La Revolucion Espanola (1930-19 - Leon Trotsky

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Revolución española

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  • Leon Trotsky, 2006Traduccin: Fundacin Federico EngelsPresentacin: Juan Ignacio Ramos

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

  • NOTA DE LOSEDITORES

    Este ao se cumplen setenta y cinco aos de larevolucin espaola, iniciada con la proclamacinde la II Repblica el 14 de abril de 1931, yculminada por la guerra civil que se extendidesde julio de 1936 a marzo de 1939. Aquellosacontecimientos que sacudieron a millones deoprimidos, trabajadores y campesinos sin tierra,han pasado a la historia como una hazaa slocomparable a la de la Revolucin Rusa de octubrede 1917.

    Durante cerca de tres aos los trabajadoresespaoles combatieron el fascismo con las armasen la mano; y lo hicieron llevando a cabotransformaciones revolucionarias que afectaron alas bases del rgimen capitalista. La posibilidadde xito de la revolucin socialista, a travs del

  • poder armado de los obreros, de sus milicias, dela incautacin de las fbricas y las tierras, de lascolectivizaciones y el control obrero de laproduccin, era muy alta. En realidad lacorrelacin de fuerzas era mucho ms favorable alos obreros espaoles que a los rusos en 1917,cuando estos salan de una guerra mundial quehaba provocado un colapso general de las fuerzasproductivas adems de una carnicera humana sinprecedentes. La conciencia, la decisin y el arrojode las masas obreras del Estado espaol quedaronms que demostrados en las heroicas jornadas del19 de julio cuando, a pesar de la traicin delgobierno republicano y la pasividad de losdirigentes de las organizaciones obreras quecomponan el Frente Popular, asaltaron loscuarteles y aplastaron el golpe fascista en lasciudades ms importantes del pas.

    Las enseanzas de la revolucin espaola sonextraordinarias. Cualquier joven o trabajador quebusque orientarse en los acontecimientos del futuro

  • necesita entender con toda profundidad ladinmica de la revolucin espaola: la obraconstructiva de los obreros y campesinos, elprograma que defendieron las organizacionesobreras y sus errores, la traicin del estalinismo ylas llamadas democracias occidentales, larelacin entre la poltica y la guerra Al fin y alcabo, las mismas tareas a las que se enfrent lageneracin de obreros de aquellos aos, sernplanteadas en el futuro.

    La bibliografa sobre la revolucin espaolaes casi inabarcable. Ningn otro acontecimiento dela historia contempornea, ni siquiera laRevolucin Rusa, ha generado tal volumen delibros y trabajos editados. Sin embargo, esta granmasa de publicaciones carece en general de unavisin materialista de aquellos acontecimientos.La revolucin ocupa una pequea parte en lainmensidad de los ttulos que se han publicadosobre aquellos acontecimientos. No digamos yauna visin marxista de los mismos. Los textos que

  • recogen el punto de vista del marxismorevolucionario son excepcin. Por eso, el libro deLen Trotsky que la Fundacin Federico Engelsedita en esta ocasin tiene an ms relieve.

    Esta edicin incluye tan slo una parte de lostrabajos de Trotsky sobre la revolucin espaola.Una parte, eso s, significativa y fundamental quemuestra de forma contundente el programa delmarxismo frente a las polticas estalinista,republicana o reformista que orientaron la accinde las masas obreras en aquellos aostrascendentales. Estamos convencidos de que lalectura de estos artculos por parte de la nuevageneracin de revolucionarios y, cmo no, poraquellos veteranos que han entregado su vida a lamilitancia en las filas del comunismo, abrirnuevos horizontes tericos y animar a unacuidadosa reconsideracin de los lugares comunesque tanto abundan en la opinin pblica de laizquierda.

    Junto con los textos de Len Trotsky

  • publicamos un prefacio a cargo de Juan IgnacioRamos en el que se abordan, a modo deintroduccin, algunos de los hechos mssignificativos del proceso revolucionario.

    Con la edicin de este libro, la FundacinFederico Engels emprende la tarea de publicarobras referidas a la revolucin espaola, queesperamos llenen una parte importante de nuestraproduccin editorial en los prximos aos.

  • PREFACIO

    Las lecciones de la revolucinespaola

    Elproletariadoespaolhamanifestadocualidadesmilitaresde primerorden.Por supesoespecficoen la

  • economadel pas,por sunivelpoltico ycultural,seencontr,desde losprimerosdas de larevolucin,no pordebajo,sino porencimadelproletariadoruso alcomienzode 1917.

  • LenTrotsky,Leccin

    deEspaa:

    ltimaadvertencia

    Lasocialdemocraciaseconsiderael doctordemocrticodelcapitalismo.Nosotros,loscomunistas,somos susenterradores

  • revolucionarios.Len

    Trotsky

    El 14 de abril de 1931, hace setenta y cinco aos,la odiada monarqua de Alfonso XIII era derribadadespus de largos meses de movimientoshuelgusticos, manifestaciones de masas yagitacin poltica a lo largo y ancho de todo elEstado espaol. Con la proclamacin de la IIRepblica el proceso revolucionario entraba enuna fase trascendental que culminara en el golpemilitar del 18 de julio de 1936 y la insurreccinproletaria en el territorio dominado por laRepblica. Durante tres aos, la clase obreracombati con las armas en la mano al fascismo altiempo que intentaba llevar a cabo latransformacin socialista de la sociedad.

    Setenta y cinco aos despus de aquellosextraordinarios acontecimientos una nuevageneracin de jvenes se siente enormemente

  • atrada por los smbolos y la significacin deaquellos aos.

    No poda ser de otra manera. Detrs delderrocamiento de la monarqua el 14 de abril, dela Comuna Asturiana de octubre de 1934, de laresistencia armada de la clase obrera deBarcelona y Madrid el 19 de julio de 1936, detrsde las milicias obreras y de las colectividades,se puede sentir el latir revolucionario delproletariado espaol y de su gesta, slocomparable a la de los trabajadores, soldados ycampesinos rusos en octubre de 1917. Setenta ycinco aos despus de unos hechos que fueronsistemticamente ocultados por la propaganda dela dictadura franquista, y distorsionadosposteriormente por la historiografa reformista yestalinista, se hace ms necesario an analizarlosdesde una ptica de clase, es decir, desde el puntode vista de los intereses de los trabajadores y losoprimidos.

    Las lecciones de la revolucin espaola han

  • estado ocultas para generaciones de obreros,jvenes y activistas de la izquierda en general. Laavalancha de publicaciones que han conmemoradoen este aniversario aquellos acontecimientoshistricos se ha centrado en los lugares comunesya conocidos. El anecdotario sobre los nombrespropios de la guerra, esto es, las biografas sobrelderes polticos de las diferentesorganizaciones y los jefes militares, elaborados apartir de fuentes reutilizadas una y otra vez desdehace dcadas; la idealizacin de las realizacionessociales del rgimen republicano; por supuesto,los consabidos lamentos sobre el trgico errorque enfrent a hermanos contra hermanos,cuando no el despreciable revisionismo de losreaccionarios de la pluma que se han reinventadoel levantamiento fascista para justificar loscrmenes del franquismo y una cruel dictadura quesembr el terror en nuestro pas durante cuarentaaos.

    En la inmensa mayora de todos estos textos,

  • ya sean libros, folletos, artculos, revistas, etc., esimposible encontrar una explicacin satisfactoriade las causas de la guerra civil. Y esto es asporque, inevitablemente, una explicacin seria delas mismas retrotrae a una realidad en la que loshistoriadores burgueses no se pueden reconocer: laguerra fue la expresin ms aguda de la lucha declases de la poca, en definitiva, de la luchalibrada por la clase trabajadora y el campesinadopobre del Estado espaol por su liberacin, de larevolucin social que se desarroll durante cincolargos aos y que fue respondida por la burguesaespaola, los terratenientes, los banqueros y susaliados fascistas con las descargas de fusilera, losbombardeos indiscriminados y los paredones deejecucin.

    Cuando los trabajadores espaolesamenazaron el poder de la burguesa, toda lapalabrera hueca sobre la democracia fuesustituida por la dialctica del puo y las pistolasy el exterminio fsico de la flor y nata de la clase

  • obrera y la juventud. La misma historia se harepetido peridicamente a lo largo del siglo XX.

    La lucha titnica de las masas revolucionariaspor conquistar una vida digna, merecedora de talnombre, incompatible con el capitalismo,constituy la fuerza originaria de aquellosgigantescos acontecimientos.

    Estudiar las lecciones de la revolucinespaola, las realizaciones del proletariadorevolucionario, el doble poder, la poltica de lasorganizaciones obreras, sus errores, el papel delestalinismo, no es un ejercicio estril. Quien noaprende de las lecciones de la historia nuncaestar en condiciones de preparar el futuro. Lanueva hornada de luchadores revolucionarios tienela obligacin de conocer en detalle la esencia deunos acontecimientos que representaron unaesperanza para la humanidad semejante a la granRevolucin Rusa de octubre de 1917. En el futuro,las mismas tareas a las que se enfrentaron lasgeneraciones que nos precedieron estarn puestas

  • en el orden del da.

    La proclamacin de la IIRepblica

    Cualquierasea laforma conque seencubraunaRepblica,pordemocrticaque sea,si es unarepblicaburguesa,siconserva

  • lapropiedadprivadade latierra, delasfbricas,si elcapitalprivadomantienea toda lasociedaden laesclavitudasalariada,entonceseseEstado esunamquina

  • para queunosreprimana otros.Debemosrechazartodos losviejosprejuiciosacerca deque elEstadosignificalaigualdaduniversalpues estoes unfraude;mientrasexista

  • explotacinno podrexistirigualdad.Elterratenienteno puedeser igualal obrero,ni elhombrehambrientoigual alsaciado.

    V. I.Lenin,

    conferenciapronunciada

    en laUniversidadSverdlov,

  • 11 dejulio de

    1919

    A finales de 1930, la monarqua de Alfonso XIIIestaba corroda por la crisis econmica, lacontestacin social de amplias capas de lapequea burguesa, los estudiantes y elmovimiento obrero, y la desafeccin de antiguosprohombres que abandonaban como ratas el barcocarcomido del rgimen. Individuos como MiguelMaura o el ex ministro monrquico Niceto AlcalZamora juraron su adhesin a la Repblicabuscando una salida democrtica a la crisis conla que conjurar una explosin revolucionaria. Enaquellos momentos de crisis general y siguiendouna tradicin muy arraigada, la polticacolaboracionista y vacilante de los principaleslderes del PSOE y la UGT permiti a losrepresentantes de la pequea burguesarepublicana hacerse con el protagonismo del

  • momento y asumir la iniciativa.Carente de base social e incapaz de contener la

    radicalizacin de las capas medias y elmovimiento obrero, los jefes monrquicosintentaron ganar tiempo convocando para el 12 deabril de 1931 elecciones municipales, con laesperanza de lograr el apoyo de los sectoresrepublicanos para el establecimiento de unamonarqua constitucional. Pero ya era tarde. Apesar del fraude electoral y la intervencin de loscaciques monrquicos en las zonas rurales, eltriunfo de las candidaturas republicano-socialistasfue masivo en las grandes ciudades. El delirio delas masas se desat en las principales capitales yciudades del pas, donde la Repblica fueproclamada en los ayuntamientos.

    La burguesa, en su conjunto, no se opuso a laproclamacin de la Repblica, ni utiliz alejrcito para impedirlo; la consider un mal menormientras trataba de ganar tiempo para poderreestablecer una correlacin de fuerzas ms

  • favorable para sus intereses.En contraste con esta actitud, los dirigentes

    socialistas estimaban que la proclamacin de la IIRepblica permitira llevar a cabo lastransformaciones democrticas que en Inglaterra oFrancia se lograron a travs de las revolucionesburguesas del siglo XVII y XVIII: la reforma agrariacon la destruccin de la propiedad feudal, y lacreacin de una clase de pequeos propietariosagrcolas; la separacin de la Iglesia y el Estado,garantizando de esta manera el carcter laico yaconfesional de la Repblica y terminando con elpoder econmico e ideolgico del clero; eldesarrollo de un capitalismo avanzado que pudiesecompetir en el mercado mundial, creando un tejidoindustrial diversificado y una red de transportesmoderna; la resolucin de la cuestin nacional,concediendo la autonoma necesaria a Catalunya,Euskadi y Galicia, e integrando al nacionalismo enla tarea de la construccin del Estado; la creacinde un cuerpo jurdico que velara por las libertades

  • pblicas, de reunin, expresin y organizacin, sinlas cuales sera imposible dar al rgimen suapariencia democrtica. En definitiva el programaclsico de la revolucin democrtico-burguesa.

    Bajo este esquema, el proletariado y sudireccin tenan que subordinarse a la burguesaen su lucha por modernizar el pas. Asegurando eltriunfo de la burguesa democrtica, es decir delos republicanos, se crearan las condiciones paraque, en un largo perodo de desarrollo capitalista,se fortaleciesen las organizaciones obreras y supoder dentro de las instituciones polticas yeconmicas del nuevo rgimen: parlamento,ayuntamientos, tribunales, cooperativas,empresas Entonces se podra hablar de lucharpor el socialismo.

    Este planteamiento ideolgico no era unaoriginalidad de los lderes socialistas espaoles.Se basaba en la tradicin reformista de la segundaInternacional, y fue combatida por el ala marxistarepresentada por Rosa Luxemburgo en Alemania, y

  • Lenin y Trotsky en Rusia. para los marxistas, estaforma de presentar la cuestin falseaba tanto lascondiciones materiales del desarrollo capitalista,como la propia estructura de clases de lasociedad.

    La burguesa espaola entr tarde en la escenade la historia: dbil e incapaz de poner su sello enel desarrollo de la sociedad, uni desde elprincipio sus intereses a los de los viejos poderesestablecidos. Nunca protagoniz un movimientorevolucionario como el de la burguesa en Franciao Gran Bretaa. Por el contrario, recurriconstantemente a acuerdos con las viejas clasesnobiliarias, con las que comparti los beneficiosde la propiedad terrateniente. En trminosgenerales, todas las intentonas de la burguesaliberal, en 1812, 1820, 1843, 1854, 1868 y 1873,pusieron de manifiesto su incapacidad para llevara cabo sus tareas histricas. Por temor a la accinindependiente de las masas y por los estrechoslazos que la ligaban a los nobles y terratenientes,

  • acab una y otra vez echndose en brazos de lareaccin[1].

    La consolidacin del rgimen burgus nosignific ningn cambio fundamental para elcampesinado. El despojo de la tierra a loscampesinos y la ampliacin de la propiedadterrateniente fue un proceso ininterrumpido a lolargo del siglo XIX. El problema de la tierra nohizo ms que agigantarse, hasta convertirse en unode los factores decisivos de la agitacin social yla piedra de toque que frustr la confianza quemillones de campesinos haban depositado en la IIRepblica. Por otra parte, el carcter rentista de laburguesa espaola se fortaleci por los continuosemprstitos realizados por la Hacienda pblica,tendencia que se acentu tras la prdida delimperio de ultramar.

    La clase dominante espaola opt porconservar las bases de un capitalismo agrario,extensivo y expropiador de la masa campesina. Elbloqueo tcnico del desarrollo capitalista de la

  • agricultura fue un producto directo de la existenciade una mano de obra jornalera abundante quepoda asegurar a los propietarios buenosbeneficios manteniendo salarios miserables. Lasituacin insostenible de la masa jornalera eracompartida en gran medida por el pequeopropietario, encadenado a prstamos usureros y alas tcnicas de cultivo ms atrasadas.

    En cuanto a los industriales, muy vinculados ala propiedad territorial y obteniendo grandesretribuciones del Estado por sus depsitos dedeuda pblica, nunca tuvieron intencin de realizargrandes desembolsos en capital fijo,imprescindibles para desarrollar las fuerzasproductivas que el pas necesitaba para salir delatraso. Las excepciones del norte y noreste delEstado espaol, con el desarrollo de una industriasiderrgica, de construccin naval y de mquina-herramienta, son el producto de un lento avanceque cristaliz tardamente en las dos primerasdcadas del siglo XX.

  • Esta configuracin del capitalismo nacionaldej campo libre a la penetracin de los capitalesextranjeros, fundamentalmente ingleses yfranceses, que monopolizaron sectores enteros,como la minera del cobre, plomo, hierro Elcapitalismo espaol, por tanto, presentaba unaestructura de desarrollo desigual y combinado:formas de propiedad y explotacin propias delpasado feudal que eran dominantes en numerosasregiones agrarias, convivan al mismo tiempo conla produccin industrial capitalista a gran escalaen Catalunya, Euskadi, Asturias y otras zonas,favoreciendo el desarrollo de grandes centrosurbanos y una gran concentracin de proletariado.

    En los asuntos que afectaban fundamentalmentea sus intereses de clase, la burguesa espaola aligual que la rusa, formaba un bloque con el antiguorgimen monrquico. La consideracin de losmarxistas en este punto no deja lugar a dudas: laburguesa nacional tena un carcter profundamentecontrarrevolucionario y nunca sera capaz de

  • liderar consecuentemente la lucha por lasdemandas democrticas, postura que fuereivindicada por la revolucin rusa de 1905 yposteriormente en octubre de 1917. Para elmarxismo revolucionario, slo la clase obrerapodra llevar a cabo la liquidacin de losvestigios del viejo rgimen feudal.

    La conquista de la democracia, la reformaagraria el taln de Aquiles de la sociedad rusade 1917 o la espaola de 1931, la resolucindel problema nacional y la mejora de lascondiciones de vida de las masas, eranincompatibles con la existencia del capitalismo.Las solucin de las tareas democrticasimplicaban la expropiacin de la burguesanacional y de sus aliados, los terratenientes y elcapital imperialista; de esta manera lasreivindicaciones democrticas se ligabaninevitablemente a la revolucin socialista dirigidapor el proletariado, a la cabeza de la gran masa decampesinos pobres y jornaleros.

  • La estructura de clases despusdel 14 de abril

    El atraso del capitalismo espaol se manifestabaen la posicin predominante de la agricultura:aportaba el 50% de la renta y constitua dostercios de las exportaciones. Aproximadamente el70% de la poblacin se concentraba en el mediorural, la mayora en condiciones penosas,afectadas por hambrunas peridicas entre cosechay cosecha. Dos tercios de la tierra estaban enmanos de grandes y medianos propietarios. En lamitad sur, el 75% de la poblacin tena el 4,7% dela tierra mientras el 2% posea el 70%. Lasgrandes fincas de ms de cien hectreas, ocupabancasi diez millones de hectreas. En el mejor de loscasos, ms de dos millones de jornaleros deAndaluca, Extremadura y Castilla-La Manchaestaban en paro de 90 a 150 das al ao,malviviendo en condiciones de extrema

  • explotacin.En cuanto a la clase trabajadora, aunque

    apenas superaba los tres millones en todo el pas,haba dado muestras sobradas de sus tradicionesde lucha y de la potencia de sus organizaciones,especialmente de la CNT, la central sindicalanarcosindicalista que agrupaba al sector decisivodel proletariado revolucionario.

    La burguesa no tena intereses contrapuestos alos del terrateniente, por el hecho de que elburgus y el terrateniente en la mayora de lasocasiones eran el mismo individuo. El capitalindustrial y financiero estaba muy concentrado.Las grandes familias, no ms de cien, posean laparte fundamental de la propiedad agraria,industrial y bancaria. Por otra parte, el capitalextranjero haba penetrado extensamente en laeconoma espaola y dominaba sectoresproductivos y de las comunicaciones de carcterestratgico para el desarrollo del pas.

    La clase dominante contaba con firmes aliados

  • en el clero y el ejrcito. En 1931, segn datosobtenidos de una encuesta elaborada por elgobierno, integraban el clero 35 000 sacerdotes,36 569 frailes y 8396 monjas que habitaban en2919 conventos y 763 monasterios. En total, elnmero de personas que se englobaba en lacalificacin profesional de culto y clero dentrodel censo general de poblacin de 1930 era de136.181. El mantenimiento de este autnticoejrcito de sotanas consuma una parte muyimportante de la plusvala extrada a la claseobrera y a los jornaleros. La Iglesia era unautntico poder econmico y actuaba como tal enel mantenimiento del orden social. Segn datos delMinisterio de Justicia de 1931, la Iglesia posea11 921 fincas rurales, 7828 urbanas y 4192 censos.Para millones de hombres y mujeres, la Iglesiarepresentaba el poder que los condenaba a unaexistencia miserable.

    En cuanto al ejrcito, estaba formado por 198generales, 16 926 jefes y oficiales, y 105 000

  • soldados de tropa. Los oficiales, seleccionadoscuidadosamente de los medios burgueses ymonrquicos jugaban un papel protagonista en losacontecimientos polticos desde el siglo XIX.Despus de la guerra contra Napolen, sealTrotsky, surgi en Espaa una nueva fuerza: laoficialidad metida en poltica, nueva generacinde las clases dominantes, heredera de la ruina delgran imperio y, en gran medida, desclasada. En elpas del particularismo y el separatismo, elejrcito ha tomado, por la fuerza de las cosas, unaimportancia enorme como fuerza de centralizacin.Se ha convertido no slo en el apoyo de lamonarqua, sino tambin en el organizador deldescontento de todas las fracciones de las clasesdominantes y, ante todo, de su propiodescontento[2].

    Las reformas del gobierno deconjuncin republicano-socialista

  • Uno de los mitos ms recurrentes en lahistoriografa liberal progresista es lasobreestimacin del esfuerzo reformador de laII Repblica. En verdad, cuando el gobierno deconjuncin republicano-socialista salido de laselecciones de junio de 1931 intent poner enprctica sus promesas electorales, pronto se dio debruces contra la realidad del capitalismo espaol.Veamos algunos ejemplos.

    La depuracin del ejrcito de elementosreaccionarios, monrquicos y desafectos al nuevorgimen republicano qued en agua de borrajas. Elgobierno de conjuncin favoreci el retiro de losmandos que no queran asegurar fidelidad a laRepblica, garantizando su paga de por vida. Encualquier caso, la mayora de los militares decarrera, vinculados a la dictadura de primo deRivera y a la monarqua, y con un historialreaccionario acreditado, permanecieron en suspuestos. De la misma manera, el gobiernorepublicano mantuvo intacta la odiada institucin

  • de la Guardia Civil, que durante los siguientescinco aos dejara su impronta represiva en todoslos conflictos obreros y campesinos que sesucedieron.

    En lo referido al poder econmico de laIglesia, la extincin del presupuesto oficial parafinanciar las actividades de culto y los lmites a sumonopolio de la educacin, aspectos que debanquedar reflejados en la redaccin de la nuevaconstitucin republicana, fueron una prueba defuego para el gobierno. Haciendo honor a suextraccin de clase, Alcal Zamora, presidente delgobierno, y Miguel Maura presentaron la dimisinen seal de protesta ante lo que considerabanataques injustificados contra la Iglesia Catlica.Este boicot descarado hacia cualquier reformaprogresista de la estructura poltica del pas porparte de los elementos burgueses subidos al carrodel republicanismo, no impidi a los lderessocialistas apoyar en diciembre de 1931 al mismoNiceto Alcal Zamora como presidente de la

  • Repblica. Todas las tmidas medidas adoptadascontra el poder de la Iglesia quedaronposteriormente reducidas a la nada. Los gobiernosrepublicanos del bienio negro se encargaron dereestablecer toda la influencia eclesial en lo quehubiera sido afectada por los decretos delgobierno republicano-socialista.

    Respecto a la reforma agraria cualquiermedida seria para socavar el poder de losterratenientes era una afrenta para el conjunto de laburguesa. La ley finalmente aprobada en 1932,estableca la creacin un Instituto de ReformaAgraria encargado de realizar el censo de tierrassujetas a expropiacin mediante el pago deindemnizacin; este sistema tena por base ladeclaracin hecha por los propietariossusceptibles de expropiacin, con lo que no esdifcil de entender los gigantescos fraudescometidos gracias a este mtodo.

    Los crditos para la Reforma Agrariaprocederan del Banco Agrario Nacional con un

  • capital inicial de cincuenta millones de pesetas,pero cuya administracin dependa no de losjornaleros ni sus organizaciones, sino derepresentantes del Banco de Espaa, el BancoHipotecario, del Cuerpo Superior Bancario, delBanco Exterior de Espaa, es decir del grancapital financiero ligado a los terratenientes. Elproyecto, adems, obviaba el problema de losminifundios, que obligaban a una vida miserable ams de un milln y medio de familias campesinasen Castilla la Vieja, Galicia, y otras zonas.Tampoco abordaba el problema de losarrendamientos que esclavizaba a los pequeoscampesinos a las tierras del amo.

    El fracaso ms palpable de este aborto dereforma agraria es que en fecha del 31 dediciembre de 1933, el Instituto de ReformaAgraria haba distribuido 110 956 hectreas. Sicomparamos este dato con las 11 168 fincas dems de 250 hectreas, que ocupaban una extensinsuperior a las 6.892 000 hectreas, se puede

  • afirmar que los terratenientes seguan controlandoel campo a su antojo. Slo cien nobles disponande un total de 577 146 hectreas, y esaspropiedades, dos aos despus, continuabanintactas.

    Los derechos democrticos. Las promesas deponer fin a todo el entramado de leyesreaccionarias heredadas del rgimen monrquico,y garantizar la libertad de expresin, de reunin yde huelga haban sido fundamentales para ganar elapoyo de las masas del campo y la ciudad a lacausa republicana. Pronto se comprob, noobstante, que el gobierno republicano-socialista noestaba dispuesto a llevar adelante, en lo referido alas libertades pblicas, ninguna poltica audaz.

    El derecho a huelga se sigui rigiendo por laley de 1909 y tan slo se modific parcialmentecon el decreto del 27 de noviembre de 1931. Anas, este decreto limitaba seriamente el derecho ala huelga al establecer que los Jurados Mixtos, quesustituan a los comits paritarios creados por la

  • dictadura, fueran encargados de intentar laconciliacin antes de que se declarase una huelga.

    Ante el incremento del nmero de huelgas yocupaciones de fincas, el gobierno aprob el 21 deoctubre de 1931, la Ley de Defensa de laRepblica que inclua la prohibicin de difundirnoticias que perturbaran el orden pblico y labuena reputacin, denigrar las institucionespblicas, rehusar irracionalmente trabajar ypromover huelgas que no hubieran seguido elprocedimiento del arbitraje. En la prctica seconvirti en un arma de choque contra las huelgaspolticas. Bajo el paraguas de esta ley, los mandosde la Guardia Civil se emplearon a fondo en larepresin, especialmente en el campo, yposteriormente fue utilizada ampliamente por losgobiernos republicanos de derechas para reprimircon saa al movimiento revolucionario de octubrede 1934.

    La propia Constitucin republicana aprobadael 9 de diciembre mostraba rasgos propios de un

  • rgimen presidencialista. Dentro de lasatribuciones de las que dispona el presidente dela Repblica consagradas por la constitucin,estaba la posibilidad de legislar por decreto juntocon el gobierno, mientras las cortes no se hallasenreunidas; tena capacidad de suspender lassesiones ordinarias en cada legislatura hasta porun mes en el primer perodo, y por quince das enel segundo y disolver las cortes hasta dos vecesdurante un mismo mandato presidencial. Todasestas medidas actuaban como salvaguardias parala clase dominante en caso de que los trabajadoresdesbordasen las instituciones democrticas delcapitalismo.

    En cuanto a la cuestin nacional y lascolonias, el gobierno de conjuncin concedi aCatalunya una autonoma muy restringida y paraEuskadi se neg a reconocer el Estatuto deautonoma basndose en el carcter reaccionariodel nacionalismo vasco. El gobierno republicano-socialista, que neg el derecho de

  • autodeterminacin a las nacionalidades histricas,sigui gobernando las colonias como antes habahecho la monarqua. En Marruecos su posicinimperialista le enfrent al movimientoindependentista.

    La II Repblica se enfrenta almovimiento de los trabajadores

    La incapacidad de los republicanos y socialistasde satisfacer las demandas de tierra, empleo ybuenos salarios, incompatibles con elmantenimiento de las estructuras capitalistas depropiedad, se tradujo en un constante y violentoenfrentamiento con el proletariado urbano y elmovimiento jornalero.

    La represin tuvo escenarios sangrientos:Castilblanco, Arnedo, Castellar de Santiago,Casas Viejas, Espera, Yeste En todos ellos losguardias de asalto y la guardia civil fueron

  • utilizados por orden gubernamental para defenderla propiedad terrateniente asesinando a decenas decampesinos. Por otra parte, las huelgas obreras enlos dos primeros aos de rgimen republicanofueron acompaadas de una profunda desilusinpoltica de las masas. Las esperanzas depositadasen la Repblica, la confianza en que los ministrossocialistas realizaran reformas progresivas, en quelas medidas del gobierno abriran nuevoshorizontes para la vida de millones de personas, seconvirtieron en frustracin, rabia e indignacin.Las huelgas generales se extendieron: pasajes,huelga minera en Asturias, en Mlaga, Granada, enTelefnica. Cualquier tmida mejora para lostrabajadores, ya fuera de reduccin de la jornada ode incremento salarial, era contestada por lacerrazn de la patronal y la represingubernamental.

    Cuando el presidente de la Repblica disolvilas Cortes y fueron convocadas nuevas eleccionespara noviembre de 1933, la reaccin de derechas

  • haba reconquistado una parte importante delterreno perdido el 14 de abril, especialmente entrelas capas medias urbanas y sectores atrasados delcampesinado. En este contexto, la reaccin,agazapada ante los primeros empujes de las masas,empez a levantar cabeza, como demostr elintento de golpe de Estado de Sanjurjo en agostode 1932. Entre la burguesa espaola empezaba acobrar fuerza una opcin poltica similar a la quese estaba desarrollando en Alemania.

    A pesar de obtener una diferencia de unoscuantos miles de votos a su favor en las eleccionesde noviembre de 1933, los republicanos dederechas de Lerroux junto a la CEDA de GilRobles se hicieron con la mayora en elparlamento. A partir de ese momento la burguesarealiz una amplia labor contrarrevolucionariaendureciendo la legislacin laboral, aumentando larepresin contra el movimiento huelgustico yfortaleciendo sustancialmente el poder de losterratenientes. En definitiva se adoptaron todo tipo

  • de medidas para utilizar el marco parlamentariocon el fin de imponer una dictadura reaccionariaque siguiera los pasos de Hitler en 1933 y deDolffuss en 1934. Pero la tensin de losacontecimientos obraba tambin en otra direccin:acelerando la radicalizacin de las masas y el giroa la izquierda de las organizaciones socialistas.

    La formacin de las Alianzas Obreras, unembrin de frente nico proletario, constituy unejemplo indito en la Europa de los aos treinta.La amenaza de la entrada de dirigentes cedistas algobierno de Lerroux desat la insurreccin deoctubre de 1934. Sin el levantamientorevolucionario del proletariado asturiano, muyprobablemente se hubiera culminado con xito laimposicin de un Estado de corte fascistautilizando la maquinaria devaluada delparlamentarismo burgus[3].

    En la lucha revolucionaria de octubre de 1934se apreciaba la radicalizacin de las masasobreras y el crecimiento de su conciencia

  • socialista. El proletariado espaol, que vio cmose derrumbaron las organizaciones socialistas ycomunistas en Alemania y Austria ante el avancedel fascismo, no estaba dispuesto a seguir uncamino similar.

    La represin contra la Comuna asturiana amanos de los futuros jefes militares del golpe del18 de julio fue terrible. Cerca de dos mil muertosen los combates, cientos de fusilados, miles dedetenidos y torturados, a los que sumar decenas demiles de trabajadores represaliados y despedidosde sus trabajos. Las organizaciones obrerastuvieron que pasar a la clandestinidad, mientrasque la burguesa acab por sacar las leccionesltimas de los acontecimientos. Octubre del 34demostr que no era posible acabar con elmovimiento de las masas a travs de la represinlegal que las leyes republicanas permitan. Senecesitaba aplastar a las organizaciones y sucapacidad de resistencia. Era necesario imponer elterror blanco hasta sus ltimas consecuencias.

  • Revolucin y contrarrevolucin

    Tras el fracaso de la derecha para estabilizar sugobierno, las cortes fueron disueltas y seconvocaron elecciones para el 16 de febrero de1936. Los dirigentes reformistas del PSOE y de laUGT, especialmente Indalecio Prieto y JulinBesteiro, conectaron inmediatamente con laspropuestas del PCE para conformar un FrentePopular de cara a las elecciones de febrero. Lasnuevas directrices polticas de la Internacional yde Stalin eran claras: supeditar cualquier accinindependiente del proletariado a la defensa de lalegalidad republicana, o lo que es lo mismo, a ladefensa de la democracia burguesa tal comoDimitrov haba concretado en el VI Congreso de laInternacional Comunista estalinizada. Pero unacosa eran los esquemas polticos de losestalinistas y otra muy diferente la realidad tozudade la lucha de clases. Como haban demostrado losejemplos de Alemania y Austria, el fascismo se

  • revelaba como la opcin de la burguesaprecisamente porque las formas de la democraciaparlamentaria no eran suficientes para garantizarsus ingresos y privilegios. Por tanto, esta amenazamortal para el movimiento obrero slo poda serderrotada con el programa de la revolucin social.

    Como seal Trotsky: El rgimen fascista vellegar su turno porque los medios normalesmilitares y policiales de la dictadura burguesa, consu cobertura parlamentaria, no son suficientes paramantener a la sociedad en equilibrio. A travs delos agentes del fascismo, el capital pone enmovimiento a las masas de la pequea burguesairritada y a las bandas del lumpemproletariado,desclasadas y desmoralizadas, a todos esosinnumerables seres humanos, a los que el capitalfinanciero ha empujado a la rabia, a ladesesperacin. La burguesa exige al fascismo untrabajo completo: puesto que ha aceptado losmtodos de la guerra civil, quiere lograr calmapara varios aos la victoria del fascismo

  • conduce a que el capital financiero cojadirectamente en sus tenazas de acero todos losrganos e instrumentos de dominacin, direccin yde educacin: el aparato del Estado con elejrcito, los municipios, las escuelas, lasuniversidades, la prensa, las organizacionessindicales, las cooperativas. Demanda sobrecualquier otra cosa, el aplastamiento de lasorganizaciones obreras[4].

    El programa del Frente Popular, aunquerecoga reivindicaciones democrticas importantescomo la amnista y la readmisin de losdespedidos tras la insurreccin del 34, ataba depies y manos a la clase obrera. Los partidosrepublicanos rechazaron expresamente cualquiermencin a la nacionalizacin de la tierra y suentrega gratuita a los campesinos y, por supuesto, ala nacionalizacin de la banca y el control obreroen la industria. Tambin se negaron a establecer elsubsidio de paro solicitado por los partidos deizquierda.

  • Todava hoy se justifica la poltica del FrentePopular como un mal necesario para evitar que lascapas medias giraran hacia la reaccin. Semejanteargumento refleja un profundo desconocimiento dela autntica naturaleza de la lucha de clases enesos momentos. No haba terreno para salidasintermedias. O la clase obrera se haca con elpoder poltico, expropiando el conjunto de lapropiedad capitalista, o el capital movilizara susreservas econmicas, sociales y militares paraaplastar durante dcadas a los trabajadores y susorganizaciones. En su artculo A dnde vaFrancia, escrito en octubre de 1934, Trotskyanaliza este fenmeno en detalle: Lospequeos burgueses desesperados ven ante todo enel fascismo una fuerza combativa contra el grancapital, y creen que, a diferencia de los partidosobreros que trabajan solamente con la lengua, elfascismo utilizar los puos para imponer msjusticia. () Es falso, tres veces falso, afirmarque en la actualidad la pequea burguesa no se

  • dirige a los partidos obreros porque teme a lasmedidas extremas. Por el contrario: la capainferior de la pequea burguesa, sus grandesmasas no ven en los partidos obreros ms quemquinas parlamentarias, no creen en su fuerza, nolos creen capaces de luchar, no creen que esta vezestn dispuestos a llegar hasta el final Paraatraer a su lado a la pequea burguesa, elproletariado debe ganar su confianza. Necesitatener un programa de accin claro y estardispuesto a luchar por el poder por todos losmedios posibles.[5].

    Como era de esperar, el Frente Popular fueapoyado entusiastamente por los trabajadores encada rincn del pas, no tanto por el contenido desu programa, sino porque con su victoria podranlograr con rapidez sus aspiraciones msinmediatas. Sin embargo, no todos loscomponentes del Frente Popular vean el futuro dela misma manera: Con toda mi alma, hablabaconfidencialmente Manuel Azaa el 14 de febrero

  • a Ossorio y Gallardo, quisiera una votacinlucidsima, pero de ninguna manera ganar laselecciones. De todas las soluciones que se puedenesperar, la del triunfo es la que ms me aterra. Eltriunfo de las listas del Frente Popular fue tanarrollador que muchos lderes reaccionarios comoLerroux o Romanones perdieron su acta dediputado, pero mirados ms de cerca losresultados, sorprende que de los 257 diputados delFrente Popular, 162 tuvieran filiacin republicana.Los partidos obreros cedieron a los republicanosun protagonismo en las listas que nuncamerecieron.

    Aprendiendo de las lecciones del gobierno deconjuncin republicano-socialista, las masas noesperaron a la accin legislativa delparlamento: impusieron sus puntos de vista atravs de la accin directa. El primer acto de lostrabajadores en todos los rincones del pas fueliberar a los presos, abriendo las crceles sinesperar las rdenes del gobierno. Entre febrero y

  • julio de 1936, hubo 113 huelgas generales y 228huelgas parciales en las ciudades y pueblos detoda Espaa. En las ciudades los comits deaccin UGT-CNT ocupaban fbricas y empresas ylograban imponer a los burgueses la readmisin delos despedidos. La situacin en el campo sedesbord: Los campesinos pasaron rpidamente ala accin, escribe Manuel Tun de Lara, ()En las provincias de Toledo, Salamanca, Madrid,Sevilla, etc., ocuparon grandes fincas desde losprimeros das de marzo y se pusieron a trabajarlasbajo la direccin de sus organizaciones sindicales.Una vez que ocupaban las tierras, lo comunicabanal Ministerio de Agricultura para que legalizase susituacin. Este movimiento culmin el 25 de marzocon la ocupacin de fincas realizada al mismotiempo por 80 000 campesinos en las provinciasde Bajadoz y Cceres.

    En 1970, 34 aos ms tarde del inicio de laguerra civil, Fernando Claudn, antiguo dirigentesde las Juventudes Comunistas y unos de los

  • principales lderes de las Juventudes SocialistasUnificadas (JSU) junto con Santiago Carrillo, tenaque reconocer la autntica naturaleza de aquellostrascendentales acontecimientos cuando citaba,ratificndolas, las palabras del historiadorsovitico Midnik: El movimiento huelgusticocreci de mes en mes. Se paralizaban fbricas ytalleres, andamios y minas; se cerraban comercios.En junio-julio se registr un promedio de diez aveinte huelgas diarias. Hubo das con 400 000 a450 000 huelguistas. Y el 95% de las huelgas quetuvieron lugar entre febrero y junio de 1936 fueronganadas por los obreros. Grandes manifestacionesobreras desfilaban por las calles exigiendo pan,trabajo, tierra, aplastamiento del fascismo yvictoria total de la revolucin. Se crearon lasprimeras empresas colectivas. Los mtinescongregaban decenas de miles de personas y losobreros aplaudan con entusiasmo a los oradoresque anunciaban la hora no lejana del hundimientodel capitalismo y llamaban a hacer como en

  • Rusia. De las huelgas se pasaba a la ocupacinde las empresas cerradas por los propietarios. Laocupacin de las calles, de las empresas y de lastierras, la incesante accin huelguista, impulsabanal proletariado urbano y agrcola hacia las formasms elevadas de la lucha poltica.

    Sacando las conclusiones pertinentes de laslneas anteriores, Claudn afirma Entre febrero yjulio existe en Espaa, de hecho, un triple poder.El legal, cuyo poder efectivo es mnimo. El de lostrabajadores, sus partidos y sindicatos, que semanifiesta a la luz del da de la forma descrita. Yel de la contrarrevolucin, que aunque seexterioriza en los discursos agresivos de susrepresentantes parlamentarios, en el sabotajeeconmico, y en las acciones de los grupos dechoque fascista, acta sobre todo en el secreto delos cuartos de banderas, preparandominuciosamente el golpe militar () Cualquieraque estudie estos meses cruciales de la Espaa de1936 no puede por menos que preguntarse: por

  • qu los partidos y organizaciones obreras noactuaron de manera concertada y decidida paraaplastar en el huevo el levantamiento militar eimpulsar resueltamente el proceso revolucionario?La respuesta que el proletariado dio a lasublevacin derrotndola en la mayor parte delpas, pese a que los facciosos tenan de su parte lasorpresa y la iniciativa, demostr hasta que puntola correlacin de fuerzas era favorable al pueblo.Por qu no se adelantaron los partidos ysindicatos obreros? () Hasta tal punto elproblema de aplastar en el huevo la conspiracinmilitar estaba fundido en esos meses con larevolucin proletaria, que el nico medio real delograr lo primero hubiera sido desalojar del poderal gobierno republicano pequeoburgus graciasa cuya pasividad, cuando no cobertura, podatejerse la trama de la sedicin e instaurar unpoder que permitiera a las fuerzas obrerasrevolucionarias coger el toro por los cuernos.Entre febrero y junio a la revolucin espaola se

  • le fue creando, cada da de manera ms acuciante,una situacin anloga a la de la revolucin rusa envsperas de las jornadas de octubre. O elproletariado revolucionario tomaba la iniciativa, ola tomaba la contrarrevolucin. Casares Quirogaera un Kerensky perfecto, pero en Espaa no habaningn Lenin[6].

    Esta larga cita tiene un valor excepcional. Noen vano est escrita por unos de los mximosejecutores de la poltica estalinista durante larevolucin espaola que, treinta y cuatro aos mstarde, reconocera la profundidad de los errores dela poltica frentepopulista.

    En cualquier caso, es absolutamente cierto quesi el PSOE o el PCE hubieran tenido una polticamarxista, autnticamente socialista, basada en unprograma revolucionario que planteaseabiertamente la toma del poder, habranencontrado el respaldo unnime de la clase obreray de los jornaleros, de la mayora aplastante de lapoblacin, conjurando la amenaza del fascismo.

  • Hacia la guerra civil. Elcomportamiento de los lderes

    republicanos

    Tras las elecciones de febrero, Azaa fue elegidopresidente de la Repblica y los representantes delos partidos republicanos coaligados en el frentepopular coparon la totalidad de las carterasministeriales. El objetivo de estos polticosprogresistas fue restablecer el equilibriocapitalista en medio de una situacin de extremapolarizacin social y poltica. Rearmando a losguardias de asalto y dando instrucciones concretasa la guardia civil, el gobierno Azaa intentimpedir a toda costa la revolucin: no dudo enreprimir el movimiento de las masas y logr quelas crceles, vacas de presos polticos tras lasprimeras jornadas de febrero, fueran llenndosecon militantes sindicalistas y anarquistas.

    Mientras, la burguesa ya haba decidido la

  • partitura que interpretara. Pocos das despus dela formacin del gobierno de Frente popular, ycuando ya Franco haba sido destinado a ladivisin militar de canarias, se celebr unareunin a la que asistieron los generales Franco,Mola, Orgaz, Varela, Gonzlez Carrasco,Rodrguez del Barrio y el teniente coronel ValentnGalarza para acordar los planes del alzamiento.Todo este movimiento de sables, que contaba conel respaldo abierto de la burguesa, no permanecasecreto dentro de las paredes de las casas deoficiales y cuartos de bandera. Eran constantes losrumores y las informaciones que revelaban laexistencia de estos planes. Qu hizo la Repblica,presidida por el progresista Azaa paraconjurar esta amenaza? Nada, absolutamente nada.

    Julio Busquets, reconocido dirigente de laUnin Militar Democrtica en los aos de latransicin, explica el comportamiento del gobiernorepublicano en aquellos momentos decisivos:

    Cuando el golpe de Estado era inminente y la

  • UMRA (Unin Militar Republicana Antifascista)haba hecho acopio de toda la informacin alrespecto, se entrevistaron con casares Quiroga,jefe del gobierno, para exponerle la gravedad dela situacin y exigirle una respuesta inmediata. Lareunin tuvo el lugar el 16 de julio y se le pidique aplicara las siguientes medidas:

    Pasar a disponibles forzosos a diferentesmilitares entre los cuales se encontraban losgenerales Franco, Goded, Mola, Fanjul y Varela,los coroneles Aranda y Alonso Vega, el tenientecoronel Yage, y el comandante Garca Valio.

    La rpida inspeccin de todas lasguarniciones por parte de delegados gubernativos,que informasen a la tropa de los graves riesgos deinsurreccin.

    Creacin de seis unidades especiales conpersonal y mandos de total confianza, con sede enMadrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Zaragoza,Bilbao, destinada a abortar cualquier insurreccinmilitar en sus zonas de influencia.

  • La detencin inmediata y depuracin de losmiembros sospechosos de pertenecer a la UME(Unin Militar Espaola).

    Disolucin del ejrcito, en ltimo caso, conel fin de abortar el golpe.

    () Confundiendo deseos con realidades,Casares Quiroga afirm que no haba peligro deinsurreccin y se neg a aplicar ninguna de lasmedidas que le plante la UMRA. Argument queestas pondran verdaderamente en contra de laRepblica a todo el Ejrcito y que lo quepretendan los militares de la UMRA era desplazara los militares citados en el escalafn paraocuparlo ellos. Obviamente, Casares Quirogatema en ese momento ms una insurreccinrevolucionaria de izquierdas que un golpe dederechas[7].

    Paralelamente, Azaa destin al general Molaa Pamplona, donde el 14 de marzo se hizo cargodel gobierno militar y del mando de la 12 Brigadade Infantera. As era como defendan la

  • legalidad democrtica los republicanosprogresistas, ascendiendo, mimando yfavoreciendo a los militares golpistas!

    Los preparativos militares en los cuarteles secombinaban con las acciones terroristas de lasbandas fascistas de la Falange, especializadas enasesinar trabajadores y atacar los locales de lospartidos y los sindicatos obreros. En ese ambiente,cuando el secreto del golpe militar haba dejadode serlo y el gobierno era plenamente conscientede lo que se preparaba, los dirigentes republicanosno movieron un solo dedo para prevenirlo,neutralizarlo y aplastarlo utilizando los medios delos que disponan. Es ms, su actitud traicionerapermiti a los golpistas ganar un tiempo precioso ytomar la iniciativa. En aquellos momentos demxima gravedad, el gobierno republicano actuabacon felona: El ministro de la Guerra se honra enhacer pblico que toda la oficialidad y clases delejrcito espaol, desde los empleos ms altos alos ms modestos, se mantienen dentro de los

  • lmites de la ms estricta disciplina, dispuestos alcumplimiento exacto de sus deberes. Los militaresespaoles, modelos de abnegacin y lealtad,merecen de todos sus conciudadanos el respeto, elafecto y la gratitud que se deben a quienes hanhecho, en servicio y defensa de la patria y de laRepblica, la ofrenda de su propia vida si laseguridad y el honor lo exigen.

    Finalmente, el 17 de julio la guarnicin deMarruecos se levant en armas y el resto de lascircunscripciones militares telegrafiadas porFranco prepararon todos los operativos. Aunque elgobierno republicano tena un conocimientoexhaustivo del levantamiento militar, se neg enredondo a tomar ninguna medida para evitar suextensin: durante 48 horas dejaron todo el terrenolibre a los golpistas, sin movilizar las fuerzasleales del ejrcito ni impartir una sola orden. Fueuna actitud de traicin abierta que permiti aFranco movilizar con rapidez sus efectivos.

    A quin tema ms la burguesa progresista

  • liberal, fiel aliada del Frente popular? A losfascistas o a las masas revolucionarias? Losrepublicanos en el gobierno se negaban a armar alpueblo, mientras consentan el levantamiento.Ellos podan perder su posicin de abogados, suscolumnas en los peridicos, sus ingresos comodiputados, pero nunca aceptaran un rgimen socialdiferente al capitalismo. La pequea burguesarepublicana se haba opuesto siempre, como ashizo constar en el acuerdo del Frente popular, acualquier medida socialista, entonces, por qu ibaa armar a los trabajadores y desencadenar elpeligro de la revolucin?

    Para completar la traicin, Martnez Barrio,republicano de derechas nombrado por Azaa parasustituir a Casares Quiroga al frente del gobiernoel mismo 18 de julio, realiz todo tipo deesfuerzos con el beneplcito del presidente de laRepblica al fin de formar un gobierno cvico-militar que diera cabida a los militares golpistas.En una controvertida conversacin entre Martnez

  • Barrio y Mola, el jefe de gobierno en funcionestrat de conseguir el apoyo del general golpista:En este momento los socialistas estn dispuestosa armar al pueblo. Con ello desaparecera laRepblica y la democracia. Debemos pensar enEspaa. Hay que evitar a toda costa la guerracivil. Estoy dispuesto a ofrecerles a ustedes losmilitares, las carteras que quieran y en lascondiciones que quieran. Pero el generalsublevado respondi con desprecio: si yoacordase con usted una transaccin habramos losdos traicionado a nuestros ideales y a nuestroshombres. Mereceramos ambos que nosarrastrasen[8].

    El golpe fascista es derrotado porla clase obrera

    No fue el gobierno republicano, en el que losdirigentes reformistas del PSOE y los lderes

  • estalinistas haban confiado, el que derrot ellevantamiento militar. Una vez ms fue la accinindependiente de la clase trabajadora, el herosmo,la decisin y audacia de miles de obreros que conlos mtodos de lucha de clases, la huelga general yla insurreccin armada abortaron el triunfoinmediato del fascismo.

    En medio de la asonada, los dirigentes delPCE y del PSOE hicieron pblica una nota muysignificativa: El momento es difcil, pero nodesesperado. El Gobierno est seguro de poseerlos medios suficientes para aplastar esta tentativacriminal. En el caso de que estos medios fueseninsuficientes, la Repblica tiene la promesasolemne del Frente Popular. ste est decidido aintervenir en la lucha a partir del momento en quela ayuda le sea pedida. El Gobierno manda y elFrente Popular obedece[9].

    Estas patticas palabras indicaban que en lacspide de los partidos de izquierda la situacinno era mejor que en los crculos gubernamentales.

  • Toda la actividad de los lderes socialistas yestalinistas se reduca a confiar en las rdenes delgobierno republicano, cuando ya haba dadosobradas muestras de su traicin.

    Conscientes del enorme peligro a que seenfrentaban, los obreros, los campesinos y de entreellos la juventud revolucionaria, no esperaron lasrdenes y las consignas de los representantesgubernamentales y de los dirigentes reformistas,por otra parte inexistentes, y se lanzaron aapropiarse de las armas y asaltar los cuarteles.

    Companys, presidente de la Generalitat, aligual que Azaa en Madrid, se neg a distribuirarmas entre los trabajadores de Barcelona. En estaciudad, los militantes de la CNT-FAI y del POUMasaltaron armeras, tiendas de caza, obras enconstruccin en busca de dinamita, requisaron lasarmas que los fascistas ocultaban en sus casas, ascomo todos los automviles que pudieronencontrar. Con este escaso material se enfrentaron,en una lucha desigual desde el punto de vista

  • militar, a las tropas que los fascistas movilizaron.Sin embargo, su arrojo, su moral, su confianza,desmoralizaron a los soldados, muchos de loscuales abandonaron su posicin para pasarse albando del pueblo. A pesar de los miles de obrerosque murieron, en la tarde del 19 de julio caypreso el general Goded, despus del cerco alcuartel de Atarazanas. El pueblo en armas habaderrotado la sublevacin en toda Catalunya, ante lapasividad del gobierno de la Generalitat quequed suspendido en el vaco, sin ninguna basesegura en la que apoyarse.

    Los combates haban durado unas treinta yseis horas seala Abel Paz, El pueblo deBarcelona, sin armas e incluso contra la voluntaddel Gobierno autnomo de la Generalitat, habavencido a los militares y se hallaba prcticamenteen la situacin de dueo y seor de la ciudad[10].

    Una situacin parecida se vivi en Madrid,donde miles de obreros y jvenes reagrupados elmismo 18 de julio, comenzaron la tarea del

  • armamento. Anarquistas, comunistas, socialistas,poumistas, levantaron barricadas en las zonasclave de la ciudad, requisaron y asaltaron losdepsitos de armas que pudieron y se arrojaron ala conquista del Cuartel de la Montaa que pas,despus de horas de intenso combate, a manos delos obreros. La misma situacin se repiti encientos de pueblos y ciudades importantes delpas: Valencia, Gijn, Mlaga, Santander, Bilbao,Badajoz, Cceres En otras plazas como Sevilla,Oviedo y Zaragoza, los fascistas tuvieron queemplearse a fondo en una represin salvaje contralos obreros que, con las pocas armas que pudieronconseguir, intentaron abortar la sedicin. En todasestas ocasiones, los trabajadores fuerontraicionados por la actitud condescendiente de loslderes republicanos con los mandos militares:pensaban, en el colmo de su estupidez, que losresponsables de la guarniciones respetaran sujuramento de fidelidad a la Repblica. Con trucosy engaos, los facciosos neutralizaron a los

  • gobernadores y alcaldes republicanos de estasciudades y stos a su vez lograron que losdirigentes obreros se fiaran.

    Como ha sealado Anthony Beevor: Alldonde los obreros se dejaron convencer por ungobernador civil aterrado ante la perspectiva deprovocar el levantamiento de la guarnicin local,perdieron la partida y hubieron de pagar el titubeocon sus vidas. Pero si demostraban enseguida queestaban preparados y dispuestos para asaltar loscuarteles, entonces se les una la mayora de losguardias de asalto y otras fuerzas de seguridad yconseguan que la guarnicin se rindiese[11].

    Incluso un historiador liberal britnico tieneque reconocer que fue la accin independiente delas masas lo que hizo fracasar el golpe fascista. Deesta manera la clase obrera espaola volvi aescribir una pgina heroica de su historia: lo quepretenda ser un triunfo militar aplastante de lacontrarrevolucin, se transform en el inicio de larevolucin socialista.

  • Los mandos militares haban previsto untriunfo rpido que les permitiese en pocos dasconsolidar su dominio sobre la pennsula. Enrealidad, cuarenta y ocho horas despus del golpe,los militares haban sufrido un sonoro fracaso:Entre el 18 de julio y el primero de agosto de1936 escribe Abraham Guilln, la situacinpoltica y estratgica del ejrcito fascista eradesesperada. Tenan solamente parte de la mesetay del noroeste de Espaa y una pequea cabeza depuente en Andaluca. As pues, el frente norte delos generales golpistas estaba separado del sur.Franco y Mola no tenan sus fuerzas reunidas sinoseparadas lo cual significaba una gran desventajaestratgica. Los republicanos ocupaban en el mesde julio las zonas ms industrializadas, ms ricas yde mayor densidad de poblacin de Espaa:Vasconia, Asturias, Valencia, Madrid y Catalua.

    Como desventaja geoestratgica, el frenterepublicano estaba separado por dos zonasgeogrficas: una formada por Asturias y Vasconia

  • (con el reducto de Oviedo), entre Castilla LaNueva y el mar Cantbrico, con una ancha cabezaformada por parte de Aragn y Navarra. La otra,por las regiones del noreste (Catalua y parte deAragn), Levante (Valencia y su regin), Murcia,casi toda la costa andaluza mediterrnea, la regindel Centro, Extremadura y parte de Huelva.

    La mayor parte de la poblacin, los recursosfinancieros, las fbricas militares y la flota deguerra, en julio de 1936, estaban en manos de losrepublicanos ()[12].

    Estalla la revolucin

    Un ambiente de fervor revolucionario se apoderde las masas obreras. Ellas y slo ellasorganizaron la resistencia armada al fascismo yevitaron un triunfo rpido del golpe militar. EnBarcelona, donde el poder estaba en manos de losobreros cenetistas, rpidamente se organizaron

  • columnas de miles de milicianos en direccin aZaragoza para reconquistar la ciudad y, encuestin de das, segn Abad de Santilln, ms de150 000 voluntarios estaban disponibles yresueltos a luchar en los frentes msamenazados[13].

    Al frente de aquella fuerza armadarevolucionaria que se dirigi a tierras aragonesasestaba Buenaventura Durruti. En pocas semanas,Durruti y sus columnas transformaron cada pueblopor el que pasaban o conquistaban en una plazafuerte de la revolucin social. Con el ejemplo desu accin, el lder anarquista pronto se convertiraen una seria amenaza para aquellos que,agazapados tras la bandera del Frente Popular,intentaron estrangular las conquistasrevolucionarias de los obreros en armas.

    El 24 de julio de 1936, en pleno augerevolucionario en Catalunya, Durruti fueentrevistado en Barcelona por el periodista VanPassen, del diario The Toronto Daily. La

  • entrevista refleja fielmente el estado de nimo quese respiraba entre el proletariado de todo el pas:

    V. Passen. Considera ya aplastados a losmilitares rebeldes?

    Durruti. No, todava no los hemos vencido.Ellos tienen Zaragoza y Pamplona, ah esdonde estn los arsenales y las fbricas demuniciones, tenemos que tomar Zaragoza ydespus saldremos al encuentro de lastropas compuestas de legionariosextranjeros que ascienden desde el surmandados por el general Franco. Dentro dedos o tres semanas nos encontraremosentregados en batallas decisivas.

    V. Passen. Dos o tres semanas?

    Durruti. Dos o tres semanas o quizs un mes, lalucha se prolongar como mnimo todo elmes de agosto. El pueblo obrero estarmado. En esta contienda el ejrcito no

  • cuenta, hay dos campos: los hombres queluchan por la libertad y los que luchan poraplastarla. Todos los trabajadores deEspaa saben que si triunfa el fascismovendr el hambre y la esclavitud. Pero losfascistas tambin saben lo que les espera sipierden, por eso la lucha es implacable.Para nosotros de lo que se trata es deaplastar el fascismo de manera que nopueda levantar jams la cabeza en Espaa.Estamos decididos a terminar de una vezpor todas con l, y esto a pesar delgobierno.

    V. Passen. Por qu dice usted a pesar delgobierno? Acaso no est luchando estegobierno contra la rebelin fascista?

    Durruti. Ningn gobierno del mundo peleacontra el fascismo hasta suprimirlo.Cuando la burguesa ve que el poder se leescapa de las manos recurre al fascismo

  • para mantener el poder de sus privilegios,y esto es lo que ocurre en Espaa. Si elgobierno republicano hubiese deseadoterminar con los elementos fascistas, haceya mucho tiempo que hubieran podidohacerlo y, en lugar de eso, temporizan,transigen y malgastan su tiempo buscandocompromisos y acuerdos con ellos. An enestos momentos hay miembros del gobiernoque desean tomar medidas muy moderadascontra los fascistas. Quin sabe si an elgobierno espera utilizar las fuerzasrebeldes para aplastar el movimientorevolucionario desencadenado por losobreros.

    V. Passen. Entonces usted ve dificultades aundespus que los rebeldes sean vencidos?

    Durruti. Efectivamente. Habr resistencia porparte de la burguesa, que no aceptarsometerse a la revolucin que nosotros

  • mantendremos con toda su fuerza.

    V. Passen. Largo Caballero e Indalecio Prietohan afirmado que la misin del FrentePopular es salvar la Repblica y restaurarel orden burgus, y usted Durruti, usteddice que el pueblo quiere llevar larevolucin lo ms lejos posible, Cmointerpretar esta contradiccin?

    Durruti. El antagonismo es evidente. Comodemcratas burgueses esos seores nopueden tener otras ideas que las queprofesan. Pero el pueblo, la clase obrera,est cansada de que se le engae, lostrabajadores saben lo que quieren, nosotrosluchamos no por el pueblo, sino con elpueblo, es decir por la revolucin dentrode la revolucin. Nosotros tenemosconciencia de que en esta lucha estamossolos y que no podemos contar nada msque nosotros mismos. Para nosotros no

  • quiere decir nada que exista una UninSovitica en una parte del mundo, porquesabamos de antemano cul era su actituden relacin a nuestra revolucin. Para laUnin Sovitica lo nico que cuenta estranquilizar. Para gozar de esatranquilidad, Stalin sacrific a lostrabajadores alemanes a la barbariefascista; antes fueron los obreros chinosque resultaron vctimas de ese abandono.Nosotros estamos aleccionados ydeseamos llevar nuestra revolucin haciaadelante porque la queremos aqu, enEspaa, ahora y no quiz maana, despusde la prxima guerra europea. Nuestraactitud es un ejemplo de que estamosdando a Hitler y Mussolini msquebraderos de cabeza que el EjrcitoRojo, porque temen que sus pueblos,inspirndose en nosotros, se contagien yterminen con el fascismo en Alemania y en

  • Italia, pero ese temor tambin lo comparteStalin, porque el triunfo de nuestrarevolucin tiene necesariamente querepercutir en el pueblo ruso.

    V. Passen. Espera usted alguna ayuda deFrancia o Inglaterra ahora que Hitler yMussolini han comenzado a ayudar a losmilitares rebeldes?

    Durruti. Yo no espero ayuda para unarevolucin libertaria de ningn gobiernodel mundo. Puede ser que los intereses enconflicto de imperialismos diferentestendrn alguna influencia en nuestra lucha,eso es posible. El general Franco esthaciendo todo lo posible para arrastrar aEuropa a una guerra y no dudar un instanteen lanzar a Alemania en contra nuestra.Pero a fin de cuentas yo no espero ayudade nadie, ni siquiera en ltima instancia denuestro gobierno.

  • V. Passen. Pueden ustedes ganar solos? Auncuando ustedes ganaran, heredaranmontones de ruinas.

    Durruti. Siempre hemos vivido en la miseria ynos acomodaremos a ella durante algntiempo, pero no olvide que los obrerossomos los nicos productores de riqueza.Somos nosotros los obreros los quehacemos marchar las mquinas y lasindustrias, los que extraemos el carbn ylos minerales de las minas, los queconstruimos ciudades. Por qu no vamospues a construir, y aun en mejorescondiciones, para reemplazar lo destruido?La ruina no nos da miedo. Sabemos que novamos a heredar nada ms que ruinaporque la burguesa tratar de arruinar elmundo en la ltima fase de su historia.Pero a nosotros no nos dan miedo lasruinas, porque llevamos un mundo nuevo

  • en nuestros corazones. Este mundo estcreciendo en este instante.

    Al final de la entrevista, el periodista Van Passenreconoci: Este hombre representa a unaorganizacin sindical que cuenta aproximadamentecon dos millones de afiliados y sin cuyacolaboracin la Repblica no puede hacer nada,incluso en el supuesto de una victoria sobre lossublevados. Yo quise conocer su pensamientoporque para entender lo que est sucediendo enEspaa es preciso saber cmo piensan lostrabajadores, por esa razn he interrogado aDurruti, porque por su importancia popular es unautntico y caracterstico representante de lostrabajadores en armas. De sus respuestas resultaclaramente que Mosc no tiene ninguna influenciani autoridad para hablar en nombre de lostrabajadores espaoles. Segn Durruti ninguno delos Estados europeos se siente atrado por elsentimiento libertario de la revolucin espaola,

  • sino deseosos de estrangularla.El levantamiento armado de los trabajadores

    fue la seal inequvoca de un cambio dramtico enla situacin. En centenares de grandes y pequeasciudades, en miles de pueblos, el poder real ya nose encontraba en los gobiernos civiles oayuntamientos. Las instituciones legales delEstado republicano haban dejado de funcionar y,en la prctica, el nico poder real existente era elde los obreros en armas y sus organizaciones, queinmediatamente empezaron a formar y desarrollarsus comits y sus milicias para establecer ladefensa armada de sus ciudades y la ofensivamilitar contra el levantamiento fascista.

    Marx y Engels subrayaron que en ltimainstancia el Estado son grupos de hombresarmados en defensa de la propiedad privada.Despus del 19 de julio, el Estado burgus en laEspaa republicana haba sufrido un golpedemoledor.

    Sin fuerzas armadas leales, sin instituciones

  • con poder real, enfrentados al armamento de lostrabajadores, Azaa y su gobierno podanimplorar, pero no gobernar. Se pueden imaginarcondiciones ms favorables para la toma del podery el establecimiento de una repblica socialistaque organizase una guerra revolucionaria contra elfascismo?

    El propio Fernando Claudn lo reconoce sinambigedad en el libro citado con anterioridad:Las jornadas de julio pusieron plenamente demanifiesto hasta qu punto la revolucin proletariahaba madurado en Espaa, hasta qu punto lacorrelacin de fuerzas le era favorable. () ElEstado republicano se derrumb como un castillode naipes y el comportamiento pasivo, vacilante,cuando no francamente capitulador, de lasautoridades legales y de la mayor parte de losdirigentes de los partidos republicanospequeoburgueses, contribuy no poco a losescasos xitos de las fuerzascontrarrevolucionarias. Al cabo de los primeros

  • das de combate la revolucin no haba vencidodefinitivamente, pero la correlacin de fuerzas enel conjunto del pas le era francamente favorable()[14].

    El ambiente de fervor revolucionario seapoder de las masas obreras. Ellas y slo ellasorganizaron la resistencia armada al fascismo yevitaron un triunfo rpido del golpe militar.

    Azaa y el efmero gobierno de MartnezBarrio quedaron literalmente arrinconados,incapaces de reaccionar ante la enrgica actuacinde las masas y obligados a sancionar lo que en laprctica eran ya hechos consumados.

    Una situacin de doble poder se extendi portodo el pas. En cada distrito, ciudad y pueblo, lospartidos y los sindicatos organizaban sus propiasmilicias para defenderse y preparar la ofensiva enel terreno militar. Al mismo tiempo, la revolucinapunt directamente hacia la disolucin de lasrelaciones de propiedad capitalista mediante laincautacin de miles de empresas y fbricas por

  • parte de comits encabezados por militantes deCNT-UGT. Esta situacin alcanz su mximoapogeo en el caso de Barcelona y Catalunya,donde los comits de CNT se entregaron a la obracolectivizadora de cientos de fbricas incautadasen todos los sectores productivos, as como alcontrol de sectores estratgicos como lostransportes, la produccin elctrica o lascomunicaciones.

    Exactamente igual ocurra en el campo, dondela accin enrgica de miles de militantesconfederales y tambin ugetistas, puso las tierrasde los caciques y de los medianos propietarios enmanos de las colectividades que se organizaronpor todo el territorio republicano, y que en Aragny Catalunya adquiriran unas dimensionesformidables.

    Desde el punto de vista de las realizacionesrevolucionarias, las tareas de la revolucindemocrtico-burguesas fueron satisfechas en pocassemanas gracias a la actuacin de los obreros en

  • armas. Pero esta accin colectiva de la claseobrera y el campesinado pobre no respet elmarco del capitalismo, fue mucho ms lejos,enlazando las realizaciones democrticas conmedidas abiertamente socialistas.

    Igual que en el perodo de febrero a octubre de1917 en Rusia, pero en esta ocasin de una maneramucho ms concentrada en un lapso ms reducidode tiempo, la revolucin espaola abord lastareas socialistas con una profundidad y extensinextraordinarias. Las conquistas de julio a octubrede 1936 en lo referido a incautaciones de lapropiedad capitalista, tanto de fbricas como detierras, y la extensin del control obrero sobre laactividad productiva, fue mayor que la realizadapor los bolcheviques en los meses inmediatamenteposteriores a octubre de 1917. Incluso en elcampo, los bolcheviques tuvieron que adoptar elprograma de los socialistas revolucionarios, esdecir, la entrega de la propiedad de la tierra alcampesinado y no su colectivizacin. En el caso

  • del Estado espaol, la colectivizacin de la tierrafue asumida de forma natural por cientos de milesde campesinos y jornaleros que haban visto susexpectativas frustradas durante aos de promesas,y tras una ley de reforma agraria que dej intactoel poder de los terratenientes.

    A pesar de las magnficas perspectivas que seabran para los oprimidos, el resultado final en laEspaa de 1936 fue muy diferente a la de Rusia de1917. La causa fundamental de este hecho no seexplica por la actitud de las masas obreras ycampesinas espaolas, sobradas de conciencia,preparacin y decisin revolucionaria. El factordecisivo y cualitativo fue que en Rusia exista ungobierno obrero que llamaba a completar larevolucin y que encabezaba la accin de lasmasas, dndola cobertura y fortalecindola atravs de la abolicin de las instituciones de lalegalidad burguesa, como el parlamento (laseAsamblea constituyente) y sustituyndolas en todoel territorio ruso por los nuevos rganos del poder

  • socialista: los sviets de obreros y campesinos.En el caso de la revolucin espaola, no

    exista un gobierno como el de Lenin y Trotsky niun partido bolchevique con influencia entre lasmasas. El estalinismo, que usurp la bandera delcomunismo en estos titnicos acontecimientos, secomport de una forma diametralmente opuesta ala de los bolcheviques en 1917. En la prctica,jugaron el mismo papel que los mencheviques yque los dirigentes social-demcratas alemanes enla revolucin de 1918-1919: el de enterradores dela revolucin y salvadores de la burguesa.

    Como los hechos indicaron en todo momento,los estalinistas no lucharon por el poder obrero nipor el derrocamiento del capitalismo. Alcontrario, todos sus esfuerzos se dirigieron desdeel primer instante de la revolucin a constreir lalucha de los trabajadores, tanto en el frente comoen la retaguardia, a la defensa de la Repblicademocrtica. Ello implicaba, naturalmente, lareconstruccin del Estado burgus que haba sido

  • parcialmente demolido tras el 19 de julio, y lasupresin de todas las conquistas revolucionariasdel proletariado y el campesinado. Y esta tareacontrarrevolucionaria fue llevada a cabo con lamisma decisin y celeridad que Stalin mostr en laURSS a la hora de encarcelar y fusilar a decenasde miles de comunistas que se opusieron a sudictadura burocrtica.

    No Pasarn!. La heroicaresistencia al fascismo en Madrid

    Frente a la actitud de las masas obreras dispuestasa derramar hasta la ltima gota de sangre en lalucha contra los militares facciosos, sus tropasregulares y los voluntarios falangistas, losgobernantes republicanos mostraron unaincapacidad venal para hacer frente, desde elpunto de vista militar y poltico, a la situacincreada tras el 18 de julio. En lugar de movilizar

  • todos los ingentes recursos econmicos de quedispona el Estado republicano para la adquisicinde armas (ni ms ni menos que las segundasreservas mundiales de oro); en lugar de pasar a laofensiva, organizando y desplazando el mximo decontingentes militares hacia Extremadura parafrenar el avance de las tropas franquistas desdeSevilla; en lugar de concentrar todo el fuego de lamarina leal y la aviacin contra el traslado detropas desde Marruecos a la pennsula elgobierno republicano no adopt ninguna medidasensata en los decisivos das de finales de julio.Sin flota de guerra, sus fuerzas africanas (moros ylegionarios), tropas profesionales de choque,difcilmente podran ser trasladadas a la pennsula,pues gran parte de la marina de guerra espaolahaba sido tomada por los soldados y suboficialesrepublicanos. La guarnicin de Sevilla, la basenaval de San Fernando y otras posiciones enAndaluca, en poder de los sublevados, no podranresistir una ofensiva sino llegaban en su auxilio los

  • batallones africanos, incapaces de cruzar elestrecho de Gibraltar, no teniendo flota de guerra,ni una fuerza area de combate y transporte.

    Pero Franco consigui pasar el estrecho deGibraltar con la ayuda de la aviacin alemana: elda 5 de agosto de 1936 transport a la pennsuladesde frica 2500 soldados con todos susequipos; entre julio y agosto de ese ao, llegaron10 500 soldados ms gracias a la cooperacin dela aviacin germana. Destacando la importanciadel arma area alemana en la campaa de Francodesde frica hasta las puertas de Madrid, Hitlerdijo en julio de 1942: Franco tendra que haberhecho un monumento a los viejos Junkers-52 queles trasladaron desde frica a Espaa 10 500hombres en julio y 9700 ms en septiembre de1936[15].

    Cmo es posible que Franco pudiera realizarsemejante puente areo desde Marruecos hasta elsuroeste de Andaluca sin que el gobiernorepublicano hiciese nada por impedirlo? En

  • realidad toda la flota de guerra pudo haber sidomovilizada hacia el estrecho y utilizada contra estedesembarco de tropas. Pero esto no ocurri y larazn fundamental hay que buscarla en el miedodel gobierno republicano de Giral de provocar unareaccin contraria del gobierno de Gran Bretaa,que exiga vehementemente que la guerra civilespaola no interfiriese en la libertad denavegacin del estrecho. De esta manera, lamayora de la flota republicana, que fue tomadapor los marineros durante las primeras horas delgolpe militar tras un duro enfrentamiento contra losoficiales facciosos, fue inutilizada como arma deguerra en el momento ms importante. Un grannmero de buques republicanos fueron enviados,en esos das fatdicos, a la base de Cartagenadonde permanecieron amarrados durante granparte del tiempo que dur la guerra.

    Esta capitulacin ante las presionesdiplomticas de Gran Bretaa, cuyo gobiernoestaba mucho ms interesado en una victoria de las

  • fuerzas de Franco que en el triunfo de larevolucin social por razones obvias, se repiti alo largo de la guerra. Sin entender que lademocracia no es ms que una palabraapreciada por la burguesa siempre y cuando losintereses del gran capital estn garantizados, loslderes republicanos se imaginaban que haciendoconcesiones a los imperialistas britnicos ofranceses podran conseguir su apoyo a la causa dela Espaa leal. Los acontecimientos se encargarande refutar esta poltica, que tendra consecuenciasdesastrosas en el frente militar.

    Los avances de las primeras semanas delejrcito franquista, con la conquista de Badajoz yla sangrienta represin llevada a cabo contra lapoblacin trabajadora de Andaluca yExtremadura, provocaron el desconcierto generalen las filas gubernamentales. El gobierno de Giralno era ms que un guiapo incapaz de prever nada,o de hacer frente a ninguna contingencia.Completamente superado por los acontecimientos,

  • los dirigentes republicanos tuvieron que hacerse aun lado. Era necesario encontrar un hombre capazde insuflar moral en las milicias y con la autoridadnecesaria para dirigir la guerra. Ese hombre eraLargo Caballero, que finalmente formara gobiernoel 4 de septiembre de 1936, esta vez conrepresentantes de UGT, el PSOE, el PCE y lospartidos republicanos.

    El nuevo gobierno, sin embargo, continumostrndose impotente frente a la embestidamilitar de los ejrcitos de Franco. La situacincalamitosa del frente extremeo se tradujo en unavance rpido de las tropas fascistas por el valledel Tajo, la consiguiente conquista de Toledo,Talavera y, finalmente, el cerco contra la ciudad deMadrid. Madrid supona el objetivo ms preciadopara Franco pues, segn sus clculos, la toma de lacapital forzara el reconocimiento del rgimenfascista por parte de las potencias imperialistasoccidentales: Francia y Gran Bretaa.

    A finales de octubre la situacin de Madrid

  • pareca completamente desesperada. Todas lascancilleras europeas daban la ciudad porconquistada en pocos das. Esta misma era laopinin mayoritaria en las filas del gobierno. Sinun milagro, Madrid pronto caera en las garras delos fascistas.

    Pero como ocurri el 19 julio de 1936, elmilagro se produjo. La resistencia heroica deMadrid pasar a la historia como la prueba msclara de que cuando el pueblo utiliza mtodosrevolucionarios en la lucha militar, es imposiblevencerle.

    En circunstancias como aqullas, mantener elcontrol de la capital de la Repblica era unacuestin esencial para la moral de la masa obreray de los combatientes. Sin embargo, el gobiernodel Frente Popular en pleno, con el recin elegidojefe del gabinete, Largo caballero, y el propiopresidente de la Repblica, Manuel Azaa,decidi abandonar la capital poniendo rumbo avalencia, delegando la defensa de la ciudad en

  • manos de una Junta presidida por el general Miaja.Para los estalinistas, la prdida de Madrid

    hubiera significado un duro golpe a su prestigio,basado sobre todo en el V Regimiento, de recientecreacin y que contaba con miles de hombres.Abandonando los mtodos empleados en otraszonas, esta vez las medidas militares que eranreclamadas por los sectores ms avanzados de laCNT y el POUM, s fueron aceptadas y puestas enprctica en Madrid.

    El gobierno y los dirigentes estalinistaspermitieron el desarrollo de comits de defensa encada barrio, de manera similar a los que habanactuado en las jornadas heroicas del 19 y 20 dejulio en Barcelona, que no slo registraban losdomicilios de fascistas, tambin tenan capacidadpara detener a todos los que trabajaban o sesospechaba trabajaban para los fascistas, lafamosa quinta columna. Los comits de obrerosorganizaron la resistencia con barricadas, casa acasa, calle a calle. Se crearon comits de mujeres

  • para ayudar a las milicias y comits deabastecimiento encargados de la alimentacin y lamunicin. Los trabajadores del sindicato de laconstruccin de la CNT y la UGT se emplearonduramente en cavar trincheras y construir defensasfortificadas.

    Todos estos comits desarrollaron unaactividad frentica incorporando al conjunto de laclase obrera, la juventud y las mujeres de toda laciudad a las tareas de la defensa. La situacin eratan desesperada que incluso los estalinistascedieron temporalmente en su campaa decalumnias contra el POUM y les permitieronparticipar en los comits, al mismo tiempo quereciban triunfalmente a las tropas de la CNT,comandadas por Buenaventura Durruti,contradiciendo las constantes campaas dedesprestigio contra las milicias anarquistasdurante su ofensiva en Aragn.

    El Madrid de los trabajadores, con la moral dela revolucin, resisti las embestidas de los

  • ejrcitos franquistas en los frentes de la Casa deCampo, Carabanchel, Usera, CiudadUniversitaria Junto con los milicianos actuaronpor primera vez las Brigadas internacionales, quepronto se distinguiran como una formidable fuerzade choque frente a los disciplinados batallones demoros y regulares.

    La actuacin internacionalista de lostrabajadores y jvenes venidos de Francia,Polonia, Gran Bretaa, EEUU y hasta de treintapases ms, puso de manifiesto las enormesposibilidades de movilizar al proletariado de todoel mundo a favor de la revolucin espaola.

    A pesar de que las condiciones eraninmejorables, el estalinismo nunca consinti que lasolidaridad de los obreros de Europa, yespecialmente de Francia, se moviera ms all deciertos lmites. En Rusia durante la guerra civil yla intervencin imperialista que sigui a la

    Revolucin de Octubre, los bolcheviquesutilizaron la III Internacional para organizar al

  • proletariado europeo contra la burguesa de susrespectivos pases. La mejor defensa del jovenEstado obrero sovitico fue la lucharevolucionaria que protagonizaron los obrerosalemanes, hngaros, italianos, britnicos oespaoles en los aos veinte.

    Alejados por completo de la poltica leninista,los nuevos jefes de la Komintern con Stalin a lacabeza, no tenan la menor intencin de poner enpeligro sus compromisos con las potenciasimperialistas democrticas. Para ellos, losacuerdos diplomticos con los Estados burguesesde Francia y Gran Bretaa, organizadores de lacriminal poltica de no intervencin, pesaba muchoms en la balanza que el futuro del proletariadoespaol. Finalmente, el apoyo militar a la Espaarepublicana estuvo absolutamente condicionado auna aceptacin plena de la lnea estratgica quelos nuevos burcratas del Kremlin habanasumido. Y en esa lnea no caba la revolucinsocialista en Espaa, una revolucin que no se

  • detendra en sus fronteras y que incendiara todaEuropa. La revolucin era anatema, el anatemams grave de todos, porque poda amenazar elpoder de la nueva casta de usurpadores en el senode la propia URSS.

    La resistencia de Madrid se prolong ensemanas de duros combates que se saldaron conmiles de bajas del ejrcito fascista, y bastantesms en las filas milicianas. La ferocidad de laresistencia de los milicianos y los brigadistassorprendi al mando militar enemigo que no sepoda imaginar una voluntad de lucha de talesdimensiones. El Madrid proletario emul la gestade Petrogrado en los momentos ms difciles de laguerra civil rusa. La guerra revolucionariademostr que era la nica va para combatirexitosamente a un enemigo superior en trminosmilitares y que contaba con el apoyo pleno de laspotencias fascistas europeas. Pero esta experienciano se extendi al resto del pas y muy pronto elconflicto encar una dinmica completamente

  • desfavorable para la clase trabajadora.

    La falta de una direccinrevolucionaria consecuente

    Las milicias obreras, las industrias colectivizadas,los comits sindicales de control sobre laproduccin y las colectividades en el campo,constituan los embriones del nuevo poder obrero.

    Establecer pues la coordinacin estatal detodos estos comits, con delegados elegidos desdela base y revocables, conseguir que estos comitscentralizaran y dirigieran democrticamente lavida econmica, poltica y social del pas, era elcamino para consolidar la democracia obreracreciente:

    La realidad es que a pesar del surgimientodel doble poder, a pesar del alcance del poder delproletariado en las milicias y su control de la vidaeconmica, el Estado obrero permaneca

  • embrionario, atomizado, dispersado en lasdiversas milicias, comits de fbricas y comitslocales de defensa antifascista constituidosconjuntamente por las diversas organizaciones.Nunca se lleg a centralizar en consejos desoldados y obreros a nivel nacional, como se hizoen Rusia en 1917 y en Alemania en 1918-19.

    A pesar del peso numrico y del poder delproletariado espaol, nunca se traspas este nivel.A nivel local y en cada columna de milicias, elproletariado mandaba; pero en la cumbre estabaslo el gobierno. Esta paradoja tiene unaexplicacin muy sencilla: no haba partidorevolucionario en Espaa listo para potenciar laorganizacin de sviets de manera audaz yconsciente[16].

    Este anlisis del marxista norteamericanoFelix Morrow indicaba las enormes carencias conque se enfrentaba el poder obrero embrionario. Apesar de que todas las actuaciones de lostrabajadores se orientaban en una direccin

  • inequvoca hacia la destruccin del ordencapitalista, no exista un partido capaz degeneralizar esta experiencia y consolidar losrganos del nuevo poder proletario. Al contrario,en el panorama poltico del momento habapoderosas fuerzas que obraban en sentidocontrario.

    Los dirigentes de los partidos obreros, conespecial ahnco los estalinistas y los lderes delPSOE, profundizaron su poltica de colaboracinde clases a travs del Frente popular. Para ellos,la lucha contra el fascismo no poda trascender ladefensa de la democracia burguesa o, dicho conotras palabras ms persuasivas, la defensa de laRepblica democrtica, como subrayaban una yotra vez los dirigentes estalinistas.Consecuentemente, garantizar este objetivoimplicaba en los hechos enfrentarse a los obrerosarmados que empezaban a organizar su propiopoder.

    Despus de los primeros meses de conquistas

  • revolucionarias, la poltica del Frente Popular ydel estalinismo se transform en toda una cadenade medidas dirigidas a someter el poderindependiente de los obreros a los intereses de laburguesa republicana.

    Trotsky analiz perspicazmente la dinmica deaquellos acontecimientos: El hecho mssorprendente, desde el punto de vista poltico, esque, en el Frente Popular espaol, no haba en elfondo, ningn paralelogramo de fuerzas: el puestode la burguesa estaba ocupado por su sombra. Pormedio de los estalinistas, los socialistas y losanarquistas, la burguesa espaola subordin alproletariado sin ni siquiera tomarse la molestia departicipar en el Frente Popular: la aplastantemayora de los explotadores de todo los maticespolticos se haban pasado al campo de Franco. Laburguesa espaola comprendi, sin ninguna teorade la revolucin permanente, desde el comienzodel movimiento revolucionario de las masas, quecualquiera que fuera su punto de partida, ese

  • movimiento se diriga contra la propiedad privadade la tierra y de los medios de produccin, y queera imposible terminar con l con los medios de lademocracia.

    Por esto slo quedaron en el camporepublicano residuos insignificantes de la claseposeedora, los seores Azaa, Companys y sussemejantes, abogados polticos de la burguesa,pero en absoluto la burguesa misma. Las clasesposeedoras habindolo apostado todo a ladictadura militar, supieron, al mismo tiempo,utilizar a los que ayer eran sus representantespolticos para paralizar, disgregar y luego asfixiarel movimiento socialista de las masas en territoriorepublicano[17].

    Pero cmo reconstruir el poder de laburguesa en la zona republicana? Al gobierno deMadrid y a la Generalitat le faltaba el instrumentoms importante: las fuerzas armadas. El ejrcito sehaba pasado a Franco, exceptuando la marina ybuena parte de la aviacin, mientras la polica

  • regular no exista como fuerza dependiente delgobierno.

    Por otra parte era necesario terminar con losexcesos revolucionarios que haban amenazadola propiedad privada de las fbricas y las tierras,e impedir a toda costa que el movimiento sedesarrollase y adoptase medidas socialistas denacionalizacin de la banca.

    En ausencia de un partido revolucionario quetomara el poder, impulsara la formacin de svietsy emprendiera una guerra revolucionaria, fue lapequea burguesa liberal y los estalinistasquienes dictaron la estrategia en la lucha contra elfascismo. Y esto implicaba, en primer trmino, laadopcin de todas las medidas necesarias para lareconstruccin del Estado burgus en la zonarepublicana.

    En cualquier caso, enfrentarse abiertamente alas masas armadas en aquellos momentos era unejercicio realmente peligroso. Por tanto laorientacin de estas fuerzas fue intentar reconstruir

  • ese poder a travs de la participacin en elgobierno de dirigentes obreros de reconocidoprestigio que pudiesen reconducir la situacin.

    El 4 de septiembre de 1936 Largo Caballerofue nombrado presidente del gobierno. Lapresentacin de su programa fue toda unadeclaracin de intenciones: Este gobierno seconstituye con la renuncia previa de todos suintegrantes a la defensa de sus principios ytendencias particulares para permanecer unidos enuna sola aspiracin: defender Espaa en su luchacontra el fascismo (Claridad, 1 de octubre de1936).

    Meses antes de estos hechos, la izquierdacaballerista haba mostrado sus discrepancias conel acuerdo de Frente Popular porque recordaba lapoltica de coalicin con los republicanos en1931. Sin embargo, con perspectivas confusas, sinun programa marxista, la izquierda socialista, queal principio se pronunci en contra de separar laguerra de la revolucin, actu como la cobertura

  • de izquierdas del Frente Popular.Pero sin duda el cambio ms trascendental

    aconteci en las filas del destacamento msimportante del proletariado espaol, la CNT, queagrupaba ms de un milln y medio detrabajadores y que haba jugado el papel dirigenteen la lucha contra el golpe fascista en Catalunya.

    Despus de la derrota de los militares el 19 dejulio, la CNT-FAI se haba hecho con el controlreal del poder en Barcelona, en las principalescomarcas catalanas, y jugaba un papel decisivo enel resto del pas. No es ste el espacio paracomentar exhaustivamente la actuacin de losdirigentes confederales en la revolucin y laguerra civil. Muchos autores lo han descrito congran profusin de datos y documentacin[18].

    Cabe destacar que, desde el primer momento,los dirigentes de la CNT, mayoritariamente,abandonaron cualquier pretensin de acabar con elEstado burgus y optaron por la va de lacolaboracin con los dirigentes republicanos y

  • estalinistas.Cuando el 21 de julio las masas confederales

    haban acabado con la resistencia de los militaressublevados y se encontraron con toda Barcelona ensus manos se produjo una coyuntura decisiva. Erael momento de completar la tarea derribando lavieja maquinaria del Estado. Sin embargo, elcomportamiento de los lderes anarquistas noestuvo a la altura de aquellas circunstanciashistricas.

    Esa misma maana, Co