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    por Sergio Meja**Fecha de recepcin: 14 de septiembre de 2010Fecha de aceptacin: 21 de octubre de 2010Fecha de modificacin: 3 de noviembre de 2011

    RESUMENste es un artculo de incitacin a la reexin sobre el lenguaje que utilizamos en las ciencias sociales y la esfera pblicacolombianas para referirnos a Colombia; es decir, para adelantar reexiones, debates y propuestas generales sobre el pas.Propongo la puesta en primer plano de la nocin de repblica, y el abandono excepto en casos precisos de las nociones depatriay nacin. La nocin de repblicase reere a un horizonte geogrco de derecho, ciertamente en perpetua construccin,pero aun as tangible, aplicable y susceptible de discusin en cuanto a su vigencia, reforma, aplicacin o infraccin. La nocinde repblicaabre posibilidades de reexin crtica en la historia, las ciencias sociales, las humanidades, el derecho y el arte,a la vez que conlleva la discusin responsable y pertinente en la esfera pblica. Por su parte, la palabra patriasirvi en losorgenes de la repblica para convocar en su favor sentimientos de pertenencia local forjados en los siglos anteriores, y que

    hoy son extemporneos. El trmino nacin, en sociedades altamente desiguales como la colombiana, se reere a un proyectode realizacin en el futuro, y es usual encontrarse con la expresin construccin de nacin. Como categora de anlisis social,el trmino tiene alcances limitados y su efecto en la reexin crtica es la ambigedad y la misticacin. Para demostrarlo meconcentro en dos libros ms o menos recientes en los que tcitamente se entabla un debate entre dos percepciones generalesy opuestas sobre Colombia, debate que pierde fuerza justamente por estar planteado en trminos de nacin y no de repblica.Me reero a los libros de Alfonso Mnera, El fracaso de la nacin (1998), y de Eduardo Posada Carb, La nacin soada(2006).

    PALABRAS CLAVERepblica, nacin, patria; estudios sociales contemporneos en Colombia, catecismos de historia patria, El fracaso de la nacin

    (1998), La nacin soada (2006), esfera pblica en Colombia, lenguaje contemporneo en las ciencias sociales.

    The Republic, Beyond the Old Homeland and The Possible Nation.Inciting to a Republican Discussion

    ABSTRACTThis article seeks to stimulate thought around the language we use in social sciences and in Colombian public elds whenspeaking about Colombia; in other words, to promote thought, debates, and proposals about the country in general. I proposebringing the notion of the republic to the forefront, and abandoning the use except in specic cases of the notions ofpatria(homeland), and nation. The notion of republicrefers to a geographic eld of law, certainly in constant construction, butcompletely tangible, applicable, and susceptible of being discussed with regard to its validity, reform, application, or infraction.The notion of republicopens possibilities of critical thought regarding history, social sciences, humanities, law, and art, andsimultaneously leads to responsible and pertinent discussions in the public eld. At the same time, the word patriawas usedin the origins of the republic to invoke in its favor feelings of local belonging forged in previous centuries and which are todayextemporaneous. The term nation, in highly inequitable societies such as Colombias, refers to a project set in the future, and itis not uncommon to nd the expression construction of a nation. As a category of social analysis, the term has limited reachand its effect in critical thought is to create ambiguity and mystication. To demonstrate this I focus on two relatively recentbooks in which a debate between two general and opposite perceptions of Colombia is tacitly started. This debate losesstrength precisely because it is stated in terms of nation and not of republic. I am referring to the books of Alfonso Mnera, El

    fracaso de la nacin(The Failure of Nation) (1998) and Eduardo Posada Carb, La nacin soada (The Dreamed Nation) (2006).

    KEY WORDSRepublic, Nation, Patria (homeland), Contemporary Social Studies of Colombia, Catechisms in National History, The Failure of

    Nation (1998), The Dreamed Nation(2006), Public Field in Colombia, Language of Social Sciences.

    * El artculo La repblica, ms all de la vieja patria y de la nacin posible Incitacin a la discusin republicana es un trabajo relacionado con mi enseanza del

    curso Historia de Colombia en el siglo XIXy con la preparacin de un libro que se titularHistoricismo Americanoque recibe apoyo de la Universidad de los Andesy del Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales-Ceso, en la modalidad de Fondo de Apoyo a Profesores Asistentes y Asociados con doc torado.

    ** Magster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia (Bogot) y Ph.D. en Historia, University of Warwick. Actualmente es profesor asistente en el

    Departamento de Historia de la Universidad de los Andes. Entre sus publicaciones ms recientes se encuentran: El pasado como refugio y esperanza. LaHistoria eclesistica y civil de Jos Manuel Groot (1800-1878). Bogot: Instituto Caro y Cuervo Universidad de los Andes, 2009; y La nocin de historicismo

    americano y el estudio de las culturas escrita s americanas.Historia Crticaedicin especial: 136-152, 2009. Correo electrnico: [email protected]

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    de la independencia de Colombia. Luego pongo sobreel tapete el debate tcito o planteado en la liza de esteartculo entre los libros de Alfonso Mnera y Eduardo

    Posada Carb, El fracaso de la nacin(2008) y La na-cin soada (2006), respectivamente, para mostrar enqu medida el recurso a la categoranacinquita fuerzaa las interpretaciones generales sobre la repblica co-lombiana a que aspiran ambos autores.

    Finalmente, propongo la consideracin de la nocin derepblica, tanto en la discusin pblica como en el len-guaje crtico y analtico de las ciencias sociales, as comoen el lenguaje creativo y sugerente de las humanidades,all donde sus practicantes insistan en referirse a Colom-bia en general. Mi intencin es llamar la atencin sobrela urgencia de afinar nuestro lenguaje para la discusinde realidades institucionales, jurdicas y polticas que hoysufren la enfermedad de las repblicas: la corrupcin. Enotras palabras, quiero incitar a mis lectores a la discusinrepublicana y al realismo analtico, e invitar al abandonode nociones ambiguas que fcilmente permiten la va-guedad, frecuentemente ocultan la corrupcin y, en lasciencias sociales, resultan mistificadoras. sta es una ne-cesidad mucho ms urgente que la atencin acadmica aimaginaciones nacionales, y una reaccin necesaria con-tra pedagogas patriticas caducas.

    Es necesaria una aclaracin. Este artculo no es un acto de

    proselitismo en favor de la ideologa poltica del republi-canismo. No cabe duda de que hoy y durante las ltimascuatro dcadas el republicanismo se ha erigido en Nortea-mrica y Europa occidental en una alternativa culta, pre-rrogativa de acadmicos y letrados, entre el liberalismo y elsocialismo. No es de ninguna manera mi intencin propo-ner el republicanismo como alternativa al neoliberalismo

    y la izquierda en Colombia.2No es con este fin que pro-pongo el enfoque claro en la reflexin sobre la repblica,sus logros y sus enfermedades. Este artculo no es ms que

    2 Entre los promotores de las ideas republicanas en espaol cabe desta-

    car dos autores. En 2002 el investigador del CIDER (Centro de Inves-tigaciones sobre el Desarrollo de la Universidad de los Andes) AndrsHernndez public una compilacin de ensayos titulada Republicanis-mo contemporneo Igualdad, democracia deliberativa y ciudadana.En 2006 el espaol Ramn Ruiz Ruiz, profesor en la Universidad deJan, public dos libros que resumen muy bien las ideas y debates repu-blicanos desde la Grecia antigua hasta la primera mitad del siglo X IX,poca de su segundo ocaso (el primero, por supuesto, corresponde ala Roma imperial y a la Edad Media): Los orgenes del republicanismoclsico Patrios politeia y Res publicay La tradicin republicana Rena-cimiento y ocaso del republicanismo clsico(ambos editados en Madrid porla editorial Dykinson, la Universidad Carlos III, el Instituto de DerechosHumanos Bartolom de las Casas y la Fundacin El Monte). Una buenadiscusin sobre el ltimo renacer del republicanismo, especialmente en laacademia norteamericana, se encuentra en Rodgers (1992).

    una propuesta de afinacin del lenguaje para un estudiomenos mistificado del presente y el pasado de Colombia,de su estado y sus magistrados, de la ciudadana, la partici-

    pacin en la vida pblica y la corrupcin. Sostengo, en fin,que el lenguaje de lapatriatuvo su tiempo, cuando sirvipara dar forma a la causa contra las prerrogativas divinas demonarcas absolutos. Entonces fue un acto perfectamentecontemporneo el trasladar la patria desde la testa corona-da hasta el debate local. Hoy, sin embargo, la patria es ellenguaje del pasado. Lanacin, por su parte, sigue siendohoy un sueo, un proyecto, una promesa o una mentira. Esel lenguaje para referirse al futuro o vagamente al presente.La repblica, por su parte, es presente, y su discusin lla-ma a todas las opiniones y a todos los partidos.

    No quiero llamar a formar filas en torno a la idea de re-pblica.3Seguir habiendo quienes prefieran hablar de

    patriay denacin, pues ambas palabras seguirn tenien-do mbitos de aceptacin. Lo que propongo es que esosmbitos sean definidos con precisin y responsabilidad.Es tiempo de concebir una esfera pblica en la que nosea suficiente apelar a dios y patria para movilizar la opi-nin pblica o al electorado, desviar debates pblicos oresponder ante fiscales. Tambin cabe imaginar el logrode un nivel en nuestras ciencias sociales en el que nosea aceptable utilizar palabras comonacinde maneraprotocolaria y anacrnica. La de nacin, como la elec-tricidad y la propaganda, es una categora pertinente en

    algunas configuraciones sociales histricamente deter-minadas, y no en otras. En particular, propongo que lapalabranacinsea utilizada con suma precaucin en es-tudios sobre Colombia y Amrica Latina en el siglo XIX,en donde es un fenmeno de vigencia tan restringidacomo la electricidad en el siglo XVIII.

    LAPATRIAYELLENGUAJEDELAINFANCIAREPUBLICANA

    El establecimiento de escuelas, que la junta [deCartagena] del ao diez dispuso, debe realizarseexecutivamente, si es que deseamos ser libres. La

    3 No aspiro a enfilar contingentes de estudiosos al pitazo de la nocin derepblica, entre otras cosas porque no cabe duda de que mientras msgeneral y flexible es una categora de las ciencias sociales, ms se la utili-zar y se abusar de ella. No hacen falta investigaciones de primera manopara invocar la categoranacin, que siempre se puede incorporar en ex-presiones genricas del tipo construccin de nacin, nacin soadao idea de nacin. No sucede lo mismo con la nocin de repblica, queremite a configuraciones polticas particulares, a instituciones tangibles oa debates concretos en el seno de comunidades y corporaciones polticas.Durante siglos enteros los filsofos naturales utilizaron las nociones deter y flogisto, e igual sucedi entre los filsofos polticos con la idea de lasoberana del rey graciosamente cedida por dios. Las tres fueron erradi-cadas cuando se demostr que eran absurdas.

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    Constitucin [de Cartagena] quiere que uno de losobjetos de la enseanza sean los derechos y debe-res del ciudadano. Deseando contribuir en alguna

    manera a este fin, he emprendido el pequeo tra-bajo de este Catecismo o instruccin popular. En lyo no me he propuesto ms utilidad, que la de hacereste corto servicio a la patria, o para decirlo segnlo siento, de llenar el deber que tiene todo ciuda-dano de servirla con lo que alcance (Fernndez deSotomayor 1814, Prlogo).4

    El amor por esta patria sea la llama a travs de la cualNuestro Seor y la Santsima Virgen me iluminenpara acertar (Uribe Vlez 2002).

    La de patria es una nocin fundamentalmente edu-cativa, pedaggica y, adems, preescolar. La patria seaprende simultneamente con la trinidad, los manda-mientos y el temor de dios. No hay cristiano ni patriotaque pueda recordar dnde oy hablar por primera vezsobre la Virgen Mara o Simn Bolvar. No es un capri-cho el que los medios diseados para la enseanza deunos y otros hayan recibido tradicionalmente el nom-bre de catecismos, y que estn diseados para que conellos se ensee a leer. Por lo dems, estn diseadosno slo para ser ledos, sino escuchados repetidamente,recitados y memorizados. En situaciones excepciona-les, los catecismos de una y otra naturaleza, religiosos y

    patriticos, no estn destinados a nios sino a catec-menos conversos y a antiguos sbditos convertidos enciudadanos por obra de las revoluciones. En estos casosson, sin duda, necesarios.

    As sucedi luego de 1810 en la Amrica hasta entoncesespaola, por ejemplo en la Cartagena de 1814, cuandoel cura Juan Fernndez de Sotomayor5public su Ca-tecismo o Instruccin Popular.6As suceda entonces en

    4 Segunda pgina del prlogo, sin numeracin.5 Juan Fernndez de Sotomayor naci en Cartagena de Indias el 2 de no-

    viembre de 1777 y muri en esa misma ciudad el 19 de marzo de 1849.Hizo estudios bsicos en el Colegio Seminario de San Carlos de Cartage-na y los termin en el Colegio de San Bartolom en Santaf de Bogoty en el Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario en derecho civil ,derecho cannico y teologa. Entre 1804 y 1815 fue cura de Momps,ciudad que represent en la diputacin del estado de Cartagena en elCongreso de las Provincias Unidas en 1814. Ese mismo ao publicsu Catecismo o Instruccin popular,y al ao siguiente, en Bogot, unSermn que en la solemne festividad del 20 de julio, aniversario de lalibertad de la Nueva Granada. Entre 1823 y 1826 fue representantepor Momps en la Cmara baja del Congreso, en 1829 fue nombradoprovisor y vicario general del Arzobispado y desde 1834 fue obispo deCartagena, dignidad que desempe hasta el da de su muerte.

    6 Sobre el Catecismo de Fernndez de Sotomayor pueden consultarse latesis de Maestra en Historia en la Universidad Nacional de Colombia

    todas las repblicas hispanoamericanas en formaciny, es fuerza decirlo, ha seguido sucediendo de mane-ra anacrnica e inusitada hasta el presente en algunospases de la regin, donde el lenguaje habitual sobre larepblica conserva caractersticas pre-escolares y cate-qusticas.7Fernndez de Sotomayor se propuso ensearen las 29 pginas impresas de su menudo tratado laslecciones en que se explican el pacto social y forma degobierno en que vivimos, los deberes del ciudadano ysus deberes constitucionales (Fernndez de Sotoma-

    yor 1814, Prlogo).8Una pgina ms adelante sostienea quines competen estas lecciones: [] permtasemerecomendar a los prrocos este Catecismo. S; a noso-

    tros toca, venerables hermanos, en defensa de la reli-gin santa de que somos ministros, extirpar de una vezel error que tanto la injuria y la degrada. (Fernndez deSotomayor 1814, Prlogo).9

    de Jos Guillermo Ortiz Jimnez (1999); y la monografa de Pregrado enHistoria de la Universidad de los Andes de Catalina Muoz Rojas (2001).

    7 ste es un estudio general y preliminar de los catecismos patriticoshispanoamericanos de los primeros aos republicanos: Baeza (1996).

    8 Segunda pgina del prlogo, sin numeracin.9 Tercera pgina del prlogo, sin numeracin.

    Parte de la cartela del mapa de Colombia, impreso enLondres en 1822, por Baldwin, Cradock y Jay.

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    En 1814 los argumentos de Fernndez de Sotomayorfueron cualquier cosa menos conservadores o con-

    vencionales. Las suyas fueron afirmaciones fuertes,

    bastante fuertes para su tiempo. Su primer argu-mento es contra la legitimidad monrquica, explica-da como resultado parcial de la donacin papal de1493.10Escribe:

    P. La donacin del papa no ha sido un ttulo legtimo?

    R. No, porque el vicario de Jesu Cristo no puede darni ceder lo que no es suyo, mucho menos en calidadde papa o sucesor de S. Pedro, que no tiene autoridadni dominio temporal, y el imperio que le fue confiadoal mismo S. Pedro, y que ha pasado a sus legtimossucesores, ha sido puramente espiritual, como se evi-dencia por las mismas palabras que contienen la ple-nitud del poder apostlico.

    P. Pues qu, el papa Alejandro VI, autor de estadonacin, no conoca que no tena tal poder?

    R. Bien pudo no haberlo conocido, y no es de extra-arse en aquel siglo de ignorancia []11

    A algunos lectores esta profesin de secularismo po-dr parecer poco novedosa en 1814. Es bien sabidoque el mismo argumento haba sido escrito y divulgado

    en 1440 por el humanista Lorenzo Valla (1517) en sudemostracin filolgica de la falsedad de la tradicionaldonacin de Constantino al papa Silvestre en el sigloIV. Fernndez de Sotomayor, por su parte, niega los de-rechos del papa Alejandro VI a hacer cesiones a los reyes,

    y si lo hace tres siglos y medio tarde, no hay que olvidarque Valla lo hizo cinco siglos tarde, toda vez que su pro-pio argumento consiste en demostrar que la falsifica-cin a nombre de Constantino fue realizada en el siglo

    10 Las donaciones alejandrinas corresponden al breve Inter Caeteradel

    3 de mayo de 1493, corregido y ampliado en las bulas menores InterCaeteradel 4 de mayo de 1493, Eximiae Devotionis, firmada el 3 demayo de 1493 pero a todas luces posterior, y la bula Dudum Siquidem,firmada el 26 de septiembre de 1493. Ninguna de las cuatro bulas esti-pulaba una lnea de demarcacin entre los descubrimientos espaolesy portugueses, y la ltima de ellas, la DudumSiquidem, ampliaba eldominio de los reyes catlicos espaoles a sus posibles entradas enAsia, lo que desencaden las negociaciones portuguesas. ste es elorigen del Tratado de Tordesillas, firmado en esa ciudad el 7 de juniode 1494 entre Isabel de Castilla y Fernando de Aragn, por una parte,y Juan II de Portugal, por la otra, en el que s se estipul la famosa lneaque pasaba por las bocas del Amazonas.

    11 Cf.p. 8. El argumento de Fernndez contra la donacin de AlejandroVI contina en la pgina 9, y en la 10 da paso a otro argumento contrael derecho de conquista argumentado por los reyes de Espaa.

    IX.12El argumento de Fernndez contra el derecho deconquista no es menos fuerte:

    P. Y la conquista no es un motivo de justicia paradominar a la Amrica?

    R. La conquista no es otra cosa que el derecho que dala fuerza contra el dbil, como el que tiene un ladrn,que con mano armada y sin otro antecedente que elde quitar lo ajeno, acomete a su legtimo dueo, que,o no se resiste, o le opone una resistencia dbil. Losconquistados, as como el que ha sido robado, pue-den y deben recobrar sus derechos luego que se veanlibres de la fuerza, o puedan oponerle otra superior(De Sotomayor 1814, 10).

    Papas ignorantes y abusivos y reyes ladrones muestranclaramente que la de Fernndez de Sotomayor no es unaargumentacin timorata. Es ms, ella contiene nocionesde derecho e interpretacin histricas poderosamentecrticas en su tiempo. Sin embargo, su argumentacin nopuede escapar del doble silogismo, es decir, del absurdo.Esto sucede cuando da dos sentidos diferentes a la con-quista, y argumenta sobre ella de manera insostenible:

    P. Qu derechos son estos que pueden recobrar losconquistados?

    R. Los mismos que gozaban antes de la conquista; lalibertad e independencia del conquistador (Fernn-dez de Sotomayor 1814, 10).

    12 Lorenzo Valla escribi su De falso credita et ementita ConstantiniDonatione declamatio (algunas veces citado como Declamatio defalso cred ita et eme ntita donatione Constan tini y referido frecuen-temente como la Oratioo el Libellusde Lorenzo Valla) en Npolesen 1440, cuando serva como secretario de Alfonso, rey de Aragn,Sicilia y Npoles. La primera edicin impresa de la obra la reali-z el humanista alemn Ulrich von Hutten en Maguncia, en 1517.La Declamatiode Valla puede leerse en versin inglesa y latina entraduccin de Christopher Coleman, con una precisa introduccin

    erudita. Para su traduccin, Coleman cotej la edicin de Ulrichvon Hutten y el Codex Vaticanus 5314, fechado el 7 de dic iembre de1451, el manuscrito ms antiguo que Coleman pudo encontrar. Lamejor biografa de Valla es la de Girolamo Mancini, Vita di LorenzoValla, Florencia, 1891. La traduccin y la introduccin de Colemanestn disponibles en internet gracias al Hanover Historical TextsProject, en http://history.hanover.edu/texts/vallaintro.html. Encuanto a la falsa donacin de Constantino, el manuscrito ms anti-guo conocido es el que se conserva en la Bibliothque Nationale deFrance, en Pars, numerado MS Latin 2777, con el ttulo Constitu-tum domini Constantini imperatoris. Un comentario moderno sobreese documento, en el que por supuesto se acepta su falsedad, puedeleerse en el artculo de J. P. Kirsch, Donacin de Constantino, enla versin espaola de la Enciclopedia Catlica, accesible en inter-net en el sitio http: //ec.aciprensa.com/d/donacionconstan.htm.

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    El doble silogismo consiste en no poder evitar la dobledefinicin de la conquista, pues una cosa es la con-quista del poder soberano por los reyes de Castilla y

    otra la conquista de tierras y gentes por espaoles denombres frecuentemente terminados en el patronmico-ez, como Fernndez. Trastmaras, Austrias y Borbonesdespojaron a Corteses, Pizarros y Jimnez de su domi-nio luego que Corteses, Pizarros y Jimnez lideraronlas conquistas de mexicanos, incas y cundinamarque-ses. As, pues, incluso cuando serva para defender te-sis revolucionarias, la nocin de patria estaba fundadaen contradicciones lgicas fundamentales, lo que nosorprende, pues sa es la marca mayor de todos losdiscursos patriticos y tambin nacionales: son orques-taciones de contradicciones. As pues, aun cuando elargumento patritico parece ser progresista en trmi-nos generales, es absurdo y engaoso. Est claro queno puede recomendarse la interpretacin republicanasobre la base de argumentos intrnsecamente absurdos,como los que se revelan cuando un notable momposinode apellido con patronmico en ez escribe en tercerapersona del plural sobre los conquistadores espao-les. Esta contradiccin es la marca de nacimiento deldiscurso patritico. Para algunos ser igual de discuti-ble su presuroso recurso a la providencia:

    [] trescientos aos de cadenas, de oprobios, deinsultos, de depredaciones, en una palabra, de todo

    gnero de padecimientos en silencio y paciencia nopueden servir de prescripcin contra millones dehombres y ellos no podan de interesar un da a laProvidencia a nuestro favor, devolvindonos el pre-cioso derecho de existir libres y brindndonos laoportunidad de sacudir tan pesada como ignominiosacoyunda (Fernndez de Sotomayor 1814, 15-16).

    Y propone la trasformacin de la mala educacin religio-sa propia de los tiempos coloniales:

    Es sumamente doloroso ver la ignorancia en quehasta aqu hemos vivido respecto a ella. Un mal

    catecismo en que con las menos palabras posiblesse duplicaban los principales misterios de nuestracreencia; una multitud de librejos que con el ttulode este o aquel santo serva para darnos las primeraslecciones en la escuela como para acostumbrarnosdesde la infancia a creer patraas y falsos milagros,a ser fanticos y supersticiosos [] (Fernndez deSotomayor 1814, 26-27).

    El grueso del Catecismoconsiste en un alegato en de-fensa de la independencia como adecuada a la religin

    catlica, como compatible con ella y como justa entrminos de ella. En la primera parte, entre las pgi-nas 7 y 16, se ponen en entredicho los derechos de

    conquista, y entre las pginas 16 y 29, se discute lacompatibilidad de la independencia con la religincatlica: Si amamos de veras la religin catlica, sideseamos conservarla, vivir y morir en ella, son de re-doblarse nuestros esfuerzos para no volver jams a ladependencia antigua.

    Una generacin ms tarde, Jos Antonio de Plaza es-cribi dos libros que public en Bogot el mismo aode 1850.13El primero fueMemorias para la Historia dela Nueva Granada desde su Descubrimiento hasta el 20de Julio de 1810(1850a), y el segundo, un Compendio dela Historia de Nueva Granada desde su Descubrimientohasta el 17 de Noviembre de 1831, para el Uso de losColegios y Universidades de la Repblica(1850b).14ElCompendioproviene de las Memoriasen virtud de unacto de reduccin, y es esa operacin la que da lugar algnero de la historia patria propiamente dicha; es decir,a la escritura histrica como pedagoga. Las Memorias

    13 Jos Antonio de Plaza Racines naci en Honda en 1807 y muri en Bo-got en 1854. A los cinco aos vino a Bogot con sus padres, adelantestudios bsicos con el franciscano fray Francisco Javier Medina y sematricul en 1820 en el Colegio del Rosario, donde estudi con MiguelTobar, Ignacio Herrera y Jos Mara Botero. Se gradu de doctor en 1825

    y practic con Alejandro Osorio hasta 1827, cuando fue aprobado comoabogado. Colabor en los peridicos Los Cubiletes, El Constitucional deCundinamarca, El Constitucional de Antioquia, El Da, entre otros, y en1847 fund El Clamor de la Federacin. Se hizo cargo de la nica edicinbogotana del Derecho Espaolde lvarez, que public en 1835; en 1836public elAlmanaque o Gua de Forasteros de Bogot, primero compuestoen la repblica desde el de Caldas de 1811; en 1841 public un folletode 27 pginas titulado Mis opiniones;colabor con Lino de Pombo, ainstancias del poder ejecutivo, en la compilacin de las leyes republicanasvigentes, que fue publicada en 1845 con el ttulo de Recopilacin de lasleyes de Nueva Granada (en 1850 Plaza entreg unApndicea ese trabajo,en el que recogi la legislacin acumulada entre 1845 y 1849, inclusive);en 1849, junto con Cerbelen Pinzn, present a la Biblioteca Nacionalun informe de 22 pginas sobre la Coleccin Pineda, del que se conservahoy una copia en la Miscelnea 1440 de la Sala de Raros y Manuscritosde la Biblioteca Luis ngel Arango; en 1850 public susMemorias para laHistoria de la Nueva Granada desde su Descubrimiento hasta el 20 de Julio

    de 1810en la Imprenta de El Neogranadino, y en esas mismas prensas yao una versin simplificada titulada Compendio de la Historia de NuevaGranada desde su Descubrimiento hasta el 17 de Noviembre de 1831, parael Uso de los Colegios y Universidades de la Repblica.Ese mismo ao pu-blic en la Imprenta de El Neogranadinouna novela en 120 pginas con elttulo El Oidor: romance del siglo XVI.En 1851 public en la Imprenta deMorales unas Lecciones de Estadstica destinadas a las clases del ColegioNacional de Bogot. Tradujo luego la Historia de los Montaeses, del fran-cs Alphonse Esquiros (1812-1876), que fue publicada pstumamente en1855 en la Imprenta de Echeverra. Sobre Plaza ver tambin los artculosde Pedro Mara Ibez (1887 y 1909).

    14 L ibro de 136 pginas, veinte captulos numerados en romanos y dividi-dos en numerables arbigos de cantidad variable, con cuestionarios deseries de preguntas puntuales al final de cada captulo y en la mismacantidad de los numerales de que se compone el captulo.

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    y el Compendiode Plaza fueron libros baratos, a juzgarpor el hecho de que todava se encuentran ejemplaresque en lugar de pastas llevan hojas de papel amarillo y

    delgado que reproducen el contenido de la portada.15As explica su obra el autor del Compendio:

    Notable ha sido la falta de un libro elemental sobre lahistoria de la Nueva Granada, i de aqu ha nacido eseculpable descuido de no formar parte de los ramosde enseanza nacional, ni privada, el importantsimoestudio de la historia de nuestra patria, cuando enEuropa i en todos los pases cultos se inculca la pro-pia en el espritu de la juventud desde que se recibela instruccin primaria hasta las ltimas leccionesde las ciencias que cierran el periodo escolar. (Plaza1850b, Introduccin).16

    Plaza contrapone el concete a ti mismo socrtico conel estudia la historia de tu patria. No dice historiapatria, sino la historia de tu patria. Esto sugiere quela expresin an no existe, que, en nuestro medio, l laest acuando. Es importante anotar que Juan Fernn-dez de Sotomayor no la utiliza en su obra de 1814, quetitula con la palabra catecismo. Otra generacin mstarde, con Jos Mara Quijano Otero y Jos Joaqun Bor-da, la expresin historia patria, con elisin del genitivo yel artculo, ser inteligible y de uso corriente. Para quela historia deje de ser historia y se convierta en historia

    patria, es decir, en un gnero especializado para la peda-goga, es necesario que se elimine de ella el partidismopoltico. De historias o memorias republicanas como lade Jos Manuel Restrepo o las Memorias Histrico Po-lticasde Joaqun Posada Gutirrez (1865 y 1881)17seesperan argumentos polticos, justificaciones encontra-das de facciones republicanas. Son partes estructura-les de la obra de Restrepo un alegato contra AntonioNario, que cubre toda la primera parte, y una adhe-sin bolivariana, que informa las tres partes. En PosadaGutirrez, el bolivarismo que trasunta de principio a finse define contra el santanderismo, del que se dice quefue pernicioso tanto en vida de Santander como luego

    de su muerte. Todo esto debe estar sistemticamenteexcluido de las historias patrias. Plaza lo explica as: Enel [Compendio] no se encuentra sino la mera narracinde los hechos, como debe ser, dejando al criterio de losprofesores, i al adelantamiento de la juventud, el verifi-

    15 Ejemplar 986.002 P51c del Compendio, conservado en la sala de Li-bros Raros y Manuscritos de la Biblioteca Luis ngel Arango.

    16 Pg inas tercera y cuarta del prlogo, sin numeracin.17 La obra cubre la disolucin de Colombia desde 1826 y avanza hasta la

    constitucin de 1853.

    car las apreciaciones polticas o religiosas que emanende ellos. (Plaza 1850b).18

    sta es la retrica propia de un manual de historia, de unahistoria patria. Lo que esto significa, es la voluntad de po-ner la historia al servicio de la educacin, no de la inter-pretacin ni del debate de la repblica, que es el problemade los historiadores y memorialistas republicanos. Nada deexplicaciones del mundo, sino instrumento pragmtico deun oficio: la educacin patritica de nios y jvenes. Sinembargo, el Compendiode Plaza es inaprensible para lamente, sea de un nio o de un adulto. Su estructura se lo-gra con la sucesin acelerada, bien escrita pero atropelladade una multitud de hechos puntuales en cascada. Plaza dacrdito a demasiados personajes y rinde tributo a demasia-dos hechos. Su afn todava es la exhaustividad y su pro-psito la fluidez dentro de la exhaustividad. El resultado espedaggicamente ineficaz. El numeral 7 del captulo XIX ysu pregunta correspondiente lo ilustran muy bien:

    7. A principios de 1818 fue nombrado de Virrey el san-guinario Smano. Las hostilidades en Casanare con-tinuaban, y el jefe patriota Nonato Prez derrot enfebrero a los espaoles en el sitio de la Fundacin deUpa, y qued otra vez libre esa provincia de la plantaespaola, pues el coronel Tolr tambin tuvo quereplegarse con su fuerza. Morillo nombr de generalen jefe de las tropas de la capital al brigadier Barreiro,

    quien organiz una respetable divisin de ms de 400hombres. La expedicin que form Mac-Gregor enInglaterra para auxiliar a los independientes, ocup aPortobelo, pero en abril de 1819 fue derrotado comple-tamente por el Mariscal de Campo, Hore, salvndoseel jefe ingls. El general Francisco P. Santander fuenombrado por Bolvar, a fines de 1818, para organizaren Casanare un ejrcito de operaciones, i en los prime-ros meses de 1819 ya tena una fuerza de 2000 hom-bres. Barreiro, a la frente de 2300 soldados, march el5 de abril a la provincia de Casanare, i entr en Pore,teniendo que replegarse otra vez a la cordillera, con pr-dida de ms de 300 hombres, por la falta de recursos,

    i sufriendo las hostilidades de los republicanos. Lasguerrillas se multiplicaban en las provincias de Tunja,Pamplona i Neiva. (Plaza 1850b, 130).

    Aparte del exceso de comas y de gerundios males per-sistentes aun hoy en nuestra gramtica escolar no haymayor racionalidad pedaggica en el Compendiode Pla-za. Comete el error que hemos cometido todos los profe-sores nuevos: pensar que debemos decirlo todo, en lugar

    18 Pgina segunda de la introduccin, sin numeracin.

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    de encontrar caminos luminosos hacia el deseo de los es-tudiantes. La serie de preguntas que formula Plaza en elcuestionario al final del captulo no poda estar planteada

    en otro tono, esta vez acompasado por punto y coma:

    7. Cundo fue nombrado Smano Virrey; qu hosti-lidades pasaban en Casanare; quin fue nombrado dejeneral en jefe del ejrcito del interior; cul fue la expe-dicin de Mac-Gregor i sus resultados; qu nombra-miento obtuvo el jeneral Santander; i cules fueron lasprimeras operaciones de Barreiro? (Plaza 1850b, 133).

    En cuanto a la sostenida ideologa liberal del historiadorPlaza, ella puede estudiarse con mayor provecho en sus

    Memorias, dirigidas a adultos, y el tema no corresponde aeste artculo. Con todo, no sobra anotar, para poner estahiptesis en perspectiva, que en su Compendio, Plaza sus-cribe la explicacin bblica del poblamiento del mundocuando relaciona a los primeros pobladores americanoscon la descendencia de Cam, segundo hijo de No, queinmediatamente contrapone con un interesante anlisis(para su tiempo) de las rutas de poblamiento por Kam-chatka y las islas del Pacfico (Plaza 1850b).19Es bastantesignificativa tambin su advocacin a la mxima socrticaconcete a ti mismo, y la ausencia total de lenguaje o jus-tificaciones religiosos, gestos propios de un liberal del Me-dio Siglo, hombre cercano al presidente Jos Hilario Lpez

    y autor de una obra adoptada como testo de enseanza

    por la Direccin jeneral de instruccin pblica en 1850,como lo recuerda su subttulo. Sin embargo, la naturalezamisma del Compendiohace secundario este anlisis, puesa todas luces Plaza pens que unas cosas deban decirsea los nios y otras a los adultos. Lo interesante es aquelloque dice esta discriminacin sobre el deslinde intelectualque se oper a lo largo del siglo XIX entre historias republi-canas e historias patrias, estas ltimas destinadas a nios y

    jvenes ciudadanos.

    En 1874, Jos Mara Quijano Otero20public la prime-ra parte de su Compendio de historia patria para el usode las escuelas primarias. Esta edicin contiene las dos

    19 Cf. primeros diez numerales del captulo II.20 Jos Mara Quijano Otero naci en Bogot en 1836 y muri en la

    misma ciudad en 1883. Estudi en el Colegio del Espritu Santo,de propiedad del educador y protegido de Santander, Lorenzo Ma-ra Lleras, y luego estudi medicina en la Universidad Nacional,carrera de la que se gradu en 1853, a los diecisiete aos, y que alparecer nunca ejerci. Ocup diversos cargos en representacin delEstado Soberano de Cundinamarca y fue Ministro Plenipotenciariode los Estados Unidos de Colombia en Costa Rica. Ejerci comobibliotecario nacional entre 1868 y 1873, y con la informacin asu disposicin escribi Lmites entre la Repblica de Colombia y elImperio del Brasil, que fue publicado en 1869.

    primeras partes del plan general del autor, dedicadasa la conquista y a la colonia. La edicin definitiva esde 1883, cuando Quijano agreg las secciones sobre la

    independencia y la repblica. Consagrado desde hacequince aos al estudio de la Historia patria en la Uni-versidad Nacional, Quijano decidi recoger los frutosde sus esfuerzos, que explica de esta manera: No esesta obra donde puedan intercalarse documentos re-cientemente hallados [] dar cuenta de sucesos ocu-rridos en la poca colonial de que no se haba tenidoconocimiento [] o maravillosos episodios de la guerramagna que mis predecesores han omitido. (Quijano1883, III). Y agrega: [] he corrido el riesgo, que acasono he sabido evitar, de no exhibir bajo todas sus faces elescenario en que los sucesos se cumplan, para apreciarcon pleno conocimiento de causa los acontecimientosmismos y los personajes que en ellos figuraron. Tocaa los maestros llenar los vacos que yo he tenido quedejar so pena de escribir una obra demasiado extensa.(Quijano 1883, IV).

    Esto significa que Quijano Otero despoja a aconteci-mientos y a personajes de su contextualizacin his-trica. Argumenta que de esta manera podr recogerlo fundamental, que es el inventario de los aconteci-mientos y los personajes memorables. Quijano insisteen que a los nios se debe ensear lo principal y ne-cesario, dejando para ms tarde lo accesorio, y toca

    en el meollo de la cuestin cuando escribe autobio-grficamente sobre su esclarecimiento poltico en elagitado ao de 1854:

    Desde aquella poca tuve uso de razn poltica, y porlo mismo en esos aos mi libro es ms bien compen-dio de cronologa que de historia, pues he credo queno hay derecho para influir en manera alguna sobreel nimo de los nios, antes de que ellos hayan for-mado su criterio con la apreciacin de sucesos quepudiesen ser parte para inclinarlos a esta o a aquellaopinin poltica (Quijano 1883, IV).

    Desde 1859 fue profesor de la Ctedra de Historia en la UniversidadNacional, lo que lo motiv a escribir su Compendio de historia patria,publicado incompleto en 1874 y en versin definitiva en 1883. Colabo-r en los peridicos El Derecho, La Repblica, El Eco Literario, El BienPblico, La Tarde,La Plumay La Amrica. Luego de su misin diplo-mtica en Costa Rica, en 1880 viaj a Espaa, donde asisti al Con-greso de Americanistas de 1881 en Madrid; fue nombrado miembro dela Real Academia de la Historia de esa ciudad y viaj a Sevilla, dondeconsult los fondos del Archivo de Indias. Esto le sirvi para ampliarsu trabajo sobre lmites y publicar ese ao su libro Lmites generalesde los Estados Unidos de Colombia. Ver: artculo obituario firmado porManuel Br iceo (1883).

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    As, pues, no cabe moldear desde la infancia liberalesni conservadores, mosqueristas ni lopistas, antimelistas niultramontanos, antes de la edad de la razn poltica. Lo

    que s debe hacerse desde entonces es formar patriotas.La razn puede leerse en la dedicatoria a los nios:

    S, a vosotros nios, que habris de aprovechar laindependencia que nos legaron nuestros padres, ycomo necesario complemento de ella la Ilustracinque os da la Repblica redimida y prspera. A voso-tros que, conociendo el origen de las desgracias de laNacin, aprenderis a evitar los escollos en el prove-nir. A vosotros que, libres e ilustrados, sabris venerara los que pagaron con su sangre nuestro rescate paralegarnos Patria; y, como ellos, aprenderis a amarla,sabris servirla y, llegado el caso, sabris morir porella. A vosotros, nios de mi Patria. Jos Mara Qui-jano Otero. (Quijano 1883, V).

    Es clara la advocacin religiosa, que se manifiesta enlas expresiones Repblica redimida, venerar a losque pagaron con su sangre nuestro rescate, y advo-caciones sobre saber morir por la patria. Sesenta aosdespus de Fernndez de Sotomayor, se mantiene la

    vocacin catequstica de la historia patria, y 25 des-pus de Plaza se han eliminado su estilo liberal y susmximas socrticas, que se han reemplazado por ellenguaje de la religin catlica. Inculcar una devocin

    suficiente por la patria para, llegado el caso, dar la vidapor ella objetivo explcito de Quijano se logra mejorsi se presentan versiones depuradas de acontecimien-tos y personajes que si se explican. Bermdez con-quist la Guyana, no masacr a los capuchinos de lasmisiones del Caron; Garca de Toledo lider la heroi-ca resistencia de Cartagena, no pidi perdn al rey entrminos denigrantes; Bolvar sufri la mortificacinde la disolucin de Colombia, no se declar dictadoren 1828; Santander es el hombre de las leyes, no reoseptembrino; la revolucin es gloriosa y singular, noerrtica ni plural. Sin embargo, Quijano an no logradespojarse por completo de su afn analtico y tam-

    poco logra despojarse de largas explicaciones devotas.La suya todava es una historia excesiva, voluminosa,arriesgadamente explicativa. Tanto que slo pudo com-pletarla luego de dos enviones: en la primera edicin,de 1874, llen un volumen de 264 pginas y slo pudoincluir dos partes, Conquista y Colonia, desde los an-tecedentes del descubrimiento hasta las causas de laindependencia. Precis de otros nueve aos de trabajopara producir su obra completa: un volumen pesado de447 pginas y 54 lecciones, en el que pudo agregar lasdos partes faltantes: Independencia, con quince lec-

    ciones, y Repblica, con trece. La obra termina con laconvencin de Rionegro de 1863.21

    Por su parte, Jos Joaqun Borda22public su Historiade Colombia contada a los niosen 1872, y de ella yasala en 1897, con ttulo diferente, una sexta edicin.23Anterior a la obra de Quijano, la de Borda fue la quepersisti en las escuelas de la repblica. No se hicieronreediciones de la obra de Quijano luego de su versincompleta de 1883. Con la de Borda se hizo, en prome-dio, una cada cuatro aos. En el Compendio de HistoriaPatria de Borda se ha alcanzado el logro de la maes-tra en el gnero.La ilacin entre acontecimientos, porno hablar de causas y consecuencias o sentido, ha sidoobliterada. La brevedad es reina: acomoda hechos dela historia desde las audiencias otorgadas por Isabel aColn en La Rbida hasta la presidencia de Colombiade Rafael Nez, todo en 295 pginas y 33 captulos,numerados en romanos. Los captulos estn divididosen cpsulas muy bien escritas que no vienen numeradassino subtituladas en negrilla y maysculas. Los captu-los terminan con cuestionarios discretos, no con largasseries de preguntas inconexas y puramente factuales,como en Plaza; en Borda son preguntas intrigantes, deltipo qu le hizo a Smano la seora Tenorio? Y lo msimportante de todo, las clusulas subtituladas estnmuy bien redactadas, con la sintaxis de las mximas ylas fbulas, en las que son evidentes el trabajo de edi-

    cin y el afn por lograr unidades cerradas, preparadas

    21 sta es la descripcin bibliogrfica de la primera edicin: Jos MaraQuijano Otero (1874), 264 pginas, 27 lecciones numeradas en ro-manos, 365 numerales o discursos (nmero de das del ao); divididaen dos partes: La Conquista (lecciones I-XV) y La Colonia (leccionesXVI-XX VII); cubre desde los antecedentes del descubrimiento has-ta las causas de la independencia. La segunda edicin lleva el ttuloEstados Unidos de Colombia Compendio de Historia Patria, segundaedicin, revisada y corregida por el autor, y sus datos bibliogrficos sonstos: Bogot, Imprenta de Medardo Rivas, 1883, 447 pginas, 54 lec-ciones, con dos nuevas partes: La Independencia (lecciones XXVIII-XLII) y La Repblica (lecciones XLIII-LIV); se cierra con los hechosde la Convencin de Rionegro de 1863.

    22 Jos Joaqun Borda naci en 1835 en Boyac y muri en Bogot en 1878.

    Estudi en el Colegio de San Bartolom y en el Seminario Arquidioce-sano, sin haberse ordenado nunca como sacerdote. Fue diputado en lasasambleas de los estados de Cundinamarca y Boyac y representante enla Cmara baja de los Estados Unidos de Colombia. Fue educador en elColegio Nacional de San Vicente del Guayas, en Guayaquil, y en cole-gios privados de Bogot. Colabor en los peridicos El Hogar, El Iris, LaRevista de Bogot, El Eco Literario, El lbumy La Revista Literaria, entreotros. Fue editor de varios volmenes colectivos de poesas y cuadros decostumbres, entre ellos El Aguinaldo Religioso, Poesas Cubanas, Cuadrosde Costumbres y descripciones locales de Colombia y La Lira Colombia-na, esta ltima junto con Jos Mara Vergara y Vergara. Tambin publicpoesas propias, una traduccin de Las Confidencias de Lamartine, unaHistoria de la Compaa de Jess en la Nueva Granada, su Historia deColombia contada a los niosy unas Lecciones de Literatura.

    23 Ver Borda (1897).

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    para causar una impresin de lectura, que llaman a larelectura e incitan a su citacin o aprendizaje de memo-ria. Clusulas como sta:

    LAS SEORAS ANTE MORILLO. El da delsanto del Rey, que en las monarquas es de regocijoy de concesin de gracias, las principales damas deBogot se presentaron en palacio, implorando la liber-tad de sus padres y esposos. El miserable pacificadorlas recibi con la falta de cultura que le era peculiar,y con las voces ms descomedidas les mand que seretirasen (Borda 1897, 188).

    El ttulo mismo es sofisticado e impactante. Luegoviene una aliteracin: el da del santo del Rey. Sigueuna conclusin novedosa y general para un nio: eseda es de regocijo y concesin de gracias en las monar-quas; es decir, en todas las monarquas, lo que cons-tituye una afirmacin que vale la pena aprender (unaenseanza til, del tipo los mamferos son los animalesque tienen pelo). Las principales damas de Bogot sepresentaron en palacio es una evocacin que libera laimaginacin: cmo sera ese palacio? Un nio podrafigurrselo con torres, otro con siete puertas. Las se-oras imploraban la libertad de sus padres y esposos,pero el miserable pacificador las recibi con malosmodales y las mand al diablo. sta es una conclusintaxativa, unvoca, radical: el espaol de mal carcter

    forma eficaz de construir un prejuicio se opuso a lalibertad, lo que resulta inapelable, puesto que son se-oras inocentes quienes la reclaman para sus amados.En la introduccin a su Compendio de 1850, Jos An-tonio de Plaza anunciaba el mtodo de enseanza mspositivo para inculcar a la juventud los conocimientosque se desee transmitirle, sin causarle el hasto i largoaprendizaje de voluminosos textos. A fines del siglo,

    Jos Joaqun Borda ha logrado la maestra en el gnerocon un abanico de clusulas perfectas.

    Los autores de historias patrias siembran clusulas enmentes infantiles.24Para que la siembra sea fructfera,

    la semilla debe ser perfecta: pepas pulidas como las deBorda, sin imperfecciones, sin aberturas que den lugara la ilacin, ni a conclusiones ulteriores, sino a reaccio-nes mentales unvocas. Son semillas que se fijan en el

    24 Cabe anotar aqu que no discuto el problema de la educacin de los ni-os, sino del uso de la nocin de patria en la esfera pblica colombiana.Hasta aqu he demostrado que en 1872 Jos Joaqun Borda alcanz lamaestra en el gnero de la educacin histrica de los nios tal y comofue concebible en el siglo XIX. Cabra buscar la propuesta de alternati-vas contemporneas (de hoy) en un art culo sobre pedagoga histrica,pero no en ste.

    fondo de las mentes de los nios, donde se conservan.Aos despus germinarn en las mentes de los adul-tos, que no podrn decir dnde las obtuvieron, pues no

    recuerdan sus lecciones en catecismos ni compendios.Escritas en lenguaje de alto nivel, que no es de nios,esas clusulas resultan comprensibles para los adultoscuando resurgen en sus mentes. Y cuando lo hacen,ellas conforman, copan el lenguaje para referirse a la re-pblica. Son esas glosas las que asisten al adulto cuandodebe ejercer como ciudadano. Pero unidades selladas,que no dan lugar al anlisis, ni a las correlaciones, sinoa reacciones morales previstas.

    La patria es, ciertamente, cosa de nios. Cuando los adul-tos la predican, mienten. Patritica en forma y contenidoera la frase impresa a sello en unos volantes que circularonen Medelln en los aos de 1989 y 1990: Preferimos unatumba en Colombia a una crcel en los Estados Unidos.La solicitud de la intercesin divina que haca lvaro Uri-be Vlez el da de su primera asuncin presidencial tam-bin es patritica en esencia: El amor por esta patria seala llama a travs de la cual Nuestro Seor y la Santsima

    Virgen me iluminen para acertar, dijo Uribe el 7 de agostode 2002.25El lenguaje de nios en boca de adultos produ-ce monstruos, y en las repblicas, mentiras.

    LANACINYELLENGUAJEMSTICODELFUTURO

    Intentemos llegar a una precisin en estas cuestiones dif-ciles, en las que la menor confusin sobre el sentido de laspalabras al origen del razonamiento puede producir al cabode l los ms funestos errores (Renan 1883).26

    25 El lector habr detectado en este punto una clara posicin poltica e in-cluso podr sentir el sesgo de un fuerte antiur ibismo. No sobra sostenerque una posicin poltica no es un sesgo, sino lo dicho, una posicinpoltica. A los historiadores y cientficos sociales hoy no se les pide neu-tralidad poltica, por dos razones: primero, porque sera una ingenuidadepistemolgica; segundo, porque la historia y las ciencias sociales sonhoy, necesariamente, debates de asuntos socia les y, por ende, polticos.Eso s, debates documentados y sustentados. En las pginas anteriores

    se ha hecho una contribucin documentada sobre la historia de la no-cin de patria en la educacin histrica en Colombia desde 1814. Se hademostrado que la tendencia ha sido la de alimentar el patriotismo delos nios con versiones cada vez ms simplificadas y eficaces de la histo-ria de la repblica. Por ltimo, cualquier ciudadano en los aos recien-tes habr podido constatar la incidencia de un lenguaje patriotero msbien vulgar en el gobierno reelegido. La correlacin entre simplificacinmistificadora y el lenguaje del gobierno reelegido ha sido, pues, suficien-temente establecida. Lo que no ha sido establecido en este artculo es larelacin de complicidad entre los extraditables de 1990 y lvaro UribeVlez, sugerida en el ltimo prrafo de la seccin. Para esto he preferidola yuxtaposicin, puesto que es a las cortes a las que compete establecerjudicialmente esos vnculos de complicidad.

    26 En el prembulo de su conferencia dictada en La Sorbona el 11 demarzo de 1882 y publicada el ao siguiente, 1883, en el boletn de la

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    PROBLEMASDEDEFINICINYENELUSODELAPALABRANACINEl concepto denacinha dado lugar a mltiples ambi-

    gedades, y por lo tanto ha originado mltiples divisoriasde aguas entre quienes recurren a l. En las discusionesde la dcada de 1980 cuando la palabra fue objeto degran atencin en Europa a raz de las guerras en la anti-gua Yugoslavia se configur la ltima de esas divisorias,

    y que rige la utilizacin moderna del concepto. En sulectura crtica del uso que se le dio a la palabra en elsiglo XIX y primera mitad del XX, los nuevos investiga-dores (Benedict Anderson, Ernest Gellner, Eric Hobs-bawm, Anthony Smith, y otros) postularon que la nacinno es un ente natural sino una construccin humana,cultural. Desde entonces, se reconocen primordialistas

    ymodernistasen el uso del concepto.27Sobra anotar quela inabarcable produccin de los ltimos treinta aossobre la nacin o alguna nacin en particular es exclu-sivamentemodernista, pues no se publican ya obras dequienes siguen creyendo que sus patrias y naciones soncreaciones divinas ni del espritu absoluto.28

    El mexicano Toms Prez Viejo ha llamado reciente-mente la atencin sobre una divisoria ms, operada en elseno de losmodernistas. Ella ocurre segn el nfasis quese preste al aspecto cultural o al poltico en la definicinde naciones (Prez 2003, 279-281). Segn los primeros,existen naciones culturales, que son horizontes lings-

    ticos, religiosos, o ambas cosas, que no necesariamentecuentan con un orden poltico. Los Kurdos son un buenejemplo. Es lo que Eric Hobsbawm (1990) ha llamadoprotonacionalismos.29Para otros, la nacin slo se de-fine cuando logra un ordenamiento poltico, sea porquemadura en ella un estado (el muy comentado Estado-Nacin, del que son ejemplos paradigmticos los pasesde Europa occidental, en lenta maduracin desde lasinvasiones brbaras del siglo V d. C.) o porque un grupo

    Association scientifique de France.27 Una discusin bien elaborada sobre esta divisoria puede hallarse en el

    modernista mexicano Toms Prez Viejo (2003).28 En este punto es posible una confusin. Entre los estudiosos de la

    nacin, no se definen losmodernistas como los que siguen el argumen-to de Ernest Gellner, en el sentido de que slo en las sociedades in-dustriales puede ocurrir el nacionalismo. La categora se destina paradenotar a aquellos que no piensan que las naciones son construccionesnaturales; es decir, para aquellos que no suscriben nociones vitalis-tas ni romnticas (historicistas) de la evolucin histrica. Es en estesentido que puede decirse que en las ciencias sociales modernas ydesde la mencionada conferencia de Ernest Renan de 1882 todos losestudiosos de la nocin denacinsonmodernistas, y noprimordialistas.

    29 All, Hobsbawm ilustra sus ideas con ejemplos que van desde Afganis-tn hasta Yugoslavia y sus menores provincias y etnias. Para el segui-miento cabal de estos ejemplos es recomendable el uso de una gruesaenciclopedia universal y de un buen atlas poltico.

    nacional sometido a un estado ajeno logre su emanci-pacin y cree su propio estado (como los checos, luegode su retardada secesin del Imperio austrohngaro).

    Quienes prefieren definir naciones polticas frecuente-mente invocan el principio de congruencia, definidocon precisin aparentemente matemtica por ErnestGellner: El nacionalismo es primordialmente un prin-cipio poltico segn el cual la unidad poltica y la unidadnacional deben ser congruentes (Gellner 1983, 1).30

    Entre los modernistas (o modernos) se ha abierto otradivisoria que resulta ms interesante hoy, y que se pres-ta menos a debates escolsticos del tipo: conformanlos palestinos una nacin? Me refiero al hecho de que

    Nacines tanto un sentimiento compartido por miem-bros desconocidos de una sociedad extensa, as comola existencia objetiva de vnculos sociales entre ellos.Estas dos acepciones han dado lugar a una aproxima-cin subjetivista y otra objetivistadel problema.31Estoes, a una mayora que estudia discursos y a una mino-ra que estudia infraestructura. Los primeros son porlo general estudiosos de la cultura frecuentementedesde la literatura y desde la historia cultural, y entreellos el concepto de nacin es, usualmente, principio ytrmino de sus trabajos. Entre ellos se han decantadoalgunos lugares comunes que se utilizan de manera ms

    30 El principio de congruencia de Gellner podra sugerir en un lector des-prevenido (o en un glosador al paso) la claridad de un teorema geom-trico, pero no hay que engaarse. El anlisis en su libro no se resuelvecon el principio de congruencia, sino en su afirmacin de que el nacio-nalismo es una forma especfica de identificacin entre los miembrosde ciertos grupos humanos, entre muchas otras posibles (la lealtad ala horda, el patriotismo en sociedades premodernas). La especificidaddel nacionalismo es que ocurre en sociedades industriales que renengrupos muy numerosos de extraos, contados en millones.

    31 La bibliogra fa sobre el tema es sumamente extensa, y frecuentementerepetitiva. Quiero resaltar tres trabajos radicalmente originales, escri-tos con tono firme y seguro y que pueden insuflar aire fresco entrequienes quieran persistir en usar la palabra. En uno de ellos se adoptael enfoque objetivista y en los otros dos el subjetivista. Me refiero aNa-tions and Nationalism, del weberiano Ernest Gellner (1983). A Gellnerle sucede lo que a Weber, quien termina siendo mucho ms elocuente yoriginal sobre la tica protestante que sobre el espritu del capitalismo.

    EnNations and Nationalismse dice mucho ms sobre modernizacinque sobre nacionalismo, lo que, por cierto, da bastante fuerza a sullamado para prestar atencin a ferrocarriles, flotas mercantes y el im-perio de la ley, y no slo a novelas, himnos y fiestas patrias en el estudiodel nacionalismo. Las dos obras subjetivistas que quiero resaltar, mscercanas a nosotros, son En el camino hacia la nacin Nacionalidaden el proceso de formacin del Estado y de la Nacin en la Nueva Grana-da, 1750-1856 de Hans Joachim Knig (1994), con un excelente pano-rama de la cuestin dibujado en su introduccin; y la conferencia delpoeta y poltico panameo Guillermo Snchez Borbn, comentario sinttulo en el Foro 91/2 Visin de la Nacionalidad Panamea Simposiocelebrado el 6 de julio de 1991 en la Ciudad de Panampor el InstitutoLatinoamericano de Estudios Avanzados; las actas de este foro fueronpublicadas por el ILDEA con el ttulo arriba en negrilla, y en ellas laspalabras de Snchez ocupan las pginas 67-75.

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    o menos protocolaria, tales como construccin de na-cin o comunidad imaginada. Entre quienes estudianinfraestructuras nacionales economistas, ingenieros e

    historiadores algo ms materialistas es comn omitirel uso de la palabra nacin, y, por lo tanto, sus contri-buciones usualmente no se presentan en trminos deconstruccin de nacin.32

    Lo anterior da lugar a una divisoria de aguas que es msgeneral que las de primordialistasy modernistas, polti-cosy culturales,subjetivistasy objetivistas, y que me gus-tara proponer como una disyuntiva para acadmicos.Ante el concepto de naciny su uso y abuso, puedendefinirse dos actitudes: la de los abonados y la de losescpticos. Aquellos que construyen libros y artculoscon l, y aquellos que lo evitan. Para ponerlo en tr-minos familiares a los abonados, y en palabras de EricHobsbawm: por un lado, aquellos que efectivamentepiensan que luego de un desastre nuclear en la Tierra,un historiador intergalctico no podra comprender losltimos doscientos aos de su historia si no compren-diera el concepto denacin. Por otro lado, aquellos queestn firmemente convencidos de que tal concepto loconfundira tanto como confunde a los terrcolas.

    En lo que queda de esta seccin me limito a discutir conlos cientficos sociales colombianos sobre la pertinencia

    y la utilidad del concepto denacin hoy en Colombia. La

    palabranacinse refiere a aquello que une a los miem-bros de un horizonte poltico con ms fuerza que lo quelos desune a causa de diferencias de ingreso, clase, raza,religin o intereses polticos divergentes. En Colombiahoy no ocurren ni el sentimiento ni los vnculos socialesnacionales en medida comparable a los sentimientos, lasdesigualdades y las tensiones que nos desunen. En con-secuencia, an no estamos dispuestos a adoptar los sm-bolos de una solidaridad de la que no disfrutamos. Sobrela deseable medicin de las fuerzas centrpetas y centr-fugas en la sociedad republicana colombiana, por ahorano puedo hacer ms que un simple llamado de atencin.En lugar de concentrarme en ello, argumentar sobre las

    limitaciones del concepto denacinen el anlisis socialcontemporneo colombiano y en nuestras discusiones re-

    32 Un buen ejemplo en esta lnea es el libro, hoy en proceso de edicin,que encarg el Comit Colombiano de Interconexin Elctrica, CO-CIER (captulo colombiano del CIER, Comit Internacional de Inter-conexin Elctrica, con sede en Montevideo), al historiador RobertoLuis Jaramillo, en el que, con el ttulo COCIER 40 Aos, se hace unbalance de las asociaciones estratgicas que estn a punto de permi-tir la total interconexin elctrica latinoamericana, de manera tal quelos veranos brasileos ya no causen crisis energticas como la del ao2001, y que el fenmeno de la Nia no arreste las proyecciones decrecimiento peruanas o colombianas.

    publicanas. Me concentro en el lenguaje acadmico, elde la historia y los de las ciencias sociales.33

    Nacines una de esas palabras con prestigio acadmicotrasatlntico, como discurso, deconstruccin o relacionesde poder. Frecuentemente, su uso no pasa de ser un ges-to acadmico local, como cuando se invocan las ideas deHobsbawm, Gellner o Anthony Smith con el argumentode que son muy importantes. Existen excelentes argu-mentos sobre qu es la nacin, desde Renan hasta Gellner,pero entre nosotros es ms frecuente que se les invoquea que se les emule. En algunas ocasiones, y esto es msde lamentar, se recurre a la palabranacincuando se estrealmente discutiendo la repblica, y el resultado es anularla claridad y la eficacia de argumentos bien documentados.Es esto lo que me propongo discutir a propsito de los li-bros de Alfonso Mnera y Eduardo Posada Carb. Antes,sin embargo, es necesario parar mientes en las discusionesgenerales ms recientes sobre el uso de la palabra nacinen la historia de Colombia y de Amrica Latina.

    (Una anotacin viene al caso en este punto. El hechode que hable aqu en la sentimental primera persona delplural y que hable de nuestra sociedad puede sugeriruna contradiccin. En parte s. No es del todo en vanoque la sociedad de conquista sea hoy una vieja de qui-nientos aos, y que su hija la repblica acabe de soplarsus primeras doscientas velas.)

    LAPALABRANACINENLAPOCADEDESLIZAMIENTOSCONCEPTUALES (1808-1830)En el Diccionario poltico y social del mundo iberoame-ricano la discusin de la palabra nacin est a cargodel argentino Fabio Wasserman, quien anuncia de en-

    33 El lector puede objetar en este punto que muchos rdenes polticos quehan sido nominados como naciones se han caracterizado por sus enormestensiones internas y desigualdades. Se me ocurre el ejemplo de la India.ste es un problema depetitioprincipii; es decir, un problema de defini-cin. Se comprende que, segn esta definicin en la que se privilegia la in-

    clusin, no sern consideradas como naciones aquellas en donde imperenla desigualdad y la exclusin. sos sern pases, monarquas, imperios orepblicas, pero no naciones. Estoy de acuerdo en que el requisito de in-clusin es discutible para definir una nacin, pero la forma de discutir estacontribucin a la definicin denacinno es argumentando la existenciade naciones excluyentes. Aqu radica justamente el problema principalcon el uso de la ambigua, vaga y eternamente debatible palabranacin:aboca inevitablemente a largos debates de definicin. Esto puede llegar asignificar que un artculo promisorio sobre, por ejemplo, la exclusin jur-dica de la poblacin negra en Estados Unidos hasta la dcada de 1960 seainterrumpido por un debate escolstico sobre si Estados Unidos fue o nouna nacin durante la vigencia de las leyes Jim Crow. Estados Unidos eraalgo (un pas, una repblica federal, un lugar) en donde ocurri la exclu-sin defactoy dejurede las personas de raza negra. Eso es lo que interesa,no la definicin categrica.

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    trada que se concentrar en indagar las concepcionesde nacin que tenan los actores histricos (Wasser-man 2009, 852). Es decir, anuncia que no discute las

    condiciones objetivas, sociales, de infraestructura ygobierno que permiten definir naciones en AmricaLatina. Su inters determinado seguramente por loslineamientos del Diccionario es discutir el concep-to segn fue utilizado entre 1750 y 1850, que es superodo de especialidad como historiador. Wassermanse concentra en las acepciones polticas de la palabra

    nacinque l documenta en el proceso de las revo-luciones iberoamericanas, desde la poca de las lla-madas Reformas Borbnicas hasta la de las ReformasLiberales del medio siglo XIX. No discute, entonces,las acepciones posteriores (cabra decir que contem-porneas y posteriores a la bien conocida conferenciadel francs Ernest Renan [1883]), cuando al referentepoltico de la palabra se han sumado sentidos cultu-rales, lingsticos y tnicos. Mucho menos se refiere

    Wasserman a las acepciones contemporneas de la pa-labra, tal y como ella se utiliza hoy en el lenguaje delas ciencias sociales. Al final de su artculo, seala quelas innovaciones que tendan a fundir el sentido t-nico y el poltico denacinsolo terminaran cuajando

    y mostrando toda su potencialidad dcadas ms tar-de, una vez consolidados los Estados nacionales quebuscaron fundarse y legitimarse en el principio de lasnacionalidades (se refiere al principio de congruencia

    de Gellner) (Wasserman 2009, 869) As, pues, las su-gerencias de Wasserman son pertinentes para discutirel sentido en que utilizaron la palabranacinescritores

    y polticos iberoamericanos en la transicin del siste-ma imperial espaol al republicano que surgi de lasrevoluciones y guerras de independencia.

    En su anlisis de la evolucin de la palabranacin en es-paol, Wasserman anota algunos puntos fundamentalesque son bien conocidos entre los estudiosos del perodo1750-1850 en la historia iberoamericana. El primero deellos es que al despuntar las revoluciones ibricas, lapalabra era mayoritariamente utilizada para hacer re-

    ferencia al conjunto de los pueblos de habla espaolaque reconocan la soberana de Carlos IV, como habanreconocido la de su padre, to y abuelo, y la de los reyesde la Casa de Austria.34As, pues, la nacin espaolaera el conjunto de las naciones y pueblos gobernadospor el sistema imperial espaol. El xito de la expresin

    34 En rigor, no cabe hablar de Borbones ni de Austrias espaoles, puesquien primero se dio el ttulo de Rey de Espaa fue el francs Jos Bona-parte. Antes de Don Pepe, los reyes lo eran de Castilla, de las otras ochonacionalidades peninsulares, de Indias, de Filipinas, etctera.

    imperial puede medirse en el hecho de que una verda-dera cascada de criollos entrados en la nueva polticaluego de 1808 reclamaran, generalmente desde los ca-

    bildos en que ejercan cargos, el reconocimiento de susderechos como espaoles americanos (de manera signi-ficativa, Wasserman utiliza en este punto el ejemplo dela muy discutida Representacin del Cabildo de Santaf,redactada por Camilo Torres y firmada a nombre delCabildo el 20 de noviembre de 1809, con su conocidafrase, Tan espaoles somos como los descendientes deDon Pelayo).35Tres aos despus, en las negociacionesde las cortes en Cdiz, los liberales espaoles, cuyo ob-

    jetivo era la transformacin de una monarqua absolutaen una constitucional, le dieron un sentido abiertamen-te poltico a la palabra: en su proyecto constitucional, lanacin figurara como la depositaria de la soberana, enlugar del rey.

    En estos aos crticos y los inmediatamente subsiguien-tes, que Wasserman llama aos de deslizamientos con-ceptuales, la palabranacinfue la que sirvi, luego delprecedente de Cdiz, para operar nuevas transferenciasde la soberana. En casos como el mexicano, la trans-ferencia de lanacinespaolaa lanacinmexicanare-sultaba plausible desde el comienzo gracias al tamao yriqueza de este horizonte poltico, a su gobierno mejorestructurado y a las concepciones entonces en boga so-bre su pasado milenario. En el Decreto Constitucional

    para la Libertad de la Amrica Mexicana, del 22 de oc-tubre de 1814, los diputados de Apatzingn declarabanreintegrar un sistema de administracin a la Nacinmisma, y en el artculo 9 del Captulo II, o De la So-berana, sostenan que ninguna nacin tiene derechopara impedir a otra el uso libre de su soberana.36El ca-rcter federal de la constitucin de 1824 dio aun mayorlegitimidad a la nueva nacinentre los 19 estados, loscuatro territorios dependientes y el distrito federal, puesen sus siete ttulos y 171 artculos se distribua con me-ticulosidad la soberana mexicana entre todos ellos. Seevitaba as, temporalmente, la desbandada que habraproducido un centralismo precoz.37

    35 La Representacin del Cabildo de Santaf, capital del Nuevo Reino deGranada a la Suprema Junta Central de Espaa, de Camilo Torres, del20 de noviembre de 1809, puede consultarse en la compilacin de Ma-nuel Antonio Pombo y Jos Joaqun Guerra, Constituciones de Colom-bia ; la primera edicin fue hecha en Bogot, en 1892; en la segunda,de la Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, editada por el Minis-terio de Educacin (Bogot, 1951), figura en el volumen 1, pp. 57-80.Tambin puede consultarse en lnea, en: http://constitucionweb.blogs-pot.com/2010/04/memorial-de-agravios-camilo-torres-1809.html

    36 La Constitucin de Apatzingn puede consultarse en lnea en el sitio:http://es.wikisource.org/wiki/Constituci%C3%B3n_mexicana_de_1814

    37 La Constitucin Federal de los Estados Unidos Mexicanos de

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    No suceda igual en las provincias del Nuevo Reinode Granada. Los diputados del Socorro y San Gil, lasprimeras en constituirse como soberanas, no juzgaron

    plausible el recurso gaditano (transferencia de la sobe-rana del rey a la nacin), y esta palabra no figura ni porasomo en el Acta Constitucional de la Provincia de ElSocorro del 15 de agosto de 1810.38En lugar de ella,los representantes socorranos y sangileos auguran unfuturo Congreso Nacional (se refieren al que reuniraa todas las provincias del reino); algunas veces se refie-ren al cuerpo poltico que representan como gobier-no (para el que exigen obediencia), y otras veces comoprovincia (de la que dicen que estar pronta a asistir asus hermanas); y juran que los pueblos que represen-tan cumplirn y harn cumplir esta acta constitucional(se refieren al Socorro y San Gil, pues Vlez no envidiputados). En su inquieta bsqueda de palabras quelos eximan de utilizar la denacin, los diputados acuer-dan en el canon sexto (de los 14 que componen el acta)que las cuentas del Tesoro Pblico se imprimirn cadaao para que la sociedad vea que las contribuciones seinvierten en su provecho; y en el octavo, que los re-presentantes del pueblo sern elegidos anualmente porescrutinio a voto de los vecinos tiles. As, pues, enSocorro se utilizaron palabras como gobierno, provincia,sociedad, pueblos y pueblo, en lugar denacin,duranteel perodo ms intenso de deslizamientos conceptua-les, de que habla Wasserman (2009).

    El artculo 1 de la primera constitucin de Cundina-marca, promulgada el 4 de abril de 1811, se refiere ala Representacin, libre y legtimamente constitui-da por eleccin y consentimiento del pueblo de estaprovincia, que con su libertad ha recuperado, adopta

    y desea conservar su primitivo y original nombre deCundinamarca.39 Ms conservadores que los soco-rranos y sangileos quienes prevean como destinosigualmente posibles de la soberana la restitucin delrey o un prximo congreso general del reino, los cun-dinamarqueses reservaban su soberana expresamenteal rey restituido, si bien prevean un presidente y dos

    consejeros que ejerceran el cargo hasta el retorno delrey. En el artculo 15, los diputados se refieren a la so-ciedad poltica que estn constituyendo como la pro-

    1824 puede consultarse en lnea en: http://es.wikisource.org/wiki/Constituci%C3%B3n_Federal_de_los_Estados_Unidos_Mexica-nos_(1824)

    38 El Acta Constitucional de la Provincia de El Socorro ha sido transcritay publicada por Armando Martnez Garnica e Ins Quintero Montiel(2007), pp. 144-145.

    39 La primera constitucin de Cundinamarca , de 1811, puede consultarseen Pombo y Guerra (1951, 123-198).

    vincia cundinamarquesa, y as lo siguen haciendo en loque queda de la constitucin. Es decir, los representan-tes de Cundinamarca utilizaban el sustantivo provincia

    para referirse genricamente a Cundinamarca, y el ad-jetivonacionalpara caracterizar tmidamente su mismarepresentacin y, con mayor seguridad, la que se reuni-ra en un prximo congreso general, al que invitaban alas provincias que quieran agregarse a esta asociacin

    y estn comprendidas entre el mar del Sur y el OcanoAtlntico, el ro Amazonas y el Istmo de Panam.

    El sustantivo nacin ser utilizado en el texto de la cons-titucin reformada de 1812, promulgada el 17 de abril

    y corregida para su impresin el 18 de julio del mismoao.40En el numeral 30 de la segunda seccin introduc-toria, Deberes del Ciudadano consecutiva de la sec-cin sobre derechos, se prescribe que todo ciudadanodesde la edad de quince aos hasta la de cuarenta y cin-co, para gozar de los derechos de tal, deber inscribirseen la lista militar de la nacin. Sin embargo, sta noes la palabra ms comn para referirse sustantivamentea Cundinamarca, sino, alternativamente, las de Esta-do y Repblica. En el primer artculo del ttulo II, Dela forma de Gobierno, se afirma ahora que el Estadode Cundinamarca es una Repblica, cuyo gobierno espopular representativo. Se ve cmo es la declaracinrepublicana lo que abre la posibilidad lgica de referir-se a Cundinamarca como nacin, puesto que ya no se

    reconoce al rey de Espaa como cabeza del ejecutivo y,por lo tanto, se ha logrado la separacin definitiva de lanacin espaola. De hecho, a partir de entonces se creala tensin retrica que demanda para Cundinamarca elttulo de nacin, puesto que ha renunciado a su perte-nencia nacional con Espaa.

    No es sorprendente que este tratamiento se d an contimidez, pues no es claro cmo el breve territorio quese extiende entre Ibagu y Socorro establezca una solu-cin de continuidad en el horizonte transcontinental ysecular de la nacin imperial espaola. De hecho, slopuede establecerse esa solucin de continuidad de una

    manera, y es definiendo ese territorio como una rep-blica; es decir, como el horizonte limitado del imperiode una nueva ley y, por lo tanto, de una nueva ciudada-na. En 1821, cuando se constituy la Colombia quereuni a Nueva Granada, Venezuela y Quito (y, desde laperspectiva de hoy, tambin a Panam), el recurso gadi-tano se asume con confianza, si bien exagerada, comolo ensear 1830. Su ttulo general es Constitucin de

    40 La constitucin reformada de Cundinamarca, de 1812, puede consul-tarse en Pombo y Guerra (1951, 3-60).

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    la Repblica de Colombia En el nombre de Dios, Au-tor y Legislador del Universo, y el del Ttulo 1, De lanacin colombiana y de los colombianos. En sus tres

    primeros artculos se ostenta la nacin sin ambages:

    1. La nacin colombiana es para siempre e irrevocable-mente libre e independiente de la monarqua espaolay de cualquiera otra potencia o dominacin extranjera;y no es, ni ser nunca, el patrimonio de ninguna familiani persona. 2. La soberana reside esencialmente en lanacin. Los magistrados y oficiales del Gobierno, inves-tidos de cualquiera especia de autoridad, son sus agen-tes o comisarios, y responsables a ella de su conductapblica. 3. Es un deber de la nacin proteger por leyessabias y equitativas la libertad, la seguridad, la propie-dad y la igualdad de todos los colombianos.41

    Pasados cinco aos de su constitucin, la nacincolom-biana haca agua por todos sus retablos, si bien se man-tuvo an por cinco ms. La historiografa colombianatradicional lament durante cinco generaciones la diso-lucin de Colombia, en lugar de explicar racionalmentesu improbable unin. La Nueva Historia ha soslayado elproblema durante dos generaciones, y el resultado es quehoy carecemos de una explicacin satisfactoria de cmofue posible, hace dos siglos, el gobierno durante diez aosde un territorio minoritariamente roturado, selvtico ymontaoso, de ms de dos millones y medio de kilme-

    tros cuadrados, habitado por menos de tres millones depersonas (una densidad de menos de 1,2 habitantes porkilmetro cuadrado), sin antecedentes de gobierno unifi-cado, sin un patriotismo comn y sin medios de gobiernodiferentes al recientemente creado ejrcito libertador.

    La diferencia del caso mexicano no es ms que de gra-do. La federacin mexicana de 1824, y los intentoscentralistas de 1835 (las Siete Leyes Constitucionales) y1843 (las Bases Orgnicas de la Repblica Mexicana),42no sirvieron para ejercer soberana sobre los cuatro te-rritorios dependientes del norte, que no salieron de larbita de la nacinnicamente a raz de la guerra de

    1847, sino que ya lo venan haciendo con la declaracinde autonoma de Texas desde 1836. Tampoco fue esta-ble el gobierno de los 19 estados durante el siglo XIX, nilo fue durante el Porfiriato (aunque s eficaz), ni durantelos gobiernos revolucionarios desde 1911 hasta media-

    41 La constitucin de Colombia de 1821 puede consultarse en Pombo yGuerra (1951, 61-103).

    42 Estas tres constituciones y reformas constitucionales mexicanas pue-den consultarse en la pgina en lnea: http://es.wikisource.org/wiki/Categor%C3%ADa:Constituciones_de_M%C3%A9xico

    dos del siglo XX. Hoy en da siguen siendo palmarias laspersistencias de la sociedad de conquista en AmricaLatina, acaso an ms en Mxico que en Colombia, por

    haberlo sido aqul en mayor escala. En todo caso, las msacusadas desigualdades en cuanto al bienestar materialy las mayores diferencias en cuanto a la comunidadimaginada en todo el mundo siguen ocurriendo en lassociedades republicanas de la regin, que son las socie-dades de conquista ms recientes en el mundo.43stees un serio obstculo en la formacin de naciones, m-reselas como se las mire, ya sea de maneramodernista,

    poltica, cultural, objetivistaosubjetivista.

    Uno de los autores que complementan el artculo deWasserman es el colombianista alemn Hans JoachimKnig, quien insiste en que un anlisis del discurso dela independencia en la Nueva Granada y de los sen-timientos colectivos que ella moviliz muestra que eltrmino clave no fue tanto el de nacin sino el de patria.Pues patria tena una connotacin ms precisa que elconcepto de nacin, precisamente en un momento deruptura de un orden secular (Knig 2009, 911). Lo quems llama la atencin tanto en Wasserman como en Kniges su persistencia en evitar el uso de la palabra repblica,que les permitira enfocar algunos problemas con mayorflexibilidad y eficacia. Esto parece obedecer a una consig-na, cuyo fin sera evitar contradicciones en el Diccionario

    y maximizar la capacidad de cada artculo de definir con-

    ceptos.44

    Con mayor libertad que la que permite un diccio-nario, quiero ilustrar ahora las dificultades a que aboca lautilizacin del concepto de nacincuando el ms ade-cuado es el de repblica, y con este fin paso a referirmea los libros de Alfonso Mnera (2008), El fracaso de la

    nacin, y de Eduardo Posada Carb (2006), La nacinsoada. Me propongo demostrar, en dos breves reseascrticas, que aquello a lo que se refieren estas obras ha-bra sido discutido con mayores alcances si los autoreshubieran prescindido de la palabra nacin y hubieranplanteado sus trabajos en trminos de repblica.

    43 Entre las excepciones significativas se cuentan las colonias britnicas,tanto en Norteamrica como en Oceana. En unas y otras se oper, enprimer trmino, un proceso de apartheid radical, y en segundo lugar, laimportacin del gobierno representativo y parlamentario ingls. El resulta-do han sido sociedades con segmentos mayoritarios que se rigen por siste-mas polticos ampliamente representativos, y con segmentos minoritariosconfinados en sistemas de apartheidque van desde la Indianreservationnorteamericana hasta el townshipsudafricano. En cuanto a las coloniasbritnicas en el Caribe y los territorios franceses de ultramar, est de msllamar la atencin sobre su segregacionismo. El fenmeno sali a la luz amediados del ao 2009, cuando ocurrieron revueltas populares en Marti-nica y Guadalupe que duraron meses, significaron la clausura de las islasy fueron eficazmente silenciadas en la prensa internacional.

    44 El artculo sobre la nocin de repblica est a cargo del francs Geor-ges Lomn.

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    NOTASREPUBLICANASSOBREELFRACASODELANACINYLANACINSOADAEn estos tiempos de bicentenario eran de esperar libros

    acadmicos concebidos con Colombia como tema gene-ral. No me refiero a recuentos generales de su historia nia reediciones de viejos clsicos, sino a interpretacionesatrevidas y generales. Lo cierto es que esos libros hanbrillado por su ausencia, y la historia y las ciencias so-ciales colombianas siguen concentradas en la fragmen-tacin y reacias al ensayo general. En los ltimos onceaos dos libros se han destacado por este atrevimiento,

    y, debido a sus diferencias radicales en el enfoque y lasconclusiones, resulta provechoso leerlos como un deba-te tcito. Me refiero a El fracaso de la nacin, de AlfonsoMnera, y La nacin soada, de Eduardo Posada Carb.Ellos pueden leerse como llamados de signo opuesto ala reflexin general sobre Colombia y como argumentosconsistentes que recomiendan actitudes opuestas anteesa reflexin. Aspiro a demostrar que, al estar plantea-dos en trminos de nacin, sus argumentos pierdenfuerza y el debate que plantean pierde fertilidad.

    En cierta forma, es exagerado decir que el libro de Al-fonso Mnera sea un argumento general sobre Colom-bia. En rigor, l consiste en un estudio del proceso deindependencia en la provincia de Cartagena planteadocon imaginacin y una amplia perspectiva temporal.Mnera empieza por una semblanza general del Virrei-

    nato de Santaf (o Nueva Granada), cuyo propsito fun-damental es demostrar la tenuidad de su gobierno y lalaxitud de los lazos entre provincias. El resultado hastaaqu es un argumento contra la ficcin nacionalista queha dado por sentado un gobierno centralizado anterior ala repblica, y con capital en Santaf. Mnera procedea hacer lo mismo en escala menor, ya circunscrito a laProvincia de Cartagena, y demuestra que tambin allel control y el gobierno eran laxos. Cartagena era unaregin de frontera durante los siglos XVI y XVII y en ellaprimaban el desorden social, el contrabando y el peligrode invasiones de potencias enemigas. Efectivamente, elsaqueo de la ciudad por el Barn de Pointis, en 1697,

    dio un fuerte golpe a una sociedad en formacin.

    El proceso de recuperacin fue jalonado por las fuertesinversiones realizadas en la defensa de la plaza. Carta-gena se convirti en la ciudad mejor fortificada del Im-perio espaol, pero a un costo que la hizo dependientede lossituadosde las provincias del interior, de Quito,Per y Mxico. La revitalizacin del comercio en el l-timo cuarto del siglo XVIII nunca fue suficiente paracubrir los gastos militares y en obras pblicas de la ciu-dad, lo que acentu su rivalidad con Santaf en cuanto

    al control del gran comercio en el Virreinato. Mnerailustra esta rivalidad de manera muy convincente cuan-do presta atencin a la competencia de las dos ciudades

    por alojar consulados de comercio (Cartagena obtuvoeste privilegio en 1797, mientras que Santaf nunca lologr), as como a las polticas opuestas de los notablesde ambas ciudades sobre construccin de caminos (eraresponsabilidad del Consulado proyectar, financiar yejecutar caminos en toda la extensin del Reino).

    Cuando se desat la crisis de la monarqua espaola,Cartagena y Santaf eran ciudades rivales, pues esta-ba en juego el control del gran comercio en y desde elinterior. En 1809 el cabildo de Cartagena rehus aca-tar rdenes virreinales que conminaban a la ciudad acomprar harinas provenientes del Reino, y sus notablesdecidieron seguir comprando harinas norteamericanasen puerto. A partir de 1810, Cartagena y Santaf (y elresto de las provincias del Virreinato) sencillamente ne-gociaron por su cuenta la transferencia de la soberana,

    y en el curso de dos aos se constituyeron en repbli-cas. Mnera dedica el ltimo captulo de su libro a mos-trar cmo en Cartagena la negociacin fue radicalizadapor la participacin en primera lnea de las milicias depardos de la ciudad, y luego de un grupo cada vez mayorde esclavos, libertos y libres de todos los colores. Es conrecurso a esta participacin popular, que en noviembrede 1811 lleg al nivel de asonada, que Mnera explica

    la independencia absoluta de Cartagena.As, pues, Mnera documenta con gran tino y pertinen-cia dos deficiencias nacionales radicales en la Colom-bia de 1700 a 1830: por una parte, no se observa en suterritorio ninguna unidad efectiva ni un gobierno que locontrole eficazmente; por otra parte, no exista armonani concordia entre los grupos que conformaban sus dife-rentes horizontes sociales, lo que Mnera ilustra tantocon la ciudad como con la provincia de Cartagena.45Ensuma, no existan ni la integracin regional ni la integra-cin social, que son condiciones fundamentales de unorden que pueda llamarse nacional. Mnera concluye

    as su libro:

    Si hubiera que extraer una conclusin general sobreeste periodo de la Independencia, quiz la ms atrac-tiva sera la de que no tiene mucho sentido seguirpensando que aquella fue concebida con el propsitode convertir las provincias de Nueva Granada en una

    45 A esto habra que sumar la precaria posibil idad de defensa ante enemi-gos exteriores, lo que se evidenci en 1697, si bien ya pareca superadoen 1740 (victoria de la ciudad sobre la flota de Vernon).

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    nacin independiente. Las naciones imaginadasfueron ms de una. El proyecto de nacin de las li-tes del Caribe poco tena en comn con el de las lites

    andinas de Santaf. Por otro lado, la nacin que que-ran construir los mulatos cartageneros no poda serigual a la de Ayos o Garca de Toledo. Y en el caso delos indios, apoderndose de las tierras de los jacobi-nos en nombre de la defensa de la nacin espaola,a dnde nos llevara interpretar su nacionalismo?(Mnera 2008, 228)

    La respuesta a esta ltima pregunta es: a ninguna par-te, y mi rplica a todas las dems afirmaciones de estaconclusin debe ser en el mismo tono. Por qu un li-bro tan bien planteado, con descubrimientos tan im-portantes (es la primera discusin interesante y biendocumentada sobre la participacin popular en las in-dependencias, por ejemplo), es llevado en su conclu-sin a un debate tan fuera de lugar? Por qu, luego dedocumentar tan bien fisuras polticas y fisuras socialesen el siglo XVIII y albores del XIX, Mnera cifra suconclusin en un anacronismo?

    La respuesta puede hallarse en el prlogo a la segundaedicin y en la introduccin del libro. En el primero, en-tre pginas, 19 y 20, Mnera toma nota del cambio deparadigma operado en las dcadas de 1980 y 1990 enla comprensin de las naciones, que entonces dejaron

    de ser creaciones materiales de la larga e inconteniblemarcha del espritu hacia su realizacin. Estas eran vistasahora al revs, como el producto cultural de profundastransformaciones materiales. El recurso retrico produ-ce una explicacin eficaz, pero no exime de una pregun-ta: Realmente vinimos los latinoamericanos a liberarnos,hace menos de una generacin, de la fe hegeliana ennuestros rdenes republicanos? Nosotros, entre quienesnunca prendieron las efervescencias romnticas de losnacionalistas europeos, realmente fuimos liberados deexplicacionesprimordialesde nuestras naciones?

    El problema aqu es tomar la liebre por el gato, como se

    echa de ver en la introduccin del libro. All, Mneraentabla una discusin con el historiador Jos ManuelRestrepo! (1781-1863). Es decir, con un intrprete deColombia anterior a l en cinco generaciones. Este di-logo produce un espejismo doble. Por una parte, el quesurge de contraponer razones que no son contempor-neas. Es decir, de plantear dilogos inconmensurables.Anderson, Gellner, Hobsbawm y Smith no escogieroncomo sus interlocutores a nacionalistas primordialistascomo Hegel, Ranke o Michelet, sino que observaron ala Indochina contempornea, al Oriente Medio de hoy,

    a la Yugoslavia en guerra de 1990, para esclarecer lasideas de Ernest Renan sobre un tema difcil. Por cierto,Renan en 1882 ya no era unprimordialista, sino el pri-

    mero que pens, de manera moderna, que las nacionesson construcciones humanas.

    El otro espejismo proviene de pensar que Jos ManuelRestrepo escribi sobre la nacin colombiana. Restre-po saba mucho mejor que nosotros hasta qu puntono exista una nacin colombiana ni existira en muchotiempo. Restrepo era un notable blanco en una socie-dad segregada de antiguo rgimen, y vivi para ser tes-tigo durante cuarenta aos de una sociedad segregadarepublicana. El historiador de la revolucin de Colom-bia escribi sobre la repblica, que apenas empezabaa existir, que se construa tangiblemente da a da cada

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