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

perfectamente distinguidos. Claro que para ellos, precisamen-te porque partían de una base ontol6gicamente firme, semejan-te reducción tenía valor epistemológico y proveía, pues, nuevoconocimiento, al menos en el sentido de que proveía un marcomás general, con conexiones más amplias, donde insertar elmundo de los números, pero sin que éstos perdieran su estatusanterior como realidades ineliminables.

Por eso precisamente parece que la tesis quineana de quebasta con el mantenimiento de la estructura para la aceptaciónde una reducción dada es insuficiente. Y ello porque las teoríasno tienen, en su formulación originaria, sólo propósitos lógicos,sino también toda una serie de nexos con otras teorías, tantodesde el punto de vista lógico como desde el empírico (o "teó-rico"). Como ha señalado Chihara, tales conexiones, en Quine,han de entenderse como si estuvieran presupuestas por la teoríade fondo que nos hace posible la reducci6n; pero entonces:"¿Son los nexos proporcionados por la teoría de fondo irrele-vantes para los 'fines originarios' de la teoría? Si es así, seríaun hecho sorprendente" (1973a, p. 127). Así, si entendemosque ciertas presuposiciones ontol6gicas de una teoría formande algún modo parte de la teoría de fondo, entonces pareceríaque diversas teorías de fondo aportarían visiones muy diferen-tes de cada teoría y, por tanto, de cada reducción. Más aún,puesto que a menudo Quine sugiere que la teoría de fondo noes más que la teoría incorporada en el lenguaje ordinario, y éstedepende de las personas, o de las comunidades de hablantes,ello hace muy difícil rehuir las claras conexiones pragmáticas.Por tanto, o admitimos claramente las conexiones diversas queuna teoría tiene con otras, a través de la teoría de fondo usadacomo instrumento de la reducci6n, o no tiene mucho sentidohablar de reducción.

Quine ha insistido mucho en que el mantenimiento de la es-tructura es lo único importante para una reducción (con lasmejoras relevantes, la funci6n sustitutiva, etc.). Ya sabemosque, en contraposición a Frege-Russell, eso lo ha llevado a re-

50

Page 35: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

chazar que necesitemos una progresión determinada, apoyadaen ciertas mejoras epistemol6gicas, para los usos prácticos, almenos en puridad. Pero incluso si nos limitamos a la pura re-ducci6n ontol6gica, el que cierta reducción sirva los fines decierta teoría anterior no garantiza la eliminabilidad a menosque introduzcamos argumentos de algún tipo, y no s610el de laeliminabilidad práctica, a riesgo de no poder distinguir entrereducciones que eliminan lo problemático y reducciones quesimplemente sustituyen unos objetos por otros, sin más pre-tensiones. En realidad, aun aceptando el criterio quineano, loúnico que garantiza una reducci6n dada es que cierta ontología,vista desde una 6ptica determinada (la de la teoría de fondo)es formulable en otra, pero eso no parece, por sí mismo, tenernada que ver con la eliminación en el sentido ontológico deltérmino. Hablar de eliminaci6n parece presuponer un puntode vista (una teoría) permanente, y no una simple comparaci6nde teorías desde una tercera, pues el compromiso ontol6gicoparece funcionar s610 dentro de una teoría dada, ya que s610en una teoría tiene sentido hablar de variables de cuantifica-ci6n. Chateaubriand ha tocado el problema con relaci6n a lareducci6n de números a conjuntos (citado en Chihara, 1973a,p.133).

Si en ignorancia de la reducibilidad del número a la teoría deconjuntos se hubiesen adoptado ambas teorías y establecido losnúmeros y los conjuntos como entidades diferentes, entoncesuna vez que nos demos cuenta de que la teoría de números esreducible a la teoría de conjuntos se ve que no es necesarioestablecer los números y.los conjuntos como entidades diferen-tes. Quine desea decir que, en consecuencia, POdemosrepudiarlos números en favor de los conjuntos. Pero eso es confundente[... ] lo que repudiamos es nuestra errónea ~ al menos inne-cesaria- suposición de que al adoptar [... ] [ambas teorías]habíamos establecido los números comoentidades diferentes delos conjuntos. La ontologíade los números no resulta repudiadaen absoluto; se muestra s610que es una parte de la ontología delos conjuntos.

51

Page 36: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

Aplicando, una vez más, esta idea a la eliminación de los infi-nitesimales por Weierstrass, tendríamos que lo que caracteri-zaría la verdadera reducción sería la función sustitutiva, perolo único que se habría mostrado es que una ontología (la delos infinitesimales) es formulable en otra, yeso, a su vez, pa-rece decir que después de todo los infinitesimales no han sido"eliminados". Así que las exigencias que hacen posible la eli-minación obran en contra de ella misma. Lo que la última citaparece añadir es, simplemente, lo que señalaba yo más arriba:que si queremos distinguir entre varios tipos de eliminaciónhabremos de hacerlo a través de una clasificación de las re-ducciones, lo cual parece presuponer una ontología absoluta yno relativa.

El ejemplo de la eliminación de las clases por Russell es denuevo relevante, sobre todo porque usualmente se la consideracomo una reducción ontológica. Valga la descripción de Chiha-ra, que es especialmente iluminadora (1973a, pp. 134-135):

En PM, para cada clase a, hay muchas funciones proposiciona-les con a como su extensión; sin embargo la teoría sin clasesno asocia una única función proposicional con cada clase. Yno resulta obvio cómo se especificaría precisamente la reque-rida función sustitucional. Pero incluso aunque la exigencia dela función sustitutiva no se satisfaga, se admite generalmenteque la teoría sin clases muestra la forma en que podemos pres-cindir de las clases en favor de las funciones proposicionales[... ] ASÍ, la cuestión de si puede especificarse una función susti-tutiva que relacione clases con funciones proposicionales parececlaramente irrelevante.

Es una pena que el autor no se percate de que la misma idea,como habíamos visto en la sección anterior, es perfectamenteaplicable a todos los símbolos incompletos russellianos, quesurgieron del paradigma de las teorías de las descripciones.Entendido así, el texto citado no hace más que señalar laincoherencia implícita en la exigencia de una función susti-tutiva. Por formularla de manera especialmente escandalosa,

52

Page 37: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

podríamos decir: de acuerdo con Quine, podemos eliminar losobjetos de una teoría si y s610 si los mantenemos en otra, lateoría de fondo, al tiempo que la misma estructura es preser-vada en la teoría final. Y, puesto que siempre es necesaria unateoría de fondo y una teoría final, la reducción quineana noes reducci6n de ningún tipo. Una vez más parece que el pezrelativista se muerde la cola.

Los problemas de Quine comenzaron cuando trat6 de eli-minar, por trivial, una reducción que, sin embargo, parecíacumplir con el requisito de la preservaci6n de la estructura: lapitagorización subyacente en el teorema de Lowenheim-Sko-lem, La consecuencia fue que la modelizaci6n no era una con-dici6n suficiente; se requería, además, la función sustitutivaque preservara, de alguna forma, los objetos por reducir, aun-que fuese en la teoría de fondo. Eso es como decir que el man-tenimiento de la estructura es, en realidad, una mera condici6nnecesaria entre otras y, después de todo, no otra cosa es lo quepensaron Frege y Russell, para quienes tampoco la modeliza-ci6n era suficiente. Si pensamos en que, además, la estructurapor sí misma tampoco garantiza el que los modelos sean iso-morfos y que, por tanto, caben interpretaciones no estándar,entonces no parece que la crítica de Quine al modelo de Frege-Russell rebase mucho el punto de vista formalista.

Quizá la predilecci6n quineana por la reducci6n de los nú-meros a conjuntos -que, como hemos visto, no puede justi-ficarse alegando una mayor seguridad, ya que el concepto deconjunto no es menos problemático que el de número--- pue-da explicarse con argumentos de carácter pragmático. Así, sila teoría de conjuntos nos provee un contexto más amplio y po-tente, parece mejor escogerla como marco para que la ontologíade los números se manifieste y desarrolle. Steiner ha señalado,sin embargo, que ello supone, precisamente para un pragmatis-ta como Quine, cierta incoherencia: "Esta postura presuponeque podemos separar las cuestiones onto16gicas de las episte-mológicas; que podemos obtener una ganancia ontológica que

53

Page 38: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

no sólo no sea una ganancia epistemológica, sino que inclusosea una pérdida" (1975a, p. 75). Desde luego con ello vamos aparar al mismo tipo de consideraciones que hacíamos respec-to allogicismo clásico; pues para sus partidarios la reduccióna las clases proveía sin duda un fundamento más seguro, en lamedida en que, prescindiendo ahora de las paradojas, al menosreconvertía las verdades de la aritmética en verdades lógicas.

Pero el problema ahora es más. profundo: hablar de un mar-co más amplio y potente hace·......--denuevo- referencia a laconexión con otras teorías. El ejemplo de Steiner es instructi-vo. Reducir la teoría de números a la de conjuntos sería comocambiar una red de computadoras, de poca potencia aunquede seguridad garantizada, por otra mucho más potente y sus-ceptible de llevar a cabo operaciones más complejas, que nospermite, de paso, conectamos con otras redes y operaciones.El precio que debemos pagar sería, sin embargo, el afrontar elriesgo de errores. La decisión debería ser, pues, estratégica, nomeramente táctica.

Sin embargo, la analogía tiene sus limitaciones, al menos enla medida en que, aunque para Quine la reducción nos per-mite prescindir de la vieja teoría, no obstante podríamos con-servar la antigua, como los viejos computadores, para ciertastareas. Así, si de lo que se trata es sólo de conservar la partede teoría de conjuntos que "traduce" las verdades más simplesde la aritmética --aquellas que se dimanan de los axiomas de!Peano-, entonces parece que estaríamos confiando en un frag-mento de teoría de conjuntos apoyándonos paradójicamente enlos viejos objetos, que se han mostrado más seguros desde elpunto de vista de la consistencia. Steiner protesta de nuevodesde la epistemología: "¿lo sabrtamos si hipotéticamente noslibráramos de la carga del conocimiento numérico, que es nues-tro acceso al 'modelo estándar' de los axiomas de Peano? Nohay, pues, un sentido claro en el que la teoría de conjuntos nopueda asumir la tarea de la teoría de números desde un pun-to de vista pragmatista" (1975a, p. 76). Sin duda la maniobra

54

Page 39: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

tendría toda la apariencia de un juego de manos: sería comohablar un segundo idioma a sabiendas de que podemos vol-ver al original en cualquier momento, con el agravante de queno s610 esos momentos serían los problemáticos, sino de quenuestra comprensión del contenido por transmitir mediante elsegundo idioma dependería del originiario, desde el que he-mos aprendido el segundo. Tengo mis dudas acerca de si estoes reformulable en términos de la relatividad ontol6gica y ellenguaje -la teoría- de fondo.

Llevando el ejemplo del fragmento "numérico" de la teoríade conjuntos hasta el final, si imaginamos un matemático queopere con él en ignorancia de los axiomas de Peano que leservirían de base, entonces nuestro te6rico podría incluso sos-pechar inconsistencias en su modelo de trabajo, y lo haría pre-cisamente porque el fundamento epistemol6gico del que podríahaber disfrutado, de contar con aquella base, ha desaparecido.Consideraciones similares llevan a Steiner a negar definitiva-mente que haya un sentido claro en el que incluso una teoría deconjuntos limitada pudiese llevar a cabo el trabajo de la teoríade números (1975a, p. 80). Pero a mí me interesa destacar denuevo aquí lo de la falta del contexto que supondrían los nexoscon otras teorías.

Si admitimos que la gigantesca construcción de Bourbakiha provisto una nueva fuente de seguridad, no s610de belleza,para la matemática, entonces estamos obligados a responder ala pregunta: ¿su seguridad proviene s610 del hecho de que laconstrucción ha sido hecha "hacia atrás", gozando ya de lasteorías por reconstruir de manera conjuntista? O a esta otra:¿cabe imaginar un desarrollo de la historia de la matemáticay de la lógica en el que se hubiese podido comenzar por labase conjuntista? La respuesta a esta segunda pregunta parececlaramente negativa pues la matemática naci6 de sus aplica-ciones, pero ello no nos obliga a responder afirmativamente ala primera. Parece también claro que la sistematizaci6n presu-puesta en semejante reconstrucción lo es precisamente porque

55

Page 40: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

ha arrojado luz, desde el punto de vista del marco global, sobremuchos resquicios pertenecientes a las fronteras entre diver-sas teorías matemáticas y, por tanto, también sobre la unidadgeneral.

Podemos concluir, con Steiner, que lo que él llama logi-cismo ontológico conduce al siguiente dilema: o admitimos lareducción de números a conjuntos, mediante las definicionesexplícitas relevantes, con el riesgo epistemológico consiguien-te, o la interpretamos como una simple maniobra mediante lacual redefinimos los axiomas de Peano de manera conjuntista(en términos de clases), en cuyo caso implícitamente añadimosuna serie infinita de nuevas proposiciones -verdades- anuestro sistema. Yo creo que en ambos casos la ganancia estásólo en lo que vengo llamando el marco global general yel au-mento en conexiones de nuestra teoría. Es cierto que la teoríade números es más segura que la teoría de conjuntos, pero,sal vo dentro de una noción sumamente estrecha de "teoría", laseguridad no es lo prioritario, sobre todo si, como es el caso dellogicismo --o similares-la prioridad absoluta era de carácterfilosófico.

El propio Steiner ha introducido con posterioridad nuevasideas que vienen a coincidir con mi intento de dar importanciaal marco global del desarrollo de una teoría. Sc trata de su ideade la "explicación matemática", en la senda del paralelismoprogresivo actual entre la matemática y las ciencias empíricas,uno de cuyos mentores es precisamente Quine. La idea generales simple y se apoya en la idea indefinida -pero obvia- de"familia" de entidades (l978a, p. 143):

Mi postura explota la idea de que para explicar el comportamien-to de una entidad se deduce ese comportamiento de la esenciao naturaleza de la entidad. Entonces el controvertido conceptode una propiedad esencial de x (una propiedad que x tiene entodos los mundos posibles) no tiene uso alguno en matemáticas,dada la suposición de que todas las verdades de las matemáticasson necesarias. En lugar de "esencia", hablaré de "propiedades

56

Page 41: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

características", con lo cual quiero decir una propiedad únicapara una entidad o estructura dada dentro de unafamilia a do-minio de tales entidades o estructuras [... ] Tenemos así una no-ción relativa, puesto que una entidad dada puede ser parte de unnúmero de familias o dominios diferentes. Incluso en un domi-nio único, las entidades pueden caracterizarse multívocamente[... ] Mi propuesta es que una prueba explicativa hace referen-cia a una propiedad característica de una entidad o estructuramencionada en el teorema, tal que desde el punto de vista de laprueba es evidente que el resultado depende de la propiedad.

Lo que puede hacerse con tal idea en la práctica no pareceser mucho, salvo superar la simple relación teorema-pruebay sustituirla por la existente entre un conjunto de teoremas yun conjunto de pruebas, a través de una "deformación" (nuevoconcepto indefinido, que recuerda ahora el principio geomé-trico de dualidad y por tanto la definición implícita), la cualmostraría que cada una de las pruebas "explica" su correspon-diente teorema y, con él, la conducta de un "objeto matemático"subyacente. Así, un mismo objeto podría ser caracterizado se-gún perteneciera a diferentes familias.

Es obvio el nexo de tales ideas con el estructuralismo en bo-ga en filosofía de la matemática, pero aquí no puedo abordarlo.Lo que sí quisiera es usarlas para mostrar un nuevo tipo decrítica al concepto quineano de reducción. La tesis de Steineral respecto es que la preservación de la estructura a través deun modelo no es, como afirma Quine, criterio suficiente pa-ra la reducción, si admitimos su idea de la explicación ma-temática: "Dos pruebas de un teorema pueden diferir en valorexplicativo. Y una explicación matemática articulada en unateoría puede ser destruida cuando la teoría es modelada en otra.Estoy por tanto inclinado a no considerar la modelización co-mo algo suficiente para la reducción en matemáticas" (1979a,p. 134). Así, para Steiner puede mostrarse que la explicaciónmatemática puede decidir cuestiones referentes a las distintasvaloraciones que podemos hacer de la reducción matemática.

57

Page 42: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

La idea esencial es que ciertas reducciones son más fértilesque otras (Steiner no usa esta expresión pero la tentación esirresistible), puesto que insertan la entidad reducida en unmarco que abre todo un nuevo campo de conexiones. Por ejem-plo: "la interpretación de los números complejos como puntosen un plano ovectores abre nuevas perspectivas matemáticas; lainterpretación de las fracciones como pares ordenados no hacetal cosa" (1979a, p. 139). En efecto, al interpretar los com-plejos como vectores, podemos hablar de propiedades como la"longitud" y la "dirección", así como reinterpretar viejos re-sultados de forma que se abran nuevas posibilidades e inclusose descubran nuevos teoremas.

Por el contrario, Quine defiende que precisamente lo queañaden de distinto las nuevas reducciones ha de ser conside-rado como "esiguales" (don't cares), puesto que no afectan elisomorfismo básico al rebasar las funciones que esperamos delas viejas entidades. Para Steiner son precisamente tales cues-tiones las que pueden permitimos escoger entre diversas re-ducciones y, por tanto, defender el valor reductivo de una deellas (ibid., p. 140):

nuestro ejemplo de los números complejos muestra que no to-das las tales cuestiones son "esiguales" [don't cares]. En el casode los números racionales la "longitud" o "dirección" de talesnúmeros [es] carente de consecuencias tanto tras la reduccióna pares ordenados como antes. Pero el concepto de longitud odirección es tan fructífero cuando se aplica a los números com-plejos que la reducción en este caso parece casi revelar pro-piedades de los números complejos que estaban previamenteocultas -como la explicación atómica de las leyes de los gasesrevela propiedades de los gases (el grado de interacción entrelos átomos, etc.) que estaban previamente ocultas.

Es obvio que, como también nota Steiner, la situación podríareconducirse a una distinción entre dos clases de reducciones:aquellas que tendrían mero valor económico y las que, al de-pender de una nueva familia de conceptos, ofrecerían un nuevo

58

Page 43: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

campo, siendo éstas sin duda las preferibles. El criterio es du-doso por cuanto, desde el punto de vista operativo, las reduc-ciones son como las definiciones: toda opci6n tiene sentidos610 desde el punto de vista de nuestros prop6sitos concretos.Ello me permite terminar con una breve reflexi6n sobre el temageneral de la reducci6n y la eliminaci6n.

Si parece razonable hablar de varios tipos de reducci6n, lomismo debería suceder con la noci6n, mucho más oscura, deeliminaci6n, sin que ello tuviera que llevamos a una ontologíarelati vista. Benacerraf retom6 en su célebre 1965a, que aquí nopuedo analizar, algunos de estos temas, con lo cual contribuy6a un intento de situar la posible distinci6n entre reducci6n yeliminación en un marco no necesariamente relativista. Yo creoque el mayor interés radicaba precisamente en el problema dela eliminación de lo construido, y por tanto en el tema de lasdiferentes descripciones (matemáticas o no) de una misma en-tidad. Por eso sería interesante considerar su intento, así comolas críticas de 'que ha sido objeto, en el marco de la explica-ción matemática, si no precisamente steineriano, sí haciendoreferencia a la construcción global a que pueden someterse losnúmeros, como demostró por ejemplo Russell insertando su re-ducción de los números a clases en el marco de una teoría delos cardinales previa a la de los ordinales (y las progresionesj.fCon ello fue mucho más allá que Frege y me resulta difícil verla raz6n por la que Quine no se sirvi6 de tal construcci6n globalpara ilustrar los problemas de su propio criterio de reducción.

Agradecimientos

Al aparecer este texto, que constituye el segundo de mis dostrabajos presentados en el simposio sobre "La existencia y elconocimiento de las entidades matemáticas" (el primero apa-reció en el número 68 de esta revista), quisiera agradecer aquí

8 He desarrollado estas ideas en mi 1991b.

59

Page 44: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

tanto la invitación en sí misma a participar, como las valiosasobservaciones que numerosos asistentes hicieron tras mis ex-posiciones. En contra de mi idea original, lamento no haberpodido discutirlas en detalle en nuevas notas, cosa que hubie-ra alargado aún más estos ya de por sí extensos textos. Quierotambién agradecer la amabilidad con la que el profesor Quineaccedió a leer este artículo, así como las observaciones que mehizo al respecto, tanto en persona como por correspondencia.

BIBLIOGRAFíA

BenacerraC, P.,1965a, "What Numbers Could not Be", en Benacerrafy Putnam (comps.), 1983a, pp. 272-294.

Benacerraf, P. y H. Putnam (comps.), 1983a, Philosophy of Mathe-matics, Cambridge University Press.

Blasco, 1. U., 1974a, "Compromiso óntico y relati vidad ontológica",en Aspectos de lafilosofia de lv.Y. Quine, Universidad de Valencia,1976.

Camap, R., 195Oa, "Empiricism, Semantics and Ontology", enMeaning and necessity, University of Chicago Press, 1956.

Chihara, C.S., 1973a, Ontology and the Vicious Circle Principle,Comell University Press, Ithaca (Nueva York).

Dipert, R.R., 1982a, "Set-theoretical Representations oC OrderedPairs and their Adequacy for the Logic oCRelations", CanadianJournalofPhilosophy,no.12,pp.353-374.

Parsons, C., 1965a, "Frege's Theory of Numbers", en C. Parsons1983a, pp. 150-175.

--, 1971a, "Ontology and Mathematics", en C. Parsons 1983a,pp. 37-62.

--, 1983a, Mathematics and Philosoph y, Comell University Press,Ithaca (Nueva York).

Quine, W.v., 1940a, Lógica matemática, trad. casto1. Hierro, Revistade Occidente, Madrid, 1972.

--, 1943a, "Notas sobre existencia y necesidad", en T. M. Simp-son (ed.), Semánticafilosófu:a, trad. casto I. Carballo, Siglo XXI,Buenos Aires, 1973,

60

Page 45: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

--, 1948a, "Acerca de lo que hay", en Desde un punto de vistalógico, trad. casto M. Sacristán, Ariel, Barcelona, 1962.

--, 1951a, "Dos dogmas del empirismo", en Desde un punto devista lógico, trad. casto M. Sacristán, Ariel, Barcelona, 1962.

--, 1951 b, "Camap' s Views on Ontology", Philosophical Studies,no. 2, pp. 65-72.

--, 1952a, Los métodos de la lógica, trad. casto J.1. Acero y N.Guasch, Ariel, Barcelona, 1981.

--, 1958a, "Hablando de objetos", en La relatividad ontológica yotros ensayos, trad. casto M. Garrido y J.Ll. Blasco, Tecnos, Madrid,1974.

--, 1960a, Palabra y objeto, trad. casto M. Sacristán, Ariel, Barce-lona, 1968.

--, 1963a, Set Theory and its Logic, Harvard University Press,Cambridge (Mass).

--, 1964a, "Ontological Reduction and the World of Numbers",en The Ways of Paradox and other Essays, Random House, NuevaYork,1966.

--, 1966a, "On Ordered Pairs and Relations", en Selected LogicPapers, Random House, Nueva York, pp. 110-113.

--, 1969a "Relatividad ontológica", en La relatividad ontológicay otros ensayos, trad. cast. M. Garrido y J.Ll. Blasco, Tecnos,Madrid, 1974.

Rodríguez Consuegra, F., 1989a, "Russell's Theory ofTypes, 1901-1910: its complex origins in the unpublished manuscripts", Hist.Phil. Log., no. 10, pp. 131-164.

--, 1989b, "The Origins of Russell's Theory of Descriptions Ac-cording to the Unpublished Manuscripts", Russell, no. 9,pp. 99-132.

--, 199Oa, "Bertrand Russell and Bradley's Ghost: Evolutionand Significance of Russell's Views Conceming Relations" (enprensa).

--, 199Ob, "El impacto de Wittgenstein sobre Russell: últimosdatos y visión global" (en prensa).

--, 1991a, The Mathematical Philosophy of Bertrand Russell:Origins and Development, Birkhauser/BasilealBoston/Berlín.

--, 1991b, "Númcros, objetos y estructuras", Crítica. RevistaHispanoamericana de Filosofía, vol. 23, no. 68, pp. 7-86.

Steiner, M., 1975a, Mathematical Knowledge, Comell UniversityPress, Ithaca (Nueva York).

61

Page 46: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

--, 197&, "Mathematical Explanation", Philos. Studies, no. 34,pp. 135-151.

--, 1979a, "Quine and Mathematical Reduction", en R.W.Shahany C. Swoyer (comps.), Essays on the Philosophy ofW.D. Quine, TheUniversity of Oklahoma Press.

Tharp, L.H., 1971a, "Ontological Reduction", [m. Phil., no. 68,pp. 151-164.

Recibido: 28 de octubre de 1991.

62

Page 47: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

SUMMARY

I try to show here how, when and why Quine's doctrine of ontologicalreduction evolved, and also the links which can be traced betweenthat doctrine, RusseH's view of reduction (or construction] as "newknowledge", and Benacerraf's ideas. In addition, I discuss sorne re-levant criticisms of Quine' s position, mainly those by Tharp, Chiharaand Steiner.

Mter a section trying to unify Quine's main theses as proceedingfrom the paraphrastical methods of RusseH's theory of descriptions,I hold that Quine's evolution towards a deeper sort of ontologicalreduction was a result of his attempts to clarify the difficulties of hisoriginal explanation of mathematical reduction. Thus, the doctrine ofmathematical reduction in Word and Object, which was an importantsource of inspiration to Benacerraf and others, was only a first draftwhere Quine's pragmatism shows the diverse reconstructions of thesame mathematical concepts to be equivalent and also aH correct,despite their possible incompatibility with the only condition to playthe relevant roles. The general context then was one of increasingontological relativity, but the underIying identification of reductionand elimination was -1 think so- the main idea. A similar positionwas held in Set Theory and its Logic, where Quine put the emphasison the fact that a model for arithmetic is provided simply by introduc-ing a set-theoretical interpretation which would be able to preservetruth.

However, in 1964 a tuming point appears: now there is a dis-tinction between two different ontological reductions, one attemptingonly to replace certain entities by constructions playing their roles,the other attempting, also to eliminate the original entities as weH,by showing their dispensability. The reason was that Quine realizedthat through the Lówenheim-Skolem theorem we should accept thatany theory can be reduced to natural numbers, which seemed to himtrivial, but met his previous criterion for acceptable reductions. Thenhe introduced the need for a "proxy function" admitting as argumentsall the objects of the universe of the first theory, taking values in theuniverse of the second theory, and having to be formulated in a third"inclusive" theory. As this condition is not met by the "reduction"inferred from the Lowenheim-Skolem theorem, it was not a "true"ontological reduction.

63

Page 48: LA REDUCCIÓN ONTOLÓGICA Y SUS PROBLEMAS

Yet the problem was that if we have to distinguish between on-tological reduction and mere "modelization", then we concede forthe entities of the first theory -those to be eliminated- the statusof objects, so that no ontological gain is achieved at aH. 1 think thatwhen Quine del ved deep into his ontological relativity in 1969 he wassimply reacting to this problem. Thus, his identification between thethird theory we need to set up the proxy function, and the "back-ground theory" underIying any translation between two languages,seems to me to be the main result, despite Quine's attempts to showthat the old objects to be eliminated are only accepted "strategicaHy"-for the sake of the argument-, which seems to me rather uncon-vlncmg.

64